6 de diciembre de 2021

EL DISCRETO ENCANTO DE YOLANDA DÍAZ

Por Marat

La vicepresidenta del gobierno y ministra de trabajo -disculpen las minúsculas. Escribo dios sin mayúsculas – Yolanda Díaz es una mujer discreta. No porque no se haga notar sino porque sabe hacerlo sin estridencias, aunque habrá que ver si en el futuro sus necesidades de levantar «su» proyecto político le permiten mantener ese perfil amable. Ya ha pisado algún charco en relación con el asunto de las primeras semanas de gestión del Covid por parte del gobierno. Es difícil no acabar pegando codazos al abrirse paso.

A mí Yolanda Díaz me cae personalmente bien. No suele entenderse que alguien te resulte amable si políticamente ves a esa persona como vendedora de peines para calvos. En tiempos de fomento del odio que convoca a tropas para enfrentarlas a muerte no hay concesiones humanas al enemigo. Mal camino ese.

Me gusta el estilo de Yolanda Díaz porque, si de lo que se trata es de vender los parches políticos de una mala imitación de la vieja socialdemocracia, lo hace sin el estridente histrionismo al que nos tenía acostumbrados Pablo Iglesias -si lo que vas a vender es una falacia de igualdad social, mejor hacerlo sin exagerar y sin que se note tanto la distancia entre lo que vendes y lo que das - y aún no ha vivido experiencias que la contaminen con el espíritu vengativo de Íñigo Errejón, el gran Tartufo de la política progre.

Esta mujer sabe caminar entre Escila y Caribdis, entre el extremo centro y sus compinches de la derecha a la que la extrema derecha mediática se niega a llamar fascista y el social-liberalismo del PSOE sin pisar más callos de los necesarios ¿A quién podría caerle mal?

Desde luego no a esos lugares en los que se presenta a las mujeres protagonistas al nivel en el que antes se hacía en medios como Lecturas y otro tipo de prensa femenina. Pongamos un ejemplo para entendernos: la publicación Yo dona, de El Mundo:

Lo que he descubierto es que sí se puede cambiar la vida de la gente desde el Gobierno. Con la gestión que hemos hecho de la crisis hemos podido salvar al país.

Vayamos de lo general a lo particular:

En primer lugar somos millones los que estamos sin salvar sino buscándonos la vida por nuestra cuenta porque ni con el Ingreso Mínimo Vital, que no es de su negociado pero sí del gobierno al que reivindica, ni con otro tipo de subsidios estamos cubiertos. Esto no viene de ahora pero el Informe España de 2021 de la Cátedra José María Martín Patiño da algunas pistas. Por cierto, José María Martín Patiño no era un facha, tampoco un comunista. Sólo era de izquierdas, de esas izquierdas que no eran capaces de ser comunistas y que acaban por poner en evidencia a las izquierdas. En mi opinión con la inconsecuencia de no ser comunistas, aunque demostraron que estaban muy a la izquierda de lo que hoy es ser de izquierdas.

Hace muchos años escuché a algunos dirigentes sindicales hablar de gestión, un lenguaje de empresa pero no de sindicato, del mismo modo en el que creo que hablar de la gente y no de clases sociales, que nos lleva a las subalternas, a las explotadas y sobreexplotadas, es un modo de eludir conflictos. Se trata de ser una estrellita en el cielo rutilante de la política.

Es maja Yolanda Díaz, cómo no verlo, lo ven hasta los empresarios, según confiesa en la misma entrevista de Yo Dona. Me da miedo, porque soy un ser humano muy pequeñito y no tengo partido. Puedo estar en la mesa del diálogo social, discutiendo sin dormir y cediendo como cede todo el mundo. Eso me apasiona, pero relativizo bastante el resto de las cosas. Un día me dijo un empresario, y no voy a decir quién: «Queremos más ministros como usted porque es la que menos política hace del Consejo de Ministros, y esa es la mejor manera de hacer política». Me quedé impactada, pero te indica un poco lo que quiere la gente. ¿Qué gente y de qué clase social son?

Yolanda Díaz es una mujer con un encanto especial entre las mujeres. En cuanto toque usted una mujer del sindicalismo hegemónico, de la progresía social, del feminismo operante e influyente, de lo que no sea la extrema derecha, meterse con Yolanda Díaz es como decirle a tu novia que eres un facha machista y que vas a mear fuera de la taza.

Y sí, se lo voy a reconocer porque ni soy un fascista ni un imbécil estalinista de los que ignora que su ministerio ha hecho que los inspectores de trabajo hayan obligado a que haya más trabajadores precarios convertidos en indefinidos. Es lo que toca en esta ventana de oportunidad de la UE llamada recuperación.

Veamos la película de hasta dónde nos lleva todo esto. 

22 de noviembre de 2021

LAS CAMPANAS DEL 20-N DE LA MISA POR FRANCO SUENAN POR PABLO CASADO

Por Marat

Pablo Casado es un soplapollas. La RAE define esta palabra como la que corresponde a una “persona tonta o estúpida”.

A pesar de tener el viento a favor en un país en el que gran parte de la sociedad está encabronada por motivos que van desde la mala hostia tras las medidas de control del covid, pasando por la subida de la electricidad o los carburantes hasta la broma macabra del gobierno con unas medidas sociales frente al empobrecimiento de amplias capas de la población que han resultado una tomadura de pelo, el PP es un partido que vuelve siempre sobre sus fueros: una dirigencia cretina en momentos en los que la realidad nacional requiere inteligencia y unos líderes absolutamente impresentables.

El PP siempre que ha ganado las elecciones lo ha hecho por el desinfle de un PSOE abrasado por la crisis capitalista y sus medidas antisociales para afrontarla o por su debacle en casos de corrupción, nunca por éxitos propios ni por la capacidad de generar entusiasmo con sus propuestas o por la brillantez de sus candidatos a presidente de gobierno.

Lo más brillante que ha tenido el PP se remonta a la época de AP. Manuel Fraga Iribarne era un tipo intelectualmente brillante, algo eclipsado por su tenebroso y criminal pasado franquista, su carácter volcánico y su capacidad de producir miedo a una sociedad que sólo quería vivir amnésicamente en paz, haciendo tabla rasa del pasado.

Todos los demás presidentes del PP han sido capullos impresentables.

De Hernández Mancha nadie se acuerda porque Piolín nunca ha sido un personaje de ficción demasiado atractivo y fue designado a dedo para asegurar la vuelta de Fraga a la presidencia del PP ante la evidente distancia entre un alfeñique y un cañón tipo Gran Berta. Lo de Fraga era un ni contigo ni sin ti pero convirtió al PP en el gran partido de la oposición tras el hundimiento de la UCD.

Aznar fue ungido por el patrón gallego para ser su sucesor, dada la evidencia de que por muchas convocatorias electorales que hubiera, y aunque el PSOE hubiera podido poner de candidato a Javier Gurruchaga, Fraga no hubiera ganado las elecciones.

Aznar era un acomplejado que necesitaba poner las botas encima de la mesa en el rancho del hijo retarder de George Bush senior para reafirmarse como líder mundial, imitaba acentos tejanos y acabó por ser tan resentido como Miguel Primo de Rivera tras su vergonzosa salida del gobierno. Al menos a este le sirvió para tener unos abdominales en la vejez a prueba de bomba y no le condujo, al contrario que al otro, a las peores consecuencias de su viejo alcoholismo, del que el diputado Balbontín ya hizo un acróstico.

Rajoy, mi predilecto, ha sido un hombre enormemente discreto en su gobierno -no se le notaba. Sólo las consecuencias de la reunión de su consejo de ministros -. Un hombre capaz de ocupar el gobierno sin dejar su impronta personal, alguien tan insustancial como un chupachús de Fontvella, un tipo que sería capaz de dormirse sobre una mesa de billar con todas las carambolas a la vez, justo lo que sucedió en su contra al final de su gobierno. Ese es mi campeón. Fue presidente del gobierno de España durante 7 años sin mover un dedo en medio del caos del país y de la más absoluta incompetencia de una oposición con la inteligencia de chimpancés borrachos.

Y, por fin, Pablo Casado, la gran promesa blanca del PP, aunque pugilísticamente sea una mierda pinchada en un palo.

Hagamos abstracción de su meteórica carrera de derecho, propia de quienes eligen el negocio antes que el intelecto. Al fin y al cabo, he sido demasiado generoso con la biografía de sus predecesores.

Casado, un hombre capaz de hilvanar dos frases seguidas bien construidas, en la que puede llegar a incluir un sustantivo o un atributo no demasiado soez, antes de cagarla en la tercera locución, es una especie de ciclador rápido, propio de la bipolaridad. En dos telediarios puede pasar de reivindicar el centro y su trayectoria en la historia de España, y su puñetera madre, a considerar ocupa al gobierno actual.

El PP era el partido de la derecha extrema que disimuló su condición en el pasado y aglutinó toda la derecha, del extremo centro a la fascista, hasta que se fragmentó y salió todo su viejo detritus fascista en forma de VOX.

Hoy VOX tiene su dirección dentro del PP mardrileño. La sociópata Ayuso es el elemento de descomposición no tanto de su partido, lo será como consecuencia de sus luchas internas, como del fin de un presidente sin estrategia política, que no sea su propia supervivencia, sin capacidad de liderazgo interno, porque ya está absolutamente cuestionado, sin posibilidad de ganar unas elecciones si no vienen de la posible, no segura, descomposición del bloque político progre, si es que Casado es capaz de llegar a Enero.

Pero la realidad es que la mentira progre de políticas de igualdad (feminismo de cambio de sexo), política social (ya hay 11 millones de pobres en la España en la que 3 de cada 4 candidatos al Ingreso Mínimo Vital han sido rechazados) y convivencia (poder de la propaganda política) está volviendo a funcionar. El mundo de la izquierda, los progres, no da tanto miedo ni a la mayoría de la sociedad ni a un capital que necesita crecimiento y, para ello, consumo, como una derecha que, sin decirlo abiertamente, sólo busca el sacrificio económico de las clases que siempre han sido sacrificadas.

Esto es algo que un incompleto mental como Casado no entiende. Por mucha ira social que haya generado el gobierno progre, la derecha da más miedo. Dudar entre cortar la cabeza a una liberal-fascista como Ayuso o intentar recomponer el bloque que ella lidera desde dentro, lo peor del PP y VOX, es ya tiempo pasado. Casado está muerto y el que le llevó a traición a la misa del 20N sólo fue el brazo ejecutor, demostrando que era un soplapollas. Lo peor de este hombre no es que fuese a una misa tan escandalosamente fascista y tan explotable políticamente por lo mismo. Al fin y al cabo, Fraga estrechó la mano efusivamente a un maniquí en una campaña electoral. Lo malo de Casado es que se crea el sobrino de dios, sólo sea un puto monaguillo temporal y aún no se haya percatado de ello.

Hace 3 años escribí, por diferentes motivos, sobre el fin de Pablo Casado. Los relojes parados alguna vez podemos dar la hora, aunque por en medio del camino hayamos demostrado toda nuestra inoperancia y dejado huella de nuestras propias estupideces.