19 de noviembre de 2011

LOS FONDOS DE PENSIONES ACAPARAN LA ADQUISICIÓN DE TIERRAS AGRÍCOLAS

Servindi


Los fondos de pensiones están acaparando la adquisición de tierras agrícolas alrededor del mundo, perjudicando a comunidades locales y promoviendo una agricultura contraproducente para los actuales problemas alimentarios y medioambientales.
Los fondos de inversión, en especial los fondos de pensiones, se encuentran atraídos a estas inversiones por los beneficios potenciales. Se estima que cerca de US$5.000 a 15.000 millones del sector de mercancías o commodities están destinados a la adquisición de tierras de cultivo.
Sin embargo, como se sabe, los fondos de pensiones manejan los ahorros de los trabajadores, por lo que debiera haber alguna forma de rendición de cuentas públicas o de otro tipo cuando se tomen decisiones de inversión.
En ese sentido, los fondos de pensiones, acaparadores de tierras, son uno de los pocos fondos que podrían ser desbaratados por la población que es dueña del dinero, y éste ha sido uno de los objetivos de los movimientos sociales.
Los fondos de pensiones
Actualmente las pensiones de los trabajadores están manejadas por empresas privadas que deben entregar a los trabajadores mensualidades luego de su jubilación.
Se sabe que los fondos de pensiones, a nivel mundial, manejan US$23 billones en activos. Los más grandes son aquellos administrados por los gobiernos, como es el caso de Japón, Noruega, Holanda, Corea y Estados Unidos. (Ver cuadro de mayores fondos de pensiones a nivel mundial).
Los fondos de pensiones fueron afectados durante la última crisis financiera. Por ello, muchas de estas administradoras de fondos recurren a las tierras agrícolas, muy atractivas por un patrón claro de oferta y demanda: una creciente población mundial necesitada de alimentos.
Además, los administradores de estos fondos consideran que los precios de las tierras son relativamente bajos en países como Australia, Sudán, Uruguay, Rusia, Zambia o Brasil.
Estos fondos consideran los beneficios a largo plazo por el precio creciente de la tierra y los ingresos que perciben, además, con las ventas de cosechas, ganado lechero y producción de carne.
La agricultura es claramente una fuente de beneficios futuros para los inversionistas, con los precios de los commodities y los alimentos en alza, por lo que últimamente los fondos de pensiones empezaron a invertir fuertemente en este rubro.
Barclays Capital informa que hace diez años los fondos institucionales invertían aproximadamente US$6.000 millones en mercancías o commodities, mientras que actualmente la cifra asciende a US$320.000 millones.
De esos US$ 320.000, los fondos de pensiones invierten US$ 100.000 millones. Y estas inversiones son dedicadas mayoritariamente a las tierras agrícolas -activos que ofrecen retornos anuales entre 10% a 20%-.
Actualmente, los fondos de pensiones tienen aproximadamente de 1 a 3% de sus carteras asignadas a los commodities de tierras agrícolas. Se estima que para el 2015 se llegue a porcentajes de 3 a 5%.
El panorama actual indica que los inversionistas más grandes están programando duplicar sus portafolios de propiedades de commodities agrícolas, que incluyen tierras agrícolas.
Las consecuencias de ello será la subida de precios de los alimentos, lo cual afectará gravemente a las comunidades rurales y pobres, e implica a los trabajadores.
El tema queda en manos de los sindicatos de trabajadores, los gobiernos y otras instituciones responsables de decisiones estratégicas para controlar cómo se deben invertir los fondos de pensiones.
http://servindi.org/actualidad/54521

18 de noviembre de 2011

DOS BILLONES DE "CDS SOBERANOS" PONEN EN JAQUE AL MUNDO. EL RIESGO OCULTO DE LA CRISIS EUROPEA

Inés Abril. Cinco Días
Es uno de los mercados más opacos que existen, pero tiene la capacidad de crear el caos financiero y de orquestar rescates a su imagen y semejanza. El BIS ha cifrado su volumen: 2,14 billones de euros brutos en cobertura de deuda soberana.

El lenguaje coloquial ha cambiado mucho de un tiempo a esta parte. Deuda soberana, prima de riesgo, diferencial o bono alemán a diez años son expresiones que se han colado en las conversaciones diarias de millones de europeos cada vez más preocupados. Los CDS no están tan a la orden del día, pero después de la caída de Lehman Brothers y el casi colapso financiero mundial que se produjo por el efecto en cascada de la activación de los seguros de cobertura contra impagos (eso son los CDS) sobre hipotecas subprime y el rescate público de la aseguradora AIG que esto provocó, han ganado mucha popularidad.
Y es que los CDS tiene la capacidad de multiplicar de forma exponencial el riesgo. De ahí su peligro..., y su leyenda negra. AIG fue nacionalizada porque tenía una exposición a derivados de más un billón de euros, según sus propias cifras, lo que significa que su quiebra hubiera repartido números rojos multimillonarios entre todos los inversores que hubieran asegurado con ella algún riesgo. A su lado, Lehman parece casi inofensivo: solo dejó en el aire derivados por valor de 400.000 millones de dólares y todavía están recientes en la memoria los efectos de esa caída. AIG, por tanto, simplemente no podía caer.
Los credit default swaps (de ahí las siglas con las que se los conoce) vuelven ahora a condicionar el futuro de Europa y a hacer mundiales las ramificaciones de lo que pueda suceder en el Viejo Continente. Y es que igual que las hipotecas subprime tenían CDS como cobertura y el poseedor de casi cualquier activo puede tener un seguro contra su impago, también la deuda soberana puede estar cubierta frente a la amenaza de pérdidas.
El Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés) acaba de poner cifras a estas coberturas en su informe de noviembre. El volumen bruto nominal de CDS comprados y vendidos para asegurar impagos en deuda soberana alcanzaba a cierre del primer semestre los 2,9 billones de dólares (el equivalente a 2,14 billones de euros). Esta cifra no es muy elevada con respecto al total de CDS que hay en el mundo (32,4 billones de dólares), pero es la partida que más crece dentro de esa amalgama total. Frente a un alza del 8% en estos contratos desde 2010, los CDS soberanos (por así llamarlos) habrían crecido cerca de un 15%, aunque el BIS no da cifras totalmente comparables de cierre de 2010.
Tampoco hay datos desagregados por naciones o zonas geográficas. Es decir, esos CDS pueden estar en manos de inversores estadounidenses con deuda japonesa en su cartera o en manos de fondos taiwaneses con exposición a bonos griegos. Lo que sí se sabe es que el riesgo está muy concentrado en zonas muy sensibles del mundo. Según cifras oficiales del Departamento del Tesoro de EE UU, cinco bancos controlan el 95% de los riesgos en derivados asumidos por la banca de Estados Unidos.
Goldman Sachs y JPMorgan han revelado al supervisor de los mercados de Estados Unidos, la Securities Exchange Commission (SEC), que habían vendido CDS por más de 5 billones de dólares (unos 3,7 billones de euros) en el tercer trimestre del año, según Bloomberg. Lo que ocultan ambas entidades es qué cantidad de esos CDS es para proteger deuda de países rescatados, como Portugal, Irlanda o Grecia, o que están en el punto de mira, como Italia y España.
Y hay otro condicionante más. Nadie se pone de acuerdo en cómo hay que computar los CDS, si por el nominal (los contratos vendidos más los comprados) o intentar llegar a una cifra neta, porque unos contratos se dan contrapartida a otros.
El caso griego es el mejor ejemplo de esta paradoja. Los líderes de Europa han orquestado un rescate para la deuda helena con una quita del 50% diseñado de forma voluntaria y que no afecte a todos los acreedores para evitar que la reestructuración active los CDS. Es decir, serán los dueños de la deuda los que asuman las pérdidas, porque el seguro contra impagos que tengan contratado no les va a cubrir, puesto que acudirían al canje de deuda de forma voluntaria.
La razón de este esquema es el temor a que una activación de los CDS dañe a los bancos y a las aseguradoras que tengan que responder por las coberturas y se cree otro momento Lehman. Pero la ISDA, la asociación que regula los CDS, asegura que el volumen efectivo de CDS sobre deuda griega no supera los 3.700 millones de dólares (unos 2.740 millones de euros), una cifra que en modo alguno puede poner en peligro nada. Mientras, otros números dicen que el volumen bruto total de seguros sobre deuda helena alcanzaría los 75.000 millones de dólares, así que se podría deducir que el riesgo real de un CDS es una vigésima parte de su volumen bruto nominal, lo que reduciría muchísimo el peligro de este tipo de coberturas.
Pero no todos están de acuerdo en esta reducción, ya que no todos los CDS tienen colateral. Además, por mucho que el riesgo pueda reasegurarse, siempre habrá un pagador al final. Por ejemplo, un banco vende un CDS a un inversor y cubre el riesgo con un tercero, que a su vez contrata una cobertura con un cuarto y así sucesivamente. De ahí que un CDS original de 100 se convierta en uno mucho más alto, aunque el riesgo subyacente siga siendo 100. Pero si se produce la quiebra, siempre habrá un eslabón que tendrá que pagar y en caso de que no pueda responder a la cobertura perjudicará a todos los que forman la cadena.
Otra vez, Grecia es la referencia. Todos los involucrados han hecho malabarismos para que no se activaran los CDS en el rescate. Y eso solo tiene una explicación: el riesgo que entrañan es muy alto.
Por todo ello, la realidad es que los dos billones largos de euros en CDS que planean sobre la deuda soberana actúan como una losa ahora que media Europa tiene los diferenciales disparados. En caso de que algún país además de Grecia (¿Italia? ¿Portugal? ¿España? ¿Francia?) incumpla sus pagos y se activen efectivamente los CDS, las ramificaciones serían incalculables.
Y aún más porque todavía no se sabe cuál es el saldo vivo de CDS ahora. Los datos del BIS son de cierre del semestre, antes del verano agónico que ha dado paso a un otoño negro en la deuda soberana europea. Es posible que el rescate griego haya reducido la querencia sobre los CDS, ya que su contratación servirá de poco a sus dueños, pero también que las turbulencias hayan disparado su número. El resultado es una bomba de relojería de la que nadie conoce el tamaño, pero a la que todos temen.