Tranquilos, el día de Reyes todos los votantes giliprogres, de rojos nada, recibirán su juego de mesa “Házle un Varoufakis a la decencia política”.
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
PROPUESTA DE EXIGENCIAS AL POSIBLE PRÓXIMO GOBIERNO DE AMPLIAS ALIANZAS
HASTA LOS COJONES DEL ASUNTO LUIS RUBIALES Y DE TODO EL SHOW
TIEMPO DE PESIMISMO (NO EXAGERAR LOS ADJETIVOS), TIEMPO DE ESPERANZA
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
30 de diciembre de 2015
"HACER UN VAROUFAKIS", EL REGALO POLÍTICO DE ESTAS NAVIDADES
Por
Marat
A
Yanis Varoufakis ya pocos le recuerdan. Entre la socialdemocracia
realmente existente -parece inútil recordar al personal que la
socialdemocracia ya no la representan los PPSS, puesto que se han
reconvertido desde los 90 en social-liberales, sino los excomunistas,
con o sin cambio de nombre, y el populismo “ni de izquierdas ni
de derechas”- se ha extendido una suerte de Alzheimer selectivo
que le ha llevado a olvidar a todo lo que tenga que ver con Syriza y
hasta con Grecia.
Muy
lejos, aunque muy cerca en el tiempo, quedan los actos conjuntos
entre miembros de IU y de Podemos con su homólogo griego y los
abrazos con Tsipras y otros dirigentes del partido del oxi (no)
transformado en nai (sí) a los dictámenes del capital europeo. Esta
amnesia es tan profunda como la desvergüenza y cinismo de dirigentes
y gran parte de las bases de ambas franquicias españolas respecto al
que consideraban su gran referente europeo. Pasaron del amor a la
indiferencia sin autocrítica alguna respecto a porqué habían
instituido a Syriza en su modelo político en un pispás (“Es
tan breve el amor y tan largo el olvido”. Pablo Neruda). A
Varoufakis intentaron estirarle unas semanas más como héroe
resistente y rebelde con causa tras la caudicación de su partido y
del gobierno del que formaba parte hasta entonces, simplemente por su
postureo como “enfant terrible” para la hinchada y por
haber dimitido como Ministro de Finanzas griego; dimisión que fue en
realidad un cese fulminante ejecutado por su amigo Alexis Tsipras
para corroborar que el orden reinaba en Berlín y mucho más en
Atenas.
Pero
Varoufakis no era un héroe. Sólo un bufón en manos de un monigote,
Tsipras, al que el capital manejó a su antojo incluso antes de ganar
las elecciones, cosa que muy pocos han querido saber en todo este
tiempo.
Poco
antes de sus horas amargas, tuvo cierto éxito una expresión: “hacer
un Varoufakis”. Para cada uno de quienes han empleado esta
expresión significa algo distinto. Y es lógico que así sea, en la
medida en que uno acomoda los conceptos a su propia ideología.
Para
ciertas personas de derecha, “hacer un Varoufakis” es insultar a
quienes pueden prestarte el dinero que necesitas y luego pedírselo.
Para cierta “progresía” es dimitir, vulgarmente “darse el
piro” y hacerlo con elegancia. Para mí es puro postureo.
Vestirse de Leónidas el espartano para comportarse finalmente como
Arquíloco, el poeta soldado:
“Un
sayo ostenta hoy el brillante escudo
que
abandoné a pesar mío junto a un florecido arbusto.
Pero
salvé la vida. ¿Qué me interesa ese escudo?
Peor
para él. Uno mejor me consigo”
Ya
nadie reivindica a Varoufakis, como tampoco a Tsipras o Syriza, salvo
los necios.
Pero
Varoufakis se resiste a ser olvidado. Como les sucede a otros
antiguos protagonistas -Aznar, González, Blair,…-, Varoufakis
quiere sacar la cabeza de la ingrata losa con la que le ha cubierto
la historia como, por otra parte, les sucede a casi todos los que
ayer fueron alumbrados por los focos de la mercadería política,
atentos ahora a otros productos y marcas personales.
Varoufakis
se ha descolgado apenas hace dos semanas con una propuesta de “red
o movimiento progresista europeo” que democratice Bruselas.
Afirma
el ex Ministro griego que “hay que meter a la gente que
desprecia la democracia bajo control de los ciudadanos”. Y en
línea con las tonterías que nos suelen regalar en España Iglesias
o Errejón añadió: "es mejor prender una pequeña vela que
maldecir la oscuridad".
Para
el gran falsario Varoufakis el mal no está en el capitalismo que se
apropia de lo público, destruye las conquistas históricas de la
clase trabajadora, empobrece a millones de personas y establece una
nueva forma de acumulación por desposesión.
Para
los charlatanes y farsantes como Varoufakis o Iglesias el origen del
dolor social no tiene que ver con una formación social y económica
concreta que refleja una estructura de clases profundamente desigual,
la cual en las crisis capitalistas se desvela con toda su crudeza.
Para
lo que están donde les han colocado sus amos -sólo los majaderos y
los ignorantes creen que los políticos alcanzan un lugar concreto
mediante el sufragio- es para señalar al espantajo institucional
(euro, Banco Central, Troika, Eurogrupo o lo que toque en cada
momento) y escamotear de la vista pública al poder real: el de las
grandes corporaciones industriales y financieras capitalistas que
dictan las políticas generales.
Por
eso este tipo de mamarrachos hablan de déficit democrático europeo.
“Odian la democracia, la tratan con menosprecio” dice el
curilla Varoufakis, refiriéndose a las instituciones de la UE.
Pretende este sujeto que todos ignoremos el carácter profundamente
oligárquico de origen de la democracia, sí, de la ateniense, la
primera. ¿Acaso votaban los ilotas (esclavos) o los metecos
(extranjeros) en Atenas? ¿Acaso no eran una minoría, ciudadanos
atenienses, libres y con propiedades quienes votaban y eran elegidos?
La democracia desde entonces a hoy es la democracia de una clase, por
mucho que ahora el derecho de sufragio sea universal (no para la
mayoría de los extranjeros en un país) y para una clase. ¿Qué
dicen al respecto la gran mayoría de los partidos con representación
parlamentaria? Que representan el interés general, a todos los
ciudadanos. Aludían Marx y Engels en “La ideología alemana”
a esa tendencia a disfrazar de colectivo lo particular al señalar
“la forma tergiversada bajo la que la beata e hipócrita
ideología del burgués proclama sus intereses propios y específicos
como intereses generales”.
Y
es que, en el fondo, Varoufakis no engaña, o sólo a lo hace a los
que quieren ser engañados: “Los problemas y las luchas de los
europeos son tan comunes que se puede crear una identidad paneuropea.
Si no lo hacemos, la UE se romperá. Somos la mejor oportunidad para
que la UE sobreviva”. Lo dejó
claro este autodefinido como “marxista errático”,
en el fondo un neokeynesiano que pide para la UE un nuevo New Deal,
cuando afirmó aquello de "La
cuestión que concierne a los radicales es esta: ¿deberíamos darle
la bienvenida a esta crisis del capitalismo europeo como una
oportunidad para reemplazarlo por un mejor sistema? ¿o deberíamos
estar preocupados respecto a como embarcarnos en una campaña para
estabilizar al capitalismo europeo?".
Y por si había dudas sobre el sentido de la respuesta a tal
disyuntiva, se respondió a sí mismo: "Para mí, la
respuesta es clara: Es menos probable que la crisis europea de a luz
a una mejor alternativa al capitalismo a que desate peligrosamente
fuerzas regresivas que tienen la capacidad de ocasionar un baño de
sangre humanitario, al mismo tiempo que extinguen las esperanzas de
movimientos progresivos para las generaciones futuras." En
román paladino, para
que no venga algo peor, apuntalemos a este capitalismo. Por
si alguno de ustedes creen que no es esa la intención que subyace
bajo sus palabras, el ex Ministro se empeña en que se le entienda de
modo suficientemente claro, para que no haya duda alguna
respecto a lo que quería decir:
"defender a un repugnante capitalismo europeo cuya implosión, a
pesar de sus muchos males, debe ser evitada a toda costa". Algo
así como qué asco me da usted pero me sacrificaré y le haré todo
lo que me pida y algún extra de regalito. De
ahí su obsesión con salvar sus instituciones europeas: la UE, la
unión de los mercaderes del capital.
Eso
son hoy los Varoufakis, los Tsipras, los Iglesias, los Errejones, los
cantamañanas como Monedero, títeres de refresco del capital ante
otras opciones ya quemadas. Y lo mismo cabe decir de los grupos
-IU/UP- que plantean la posibilidad de la salida del euro pero no de
la UE, como si ambos no representasen exactamente lo mismo.
Por
extensión, en nuestra realidad nacional hay muchos otros casos que
ejemplifican bien lo que es “hacer un Varoufakis”.
Es
“hacer un Varoufakis” reunirse en campaña de las generales, como hicieron los concejales
podemitas de Ahora Madrid, con los trabajadores en lucha de Coca-Cola
de Fuenlabrada, con los cuáles la marca se ha negado a cumplir las
obligaciones a las que estaba obligada por resolución judicial,
permitir luego el ayuntamiento podemita madrileño la colocación del
obsceno árbol navideño de la misma marca y responder, ante las
críticas de dichos trabajadores, de manera infame, mentirosa y
desvergonzada que creían que el conflicto ya se había resuelto,
cuando al visitarlos sabían que no era así.
“Hacer
un Varoufakis” es que la señora Carmena dijese al poco tiempo de
tomar posesión como alcaldesa de Madrid que se planteaba
remunicipalizar la limpieza viaria, salir luego con el globo sonda de
encargar dichas tareas a diversos colectivos de mujeres, mantener
después los acuerdos del PP de Ana Botella con las empresas
concesionarias privadas del servicio de limpiezas, proponer un
servicio social de trabajo universitario para que esos jóvenes
ayuden a limpiar la ciudad, con el consiguiente ahorro de puestos de
trabajo, para, finalmente, acabar sorprendiéndose ante un ERTE de
OHL y Valoriza-Sacyr, dos de las empresas concesionarias de la
limpieza municipal, que suspenderá temporalmente de empleo a 300
trabajadores. La firmeza de la Tierna Carmena ya la conocemos:
concesiva y claudicante de manera absoluta con el capital y flexible
hasta la nausea con el dolor de los trabajadores.
“Hacer
un Varoufakis” es presentarse como alguien que quiere hacer desde
el ayuntamiento políticas de igualdad y acabar practicando la
caridad de la iglesia católica invitando a cenar el día de
Nochebuena a unos 200 indigentes con la ONG Mensajeros de la Paz,
como ha hecho la señora Manuela Carmena, al igual que antes hacía
su predecesora Ana Botella del PP. Ni a socialdemócrata llega la
primera, pues son políticas socialdemócratas las que intentan
disminuir las desigualdades sociales desde una cierta “justicia
reparadora” frente al humillante “siente un pobre a su mesa en
Navidad” o, peor aún, vaya a acompañarle un rato a cenar que,
luego cuando acabe de hacerlo, ya sabe él cuál es su sitio: la fría
noche de la calle o el triste y humillante albergue.
“Hacer
un Varoufakis” es plantear en campaña que no se cedería ante los
intereses especulativos de desarrollos urbanísticos como la
“Operación Chamartín” para luego ir modulando el discurso desde
el “así no” hasta el “queremos trasladarle nuestra
voluntad de desatascar la operación. Fomento debe trabajar de la
mano con el Ayuntamiento en las cosas discutibles del proyecto, la
cifra de edificabilidad total del ámbito y el coste de las
infraestructuras, en el que el Ministerio tiene mucho que decir”
en palabras del Concejal de Desarrollo Urbano “Sostenible” (las
palabras lo aguantan todo), el señor don Ladrillo José Manuel Calvo
(de Ahora Madrid).
Por
en medio quedan las fotos de Manuela Carmena retratándose del
bracete de Cristina Cifuentes, tras comer juntas y “acabar” con
desacuerdos Comunidad de Madrid-Ayuntamiento o de la señora Carmena
en el palco del Real Madrid con el gran especulador inmobiliario y
del ladrillo Florentino Pérez, Presidente del Real Madrid, del grupo
constructor ACS y comprador de políticos en cada temporada.
Resuelta
la cuestión legal que impedía la edificabilidad de viviendas en más
de tres alturas por el PP de la Comunidad de Madrid, al derogar la
anterior Ley del Suelo, unos días después del amigable paseo de las
dos madres de la patria madrileña, ya sólo quedan detalles menores
por parte de los podemitas municipales, como la propuesta de que se
construya un menor número de viviendas dentro del proyecto-pelotazo
“Operación Chamartín”. Eso sí, Ramón Espinar hijo de un padre
corrupto y tarjeta-black del PSOE, pudo tirarse el rollo en el
Parlamento Autónomo de que “se va a mercadear en grandes
operaciones como Chamartín o Mahou-Calderón porque una parcela con
una edificabilidad de ocho o diez alturas vale mucho más que una de
tres alturas”. En cada institución dicen una cosa opuesta para
consumo de forofos del partido de los círculos y de su adorada
alcaldesa. Quiero recordar que sobre la eventualidad de que la señora Carmena y su ejército de ediles saltimbanqui-podemitas se apuntaran al pelotazo de la Operación Chamartín ya escribí hace 6 meses. La evolución de los acontecimientos parece darme la razón.
“Hacer
un Varoufakis” es ir de empresario de la comunicación
progre-trotsko-podemita, como el señor Roures (sí, el de Público y
La Sexta, las sedes oficiosas de Podemos) o como la señora Ada
Colau, alcaldesa en cuya ciudad continúan los desahucios pero ahora
con sordina, que decía que los derechos de las personas deben estar
por encima de los intereses económicos particulares, lo que en su
boca era una mentira indecente, al defender la dación en pago, y
acabar siendo ambos socios circunstanciales en una operación
especulativo-urbanística con el intento de venta en Noviembre pasado
del edificio Imagina de Barcelona (70% del edificio es propiedad de
Imagina Media Audiovisual, 30% restante es del Ayuntamiento). De
haberse consumado, el pelotazo hubiera significado un montante de 30
millones de euros, a repartir como buenos socios. Habrá segundo
intento.
Por
cierto, “hacer un Varoufakis” por parte del señor Roures es ir
de empresario progresista y ser un moroso que debe a Hacienda a
través de Mediapubli, la antigua editora de Público, 1.622.516,62
euros. Eso sin contar el dinero que aún adeuda a los antiguos
trabajadores del panfleto digital.
No
sé si finalmente Pablo Iglesias hará un Varofakis con su propuesta
de referéndum para Cataluña -¿sólo para Cataluña? ¿Por qué no
también para Euskadi y Galicia? ¿Acaso no hay allí fuerzas
soberanistas?- pero, de momento, ya ha anunciado que su prioridad es
la Ley 25 de emergencia social, a sabiendas de que sin la derogación
del artículo 135 de la Constitución y muy especialmente de la Ley
Orgánica de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera
(LOEPFS), cuyo contenido está vinculado directamente al Pacto Fiscal
Europeo, es otro brindis al sol en línea con el programa económico
podemita. Y esa derogación no se producirá porque Bruselas ya le ha
dicho que alegrías económicas ninguna. ¿Acaso alguien es tan
cínico de afirmar que Iglesias haría algo distinto a Tsipras? El
propio Iglesias ya aclaró hace tiempo que Syriza hizo lo único que
se podía hacer. Y remachó: "Cuando en política no tienes
poder, no tienes nada, porque no cuentan las razones", y "un
Estado del sur de Europa tiene muy poquito poder".
De
momento Iglesias gana tiempo, pone un señuelo, que por la situación
económica y social de millones de personas puede que le funcione
relativamente bien, por delante del referéndum, la ley de emergencia
social y juega a favor de la repetición de unas elecciones en las
que sólo el PP y Podemos saldrían beneficiados. Pero para entonces
estaríamos ya en Mayo y, bien podría empezar a difuminarse su propuesta de
referéndum, no tanto para que le haga perder muchos votos en
Cataluña, Euskadi y Galicia pero suficiente para que en la España
profunda, una, grande y libre no le castiguen por separatista, como
dicen los barones del PSOE. Y es que tuvo un buen maestro en aquel
Felipe González del 76 que estaba a favor del derecho de
autodeterminación de los pueblos de España y luego acabó por ser
un puntal sólido de dicha “unidad patria”.
Por
último, “hacer un Varoufakis” es proclamar, como hizo el
candidato de IU-UP que Podemos se ha derechizado, que es la UCD
actual y que con un partido con esa evolución IU no hubiera buscado
la unidad popular, cuando lo intentó con un partido que estaba ya
muy derechizado hasta el último minuto antes de iniciarse el cierre
de las listas, y acabar planteando la necesidad de recuperar esa
misma “unidad popular” al día siguiente de las elecciones. IU
acabará integrada en dicho partido, con los dirigentes que acepte
Podemos, como el que selecciona con desgana las partes apetecibles de
un plato y casi todas sus bases embarcando en el populismo
derechizado y sostén del capitalismo. Muchos de los “disidentes”
de la actual dirección de IU subirán al barco por la pasarela, como
hicieron yendo a votar a tal coalición con el carné en la boca. Pero, eso sí, muy indignados.
Tranquilos, el día de Reyes todos los votantes giliprogres, de rojos nada, recibirán su juego de mesa “Házle un Varoufakis a la decencia política”.
Tranquilos, el día de Reyes todos los votantes giliprogres, de rojos nada, recibirán su juego de mesa “Házle un Varoufakis a la decencia política”.
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29 de diciembre de 2015
LA MUERTE, EL CUELLO BLANCO Y EL CUELLO AZUL
Barbara
Ehrenreich/Tom Engelhardt. TomDispatch
Estados
Unidos a los obreros blancos: ¡moríos!
Estamos
en la mala estación. Mejor no hacerse preguntas sobre ella. Racismo.
Xenofobia. Palizas a los refugiados. La aparentemente desvergonzada e
interminable sucesión de asesinatos (y otros tipos de maltrato) de
ciudadanos negros a manos de la policía. Todo ello a la vista de
cualquiera que quiera denunciarlo... o aplaudirlo. Y en los mítines
de todo el país, los candidatos republicanos –sobre todo Donald
Trump– son ciertamente vitoreados (y quienes se manifiesten en
contrario, expulsados, escupidos y apaleados) por multitudes casi
totalmente blancas por decir cualquier barbaridad en esta cuesta
abajo al infierno. Incluso en la derecha algunos comentaristas y
expertos están empezando a pronunciar la horrible palabra "fascismo"
cuando se trata de posibles registros federales de datos personales
de musulmanes estadounidenses y otras personas por el estilo.
Ahora
sabemos que las elecciones de 2016 son cada vez más un portal
abierto a una edad dorada del lado oscuro de la esclavitud
estadounidense; de la represión, el internamiento y el rechazo a
cualquier ‘-ismo’ que no podría ser más nefasto. Y detrás de
todo eso, cruzando como una autopista interestatal de un lado a otro
de nuestra historia, está la tradicional y profundamente arraigada
idea del privilegio ligado a la piel blanca, que alcanza incluso a
quienes están relativamente despojados de poder. En estos días se
está prestando mucha atención a la próxima declaración
escandalosa –cualquiera que sea– que salga de la boca de Donald
Trump, Ben Carson o Ted Cruz. Mucha menos atención se presta a
quienes los aplauden en su locura colectiva o a los medios que desde
la matanza de París están machacando cada hora de cada día de la
semana, cuando se trata de la amenaza del terrorismo islámico que,
desde el 11-S de 2001 han sido unos de los peligros menores en la
vida de Estados Unidos. Esencialmente, las ‘noticias’ –una
máquina de crear miedos– se han convertido en –a pesar de los
ataques de Donald Trump contra ellos– en una máquina de promoción
de los de su ralea.
Por
supuesto, en esta campaña de 2016, no podría estar más claro que
la versión multimillonaria de los privilegios blancos va con viento
en popa, sin embargo para los blancos de la clase trabajadora los
tiempos no son tanhalagüeños. Tal como Barbara Ehrenreich, editora
fundadora del Proyecto Penurias de la Información Económica (EHRP,
por sus siglas en inglés), lo escribe hoy, en Estados Unidos la idea
del privilegio blanco está en su momento más alto; esto no debería
sorprender a nadie. Un estudio reciente comentado por ella sugiere
que los blancos de mediana edad que solo han hecho la escuela
secundaria tienen un índice de mortalidad que, en los países
desarrollados, está muy cerca del último visto entre los hombres
rusos después del colapso de la Unión Soviética. En otras
palabras, muchos estadounidenses blancos tienen cada vez menos para
celebrar en su vida; esto podría explicar su aplauso público a
Trump et al.
*
* *
La
gran extinción del obrero blanco estadounidense
La
clase trabajadora blanca, que por lo general preocupa a los
progresistas por su habitual y paradójica inclinación a votar al
Partido Republicano, últimamente ha merecido la atención mediática
por algo más que eso: según la economista Anne Case y Angus Deaton,
ganador del último Nobel de Economía, los integrantes de este
sector social de entre 45 y 54 años de edad están falleciendo a un
ritmo en absoluto moderado. Mientras la esperanza de vida de los
blancos más adinerados continúa creciendo, la correspondiente a los
blancos pobres está disminuyendo. Como resultado de ello, solo en
los últimos cuatro años, la diferencia de esperanza de vida entre
los hombres blancos pobres y los más ricos ha aumentado hasta llegar
a cuatro años. El New York Times publicó el estudio de Deaton y
Case con este titular: “La brecha en los ingresos iguala a la de
la longevidad”.
No
se esperaba que pasara esto. Durante casi un siglo, la reconfortante
narrativa estadounidense decía que la mejor alimentación y el
cuidado de la salud garantizarían una vida más larga para todos.
Por eso, la gran extinción del obrero ha llegado cuando menos se la
esperaba y es, como dice el Wall Street Journal, “sorprendente”.
Sobre
todo, no se esperaba que pasara esto con los blancos –en relación
con los no blancos–, que habían tenido la ventaja de mejores
sueldos, mejor acceso al sistema sanitario, barrios más seguros y,
por supuesto, vivido libres de los insultos cotidianos y los daños
infligidos a los de tez oscura. Ha habido una importante diferencia
racial respecto de la longevidad –de 5,3 años entre hombres
blancos y negros y de 3,8 entre mujeres blancas y negras–, a pesar
de que esta diferencia, raramente notada, ha ido diminuyendo en los
últimos 20 años. Sin embargo ahora solo los blancos de mediana edad
son quienes están falleciendo en mayor número; este aumento de
muertes está vinculado con los suicidios, el alcoholismo y la
adicción a las drogas (generalmente, las opiáceas).
Hay
algunas razones prácticas de porqué los blancos suelen ser más
eficientes que los negros a la hora de darse muerte. La primera es
que aquellos tienen más probabilidad de ser dueños de un arma de
fuego y la preferencia del hombre blanco de un balazo como forma de
suicidio. La segunda es que los médicos, a partir sin duda del
estereotipo que marca a los no blancos como drogadictos, son más
proclives a recetar fuertes calmantes a base de opio a los blancos
que no a las personas de color (con los años, a mí me han ofrecido
bastantes recetas de oxycodona como para pensar en un pequeño
negocio ilegal).
El
trabajo manual –el de camarero hasta el del obrero de la
construcción– suele arruinar el cuerpo rápidamente, empezando por
las rodillas y continuando por la espalda y las muñecas: cuando
falla el Tylenol, el médico puede optar por un opiáceo solo para
que usted pueda seguir viviendo.
Los
salarios de la desesperación
Pero
aquí también está presente algo más profundo. Tal como lo
describe Paul Krugman, el columnista del New York Times, las
“enfermedades” que están detrás de este exceso de
muertes de trabajadores blancos son aquellas relacionadas con la
“desesperación”; algunas de las causas más obvias son
económicas. En las últimas décadas, las cosas no han ido bien para
las personas de clase trabajadora, independientemente del color de su
piel.
Yo
me hice adulta en un país –Estados Unidos– en el que un hombre
con una espalda fuerte –y mejor aún, con un sindicato fuerte–
podía esperar razonablemente mantener una familia con su trabajo sin
necesidad de ser un graduado superior. En 2015, esos empleos hace
tiempo que han desaparecido y en su lugar solo están los trabajos
que antes estaban destinados a las mujeres o a las personas de color
y disponibles en sectores como el comercio minorista, la jardinería
o el manejo de un furgón de reparto de mercaderías. Esto quiere
decir que aquellos blancos que están en el 20 por ciento de menores
ingresos se enfrentan con circunstancias materiales similares a las
que sufren desde hace mucho tiempo los negros pobres, entre ellas
tener un empleo precario e irregular, y vivir en un lugar peligroso y
superpoblado.
Sin
embargo, el privilegio del blanco nunca fue solo una cuestión de
ventaja económica. En 1935, el importante estudioso
afro-estadounidense W.E.B. Du Bois escribió: “No debe olvidarse
que el sector de los trabajadores blancos, aunque reciba una paga
baja, estaba recompensado con una especie de complemento de sueldo:
el reconocimiento público y psicológico”.
Hoy,
algunos aspectos de este sueldo invisible suenan un tanto
pintorescos, como la afirmación de Du Bois acerca de que las
personas blancas pertenecientes a la clase trabajadora eran
“libremente admitidas como los blancos de otras clases en los
espectáculos y parques públicos, e incluso en los mejores
colegios”. Hoy en día, son pocos los espacios que no están
abiertos –al menos desde el punto de vista legal– a los negros,
mientras que los ‘mejores’ colegios están reservados para
quienes pueden pagarlos, en su mayor parte, blancos y estadounidenses
de origen asiático junto con algunos negros que brinden el toque de
“diversidad”. Mientras los blancos han ido perdiendo terreno en
la economía, los negros han conseguido beneficios, al menos desde el
punto de vista legal. Como resultado de ello, el “sueldo
psicológico” concedido al blanco se ha reducido.
Durante
la mayor parte de la historia de Estados Unidos, pudo contarse con el
gobierno para el mantenimiento del poder y el privilegio de los
blancos, primero mediante la imposición de la esclavitud y, más
tarde, la segregación. Mientras tanto, los blancos de la clase
obrera se vieron obligados a defender sus cada vez más reducidos
privilegios moviéndose hacia la derecha, acercándose a personajes
como el gobernador de Alabama (y más tarde candidato a la
presidencia) George Wallace y sus muchos seudopopulistas sucesores
hasta llegar al actual Donald Trump.
Al
mismo tiempo, la tarea cotidiana de conservar el poder blanco
trasladado desde el gobierno estatal al de cada estado y después a
los niveles locales, específicamente las policías locales, las
cuales, como sabemos, se han hecho cargo de ella con tanto entusiasmo
que la han convertido en un escándalo, tanto en el ámbito nacional
como en el internacional. Últimamente, por ejemplo, The Guardian
lleva la cuenta del número de estadounidenses (negros, en su mayor
parte) asesinados por miembros de la policía (1.209 en 2015, hasta
este momento); mientras tanto, los negros que se manifiestan en el
movimiento ‘La vida de los negros importa’ y una oleada de
demostraciones dentro de las universidades han recuperado ampliamente
el plano altamente moral que antes ocupaba el movimiento por los
derechos civiles.
Además,
poco a poco la cultura ha avanzado hacia la igualdad racial, e
incluso en algunos pocos ámbitos, hacia la supremacía negra. Si en
las primeras décadas del siglo XX la imagen estándar del “Negro”
era la del trovador, el papel del simplón rural de la cultura
popular fue asumido en este siglo [XXI] por los personajes de las
series de la TV estadounidense Duck Dynasty y Here Comes Honey Boo
Boo. Al menos en el mundo del espectáculo, generalmente el obrero
blanco no está tratado como un imbécil mientras que a menudo el
negro suele ser el listo del barrio, una persona que sabe expresar
sus ideas y a veces es tan adinerado como [el rapero] Kanye West. No
es fácil mantener la acostumbrada noción de la superioridad blanca
cuando algunos medios logran hacer reír con el contraste entre el
negro espabilado y el paleto rural blanco, como en la comedia de Tina
Fey Umbreakable Kimmy Schmidt. La persona blanca, presumiblemente de
clase media-alta, es imaginada en general a partir de esos personajes
y argumentos que, a la hija de una pareja trabajadora, como es mi
caso, hacen escocer con su condescendencia.
Por
supuesto, también estuvo la elección del primer presidente negro de
Estados Unidos. Los estadounidenses nativos blancos han empezado a
hablar de “recuperar nuestro país”. Los más adinerados
crearon el Tea Party, los de medios más modestos suelen contentarse
con poner en su camioneta la calcomanía con la bandera de los
Estados Confederados.
En
la cuesta abajo de Estados Unidos
El
significado de todo esto es que el mantenimiento del privilegio de
los blancos, sobre todo entre los menos privilegiados, se ha
convertido en algo muy difícil y, por lo tanto, más urgente que
nunca. Los blancos pobres siempre tuvieron el consuelo de saber que
había algunos que estaban pasándolo todavía peor y que eran más
despreciados que ellos; la subyugación racial era el suelo que
estaba bajo sus pies, la roca sobre que se erguían, incluso mientras
su propia situación estaba deteriorándose.
Si
el gobierno –particularmente en el nivel federal– ya no es tan
confiable como para garantizar el privilegio blanco, aparecen las
iniciativas de base encarnadas por personas individuales o pequeños
grupos que ayudan a llenar ese vacío. Estas iniciativas pueden ser
las pequeñas agresiones que se producen en las universidades, los
insultos raciales gritados desde una furgoneta o, en el extremo más
letal, los disparos contra una iglesia frecuentada por negros y
renombrada por su trabajo en los tiempos de la lucha por los derechos
civiles. Dylann Roof, el asesino de Charleston que hizo justamente
esto, era un graduado universitario en el paro y un marginado de
quien se sabía que era un gran consumidor de alcohol y drogas
opiáceas. Incluso sin una sentencia de muerte esperándole, el
futuro de Roof está signado por una muerte prematura.
Las
agresiones raciales pueden proporcionar a sus perpetradores blancos
una fugaz sensación de triunfo, aunque también exigen un esfuerzo
especial. Hace falta un esfuerzo, por ejemplo, para apuntar con una
pistola a un negro que está corriendo o girar bruscamente un
vehículo para insultar a una negra; se necesita un esfuerzo –y un
estómago a toda prueba– para pintar un insulto racial con
excremento en una pared del baño de una residencia estudiantil. Los
estudiantes universitarios pueden hacer cosas como estas en parte
debido a su vulnerabilidad económica, porque saben que apenas se
gradúen empezarán a pagar el préstamo que han pedido para pagar
sus estudios. Sin embargo, más allá del esfuerzo realizado, es
especialmente difícil mantener un sentimiento de superioridad racial
mientras se está luchando por conservar una posición casi en el
fondo de una economía fiable.
Si
bien no hay evidencia médica sobre la toxicidad del racismo para
quienes lo expresan –después de todo, generaciones de acomodados
dueños de esclavos han sobrevivido bastante bien–, la combinación
del descenso en la pirámide social y el resentimiento racial puede
ser una potente invitación al tipo de desesperación que, de una u
otra forma, conduce al suicidio, sea por medio de las drogas o
mediante un balazo en la sien. Es imposible romper un techo de
cristal si uno está parado sobre el hielo.
A
la intelectualidad progre le es fácil sentirse justificada en su
repugnancia respecto del racismo de los blancos de la clase más
baja, pero la élite educada en la universidad que produce a esta
intelectualidad también está en apuros cuando los jóvenes tienen
unas perspectivas cada vez menores y una pendiente hacia abajo cada
vez más marcada. Llegados los tiempos malos, profesiones enteras
–desde la enseñanza universitaria hasta el periodismo y la
abogacía– han caído. Una de las peores equivocaciones que esta
élite relativa puede cometer es inflar su propio orgullo odiando a
quienes están cayendo todavía más rápidamente, sea cual sea su
color o raza.
25 de diciembre de 2015
ECHANDO LEÑA AL ALTO AL FUEGO
Danlio
Dinucci. Il Manifesto
La
resolución 2254 sobre Siria, aprobada por unanimidad en el Consejo
de Seguridad de la ONU, subraya «el estrecho vínculo entre el
alto al fuego y un proceso político paralelo». Al liquidar el
conflicto, esto favorecería una caída de las tensiones en el Medio
Oriente.
Pero
hay un problema: de los 5 miembros permanentes del Consejo de
Seguridad de la ONU hay 3 –Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña–
que son precisamente los países que más gravemente han violado «la
soberanía y la integridad territorial de la República Árabe Siria»
que, según el texto de la resolución, dicen «respaldar
fuertemente». Son precisamente esos países los que organizaron «el
creciente flujo de terroristas hacia Siria», problema sobre el cual
–según la resolución– ahora «expresan la mayor preocupación».
O
sea que el «alto al fuego» depende principalmente de esas 3
potencias de la OTAN y de Turquía, puesto avanzado de la guerra
secreta contra Siria, así como de otros miembros de la alianza
atlántica, comenzando por Alemania. Y depende también de Israel,
otra potencia implicada en esta y en otras guerras. ¿Qué
intenciones tendrán esos países?
En
todo caso, los hechos valen más que las palabras.
El
18 de diciembre, o sea precisamente el mismo día que el Consejo de
Seguridad de la ONU daba a conocer la «hoja de ruta para la paz»
en Siria, la OTAN anunciaba el envío de barcos de guerra alemanes y
daneses y de aviones Awacs a Turquía para reforzar sus «defensas
en la frontera con Siria», lo cual es en realidad un golpe
directo contra Rusia, cuya intervención contra el Emirato Islámico
está modificando a favor de Damasco el rumbo de la guerra. Y al día
siguiente la OTAN anunciaba también que ya está listo el primero de
los drones Global Hawk que serán desplegados en la base de
Sigonella [en Italia], con los de Estados Unidos, en funciones de
«vigilancia terrestre», o sea para realizar misiones de
espionaje contra países que están en la mirilla de Estados Unidos y
la OTAN.
También
ese mismo día en que el Consejo de Seguridad de la ONU lanzaba la
«hoja de ruta para la paz» en el Medio Oriente, Alemania
anunciaba la entrega a Israel del quinto submarino de ataque nuclear
Dolphin. Como señala la publicación alemana Der Spiegel,
los submarinos de ataque Dolphin que Alemania ha entregado a
Israel están modificados para posibilitar el lanzamiento de los
misiles de crucero atómicos Popeye Turbo, con un alcance de 1
500 kilómetros, que son una variante de los misiles estadounidenses.
Con esos submarinos de ataque, rebautizados por Israel como Rahav
(Poseidón)
–cuyo costo sobrepasa los 2 000 millones de dólares y que han sido
financiados en un tercio por el gobierno alemán–, Israel refuerza
su posición como única potencia nuclear en el Medio Oriente,
mientras que Irán –que, al contrario de Israel, es firmante del
Tratado de No Proliferación Nuclear– renuncia a las armas atómicas
y Siria se despoja de su arsenal químico, que había sido concebido
como un medio de disuasión contra los arsenales nucleares y químicos
de Israel.
El
19 de diciembre, o sea al día siguiente del momento en que el
Consejo de Seguridad de la ONU reafirmaba «la soberanía y la
integridad territorial de Siria», Israel destruía en Damasco un
edificio de apartamentos entero, con varios misiles disparados por 2
de sus aviones de guerra, para asesinar al militante libanés Samir
Kuntar, en una acción que también costó las vidas de numerosos
civiles. Después de pasar 30 años en las cárceles israelíes, por
haber luchado por la independencia del Líbano y de Palestina, Samir
Kuntar, liberado en 2008 como resultado de un intercambio de
prisioneros, había integrado las filas del Hezbollah y se había
sumado a la lucha contra el Emirato Islámico, lo cual le valió que
Washington lo pusiera en su listado de «terroristas mundiales».
Mientras
tanto, Francia, que como miembro permanente del Consejo de Seguridad
de la ONU respaldó el alto al fuego en Siria, anunciaba haber
recibido un primer pago de los 7 000 millones de dólares pactados
por la venta de 24 aviones de guerra Rafale a Qatar: el
régimen que ha venido alimentando –incluso a través de la
infiltración de comandos– la guerra en Siria después de haber
participado en la guerra que destruyó Libia. Lo cual ha venido
haciendo junto con Arabia Saudita, monarquía que después de haber
financiado con miles de millones de dólares el Emirato Islámico y
otros grupos terroristas, ahora participa en la coalición encabezada
por Estados Unidos contra ese mismo Emirato Islámico, además de
promover recientemente la creación de una «coalición islámica
contra el terrorismo».
22 de diciembre de 2015
20-D: TODOS HAN PERDIDO Y LA CLASE TRABAJADORA MÁS AÚN
Por
Marat
Parece
que el IBEX 35 ha hecho un pan como unas hostias. Su apuesta por la
diversificación de apoyos económicos y/o mediáticos ha dado lugar
a la aparición de un mosaico político que recuerda al modelo a la
italiana de la época Andreotti, el cuál ha producido un descalabro
de la gran mayoría de las organizaciones políticas contendientes,
incluidas algunas que no estaban en el esquema del IBEX 35 y que sólo
se presentaban en determinadas circunscripciones. Resultado económico
del lunes 21 de Diciembre: el Ibex 35 pierde un 3,62%, ante las
expectativas de un escenario de incertidumbre postelectoral. A veces,
las digestiones son pesadas.
El
resultado era previsible pero ni los García Ferreras de turno ni los
“grandes estrategas” públicamente conocidos (Errejón) ni los
que trabajan en las oscuras covachuelas, aunque bien remunerados, del
poder económico, del que todos los demás derivan, parecieron prever
el pequeño detalle de que la ampliación del Congreso realizada hace
unos años no contempló el incremento del número de escaños, 350
pasara lo que pasara. Una simple reflexión lógica dice que si la
tarta no crece pero sí los comensales, los trozos serán más
pequeños para todos.
Argüirán
algunos que los “emergentes ni de izquierdas ni de derechas, ni de
derechas ni de izquierdas”, pero muy escorados hacia el reformismo
capitalista, se presentaban por primera vez a las elecciones por lo
que no han perdido nada sino que han ganado mucho. Puede que ya no
recuerden aquellos sondeos preelectorales, tanto públicos como
privados, en los que uno de los “emergentes” aparecía en primer
lugar, o disputando esa posición, y el otro “emergente” se
situaba incluso en segundo o tercer lugar en la lucha por la piñata
electoral. Pues bien, los hechos los descuelgan -uso ese verbo por su
evidente distancia en el número de diputados esperados- al tercero y cuarto
puestos.
Y
es que en el baile de la confusión, los sondeos mediáticos han
hecho también su labor de debilitar a todos.
El
PP ha perdido uno de cada 3 votantes, el PSOE uno de cada cuatro
pero, si ustedes se toman la molestia de hacer un análisis más
“cualitativo” detectarán que el batacazo del PSOE es, como
poco, tan brutal como el del PP, si no más. La condena a posiciones
irrelevantes en plazas históricas para este partido señala la
gravedad de su sangría.
En
el PP, con tal de ver el modo de formar gobierno ya hay quien habla
bajito en relación con obedecer las órdenes del poder económico de
sacrificar a su espolón de proa. Rajoy, ha estado bastante escondido en
campaña, no sólo en los shows-debates sino en los carteles en los
que Sáenz de Santamaría le eclipsaba, quizá como opción temporal,
pues su figura es indisociable de los viernes de dolor de estos
cuatro años, cuando anunciaba nuevas medidas “anticrisis” que,
como siempre, pagaba la clase trabajadora. Aún así, conviene no
olvidar para no ponerse estupendo, que diría don Latino de Híspalis,
y exultante como algún partido en la noche electoral, que el PP
sigue siendo el partido más votado en 13 de las 17 comunidades
autónomas.
Los
asaltacielos que hace unos meses creían tocarlo con la punta de los
dedos y que afirmaban que “Podemos ha nacido para estas elecciones”
muy probablemente deban esperar a las próximas, de no tocarle en esta ocasión a su Mesías el papel de mozo
de espadas en la investidura del “novillero” Sánchez. Para
entonces, si no se producen muy pronto las siguientes elecciones,
habrá pasado por la derecha a Rivera, en aras de su condición de
autoproclamado “hombre de Estado”.
Su
ascenso en votos y diputados es muy importante pero no le da para
alquilar el atril de un discurso de investidura ni de lejos. Por otro
lado, sus 69 diputados, que no son todos podemitas, se dividirán por
ley y acuerdo previo en cuatro grupos parlamentarios con presencia
diferenciada en el Congreso. Disciplinar cuatro grupos
parlamentarios, tres de ellos plurales en su composición, es
bastante más difícil que hacerlo a uno sólo. Si lo sabrá el PSOE
que nunca permitió que el PSC lo tuviera en la Carrera de San
Jerónimo.
De
momento, ha hecho un inestimable favor a la “España eterna”, al
dejar en KO técnico al independentismo catalán y fulminar al vasco
en una combinación de “tú fíate, que he puesto entre mis líneas
rojas lo tuyo del referéndum” que ya el tiempo se ocupará en
demostrar que de lo dicho no hay nada.
En
cuanto a Ciudadanos, si bien ha obtenido 40 diputados, no tiene el
peso suficiente para condicionar a Rajoy con su abstención, al menos
en primera votación. Ya veremos qué hace en segunda.
Las
salidas de tono de algunos candidatos de Ciudadanos, el
descubrimiento de algunos rasgos de su pasado poco edificantes y de
escaso pedigrí democrático, sus meteduras contínuas de pata, el escaso empaque de Rivera como joven
promesa del club de debates televisivos, el transfondo percibido de
partido de derecha, desinflaron parcialmente un globo que parecía
iba a volar muy alto.
Su
esfuerzo por obtener notoriedad, ante unos debates a 3 ó 4 que le
fueron antidemocráticamente negados, llevaron a sus nuevos alevines, completamente
reideologizados en un postmodernismo desclasado, a hacer una campaña
sin complejo del ridículo alguno buscando el logrado, en varias
ocasiones, Trending Tonting en las redes sociales. Quizá no se
preguntasen en qué medida eran retuiteados no sólo por sus
seguidores sino por quienes se pitorreaban de
ellos.
Los
gatitos de Garzón (Gatetes), los Besos a Garzón, las expresiones
tipo “chavalada, @agarzon manda y no tu panda”, las #abuelasconGarzon y los “Garzoners”, hashtags utilizados por la coalición
en twitter mandaban a los votantes el mensaje de que podían ser tan
cursis, ñoños, ridículos y desclasados como la “chavalada”
podemita o más. En realidad mucho más. Pero eso lo completaron con
sus menciones a los especistas (derechos humanos de los animales),
los animalistas, los amigos de los huertos urbanos y demás
moderneces de las que ya había partido a gran velocidad cualquier
atisbo de izquierda o de clase, como no fuera la de los neopijos
chupiguays o los nerds más frikis de internet.
Irónicamente, los disidentes de IU, en lugar de llevar su disidencia hasta las últimas consecuencias, han actuado como gregarios autómatas que, después de criticar la deriva de su organización hacia la nada ideológica, cogián la papeleta e iban a votar una opción que había perdido sus últimos retazos de dignidad política y de coherencia ideológica. Horas después arremetían con saña contra el objeto de lo que habían votado. No sé cómo calificar el ir de crítico y votar a un candidato que acabará sumando un diputado más a Podemos y después rumiar su arrepentimiento por haberlo hecho y montar la bronca públicamente pero, en cualquier caso, no les iba a gustar el epíteto. Sinceramente, ante tal inconsistencia, uno se pregunta qué queda en seres humanos de esas características de lo que debe de ser un librepensador y una persona con sentido crítico. Es evidente que ahí habitan ya muy pocas fuerzas sanas y, en cambio, mucho cómplice necesario que aún cree poder salvar una máquina agónica sin empezar por salvarse él mismo de su propio adocenamiento y falta de valentía política. El principio de que fuera hace mucho frío sólo crea seres inactivos para la lucha cuando la propia vida y su desenvolvimiento exige lo contrario; no digamos ya querer cambiar el mundo de base.
En
medio de ambas campañas la fuga de los cabeza de lista municipal y
autonómico de Madrid hacia otras formaciones, la desbandada de
jóvenes y no tan jóvenes dirigentes hacia Podemos, el pacto del
secretario general del PCE, Centella, con la Juventud Comunista de
Madrid, para tomar el poder dentro de IU y hacerse con la
organización, eligiendo a Garzón en unas primarias en las que no se
dio oportunidad alguna de competencia en igualdad a otro candidato a
dichas primarias, etc, etc.
Resultado
de todo el proceso: IU-UP logra sólo 2 diputados 2, ambos por
Madrid, en las elecciones generales, las peores de la historia de esa
formación política junto con las de la época de Llamazares como
Coordinador Federal.
Ayer
uno de IU me relataba el cuento de la lechera, diciéndome: “En
candidatura directa hemos sacado sólo los 2 de Madrid pero en listas
“unitarias” hemos sacado otros 2 en Cataluña y 1 en Galicia”.
A lo que no pude contenerme de responderle: “Sí, y te serán tan
útiles como los que tienes en el Ayuntamiento dentro del grupo
gobernante de Ahora Madrid”. Aún me devolvió otro
contraargumento, ya sin mucha convicción: “Pero se han abstenido o
votado en contra de la mayoría -de Ahora Madrid- en varias
ocasiones”. Se la reenvié: “Pregúntale a quienes no estén especialmente informados si saben que son de IU y en qué se nota que
lo son”. No me respondió. Sé que acariciaba la idea, que no me
dijo, de que esos tres diputados “de IU”, pero que fueron en
listas ajenas a las oficiales y compitiendo a nivel nacional frente a
IU -al no poder votarse a esta organización en dichos territorios-
prestarían los votos a los dos diputados de IU por Madrid para
conformar grupo parlamentario. Sé también que, en el fondo, no
creía en tal deseo porque iría en contra de los intereses de
Podemos de que su “oposición” por la izquierda desaparezca para
fagocitar algunos dirigentes, locales y votantes. Y los que han ido
en las listas de las Mareas y de En Común Podem han demostrado
sobradamente con qué proyecto están.
IU
está agonizando en sus últimos meses de vida. Su
niño-candidato-estrella pronto ejecutará la danza de los 7 velos
ante el visir de la coleta. Ya destapó el tarro de sus esencias la
noche electoral al insistir en que las urnas habían mostrado su
voluntad de una nueva mayoría y al declarar en su página de twitter
lo siguiente: “Felicitar también a los compañeros de Galicia y Cataluña, han demostrado que la unidad es el camino para derrotar al bipartidismo”. Es obvio que ahora, siendo diputado electo podrá vender mejor su paso a la bancada podemita, cosa que hará en muy breve, como tantos que dijeron cosas del tipo “no, no me voy a Podemos. Punto”.
Un día después de las elecciones Javier Couso, eurodiputado electo por IU mostraba hasta qué punto no se sentía a gusto en esta organización al declarar, en un lenguaje sólo críptico para quienes desconocieran los entresijos de la misma, lo siguiente:
Un día después de las elecciones Javier Couso, eurodiputado electo por IU mostraba hasta qué punto no se sentía a gusto en esta organización al declarar, en un lenguaje sólo críptico para quienes desconocieran los entresijos de la misma, lo siguiente:
Un día después ha borrado sus tuits de su sitio en twitter dejando, estupidamente, un rastro de sus intenciones previas en el del día siguiente (22/12)
A pesar de su zorrería política, Javier Couso es un parvenu a la politiquería marrullera, sucia y llena de trampas, que representa el día a día de cualquier partido dentro de las reglas de juego "democráticas" al uso. Él era alguien que pasaba por allí, dispuesto a hacerse notar con el qué hay de lo mío -muy digno y justo en su origen, denunciar el asesinato de su hermano en Irak a manos de las tropas USA pero con un savoir un tanto arribista y de autopromoción de sí mismo- y logró que un grupo político oportunista, IU, le elevase a la condición de eurodiputado.
En cualquier caso, Javier Couso bien puede ser el siguiente paso en la operación tránsito de IU a Podemos, que allane el camino de Garzón y organice la voladura controlada y por pasos de una organización ya muerta pero zombie. IU es un cadáver político que lleva el mismo camino que UPyD.
En Mayo del año pasado escribí un texto titulado “si en la dirección de Izquierda Unida hubiera inteligencia colectiva”, donde planteaba la necesidad de resistir y de dar giro político-ideológico hacia la izquierda, la clase trabajadora y la lucha por el socialismo. Pero quienes están en operaciones sólo cosméticas de ruptura limitada del orden institucional nunca hubieran emprendido tal camino que les habría producido vértigo. Para eso hubieran sido necesarios auténticos cuadros políticos con capacidad dirigente, audaces, seguros de una voluntad de cambio interno radical e intelectualmente valiosos. Los capitanes de hoy en IU no hubieran sido admitidos siquiera como cabos furrieles en el PCE hiperreformista pero cualitativamente poderoso de 1977.
La muerte de IU y del PCE, organizaciones socialdemócratas, que sin embargo mantuvieron durante tiempo restos de una cultura de lucha obrera, a manos internas y externas, ha de tener, no obstante, algo provechoso: el dejar de ser obstáculo para la reconstrucción de un polo comunista en este país que no se avergüence de proclamar la dictadura del proletariado como paso al socialismo, la lucha de clases como práctica política, la lucha ideológica y la formación de cuadros como medio para ir asentando una nueva cultura política que abra caminos a otros contenidos muy distintos a los de la protesta social actual y la centralidad de la clase trabajadora en dichas luchas.
Y después del 20-D, ¿qué?
Los
interrogantes que surgen ante la formación del nuevo gobierno
son múltiples.
Salvo que el capital tenga
previsto una segunda ronda que restituya la situación a un marco muy
similar al de 2011 por agotamiento de las posibilidades de
combinación postelectoral y por temor al vacío por parte de los
electores, el curso de los acontecimientos se presenta muy abierto.
Las
combinaciones de pactos y/o permisos de gobierno tanto para el PP, el
principal candidato a la reelección, como para el PSOE, una
posibilidad un tanto delirante, son harto complicadas.
La
posibilidad de que el “el astuto” Rajoy sea investido por segunda
vez como Presidente de Gobierno no depende sólo del previsto
cambiazo de Rivera y su partido personal sino de que el PSOE se
inmole en el altar del “interés general de España”, algo muy
posible dado que es un puntal decisivo para la estabilidad del
sistema económico y político surgido y pactado con el franquismo a
la muerte de su Caudillo.
Aunque fuera en segunda votación, el nuevo gobierno
presidido por el señor que duerme cuando todos los montes del norte
“se queman” a la vez, y púgil derrotado en familia, sería muy
inestable, con enormes dificultades para pactar leyes coherentes y
con una tendencia al “¿qué hay de lo mío?” de sus socios
tremenda. Tendría que recurrir a Ciudadanos, al PNV, a Coalición
Canaria y hasta a la marca blanca de Convergencia, siendo esto último muy difícil, aunque no imposible, dado que la burguesía no
tiene ni ideología ni principios, sólo intereses.
En
el caso de que el PSOE apostara por la investidura del bisoño Pedro
Sánchez, la cuestión estaría más complicada. Requeriría, en una
combinación menos imposible de lo que parece, del concurso de Podemos
y de Ciudadanos, ambos aparentemente opuestos en la cuestión del
referéndum para Cataluña y Euskadi pero no en el resto de líneas
rojas de los podemitas (reforma constitucional, moción de confianza para el cumplimiento del programa electoral, reforma de la justicia y cambio de la ley electoral), asumibles dentro del esquema
regeneracionista que Ciudadanos comparte con los anteriores.
Dado que Podemos tendría mucha dificultad para
vender su propuesta de referéndum fuera de las dos comunidades
históricas -la España “eterna” y unitaria no perdona-, don Pablo
“el estadista” siempre podría sacarse de la manga alguna
comisión interparlamentaria Congreso-Senado que estudiase el encaje
de Cataluña y Euskadi dentro del Estado español en pos de un
reconocimiento de su condición de naciones soberanas y blablabla, a través de
una transaccional ideada por el gran “estratego” Errejón junior.
Al final, les llevarán al mar de los Sargazos de un federalismo tipo
PSOE sin contenidos y con aires de brindis al sol periódicamente
mencionado en un horizonte tan lejano como el de la República. La
“generación más preparada de la historia” y los menores de 50
años no conocerán seguramente las triquiñuelas de un PSOE que en
los primeros años de la transición defendió la República, el
derecho de autodeterminación de Euskadi y Cataluña, la salida de la
OTAN y la autodeterminación del pueblo saharahui entre otras
cuestiones. Los mayores de 50 años, que antes votaban PSOE y ahora
Podemos lo saben, pero no tienen escrúpulos para actuar como si
careciesen de memoria histórica al respecto y como si ignorasen que
Podemos ha sido infinitamente más rápido en aceptar la OTAN que su
partido de origen.
Que Podemos haya sido primera fuerza política en
Cataluña tiene que ver con una cierto cansancio respecto al
“procés”, que parece continuar encallado en medio de las ditatribas de
Mas/Junqueras con la CUP respecto a la investidura de Mas como President por parte de ésta
última.
El
desplazamiento del voto Bildu hacia Podemos tiene mucho que ver con
la incipiente pérdida de fuelle de la primera, tras el fiasco de su
gobierno en Donosti y tras el abandono de la lucha por la amnistía
de los presos como primer elemento de negociación con el Estado, lo
que ha abierto las puertas a un posibilismo que ha dado alas a
Podemos. La relación entre ambos ha sido de amor/odio y de
acercamiento/distanciamiento siempre prudente, siempre abierto “a
ver si en Madrid nos ayudan a salir de este embrollo y nos dignifican
a la categoría de una ERC o de un BNG de hace unos años”. Cuando
el independentismo pretendidamente de izquierdas quiere hacer
política, se ablanda.
Aclarada
esta cuestión, queda la opción de un PSOE+Podemos+ IU + la marca
blanca de Convergencia (por eso de que otros les saquen las castañas
del fuego) + ERC + La Ponferradina + 3 ujieres del Congreso + un señor bajito, representante de una fábrica de fajas de Vitigudinos. Todos
ellos se encontrarán con el camino muerto de la mayoría absoluta
del PP en el Senado, un lugar en el que bien podría ir a morir
muchas de las iniciativas parlamentarias de esta suerte de multipartito.
Sea
como fuere, esta opción sería seguramente la más inestable de
todas, dadas las necesidades de atender a un sinfín de intereses,
muchas veces no compatibles, salvo en su respuesta a los intereses
del capital, y adolecido de clientelitis aguda por la cantidad de
prebendas a las que habría de hacer frente. Acabarían por entrar en
el mundo de “la vieja política” corrupta del PP tan a saco como
este partido. Y cada mano lavando múltiples manos.
Eso
sin contar con las tentaciones de Podemos de enterrar al PSOE y de
actuar como escorpión que se ahoga en el pantano del pacto no
cumplido por la ambición de responder a sus instintos sucesorios.
Aunque
siempre podría ocurrir que la operación “salvar al soldado
Sánchez” sea la que ronde por la cabeza encoletada del mesías
podemita y haga bueno aquello de “guárdame
los votos, Pablo, que en unos meses pasaré a recogerlos. Pedro
Sánchez” y
que se acabe materializando en formato de gobierno de concentración
“progre”.
Por
si tuvieran alguna tentación de pasar de las palabras a los hechos,
de sus difusas promesas sociales a algún cumplimiento menor,
Bruselas ya vela armas y recuerda a los próximos gobernantes que hay
unas obligaciones que cumplir. Les aseguro que si hubiera una
alternativa a Rajoy, el destino de los nuevos gobernantes sería el
del “bravo Alexis”, desaparecido y olvidado en esta campaña
tanto por IU-UP como por Podemos, tan eficaz para disciplinar y
arruinar a la clase trabajadora griega.
Y
es que Bruselas ya ha indicado al próximo gobierno español que
tiene que continuar con su política de recortes sociales. Ello
mientras espera en cola la segunda fase de concentración del sistema
bancario, con 30.000 próximos despedidos o el plan de Telefónica
(Movistar) de echar a la calle a 10.000 trabajadores.
Siempre
queda la opción de que no haya posibilidad de formar gobierno ni del
PP ni del PSOE, porque son los únicos que lo encabezarían, y de que
en Marzo o, como tarde, en Mayo, se convoquen nuevas elecciones. Tengan
por seguro que las volvería a ganar Rajoy, posiblemente con una ventaja superior
a la actual, ante el temor de la conservadora y derechizada sociedad
española a “aventuras desconocidas”.
Pase
lo que pase, a la clase trabajadora la seguirán jodiendo mientras no
exista una vanguardia lo bastante poderosa para despertar al Gulliver
que, sólo en ese caso, quizá pudiera recuperar su condición de
sujeto político.
Mientras tanto, "estratego" Errejón junior propone a un independiente como cabeza de gobierno, lo que recuerda un tanto al pasado gobierno técnico italiano de Mario Monti. Como me recuerda una camarada, quizá le haya faltado añadir "con el permiso de la Troika". Y es que tal vez se esté curando en salud, tras los éxitos cosechados por el "bravo Alexis".
Por su parte, Pablo Iglesias en un artículo titulado "A Pedro no le dejan", publicado en el Huffington Post, valida la propuesta de su primer espada de nombrar Presidente a un "independiente", el cuál seguramente no estará entre los "independientes" en listas de partidos refrendados por las urnas, lo que ratifica la posibilidad de que se repitan las elecciones dentro de unos meses y sugiere el temor de la Cúpula del Trueno podemita a que, en ese caso, las cosas les vayan peor.
Mientras tanto, "estratego" Errejón junior propone a un independiente como cabeza de gobierno, lo que recuerda un tanto al pasado gobierno técnico italiano de Mario Monti. Como me recuerda una camarada, quizá le haya faltado añadir "con el permiso de la Troika". Y es que tal vez se esté curando en salud, tras los éxitos cosechados por el "bravo Alexis".
Por su parte, Pablo Iglesias en un artículo titulado "A Pedro no le dejan", publicado en el Huffington Post, valida la propuesta de su primer espada de nombrar Presidente a un "independiente", el cuál seguramente no estará entre los "independientes" en listas de partidos refrendados por las urnas, lo que ratifica la posibilidad de que se repitan las elecciones dentro de unos meses y sugiere el temor de la Cúpula del Trueno podemita a que, en ese caso, las cosas les vayan peor.
El
momento presente y las circunstancias de los comunistas
Es
fundamental ser lo bastante realistas para admitir las
características reales del momento político nacional como paso
previo a cualquier análisis posterior.
No
existe una crisis del régimen político español. A lo sumo lo que
existe es una cierta crisis de institucionalidad (los partidos de la
primera transición, la desconfianza genérica hacia los políticos,
cierto hartazgo de que la “riña” política no refleje la
auténtica realidad de los más golpeados por la crisis). Mucho menos
del régimen capitalista en España. La conciencia de la clase
trabajadora es muy baja respecto a las causas reales de su
sufrimiento como clase
Aprovecho la ocasión para señalar que quienes desde IU, otros partidos o un "izquierdismo" pequeñoburgués expresan la frustración ante sus limitaciones para conectar con las aspiraciones y necesidades de la clase trabajadora y la culpan de haber votado a
la derecha son unos miserables. Quien hace tal cosa no sólo no es marxista sino un pobre ignorante que desconoce que la conciencia no es un derivado
inmediato de la condición social y que para que aquella se adquiera
hace falta una vanguardia consciente, inteligente y capacitada para
aprovechar las contradicciones políticas y sociales y abrir nuevos
espacios de disidencia y contestación social que, sin negar la
importancia de las necesidades inmediatas de nuestra clase, eleve su
nivel de conciencia y lucha hasta donde se haga evidente que el
capitalismo no es capaz de dar respuesta a las necesidades de nuestra
clase.
Mientras
tanto, la Monarquía se ha fortalecido, ayudada por una mayor
discreción del nuevo rey, capaz de mostrar una imagen pública más
honorable en sus comportamientos públicos, instituciones violentas
y/o represivas como el ejército o la policía gozan de gran
aceptación, la clase trabajadora ha desaparecido en el relato de los
partidos y en la importancia concedida a sus necesidades básicas -lo
que importa es el discurso de los problemas de la clase media, que
tiene mayor acceso a la formación de la opinión pública-, los
sindicatos mayoritarios no existen y del nombre de sus dirigentes ya nadie se
acuerda (todo lo que hayan acordado con el capital en este último
año y medio se ha hecho en secreto y bajo cuerda). La movilización
social, agotada a final de un ciclo más o menos intenso de luchas,
pero profundamente reformista -objetivo: salvar los muebles-, ha
fiado todo a la ilusión democrática de un cambio que cada día se
aleja más en el horizonte porque sus dirigentes no buscan un “cambio” sino, como veremos demasiado tarde, una involución hacia una nueva
transfiguración del capital en forma de protagonistas viejos
(segunda transición) con caretas nuevas. En ese proceso, las viejas
familias políticas acabarán fundiéndose con los nuevos actores en
una comunión de intereses que restablezca el orden social, sólo
parcialmente contestado.
Aún
así, los comunistas debemos atender al nuevo escenario que se abre
tras los resultados del 20-D en los que ninguno de nosotros debiera
haber participado tras el fiasco de lo que significó Syriza para no legitimar esta descarada dictadura de clase de la burguesía. Syriza y su práctica tras el "oxi" fue la evidencia de que, cuando se admite el juego “democrático” de la
institucionalidad burguesa, sólo queda obedecer a los amos del
capital. Excepto que pasar del 0,11% al 0,12% en el caso
de alguna organización comunista se considere un éxito.
Para
ciertos comunistas el paso del “cretinismo parlamentario” a la
reorganización y la reconstrucción significa un salto en el vacío
porque, por un lado, produce el aturdimiento y el temor a perder los
focos sobre el grupo y, por el otro, abre bajo sus píes el vacío de
tener que atender a las circunstancias de hoy con ojos de hoy, aunque
no se ignoren las enseñanzas del ayer. Demasiada sensación de
riesgo la que oprime sus corazones.
Curiosamente,
ambos conceptos (rechazo al parlamentarismo como protagonista de la
actividad de la organización y necesidad de reconstrucción y de
organización) son esgrimidos como fantasía argumental frente a las
causas de la socialdemocratización de sus organizaciones. Pero, fuera de tal
retórica, son incapaces de abrir paso a este camino porque sus reformistas mentes se lo impiden. Mientras tanto
pueden proclamar a San Stalin como su héroe o expresar su nostalgia
por la Unión Soviética, sin ser capaces de explicar porqué cayó
-fuera de alguna tontuna conspiranoica- y porqué la clase
trabajadora no la defendió en el momento de su destrucción.
Responder a estas cuestiones quizá les ayudara a liberarse de sus
corsés reformistas y a abordar el futuro con la suficiente valentía
intelectual para no encerrarse entre sus paredes de barro cada vez
más endebles.
El
reto de defender a la clase trabajadora, desde dentro y como parte de
ella, sigue estando delante. Organizarse, definir un programa
político de lucha, que no electoral, dar la batalla ideológica para
situar los problemas de los trabajadores como una realidad
completamente diferente y real frente a la “ilusión democrática”,
encender de nuevo el fuego de la lucha de masas, abandonada en espera
de falsos Prometeos parlamentarios, elevar las luchas por lo
inmediato a niveles que resulten irrresolubles dentro del
capitalismo, es la tarea de los comunistas. El resto, consunción en
las cenizas y vanos brindis al sol de nostálgicos de un mundo
desaparecido.
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"“Hacer
un Varoufakis”, el regalo político de estas navidades":
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21 de diciembre de 2015
TRABAJO Y DOMINACIÓN: REFLEXIONES SOBRE EL PODER
Marcela
B. Zangaro. La Haine
Para
nosotros, reflexionar acerca del trabajo y la dominación implica una
obligación y un desafío. La obligación consiste en no perder de
vista que, para hacerlo, se debe considerar el poder como un factor
de análisis fundamental. La manera en la que entendamos el poder
definirá un abordaje particular de esa relación entre trabajo y
dominación. El desafío, por su parte, es resultado de aceptar esa
obligación: nuestra reflexión debe ser capaz de ser sensible a las
variaciones del ejercicio del poder en el trabajo, aunque este
parezca no sufrir modificaciones. En las próximas páginas
acercaremos algunas de nuestras ideas respecto de estas dos
cuestiones.
Una
reflexión sobre el poder como relación
Toda
forma de dominación es un modo de ejercicio del poder. Pero la
palabra “dominación” encierra un peligro: el sentido común
suele asociar con demasiada frecuencia la dominación con un
ejercicio de poder monolítico, absoluto y, por lo general,
descendente. Esto es, cuando el sentido común dice que un grupo A
domina a un grupo B (o un sujeto A, a un sujeto B) piensa en cómo A,
al que se supone como un conjunto coherente, determina de manera
completa y total (absoluta) y sin fisuras (monolítica) el accionar
de B, considerado también como un conjunto coherente, al que le
adjudica una posición social inferior (por ello el ejercicio del
dominio es descendente). El grupo A sería el de los dominantes y el
B, el de los dominados. Esta idea de dominación suele tener como
corolario que la acción parece ser un privilegio exclusivo de los
integrantes del grupo A, es decir, los que parecen estar en
condiciones de actuar, de tener un papel activo, son los miembros de
ese grupo; y a los del grupo B solo les queda un papel pasivo: ser
dominados, padecer la dominación. La aplicación de esta perspectiva
a la reflexión sobre el trabajo implicaría que existe un grupo
social o, en términos más específicos, una clase, que detenta el
privilegio de la acción e impone su dominio o ejerce coacción sobre
otro grupo (u otra clase), que lo padece; y por el privilegio que
deriva de ese dominio, la clase dominante impone la obligación, que
se convierte en ineludible para la clase dominada, de trabajar.
Si
esto fuera suficiente para explicar las sociedades que se organizan
en torno a una clase que trabaja y otra que vive del trabajo ajeno,
nuestra comprensión de la realidad no implicaría mayor desafío
porque sería simple y lineal. Sin embargo, todos aquellos que
cotidianamente vivimos en estas sociedades capitalistas sabemos
(porque lo experimentamos), que esta explicación no es útil para
dar cuenta de nuestra realidad, porque esta es mucho menos lineal y
mucho más compleja. Entonces, si esa forma de consideración de la
relación entre poder y trabajo no es del todo adecuada, ¿cuál
podríamos adoptar?
Podríamos
partir, como lo hacen algunos pensadores contemporáneos, del punto
de vista de que el poder es una relación entre sujetos que
interactúan. Este punto de partida, a diferencia del anterior, nos
permite pensar no solo en qué medida los dominados somos
co-responsables del mantenimiento de las relaciones de dominación y
en qué medida los dominadores dependen de nosotros para seguir
siéndolo sino también en cómo las acciones de unos impactan en las
de los otros. Un punto de vista relacional del poder permite
reconocer el carácter activo en todas las partes implicadas.[1]
Ahora,
si bien abordar la dominación desde el punto de vista relacional del
poder permite una apertura hacia la consideración de la acción de
los sujetos implicados, reducir la primera al segundo sería un
error, porque podría llevarnos a sobreestimar el poder de la acción
voluntaria de los sujetos: bastaría con querer dejar de estar
sometidos al trabajo para ya no estarlo; bastaría con renunciar al
trabajo para salir de la sociedad salarial. Esto es, bastaría
simplemente con querer cambiar la relación para que esta sufriera,
efectivamente, cambio. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla.
Como
bien señalan algunos marxistas críticos, las relaciones sociales
paulatinamente van adquiriendo independencia de las prácticas que
les dieron origen y “se vuelven” sobre los individuos,
imponiéndoseles como obligaciones externas y objetivas. La sociedad
nos impone trabajar para vivir; el mercado pone un precio a nuestra
fuerza de trabajo; el estado regula nuestra relación salarial; la
competencia determina nuestra posibilidad de empleabilidad. Sociedad,
mercado, estado o competencia cobran una existencia que va más allá
de la interacción (y de la voluntad) de los individuos y, en la
medida que logran esta independencia, ejercen su poder sobre los
sujetos de manera objetiva e impersonal[2]. En esto también se
apoya la eficacia de las relaciones de poder, de las relaciones de
dominio que nos ligan al trabajo.
La
complejidad del poder en el trabajo
Si
hacemos del poder un concepto fundamental para comprender las formas
de dominación en el trabajo, y partimos de la idea de que el poder
da cuenta de una relación compleja entre sujetos (individuales y
colectivos), debemos considerar las diversas modalidades que ese
poder adopta. Vamos a proponer que, en relación con el trabajo, es
posible considerar tres modalidades de poder: como comando, como
socialidad y como gobierno.
El
poder como comando se ejerce cuando el eje del dominio está puesto
en el proceso de trabajo. Para el capitalismo, dominar el proceso de
trabajo es un objetivo fundamental. Tengamos en cuenta que el capital
es resultado de la apropiación unilateral del trabajo y de los
productos del trabajo por parte de los capitalistas; del no pago del
trabajo que las personas hacen por encima del que necesitan para su
propia subsistencia, es decir, del plustrabajo. Para el capitalista,
ejercer el poder sobre el proceso de trabajo implica dominar las
formas en las que el trabajo se realiza con el fin de que produzca
cada vez más plusvalor. Por ello, el capitalismo funciona aplicando
una “selección natural” (naturalmente capitalista) de los
procesos de trabajo: los que no generen mercancías cuyo costo de
producción asegure la ganancia deseable serán abandonados o
cambiados. Y aquí vemos, también, cómo las formas de dominio se
vuelven impersonales: serán las condiciones generales de la
competencia capitalista en un determinado momento las que impongan
características al proceso de trabajo.
Para
el trabajador, en cambio, ejercer el poder sobre el proceso de
trabajo puede significar retacear al capitalista espacios concretos
de dominio. Cuando el trabajador reserva para sí y no comparte con
el capitalista todo el saber-hacer (individual o colectivo) de una
actividad; cuando disimula el tiempo necesario para producir o cuando
se resiste a la estandarización de los procedimientos, por ejemplo,
pelea el comando sobre el proceso de trabajo, busca ejercer él
también el dominio sobre las formas concretas de trabajar y, muchas
veces, ese accionar es causa de cambios en los procesos.
La
socialidad es otra de las modalidades de ejercicio del poder en el
trabajo. Opera sobre las formas concretas en las que se organiza el
trabajo como resultado de la cooperación del colectivo de
trabajadores. Cierto es que las más de las veces la forma que adopta
la dimensión colectiva está íntimamente relacionada con cómo se
plantea el proceso de trabajo: el tipo de socialidad que se genera en
torno de una línea de montaje difiere de la que se genera en una
oficina o entre sujetos que teletrabajan. Pero sin importar esto, lo
cierto es que el capitalismo busca ejercer su poder sobre las maneras
en las que los sujetos interactúan juntos en el proceso de trabajo a
fin de que, a partir de ese actuar, adopten una forma particular de
cooperación y un ser social capitalista, que responde siempre al
objetivo de valorización.
Los
trabajadores, por su parte, ejercen la modalidad social del poder
cuando plantean sus reglas de cooperación, cuando buscan reconocerse
como un colectivo con particularidades e intereses propios frente a
de los designios del capital, ya sea en los intersticios del poder
capitalista o en franca oposición a él. Cuando plantean formas
comunes de protección contra las adversidades del trabajo; cuando
llevan adelante colectivamente reclamos; cuando apoyan demandas de
otros grupos de trabajadores distintos a ellos mismos, por ejemplo,
los trabajadores buscan ejercitar su poder en la dimensión social.
Usaremos
el término “gobierno” para pensar una dimensión particular de
la relación poder-trabajo: aquella que tiene en cuenta cómo el
poder se ejerce sobre y es ejercido por los individuos en sí mismos.
Retomando y reformulando reflexiones más actuales de algunos
pensadores que se ocupan de las relaciones de poder en el contexto
del presente neoliberalismo, diremos para pensar la relación poder -
trabajo es indispensable tener en cuenta que los individuos tienen
una relación con el trabajo más allá de su inscripción colectiva;
que en el día a día de su relación, el capital busca ejercer su
dominio sobre el trabajador en tanto individuo particular, ligándolo
al trabajo por medio de prácticas muy específicas que lo deslindan
del colectivo más amplio en el que puede inscribirse. Al mismo
tiempo, el trabajador opera sobre el trabajo capitalista como
individuo: piensa, actúa, se siente, padece o sufre en el trabajo en
la dimensión más íntimamente individual o privada. Por ello, no
hay que perder de vista que los sujetos se constituyen y actúan no
sólo como subjetividad colectiva, sino también como individuos,
como subjetividades particulares.
La
eficacia del dominio: la naturalización del trabajo
Los
párrafos anteriores presentan una visión segmentada y por ello
artificial de la relación entre dominación y trabajo, porque
estamos imponiendo un corte analítico que separa en compartimientos
el ejercicio de un poder que se da, más bien, como un todo. Un
sujeto trabaja llevando adelante un proceso de trabajo y forma parte
de un colectivo. El trabajo realizado es resultado del trabajador
individual y de la cooperación. Por ello, las relaciones de poder
que se ejercen como comando, como socialidad y como gobierno son
solidarias unas con otras. Su solidaridad deriva de la coincidencia
de sus objetivos. Y estos objetivos son tanto que el trabajo social
se realice en términos capitalistas, es decir, logrando la
valorización y la acumulación, como que efectivamente la sociedad
articule sus relaciones en torno al trabajo. La medida en que se
alcanzan esos objetivos, por supuesto, depende también de la
respuesta de los sujetos al intento de imposición. Y se trata de una
imposición porque, a diferencia de lo que pueda parecer de sentido
común, el trabajo no es natural ni ha sido siempre así, tal como lo
conocemos. El tipo de trabajo que caracteriza a nuestras sociedades,
el hecho de que los sujetos pongamos nuestras capacidades generales
de trabajo a disposición de otras personas a cambio de un salario, y
el que nos relacionemos unos con otros en función de nuestro trabajo
y de los productos de nuestro trabajo es particular y específicamente
capitalista. Tienen su origen en el surgimiento y difusión del
capitalismo. Pero habitualmente no recordamos esto. Vamos a denominar
“naturalización” al proceso que se opera sobre los modos de
pensar, de ser y de actuar tanto de dominadores como de dominados,
que contribuye a la pérdida (u olvido) de la conciencia de este
origen, del carácter socio-histórico del trabajo. Trabajar para
vivir es considerado algo natural, como también se considera natural
trabajar para ganar dinero (y para ganar cada vez más), trabajar
para otro, morirse de hambre si no se trabaja, no percibir salario
por el trabajo doméstico realizado en el propio hogar, que los
dueños (de las fábricas, los negocios, las empresas, etc.) ganen
más que los trabajadores por el hecho de ser dueños, etc. Las
modalidades del poder que ligan a los sujetos con el trabajo operan
con este trasfondo de naturalización, trasfondo que puede sufrir
modificaciones de forma, pero (aunque suene redundante) no de fondo.
Las modificaciones son de forma porque el mantenimiento de ciertas
relaciones de poder para que la sociedad siga trabajando y las formas
en que ese poder (o ese dominio) se ejerce dependen de las
condiciones generales de la valorización y de las relaciones entre
los sujetos en el contexto social; y estas condiciones y relaciones
varían a lo largo del tiempo (como se pone en evidencia una mirada a
la historia del capitalismo). Pero lo que se mantiene constante es la
centralidad del trabajo como articulador social. La naturalización,
entonces, es necesaria para que sobre el fondo de las variaciones
puedan mantenerse sentidos o significados compatibles con la
preservación de las relaciones de poder capitalistas. La
naturalización va a permitir la constitución de una parrilla de
racionalidad o de inteligibilidad que construye sentidos o
significados del trabajo funcionales al capitalismo en cada momento
de su desarrollo.
Qué
hay de natural hoy en el trabajo
¿Qué
podríamos decir de la parrilla de racionalidad, del trasfondo de
sentido sobre el que se inscriben hoy las modalidades del poder en
relación con el trabajo? Para responder esta pregunta, vamos a
partir de tres ejemplos simples, cotidianos. Nos interesa rescatarlos
porque, justamente por poseer esas características, nos servirán
para mostrar lo que se naturaliza (y pasa desapercibido) de la
relación entre trabajo y dominación específicamente capitalista en
la actualidad.
Ejemplo
1) Quiero ir a trabajar. Una publicidad en las páginas del
suplemento Empleos del diario Clarín muestra la imagen de un reloj
digital que marca una hora temprana de la mañana. La imagen está
acompañada por la frase “Tengo que ir a trabajar”. Pero la parte
del “Tengo que” aparece tachada y reemplazada por un “Quiero”.
Ejemplo 2) El amor por la belleza paga mis cuentas. Este slogan
acompaña una campaña publicitaria gráfica de la empresa Avon, en
la que se convoca a las mujeres para ser revendedoras de los
productos de la firma. Ejemplo 3) Controlá tus aportes y tu obra
social en segundos. La frase es el centro de la campaña que la
presidencia argentina y la AFIP[3] han diseñado para que cada
trabajador por sí mismo (utilizando simplemente el número que lo
identifica como tal) chequee si la empresa para la que trabaja ha
realizado los pagos considerados “cargas sociales”.
¿Qué
podemos ver en estos ejemplos? ¿Qué nos muestran como natural?[4]
¿Qué parrilla de racionalidad proponen para el trabajo? El primer
ejemplo muestra la naturalización de la voluntad de trabajar. Una
simple tachadura es la expresión del paso de la obligación a la
voluntad, de la imposición al deseo. Las experiencias subjetivas que
están atravesadas por la obligación no tienen el mismo cariz que
las que están atravesadas por la voluntad o el deseo simplemente
porque mientras unas implican generalmente la imposición de
imperativos o de reglas externas a los sujetos mismos (esto es,
resultan de una determinación externa), las segundas derivan del
cumplimiento de reglas, si queremos decirlo así, que el individuo se
pone a sí mismo simplemente porque quiere (es decir, internas).
Asimismo, en este caso podemos ver cómo el paso de la obligación a
la voluntad también resulta útil para borrar lo penoso: el
desagrado de levantarse temprano por la mañana para ir a cumplir con
la obligación de trabajar (sensación que todos los que trabajamos
hemos experimentado más de una vez en nuestra vida) se diluye en el
placer que puede proporcionar levantarse temprano para dedicar el día
en hacer algo que se quiere. El trabajo, entonces, pasa de lo
impuesto a lo deseado.
El
segundo ejemplo, en consonancia con el anterior, muestra la
naturalización de la identificación de los espacios de trabajo con
los de no trabajo. Muestra que la posibilidad de pagar las cuentas
propias (hecho que en una sociedad salarial se realiza a partir de
la obtención de un salario) no se deriva necesariamente de la
realización de una actividad abstracta y general que puede no tener
ninguna vinculación con el sujeto que la ejerce sino que deriva de
la puesta en juego de una actividad conectada con el sujeto, que le
provoca una íntima satisfacción. Hasta hace no mucho tiempo atrás,
lo natural era considerar una separación entre el tiempo-espacio de
trabajo (en el que se ejercía una actividad obligatoria y no siempre
muy gratificante) y el tiempo-espacio del ocio (de la o las
actividades vinculadas con el gusto, el placer o los afectos). El
amor por la belleza, que podría ponerse en juego en el hecho de
concurrir a un taller de arte, sentarse a escuchar música, visitar
un museo o, simplemente y más en consonancia con el objeto de la
publicidad, en dedicarse al cuidado del propio cuerpo, puede
convertirse ahora en la razón que justifica la voluntad de trabajar.
El trabajo, entonces, pasa de lo displicente a lo placentero.
El
tercer ejemplo, por su parte, naturaliza el hecho de que los
trabajadores mismos debemos devenir contralores del cumplimiento de
ciertas obligaciones laborales. En este caso, la de los aportes
patronales. Esto es, se pretende la naturalización de la idea de que
los trabajadores mismos debemos velar por el mantenimiento de la
clase trabajadora, de que los trabajadores activos debemos devenir
contralores de que nuestro dinero se destine al mantenimiento de los
trabajadores inactivos (porque eso es lo que, de hecho hacemos con
nuestros aportes). Simplemente enviando por celular un mensaje de
texto que nosotros mismo pagamos, cada uno puede hacer lo que se
supone que años atrás hacía, por ejemplo, el estado. Y más aún,
cada uno de nosotros lo hacemos de manera individual y a título
individual: ya no se trata de ejercer en forma colectiva un control
sobre la acción de la patronal para reivindicar un derecho, como
puede hacer un sindicato o una asamblea a de trabajadores, sino de
velar por el interés individual de manera individual. Es cada uno
como individuo el que debe ejercer de manera personal el control. El
cumplimiento de ciertas condiciones de trabajo, entonces, pasa de una
ser una responsabilidad pública a ser una responsabilidad privada.
Estos
ejemplos muestran modos de ver la realidad del trabajo, significados
que circulan y a partir de los cuales la comprendemos. Los
significados tienen un papel constitutivo en la forma en la que
pensamos la realidad y, por lo tanto, en la forma en la que llevamos
adelante nuestras prácticas; constituyen la parrilla de racionalidad
que naturaliza modos de ver, de ser y de actuar. Parte de la eficacia
de las relaciones de dominación o poder descansa en la difusión de
dicha parrilla.
Ahora,
si también pensamos estos ejemplos en línea con las ideas que
veníamos desarrollando desde el comienzo de este trabajo, podríamos
decir que evidencian la modalidad de socialidad y la de gobierno del
poder desde el punto de vista de los que pretenden definir la
parrilla de racionalidad que otorga sentido a la relación
capital-trabajo. Muestran cómo en la actualidad del poder opera
buscando desarticular en la experiencia del sujeto individual la
separación entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio para hacer de
todo el tiempo, tiempo de trabajo; opera buscando articular los
deseos, los gustos y las preferencias individuales con las
actividades productoras de valor; opera buscando desarticular
instancias de acción colectiva para establecer una relación laboral
sobre base puramente individuales. En definitiva, los ejemplos
muestran el ejercicio del poder en el trabajo se ejerce cada vez más
buscando estrechar el círculo que encierra al individuo dentro del
trabajo.
Pero
si la modalidad de socialidad y la de gobierno son solidarias con la
de comando, ¿qué pasa esta última? ¿Cómo se desenvuelven sus
mutuas relaciones en la actualidad? Desde el último tercio del
siglo pasado se registra una tendencia a la intelectualización de
los procesos de trabajo, que se generaliza cada vez más. Esto
significa que el ejercicio eficiente de la actividad, el trabajo que
crea valor, está cada vez menos ligado al ejercicio físico de una
actividad (pensemos en el trabajado fordista en la línea de montaje)
y cada vez más ligado a un ejercicio intelectual del trabajo
(pensemos ahora en el trabajo en una fábrica robotizada en la que el
trabajador regula y controla el programa informático que pone en
funcionamiento la producción). Esta intelectualización implica
sustanciales modificaciones en los procesos de trabajo. Y, en cierta
medida, cuanto más intelectualizado está el proceso más difícil
es para el capital controlar de manera directa lo que hace el
trabajador porque el trabajo es más difícil de observar, conocer y
de predecir. Muchos de los procesos de trabajo actuales demandan la
puesta en juego de capacidades vinculadas con procesos cognitivos
(como la abstracción, la aprehensión de conceptos y procesos, el
procesamiento eficiente y no ambiguo de la información, expresión
lingüística adecuada) y también afectivos (el saber participar,
compartir, aceptar el disenso, etc.), que no son fácilmente
expropiables y transferibles a una máquina; y el hecho que estas
capacidades deban ponerse en juego siguiendo los parámetros de
productividad, implica un enorme desafío para el capital. El capital
busca hacer frente a esta situación que pone en riesgo su dominio
tratando de desarticular todas las instancias que implican que el
trabajo sea visto como algo ajeno al individuo, que contribuyen a que
consideremos al trabajo como algo extraño. Por eso, busca que lo que
no puede expropiar sea puesto en juego de manera voluntaria: que el
trabajador acepte voluntariamente el cumplimiento del trabajo y
voluntariamente utilice de manera productiva sus capacidades
comunicacionales y relacionales, su creatividad y su compromiso con
la actividad. Y trata, también, de que ese ejercicio se gestione de
la manera más aislada posible, desarticulando instancias de acción
colectivas, por la potencialidad de disrupción que ellas conllevan.
La
necesidad de que las relaciones de poder que ligan al sujeto con el
trabajo se inclinen a su favor hace que el capital busque conectar de
manera cada vez más estrecha al trabajador con el trabajo
favoreciendo una parrilla de racionalidad que identifique trabajo,
vida y placer. Cada vez que esta identificación se efectiviza se
pone en evidencia la eficacia del dominio y se muestra que las
relaciones sociales se desenvuelven de manera favorable al capital.
Cada vez que impugnamos esta identificación, mostramos no solo la
posibilidad de entablar otros significados, otras prácticas y otras
relaciones que aquellas dichas como naturales, sino también que la
acción no es privilegio de unos pocos. Mostramos, en definitiva, los
intersticios posibles de lucha contra la dominación.
NOTAS
[1].
Y nos permite también ver cómo ese carácter activo, a veces, puede
resultar útil, y no contrario, a las relaciones mismas de
dominación. Tomemos por caso los reclamos por trabajo o salario
dignos. Este tipo de demandas implica reclamar por el mantenimiento
de la relación laboral y salarial, esto es, por el mantenimiento de
la relación de dominación capitalista.
[2].
Podemos pensar esto a partir del ejemplo del matrimonio. El
compromiso que comienza con la acción voluntaria de dos individuos
de encarar una vida en común se vuelve una determinación impersonal
y objetiva sobre esos individuos cuando, como institución, les
impone un conjunto de obligaciones que ya no derivan de ese acuerdo
voluntario.
[3].
Administración Federal de Ingresos Públicos de la República
Argentina.
[4].
Los comentarios que se incluyen a continuación no pretenden dar
cuenta de un análisis exhaustivo de los ejemplos dado que eso
excedería el objetivo y la extensión esperados de esta
intervención.
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