19 de febrero de 2016

LA ESCLAVITUD CONTEMPORÁNEA – EL PAPEL DE LA CIBERNÉTICA

Alejandro Teitelbaum. Alainet

Resumen
Si bien subsisten actualmente formas de esclavitud similares a las que existieron en la antigüedad y que afectan, según estimaciones, a unas 20 millones de personas (hombres, mujeres y niños) en todo el mundo, existen formas contemporáneas de esclavitud que involucran a la mayor parte de la humanidad y cuyas bases de sustentación son la propiedad privada de los instrumentos y medios de producción, la organización “científica” del trabajo o “management”, la utilización de las neurociencias y de la cibernética al servicio de la tasa de ganancia, las ideologías y culturas dominantes mediatizadas por los oligopolios de la comunicación y la adicción de la gente a los dispositivos –teléfonos móviles multiusos y otros - llamados “inteligentes”.

I. En esta nota no nos referiremos a la esclavitud con las características con que predominó en la antigüedad, pero que todavía subsiste, legalmente, como por ejemplo en Mauritania y en la India, o de hecho en otros lugares y afecta, según estimaciones, a unas 20 millones de personas –hombres, mujeres y niños- en todo el mundo, sino que nos referiremos a la esclavitud contemporánea, inherente a la etapa actual del sistema capitalista y que involucra a la mayor parte de la humanidad.

Y abriremos un paréntesis – en el párrafo IV - acerca del papel desempeñado por algunas utilizaciones de la neurociencia, como el neuromarketing y la neuroeconomía en la consolidación de la esclavitud contemporánea.

II. La primera manifestación en gran escala de la esclavitud contemporánea fue el taylorismo u “organización científica del trabajo”.

El taylorismo y su aplicación en la práctica, el fordismo, se basa en la idea de hacer del trabajador un mecanismo más en la cadena de montaje: el obrero, en lugar de desplazarse para realizar su tarea se queda en su sitio y la tarea llega a él en la cadena de montaje. La velocidad de ésta última le impone inexorablemente al trabajador el ritmo de trabajo.

El primero en aplicarlo en la práctica fue Henry Ford, a principios del siglo XX, para la fabricación del famoso Ford T. Este trabajo embrutecedor agotaba a los obreros, muchos de los cuales optaban por dejarlo. Ante una tasa de rotación del personal sumamente elevada Ford encontró la solución: aumentar verticalmente los salarios a 5 dólares por día, cosa que pudo hacer sin disminuir los beneficios dado el enorme aumento de la productividad y el pronunciado descenso del costo de producción que resultó de la introducción del trabajo en cadena. Los nuevos salarios en las fábricas de Ford permitieron a sus trabajadores convertirse en consumidores, inclusive de los autos fabricados por ellos.

Los trabajadores, que no se sentían para nada interesados por un trabajo repetitivo que no dejaba lugar a iniciativa alguna de su parte, recuperaban fuera del trabajo su condición humana (o creían recuperarla) como consumidores, gracias a los salarios relativamente altos que percibían. Esta situación se generalizó en los países más industrializados sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial y de manera muy circunscripta y temporaria en algunos países periféricos. Es lo que se llamó “el Estado de bienestar”. “El Estado de bienestar no es, como se oye decir con frecuencia, un Estado que llena las brechas del sistema capitalista o que cicatriza a fuerza de prestaciones sociales las heridas que inflinge el sistema. El Estado de bienestar se fija como imperativo mantener una tasa de crecimiento, cualquiera sea, siempre que sea positiva y de distribuir compensaciones de manera de asegurar siempre un contrapeso a la relación salarial”[1] .

El “Estado de bienestar” influyó profundamente en la conciencia de los trabajadores. Lars Svendsen escribe: [los trabajadores] “…terminaron por aceptar la relación salarial y la división del trabajo resultante. Contrariamente a lo que esperaba el marxismo revolucionario, dejaron de cuestionar el paradigma capitalista, contentándose con la ambición más modesta de mejorar su condición en el interior del sistema. Eso significaba también que su esperanza de libertad y de realización personal radicaba en su papel de consumidores. Su objetivo principal pasaba a ser el aumento de sus salarios para poder consumir más”[2]. Algo similar sostuvieron los fundadores de la Escuela de Frankfort. Marcuse escribió en el Prefacio de El hombre unidimensional (1954) que “es tanto más difícil transpasar esta forma de vida en cuanto la satisfacción aumenta en función de la masa de mercancías”. Ello (la satisfacción instintiva), según Marcuse, “ayuda al sistema a perpetuarse”.

III. El Estado de bienestar se terminó más o menos abruptamente con la caída de la tasa de ganancia capitalista y la consiguiente caída de los salarios reales. Para dar un nuevo impulso a la economía capitalista y revertir la tendencia decreciente de la tasa de beneficios, comenzó a generalizarse la aplicación de la nueva tecnología (robótica, electrónica, informática) a la industria y a los servicios[3].

De modo que la nueva tecnología, la organización “científica” del trabajo y el consiguiente aumento de la intensidad del trabajo, aun manteniéndose el mismo horario de trabajo, incrementa el beneficio capitalista como plusvalía relativa (menos trabajo necesario y más trabajo excedente). Y si la jornada laboral aumenta también aumenta el beneficio capitalista (plusvalía absoluta como la que el capitalista obtiene durante la jornada normal de trabajo) aunque se mantenga la misma proporción entre trabajo necesario y trabajo excedente. Véase Marx, El Capital, Libro I, sección 5, Cap. XIV (Plusvalía absoluta y plusvalía relativa).

La introducción de las nuevas tecnologías requería otra forma de participación de los trabajadores en la producción, que ya no podía reducirse a la de meros autómatas. Había que modificar-perfeccionar el sistema de explotación, pues las nuevas técnicas, entre ellas la informática, requerían distintos niveles de formación y de conocimientos, lo que condujo a que comenzaran a difuminarse las fronteras entre el trabajo manual e intelectual. Es así como nace el “management” en sus distintas variantes, todas tendentes esencialmente a que los asalariados se sientan partícipes –junto con los patrones– en un esfuerzo común para el bienestar de todos. Esto no implica la desaparición del fordismo, que sigue vigente para las tareas que no requieren calificación y subsiste esencialmente en la nueva concepción de la empresa: el control del personal –una de las piedras angulares de la explotación capitalista– que se realiza físicamente en la cadena fordista de producción, continúa –acentuado– en la era postfordista por otros medios. “Gracias a las tecnologías informáticas –escribe Lars Svendsen– la dirección puede vigilar lo que sus empleados hacen en el curso de la jornada y cual es su rendimiento” [4]. El nuevo “management” apunta a la psicología del personal. Los directores de personal (o Directores de Recursos Humanos) peroran acerca de la “creatividad” y del “espíritu de equipo”, de la “realización personal por el trabajo”, de que el trabajo puede –y debe– resultar entretenido, (“work is fun”) etc. y se publican manuales sobre los mismos temas. Hasta se contratan “funsultants” o “funcilitators” para que introduzcan en la mente de los trabajadores la idea de que el trabajo es entretenido, de que es como un juego (“gamification” –del inglés “game”– del trabajo) [5].

Si se les pregunta a los asalariados si están satisfechos en su trabajo muchos responderán que sí, que si no trabajaran su vida carecería de sentido. Y esto vale incluso para quienes realizan las tareas más simples. En la cadena fordista la empresa se apodera del cuerpo del trabajador, con el nuevo “management” se apodera de su espíritu. Escribe Svendsen: “Las motivaciones y los objetivos del empleado y de la organización se presume que están en perfecta armonía: El nuevo “management” penetra el alma de cada empleado. En lugar de imponerle una disciplina desde el exterior, lo motiva desde el interior”.
Hans Magnus Enzensberger, poeta y ensayista alemán, escribió en el decenio de 1960: “La explotación material debe esconderse tras la explotación no material y obtener por nuevos medios el consenso de los individuos. La acumulación del poder político sirve como pantalla de la acumulación de las riquezas. Ya no sólo se apodera de la capacidad de trabajo, sino de la capacidad de juzgar y de pronunciarse. No se suprime la explotación, sino la conciencia de la misma”[6].

IV. Los mecanismos de manipulación mental son objeto de trabajos académicos y de seminarios internacionales. En la Universidad de Stanford, California, funciona un Laboratorio de Tecnología Persuasiva que dirige B. J Fogg, quien ha escrito un libro cuyo título lo dice todo: Tecnología Persuasiva: utilizar las computadoras para cambiar lo que pensamos y lo que hacemos (tecnologías interactivas [Persuasive Technology: Using Computers to Change What We Think and Do (Interactive Technologies)]. También se llama a esta disciplina captología. Del 6 al 8 de junio de 2012 se celebró en Linköping (Suecia) el “VII Congreso internacional sobre tecnología persuasiva”. En la convocatoria al Congreso se explicaba que “La tecnología persuasiva es un campo científico interdisciplinario que estudia el diseño de tecnologías y servicios interactivos para cambiar la actitud y el comportamiento de las personas. En él confluyen ámbitos como la retórica clásica, la psicología social y la computación ubicua [7] y sus especialistas suelen dedicarse al diseño de aplicaciones en dominios como el sanitario, empresarial, de seguridad y educativo. El congreso contará con la información más actual sobre cómo diseñar aplicaciones móviles y basadas en Internet, como por ejemplo juegos móviles y sitios dedicados a las redes sociales, para influir en comportamientos, pensamientos y sentimientos”.

También las grandes empresas recurren desde hace un tiempo y financian estudios de “neuroeconomía” y de “neuromarketing”. Con dichos estudios se trata de identificar, apoyándose en algunos aspectos de los trabajos de destacados neurobiólogos como Jean-Pierre Changeux (El hombre neuronal, El hombre de verdad) y Antonio Damasio (El error de Descartes, Spinoza tenía razón) los mecanismos mentales de la toma de decisiones, entre ellos el papel de la emoción, que analiza Damasio en El error de Descartes. La finalidad es elaborar formas de manipulación mental, por ejemplo a través de la publicidad[8] , para condicionar a la gente de manera que compre determinados productos o servicios. Se trata de crear en los seres humanos reflejos condicionados como hacía Pavlov con sus perros de laboratorio. El neuromarketing ocupa un lugar importante en las escuelas profesionales de marketing. Véase, por ejemplo Recherche Marketing & Etudes Internet_ Pub et sciences cognitives comment l’émotion dirige notre cerveau.mht y Du bon dosage de l'émotion - Stratégies.mht . Ya no se trata de vender un auto o un yogurt, sino de vender una emoción, un modo de vida. Por cierto que estos métodos de captación de clientela forman parte del marketing político. El tema de la toma de decisiones en economía tiene alta jerarquía académica: en 2002 recibió el premio Nóbel de Economía un psicólogo, Kahneman, por sus estudios sobre el tema y en 2007 lo recibieron tres economistas Hurwicz, Myerson y Maskin por sus trabajos acerca de la toma de decisiones (véase la nota 7), entre otras cosas, por qué una persona compra una cosa y no otra. En el mundo empresario se aplican también algunos aspectos de las neurociencias para perfeccionar la conducción de los negocios (liderazgo y toma de decisiones) y, como ya hemos señalado, para la gestión del personal.

V. La mayor parte del beneficio resultante del aumento de la productividad engrosa la renta capitalista y una mínima parte se incorpora al salario, aunque no siempre. Es así como una constante del sistema capitalista es la profundización de la desigualdad en la distribución del producto.

Y del mismo modo, el tiempo social liberado por el aumento de la productividad se distribuye desigualmente: el tiempo que dedican al trabajo los asalariados no disminuye, ni aproximadamente, en la misma proporción en que aumenta la productividad. A comienzos del siglo XIX (hace 200 años) escribió Hegel: “El hombre disminuye el trabajo para el conjunto, no para los individuos, para los cuales, al contrario, lo acrecienta, porque cuanto más el trabajo se hace mecánico, menos valor tiene y más el hombre debe trabajar”…”La disminución del valor del trabajo es proporcional al aumento de la productividad del trabajo”…”las fábricas y las manufacturas basan su existencia en la miseria de una clase” (G.F. Hegel, Realphilosophie, 1805-6).

Cabe agregar que pese a que la productividad ha aumentado enormemente en los últimos decenios, como consecuencia del progreso técnico y del aumento de la intensidad en el trabajo y de la jornada laboral, los salarios reales no han seguido –ni aproximadamente– el mismo ritmo de crecimiento. Esto vale también para los cuadros profesionales, cuyos salarios se mantienen congelados y sus condiciones de trabajo no cesan de deteriorarse.

El profesor Pietro Basso en su libro Temps modernes, horaires antiques. La durée du travail au tournant des millénaires (Lausanne, Suisse, Editions Page deux, 2005) dice que el aumento de la productividad del trabajo, que debería estar acompañada lógicamente de una reducción del tiempo de trabajo (diario, semanal y anual) y de la reducción de la intensidad del mismo lo que efectivamente ocurrió de manera general hasta culminar en el decenio de 1920 cuando las luchas de los trabajadores, ayudadas por el temor de los capitalistas al ejemplo de la Revolución de Octubre en Rusia, lograron la jornada hebdomadaria de 48 horas. Pero con el fordismo aumentó la intensidad del trabajo, como muestra agudamente Chaplin en el film Tiempos Modernos. Desde entonces la jornada de trabajo se mantuvo estable, aunque disminuyó la jornada anual como resultado de las vacaciones más prolongadas y en algunos países disminuyó también la jornada semanal. 

Pero en los últimos años, pese a que continuó aumentando la productividad, esa tendencia a la reducción de la jornada laboral se invirtió y también aumentó la intensidad del trabajo con el “toyotismo” (“just in time”: producción de lo necesario en función de la demanda de cada momento evitando la acumulación de stocks de mercancías) y con la flexibilidad laboral. Esta tendencia al aumento de la jornada laboral se acentúa a causa de la necesidad que tiene mucha gente de trabajar más tiempo (en el mismo empleo o en un trabajo adicional) a fin de ganar lo mínimo necesario para sobrevivir.

Con el “management” se procura que el trabajador de “cuello blanco”, que es –o tiende a ser– mayoritario en las países más industrializados, centre su vida como persona en el seno de la empresa y llene su tiempo “libre” fuera de ella –orientado por la moda y la publicidad– como consumidor de objetos necesarios e innecesarios [9] y de distinto tipo de entretenimientos alienantes, como espectador de deportes mercantilizados, de series televisivas, como adicto a juegos electrónicos (verdadero flagelo contemporáneo), etc., en la medida que se lo permiten sus ingresos reales y los créditos que pueda obtener (y que, en tiempos de crisis, no puede rembolsar).

Dicho de otra manera, el sistema capitalista en su estado actual trata de superar sus contradicciones insolubles inherentes a la apropiación por los dueños de los instrumentos y medios de producción y de cambio de buena parte del trabajo humano social (plusvalía) apoderándose de la mayor parte del creciente tiempo libre social (distribución desigual del tiempo libre social ganado con el aumento de la productividad) para “poner plustrabajo”, como escribe Marx en los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) y apoderándose también del escaso tiempo libre particular que les queda a quienes trabajan, mercantilizándolo como objeto de consumo.

De modo que puede decirse que la esclavitud asalariada propia del capitalismo, que pudo entenderse limitada sólo a la jornada laboral, ahora se extiende a TODO EL TIEMPO de la vida de los asalariados. De alguna manera, ha desaparecido la diferencia entre la esclavitud como sistema prevaleciente en la antigüedad (el esclavo al servicio del amo de manera permanente) y la esclavitud asalariada moderna.

VI. Con la sociedad industrial y la economía de mercado el producto del trabajo dejó de ser la “obra” de una persona para satisfacer inmediatamente sus necesidades y pasó a ser el medio de producir –a las órdenes de un patrón– bienes y servicios destinados al mercado, a cambio de recibir un salario que le permite adquirir los bienes y servicios necesarios para sobrevivir que se encuentran en ese mismo mercado.
Gorz [10] afirma que el trabajo, cualquiera sea el sistema económico-social, siempre es alienante pues requiere una organización generadora de burocracias jerarquizadas y el trabajador debe someterse a esa organización. Y se remite a las experiencias de los países del socialismo real.

Pero lo que está claro y es indiscutible es que solo se puede superar la contradicción inherente al capitalismo entre el aumento de la productividad y la profundización de las desigualdades sociales suprimiendo la propiedad privada de los instrumentos y medios de producción y de cambio y así, la apropiación privada de la plusvalía. Eliminando de la jornada de trabajo el trabajo excedente o plustrabajo que constituye el beneficio del capitalista, por un lado, y no agregando plustrabajo (salvo el destinado a la reproducción del capital social) en el tiempo libre así ganado, por el otro. Incrementando de ese modo el tiempo libre para todos, tal como previó Marx en los Grundrisse (1857). Es decir, que aun admitiendo que el trabajo es siempre alienante (aunque puede sostenerse que no lo es para la minoría que realiza su vocación en el trabajo, que puede convertirse en una mayoría en un sistema socialista) la abolición del capitalismo debe implicar un aumento inmediato del tiempo libre social, su redistribución igualitaria y su reapropiación por cada ser humano para su realización personal.

En este último caso cabe hacer la diferencia entre el trabajo impuesto como obligación social (que puede ser alienante aun en un sistema socialista [11]) y la ocupación libremente elegida para el tiempo libre (“disposable time”, como escribió Marx en los Grundrisse). Tiempo realmente libre que, como hemos señalado antes, ha cesado totalmente de existir en el capitalismo contemporáneo. De modo que la cuestión que plantearon los fundadores de la Escuela de Frankfort que Svendsen sintetiza en la frase “Contrariamente a lo que esperaba el marxismo revolucionario, [los trabajadores] dejaron de cuestionar el paradigma capitalista, contentándose con la ambición más modesta de mejorar su condición en el interior del sistema” conserva plena actualidad.

En el Primer Manuscrito (El trabajo enajenado), párrafo XXIII, escribe Marx:

“…Ciertamente el trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce privaciones para el trabajador. Produce palacios, pero para el trabajador chozas. Produce belleza, pero deformidades para el trabajador. Sustituye el trabajo por máquinas, pero arroja una parte de los trabajadores a un trabajo bárbaro, y convierte en máquinas a la otra parte. Produce espíritu, pero origina estupidez y cretinismo para el trabajador.
La relación inmediata del trabajo y su producto es la relación del trabajador y el objeto de su producción. La relación del acaudalado con el objeto de la producción y con la producción misma es sólo una consecuencia de esta primera relación y la confirma. Consideraremos más tarde este otro aspecto.

Cuando preguntamos, por tanto, cuál es la relación esencial del trabajo, preguntamos por la relación entre el trabajador y la producción.

Hasta ahora hemos considerado el extrañamiento, la enajenación del trabajador, sólo en un aspecto, concretamente en su relación con el producto de su trabajo. Pero el extrañamiento no se muestra sólo en el resultado, sino en el acto de la producción, dentro de la actividad productiva misma. ¿Cómo podría el trabajador enfrentarse con el producto de su actividad como con algo extraño si en el acto mismo de la producción no se hiciese ya ajeno a sí mismo? El producto no es más que el resumen de la actividad, de la producción. Por tanto, si el producto del trabajo es la enajenación, la producción misma ha de ser la enajenación activa, la enajenación de la actividad; la actividad de la enajenación. En el extrañamiento del producto del trabajo no hace más que resumirse el extrañamiento, la enajenación en la actividad del trabajo mismo.

¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo?

Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a si mismo, sino a otro. 
Así como en la religión la actividad propia de la fantasía humana, de la mente y del corazón humanos, actúa sobre el individuo independientemente de él, es decir, como una actividad extraña, divina o diabólica, así también la actividad del trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo. [12]. Pero el ser humano no sólo está alienado como productor sino también como consumidor (incitación al consumismo mediante la “tecnología persuasiva” y el neuromarketing)[13] y asimismo está alienado a las ideologías dominantes, que lo llevan a aceptar el orden capitalista vigente como un hecho natural e inmutable”.

A ello contribuye de manera importante la concentración oligopólica de los medios de comunicación de masas (incluida la comunicación electrónica) y de los productos de entretenimiento de masas (series televisivas, música popular, parques de diversiones, juegos de vídeo, filmes, etc.) está en su apogeo. Grandes empresas tienen el control mundial casi total de esos productos, mediante los cuales dictan a los seres humanos cómo deben pensar, qué deben consumir, cómo deben utilizar su tiempo libre, cuáles deben ser sus aspiraciones, etc. Son el instrumento destinado a mantener y consolidar la hegemonía de la ideología y la cultura del sistema capitalista y formidables instrumentos para la neutralización del espíritu crítico, la domesticación y la degradación intelectual, ética y estética del ser humano. Uniformizan a escala planetaria los reflejos y comportamientos del ser humano, destruyendo la originalidad y riqueza de la cultura de cada pueblo. Son los vectores de la ideología del sistema dominante, que filtran la información y que tiñen la información ya filtrada de esa misma ideología en función de sus intereses particulares [14].

NOTAS:
[1] Dominique Meda, Le travail, une valeur en voie de disparition. Ed. Aubier, Paris, 1995, pág. 135.
[2] Lars Svendsen, Le travail. Gagner sa vie, à quel prix? Editions Autrement, Paris, setiembre 2013, pág. 140.
[3] “…En toda la historia del capitalismo, desde la gran revolución industrial de fin del siglo XVIII hasta nuestros días, el sistema económico se ha desarrollado por movimientos sucesivos de inversiones y de innovaciones tecnológicas. Esos movimientos parecen principalmente vinculados a las dificultades inherentes al proceso de acumulación del capital: este, en un momento dado, se traba y todo se cuestiona: la regulación, los salarios, la productividad. La innovación tecnológica es una manera de salir de la crisis, pero no viene sola: ella afecta directamente, a veces el nivel del empleo, siempre la organización del trabajo y el control ejercido por los trabajadores sobre su oficio y sobre sus instrumentos de trabajo y por sus organizaciones sobre el nivel de los salarios, sobre la disciplina en el trabajo y la seguridad laboral…”. Alfred Dubuc, Quelle nouvelle révolution industrielle? en: Le plein emploi à l’aube de la nouvelle révolution industrielle. Publicación de la Escuela de Relaciones Industriales de la Universidad de Montreal, 1982. https: //papyrus.bib.umontreal.ca/jspui/handle/1866/1772
[4] Un estudio detallado de la organización del trabajo en las empresas que han incorporado la robótica se puede encontrar en Benjamín Coriat, L’atelier et le robot. Essai sur le fordisme et la production de masse à l’age de l’électronique. Ediciones Christian Bourgois, Francia. 1990. Sobre el mismo tema: de Michel Freyssenet, Trabajo, automatización y modelos productivos. Grupo Editorial Lumen, Argentina 2002.
[5] Véase, en el sitio http://www.changeisfun.com/about/leslie.html, la ejemplar biografía y bibliografía de Leslie Yerkes, presidenta de Catalyst. Su biografía comienza así: “La especialidad de Leslie está ayudando a las organizaciones a convertir los retos en oportunidades. Su filosofía es simple: La gente es básicamente buena, bien intencionada, valiente y capaz de aprender, y el trabajo de Leslie consiste en proporcionar un marco en el que la gente puede recurrir a sus propios recursos internos para encontrar soluciones creativas”.
[6] Hans Magnus Enzensberger, Culture ou mise en condition? Collection 10/18, Paris 1973, págs. 18-19.
[7] Computación ubicua o “inteligencia ambiental” es la integración de la informática en el entorno de las personas, de forma que los ordenadores no se perciban como objetos diferenciados.
La persona interactúa de manera natural con los dispositivos informáticos y sistemas computacionales que a su vez interactúan entre sí y puede realizar cualquier tarea diaria a través de dichos dispositivos (encender las luces, poner en marcha la calefacción, el horno de la cocina o el televisor, encender y apagar la computadora en el lugar de trabajo, etc. desde cerca o a distancia).
Estos dispositivos pueden tener una utilidad práctica (como el que impide poner en marcha el automóvil si el conductor no ha ajustado su cinturón de seguridad, lo que induce un comportamiento positivo) pero por un lado tienden a convertir al ser humano en un robot más que va perdiendo su capacidad de decisión y por el otro permiten controlar a distancia todas las actividades, aún las más rutinarias, de las personas.
[8] Patrick Le Lay, en 2004, siendo Presidente Director General de la emisora de televisión francesa TF1, decía : « Hay muchas maneras de hablar de la televisión. Pero en la perspectiva de los negocios hay que ser realistas: la base del trabajo de TF1 es ayudar por ejemplo a Coca Cola a vender su producto. Para que un mensaje publicitario sea percibido es necesario que el cerebro del espectador esté disponible. Nuestras emisiones tienen por vocación hacerlo disponible…lo que vendemos a Coca Cola es tiempo del cerebro humano disponible”. (09/07/2004 17:24:00 - L'Expansion.com).
[9] Es el llamado efecto de demostración o de imitación, que en el plano económico fue formulado por James Stemble Duesenberry quien se refiere a la tendencia de los miembros de un grupo social a imitar los comportamientos de consumo de la capa de mayores ingresos de ese mismo grupo o de la capa inmediatamente superior para tratar de identificarse con estos últimos (Duesenberry, James, Income, Saving and the Theory of Consumption Behaviour. Harvard University Press, 1949). La moda y las marcas promueven ese efecto. En un plano más general, se llama también efecto de demostración o de imitación al hecho de que las clases populares (por lo menos una buena parte de ellas) tienden a imitar los modos de pensar y los comportamientos de las élites dirigentes. Incluso, en no pocos casos, tratan de copiar los comportamientos delictuosos de las élites (todos roban yo también), con la creencia de que, como aquéllas, beneficiarán de impunidad.
[10] André Gorz, Métamorphoses du travail. Critique de la raison économique, Gallimard, Paris, 2004. Edición en castellano: Metamorfosis del trabajo. Búsqueda del sentido. Crítica de la razón económica. Editorial Sistema. Madrid 1995.
[11] Aunque puede sostenerse que en un sistema socialista el trabajo cesa de ser alienante cuando es realizado como resultado de un proyecto decidido en común con un objetivo de interés general.
[12] Marx, Manuscritos económicos-filosóficos de 1844.
[13] Marx se refiere a lo que ahora llamamos consumismo en el Tercer Manuscrito (Propiedad privada y comunismo) punto 4: “La propiedad privada nos ha hecho tan estúpidos y unilaterales que un objeto sólo es nuestro cuando lo tenemos, cuando existe para nosotros como capital o cuando es inmediatamente poseído, comido, bebido, vestido, habitado, en resumen, utilizado por nosotros. Aunque la propiedad privada concibe, a su vez, todas esas realizaciones inmediatas de la posesión sólo como medios de vida y la vida a la que sirven como medios es la vida de la propiedad, el trabajo y la capitalización. En lugar de todos los sentidos físicos y espirituales ha aparecido así la simple enajenación de todos estos sentidos, el sentido del tener. El ser humano tenía que ser reducido a esta absoluta pobreza para que pudiera alumbrar su riqueza interior (sobre la categoría del tener, véase Hess, en los Einnundzwanzig Bogen)”.

[14] Todos estos mecanismos-más o menos refinados – de explotación del trabajo humano se interrumpen abruptamente cuando la empresa recurre directamente al chantaje, poniendo a los trabajadores ante la disyuntiva de aceptar el empeoramiento de las condiciones de trabajo en materia de salarios y/o horarios o el cierre o la deslocalización de la empresa y la consiguiente pérdida del empleo. O cuando la empresa directamente despide a parte del personal. Para facilitar la tarea en este sentido a la patronal, algunos Gobiernos proceden a reformar negativamente la legislación laboral, entre otras cosas autorizando las negociaciones por empresa, en lugar de la negociación por rama y así desunir y debilitar el frente de los trabajadores. Este es el proyecto que tiene en estado avanzado el Gobierno “socialista” francés

18 de febrero de 2016

RECESIÓN GLOBAL: ¿SEGUNDA TEMPORADA?

Paula Bach. Izquierda Diario

¿Por qué sería conveniente prepararse para la próxima recesión?”, se pregunta retóricamente Martin Wolf. “¿Qué está frenando a la economía mundial?”, indaga Joseph Stiglitz. Janet Yellen advirtió que “la turbulencia mundial podría golpear el crecimiento”, sugiriendo la intención de la Fed de postergar un nuevo incremento de tasas de interés.

Hechos, dichos y anuncios se retroalimentan. Ocho de las últimas nueve sesiones bursátiles europeas cerraron en rojo conduciendo a las plazas del viejo continente a su nivel más bajo en los últimos dos años y medio (El País, 11-2-16). Las dudas sobre la capacidad de pago del Deutsche Bank primero y de Société Général de Francia luego, se sumaron a una banca italiana atrapada en un mar de activos tóxicos, actuando como propulsores claves de las últimas caídas. La bolsa china no operó durante esta semana por los festejos del Año Nuevo Lunar.

Tokio cerró la semana con su peor racha desde 2008. A principios de año el Banco de Japón –como síntoma de escasa inflación y debilidad económica- anunció la implementación de una tasa de interés negativa para los bancos que quieran ahorrar en la entidad (o sea, quien quiera dejar allí su dinero, tendrá que pagar). Luego de que Yellen exteriorizara sus temores, el Banco de Suecia volvió a bajar las tasas de interés dejándolas en un nivel más negativo aún (-0,5%), con el fin de debilitar su moneda y combatir las tendencias deflacionarias. Suiza, Suecia, Dinamarca y el Banco Central Europeo, hace rato que sostienen tasas de interés negativas.

La propia Yanet Yellen sugirió ahora que no las descarta precipitando, como era de esperar, una nueva caída de Wall Street. Michael Roberts está en lo cierto: las tasas negativas son resultado de la incapacidad de los tipos de interés cero de cumplir los objetivos de crecimiento e inflación durante los años posteriores a la caída de Lehman. Pero además, las tasas negativas afectan las ganancias de los bancos y contribuyen a explicar el foco bancario de la actual convulsión. Mientras tanto y como también pone de relieve Roberts, Brad DeLong auguraba hace no mucho que “Los economistas del futuro probablemente denominen a esta época como "La más larga Depresión”. El profesor de Berkeley recuerda que antes de la crisis de 2008 solía enseñar a sus estudiantes que durante una perturbación en el ciclo económico, se estaría a un 40% del retorno a la normalidad en un año. Y que la tendencia de largo plazo apenas se vería afectada por las alteraciones del ciclo de corto plazo.

Siempre habría burbujas, pánicos, inflaciones y recesiones que presionarían a la producción y al empleo fuera de su tendencia de largo plazo, pero serían transitorias. Sin embargo recuerda también que en el contexto de las secuelas de 2008, Stiglitz fue uno de los que advirtió que él y los economistas que pensaban como él, estaban equivocados. Y que sin políticas extraordinarias, sostenidas y agresivas, nunca volveríamos a lo que antes de 2008 “pensábamos” como normal. Ahora reconoce DeLong que él estaba equivocado, mientras Stiglitz era quién tenía la razón. ¿Qué hay detrás de tanto escepticismo?

Nueve de las últimas cinco recesiones (o ficciones y realidades)
Las políticas monetarias flexibles y el incremento extraordinario de las deudas –incluyendo el apalancamiento bancario y la continuada vulnerabilidad de la banca europea-, constituyen fenómenos que acompañaron como la sombra al cuerpo el débil desempeño de la economía mundial durante los últimos años. Dicho con mayor precisión y como se manifestó en múltiples oportunidades, estos mecanismos junto con la vigorosa recuperación de China a partir de 2010, fueron responsables de que la economía mundial –aún a costa de un magro crecimiento- evitara una depresión como aquella de la década del ’30 superando en términos técnicos la recesión de 2008/9.

Es cierto que un mundo inundado de dinero barato no estuvo exento de episodios de riesgo financiero –tener en cuenta la crisis europea de 2010/13 y posteriormente Grecia. Pero vale la pena recordar la ironía de Paul Samuelson cuando hace 50 años lanzó que “el mercado de valores había anticipado nueve de las últimas 5 recesiones”. Summers advierte que allende el sarcasmo, las señales deben ser tomadas en serio cuando son de larga duración y provienen de muchos mercados a la vez. La actual, parecería ser una de las cinco “buenas”.

¿Por qué los problemas de la deuda –incluyendo tanto las recientes caídas bursátiles chinas, como las de Wall Street, Japón y las derivadas del apalancamiento de los bancos europeos- se ponen de manifiesto ahora con tanta exaltación? ¿Qué explica el actual consenso de gran parte del ala de los economistas neokeynesianos con respecto a la insuficiencia o ineficiencia –incluso casi exagerada- de las políticas monetarias y la exigencia de políticas fiscales destinadas a reactivar la economía real? ¿Por qué razón la perspectiva de una nueva recesión mundial se dibuja en un horizonte más cercano o más lejano de los economistas de las tendencias ideológicas más diversas? Es evidente que un escenario nuevo se está delineando y una explicación sensata exige volver la vista hacia la correlación entre el mundo de las finanzas y el mundo de la economía real. Para decirlo gráficamente y en pocas palabras, China utilizó más cemento en los últimos tres años que Estados Unidos durante todo el siglo XX. Y como también se expresó desde esta columna -aún independientemente del destino inmediato del gigante asiático- lo que parece seguro es que su economía ya no está creciendo lo suficiente como para continuar atrayendo el capital de los países centrales que no tiene lugar para ser invertido en “casa”. Tampoco parece posible la continuidad de China como el gran motor de la demanda mundial cuestión que a su vez golpea a Alemania que la emplea como destino alternativo de los productos invendibles en la Eurozona.

El crecimiento de China a “tasas chinas” actuó como el “costado real” de masas de dinero barato enviadas al mundo por los países centrales. Y la comunión de ambos aspectos –el real y el financiero- garantizaron el ascenso vertiginoso de los precios de las materias primas y con él, el crecimiento de los llamados mercados “emergentes” y otros exportadores de materias primas que a su vez alojaron grandes masas de capital sin destino en los países centrales. Este proceso se está revirtiendo y en su curso parece estar poniendo de relieve el costado “ineficaz” de las políticas monetarias de los países centrales. Algo de esto parece verificarse en el incremento de la Reserva Federal norteamericana de las tasas de interés en “mal momento” y en los riesgos que ostenta en primer lugar el Deutsche Bank, o Société Général o los bancos italianos. Otros destinos “reales” del capital resultan aún insuficientes, como México, o poco probables –al menos por ahora- como India.

Algo más que una nueva fase
Más allá de los tiempos –impredecibles- y las formas, la conjunción de estos factores parecería estar augurando algo más que un nuevo episodio de la crisis. Si bien hasta cierto punto el proceso que comenzó en 2008 puede periodizarse en fases, dicha periodización debería evitar una operación sumatoria en la que cada episodio resulte la expresión fenoménica de un contenido idéntico. Sobre todo si se tiene en cuenta la definición del apartado anterior relativo a la sinergia entre lo “ficticio” y lo “real”, deben definirse -al menos en retrospectiva- dos grandes momentos.

El primero aquel que se corresponde técnicamente con la Gran Recesión internacional de 2008/9. El segundo está enmarcado por el concurso entre las medidas monetarias y el despegue chino. Es el momento en el que se espanta el fantasma de la Gran Depresión y la recesión se contiene. Por supuesto y como ya se mencionó, este momento se caracterizó por una debilidad endémica y no estuvo libre de diversos episodios incluyendo la conmoción de la banca europea o la inconclusa crisis griega.

Pero si estamos en lo correcto y lo que se está agotando es aquella sinergia, es muy poco probable que nuevas medidas monetarias sin la concurrencia de algún nuevo sector de la economía real, permitan retornar a las condiciones del momento precedente. Lo que aparentemente se está modificando es el sustrato –por llamarlo de algún modo- sobre el que se desarrollaron los acontecimientos desde 2010 a esta parte. Motivo por el cual, más allá de los tiempos y las formas que adquiera –insistimos-, parecería ser que estamos presenciando el inicio de un nuevo momento de la crisis económica mundial.

17 de febrero de 2016

UN PLAN B PARA NO IR A NINGUNA PARTE

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Cuando los socialdemócratas critican a otros socialdemócratas acaban dando vueltas para no ir a ninguna parte o, lo que es peor, para acabar asumiendo lo que dicen combatir. En este caso, la propuesta Varoufakis para Europa, también conocida como Plan B para Europa.

Si se fijan, todos ellos pertenecen a la versión española de lo que se ha dado a conocer como el socialismo del siglo XXI, perteneciendo algunos de ellos incluso a la Asociación Político-Cultural Socialismo 21, que no pretende otra cosa que ocupar el espacio que por la izquierda dejó el PSOE y que no es otro que el de la socialdemocracia, que hoy ocupa IU, organización a la que la mayoría de ellos pertenece. Habrá quienes considerarán esta posición, sin aceptar que ya no hay espacio para la socialdemocracia porque el capital ya no quiere ni necesita pacto social y sin él no hay socialdemocracia que valga, como un avance porque hoy el PSOE es social-liberal.

Y todos ellos tienen también en común el hecho de pertenecer a la Plataforma Salir del Euro, que se cuestiona dicha moneda sin asumir que ella es un producto de la UE y que no se entiende el significado del euro contra la clase trabajadora sin entender la naturaleza capitalista de la UE desde su origen en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). No es que la UE haya involucionado hacia la Europa del capital o de los mercaderes, como quieran llamarla, sino que siempre fue eso, sólo que en una fase expansiva del capitalismo, por lo que entonces el capital podía permitirse y consideraba necesario contar con la complicidad del sindicalismo de concertación y de la socialdemocracia, ya fuera en sus versiones PPSS o eurocomunista.

En un momento dado de la construcción política y financiera de la UE, ésta necesitó de una moneda única, el euro, que no ha sido tan única dentro de esta institución supraestatal. El mercado único la necesitaba.

Desde esa socialdemocracia transnochada se entiende ese discurso tan calculado de arremeter en su texto contra el euro pero no hacerlo frontalmente contra la Unión Europea, abogando abiertamente por la salida de ella. Se limitan a desear, como buenos socialdemócratas en versión IU, cambiar la“actual UE”, como machaconamente insisten. Sólo Joan Tafalla, que ahora firma un texto distinto, se ha pronunciado púbnlicamente hace tiempo por salir de la UE y no sólo del euro. La socialdemocracia jamás se propondrá destruir el capitalismo sino sólo reformarlo y la UE es, siempre fue, puro capitalismo, con ropaje de pacto social y Estado del Bienestar o sin ellos. No se engañen, no hay economías mixtas entre capitalismo y socialismo porque no hay soluciones intermedias entre extraer la plusvalía a la clase trabajadora o no hacerlo, del mismo modo en que no se puede estar medio embarazada o soplar y sorber al mismo tiempo.

La UE no se jodió en Maastrich. Se jodió en origen pues era la arquitectura necesaria para un área económica capitalista europea y eso se sabía desde el principio. En Maastrich lo que hubo es un giro de tuerca para pasar del modelo de pacto social al de extracción de la plusvalía a la clase trabajadora sin la anestesia del Estado del Bienestar. Lógico que se asuma por parte de militantes de una organización que pretende buscar fórmulas para superar la crisis capitalista, no una estrategia para acabar con este sistema. Y esa postura política no es de ahora sino de hace 30 años, cuando dicha organización nació de las entrañas de un partido eurocomunista.

Resulta divertido ver cómo, dentro de los firmantes del llamamiento del Plan B para Europa, los autores de este texto critican a Varoufakis, el más coherente de los títeres “progresistas” del capital en su descarada posición política bersteiniana y salvan la cara de Lafontaine, un líder socialdemócrata del socialdemócrata Die Linke, proveniente del socialdemócrata SPD, siendo que ambos partidos gobiernan juntos varios landers.

Los encajes de bolillos para explicar una supuesta diferencia ideológica profunda entre unas supuestas corrientes “izquierdistas” del Plan B y otras corrientes más a la derecha, dentro de la que significativamente no nombran más que al ex ministro griego, para no incomodar a Podemos (Miguel Urban, eudiputado de Podemos, miembro de Anticapitalistas y firmante del llamamiento) al firmante de la postcomunista IU Alberto Garzón o la señora Colau resultan en la práctica ridículos, sobre todo cuando, tras titular del modo en que lo hacen su artículo y avisar de posibles divisiones entre ambas “corrientes” acaban por afirmar los siguiente:

A pesar de nuestro desacuerdo con el manifiesto por su huidiza posición y sus desenfocadas propuestas, consideramos que representa una contribución para despertar la conciencia de los ciudadanos sobre el crucial tema de Europa. Esta conciencia es decisiva para afrontar la desolación económica y social que se ha instalado en muchos países”.

¿Les sorprende a ustedes que los firmantes del texto que les presentó a continuación sean parte de ese movimiento llamado “Otra Europa es posible” cuando es sabido que el capitalismo es irreformable y que, en consecuencia, la UE también lo es? A mí no, como tampoco el papel histórico y presente jugado por la socialdemocracia como caballo de refresco del capitalismo, sea en las versiones de estos señores o de los líderes podemitas y sus correligionarios.

Ante la falta de voluntad revolucionaria y de falta de propuestas reales, la socialdemocracia juega al escondite, a la mitosis, reproduciéndose por partición, y al entretenimiento a una clase trabajadora europea y nacional que con unos o con otros seguirá experimentando las mismas curas de caballo que les aplica el capital a través de sus servidores políticos de turno.

Sin más, les dejo con este divertido intento de cuadrar el círculo de la socialdemocracia clásica y de la renovada, por su patético cinismo tan evidente en su fracaso futuro.

UN PLAN B PARA NO IR A NINGUNA PARTE

Ramón Franquesa/ Pedro Montes/ Joan Tafalla/ Diosdado Toledano. Crónica Popular


Después del encuentro celebrado en París el 23 y 24 de enero pasado, las personas y fuerzas políticas agrupadas en lo que se conoce como el plan B para Europa trasladan su caravana a Madrid los días 19, 20 y 21 febrero.

La puesta en marcha de estas iniciativas revela ante todo la precaria situación en la que se encuentra la Unión europea y el incierto proyecto de integración del Continente. Por mucho que se quiera pasar por alto la desolación social existente, el fracaso de la unión monetaria, el desconcierto político de Europa, es imposible no detectar un gran malestar general y no sentirse en la necesidad y obligación para los que se reclaman de la izquierda de decir algo sobre sobre el mal de fondo, las fracturas en las que se asienta la actual Unión.

A ello responde el llamado plan B, surgido tras el desastre que representó la claudicación del gobierno de Tsipras a la Troika en julio del pasado año. Todo se conmovió en la izquierda, por más que, en nuestro país en particular, se haya extendido un manto de silencio sobre el análisis y consecuencias de lo acontecido. Acaban de celebrarse las elecciones generales y nunca entró en el debate y las propuestas de los partidos el condicionante del tema europeo, y en el embrollo de la investidura se elude contumaz y sistemáticamente la respuesta que será forzoso dar a las exigencias de la Comisión europea, que exige nuevos ajustes y recortes sin tapujo alguno, con independencia del gobierno que se configure. http://planbeuropa.es/llamamiento/

Se agrupan en torno al plan B muchos personajes reconocidos de diferentes países. Inmediatamente se detecta que hay dos posiciones bien diferenciadas, cuya convivencia no podrá tener una gran vigencia temporal. Por un lado, están aquellos que habiendo comprendido correctamente la naturaleza política e ideológica de la unión monetaria, y sus inevitables consecuencias, que tan de manifiesto se han puesto en Grecia y en otros países periféricos, entre ellos España, no cabe otra solución que desmantelar la zona euro, bien sea por un acuerdo colectivo entre los países europeos, o bien sea porque unilateralmente los países estrangulados por el euro se desprendan el dogal que los asfixia. Participantes en París como Oskar Lafontaine, Costa Lapavitsas, Fréderic Lordon o Zoe Konstantopoulou, dejaron nítida su posición a favor de la ruptura de la unión monetaria.

Pero, junto a ellos, participan en esa iniciativa otras personas y organizaciones cuyas propuestas no están claras ni tampoco sus verdaderas intenciones políticas, pues no dejan despejada la respuesta que dar al euro ni tampoco la forma de acabar con el proyecto de la unidad europea levantado a partir del Tratado de Maastricht de 1992. Incluso hablan con desparpajo de “salvar Europa de si misma”, echándose sobre los hombros una responsabilidad que los pueblos nunca han pedido, sino más bien todo lo contrario como lo demuestran cada vez que han sido consultados. Se ha llegado a decir que en el plan B conviden dos almas, y cabe admitirlo así, sin perjuicio de las diferencias y matices que existen en cada una de ellas. (E n una reciente entrevista, Oskar Lafontaine ha mostrado discrepancias claras en relación con los objetivos que viene defendiendo Yanis Varoufakis , famoso ex-ministro griego que abandonó sin más las negociaciones del gobierno de Tsipras con la Troika ).

Desde luego, los promotores del encuentro de Madrid pertenecen sin duda alguna al sector del alma en pena, de los que no se sabe si suben o bajan, a juzgar por el documento lanzado para la convocatoria. La prensa se ha hecho eco de la edición de un manifiesto para la reforma de la Unión europea bajo la fórmula de un plan B. Vista la lista de los primeros firmantes, numerosos, reconocidos nombres, con autoridad legítima unos, con cargos otros, no es sorprendente esa irrupción mediática, ligada además al nombre de Varoufakis.

En el manifiesto es fácil detectar el origen ideológico de su elaboración, por más que siempre hay firmantes para todo, que se dejan seducir fácilmente cuando se habla de democracia y si de asuntos económicos se trata para no quedar descolgados en el limbo de la ignorancia. Son los partidarios del no pero si, tan frecuentes en la política. Los que tan cómodamente se instalan en la confusión y buscan coherencias con argumentos espurios.

Para muchos de ellos, es preciso criticar con mucha crudeza a la Unión europea por sus carencias y política, pero no proponer su liquidación. Paradójicamente denuncian los desastres para los trabajadores y demás capas populares provocados por la globalización que representa la zona euro, pero alegan que tiene la ventaja de que ha impulsado el “internacionalismo”. Afirman que las soluciones no pueden ser nacionales, ni revertir de nuevo la soberanía a los estados-nación, porque es algo superado históricamente, salvo para los gobiernos de cada país para mejor extorsionar a sus pueblos amparándose en la internacionalización del capital. Piensan que realmente no hay solución a los problemas de Europa y de los países miembros en el marco de la unión monetaria, pero ya estamos afortunadamente integrados bajo las exigencias y los dogmas del neoliberalismo y quizás convenga inventar reformas inviables que no supongan rupturas. Se trata de una nueva edición de la política TINA ( There is not alternative) practicada recientemente por el gobierno de Tsipras Todo ello nos recuerda al revisionismo taimado y viejo, arropado de sensibilidad social pero resignado e impotente para evitar lo que se denuncia. Cortinas de humo para alimentar el oscurantismo, no dejar ver con claridad a nadie y taparse las vergüenzas propias.

Toda reacción para combatir la UE actual es bienvenida, pero es muy penoso que tantas firmas ilustres junten su nombre para producir un manifiesto tan pobre, confuso, desorientado e inútil. Muchos cerebros para gestar un ratón de manifiesto tan lamentable, cuando la crisis europea golpea con tanta fuerza y en algunos países de la Unión el dolor y los sufrimientos y su extensión ciudadana alcanzan situaciones dramáticas, al punto de que se pueden avecinar encrucijadas políticas donde opciones siniestras pueden tener su oportunidad, como incluso se menciona en el manifiesto, o plan B.

Que a estas alturas se venga a reconocer que la UE no es democrática y que la política está dominada por los poderes económicos es un gran acierto analítico, si bien ha transcurrido demasiado tiempo para percatarse de ello y para sentirse en la obligación de demostrarlo. En efecto, la Unión europea y el sistema económico capitalista, en su versión más dogmática y neoliberal en que se sustenta, no son democráticos. Pero cabría exponerlo limpiamente, sin mezclar asuntos y sin amalgamar problemas. En Grecia, en julio del pasado año, no hubo un golpe de estado financiero, sino la entrega de un gobierno que, mandatado por los ciudadanos a no negociar nuevos ajustes y recortes, claudicó ante la Troika y aceptó estrangular con más fuerza a los trabajadores y capas populares griegas.

Tampoco aclara mucho citar el triste problema de los refugiados como ligado a la naturaleza de Unión europea, cuando sobre todo es una situación generada por el imperialismo americano y los juegos contradictorios y turbios de otros muchos países. En fin, desde el punto de vista ideológico, decir que las instituciones europeas trabajan a favor de una pequeña minoría es no haber entendido que esa pequeña minoría representa el poder de la gran burguesía europea con sus diferentes tensiones y luchas de poder. No es necesario ridiculizar a Marx para aclarar que en el capitalismo la inmensa mayoría está doblegada y supeditada a los intereses de la minoritaria, pero todopoderosa, clase dominante.

Con ese trasfondo analítico y la trivial conclusión de la falta de democracia en la Unión europea, la inanidad de las propuestas del manifiesto es tan manifiesta que cabe malévolamente pensar que su objetivo no es tanto poner fin a la situación desoladora en tantos sentidos que vive Europa como a confundir la población y darle un respiro a las instituciones europeas. Ante el malestar y las propuestas más radicales que han surgido, como la necesidad de que los países recuperen su soberanía económica y monetaria y abandonen el euro, ya sea cohesionada o aisladamente, el plan B cabe interpretarlo como un programa de viaje a ninguna parte. Como un intento de desviar la atención sobre los verdaderos problemas y sus causas e ilusionar con falsas expectativas a una población desorientada, a través de la potencia mediática que pueden acumular tantas firmas ilustres proclamando la nada.

La ambigüedad, la falta de rigor y la inconcreción de las propuestas como señas del manifiesto no impiden reconocer, como se ha dicho, que participan en torno al Plan B nombres de prestigio que tienen una posición firme y coherente sobre las implicaciones del euro y con la ineludible necesidad de desmontarlo. Toda reacción para combatir la UE actual es bienvenida, pero el tiempo es limitado: no caben debates académicos ni ocurrencias sin fundamento cuando está demostrado de modo fehaciente que la causa más decisiva del colapso de Europa es la unión monetaria.

Dada la existencia de núcleos de rechazo a la Europa de Maastricht y los trabajadores masivamente de una forma u otra se han expresado contra las consecuencias económicas y sociales de la moneda única, los firmantes del manifiesto, con gran sensibilidad política y un sentido acendrado del “internacionalismo”, se proponen generar un espacio de confluencia a escala europea, para luchar contra el "modelo" actual de la política de las instituciones europeas, rompiendo con la austeridad y democratizándolas radicalmente para que se pongan al servicio de la ciudadanía.

Nobles objetivos, aunque el manifiesto no se ocupa de desarrollar como acabar con la austeridad, ni como los países atrapados y en bancarrota con una enorme deuda pueden eludirla, ni cómo resolver las gravísimas contradicciones que encierra la unión monetaria, entre otras los tipos de cambio irrevocables que han desencadenado la crisis actual al provocar profundos desequilibrios económicos y financieros que no podrán corregirse con los vigentes cambios implícitos entre las monedas por países.

A pesar de nuestro desacuerdo con el manifiesto por su huidiza posición y sus desenfocadas propuestas, consideramos que representa una contribución para despertar la conciencia de los ciudadanos sobre el crucial tema de Europa. Esta conciencia es decisiva para afrontar la desolación económica y social que se ha instalado en muchos países”.

En nuestro país, todos los intentos por eludir la cuestión europea serán baldíos. Arrojada por la puerta del debate político sin consideración, la cuestión del euro y de la UE, se colará por la ventana por la sencilla razón de que la Troika amenaza y es muy poderosa y la economía española muy frágil y vulnerable. Los partidarios de cualquiera de las versiones del llamado plan B deberán esforzarse aún mucho para salir de la retórica y para dar una respuesta concreta y real a los problemas reales y concretos de nuestro pueblo.


16 de febrero de 2016

CON MI MÚSICA Y LA FALLACI A OTRA PARTE

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
El artículo de un profesor de periodismo uruguayo bien podría haber sido escrito por un profesor de cualquier universidad española, ya que alude a un fenómeno que podemos considerar prácticamente universal y que prefiero no desvelarles para que lo haga el autor por sí mismo, ya que el texto es corto. Quizá demasiado largo para más de uno, al no ser un meme ni un tuit con un máximo de 140 caracteres.

Dedicado a la que dice de sí misma que es "la generación más preparada de la historia", aunque seguramente a estas alturas quepa ya incorporar a la dedicatoria a muchos que exceden la edad propia de esos alumnos.

Sin más.

CON MI MÚSICA Y LA FALLACI A OTRA PARTE
Leonardo Haberkorn. El informante

Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la universidad por última vez.

No dictaré clases allí el semestre que viene y no sé si volveré algún día a dictar clases en una licenciatura en comunicación.

Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla.

Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies.

Claro, es cierto, no todos son así.

Pero cada vez son más.

Hasta hace tres o cuatro años la exhortación a dejar el teléfono de lado durante 90 minutos -aunque más no fuera para no ser maleducados- todavía tenía algún efecto. Ya no. Puede ser que sea yo, que me haya desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal. Pero hay algo cierto: muchos de estos chicos no tienen conciencia de lo ofensivo e hiriente que es lo que hacen.

Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado.

Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Solo una estudiante en 20 pudo decir lo básico del conflicto. Lo muy básico. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía. Les pregunté si conocían quién es Almagro (1). Silencio. A las cansadas, desde el fondo del salón, una única chica balbuceó: ¿no era el canciller?

Así con todo.

¿Qué es lo que pasa en Siria? Silencio.

¿De qué partido tradicionalmente es aliado el PIT-CNT? (2) Silencio.

¿Qué partido es más liberal, o está más a la "izquierda" en Estados Unidos, los demócratas o los republicanos? Silencio.

¿Saben quién es Vargas Llosa? ¡Sí!

¿Alguno leyó alguno de sus libros? No, ninguno.

Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales.

En un ejercicio en el que debían salir a buscar una noticia a la calle, una estudiante regresó con esta noticia: “todavía existen kioscos que venden diarios y revistas”.

En la Naranja Mecánica, al protagonista le mantenían los ojos abiertos con unas pinzas, para que viera una sucesión interminable de imágenes, veloces, rápidas, violentas.


Con la nueva generación no se necesitan las pinzas.

Selfies, Facebook, Naranja Mecánica- Una sucesión interminable de imágenes de amigos sonrientes les bombardea el cerebro. El tiempo se les va en eso. Una clase se dispersaba por un video que uno le iba mostrando a otro. Pregunté de qué se trataba, con la esperanza de que sirviera como aporte o disparador de algo. Era un video en Facebook de un cachorrito de león que jugaba.

El resultado de producir así, al menos en los trabajos que yo recibo, es muy pobre. La atención tiene que estar muy dispersa para que escriban mal hasta su propio nombre, como pasa.

Llega un momento en que ser periodista te juega en contra. Porque uno está entrenado en ponerse en los zapatos del otro, cultiva la empatía como herramienta básica de trabajo. Y entonces ve que a estos muchachos -que siguen teniendo la inteligencia, la simpatía y la calidez de siempre- los estafaron, que la culpa no es solo de ellos. Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o menos lo mismo.

Entonces, cuando uno comprende que ellos también son víctimas, casi sin darse cuenta va bajando la guardia.

Y lo malo termina siendo aprobado como mediocre; lo mediocre pasa por bueno; y lo bueno, las pocas veces que llega, se celebra como si fuera brillante.

No quiero ser parte de ese círculo perverso.

Nunca fui así y no lo seré.

Lo que hago, siempre me gustó hacerlo bien. Lo mejor posible.

Justamente, porque creo en la excelencia, todos los años llevo a clase grandes ejemplos del periodismo, esos que le encienden el alma incluso a un témpano. Este año, proyectando la película El Informante, sobre dos héroes del periodismo y de la vida, vi a gente dormirse en el salón y a otros chateando en WhatsApp o Facebook.

¡Yo la vi más de 200 veces y todavía hay escenas donde tengo que aguantarme las lágrimas!

También les llevé la entrevista de Oriana Fallaci (3) a Galtieri (4). Toda la vida resultó. Ahora se te va una clase entera en preparar el ambiente: primero tenés que contarles quién era Galtieri, qué fue la guerra de las Malvinas, en qué momento histórico la corajuda periodista italiana se sentó frente al dictador.

Les expliqué todo. Les pasé el video de la Plaza de Mayo repleta de una multitud enloquecida vivando a Galtieri, cuando dijo: "¡Si quieren venir, que vengan! ¡Les presentaremos batalla!".

Normalmente, a esta altura, todos los años ya había conseguido que la mayor parte de la clase siguiera el asunto con fascinación.

Este año no. Caras absortas. Desinterés. Un pibe despatarrado mirando su Facebook. Todo el año estuvo igual.

Llegamos a la entrevista. Leímos los fragmentos más duros e inolvidables.

Silencio.
Silencio.
Silencio.

Ellos querían que terminara la clase.

Yo también.

NOTAS DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
(1) Almagro, Luis: Fue canciller de Uruguay en el Gobierno del Frente Amplio desde 2010 y marzo de 2015. Jugó un papel de intermediación entre el gobierno bolivariano de Venezuela y la guarimbera oposición.
(2) (PIT-CNT): Plenario Intersindical de Trabajadores-Convención Nacional de Trabajadores. Central sindical uruguaya.
(4) Leopoldo Galtieri: https://es.wikipedia.org/wiki/Leopoldo_Fortunato_Galtieri Seguramente este enlace sea una de las biografías más benevolentes sobre el dictador pero, como no estoy seguro de que lean algo más realista, me conformo con dejarles el mencionado.