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16 de marzo de 2021

EL CANTO DEL CISNE DE PABLO IGLESIAS O EL VACÍO DE LA ALARMA ANTIFASCISTA ELECTORAL

Por Marat

El martes en el que conocimos la intención de presentar una moción de censura en Murcia toda la política institucional del país pareció corresponderse con lo que los medios titularon como terremoto político”. La respuesta de Ayuso en la Comunidad de Madrid, protegiéndose, mediante convocatoria a elecciones anticipadas autonómicas, contra lo que ella misma anunciaba como traición de Ciudadanos parecía corroborar ese “terremoto”, agrandado mediáticamente con una supuesta réplica del primero en Castilla-León y hasta con las dudas sobre la estabilidad del gobierno de la derecha en Andalucía.

Pero el souflé se vino abajo mediante la cooptación del PP a diputados de ese partido, gran parte de cuyos dirigentes nacionales habían sido incorporados mediante un proceso de selección de head hunters”.

De un partido como Ciudadanos, que nunca lo fue, con 6 diputados autonómicos, el presidente murciano, hombre de probada credibilidad moral, incorpora como consejeros de su gobierno autónomo de taifas, a 78.000 euros al año, a la mitad de ellos. A esta gente seguro que le tiemblan las piernas como las de un puber de 13 años a punto de echar un polvo. 

En esa alianza de intereses particulares que se hace llamar Ciudadanos hace tiempo se ha gritado maricón el último y el que quede que apague la luz

En un Madrid en el que la derecha extrema y la derecha fascista han hecho su bastión, envuelta en la bandera de los cojones, que ha pasado de los balcones a las mascarillas, en el que la batalla ideológica sobre la libertad ha logrado traspasar las trincheras de los miles de muertos para instalarse en la libertad de negocio por encima de la vida y en la que se ha tocado, con acierto evidente, tanto las necesidades de venta de los tenderos y dueños de bares como, y eso es jodido de asumir para los que se definen de izquierda, entre los desesperados de la clase trabajadora que en las autonómicas oscilarán entre PP, por Ayuso, y VOX, la moción de censura era imposible porque Ciudadanos la hubiera rechazado y las elecciones serán la derrota definitiva de esa izquierda.

Terremoto político”. Cambiar caras, siglas en los gobiernos y beneficiarios profesionales de esos cambios a tanto el kilo de nuevo aliado, y no políticas reales que mejoren la realidad de quienes están cansados de perder, no es un terremoto político. Es un insulto que, por repetido, acaba siendo cansino entre quienes se han acostumbrado a ser espectadores del reality”.

Si un efecto profundo ha tenido ese supuesto terremoto”, que refuerza a la derecha más reaccionaria, es el de un nuevo descuelgue de sectores de las clases trabajadoras y populares que venían abandonando a la izquierda desde hace decenios, y su deriva hacia las posiciones más contrarias a sus intereses, representadas por los sectores más ultras del PP y por VOX.

Claro, no hay nada más idiota que un obrero de derechas. Y se quedan tan anchos, tras tan brillante afirmación en la que se esconde un desprecio hacia el trabajador y el parado desclasadoe ignorante que no comprende la importancia de ser quien pague las subidas de los carburantes y de la energía en sus hogares, que soporta la vergüenza en las colas del hambre para recibir una docena de huevos y un kilo de garbanzos, que ha visto convertirse el Ingreso Mínimo Vital en una mala broma con escarnio y que se siente humillado y derrotado.

Ese trabajador precario desclasadoque no entiende qué coño es eso del relatoy de la lucha por la hegemonía”; esa madre, trabajadora por horas en un supermercado que desconoce qué es el heteropatriarcado o la discusión sobre identidades, el cisgénero o el feminismo de clase que solo es un lema, son quienes no os entienden, no porque sean tontos, ignorantes o reaccionarios, como en el fondo pensáis, sino porque saben que os importan un carajo. Están solo en vuestros programas electorales, en el mejor de los casos en vuestros demagógicos discursos, no en vuestra práctica del día a día, ni en vuestra procedencia de clase.

A esos sectores y clases no les ha traicionado tanto el PSOE como vosotros, los pijo-progres.

Del PSOE nunca esperaron demasiado. Les bastaba con subsidios y ayudas sociales para saber que eran algo mejores que la derecha de toda la vida, la que había humillado y empobrecido a sus padres. No es que les haya traicionado después. Es que el socialismoal que ahora insulta Ayuso al denominar así a lo que hace el PSOE cuando gobierna, ya no tiene de dónde sacar dinero de los Presupuestos Generales del Estado porque hace mucho que asumió el fin del Estado del Bienestar y el principio del no hay más cera que la que arde”. El gasto social es opuesto al beneficio empresarial. Eso lo ordena todo.

De vosotros, los podemitas no esperaban mucho. Erais pijos de la universidad y de las clases medias (funcionarios, gente especialmente parasitaria, y profesionales, principalmente), niñatos de la generación Netflix, que interpreta el mundo como si fuera una de sus series de ficción preferidas, pero os montasteis sobre los últimos resquicios de clase que les quedaban a los reformistas de IU. Tenían un pedigrí de origen más creíble que el vuestro, aunque hacía mucho que venían deteriorados. En los barrios eso os funcionó un tiempo breve, hasta que os vieron las hechuras de aspirantes a políticos profesionales. 

Y ahora tú, Pablo Iglesias, que ibas romper el orden establecido, que fuiste rebajando tu programa hasta desde el peronismo (acusarte de comunista solo tiene sentido como espantajo que conjura al futuro porque nunca lo fuiste), a aceptar los límites de la acción política, nos ofreces una nueva alarma antifascista, una de las tuyas.

Ya no funciona. Has ido perdiendo toda la credibilidad que un día recibiste. Podemos eres tú y nadie más que tú. Una diarrea peor que la de Ribera con Ciudadanos.

De tu base social real, la de las clases medias en descomposición, quienes no se hayan ido al PSOE lo habrán hecho hacia VOX.

Entre la clase trabajadora, la confianza limitada que tenías cuando el PSOE estaba descabezado, en medio de la crisis de dirigencia y la que te prestó IU antes de terminar de degenerar del todo, ya no existe.

Has pasado de casi alcanzar en parlamentarios al PSOE, soñando con lo que los socialdemócratas del eurocomunismo llamaban el “sorpasso, a tener menos de la tercera parte de sus diputados. como si el número de diputados, o incluso alcanzar el gobierno, sirviera para hacer autónoma la gobernabilidad respecto al capital. Los hechos, siempre los hechos.

En los ayuntamientos y parlamentos autónomos has ido perdiendo representación tras representación. A nivel autonómico no eres nada.

Sales del gobierno después de hacer el ridículo. No hay en tu labor gubernamental una sola actuación que puedas vender como éxito. Eso sí, has gesticulado de vicepresi como un histrión de tercera regional.

Frente al fascismo, cualquier candidatura que no contemple romper en la práctica con el capital, organizar la solidaridad interna desde la clase, crear poder popular al margen de lo institucional, dar juego autónomo, no partidista ni pensado para un rédito inmediato, es repetir el viejo esquema fracasado. Lo que ata proyectos colectivos, pensados para una larga caminata, a los objetivos inmediatos del juego institucional está destinado a la manipulación del capital, por vía directa o indirecta.

Al fascismo se le combate desde el terreno de los hechos concretos, no desde las guerras culturales que él ha planteado como el escenario en el que se siente seguro. 

Desde mi punto de vista no te has vendido porque nunca he considerado que te pasases de un lado a otro. Jamás he creído que estuvieras en mi lado de la trinchera, el de la gente que las está pasando putas y que cree en otra realidad, en otro sistema que no consista en que alguien explote, o sobreexplote (la diferencia entre una cosa y otra no existe para vosotros los progres).Tu mentira no puede sostenerse durante mucho tiempo..

Te presentas ahora -tal vez mañana todo cambie- como candidato a las elecciones de la Comunidad de Madrid, con la intención de unir tu candidatura a la de tu peor enemigo, Errejón. Vended como altura de miras lo que solo es el miedo a desaparecer de dos miserias unidas por similar ambición personal. No habrá candidatura unitaria porque entre dos mezquindades, más preocupadas por sus enfermizos narcisismos y por la venganza contra el hasta ayer amigo, la condición de alacranes les lleva a destruirse mutuamente 

Dices que lo haces para frenar a la reacción y al fascismo. Me pregunto con qué crédito y qué, de lo que hayas hecho mientras has estado en el gobierno, puede sustentar tus razones. La clase a la que nunca has defendido en tu práctica política está desnuda. No cree en nada que no sean sus necesidades inmediatas. Hoy nadie la representa pero, dentro de ella, ha crecido la rabia. Una rabia inútil que irá contra si misma cuando apoye a su peor enemigo, el fascismo. Lo hace porque ningún político de izquierda fue parte de su realidad.

Has buscado una forma de salir del gobierno como si fuera un sacrificio antifascista, cuando tu práctica lo ha alimentado, aunque solo fuera por pasividad, para preparar tu próximo escenario de líder contra la traición histórica del PSOE y de un Sánchez paciente con quien es semejante en ambición pero no en inteligencia. No eres fiable ni has presionado en la práctica. Se presiona desde la calle, no desde los ministerios

Tu tramoya se descompone. A esa angustia responde tu candidatura, confiado aún en el supuesto magnetismo que ya no te funciona. . 

Vas a pasar a la historia reciente (afortunadamente no a la de largo plazo) como alguien que aprovechó el encumbramiento organizado de su persona para hundirse con más odio hacia sí mismo del que otros hayan podido tener hacia sí.

Cuando Ayuso haya abierto el camino de VOX hacia la gobernabilidad, pregúntate si tu hiperventilación ultramegarevolucionaria ha contribuido a que las clases populares sientan que has conectado con sus temores, problemas y preocupaciones. Ahí es donde el fascismo te comió la tostada, convirtiéndose en el canal de expresión de una indignación que ya no diriges sino que provocas.

Acabarás de candidato a Presidente de la Cofradía de la Santísima Virgen de la Soledad.

1 de agosto de 2019

EL VÉRTIGO POLÍTICO DE UNOS PACTOS QUE NO FUERON


Por Marat

"Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo al abismo, también éste mira dentro de ti" (Friedrich Nietzsche. “Más allá del bien y del mal”)

A estas alturas explicar cómo fueron los juegos florales que precedieron a las dos últimas sesiones fallidas de investidura del candidato Sánchez o cuáles fueron los pasos que condujeron al doble fiasco sería ocioso. Quienes hayan seguido el proceso ya tienen sus propias configuraciones de los hechos en sus cabezas.

Me parece mucho más interesante tratar de entender cuáles fueron las motivaciones -frenos en realidad- que llevaron a los dos protagonistas, Sánchez e Iglesias, principales del frustrado pacto de investidura a hacerlo fracasar.

El argumento aireado desde ciertos columnistas de la prensa de derechas de que Iglesias podría merendarse cuando quisiera a Sánchez en un gobierno de coalición, dada su supuesta mayor altura política, es pintorescamente falaz, dado que el Presidente del gobierno tiene siempre la potestad de nombrar y, sobre todo, de cesar ministros y hasta vicepresidentes del mismo. Recuérdese el caso de Alfonso Guerra y de su salida del gobierno González. Lo del menos sería la argumentación de los motivos, dado que en política, algo que debiera saberse, las decisiones preceden a las justificaciones.

En cualquier caso, las crisis de gobierno para cambiar a miembros o partes del ejecutivo son situaciones que los Presidentes de gobierno prefieren no verse en la necesidad de afrontar, mucho más en una situación como la que nos ocupa en la que la derecha y sus medios se han ocupado de anunciar como de administración débil, dado los apoyos que necesitaría para su constitución.

Tampoco parece que el argumento sostenido por Podemos y su entorno, “reconocido” por el propio Sánchez en noviembre de 2017 en el programa “Salvados”, espolón de proa televisivo de as progresía, de presiones por parte del IBEX (parece no haber otro capitalismo que el que representan estas empresas cotizadas para los progres) para que Podemos no entrase en el gobierno.

Es obvio que el capital tratará siempre de potenciar las posibilidades para formar gobierno a las opciones políticas que más le aseguren la continuidad en la realización de sus beneficios y de poner obstáculos a su logro por aquellos que puedan poner en peligro su acumulación de capital. Pero éste, el de Podemos, no es el caso.

No lo ha sido en el caso de la Comunidad de Castilla-La Mancha, no lo ha sido en los gobiernos municipales de Barcelona o de Madrid. En el de Madrid, la dedicación de la hasta hace muy poco socia de Podemos, señora Carmena, a reducir el gasto, también sus partidas sociales y a apoyar el pelotazo urbanístico del plan Chamartín no parecen medidas que amenacen demasiado los intereses del capital.

Por otro lado, la constante rebaja programática de Podemos desde su constitución en marzo de de 2014 indica una constante e incansable busca de la respetablidad burguesa dentro del supermercado de marcas electorales.

Si esto no fuera suficiente, el ejemplo del león griego (como le denominó Pablo Iglesias en el cierre de la campaña de Syriza en septiembre de 2015) Tsipras deja claro lo que cabe esperarse de la denominada “izquierda alternativa”.

Podemos es, como Iznogud, el califa en lugar del califa. Para entendernos la socialdemocracia que viene a llenar el hueco dejado por el social-liberalismo del PSOE, como la llamada izquierda radical europea hace con respecto a los partidos socialistas. Esto, y no otra cosa, es la izquierda de la izquierda. Y a estas alturas de la historia ya debiera quedar claro cuál ha sido el papel histórico de la socialdemocracia y su desfase actual respecto a un capitalismo que ya no necesita pacto social alguno, que da por superada la etapa del Estado del Bienestar y que en realidad es el que gobierna con títeres interpuestos, sean estos del color asumido que sean.

Al menos a Podemos, a pesar de la puesta en escena gritona e hiperventilada de sus huestes (radicales de salón), cabe admitirle una mayor dignidad que la de la Izquierda Unida de antes de Garzón y con Garzón, muchos de cuyos miembros se autodenominan comunistas, insultando a tan digna ideología, al igual que hacen los cabestros de la extrema derecha cuando tildan de comunista a Podemos. Una formación cuya autodenominación es la de “la izquierda” no es otra cosa que socialdemocracia mal disfrazada que intenta legitimarse desde el voto y su presencia en el circo parlamentario del Estado burgués. A la altura del siglo XXI los intentos de justificar su “parlamentaritis” (cretinismo parlamentario para Marx) con el recurso a la presencia de los bolcheviques en la Duma rusa prerevolucionaria indica que ni han aprendido las elecciones posteriores de la historia en cuanto a la “utilidad” que dan las lecciones a los comunistas y que ellos de tal no tienen nada.

Así pues, el argumento de las presiones de la CEOE que dio Sánchez para la no presencia de Podemos en un hipotético gobierno PSOE hace algo más de año y medio suena a cuerno quemado y a anticipación de la fase de disculpas cambiantes de estos meses para no integrarle en el mismo.

En realidad, los ataques mediáticos a Podemos y a Iglesias desde los medios de la derecha y la extrema derecha no son tan diferentes a los que le hacen al PSOE y a Sánchez, a pesar de que este partido y la izquierda no son otra cosa que una de las patas de la legitimación del orden político y económico de la burguesía y Sánchez un cínico sin escrúpulos ni ideología pero con una autoconfianza digna de mejor causa. Y es que para que la ficción de un pluralismo real funcione es necesaria una apariencia de tensión sistémica donde todo es consenso respecto al sistema de dominación del capital, cuyo instrumento de legitimación es la democracia burguesa, que cada vez se niega más a sí misma.

El motivo por el que Sánchez y el PSOE han hecho todo lo posible para evitar un auténtico gobierno de coalición no es otro que el de cobrarse la pieza de Podemos y de su dirección, acabando con este partido, al arrastrarle a unas nuevas elecciones generales.

Unas elecciones generales que le pueden costar al PSOE y a su secretario general la presidencia del gobierno, al desmovilizar a parte de su electorado, harto del espectáculo de estos meses. Pero Sánchez, animado por esa especie de Rasputín palaciego que es Iván Redondo, ha visto la ocasión para que los votos perdidos primero por Zapatero, un patético correveidile de las izquierdas, y después por el fallecido Pérez Rubalcaba, y guarecidos en Podemos durante estos años, vuelvan ahora a lo que en el pasado llamaban “la casa común de la izquierda”, el PSOE. Podemos ya cumplió su papel de guardar los votos del PSOE y ahora Sánchez pasa a recogerlos....si le sale bien la operación.

Luego habrá factores coadyuvantes y añadidos a la decisión de frustrar el pacto de gobierno de coalición por la dirección “socialista”, tales como el carácter errático e inestable de Iglesias o la imagen que pueda contaminar a un gobierno el tener un socio en descomposición política. Pero todos ellos son de orden menor y no la razón principal de la teatralización del desencuentro desde el PSOE.

Asistimos a una lenta recuperación del bipartidismo, no por la confianza en los dos grandes partidos (PP y PSOE) sino por la creciente decepción que van generando los ya no tan nuevos partidos (C´s y Podemos). La dirección del PSOE añora los viejos tiempos sino de las grandes mayorías de González sí al menos la del último Zapatero y sabe que la estabilidad la logrará en buena medida, aunque no en exclusiva (vuelve a a amenazar una nueva fase de la ya eterna crisis capitalista en el horizonte, lo que acabará con cualquier veleidad de incremento del gasto público) mediante mayoría absoluta o suficiente para gobernar cómodamente. Es la hora de que los votos del PSOE, guardados durante estos últimos 5 años en Podemos vuelvan a casa. E Iglesias también lo sabe.

Desde la actuación de Podemos la razón principal del fracaso de las negociaciones ha estado en la tensión entre la necesidad de ocupar “poder” para parar la hemorragia en sus filas y retener el máximo posible del voto que se le escapa como arena entre los dedos, por un lado, y por el otro, la intuición de Iglesias de que por mucho ministerio social que lograse, con contenido o sin él, la podadora de Bruselas iba a recortar el gasto al máximo -y sin él no el no hay política social ni reversión de anteriores recortes que valgan- y los pocos éxitos que el gobierno pudiese materializar los iba a capitalizar Sánchez y el PSOE y no el coletas ni Podemos, pues el primero sería el Presidente (él concentra la valoración de una administración) y el PSOE, por conformar la mayoría de los ministerios.

Como la Penélope de la Odisea, que deshacía por la noche lo que tejía por el día, el Podemos negociador, favorable al pacto y hasta contemporizador, mostrándose flexible y haciendo concesiones una detrás de otra (el sacrificio del Mesías redimiendo a los suyos) era saboteada por poner la entrada en el gobierno muy por delante del acuerdo programático, las exigencias en público de ministerios concretos, la demostración ante su auditorio de la desconfianza en el candidato a socio y la actitud de vigía receloso que exhibe sus exigencias como modo de control al gobierno, papel que le está encomendada a la oposición en una sistema de democracia formal.

Ingenuo papel este último pues no hay mayor vigilante sobre el gobierno, sea monocolor o compuesto, que el poder fáctico del capital, de sus medios de opinión, de las instancias judiciales del Estado y de los poderes en la sombra de los altos estamentos del funcionariado.

La realidad es que Iglesias temía que, al asumir Podemos sus parcelas de gobernabilidad adquiriese también la factura del coste social de carecer de autonomía de lo político para llevar a cabo políticas sociales con presupuesto real y suficiente en un país semiintervenido en lo económico desde las altas instancias de la UE y del capital.

Como el asno de Buridán que muere por inanición al no saber elegir entre un montón de avena y un cubo de agua (la versión dominante habla de dos montones de heno), Iglesias (el “negociador” Echenique fue solo su brazo tonto o chico de los recados, lo que ha sido siempre) entró en catatonía y finalmente implosionó en un fracaso de unas negociaciones (ahora sigue atrapado en el bucle del gobierno de coalición sin encontrar la puerta de salida) que el tahúr Sánchez jamás se planteó llevar a buen puerto, pues solo ganaba tiempo para agotar los plazos y convocar nuevas elecciones, que ya veremos si no son un fiasco, no solo para Podemos sino también para el PSOE y el propio Sánchez.

En realidad, ninguno de los dos actores, Sánchez e Iglesias, cada uno por distinto motivo, tenía intención real de un pacto de coalición de gobierno pero, como son malos actores y abusaron de la sobreexposición de su teatro de vodevil, se les notó demasiado, lo que ha acabado con la paciencia de un tipo de votante que oscila entre el cinismo y la penosa ingenuidad de creerse que hay diferencias reales entre los gobiernos de derecha y de izquierda, máxime en tiempos de crisis capitalista, en la que el gasto es absolutamente antagónico con el beneficio y la elevación de la tasa de ganancia.

Otras consideraciones de carácter más psicológico, como la mala sintonía entre los dos machos alfa, la desconfianza mutua, la torpeza de los negociadores y otros “relatos” queden para los Peñafieles de la opinión publicada y el chascarrillo fácil.

20 de mayo de 2019

CHARLATÁN

Todo es un show. La banalización de la realidad política
como parte del gran circo que aliena mentes y voluntades

Por Marat

charlatán: “Que habla mucho y sin sustancia...embaucador” RAE

Existe un sector social difuso, no organizado, pero consciente, y sospecho que creciente que se niega a tragar las píldoras “roja” (pseudoroja) o “azul” del Matrix de nuestro presente político colectivo.

Ir a contracorriente hoy y no comprar falsas ilusiones tiene un precio: el de ser acusado de radical y de no ofrecer alternativas porque la de organizarse como clase, al margen de los flautistas de Hamelín del momento, combatir allá donde se producen y reproducen las contradicciones capital- trabajo y preparar la resistencia, formándose políticamente para no ser tratados como idiotas, exige demasiado esfuerzo. Por eso para muchos en el mientras tanto, hay que reincidir en el bucle eterno de seguir una y un millón de veces la senda que, inevitablemente, nos lleva a la derrota porque ello permite esquivar el sacrificio y los caminos más duros y difíciles.

Se nos rechaza a quienes estamos en otra cosa distinta al circo del parlamentarismo porque pone en evidencia que el rey está desnudo y que los ilusos de la ilusión democrática son cómplices acomodados y conscientes de la mentira que se autoadministran a sí mismos.

Pero lo cierto es que las mentiras tienen las patas cada vez más cortas, que los charlatanes no son parte de la solución sino de un problema que demora la solución necesaria del enfrentamiento de clase contra clase, vendiendo el falso elixir curalotodo del “si se quiere, se puede”, cuando sabemos que ocupar el poder, como inquilinos sin tomarlo, no es otra cosa que convertirse en asalariados del capital que marca los límites del juego, sus tiempos y los ritmos de aplicación de sus curas de caballo contra la clase trabajadora; unas veces a cargo de progres, otra de ultraliberales y pronto de un fascismo que llegará por abandonar la perspectiva de clase, mentir y autoengañarse en que basta con desear el cambio social para que este llegue y repetir lo mismo una y otra vez, esperando resultados diferentes, que diría Albert Einstein.

El momento político actual español, europeo y mundial es el idóneo para los charlatanes de feria de la gran demagogia democrática, vendedores de crecepelos para calvos, oferentes de soluciones definitivas, fáciles y al alcance de la mano, sin sacrificio militante alguno para el votante. De Revilluca, el aldeano, hoy demócrata al que se le entiende todo, y ayer franquista, al peronista Errejón, que es como un falangista pero con verborrea hueca y pedante importada de Argentina, pasando por el siempre crispado don Crispín Iglesias que, ante tanto desafuero, nos ofrece como bálsamo de Fierabrás el caducado ungüento que ayer vendía el youtuber- predicador Anguita, su maestro. Y es que no hay nada como ir de “influencer”, aunque decreciente, en el gallinero parlamentario.

En esta campaña electoral, Pablo Iglesias Turrión -nada que ver con Pablo Iglesias Posse-, sería comparar la noche con el día, no para de repetir una media verdad que como todo el mundo sabe es peor que una mentira. Me refiero a los supuestos derechos de la Constitución que no se cumplen. El economista marxista Diego Guerrero también lo aborda en el Capítulo 5 del texto “Desempleo, keynesianismo y teoría laboral del valor”. En el EEC (Espacio de Encuentro Comunista) lo hemos trabajado con detenimiento. Pueden encontrarlo ustedes en el siguiente enlace: https://encuentrocomunista.org/static/media/medialibrary/2019/05/EEC-SituacionTrabajo2019.pdf

En lo que sigue me limito en extractar un parte del mismo con el objetivo de por lo menos se sepa de qué está hablando el charlatán cuando dice que la Constitución dice eso que no dice y que él dice que dice en relación al Derecho al trabajo, al derecho a la vivienda, etc.

Y es que este charlatán olvida conscientemente la lógica del capital: la de la rentabilidad sustentada en la explotación del trabajo asalariado y esta lógica funciona sí o sí por encima de la voluntad de las personas y por supuesto de todo gobierno por muy progre que quiera ser. Si esto no fuera así no sería capitalismo sino otra cosa.

Les dejo con el extracto. Es algo largo pero clarificador.

Las experiencias laborales que hemos puesto en común en todo el bloque anterior de intervenciones, nos muestran el estado actual de un proceso que ha sido conducido sistemáticamente desde mediados de los años setenta.
Lo que vamos a intentar ahora es mostrar una panorámica de cómo se ha conducido este proceso. Para ello necesitaremos entrar en varias áreas: desde dar algunas pinceladas de derecho -como por ejemplo, explicar por qué en la práctica no tenemos derecho al trabajo- hasta ir viendo cómo se ha ido modificando el tipo de contratación para que ahora se hayan generalizado las situaciones que acabamos de poner en común. Al final del documento se incluyen los enlaces a la legislación mencionada.
Y es que para moldear las relaciones laborales de manera que satisfagan los intereses del capital, se hacen leyes que quitan las líneas de protección que los trabajadores habían arrancado anteriormente con sus luchas. Esto se lleva haciendo sistemáticamente desde el inicio de la Transición Política en todos los ámbitos legislativos y de negociación social, cualquiera que haya sido el partido que ocupara el poder. Lo adornan como leyes para mejorar el empleo, luchar contra el paro juvenil, para aumentar la competitividad del país, etc. Pero la esencia es abaratar el factor trabajo y, como consecuencia, incrementar la tasa de explotación y de plusvalía.
Las leyes deben ser vistas en su conjunto, más allá del ámbito, del título o del epígrafe donde decidan poner las palabras más altisonantes y bonitas. Si se clasifica un derecho como fundamental pero luego no se establece quién debe garantizar su cumplimiento, o si la ley que lo desarrolla le quita en la práctica tal rango, el concepto jurídico de fundamental no coincide con lo que los trabajadores entendemos por tal. La cosa se hace más evidente si comprobamos que los derechos del capital experimentan un trato opuesto.
Desde este punto de vista, lo primero que debemos poner negro sobre blanco es que la Constitución Española no contempla como derechos fundamentales y, por lo tanto, no garantiza ni obliga a los poderes públicos su defensa y cumplimiento, aquellos que para cualquier persona lo son; nos referimos, por ejemplo, a la vivienda, a la educación en todos sus niveles y, por supuesto, el derecho al trabajo. Teniendo presente que, en una sociedad capitalista como la nuestra, el trabajo es lo único que te permite tener y mantener regularmente unos ingresos y, por lo tanto, unos mínimos niveles de subsistencia, el carecer del mismo y de la posibilidad de exigirlo es la condición para verte sometido a las condiciones de explotación que impongan los empresarios.
La Constitución contempla en su artículo 53 cuáles son los derechos de los que podemos reclamar su cumplimiento. Esta distinción entre derechos reclamables (los derechos contemplados entre los artículos 14 y 29) y los simples derechos, es básica, ya que solo los primeros permiten que cualquier persona puede exigir su aplicación, y son los que los poderes públicos están obligados a proteger; el resto de “simples” derechos sólo pueden ser reclamables si la ley que los desarrolla lo contempla.
Vemos por ejemplo que el derecho a la vivienda no lo contempla la Constitución como un derecho fundamental en la práctica y, por lo tanto, como un derecho que podamos exigir. La Constitución lo trata en los siguientes términos en el artículo 47: Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Es curioso que se utilice el verbo “disfrutar”, pero no diga “tener” ni “poseer”. Es decir, defiende que podamos disfrutar una vivienda cuando la tengamos, es decir, cuando la compremos o la podamos alquilar. Todos sabemos que, cuando no pagamos la hipoteca o no pagamos el alquiler, los poderes públicos junto a la policía te quitan el derecho a disfrutar de la vivienda de la que te desalojan.
Hay un derecho que sí está catalogado como fundamental, pero con un ámbito de actuación restringido. Nos referimos a la educación, que solo es reclamable y gratuita en el período de enseñanza obligatoria (Artículo 27.4), desde los 6 a los 16 años. El resto de la enseñanza ya no es un derecho fundamental en la práctica. Ello es lo que permite que, en la nueva educación superior, los dos últimos años de máster estén disponibles solo para quien pueda pagárselos, restringiendo el acceso del resto -todos ellos hijos de trabajadores- a los futuros trabajos menos cualificados.
Para poder apreciar el contraste, antes de entrar de lleno con el derecho al trabajo, vamos a echar un breve vistazo a cómo se tratan los derechos del capital. En principio, éstos figuran, junto con el trabajo, en el mismo rango que el artículo 53 establece como no reclamables. Sin embargo, los propios artículos que recogen los derechos del capital se encargan de dar un rango especial a estos. Así, el artículo 33 reconoce el derecho a la propiedad privada, y en su apartado 3 nos aclara que nadie podrá ser privado de sus bienes y derechos. Mientras tanto, en el artículos 38 se reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado indicando seguidamente con claridad que los poderes públicos garantizan y protegen su ejercicio. De esta forma quedan salvaguardados en virtud del artículo 24, que indica que todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derecho e intereses legítimos. Para que no quede nada sin atar, los códigos civiles, mercantiles y penales refuerzan esta protección en innumerables ámbitos.
Sin embargo, el derecho al trabajo, ubicado en la misma sección de no reclamables que los del capital, no goza de la misma elevación de rango en su desarrollo. El artículo 35 se limita a afirmar en el punto 1 que “todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo...” y en el punto 2 se limita a estipular que La ley regulará un Estatuto de los Trabajadores. Si nos vamos al susodicho Estatuto de los Trabajadores, que desarrolla este supuesto derecho al trabajo, contemplamos que no hay a quién reclamarlo y el derecho que se contempla no es el derecho al trabajo sino el derecho a trabajar cuando tengas un empleo. El Artículo 4 apartado 2 del Estatuto nos dice que: en relación al trabajo, los trabajadores tienen derecho a la ocupación efectiva. Más arriba indicábamos en relación al derecho a la vivienda un trabalenguas parecido.
La Constitución no puede reconocer el trabajo como un derecho exigible por dos motivos: primero, porque en el capitalismo el trabajo es una mercancía que los trabajadores vendemos, y el legislador no puede garantizar por decreto su venta; segundo -y no menos importante-, porque la inseguridad al buscar trabajo es necesaria para poder sacar el máximo provecho desde el punto de vista de la explotación. No en vano, en el artículo 38, que ya vimos que pedía a los poderes públicos garantizar la economía de mercado, afirma además que los poderes públicos también tienen que velar por la defensa de la productividad de acuerdo con las exigencias de la economía. Mas adelante veremos como esta exigencia de ser productivos es una constante.
Pero no solo no garantizan el trabajo ni la Constitución ni el Estatuto, sino que este último deja claros los condicionantes que aplican cuando se tiene. En el artículo 5, apartado a) se indica que: los trabajadores deben cumplir las órdenes e instrucciones del empresario en el ejercicio regular de sus facultades directivas…”, y en el apartado e) se indica expresamente que los trabajadores deben contribuir a la mejora de la productividad. Así que “nuestro” Estatuto no solo no hace efectivo el derecho al trabajo, sino que se encarga de dejar clara nuestra dependencia: cuando trabajamos debemos ser rentables y obedecer lo que diga el empresario, que es el que tiene las facultades directivas. En este sentido, se hace patente el juego de nombres y de discurso para que las leyes del capital se naturalicen por parte de los trabajadores. El nombre de Estatuto de los Trabajadores no se corresponde con su contenido. Lo que contempla esta ley no es ni más ni menos que una relación social entre empresarios y trabajadores, y esta relación es una relación de explotación. De una forma mucho más apropiada, la ley anterior al Estatuto de los Trabajadores tenía el descriptivo título de “Ley de Relaciones Laborales”.
A partir de este cuerpo legal, lo que vamos a exponer brevemente a continuación es cómo esta ley de “derechos” de los trabajadores nació y se ha ido modificando en favor del capital y en detrimento de los trabajadores. El conjunto de Reformas Laborales, Acuerdos de Negociación Colectiva y todo tipo de negociaciones que se han dado bajo el paraguas del denominado Diálogo Social -nombre que no designa más que la aceptación falaz de que los trabajadores y empresarios tenemos intereses comunes-, ha supuesto una constante pérdida de derechos que en la práctica suponen un trasvase del salario de los trabajadores en beneficio del capital. El gráfico 1 que vimos más arriba permite contemplar de un vistazo cómo, siendo el trabajo el único que crea valor añadido -el único que crea valor-, pierde cada año más de la mitad de él, apropiado (expropiado legalmente), por los empresarios. Veamos el proceso.
Partimos de una situación previa de mediados de los 70, en los que la Ley de Relaciones Laborales, de abril de 1976, contemplaba algunos derechos clave que protegían al trabajador. Unos derechos que se han ido desmontando paulatinamente con las sucesivas Reformas Laborales. Empezando esta tarea en los Pactos de la Moncloa y en el Estatuto de los Trabajadores.
Para ponernos en contexto: el año 1976, después de la muerte de Franco, es cuando confluye el mayor número de huelgas que se ha dado en este país. Es el año en el que se producen los conocidos como “sucesos de Vitoria”, del 3 de marzo de 1976, ciudad que estaba en Huelga General, y en los que la represión policial ordenada por los luego demócratas Fraga y Martín Villa, provocó la muerte de seis trabajadores. Pues bien, en ese año es cuando se consigue la mayor protección al trabajo en España, y eso ocurre con un criminal fascista como era el presidente Arias Navarro. No porque fuera bueno, sino porque la presión en ese momento de tal aluvión de huelgas tenía al régimen contra las cuerdas.
Si nos atenemos al contrato de trabajo, la redacción actual del Estatuto de los Trabajadores en su artículo 15 dice: el contrato de trabajo podrá concertarse por tiempo indefinido o por una duración determinada. Sin embargo, lo que decía la Ley de Relaciones Laborales del 76 era: “el contrato de trabajo se presume por tiempo concertado indefinido sin más excepciones de las siguientes...”. Si con la ley actual da lo mismo hacer un contrato indefinido que temporal, antes del Estatuto de los Trabajadores todos los contratos eran por defecto fijos, una vez pasaban el período de prueba de quince días. Las excepciones eran las que, por su razón, hacían de un trabajo algo temporal (vendimia, etc.). Es decir, el contrato obedecía a las condiciones del trabajo.
¿Qué ha hecho el Estatuto de los Trabajadores que tenemos ahora? Copiar la redacción de la Ley de Contratos de Trabajo que tenía Franco en el año 1942: el contrato de trabajo podrá celebrarse por tiempo indefinido, por tiempo cierto, expreso, tácito o por una duración determinada. Después de dar la vuelta a lo largo de cuarenta años, la democracia española coincide punto por punto con la redacción que tenía Franco en su ley de Contratos de Trabajo de 1942”.

20 de mayo de 2018

CUANDO CAMBIAR DE CASA SIGNIFICA SALTAR DE BARCO Y CUANDO UN REFERÉNDUM ES UN PLEBISCITO


Por Marat

Imagino a algunos lectores de este texto con suficiente recorrido de vida y memoria para evocar en la referencia al barco del título la imagen en blanco y negro de cierto expresidente sentado en traje de baño en la cubierta de un yate del extinto “señor a caballo que mandaba en Madrid” (“De aquel tiempo pasado”. José Antonio Labordeta).

No era esa mi intención primera, quizá tampoco la última porque una y otra pretenden señalar la gran farsa que representan políticos que, encumbrados en el apoyo popular nacido de un discurso que condena la desigualdad, la pobreza (más que sus causas profundas, que limitan al IBEX, la mafia, la trama y la casta ¡Ay la casta!) y el estilo de vida de los poderosos, cuando la representación política, los programas de televisión y los libros -que le vienen por ser el secretario general de la todavía tercera fuerza política del país y menguando, según las últimas cantadas, como se dice en el fútbol- le da buenos dividendos, cambia una vivienda en la media de millones de ellas por un chalé de 268 metros cuadrados en Galapagar; zona residencial de la clase alta. Vivienda, por cierto, con gran piscina y casa para invitados.

No se trata de un problema de coherencia, como pretenden señalar algunos que critican este hecho con sordina, al indicar que no se puede criticar la compra de un ático por un ministro del actual gobierno y luego hacer lo mismo con la compra de un chalé de similar valor.

Eso significaría lo mismo que afirmar que si el personaje puesto ahora en la picota por tirios y troyanos no hubiera escrito ese tuit, cuando aún no era un político profesional sino un ambicioso candidato a serlo y su partido aún no existía, su compra del famoso chalé no fuese condenable.

Mucho menos es algo que no deba criticarse porque no se usa para especular o porque el dinero proviene de una pareja de muy conocidos políticos del mismo partido que lo han ganado honradamente y no proviene de la corrupción. Que se apele a la honradez económica de los flamantes propietarios del chalé tiene guasa, sobre todo porque implica que el hecho de no robar tiene un mérito extra. Por muy extendida que esté la corrupción en España, no robar no es un mérito sino lo deseable en cualquier político, por mucho que el capitalismo y el Estado como Consejo de Administración de los intereses de las burguesía, que diría Marx, ponga esto de modo realmente difícil. Es evidente que en la fase actual del capitalismo, de acumulación por desposesión, no encontraremos gobernantes honrados porque a la legislación hay que untarla con un buen aceite que mejore el engranaje de las decisiones políticas en el Estado del Bienestar en extinción y la privatización de los servicios públicos.

Me interesa hablar del comentario en redes sociales de cierto profesor de ¿¿¿¿Ciencias???? Políticas de la Universidad Complutense ironizando, o eso creía él, acerca de comprar una “vivienda” pagando 1.000 € al mes (luego hemos sabido que serían 1.600 entre los dos políticos), en lugar de 500 € de alquiler ¿En qué planeta vive este pelotillero fiel de su secretario general que no sabe el precio al que están las viviendas en Madrid para una pareja, con dos hijos a la vista? ¿Desconoce la brutal especulación que se está produciendo en ciudades como Madrid y Barcelona sobre el alquiler a manos de las SOCIMIs y fondos buitre o es que cree que todos somos lo bastante ignorantes como para colarnos un gol en defensa de su amo y de su miniyo política?

Prosigue este poeta frustrado, ex miembro de las Juventudes Socialistas y postulante a favor del SÍ en el Referéndum de la OTAN con su ironía cuando afirma aquello de “Malditos rojos que no viven debajo de un puente. Terminarán por querer estudiar en la universidad”.

En primer lugar, de rojos los dirigentes de su partido nada de nada. La socialdemocracia histórica, no la que vino después de los Felipe González, los Blair o los Miterrand les quedan a ustedes, que jaleaban al león de Atenas “bravo Alexis”, luego reconvertido en corderito al servicio del FMI, la dictadura capitalista de la UE y la OTAN, y que ahora han optado por el modelo ciudadano de un gobierno portugués de izquierda que ha convertido el país en un paraíso fiscal con más empelo precario aún que en España, lo que tiene mérito porque es difícil.

En segundo lugar, entre vivir debajo de un puente o en chalé de Galapagar de 600.000 € seguro que tiene que haber soluciones “dignas” e intermedias, ¿no cree usted, señor politólogo?

Sobre estas reflexiones del cancerbero fiel a su secretario general se articula el “relato” (que es un modo de contar cuentos), expresión tan del gusto de los trinos posmodernos, de la moralina o el culto a la pobreza y simplezas semejantes.

Las justificaciones del esforzado secretario de organización del partido respecto a las decisiones inmobiliarias de sus jefes resultan un tanto reveladoras de su ideología profunda: 


Hay un planteamiento que dice que es "incoherente" tener un buen sueldo y una buena casa y querer un país mejor en el que nadie lo pase mal. Es un planteamiento reaccionario que niega la posibilidad de ser clase media y decente al mismo tiempo.”

Su defensa de la clase media no es otra cosa que ese discurso de Albert Rivera, de ni empresarios ni trabajadores, que busca el “justo” término medio conciliador. De casta le viene al galgo ex Ciudadanos y ahora inasequible al desánimo en el combate por su puesto de trabajo político.

Ahora quiero explicar qué “significa saltar de barco”, a lo que aludo en el título del presente artículo, para desmontar tanta patraña.

En la historia del movimiento obrero hay sobradas experiencias de dirigentes (los líderes son un invento del parlamentarismo burgués) que vivieron en condiciones muy parecidas a las de la clase social que defendían. Desde Marx a Lenin en el exilio y en nuestras latitudes desde Pablo Iglesias, el de verdad, el que fundó la UGT y el PSOE, cuando eran organizaciones respetables, hasta Marcelino Camacho, cuando CCOO no era un sarcasmo, que no salió de su piso sin ascensor en Carabanchel a una vivienda horizontal hasta que al hombre sus piernas ya no le permitían el lujo de subir escaleras. Y desde luego, con muchos más méritos que los del chalé de quienes hablo, no era una vivienda como la de ambos.

Quien haya leído “La verdad sobre el caso Savolta”, de Eduardo Mendoza, habrá comprobado cómo era la vida de los dirigentes y militantes anarcosindicalistas. No eran personas que quisieran medrar a costa de la caja di lel sindicato. Ni las convicciones de los militantes se lo hubieran permitido.

Todo esto no lo hacían por una mística cristiana sobre la pobreza sino por la convicción de que, si no vives como la media de la clase social a la que dices defender, te separarás de ella.

Una de las explicaciones más claras de porqué las aristocracias obreras han convertido sus sindicatos, hoy del sistema, es porque se separaron de sus bases. Cuando estás más en contacto con tu enemigo de clase en las negociaciones de fábrica y sector a nivel local, regional y nacional que de unos compañeros de empresa a los que cada vez ves menos, salvo para elecciones sindicales y conflictos decisivos, cuando vives en urbanizaciones de lujo, cuando tus hijos van a colegios privados o concertados, cuando tu representación sindical te permite viajar mucho más que a la gran mayoría de tus afiliados, cuando negocias en restaurantes de lujo, cuando tienes tarjetas oro del sindicato (no hablo siquiera de las black), tus vivencias sobre lo que es el día a día de la clase trabajadora vienen de lo que te cuentan los cargos intermedios del sindicato o del partido, menos privilegiados que tú pero también por encima de la media del nivel de tu clase. No la comprendes, no la conoces, tus vecinos son otros, te vas de vacaciones con otra gente que no es la de origen de tu clase. De otro modo no se entienden los Fidalgo, ni los Méndez, los Toxo o los Felipe González. Eso independientemente de que los trabajadores sean más o menos combativos o aspiren a vivir todos en Galapagar o en Pozuelo.

Pero la realidad es la que es. Los trabajadores, salvo los espabiladillos sin escrúpulos y con una inteligencia media, no hace falta que sea muy elevada, si comprobamos el cociente intelectual medio de los políticos, no pueden permitirse el ascenso social que conlleva la representación política dentro del Estado burgués. Alejarse de ellos, cuando dices representarlos, es perder tu identidad política.

Cierto que los tiempos cambian, que la clase trabajadora ya no vive en los niveles de miseria de principios del siglo XX -nadie pide tanto sacrificio- pero la realidad es que un dirigente que pretenda representar a la clase trabajadora y gozar del respeto y la credibilidad de buena parte de ella no debe separarse demasiado de la misma.

Lo que ha hecho la pareja del chalé es intentar de saltar de clase social. Sospecho que porque no cree ya en que su proyecto llegue muy lejos (desde luego no a asaltar los cielos, ya que nunca lo intentaron) y que ellos, muy posiblemente, pronto no estén llamados a liderar, que no dirigir, lo que quede del proyecto.

En cualquier caso, no sirve ya como coartada poner por delante la protección y la intimidad de sus futuros hijos, como ha señalado la pareja del secretario general de su partido. Desde luego, su intimidad nunca estaría asegurada entre los vecinos de una burguesía que siempre les considerará unos “parvenus”. Mucho más lo estaría entre sus próximos en un barrio popular. Pero si has hecho de tu vida un show y has defendido que lo personal es político, al estilo de la ideología pequeñoburguesa, tan del gusto del vodevil, ni siquiera ese argumento es creíble.

Solo un último apunte antes de referirme al segundo punto que quiero tratar aquí, el del referéndum.

La famosa hipoteca concedida por la Caja de Ingenieros, una entidad cercana al independentismo catalán, a la pareja es realmente llamativa:
Tras esto mis dudas sobre la concesión de la hipoteca no vienen acerca de por cuanto, ya lo sabemos, sino a cambio de qué.

Al final, en los tratos de favor, todo tiene una explicación y no siempre, cuando sale a la luz, es edificante. 

Según informa el medio El Plural, Podemos ingresó 4,5 millones en la entidad que le concedió la hipoteca a Iglesias y MonteroEl partido al servicio de la felicidad de su caudillito y de su miniyo. Llamadlo acoso a sus vidas privadas.

Pero, si quedaban dudas acerca de las posibles evoluciones de este culebrón podemita, cojan palomitas. Más allá de las referencias acerca de que el precio real del chalé fueran 1.240.000 € y no 600.000 o de que pudo haberse comprado en 2016, con lo que ello significaría de intento de ocultación, y salir ahora a la luz pública, lo mejor viene ahora: el genial "estratego" Echenique pide una participación masiva en el plebiscito para salvar a Iglesias y a Montero y que los círculos saquen urnas a la calle con el fin de que los inscritos en el "partido de la gente" puedan participar al máximo en la farsa. Va a ser de traca. Quizá se encuentren por respuesta alguna fresca o comentarios más o menos chuscos, en los mejores casos, y abiertamente hostiles en los peores. Si hay algo que me queda claro es que a estas alturas no hay nadie al mando de la nave intergaláctica podemita. O quizá un chimpancé. 

Para ir finalizando, frente a los discursos que últimamente se han propagado por ahí de que convocar el referéndum es una muestra de democracia interna o una trampa que les ha impuesto el sistema para dañar a su partido, niego ambas.
  • La cabeza del secretario general ya venía siendo cuestionado de largo y cada vez con mayor osadía. La convocatoria del referéndum es la oportunidad para intentar cerrar, al menos de momento, su liderazgo. Ya veremos si se ve “obligado” a sacrificar a alguien para salvarse a sí mismo.
  • No hay trampa que valga por parte del sistema hacia el líder: éste ha situado, a menos de un año de las elecciones autonómicas y locales, la cuestión de su permanencia en el máximo órgano de dirección como “o yo o el caos”. Y sus palmeros a sueldo están difundiendo este fantasma.
Lo que está por ver es hasta cuando y si caerán juntos Macbeth y lady Macbeth o por fases. En cualquier caso, están llegando más temprano que tarde al final del camino. Y no hay consejos de administración del IBEX para todo el mundo. Aún hay clases y niveles.