NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Dada la evidente incompetencia informática del editor de este blog para reproducir los cuadros gráficos que en el siguiente artículo se mencionan, les adjunto el enlace al sitio original en el que ha sido publicado a fin de que ustedes mismos puedan verlos y analizarlos en su propio contexto:http://www.rebelion.org/docs/177768.pdf
En todo caso, he querido reproducir el texto en este blog con el fin de que quienes deseen copiarlo y divulgarlo en otros sitios de Internet y blogs personales mediante algo más que un enlace tengan una mayor facilidad para hacerlo y no se vean obligados a convertir un formato poco asequible como es el del pdf para tal fin en otro más amigable.
Sin más, les dejo con lo que puede ser un interesante debate económico, siempre que el profesor Navarro responda al argumentario que el señor José A. Tapia le presenta. En este caso, puede que el hecho de que sean "galgos o podencos" tenga más importancia de lo que a algunos pudiera parecerles por las implicaciones políticas que subyacen al análisis.
José A. Tapia. Rebelión
Como dije en otra ocasión, Vicente Navarro es uno de los autores más destacados de los que hacen crítica social en España. Por ello, sus ideas merecen comentarse, tanto más cuando hay razones importantes para discrepar de sus razonamientos. Navarro representa el paradigma de intelectual progresista que a menudo mezcla ideas de tradición anticapitalista con nociones vagamente progresistas de tradición reformista. En términos económicos, Navarro hace una mezcolanza de Marx y Keines y pretende que se trata de un estupendo café con leche, perfecto para nuestro alimento intelectual. Lamentablemente, la mezcla parece más bien un potaje de lentejas con helado de chocolate porque, pese a Navarro, las ideas económicas de Marx son tan compatibles con las de Keynes como el ateísmo con la religión, o como la defensa de los derechos humanos es compatible con el racismo. Por supuesto que, dicho lo anterior, hay que aclarar de inmediato que el rigor intelectual es necesario y que no es admisible que se deformen las ideas de otros o se mezcle eclécticamente esto con aquello; pero mucho más importante —a efectos prácticos y científicos— es que se haga un análisis coherente de los hechos. El análisis de Navarro no lo es y por ello no contribuye al desarrollo de la conciencia crítica, que es una de las pocas cosas que es razonable esperar de la presente crisis. Intentaré mostrarlo en lo que sigue.
Navarro arguye que en la consideración de las causas de la crisis ha recibido escasa atención la distribución de las rentas entre las derivadas del capital y las derivadas del trabajo, lo que él denomina “el conflicto capital‐trabajo al cual Karl Marx dedicó especial atención”. Ese conflicto habría “perdido visibilidad en los análisis de las crisis actuales, sustituido por los análisis de los comportamientos de un sector del mundo del capital”. Pero, según Navarro, los datos muestran “la importancia de la relación capital‐trabajo en la génesis de las crisis económica y financiera que están ocurriendo en estos momentos”.
Según Navarro, desde el final de la segunda guerra mundial hasta los años setenta hubo
un pacto social “entre el mundo del trabajo y el mundo del capital”. Los asalariados aceptaban la propiedad privada de los medios de producción a cambio de aumentos salariales y del establecimiento del estado del bienestar en ese pacto social que “dio como resultado un aumento muy notable de las rentas del trabajo que alcanzaron su máximo nivel en la década de los setenta”. Pero esa situación generó “una respuesta por parte del mundo del capital que revertió la distribución de las rentas”. Así la generalización de las políticas iniciadas por Reagan en EEUU y Thatcher en Gran Bretaña, encaminadas a favorecer las rentas del capital, debilitando el pacto social, determinó “una redistribución de las rentas a favor del capital, a costa de las rentas del trabajo”. Como consecuencia disminuyó la participación salarial en la renta nacional. Eso, según Navarro, creó “un enorme problema de escasez de demanda privada, origen de la crisis económica”. Sin embargo, esa escasez pasó desapercibida debido a dos factores: primero, la reunificación alemana en 1990 y el enorme crecimiento del gasto público resultado de las políticas de integración subsiguientes, que habrían tenido un efecto estimulante de la economía europea; segundo, el enorme endeudamiento familiar y empresarial “que ocurrió en paralelo al descenso de las rentas del trabajo”. Ese endeudamiento fue facilitado por la creación del euro. Mientras que el sector público estaba en superávit, dice Navarro, el privado alcanzó un enorme endeudamiento consecuencia de la disminución de los salarios. Así entre 1991‐2000 y 2001‐2010 el crecimiento anual medio de los salarios se redujo considerablemente en la eurozona y en España. Navarro atribuye a ese menor crecimiento de los salarios en el decenio 2000‐2010 el notable crecimiento del endeudamiento privado.
La elevada rentabilidad de las actividades especulativas en comparación con las
actividades de carácter productivo, perjudicadas por la disminución de la demanda, explicaría la inestabilidad financiera y la aparición de burbujas. La explosión de las burbujas inmobiliaria y bursátil en EEUU pareció sugerir de entrada que la crisis financiera iba a limitarse a EEUU, pero como la banca europea estaba entrelazada con la estadounidense, la crisis financiera estadounidense afectó inmediatamente al capital financiero europeo, especialmente el alemán. Así la banca alemana, también afectada por el estallido de la burbuja inmobiliaria española, tuvo que ser rescatada con fondos públicos, incluyendo fondos procedentes del banco central de EEUU, la Reserva Federal. El consiguiente rescate de la banca española, incluidas las cajas de ahorro, significó en realidad un rescate al capital financiero alemán, que tenía grandes inversiones en entidades españolas.
Así, concluye Navarro, la redistribución de las rentas a favor del capital “ha creado este enorme problema de escasez de la demanda (causa de la crisis económica) y del gran crecimiento del endeudamiento y de la especulación (causa de la crisis financiera). Tal conflicto capital‐trabajo ha jugado un papel clave en el origen y reproducción de las crisis actuales, mostrando que Karl Marx (además de Keynes) llevaba razón.”
Navarro no nos dice por qué Marx o Keynes llevaban o no razón, pero su apelación a
ambos autores le sirve para poner punto final a una argumentación que como intentaré
explicar, es escasa en rigor, coherente en lo fundamental con la teoría de Keynes pero no con la de Marx y, sobre todo, poco coherente con la realidad.
Que Navarro comience apelando a un supuesto pacto social que en los años cincuenta y
sesenta habría armonizado los intereses del capital y de la clase trabajadora es
sorprendente cuando el análisis se enfoca particularmente al caso español. En España lo que hubo en los años cincuenta y sesenta, igual que en los cuarenta, fue un régimen de dictadura militar que reprimió severamente a las clases populares. En esa época tuvo lugar un desarrollo económico y social significativo, se crearon infraestructuras, hubo importantes avances educativos y sociales y el capitalismo español logró una importante consolidación. Se ha dicho que el mérito de ese desarrollo le correspondió sobre todo a las inversiones extranjeras, las remesas de los emigrantes españoles en el extranjero y las divisas que traían los turistas, y sin duda en eso hay mucho de verdad. En cualquier caso, el capitalismo español en los años sesenta era rentable y podía permitirse el lujo de redistribuir la renta en alguna medida. Pero en todo ello no había pacto social alguno con la clase trabajadora, sino la más brutal represión, combinada con el efecto suavizante del aumento indudable del nivel de vida, materializado en el televisor y el Seat 600. Pero en los años setenta las cosas
cambiaron drásticamente. La recesión que afectó prácticamente a todos los países a mediados de la década trajo de vuelta a España a muchos trabajadores españoles que estaban en Alemania y otros países europeos. Ello se combinó de forma explosiva con la crisis industrial en España, el comienzo de la liquidación de las empresas del sector público (el antiguo INI) y un enorme aflujo de jóvenes al mercado laboral español, consecuencia del aumento de las tasas de fertilidad en las dos décadas anteriores. El resultado fue un aumento del desempleo hasta niveles cercanos o por encima del 20% que se mantuvieron durante los años 80 y parte de los noventa y que solo en años recientes han vuelto a alcanzarse.
La historia de la transición es compleja y no es este el sitio para contarla, pero sí puede decirse que fue desde entonces cuando hubo en España no uno, sino varios pactos sociales. El primero fueron los llamados Pactos de la Moncloa de 1977 que suscribieron prácticamente todos los partidos y sindicatos. Luego hubo muchos pactos en los que, una y otra vez, los sindicatos y los partidos supuestamente representativos de los trabajadores aceptaron subordinar o relegar sus reivindicaciones a cambio de supuestas concesiones de la patronal y el gobierno que harían que no se perdieran puestos de trabajo y no se deteriorara más la situación. La realidad es que, pese a todos esos pactos, España ha sido el país de Europa occidental donde los niveles de desempleo han sido más altos en las tres últimas décadas.
Lo que ocurrió a partir de los años setenta no solo en España sino en todo el mundo es que comenzó a agotarse el empuje para la acumulación del capital. En la segunda guerra mundial se habían destruido masas enormes de capital. En la visión de Marx uno de los mecanismos básicos para que se salga de las crisis económicas es la destrucción de capital. Esa destrucción de capital aumenta la rentabilidad del capital restante, lo que estimula la inversión y genera nueva acumulación del capital, es decir, crecimiento económico y creación de empleo. La destrucción de capital puede ser física, como cuando se destruyen o se abandonan cosechas o inventarios o se deterioran máquinas o edificios, o meramente económica, cuando se liquidan empresas y deudas, o se malvenden productos a precios que no cubren costos. La segunda guerra mundial representó una enorme destrucción de capital en gran parte del mundo. Al final de la guerra las empresas de EEUU, que no había sufrido la guerra en su territorio, hallaron enormes oportunidades. El plan Marshall brindó financiación, el capital estadounidense se convirtió en hegemónico y el desarrollo capitalista recibió un enorme estímulo que se mantuvo durante dos décadas. Pero todo comenzó a cambiar en los años setenta, cuando tuvo lugar la primera crisis importante del capitalismo mundial en la posguerra. El capitalismo estadounidense comenzó a perder su papel hegemónico. Thatcher y Reagan marcaron el inicio de una nueva época en la que el capital de cada nación, enfrentado a una competencia internacional importante había de hacer esfuerzos intensos por extraer a la clase trabajadora más plusvalor, es decir, por aumentar la explotación. El llamado Estado del bienestar que había tenido importantes avances en muchos países comenzó a recibir serios embates y el crecimiento salarial en muchos países se estancó.
Dice Navarro que en los países de la eurozona el crecimiento anual medio de los salarios disminuyó de un 3,5% en el periodo 1991‐2000 a un 2,4% en el periodo 2001‐2010, en Alemania de un 3,2% a un 1,1% y en España de un 4,9% a un 3,6%. Estos datos son los que constan en la fuente que da Navarro. Sin embargo, Navarro parece o no estar bien informado o haber sido poco cuidadoso al escoger los datos, ya que esos porcentajes que da son de crecimiento nominal de los salarios, por lo que solo serían significativos del cambio real en el poder adquisitivo de los salarios si suponemos que la inflación hubiera sido idéntica en 1991‐2000 y en 2001‐2010, lo cual es mucho suponer.
La misma fuente que usa Navarro da el crecimiento anual real de los salarios. Para cuantificar el crecimiento real de algo que se mide en dinero hay que considerar la inflación, que a su vez puede medirse de varias formas. Depende cómo se mida y dónde
(Cuadro 1), los datos muestran que la afirmación de Navarro de que los salarios crecieron más en 1991‐2000 que en 2000‐2010 es relativamente cuestionable. Midiendo la inflación por el deflactor del consumo privado (que se calcula a partir de los precios de bienes de consumo) en los 12 países de la eurozona los salarios crecieron 0,8% en 1991-2000 y 0,5% en 2001-2010, pero en España crecieron 0,7% en ambos periodos. En cualquier caso, lo que las cifras muestran es un escasisimo aumento salarial desde los años noventa en comparación con las tres décadas anteriores,ya que, por ejemplo, usando el mismo parámetro, los salarios aumentaron en España 7,8% en 1961-1970 y 4,7% en 1971-1980.
Ahora bien, la crisis mundial que se ha dado en llamar Gran Recesión comenzó a finales del 2007 y lo interesante es ver qué pasó durante los años inmediatamente previos. Los datos muestran que durante toda la década los salarios reales crecieron muy poco (Cuadro 1) o incluso se redujeron. Por ejemplo, en España en 2004 los salarios nominales aumentaron 2,9%, pero la inflación hizo que en realidad disminuyeran 0,7%. En 2008 el aumento nominal de los salarios fue 6,1% pero por la inflación el aumento real fue solo 2,4%. En 2009 ocurrió lo contrario, la crisis estaba ya generando deflación (caída de precios) y por ello el aumento nominal que fue 4,3% se tradujo en un aumento real de 5,6%. Solo en 2010 el efecto de la crisis se manifiesta con una congelación nominal de salarios (crecimiento de 0%) que la inflación convierte en una reducción salarial de 2,3% (Cuadro 1).
La idea de que la crisis se debería a una caída del consumo privado debida a una reducción salarial concuerda poco con los datos, que muestran un crecimiento escaso de los salarios previamente a la crisis, pero no una reducción. Los datos indican de hecho que entre 2001 y 2007, en España el consumo privado aumentó a tasas anuales de entre 3% y 4% (Cuadro 2), mientras que en la eurozona el aumento fue más moderado, de entre 1% y 2%. Solo a finales de la década el consumo privado se desploma por efecto de la crisis, por ejemplo en 2009 se contrae 4,3% en España y 1,2% en la eurozona.
Lo que sí disminuyó claramente antes de que comenzara la crisis fue la rentabilidad media de las empresas (Cuadro 3). Tomando la rentabilidad media en los años 1961-1973 como 100, la rentabilidad en España disminuyó desde 100,1 en 2006 y 97,3 en 2007 a 83,0 en 2009 y 2010. En la eurozona hubo también una caída importante de rentabilidad a partir del 2007. La consecuencia de esta reducción de rentabilidad fue una importante contracción de las inversiones. Las inversiones en capital fijo (maquinaria, edificios industriales, etc.) que aumentaron anualmente en la eurozona a tasas de varios puntos porcentuales se contrajeron 1,1% en 2008 y 12% en 2009; en España la inversión en capital fijo que creció 7,1% en 2005 y 2006 se contrajo 4,7% en 2008 y 16,6% en
2009 (Cuadro 4).
Mientras la teoría keynesiana pone mucho énfasis en la demanda generada por el consumo privado, Marx hace hincapié en la demanda generada por la acumulación de capital, es decir por las inversiones. De hecho, Marx en más de una ocasión se burla de quienes, como Navarro, atribuyen las crisis económicas a la falta de poder adquisitivo de los salarios. En los manuscritos que dejó a su muerte y que Engels publicó como segundo volumen de El Capital (capítulo 20, cito en la traducción de W. Roces), Marx escribió que el que las mercancías queden invendibles durante las crisis quiere decir sencillamente que no se encuentran consumidores solventes para las mismas. Y “si se pretende dar a esta perogrullada una apariencia de razonamiento profundo, diciendo que la clase obrera percibe una parte demasiado pequeña de su propio producto y que este mal puede remediarse concediéndole una parte mayor, es decir, haciendo que aumenten sus salarios, cabe observar que las crisis van precedidas siempre, precisamente, de un período de subida general de los salarios, en que la clase obrera obtiene realmente una mayor participación en la parte del producto anual destinada al consumo”. Marx se mofaba de quienes razonando según “el sentido común” concluían que esos períodos deberían alejar la crisis, cuando en realidad la anuncian, porque en el capitalismo la prosperidad relativa de los asalariados está siempre en riesgo y, cuando esa prosperidad despunta, resulta ser “un pájaro agorero de la crisis.”
Que durante las crisis económicas cae el consumo privado es evidente, pero la caída de la inversión es mucho más acentuada, tal como muestran las cifras de los cuadros 2 y 4. De hecho, el mismo Keynes aceptaba que es la caída de inversiones la que realmente caracteriza la crisis. Pero Keynes atribuía el desplome de las inversiones a la volatilidad de los inversionistas, a los “espíritus animales” de los capitalistas, que en algún momento (no se sabría muy bien por qué), dejarían de ver buenas expectativas e interrumpirían el flujo de dinero a las nuevas inversiones. Marx en cambio atribuía el cese de las inversiones —la interrupción de la acumulación del capital en su terminología— a la reducción de los márgenes de ganancia, de las tasas de rentabilidad.
En los datos europeos que he mostrado se observa de hecho esa caída de la rentabilidad media uno o dos años antes de que se desplome la inversión en el 2008 y se inicie la crisis en toda su extensión.
Resulta pues que, ignorando los datos de inversión y rentabilidad y atribuyendo la crisis a falta de demanda efectiva debida a la escasez de poder adquisitivo de los salarios, Navarro presenta una explicación de la crisis que es básicamente keynesiana, aunque pretende hacerla pasar como inspirada por Marx. Lamentablemente, independientemente de quién la inspire, la explicación de la crisis no casa con los datos.
No es este el lugar para extenderse en otros aspectos de las explicaciones de Navarro. Por ejemplo, Navarro se refiere al entrelazamiento de la banca europea con la estadounidense para explicar que la crisis financiera estadounidense afectara inmediatamente al capital financiero europeo, especialmente el alemán, y que la banca alemana tuviera que ser rescatada con fondos públicos, incluyendo fondos procedentes de la Reserva Federal de EEUU. Realmente, en los últimos cinco años, rescates a la banca han ocurrido en múltiples países y los procesos de interpenetración del capital en las últimas décadas han sido parte fundamental de la tan cacareada globalización o mundialización. De hecho, la Gran Recesión que comenzó a finales de la década pasada y que en Europa no parecería haber acabado todavía, es claramente una crisis de la economía mundial. Así lo pone de manifiesto el que en 2008 y 2009 el crecimiento económico sufriera drásticas reducciones en casi todos los países del mundo. Por ejemplo en China el crecimiento del producto interno bruto (PIB) cayó de 14,2% en 2007 a 9,6% en 2008 y a 9,2% En 2009; en Brasil, el crecimiento precrisis, 6,1% en 2007, se redujo a 5,2% en 2008 y a –0,3% en 2009; en Alemania el PIB creció 1,1% en 2008 y se contrajo 5,1% en 2009. Según estimaciones del Banco Mundial, el producto bruto mundial creció 4,0% en 2007, 1,4% en 2008 y se contrajo 2,1% en 2009, creciendo otra vez 4,0% en 2010. Todo ello sugiere que estamos ante una crisis de la economía mundial que, obviamente, afecta más a unos países que a otros.
Si estamos ante una crisis de la economía mundial —como es el caso—, es poco o nada lo que pueden hacer los gobiernos nacionales para modificar el curso de los acontecimientos. Salvo salvar a “sus bancos” (por ahora parece que solo algunos bancos islandeses y chipriotas se han dejado caer), las élites nacionales e internacionales se debaten entre los programas de austeridad a toda costa que en Europa pretenden recomponer el “clima de inversión”, y el tímido estímulo a la economía en EEUU (lo que se llama quantitative easing) mediante una masiva emisión monetaria. Para los críticos como Navarro, lo que hay que hacer es aplicar políticas keynesianas como las que supuestamente en el New Deal sacaron a la economía estadounidense de la Gran Depresión, políticas que habrían sido además las que han resuelto todas las recesiones del último medio siglo.
La idea de Navarro de que las crisis económicas se han resuelto una y otra vez mediante políticas keynesianas ignora que, no solo en el último medio siglo de existencia del
keynesianismo sino desde que existe el capitalismo hace ya varios siglos, las crisis se han resuelto cada vez mediante una combinación de aumento de la explotación de los asalariados y destrucción de capital. Pero explicar esa idea sale del marco de este artículo. Baste decir que la idea de que un buen gobierno podría “poner a los banqueros y la economía donde es debido” es una de las muchas ilusiones que tardan en perderse y que Navarro prodiga. Escribiendo en 1855 sobre “La presente crisis del comercio y la industria” para un periódico alemán, en medio de una importante recesión, Marx afirmaba que había que maravillarse del esfuerzo de los empresarios y economistas británicos partidarios del libre comercio, que “en vez de ver la presente crisis como producto del funcionamiento natural del moderno sistema económico inglés, ya que es similar a las crisis que han surgido periódicamente desde finales del siglo XVII, la atribuyen a causas accidentales y circunstancias excepcionales”. Claro que, decía Marx, de acuerdo a los principios de esos partidarios del libre comercio, las crisis no deberían ocurrir. De la misma manera, según Navarro, con un buen gobierno y una política económica adecuada, no debería haber crisis.
Las ideas económicas de Navarro son muy similares a las que defienden otros muchos políticos y economistas de la izquierda, como Julio Anguita, Juan Torres, Alberto Garzón y bastantes otros. Si de lo que se trata es de disipar falsas ilusiones, es necesario cuestionarlas. Por supuesto, se trata de una tarea a largo plazo.
5 de diciembre de 2013
4 de diciembre de 2013
MOLDAVIA CONTRA LA UNIÓN EUROPEA: LAS MANIFESTACIONES QUE NO SALEN EN LOS MEDIOS (VÍDEO)
Canarias-Semanal
El pasado 23 de noviembre, decenas de miles de manifestantes recorrieron la capital moldava para exigir al gobierno su inmediata dimisión y la celebración de elecciones anticipadas. Esta protesta está liderada por el Partido Comunista de la República Moldava(PCRM) y surge ante las políticas antipopulares del gobierno, que pretende que Moldavia forme parte de la UE. Miles de personas con banderas rojas y símbolos comunistas, secundaron la protesta.
Multitud de coches y autobuses llegaron a la capital, a pesar de las presiones policiales. En ellos llegaban representantes de todos los municipios del país.
Vladimir Voronin, Secretario General del PCRM, dijo en su discurso "Estoy contento de estar hoy aquí con vosotros. Estamos aquí para defender Moldavia del poder criminal que destruye y humilla al pueblo moldavo", o "los gobernantes actuales son representantes de la oligarquía mafiosa".
Frente a la integración en la UE, el PCRM propone integrarse en la Unión Aduanera de la que forman parte Rusia, Kazajstán, y Bielorrusia. Vladimir Voronin del PCRM acusa al gobierno de estar manteniendo conversaciones secretas con funcionarios de la UE, lo que supone una violación de la constitución y una traición a la nación y al pueblo moldavo. Hace unos días el Comité Central del PCRM calificaba al gobierno como "grupo delictivo organizado".
Otro detonante es la reciente privatización de una entidad bancaria y el aeropuerto estatal. Ante esto el PCRM denuncia a la mayoría parlamentaria de "estar al servicio de los oligarcas, legalizando abiertamente el derecho a robar a plena luz del día a los ciudadanos y a la nación moldava". A esto hay que añadir que el actual gobierno se formó de una forma anómala, incumpliendo los procedimientos constitucionales.
El PCRM es la principal fuerza política de este país de tres millones y medio de habitantes. También es el grupo mayoritario en el parlamento, aunque no llega a tener la mayoría como para tener el gobierno que ahora mismo sostiene una coalición de tres partidos.
Esta manifestación se produce dos días después de que Ucrania suspendiera los preparativos para la firma del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea. Los pueblos soviéticos están comenzando a despertar. Ya han probado el amargo sabor del capitalismo y la UE es eso lo que representa. Una UE preocupada de mantener los privilegios de oligarcas mientras condena a millones al paro y a la pobreza.
Moldavia lleva casi dos años sin gobierno. Los partidos en el gobierno mantienen al país en una situación de bloqueo político, prefieren que el país siga sin gobierno antes que permitir que gobierne el partido mayoritario: El Partido Comunista.
La constitución moldava establece una única cámara legislativa, que elige al ejecutivo. En las elecciones de noviembre de 2010 el resultado fue el siguiente:
- Partido Comunista: 42 diputados
- Partido Liberal Democrático: 32 diputados
- Partido Democrático: 15 diputados
- Partido Liberal: 12 diputados
La elección del ejecutivo requiere una mayoría cualificada de 61 diputados, cosa que no alcanza ningún partido, ni siquiera la coalición anticomunista a la que le faltan 2. Lo que la Ley prevé para estos casos es la disolución del parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones, cosa a la coalición anticomunista se niega. Lo único que propone dicha coalición es cambiar las reglas de juego para que ellos puedan gobernar.
Ante esta situación, el Partido Comunista propone que se cumpla la constitución y se convoquen nuevas elecciones parlamentarias. El PCM ha convocado distintas manifestaciones, la última se celebró este domingo 19 en la capital, Chisinau.
3 de diciembre de 2013
UCRANIA: UN ELEFANTE SE BALANCEA…
No fueron 7 pecados capitales los cometidos por la Unión Europea, pero en la estrategia seguida con Ucrania para llevarla hacia una alianza comercial, lejos, muy lejos de la asociación al pacto comunitario, sin duda, hubo 2 gravísimos errores.
Ante todo, pensaron que en Kiev la ansiedad por enrolarse en la UE les haría aceptar cualquier condicionante. No falta interés en ser miembros de Los 28, pero, según parece, no a cualquier coste, y la exigencia de Bruselas para que liberaran a la ex primera ministra Julia Timochenko, quien cumple condena por abuso de poder, tenía rasgos de insolente injerencia pero ningún vínculo con los convenios económicos que iban a firmarse el 29 de noviembre. El parlamento rechazó esa petición.
En la negativa a continuar el proceso, tuvo importancia considerable la ausencia de estímulo financiero. Todas las naciones que concluyeron siendo miembros de la UE, fueron cortejados a partir de suculentas promesas o tentadores empujes. Créditos blandos, fáciles de liquidar y condescendencias similares fueron otorgados a los aspirantes. Esos “fondos de estabilización” necesarios para alcanzar ciertas armonías entre los nuevos adherentes y los estándares europeos, no le fueron ofrecidos a Ucrania. No se pregunte el motivo, pues, por ahora, no hay respuesta, a menos que semejante excepcionalidad esconda una destemplada arrogancia.
Desde luego, se puede suponer que la UE está demasiado comprometida con las ayudas a varias naciones miembros muy en apuros, comenzando por Grecia, algo entendible, pero de ser así ¿por qué no admitirlo?
Otras dificultades que deslomaron el deseo ucraniano de figurar como objeto de ambición y pugna encaminado a un supuesto destino de ascenso y distinción, fueron exigencias que implican pérdida de soberanía o el cierre del camino de regreso si, en la praxis, no les convenía continuar acompañado.
¿Cuáles? Obligaciones como sustituir el sistema legislativo propio por el europeo, adoptar como única posibilidad de desarrollo el neoliberalismo y el libre comercio en su variante embudo: inundar el mercado ucraniano con producciones de sus socios occidentales, sin permitirles hacer algo similar a la inversa.
Parecían dispuestos en Kíev a aceptar. Hasta último momento, entre políticos y analistas, se manejó que durante la semana transcurrida desde el día en que el presidente Víctor Yanukovich anunció la suspensión de las tratativas con el pacto comunitario y el inicio de la cumbre en Vilna, era posible que la UE llevara a la capital lituana una nueva opción, en cuyo caso, las autoridades ucranianas podrían flaquear y concluyeran suscribiendo el trajinado acuerdo.
La realidad desnuda es que para unirse a la UE Ucrania está obligada a cambiar mucha o toda su tecnología, aparte de cambiar leyes. Según cálculos, necesita alrededor de 20 mil millones de dólares anuales para hacer esa reconversión y salir a flote en condiciones regulares. También se ve obligada a aplicar medidas antisociales parecidas a las que se aplican en diferentes países muy comprometidos y recargados de incertidumbre con respecto a su futuro.
Algunos aseguran que debido a su afán de no perder el favor popular, a un año de las elecciones, Yanukovich optó por no arriesgarse a emprender una política de shock. Es posible, pero la lógica llana sugiere que teniendo tanto por exponer y tan poco a lograr a corto plazo, cuando el Viejo Continente, además, atraviesa por una delicada etapa y demasiada incertidumbre, lo razonable era acogerse a la oferta de Rusia que sí se dispone a otorgarle créditos y mantenerse como el primer comprador de Ucrania.
El analista Álex Corrons, enfoca el tema planteando que ante la evidencia de que la Unión Europea abusa de los países del sur con los ajustes ordenados por la Troika, vale suponer que “(…) la asociación con la UE… a lo mejor es un suicidio para Ucrania”. Y se explica: “Las instituciones como el Banco Central Europeo prestan el dinero a la gran banca internacional, principalmente a la banca alemana, se lo presta al 0,75% o al 1% para que luego estos bancos privados se lo presten al 7% a los Estados. Es decir, los Estados al entrar en la Unión Europea, no solo pierden la soberanía monetaria, sino que se ganan un buen paquete de intereses de deuda para pagarles a los bancos privados”.
Otra opinión pertenece a la investigadora belga Ria Laenen, publicada en De Standaard: “La Unión Europea intentó atraer Ucrania a la Asociación (Oriental*) presentando solo sus propias exigencias (la reforma judicial y la entrega de Yulia Timoshenko) sin proponer nada por su parte”. O sea, “No quiso asumir ningún compromiso serio en materia financiera o económica.”
No faltan quienes remiten este episodio a una confrontación geoestratégica entre Moscú y Bruselas, pasando por Washington, que ha tenido que ver con el asunto por vía del FMI, donde predominan las decisiones norteamericanas, organismo que le negó a Kíev un préstamo para aliviar sus tensiones económicas actuales y ayudar a la reconversión industrial u otras exigencias si pacta con la UE.
Esa tesis se basa en que Rusia “amenazó” a Yanukovich con cortarle el suministro de energéticos y no mantenerse como comprador neto de las producciones ucranianas. En realidad y, aparte de lo conveniente de mantener ese mercado, Moscú ofrece a su vecino la ayuda financiera que requiere, sin dilaciones.
Suponiendo que hubo coacción o esos movimientos se basen en el plan euroasiático del Kremlin, para entrelazar varios territorios postsoviéticos mediante la Unión Aduanera que ya cuenta con la filiación de Bielorrusia y Azerbaiyán y la anunciada adición al proyecto también de Armenia, ¿cuál es la diferencia entre el propósito de asociar a conveniencia un grupo de naciones en torno a un proyecto? ¿Acaso válido para la UE pero no para Moscú? (* La Asociación Oriental pretende comprometer a varios países del espacio postsoviético a la UE, buscando ventajas pero otorgando escasos beneficios).
Los europeos se interesan en estas naciones porque poseen petróleo, gas y valiosos minerales. En particular, Ucrania es el territorio sobre el cual pasa un 30% de las conductoras con energéticos hacia la zona occidental del Continente. Posee una extensa frontera con Rusia y tenerla de aliado frágil cierra más el círculo tendido en torno a Rusia, a la cual le conviene sumar a la propia, la industrialización y el personal calificado alcanzado por Ucrania durante la era soviética.
La antigua URSS constituyó su entramado económico inter vinculando sus 15 repúblicas. Un significativo porcentaje de esas estructuras se mantiene a través de la similitud tecnológica y varios factores concretos. Buena parte de los 45 millones de habitantes de Ucrania son de origen ruso y no son las únicas conveniencias mutuas. Darle la espalda a Moscú, perdiendo su mercado y exponerse a las incertidumbres de cambios sin certezas de éxito ni plazos cercanos, resulta insensato.
Entre los problemas a dilucidar, están las divisiones clásicas de la ciudadanía ucraniana. Casi a partes iguales son pro occidentales o pro rusos. La oligarquía interna y los intereses ajenos, se mueven para potenciar estados de discernimiento a partir de esa parcelación del criterio. Son de esperar jornadas intensas y complejas.
Aun cuando es obvio el éxito del Kremlin en la disputa por el importante enclave, y pese a que distintos politólogos califican de enorme ese triunfo de la administración Putin, el saldo de las negociaciones ucranio-europeas, demanda prudencia y tiempo para despejar sus numerosas interrogantes. Este es uno de esos suelos resbaladizos que incluso bien dispuesto, pueden provocar un tremendo traspié.
La antigua URSS constituyó su entramado económico inter vinculando sus 15 repúblicas. Un significativo porcentaje de esas estructuras se mantiene a través de la similitud tecnológica y varios factores concretos. Buena parte de los 45 millones de habitantes de Ucrania son de origen ruso y no son las únicas conveniencias mutuas. Darle la espalda a Moscú, perdiendo su mercado y exponerse a las incertidumbres de cambios sin certezas de éxito ni plazos cercanos, resulta insensato.
Entre los problemas a dilucidar, están las divisiones clásicas de la ciudadanía ucraniana. Casi a partes iguales son pro occidentales o pro rusos. La oligarquía interna y los intereses ajenos, se mueven para potenciar estados de discernimiento a partir de esa parcelación del criterio. Son de esperar jornadas intensas y complejas.
Aun cuando es obvio el éxito del Kremlin en la disputa por el importante enclave, y pese a que distintos politólogos califican de enorme ese triunfo de la administración Putin, el saldo de las negociaciones ucranio-europeas, demanda prudencia y tiempo para despejar sus numerosas interrogantes. Este es uno de esos suelos resbaladizos que incluso bien dispuesto, pueden provocar un tremendo traspié.
2 de diciembre de 2013
ANNUS HORRIBILIS (MIRABILIS) 2013: PUNTO DE INFLEXIÓN EN LA LARGA DECADENCIA OCCIDENTAL
Jorge Beinstein. La Haine
La “crisis global” (todavía se la sigue llamando así) sigue su curso, se va profundizando con el correr de los años, deteriora las instituciones de las potencias centrales, quiebra las tramas económicas y culturales que cohesionaban a esas sociedades, queda al descubierto como decadencia es decir como proceso de deterioro general irreversible. También va llegando a los denominados “países emergentes” derrumbando el mito del rejuvenecimiento capitalista desde la periferia, de la superación burguesa del neoliberalismo occidental gracias a la intervención del estado.
Los años 2008 y 2013 constituyen períodos donde se aceleró la declinación del capitalismo, en ambos casos el desastre tuvo como origen al centro imperial para luego propagarse hacia el conjunto del sistema global. Podríamos establecer un corte aún más preciso y fijar los meses de Septiembre de 2008 y Septiembre-Octubre de 2013 como los “momentos” en los que la historia universal incrementó bruscamente su velocidad cuando la acumulación de degradaciones produjo un gran salto de cantidad en calidad. Desde el punto de vista de los amos del sistema es posible hablar de “annus horribilis” es decir años de grandes desgracias, aunque desde el lado de las víctimas, de los miles de millones de seres humanos que habitan en el subsuelo del planeta burgués podemos afirmar que se trata de “annus mirabilis”, de períodos donde el sistema avanza claramente hacia su ruina es decir de acontecimientos “maravillosos” que alientan la esperanza en la posible conquista de un mundo mejor.
El 15 de septiembre de 2008 en los Estados Unidos el gigante financiero Lehman Brothers se declaró en quiebra y American International Group (AIG) considerado el líder mundial de seguros y servicios financieros necesito ser rescatado por la Reserva Federal. La crisis provocada por el desinfle de la burbuja inmobiliaria norteamericana se propagó rápidamente, estallaron otras burbujas inmobiliarias y bursátiles en Europa y Asia y los gobiernos de las grandes potencias inyectaron en los años siguientes varios millones de millones de dólares con el fin de impedir el hundimiento del sistema financiero internacional pilar decisivo de la economía mundial. No consiguieron recomponer su dinámica anterior ni mucho menos la de las estructuras productivas pero si lograron evitar (postergar) el derrumbe.
Así es como a partir de 2008 la masa financiera global que se venía expandiendo de manera exponencial dejó de crecer, en realidad experimentó un decrecimiento suave, es lo que constatamos cuando comparamos a la especulación en “productos financieros derivados” (corazón del parasitismo financiero global) con el Producto Bruto Mundial. A mediados de 1998 esos negocios equivalían a cerca de 2,4 veces el valor nominal de la economía planetaria, llegaron a 4,3 veces hacia fines de 2002, a 8,5 veces a fines de 2006 y a 11,7 veces a mediados de 2008 en pleno delirio especulativo, bajando lentamente desde entonces: 10,5 a fines de 2009,
10,6 a mediados de 2011, cayendo a 8,9 a fines de 2012 y a 8,6 a mediados de 2013 (1).
El estancamiento de la masa financiera, peor aún su desinfle, marca el fin del largo crecimiento drogado del capitalismo global durante la financiarización neoliberal. Desde los años 1970 se produjo la reconversión financiera del capitalismo que permitió la reproducción ampliada del área imperial del sistema: los estados centrales se endeudaban y subsidiaban a la industria (gastos militares, reducciones fiscales de todo tipo, etc.) y frenaban la desaceleración del consumo (subsidios a los desempleados), las empresas se endeudaban para seguir invirtiendo y los consumidores se endeudaban sosteniendo a esos grandes mercados, por otra parte las caídas tendenciales en las tasa de ganancias productivos de grandes grupos económicos eran más que compensadas por la expansión de los negocios financieros.
Pero finalmente la burbuja estalló en el año 2008, lo ocurrido a partir de entonces fue una degradación financiera-productiva “controlada”, las deudas públicas y privadas de las potencias centrales tradicionales siguieron creciendo, la Unión Europea se estancó para entrar finalmente en recesión, Japón transitó un camino aún más dramático (Fukushima mediante) y los Estados Unidos tuvieron un crecimiento anémico que a lo largo de 2012-2013 amenazaba convertirse en estancamiento o directamente en recesión. El sistema había ingresado en una nueva etapa.
Guerra y petrodólares.
La crisis de 2008 no terminó con la ola militarista de los Estados Unidos por el contrario la potenció, mucho antes de esa crisis frente a su debilitamiento financiero y productivo la élite imperial estaba convencida de que solo la utilización de su superioridad militar podía revertir los retrocesos económicos o al menos frenar su desarrollo. La victoria occidental en la Guerra Fría parecía confirmar esa hipótesis, la avalancha militarista de la era Reagan durante los años 1980 continuada por la presidencia de George Bush (padre) le había dado la estocada final a la Unión Soviética obligándola a competir en una carrera armamentista que desbordó su capacidad económica y burocrática declinante. Liquidada la URSS los Estados Unidos aparecían como la única superpotencia militar, el planeta quedaba a su disposición.
Ahora, desde hace algo más de una década, asistimos a una suerte de mega Vietnam diversificado en varios espacios geográficos con diferentes intensidades y modalidades, la mirada del Imperio hacia el resto del mundo es principalmente militar, la periferia aparece ante los ojos de su élite dominante como un vasto campo de batalla.
Los golpes de estado en Honduras (2009) y Paraguay (2012), la acentuación de las intervenciones sobre Colombia y Venezuela y las actividades de desestabilización en otros países latinoamericanos señalan que el Imperio ha lanzado una ofensiva de gran alcance sobre la región, a esto debemos sumar el desarrollo de un segundo frente de guerra en África cuyo momento más
dramático ha sido la destrucción de Libia pero apuntando al mismo tiempo hacia el mundo árabe, ambas ofensivas convergen con la prosecución de la guerra larga en Medio Oriente y Asia Central: el tercer frente, y el despliegue de un cuarto frente de fuerzas militares cada vez más extendido e intenso en Asia-Pacífico apuntando contra China.
Hacia comienzos de la década actual los Estados Unidos desplegaban cuatro megafrentes simultáneos, toda la periferia no controlada por Occidente se encontraba atacada o amenazada, de ese modo la agresividad de los halcones de la era Bush (cuando su Secretario de Defensa Ronald Runsfeld afirmaba que los Estados Unidos podían desarrollar exitosamente dos guerras al mismos tiempo) fue luego ampliada en la era Obama.
El doble rostro del Imperio (decadencia económica y social por un lado y militarismo por el otro) sugiere el interrogante acerca de si la ola militar es sustentable en el mediano-largo plazo, en realidad no es seguro que pueda ser respaldada ni siquiera en el corto plazo, basta con comprobar que los gastos militares reales de los Estados Unidos se aproximan a los 1,3 billones (millones de millones) de dólares si a los gastos del Departamento de Defensa sumamos aquellos con finalidad militar de otras áreas de la administración pública (Departamento de Estado, Departamento de Energía, NASA, etc.) y los intereses pagados por el endeudamiento necesario para su realización. Esa cifra equivale en el Presupuesto 2013 a la casi totalidad de la recaudación prevista de impuestos personales directos o al 140 % del déficit fiscal proyectado.
Entonces si la militarización no es económicamente sustentable debemos interrogarnos acerca de si existe alguna lógica, alguna racionalidad superior que explique el fenómeno.
Wallerstein respondió al interrogante hace algunos años de manera contundente: los Estados Unidos se encontrarían ante la alternativa de aceptar una declinación honorable (opción “racional”) o bien tirar la casa por la ventana. En resumen: las élites imperiales al seguir el segundo camino demostrarían que se han vuelto “locas”, que la decadencia ha quebrado su racionalidad. La explicación es sencilla, directa, pero en última instancia superficial, ignora sobre todo la conexión necesaria entre racionalidad y realidad, entre lo teóricamente viable y la viabilidad práctica de la teoría lo que condiciona a la racionalidad, le hace poner los pies sobre la tierra. Nos encontramos ante la dinámica histórica concreta de la racionalidad instrumental (de la racionalidad burguesa) tal como se presenta a comienzos del siglo XXI, en tanto expresión de la evolución, las contradicciones, los dramas, las necesidades, las posibilidades de las fuerzas imperialistas dominantes que la desarrollan, en este caso las elites occidentales. Se trata de una racionalidad solo interesada en la eficacia de los mecanismos de preservación y expansión del poder, cada vez más empantanada en el corto plazo, absolutamente desinteresada de las consecuencias en el largo plazo. En ese sentido el encadenamiento de “soluciones racionales” de problemas concretos puede llegar a ser un seguro camino hacia el desastre, hacia el estallido del sistema, el esfuerzo racional (y amoral) de recomposición, de preservación del capitalismo decadente, deviene autodestrucción.
Occidente se encuentra embarcado en una guerra planetaria uno de cuyos objetivos es el saqueo de los recursos naturales de la periferia, en primer lugar los energéticos, el éxito de la empresa le permitiría realizar una drástica contención de costos productivos asegurando niveles aceptables en las tasas de ganancias de los grandes grupos industriales y en consecuencia amplios beneficios y expansiones de negocios de las redes financieras... y del parasitismo consumista de las clases medias y altas de los Estados Unidos y Europa.
La “guerra del petróleo” esta asociada a otra guerra: la financiera focalizada en la desgastada hegemonía del dólar que gira en torno de un factor decisivo: los petrodólares.
En 2012 la exportaciones globales de petróleo alcanzaron aproximadamente los 2 billones(millones de millones) de dólares, pero este comercio “físico” generó negocios especulativos en los mercados de productos financieros derivados del orden de los 30 billones de dólares (2) equivalentes a cerca del 42 % de Producto Bruto Mundial de ese año o bien a unas 2 veces el Producto Bruto de los Estados Unidos o a unas 13 veces el valor de sus importaciones. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial los negocios petroleros (tanto comerciales como financieros) fueron realizados en dólares y desde comienzos de los años 1970 en “petrodólares” sin respaldo oro, pero la declinación de la moneda norteamericana y del peso económico relativo de la superpotencia causaron la paulatina reducción de la hegemonía del dólar. No se trató solo del desplazamiento de los Estados Unidos en el mercado petrolero global sino del conjunto de los países del Primer Mundo cuyo consumo petrolero relativo viene declinando. Controlar las principales áreas productivas y redes de comercialización es para los Estados Unidos y sus socios europeos más Japón no solo una prioridad “energética” agravada por la entrada en la era del estancamiento de las extracción global de petróleo sino también un gravísimo tema financiero. Si la demanda de dólares llegara a declinar de manera decisiva, y en consecuencia su precio relativo respecto de las otras monedas internacionales importantes (en especial las emergentes como el yuan o el rublo) y también del oro, entonces se podría derrumbar todo el edificio parasitario norteamericano arrastrando al conjunto del primer mundo, los Estados Unidos ya no serían capaces de sostener su consumo civil ni sus gastos militares alimentados por un déficit comercial y fiscal pagados con papeles (dólares y títulos del Tesoro).
En 1970 el primer mundo consumía el 70 % de la producción petrolera global, cuando estalló la “Primera Guerra del Golfo” en 1991 esa cifra había descendido al 54 %, en el 2005 caía al 49,6 % y en 2012 al 41,2 % (3). La “guerra de eurasia” iniciada en 1991 y acelerada una década después buscaba el control occidental sobre un área que abarcando a las cuencas del Mar Caspio y del Golfo Pérsico albergan cerca de dos tercios de las reservas mundiales de petróleo. La victoria militar habría acorralado a Rusia (segundo productor mundial de petróleo en 2012) obligándola someterse a Occidente.
Pero los Estados Unidos no pudieron ganar esa guerra y cuando intentaron sancionar a Irán dejándole de comprar su petróleo y obligando a la Unión Europea a hacer lo mismo lo iraníes pudieron vender el producto a China remplazando al dólar por el yuan o a India a cambio de oro. El primer mundo ya no es el mercado mayoritario del petróleo y tampoco consigue controlar su producción en consecuencia su dominación financiera declina rápidamente.
La ruptura de 2013
En el año 2013 se produjeron tres hechos decisivos.
En primer lugar la ofensiva militar-planetaria de los Estados Unidos iniciada a comienzos de los años 1990 (posguerra fría) encontró por primera vez una barrera que no pudo atravesar, su intervención en Siria no pudo pasar (como había ocurrido en el caso libio o antes en Yugoslavia, Irak o Afganistan) a la etapa de la acción directa, en este caso realizando bombardeos masivos sobre ese país. Su confrontación con Rusia hizo fracasar la operación en septiembre de 2013, no faltaron los comunicadores occidentales para calificar al hecho como el comienzo de una nueva guerra fría, en realidad se trató del fin de la posguerra fría y el ingreso a una nueva era marcada por el debilitamiento militar estratégico de los Estados Unidos. Solo en la zona de Medio Oriente y Asia central quedan en difícil posición sus vasallos tradicionales como Arabia Saudita, Israel o Turquía y aumenta la influencia de Rusia que por ejemplo firmó en noviembre un acuerdo de integración militar con Armenia, Bielorusia y Kazajistán que proyecta ser rápidamente ampliado a Tayikistán al mismo tiempo que se estrechan las relaciones militares ruso-egipcias.
No se trata de un simple desplazamiento de influencias en esas regiones sino también de un duro golpe a la imagen de omnipotencia de su maquinaria militar y al conjunto de intereses económicos y políticos directamente vinculados a la misma. Y lo que es mucho más grave: se ha producido una brutal pérdida de eficacia del principal instrumento de disuasión global de los Estados Unidos, esto no significa el fin de sus agresiones pero causa un notable desconcierto estratégico que agrava la crisis de percepción en su más alto círculo de poder.
Un segundo acontecimiento significativo fue el amago de cesación de pagos del estado norteamericano en Octubre de 2013. Por segunda vez en esta década los Estados Unidos estuvieron al borde del default con una deuda pública federal que en ese momento alcanzaba los 16,7 billones (millones de millones) de dólares equivalentes al 105 % de su Producto Bruto Interno del año 2012 (hacia fines de noviembre de 2013 superaba los 17,2 billones de dólares) pero sumadas todas las deudas públicas y privadas se llega a algo más del 360 % del PBI. No se produjo el default pero si la evidencia de un grave deterioro político-institucional, durante días las cúpulas políticas jugaban al default, intercambiaban chicanas y golpes bajos hasta llegar a la fecha límite del 17 de Octubre tratando de sacarse ventajas con una bomba financiera que si hubiera estallado habría producido una catástrofe financiera global sin precedentes y seguramente hundido a la economía estadounidense en la hiper recesión. Ahora todo esperan el próximo juego del default sin que se sepa en que puede llegar a terminar.
El telón de fondo es el deterioro financiero de una economía aplastada por las deudas cuyos crujidos cada vez más fuertes ponen al descubierto a una clase política que juega a la cesación de pagos y a la explosión del capitalismo global como si estaría disputando el resultado de un partido de béisbol o de alguna elección municipal. La tragedia es asumida con absoluta frivolidad, la decadencia anestesia a las élites dirigentes.
Estos dos hechos: el fracaso político-militar en Siria más el escándalo político-institucional del default (y el pantano económico en el que se apoya) alientan un tercer fenómeno desestructurante: el agotamiento de la unipolaridad imperial, la rápida pérdida de poder relativo mundial de los Estados Unidos. Eso impulsa el avance de potencias regionales y de por lo menos dos que aspiran a un rol global destacado: Rusia y China, sin embargo esos movimientos no imponen la construcción de un mundo multipolar es decir el reparto completo del planeta entre un grupo reducido de imperios, lo que se viene produciendo (y ahora se acelera) es un proceso de despolarización (y no de multiporalización) donde ni una ni tres superpotencias pueden controlar al sistema global. Es la jerarquía imperial del capitalismo como tal manipulada por un amo o varios, que recorre toda la historia del sistema, la que se encuentra en decadencia. Ello involucra en primer lugar a los viejos polos como los Estados Unidos, las grandes potencias europeas occidentales (Alemania, Inglaterra, Francia) y Japón. Pero también a las nuevas o renovadas potencias, la economía china se viene desinflando siguiendo así la ruta que a su sistema industrial exportador le marcan sus grandes clientes declinantes: los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. La economía rusa se estanca en 2013 y las previsiones para 2014 son peores, la recesión en Europa afecta a sus exportaciones energéticas. India y Brasil no se encuentran en mejor situación, en ambos casos la economía se estanca y amenaza entrar en recesión. Todas las grandes economías se encuentran atrapadas por la crisis, las tradicionales y las emergentes, las aferradas al neoliberalismo y las que practican el capitalismo de estado. El motor de la decadencia es el G7 mientras que el BRICS va ingresando gradualmente (por ahora) en el proceso común.
La despolarización global aparece como un fenómeno complejo, con imágenes contradictorias donde algunas potencias retroceden y otras avanzan, donde algunas aparentan recuperarse para luego volver a declinar, otras parecen zafar de la ola depresiva para más adelante sufrir los impactos de las fuerzas entrópicas globales. Es necesario entender los detalles, las especificidades pero sin perder de vista el panorama más amplio: la decadencia sistémica global.
La despolarización no instaura una suerte de capitalismo global democratizado, con menos imperialismo, con más autonomías nacionales o regionales articuladas expandiendo sus fuerzas productivas, la ilusión de la despolarización progresista no es menos irreal que la de la multipolaridad ordenada. La realidad presenta al sistema marchando hacia convulsiones cada vez mayores, hacia la generalización del desorden, la autodestrucción ambiental, la reproducción ampliada de la economía tendiendo a cero y anunciando convertirse en negativa. Es el capitalismo en vía de agotamiento que al despolarizarse se desarticula presentando horizontes futuros de barbarie pero también de insurgencias portadoras de utopías liberadoras.
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(1), Fuente: Bank for International Settlements, http://www.bis.org/statistics/derstats.htm
(2), Gati Al-Jebouri, CEO Lukoil International Trading and Suply Company, Litasco SA, “International Oil Market and Oil Trading”, Haute Ecole de Gestion, Geneva, September 19, 2008 & BP Statistical Review of World Energy, 2013
(3), BP Statistical Review of World Energy, 2013.
La “crisis global” (todavía se la sigue llamando así) sigue su curso, se va profundizando con el correr de los años, deteriora las instituciones de las potencias centrales, quiebra las tramas económicas y culturales que cohesionaban a esas sociedades, queda al descubierto como decadencia es decir como proceso de deterioro general irreversible. También va llegando a los denominados “países emergentes” derrumbando el mito del rejuvenecimiento capitalista desde la periferia, de la superación burguesa del neoliberalismo occidental gracias a la intervención del estado.
Los años 2008 y 2013 constituyen períodos donde se aceleró la declinación del capitalismo, en ambos casos el desastre tuvo como origen al centro imperial para luego propagarse hacia el conjunto del sistema global. Podríamos establecer un corte aún más preciso y fijar los meses de Septiembre de 2008 y Septiembre-Octubre de 2013 como los “momentos” en los que la historia universal incrementó bruscamente su velocidad cuando la acumulación de degradaciones produjo un gran salto de cantidad en calidad. Desde el punto de vista de los amos del sistema es posible hablar de “annus horribilis” es decir años de grandes desgracias, aunque desde el lado de las víctimas, de los miles de millones de seres humanos que habitan en el subsuelo del planeta burgués podemos afirmar que se trata de “annus mirabilis”, de períodos donde el sistema avanza claramente hacia su ruina es decir de acontecimientos “maravillosos” que alientan la esperanza en la posible conquista de un mundo mejor.
El 15 de septiembre de 2008 en los Estados Unidos el gigante financiero Lehman Brothers se declaró en quiebra y American International Group (AIG) considerado el líder mundial de seguros y servicios financieros necesito ser rescatado por la Reserva Federal. La crisis provocada por el desinfle de la burbuja inmobiliaria norteamericana se propagó rápidamente, estallaron otras burbujas inmobiliarias y bursátiles en Europa y Asia y los gobiernos de las grandes potencias inyectaron en los años siguientes varios millones de millones de dólares con el fin de impedir el hundimiento del sistema financiero internacional pilar decisivo de la economía mundial. No consiguieron recomponer su dinámica anterior ni mucho menos la de las estructuras productivas pero si lograron evitar (postergar) el derrumbe.
Así es como a partir de 2008 la masa financiera global que se venía expandiendo de manera exponencial dejó de crecer, en realidad experimentó un decrecimiento suave, es lo que constatamos cuando comparamos a la especulación en “productos financieros derivados” (corazón del parasitismo financiero global) con el Producto Bruto Mundial. A mediados de 1998 esos negocios equivalían a cerca de 2,4 veces el valor nominal de la economía planetaria, llegaron a 4,3 veces hacia fines de 2002, a 8,5 veces a fines de 2006 y a 11,7 veces a mediados de 2008 en pleno delirio especulativo, bajando lentamente desde entonces: 10,5 a fines de 2009,
10,6 a mediados de 2011, cayendo a 8,9 a fines de 2012 y a 8,6 a mediados de 2013 (1).
El estancamiento de la masa financiera, peor aún su desinfle, marca el fin del largo crecimiento drogado del capitalismo global durante la financiarización neoliberal. Desde los años 1970 se produjo la reconversión financiera del capitalismo que permitió la reproducción ampliada del área imperial del sistema: los estados centrales se endeudaban y subsidiaban a la industria (gastos militares, reducciones fiscales de todo tipo, etc.) y frenaban la desaceleración del consumo (subsidios a los desempleados), las empresas se endeudaban para seguir invirtiendo y los consumidores se endeudaban sosteniendo a esos grandes mercados, por otra parte las caídas tendenciales en las tasa de ganancias productivos de grandes grupos económicos eran más que compensadas por la expansión de los negocios financieros.
Pero finalmente la burbuja estalló en el año 2008, lo ocurrido a partir de entonces fue una degradación financiera-productiva “controlada”, las deudas públicas y privadas de las potencias centrales tradicionales siguieron creciendo, la Unión Europea se estancó para entrar finalmente en recesión, Japón transitó un camino aún más dramático (Fukushima mediante) y los Estados Unidos tuvieron un crecimiento anémico que a lo largo de 2012-2013 amenazaba convertirse en estancamiento o directamente en recesión. El sistema había ingresado en una nueva etapa.
Guerra y petrodólares.
La crisis de 2008 no terminó con la ola militarista de los Estados Unidos por el contrario la potenció, mucho antes de esa crisis frente a su debilitamiento financiero y productivo la élite imperial estaba convencida de que solo la utilización de su superioridad militar podía revertir los retrocesos económicos o al menos frenar su desarrollo. La victoria occidental en la Guerra Fría parecía confirmar esa hipótesis, la avalancha militarista de la era Reagan durante los años 1980 continuada por la presidencia de George Bush (padre) le había dado la estocada final a la Unión Soviética obligándola a competir en una carrera armamentista que desbordó su capacidad económica y burocrática declinante. Liquidada la URSS los Estados Unidos aparecían como la única superpotencia militar, el planeta quedaba a su disposición.
Ahora, desde hace algo más de una década, asistimos a una suerte de mega Vietnam diversificado en varios espacios geográficos con diferentes intensidades y modalidades, la mirada del Imperio hacia el resto del mundo es principalmente militar, la periferia aparece ante los ojos de su élite dominante como un vasto campo de batalla.
Los golpes de estado en Honduras (2009) y Paraguay (2012), la acentuación de las intervenciones sobre Colombia y Venezuela y las actividades de desestabilización en otros países latinoamericanos señalan que el Imperio ha lanzado una ofensiva de gran alcance sobre la región, a esto debemos sumar el desarrollo de un segundo frente de guerra en África cuyo momento más
dramático ha sido la destrucción de Libia pero apuntando al mismo tiempo hacia el mundo árabe, ambas ofensivas convergen con la prosecución de la guerra larga en Medio Oriente y Asia Central: el tercer frente, y el despliegue de un cuarto frente de fuerzas militares cada vez más extendido e intenso en Asia-Pacífico apuntando contra China.
Hacia comienzos de la década actual los Estados Unidos desplegaban cuatro megafrentes simultáneos, toda la periferia no controlada por Occidente se encontraba atacada o amenazada, de ese modo la agresividad de los halcones de la era Bush (cuando su Secretario de Defensa Ronald Runsfeld afirmaba que los Estados Unidos podían desarrollar exitosamente dos guerras al mismos tiempo) fue luego ampliada en la era Obama.
El doble rostro del Imperio (decadencia económica y social por un lado y militarismo por el otro) sugiere el interrogante acerca de si la ola militar es sustentable en el mediano-largo plazo, en realidad no es seguro que pueda ser respaldada ni siquiera en el corto plazo, basta con comprobar que los gastos militares reales de los Estados Unidos se aproximan a los 1,3 billones (millones de millones) de dólares si a los gastos del Departamento de Defensa sumamos aquellos con finalidad militar de otras áreas de la administración pública (Departamento de Estado, Departamento de Energía, NASA, etc.) y los intereses pagados por el endeudamiento necesario para su realización. Esa cifra equivale en el Presupuesto 2013 a la casi totalidad de la recaudación prevista de impuestos personales directos o al 140 % del déficit fiscal proyectado.
Entonces si la militarización no es económicamente sustentable debemos interrogarnos acerca de si existe alguna lógica, alguna racionalidad superior que explique el fenómeno.
Wallerstein respondió al interrogante hace algunos años de manera contundente: los Estados Unidos se encontrarían ante la alternativa de aceptar una declinación honorable (opción “racional”) o bien tirar la casa por la ventana. En resumen: las élites imperiales al seguir el segundo camino demostrarían que se han vuelto “locas”, que la decadencia ha quebrado su racionalidad. La explicación es sencilla, directa, pero en última instancia superficial, ignora sobre todo la conexión necesaria entre racionalidad y realidad, entre lo teóricamente viable y la viabilidad práctica de la teoría lo que condiciona a la racionalidad, le hace poner los pies sobre la tierra. Nos encontramos ante la dinámica histórica concreta de la racionalidad instrumental (de la racionalidad burguesa) tal como se presenta a comienzos del siglo XXI, en tanto expresión de la evolución, las contradicciones, los dramas, las necesidades, las posibilidades de las fuerzas imperialistas dominantes que la desarrollan, en este caso las elites occidentales. Se trata de una racionalidad solo interesada en la eficacia de los mecanismos de preservación y expansión del poder, cada vez más empantanada en el corto plazo, absolutamente desinteresada de las consecuencias en el largo plazo. En ese sentido el encadenamiento de “soluciones racionales” de problemas concretos puede llegar a ser un seguro camino hacia el desastre, hacia el estallido del sistema, el esfuerzo racional (y amoral) de recomposición, de preservación del capitalismo decadente, deviene autodestrucción.
Occidente se encuentra embarcado en una guerra planetaria uno de cuyos objetivos es el saqueo de los recursos naturales de la periferia, en primer lugar los energéticos, el éxito de la empresa le permitiría realizar una drástica contención de costos productivos asegurando niveles aceptables en las tasas de ganancias de los grandes grupos industriales y en consecuencia amplios beneficios y expansiones de negocios de las redes financieras... y del parasitismo consumista de las clases medias y altas de los Estados Unidos y Europa.
La “guerra del petróleo” esta asociada a otra guerra: la financiera focalizada en la desgastada hegemonía del dólar que gira en torno de un factor decisivo: los petrodólares.
En 2012 la exportaciones globales de petróleo alcanzaron aproximadamente los 2 billones(millones de millones) de dólares, pero este comercio “físico” generó negocios especulativos en los mercados de productos financieros derivados del orden de los 30 billones de dólares (2) equivalentes a cerca del 42 % de Producto Bruto Mundial de ese año o bien a unas 2 veces el Producto Bruto de los Estados Unidos o a unas 13 veces el valor de sus importaciones. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial los negocios petroleros (tanto comerciales como financieros) fueron realizados en dólares y desde comienzos de los años 1970 en “petrodólares” sin respaldo oro, pero la declinación de la moneda norteamericana y del peso económico relativo de la superpotencia causaron la paulatina reducción de la hegemonía del dólar. No se trató solo del desplazamiento de los Estados Unidos en el mercado petrolero global sino del conjunto de los países del Primer Mundo cuyo consumo petrolero relativo viene declinando. Controlar las principales áreas productivas y redes de comercialización es para los Estados Unidos y sus socios europeos más Japón no solo una prioridad “energética” agravada por la entrada en la era del estancamiento de las extracción global de petróleo sino también un gravísimo tema financiero. Si la demanda de dólares llegara a declinar de manera decisiva, y en consecuencia su precio relativo respecto de las otras monedas internacionales importantes (en especial las emergentes como el yuan o el rublo) y también del oro, entonces se podría derrumbar todo el edificio parasitario norteamericano arrastrando al conjunto del primer mundo, los Estados Unidos ya no serían capaces de sostener su consumo civil ni sus gastos militares alimentados por un déficit comercial y fiscal pagados con papeles (dólares y títulos del Tesoro).
En 1970 el primer mundo consumía el 70 % de la producción petrolera global, cuando estalló la “Primera Guerra del Golfo” en 1991 esa cifra había descendido al 54 %, en el 2005 caía al 49,6 % y en 2012 al 41,2 % (3). La “guerra de eurasia” iniciada en 1991 y acelerada una década después buscaba el control occidental sobre un área que abarcando a las cuencas del Mar Caspio y del Golfo Pérsico albergan cerca de dos tercios de las reservas mundiales de petróleo. La victoria militar habría acorralado a Rusia (segundo productor mundial de petróleo en 2012) obligándola someterse a Occidente.
Pero los Estados Unidos no pudieron ganar esa guerra y cuando intentaron sancionar a Irán dejándole de comprar su petróleo y obligando a la Unión Europea a hacer lo mismo lo iraníes pudieron vender el producto a China remplazando al dólar por el yuan o a India a cambio de oro. El primer mundo ya no es el mercado mayoritario del petróleo y tampoco consigue controlar su producción en consecuencia su dominación financiera declina rápidamente.
La ruptura de 2013
En el año 2013 se produjeron tres hechos decisivos.
En primer lugar la ofensiva militar-planetaria de los Estados Unidos iniciada a comienzos de los años 1990 (posguerra fría) encontró por primera vez una barrera que no pudo atravesar, su intervención en Siria no pudo pasar (como había ocurrido en el caso libio o antes en Yugoslavia, Irak o Afganistan) a la etapa de la acción directa, en este caso realizando bombardeos masivos sobre ese país. Su confrontación con Rusia hizo fracasar la operación en septiembre de 2013, no faltaron los comunicadores occidentales para calificar al hecho como el comienzo de una nueva guerra fría, en realidad se trató del fin de la posguerra fría y el ingreso a una nueva era marcada por el debilitamiento militar estratégico de los Estados Unidos. Solo en la zona de Medio Oriente y Asia central quedan en difícil posición sus vasallos tradicionales como Arabia Saudita, Israel o Turquía y aumenta la influencia de Rusia que por ejemplo firmó en noviembre un acuerdo de integración militar con Armenia, Bielorusia y Kazajistán que proyecta ser rápidamente ampliado a Tayikistán al mismo tiempo que se estrechan las relaciones militares ruso-egipcias.
No se trata de un simple desplazamiento de influencias en esas regiones sino también de un duro golpe a la imagen de omnipotencia de su maquinaria militar y al conjunto de intereses económicos y políticos directamente vinculados a la misma. Y lo que es mucho más grave: se ha producido una brutal pérdida de eficacia del principal instrumento de disuasión global de los Estados Unidos, esto no significa el fin de sus agresiones pero causa un notable desconcierto estratégico que agrava la crisis de percepción en su más alto círculo de poder.
Un segundo acontecimiento significativo fue el amago de cesación de pagos del estado norteamericano en Octubre de 2013. Por segunda vez en esta década los Estados Unidos estuvieron al borde del default con una deuda pública federal que en ese momento alcanzaba los 16,7 billones (millones de millones) de dólares equivalentes al 105 % de su Producto Bruto Interno del año 2012 (hacia fines de noviembre de 2013 superaba los 17,2 billones de dólares) pero sumadas todas las deudas públicas y privadas se llega a algo más del 360 % del PBI. No se produjo el default pero si la evidencia de un grave deterioro político-institucional, durante días las cúpulas políticas jugaban al default, intercambiaban chicanas y golpes bajos hasta llegar a la fecha límite del 17 de Octubre tratando de sacarse ventajas con una bomba financiera que si hubiera estallado habría producido una catástrofe financiera global sin precedentes y seguramente hundido a la economía estadounidense en la hiper recesión. Ahora todo esperan el próximo juego del default sin que se sepa en que puede llegar a terminar.
El telón de fondo es el deterioro financiero de una economía aplastada por las deudas cuyos crujidos cada vez más fuertes ponen al descubierto a una clase política que juega a la cesación de pagos y a la explosión del capitalismo global como si estaría disputando el resultado de un partido de béisbol o de alguna elección municipal. La tragedia es asumida con absoluta frivolidad, la decadencia anestesia a las élites dirigentes.
Estos dos hechos: el fracaso político-militar en Siria más el escándalo político-institucional del default (y el pantano económico en el que se apoya) alientan un tercer fenómeno desestructurante: el agotamiento de la unipolaridad imperial, la rápida pérdida de poder relativo mundial de los Estados Unidos. Eso impulsa el avance de potencias regionales y de por lo menos dos que aspiran a un rol global destacado: Rusia y China, sin embargo esos movimientos no imponen la construcción de un mundo multipolar es decir el reparto completo del planeta entre un grupo reducido de imperios, lo que se viene produciendo (y ahora se acelera) es un proceso de despolarización (y no de multiporalización) donde ni una ni tres superpotencias pueden controlar al sistema global. Es la jerarquía imperial del capitalismo como tal manipulada por un amo o varios, que recorre toda la historia del sistema, la que se encuentra en decadencia. Ello involucra en primer lugar a los viejos polos como los Estados Unidos, las grandes potencias europeas occidentales (Alemania, Inglaterra, Francia) y Japón. Pero también a las nuevas o renovadas potencias, la economía china se viene desinflando siguiendo así la ruta que a su sistema industrial exportador le marcan sus grandes clientes declinantes: los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. La economía rusa se estanca en 2013 y las previsiones para 2014 son peores, la recesión en Europa afecta a sus exportaciones energéticas. India y Brasil no se encuentran en mejor situación, en ambos casos la economía se estanca y amenaza entrar en recesión. Todas las grandes economías se encuentran atrapadas por la crisis, las tradicionales y las emergentes, las aferradas al neoliberalismo y las que practican el capitalismo de estado. El motor de la decadencia es el G7 mientras que el BRICS va ingresando gradualmente (por ahora) en el proceso común.
La despolarización global aparece como un fenómeno complejo, con imágenes contradictorias donde algunas potencias retroceden y otras avanzan, donde algunas aparentan recuperarse para luego volver a declinar, otras parecen zafar de la ola depresiva para más adelante sufrir los impactos de las fuerzas entrópicas globales. Es necesario entender los detalles, las especificidades pero sin perder de vista el panorama más amplio: la decadencia sistémica global.
La despolarización no instaura una suerte de capitalismo global democratizado, con menos imperialismo, con más autonomías nacionales o regionales articuladas expandiendo sus fuerzas productivas, la ilusión de la despolarización progresista no es menos irreal que la de la multipolaridad ordenada. La realidad presenta al sistema marchando hacia convulsiones cada vez mayores, hacia la generalización del desorden, la autodestrucción ambiental, la reproducción ampliada de la economía tendiendo a cero y anunciando convertirse en negativa. Es el capitalismo en vía de agotamiento que al despolarizarse se desarticula presentando horizontes futuros de barbarie pero también de insurgencias portadoras de utopías liberadoras.
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(1), Fuente: Bank for International Settlements, http://www.bis.org/statistics/derstats.htm
(2), Gati Al-Jebouri, CEO Lukoil International Trading and Suply Company, Litasco SA, “International Oil Market and Oil Trading”, Haute Ecole de Gestion, Geneva, September 19, 2008 & BP Statistical Review of World Energy, 2013
(3), BP Statistical Review of World Energy, 2013.
1 de diciembre de 2013
30 de noviembre de 2013
LA OCDE ALERTA SOBRE EL DETERIORO DE LA SALUD DE LOS ESPAÑOLES
Joaquín Mayordomo. Cuarto Poder
No hay que ser muy listo para darse cuenta de que los
recortes sanitarios no le traerán nada bueno a una gran mayoría de españoles. Ahora
le ha tocado emitir su veredicto a la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), un órgano que
aglutina a los 24 países más industrializados del mundo. La OCDE analiza los
“hachazos” que un día sí y otro también le está dando el Gobierno al
presupuesto sanitario y, de paso, al Sistema Público de Salud. La
conclusión a la que esta organización llega es que el Gobierno, con su política
y recortes, está poniendo en peligro la salud de los españoles. Sin entrar
en detalles, cifras o porcentajes, cabe decir que la OCDE, en su informe Panorama
de la salud 2013 alerta del rápido aumento que en España están
teniendo las listas de espera quirúrgica, con el consiguiente riesgo de que
haya personas que jamás lleguen a operarse (sobre todo, si son pobres) pues “morirán antes de que les toque pasar por
quirófano”, añado yo, a la vista de alguna experiencia últimamente
conocida.
Ahora mismo, en nuestro país, las personas pendientes de
una operación podrían rondar las 600.000 si tenemos en cuenta que a
finales del pasado año eran ya 571.395 los usuarios de la sanidad
pública que aguardaban una llamada para pasar por quirófano. En cuanto
al tiempo de espera, éste supera los 100 días de media, con picos de más de 150
días en alguna especialidad. Sobre esto la OCDE también pone ejemplos;
ejemplos que bien podrían sacarle los colores a la ministra Ana Mato.
Mientras en Holanda el tiempo de espera para una operación de cataratas es de
30 días y una intervención de cadera, de 45, aquí, en España, la espera para
estas intervenciones supera los tres y cuatro meses respectivamente.
No es baladí este tema, no, porque, ya se sabe, al
PP lo que le interesa es que usted pase a ser un cliente en lugar de paciente,
que es lo que era hasta ahora. Y si ya es un cliente, lo lógico es que usted
pague. ¿Pague? Sí. Pague por operarse suscribiendo un seguro privado, o pague a
toca teja… ¡Pero pague! También puede usted aceptar operarse en un
hospital privado —nada de acudir a su hospital de referencia como
es su derecho— como ya se le viene ofertando a multitud de pacientes en la
comunidad de Madrid y en otras comunidades gobernadas por los populares. En
este caso, si usted acepta esta derivación al hospital privado, no pagará —que
ya lo pagó por adelantado con sus cuotas a la Seguridad Social—, aunque el
beneficio de ese trabajo no revertirá en la sanidad pública, como sería lo
lógico —y dado que usted es un ciudadano con derecho a una asistencia gratuita
a cargo del Sistema Nacional de Salud—, sino en el negocio privado que es ese
hospital (o clínica) al que usted ha aceptado acudir para operarse.
Pero volviendo al informe de la
OCDE, en general, este organismo señala que toda Europa ha reducido su gasto en
salud algunas décimas, un 0,2% de media en los períodos 2009-10 y
2010-11, al verse obligados algunos países, como es el caso de España, a
imponer importantes recortes para reducir el déficit presupuestario y la deuda
pública que arrastran. Pues… Para muestra un botón: en la
ley de Presupuestos Generales para 2014, el Ministerio de Sanidad, Servicios
Sociales e Igualdad reduce un 35,6% su dotación. Si a esto se le añade
que ya ese gasto se redujo, de media, en los tres ejercicios anteriores, un
106% (6.700 millones de €), a nadie le extrañe que las luces de alarma
se hayan encendido hasta en la misma OCDE.
Y aquí surge la inevitable pregunta: ¿qué sistema sanitario
le aguarda a los españoles si no hay más que recortes? Pues, según la OCDE, lo
que va a suceder tras este recorte espectacular de dinero es que aquellas
personas pertenecientes a grupos sociales desfavorecidos van a renunciar —están
renunciando ya— a la medicación por no disponer de recursos y, lógicamente
también, a someterse a un seguimiento y control de las enfermedades crónicas
que padecen. Esto es lo que dice la OCDE, nada sospechosa, por otra parte, de
ser una organización demagoga o de izquierdas. Y también apunta esta
institución, “portavoz” de los países más ricos del mundo, que, a la larga,
tanto copago, tanta disminución de la cartera de servicios, tanto reducción de
personal al no ser sustituidos los profesionales que se van jubilando, y tanto
cierre de centros y supresión de horario de tarde, están generando ya, y van
a generar más todavía en el futuro, graves problemas de salud pública,
consecuencias económicas graves para los más pobres, y un coste añadido a las
arcas del Estado, se mire como se mire, a corto, medio y largo plazo.
El espectacular incremento que se ha dado en las listas de
espera quirúrgicas en España —incremento al que no escapan otros países como
Portugal, Inglaterra o Irlanda; algo que a los españoles no le servirá,
supongo, de mucho consuelo—, es el indicador más real, más fidedigno, de que en
el Sistema Público de Salud español algo va mal; yo diría que muy mal. La
asfixia económica que están suponiendo para pensionistas y jubilados las
distintas medidas de copago o la guerra entablada por el Gobierno autonómico de
Madrid, en su intento de privatizar gran parte de la sanidad madrileña, no son
más que puntas del iceberg de un proyecto más amplio y de más calado que no es
otro que el modelo sanitario que el Partido Popular está dispuesto a imponerle
a los españoles. Y éste es: si la salud puede ser un negocio, se dicen, lo
único que tenemos que hacer, desde el Gobierno, es convertir al usuario en
cliente. Así de fácil.
26 de noviembre de 2013
CON LA NUEVA ÉPOCA DE CRISIS GLOBAL ¿SOBRE QUÉ DEBERÍAN ESTAR PENSANDO L@S REVOLUCIONARI@S?
Larry Holmes. workers.org
El ataque a los conductores de autobuses escolares de
Boston por la antisindical empresa Veolia es un ejemplo del final de las normas
en la lucha de clases
Basado en una charla dada por Larry Holmes, Primer
Secretario del Partido Workers World-Mundo Obrero, en una reunión del liderazgo
el 20 de octubre.
El trabajo de masas y el trabajo político e ideológico deben
basarse en una comprensión común de las formas en que la totalidad de la crisis
global actual del sistema capitalista ha cambiado la dinámica de la lucha de
clases a nivel mundial.
La base analítica para tal entendimiento común no es algo
nuevo para much@s revolucionari@s. En los últimos años se ha escrito sobre
ella; WW-MO ha publicado varios libros sobre el tema. El desarrollo de la
crisis capitalista y sus consecuencias para la lucha de clases es un proceso
vivo. En consecuencia, una evaluación marxista de ello también debe ser un
trabajo continuo.
Tener una comprensión de las características de lo que hemos
denominado “el capitalismo en un callejón sin salida” es un punto de partida.
Por si solo este entendimiento no proporciona un modelo de cómo l@s revolucionari@s
deben responder a todos los acontecimientos de la lucha de clases diaria contra
el capitalismo y el imperialismo. Pero no puede haber discusión sobre qué hacer
si no estamos reaccionando a la misma crisis.
“El capitalismo de bajos salarios” y “El capitalismo en un
callejón sin salida”, escritos por el compañero Fred Goldstein son considerados
ejemplares por much@s en el movimiento progresista, e incluso por algunos
miembros de la clase dominante. Goldstein muestra cómo la producción
capitalista y la división del trabajo están globalizadas; por qué la crisis de
sobreproducción capitalista es permanente; por qué la tecnología que se ha
utilizado para desplazar y empobrecer a l@s trabajador@s, será no obstante, uno
de los grandes clavos en el ataúd del capitalismo y cómo el papel del capital
financiero ha crecido en relación a la producción de las cosas y los servicios
útiles a la sociedad.
Pero, ¿qué pasa con el significado político e ideológico de
estos cambios para la lucha de clases?
Sin una comprensión común de la imagen global y la forma en
que han cambiado las normas de la lucha de clases en todo el mundo, muchas
fuerzas progresistas serán como pequeñas embarcaciones en una terrible tormenta,
navegando en círculos porque no son capaces de ver a través de la lluvia. Para
adaptarse a las necesidades de la lucha de clases hoy, se necesita ser capaz de
ver y cambiar las concepciones que se han vuelto obsoletas.
A lo largo de las formaciones revolucionarias, hay
diferentes niveles de conciencia, diferentes experiencias y puntos de vista de
lo que es más importante hacer. Estas incluyen algunos que se consideran a sí
mismos comunistas revolucionarios y tienen una visión del mundo similar a la
nuestra.
Un punto decisivo en la lucha de clases
Todas las organizaciones que invierten en la lucha de clases
se han acostumbrado, en un grado u otro, a las normas que rigen en gran medida,
el curso de la lucha de clases a nivel mundial y la lucha por el socialismo y
el comunismo. Estas normas superficialmente, parecían ser inalterables durante
mucho, mucho tiempo. Sin embargo, estas normas han llegado a un punto decisivo.
¿Cuáles son estas normas?
En un sentido relativo, la dinámica de la lucha de clases
está en constante cambio. La clase capitalista siempre está librando una lucha
en contra de l@s trabajadores y de l@s oprimidos. La única variación es el
alcance y la intensidad de los ataques capitalistas. Del mismo modo en un
sentido relativo, la clase obrera, sus organizaciones y sus organizaciones de
vanguardia también están cambiando constantemente.
Pero incluso con estos cambios constantes hasta hace muy
poco, las normas de la lucha de clases no parecen haber sido afectadas. ¿Qué
significaría un cambio en las normas de la lucha de clases? Desde la
perspectiva de la clase obrera, las normas cambiarían si hubiera un cambio
sustancial, generalizado y constante en la voluntad de la clase obrera de
participar en la lucha de clases, junto con un aumento igualmente fundamental
en la conciencia de clase, la conciencia política e incluso la ideológica de
amplios sectores de la clase obrera.
Es evidente que, a pesar de las tremendas luchas en
Wisconsin, Chicago y Carolina del Norte, no se puede decir hasta el momento que
la clase obrera en su conjunto, haya roto con las viejas normas. Por otra
parte, la escalada en la ofensiva de la clase dominante capitalista contra la
clase obrera en la mayor parte del mundo ya no puede ser descrita como fases
meramente episódicas de explotación y opresión más profunda. Por el contrario,
el nivel actual del asalto capitalista no tiene precedentes, es generalizado,
más o menos permanente y en aumento.
La norma principal que persiste obstinadamente, pero no
puede persistir indefinidamente, es que la evolución ideológica de la clase
obrera y sus organizaciones todavía se encuentra muy por detrás de la evolución
de la crisis del sistema capitalista. La contradicción entre el desarrollo
económico y la conciencia política nunca ha sido mayor de lo que es hoy. Pero
eso también está cambiando.
La convención de la AFL-CIO en Los Ángeles mostró que el
movimiento obrero organizado [en EE.UU.] se esfuerza por llegar a un acuerdo
con la realidad de que las normas de la lucha de clases han cambiado. En
particular, hay una conciencia de que el movimiento obrero organizado no puede
sobrevivir defendiendo solo a una parte cada vez menor de la clase obrera
contra la ofensiva capitalista.
Hay por lo menos el comienzo de la comprensión de que el
destino del movimiento sindical depende en gran parte de su capacidad para
abrazar plenamente – en lo que respecta tanto a la organización como al
programa – el hecho de que un porcentaje mucho mayor del clase obrera no está
organizada y que cada vez una parte más grande de la clase trabajadora está
desempleada o marginalmente empleada.
La principal lección de la reciente convención de la AFL-CIO
fue que mostró a parte de su liderazgo, que el movimiento sindical en su forma
actual sería destruido por el capitalismo mundial si no se hace un cambio
fundamental.
Sin embargo, las propuestas planteadas en la convención de
LA fueron, como mucho, medias tintas e insuficientes para extender el alcance
de los sindicatos a las decenas de millones de trabajador@s oprimid@s que
necesitan ser organizados y movilizados. Más importante aún, no hubo ningún
indicio en la convención de que el movimiento sindical se mueva en una
dirección anticapitalista, de organización de masas, y clasista, lejos de las
inhibiciones impuestas por el Partido Demócrata liderado por capitalistas.
Algunos sindicalistas muy buenos y militantes creen que si
el sindicalismo fuera más militante y rechazara el sindicalismo empresarial y
la colaboración de clases, se podrían remediar todos los problemas. Esto es
cierto por supuesto, pero es sólo una parte de la verdad.
La otra parte de la verdad la resumió nada menos que Karl
Marx, cuando habló hace más de 150 años sobre la dirección que el movimiento
obrero debe tomar eventualmente:
“Aparte de sus propósitos originales, [los sindicatos]
deben ahora aprender a actuar deliberadamente como centros organizadores de la
clase obrera para su completa emancipación. Deben ayudar a todo movimiento
social y político que tienda en esta dirección. Deben considerarse y actuar
como abanderados y representantes de toda la clase obrera”. Extraído de un
documento escrito por Karl Marx en 1866 titulado “Los sindicatos: su pasado,
presente y futuro”.
Perspectiva revolucionaria y la lucha de clases
El ataque a los conductores de autobuses escolares de Boston
por la antisindical empresa Veolia con sede en Francia, es un ejemplo del final
de las normas en la lucha de clases. La grave situación de l@s trabajador@s y
l@s oprimid@s en Detroit es otro.
Hay una contradicción inherente entre un programa de lucha
mínimo y el programa máximo que esta crisis exacerba.
Ya se trate de la lucha contra la destrucción de los
sindicatos o de la lucha de lxs trabajadores para ganar el derecho básico a
organizarse en el sur, como marxistas revolucionarios nunca podemos perder de
vista el hecho de que nuestra clase no puede conseguir victorias en la lucha o
que sus necesidades sociales se realicen bajo el capitalismo.
De hecho, una característica distintiva de la actual crisis
capitalista – aunque sea una característica general y fluida a la que puede
haber y habrá muchas excepciones – es que mientras más profunda y permanente
sea la crisis económica capitalista, más probable es que la lección más
importante que la clase obrera obtenga, es que todo el sistema capitalista debe
ser abolido. Esta es una conclusión inevitable de que los sectores importantes
de nuestra clase y sus organizaciones de vanguardia tienen que llegar, aunque
sea desigualmente. Esta conclusión es la revelación ideológica central.
Si no hay una perspectiva revolucionaria, sin un objetivo
socialista, la lucha de clases se convierte en un callejón sin salida para
nuestra clase.
Al mismo tiempo, l@s revolucionari@s deben involucrarse en
la lucha del día, ya sea local o internacional, y participar en la lucha con el
entusiasmo, la táctica y la energía necesaria para llevar la lucha hasta su
límite – ganando a veces incluso.
Pero el resultado de cualquier lucha es temporal. Esto es
cierto si l@s trabajador@s salen temporalmente victoriosos o si nuestra clase
sufre una derrota temporal. Todo es temporal, porque la lucha continúa y va y
viene, al menos hasta que el capitalismo se haya depositado con seguridad en el
basurero de la historia.
Ni que decir, la crisis del capitalismo en un callejón sin
salida obliga a lxs revolucionarios presentar el programa máximo de la
revolución socialista. Igual de importante es que las destrezas para orientar
la lucha de clases desde un nivel menor a uno superior – una tarea que requiere
una gran experiencia para llevarla a cabo – siempre deben ser refinadas,
revisadas y renovadas.
Una cosa obvia que puede deducirse de los cambios en la
dinámica de la lucha de clases global, es no permitir que cualquier subdivisión
de nuestra clase – sobre una base geográfica, organizada, no organizada o
cualquier otra – -libre su propia batalla con el establecimiento capitalista
que más que nunca está centralizado (centralizado por el mayor papel global del
capital financiero). Incluso donde no se pueda efectuar una solidaridad
generalizada de clase, tiene que ser dado a conocer que la estrategia de la
lucha contra un sinnúmero de batallas por separado con el capital es una
estrategia perdedora para nuestra clase.
La lucha ideológica por el comunismo no puede ser disminuida
o totalmente olvidada en medio de la lucha diaria de masas.
Entre un programa mínimo y uno máximo, se pueden desarrollar
las reivindicaciones de transición, así como los objetivos que tejan un puente
entre los dos extremos. La solidaridad de clase y el internacionalismo de la
clase obrera se convierten en algo más que consignas, son decisivas en este
periodo. Lo mismo sucede con la necesidad de aumentar la organización de masas
de nuestra clase en el nivel político más alto.
Si hubiera habido una gran pancarta en el escenario de la
convención de la AFL-CIO — una bandera que reflejara que la única forma de que
la lucha de l@s trabajador@s triunfe, es destruyendo el capitalismo – eso
habría sido una gran contribución al movimiento por un mundo socialista.
La construcción de asambleas populares y asambleas de l@s
trabajador@s es útil porque las asambleas impulsan la necesidad de organización
de clase masiva. La característica más insidiosa de la crisis capitalista
mundial es que plantea, de la manera más nítida y más decisiva, una crisis
política para el movimiento obrero. ¿Qué crisis? La más simple: si la
perspectiva no es que nuestra clase se organice tanto en la base más amplia y
más ideológica posible dadas las circunstancias, la crisis capitalista se
utilizará para enfrentar a trabajador/a contra trabajador /a en una escala cada
vez mayor.
Incluso si las asambleas de trabajador@s no se entienden completamente,
la concepción de una asamblea de trabajador@s, automáticamente, intuitivamente,
será vista por much@s como ideológica. Se entenderá como un audaz intento de
organizar a la clase obrera sobre una base más ideológica y política, además de
organizarse por las demandas básicas y en defensa contra los ataques.
No se puede luchar contra el capitalismo sobre la base de
una vieja concepción del sindicalismo en la lucha de clases, de confiar en las
reformas capitalistas, o en una política que aborde sólo una parte de nuestra
clase.
25 de noviembre de 2013
DE LA BALCANIZACIÓN DE MÉXICO, SEGÚN STRATFOR, AL MAR MEDITERRÁNEO DE EE.UU. DE SPYKMAN
Remoción de escombros en el complejo administrativo
B2 de la
Torre de Pemex, el primero de febrero de 2013
Foto Carlos Ramos Mamahua
|
Alfredo Jalife-Rahme. La Jornada
Pareciera que México se encuentra atrapado sin salida en el juego geoestratégico que libra Estados Unidos para controlar el Golfo de México y el Mar Caribe, como parte de su nuevo rediseño militar/energético y de seguridad, cuando se ha replegado a su primera línea defensiva después de la fallida guerra contra Siria y el advenimiento del nuevo orden tripolar que hoy comparte con Rusia y China.
Llama poderosamente la atención la espada de Damocles que pende sobre la cabeza de México mediante ominosas amenazas financieras –fuga de capitales (a la que Carstens, del Banco de México, se prepara afanosamente, de su propia confesión), caída bursátil y devaluación del peso, expuestas por Bloomberg (Bajo la Lupa, 24/7/13), el cordobista zedillista presidente de la Bolsa Mexicana de Valores, Luis Téllez Kuenzler, y Rozental & Asociados (Bajo la Lupa, 10/11/13)–, al unísono de perturbadores planteamientos del portal israelí-estadunidense Stratfor sobre La guerra de las drogas en México: balcanización que conduce a desafíos regionales (18/4/13).
¿A quién conviene “la balcanización de los cárteles” de México?
Tristan Reed, analista táctico (sic) de Stratfor, aborda el organigrama, cronograma y flujograma de los cárteles y la tendencia a su fracturación (sic) a redes regionales del crimen geográficamente más compactas, a partir de la desaparición en la década de los 80 del cártel de Guadalajara que controlaba las rutas del narcotráfico a Estados Unidos a través de la mayor parte de México.
A juicio de Tristan Reed, la nueva tendencia a la balcanización ha continuado “por más de dos décadas y ha impactado a la mayoría de los grupos carteleros en México” cuando se escindieron la Federación de Sinaloa y el cártel del Golfo.
Stratfor oculta la bidireccionalidad de los cárteles con sus operadores financieros en Estados Unidos, como el quebrado banco Stanford y su pestilente consejo de administración (Bajo la Lupa, 4/3/09, 16/12/09 y 12/6/11;http://sunlightfoundation.com/press/articles/2009/03/12/financier-was-well-connected-dc-internationally/print/ yhttp://www.proceso.com.mx/?p=113163) y el blanqueo generalizado de la banca nacional cuando fue expuesta la Operación Casablanca (http://www.nytimes.com/1998/05/19/world/us-indicts-26-mexican-bankers-in-laundering-of-drug-funds.html), previamente a su adquisición por la banca trasnacional.
Stratfor oculta también el blanqueo del hoy desaparecido banco Wachovia fusionado en Wells Fargo (http://www.theguardian.com/world/2011/apr/03/us-bank-mexico-drug-gangs ), que lavó asombrosamente cerca de 400 mil millones de dólares.
Hoy tanto la Federación de Sinaloa como Los Zetas (provenientes del cártel del Golfo), según Stratfor, enfrentan desafíos regionales crecientes con el advenimiento de nuevos actores regionales que profundizan la balcanización (http://es.scribd.com/doc/185604937/Balcani-Zac-i-On ).
¿La balcanización cartelera de México se reflejaría en la otra balcanización de la federación política mexicana cuando el caso sui generis de Michoacán se puede volver paradigmático en medio de extrañas solicitudes de separación política en el norte del país (Baja California y Chihuahua)?
Por cierto, de nueva cuenta Stratfor (http://www.stratfor.com/analysis/mexico-rumors-surround-pemex-explosion ), basado en rumores sin confirmar, maneja la perturbadora posibilidad de que el estallido en la Torre de Pemex haya sido un atentado por motivos políticos o perpetrado por los cárteles.
A menos que desee enviar un mensaje subliminal, ¿por qué Stratfor expone en forma desaseada rumores sin confirmar?
En forma perturbadora, The Financial Times plantea que una de las consecuencias del estallido en la Torre de Pemex habría sido el alejamiento entre Pemex y Petrobras (http://blogs.ft.com/the-world/2013/02/the-consequences-of-pemexs-explosion/ ohttp://www.ft.com/intl/cms/s/0/eb947824-6c88-11e2-953f-00144feab49a.html#axzz2l97hqenS ).
Nos encontramos así ante un tablero de ajedrez global/regional/local donde la otrora superpotencia unipolar, Estados Unidos, mueve sus fichas para la consecución de sus objetivos primordiales: la seguridad energética de Norteamérica, al unísono de la seguridad del hogar de Norteamérica, como requisitos para la incrustación del “México neoliberal itamita” al Comando Norte/Norad.
En la mira se encontrarían los pletóricos yacimientos de hidrocarburos en el Golfo de México, que se desea rebautizar como Golfo de Estados Unidos, lo cual parece revivir el concepto del geoestratega estadunidense/holandés Nicholas John Spykman en referencia al Mar Mediterráneo de Estados Unidos, un mare nostrum similar al del imperio romano, que integra la superficie del Golfo de México/Golfo de Estados Unidos (1.55 millones de kilómetros cuadrados) y del Mar Caribe (2.754 millones de kilómetros cuadrados) que en su totalidad arrojan una superficie de 4.304 millones de kilómetros cuadrados.
Ante el retroceso unipolar estadunidense y el ascenso del nuevo orden mundial tripolar (Estados Unidos /Rusia/China) –que se selló con el acuerdo de un nuevo condominio entre Washington y Moscú en el Medio Oriente, en sustitución del caduco Sykes-Picot del colonialismo franco-británico–, la administración Obama repliega sus banderas y refuerza su primera línea defensiva vital en el resucitado Mar Mediterráneo de Estados Unidos, donde se juega el devenir de los pletóricos hidrocarburos de México en el Golfo de México/Golfo de Estados Unidos, sin contar la estruendosa declaración del secretario de Estado, John Kerry, sobre el deceso de la Doctrina Monroe, que había adelantado Bajo la Lupa hace dos años (11/12/11).
¿Le beneficia a Estados Unidos la balcanización de México, por la vía de los cárteles, quienes se abastecen obscenamente de armas en los quioscos transfronterizos?
Es obligado tener en el radar varias hipótesis, desde las angelicales hasta las infernales. Una versa sobre la gran bondad de la seguridad energética de Norteamérica –con Canadá (con libre paso de canadienses WASP: blancos, protestantes, anglosajones) y México (sin los brownies y con muro de la ignominia, drones y patrulla fronteriza)– que servirá para el prometido ASPAN y sus elusivas seguridad y prosperidad que no han beneficiado en lo absoluto al “México neoliberal itamita”. El tiempo lo dirá.
Pero otra hipótesis obligadamente antipódica se centra en los juegos pérfidos de los poderes de todos los tiempos, en específico, en referencia a México, cuyo proceso de balcanización, por la vía de los cárteles de la droga, es explotado sin rubicundez por Stratfor, muy vinculado a los complejos militares de Tel Aviv y el Pentágono, por cierto, hackeado por Anonymous, quien expuso sus redes tanto en México (Ver Bajo la Lupa, 28/12/11) como en el mundo occidental.
¿Para qué serviría balcanizar a México después del obsequio de las aguas profundas del Golfo de México financierista por la entreguista/masoquista contrarreforma Peña/Videgaray/Aspe a las cuatro grandes petroleras anglosajonas?
¿Con la balcanización de México se podría gestar, entonces, el cambio de nombre del Golfo de México a Golfo de Estados Unidos para que no quede rastro arqueológico alguno de Pemex?
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