17 de enero de 2012

A SARKO NO LE ALCANZA CON SER UN BUEN LIBERAL

Para Sarkozy, mantener vigente la triple A era una cuestión de principios fundamental y, ante la opinión pública, una prueba de que el camino que había elegido era el correcto. La agencia calificadora le retiró a Francia la prestigiosa nota.


Eduardo Febbro. Página12
Ser un buen alumno del sistema no garantiza la condescendencia de los inspectores de las recetas liberales. El presidente francés acaba de experimentar la amarga experiencia con la decisión de la agencia de calificación Standard & Poor’s de retirarle a Francia la prestigiosa nota de la triple A. Cuando faltan cien días para la primera vuelta de las elecciones presidenciales, donde Nicolas Sarkozy aspira a ser reelecto pese a un aluvión de sondeos poco favorables, el jefe del Estado recibe una severa sanción. El Ejecutivo se había preparado para ello desde octubre-noviembre del año pasado, cuando un ramo insistente de rumores y especulaciones adelantaban la decisión de la agencia de calificación. Pese a que se intentó restar trascendencia al hecho, perder la prestigiosa nota financiera de la triple A representa un golpe duro para un dirigente que aplicó al pie de la letra la receta liberal con los consiguientes beneficios que ello acarrea para los sectores privilegiados. Más ampliamente, el terremoto se hace extensivo a toda la Unión Europea, en particular a los 17 países de la Zona Euro, al tiempo que sanciona la política llevada a cabo por la canciller alemana Angela Merkel y el mismo Sarkozy para liderar el rescate de la Zona Euro. La degradación de Francia echa por tierra toda la imagen y la política de “héroes unidos” que Sarkozy y Merkel construyeron en torno de ellos, con el fin de aparecer como los timones de una Europa sin capitán y sin rumbo.

Uno de los capitanes perdió sus estrellas y, con él, son ya nueve los países de la Zona Euro que vieron su nota degradada por el gran gendarme calificador. Para Sarkozy, mantener vigente la triple A era una cuestión de principios fundamental y, ante la opinión pública, una prueba de que el camino que había elegido era el correcto. La apreciación que hacen los franceses del balance del mandato de Sarkozy no iba en ese sentido, pero el argumento de la triple A tenía un lugar destacado en la estrategia de comunicación del palacio presidencial. Casi cinco años después de haber sido elegido el balance que los franceses hacen de su mandato es muy adverso. Según la encuesta realizada por OpinionWay-Fiducial para el semanario Le Nouvel Observateur, siete de cada diez franceses (70 por ciento) piensan que su mandato fue negativo. 73 por ciento asegura que el presidente no fue fiel a sus promesas (sólo 19 por ciento cree que la crisis le impidió hacerlo) y 49 por ciento siente que bajo su mandato la democracia francesa se debilitó. La nota de aprobación más alta, 66 por ciento, la obtiene con respecto a su política de inmigración. Sarkozy protagonizó una presidencia tan agitada como contradictoria. Podía hablar como un socialdemócrata pero actuar como un liberal. En ese sentido, lo primero que hizo fue adoptar una política fiscal que lo hizo pasar de inmediato como el presidente de los ricos. Apenas electo, Sarkozy puso en práctica el “escudo fiscal” con el cual limitó el volumen de los impuestos que pagaban los ricos. En 2010 y al cabo de una batalla social que duró muchísimos meses y movilizó a millones y millones de personas, Sarkozy modificó el sistema de jubilaciones suprimiendo la jubilación a los 60 años, otra medida emblemática del socialismo francés vigente desde el mandado del difunto presidente socialista François Mitterrand (1981-1995). Luego, su Ejecutivo libró una batalla pragmática e ideológica contra las 35 horas de trabajo semanales, un principio adoptado por el último gobierno socialista (Lionel Jospin, 1997-2002) con la meta de luchar contra el desempleo. El credo ultraliberal instaurado por Sarkozy decía: “trabajar más para ganar más”. La gente trabajó más y ganó menos.

Paralelamente, al fin de su mandato y con un desempleo que sobrepasa los cuatro millones de desocupados (9,2 por ciento de la población activa), los liberales constatan su fracaso en la lucha contra el desempleo y se ven obligados a recuperar el principio socialista instaurado entre el ‘97 y 2002: “trabajar menos para que trabajen todos”. La acción de Sarkozy es juzgada tanto más negativa cuanto que su propio comportamiento de hombre veloz empañó su imagen y sus reformas. Para bien o para mal, Sarkozy movió muchas líneas en un país casi petrificado. El instituto Thomas More contabilizó 1300 medidas, de las cuales 490 corresponden a sus promesas electorales. Sarkozy fue electo como el hombre de las reformas. Sin embargo, casi al filo de las urnas, su balance es contrastado: las reformas fundamentales prometidas por Sarkozy no se llevaron del todo a cabo. A toda carrera, ahorcado por la crisis, limitado por sus propias contradicciones y por las disputas dentro de su propia mayoría, Sarkozy cambió radicalmente el sentido de su mandato: fue elegido para reformar, modernizar y hacer progresar el país. El balance oficial de cuatro años en el poder publicado el mayo pasado por la presidencia francesa habla de “proteger a los franceses”. El cambio es profundo.

No hay relato positivo de la presidencia de Sarkozy. La pérdida de la triple A viene a enturbiar un poco más la imagen de un dirigente al que sus propios aliados ideológicos le pusieron una mala nota. El presidente francés contó hasta último momento con la posibilidad de que Standard & Poor’s mantuviera a Francia en el pedestal. En noviembre pasado, un consejero presidencial dijo al vespertino Le Monde: “Si Nicolas Sarkozy pierde la triple A está muerto”. La sanción de la agencia de calificación norteamericana es triple: cae sobre Sarkozy, sobre Europa y sobre el futuro. El candidato socialista a la presidencia, François Hollande, estimó que con la nota de S&P “se está degradando una política”. El juicio vale también para sí mismo en caso de que salga electo. El ultra liberalismo de Nueva York no perdona ni concede. Hasta los que hacen bien los deberes se ven castigados.

BAN-KI-MOON ANTE SIRIA: PARCIALIDAD INACEPTABLE

La Jornada


En momentos en que se agrava la crisis política en Siria, ayer el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, el sudcoreano Ban Ki-moon, se dirigió desde Beirut al presidente de Siria, Bashar Assad, para exigirle que ponga fin a la violencia y deje de matar a sus compatriotas; la represión no conduce a ninguna parte. Tales palabras, lejos de contribuir a una solución de la circunstancia violenta en ese país árabe, la agravan, pues constituyen una abierta toma de partido del lado de las presiones occidentales para propiciar un cambio de régimen en Damasco y socavan la autoridad moral del principal organismo multilateral del planeta.

Independientemente de la génesis y el desarrollo de las confrontaciones entre el gobierno del partido Baaz y la oposición siria, es claro que ésta ha dado lugar a una intromisión cada vez más abierta y descarada en los asuntos internos de Siria, y que Washington y Bruselas están a la espera de un pretexto, así sea endeble e inverosímil, para emprender allí una incursión militar semejante a la que organizaron en Libia, a fin de imponer autoridades dóciles.

Se trata de un juego peligroso y de perspectivas necesariamente inciertas, como ya deberían haber aprendido los gobiernos occidentales de las experiencias iraquí, egipcia y libia, por cuanto la destrucción de los regímenes autoritarios, pero seculares, en esos países, ha dado impulso a grupos fundamentalistas que a la larga resultarán ser mucho más antioccidentales que las autoridades depuestas.

Por otra parte, la hipocresía y la doble moral del intervencionismo en curso contra Siria resultan patentes. “Debemos borrar (…) la idea peligrosa de que la seguridad es de alguna manera más importante que los derechos humanos” es una frase que el secretario general de la ONU habría debido dirigir antes a Washington que a Damasco.

Resulta hasta irónico que el emir de Qatar, representante de una de las satrapías petroleras del golfo Pérsico, promueva ahora la idea de enviar tropas a Siria; si hubiera coherencia en su propuesta tendría que enviarlas también al vecino Bahrein, donde las revueltas populares y la represión de ellas por la monarquía local ha generado una manifiesta ingobernabilidad. La diferencia principal entre Bahrein y Siria es que el primero es base de la Quinta Flota estadounidense y que Occidente, en vez de alentar y azuzar las protestas –como ha hecho en Damasco–, ha respaldado al régimen del rey Hamad.

Desde luego, la creciente violencia que enfrenta al régimen de Assad y diversas organizaciones opositoras es preocupante e indeseable; la situación parece desembocar en una guerra civil incontrolable. Pero una parte significativa de la responsabilidad por esa perspectiva recae en la abierta injerencia de Estados Unidos y Europa occidental, obsesionados por construir en Medio Oriente un escenario en el que el Estado israelí pueda actuar sin ningún contrapeso. Por si no fuera suficiente con la inestabilidad siria, tal injerencia agrega un factor de desestabilización regional al cual contribuye ahora, de manera lamentable, el secretario general de la ONU.

16 de enero de 2012

ANIVERSARIO DEL ASESINATO DE ROSA LUXEMBURGO Y KARL LIEBKNECHT

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:

Sentido y hermoso el texto de David Arribalí en la revista del PCE, “Mundo Obrero” y reproducido por rebelión.org. Hubiera sido deseable para acabar este artículo sin mancha que no hubiera hecho un paralelismo entre la expresión “Socialismo o barbarie” de nuestra querida Rosa Luxemburgo y la de “Otro mundo es posible” de los altermunidistas.

Ellos, Rosa y Karl, nunca debieron nada a los financistas de capitalismos de “rostro humano” ni a quienes lo proclaman, ni murió asesinada por orden de una socialdemocracia claudicante durante la aplastada revolución espartaquista para lograr un camino hacia la mitad de la nada.

El grito de Rosa “Socialismo o barbarie” era mucho más radical; justo la radicalidad de proyecto para derrocar al capitalismo que ahora necesitamos. Es ese el camino a seguir y no el de ninguna proclama posibilista del tipo de los diseñados por la multinacional de franquicias indignadas en su proyecto de “revoluciones de colores”.

Seguiréis en nuestra memoria para siempre, camaradas Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. Vuestro ejemplo de revolucionarios insobornables marcará nuestro camino.


"Aniversario del asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht"

David Arribalí. Mundo Obrero

Hace 93 años, la noche del 15 de enero de 1919, en Berlín, fue detenida Rosa Luxemburgo: una mujer indefensa con cabellos grises, demacrada y exhausta. Una mujer mayor, que aparentaba mucho más de los 48 años que tenía.

Uno de los soldados que la rodeaban, le obligó a seguir a empujones, y la multitud burlona y llena de odio que se agolpaba en el vestíbulo del Hotel Eden le saludó con insultos. Ella alzó su frente ante la multitud y miró a los soldados y a los huéspedes del hotel que se mofaban de ella con sus ojos negros y orgullosos. Y aquellos hombres en sus uniformes desiguales, soldados de la nueva unidad de las tropas de asalto, se sintieron ofendidos por la mirada desdeñosa y casi compasiva de Rosa Luxemburgo, “la rosa roja”, “la judía”.

Le insultaron: “Rosita, ahí viene la vieja puta”. Ellos odiaban todo lo que esta mujer había representado en Alemania durante dos décadas: la firme creencia en la idea del socialismo, el feminismo, el antimilitarismo y la oposición a la guerra, que ellos habían perdido en noviembre de 1918. En los días previos los soldados habían aplastado el levantamiento de trabajadores en Berlín. Ahora ellos eran los amos. Y Rosa les había desafiado en su último artículo:

“'¡El Orden reina en Berlín!’ ¡Estúpidos secuaces! Vuestro ‘Orden’ está construido en arena. Mañana la revolución se “alzará ella misma con un estruendo” y anunciará con una fanfarria, para vuestro terror: ¡YO FUI, YO SOY, YO SERÉ!

La empujaron y golpearon. Rosa se levantó. Para entonces casi habían alcanzado la puerta trasera del hotel. Fuera esperaba un coche lleno de soldados, quienes, según le habían comunicado, la conducirían a la prisión. Pero uno de los soldados se fue hacia ella levantando su arma y le golpeó en la cabeza con la culata. Ella cayó al suelo. El soldado le propinó un segundo golpe en la sien. El hombre se llamaba Runge. El rostro de Rosa Luxemburgo chorreaba sangre. Runge obedecía órdenes cuando golpeó a Rosa Luxemburgo. Poco antes él había derribado a Karl Liebknecht con la culata de su fusil. También a él le habían arrastrado por el vestíbulo del Hotel Eden.

Los soldados levantaron el cuerpo de Rosa. La sangre brotaba de su boca y nariz. La llevaron al vehículo. Sentaron a Rosa entre los dos soldados en el asiento de atrás. Hacía poco que el coche había arrancado cuando le dispararon un tiro a quemarropa. Se pudo escuchar en el hotel.

La noche del 15 de enero de 1919 los hombres del cuerpo de asalto asesinaron a Rosa Luxemburgo. Arrojaron su cadáver desde un puente al canal. Al día siguiente todo Berlín sabía ya que la mujer que en los últimos veinte años había desafiado a todos los poderosos y que había cautivado a los asistentes de innumerables asambleas, estaba muerta. Mientras se buscaba su cadáver, un Bertold Brecht de 21 años escribía:

“La Rosa roja ahora también ha desaparecido.

Dónde se encuentra es desconocido.

Porque ella a los pobres la verdad ha dicho.

Los ricos del mundo la han extinguido”.


Pocos meses después, el 31 de mayo, se encontró el cuerpo de una mujer junto a una esclusa del canal. Se podía reconocer los guantes de Rosa Luxemburgo, parte de su vestido, un pendiente de oro. Pero la cara era irreconocible, ya que el cuerpo hacía tiempo que estaba podrido. Fue identificada y se le enterró el 13 de junio.

En el año 1962, 43 años después de su muerte, el Gobierno Federal alemán declaró que su asesinato había sido una “ejecución acorde con la ley marcial”. Hace sólo doce años que una investigación oficial concluyó que las tropas de asalto, que habían recibido órdenes y dinero de los gobernantes socialdemócratas, fueron los autores materiales de su muerte y la de Karl Liebknecht. Rosa Luxemburgo fue asesinada por las tropas de asalto al servicio de la socialdemocracia. Junto a ella murió su camarada Karl Liebknecht. Había nacido el 5 de marzo de 1871. Mucha gente sigue la tradición de la Alemania oriental de asistir a la manifestación para recordarla, su respeto lo demuestran depositando claveles rojos en el monumento dedicado a la «Rosa Roja» y a los socialistas y comunistas que trabajaron por un mundo mejor.”Qué extraordinario es el tiempo que vivimos”, escribía Rosa Luxemburgo en 1906. “Extraordinario tiempo que propone problemas enormes y espolea el pensamiento, que suscita la crítica, la ironía y la profundidad, que estimula las pasiones y, ante todo, un tiempo fructífero, preñado”. Rosa Luxemburgo vivió y murió en un tiempo de transición, como el nuestro, en el que un mundo viejo se hundía y otro surgía de los escombros de la guerra.

Sus compañeros intentaron construir el socialismo, sus asesinos y enemigos ayudaron a Adolf Hitler a subir al poder. Hoy, cuando el capitalismo demuestra una vez más que la guerra no es un accidente, sino una parte irrenunciable de su estrategia. Cuando los partidos y organizaciones “tradicionales” se ven en la obligación de cuestionar sus formas de actuar ante el abandono de las masas. Cuando la izquierda transformadora aboga exclusivamente por el parlamentarismo como vía para el cambio social. Cuando nos encontramos ante una enorme crisis del modelo de democracia representativa y los argumentos políticos se reducen al “voto útil”. Hoy, decimos, Rosa Luxemburgo se convierte en referente indispensable en los grandes debates de la izquierda. No es sino su voz la que se escucha bajo el lema, aparentemente novedoso: “Otro mundo es posible”. Ella lo formuló con un poco más de urgencia: “Socialismo o barbarie”. Su pensamiento, su compromiso y su desbordante humanidad nos sirven de referencia en nuestra lucha para que este nuevo siglo no sea también el de la barbarie.”

13 de enero de 2012

CONTRA KEYNES Y LOS KEYNESIANOS

Por Marat

(¿Por qué no me afilio al Partido Laborista?) "En primer lugar, es un partido de clase, y de una clase que no es la mía. Si yo he de defender intereses parciales, defenderé los míos. Cuando llegue la lucha de clases como tal, mi patriotismo local y mi patriotismo personal estarán con mis afines. Yo puedo estar influido por lo que estimo que es justicia y buen sentido, pero la lucha de clases me encontrará del lado de la burguesía educada". (John Maynard Keynes. De su conferencia “¿Soy un liberal?” recogida en “Ensayos en persuasión”, 1925).

(Tras su viaje a la URSS en 1925) “¿Cómo puedo adoptar un credo que, prefiriendo el barro a los peces, exalta al proletariado grosero por encima de la burguesía y la intelectualidad que, sean cuales sean su defectos, representan la calidad de vida y sin duda la semilla de todo progreso humano?”. (John Maynard Keynes, “Una visión corta de Rusia”, 1925)

Keynes no era laborista y mucho menos comunista. Esto es algo que saben todos aquellos a los que la crisis capitalista ha sometido a un curso intensivo y acelerado de economía. Excepto, según parece, las “izquierdas sistémicas” (1) que lo revindican día sí y día también, recitan fervorosamente el nombre de los apóstoles keynesianos, postkeynesianos, neokeynesianos–Krugman, Stiglitz, Bernanke, Minsky,...-, inspirados en tan docto credo, programas y alternativas para la salvación del sistema económico.

La salvación y supervivencia del sistema capitalista; ésta y no otra fue la motivación de Keynes al elaborar sus teorías económicas. Ésta y no otra es la intención de sus renombrados discípulos actuales.

La política contracíclica keynesiana, experimentada por primera vez como terapia contra la Gran Depresión del 29, ejecutada en el New Deal de Roosevelt, aplicada como doctrina fundante del Nuevo Orden Económico Internacional surgido en Breton Woods tras la II G.M. y en vigor hasta el asalto a los Estados iniciado por Tatcher y Reagan, se sustenta en 4 pilares básicos:

a) La centralidad del consumo o demanda y su mantenimiento o incremento que, junto con la inversión productiva, será la base que potenciará el crecimiento y el pleno empleo.
b) Una política monetaria que organice el flujo de inversiones y que se concreta en situaciones de crisis y recesión en bajos tipos de interés que permitan un más fácil acceso al crédito y, en consecuencia, a la inversión.
c) En ausencia de inversión privada suficiente es el Estado el que debe adoptar un papel de inversor. Este planteamiento no tiene nada de soviético. Para Keynes el protagonismo de la inversión debe corresponder siempre al sector privado y el Estado debe de intervenir sólo cuando es necesario por falta de entusiasmo inversor de los capitalistas ante una situación de crisis económica. Cuando la actividad privada se recupere el Estado debe retirarse. En este punto las diferencias entre un sector de los liberales actuales y el keynesianismo es difícil de detectar. No en vano Keynes era miembro del Partido Liberal británico, algo que muchos de quienes lo exaltan sin conocerle apenas seguramente desconocerán.
d) Y muy importante dentro del esquema teórico de intervención contracíclica propuesto por Keynes: la necesidad de regulación del sistema financiero para evitar que éste se vuelva disfuncional al sistema económico.

Pero resulta que el recetario keynesiano no funciona en la actual crisis capitalista ¿Por qué digo esto? Vayamos a cada uno de los puntos anteriores para comprobar lo que acabo de afirmar:
1) En primer lugar esta crisis capitalista no es de subconsumo sino fundamentalmente de sobreproducción, aunque tiene componentes inversores ligados a la especulación financiera.
Desde 1970 hasta finales de los años 90 la producción mundial de bienes y servicios (PIB mundial) se ha disparado, aunque con comportamientos irregulares de subidas y descensos, con una marcada caída en 2009, año en el que la crisis sistémica se expresó con todo su impacto.
Basten los gráficos de la producción industrial y de servicios en España y en la zona euro de 1996 a 2011 que presentamos a continuación para constatar cómo la situación de sobreproducción y, en consecuencia, de sobreoferta se va volviendo insostenible al aproximarse la primera década del nuevo milenio y de forma más acentuada una vez iniciada la actual crisis sistémica del capitalismo

Producción de la industria manufacturera















Producción en los servicios













Sectores como el del automóvil o construcción de viviendas (con 6 millones de pisos vacíos en España) son sólo una muestra de una capacidad de producción y, en consecuencia, de oferta muy por encima de las necesidades reales en unos casos y de la capacidad de absorción por la demanda en general.

Paradójicamente, la evolución de los salarios ha sido desde bastantes años antes de la crisis decreciente en términos relativos (en relación a su capacidad adquisitiva) (2) y en términos absolutos a partir del estallido de la crisis, tanto en los países más desarrollados como en la mayoría de los emergentes.

Entonces, ¿cómo es posible que se mantuviera una sobreproducción capitalista durante los períodos expansivos previos y posteriores a los ciclos de crisis?
Les responderé con otra pregunta a su vez. ¿Se han preguntado ustedes alguna vez cuando se produjo la gran eclosión de las tarjetas de crédito? Fue en 1970, justo tres años antes de la primera de las grandes crisis capitalistas tras el crack del 29. Tras la crisis del 73 ya nada volvería a ser igual para los ciclos capitalistas de expansión y contracción. Recomiendo en relación a esta cuestión la lectura de interesantísimo articulo, que ya tiene algún tiempo, de Jorge Beinstein, La crisis en la era senil del capitalismo. Esperando inútilmente al quinto Kondratieff” (3).

En estos 40 años de alternancia sucesivamente acelerada de crisis y crecimientos del capitalismo el consumo a crédito, bien sea mediante las populares tarjetas VISA, MASTERCARD, AMERICAN EXPRESS u otras, o a través de los préstamos personales bancarios, ha sido el modo de intentar mantener una demanda que de modo natural se hubiera situado por debajo de las capacidades de producción del sistema capitalista, dado el descenso paulatino de la capacidad adquisitiva de los salarios.

Conforme los salarios descendían y los precios de los productos y servicios se iban encareciendo la vida a crédito se fue convirtiendo en la forma habitual de pago entre amplios sectores de las clases trabajadoras y medias. Ello hasta el punto de que el crédito “revolving” (el más caro, con intereses que oscilan entre el 10 y 24%) se fue implantando entre sectores con dificultad de acceso a los créditos normales por riesgos de insolvencia, las clases trabajadoras con menor capacidad económica.

Todo este tinglado de sobreproducción con consumo sobreinducido se mantuvo hasta que la burbuja pinchó por su punto más débil: las hipotecas subprime. Y el tinglado acabó viniéndose abajo y la sobreproducción devino crisis de producción.

2) En la mayoría de los países centrales del capitalismo en crisis los créditos ya son muy bajos y en algunos rondan el 0% de interés, con lo que difícilmente habría margen de maniobra para el crédito a la inversión productiva; ello en un contexto en el que la oferta difícilmente podría encontrar una favorable acogida en un mercado con decreciente capacidad de demanda.

3) En cuanto al papel de inversor para estimular la economía, lo cierto es que las políticas liberales han hecho caso omiso de sus principios para comportarse como keynesianos un tanto peculiares: salvataje del sistema financiero, ayudas a la industria del automóvil, préstamos a fondo perdido a sectores energéticos estratégicos (eléctricas,...), etc. La administración Obama ha sido más puramente keynesiana en algunos casos, emprendiendo importantes proyectos de obra pública con la modernización de su vetusto sistema de carreteras, y practicando un keynesianismo perverso en el resto: inyectar dinero en sectores económicos clave para salvarlos pero sin control estatal.

El problema es que ese papel inversor de los Estados no ha ido destinado a incentivar la economía y el consumo sino a salvar sectores clave en la misma: los bancos en un sistema financiero que prefiere prestarle dinero a los Estados con las ayudas obtenidas de estos, en lugar de realizar su actividad natural, el préstamo a particulares y empresas.

Cuando los Krugman, los Bernake o los Stigliz piden más intervención del Estado en la economía real del sistema parecen no entender que la economía real es esto: un sector financiero que atiende a su propia esencia de ser, la usura -y no hay usura más lucrativa que la que pueda practicarse a los Estados- y sectores productivos industriales del todavía primer mundo que están siendo barridos por la oferta de países emergentes con mano de obra más barata y masiva y a los que los Estados sólo pueden darles oxígeno para prolongar lentamente su agonía si no quieren comportarse como liberales puros y dejarlos morir.

Por otro lado, las propias transnacionales crearon las crisis de sus empresas en los países centrales del capitalismo al deslocalizar la producción hacia el Tercer Mundo y los países emergentes, despidiendo a cientos de miles de trabajadores y contribuyendo a una menor capacidad de consumo de los productos que anteriormente fabricaban en aquellos países. Y eso es algo que difícilmente podrán parar las políticas keynesianas de incentivación de la inversión porque no harían otra cosa que alimentar a la bestia del chantaje de las transnacionales hacia los trabajadores de los países centrales del capitalismo que exigirán nuevas condiciones salariales y de trabajo más y más lesivas para sus empleados. Salvo que la intervención del Estado en la economía fuese definitiva –mediante la nacionalización de sectores estratégicos- y no transitoria y durante el período de la crisis capitalista pero eso es algo de lo que los keynesianos –liberales moderados- no quieren ni oír hablar. ¡Apartad de nosotros la tentación bolchevique!, gritan a coro.

4) El último punto, el relativo a la regulación del sistema financiero indica hasta qué punto los keynesianos han dejado de comprender el mundo en el que viven.

La estructura financiera y monetaria de Bretón Woods, en gran medida creada a imagen y semejanza de las teorías económicas de Keynes, ha sido demolido por la globalización del mercado financiero mundial y su desregulación, iniciada a partir de Nixon (fin del respaldo del dólar en el oro) y acelerada desde la época de Tatcher y Regan (consulten información sobre el Consenso de Washington): la desaparición de los tipos de cambio fijo, la ruptura de la paridad oro-dólar, la inestabilidad internacional de las tasas de interés, el creciente desarrollo de las operaciones bancarias fuera de balance, la privatización de las agencias de calificación de riesgo, participadas por grandes entidades de inversión, la creciente concentración de los mercados financieros en muy pocos intermediarios que mueven ingentes cantidades de dinero en muy poco tiempo, atacando a economías nacionales grandes y pequeñas a través de gigantescos conglomerados financieros, la opacidad del sistema financiero y bancario internacional con sus intocables paraísos fiscales, la excesiva titulación de la deuda a través de mercados secundarios, el abuso de instrumentos derivados, la desaparición de las fronteras entre banca de depósito y banca de inversión (donde existía previamente),...así lo evidencian.

El nuevo mundo liberal a escala global mundial ha dejado sin resortes de intervención a los Estados. Las sucesivas cumbres del G-20 y de Presidentes de la UE y su parálisis en la toma de decisiones así lo evidencian.

A estas alturas seguir sosteniendo el argumento de la falta de voluntad política de los gobernantes para intervenir sobre los mercados es una falacia estúpida propia de ignorantes y oportunistas políticos que tratan de esconder el hecho de que los políticos profesionales, como casta con unos intereses de permanencia en la dirección del sistema político, se están garantizando con su inacción el pase a la reserva, desplazados por los chicos del maletín de Goldman Sachs, Monti y Papadopoulus ahora, y mañana de cualquier otro “gestor” financiero de los globalistas del Nuevo Orden Internacional (NOW). Los suicidios políticos individuales pueden darse pero los colectivos no.

Los keynesianos tienen otros problemas añadidos a su dificultad para comprender el mundo de la globalización capitalista y financiera mundial configurado tras el fin de Bretton Woods.

Un primer problema nace de su visión aristocratizante y elitista de la economía, la política y la vida en general. Pretenden que en el momento actual el Estado y los políticos vuelvan a intervenir sobre la economía, impulsándola y, sobre todo, regulando su actividad pero no son capaces de decirnos de dónde saldrá esa fuerza conativa de los Estados sobre las formidables fuerzas económicas mundiales que concentran mucha mayor liquidez de dinero que el conjunto de los gobiernos del mundo. Quisieran que esa intervención política se produjese pero no son capaces de admitir que sin la entrada en escena masiva de las masas trabajadoras como fuerza de choque contra el capitalismo desbocado es imposible porque sólo ellas pueden tanto mover como parar el mundo. Pero eso podría ser peligroso para la estabilidad de un sistema que se basa en el pacto social; pacto social que estimuló el propio keynesianismo.

Prefieren entrar por la puerta de atrás y apelar al ciudadano, desde su énfasis en el consumo dentro de su modelo teórico. Es menos connotador de la posibilidad de la lucha de clases que la apelación a la presión por parte de los trabajadores. Roosevelt fue más inteligente que ellos y en USA se alió parcialmente con los sindicatos, a través de la Warner Act, para hacer presión sobre las grandes corporaciones. Pero eso fue en USA donde la tradición izquierdista de los sindicatos era más limitada. A pesar de ello los keynesianos actuales han aprendido bien la lección de cómo la crisis del 29 activó la combatividad de las izquierdas y los sindicatos, aunque no llegara toda la sangre del capitalismo al río, y no quieren correr el riesgo de que ahora ocurra.

Una segunda fuente de los problemas teórico-prácticos de los keynesianos radica en que obvian que el daño hecho por el capitalismo al que pretenden volver a regular es tan grande que para llevar a cabo una intervención suficientemente eficaz sobre la economía ésta ha de ser tan profunda, radical y audaz que desbordaría con mucho la legitimidad de las constituciones burguesas, tan respetuosas con la iniciativa privada, la libertad de empresa y la propiedad privada. ¿Se atreverían los señores keynesianos a apostar por un modelo de planificación económica de capitalismo de Estado tan avanzado como el que fue en su día el de la Francia de de Gaulle? Esperen, no me contesten. NO. Señores keynesianos, sus medias tintas en economía son tan pudorosas ante esta crisis como una cataplasma en el cuerpo de un enfermo terminal de cáncer.

Otra de sus hipótesis fallidas estriba en no comprender que los Estados se han quedado sin resortes legales para domeñar a un capitalismo que actúa contra ellos trasladándoles sus deudas, una vez rescatado, temporalmente, de su crisis financiera. Cualquier intento de controlar al capitalismo deberá ser por la fuerza.

Hay que añadir a todo lo anterior que los keynesianos no entienden que su llamada a que los principales gobiernos del mundo intervengan globalmente para regular el capitalismo desbridado va directamente contra su creciente tendencia a actuar bajo la doctrina Sinatra “My Way”.

La desconfianza entre gobiernos de países miembros de la zona euro (países más ricos frente a los PIIGS), de los miembros de la zona euro con los que no lo son dentro de la UE (Gran Bretaña frente a Alemania y Francia), de Europa frente a USA, de USA frente a China, de USA y Europa frente a los BRIC y otros países emergentes,...pronto se irá materializando en políticas crecientemente proteccionistas de unas áreas geográficas económicas frente a otras e incluso de unos países pertenecientes a dichas áreas frente a otros socios de las mismas. Las tensiones dentro de la UE y de las cumbres del G-20 son evidencias que así lo señalan. No parece esa la tendencia que marque un creciente clima de cooperación necesario para establecer acuerdos que supongan el renacimiento de un Bretton Woods II.

Cuando la amenaza de la crisis avanza en forma de efecto dominó sobre el conjunto de las economías nacionales del planeta y los gobernantes constatan que no parece haber antídoto conocido contra la pandemia, lo que se impone entre ellos es un conjunto de reacciones que integran el más variado abanico de comportamientos: pánico (de momento aún controlado), cautela excesiva, medidas desesperadas, improvisación, inmovilidad, confusión, enfrentamiento del todos contra todos,...Por más que se empeñen los keynesianos, la salida que escoge el capitalismo y sus gobiernos vuelve a ser de nuevo, como en la Gran Depresión, el conflicto y, posiblemente a corto-medio plazo, la guerra.

Ignoro si alguna de estas reflexiones pasó por la cabeza del señor Paul Krugman cuando trabajaba en Enron, la empresa energética que defraudó a USA mediante la creatividad contable de su ingeniería financiera, auténtico paradigma de las consecuencias de la desregulación, o al señor Ben Bernanke, neokeynesiano nombrado por George W. Bush (el hijo tonto del primer Bush que ocupó la Casa Blanca) Presidente de la Reserva Federal USA (FED); la misma FED que ha impulsado la liberalización del mundo bancario y de ese modo ha querido destruir el sistema bancario europeo (4) y el mismo señor Bernanke que fue acusado de falta de transparencia en su actuación como presidente de la FED y de presionar al “Bank of America Corp. –para que- completara la compra de Merrill Lynch” (5), comportándose él mismo como un lobbysta. Desconozco también si el señor Joseph Stiglitz ex vicepresidente y ex economista jefe del Banco Mundial, brazo bancario del FMI, y participante el pasado verano “indignado” en el I Foro del M 15-M, habrá pensado en cuestiones similares a las que señalo.

Sinceramente tengo la impresión de que los economistas keynesianos, neokeynesianos, postkeynesianos y toda la larga taxonomía de estos liberales moderados, no lejanos a la tradición de Stuart Mill, mantienen con los llamados neoliberales, los monetaristas y los seguidores de la escuela austriaca (anarcocapitalistas incluidos), muchos de ellos no lejanos al pensamiento de David Ricardo, una pelea amañada de antemano. Una pugna entre liberales moderados y radicales pero liberales, al fin y a la postre.

Ellos, los keynesianos, se han agarrado un berrinche descomunal al ser desplazados de sus espacios de poder –los que van más allá del ámbito académico- en las instituciones financieras, bancarias, organismos internacionales y, en general, cercanos tanto al poder económico como a los gobiernos, a los que rondan cantando bajo su ventana, en la espera de que estos comprendan, antes de que sobrevenga el desastre definitivo, que ellos son la última trinchera de defensa del sistema capitalista.

Olvidan que aquellos marxistas que no nos escondemos tras ninguna escuela económica enemiga de la lucha de clases vemos en la crisis sistémica actual del capitalismo la oportunidad para deshacernos no sólo del llamado neoliberalismo, que es la vuelta al liberalismo decimonónico y a lo que él representa para los trabajadores, sino directamente del capitalismo y de todas las tribus de economistas liberales que lo defienden, incluidos los keynesianos.


Si este es el retrato real de los keynesianos. ¿a qué juegan aquellas izquierdas que los reivindican?
Para entender esta cuestión cabría volver a la expresión “izquierdas sistémicas” que hice al principio del artículo y que definí en la nota (1) del mismo. Para acompañar esta categorización nada mejor que la distinción entre las izquierdas que hacía el tristemente desaparecido marxista Adolfo Sánchez Vázquez y que reproducía el miembro del PRD Adolfo Gilly en un artículo recientemente publicado (6). Decía así Sánchez Vázquez en relación con las izquierdas:

“Izquierda puede ser un término equívoco. Me parece preferible usarlo en plural: no la izquierda sino las izquierdas. Tendríamos así al menos cuatro izquierdas: una izquierda democrática, liberal, burguesa, connatural al sistema capitalista; una izquierda socialdemócrata, que quiere mejorar las condiciones sociales dentro de los marcos de ese mismo sistema; una izquierda social, que es crítica del capitalismo pero no le ve una alternativa, representada sobre todo por los movimientos sociales (el movimiento antiglobalización está dominado claramente por los keynesianos, como lo prueba su línea claramente reformista: el texto entre paréntesis es mío); y una izquierda socialista, opuesta al capitalismo, que propone una nueva organización de la sociedad.”

Actualmente la izquierda socialiberal, de abandonada matriz socialdemócrata, los excomunistas (pueden llevar el nombre comunista en su denominación) que abandonaron el marxismo, aunque periódicamente lo reivindican para satisfacer a una parte de sus bases situadas a la izquierda de la organización, y buena parte de la autodenominada “izquierda radical” –la de militancia social movimientista- recita los últimos gorgoritos del día de los Krugman, los Stiglitz,... y de sus respectivos delegados nacionales. El lector de cada país podrá poner el nombre que corresponda a esos discípulos de Keynes que pululan alrededor de las izquierdas sistémicas y dentro de ellas y que marcan sus partituras económicas y las letras musicales que ensalzan las leyes reveladas del maestro británico.


Las izquierdas keynesianas, muy mayoritarias en el conjunto de lo que culturalmente llamamos izquierdas, abogan por soluciones económicas de este tipo como alternativa a la crisis del capitalismo, aún a sabiendas de que no son viables al hacerlas imposibles la globalización, la ausencia de resortes reguladores de intervención y la carencia de poder de las instituciones políticas, porque si abandonaran a Keynes y a su apóstoles tendrían que asumir que la única posición coherente es lo que Marx nos recuerda de nuevo: la necesidad de una revolución socialista, hoy a escala mundial porque mundial es la crisis capitalista y es necesario oponer una fuerza tan poderosa como la formidable que aún mantiene el capital. Pero eso les obligaría a una autocrítica sobre la trayectoria que han seguido hasta ahora: unos social-liberales, otros reformistas, otros meros radicales coordinadores de movimientos antiglobalización en los que la Iglesia Católica, los movimientos tipo ATTAC y los que pretenden otra globalización “más justa” son la fuerza determinante.

Para las “izquierdas sistémicas” el keynesianismo es una cómoda parada a la espera de que la crisis capitalista escampe porque no creen que sea posible la revolución social y, probablemente, ni siquiera la deseen.

Esto explica la obsesiva y sistemática declaración de antineoliberalismo por una parte de esas izquierdas, sin aludir al capitalismo, como si lo que llaman neoliberalismo no fuera una de las muchas estrategias del capitalismo y una declaración de anticapitalismo vacía, por otro sector de las “izquierdas sistémicas” que, cuando se concreta en su programa económico, es puro destilado Keynes.

En su fuero interno aún confían en que sea posible una fase de recuperación económica mediante una etapa expansiva que permita abrir un ciclo de luchas reformistas y salariales que permita recuperar el nivel de vida perdido por los trabajadores y la restitución de un Estado del Bienestar que, en realidad, ha muerto para siempre.

Las izquierdas, si lo son, no necesitan en el momento actual presentar un programa económico de gestión de la crisis capitalista, que no podrán llevar a cabo porque la fuerza ya no está en las instituciones políticas, sino empezar a tomar en cuenta las palabras de la Secretaria General del Partido Comunista Griego (KKE), Aleka Papariga, seguramente uno de los que mejor está entendiendo la esencia real de la situación actual:
“Cuando decimos al pueblo que el sistema capitalista –refiriéndonos al sistema capitalista de Europa que ha cumplido todo su ciclo– hoy objetivamente no puede dar soluciones, que ha dado todo lo que podía dar, esto significa que no esperen que el KKE participe en el sistema político burgués, en un gobierno de gestión de un sistema que no puede dar nada.” (Entonces habla del derrocamiento del sistema, sugiere el periodista que la entrevista) “Por supuesto” (7)

Ignoran que cuando renuncian a preparar la revolución social, que cuando se centran en la demanda de reedición de un nuevo pacto social, que cuando emiten un discurso dirigido a las clases medias y el “ciudadanismo”, olvidando que los capitalistas han planteado una lucha de clases que nos lleva a la situación de la clase obrera en la Inglaterra de Engels, están abonando el terreno a cualquier salida progresista a la crisis, incluso reformista, porque han negado toda fuerza transformadora a un proyecto emancipador de los trabajadores. Y las banderas que no se levanten desde una izquierda revolucionaria se acabarán izando desde el color negro o pardo de los demagogos y oportunistas que agitarán un populismo reaccionario que ya no irá contra el capital, aunque lo haga nominalmente, sino contra aquellos sectores a los que sea posible satanizar –inmigrantes, minorías étnicas, mujeres, pobres y excluidos,...-para expresar una rabia colectiva que suelte presión a una olla que acabará por explotar.





NOTAS:
(1) En varios artículos he empleado la expresión “izquierdas sistémicas”. Hora es de que defina, siquiera provisionalmente y como primera aproximación al concepto, la misma.
Por “izquierdas sistémicas” entiendo aquellas cuyas identidades de origen se vieron metabolizadas por el pacto social tácito o expreso que establecieron con el poder económico y político en el proceso de creación y asentamiento de los Estados del Bienestar en los países centrales del capitalismo.
El desarrollo del Estado del Bienestar, a cuya edificación contribuyó el modelo keynesiano de estímulo a los mercados desde el Estado, exigía a cambio una paz social en lo sindical y político, paz social que fue garantizada por la socialdemocracia primero, buena parte de los partidos comunistas (fundamentalmente los de estrategia eurocomunista) después y, como última aportación desde finales de los años 90 del pasado siglo, de buena parte de la autodenominada “izquierda radical”.
De este modo, lo que en origen fue una izquierda de matriz marxista o influida por el marxismo, en mayor o menor medida, pasó lenta pero inexorablemente a integrar el keynesianismo como variante económica e ideológica de lo que Bernstein y otros reformistas habían postulado con anterioridad: que en el desarrollo del sistema capitalista la lucha pacífica de los trabajadores iría posibilitando la transición hacia el socialismo, ahora por la vía del bienestar. Lo cierto es que Keynes jamás pretendió el socialismo ni nada que se le pareciera sino la consecución de toda la potencialidad del capitalismo.
Pero el derribo y muerte del Estado del Bienestar a manos de un capitalismo globalizado que no necesita ni quiere un pacto social porque sabe que no tiene nada que temer de unas agónicas “izquierdas sistémicas” ha dado la puntilla definitiva a dichas teorizaciones y a las estrategias de mera acomodamiento al capitalismo de aquellas.
Es previsible que las “izquierdas sistémicas” desaparezcan con el propio Estado del Bienestar.

(2) http://dwt.oit.or.cr/images/stories/boletines/B4_informeMundialdeSalarios.pdf Datos oficiales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
(3) http://www.espai-marx.net/ca?id=1091
(4) Entrevista al economista Marcello De Cecco: “La FED debilitó nuestro sistema”: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-185275-2012-01-12.html
(5) http://online.wsj.com/article/SB124597417288857355.html#mod=2_1362_leftbox
(6) http://www.jornada.unam.mx/2012/01/02/opinion/013a2pol
(7) http://es.kke.gr/news/news2012/2012-01-05-sinentefxi-aleka/





12 de enero de 2012

"LA FED DEBILITÓ NUESTRO SISTEMA"

El economista italiano Marcello De Cecco analiza la crisis europea. El profesor de la Universidad Luiss de Roma señala que la Reserva Federal “impulsó la liberalización del mundo bancario y de ese modo quiso destruir el sistema bancario europeo”. Afirma que los bancos centrales ya no dominan el dinero.

Elena Llorente. Página12

La llamada moneda bancaria –es decir no tangible porque está hecha de transacciones– se ha convertido en preponderante hoy en el mundo y es ella, y los bancos que las manejan, los que imponen las reglas, según el economista Marcello De Cecco, profesor de la Universidad Luiss de Roma. Hablando con un grupo de periodistas de la Asociación de la Prensa Extranjera de Roma sobre el problema de la crisis del euro y de Europa en general, De Cecco explicó que “estamos en crisis porque hasta un cierto punto ese dinero no fue más controlable por los bancos centrales de cada país”.

Muchas de las reglas financieras hoy imperantes en el mundo han sido inventadas por Estados Unidos o, si se quiere, por el mundo anglosajón, añadió. “La Reserva Federal (Fed, el banco central estadounidense) ha impulsado la liberalización del mundo bancario y de ese modo ha querido destruir el sistema bancario europeo”, indicó, sin descartar que esas intenciones se extendieran al sistema bancario de muchos otros países lo cual, según algunos politólogos, es el modo de controlar el mundo actual.

El primer ministro italiano Mario Monti, que ayer viajó a Alemania para encontrarse con la canciller Angela Merkel en el marco de una serie de encuentros bilaterales con Alemania y Francia previstos para este mes, dice que “no existe ninguna crisis del euro” y que la moneda europea, aunque tiene sus altos y bajos, es “muy fuerte” y “estable”. Pero no todos están de acuerdo con él, especialmente quienes, aun creyendo que el euro sobrevivirá, sostienen que la Unión Europea (UE) es débil desde el punto de vista normativo y político y que los países a menudo hacen presión para seguir conservando parte de su autonomía, lo que es un problema para fortalecer la moneda única.

Demostración, en parte, de la no total confianza en la UE o tal vez en el euro; es que “los bancos centrales de cada país siguen conservando el propio oro en sus depósitos. No lo han enviado al Banco Central Europeo (BCE)”, que es la máxima autoridad en esta materia de la Unión Europea, explicó por su parte la economista Ester Faia, profesora de Economía Política de la Universidad de Frankfurt. “Un modo de hacer que los mercados retomen la confianza en el euro y en Europa sería derivar ese oro al BCE. De alguna manera el mensaje sería: nosotros creemos en el euro, por eso enviamos nuestro oro al BCE”, añadió. Otro modo, dijo, sería ofrecer la posibilidad de canjear cuotas de déficit entre los Estados o vender bonos con garantía en oro o en acciones de empresas públicas.

¿Pero qué sucedería si se acaba el euro? “Todo el dinero, los títulos, los bonos, se transformarían en papeles sin valor. No se puede predecir fácilmente cuáles serían las consecuencias, pero seguramente sería devastador”, agregó Faia, que reconoce que haber permitido la entrada a la unión monetaria a ciertos países (caso Grecia, N.de R.), fue un error. Pero que en este punto de la historia hay que encontrar una solución. Por otra parte, insiste, para evitar situaciones como ésta, los países de la UE deberían tener políticas fiscales comunes.

Según De Cecco, por todas estas razones la reglamentación de la política monetaria que debería hacer la UE es doblemente importante, ya que a nivel financiero todavía existen fronteras en Europa. Se debería crear, entre otras cosas, un sistema que controle a los bancos europeos, pero la tarea no parece fácil, especialmente cuando se habla de bancos privados que son verdaderas multinacionales de la especulación.

Según los expertos, la Unión Europea debería reglamentar incluso los eventuales default de sus miembros. “No son cosas tan extraordinarias si están reglamentadas –concluyó Faia–. Por ejemplo, recientemente entró en default el estado del Minnesota, pero la noticia ni siquiera fue publicada en Europa porque Estados Unidos tiene normas que lo regulan.”

Las autoridades italianas temen que, a causa de los ajustes impuestos a la gente y a la desocupación, haya una ola de descreimiento general hacia la UE, mientras los expertos temen más bien una ola xenófoba contra los inmigrantes.

ALEMANIA Y FRANCIA COQUETEAN CON LA RECESIÓN

Ambas economías salvan el crecimiento en 2011 pero se estancan a final de año

Alemania y Francia, locomotoras de la zona euro, han salvado los muebles en 2011. Sus economías han crecido en el conjunto del año, pero no escapan de la amenaza de recesión afectadas por la crisis deuda soberana entre sus socios y la debilidad global.

M. Calavia. Cinco Días

Las dos primeras potencias del euro, Alemania y Francia, han logrado mantener el crecimiento económico en 2011 pese a la difícil coyuntura global. El PIB alemán cerró el ejercicio con un sólido avance del 3%, según datos provisionales de la Oficina Federal de Estadística (Destatis). Tanto la demanda externa, pese a que ha moderado su dinamismo, como la interna, sobre todo la de los hogares, han sustentado el crecimiento, señaló la oficina. En concreto, el sector exterior tuvo una aportación positiva con un incremento de las exportaciones de bienes y servicios del 8,2%. Por su parte, el Banco de Francia anunció una expansión del 1,7%, gracias a la ligera mejora de la industria.

Ambas economías han demostrado su fortaleza en un contexto de crisis de deuda europea y de incertidumbre sobre la evolución del crecimiento mundial. Incluso Alemania ha situado su déficit público en el 1%, respetando así por primera vez en tres años el límite del 3% que establece el pacto de estabilidad, tras incumplirlo en 2010 (4,3%) y 2009 (3,2%). La buena coyuntura nacional contribuyó a una notable reducción de la deuda, ya que el desequilibrio del estado, los estados federados y los municipios se elevó a 26.000 millones de euros frente a los 105.860 millones del año anterior. La primera economía del Viejo Continente da ejemplo de disciplina fiscal tras el nuevo proyecto de refundación europea nacido en la cumbre de diciembre, que pretende garantizar el equilibrio presupuestario imponiendo sanciones a los Estados con déficits excesivos.

Pero los problemas que asolan Europa y el recrudecimiento de la crisis pasan factura y de nuevo hay amenaza de recesión. Tras el frenazo en seco del segundo trimestre y la tímida recuperación en el tercero, la ralentización se ha confirmado en los últimos meses del año con un estancamiento de la economía francesa (crecimiento cero) y una contracción del PIB alemán del 0,25%. De este modo, la locomotora alemana se ha desacelerado siete décimas respecto al crecimiento anual de 2010 (3,7%), aunque crece por segundo año consecutivo tras el fuerte retroceso del 5,1% en 2009. Pero la alegría puede no durar demasiado.

Una encuesta de expertos alemanes estima que la contracción de la economía continúe en los primeros meses de 2012 e incluso se acelere, de manera que Alemania entraría técnicamente en recesión (dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo). El deterioro económico y la crisis de la eurozona alcanzarían de lleno al país germano, aunque los distintos institutos de estudios económicos alemanes prevén que el PIB remontaría después y cerraría el año con crecimiento. Eso sí, un exiguo 0,5%.

Las proyecciones para Francia no son mucho mejores. El gobierno de Nikolas Sarkozy calcula un crecimiento del 1% en 2012, aunque el grueso de los analistas cree que será menor dado el parón de la actividad en el arranque del año. La propia Unión Europea fija en un 0,6% el alza del PIB. El país galo mantiene por el momento la máxima nota creditica triple A, aunque con perspectiva negativa.

La zona euro creció solo un 0,1% en el tercer trimestre
La eurozona se ha desacelerado más de lo esperado en el tercer trimestre del año. El endurecimiento de la crisis y las dudas sobre el futuro del euro han dinamitado el crecimiento entre julio y septiembre. El PIB experimientó un avance de solo el 0,1% respecto al trimestre anterior, una décima menos de los previsto inicialmente, y un 1,2% en tasa interanual, dos décimas por debajo de lo calculado, según los datos definitivos de Eurostat.
La ralentización se ha acelerado tras el aumento del PIB en un 0,2% en el segundo trimestre y en un 0,8% en el primero. En términos interanuales, el crecimiento fue del 1,6% y del 2,5%, respectivamente.

La mitad de los países del euro sufrieron contracción de sus economías durante el tercer trimestre respecto al precedente, debido a la severa crisis de deuda y a la amenaza de quiebra de países como Italia. Los mayores retrocesos los marcaron Irlanda (-1,9%), Chipre (-0,7%), Portugal (-0,6%), Italia, Países Bajos y Eslovenia (los tres -0,2) y Bélgica (-0,1%). Por su parte, España se estancó con crecimiento cero.

De cara al cuarto trimestre se prevé una posible evolución negativa del PIB del bloque del euro, dado el estancamiento de las potencias alemana y francesa.


Los tres institutos europeos más importantes prevén recesión en la zona euro

Tres de los institutos económicos más importantes del Viejo Continente -el alemán de investigación económica Ifo, el de estadística francés Insee y el italiano Isae- apuntan que la zona euro entró en recesión en el último trimestre del pasado año y pronostican que mantendrá la contracción en los primeros tres meses de 2012. Todos consideran, además, que la economía de los países que comparten la moneda única se estancará en el segundo trimestre de este año.

Efe - Fráncfort (Alemania)
Según los últimos pronósticos económicos publicados este miércoles por las tres instituciones, el producto interior bruto (PIB) de la zona euro se haba contraído un 0,3% en el cuarto trimestre de 2011 y se encogerá otro 0,2% en los tres primeros meses de este año. Con posterioridad, la economía de la eurozona se estancará en el segundo trimestre.

El consumo de los hogares se verá lastrado por la consolidación fiscal y el deterioro de las condiciones del mercado laboral. "Debido a la débil inversión pública y el esperado retraso de muchos proyectos del sector privado, se prevé que caiga la inversión total".