10 de abril de 2011

LA GRAN DISTRACCIÓN LIBIA



NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Quizá algunas de las reflexiones coyunturales del artículo de I. Wallerstein que aquí les presentamos puedan haber "envejecido" un tanto a tenor de la evolución de los últimos acontecimientos en Libia. Las recientes declaraciones del secretario general de la OTAN, el danés Anders Fogh Rassmusen que, en respuesta a la pregunta de la revista alemana Der Spiegel, al ser interrogado acerca de si la guerra se podía ganar sin tropas de tierra afirmaba que “La respuesta sincera es que para este conflicto no hay una solución militar", admitían el estancamiento de la guerra civil libia, empantanada por sucesivos avances y retrocesos entre las fuerzas contendientes. De ahí que empiece a ser el momento de las las cancillerías y las diplomacias.
Pero Immanuel Wallerstein no se equivoca en absoluto cuando afirma que "el conflicto libio...es una gran distracción de la principal lucha política en el mundo árabe". El suyo es un punto de vista sugerente e inteligente que cruza transversalmente las fuertes polémicas dentro de la izquierda mundial sobre el asunto libio.
Espero que disfruten de su lectura como yo lo he hecho.


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IMMANUEL WALLERSTEIN. PERIÓDICO “LA JORNADA” (MÉJICO)

Todo el conflicto libio del mes pasado –la guerra civil, la acción militar contra Kadafi encabezada por Estados Unidos– no es ni una intervención humanitaria ni tiene que ver con el inmediato abasto de crudo en el mundo. Es de hecho una gran distracción –una distracción deliberada– de la principal lucha política en el mundo árabe. Hay algo en lo que Muammar Kadafi y los líderes de occidente de todos los puntos de vista políticos están en total acuerdo. Quieren bajarle el paso, canalizar, cooptar, limitar la segunda revuelta árabe y evitar que cambie las realidades políticas básicas del mundo árabe y su papel en la geopolítica del sistema-mundo.
Para apreciar esto, uno tiene que seguir lo que ha estado ocurriendo, en secuencia cronológica. Aunque los retumbos políticos en varios estados árabes y los intentos de varias fuerzas exteriores por apoyar a uno u otro elemento al interior de varios de esos estados ha sido una constante por largo tiempo, el suicidio de Mohamed Bouazizi, el 17 de diciembre de 2010, desató un proceso muy diferente.
Fue en mi opinión la continuación del espíritu de la revolución mundial de 1968. En 1968, como en los últimos cuantos meses en el mundo árabe, el grupo que tuvo el coraje y la voluntad para lanzar la protesta contra la autoridad instituida fue el de los jóvenes. Fueron motivados por muchas cosas: la arbitrariedad, crueldad y corrupción de quienes detentan la autoridad, su propia situación económica que empeora, y por encima de todo la insistencia en su derecho moral y político de ser parte importante en la determinación de su propio destino político y cultural. También han estado protestando contra toda la estructura del sistema-mundo y el modo en que sus líderes se han subordinado a las presiones de las fuerzas externas.
Estos jóvenes no estaban organizados, por lo menos en un principio. Y no siempre tenían un conocimiento total del escenario político. Pero han sido muy valientes. Y, como en 1968, sus acciones son contagiosas. Muy pronto, virtualmente en todos los estados árabes, sin distinción debido a su política exterior, han amenazado el orden establecido. Cuando mostraron su fuerza en Egipto, que sigue siendo aún el Estado árabe clave, todo el mundo comenzó a tomarlos en serio. Hay dos formas de tomar tal revuelta en serio. Una es intentar unirse a ella y de ahí controlarla. Y otra es tomar serias medidas para aplastarla. Ambas se han intentado.
Hubo tres grupos que se unieron, los cuales subrayó Samir Amin en su análisis en torno a Egipto: la izquierda tradicional y revivificada; los profesionales de clase media y los islamistas. La fuerza y el carácter de estos grupos ha variado en cada una de las naciones árabes. Amin vio a la izquierda y a los profesionales de clase media (mientras fueran nacionalistas y no neoliberales trasnacionales) como elementos positivos y a los islamistas, los últimos en subirse al carro, como elementos negativos. Y luego está el ejército, siempre el bastión del orden, que se unió tarde a la revuelta egipcia, precisamente para limitar su efecto.
Entonces, cuando comenzó el levantamiento en Libia, fue el resultado directo del éxito de las revueltas en los dos países vecinos, Túnez y Egipto. Kadafi es un dirigente particularmente despiadado y ha estado haciendo declaraciones horribles de lo que le haría a los traidores. Si tras poco tiempo hubo fuertes voces en Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos que llamaron a intervenir militarmente, no fue tanto porque Kadafi fuera una espina antiimperialista en su costado. Le vendía petróleo por la buena a Occidente y alardeaba del hecho de que ayudaba a Italia a amainar la marea de inmigración ilegal. Ofrecía arreglos lucrativos para los negocios occidentales.
El campo intervencionista tenía dos componentes: aquellos para quienes cualquiera y todas las intervenciones militares de Occidente eran irresistibles, y aquellos que argumentaban en favor de una intervención humanitaria. En Estados Unidos se les opusieron con mucha fuerza los militares, que veían que no se podría ganar la guerra libia y que sería un desgaste militar enorme para Estados Unidos. Este último grupo parecía estar ganando, cuando de repente la resolución de la Liga Árabe cambió el balance de fuerzas.
¿Cómo ocurrió esto? El gobierno saudita trabajó arduamente y en efecto logró una resolución que respaldaba la instauración de una zona de exclusión aérea. Con el fin de obtener la unanimidad entre los estados árabes, los sauditas hicieron dos concesiones. La exigencia era sólo la zona de exclusión aérea y la segunda resolución adoptada fue oponerse a la intrusión de cualquier fuerza terrestre occidental.
Qué empujó a los sauditas a impulsar esto? ¿Será que alguien en Estados Unidos telefoneó a alguien en Arabia Saudita y solicitó esto? Yo pienso que fue lo opuesto. Éste fue un caso en que los sauditas intentaron afectar la política estadounidense y no al revés. Y funcionó. Desequilibró la balanza.
Lo que querían los sauditas, y eso lograron, fue una gran distracción de lo que pensaban era lo más urgente, y de lo que estaban haciendo –tomar medidas extremas contra la revuelta árabe, ya que afectaba, primero que nada a Arabia Saudita misma, luego a los estados del golfo, y después al resto del mundo árabe.
Como en 1968, esta clase de revuelta antiautoritaria crea extrañas particiones en los países afectados, y crea alianzas inesperadas. El llamado a una intervención humanista es particularmente divisorio. El problema que tengo yo con las intervenciones humanitarias es que nunca estoy seguro de que sean humanitarias. Los proponentes siempre apuntan a casos donde tal intervención no ocurrió, como en Ruanda. Pero nunca miran los casos en que sí ocurrió. Sí, en un plazo relativamente corto, puede evitar lo que de otro modo sería una matanza de gente. Pero en un plazo más largo, ¿realmente logra eso? Para evitar las matanzas de Hussein en el corto plazo, Estados Unidos invadió Irak. ¿Fueron asesinadas menos personas como resultado de la invasión en un periodo de 10 años? No parece ser el caso.
Los proponentes parecen tener un criterio cuantitativo. Si un gobierno mata a 10 manifestantes, esto es normal, pese a ser tal vez merecedor de una crítica verbal. Si mata a 10 mil, esto es criminal, y requiere de intervención humanitaria. ¿Cuánta gente debe ser asesinada antes de que lo normal se vuelva criminal?, ¿100, mil?
Hoy, las potencias occidentales han lanzado una guerra en Libia, con resultados inciertos. Será probablemente un pantano. Logró ya distraer al mundo de la revuelta árabe en curso? Tal vez. No lo sabemos aún. ¿Logrará derrocar a Kadafi? Tal vez. No lo sabemos aún. ¿Si Kadafi se va, qué lo sucederá? Incluso los voceros estadounidenses se preocupan acerca de la posibilidad de que sea remplazado por sus viejos amigos o por Al Qaeda, o por ambos.
La acción militar estadounidense en Libia es un error, incluso desde el estrecho punto de vista de Estados Unidos, y aun desde el punto de vista de lo humanitario. No terminará pronto. El presidente Obama ha explicado sus acciones de un modo muy sutil y complicado. Lo que en esencia ha dicho es que si el mandatario de Estados Unidos, tras un juicio cuidadoso, considera una intervención en aras de los intereses de Estados Unidos y del mundo, él puede y debe hacerla. No dudo que haya agonizado para tomar esta decisión, pero eso no es suficiente. Es una proposición ominosa, terrible y a fin de cuentas una derrota propia. Entretanto, el mejor anhelo de todos es que la segunda revuelta árabe renueve su vapor –tal vez algo difícil ahora– y sacuda primero que nada a los sauditas.

Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein

9 de abril de 2011

LA COMUNA, EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN


NOTA DEL EDITOR DEL BLOG



Daniel Bensaïd, pensador y revolucionario marxista francés muerto en enero de 2010 escribió este texto en 2007, cuando aún existía la LCR francesa, un año y medio antes de dar lugar ésta al Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), de la que fue su máximo exponente teórico hasta su muerte.
Al cumplirse, este año, el 140 aniversario de la Comuna de París parece conveniente releer este texto por quienes somos anticapitalistas y revolucionarios y esperamos de la izquierda mucho más que la gestión de la nave hoy varada del capitalismo. En él se abordan cuestiones cruciales de la democracia socialista, la lucha de clases, los problemas de dirección del nuevo Estado revolucionario que ha de conjurar la creación de un nuevo Leviathán y cuestiones que en la revolución soviética tuvieron una decisiva importancia en su deriva posterior. Sólo repasando la historia y los errores y horrores cometidos en ella será posible alumbrar una nueva sociedad realmente emancipadora y en la que estos no vuelvan a repetirse.

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Daniel Bensaïd | Kaos en la Red

(Resumen de una segunda contribución presentada por Daniel Bensaid en el marco del « ciclo Marx », en la Universidad de verano de la LCR desarrollada en Port Leucate del 24 al 29 de agosto de 2007 y publicada en Viento Sur, que insertamos como una contribución al debate sobre la Comuna en su 140 aniversario)
Muchos lectores de Marx le reprochan un implacable determinismo económico. Es necesario creer que eso es, en la mayoría de los casos, por ignorancia de sus escritos políticos, como su trilogía sobre Las luchas de las clases en Francia, El 18 Brumario de Louis Bonaparte, y La Guerra civil en Francia. [ 1 ] Si una veintena de años separan al primer texto del último, no constituyen menos una trilogía ya que se dibuja en estos textos una concepción de la política, de la representación, del Estado, de la democracia. Estos tres textos constituyen, hasta cierto punto, la otra cara de la crítica marxista a la modernidad, a menudo ignorada por lectores tapados por el gran sol de la crítica de la economía política -El Capital.

De la República tout court a la República social
"Al imponer la República" el proletariado parisiense conquistó en 1848 el terreno para su propia lucha para la emancipación, pero "de ninguna manera la propia emancipación", ya que la clase obrera era "aún incapaz de realizar su propia revolución". [ 2 ] Michelet lo había presentido a partir de 1846: "Una mitad de siglo bastó para ver a la burguesía salir del pueblo, elevarse por su actividad y su energía, y repentinamente, en medio de su triunfo, desplomarse sobre sí misma." [ 3 ] Así maduraba "el germen indeterminado de esta revolución desconocida" que se percibía en los sans-culottierie parisienses de 1793: "Los republicanos clásicos tenían detrás un espectro que marchaba rápidamente y había ganado velocidad: el republicanismo romántico de centenares de cabezas, de mil escuelas, que llamamos hoy socialismo." [ 4 ] Es este mismo espectro el que viene a atormentar a Europa en las primeras líneas del Manifiesto del Partido comunista redactado en los últimos días de 1847 y que hará su irrupción algunas semanas más tarde sobre el escenario europeo.
Marx data el nacimiento oficial de la II República el 4 de mayo. Pero el lugar y la fecha de su nacimiento real, "no es la revolución de febrero, sino la derrota de junio". El proletariado vencido fuerza la República apenas declarada a aparecer como el Estado cuyo objetivo declarado era "la perpetuación de la esclavitud asalariada" : "la burguesía no tiene rey, la forma de su reino es la República" que realiza en su "reino anónimo" "la síntesis de la Restauración y la Monarquía de Julio". En su forma acabada, la República constitucional realiza la coalición de intereses del partido del orden, al cual se opone. No habrá ya en adelante República tout court. Será social o no será más que una caricatura de sí misma, la máscara de una nueva opresión.
En el momento en que Marx publica El 18 Brumario, Blanqui encarcelado a la fortaleza de Belle-Ille, escribe algo similar a su amigo Maillard: "¿Qué es pues lo que se nos obliga a hacer después de mucho tiempo, si no la guerra civil? ¿Y contra qué? ¡Ah! He aquí precisamente la cuestión que se esfuerza en embrollarse por la oscuridad de las palabras: ya que se trata de impedir que las dos banderas enemigas se planten sencillamente enfrente una de la otra." [ 5 ] Y por eso los socialistas deben en adelante distinguirse de los simples republicanos burgueses que quieren "reiniciar febrero, pero no más."
En La lucha de las clases en Francia y en El Dieciocho Brumario, Marx comenzó a extraer, invocando el nombre de Blanqui, las implicaciones estratégicas de la prueba de junio del 48: "El proletariado se agrupa cada vez más en torno al socialismo revolucionario, en torno al comunismo, para el cual la propia burguesía inventó el nombre de Blanqui; este socialismo es la declaración de la revolución permanente." [ 6 ] Fórmula famosa, que retoma en forma de consigna en la conclusión de su Carta a la Liga de los comunistas:" ¡El "grito de guerra" de los trabajadores debe ser en adelante ‘la revolución permanente’!" Enigmática consigna, que aúna problemáticamente juntas, el acto y el proceso, el momento y la duración, el acontecimiento y la historia.
La revolución permanente tiene una dimensión inmediatamente europea. Los territorios nacionales son los campos de batalla parciales de una guerra civil de una mayor amplitud. Hasta el aplastamiento, entre 1918 y 1923, de las revoluciones alemana, húngara, italiana, los revolucionarios europeos, comenzando por los bolcheviques, pensarán su acción en esta representación europea del espacio estratégico. Es la conclusión que saca Marx, a partir de Las luchas de clases en Francia: "La nueva Revolución francesa se ve obligada a dejar inmediatamente el suelo nacional y a conquistar el terreno europeo, el único donde puede realizarse la revolución social del siglo XIX", ya que "nadie podría afirmar que el mapa de Europa sea definitivo." [ 7 ] La relación entre guerra y revolución, entonces, se inscribe de inmediato en esta perspectiva continental.
Introduciendo, en 1891, en la re-edición del texto de Marx sobre La guerra civil en Francia, Engels vuelve a profetizar: "¿Es que la anexión de las provincias francesas no empujó a Francia a los brazos de Rusia? ¿Y se no ve diariamente suspendida sobre nuestra cabeza, como la espada de Damocles, la amenaza de una guerra, el primer día en el cual todos los Tratados de alianza de los príncipes se volverán humo? De una guerra en la que nada es seguro sino la absoluta incertidumbre de su desenlace, de una guerra de raza que se librará en toda Europa afectando de quince a veinte millones de hombres armados." ¡Una guerra de raza! Al igual que la guerra que desató la Comuna, de la Gran guerra surgirá la revolución de Octubre, y de la segunda Guerra Mundial las revoluciones china, griega, vietnamita, yugoslava, pero a qué precio: sobre un montón de ruinas y cadáveres cada vez más imponente, cuyo peso muerto pesará cada vez más sobre la vida y el cerebro de los (sobre) vivientes, hasta el punto de transformar en pesadillas los sueños de emancipación.

Un nuevo Leviathan burocrático
1850-1871: De Las luchas de clases en Francia a La Guerra civil en Francia. Entre los dos escritos, alza, declinación y caída del Imperio. Como lo puso de relieve muy bien Maximilien Rubel, esta secuencia ofrece a Marx la materia para meditar ese extraño fenómeno político moderno que es el "bonapartismo" y de reconsiderar a través él la cuestión del Estado y su relación con la sociedad civil. [ 8 ]
Resurge así, a la luz de los braseros de la Comuna, la crítica de la burocracia empezada a partir de 1843 en el Manuscrito de Kreuznach y dejada después en obra o reanudada solamente de manera dispersa en escritos de circunstancia. El espíritu corporativo del antiguo régimen sobrevive, escribía entonces, en la burocracia como producto de la separación entre el Estado y la sociedad civil: "El mismo espíritu que, dentro de la sociedad crea a la corporación, crea, en el Estado la burocracia [... ] La burocracia es el formalismo de Estado de la sociedad civil". Ella es "la conciencia del Estado, la voluntad del Estado, el poder del Estado, personificada en una corporación, formando una sociedad particular y cerrada dentro del Estado." Ella "no puede ser un tejido de ilusiones prácticas: es la ilusión misma del Estado", y el espíritu burocrático es "un espíritu fundamentalmente jesuítico y teológico: los burócratas son los jesuitas del Estado y los teólogos del Estado; la burocracia es la República sacerdotal." [9] En cuanto al burócrata "tomado individualmente", el fin del Estado "se convierte en su objetivo privado: preocupado en subir a los puestos más elevados, es el carrerismo."
La supresión de la burocracia sólo no sería posible hasta que "el interés general pase a ser efectivo y no como en Hegel sólo en el pensamiento, en la abstracción del interés particular, lo que sólo puede hacerse si el interés particular se convierte en el interés efectivamente general". Forma finalmente encontrada de la emancipación, la Comuna de París aparece precisamente a los ojos de Marx como la crítica en acto del Estado burocrático y de cómo el interés particular que se han convertido en efectivamente el interés general. Y es que "la mayor medida" que haya tomado la Comuna no es una invención doctrinaria o un paraíso artificial, no es el establecimiento de un falansterio o de un Icaria, sino "su propia existencia", incluyendo sus límites y contradicciones. La Comuna fue así "la antítesis directa del Imperio", o también "la forma positiva de la República social", soñada desde los “Tres Gloriosos” de 1830 y los días sangrientos de junio de 48.
El poder de Estado es "en adelante abolido", escribe entonces Marx con respecto a las seis semanas de libertad comunal. ¿Abolido? La palabra parece contradecir las polémicas contra Proudhon o Bakunin, en las cuales Marx se oponía a la idea que tal abolición, del trabajo asalariado o del Estado, pudiera decretarse. Se trataba más bien de un proceso en el que era necesario comenzar por reunir las condiciones para la reducción del tiempo de trabajo, la transformación de las relaciones de propiedad, la modificación radical de la organización del trabajo. En el segundo ensayo de redacción de La guerra civil matiza mucho lo que se puede entender por abolición. En tanto "que antítesis directa del Imperio", la Comuna "debía estar compuesta de concejales elegidos por el sufragio de todos los ciudadanos, responsables y revocables en cualquier momento".
Ella "debía ser un cuerpo activo y no parlamentario, ejecutivo y legislativo al mismo tiempo". Los funcionarios y los propios miembros de la Comuna debían "realizar su tarea con salarios de obreros": "En una palabra, todas las funciones públicas, incluso las raras funciones que habrían sido incluidas en el Gobierno central debían ser asumidas por agentes comunales y colocadas por lo tanto bajo la dirección de la Comuna. Es entre otras cosas un absurdo decir que las funciones centrales, no las funciones de autoridad sobre el pueblo, sino las que son requeridas por las necesidades generales y ordinarias, no podrían ya estar garantizado. Estas funciones debían existir, pero los propios funcionarios no podían ya, como en el viejo aparato gubernamental, elevarse sobre la sociedad real, porque las funciones debían ser asumidas por agentes comunales y sometidas por lo tanto a un control verdadero. La función pública debía dejar de ser una propiedad personal." [10] No se trata pues de interpretar la desaparición del Estado como la absorción de todas sus funciones en la autogestión social o en la simple" administración de las cosas". Algunas de estas "funciones centrales" deben seguir existiendo, pero como funciones públicas bajo control popular. En este caso, la abolición del Estado no significa la abolición de la política o su extinción en la simple gestión racional de lo social. Puede significar tanto la extensión del ámbito de la lucha política por la desburocratización de las instituciones como la puesta en deliberación permanente de la cosa pública.
Escritos al calor de los acontecimientos, los textos sobre la Comuna permiten ajustar cuentas con el mito de un Marx ultrajacobino, hiper-estatista y centralizador a ultranza, frente a un Proudhon girondino, libertario, y descentralizador. Ciertamente, subraya que la constitución comunal, que rompe el poder del Estado moderno, "se tomó erróneamente por una tentativa de romper en una federación pequeños Estados, conforme a los sueños de Montesquieu y de los Girondinos, esta unidad de las grandes naciones que, aunque generada en su origen por la violencia, pasó a ser ahora un potente factor de la producción social". Y se quiso ver también erróneamente en la Comuna "que rompe con el poder del Estado moderno, un llamado la vida de las comunas medievales" que precedieron a este poder del Estado [11]. La centralización estatal pudo desempeñar un papel útil para vaciar los particularismos feudales y ampliar el horizonte, luego para defender a la revolución contra las conspiraciones del Antiguo régimen. Pero contra el Estado parásito y burocrático victorioso y su centralización gubernamental, Marx sostiene una lógica de descentralización solidaria en una perspectiva de alianza entre los campesinos oprimidos por la capital-París y los trabajadores parisienses oprimidos por la reacción provincial: "París, capital de las clases dominantes y de su Gobierno, no puede ser una ciudad libre y la provincia tampoco puede ser libre, porque París es la capital. La provincia no puede ser libre sino con la Comuna de París." [12] Este antagonismo entre la capital París y la Comuna de París es el escenario original de una lucha entre dos fuerzas sociales y dos principios políticos." Las clases dominantes no cesan de querer conjurar el espectro de la Comuna de París, varias veces resucitado (en 1936 con las huelgas del Frente Popular, en 1945 con la insurrección y la liberación de París, en 1968 con su huelga general y sus barricadas).
Lo que quiso la Comuna de París era "romper el sistema de unidad artificial que se opone a la verdadera unión viva de Francia", ya que la unidad impuesta hasta entonces era "una centralización despótica, ininteligible, arbitraria y onerosa". La unidad política en torno a la Comuna había sido lo contrario: "la asociación voluntaria de todas las iniciativas locales" y "una delegación central de las comunas federadas." [13] El Marx de la Comuna llega entonces hasta retomar por su cuenta la fórmula de Montesquieu de una República federativa concebida como "una sociedad de sociedades que hacen una nueva que puede crecer por sus numerosos asociados".

¿Qué es la dictadura del proletariado?
¿La Comuna como forma finalmente encontrada de la emancipación, o de la dictadura del proletariado, o las dos, indisociablemente unidas? Eso es lo que declara Engels, veinte años después, en la conclusión de su introducción a La guerra civil: "Muy bien, señores, ¿quieren saber lo que es esta dictadura que está en el aire? Observen la Comuna de París. Esa era la dictadura del proletariado." [14]
Si, como lo declara Engels, la Comuna "era la dictadura del proletariado", importa saber precisamente lo que era la Comuna. Ella suprime "todos los misterios y las pretensiones del Estado" dotándose con mandatarios bajo control popular permanente, remunerados como obreros calificados. Su medida más importante es "su propia organización, que se improvisó con el enemigo extranjero en una puerta y el enemigo de clase en la otra" [15]. La Comuna "no suprime la lucha de clases" sino que representa "la liberación del trabajo", como "condición fundamental de toda vida individual y social". Crea así "el ambiente racional" en el cual puede comenzar -comenzar solamente - a desarrollarse la emancipación social. [16] Es "esa esfinge que preocupa al entendimiento burgués": es simplemente "la forma bajo la cual la clase obrera toma el poder político" [17]. Ante la violencia despótica de los poseedores, Marx retoma entonces "la audaz divisa revolucionaria": "¡Abajo la burguesía! ¡Dictadura de la clase obrera!" [18]
Esta forma, es necesario destacarlo tanto como es fácil olvidarlo, mantiene el sufragio universal y la representación territorial de las comunas y barrios: "La Comuna debía componerse de concejales de los distintos distritos (como París fue el iniciador y el modelo, ésa será nuestra referencia) elegidos por sufragio de todos los ciudadanos, responsables y revocables en cualquier momento. La mayoría de esta asamblea se componía naturalmente de obreros o de representantes reconocidos de la clase obrera." [19]
En la Carta del 31 de mayo de 1871 al Consejo general de la AIT, Marx insiste:" "el sufragio universal debía servir al pueblo constituido en comunas" y "nada podía ser más extraño al espíritu de la Comuna que de sustituir al sufragio universal por una investidura jerárquica". No prevé restricción sobre los criterios sociales al derecho de voto. Expresa solamente su convicción de que la mayoría política corresponderá "naturalmente" a la mayoría social.
En cuanto a la relación entre los representantes y los representados, de los mandatarios y sus mandantes, es la de un control permanente concretado por los principios de responsabilidad y revocabilidad. Los representantes tienen permanentemente que dar cuenta de sus actos y en caso de litigio con los representados, a poner en juego su mandato. En este pasaje del segundo ensayo de redacción de La guerra civil, no se hace mención de mandato imperativo, como en el caso de la Carta a la AIT del 31 de mayo de 1871, donde se menciona como una constatación que, hasta en las más pequeñas aldeas, las comunas rurales debían "administrar sus asuntos por una asamblea de delegados, en cualquier momento revocables y vinculados por el mandato imperativo de los electores." [20]
Tanto la revocabilidad es la consecuencia de la responsabilidad del cargo electo frente a sus electores, como el mandato imperativo logra paralizar la deliberación democrática: si el mandatario no es más que el portavoz del interés particular de sus componentes, sin posibilidad de modificar su opinión en función del debate, ninguna voluntad general puede surgir, la adición de los intereses particulares o corporativos se neutraliza, y la esterilidad del poder constitutivo termina por hacer la cama de una burocracia que se eleva sobre esta voluntad en migas pretendiendo personificar el interés general.
Si para saber lo que era la dictadura del proletariado en el espíritu de Marx y Engels, bastaba con observar a la Comuna, esta "dictadura" parece muy respetuosa del sufragio universal y del pluralismo político. Sus primeras medidas consisten en una desburocratización y desmilitarización del Estado Leviathán, en disposiciones que revelarían lo que se llamaría hoy una democracia participativa, y en medidas elementales de justicia social. No tiene mucho de un poder dictatorial y muy pocas cosas de un régimen de excepción, si no es la suspensión del orden legal existente en favor del ejercicio del poder constitutivo inalienable de un pueblo soberano.

La Comuna, el Estado y la revolución
Para Lenin como para Marx y Engels, la cuestión del Estado es indisociable a la de la dictadura del proletariado, como organización de la fuerza y la violencia, "tanto para reprimir la resistencia de los explotadores como para dirigir a la gran masa de la población". Si esta "dictadura" tiene un carácter de clase, no se concibe sin embargo como una dictadura corporativa. Se trata de tomar el poder "para conducir al pueblo entero al socialismo". La fórmula evoca al concepto de hegemonía, que tomará curso en la socialdemocracia rusa para definir la relación entre el proletariado y el campesinado en la alianza obrera y campesina, mucho antes de que Gramsci le dé un nuevo alcance estratégico, cuando se trate de formar un bloque histórico, sin olvidar que "por el papel que desempeña en la gran producción, el proletariado es el único capaz de ser la guía de todas las clases trabajadoras explotadas pero incapaces de una lucha independiente para su liberación".
Después de la toma del poder, el Estado subsiste inicialmente, pero "como Estado burgués sin burguesía". Esta fórmula paradójica servirá de nuevo a Lenin para pensar de manera inédita el tipo de Estado resultante de la revolución rusa. Pero un Estado burgués sin burguesía no es entonces un Estado proletario. El Estado burgués sin burguesía va así a convertirse en la fuente sobre el cual se abren los peligros profesionales del poder y el refugio en el cual se desarrolla una nueva forma de excrecencia burocrática parásita de la sociedad. En El Estado y la Revolución, Lenin rompe radicalmente con "el cretinismo parlamentario" del marxismo ortodoxo, pero conserva la ideología gestionaria. Así, se imagina aún que la sociedad socialista "no será mas que una oficina, un taller, con una igualdad de trabajo e igualdad de salario".
Tales fórmulas recuerdan algunas páginas donde Engels sugiere que la desaparición del Estado significará también la desaparición de la política en favor de una simple "administración de las cosas", cuya idea se toma de los saint-simonianos; es decir, a una simple tecnología de gestión de lo social, donde la abundancia postulada eximiría establecer prioridades, de discutir sobre elección, de hacer vivir a la política como espacio de pluralidad.
Como ocurre a menudo, una utopía de apariencia libertaria se vuelve una utopía autoritaria. El sueño de una sociedad que no sería "mas que una única oficina y un único taller", no revelaría en efecto más que una buena organización administrativa. Del mismo modo, un "Estado proletario", concebido como un "cartel del pueblo entero", puede fácilmente conducir a la confusión totalitaria de la clase, el partido y el Estado. Al querer torcer el cuello al legalismo institucional del II° Internacional, Lenin lo dobla el bastón de la crítica en el otro sentido. Rompe con las ilusiones parlamentarias, pero se prohíbe al mismo tiempo pensar las formas políticas del Estado de transición.
Es este punto ciego el que Rosa Luxemburgo va a poner en evidencia. Si asume plenamente el concepto de dictadura del proletariado en su sentido amplio -"ninguna revolución ha sido terminada sino por la dictadura de una clase"- pone también en guardia a los socialdemócratas rusos: "Al parecer, ningún socialdemócrata se deja llevar por la ilusión de que el proletariado pueda mantenerse al poder. Si podía mantenerse, entonces implicaría el dominio de sus ideas de clase. Sus fuerzas no son suficientes actualmente, ya que el proletariado, al sentido más estricto de esta palabra, constituye precisamente en el imperio ruso, la minoría de la sociedad. Ahora bien, la realización del socialismo por una minoría se excluye incondicionalmente, puesto que la idea del socialismo excluye precisamente el dominio de una minoría."
Este artículo de 1906 prefigura y anuncia el famoso folleto de 1918 sobre la Revolución rusa. Contrariamente a los socialistas ortodoxos de la socialdemocracia alemana, saluda la revolución y a los bolcheviques que "se atrevieron" a abrir la vía al proletariado internacional tomando el poder. Destaca las responsabilidades que resultan para los revolucionarios europeos, comenzando por los alemanes: "En Rusia, el problema no podía sino plantearse. No podían solucionarse en Rusia. En este sentido, el futuro pertenece por todas partes al bolchevismo." El futuro de la revolución rusa se juega pues, en gran parte, en la arena europea y mundial.
No obstante los bolcheviques rusos tienen también su parte de responsabilidad. Rosa critica sus medidas relativas a la reforma agraria y la cuestión nacional. Cuando crean, no una propiedad social, sino una nueva forma de la propiedad privada agraria, la parcelación de los grandes dominios "aumentan las desigualdades sociales en el campo" y genera masivamente una nueva pequeña-burguesía agraria cuyos intereses entrarán inevitablemente en contradicción con los del proletariado. Del mismo modo, la aplicación generalizada del derecho a la autodeterminación para las naciones del imperio zarista sólo consigue "la autodeterminación" de las clases dirigentes de estas nacionalidades oprimidas, ya que "el separatismo" es "una trampa puramente burguesa". Lenin y sus amigos "inflaron artificialmente a pose de algunos profesores de Universidad y algunos estudiantes para hacer un factor político". En cuanto a la política agraria y la política de las nacionalidades, los bolcheviques habrían pecado por exceso de ilusión democrática, mientras que, inversamente, subestimaron lo que está en juego a nivel democrático de la cuestión institucional.

La cuestión de la Constituyente
Es el famoso debate sobre la disolución de la Asamblea Constituyente. Rosa no es sorda a los argumentos según los cuales era necesario "romper esta constituyente caduca", y que por tanto "nació muerta", que estaba atrasada respecto a la dinámica revolucionaria, tanto por sus modalidades electivas como por la imagen deformada que daba del país. Pero entonces, "¡era necesario promover sin demora nuevas elecciones para una nueva Constituyente!" Ahora bien Lenin y Trotski (en su folleto de 1923 sobre Las lecciones de Octubre) excluyen por principio toda forma de "democracia mixta" predicada por los austromarxistas.
Para Trotski, aquellos que, en el partido, fetichizan a la Constituyente, son los mismos, según él, que habían vacilado por el legalismo ante la decisión de la insurrección. Si, en octubre, la insurrección "se canalizó en la vía soviética y conectada con el 2º congreso de soviets", no se trataba a su modo de ver de una cuestión de principio, sino "de una cuestión puramente técnica, aunque de una gran importancia práctica". Este choque entre la decisión militar y la institución democrática propicia la confusión de los papeles entre el partido y el Estado, y también entre el estado de excepción revolucionario y la norma democrática. Esta confusión se eleva a su cima en Terrorismo y comunismo, folleto redactado también en la urgencia de la guerra civil que es la forma paroxística del estado de excepción.
El enfoque de Rosa Luxemburgo es diferente. Acepta los argumentos formulados por los bolcheviques para disolver la Constituyente, pero se preocupa por esa confusión entre la excepción y la norma: "el peligro comienza allí donde, haciendo de necesidad virtud, ellos [los dirigentes bolcheviques] pretenden fijar en todos los puntos de la teoría, una táctica que les ha sido impuesta por condiciones inevitables y a proponerlo al proletariado internacional como modelo de la táctica socialista". Esto que está en juego, más allá del asunto de la Constituyente, es la vitalidad y la eficacia de la democracia socialista misma.
Rosa destaca la importancia de la opinión pública, que no podría reducirse a un señuelo o a un teatro de sombras. Toda la experiencia histórica "nos muestra al contrario que la opinión pública irriga constantemente a las instituciones representativas, las penetra, las dirige. ¿Cómo explicar si no las cabriolas archi-ridículas que, en todo Parlamento burgués, los representantes del pueblo a veces nos dejan ver, cuando, animados repentinamente de un nuevo espíritu, hacen oír acentos perfectamente inesperados? ¿Cómo explicar que, de vez en cuando, momias archi-desechadas toman aires de juventud, que el pequeño Scheidemann encuentre repentinamente en su corazón acentos revolucionarios cuando la cólera truena en las fábricas, en los talleres y en las calles? ¿Esta acción constantemente viva de la opinión y la madurez política de las masas debería pues, justo en el período revolucionario, declararse delito ante el esquema rígido de los signos de partidos y padrones electorales? ¡Todo al contrario! Es precisamente la revolución que, por su efervescencia ardiente, crea esta atmósfera política vibrante, receptiva, que permite a las olas de la opinión pública, al pulso de la vida popular actuar instantáneamente, prodigiosamente sobre las instituciones representativas.
En lugar de comprimir este "pulso de la vida popular", los revolucionarios deben dejarle dirigir, ya que constituye un potente correctivo al pesado mecanismo de las instituciones democráticas: "Y si el pulso de la vida política de la masa late más rápido y más fuerte, su influencia se hace entonces más inmediata y más precisa, a pesar de los clichés rígidos de los partidos, las listas electorales obsoletas, etc. Ciertamente, toda institución democrática, al igual que toda institución humana, tiene sus límites y sus lagunas. Pero el remedio que encontraron Lenin y Trotski -suprimir sencillamente la democracia - es peor que el mal que supuestamente curan: bloquea la fuente viva de donde habrían podido brotar los correctivos a las imperfecciones congénitas de las instituciones sociales, la vida política activa, enérgica, sin obstáculos de la gran mayoría de las masas populares."
Las advertencias de Rosa toman, entonces, retrospectivamente todo su sentido. Temía en 1918 que las medidas de excepción temporalmente justificables se convirtieran en la regla en nombre de una concepción puramente instrumental del Estado como aparato de dominio de una clase sobre otra. La revolución consistiría solamente entonces en hacerlo cambiar de manos: "Lenin dice que el Estado burgués es un instrumento de opresión de la clase obrera, el Estado socialista un instrumento de opresión de la burguesía, que no es hasta cierto punto sino un Estado capitalista invertido. Esta concepción simplista omite la parte fundamental: para que la clase burguesa pueda ejercer su dominio, no necesita enseñar y educar políticamente al conjunto de la masa popular, al menos no más allá de algunos límites estrechamente trazados. Para la dictadura proletaria, ese es el elemento vital, la respiración sin la cual no podría existir. "
La nueva sociedad se inventa sin modo de uso. El programa del partido sólo ofrece "los grandes trazos que indican la dirección", y aún estas indicaciones sólo tienen un carácter orientativo, de balizaje y advertencia, más bien que un carácter preceptivo. Ciertamente, el socialismo "presupone una serie de medidas coercitivas contra la propiedad, etc.", pero, si "se puede establecer el aspecto negativo, la destrucción", no ocurre lo mismo con el "aspecto positivo, la construcción: nueva tierra, mil problemas." Para solucionar estos problemas, la libertad más amplia, la actividad más amplia, y de la más amplia parte de la población son necesarias. No es la libertad, sino el terror que desmoraliza: "Sin elecciones generales, sin una libertad de prensa y de reunión ilimitada, sin una lucha de opinión libre, la vida se marchita en todas las instituciones públicas, vegeta, y la burocracia permanece como el único elemento activo." En El Estado y la Revolución, el mismo Lenin entrevió esta funcionalidad social de la democracia política. A algunos marxistas, para los cuales el derecho de autodeterminación de las naciones oprimidas era irrealizable bajo el capitalismo y se volvería superfluo bajo el socialismo, respondía por adelantado: "Este razonamiento, probablemente espiritual pero en realidad erróneo, podría aplicarse a toda institución democrática, ya que un democratismo rigurosamente consecuente es irrealizable en el régimen capitalista, y en el régimen socialista, toda democracia terminará por apagarse [... ] Desarrollar la democracia hasta el final, buscar las formas de este desarrollo, someterlas a la prueba de la práctica, ésta es por tanto una de las tareas esenciales de la lucha por la revolución social. Tomada en parte, ningún democratismo, cualquiera que sea, llevará al socialismo: pero en la vida, el democratismo nunca se tomará sólo en parte. Se tomará en su totalidad. Ejercerá también una influencia sobre la economía cuya transformación estimulará. "[21]"
Notas
[1 ] Las luchas de clases en Francia (1850) y El 18 Brumario de Louis Bonaparte, París, colección Folio, 2002. La guerra civil en Francia, París, ediciones sociales, 1968.
[2 ] Marx, Las luchas de clases en Francia, p. 18, 22.
[3 ] Michelet, El Pueblo. En 1832 ya Blanqui declaraba en su Informe a la Sociedad de Amigos del pueblo: "No es necesario disimular que hay una guerra a muerte entre las clases que componen la nación" (Blanqui, Son necesarias las armas, París, La fábrica, 2007, p 80).
[4 ] Michelet, Historia de la Revolución francesa, Laffont 79, volumen II, p. 474.
[5 ] Blanqui, op. cit., p 176.
[6 ] Marx, Las luchas de clases en Francia, p 122. En su duodécima Tesis sobre el concepto de historia, Walter Benjamin acusará en bloque a la socialdemocracia "casi haber llegado en el espacio de tres década el nombre de un Blanqui cuyos acentos de bronce habían sacudido el XIXe siglo".
[7 ] Engels, El Po y el Rin.
[8] Ver a Maximilien Rubel, Karl Marx ante el bonapartismo, publicado en Karl Marx, Las luchas de clases en Francia, op. cit. París, Folio, 2002.
[9 ] Marx, Crítica de la filosofía del Estado de Hegel, París, 10-18, 1976.
[10 ] Marx, La guerra civil en Francia, p. 260.
[11 ] La guerra civil en Francia, p. 45.
[12 ] Ibid. p. 227.
[ 13 ] Ibid., p. 231.
[14 ] La guerra civil en Francia, p 302..
[15 ] Ibid, 215..
[16 ] Ibid, 216..
[17 ] Ibid, 256..
[18 ] Las luchas de clases en Francia, p 41..
[19 ] Ibid, p. 260..
[20 ] En Lenin, en El Estado y la revolución, en particular, se encuentran los principios de responsabilidad y revocabilidad pero no el de mandato imperativo.
[ 21 ] Lenin, El Estado y la Revolución, en Ouvres, volumen 25, ediciones de Moscú, p. 489.
Traducción: Andrés Lund Medina

8 de abril de 2011

ENTREVISTA A ERIC TOUSSAINT SOBRE LA DEUDA ESPAÑOLA Y EUROPEA FRENTE A LA AFRICANA

Eric Toussaint / Entrevista from ATTAC.TV on Vimeo.

OLIGARQUÍAS ELECTIVAS vs. REDEMOCRATIZACIÓN RADICAL. SOBRE LA DEMOCRACIA "REALMENTE EXISTENTE"



Jaime Pastor. Viento Sur

Una reflexión sobre el estado actual de la democracia “realmente existente” en nuestra área geográfica no puede hacer abstracción del contexto global en el que ésta sobrevive, sobre todo cuando nos encontramos en medio de una crisis sistémica y multidimensional como la que nos afecta en la actualidad.
Debemos partir, por tanto, de que este momento histórico es cualitativamente diferente del que caracterizó al desarrollo de este tipo de “democracias” en las sociedades de los países miembros de la OCDE después de la Segunda Guerra Mundial. Fue en el periodo excepcional que caracterizó a los “treinta gloriosos” posteriores cuando se pudo producir ese pacto interclasista que dio lugar a los distintos regímenes de bienestar en el mundo euro-occidental y, en ese marco, a la configuración de una democracia liberal relativamente estable. El “acontecimiento global” del año 68 expresó la voluntad de una nueva generación política de querer ir más allá del Estado de bienestar y de la política institucional de los viejos partidos de derechas y de izquierdas (incluidos los partidos comunistas); pero finalmente, a partir de 1973, una onda larga . neoliberal se fue imponiendo frente a aquélla con el fin de frenar la “sobrecarga de demandas” desde abajo y la crisis de “gobernabilidad” que afectaba a un capitalismo en crisis.
Así, desde los años 80 se mostraba cada vez con mayor dramatismo lo que Bob Jessop ha definido como “la paradoja de Offe”: “mientras que el capitalismo no puede coexistir con el Estado de bienestar, tampoco puede existir sin él” (2008: 334). En efecto, la tensión entre las necesidades del nuevo régimen de acumulación capitalista (con ataques al salario directo, indirecto y diferido de la fuerza de trabajo), por un lado, y la garantía del mantenimiento de un cierto grado de legitimación social entre la mayoría de la población (cada vez más limitada por esos mismos ataques), por otro, ha conocido distintas fases (resistencias con derrotas en los años 80, triunfalismo capitalista tras la caída del bloque soviético a comienzos de los 90, fin de la “globalización feliz” a finales de los 90) hasta llegar a la crisis actual. Pese a sus dificultades, el capitalismo logró dominar esa tensión sin grandes sobresaltos e incluso convirtiendo en “sentido común” su individualismo posesivo y consumista; pero el grado de financiarización que ha conocido ha acabado conduciendo al estallido de “burbujas” sucesivas cuyas consecuencias hoy recaen en las capas populares mediante nuevos “planes de ajuste” que, además de no ser suficientes para crear las bases de un nuevo “crecimiento” económico, no dejarán de generar un mayor déficit de legitimidad del sistema y de las democracias realmente existentes. Porque es ahora cuando el gran capital parece dispuesto, también en el “Norte”, a buscar una huida hacia delante frente a la magnitud de la crisis disponiéndose a prescindir incluso de unos Estados asistenciales cada vez más adelgazados justamente cuando los efectos del “descensor social” en marcha son más patentes.

DINERO, PODER Y “DESDEMOCRATIZACIÓN”
Este pronóstico se basa en que si bien durante el período de expansión económica la tendencia a la configuración de partidos “catch-all” y el neocorporativismo basado en la concertación patronal-sindicatos mayoritarios fueron relativamente funcionales al capitalismo, la intensificación de la ola neoliberal y, ahora, el estallido de la crisis sistémica han ido minando sus bases y, como consecuencia, más que a un proceso de profundización democrática a lo que estamos asistiendo es a otro inverso de “desdemocratización” o, “deconsolidación” de la democracia. Si por esto último entendemos, de nuevo con Offe, el “deterioro cualitativo en un proceso en el que se van socavando lentamente las instituciones y los principios democráticos” (2009: 108), no es difícil encontrar en nuestra realidad más cercana ejemplos de la tendencia a pasar de un “Estado social y democrático de derecho” a otro asistencial, oligárquico y securitario. Algunos, como Crouch, hace tiempo que pronosticaban ya que entrábamos en una “post-democracia”, mientras que otros se limitan a constatar que la democracia estaría “en suspenso” (Bassas, 2010), sobre todo a la vista del sometimiento tan brutal a la “dictadura de los mercados” que pretende instaurarse a escala global en el momento histórico actual.
En esas condiciones, sucintamente expuestas, el problema de encontrar mediaciones políticas que ayuden a construir una “democracia fuerte”, empleando la fórmula de Benjamin Barber, no es fácil de resolver, ya que las propuestas de reforma en un sentido más representativo, deliberativo o participativo no sólo chocan con la firme resistencia de las elites políticas a renunciar a sus privilegios sino que, sobre todo, tropiezan con la estrecha asociación de las mismas con el poder del dinero.
Porque nunca como hoy “poder estatal y poder de la riqueza se conjugan tendenciosamente en una sola y misma gestión erudita de los flujos de dinero y de poblaciones. Juntos se aferran en reducir los espacios de la política” (Rancière, 2006: 135).
Es evidente, además, como ocurre en el caso español, que los sistemas de democracia partidaria que se han ido conformando ponen la búsqueda de la “gobernabilidad” por encima del criterio de asegurar la representatividad plural de la población. Así ocurre con los sistemas electorales por los que se opta con el fin de, por ejemplo, reforzar el bipartidismo y las listas cerradas, o exigiendo mociones de censura “constructivas” para derribar gobiernos; o, en fin, estableciendo “cuartas cámaras” como los Tribunales Constitucionales, controlados por los grandes partidos y convertidos en garantes de un fundamentalismo constitucional resistente a la evolución de las realidades sociales y políticas internas, mientras se pliegan ante las que vienen del exterior, ya sea de la Unión Europea o de un derecho mercantil privado al servicio de los poderes económicos transnacionales. Por no hablar de la supervivencia de una institución antidemocrática como la monarquía en viejas y nuevas democracias europeas que, pese a no gobernar, mantienen un poder simbólico y fáctico nada despreciable en momentos de crisis.
Por eso reivindicar hoy un parlamento, elegido por sufragio universal directamente proporcional mediante listas no bloqueadas de partidos, como sede efectiva de la soberanía popular, es una demanda elemental que sin embargo parece ya “utópica”, en el sentido negativo del término. Lo mismo ocurre con la apuesta tan necesaria por superar uno de los principales déficit de la transición política española: la construcción de una república federal, plurinacional, pluricultural1 y solidaria, libremente pactada desde el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de los pueblos que forman parte del Estado español; un proceso que debería extenderse a escala europea frente a una despótica Unión Europea, convertida en instrumento disciplinario neoliberal similar al papel que ha jugado y todavía juega el Fondo Monetario Internacional en otras regiones y, ahora, en la misma Europa.
El paso de la “gobernabilidad” a la “gobernanza” (neologismo que ha acompañado al auge neoliberal), con el consiguiente peso creciente de los grupos de presión ligados al capital financiero y las empresas transnacionales (que son, en realidad, quienes están detrás de ese sujeto abstracto tan recurrido ahora con la crisis: “los mercados”) ha contribuido, además, a la extensión de una de las grandes lacras del sistema político actualmente dominante: la corrupción, cada vez más generalizada bajo el “efecto riqueza”, bajo sus distintas formas. ¿Qué respuestas tendríamos si algún partido con peso parlamentario asumiera una lucha consecuente contra el poder de los corruptores, rechazando cualquier tipo de presión sobre los representantes y proponiendo reformas que restringieran drásticamente los gastos durante las campañas electorales, que evitaran la consolidación de una “clase política” mediante la limitación del tiempo de permanencia en los cargos electos, el establecimiento de fórmulas de rendición de cuentas, rotación y revocación de representantes, de retribuciones salariales equivalentes a la del sueldo medio de un empleado público y de prohibición de volver a presentarse a quienes hayan sufrido condena por corrupción? ¿Qué pasaría si una Iniciativa Legislativa Popular a favor de la creación de una nueva Cámara mediante el viejo y sin embargo olvidado sistema del sorteo (Cancio, 2009) –y, por tanto, basado en el principio de que cualquiera pudiera participar en el gobierno– llegara a algún parlamento electo para su aprobación? Me temo que, más allá de la demagogia con la que, en el mejor de los casos, contestaran afirmativamente a algunas de esas propuestas, la gran mayoría de la “clase política” se opondría a las mismas en nombre de la preservación de una “libre competencia no falseada” y de la “meritocracia” del político profesional.
Pero el problema está en que en esta materia ni siquiera bastaría con esas medidas de control para luchar contra la corrupción, ya que ésta se ha visto estimulada por un neoliberalismo que, bajo el creciente poder de esos “lobbies” transnacionales, ha ido privatizando amplias esferas de la economía y de servicios públicos y ha fomentado así burbujas como la inmobiliaria, de la que, como hemos comprobado suficientemente en el caso español, se ha beneficiado una larga lista de alcaldes y concejales. Haría falta, por tanto, revertir esos procesos mediante una desmercantilización creciente de aquellos sectores y bienes comunes tan necesarios para garantizar el acceso de la población a derechos sociales fundamentales. Nos topamos así, por tanto, con la estrecha asociación entre la “corrupción de la democracia” (Vidal Beneyto, 2010) y un capitalismo basado en la propiedad privada de los sectores estratégicos de la economía, incluyendo en ellos el de los medios de comunicación, cada vez más dominante en la construcción de una falsa realidad alienante. Por eso quizás el caso italiano, con la “berlusconización” del sistema político, sea el paradigma del horizonte que nos amenaza.

7 de abril de 2011

LAS REVOLUCIONES ÁRABES Y EL IMAGINARIO DEMOCRÁTICO



Walden Bello. Transnational Institute

Los levantamientos democráticos árabes han generado un brote de nostalgia en muchos de aquellos que fueron artífices de sus propias revoluciones democráticas años atrás. Al ver el desarrollo de los acontecimientos en la Plaza Tahrir de El Cairo en la cadena Al Jazeera y la CNN, muchos de los que se sumaron a las barricadas durante la Revolución del Poder Popular en 1986 en Filipinas, sintieron resurgir esa sensación de que, al decir de Marx, "todo lo sólido se desvanece en el aire".
Quienes en febrero de 1986 tiraron por la borda su seguridad personal y se lanzaron a las calles a enfrentar a las tanquetas armadas de Ferdinand Marcos también podrían relacionarlo con las palabras del activista egipcio de Internet Wael Ghonin sobre el momento psicológico clave en un levantamiento: “sabíamos que ganaríamos cuando la gente superó la barrera sicológica, cuando decidió que era mejor morir por una causa que vivir sin dignidad... Somos más fuertes que los hombres de Mubarak porque ellos temen por sus vidas y nosotros estamos dispuestos a ofrecer las nuestras".
La ruptura de la barrera sicológica del miedo estuvo acompañada de otro sentimiento que albergaban los manifestantes, tanto en la Plaza Tahrir como en Manila: la sensación de que el pueblo estaba verdaderamente determinando su propio destino, que estaban tomando las riendas de sus vidas en sus propias manos. Ese fue el momento democrático primigenio, el momento prístino de auto determinación, tan mal explicado en los tratados teóricos sobre la democracia.
Junto con la nostalgia, sin embargo, se hizo sentir también un sentido agudo de las oportunidades perdidas. Para muchos de los que participaron en las revueltas democráticas populares que inundaron Filipinas y América Latina en la década de 1980 y Europa del Este en 1989, la euforia del poder popular fue de corto aliento, y con el paso de los acontecimientos dejó lugar a la consternación, la desilusión y luego cinismo. El momento crítico fue cuando los administradores de la transición política transformaron el poder en bruto de la democracia directa que volteó las dictaduras, en democracia electoral representativa, buscando simplificar los mecanismos de gobierno democrático.
La interrogante de la democracia representativa
A algunos teóricos clásicos de la democracia les preocupaba esa transición. Rousseau desconfiaba de la democracia representativa porque entendía que reemplazaría el “interés general” o la “voluntad general” del pueblo por lo que él llamaba la “voluntad corporativa” de los representantes electos. Marx y Engels exhibieron una actitud ampliamente conocida de desprecio por la democracia representativa ya que, en su opinión, simplemente ocultaba los intereses económicos dominantes de la burguesía detrás de una hoja de parra de política parlamentaria. Quizás el más crítico fue el sociólogo político Robert Michels, que analizó cómo las elecciones evolucionan de una metodología a través de la cual los pueblos cambian a sus líderes, a un mecanismo mediante el cual los líderes manipulan a los pueblos para perpetuarse en el poder. Michels avanzó más en su consideración y afirmó que las democracias representativas no podían escapar a la “ley de hierro de la oligarquía”.
Los temores de estos teóricos clásicos de la ciencia política se transformaron en realidades en los sistemas de gobierno pos-levantamientos surgidos en las décadas de 1980 y 1990. Para los ciudadanos expectantes de las nuevas democracias en Filipinas y América Latina, la euforia del poder popular dejó paso a regímenes electorales parlamentarios de influencia occidental, en los cuales las elites económicas tradicionales pronto volvieron a tomar las riendas. La política competitiva floreció, pero con las facciones de la elite compitiendo entre sí por el derecho a reinar. La política progresista fue marginada dentro de sistemas dominados por agendas de las elites conservadoras o centristas. La corrupción aceitó los engranajes del sistema.
Ajustes estructurales a través de la democracia
No obstante, mientras las elites tradicionales secuestraban los sistemas parlamentarios resurgentes, Estados Unidos y las agencias multilaterales los subvirtieron para lograr implantar los programas de austeridad que los regímenes autoritarios anteriores, a los que habían apoyado previamente, ya no eran capaces de imponerle a la ciudadanía sensibilizada y movilizada. Pronto resultó evidente que Washington y las agencias multilaterales querían que los nuevos regímenes democráticos usaran su legitimidad para imponer programas de ajuste económico y políticas de manejo de la deuda reaccionarios. En Argentina, por ejemplo, las instituciones financieras internacionales presionaron al gobierno de Raúl Alfonsín tras la dictadura para que dejara de lado las políticas neo-Keynesianas e implementara reformas tributarias, liberalizara el comercio y privatizara las empresas del Estado. Cuando el gobierno se resistió, para disciplinarlo, el Banco Mundial suspendió los desembolsos de un préstamo de ajuste estructural.
En Perú, el gobierno de Alberto Fujimori fue electo con una plataforma populista anti-Fondomonetarista. Pero una vez en ejercicio, procedió a imponer un programa neoliberal que incluía aumentos pronunciados en las tarifas públicas y medidas drásticas de liberalización del comercio. Como consecuencia de estas medidas, el país entró en una profunda recesión que provocó un gran descontento popular, lo que a su vez, fue usado como excusa por Fujimori para suspender la Constitución y restituir un gobierno de mano dura.
En Filipinas, una de las razones claves para que Washington retirara su apoyo a Ferdinand Marcos fue que comprendió que la falta de legitimidad de la dictadura la transformaba en un instrumento ineficiente para el pago de la deuda externa de US26 mil millones de dólares y para implementar el programa de ajuste estructural del Banco Mundial y el FMI. Ni siquiera la crisis económica que caracterizó el final del régimen impidió que el Banco y el Fondo exigieran al novel gobierno de la Presidenta Corazón Aquino transformar el pago de la deuda en su principal prioridad económica. El gobierno de Aquino se rindió, y promulgó una ley estableciendo la "apropiación automática" del monto total necesario del presupuesto nacional para pagar los servicios anuales de la deuda externa. Destinando así entre el 30 y el 40 por ciento del presupuesto al servicio de la deuda, se privó al Estado de un capital de inversión vital. Por eso, mientras los países vecinos protagonizaron una acelerada carrera de avances económicos durante los años del llamado Milagro del Sudeste Asiático, el crecimiento económico de Filipinas fue estrangulado y el país apenas pudo mantenerse a flote.
En Europa del Este y la vieja Unión Soviética, la euforia de 1989 dejó pasó a tiempos aciagos en la década de 1990, mientras el FMI aprovechó el abandono del comunismo y la transición hacia economías capitalistas para imponer un "terapia de shock", o la imposición rápida y generalizada de los procesos de mercado. Este proceso llevó a triplicar el número de pobres que ascendió a 100 millones. Aunque en Europa del Este la mayoría de los regímenes democráticos liberales pudieron sobrevivir su asociación con el ajuste radical, en Rusia y sus ex dependencias en Asia Central, el capitalismo mafioso que la terapia de shock hizo florecer llevó a la gente a tolerar, cuando no a apoyar, el retorno o la persistencia de regímenes autoritarios como el de Vladimir Putin en Rusia. En 2010, según un análisis, un 80 por ciento de los habitantes de la ex Unión Soviética siguen viviendo o volvieron a vivir bajo regímenes autoritarios.
Reviviendo el imaginario democrático
El imaginario político se estrechó cuando se vació a la democracia de su carácter directo e inmediato y paso a ser dominada por la competencia de las elites, y al mostrarse incapaz de desprenderse de su asociación con las reformas de mercado radicales generadoras de pobreza.
El primer desafío significativo a la osificación del impulso democrático tuvo lugar en América Latina. Allí, en la primera década del nuevo siglo, el desencantamiento con el neoliberalismo, la emergencia de partidos políticos y movimiento populistas innovadores, y la movilización de la sociedad civil fueron factores que combinados abrieron paso a nuevas avenidas de intervención popular en los procesos políticos en Venezuela, Ecuador y Bolivia.
La Revolución Árabe amplía este desafío al imaginario democrático para que genere instituciones que promuevan una intervención más directa de los ciudadanos, sostengan la participación popular en la toma de decisiones, bloqueen el socavamiento del proceso electoral a manos de intereses elitistas y la política del dinero, y restablezcan el vínculo primordial entre la libertad, la fraternidad y la igualdad que ha animado a todos los grandes levantamientos democráticos desde la Revolución Francesa.
La Revolución Árabe tiene dos cosas a su favor en términos de hacerle frente a este desafío de liberar el imaginario democrático. Primero, que la juventud que la instigó es menos propensa a respetar las prescripciones de la democracia representativa tradicional y probablemente sea más innovadora al considerar las posibilidades que ofrece la tecnología de la información para elaborar nuevas formas más directas de representación, como ya lo hicieron al usar la tecnología de la información para subvertir los mecanismos tradicionales de la represión y movilizar las multitudes que derrocaron a las dictaduras represoras.
En segundo lugar, las reformas neoliberales a favor del mercado están seriamente desacreditadas, algo que no sucedía en las décadas de 1980 y 1990. La liberalización de los flujos de capital ha provocado varias crisis, incluida la actual desaceleración económica mundial, mientras que la liberalización del comercio ha conllevado la sustitución de productores agrícolas locales e industrias locales por importaciones extranjeras. Más que nunca antes desde la revolución neoliberal de Reagan y Thatcher en la década de 1980, las soluciones de libre mercado radicales han perdido su credibilidad. No obstante, debido a la falta de marcos alternativos, las políticas neoliberales siguen siendo la opción automática entre los economistas y los tecnócratas.
Los demócratas revolucionarios del mundo árabe tienen frente a sí la oportunidad de dar a luz la siguiente etapa de la revolución democrática mundial. ¿Aceptarán el desafío, o se retirarán a sus vidas privadas, como algunos han señalado, dejando que las generaciones de políticos más viejos ocupen el centro de la escena con sus modelos occidentales arcaicos y gastados de democracia representativa?

Walden Bello. Analista del centro de estudios filipino Focus on the Global South, investigador asociado del Transnational Institute (TNI) y representante de Akbayan en el Congreso de Filipinas. Autor de más de 14 libros, Bello fue galardonado en 2003 con el Right Livelihood Award (también conocido como el premio Nobel alternativo) por “sus destacados esfuerzos para educar a la sociedad civil sobre las repercusiones de la globalización encabezada por las grandes empresas y sobre cómo poner en práctica alternativas”. La revista The Economist aludió en una ocasión a Bello como el hombre “que popularizó un nuevo término: desglobalización”.

MIREN ETXEZARRETA: "LA BANCA PIDE ELEVAR LA JUBILACIÓN A LOS 70 CUANDO ELLOS JUBILAN A LOS 52"



Miren Etxezarreta | Prensa

Catedrática de Economía de la Universidad de Barcelona

M. CASTRO
Miren Etxezarreta, catedrática emérita de Economía de la Universidad de Barcelona, pertenece a un grupo europeo de economistas críticos. Recientemente ha visitado Gijón para impartir una charla sobre el futuro de las pensiones, organizada por la Plataforma Contra la Crisis, la Cultural Gijonesa y CSI.

-¿Cree inevitable el recorte de pensiones?

-El sistema de pensiones está cuajado de mentiras, medias verdades y argumentos falaces. ¿Por qué el presupuesto de la Seguridad Social tiene que estar en equilibrio? Yo puedo aceptar que el presupuesto de la Seguridad Social tenga que estar en equilibrio cuando el del Ejército o el de la Casa Real o el de la Justicia o el de la Educación estén en equilibrio. Es una trampa metodológica decir que tiene que estar en equilibrio. En las sociedades hay dos formas de cubrir las necesidades; la privada y la pública y no son alternativas, son conjuntas. Y en la pública está el mantenimiento de los pasivos. Hasta 1995 la Seguridad Social no era un institución independiente. Países como Dinamarca o Canadá tienen hoy modelos distintos. La discusión es a dónde van los gastos colectivos en una sociedad. Si quieren que hagan un referéndum sobre qué es mejor, completar las pensiones o tener un ejército, a ver qué pasa.

-Dicen que van a faltar cotizantes para sostener el sistema.

-¿Por qué las pensiones se tienen que pagar sólo mediante las cotizaciones de los asalariados? No hay ninguna razón. Otra vez son razones históricas y de conveniencia política. Si en este país se paga todo gasto colectivo con los impuestos, ¿por qué no las pensiones?

-¿Y el envejecimiento?

-El crecimiento de la esperanza de vida en los próximos 50 años es menor que el incremento que en los últimos 50. El problema de las pensiones no es de mano de obra, es de riqueza del país y de distribución de la renta. Y España es cada vez más rico, así que no nos vengan con historias. En este momento, España es el doble de rica, con crisis y todo, que en el año 1977. ¿Dónde está el dinero? Las rentas del trabajo ya pagan muchos más impuestos que el capital. Lo grave es que en este momento lo que va al trabajo es el 46% y lo que va al capital el 54%. ¿Dónde está este 54%? ¿Es que el capital no tiene ninguna obligación social?

-¿Y las prejubilaciones?

-Los que se aprovechan de las prejubilaciones son las empresas. Hay un dato muy curioso: Las cajas de ahorros y los bancos en todo el debate que ha habido de las pensiones están diciendo que la gente se tiene que jubilar a los 70. ¿A qué edad están jubilando los bancos y las cajas a su gente? A los 52. Las empresas se aprovechan de las prejubilaciones para facilitar los ERE y los cierres. Muy poca gente se prejubila voluntariamente; se prejubilan porque les dan incentivos, porque las empresas no quieren a gente mayor. ¿Cuánta gente de más de 50 años está trabajando? Más de la mitad de los jubilados en los últimos años eran parados. Eso quiere decir que la Seguridad Social está pagando con su presupuesto a un montón de gente para facilitar el cierre de empresas o la expulsión del mercado de trabajo. Eso es injusto. Si la edad de jubilación va a llegar a los 67 años, los sindicatos tendrían que haber exigido que por lo menos las empresas se comprometan a tener a los trabajadores hasta esa edad. Pero como no los quieren, lo que habría que hacer es rebajar la edad de jubilación para repartir el trabajo. El aumento de la edad de jubilación no es para que la gente trabaje hasta los 67, sino para hacerle un descuento mayor en sus pensiones a los trabajadores que se jubilan antes, obligándoles a hacer planes de pensiones privados, que es un gran negocio. Los fondos de pensiones son el mayor inversor del mundo; eso explica todo.

-Ningún partido con posibilidades de gobierno parece que vaya a asumir su planteamiento.

-Los gobiernos pueden ser incitados a actuar en una dirección o en otra. En la transición el IRPF para las rentas más altas llegó a ser del 65%, se bajó al 56% y ahora está en el 43%. ¿Por qué? Tenemos seis puntos por debajo de la presión fiscal de la media europea y nos quedan más para llegar a la presión de Suecia, Noruega y Dinamarca.

-¿Prevé más recortes?

-La gente está equivocada si cree que como ya nos han deteriorado las pensiones públicas, el presupuesto y la reforma laboral, estarán contentos y ya bastan: El siguiente embate es la negociación laboral colectiva y a continuación otro, que ya está en marcha, que es la sanidad.

-¿Cree que el productividad es la solución para salir de la crisis?

-El aumento de productividad implica menos gente trabajando. De 2007 a 2009 España ha aumentado su productividad más que los países europeos porque hemos eliminado 5 millones de puestos de trabajo.

6 de abril de 2011

SOBRE EL PACTO DE COMPETITIVIDAD DE LA UNIÓN EUROPEA



L'Ecole émancipée. Entrevista con Michel Husson, integrante del Instituto de Estudios Económicos y Sociales francés

En la Unión Europea a 15, el número de parados ha pasado de 13 a 18,4 millones entre 2008 y 2010. ¿Va la austeridad generalizada a añadir crisis a la crisis?

Si, hay motivos para estar aterrado. Toda recesión hace retroceder la actividad económica, aumenta el paro y aumenta el déficit del Estado. Pero la reacción inicial estuvo, se puede decir, bastante adaptada: se inyectó liquidez para impedir que se hundiera el sistema financiero; se reforzaron los "estabilizadores sociales", todo lo que impide que las rentas se hundan demasiado; se preservó, en parte, el empleo reduciendo el tiempo de trabajo, particularmente con el recurso al “paro parcial”; y se hicieron planes de relanzamiento. El coctel es por supuesto diferente de un país a otro, pero estas medidas contribuyeron a amortiguar (un poco) el choque. Lo más llamativo fue las ayudas a los bancos: cierto, habría sido irresponsable dejarlos que se declararan en quiebra, pero era una buena ocasión para imponerles en caliente reglas como la prohibición de los beneficios derivados, de los paraísos fiscales, etc. La solución óptima habría sido nacionalizarlos a fin de poner todo en orden y de purgar los créditos tóxicos.

Los gobiernos tenían ya en la cabeza la idea de que habría que deshinchar los déficits presupuestarios llevando a cabo políticas de "reforma" reforzadas. Pero habían comprendido que más valía esperar a que la recuperación estuviera suficientemente instalada, so pena de matarla en el huevo. Fue entonces cuando comenzó la especulación contra las deudas soberanas de los países más fragilizados: Grecia, luego Irlanda y Portugal. Hay que comprender que esta especulación no ha sido posible más que porque no ha habido ninguna medida de control de los bancos, ni de asunción compartida de las deudas a escala europea. Son, por otra parte, los bancos centrales los que proporcionan las municiones, prestando a los bancos al 1% el dinero que será luego utilizado para aprovecharse de la subida de las tasas pagadas por los estados, y embolsarse la diferencia.

La reacción de los gobiernos ha sido "tranquilizar a los mercados", como dijo Fillon para justificar la reforma de las jubilaciones en Francia. Fue entonces cuando se produjo el gran giro hacia la austeridad con el anuncio de planes de una gran brutalidad. Su severidad difiere de un país a otro, pero se basan en dos principios comunes: prioridad a los recortes en los gastos y, si esto no basta, prioridad al aumento de los impuestos más injustos, como el IVA.

Es una política insensata, independientemente incluso del hecho de que vaya primero a golpear a las capas sociales más frágiles. Recortando en los gastos públicos, se provoca recesión que tiene por efecto reducir de nuevo los ingresos fiscales. Se llega a una posición peor que al comienzo. Y, como todos los países llevan a cabo esta política al mismo tiempo, hay un efecto multiplicador de esta “euroausteridad”. Una cosa es cierta: el resultado no puede ser otro que el mantenimiento del paro europeo al nivel récord que la crisis le ha hecho alcanzar.

Angela Merkel propone un "pacto de competitividad" a los países de la Unión. ¿Cuales son sus principios?

Lo primero que hay que subrayar es que ese pacto ha sido apoyado por Sarkozy, incluso si, extrañamente, no se habla en él de impuestos a las transacciones financieras… [comentario irónico a la demagógica propuesta que hizo recientemente Sarkozy en este sentido]. En realidad, se trata de un trato: yo participo en la financiación de las deudas (vía el Fondo europeo de estabilidad financiera) a cambio de una Europa competitiva. Entre las seis pistas propuestas, tres son a priori aceptables: reconocimiento mutuo de los diplomas, régimen de gestión de crisis para los bancos, y armonización de la fiscalidad de las empresas. Pero todo depende de las modalidades, por ejemplo de la tasa del impuesto sobre las sociedades.

El resto, es pura provocación. Suprimir la indexación de los salarios con los precios (lo que concierne a Bélgica, Luxemburgo, pero también, en la práctica, a España) equivale a abandonar toda garantía de un simple mantenimiento del poder de compra. En el caso francés, el SMIC [Salario mínimo interprofesional] está indexado con la inflación: ¿habrá que suprimir esta regla? Afirmar que los regímenes de jubilación deben ajustarse a la evolución demográfica, es una perogrullada si no se dice cómo. La respuesta es conocida, y la Comisión Europea ha puesto los puntos sobre las íes recomendando a los "Estados miembros que no lo han hecho aún subir la edad de jubilación" e impulsando "el desarrollo del ahorro privado complementario". En fin, el proyecto, apoyado por Sarkozy, de inscribir en la constitución de cada país una regla para limitar el déficit presupuestario sería una falta de respeto grave a la soberanía popular que el Parlamento se supone encarna cuando vota el presupuesto.

La Comisión Europea ha logrado, por su parte, poner en pie el "semestre europeo": los Estados miembros deben en adelante integrar sus recomendaciones antes de hacer aprobar su presupuesto, y esto comienza en 2011. Pero no es todo: tiene también su plan en seis puntos, que debería ser sometido al Parlamento Europeo para ser votado en junio. Los Estados verán cómo se les impone un calendario de reducción de su deuda pública y su no respeto será acompañado de sanciones automáticas del 0,2% del PIB (lo que supondría 4 millardos de euros en el caso francés).

Un nuevo procedimiento "sobre los desequilibrios excesivos" sería introducido: los Estados "que presenten desequilibrios macroeconómicos graves" deberían "someter un plan de medidas correctivas al Consejo, que fijará los plazos para su aplicación". Un Estado miembro de la zona euro que persistiría en no tomar esas medidas se expondría a sanciones: ¡multa anual del 0,1% de su PIB! Entre los desequilibrios graves, estará sin duda la falta de competitividad, pero no la tasa de paro.

¿Cuál es el objetivo del fondo de socorro europeo? ¿Salvar al euro?

El FEEF (Fondo Europeo de Estabilidad Financiera) había sido creado en mayo de 2010 para responder a la crisis griega. Disponía inmediatamente de 250 millardos de euros de los 440 anunciados, a los que se podrían añadir 250 millardos de euros provenientes del FMI. El 14 de febrero pasado, los ministros de Finanzas decidieron doblar la cantidad y pasar a 500 millardos.

El objetivo inmediato es evitar un escenario de catástrofe en el que la especulación se extendería, por ejemplo, a España, y llevaría a ciertos países a la suspensión de pagos, dicho de otra forma a no pagar ya la deuda. Pero hay que ver que se trata ante todo de salvar los bancos alemanes o franceses que se verían directamente afectados.

Este "apoyo" se acompaña, en la gran tradición de los planes de ajuste estructural tan queridos del FMI, de la imposición a los países afectados de una austeridad de una gran violencia, pero también de enormemente absurdos. No podrán, en efecto, reducir hasta ese punto sus gastos públicos sin entrar en una espiral recesiva que conduzca a aún más déficit. El caso de Irlanda es caricaturesco: el déficit representa el 32% del PIB y corresponde en lo esencial al rescate de los bancos. No hay evidentemente ninguna razón para que los ciudadanos irlandeses tengan que pagar una factura así, pero además es imposible.

De todas formas, todo esto no convence a los "mercados": las spread (primas de riesgo) no han bajado mucho. Grecia debe hoy tomar prestado al 10,7% (a 10 años) e Irlanda al 8,2% mientras que Alemania puede hacerlo al 2,5% y Francia al 3%. En realidad, nada cambia: a falta de financiar directamente las deudas, el fondo de apoyo recurrirá a los bancos que continuarán reclamando tasas de interés muy superiores. Además, el Consejo Europeo ha hecho un anuncio absurdo admitiendo que las deudas podrían ser reestructuradas en 2013. Ciertamente, tal reestructuración es necesaria, e incluso inevitable, pero habría que imponerla unilateralmente a las finanzas en vez de darles un nuevo motivo de especulación.

¿Cuál podría ser el impacto político a medio plazo si este pacto de estabilidad reforzado se impusiera en Europa?

No hay término medio. La factura de la crisis no va a evaporarse y lo que está en juego es saber quién va a pagarla: o bien son las finanzas y quienes se benefician de ella, o bien son los trabajadores. Una ofensiva tan brutal puede hundir a quienes son sus víctimas y conducir a un aumento de la desestructuración social, pero puede también desencadenar una explosión social. Todo esto es imprevisible, y el contexto es diferente de un país a otro.

Lo más grave es que desplazando a nivel europeo la gestión de la austeridad, se abre una avenida a una derecha nacionalista y Marine Le Pen lo ha comprendido, haciendo campaña por la salida del euro. Este callejón sin salida no adquiere una cierta credibilidad más que en razón del retraso tomado por el movimiento social en asumir un proyecto alternativo europeo. Colmar este retraso es una prioridad. En Francia, la austeridad es relativamente moderada en relación a otros países, porque se está a un poco más de un año de las elecciones presidenciales. Si se quiere ir más lejos que una alternancia resignada, es preciso que aparezca una oferta que plantee una política diferente.

Fuente: http://hussonet.free.fr/eecompet.pdf

Traducción: Alberto Nadal para VIENTO SUR.

1 de abril de 2011

EL ETERNO RETORNO Y LA OBSESIÓN ELECTORAL



Por Marat

1.-APORTANDO RAZONES A QUIEN NO DEBIERA NECESITARLAS:

Decía Mircea Eliade que "el acto no obtiene sentido, realidad, sino en la medida en que renueva una acción primordial” (1), esto es, primigenia, originaria. Hay un principio de los tiempos y un fin de los mismos que vuelven, de nuevo, a dar origen al principio.

Ese principio cíclico de la historia está destinado a perpetuar el orden de las cosas en lo ontológico y, en lo profano, el orden social en el que se asienta una visión pesimista del mundo que ve las relaciones entre los seres humanos como un conjunto esencial de “verdades” que se repetirán eternamente porque la humanidad “no puede salir de su estado de primitivismo o ley de la naturaleza”.

Esa visión circular del mundo sólo se quiebra en la primavera de las revoluciones que rompe la noria del tiempo para hacer del estallido social un instante que todo lo trastoca, que derriba certezas, que eleva abismos y aplana cumbres, que abre, de nuevo, las puertas de la esperanza a una nueva era de civilización y promesas de un mundo nuevo.

Hay un rumor sordo, desde Wisconsin hasta Londres, desde el hasta ayer dormido mundo árabe a Grecia, Francia y Portugal, desde la Patagonia rebelde a la China que no ve que el “progreso capitalista” que pregonan sus dirigentes llegue a las masas desterradas del campo a la ciudad. En fin, de Oriente a Occidente y del Sur al Norte del planeta.

Es todavía un murmullo, un leve susurro que apenas alcanza a escucharse, si no se tienen los oídos prestos y el olfato agudo para sentir, en la quietud del desierto, el aire húmedo de un mar agitado que pronto se convertirá en un tsunami colectivo. Viene de lejos, apenas se aprecia en el centro de la dormida nave del viejo capitalismo en lento pero inexorable declive. Apenas el chasquido del maderamen que la protege de unas aguas que muestran, por momentos, una inicial e inhabitual agitación.

Si algo empieza a perfilarse como cierto es que los derechos que un día conquistamos las turbas nos están siendo robados de modo tal que, si algún día quienes arrebataron nuestras conquistas comprendieran que sus beneficios se ven amenazados, tras las primeras etapas de una crisis que sólo nosotros hemos sufrido, arrasarían a sangre y fuego nuestras vidas; esta vez, con una nueva llamada a las camisas pardas, negras y azules que en el pasado estuvieron a punto de destruirnos.

De la misma manera, la plebe comienza a saber que lo que los, para muchos, apocalípticos, enloquecidos, absurdos, ridículos y trasnochados predicadores de la lucha de clases venimos afirmando de largo, vuelve a cobrar sentido. Sólo la conciencia de lo que somos –trabajadores- y la constatación de que nuestro destino no puede ir unido al de nuestros amos –los empresarios- podrá salvarnos de ser aplastados y de regresar a condiciones mucho peores que las de nuestros tatarabuelos.

Anteayer fueron los dignos trabajadores griegos y franceses, ayer los funcionarios de la enseñanza USA en defensa de lo servicios sociales y sus derechos sindicales, hoy las revueltas árabes en una conjunción de luchas democráticas y demandas de pan y justicia. No están solos. Las luchas de los hipotecados en desahucio en USA y en España se acompañan de las protestas de los estudiantes italianos, británicos y españoles. En España, el espíritu traicionado del 29-S ha venido transmigrando en el 27-E y en resistencias sostenidas en el tiempo en estos meses (2).

Hemos aprendido que es cierto que “lo llaman democracia y no lo es”. Esa cosa que cada vez menos gente llama democracia se encuentra sometida por los gobiernos al FMI, el BCE, los grandes banqueros, los plutócratas de la lista Forbes, los especuladores financieros y sus coartadas -las sociedades de calificación de riesgos- Ellos han prostituido la más noble aspiración del pueblo trabajador (la democracia social y política) en una bufonada que insulta a nuestras personas y a nuestras inteligencias.

La socialdemocracia que confundió a Keynes con un pensador propio, como sí éste y sus postulados fueran en la misma dirección de dar a los trabajadores el lugar que merecían como orígenes y motores de la riqueza de los pueblos, ha devenido parte criminal del proyecto del capital. No es casual que en España y en Portugal esa excrecencia del capital sea parte de los recortes antisociales y que en Grecia haya aceptado las imposiciones del FMI, heredadas de los anteriores gobiernos de la derecha oficial. Como tampoco lo es que Dominique Strauss-Kahn sea miembro del Partido Socialista Francés, Presidente del FMI y posible candidato de su partido a la Presidencia de Francia.

Amortizada la socialdemocracia europea (ya no existe prácticamente fuera de Europa) y fuera del gobierno en la mayoría de los países de la UE, las soluciones a la crisis sistémica que provocaron sus amigos para desregular el viejo Estado del Bienestar y beneficiarse de la privatización de sus servicios, la derecha oficial europea se encuentra ante el mismo reto: mantener su obscena “cohesión social”, que no es sino política, ante el riesgo de desestabilización global de la UE por renacimiento de la clase trabajadora.

Ambas suciedades políticas disponen de armas para frenar a los trabajadores:
· Enfrentarles a los trabajadores no comunitarios y a los comunitarios de reciente ingreso en la UE (países del Este) contra los inmigrantes pobres, sobreexplotados, perseguidos policialmente y, potencialmente utilizables como arma de esquirolaje
· Convertir la tensión social en una marea contra los políticos que, como payasos Tancredos en plaza pública, acepten, por la baja remuneración que obtienen, ser los chivos expiatorios del malestar y la indignación sociales que ha provocado el capital y al que aquellos se limitan a servir.
· Buscar el “equilibrio” entre el desmonte definitivo del Estado del Bienestar y la aceptación de las privatizaciones y, en tanto que lo primero se produce (pagar dos veces por servicios públicos en la sanidad, aceptar la complementariedad de pensiones -públicas/privadas-, asumir el pago de complemento en la educación pública, etc)avanzar por ese camino paso a paso, a dosis rápidas pero muy calculadas para que el edificio de la cohesión social no estalle en mil pedazos. Es un camino agotable en breve.

Los dos agotados proyectos, el socialiberal y el liberal a secas (cuando alguien me habla de neoliberalismo creo que que busca ponerle sordina a la vuelta al siglo XIX) disponen aún de su escudero.

Esa muleta política de los socialiberales no busca la revuelta frente a las canalladas que estos perpetran contra los trabajadores y de los liberales a secas.

Dicha posición política, sustentada desde el proyecto verde de EQUO, excomunista de IU-PCE, nace como consecuencia de varios factores:
· La consideración de que los PPSS están agotados y de que existe un espacio muy similar pero más “progre”. Cuestión de grado, no de diferencia de proyecto. IU en España es un modelo en transición hacia lo que siempre fue su modelo aspiracional político: el PCI, el PDS después, luego DS. Hoy quién sabe.
· El oportunismo que viene de lo que fue Harrisburg, Chernobil y ahora Fukhusima. Todos los motivos humanos nos hacen a todos antinucleares. Todos los motivos humanos nos hacen negar el principio positivista del progreso. Todos los motivos de supervivencia de la vida nos hacen apostar por una vía de supervivencia que ponga el decrecimiento en los países ricos en el centro de la política. Pero más allá de todo eso, una propuesta ecologista no puede obviar el resto de los parámetros que constituyen el sentido de la convivencia. Hemos conocido a sujetos como David Hammerstein, un pro sionista, que fue parlamentario europeo por Verdes-IU y a Joschka Fischer apoyando la intervención de la OTAN en Kosovo. EQUO en España (nacida de escisiones de políticos profesionales de IU, de su mal socio ICV y de un vividor de la política como Juan López de Ugalde) ya se han pronunciado a favor de bombardear Libia. Coherencia de EQUO: empieza por no definirse frente a los conceptos izquierda- derecha (ni una cosa ni otra, como UPyD)

Ambas corrientes son las que pactan y están dispuestas a encamarse con los socialiberales PPSS a los que denostan públicamente pero, en realidad, son sus aliados naturales porque:
· No están dispuestos a atravesar un desierto de reconstrucción de la izquierda. La prisa por la supervivencia de sus políticos profesionales les impele.
· Sus planteamientos políticos no van mucho más allá de sus socios potenciales. Lo suyo es una lucha contra los neoliberales, no contra el capitalismo. Como dicen sus grandes“teóricos” “el término “capitalismo-en-general” sólo alude a un concepto que sólo subsiste en el ambiente amable de los ciclópeos debates teóricos y de las kilométricas escaramuzas nominalistas” (3) Ésta es la indigencia político-ideológica (por no decir semántica) de quienes han acabado recalando en el viejo travestismo político del PCE-IU y sus ya poco escuchadas Mesas de Convergencia.

2.-ESTO NO LO ARREGLAMOS CON X CONCEJALES/ALCALDES/DIPUTADOS AUTONÓMICOS/NACIONALES... DE....

Y ahora permítanme que descienda, desde la búsqueda de caminos colectivos para la izquierda, la lucha de clases y la convicción en que un mundo nuevo nos espera, a la afirmación de lo que viejo y caduco, venga de donde venga, nace ya muerto.

Sea en USA, con el Partido Demócrata de Obama, sea en Italia, con una pseudoizquierda del mismo nombre, sea en la Francia de un Dominique Struss-Kahan, del PSF y del FMI, sea en la España de Zapatero, en el nuevo gobierno egipcio de Esam Sharaf o en el actual tunecino de Beyi Caid Sebsi, la porquería que nos espera es la misma: elecciones de juguete para tontos de ocasión. Y la respuesta de los trabajadores debe ser siempre la misma: convertir nuestra indignación en movilización y lucha de clases.

Las piedras no caben en las urnas. Es el momento de no dejarnos engañar por quienes piensan que a una casta política de subordinados al poder económico han de heredarlos otros.

¿Acaso esa izquierda de “la Corporación” (4) o izquierda sistémica debe ser la premiada en las próximas elecciones municipales y autonómicas españolas, después de haberse negado a denunciar el papel traidor de los sindicatos verticales (CCOO y OGeTe) y de haber gobernado durante 4 años con los socialiberales que han privatizado en lo local (Sevilla, Oviedo, Jaén, Toledo, Barcelona,...o IU en Córdoba, antes de Rosa Aguilar) y las administraciones intermedias (Asturias) todo lo que encontraban a su paso?

¿Acaso el concepto de lo que representa ser izquierda debe depender de que ésta alcance o no representación política?

Hay una izquierda de combate que cree que las elecciones son un medio para expresar su disidencia política y que, donde ve la oportunidad de acumular fuerzas se presenta a ellas y, donde ve que esas circunstancias no se dan, no lo hace.

¿Nadie se ha preguntado de qué servirá tratar de estar presentes en unas corporaciones a las que el que Presidente Zapatero ya ha dejado claro que vinculará el gasto de las administraciones al PIB nominal (5). No existe espacio para fantasías locales ni autonómicas. Y el proyecto de progresismo a lo Porto Alegre carece de sentido cuando lo que nos espera como trabajadores (los llamamientos a la protesta como "ciudadanos" y no como trabajadores deja clara la impronta ideológica de quien la promueve) son más recortes a manos de los progres.

¿Nos han explicado los progresistas de IU y de EQUO lo que harán cuando se encuentren que la matemática local les da gobierno PSOE-IU o IU-PSOE o, raro, raro, PSOE-EQUO o EQUO-PSOE? ¿Cuál será el programa y en qué se diferenciará de las políticas privatizadoras, de recortes de derechos sociales seguidos hasta ahora?


3.-¿SEGUIMOS HACIENDO EL TONTO PREGUNTÁNDONOS A QUIÉNES VOTAREMOS EL 22 DE MAYO?

Lo que toca es salir a la calle. Manifestarse con toda la fuerza, tener claro que somos clase obrera, optar por las organizaciones de izquierda y saber si lo son en sus palabras y en sus actos.

Y después de eso entender que sus militantes son válidos, que contamos con ellos y que deben relajarse y olvidarse de la supervivencia desde el voto para entender que es un enorme espacio el que les espera con sus compañeros en la lucha.

Y además de todo ello, en lugar de ponerse nerviosos con el mañana, mirar el hoy. Y olvidarse del eterno retorno de las urnas porque éste es el momento de preparar la revuelta y no de preguntarse quién será el alcalde del pueblo porque la corporación tiene las arcas vacías (5). Es cosa de sumarse


NOTAS:


(1) Mircea Eliade. “El mito del eterno retorno”
(2) Quien tenga dudas sobre si todo acabó el 29-S que se moleste en visitar las numerosas protestas que se dan a conocer en el blog colectivo http://o-ellos-o-nosotros.blogspot.com/. Encontrará cumplida respuesta.
(3) Armando Fernández Steinko, Jorge García Castaño, Carlos _Martínez et al.” Al compañero Taibo y otros anticapitalistas de buena voluntad”. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=123487
(4) http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com/2011/01/la-corporacion-y-la-izquierda-espanola.html
(5) http://www.lavozdeasturias.es/politica/gobierno-vinculara-gasto-administraciones-pib-nominal_0_450555082.html

PARA EL FMI CAUSAS IGUALES NO PRODUCEN EFECTOS IGUALES



Jérome Duval

Según el FMI su misión es «…contribuir a un nivel elevado de empleo y a la estabilidad económica, y hacer disminuir la pobreza.» |1|, pero lo que vivimos es todo lo contrario: el desempleo aumenta sin cesar, reina la inestabilidad económica, y en todos los lugares en los que actuó el FMI, la pobreza alcanza sus cotas más altas. Es inequívoco: el FMI fracasa en todas sus acciones, comenzando por los objetivos anunciados en el artículo 1º de sus estatutos: «Facilitar la expansión y el crecimiento armoniosos del comercio internacional y contribuir así a la instauración y al mantenimiento de niveles elevados de empleo y de ingresos reales, y al desarrollo de los recursos productivos de todos los Estados miembros, objetivos principales de la política económica.» |2|
Desprestigiado por los movimientos sociales y desacreditado por sus historias de corrupción, el FMI sufrió una falta de liquidez en el comienzo de la actual crisis: sus acreencias se fundieron, pasando de 106.800 millones de dólares a fines de 2003 a 15.500 millones de dólares a fines de 2007. |3| Podríamos entonces haber esperado una autocrítica de la institución que desembocara en una nueva orientación política hacia una mayor regulación. Pero eso es desconocer la razón de ser del FMI que, incapaz de apartarse de la doctrina neoliberal que lo constituye, está, a pesar de lo que diga su director general Dominique Strauss-Kahn, destinado a la continuidad sin ningún verdadero cambio estructural.

«Darle más dinero al FMI es como poner al lobo a cuidar las ovejas : se las va a comer»

En abril de 2009, los Estados occidentales, sin embargo en dificultad, decidieron reflotar el FMI por intermedio del G20 con el fin de ayudar a la institución financiera a retomar su rol de bombero pirómano momentáneamente frenado. |4| El FMI vio como sus recursos se triplicaban, pasando de 250.000 millones a 750.000 millones de dólares. Las reacciones no se hicieron esperar de parte de los movimientos sociales y también de algunos gobiernos progresistas: «Darle más dinero al FMI es como poner al lobo a cuidar las ovejas : se las va a comer», declaró el presidente boliviano Evo Morales. Por su parte, el presidente venezolano Hugo Chávez enfadado, afirmó: «Decidieron aplicar la misma medicina que está matando al paciente : un billón de dólares, más dinero para un hueco sin fondo ; pero no sólo eso, sino que decidieron fortalecer a uno de los grandes culpable de la crisis que es el FMI, que por el contrario habría que cerrarlo». |5|
Confrontados a una crisis sin precedente, los gobiernos de los países industrializados llamaban a reformar el capitalismo, en todo caso se trataba de regularlo para mejorar su cara. Qué es lo que no habremos escuchado en aquella época: «Las agencias de calificación hacen un trabajo detestable», «Es necesario refundar el capitalismo» repetía el presidente francés Sarkozy en febrero de 2009. Un año más tarde, en enero de 2010, mientras que se esperaban más precisiones, el que se concedió un aumento del 172 % de su salario a contar desde 2008, |6| machacaba: «Francia no cuestiona el mercado. Pero un mercado sin reglas no es un mercado. Incluso si demasiadas reglas matan al mercado.» Decididamente, la tarea se pronostica mas bien difícil…
De todas maneras, las reglamentaciones y las regulaciones del capitalismo salvaje fueron fuertemente cuestionadas por los banqueros reunidos en el Foro Económico de Davos (Suiza) en enero de 2011. James Dimon, el patrón de JP Morgan Chase, delante de 2.500 patrones y dirigentes del planeta había advertido sobre los peligros de una regulación excesiva: «¡Demasiado es demasiado!» se sulfuró. Algunos días más tarde, Lloyd Blankfein, Presidente-Director General de Goldman Sachs, logró triplicar su salario para llegar a los 2 millones de dólares en 2011, «¿demasiado es demasiado?»

¿Otro G20 en vano?

Antes que a Estados Unidos, a Francia le toca la presidencia del G20 y del G8 en 2011. Excepto la foto de familia que clausura esas grandes ceremonias difundidas por todos nuestros medios comerciales, es muy difícil saber el coste que representa el evento para el contribuyente. Como ejemplo, según los cálculos suministrados por el gobierno canadiense, las ediciones precedentes del G8 y del G20 en Canadá en 2010 habrían costado 840 millones de euros, 712 de los cuales fueron para la seguridad. |7| Y es en este marco de las grandes y onerosas reuniones que los dirigentes de los países ricos intentarán regular un capitalismo sin aliento.
Para este propósito, Michel Camdessus, ex director general del FMI (1987-2000) aconseja a Nicolás Sarkozy para el G20 que debe celebrarse en Cannes en noviembre de 2011. Recordemos que el señor Camdessus está directamente implicado en las numerosas crisis que estallaron a causa de las políticas impuestas por el Fondo: México (1994), Tailandia (1997), luego toda Asia del sureste (1997-1998), Rusia (1998), Brasil (1999), Turquía (2001)… Muy cuestionado, Camdessus debió abandonar sus funciones el 14 de febrero de 2000, un año antes del fin de su tercer mandato y del estallido de la crisis en Argentina (2000-2001), no obstante un país considerado como alumno modelo del FMI.
¿Acaso Camdessus no había afirmado «Argentina tiene una historia que contar al mundo: una historia sobre la importancia de la disciplina fiscal, de los cambios estructurales y de una política monetaria rigurosamente mantenida»? |8|
En un informe |9| dirigido al jefe del Estado francés en enero de 2011, Michel Camdessus estima que la «regulación» debería estar gestionada por el FMI y aplicarla a los Estados , no a los mercados, ya que estos deben quedar libres y sin trabas con el fin de alentar la competencia más salvaje posible. Este informe preconiza especialmente «reforzar la vigilancia del FMI» sobre las «políticas presupuestarias, monetaria y financiera de los Estados» miembros y de imponerles «normas» de las que cualquier desvío podría ser sancionado. En forma clara, Camdessus aboga por «una disciplina eficaz» y una vigilancia acentuada del FMI con el objetivo de ir hacia un ajuste reforzado.
Elaborado por un panel de personalidades más liberales como Horst Koehler, ex director general del FMI, o Paul A. Volker, ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, el documento nos tranquiliza desde su primera frase: «La crisis mundial que se propagó a la casi totalidad de las economías desarrolladas y redujo el crecimiento mundial en el curso de la primera década de este nuevo siglo, está en vías de ser controlada» ¡Uf, dentro de poco ya estaremos a salvo! Es cierto que ya en mayo de 2008, el director general del FMI, Dominique Strauss-Kahn, había afirmado sobre el sector financiero: «las peores noticias están detrás de nosotros».
Por supuesto, habrá que esperar para que se produzca un cuestionamiento puesto que no es la hora de la autocrítica: «El objetivo de este informe no es sentar en el banquillo a todos los factores que contribuyeron a la crisis, ya se trate de la importancia relativa de las políticas económicas erróneas, de las debilidades estructurales de las instituciones financieras, de las debilidades de la regulación y de la supervisión o de las carencias de los dispositivos monetarios internacionales» Respondiendo a otro informe, |10| de la oficina independiente de evaluación del FMI, el señor. Strauss-Kahn con medio millón de dólares de salario anual, dejará, aunque furtivamente, aparecer la incompetencia flagrante de la institución: «La incapacidad del Fondo de prevenir la posibilidad de una crisis sistémica de una manera suficientemente precoz, detallada y eficaz es un hecho que nos debe volver humildes…» |11|
El informe Camdessus es el enésimo informe que intenta una reforma del sistema para desarrollarse plenamente en un mundo sin crisis, pero lejos de buscar una vía salvadora y portadora de esperanza, se mantiene pegado a los fundamentos que llevan a los pueblos siempre hacia una mayor miseria. Es así como el FMI prosigue con su papel de gendarme de un mercado desregulado e impone sus sanciones a los países que no abdican. Encuadrar un capitalismo salvaje mediante unas reglas cada vez más estrictas del FMI siempre para mantener un liberalismo cada vez más desenfrenado, ésta es la única obsesión de los que detentan el poder de decisión. Sin embargo, el coste humano y ambiental de semejante gestión se ha vuelto tan gigantesco, que ya no se puede evitar la necesidad de juzgar a los jefes de orquesta de este lamentable desastre, en primer lugar el FMI del señor Strauss-Kahn.

Notas
|1| Documento del FMI de 2004 donde la institución trata de justificar sus políticas, p. 6 http://www.imf.org/external/pubs/ft...
|2| Estatutos del FMI, artículo 1º http://www.imf.org/external/pubs/ft...
|3| Leer Damien Millet y Eric Toussaint, Quand le FMI entonne un air de pipeau, http://www.cadtm.org/Quand-le-FMI-e...
|4| Rol que ha empujado a los países del Sur a la miseria, leer sobre esto Damien Millet y Eric Toussaint, 60 preguntas / 60 respuestas sobre la deuda, el FMI y el Banco Mundial, Icaria editorial, Barcelona, 2009
|5| BBC, 3 de abril de 2009
|6| Según las cifras transmitidas en noviembre de 2007 al diario Le Monde por Roger Karoutchi, el secretario de Estado encargado de las relaciones con el Parlamento, el sueldo mensual neto del presidente de la República pasó de 7.084 euros a 19.331 euros en 2008, o sea un aumento del 172 % y no del 140 % como se había dicho.
|7| Opinión sobre el proyecto de la ley de finanzas para 2011 (nº 2824), Asamblea Nacional, 2011. Acción de Francia en Europa y en el mundo, franceses en el extranjero y asuntos consulares, presidencia francesa del G20 y del G8, por Mme. Geneviève Colot, diputada, http://www.assemblee-nationale.fr/1...
|8| Michel Camdessus en la sede del FMI, 1 de octubre de 1998. Leer Martine Bulard, Les fourberies de M. Camdessus, Le Monde Diplomatique, enero de 2005
|9| El informe Camdessus, titulado : La réforme du système monétaire international : Une approche coopérative pour le vingt-et-unième siècle, 18 de enero de 2011, está disponible en http://www.global-currencies.org/sm...
|10| Informe de la oficina independiente de evaluación del FMI, titulado: «Performance du FMI dans la période menant à la crise financière et économique : la surveillance du FMI de 2004 à 2007» http://www.ieo-imf.org/eval/complet...
|11| D. Strauss –Kahn admite el fracaso del FMI en sus previsiones ante la crisis, 9 de febrero de 2011 http://www.rtbf.be/info/article/det...