Por Marat
1.-El pensamiento débil es desarme ideológico
Mucho antes de que comenzaran a propagarse las primeras fogatas de las protestas derivadas de los sacrificios impuestos por la crisis capitalista a la clase trabajadora hubo algunos filósofos de la postmodernidad que, afirmando que el marxismo estaba desfasado (“desactualizado”) porque, según ellos, la base del orden social ya no estaba en la producción sino en el consumo, empezaron a expresar su resentimiento contra las masas –los mismos que antes las habían adulado- porque se habían vuelto silenciosas. El sesentayochismo francés iba destilando sus antaño menos evidentes esencias reaccionarias.
Es el caso de Jean Baudrillard, tan querido por algunos “izquierdistas”, entre los cuales hay quienes comparten este amor con cánticos místicos a Hard o Negri y con frecuencia “marxista” esotérico Žižek, reverenciado este último en los cenáculos de los gafapastas pseudoprogres por su capacidad para mezclar a Lacan (el metafísico del psicoanálisis) con Marx, los semiólogos del gorgorito epatante Derrida y Barthes o con Hitchcock cuando se tercia. Ignoro si lo habrá hecho ya con Ferran Adrià pero no dudo de que no tardará en hacerlo. La capacidad para la masturbación onírica de sus neuronas por parte de estos mercachifles del pensamiento tiene sólo parangón con el papanatismo beato que sus acríticos seguidores les profesan.
Pero no quiero desviarme de mi alusión inicial a Baudrillard, uno de los santos padres de esa teoría ya tan pasada de moda, rosca y vigencia que es la postmodernidad. Para actualizar el asunto algunos hablan ahora incluso de transmodernidad, el divino gurú Žižek entre ellos. Como la teoría del fin de la Historia de Fukuyma, la postmodernidad ,y buena parte de las tesis centrales sobre la misma expuestas por Baudrillard, han envejecido mal. A uno de sus supuestos máximos, el fin de la lucha por las utopías y por la igualdad parece que le ha salido una realidad respondona. A la tesis del paso de una vertebración del orden social desde la producción hasta el consumo, parece pasarle tres cuartos de lo mismo, al menos por lo que se refiere a la restricción del acceso al consumo de un creciente número de desposeídos sociales por efecto de la crisis capitalista. En cuanto a la idea de la percepción de la realidad como mero espectáculo al que se asiste en calidad de espectador también empieza a hacer aguas en la medida en que las consecuencias personales de la realidad apelan de modo absolutamente insoslayable a cada vez más personas. ¿Qué decir del fin de la validez de la construcción de los grandes relatos en la interpretación del ser humano y su historia, cuando nunca hubo tanta demanda de volver a reconstruirlo?
Es cierto que algunos postulados de la postmodernidad siguen estando vigentes pero es así porque lo estaban antes de que la propia postmodernidad los enunciase –la desacralización de la política, la pérdida de confianza en la representación- junto con algunos riesgos perniciosos que pronto eclosionarán en toda su negatividad: el conspiracionismo para explicar los grandes problemas económicos, políticos y sociales y una nueva religiosidad shoft –aparentemente- que deriva de una obsesión milenarista y que aboca a un espiritualismo con vocación de secta.
Eran los años intermedios entre el sesentayochismo y la “indignación”. Se fue pasando de un pseudoizquierdismo pedante y ajeno a la lucha de clases (situacionismo), a la búsqueda de un horizonte sin sujeto (el ecologismo) para acabar en el pesimismo de la postmodernidad que expresó alguien con acierto cuando resumió su visión de “El postsocialismo” de Tourainne como “a éste tío se le marchó la mujer con otro”.
De la efervescencia juvenil burguesa del 68 se pasó a la ingeniosidad pseudointelectual y ajena al mundo real del situacionismo y de ahí a una postmodernidad de tanguista cornudo y despechado con el mundo obrero y la emancipación social a las que se echaba la culpa de no haber cumplido su destino manifiesto. El maximalismo pseudoradical puede, mediante piruetas ideológicas, pasar de “El Viejo Topo” a las columnas de “El Mundo” sin inmutarse, después de proclamar que “todos los héroes han muerto”
La intelectualidad pseudoizquierdista francesa fue una mala heredera Sartre. Éste, al menos, intentó un contacto con la realidad social de los oprimidos. El resto sólo eran postulantes a la École Normale Supérieure de Paris y a las columnas de Le Monde, Le Figaró o de Liberation pero no con la intención de subvertirlas sino de vegetar en ellas.
Ahora quisiera detenerme por un momento en la principal tesis de una de las obras más conocidas de Baudrillard, “A la sombra de las mayorías silenciosas”. Las mayorías se han vuelto silenciosas y ni siquiera la demoscópica reproducción/ producción de opinión es ya capaz de sacarlas de su mutismo. Las masas ya sólo absorben opinión, no la producen, pero son incapaces de irradiar nada. Éste es, en esencia, el postulado central de una de las obras más conocidas de Jean Baudrillard.
Pero en este aspecto no fue original el planteamiento del filósofo más destacado del pensamiento “blando” de la postmodernidad. A finales de los años 60, según los autores de “La crisis de la democracia” (obra de encargo de la Trilateral), -Crozier, S. Huntington y J.Watanuki-, escrita 7 años antes que la citada obra de Badrillard, se gestó ya lo que ellos denominaban como “democracia anómica”. Daniel Bell, un post pseudoizquierdista “avant la lettre”, hablaría en 1960 de “El fin de las ideologías”. En esta obra señala el fin de la dialéctica histórica y la llegada del pensamiento único. Incluso en 1980, otro post, esta vez postexisencialista y luego partidario de la ecología política y del altermundismo, Andre Gorz, escribiría “Adiós al proletariado”.
Entre la mayoría de estos postmarxistas domina el hecho de haber sido discípulos en el pasado del existencialismo sartriano o del estructuralismo marxista althusseriano. Ambas corrientes son a su vez notarias y estimuladoras de la crisis del marxismo a partir de los años 60 del anterior siglo.
Una buena parte del pensamiento de estos y otros autores se gesta en los años 60, años de bienestar, crecimiento y desarrollo económicos pero también de las grandes revoluciones antiimperialistas en el Tercer Mundo. En el Occidente capitalista cabe hablar de ese período como el de los años dorados del Estado del Bienestar. De hecho es cuando se teoriza de un modo más elaborado la cuestión de la fragmentación de la clase trabajadora, el fin del predominio de la clase obrera en una sociedad que se aboca hacia una etapa postindustrial y el fin de las ideologías de confrontación con el capitalismo y el pensamiento liberal, poniendo especial énfasis en la crisis de la ideología comunista. La experiencia húngara de 1956 y la posterior checa de 1968 facilitarán la decepción en el socialismo de amplios sectores intelectuales provenientes del marxismo.
A pesar de que estas teorías post tienen su inicio y desarrollo fundamentalmente a partir de los años 60, época de esplendor del capitalismo, de expansión del Estado del Bienestar en los países centrales del capitalismo y de gran explosión del consumo de masas, que en USA ya había comenzado algunas décadas antes, la reafirmación testaruda en sus fundamentos teóricos principales –fin de la lucha de clases y de la centralidad de la clase trabajadora en las mismas, cambio del sujeto político de la clase trabajadora hacia la ecología, el feminismo o la antiglobalización, fin del horizonte revolucionario,...- se mantienen durante todo el período de crisis que, aceleradamente, se suceden a partir de la gran crisis de 1975: crisis de la deuda externa en los países del Tercer Mundo en 1980, burbuja de Japón en 1990, crisis mejicana de 1994, crisis asiática de 1997, crisis de la burbuja tecnológica del 2000, corralito argentino de 2001, crisis sistémica actual, iniciada en Septiembre de 2007.
Cada una de las crisis capitalistas que avanzan por el planeta de forma imparable desde 1975 es una cadena que conduce a la crisis capitalista actual, que no es financiera sino estructural, sistémica y civilizatoria.
Sin embargo, dentro del pensamiento de las izquierdas autodenominadas alternativas –difusas, anarcoides, new age, blandas, post lucha de clases- sigue predominando un discurso de movimientos sociales dispersos, ambientalista, de decrecimiento, antiglobalización y meramente antineoliberal, aunque cacareadamente anticapitalista. El postmodernismo a lo Naomi Klein que inspira el “pensamiento débil” antiglobalización continúa dejando a un lado marginal a la clase trabajadora como sujeto y centro de las luchas sociales, aunque de vez en cuando la mentan en sus textos, obligados por la vuelta de la misma al centro del escenario político y social.
Cierto que la crisis del marxismo, a pesar de la potente y renovada vuelta a Marx, al que esta gente intenta quitarle la espoleta subversiva de la lucha de clases, la ausencia de vanguardia política y el aún temprano despertar de la clase trabajadora, en posición todavía de resistencia y no de toma de iniciativa, dificultan enormemente sacar a patadas a estos post del centro del pensamiento crítico.
Pero, ¿acaso la depauperación general de la clase trabajadora, la acelerada pérdida de estatus de amplios sectores los trabajadores “white collar”, la muerte del Estado del Bienestar, con su aparejada pérdida de salarios indirectos, el avance hacia condiciones laborales y contractuales no están acercando la situación social a un contexto que recuerda crecientemente el descrito en “El Manifiesto Comunista”? ¿No es ya el momento de echar la pseudosociología con pretensiones de narcisismo literario de los postmodernos a lo que Marx denominó “la crítica roedora de los ratones”?
Quizá resulte llamativo en este sentido que el postmoderno Gianni Vattimo, padre del pensiero debole (pensamiento débil), que fue militante del débil y postmoderno Demócratas de Izquierda (ex PCI y luego del Partido Democrático), haya caído de pronto de su caballo en su viaje hacia ninguna parte y proclamado recientemente que “sólo un ideal fuerte como el comunismo podrá salvarnos” . Y se atreve a más: habla abiertamente de la lucha de clases y de Lenin. Bienvenidos sean los neoconversos, aunque haya que vigilarlos como a oportunistas que cambian de caballo a mitad de carrera. Vattimo ha descubierto la épica marxista.
2.-De la necesidad de un ideal fuerte que incendie el mundo
Más allá de que se tome por causa y no por lo que realmente es, efecto, la actual crisis de representación política expresa el desfase entre la ideología postmodernista y el pensamiento débil, por un lado, y la dureza del momento actual para la mayoría social, los trabajadores, por el otro.
Cuando los valores que subyacen dentro de la “ideología” postmoderna son el relativismo ideológico ("todas las opiniones son respetables”), la tolerancia hacia el otro (en lugar del respeto al mismo), el buenrollismo y las formas suaves de las performances frente a una realidad profundamente injusta e insoportable, las armas que se ofrecen para la crítica transformadora del mundo son tan suaves, tan blandas que se convierten en inútiles balas de algodón de azúcar para ser empleadas en la lucha política y social de los oprimidos por el capital.
Más allá de que un modelo de democracia política asociada a una formulación de Estado social se vea resentida en el principio de representación por efecto de su voladura, es el régimen de partidos, gestor del mismo, asentado tras la Segunda Guerra Mundial en los países del capitalismo central el que se ve afectado.
Y en ese régimen de partidos son tanto las derechas políticas y económicas como las izquierdas sistémicas con representación electoral las que defienden un más acá o un más allá pero dentro siempre del mismo campo de juego. Es sintomático que el eje central del debate político sea hoy el neoliberalismo, mucho más que el capitalismo, y ello es porque quienes debieran representar a los oprimidos de clase no cuestionan el elemento principal de la formación social en la que se integran: la propiedad privada de los medios de producción y lo injustas de unas relaciones sociales de producción que son la base de las estructuras de poder en las que vivimos. Pareciera que cuando condenan a lo que ellos llaman neoliberalismo hablaran de otra cosa distinta al capitalismo mismo, siendo el primero sólo una de las formas del segundo. Sin duda, su ilusión de vuelta a una forma de Estado que reparta juego y comparta migajas para los explotados y oprimidos es suficiente para ellos, como si la explotación y la opresión no hubieran existido antes que ese neoliberalismo contra el que casi en exclusiva claman.
El desencanto social, que en los años 80 del pasado siglo revistió en España formas de pasotismo, hacia lo político, la política y las formas partidarias y de representación institucional no es otra que el cansancio hacia una oferta política que, en lo esencial, se parece mucho a la comida china. Puede haber muchos platos en el menú pero, al final, casi toda la gastronomía cantonesa nos sabe muy parecida.
Pero ese desencanto, y mucho más el que llegó tras la mística postsesentayochista, son muy distintos del que se expresa hoy hacia las formas políticas e institucionales. Los primeros no habían alcanzado, ni de lejos el carácter de crisis general (política, institucional, económica, social y cultural) que alcanza hoy. Eran movimientos, en el primer caso nacidos aún en la etapa desarrollista y en el segundo dentro de una fase inicial del continuum de la crisis capitalista de la que entonces no se vislumbraba toda su futura intensidad. Eran crisis en la que el descontento con la política tenía un carácter mucho más endógeno y apenas influido por auténticas demandas de cambio que tuvieran una conexión directa con la base material de las relaciones sociales y económicas de producción. En consecuencia, no contenían un auténtico carácter subversivo y de explosión del entramado económico-político-social.
Lo que hoy está sucediendo en la crisis de la política tiene mucho más que ver con la desestructuración de todo ese complejo de la formación social capitalista en la que se inserta un concepto mucho más general y global de crisis que con una crisis política en sí misma.
La muerte del Estado del Bienestar supone una crisis institucional del propio Estado y de las principales fuerzas políticas representadas en él, o candidatas a integrar esa representación dentro de las reglas del juego marcadas por el capital, y ello porque implica la muerte del pacto social como forma de dirimir los conflictos de intereses dentro de las sociedades capitalistas avanzadas.
Dicho de otro modo, crecientes sectores de excluidos sociales, o candidatos a la exclusión social, en la redistribución de la riqueza nacional ven que el conjunto de las ofertas políticas conectan cada vez menos con sus demandas aún no explícitamente conscientes de sus necesidades pero sí de lo que no quieren.
Los trabajadores no demandan socialismo. No lo conocen y lo que conocen del mismo o bien ha sido tergiversado por una montaña de insultantes inmundicias reaccionarias o simplemente ha tenido poco que ver con él, más allá de su potencial para intentar edificar algo diferente al capitalismo pero no emancipador.
Pero sí saben que no están dispuestos a seguir soportando el tratamiento de caballo anticrisis que no es otro que sacrificios, miseria, miedo y desesperación para ellos y más riqueza para quienes ya nadan en ella. Apenas vislumbran el origen de esa desigualdad pero saben cada vez más que no están dispuestos a seguir soportándola en dosis incrementadas por mucho tiempo.
Mientras los trabajadores sientan que las pretendidas alternativas frente a la gestión política de la crisis capitalista aceptan respetuosamente las reglas del juego establecidas, sin derribar el edificio social de la desigualdad, remisas a romper y poner patas arriba el falso orden que no es otra cosa que el desorden impune de la fuerza de los opresores, no seguirán masivamente ninguna bandera que se levante, limitada a racionalizar el grado, ritmo e intensidad de los sacrificios y la austeridad impuesta por el capital. Sabrán, en el fondo, que esas alternativas no son sino variantes algo más humanizados de lo ya conocido y que no merece la pena arriesgar sus vidas y empleos (quienes los tengan) por tan poca cosa.
El entusiasmo y la emoción que no son capaces de engendrar las izquierdas sistémicas en las masas de desheredados por el capital lo están provocando, en forma de irracional delirio, el populismo y el fascismo que, bien como fina lluvia, bien como ciclón antidemocrático, calan crecientemente no sólo en algunos sectores antaño acomodados, hoy en proceso de depauperación, sino también en segmentos de la clase trabajadora más tradicional y castigada por la crisis capitalista.
No es ahora el miedo al comunismo lo que les agita sino el miedo al futuro y la necesidad de encontrar explicaciones simples a sus desgracias económicas. Fascismo y populismo canalizan su rabia y frustración social y les permiten proyectarla hacia objetivos fáciles y funcionales al sistema, frecuentemente sectores sociales débiles o fácilmente estigmatizables, ordenando, de paso, una construcción ideológica sencilla que les sirva de manual explicatorio del caos en el mundo.
Hoy populismos y fascismos transmiten más intensidad emocional y política a un joven o incluso a una persona de mediana edad que a las izquierdas social-liberales o las socialdemocratizadas pero autoproclamadas izquierdas reales o radicales. El gran drama para un partidario de una sociedad socialista es que el desprestigio que las izquierdas sistémicas han creado sobre el ideal emancipatorio es tal que un fascista logra dar hoy infinitamente mayor sentido a su vida en la militancia en una organización de este tipo que el comunista o revolucionario que sólo encuentra organizaciones sucedáneas de tales objetivos para militar.
Capitalismo desembridado y fascismo, fascismo y capitalismo desembridado. Dos caras de la misma moneda de la crisis de civilización actual. Cuando las crisis capitalistas ponen en riesgo la supervivencia de la gran burguesía como clase dirigente, no porque se haya abierto un nuevo período de revoluciones socialistas, aún no, sino porque el conjunto de las estructuras sistémicas dan señales de disfuncionalidad, aparece el fascismo, como falsa bandera que redirija la protesta social en la dirección más conveniente para el propio capital.
Combatir al capitalismo en decadencia y combatir al fascismo es una misma exigencia para un revolucionario consciente de la necesidad de enfrentar tanto a la enfermedad como al síntoma. Pero para ello se necesita un pensamiento, una idea capaz de magnetizar y conquistar las mentes y los corazones de los oprimidos con mayor fuerza de la que hoy vuelven a demostrar fascismo y populismo en Europa y capaz también de poner por delante de la falsa ilusión de recuperar la cuota de consumo proletaria del pasado reciente la esperanza en una sociedad realmente igualitaria.
La construcción de un relato que hable con la voz de los desposeidos de clase necesita de una narrativa épica que reponga a la causa de los trabajadores y a ellos mismos en el centro del escenario de la Historia, enviando a la papelera de reciclaje de las teorías muertas a la mística pesimista y de plañidera tan del gusto de la retórica postmoderna.
Frente al pánico ante el futuro que provoca en los nuevos esclavos un capitalismo senil, que corre desenfrenado hacia su meta apocalíptica, es necesario recuperar toda la fuerza emancipadora del proyecto comunista.
La narrativa comunista debe recobrar todo el hilo histórico y la memoria de sucesivas generaciones en las luchas por la liberación de todos los humillados por el poder de clase, casta o estamento, desde Espartaco hasta los Mártires de Chicago, desde los payeses de Remensa hasta los mineros de la mina de La Camocha, desde los Comuneros del París de 1871 hasta los obreros de San Petersburgo en 1917, desde las revueltas de ayer hasta los combates de hoy de mañana.
Esa historia que es necesario volver a contar, alumbrándola con los ejemplos presentes de cada día, no requiere de grandes y ampulosas pinceladas, de distorsionadas y exageradas proporciones como aquellas viejas estatuas que representaban al forzudo trabajador en la tensión muscular propia del que parece estar construyendo él sólo la nueva sociedad.
Es preciso que en ese rescate de todas las huellas que han ido dejando los sucesivos pasos hacia la conquista del pan, el trabajo liberado de la explotación y la igualdad social el héroe destacado en cada pasaje sea el real, el colectivo. La auténtica historia del movimiento obrero y de los comunistas no es obra de grandes figuras ni de tribunos de oratoria brillante sino un trabajo coral, de masas. Los hombres y mujeres providenciales sólo alcanzan un lugar destacado en la Historia cuando el marco social, el recipiente humano que los acoge, es propicio para ello y contiene dentro de sí toda la energía transformadora del momento.
Ese marco social, ese ejercito de clase en marcha a lo largo de los tiempos, ha estado compuesto por millones de hombres y mujeres anónimos, sencillos, modestos, sin pretensión alguna de dejar una gran marca imperecedera en el tiempo sino de responder a aquello que su conciencia les decía que era justo, de rebelarse contra lo que consideraban que no lo era, de luchar junto a otros por conquistar un mundo mejor, más decente, más igualitario, liberado de la explotación y la miseria para ellos, para sus hijos, para los demás.
No se trata de recuperar el pasado combativo de nuestra clase para hacer de él una hagiografía de iconos muertos a los que cantar panegíricos sino de iluminar el camino de nuestros retos y combates del presente y del futuro con la fuerza masiva y comunal que nos ha precedido a lo largo de los siglos.
Redescubrir el orgullo de pertenencia a una clase que no ha explotado a otras, de una clase sin la cual no se mueve el mundo, de una clase que lleva en su esfuerzo prometéico el germen de la liberación de toda la Humanidad. Y hacerlo sin el falso idealismo de quien se muestra piadosamente acrítico para no percibir que ese brío revolucionario no ha sido permanente en todo momento porque sólo en los momentos ascendentes de la Historia –y seguramente estemos en uno previo- es posible desplegar todo el impulso libertador necesario. Pero sabiendo que hay una línea, cierto que con discontinuidades, aspecto que a veces hemos olvidado los agitadores, que se mantiene, por encima de los momentos de derrota y de paz social, a lo largo de los tiempos como marca imperecedera de una insumisión con voluntad de cambiar de base el mundo.
Es imprescindible volver a refundir la unidad de intereses entre comunistas y trabajadores, limitándose los primeros a identificarse con su clase, sin tratar de integrar la representación privilegiada de los objetivos de otras clases que sólo en los momentos de inevitable decantación de las luchas pudieran llegar a aliarse con la clase trabajadora y a cuya costa tantas veces han medrado como clases intermedias. No se trata de negar la posibilidad alianzas en la construcción de un nuevo bloque social hegemónico en el proceso hacia el socialismo pero sí de situar los objetivos de aquellos aliados que no son parte de la clase trabajadora en un lugar subsidiario a ésta porque sólo nuestra clase refleja las contradicciones fundamentales del capitalismo (producción social del trabajo asalariado y apropiación del beneficio privada), lo que la convierte en la clase capaz de realizar la revolución social y de representar todas las contradicciones y opresiones de clase.
Y al fundir, de nuevo, esa comunidad de intereses entre trabajadores y comunistas, hacerlo con la conciencia y la determinación que se expresa en aquél párrafo del “Manifiesto Comunista”:
“Prácticamente, los comunistas son, pues, el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector que siempre impulsa adelante a los demás; teóricamente, tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario.”
Ser vanguardia no es algo que se logre por decreto ni por el hecho de desearlo sino por la capacidad de realizar siempre el diagnóstico adecuado a cada fase de la lucha política, social y económica y de impulsar, a partir de ahí la línea de avance más correcta y ventajosa para los objetivos de éxito de las luchas de los trabajadores, alejándose tanto del tacticismo oportunista de otros partidos que buscan colocarse con ventaja en la competencia política, a costa incluso de comprometer los resultados del esfuerzo de los trabajadores por hacer avanzar sus posiciones, como del maximalismo pseudoradical de quienes con su grito demagógico sólo buscan el aplauso fácil de los convencidos.
Retomo de nuevo el concepto de épica política y, en concreto de épica revolucionaria, convencido de que el conocimiento de nuestra historia y de nuestro presente como clase requiere no sólo de teoría y conocimiento sino de una teoría y una praxis que tensen el nervio de la pasión.
Seguramente el texto más apasionado, la epopeya más enardecedora de cuantas se hayan escrito dentro del marxismo sea el “Manifiesto Comunista” de Karl Marx y Friedrich Engels. Una épica que golpea como puño de acero contra la forzada circularidad de la opresión de unas clases sobre otras y dispara contra los relojes que marcan el paso del tiempo dominado; una épica de “las ideas que se adueñan de nuestras mentes, que conquistan nuestra convicción, y en las que el intelecto forja nuestra conciencia, -[que] son las cadenas a las que no es posible sustraerse sin desgarrar nuestro corazón”
No siempre es posible conjugar reflexión e intelecto, de un lado con épica y emoción, del otro porque, en ocasiones, esclarecer lo oscuro, sobre todo cuando se trata de desmontar las falacias que se esconden tras el papanatismo de la teoría económica liberal y ser rigurosos en el intento exige significados y términos muy unívocos. Pero hay una literatura política de urgencia, que corresponde a los momentos de agudas crisis políticas, sociales y económicas, cuando contienden entre sí dos bloques sociales antagónicos, que actúa como los himnos en los ejércitos rebeldes, electrizando las energías que los llevan a la batalla, que es tan indispensable como el saber que transmite el conocimiento de su situación real al esclavo.
Es el caso de “Las Tesis de Abril” de Lenin, de buena parte de la obra del marxista latinoamericano José Carlos Mariategui, de “El principio esperanza” de Ernst Bloch, sorprendentemente escrito fuera de los momentos más álgidos de la lucha de clases, pero lleno de fe en la utopía, y en general de la obra intelectual de Rosa Luxemburgo, escrita con la pasión de una enamorada que vive en propia carne su relación con el objeto del deseo: la revolución. Significativamente quizá sea la revolucionaria alemana de origen polaco la más pura continuadora del pensamiento de Carlos Marx.
Poca narrativa que exalte desde un presente vivido en primera persona, el momento álgido de la lucha de clases, cuando la revolución y la toma del poder por las masas trabajadoras se está produciendo, con la intensidad parcial pero profundamente real y sincera, es comparable a “Diez días que estremecieron al mundo” del periodista y comunista John Reed.
En el presente de esta aguda crisis del capitalismo, en los últimos tiempos de la cuál, aunque desperezándose de un profundo sueño, y sin apenas dirección revolucionaria partidaria, los trabajadores del mundo comienzan, aún en posición defensiva, a enfrentarse al capital de un modo decidido, no parece abundar la construcción del relato que hable de nuestras luchas con la fuerza de contagio necesaria para conquistar los corazones de los menos decididos y conscientes. Quizá por ello se hace más que nunca necesario poner la inteligencia y la pasión de los más consecuentes y convencidos al servicio de la causa más justa que los tiempos hayan conocido.
No han faltado, en cambio, enfebrecidos ditirambos de uno a otro continente, de personajes de toda extracción ideológica, de la derecha a la autoproclamada izquierda , de toda condición social, desde multimillonarios hasta sindicalistas, de todo nivel intelectual, desde autores y académicos mimados por el negocio editorial hasta quienes creían que la plaza era una fiesta, pasando por cualquier “famoso” en promoción al que le preguntasen por el movimiento. No han faltado a la cita tampoco las grandes corporaciones mediáticas. Toneladas de papel y libros de los que ya nadie se acordará en 2013 han hablado del “nuevo” movimiento desde buena parte de 2011 hasta mediados de 2012. La revista del Imperio TIME le dedicó su portada. Sesudos tertulianos de radio y tv los han convertido superhéroes con uniforme incluido. Las televisiones han retransmitido en directo sus simulacros, performances y flahsmobs. Todos engordaron un narcisismo desbordado, ignorante y carente de contenido para cambiar el mundo de base. Lo suyo no era tomar el poder ni destruir el desorden del capital. No se definían como clase sino como ciudadanos y su enemigo debía ser muy pequeño porque, según ellos, sólo era el 1%. Acabaron unos por creer que el poder real estaba en gobiernos y parlamentos y les faltaron manos para rodearlos en cadenas humanas. Otros, reconvertidos y obligados por el cambio el escenario y de actor social, se hacen llamar ahora Asambleas Anticapitalistas, mutando en algo que seguirá, probablemente, esperando del espontaneismo sin organización partidaria su resurrección. No fueron lejos; sencillamente no fueron a ninguna parte. Dentro de un año, el poder que les dio alas no hablará ya de ellos; quizás lo haga algún grupillo autónomo en un fanzine conmemorativo.
Dentro de 30 años seguramente muchos jóvenes sigan colgando en sus habitaciones el cartel de los trabajadores en marcha de “Novecento”, aunque desconozcan el nombre del cuadro original y de su autor. Continuará transmitiendo para ellos la fuerza de una clase en movimiento. Dudo mucho que alguno cuelgue el de una asamblea perroflauta en sentada asamblearia. Hay demasiada pereza e inapetencia de tomar el cielo por asalto en esa imagen.
25 de diciembre de 2012
23 de diciembre de 2012
"MALOS" Y "BUENOS" DISPUTAN EL PODER EN INTERNET
Dos modelos de gestión de la red chocaron en la Conferencia Internacional
de Telecomunicaciones de Dubai
En la World Conference on International
Telecommunications se debían definir políticas comunes en materia de
telecomunicaciones para los países para los próximos años. Pero de los 193
países, sólo 89 votaron la resolución final.
Mariano Blejman. Página/12
Sería fácil resumirlo así: los gobiernos son malos, quieren
controlar algo que no poseen: la libertad de la hiperconexión. El gobierno de
Internet (la Icann) funciona mucho mejor sin los gobiernos como órganos
controlantes centrales y lo mejor que le puede pasar a Internet es que siga
funcionando como hasta ahora, con una gobernanza multisectorial en donde se
incluyen organizaciones de usuarios, administradores de recursos, y también
gobiernos. Internet no es de nadie, suele decirse. No tiene dueño. Los
gobiernos no entienden Internet y sólo quieren controlarla. Pero la gobernanza
de Internet es tan compleja y burocratizada como la de cualquier gobierno,
aunque –hay que decirlo– su representación tiene bastante más que ver con los
distintos sectores en pugna. Es un sistema en donde los “ministros” no son sólo
del partido político ganador, sino que surgen de representaciones continentales
del tercer sector, de los registros regionales, del sector corporativo y
finalmente de los gobiernos. Interesante, ¿no? Casi como una especie de
democratizada Federación de Star Trek.
El
viernes 14 de diciembre terminó en Dubai la conferencia WCIT (World Conference
on International Telecommunications) en donde se definen políticas comunes en
materia de telecomunicaciones para los países para los próximos años. La última
gran conferencia fue realizada en 1988 y para aquel entonces Internet era un
experimento de laboratorio. Por entonces gobernaban las telecomunicaciones
monopolios estatales en casi todos los países, y las decisiones de
instrumentación de políticas de telecomunicación se tomaban a puertas cerradas.
De los 193 países, sólo 89 votaron a favor de la resolución final, entre ellos
Argentina, que quedó del lado de los “malos”. Defina “malos”, diría un
estadounidense.
En
mayo de este año, Vint Cerf, el creador de Internet, actualmente a cargo de un
puesto benemérito en Google (evangelizador de Internet), abrió el paraguas
sobre posibles intromisiones de la UIT en su flamante conferencia mundial.
Muchas organizaciones se sumaron a la alerta como Mozilla Foundation, la
Electronic Frontier Foundation, espacios prestigiosos y altamente comprometidos
con el libre acceso a Internet desde hace años. Y la verdad es que las
propuestas que aparecían desde el tándem oriental (China, Rusia, Irán y otros
países africanos y árabes) eran bastante poco democráticas, no sólo por el
espíritu de sus textos sino también por la implementación que estos países
hacen de Internet en sus propios territorios. Así visto, la campaña de Google
fue perfecta: mantengamos Internet libre y abierta. ¿Y cómo no creerle a
Google, si lo tenemos tan cerca, si sabe todo lo que deseamos?
Durante
la conferencia, Internet estaba ahí para controlarlo todo, para mirar a los
gobiernos tanto como los gobiernos miran a sus ciudadanos. El
sitioWcitleaks.org, por ejemplo, liberó sistemáticamente todos los documentos y
sus correspondientes versiones durante la conferencia, exponiendo posibles
negociados, textos susceptibles de ser interpretados como actos de censura
previa y avisando sobre acuerdos privados entre países, de una manera que en
1988 era imposible. Para entenderlo mejor, ¿se imaginan un streaming durante el
tratado de Versailles? Durante la conferencia, la propuesta más conservadora
del bloque “malo” fue levantada ante la búsqueda de un posible consenso
internacional, que de hecho “parecía” factible. Estados Unidos iba a votar a favor
de un tratado de la UIT por primera vez ¡en más de cien años!
De
hecho, una vez publicado el tratado, el órgano que administra las asignaciones
de IP llamado Lacnic emitió un comunicado oficial que decía “consideramos que
el texto acordado para el nuevo tratado es razonable y aceptable, sin perjuicio
de expresar que entendemos que los artículos 5A y 5B, referidos a Seguridad y
Comunicaciones No Solicitadas, no debieron ser incluidos ya que no aportan
aspectos significativos al acuerdo. Por otro lado, la ambigüedad de su
redacción puede dar lugar a que en países de débil tradición en el respeto a
los derechos humanos sean utilizados como forma de legitimar restricciones a
las libertades en Internet”. Esto es: en general parece un buen tratado, pero
hay dos puntos que podrían ser un caballo de Troya para la censura previa a las
comunicaciones por Internet. Sin embargo, según pudo confirmar este cronista,
la definición de telecomunicaciones no habla de Internet, con lo cual es
evidente que la asociación “votaron a favor” está en contra de Internet y “no
votaron” está a favor de una Internet libre es al menos capciosa.
Como
sea, un día antes del cierre de la conferencia la historia iba a ser diferente:
también Chile, Perú y Colombia iban a apoyar el tratado, pero los países se
bajaron por presiones políticas ocurridas a “último momento” e incluso Costa
Rica cambió su discurso cuando advirtió que se venía la campaña “países que
controlan Internet” contra países “que no controlan Internet”. Según una fuente
directa en la negociación a la que accedió este diario, Estados Unidos y los
“googlers” boicotearon el tratado cuando Cuba logró poner en el preámbulo una
cláusula de acceso no discriminatorio a las redes de telecomunicaciones (ergo,
romper el embargo que le impide a Cuba comprar cualquier artefacto que venga de
Estados Unidos, como por ejemplo routers Cisco). En América latina, Argentina
terminó votando el tratado junto a México, Brasil, Uruguay y Venezuela,
claramente pertenecientes al “eje del mal”. ¿Cómo desmentir a los tanques de la
prensa estadounidense?
Ahora bien, la UIT ha perdido notable relevancia a la hora de tomar
decisiones en relación con las telecomunicaciones, principalmente en el mundo
de Internet. Y es cierto que el sistema de gobierno de Internet de nombres de
dominios y direcciones IP funciona notablemente bien y de manera eficiente. Y
es acertado decir que el gobierno de Internet es mucho más eficiente y
representativo para administrar algo tan complejo y supranacional como es la
red de redes, tanto que para muchos debería ser considerado un derecho humano
fundamental. Pero (siempre hay un pero) el statu quo es el statu quo. Los
números de Internet son administrados por un órgano llamado IANA (Internet
Assigned Numbers Authority) que está bajo la órbita de la Icann, el gobierno de
Internet. Para poder gobernar los números ip de Internet, el que le asigna ese
poder a la Icann es el Departamento de Comercio de Estados Unidos, que
reestablece el contrato cada cinco años, evento que se promueve por todos los
medios posibles. O sea, ¿de quién es Internet? Para qué andar con nimiedades.21 de diciembre de 2012
OBAMA DA SEÑALES DE CUATRO AÑOS MÁS DE MALAS RELACIONES CON AMÉRICA LATINA
Mark Weisbrot. Elmercuriodigital.es
El viernes pasado, en una entrevista en Miami, el presidente Obama fue muy lejos al
lanzar insultos gratuitos hacia el presidente Hugo Chávez. Haciendo esto, él no
solo ofendió a la mayoría de los venezolanos, quienes votaron para reelegir a
su presidente el 7 de octubre, sino que ofendió incluso a muchos que no votaron
por él. Chávez está luchando por su vida, recuperándose de una complicada
operación de cáncer. En América Latina, como en la mayoría del mundo, esta
innecesaria difamación de Chávez por parte de Obama, constituye una violación
no sólo del protocolo diplomático, sino también de comunes estándares de
cortesía.
Quizá
algo incluso más importante es que las inapropiadas calumnias de Obama,
enviaron un desagradable mensaje al resto de la región. Mientras Obama puede
salirse con la suya con cualquier cosa en la mayoría de los medios de
comunicación, se puede estar seguro de que sus comentarios fueron notados por
los presidentes y ministerios de Relaciones Exteriores de Brasil, Argentina,
Ecuador, Bolivia y otros. El mensaje fue claro: podemos esperar cuatro años más
con las mismas políticas fallidas, políticas de Guerra Fría,para América
Latina, las que el presidente George W. Bush defendió y Obama continuó en su primer mandato.
Estos
presidentes ven a Chávez como un amigo cercano y un aliado; alguien quien los
ha ayudado y ha ayudado a la región. Como millones de venezolanos, ellos están
orando por su recuperación. Al mismo tiempo, ven a Washington como responsable
de las malas relaciones entre Estados Unidos y Venezuela (al igual que con el
hemisferio en general), y estos desafortunados comentarios son una confirmación
adicional de ello. En 2012, durante la Cumbre de las Américas, Obama se
encontró tan aislado como lo estuvo George W. Bush durante
la notoria Cumbre de 2005. Aquello fue un cambio radical respecto de la Cumbre
de 2009, donde todos –inclusive Chávez– saludaron calurosamente a Obama y
vieron en él la posibilidad de una nueva era en las relaciones
EE.UU.-Latinoamérica.
Para
estos gobiernos, las invectivas de Obama sobre las “políticas autoritarias” de
Chávez y la “represión de los disidentes”, huelen mal; incluso ignorando el
momento de la ofensiva. Venezuela acaba de tener unas elecciones en las que la
oposición, la que detenta la mayoría de los ingresos y la riqueza del país, así
como el control de la mayoría de los medios de comunicación, movilizó a
millones de votantes. La participación electoral fue del 81 por ciento de los
votantes registrados, con alrededor del 97 por ciento de registro de los
votantes en edad de votar. El gobierno no “reprimió a los disidentes”,
no lo ha hecho así en otras elecciones, o incluso cuando los disidentes
cerraron la industria del petróleo y paralizaron la economía en 2002-2003;
acciones que habrían sido ilegales y bloqueadas por las fuerzas del Estado en
los Estados Unidos. Los manifestantes pacíficos en Venezuela son mucho menos
propensos aser golpeados, atacados con gases lacrimógenos o disparados con
balas de goma por las fuerzas de seguridad, de lo que lo son en España, y probablemente en la mayoría
de otras democracias.
Sí,
ha habido abusos de autoridad en Venezuela, como en todo el mundo, tal como el
presidente Obama debe saber. Fue Obama quien defendió el encarcelamiento sin juicio por más
de dos años y medio, y el abuso de Bradley Manning durante su detención; que
fue condenado por el Relator especial de las Naciones Unidas contra la tortura.
Es Obama quien se ha rehusado a conceder la libertad al activista de la población indígena estadounidense Leonard
Peltier, ampliamente conocido en el mundo como un prisionero
político, ahora en una prisión de Estados Unidos por 37 años. Es Obama quien
reclama el derecho, y lo ha usado, para matar a ciudadanos estadounidenses sin
detención ni juicio.
Venezuela
es un país de ingreso medio, donde el Estado de Derecho es relativamente débil,
como lo es el Estado en general (de ahí lo absurdo de tildarlo de “autoritario”).
Sin embargo, al contrastarlo con otros países de similar nivel de ingresos,
este no destaca por nada en el ámbito de los abusos de los derechos humanos.
Ciertamente, no existe nada en Venezuela comparable a los abusos perpetrados
por los aliados de Washington, tales como México; u Honduras –donde candidatos
a cargos políticos, activistas de la oposición y periodistas son amenudo asesinados. Y gran parte de las
investigaciones académicas elaboradas acerca de la Venezuela bajo Chávez,
muestran que ésta es más democrática y con más libertades civiles que nunca
antes en su historia.
Por
el contrario, nosotros en Estados Unidos no lo estamos haciendo tan bien en
comparación con nuestra propia historia y nuestro nivel de ingreso. Hemos
sufrido una seria pérdida de libertades civiles bajo
las administraciones de George W. Bush y del presidente Obama. Y por supuesto,
si contamos las víctimas de los crímenes de EE.UU. en el extranjero –los
civiles y niños asesinados por ataques con drones (aviones
no tripulados) en Afganistán y Paquistán, por ejemplo– es el presidente Obama,
el que tiene una “lista de personas a asesinar”, tienepoco margen para criticar casi a ningún presidente de otro
país.
"Quisiéramos
ver una relación sólida entre nuestros dos países, pero no vamos a cambiar las
políticas que tienen como prioridad que haya libertad en Venezuela", dijo Obama, de
acuerdo a la Associated
Press.
No
puedo pensar en nadie que crea que la política de Estados Unidos en Venezuela,
desde el golpe militar de 2002 en el que Washington estuvo implicado, a la
continución de financiamiento hoy en día a los grupos venezolanos de la
oposición, tenga algo que ver con la promoción de la “libertad”. Esto fue sólo
otro insulto público más.
El
gobierno venezolano respondió con enfado ante los comentarios. Pero quizá
serían más indulgentes si supieran lo poco que sabe el presidente Obama –quien
nunca puso un pie en América Latina antes de ser presidente– acerca de
Venezuela o la región.
Cuando
el presidente Obama se reunió con la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dijo:
“Esto
me da la oportunidad para remarcar el extraordinario progreso que Brasil ha
llevado a cabo bajo el liderazgo de la presidenta Rousseff y de su predecesor,
el presidente Lula, al pasar de la dictadura hacia la democracia…”
Por
tanto, si Obama (y su equipo) ni siquiera sabía que la dictadura brasileña
llegó a su fin más de una década antes de que Lula fuese elegido en 2002, ¿cómo
puede esperarse que él sepa algo de Venezuela? Quiero decir, Brasil es un país
grande, más grande que el Estados Unidos continental, y la sexta economía más
grande del mundo.
Obama
despidió a su consejero de Seguridad Nacional para Latinoamérica después de la
debacle en la Cumbre de 2012. Él debería despedir al inepto que lo alimentó con
esos insultos que profirió en la entrevista en Miami, al igual que al
incompetente que lo hizo pasar vergüenza en frente de la presidenta de Brasil.
Y así podría limpiar su gabinete de los guerreros de la Guerra Fría de los años
1950 que siguen en el Departamento de Estado. Esta bien si a él no le interesa
América Latina –es mejor para la región y el mundo- pero él y su administración
están creando un montón de hostilidad inecesaria.
19 de diciembre de 2012
¿QUÉ ESCONDE ALEMANIA BAJO LA ALFOMBRA DE SUS CAJAS DE AHORROS?
Esther García López. arndigital
La férrea negativa de la canciller alemana Angela Merkel a
la creación de un supervisor bancario único en la zona euro si no se cumplían
sus condiciones de que solo se controlaran las entidades con activos superiores
a 30.000 millones de euros o las que tuvieran un tamaño superior al 20% del
PIB, ha vuelto a poner bajo sospecha al sector financiero alemán. Los
dirigentes europeos claudicaron ante las exigencias de Merkel y, de esta
manera, solo una de las 426 cajas de ahorros alemanas podrán ser ‘vigiladas’
por el BCE. “El sistema financiero alemán tiene problemas muy gordos y los
esconde. Es muy creíble que estas cajas tengan dificultades, de ahí la negativa
de la canciller a que sean supervisadas. Prefieren que no se sepa que existen
problemas, pero es como querer ocultar un elefante, imposible, y los mercados
se dan cuenta de ello”, afirma Miguel Ángel Rodríguez, analista de XTB.
Desde que se inició la crisis, el Estado alemán es el tercero de la UE que más dinero ha prestado a sus entidades financieras, por detrás de Irlanda y Gran Bretaña. Ha destinado más de 252.000 millones de euros a un sistema financiero compuesto por bancos privados, bancos regionales (landesbanken), cuyo negocio principal es la banca mayorista, y por cajas de ahorros locales (sparkassen) que, a excepción de una, no superan los 30.000 millones en activos.
Las sparkassen suman en conjunto cerca de un billón de euros pero, tras la insistencia de Merkel, escaparán al control del BCE. Estas entidades cuentan con un fondo común de garantía por el que si se produce algún problema en una caja, el resto responde por ella.
El empeño de la canciller pone bajo sospecha la situación de las cajas regionales que componen la tercera parte del sistema financiero del país y, según calculan los analistas, podrían acumular cerca de 250.000 millones en activos tóxicos en sus balances. Consideran que si Alemania no quiere que el BCE ponga la lupa sobre ellas y prefiere que sigan supervisadas por las autoridades nacionales por algo será.
Los analistas achacan la postura de Merkel a tres motivos. El primero político, ya que las cajas de ahorro alemanas están muy unidas a las autoridades locales y regionales y los socios de coalición de la canciller presionan políticamente para no tener que rendir cuentas ante el BCE. El segundo motivo tiene un componente electoral debido a que solo faltan diez meses para las elecciones en Alemania. Pero el motivo principal es que “el sistema bancario alemán esconde problemas, como se ha demostrado en los casos de Deutsche Bank y del Commerzbanck, que el Gobierno germano quiere ocultar y por eso se muestra tan opaco”.
En el caso del Deutsche Bank, su capital habría caído hasta niveles peligrosos durante la crisis financiera y tres de sus empleados han acusado a la entidad de no contabilizar cerca de 9.230 millones de euros en pérdidas para evitar el rescate. La entidad también acaba de reconocer que sus resultados del cuarto trimestre del ejercicio incorporarán un “significativo impacto negativo” a raíz de la inclusión de una serie de elementos extraordinarios, incluyendo costes de reestructuración y depreciaciones de activos.
Otro caso significativo ha sido el de Commerzbank, el cuarto banco en tamaño de Alemania, que ha acudido al fondo de rescate bancario nacional y solicitó 16.000 millones para corregir los problemas que tenía con las hipotecas ‘subprime’.
La elevada exposición a la deuda soberana griega es otro de los problemas de las entidades financieras germanas, con cerca de 18.000 millones de euros, cifra que el Gobierno alemán se ha resistido a dar a conocer. “Tras la crisis los bonos en posesión de las entidades financieras griegas tuvieron que revaluarse a precio de mercado y cuando los bonos cayeron de precio estos bancos tuvieron grandes pérdidas que ahora tienen que afrontar”, asegura el analista de XTB.
Un primer paso renqueante
La unión bancaria europea ha dado un primer paso, pero un paso inseguro al impedir Alemania que el BCE supervise sus cajas de ahorro. Los analistas consideran que la unión bancaria ha nacido pero con “imposiciones de Alemania”. A juicio de Miguel Ángel Rodríguez, las autoridades alemanas no predican con el ejemplo. “Exigen a los demás países una disciplina muy rígida en cuanto a sus finanzas que ellos no están aplicando en su propia banca. Han metido a escondidas una inyección de capital para salvar sus bancos y cajas mientras piden transparencia a los demás”.
16 de diciembre de 2012
EN DEFENSA DE LAS LIBERTADES DEMOCRÁTICAS
Cada
vez que el capital ha necesitado incrementar sus tasas de beneficio a costa de
los trabajadores –casi siempre en etapas de crisis del capitalismo o previas-
ha tenido que recurrir a la represión porque sus nuevas leyes no son
suficientes para lograr el silencio de las víctimas. El mal llamado orden
público, cuando es la expresión de la fuerza, es la peor manifestación del
desorden que crean los poseedores cuando los expropiados de clase protestan
ante lo que representa un descenso en sus condiciones de vida, laborales,
contractuales o, más directamente, su expulsión del mercado de trabajo.
No
es ésta la primera vez que ello sucede. Ocurrió en el período de entreguerras
en la vieja Europa del siglo pasado y vuelve, de nuevo, a repetirse en el
escenario presente de paro, empobrecimiento, salarios de miseria y pérdida de
derechos laborales y sociales que sufre hoy la clase trabajadora. En ambas
ocasiones los trabajadores salieron a la calle. Es una ley casi física: el
empobrecimiento de los explotados requiere represión porque estos se niegan a
estar en silencio.
El
capitalismo necesita la paz social para perpetuar impunemente los crímenes
derivados de sus crisis. Los trabajadores no podemos permitirnos esa paz porque
nos va nuestra supervivencia en ello. Las protestas, las movilizaciones y las
huelgas son nuestras armas más necesarias.
El
gobierno natural del capital, el del PP, y sus aliados partidarios de clase en
otros territorios del Estado español (CiU), retuercen la legalidad democrática
hasta hacer de ella un sarcasmo…
criminalizan el derecho de huelga, reprimen manifestaciones sindicales,
impiden a los periodistas informar de la represión al ejercicio del derecho de
manifestación en las movilizaciones, multan y encarcelan a dirigentes
sindicales y a piquetes informativos, conculcan los derechos constitucionales
de los detenidos, hieren a militantes de la izquierda y de los sindicatos al
reprimir las manifestaciones e intentan culpar de ello a sectores de los
manifestantes, introducen reventadores y provocadores a sueldo en aquellas,
permiten que sus policías actúen sin
sus placas acreditativas en las cargas y detenciones, recurren a
montajes policiales como en la época de la dictadura y, finalmente, permiten
que dirigentes matones de determinados sindicatos policiales expresen
públicamente y en repetidas ocasiones su voluntad represora.
En
otros ámbitos –la educación, las libertades individuales (retroceso en el
derecho al aborto), las redadas contra inmigrantes sin papeles, la igualdad
ante la ley (costas judiciales)- la derecha que representa los intereses del
capital, lo hace también expresando su ideología clasista, nacional-católica y
antidemocrática.
Frente
a estos ataques directos contra las libertades políticas y sociales y contra
las garantías jurídicas de cada vez más amplios sectores de nuestra sociedad y,
en particular, de las víctimas de la crisis capitalista, los trabajadores, se han escuchado voces
críticas provenientes del mundo político, sindical, de colectivos afectados e
incluso de periodistas y juristas.
Estas
voces se tienen que elevar, para unirlas a los intereses comunes de toda la
clase trabajadora, con el fin de formar un frente común contra las políticas
diseñadas y aplicadas por los gerentes del capitalismo – la TROIKA y los
Gobiernos que las aplican - hasta conseguir que las críticas que los sectores
que en principio defienden sus intereses como grupo se unan a las
movilizaciones que la clase trabajadora están llevando a cabo.
La
reacción social de crítica contra los atentados a las libertades por parte de
este gobierno, debe de ser tomada en
conciencia por parte de la clase trabajadora y sus organizaciones y
elevarse para que esté a la altura de estas agresiones que toman cada día más fuerza dentro de un
contexto de regresión de libertades en los Estados capitalistas hacia formas
crecientemente autoritarias que recuerdan la dinámica de otros tiempos en
Europa.
En
INICIATIVA DE CLASE creemos que es necesario levantar ya un amplio movimiento
en defensa de las libertades políticas, de expresión, reunión y manifestación y
de las garantías jurídicas que defienden a la persona; en definitiva, de las
libertades democráticas.
Estas
libertades, que inevitablemente deben ir unidas a las movilizaciones contra los
recortes y ajustes y la defensa de los derechos laborales y sociales, afectan
antes que a ningún otro colectivo a los derechos de la fracción más amplia de
nuestra sociedad, los trabajadores. Pero si los derechos y libertades de estos
sucumben, caerán fatalmente los de todos.
Por
este motivo, el imprescindible movimiento en defensa de las libertades requiere
de un actor principal; las organizaciones sindicales, políticas y sociales de
la clase trabajadora, como vanguardia de esa custodia de los valores
democráticos, pero apoyada por el más amplio espectro de colectivos sociales,
profesionales y de todo tipo interesados en fortalecer las ideas de progreso,
libertad, igualdad y justicia social.
e-mail:
iniciativadeclase2@gmail.com
Blog
de Iniciativa de Clase: http://iniciativadeclase.blogspot.com.es/ ALFON LIBERTAD
La vida de un joven de 21 años se consume entre los barrotes de una prisión. Alfonso Fernández salió de su casa el pasado 14 de noviembrepara ir junto a su novia a uno de los piquetes de su barrio, Vallekas. A escasos metros de su domicilio fueron detenidos y llevados directamente a la Brigada de información, donde sufrieron interminables interrogatorios extrajudiciales por parte de varios policías encapuchados que no pararon de amenazar, utilizando incluso posibles consecuencias contra su familia, novia y amigos con el fin de buscar información o una autoinculpación de un delito que no han cometido. Ambos son acusados de tenencia de explosivos, delito para el que el artículo 568 del Código Penal establece penas de 4 a 8 años. Al margen de las contradicciones y diferentes versiones policiales para demostrar que portaban algo que en realidad nunca llevaron encima, en el material explosivo que supuestamente les requisaron no han encontrado ni una sola huella de ninguno de los dos detenidos, como ratificó el propio fiscal ante el juez, y eso que fueron muchas y minuciosas las pruebas que realizaron. Tampoco encontraron nada que sostenga esta acusación en los registros a ambos domicilios, en los que la Brigada de Información, siempre encapuchados, volvió a atosigar a las familias, como si no tuvieran bastante con ver a sus hijos tratados como verdaderos terroristas.
Estas detenciones fueron utilizadas como excusa para registrar uno de los puntos de reunión de Bukaneros, grupo de seguidores del Rayo Vallecano al que solía acudir Alfon para animar al equipo de su barrio. Tampoco encontraron nada que pudiera argumentar la acusación de tenencia de explosivos, pero ya había logrado la Delegación del Gobierno criminalizar a un colectivo cuyas reivindicaciones sociales están alcanzando cada vez más notoriedad pública. Perfecto montaje para matar varios pájaros de un tiro.
Aún así, y pese a todas las evidencias de tratarse de un nuevo montaje policial, Alfon no sólo no es puesto en libertad (como su novia, a la espera de juicio), sino que tras presiones de instancias más altas el juez decide enviarlo a prisión preventiva. El propio fiscal reconoce que no existe riesgo de fuga, ya que el joven tiene arraigo familiar y cumple con las premisas para no poder ser aplicado el riesgo de fuga, pero entonces se sacan de la manga una supuesta ‘alarma social’, que no sólo es absolutamente falsa sino que también es ilegal, ya que no consta en la ley de enjuiciamiento criminal para aplicar la prisión preventiva, siendo el único detenido el 14-N en toda Europa en esta
situación.
Pero no sólo les basta con secuestrarlo, sino que a los pocos días le aplican el régimen FIES, que supone entre otras muchas cosas la intervención de todas las comunicaciones, incluidas las que tiene con familia y abogado, restricciones severas, hostigamientos… Una cárcel dentro de la cárcel, declarado ilegal no hace mucho y denunciado por numerosos organismos a nivel mundial. La escalada represiva va más allá, dedicándose la Brigada de Información a acudir a domicilios, a puestos de trabajos y a hacer seguimientos a varios amigos de Alfon por el simple hecho de haberle escrito a prisión.
La Audiencia ha rechazado el recurso contra la prisión preventiva, aceptando la ilegalidad de la ‘alarma social’ como principal motivo, pero inventándose ahora el de ‘riesgo de fuga’, el mismo que el propio fiscal reconoció no existir desde el principio. No solo existe montaje policial alimentado por intereses políticos, sino cobertura judicial para llevarlo a cabo.
Es muy fácil encarcelar y torturar a un joven de clase obrera, mientras políticos y empresarios corruptos gozan de total impunidad o mientras el estado indulta a miembros de las fuerzas de seguridad acusados de torturas.
Es por todo ello que familiares, amigos y compañeros de Alfon, así como todas las organizaciones y colectivos firmantes, exigimos su libertad inmediata y la absolución de todos los detenidos el 14-N.
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