17 de abril de 2012

MAYO DE INCERTIDUMBRES Y COMBATES NECESARIOS

Por Marat
No hace mucho abordé la cuestión de los retos para el sindicalismo y las izquierdas tras la exitosa Huelga General del 29M, los salvajes Presupuestos Generales del Estado (PGE) que entonces apenas eran una amenaza inconcreta y del futuro rescate de España (1)

Aquellas reflexiones sobre la huelga estaban marcadas por la urgencia y a la inmediatez del momento y acusaban la inmadurez de un análisis que hubiera necesitado una segunda revisión más profunda y meditada respecto a desafíos y propuestas.

En cuanto a los Presupuestos Generales del Estado y a la brutalidad de la agresión social que representaban seguramente me quedé corto. Atacaban directamente a la sanidad, la educación, la protección social, la investigación, desarrollo e innovación, la cultura y todo aquello que hace de la vida algo deseable y merecedor de la existencia. Un camino seguro hacia mayores dosis de injusticia, desigualdad y miseria de los trabajadores y los sectores más desprotegidos (rentas bajas, parados, precarios de diversa condición,...).

Respecto al futuro rescate del Estado español parece que el desenfrenado ascenso de la prima de riesgo por encima de los 400 puntos por los ataques especulativos del lunes 9 y el martes 10 de Abril (el lunes 16 la prima de riesgo se encaramó hasta los 443 puntos básicos), la desconfianza de los burócratas de Bruselas y el BCE y los malos modos de un Sarkozy en peligro de reelección y buscando un chivo expiatorio frente al mal francés, señalan que la hora del rescate está próxima.

La expropiación de la petrolera YPF que la Presidenta Argentina Cristina Fernández de Kirchner acaba de anunciar de realizar es la puntilla definitiva que le quedaba por llegar a la economía española antes de su ya inminente rescate o intervención, como prefieran llamarlo. Las advertencias previas y la reacción posterior del gobierno español a esta decisión de soberanía argentina son la expresión más evidente de hasta qué punto el Estado capitalista lo es de clase y de defensa de los intereses de una clase concreta: la burguesía.

Algunos retazos sobre el momento:
Una moviola acelerada de las jugadas más interesantes nos ha mostrado en apenas una semana (entre el 3 y el 11 de Abril) el escenario de un recorte de 27.000 millones de euros (PGE) destinado a calmar al capitalismo, otro hachazo de 10.000 millones más anunciados en sanidad y enseñanza, la desconfianza más profunda de las instituciones al servicio de Alemania respecto a la economía española, los análisis más catastrofistas de los i-nexpertos económicos, la provisión de fondos para la deuda del Estado español a un tipo de interés del 6%, el desplome de la bolsa de valores, la espantada de un Presidente del Gobierno huyendo de la prensa hacia el garaje del Congreso de los Diputados, las amenazas de jibarización del Sistema Nacional de Salud (SNS), la subida del abono transporte en un 30% en Madrid (el que usamos a diario la clase trabajadora), el globo sonda de Luis De Guindos para empobrecer el SNS, alejando de él a las clases medias y altas, y la llamada-avanzadilla de las decisiones próximas de su partido por parte de Esperanza Aguirre a la recentralización del Estado en un país cuya pluralidad es su razón de seguir existiendo.

Tomen aire, respirando profundamente del largo párrafo, del momentazo PP-coyuntura-instantánea del devenir de la más aguda crisis económica que hemos conocido desde tiempos inmemoriales y amárrense los machos porque esto son sólo los entrantes del sinnúmero de raquíticos platos que la “nouvelle cousine” capitalista nos depara a los trabajadores.

El escenario descrito se produce sin que se haya dado respuesta al problema agudo del sistema financiero español , que no es sólo de las Cajas sino que afecta a la solvencia del conjunto de las entidades bancarias, del descenso de la productividad y la confianza de los españoles en la recuperación económica y en las medidas del Gobierno, del consumo y del incremento del paro y el endeudamiento de las familias de bajos recursos.

En lo internacional rebrota el lepenismo francés y una pseudoradicalidad de protesta en la izquierda-protesta que se queda muy por dentro del círculo de la legalidad burguesa-, se incrementan los ataques xenófobos y racistas contra inmigrantes, crece el euroescepticismo, las primas de riesgo se disparan también en Italia, Estados Unidos acusa una ralentización en la creación de empleo y América Latina acusa una desaceleración del crecimiento.

De vuelta al panorama local nos encontramos con uno de los momentos de menor credibilidad del Gobierno central –véanse las abiertas críticas de sus epígonos mediáticos en las dos últimas semanas-, en el período de menor esperanza respecto a la recuperación económica, con un descenso acusado del consumo y la productividad, el incremento de las cifras de paro y de endeudamiento de las familias y la permanencia de la sequía de flujo del crédito hacia particulares y empresas.

Hechos inquietantes en el horizonte inmediato:
Tres elementos inquietantes amenazan a las perspectivas de rebeldía y combatividad abiertas en torno a la fecha de la huelga del 29M:

En primer lugar, el previsible acuerdo PSOE-IU en torno a la formación del próximo gobierno andaluz bascula entre un pacto de legislatura y un acuerdo de gobierno, polarizándose especialmente hacia el segundo.

Lejos de ser cualquiera de las fórmulas el origen de un espacio de resistencia frente a las políticas liberales del PP y de la clase social a la que éste representa, ambas pueden representar el canto del cisne de la coalición que dirige Cayo Lara.

En el marco de un PSOE que lanza mensajes confusos de colaboración y entendimiento y, a la vez, de confrontación –líneas rojas de sanidad y educación, que podría fácilmente a romper con su insistencia en demandar pactos en dichas materias-, de unos sindicatos mayoritarios que lanzan el aviso a IU de que la mera votación de investidura a Griñán limitaría a la coalición al “derecho a la pataleta” y, principalmente, de un PP que amenaza con intervenir a las Comunidades Autónomas si no se pliegan a sus políticas brutales de austeridad y recortes sociales, la esperanza de una política autónoma y alternativa frente a este estado de cosas es un espejismo interesado al que, tal vez, algunos deseen sucumbir por sus ansias de tocar poder. Nadie con dos dedos de frente se imagina un gobierno presidido por un dirigente del PSOE abanderando una rebelión institucional y social. Son de sobra conocidos los límites de la disidencia de este partido. El miedo a ser desbordado ante una posición de protesta guarda su acomodada viña.

En segundo lugar, silencio de CCOO y UGT tras la huelga general del 29M, que ya supera las dos semanas de atonía movilizadora, a pesar del natural parón de la Semana Santa, y sus llamamientos al entendimiento, el diálogo y la negociación con el Gobierno no son un buen presagio.

El deseo de lograr la unidad de acción en la lucha puede permitir cierto umbral de tolerancia hacia la falta de claridad en las posiciones de los sindicatos mayoritarios. Desde ese anhelo podemos entender que CCOO y UGT pretendan cargarse de razones en relación con la total carencia de sensibilidad del Gobierno respecto al coste social de sus políticas antes de volver a las movilizaciones. No serían necesarias cuando la realidad y la comprensión de la misma por los trabajadores ponen de manifiesto que no hay nada que esperar de este gobierno.

Extraña en demasía el olvido por parte de ambos sindicatos de su anuncio de movilizaciones sostenidas en el tiempo, del 1º de Mayo como fecha límite de espera a la respuesta de diálogo del Gobierno y de exigencia de derogación de la Reforma Laboral que muy pronto se convirtió en una demanda de negociación sobre la misma.

En tercer lugar, y quizá sea este elemento inquietante el que presenta un semblante más amenazador, empieza a escucharse, desde distintos ámbitos, pero de un modo especialmente señalado desde el entorno PP y PSOE, un discurso todavía difuso pero que levantará con fuerza creciente su voz en las próximas semanas de un Pacto de la Moncloa bis.

El Presidente de Extremadura, señor Monago, es por ahora la figura visible más destacada que actúa de avanzadilla a esta propuesta (2) pero también llega desde las cocinas mediáticas y desde grupos de presión ligados a la patronal. Tiene su correspondencia en las actitudes de sentido de la responsabilidad y los llamamientos a acuerdos de los gestores políticos del PSOE y de los principales dirigentes sindicales.

Se expresa a través de lugares comunes como “el sentido de Estado”, "el interés general del país”, "la excepcionalidad y gravedad de la situación”, “la necesidad de estar unidos ante las amenazas” o “de ser una única voluntad ante las autoridades europeas y los mercados”. Vieja cantinela caducada que nos vendieron en su día hace 35 años y que, si funcionó entonces retrasando el momento de las sucesivas crisis que luego llegaron y creó el espejismo de recuperación y bienestar, hoy no funcionará porque la crisis del capitalismo actual es mucho más global y profunda y no ofrece ninguna salida de la que los trabajadores puedan sacar algún provecho en cuanto a su situación económica, social, laboral o de seguridad y protección legal. Antes bien la reedición de aquellos pactos, en los que se trata de involucrar a partidos (no sólo el PSOE), sindicatos y Comunidades Autónomas, busca convertir en cómplices del inevitable desastre a quienes debieran estar llamados a presentar batalla frente a las medidas antisociales y a abrir caminos a la protesta social.

De nuevo, frente a todo esto ¿qué hacer?:
Ésta será siempre la eterna pregunta de quienes, ante una coyuntura que socava la legitimidad del sistema económico y político y de sus bases sociales e ideológicas, se plantean una ruptura con el régimen que vaya más allá de los hechos objetivos para generar la hegemonía de una nueva subjetividad colectiva capaz de impulsar el proyecto revolucionario.

Como aliado más poderoso contamos con la agudización de la crisis sistémica en el contexto internacional y específicamente en el Estado español. Lo que en sí mismo es un hecho gravísimo tiene la virtud de abrir oportunidades a la protesta, la agitación y la revuelta -siempre con el generoso permiso del Ministro del Interior Jorge Fernández Díaz (3)-, nacidas de la desesperación, la rabia y la creciente convicción de amplios sectores de la clase trabajadora de que es preferible batirse en rebeldía que esperar a ser llevados como borregos al matadero.

La situación internacional y las medidas que cada día toma este gobierno no cesan de darnos motivos para esa rebelión.

Con todo, ello no es suficiente, ni mucho menos.

Es necesario, en primer lugar, sortear y enfrentar las trampas que nos van a venir desde las “izquierdas sistémicas” y desde los sindicatos mayoritarios que aún no han cambiado el chip del sindicalismo de concertación a otro mucho menos certero pero indudablemente más necesario para un momento de agudización de la lucha de clases por parte del capital.

Ante el silencio sindical, que ya es atronador, tras los sucesos de Abril y el paréntesis obligado, más que pasado, de la Semana Santa, toca agitar las aguas del sindicalismo burocrático y también del alternativo, demasiado tiempo ya autosatisfechos de la gloriosa del 29M.

Han transcurrido tres largas semanas y no escuchamos el ruido de la calle. El fragor de la protesta de las organizaciones de los trabajadores está dejando, ante tanta agresión y desastre demasiada paz de cementerios. La clase obrera no puede permitir que se consagre, de nuevo, la jugada posterior al 29 de Septiembre de 2010.

Es necesario que desde las bases del más amplio movimiento sindical del Estado surja ya un nuevo calendario de movilizaciones, en el que la fecha de la próxima Huelga General aparezca en el horizonte, proclamando un nuevo hito en las luchas de la clase trabajadora. El calendario y la fecha deben ser impuestos a las direcciones burocratizadas y del movimiento sindical y ha de activar la tensión muscular y nerviosa que debe recorrer al cuerpo entero de nuestra clase.

Seguramente, la mayoría sindical vasca, el sindicalismo nacional gallego, la lucha de los trabajadores andaluces, puedan marcar el ritmo y el dinamismo inicial, como ha sucedido anteriormente, a unos sindicatos mayoritarios en el Estado español que hace mucho dejaron de ser vanguardia de las luchas obreras pero que son claves para el éxito de las siguientes convocatorias. El sindicalismo alternativo podría ser el flanco estatal necesario de esa presión sobre CCOO y UGT, si son capaces de superar el sectarismo que les lleva a confundir oponentes con enemigos de clase y objetivos centrales de la lucha con ajustes de cuentas que están fuera de las necesidades que el momento nos exige a los trabajadores.

La rabia y la ira se acumulan en nuestros corazones proletarios y necesitan salida, dirección, proceso de acumulación de fuerzas, proyecto de lucha sostenida en el tiempo y estrategia política.

En torno a las manifestaciones del 1º de Mayo es necesario articular el punto de arranque de unas manifestaciones en todo el Estado superiores a las que se dibujaron alrededor del 29M y en el día de la huelga. Esas movilizaciones, por su contenido reivindicativo, de luchas, consignas y expresiones, podrían ser la clave que, desde los trabajadores, y no desde otros “extraños” movimientos paralelos y con frecuencia antisindicales, muestren la radicalidad de nuestra decisión combativa como clase. Es la hora de expresar que los trabajadores estamos a la altura de lo que la historia nos exige en este preciso momento.

Surge, cada vez con mayor fuerza, la demanda de huelga indefinida, como expresión de una mezcla de ira y frustración ante la incapacidad colectiva de parar los golpes del capital, que hace ruido mediático en las redes sociales y entre colectivos muy minoritarios y radicalizados de izquierdas sindicales y políticas.

Ésta es una demanda irreal y poco honesta de enfrentamiento directo con el capital. Irreal porque no se sostiene la experiencia de éxitos sólo parciales en las huelgas que se han producido desde el inicio de la crisis. Deshonesta porque actúa como brindis al sol de quienes saben que no se verán ante la circunstancia porque tal convocatoria no va a producirse por parte de fuerza sindical alguna.

Sin embargo, no debe ser rechazada sin más porque expresa la necesidad de ir más allá de huelgas y movilizaciones a fecha concreta que posteriormente no tienen continuidad o ésta se produce en el contexto de arranques y paradas de las luchas.

Frente a ello es necesario avanzar ya hacia la coordinación internacional de la movilización sindical. Es necesario superar las autolimitadas, ceremoniales y burocráticas convocatorias de concentraciones y manifestaciones testimoniales en Bruselas.

La CES es una Confederación absolutamente sumisa, reformista y vergonzante de un tipo de sindicalismo que no ha comprendido aún que la tendencia del proceso marcado por el capital ha superado ya cualquier tipo de modelo concertador, de compromiso histórico o de pacto social. El capital ni lo necesita ni lo quiere. No tiene nada que ofrecer a cambio de paz social y lo que promete, en cambio, es el modelo griego y español de voladura del Estado del Bienestar, a velocidad variable en cada país y según su conveniencia le vaya marcando en cada momento.

En consecuencia, es necesario avanzar hacia la Eurohuelga, como primera meta de una coordinación de la lucha obrera mundial a medio plazo.

Desconozco cómo lograr ambos objetivos ya que la dirección del movimiento sindical hegemónico está en manos de los reformistas pero éste será uno de los desafíos más importantes de la clase trabajadora organizada en los próximos tiempos. La izquierda revolucionaria debiera ir pensando cómo proyectar su consecución.

En este marco de definición del combate de clase y de obligada convergencia en las trincheras del conjunto del movimiento sindical necesitamos emplear toda nuestra capacidad de ir con todas nuestras fuerzas.

Cinco millones y medio de parados son una fuerza impresionante si sabemos emplearla con fraternidad entre los aún ocupados y el ejército laboral de reserva (los desempleados) que ha creado el capital.

Es una indigna mentira que los parados no sean clase obrera porque no están activos. La definición del parado, hoy más que nunca, es la de aquél que desearía tener empleo y ello habría de convertirle en explotado; salvo que recurriese al autoempleo y, aún así muchos de ellos serían autónomos dependientes y, en consecuencia, trabajadores que viven la contradicción capital- trabajo en condiciones en ocasiones peores que los que la soportan por cuenta ajena.

Es cierto que convertir a este territorio humano de la desesperación en fuerza de acción contra el capital resulta muy complejo en la medida en que gran parte de sus esfuerzos se vuelcan sobre la angustiosa búsqueda del trabajo. Ello explica el carácter instrumental de una parte de las asociaciones de parados, convertidas también, aunque no sólo, en sociedades de ayuda mutua y de empleo –en ocasiones manipulables por los poderes políticos- y de la debilidad de una parte de las asambleas de parados, a las que resulta difícil imbuir las energías reivindicativas en un entorno pesimista y poco dado a la organización.

Pero también lo es que su frustración puede ser convertida en cólera social; furia de una formidable formación de quienes nada tienen que perder, salvo sus miedos.

Es urgente impedir que cristalice el enfrentamiento, buscado por el capital y por su gobierno fascio-liberal, entre trabajadores en activo y parados y lograr incardinar los objetivos y luchas de los desempleados dentro de la marea sindical y de lucha de clases.

Nada facilitaría mejor dicho logro que una implicación intersindical en la búsqueda del mismo y que un compromiso entre las distintas centrales que supere los intereses particulares de cada sigla y ponga el conjunto de recursos al servicio de un movimiento colectivo de parados.

Dar visibilidad a ese movimiento de forma periódica y a fechas siempre fijas frente a las oficinas de empleo, delegaciones de trabajo, Ministerio correspondiente y espacios centrales de las ciudades convertiría la realidad sangrante de los parados en energía de contestación frente al capital y su gobierno natural y sería una potente voz de exigencia de soluciones que dichos poderes difícilmente podrían ignorar.

En la esfera política la más que posible alianza de IU con el PSOE andaluz, sea mediante pactos de gobierno o de legislatura, puede significar el abrazo del oso definitivo de los social-liberales a la coalición socialdemócrata.

No es previsible una resistencia institucional de un PSOE que abandere desde la Junta de Andalucía las resistencias a la destrucción de los restos del Estado social por el PP y la clase cuyos intereses defiende el gobierno.

Para ello el PSOE necesitaría recurrir a una movilización permanente de la sociedad andaluza; movilización a la que no está dispuesto porque podría sobrepasar sus compromisos de “partido responsable” con el sistema económico y constitucional del capital.

Ante lo que seguramente será un amago de disenso controlado por parte de este partido en las instituciones autonómicas andaluzas y una aceptación tácita de las reglas de juego que le impongan el Estado central, el PP y las fuerzas económicas del capital, el compromiso de grado 1 (pacto de gobierno) o de grado 2 (pacto de legislatura) que IU seguramente firmará con dicho partido supondrá tensiones internas que pueden romper la coalición dirigida por Cayo Lara a nivel federal o bien poner fin a su carácter de alternativa a la izquierda del PSOE o ambas cosas a la vez. La ruptura de dichos pactos, si quiere evitar el coste político que supondría mantenerlos en el escenario dibujado anteriormente, sería más difícil de explicar ante las bases sociales de las izquierdas que el anuncio de impedir el acceso del PP al gobierno andaluz, limitándose a dar su voto a la investidura de Griñán, en caso de aceptación de algunos puntos irrenunciables (defensa de la sanidad y la enseñanza públicas, cobertura del desempleo agrario, investigación sobre casos de corrupción en la Junta,...), y paso posterior a una posición parlamentaria independiente.

Por otra parte, resulta un tanto inexplicable que las bases sociales y el entorno próximo a IU contribuyesen a extender la afirmación sobre la identidad política PSOE-PP (PPSOE) y ahora su dirección andaluza, con el beneplácito de la federal se empeñen en ganar el referéndum entre las bases para un programa de acuerdos con el PSOE. Este, por mucho que el sectarismo y la estupidez coaligadas se empeñen en afirmarlo, no es lo mismo que el PP y el paso de los días no hace más que confirmarlo. Pero la distancia no es tan grande, como la experiencia del último gobierno Zapatero y la timorata “oposición” capitaneada por Rubalcaba demuestran, como para justificar un cheque de confianza a modo de pacto de IU con el PSOE. Una cosa es no caer en el absurdo extremeño y otra confiar en que el PSOE haya cambiado, cuando los hechos no permiten extraer, en absoluto, tal conclusión. El anhelo de la coalición socialdemócrata de demostrar que es opción de gobierno puede costarle muy caro, sobre todo cuando ocuparlo es algo cada vez más alejado de tener poder. Éste es algo hoy privativo de los centros de decisión económica capitalistas. Frente a ello, él único poder real político actual es el que da hacerse fuerte en la calle, como lo están demostrando el sindicalismo y la izquierda griegos.

IU no es una izquierda de la que quepa esperar la revuelta obrera y el proyecto socialista. Lo suyo no pasa de la construcción de una nueva institucionalidad “constituyente” y pacatamente reformista. Pero es una corriente política muy necesaria en la movilización social y de los trabajadores, mucho más cuando a su izquierda falta todavía mucho tiempo para construir una auténtica y poderosa izquierda revolucionaria.

Si se arroja al barranco, se despeñará. Si es capaz de situarse como instrumento de cierre del acceso del gobierno andaluz al PP y, a la vez, como grupo político independiente frente al PSOE y sin otros compromisos que apoyarle en lo que coincida con su programa, mientras moviliza la calle, será parte de la solución frente a las agresiones que sufren los trabajadores y no del problema que podría llegar a ser con el “pacto de progreso” andaluz.

De la posibilidad de que se imponga o no una estrategia sindical y política enfrentada radicalmente al capital y a su gobierno natural dependerá que sea factible arruinar los planes en marcha de unos nuevos Pactos de la Moncloa contra la clase trabajadora o de que estos se asienten como una nueva losa contra los intereses de la clase trabajadora. En nuestras manos está impedirlo.






NOTAS:
(1) http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2012/03/tras-el-29m-ahora-que.html

(2) http://elpais.com/elpais/2012/04/10/opinion/1334079075_368064.html
(3) http://www.publico.es/espana/429127/convocar-actos-violentos-por-internet-sera-castigado-con-dos-anos-de-pena-minima

16 de abril de 2012

YA HAY DOS MILLONES DE PARADOS SIN NADA

De los tres millones que sí reciben compensaciones, el 53% ingresa subsidios de unos 426 euros al mes

Cuatro de cada diez parados no cobran ninguna ayuda económica.

En España hay 5,27 millones de parados. De todos ellos, unos tres millones cobran alguna ayuda económica, lo que deja al 43% de los desempleados sin recibir prestaciones ni subsidios. Los dos millones que ahora no perciben nada podrían elevarse a más de 2,5 millones a finales de este año.
Los 2,2 millones de desempleados que no cobran nada subirán a más de 2,5 este año.

Raquel Pascual. Cinco Días
A los responsables gubernamentales les gusta resaltar que siete de cada diez parados recibe algún tipo de ayuda económica. Pero esta tasa de cobertura -que es como se conoce el porcentaje de desempleados que cobra prestación o subsidio- se hace con el número de parados registrados, que no es la cifra oficial de desempleados. Si este indicador se calcula con el número total de parados que Bruselas computa a España oficialmente (5.273.600 al término de 2011, según la Encuesta de Población Activa) y el número de personas que recibe algún tipo de ayuda, según el Ministerio de Empleo, la tasa de cobertura baja notablemente hasta el 57%.

Esto supone que, según los últimos datos disponibles de beneficiarios por ayudas por desempleo correspondientes a febrero, habría actualmente unos 2,2 millones de parados que no reciben ni prestaciones contributivas ni subsidios (el 43% del total de desempleados).

Si bien esta cifra no incluye a otros colectivos como los de 295.000 parados que recibieron en algún momento de 2011 la ayuda de 400 euros por seis meses del plan Prepara de recualificación profesional, o las ayudas asistenciales de inserción que pagan algunas comunidades a las personas sin recursos.

Pero ¿cuál es la radiografía de estos tres millones de parados que sí cobran ayudas?, ¿cuánto reciben y por cuánto tiempo? A diferencia del primer año de la crisis, cuando eran más los beneficiarios de la prestación contributiva -a la que se tiene derecho tras haber cotizado al menos un año- que los subsidios, ahora el colectivo que recibe ayudas asistenciales es el más nutrido.

Así, a mediados de 2009, con la primera gran oleada de parados, había 1,6 millones de perceptores de prestaciones contributivas y no llegaban a un millón los beneficiarios de subsidios. En la actualidad, hay 1,4 millones de personas que reciben una prestación contributiva por desempleo (cuya cuantía media es de 865 euros mensuales durante un mínimo de cuatro meses y un máximo de dos años) y otros 1,6 millones que cobran distintos tipos de subsidios, cuya cuantía media es de 426 euros al mes durante un tiempo de entre seis y 18 meses, por lo general.
Según distintas fuentes consultadas, la previsión para este año es que se agoten cientos de miles de ayudas contributivas y asistenciales. Como mínimo, las cerca de 200.000 prestaciones que entraron en el sistema en algún momento de 2010 y que duran como máximo 24 meses. Es más, para que se cumplan las previsiones oficiales de aumento del paro en 630.000 personas y un descenso del gasto en desempleo del 5,5% en 2012, tendrían que dejar de cobrar estas ayudas unas 650.000 personas, según estas mismas fuentes. Con ello, la cifra total de parados que no cobran nada se elevaría por encima de los 2,5 millones de personas.

15 de abril de 2012

¿HACIA UN NUEVO CRASH BURSATIL MUNDIAL?

Germán Gorraiz López. Alainet.org
La burbuja actual sería hija de la euforia de Wall Strett (y por extrapolación del resto de bolsas mundiales) tras los resultados de los llamados "test de estrés" de las entidades financieras llevadas a cabo por la Administración USA; de la llegada de pequeños y medianos inversores tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y de la bajada espectacular de los rendimientos de Fondos de Inversión y Renta fija y en especial del regreso a los parqués de los brokers especulativos a la caza de gangas virtuales tras el hundimiento del precio del petróleo y las commodities agrícolas en el Bienio 2008-2010.

Génesis de la burbuja
Racionalidad limitada
: La desconexión con la realidad por parte de los inversores les llevaría a justificar la exuberancia irracional de los mercados (creándose un mundo virtual de especulación financiera que nada tendría que ver con la economía real) y a extrapolar las rentabilidades actuales como un derecho vitalicio lo que unido a la pérdida de credibilidad de las agencias de calificación como Moody's (al no haber predicho la actual crisis), coadyuva a que el mercado permanezca insensible al recorte de rating de las compañías que cotizan en la bolsa.

Especulación: El proceso especulativo impulsa a comprar con la esperanza de sustanciosas ganancias en el futuro, lo que provoca una espiral alcista alejada de toda base factual, Así, el precio del activo llega así a alcanzar niveles estratosféricos hasta que la burbuja acaba estallando (crash) debido a la venta masiva de activos y la ausencia de compradores, lo que provoca una caída repentina y brusca de los precios,( hasta límites inferiores a su nivel natural) dejando tras de sí un reguero de deudas ( crack bursátil)

Incertidumbre sobre el nivel suelo de los valores bursátiles: Un inversor está dispuesto a pagar un precio por una acción si le reporta dinero en el futuro, por lo que el valor de dicha acción es el total de flujos esperados. El nivel suelo de las Bolsas mundiales, (nivel en el que confluyen beneficios y multiplicadores mínimos), se situaría en la horquilla de los 8.000 y 9.000 puntos en Mercados Bursátiles como el Dow Jones, y de 6.000-7.000 en el Ibex 35, debido a la mayor virulencia y profundidad que presenta la crisis económica y muy lejos de los estratosféricos techos actuales.

Repunte de las commodities: El repunte generalizado en los precios de los commodities podría reflejar un cambio en la tendencia de las condiciones económicas dentro del escenario mundial. Así, en febrero la cotización del petróleo reportó la mayor subida mensual ( 7,5 %), seguido de la soja (subidas del 6,1 %) y en la nueva senda alcista de los productos agrícolas no sólo influye la recuperación del petróleo, sino que también juegan algunos factores coyunturales, como las malas condiciones climáticas (sequías, falta de humedad y bajas temperaturas) que se registraron en las principales zonas productoras del mundo y el regreso de la especulación de la mano de los fondos de inversión. .

¿Hacia el crack bursátil?: Según fxstreet.es, el Eurostoxx 50 tendría una caída del 2.59%, seguida de la del CAC 40 francés, que perdió un 2.47% , el DAX alemán perdió un 2.36% y Milán un 3,43 % siendo superados con holgura por el Ibex 35 que se ha desplomado un 3,58% al cierre de mercado , lo que representa una pérdida semanal del 5,35 % y el retorno a mínimos de marzo de 2009, (en los 7.250,6 enteros) , lastradas por la desaceleración del crecimiento en China (8, 1 % interanual en el primer trimestre) y las persistentes tensiones en la zona euro.

Ello unido al incesante aumento de la Deuda externa contribuirá a que la prima de riesgo aumente y el crédito siga sin fluir con normalidad a unos tipos de interés reales, lo que aunado con el hecho de que los diferenciales de rentabilidad entre las emisiones de deuda pública entre los diversos países del primer mundo han aumentado en los últimos meses, (lo que conlleva un encarecimiento y mayores dificultades para obtener financiación exterior) y la adopción de medidas extraordinarias de la Fed como implementar medidas cuantitativas (Quantitative Easing ) para incrementar la base monetaria y permitir la devaluación factual del dólar para estimular las exportaciones, podría agudizar el riesgo evidente de estancamiento de la crisis económica .


Por otra parte, no sería descartable una subida de tipos de interés por parte del BCE en el segundo semestre del 2012, motivada por el riesgo de un escenario de estanflación en la Eurozona para el 2012, al conjugarse las tensiones inflacionistas (2,6 % en el primer trimestre del 2012) con el regreso a escenarios ya olvidados de Double Dip (crecimiento negativo del PIB del 0,5 %).

Dicha subida tendría un inmediato impacto en hipotecas y préstamos bancarios, lo que aunado con la inevitable depreciación del euro frente al dólar debido al riesgo de un default controlado de Grecia, Irlanda , Portugal , Italia y España, las dudas sobre la capacidad de endeudamiento de EEUU , el estallido de la burbuja inmobiliaria en China (los expertos estiman que de producirse dicho crash causaría un impacto a nivel global 10 veces superior al que provocó el colapso del emirato petrolero de Dubai), el alza galopante del precio del crudo (rondando el Brent los 115 $ debido a factores geopolíticos desestabilizantes) , el regreso de la especulación en las commodities agrícolas de la mano de los fondos de inversión ante el actual crash bursátil europeo y el elevado endeudamiento de las empresas podría producir un nuevo crack bursátil en el 2012 .
Dicho crack tendría como efectos benéficos el obligar a las compañías a redefinir estrategias, ajustar estructuras, restaurar sus finanzas y restablecer su crédito ante el mercado (como ocurrió en la crisis bursátil del 2000-2002) y como daños colaterales la ruina de millones de pequeños inversores todavía deslumbrados por las luces de la estratosfera, la inanición financiera de las empresas y el consecuente efecto dominó en la declaración de quiebras , frecuentes estallidos de conflictividad laboral e incrementos de la tasa de paro hasta niveles desconocidos desde la época de la II Guerra mundial aunado con incrementos espectaculares del déficit Público y de la Deuda Externa .

14 de abril de 2012

LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LOS PROCESOS REVOLUCIONARIOS EN AMÉRICA LATINA: UNA CRÍTICA A LOS POSTMODERNISTAS

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Aunque el artículo que les presentó se ilustra en el marco geográfico, social, cultural y político de América Latina, conviene hacer cierta abstracción de dicho contexto por parte del lector español y europeo.

Verá que, salvando el detalle de los nombres de los actores locales en cada latitud, aquí encontramos también a los negadores de la lucha de clases, a los deconstructores de un discurso global y revolucionario contra el capitalismo, los que consideran una antigualla el socialismo y unos “antiguos” a quienes seguimos viendo en el marxismo el instrumento teórico y práctico para la transformación social. Aquí, en Europa, estos profetas de “lo nuevo” se hacen llamar “indignados” pero su matriz es igualmente pequeño-burguesa y sirve a los mismos intereses: el capitalismo como sistema de relaciones sociales de producción que, por cierto, no es sólo cosa de banqueros; del mismo modo que nuestros enemigos de clase no sean sólo ese mixtificado 1%, que han importado de USA y repiten como papagayos descerebrados. Es también esa pequeña burguesía indignada para la que el problema no es el capitalismo sino determinada forma de capitalismo: el liberal. De ahí que en su horizonte teórico declarativo nunca esté el socialismo (digan lo que digan, a nivel PARTICULAR, sus miembros) sino una vuelta al Estado del Bienestar que una vez muerto ya no resucitará.

Sin más, les dejo con el sencillo pero interesante artículo
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LOS PROCESOS REVOLUCIONARIOS EN AMÉRICA LATINA: UNA CRÍTICA A LOS POSTMODERNISTAS

Edmilson Costa. Kaosenlared.net
Los años 90 del siglo pasado y los primeros diez años de este siglo estuvieron marcados por un intenso debate entre las fuerzas de izquierda sobre el rol de los movimientos sociales, de las minorías, de las luchas de género y de las vanguardias políticas en los procesos de transformación económica, social y política de la sociedad. Fue colocada en el orden del día la discusión sobre nuevas palabras de orden, nuevos agentes políticos y sociales, nuevas formas de lucha, nuevas concepciones sobre la acción práctica política.

Esos temas y concepciones ocuparon el vacío político en ese periodo en razón de una serie de fenómenos que ocurrieron en la década de los años 80 y 90, como la caída del Muro de Berlín, el colapso de la Unión Soviética y de los países del Este Europeo, el reflujo del movimiento sindical, la reducción de las luchas obreras en los principales centros capitalistas, la pérdida de protagonismo de los partidos revolucionarios, especialmente de los comunistas, además de la ofensiva de la ideología neoliberal en todas partes del mundo, bajo el comando de las fuerzas más reaccionarias del capital.

La coyuntura de derrota de las fuerzas progresistas favoreció todo tipo de modismo teórico y fetiche ideológico. Bajo diversos pretextos, ciertas fuerzas políticas, incluso algunos compañeros de izquierda, comenzaron a cuestionar la centralidad del trabajo en la vida social, el rol de los partidos políticos como vanguardia de los procesos de transformaciones sociales y políticas, la actualidad de la lucha de clases como instrumento de cambio de la historia y el propio socialismo-comunismo como proceso que lleva a la emancipación humana.

Ese movimiento teórico y político envolvió fuerzas difusas pero influyentes junto a la juventud y a varios movimientos sociales. El objetivo era desconstruir el discurso de los partidos políticos revolucionarios, del movimiento sindical y del propio marxismo, como síntesis teórica de la revolución. Para estas fuerzas, los discursos de temas globales, como la igualdad, el socialismo, la emancipación humana, los valores históricos del proletariado, las soluciones colectivas contra la opresión humana, eran cosa del pasado y producto de un mundo que ya no existía más.

En el lugar de esos “viejos” temas, se hacía necesario colocar un nuevo discurso, como forma de reconocer la fragmentación de la realidad y del conocimiento, la constatación de la diferencia, la emergencia de nuevos sujetos sociales, con características, valores y reivindicaciones específicas, como los movimientos sociales, de género, raza, etnia, etc., y nuevas formas de formas de lucha, incluso con renuncia a la toma del poder.

La condensación de ese eclecticismo conservador, de esa matriz teórica disociadora, puede ser expresada en lo que se acordó llamar de postmodernismo. Esa es la fuente teórica inspiradora de todos los modismos teóricos y fetiches que se hicieron moda en las dos últimas décadas. ¿Cuáles son los principales presupuestos teóricos de los postmodernistas, que tanta influencia tuvieron en esos años de vacío político? Vamos a atenernos a tres vertientes fundamentales que nortean los fundamentos de esa corriente teórica.

1) El fin de la centralidad del trabajo. Uno de los temas más destacados por los postmodernistas es el hecho de que las tecnologías de la información, la reestructuración productiva y la inserción acelerada de ciencia en el proceso productivo hicieron obsoleto el concepto de clase obrera y proletariado, incluso porque esos actores están tornándose residuales en un mundo globalizado donde impera la robótica, la internet y la informática avanzada. Algunos de esos teóricos llegaron a dar adiós al proletariado, que sería un concepto típico de la segunda revolución industrial. Prueba de ello sería la constatación de que la clase obrera está disminuyendo en todo el mundo y, por eso, incluso, perdió el protagonismo para otros movimientos emergentes en el capitalismo globalizado.

Los teóricos postmodernistas se comportan como el cazador que ve apenas los árboles, pero no consigue ver la floresta. Mira el mundo desde una perspectiva de Europa o Estados Unidos. Por eso, no consiguen comprender que el capital posee una extraordinaria movilidad, en función de la búsqueda permanente por valorización. Por eso, son incapaces de percibir que el proletariado está creciendo de manera expresiva en términos mundiales, con el desplazamiento de miles de industrias desde los EUA y de Europa para Asia, proceso que está incorporando al mundo del trabajo miles de millones de trabajadores en China, la India y en toda Asia, en un movimiento que está cambiando la coyuntura mundial.

No consiguen entender que el propio capitalismo es una contradicción en proceso, pues mientras más se moderniza, mientras más inserta ciencia en la producción, más amplía su composición orgánica y, consecuentemente, más presiona las tasas de lucro hacia abajo. Por eso, el capitalismo no puede existir sin su contrapunto, el proletariado. Si el capitalismo automatizase todas sus fábricas el sistema entraría en colapso, pues los robots son incluso más disciplinados que los seres humanos, son capaces de trabajar sin descanso, no reivindican salario, ni hacen huelga, pero también tienen su talón de Aquiles: no consumen. Si no tienen consumidores, los capitalistas no tienen para quién vender sus mercancías. O sea, antes de una automatización total, el sistema entraría en colapso en función de sus propias contradicciones.

2) El fin de la centralidad de la lucha de clases. Otro de los argumentos de los teóricos post-modernos es la alegación de que la lucha de clases es cosa del pasado. Finalmente, dicen, si el proletariado está reduciéndose aceleradamente, no existe más identidad de clase y, por lo tanto, no tendría sentido hablarse de lucha de clases. En esa perspectiva, dicen, la reestructuración productiva puede ser considerada una especie de doble de difuntos que vino a sepultar a los viejos agentes del pasado, como el movimiento sindical. Prueba de eso, según ellos, es que los sindicatos perdieron el protagonismo y ahora agonizan en todo el mundo. Y la principal representación teórica del mundo del trabajo, el marxismo, también estaría rebasado, en función de su visión monolítica del mundo.

Nuevamente, los teóricos post-modernistas tampoco comprenden la historia y confunden su sumisión ideológica al orden capitalista con la realidad de los trabajadores. La lucha de clases siempre existió desde que las clases se constituyeron en la humanidad y continuará su trayectoria mientras exista la explotación de un ser humano por otro. No porque los marxistas quieren, sino porque la realidad lo impone. En tiempos de reflujo las luchas sociales disminuyen. Parece que los trabajadores están pasivos y los capitalistas imaginan que consiguieron disciplinar para siempre a los trabajadores.

En esa coyuntura, el discurso del fin de la lucha de clase, de la pasividad de los trabajadores, llega a influenciar a mucha gente, finalmente, quien no tiene una perspectiva histórica del mundo se atiene sólo a la superficie de los fenómenos, a la apariencia de las cosas. Pero en los momentos de crisis del capitalismo, ese discurso se hace enteramente inadecuado, entra en choque con la realidad, una vez que la crisis coloca la lucha de clases en el orden del día con una actualidad extraordinaria, para desesperación de aquellos que imaginaban su fin.

Si observáramos la realidad actual, donde el sistema capitalista enfrenta su mayor crisis desde la gran Depresión, podremos fácilmente constatar la emergencia de la lucha de clases en prácticamente todas las partes del mundo. Es solo observar las insurrecciones en Oriente Medio, en el Norte de la África, las luchas en América Latina, las huelgas y movilizaciones en Europa. Además de eso, la crisis también hizo al marxismo más actual que nunca. Incluso los capitalistas están leyendo El Capital para intentar entender lo que está ocurriendo en el mundo.

3) Las vanguardias políticas no tienen más ningún papel a desempeñar en el mundo globalizado. El tercero de los argumentos clave de los teóricos post-modernistas es que los partidos revolucionarios, especialmente los comunistas, no tienen más ningún papel a desempeñar en el mundo actual. La acción política ahora debe ser comandada por los movimientos sociales, por los movimientos de género, minorías étnicas, ecológicos, sexuales, etc., que son víctimas de “opresiones específicas”. Eso porque los partidos serían organizaciones autoproclamatorias, autoritarias, portadoras de un fetiche irrealizable, que es la revolución socialista. Esas instituciones, portadoras de un discurso utópico de emancipación humana, estarían también deteriorándose en todo el mundo, porque no entendieron la realidad del mundo globalizado.

Otra vez los teóricos post-modernistas no consiguen comprender la totalidad de la vida social. Por eso, ven el mundo sin unidad, fragmentado y disperso. No entienden que, por detrás de la “opresión específica” que alcanzan los movimientos sociales y de género, etnia, sexual, está el gran capital apropiándose de la plusvalía de todos, independientemente de etnia, sexo u orientación religiosa . No comprenden que los movimientos, por su propia naturaleza, tienen límites institucionales y de representatividad.

Un sindicato, por más combativo que sea, debe representar los intereses de los trabajadores de su base. De la misma forma que una entidad estudiantil, una organización de habitantes, de mujeres o de homosexuales tiene como objetivo defender los intereses específicos de sus representados, actúan en los límites institucionales del orden burgués. Solamente el partido político revolucionario, que se propone derrotar el orden capitalista y que junta en sus filas todos esos segmentos sociales, posee condiciones para entender la totalidad de la lucha política y lanzar propuestas globales para la transformación de la sociedad.

La práctica de las luchas sociales
Si observáramos las luchas sociales que fueron realizadas en los últimos años, podremos constatar fácilmente que gran parte de ellas fueron derrotadas exactamente porque no existían vanguardias con capacidad de conducir y orientar esas luchas para la radicalidad de clase y la emancipación del proletariado. No se trata aquí de negar la importancia de las luchas específicas o de los movimientos sociales. Por el contrario, son fundamentales para cualquier proceso de cambio, sirven también como aprendizaje de la lucha de clases, pero dejadas por sí mismas, sólo con su contenido espontáneo, no tienen condiciones de realizar las transformaciones de la sociedad y terminan siendo derrotadas por el capital.

El teatro de operaciones es más o menos el siguiente: después de un momento de euforia y movilización los movimientos sociales son capaces de realizar proezas impresionantes, como desacreditar el viejo orden, desafiar las clases dominantes, pero en un segundo momento se agotan en sí mismas sin alcanzar los objetivos por falta de perspectivas. América Latina es un importante puesto de observación para constatar esa hipótesis, pero también en varias partes del mundo los ejemplos son fértiles para verificar la necesidad de vanguardias políticas.
Bolivia, por ejemplo, fue escenario de varias insurrecciones populares contra gobiernos neoliberales. Las masas se sublevaron, fueron a las calles pos millones, derrumbaron a los gobiernos conservadores, pero lo máximo que consiguieron fue elegir un presidente progresista que es fustigado a todo momento por el capital y no consigue realizar plenamente ni el propio programa que se propuso en el periodo de las elecciones.

En Ecuador, ocurrieron también varias insurrecciones populares. En una de ellas, los movimientos conquistaron el poder y lo entregaron a un militar que después los traicionó y ahora es un personaje conservador en la política del país. Posteriormente, en el auge de otra insurrección, consiguieron elegir un presidente progresista, pero este no consigue implementar un programa transformador porque el capital no le da tregua. Recientemente casi fue depuesto por sectores militares y policías sublevados.

En Argentina, en función de la crisis económica heredada del gobierno neoliberal de Menen, las masas también se sublevaron en varias regiones del país. En un periodo corto el país cambió tres veces de presidente. El resultado de la sublevación popular fue la elección de Néstor Kirchner y, posteriormente, de su compañera, Cristina Kirchner. En esos años de poder, los Kirchner tampoco realizaron ningún cambio de fondo. El capitalismo siguió su curso como si nada hubiera sucedido.

Más recientemente, dos grandes insurrecciones populares derrumbaron los gobiernos conservadores de Túnez y de Egipto. Miles de personas se sublevaron durante varios días, centenares de personas murieron, los dictadores dejaron el poder, pero los movimientos sociales, sin vanguardia política, no consiguieron sus objetivos. Sectores de la burguesía local encabezaron la formación de nuevos gobiernos y los trabajadores otra vez dejaron escapar de sus manos la revolución.

En Brasil, un gran movimiento social, el Movimiento de los Sin Tierra (MST) enfrentó con bravura los gobiernos neoliberales, teniendo como norte la bandera de la reforma agraria. Organizó un movimiento original y de masas, con base social en todo el país, especialmente entre la población más pobre de la ciudad y del campo. El MST ocupó haciendas de los latifundistas, realizó formación de gran parte de sus cuadros e incluso consiguió construir una universidad popular para formación permanente de sus militantes.

Sin embargo, el desarrollo del capitalismo en el campo brasileño y la emergencia del agro-negocio crearon una nueva coyuntura en el campo brasileño, donde las relaciones de producción pasaron a darse predominantemente entre capital y trabajo. Esa coyuntura, aliada al programa de compensación social del gobierno de Lula, la Bolsa Familia, un programa de transferencia de renta para la población más pobre, llevó al MST a una encrucijada.

O sea, la realidad cambió radicalmente en el campo brasileño, pero la razón de ser del MST era la reforma agraria. Por eso, el movimiento, que se volviera uno de los símbolos de lucha contra el neoliberalismo y, por eso incluso obtuvo simpatía mundial, puede llegar a no tener más el mismo protagonismo. Los campamentos del MST fueron reducidos y el movimiento vive algunas dificultades estratégicas. Finalmente, si la mayoría de los trabajadores está en las ciudades, si el capitalismo hegemonizó las relaciones de producción en el campo y subordinó la pequeña agricultura a la lógica del capital, se hace difícil la supervivencia en el largo plazo de un movimiento que tenga la bandera de la reforma agraria como lucha estratégica.

La condensación más expresiva de la teoría movimentista fue el Foro Social Mundial (FSM). En ocasión del primer FSM, en Porto Alegre, parecía que todos habían encontrado la fórmula ideal para las nuevas luchas sociales. Miles de luchadores de todo el mundo convergieron en Rio Grande do Sul para hacerse presentes en el lanzamiento de la nueva marca de la lucha mundial autónoma. Fue un éxito extraordinario y un contrapunto al Foro de Davos, donde los capitalistas traman nuevas estrategias para la dominación del mundo.

El éxito de público y de los medios del FSM parecía haber enterrado de vez la noción de vanguardia política. Ahora serían los movimientos sociales, los movimientos de género, etnia, de las mujeres, los movimientos sociales que de ahora en adelante comandarían las luchas en el mundo. Adiós partidos políticos, adiós movimiento sindical, adiós viejos actores sociales de la segunda revolución industrial. Ahora eran los movimientos difusos, sin centralidad política, enteramente autónomos, libres de dogmas e ideologías rebasadas que irían a probar al mundo la nueva realidad de la lucha social y política.

Mucha gente sinceramente creyó que el FSM podría ser la fórmula mágica, el contrapunto contemporáneo al capital, el sustituto de las viejas vanguardias políticas y su discurso auto-proclamatorio. Pero la realidad poco a poco fue colocando en el debido lugar el modismo movimientista. Con el tiempo, el FSM fue perdiendo aliento, fue vaciándose, hasta el punto de que hoy nadie más cree que pueda ser alternativa a cosa alguna. Otra vez la vida probó que los movimientos por sí sólo no tienen condiciones de cambiar la sociedad. Es necesaria la vanguardia política para conducir los procesos de transformación.

El significado del post-modernismo y las luchas sociales
En otras palabras, la ideología post-modernista es responsable por gran parte de las derrotas de los movimientos sociales en estas dos décadas, no sólo porque ese modismo teórico influenció parte de la juventud y liderazgos de los movimientos sociales, como también porque llevó a la frustración a miles de luchadores sociales. Eso porque las luchas fragmentadas generalmente se desarrollan de manera espontánea. Al inicio, hay una trayectoria de ascenso, envuelve miles de personas, pero inmediatamente después el movimiento va debilitándose hasta ser absorbido por el sistema.

En otras palabras, el post-modernismo es el fetiche ideológico típico de los tiempos de neoliberalismo y representa la ideología pequeño-burguesa de la sumisión sofisticada al orden del capital. Pero esa ideología carga consigo una contradicción insoluble: en el momento en que el capital más se globaliza, con la internacionalización de la producción y de las finanzas, es justamente en este momento que los post-modernos predican la fragmentación de la realidad, la sectorización de las luchas sociales, la especificidad de los combates de género, etnia, sexo, etc. Sólo quien no quiere cambiar el orden capitalista piensa de esa forma.

En verdad, todos los que siguen ese ritual teórico, de manera directa o indirecta, están renunciando a un proyecto emancipador y esconden su impotencia mediante un discurso lleno de abstracciones sociológicas, pero muy conveniente para el capital. Por eso, combaten las luchas generales, para fragmentarlas en luchas específicas, que no enfrentan abiertamente el sistema dominante. Se trata del comercio al por menor de la política fantaseado de moderno.

Esos sectores cumplieron, en los últimos 20 años y aún cumplen hasta hoy, un papel muy especial en la lucha ideológica actual: ellos son la mano izquierda del social-liberalismo capitalista. Influencian a las generaciones más jóvenes, desarrollan un discurso con apariencia de modernidad, influyen en la organización de las luchas sociales. Con su discurso ecléctico y fatalista, lleno de sentido común, desorientan a sectores importantes de la sociedad en lo que se refiere a la acción política y, en la práctica, ayudan a organizar, aunque indirectamente, la sumisión de varios sectores sociales al orden capitalista y a los valores del mercado.

Esas dos décadas de experiencias fragmentadas nos llevan a la conclusión de que, más que nunca, las vanguardias revolucionarias tienen un papel fundamental en el proceso de transformaciones sociales. Son ellas exactamente las que pueden conducir y orientar los varios movimientos sociales con una plataforma estratégica de emancipación de la humanidad, lo que significa derrotar el imperialismo y el capitalismo y transitar hacia la construcción de la sociedad socialista.


*Edmilson Costa, Secretario de Relaciones Internacionales del Comité Central del PCB

9 de abril de 2012

LA TRAMPA DE GUINDOS: PROGRESIVIDAD EN LAS PRESTACIONES SANITARIAS

Por Marat
El canto de sirena que lanza el ex Consejero asesor para Europa de Lehman Brothers y ministro de Economía Luis De Guindos proponiendo abrir el debate sobre la introducción de la progresividad en las prestaciones sanitarias (1) es una de las mayores trampas que puede colar el PP a los trabajadores, a los sindicatos y a las izquierdas en general PORQUE:


1.-Supone empujar a las clases medias y altas fuera del Sistema Nacional de Salud (SNS) español, lo que a medio plazo convertirá la sanidad pública en una “sanidad para pobres”; modelo americano previo a la Reforma de la Sanidad de Obama y lo que teníamos antes de la generalización del sistema público de salud en 1986. Las clases medias y altas que huyesen de la Sanidad Pública posteriormente obtendrían una disminución de su carga tributaria, como ha sucedido en otros países, al pagarse su propia sanidad privada. Esto supondría menores fuentes de ingreso al fisco para la financiación para el Sistema Nacional de Salud
2.-Ello potenciaría aún más el trasvase de usuarios desde la sanidad pública a la privada, incrementando en mayor medida el negocio de la sanidad.
3.-Es una forma de introducir el fin de la universalidad y la gratuidad del sistema sanitario, rasgos característicos de nuestra sanidad pública, por la puerta de atrás y bajo la coartada de una decisión de justicia social que, en realidad, sólo busca rebajar la calidad del sistema sanitario, desproveerle aún más de fondos y darle una puntilla de muerte.
4.-Es infinitamente más reaccionario que recurrir a la progresividad fiscal real (impuesto en el IRPF y otros sobre el capital, las SICAV, los beneficios empresariales y las grandes fortunas). Una progrsividad fiscal real es una forma mucho más eficaz y progresista de recaudar fondos para la sostenibilidad de un sistema sanitario cuya crisis financiera ha sido inducida por la confluencia de intereses entre las grandes corporaciones y mutualidades sanitarias privadas, sectores políticos y de la administración, la industria farmacéutica y sectores financieros privados con intereses cruzados en las grandes entidades de sanidad privada, que encontrarán un nuevo gran mercado en la financiación de la privatización de la sanidad.
5.-Avanza hacia un copago parcial inicial. Una vez aplicada en todas las Comunidades Autónomas sobre una parte de las clases sociales, ya sólo bastará implantarlo a todas las demás, justamente a los trabajadores, pensionistas y familias de rentas bajas, que son las más necesitadas de una sanidad pública de calidad, universal y gratuita.
6.-Es una medida populista que trata de ganar masa crítica hacia más medidas privatizadoras de los servicios, mediante el apoyo a un falso señuelo de “que paguen más los que más tienen” (luego pagará el resto, como en Catalunya con el copago) y el consenso de amplias capas de la población que sienten que no hay un reparto equitativo de las medidas anticrisis –puras medidas antisociales y de voladura de lo público- y verán en esto una medida, aparentemente, más igualitaria y redistributiva del peso de los sacrificios. Puede abrir una brecha en las izquierdas que piquen ese anzuelo.

En consecuencia, oponerse a esa medida, explicando muy bien los motivos, con el fin de ganar la batalla de la opinión pública y de la calle debe ser una de las batallas que los sindicatos, la clase trabajadora y las organizaciones de izquierdas acometan con firmeza y sin dudas ni titubeos.

NOTAS:
(1)http://www.publico.es/dinero/428768/de-guindos-plantea-la-progresividad-en-las-prestaciones-sanitarias y también http://politica.elpais.com/politica/2012/04/09/actualidad/1333954688_207882.html

7 de abril de 2012

DOLOR

Por Marat (en un momento de rabia)


DOLOR. ¿LES SUENA LA SITUACIÓN DE UNA MADRE GRIEGA QUE NO PUEDE PAGAR LECHE PARA SUS HIJOS -1,50 €- CUANDO GANAN EN SU CASA 500? DOLOR: ¿IMAGINAN QUE LA MEJOR FANTASÍA DE UN NIÑO GRIEGO SEA IR AL COLEGIO PARA PODER DESAYUNAR (Y EN ELLO SEGURO HARÁ TAMBIÉN COMIDA, MERIENDA Y CENA)? DOLOR. ¿SABEN QUE UN CRECIENTE NÚMERO DE ANCIANOS -USTEDES LO SERÁN- DE LA UE REBUSCAN EN LA BASURA PARA COMER? DOLOR. ¿SABEN LO QUE ES ESPERAR A UNA OPERACIÓN QUE MUY PROBLABLEMENTE SEA DE CÁNCER HASTA QUE LLEGUE TARDE, COMO YA HA SUCEDIDO MUCHAS VECES Y OCURRIRÁ UNA VEZ MÁS? DOLOR. ¿SABEN LO QUE ES QUE TU MEJOR JEFA, UNA DE ESAS QUE NO IMAGINABAS TENER, FUERA EXPULSADA DEL TRABAJO PORQUE ERA DEMASIADO BLANDA CON SUS “COMPAÑEROS”, PORQUE PARA ELLA LO ERAN? YO SÍ. DOLOR, ¿SABEN LO QUE ES QUE ALGUIEN QUE NUNCA TUVO CARNÉ SINDICAL DIERA LA CARA EL 29M, COMO TANTAS VECES LO HIZO ANTES Y, A SUS 58 AÑOS, PERDIERA SU PUESTO DE TRABAJO? AL PRÓXIMO IMBÉCIL QUE USE LA PALABRA "MERCADOS" Y NO CAPITALISMO, AL QUE HAY QUE DESTRUIR PARA CONSTRUIR UN MUNDO HUMANO Y SOCIALISTA, LE AVISO QUE ME CAGO EN SUS CALOSTROS POR CRETINO Y MAL INFORMADO

LOS OBREROS DE LA ACERÍA GRIEGA ENTRAN FIRMES EN SU SEXTO MES DE HUELGA INDEFINIDA

La Mancha Obrera.
El domingo pasado, una multitud de gente participó en la gran concentración-concierto de solidaridad dando un impulso y fuerza militante a los huelguistas de la Acería que continúan en huelga por 157 días, entrando en el sexto mes de su lucha. En este evento el PAME entregó a la dirección del sindicato la tercera parte de la ayuda financiera que ha concentrado. Al mismo tiempo continúa la ola conmovedora de solidaridad clasista internacional con apoyo financiero y otro tipo de asistencia organizado por las fuerzas clasistas militantes en todo el mundo.

El mensaje de solidaridad resonó en un ambiente de clase y canciones y la entrada de la fábrica quedó inundada de nuevo por obreros, jóvenes, mujeres y pensionistas. Estaban al lado de los trabajadores de la acería aclarando una vez más que “su lucha es nuestra lucha también”. Esta solidaridad fue expresada por varios artistas y grupos que declararon su solidaridad con su propia manera especial.

Giorgos Sifonios en su discurso de bienvenida en el concierto dijo:
“Estamos orgullosos de que aún estamos aguantando. Ya hemos vencido, porque la lucha heroica que estamos librando es un punto de referencia a nivel mundial. Vamos a estar aquí tanto cuanto sea necesario; lucharemos hasta el fin y pueden estar seguros que venceremos.”

Se pone de manifiesto cada vez más que el gobierno se burla de la lucha de los obreros metalúrgicos. Al mismo tiempo ha concedido numerosos privilegios a los empleadores de la “Acería Griega” y facilitó la construcción de un puerto privado. El sindicato de los obreros metalúrgicos respondió a los supuestos compromisos del gobierno para una “conferencia gubernamental con respecto a la Acería” y dejó claro que hasta el fin de la semana habrá nuevas concentraciones multitudinarias.

El lunes por la mañana, los lacayos conocidos de la patronal y aspirantes rompehuelgas aparecieron en la puerta de la fábrica y fueron una vez más provocativos. Junto con los gerentes de la fábrica querían entrar para trabajar. Los piquetes respondieron decisivamente a sus planes de romper la huelga. Los títeres de los empleadores se marcharon sin lograr nada.

Es más necesario que nunca fortalecer la solidaridad con los huelguistas en la acería con todo tipo de ayuda y solidaridad.

6 de abril de 2012

MITOS Y MENTIRAS SOBRE LOS SINDICATOS

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:

El autor del texto que les presento incurre en algún defecto de análisis, al olvidar el efecto que la Contrarreforma Laboral, ya operante, tiene sobre la realidad laboral de los trabajadores, y sobre el escenario en el que tienen que moverse a partir de ahora sus organizaciones de clase en los centros de trabajo (inicio de la muerte de los convenios colectivos y fin, desde mi punto de vista afortunado para la reactivación de la lucha de clases, del pacto social como filosofía de Estado y del capitalismo postwelfariano)

También creo produndamente errónea su crítica, y en este caso con mucha mayor gravedad a la credibilidad de los partidos políticos y de sus dirigentes; crítica en la que no matiza, ni establece diferencias, ni concreta siglas, en un estilo tan querido por los "indignados", en el que desafortunadamente se coincide con la extrema derecha. Las consecuencias a medio plazo de este tipo de "análisis" pueden acabar siendo nefastas para el pluralismo político, las libertades y, en definitiva, la propia política, que es la única herramienta de enfrentamiento contra el capitalismo de la que disponemos los trabajadores, ya que el sindicalismo, por su propia naturaleza, tiene características meramente defensivas.

Pero lo cierto es que el resto del texto es un análisis que desmonta las falacias y embustes del nuevo corpus ideológico (el fascio-liberalismo) emergente contra los sindicatos. Por este motivo se hace necesaria la difusión de escritos como el presente, con las salvedades ya señaladas. No es el único existente en la línea de defensa del movimiento sindical pero me ha parecido oportuno reproducir siquiera éste en un momento histórico de "malos tiempos para la lírica"

Sin más les dejo con este artículo de un profesor de Sociología de la Universidad de Barcelona.



Mitos y mentiras sobre los sindicatos


Joaquim Juan Albalate. Mientras Tanto
Desde hace ya unos años, se viene difundiendo desde los medios de comunicación que operan en España ciertas afirmaciones que cuestionan la legitimidad de los derechos que se asignaron a los sindicatos —mediante diversas leyes, empezando por la Constitución— a finales de los años setenta y principios de los ochenta. Esta objeción ha empezado a adquirir durante estos últimos tiempos visos de una auténtica ofensiva de las fuerzas políticas y económicas de índole neoliberal, tanto a escala nacional como en la Unión Europea. Determinados partidos políticos y gobiernos conservadores o liberales españoles y europeos, pero también representantes cualificados de los poderes económicos y financieros, están protagonizando una intensa y persuasiva campaña de descrédito contra el rol y las funciones que, desde la restauración de la democracia, vienen desarrollando los sindicatos.


Esta campaña pretende debilitar a una de las pocas instituciones que aún subsisten en los países industrializados y que, junto con otras organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales, constituyen, por encima de los partidos políticos, la más importante instancia colectiva que todavía planta cara a los intentos de acabar con los derechos sociales y económicos asociados al Estado del Bienestar, tan dura y costosamente conseguidos en España a lo largo de los últimos treinta y cinco años. Ante esta situación, algunos profesores universitarios, investigadores sociales, escritores, periodistas, artistas, intelectuales y, en particular, sindicalistas, han reaccionado contra semejante cruzada, recurriendo a diversas formas de denuncia de dichos ataques.
Concretamente, hace unos meses apareció un artículo en la revista de la Federación de Educación del sindicato CCOO, publicado en noviembre de 2011, en el que se apuntaban una serie de frases y expresiones, ampliamente extendidas entre la población y difundidas desde casi todos los medios de comunicación, de cuyo contenido se deducía un claro intento de degradar la imagen de los sindicatos, con el beneplácito, más o menos confesado, de las citadas organizaciones e instituciones. Pues bien, partiendo de esas expresiones y de las contribuciones aportadas por otras personas al respecto (V. Navarro, M. García Biel, J. López, J. Rodríguez, C. Barrera, etc.), cabe realizar los siguientes comentarios a cada uno de tales enunciados:


1. “Los sindicatos tienen cada vez menos soporte laboral y social”
El soporte que reciben los sindicatos tiene, al menos, dos dimensiones: la laboral y la social, ambas íntimamente relacionadas puesto que cualquier suceso laboral tiene connotaciones sociales, aunque no siempre sucede lo contrario.


Por lo que se refiere al soporte laboral, éste se puede “medir” a partir de la confianza que depositan los trabajadores, bien cuando se afilian a un sindicato pagando una determinada cuota, bien cuando respaldan a unos determinados candidatos, participando en las elecciones sindicales.
Estos dos aspectos (afiliación y elecciones sindicales) son los que legitiman a los sindicatos para que ejerzan la representación de los intereses de los trabajadores, recogiendo sus demandas y trasladándolas a las mesas de negociación con la patronal, o con el propio Estado cuando se trata de empleados públicos.
Con respecto a la afiliación, debe tenerse en cuenta que, desde que se legalizaran los sindicatos a finales de los años setenta, la afiliación sindical en España no ha dejado de crecer. Mientras que en el año 1980 (aún en plena transición democrática) los sindicatos apenas contaban con 500.000 afiliados, esta misma cifra se había multiplicado por más de 6 a finales del primer decenio de este siglo, de modo que eran más de 3 millones los afiliados a alguno de los actuales sindicatos —encabezados por CCOO, que contaba con 1,2 millones—, a lo que habría que añadir la reciente tendencia que, desde 2009, han iniciado las tasas de afiliación, con un repunte de más del 40% en 2011.
Estas cifras contradicen el supuesto distanciamiento de los sindicatos de sus bases sociales. Y ello a pesar de la grave crisis económica y de empleo que está atacando, particularmente, a los colectivos de trabajadores que, históricamente, más cerca han estado del sindicalismo. Si bien es cierto que la tasa de afiliación sindical en España se sitúa por debajo de la de otros países occidentales (en torno al 17% del total de asalariados), también lo es que viene manteniéndose bastante estable durante los últimos años.
Y todo ello en un país que sigue caracterizándose por tener una patronal con una cultura laboral esencialmente contraria a cualquier acuerdo que implique una mínima renuncia a sus prerrogativas, pero también por poseer un tejido empresarial con un porcentaje muy elevado de pymes, donde es más difícil que arraiguen y se extiendan los valores de solidaridad de clase que se derivan del trabajo colectivo. Además, a ello habría que sumar la no obligatoriedad de afiliarse para poder beneficiarse de los resultados de la negociación colectiva.
Una segunda fuente de legitimidad proviene de las elecciones sindicales que se realizan, periódicamente, entre el “electorado” de los trabajadores asalariados. Se trata de otro soporte, tan o más importante que el anterior, de cuyos mejores o peores resultados se desprende un mayor o menor amparo democrático con el cual se legitiman las decisiones que toman los sindicatos en nombre de sus representados.
En este sentido, cabe decir que el porcentaje de participación de los trabajadores en las elecciones sindicales es, desde que éstas se celebran, muy elevado (alrededor de un 75-85% del total de asalariados que pueden participar a lo largo de los cuatro años que dura el actual cómputo electoral). Unas cifras que en modo alguno han obtenido los partidos políticos en todas las elecciones políticas celebradas desde los años ochenta, tanto en las de ámbito local como en las autonómicas, nacionales o europeas, y no por ello se cuestiona el cada vez más mermado soporte que reciben de los ciudadanos.
Por último, vale la pena agregar a lo anterior que los sindicatos recaban también un soporte que va más allá de la esfera laboral. Personas que están en paro o en situación de inactividad también respaldan la actividad sindical, a pesar de no trabajar ni estar afiliadas. Las miles de personas que congregan los sindicatos cuando convocan manifestaciones, paros o huelgas, acogen a muchas otras personas que apoyan a los sindicatos desde ámbitos distintos del estrictamente laboral, puesto que muchas de las reclamaciones sindicales son también demandas que afectan a la sociedad en su conjunto.
Y es que, aparte de la Iglesia, no hay ninguna otra institución ni organización social de índole voluntaria en España que concite — contrariamente a lo que algunos dicen— tanto soporte social como los sindicatos.


2. “Los sindicatos subsisten gracias a los fondos que les da el Estado”
La financiación de los sindicatos españoles proviene, fundamentalmente, de los ingresos que reciben de las cuotas de los tres millones de afiliados que poseen: unos 250 millones de euros anuales que cubren el 60% de los gastos corrientes. El Gobierno español sólo aporta (¿aportaba?) 16 millones de euros, que se reparten en función de la influencia electoral de cada sindicato. El resto de los ingresos se obtienen de otras fuentes privadas o públicas, como la venta de servicios o, simplemente, de créditos bancarios.


Esos ingresos deben ser suficientes para cubrir los gastos de funcionamiento ordinario y del mantenimiento y, en su caso, alquiler de los locales donde se realizan las actividades ordinarias. Pero también para cubrir los costes de una de las principales funciones sociales atribuidas a estas organizaciones: la negociación colectiva —a veces a lo largo de muchas horas o jornadas— de más de 4.000 convenios colectivos que, más tarde o más temprano, acaban repercutiendo en la mejora de las condiciones de trabajo de millones de asalariados.
En contraste con los 16 millones de euros que reciben los sindicatos españoles del Estado, las ayudas con ese mismo origen que ingresan los sindicatos británicos alcanzan los 98 millones, mientras que los italianos recaudan 600 millones y las organizaciones sindicales francesas del sector público, 700 millones.


Por su parte, las organizaciones patronales españolas reciben del Estado una cantidad parecida a la de los sindicatos, criterio éste, como mínimo, discutible, pues ni por el número de afiliados que aquéllas tienen, ni por la disponibilidad de recursos que esos afiliados poseen para pagar sus cuotas o, más aún, ni por el hecho de que esas mismas organizaciones disponen de otras fuentes de financiación inaccesibles para los sindicatos, las patronales deberían obtener el mismo volumen de financiación que el que reciben los sindicatos.
Pero, puestos a cuestionar la legitimidad —que no la legalidad— de los 16 millones de euros que reciben los sindicatos de los fondos públicos, nadie pone en duda —y menos los dirigentes políticos o algunos medios de comunicación que así se lo reprochan— la pertinencia de que los partidos políticos se merezcan los 85 millones que también reciben del Estado —por mucho que, según todas las encuestas, su credibilidad social sea bastante menor que la de los sindicatos— o que, como recientemente se ha podido saber, la Casa Real obtenga de los presupuestos generales del Estado una renta de centenares de millones de euros cada año, sin contar el valor del patrimonio que esa institución posee.
Y todo ello por no hablar —por mucho que lo merezcan— de la subvención de 90 millones que se concede al cine español, de los 360 millones que reciben la prensa y las televisiones privadas o, en fin, de los 6.000 millones que percibe la Iglesia para cubrir la parte de los gastos que no puede financiar con los ingresos de sus feligreses, etc.


3. “Los sindicatos se lucran con las ayudas que reciben para la formación profesional continua de los trabajadores”
Los sindicatos reciben unos 150 millones —al igual que la patronal— de fondos públicos que se destinan a cubrir los gastos de profesorado, personal auxiliar, instalaciones, material fungible, etc., de los miles de cursos de formación continua que cada año se prescriben para el reciclaje voluntario de las cualificaciones de los asalariados. Se trata de otra de las funciones sociales más importantes con que los sindicatos colaboran, junto con la patronal y algunas administraciones públicas, para que la competitividad de los bienes y servicios que se producen en España vaya al alza, justamente, como resultado de dichos cursos. No se trata de un gasto, sino de una inversión de futuro muy importante aunque, no por ello, sometida, igualmente, al control y auditoría de las autoridades públicas españolas y europeas.


Y es importante porque, además de que la formación continua se imparte de forma gratuita a unos 2,5 millones de trabajadores al año por término medio —que, de otro modo, posiblemente no recibirían, y menos de forma gratuita—, lo es también por las repercusiones que tiene en el aumento de la autoestima del trabajador, así como en las oportunidades de promoción interna y en las de movilidad inter e intrasectorial, e incluso —con las matizaciones que se quiera— en las de poder encontrar trabajo antes que quienes se forman menos, cuando se está en el paro o, en fin, en las de eludir el despido en mayor medida que estos últimos.
La formación continua sigue siendo una herramienta fundamental para afrontar en mejores condiciones los cambios técnicos y organizativos que hoy, tan rápida e intensamente, se producen en el mundo del trabajo. Y, aunque no sea una condición suficiente para encontrar empleo —sobre todo en situaciones de paro masivo como la que se vive en España desde hace demasiados años—, sigue siendo un recurso útil para que los trabajadores que siguen ocupados conserven el puesto de trabajo.
En definitiva, la inversión que hacen los sindicatos con los fondos recibidos no sólo es rentable porque eleva las cualificaciones de los trabajadores, sino porque las empresas se benefician también de contar con unos trabajadores más formados y cualificados. En todo caso, ante cualquier sospecha de lucro indebido siempre se tiene al alcance la correspondiente denuncia en los tribunales.


4. “Los dirigentes sindicales ‘viven del cuento’ en vista de lo que hacen”
Además de la financiación estatal o de los planes de formación continua, otra de las críticas que se vierten contra los sindicatos se refiere a los sueldos que cobran sus dirigentes. Si bien es cierto que los ingresos en concepto de trabajo de los dirigentes sindicales proceden de una parte de las subvenciones públicas que reciben sus organizaciones, también lo es que tales remuneraciones no sólo están fiscalizadas por Hacienda y otros entes de control público —como a cualquier otro ciudadano que cobra un salario o una subvención del erario público—, sino que dichas cantidades son, como mínimo, ridículas, atendiendo al volumen de horas que destinan a organizar y resolver un conjunto creciente de problemas.


Si se compara con lo que ingresan otros cargos públicos, por no hablar de lo que cobran algunos dirigentes o ejecutivos de organizaciones o empresas privadas, las tareas que realizan los miembros de los sindicatos pueden ser tantas, o tan o más estresantes y tener tanta o más responsabilidad social y, por tanto, tanto o más riesgo por omitir o errar en la toma de decisiones, que las que realizan aquéllos. Por ejemplo, una hipotética gestión deficiente de las actuaciones que se llevan a cabo durante la negociación colectiva o en alguno de los diversos servicios que ofrecen los sindicatos, podría repercutir muy negativamente en las condiciones de trabajo de muchos miles de persones o, en su caso, en la calidad de dichos servicios, con consecuencias igualmente negativas para aquellos, al estar sometidos a la competencia del mercado.
Por tanto, que un alto dirigente de uno de los sindicatos españoles más representativos ganara en 2011 unos 2.470 euros brutos mensuales, no parece que se corresponda con la dimensión de las consecuencias que pueden derivarse de una mala gestión de las responsabilidades que tienen a su cargo. Se trata de una cifra que, a ojos de algunos dirigentes empresariales, puede suscitar una cierta sonrisa sarcástica, pero que no sólo se corresponde con los valores fundacionales de modestia y honestidad propios de los sindicatos de clase, sino que constituye una remuneración mínima por todo lo apuntado antes. Por cierto, no hay que olvidar que, a diferencia de la inmensa mayoría de los dirigentes empresariales privados y públicos, los líderes sindicales son escogidos democráticamente, por lo que los sueldos que cobran están revestidos de un plus de legitimidad, como mínimo, superior al de los que también cobran sin proceder de procesos democráticos.


5. “Las horas sindicales se utilizan para excusarse del trabajo mermando la productividad”
El número de horas sindicales que se prevé en el artículo 68 del Estatuto de los Trabajadores aún hoy vigente es, en comparación con la mayoría de los países europeos, escaso. Eso podría explicar, al menos en parte, por qué una porción importante de los delegados que salen elegidos en las elecciones sindicales tienen que dedicar un porcentaje significativo de su tiempo personal, que a menudo va mucho más allá del número de horas que, efectivamente, se remuneran.


En el citado artículo se notifican los "créditos" de horas a los que tiene derecho cada uno de los miembros elegidos del comité de empresa y de los delegados de personal, estos últimos en el caso de empresas de 50 o menos trabajadores, con un mínimo de un delegado para las de 30 o menos trabajadores.
El volumen de horas mensuales a que dan derecho tales "créditos" se distribuye en función del tamaño del centro de trabajo: en los de 100 o menos trabajadores, la ley concede 15 horas a esos miembros o delegados, en los que tienen entre 101 y 250, 20 horas, y así sucesivamente, hasta llegar a los que exceden de 750, que pueden disponer de 40 horas. En ese mismo artículo se precisa que los "créditos" de horas que disponen los distintos delegados pueden ser transferidos por parte de algunos de éstos y ser acumulados por otros, algo que suele suceder en la práctica.
Es de ese modo que algunos de los miembros del comité o delegados elegidos pueden quedarse sin “crédito” horario —porque lo han cedido a otros miembros—, o bien ser “liberados", parcial o totalmente, según hayan conservado el consiguiente “crédito” atribuido o, por el contrario, hayan acumulado a los suyos los cedidos por otros, hasta un máximo del 100% de las horas totales de la jornada, según sea el tamaño de cada centro de trabajo, algo que rara vez sucede, pues, a la hora de la verdad, sólo puede ser factible en algunos de los centros de trabajo de gran dimensión.
Pues bien, en España los delegados sindicales que estaban "liberados" en su totalidad alcanzaba, aproximadamente, a unos 4.000, un 1,3% sobre un total de más de 300.000 delegados sindicales escogidos en 2010.
Por tanto, cuando se acusa a los sindicatos de ser los responsables del gran volumen de horas que se “pierden” cada año para la productividad de la economía del país por "culpa" de ejercer un derecho legal como éste, habría que advertir a quienes así lo afirman que, además de que no se comete infracción alguna, sólo repercute en una ínfima parte de los delegados: aquellos que, realmente, ejercen su derecho al "crédito" horario, sea éste parcial o total.
Ahora bien, las horas que se "pierden” para la productividad económica son relativamente pocas si se comparan con las que se (¿pierden?) también en las, a veces, inacabables reuniones que tienen lugar en el seno de las patronales o dentro de las mismas empresas, sin que por ello computen como pérdidas para la competitividad de los bienes y servicios que se producen en la economía española.
En realidad, no es ciertamente el coste de las horas sindicales lo que preocupa a la patronal o a las fuerzas políticas que representan a sus intereses en toda España. Lo que verdaderamente les inquieta es la misma existencia de los sindicatos, hagan muchas o pocas horas sindicales.
Por ejemplo, sin ir más lejos, mejorar un 1% el salario de todos los trabajadores españoles comporta, de media, diez veces más costes para los empresarios que el de las horas sindicales que deben sufragar. Que los sindicatos hayan logrado hace años que los padres o las madres puedan disfrutar de permisos remunerados para cuidar de sus hijos equivale a un coste tres veces mayor que el de las horas sindicales respectivas. Y así sucesivamente, con otros derechos sociales y económicos conseguidos durante las últimas décadas.
Y todo ello gracias a que los sindicatos han existido y siguen existiendo, mal que les pese a algunos.


6. “Los sindicatos no sirven para nada”
Ésta comienza a ser también otra de las afirmaciones que se propaga cada vez a mayor velocidad y que, aparentemente, ha calado con bastante facilidad entre muchos trabajadores y entre la población en general. Al menos, eso es lo que podría deducirse de los resultados de algunas encuestas sobre la confianza de los ciudadanos en determinadas instituciones, patrocinadas por una serie de entidades dedicadas al estudio de la llamada "opinión pública" y que, periódicamente, aparecen en los medios de comunicación. En estas encuestas se insiste en que, sin ser los "últimos de la cola", los sindicatos son percibidos por estas encuestas como una de las instituciones que, paulatinamente, mayor credibilidad pierden, a ojos de, por lo visto, una mayoría creciente de ciudadanos.


Parecería como si, por arte de magia, un amplio conjunto de personas consideraran, desde hace ya unos años, que los sindicatos ya no son necesarios porque, por poner un ejemplo, las condiciones de vida y de trabajo de una mayoría social han llegado a ser tales que, efectivamente, sobra su presencia, al menos en España.
¿Se trata de una maniobra orquestada desde los diversos poderes políticos y económicos —siempre reticentes, históricamente, a la existencia de los sindicatos— que se sostiene en sólidos fundamentos o, por el contrario, responde a la realidad porque los sindicatos ya no son capaces de dar respuesta a los problemas sociolaborales de los trabajadores?
Todo indica que ambas preguntas tienen algo de verdad. Y es que, de ser cierto que una gran mayoría opina que los sindicatos “no sirven para nada”, éstos tendrían que replantearse a fondo el papel que juegan en los momentos más recientes. Ahora bien, de entrada no parece que esto pueda sostenerse.
En primer lugar, aunque esas encuestas pueden haber recogido una cierta sensibilidad social contraria a la pervivencia de los sindicatos, es lícito preguntarse sobre el procedimiento seguido por dichas encuestas para llegar a tales conclusiones. Como en otros escrutinios, y dando por correctos los cálculos del volumen y la distribución de la muestra, del margen de error, etc., es importante saber cómo se ha recopilado y qué se ha preguntado a los ciudadanos, pues, según se haya orientado el enunciado de las preguntas, se podrían haber alcanzado otros resultados.
Por ejemplo, ¿la encuesta era específica sobre los sindicatos o trataba de más temas?, ¿qué número de preguntas se incluían y qué se preguntaba exactamente sobre los sindicatos?, ¿en qué lugar del cuestionario se situaban estas preguntas?, ¿existían respuestas abiertas?, ¿cuáles eran?, etc. Éstas y otras interpelaciones sobre la elaboración del instrumento utilizado para recabar la información podrían deparar resultados distintos de los obtenidos en esas encuestas.
En segundo lugar, aun aceptando que el diseño de dicho instrumento se hubieran ajustado a los requisitos de objetividad científica y, derivado de ello, se hubiera detectado que, efectivamente, existe una percepción social de los sindicatos como entes superfluos, no significaría, necesariamente, que muchos de los interpelados deseen prescindir de ellos. Algunas personas pueden defender su inutilidad y, al mismo tiempo, estar afiliadas o votar por un sindicato en las elecciones sindicales, en este caso si se es un trabajador en activo. Es común observar que muchas personas pueden compatibilizan ideas (“los sindicatos no sirven para nada”) con otras que se contradicen con las que se llevan a la práctica.
No obstante, a pesar de todo lo dicho hasta ahora, es posible que dicha percepción pudiera aproximarse a una cierta realidad, aunque llena de matices. La crisis económico-financiera actual se ha encargado de reforzar el desmantelamiento, iniciado ya en los años ochenta, de las bases materiales e ideológicas con las que los sindicatos de clase encontraban el apoyo necesario para afrontar las desigualdades laborales y sociales existentes.
Desde que esas bases declinaron en favor de otras, completamente, opuestas a éstas, la sintonía de los sindicatos con las "nuevas" demandas sociales y laborales planteadas por los jóvenes, pero también por otros no tan jóvenes, se ha quebrado, dando paso a una desafección e inhibición sociales, propicias a la aparición de, entre otras cosas, frases como "los sindicatos ya no sirven para nada". Y eso, paradójicamente, cuando el empleo se encuentra en una situación en la que cabría esperar, más que nunca, la adhesión masiva a la lucha contra las causas que provocan el paro, históricamente encabezada por los sindicatos.
El declive de las ideas críticas contra el sistema capitalista de una parte importante de los trabajadores, pero también de los propios parados y de muchos de aquellos jóvenes, ha facilitado a los poderes económicos y políticos, y a los medios de comunicación que estos mismos controlan, inculpar a los sindicatos, unilateralmente, de la responsabilidad del actual paro masivo, empezando, como ya se ha visto, por eliminar las horas sindicales.
Si bien algunas estrategias dudosas llevadas a cabo por las direcciones de los sindicatos durante las épocas anteriores en relación con las políticas de empleo podrían haber contribuido a un cierto descrédito, también es verdad que, si alguien no es responsable de la destrucción de empleo y del paro masivo existente, éstos son los sindicatos, sino aquellos que pueden crear ocupación —empresarios y, cuando no, el propio Estado— y que, por motivos económicos y políticos, respectivamente, no lo hacen.
Por tanto, aunque una potente socialización regresiva intenta revertir la responsabilidad de la situación económica actual, los sindicatos no sólo "no han servido para nada", sino que han servido, en la medida en que lo han permitido sus escasos recursos, para concienciar y movilizar a los ciudadanos a fin de denunciar a los auténticos causantes de dicha crisis y, con ello, colaborar con otros colectivos para frenar, en la medida de lo posible, las peores consecuencias de la crisis iniciada por aquéllos.


7. “Si no existieran los sindicatos la sociedad tampoco notaría su ausencia”
Este enunciado aún no se ha extendido tanto como los anteriores, aunque, puestos a imaginar lo peor, no es descabellado que, tal como se suceden los acontecimientos, sea sólo una cuestión de tiempo. Se trata de una falacia más que se deriva del enunciado anterior: si los sindicatos no sirven para nada, entonces lo mejor es que desaparezcan.


La hipótesis de una supuesta desaparición de los sindicatos suscita la existencia de, al menos, dos escenarios: el primero sería que, efectivamente, los sindicatos “ya no sirven para nada”, algo que ya se ha intentado desmentir en el anterior enunciado. El segundo, en cambio, haría referencia a que los sindicatos “sí que sirven para algo” y, a pesar de ello, los poderes económicos y/o políticos decidan, sea cual sea la opinión pública sobre ellos, eliminarlos.
Este último escenario plantearía numerosos problemas que habría que resolver. En primer lugar, tal desaparición nos remitiría, aunque con un contexto histórico distinto, a otras épocas del pasado, no tan lejano, en las que, tras ser proscritos, volverían a ser perseguidos, puesto que si “servían de algo” antes de ser prohibidos, es lógico pensar que volverían a luchar para salir de la clandestinidad y exigir, una vez más en la historia, su legalización.
Este escenario no parecería ser “funcional” para el propio sistema capitalista actual, dado el “compromiso” de los poderes políticos y económicos para mantener la democracia formal vigente y, por tanto, de las instituciones básicas que la acompañan, como, por ejemplo, los sindicatos. Ahora bien, es éste un compromiso al que hoy nadie podría asegurarle permanencia, vistos los embates de que son objeto los sindicatos en la actualidad.
En segundo lugar, el cese automático de las funciones que desarrollan los sindicatos, en particular la referida a las relaciones laborales y, específicamente, a la negociación colectiva de los convenios con las patronales y, en su caso, la concertación social con estas últimas y el propio gobierno, quedaría sin efecto. Sin duda, los primeros perjudicados serían los trabajadores, especialmente los de las pequeñas y medianas empresas (las que acogen a menos de 50 trabajadores), en la medida en que son los que más se benefician de la actual normativa que permite extender los logros conseguidos en esa negociación a estos trabajadores, siempre y cuando los sindicatos o, sobre todo, las patronales que los representan se adhieran a tales acuerdos.
Cabe recordar que este tipo de empresa congrega en España a más del 95% del total de empresas. Por tanto, aunque se conservaran el resto de las funciones que desempeñan los sindicatos, la abolición de la negociación colectiva, por sí sola, conduciría directamente a la negociación individual descentralizada, empresa por empresa, con las más que probables consecuencias negativas para las condiciones de vida y trabajo de una gran mayoría de los asalariados, salvo los que, con la negociación individual de su convenio, pudieran obtener, hipotéticamente, más o mejores beneficios, algo que, como se ha venido demostrando durante los últimos treinta años, contrasta con lo que ha sucedido en la realidad.
Pero, además de esas consecuencias directas para los asalariados, la eliminación de los sindicatos conllevaría también otras secuelas. Por un lado, la patronal tendría dificultades para legitimar sus decisiones en ausencia de los sindicatos, al menos en el marco democrático europeo e internacional. Por otro, aumentarían las probabilidades de una quiebra del mismo Estado del Bienestar si, como sería de esperar, los salarios y el resto de las condiciones de trabajo fueran a la baja, comprometiendo el consumo privado y los ingresos públicos del Estado, a no ser que —algo bastante improbable en un marco neoliberal dominante como el presupuesto en esta hipótesis— existiera una intervención de éste que regulara esas condiciones por decreto.
Realmente, si ese hipotético escenario general se aproxima bastante a lo que sucede en la actualidad habiendo sindicatos, es fácil imaginar, más allá de lo relatado hasta ahora, qué acontecería de más si no existieran. Como ya se ha apuntado, la presión contra el Estado del Bienestar repercutiría, necesariamente, en la estabilidad del propio sistema democrático, de modo que, más tarde o más temprano, afectaría no sólo a los sindicatos, sino también a algunos partidos políticos e instituciones democráticas y, quizás, quién sabe, a otros.
No hay que olvidar que, si alguien luchó por la restauración de la democracia en España, fueron sin duda los sindicatos. No fueron los únicos, pero sí los que, junto con otros líderes políticos de izquierdas, más arriesgaron su vida por ella

5 de abril de 2012

CITI Y MERRILL RECIBEN LOS PRESUPUESTOS CON OTRO VARAPALO Y HABLAN DE "INTERVENCIÓN"

ESPERAN UNA ESPECIE DE RESCATE DEL FMI Y EL FEEF


María Igartua. Cotizalia.com
Los Presupuestos de Cristobal Montoro no han pasado el examen de los mercados internacionales, que continúan con su feroz ataque a España. Hoy mismo, Merrill Lynch y Citi han vuelto a la carga. Mientras el primero habla de “terrible panorama” para los inversores, el segundo alerta -por enésima vez- sobre la próxima intervención del país.
“Parece probable que España entre en algún tipo de programa de la Troika este año”, según insiste el equipo de analistas de Citi encabezado por Ebrahim Rahbari en un informe con fecha de este martes. O lo que es lo mismo, el banco de inversión avisa sobre el próximo rescate del país, aunque sea distinto del vivido por Grecia, Portugal o Irlanda, en tanto que España es demasiado grande para caer.
Una suerte de ayuda que pasaría por más apoyo del Banco Central Europeo a los bancos y/o deuda española. Sólo así el país podría seguir “financiándose por su cuenta, al menos parcialmente, en el mercado”, pero “parte de esa financiación va a tener que provenir del Fondo Monetario Internacional y del Fondo Europeo de Estabilización Financiera”.
Por cierto, que la semana pasada Bruselas aprobó la ampliación del fondo de rescate hasta los 800.000 millones de euros, lo que supone que el Mecanismo Europeo de la Estabilidad, cuando entre en vigor en julio, ha reservado 500.000 millones de euros íntegros para un posible rescate de España o Italia.
Y es que en Citi piensan que la recesión va a ser más profunda y larga de “lo que las fuentes oficiales y muchas firmas privadas predicen, como consecuencia de la presión fiscal y por el aumento de las presiones de desendeudamiento del sector privado”.
No obstante, los expertos del banco descartan una reestructuración de la deuda, al menos de momento. Eso sí, "para asegurar la sostenibilidad fiscal, son necesarias medidas estructurales más radicales y, en particular, fiscales. A parte de un sustancial incremento de las provisiones de los bancos, hace falta más capital." Así mismo, "España debe dejar claro que no está intentando seguir los pases de Irlanda en este sentido".


Los mercados internacionales 'suspenden' los Presupuestos
Los analistas de Citi no han sido los únicos que este martes han aprovechado que Montoro presentaba oficialmente los Presupuestos, de los que adelantó el recorte de 27.000 millones de euros y las líneas generales el pasado viernes, para atacar a España. Tal es así que el director de Inversiones de Europa, Oriente Medio y África de Merrill Lynch, Bill O´Neal, aseguraba que "la situación de España es menos tranquilizadora, con una terrible perspectiva económica para este año".
"Es la tónica general fuera de España", explica a Cotizalia.com Javier Ferrer, director de la mesa de renta fija de Ahorro Corporación, "Yo ya no entiendo qué más podemos hacer, si se está haciendo lo divino y lo humano. Los mercados son los que son".
Y sobre qué más se puede hacer, el gurú Nouriel Roubini lo tiene claro: España debe abandonar el euro, junto a Irlanda, Portugal, Italia y Grecia. Lo ha dicho en su columna de opinión del Financial Times.

4 de abril de 2012

CAMERON INICIA LA PRIVATIZACIÓN DE LA POLICÍA BRITÁNICA

Rubén H. Vivancos. Diagonal


NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Por desgracia, la capacidad de análisis de algunos supuestos “izquierdistas” se agota en el desahogo y en el regüeldo vengativo. Habrá quienes, como venganza nacida de la rabia ante la violencia policial en las manifestaciones, se alegren de que varios miles de policías británicos vayan al paro, al ser sustituidos por “policías privados” (mercenarios, ya sin eufemismos).

Pero la realidad es que, si la violencia era hasta no hace demasiado tiempo monopolio del Estado (1), esto está ya acabándose. USA utiliza sus mercenarios en las guerras (la de Irak como gran hiperrealidad de esta medievalización social), muchas cárceles eran, en ese país y en otros, privadas,..ahora la policía británica. Ya vimos el ensayo hace años de miembros de la seguridad privada protegiendo cuarteles y edificios públicos en la España del Aznarato.

La consecuencia de ello será una aceleración del extrañamiento de crecientes funciones que hasta ahora realizaba el Estado capitalista a cualquier forma de control público, parlamentario y de los medios de comunicación. No será algo inmediato. Se mantendrán, de momento ciertos controles hasta que, loncha a loncha, se haga verdad que las libertades han sido definitivamente proscritas a manos del capitalismo. Entonces los desahogos a los que antes hacía referencia evidenciarán toda su estupidez. Cuando hayan desaparecido los últimos resquicios de las libertades formales que aún no había asesinado el Estado burgués y éste haya sido sustituido por formidables ejércitos represivos de las multinacionales, dentro de la ley de la selva más monstruosa que recordemos, puede que algunos entiendan la diferencia entre público y privado, incluso ante la represión.

A esa lógica de represión y desaparición de las libertades políticas y civiles pertenecen las declaraciones del Conseller de Interior de la Generalitat de Catalunya, Felipe Puig, pidiendo restringir el derecho de reunión. No tardarán tanto en llegar las leyes de fugas. Puede que cuando ya sea demasiado tarde algunos empiecen a plantearse si abandonar su gandhismo imbécil y reaccionario y responder al poder del capital con el único lenguaje que conoce y, en el fondo, respeta: el de la fuerza

Bueno que, como siempre, me enrollo. Sin más, les dejo con el artículo sobre la privatización de la policía británica a manos del gobierno de Cameron.


CAMERON INICIA LA PRIVATIZACIÓN DE LA POLICÍA BRITÁNICA
Ni la policía se libra de los tijeretazos. La marea de recortes y privatizaciones que recorre Europa en la carrera por la reducción del déficit público se lleva por delante también, en Reino Unido, a los agentes del orden. El premier británico David Cameron ha diseñado un plan para privatizar parte de la policía, plan que se engloba dentro de un proceso de reestructuración de los servicios públicos destinado a adelgazar el Estado del bienestar. Serán empresas privadas las que se encargarán de patrullar las calles, investigar delitos, e incluso detener a sospechosos, lo que podrá dar pie a abusos policiales, según señalan los detractores del plan.

El proceso de privatización se empezará a concretar esta misma primavera. Dos de las principales fuerzas policiales de Reino Unido, en los condados de West Midlands y Surrey, ya han aceptado ofertas de compañías privadas de seguridad para que sean transferidos parte de sus servicios, según fue filtrado a la prensa británica a principios de marzo, lo que ha generado airadas críticas por parte de la oposición y los sindicatos de la policía.

Desde el sindicato Unison, que en Reino Unido agrupa a los empleados públicos, Ben Priestley denuncia que la privatización de las fuerzas policiales es un “experimento sumamente peligroso” que puede traer consecuencias “nefastas” para el país y puede significar un “grave retroceso” en los derechos de los ciudadanos. “Los agentes van a tener menos responsabilidades para con los ciudadanos, a quienes se les será negado el derecho de acudir a la Comisión Independiente de Quejas a la Policía cuando tengan un problema”, asevera Priestley.

Con la privatización, la policía de West Midlands podrá despedir a más de 2.700 agentes en los próximos dos años

El diputado John Prescott, quien fuera mano derecha de Tony Blair, lidera una campaña desde las filas laboristas para frenar la privatización policial. Exige que estas medidas sean sometidas a una consulta popular. “No se puede emprender esta transformación tan descomunal, que supondrá un severo revés en la confianza que los ciudadanos tienen en la policía, sin ofrecer la oportunidad a los electores de expresar su opinión”.

Para Prescott, las medidas privatizadoras, que el gobierno conservador justifica por el actual contexto de crisis económica –ha destinado un 20% menos de presupuesto a la policía este año– significan en realidad un cambio hacia un nuevo modelo que impulsa un deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores. “El sector privado proveerá a la función pública de empleados con sueldos inferiores a los de los agentes, que asumirán sus funciones más rutinarias”, subraya el diputado laborista. Con la externalización de servicios, la policía de West Midlands se ahorrará el sueldo de hasta 2.764 agentes, que podrán perder su empleo en los próximos dos años.

NOTAS:
(1) Weber, Max: “La política como vocación” en “El político y el científico”