11 de enero de 2012

¡DIGIRIENDO LA SOPA! CENSURA MUNDIAL A LA VUELTA DE LA ESQUINA

Helen Ocampo. kantra.net/

Desde la creación de medios de registro y difusión de información, los actores poderosos política o económicamente de las sociedades han emprendido una serie de medidas para el control de la información a la que accede la población.
El mayor reto de este control se presentó con la red de información descentralizada y más grande el mundo, la Internet, porque esta no solo permite el consumo de información, brinda estructuras y herramientas para que cualquier persona pueda publicar contenidos. La última propuesta para detener esta libertad de acceso a la información es SOPA.
La Ley contra la piratería en linea o SOPA por sus siglas en ingles (Stop Online Piracy Act), es un proyecto de ley presentado por el congresista republicano, Lamar Smith ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos el 26 de Octubre de 2011.
Según los defensores del proyecto de ley, esta protege el mercado de propiedad intelectual, y la creatividad, y con ella pretenden reforzar la persecución de la piratería digital.

Pero ¿Cómo funciona SOPA?
Esta ley otorga a los titulares de los derechos de autoría la capacidad de presentar ante una instancia gubernamental estadounidense, una lista de sitios web, que consideren ha incurrido en una infracción de Copyright(todos los derechos reservados sobre sus obras.)
Luego, y sin un proceso judicial se secuestra el dominio a través de los Servidores de Nombres de Dominios (DNS), o sea el derecho de uso del nombre http://www.midominio.com que pagaste por un año, deja de ser tuyo y vuelve a la organización encargada de registros (ICAAN), luego se ordena a los buscadores(Google, Yahoo,etc) que borren los registros del dominio. Después se obliga a los proveedores del servicio, como: hosting, empresas de publicidad, empresas de pago, cortar las relaciones comerciales con el dominio, lo que impide reciban ingresos por publicidad, ventas, o donaciones en caso que tengan estas opciones.
Con esta ley se autoriza al Departamento de Justicia a criminalizar cualquier sitio web que aloje contenidos ilegales, sin importar si este se encuentra alojado o no en Estados Unidos, su aplicación será a nivel mundial.

Wikileaks
El mejor ejemplo de esto es el caso de wikileaks; sitio web al que el Departamento de Estado consideró violaba copyright y publicaba información confidencial, e intervino el sitio por sus DNS, luego obligó a las empresas de transacciones en línea como Pay Pal para que corta las relaciones con este sitio web, lo que evitó que personas que apoyan la iniciativa hicieran donaciones para mantener el sitio funcionando. Se logró romper este cerco por la cantidad de sitios espejo que crearon voluntarios alrededor del mundo, y así la gente siguió accediendo a la información.SOPA permitirá que este proceso de manera global, y no solo con sitios con información clasificada, sino con el video de tu cumpleaños que contiene música de Black Eyed Peas, o con documentos de investigación que citan otras publicaciones, etc.

Ciudadanía afectada
Cualquier persona que haga uso de la Internet, aún cuando no se dedique a generar contenidos se verá afectada. Si yo, como usuaria de una red social decido compartir una noticia del diario El País en mi Twitter, ya estoy infringiendo SOPA, porque esta normativa incluye a las personas que enlacen contenidos con “Todos los derechos reservados”. Por esta razón las Redes sociales y prestaciones aparentemente gratuitas como Facebook, Twitter, Youtube serían las primeras afectadas.
En el caso de la “creación” de contenido el asunto se complica aún más, hay que tener claro que las personas que generan artículos, investigaciones, música, etc, no lo hacen por ideas de generación espontánea, es un proceso que parte de estímulos y raciocinio de información previamente consumida. En los casos más evidentes tenemos al DJ que realiza mezclas con la música que tiene “Todos los derechos reservados”, la persona que realiza artículos de opinión y que utiliza como base de sus planteamientos la información que obtiene de las noticias de medios de comunicación con “Todos los derechos reservados”.
¿Y que pasa con los medios? Esta legislación permitiría a los titulares de los derechos (digamos escritora X) a denunciar a un periódico (Diario Y) porque está violentando sus derechos como propietaria de una obra (en este caso un libro), por el simple hecho que no le gusto su crítica, al fin y al cabo estarían citando el nombre, argumento y posiblemente imagen del libro en cuestión.

Grupos de Activistas
Partiendo del hecho que un grupo de activistas son personas organizadas o no, que desean lograr un cambio social, y que utilizan muchas herramientas de la Internet para su trabajo; estos dejarían de tener acceso a este medio, sin importar su posición política.

Veamos un ejemplo, el Movimiento Unificado Campesino del Aguan (MUCA) que tiene un espacio en Blogger, se verá afectado porque este sitio no estaría disponible para realizar sus publicaciones, la razón, es simple, aunque los campesinos suban comunicados, noticias y no música con Copyright, hay un sin fin de personas que sí lo hacen y esto pone a Blogger en uno de los afectados y que serían intervenidos amparándose en SOPA. Por otro lado, un grupo de activistas como “Generación de blanquitos” que tiene una cuenta en Facebook, y publica entre otras cosas, noticias a la que agregan opiniones, también se vería afectado porque en este sitio se publican una serie de enlaces de terceros con “Todos los derechos reservados”.
Esta propuesta de Ley, simplemente no discrimina, y en lugar de ser una ventaja o un logro para la democracia como muchas personas pensarían, atenta contra el derecho de acceder a información y conocimiento, a expresarse libremente a través de estos medios. SOPA da facultades a que cualquier persona sea vigilante de los derechos de autoría, y permite la intervención de la Internet como actualmente la conocemos.

El Apagón Digital
La respuesta por parte de las grandes empresas de la Internet aglutinadas en NetCoalition; como Google, Yahoo, Amazone, Wikipedia, entre otras, ha sido llamar a un apagón de sus servicios el 23 de enero, un día antes de la discusión final de esta ley.
También se han dado una serie de boicots contra las empresas que apoyan SOPA, como el caso de Godaddy, esta es una empresa registradora de dominios de Internet y alojamiento web que se pronuncio en apoyo a SOPA el 22 de diciembre, la respuesta de los usuarios, retirar sus cuentas de Godaddy y pasarse a otras empresas, lo que obligo a Godaddy a reconsiderar su posición en un comunicado que emitió el 23 de diciembre (Comunicado en ingles.)

Es evidente que las actuales plataformas de comunicación, simplemente no hacen sostenible y posible estructuras ya obsoletas como el Copyright, así como todos sus intentos de control(SOPA, ACTA,PIPA, E-PARASITES, PROTECT-IP, etc ). La pregunta es ¿cuando la industria multimedia y las naciones dejarán de considerar “Todos los derechos reservados” y tomará en cuenta propuestas de registros más realistas para las tecnologías actuales y que sí respeten los derechos de los creadores y consumidores de contenidos, como el Creative Commons(licencia de bienes comunes creativos), GPL, etc.?
Definitivamente el 23 de Enero se escribirá un capítulo importante en la historia del Internet, que podría cambiar la manera en que consumimos información actualmente.

Recursos:
Propuesta de ley SOPA (ingles)Lista de Empresas que apoyan SOPA
Plugins para Android ¿cómo saber que empresas apoyan SOPA?
Plugin de Mozila Firefox para la evasión de SOPA
Infografía de SOPA
Tutorial para Mudar dominios de GoDaddy creado por Jeff Epstein.
Recolección de firmas contra la censura en Internet





IRAQ: UN PAÍS EN RUINAS

Dahr Jamail. Al Jazeera English


Mientras el repiqueteo diario de la violencia continúa reverberando por todo Iraq, su pueblo sigue luchando por encontrar un ápice de normalidad, una tarea cada vez más titánica debido a la violencia actual y a la escasez tanto de agua como de electricidad.

Desde que se inició la invasión de Iraq dirigida por EEUU, la administración Bush prometió que la guerra traería una vida mejor a los iraquíes e inmensas mejoras a su infraestructura, gravemente debilitada por casi trece años de asfixiantes sanciones económicas.

Y así se iba prometiendo también que habría más puestos de trabajo, mejoras en la disponibilidad del agua, mayor y mejor suministro eléctrico y una importante rehabilitación de las infraestructuras sanitarias.

Pero ahora que el ejército estadounidense ha puesto formalmente fin a la ocupación militar de Iraq, tras casi ocho años de guerra, las promesas se convirtieron en poco más que un espejismo.
Escasez constante de agua

Hashim Hassan es el director adjunto de la Autoridad para el Agua de Bagdad (AAB), y admite que los siete millones de habitantes que tiene Bagdad están continuamente padeciendo cortes en el suministro de agua potable.

“Producimos unos 2,5 millones de litros cúbicos al día, y eso hace que tengamos una escasez de 1 millón de metros cúbicos”, explicó Hassan a Al Jazeera. “Hemos incorporado varios proyectos para aumentar la disponibilidad de agua y confiamos en que para finales de 2012 estén corregidas las actuales carencias.”


Según Hassan, el 80% de la red de tuberías de Bagdad necesita rehabilitación –en la que actualmente se trabaja- además de la colocación de 100 unidades compactas en los alrededores de la ciudad, lo que incrementará las disponibilidades de agua potable hasta que estén entren en pleno funcionamiento plantas de mayor calibre.

Se han ampliado ya varias plantas de tratamiento de aguas, incluida una que aumentará la capacidad de las instalaciones de tratamiento de aguas residuales en Sadr City, una inmensa barriada de chabolas con tres millones de habitantes.

Hassan dijo que los comités sanitarios y el ministerio para el medio ambiente iban a realizar una serie de pruebas, que junto con las pruebas de la AAB, hace que cada día se controlen 1.000 muestras de agua, de las que “menos del 1% salen mal”, dijo. El “umbral aceptable” es del 5%.
Bechtel, una compañía global multimillonaria de construcción e ingeniería que tiene su sede en EEUU –y cuya junta de gobierno tiene estrechos lazos con la anterior administración Bush-, recibió 2.300 millones de dólares de los fondos destinados a la reconstrucción de Iraq del dinero de los contribuyentes estadounidenses, pero se fue del país sin completar la mayor parte de las tareas que tenía asignadas.

El contracto de Bechtel para Iraq incluía la reconstrucción de los sistemas de tratamiento de aguas, centrales eléctricas, sistemas de alcantarillado, aeropuertos y carreteras.
Los gestores de los departamentos de aguas que se ocupan de Iraq dicen que las únicas reparaciones que se llevaron a cabo durante la ocupación estadounidense fueron a través de agencias de la ONU y de organizaciones de ayuda humanitaria. El ministerio les proporcionó tan solo un poco de cloro para el tratamiento del agua. Los “nuevos proyectos” no eran más que simples operaciones de mantenimiento que bien poco pudieron hacer para impedir que la infraestructura se viniera abajo.

Bechtel estaba entre las primeras compañías, junto con Halliburton (donde el ex vicepresidente estadounidense Dick Cheney había trabajado anteriormente), que recibieron contratos de tarifa fija redactados para asegurar los beneficios.

Ahmed al-Ani, que trabaja con una importante compañía de contratos de construcción iraquí, dijo a Al Jazeera que el modelo adoptado por Bechtel estaba abocado al fracaso.
“Cobraban sumas inmensas de dinero por los contratos que firmaban, después se los vendían a compañías más pequeñas que las volvían a vender de nuevo a pequeños contratistas iraquíes sin experiencia”, dijo Ani. “Esos contratistas sin experiencia tenían después que ejecutar mal los trabajos debido a las ínfimos precios que habían que les habían pagado y a su falta de experiencia.”

Según un informe de marzo de 2011 de la Unidad de Análisis e Información Inter-Agencias de la ONU, uno de cada cinco hogares utiliza una fuente insegura de agua potable, y hasta un 16% informan de problemas diarios en el suministro.

La situación es incluso peor en las zonas rurales, donde sólo el 43% tiene acceso a agua potable segura, y el agua disponible para la agricultura es normalmente muy escasa y de muy pobre calidad. Estos hechos han provocado que cada vez más iraquíes abandonen las comunidades rurales en búsqueda de agua y trabajo en las ciudades, agravando aún más los problemas ya existentes en las mismas.

El informe de las Naciones Unidas afirma: “La calidad del agua utilizada para beber y para la agricultura es pobre, violándose los estándares nacionales iraquíes y las directrices de la OMS. El alcantarillado y las fosas sépticas están contaminando con aguas residuales la red de agua potable. El 80% de los hogares no trata el agua antes de beberla. Además, solo se somete a tratamiento el 18% de las aguas residuales, con los cual el resto va directamente a parar a las vías fluviales”.

Y eso es exactamente lo que muchos iraquíes sufren de primera mano.

“Algunas veces abrimos el grifo y no sale nada”, explicaba Ali Abdullah, vecino de Bagdad. “Otras veces el color del agua que sale es marrón, o amarillo, o incluso en ocasiones huele a benceno.”

Electricidad y aguas residuales
Los generadores eléctricos situados en la calle son ahora algo frecuente en la capital de Iraq, donde la media de los hogares recibe entre cuatro y ocho horas de electricidad al día. En algunas áreas, como Ciudad Sadr, reciben una media de menos de cinco horas al día, y en algunos de los barrios de esa zona incluso tan solo una hora o dos al día, y en ocasiones nada en absoluto.
Mucha gente opta por pagar la electricidad proveniente de los generadores a vendedores privados, que son quienes conectan los cables de sus respectivos clientes.


Nabil Tufiq es un operador de generadores que suministra electricidad a 220 hogares doce horas al día.

“Compramos nuestro diesel en el mercado negro, no al gobierno”, dijo a Al Jazeera. “Nos tememos que ese negocio continuará siempre porque la corrupción del gobierno les impide arreglar nuestros problemas”.


Abu Zahra, un coordinador de la oficina del clérigo chií Muqtada al-Sadr con los medios en Ciudad Sadr, explicaba que, además de la actual carencia de electricidad, es necesario rehabilitar todos y cada uno de los aspectos de la infraestructura de la zona.

“Estamos dependiendo de los generadores de la calle”, dijo Zahra, antes de proseguir diciendo que las carreteras han sido reparadas, pero que debido a que la corrupción reduce los presupuestos, el pavimento empieza a agrietarse y se hace añicos en seis meses, haciendo que el ciclo empiece de nuevo.

Todo eso resulta evidente porque en las calles llenas de basura abundan los desniveles, las grietas y los baches.

En cuanto se sale de las principales arterias, uno encuentra enseguida calles sucias con aguas residuales saliendo de las alcantarillas.

Zahra dijo que una de las esperanzas de Sadr al incorporarse a la refriega política era que esta zona de Bagdad obtuviera mejores servicios, pero eso es algo que aún no ha ocurrido.

“Sadr le pidió al gobierno que proporcionara mejores servicios y puestos de trabajo aquí, pero nada de eso se ha producido”, dijo, mientras los niños jugaban cerca de las aguas residuales.


“Aquí ha habido manifestaciones con la gente cargada con palas pidiendo trabajo y latas vacías de queroseno para pedir fuel. Mientras tanto, tenemos un sistema de alcantarillado enormemente dañado que necesita de una total reconstrucción.”


Aunque las diarreas y las enfermedades transmitidas por el agua son comunes por todo Bagdad, en Ciudad Sadr están omnipresentes debido a que la falta de agua potable, unida a las aguas negras que fluyen por muchas de las calles, hace que las enfermedades se propaguen de forma inevitable.

Toufiq señaló un cuestión que no pinta nada bien para el futuro, y que probablemente describe muy bien la raíz de la miríada de problemas de Iraq.

“Mucha gente está viviendo a partir del destrozo que sufre el sistema”, dijo. “Desde el gobierno, hasta yo mismo, hasta los vendedores de gas.”

Economía rota
Según el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas, Iraq tiene una tasa de pobreza del 23%, lo que significa que alrededor de seis millones de iraquíes sufren pobreza y hambre a pesar del reciente incremento de las exportaciones de petróleo iraquí. El ministerio de planificación de Iraq ha anunciado también el país necesita unos 6.800 millones de dólares para reducir el nivel de la pobreza.


Zahra asiente.

“Nadie en mi familia tiene trabajo”. “Y en casa de mi hermana, que hay siete adultos, sólo dos de ellos trabajan.”


Hassan Jaibur, un enfermero que no puede encontrar trabajo en lo suyo, está vendiendo fruta. “La situación es mala y va a empeorar aún más”, dijo. “Los precios continúan subiendo y no hay puestos reales de trabajo. Todo lo que podemos hacer es sobrevivir cada día.”

Jaibur dijo que él y su familia viven de la fruta que vende, pero que tiene un niño enfermo y cualquier ganancia que obtiene se le va entera en medicamentos.

“Todos mis parientes y amigos están en una situación parecida”, añadió. “La mayor parte de ellos trata de encontrar trabajo cada día como peón.”


Gheda Karam vende dátiles y fruta. Su marido se quedó paralizado durante la guerra Irán-Iraq, y el subsidio que obtienen del gobierno por su invalidez es totalmente insuficiente.

“Mi familia está sufriendo mucho”, dijo a Al Jazeera. “Ayer no teníamos nada para cenar. Somos veinte en una vieja casa y soy la única que trabaja.”


El llanto no la dejaba seguir hablando, después se secó las lágrimas.

“Mis niños ven cosas en el mercado que desean comer o beber, pero no podemos permitirnos nada, y yo le debo dinero a los vendedores de frutas. ¡Que Dios nos ayude!”


El estado de la economía en Iraq es de desastre absoluto. ¡Qué ironía ante el hecho de que Iraq tenga las mayores reservas de petróleo del mundo después de Arabia Saudí y de Irán! ¿No cabría esperar que fuera uno de los países más prósperos del mundo?

Pero en ninguna parte se hace tan evidente la ausencia de crecimiento económico como en Bagdad. Según el Banco Central de Iraq, el desempleo y el “subempleo” se sitúan ambos en el 46%, aunque muchos en Iraq piensan que esa es una generosa estimación a la baja.

Iraq continúa teniendo una economía de dinero efectivo; lo que significa que no hay tarjetas de crédito, casi no hay cuentas corrientes, no hay transferencias electrónicas de fondos y sólo unos pocos cajeros automáticos.

Iraq carece de servicio postal operativo, no dispone de transporte público ni de línea aérea nacional y la mayoría de los artículos que se venden son de importación.

Solo en la región autónoma del Kurdistán, en el norte de Iraq, hay un rápido desarrollo y un gobierno operativo.

Iraq se sitúa en el lugar octavo entre los países más corruptos del mundo, según Transparencia Internacional. Esto significa que Iraq se iguala con Haití y es solo un poco menos corrupto que Afganistán.

Uno de los ministros iraquíes se vio obligado a dimitir recientemente porque había firmado un contrato por valor de mil millones de dólares con una compañía alemana en bancarrota y con una empresa fantasma canadiense que ni funcionaba ni tenía activos, tan solo una dirección.

Falta de seguridad
Las series recientes de explosiones coordinadas de bombas que han matado a más de cien iraquíes y herido a más de doscientos en las últimas semanas son una prueba de la actual situación de la seguridad en Iraq.

A pesar de que las fuerzas que integran el ejército iraquí alcanzan la cifra de 280.000 soldados, además de 645.000 policías y guardias de frontera, hasta totalizar casi un millón de hombres y con la capital plagada de controles, la seguridad es algo que brilla por su ausencia.

Como dijo recientemente el primer ministro Nour al-Maliki, no puede haber seguridad sin estabilidad política. Debido a que sus críticos acusan a al-Maliki de alterar el delicado equilibrio político dentro del gobierno iraquí al ordenar el arresto del vicepresidente Tariq al-Hashimi, sus palabras parecen, irónicamente, más verdaderas que nunca.

A pesar de que gran parte de la violencia diaria en Iraq ha disminuido desde los momentos más álgidos, se informa constantemente de que la sangre sigue derramándose.

Los ataques que se produjeron por todo el país el 3 de enero incluyeron una bomba colocada junto a la carretera que mató a un soldado iraquí cerca de Mosul, una bomba-lapa que hirió seriamente a un guarda peshmerga en Kirkuk, un episodio violento en Muqdadiya en el que un grupo de pistoleros asesinó a un miembro de la milicia Sahwa y a su mujer, y otra bomba en la carretera que hirió a tres civiles en Bagdad, por citar solo unos cuantos sucesos.

Cuando a los iraquíes se les pregunta cuál es su principal preocupación, la primera respuesta suele ser la “seguridad”, seguida después de la electricidad, el agua, el trabajo y la atención sanitaria. Pero la seguridad es el cimiento sobre el que debe construirse el resto de las infraestructuras, por eso los continuos ataques por todo Iraq y el caos que suponen no auguran nada bueno para el futuro.

En diciembre de 2011, Iraq firmó un acuerdo aproximado por valor de 3.000 millones de dólares para comprarle a EEUU 18 aviones más de combate F-16, un hecho controvertido acerca del cual los críticos de Maliki dicen que solo le preocupa consolidarse en el poder.

En diciembre, durante una conferencia de prensa con al-Maliki, el presidente Obama dijo: “Vamos a entrenar a los pilotos [iraquíes] y asegurarnos de que se capaciten para que Iraq pueda tener una fuerza aérea eficaz”.

La mayoría de los iraquíes preferirían tener calles seguras antes de preocuparse acerca del espacio aéreo.

Y para las personas como Gheda Karam, cuya familia tiene que saltarse alguna comida habitualmente, sería preferible un gobierno que gastara esos 3.000 millones de dólares en mejorar la infraestructura y la economía en vez de deciarse a comprar aviones de guerra dotados de las últimas tecnologías.



Traducido del inglés por Sinfo Fernández

10 de enero de 2012

EL ANTIIMPERIALISMO DE LOS TONTOS

James Petras. La Haine

Una de las mayores paradojas de la historia son las proclamas de los políticos imperialistas de que están llevando a cabo una gran cruzada humanitaria, una "misión civilizadora" histórica para liberar naciones y pueblos, mientras implementan las conquistas, las guerras destructivas y el derramamiento masivo de sangre más barbárico de pueblos conquistados en la memoria histórica.

En la era capitalista moderna, las ideologías de los gobernantes imperialistas varían con el tiempo, desde los primeros reclamos por el "derecho" a la riqueza, al poder, a las colonias y a la grandeza hasta los reclamos posteriores de "misión civilizadora". Más recientemente, los gobernantes imperiales han propagado numerosas y diversas justificaciones adaptadas a adversarios, circunstancias, audiencias y contextos específicos.

Este ensayo se enfocará en el análisis de los argumentos ideológicos de EE.UU. como imperio contemporáneo para legitimizar guerras y sanciones con el fin de mantener su rol predominante.

Contextualizar la ideología imperial
La propaganda imperialista varía según esté dirigida contra un competidor por el poder global, o para justificar la aplicación de sanciones, o para entablar una guerra abierta contra un adversario socio-político local o regional.

La propaganda imperial de EE.UU. ha cambiado con el tiempo con respecto a competidores de imperios establecidos (Europa) o a competidores de economías emergentes (China). A principios del siglo XIX, Washington anunciaba la Doctrina Monroe, denunciando las políticas de Europa para colonizar América Latina, y de esa manera defendiendo sus propios proyectos imperiales para esta región. En el siglo XX cuando los políticos imperiales de EE.UU. estaban desplazando a Europa de las colonias proveedoras de materias primas en el Medio Oriente y en África, la propaganda abarcó varios temas. Condenaba 'las formas coloniales de dominación' y promovía las transiciones 'neo-coloniales' que terminaron con los monopolios europeos y permitieron la penetración de las corporaciones multinacionales promovida por EE.UU. Esto fue evidente durante y después de la II Guerra Mundial, en los estados petroleros del Medio Oriente.

Durante la década de 1950 mientras EE.UU. asumía una primacía imperial y surgía el nacionalismo radical anticolonialista, Washington hizo alianzas con el poder colonial decadente en la lucha contra el enemigo común y para apoyar a los poderes postcoloniales en la lucha contra el enemigo común. Europa, incluso en el periodo posterior a la II Guerra Mundial, durante la recuperación económica, el crecimiento y la unificación, trabajó en conjunto con EE.UU. y bajo el liderazgo de éste para reprimir insurgencias y regímenes nacionalistas. Cuando se presentan conflictos y rivalidades entre los regímenes, bancos y empresas de EE.UU. y Europa, los medios de comunicación masivos publican "hallazgos investigativos" resaltando los fraudes e ilegalidades de sus competidores... y las agencias reguladoras de EE.UU. aplican multas severas a sus pares europeos, mientras toleran prácticas similares implementadas por las firmas financieras de Wall Street.

Recientemente, el auge del imperialismo militarista y de las guerras coloniales alimentadas por los defensores de Israel en EE.UU. ha conducido a serias divergencias entre el imperialismo estadounidense y el europeo. Con la excepción de Inglaterra, Europa hizo un compromiso simbólico mínimo con las guerras de EE.UU. y la ocupación de Irak y Afganistán. Alemania y Francia se concentraron en expandir sus mercados de exportación y capacidades económicas, desplazando a EE.UU. en mercados principales y sitios de recursos. La convergencia de los imperios estadounidenses y europeos condujo a la integración de las instituciones financieras y a la subsiguiente crisis y colapso común pero sin una política coordinada de recuperación. Los ideólogos de EE.UU. propagaron la idea de una "Unión Europea decadente", mientras que los ideólogos europeos enfatizaron los fracasos de los 'mercados libres', des-regulados, angloamericanos y de los fraudes de Wall Street.

Ideología imperial, poderes económicos emergentes y desafíos nacionalistas
Hay una larga historia de "antiimperialismo" imperialista, condenas patrocinadas oficialmente, denuncias e indignación moral dirigidas exclusivamente contra rivales imperialistas, poderes emergentes o simples competidores, que en algunos casos siguen sencillamente los pasos de los poderes imperiales establecidos.

Los imperialistas ingleses en su época de apogeo justificaron el saqueo de tres continentes perpetuando la "leyenda negra" de la "crueldad excepcional" del imperio español hacia los pueblos indígenas de América Latina, mientras se embarcaban en el tráfico de esclavos africanos a gran escala y con las mayores ganancias. Mientras que los colonizadores españoles esclavizaban a los pueblos nativos, los colonos anglo-americanos los exterminaban...

En el periodo previo a la II Guerra Mundial, los poderes europeos y estadounidense, mientras explotaban sus colonias de Asia condenaban al poder imperial japonés por la invasión y colonización de China. Japón, por su parte, proclamaba que estaba encabezando la lucha de Asia contra el imperialismo occidental y proyectaba una esfera de co-prosperidad postcolonial entre socios iguales de Asia.

El uso imperialista de la retórica moral "antiimperialista" fue diseñado para debilitar a los rivales y estaba dirigido a diversas audiencias. De hecho, en ningún momento la retórica antiimperialista sirvió para "liberar" a los pueblos colonizados. En casi todos los casos el poder imperial triunfante solo sustituyó una forma colonial o neo-colonial por otra.

El "antiimperialismo" de los imperialistas está dirigido a los movimientos nacionalistas de los países colonizados y al público local. Los imperialistas británicos fomentaron revueltas entre las elites agro-mineras de América Latina prometiéndoles "libre comercio" en oposición a las reglas mercantilistas de España; apoyaron la "autodeterminación" de los dueños de plantaciones algodoneras esclavistas del Sur de EE.UU. contra la Unión; apoyaron los reclamos territoriales de los líderes iroqueses contra los revolucionarios anticolonialistas de EE.UU.; explotaron reivindicaciones legítimas con propósitos imperialistas.

Durante la II Guerra Mundial, los imperialistas japoneses apoyaron a un sector del movimiento nacionalista anticolonialista de la India en contra del Imperio Británico. EE.UU. condenó la ocupación colonial de España en Cuba y las Filipinas y declaró la guerra para "liberar" a los pueblos oprimidos de la tiranía... y se quedó allí para imponer un régimen de terror, explotación y gobierno colonial...

Los poderes imperiales buscan dividir los movimientos anticoloniales y crear futuros "gobernantes-clientes" si tienen éxito. El uso de la retórica antiimperialista fue planeado para atraer a dos tipos de grupos. Un grupo conservador con intereses económicos y políticos comunes con el poder imperial, que comparte la hostilidad hacia los nacionalistas revolucionarios y busca una posición ventajosa al conectarse con el poder imperial emergente. Un sector radical del movimiento que busca una alianza táctica con el poder imperial emergente, con la idea de usar este poder imperial emergente para conseguir recursos (armas, propaganda, vehículos, ayuda financiera) y, una vez que logre llegar al poder, deshacerse de este imperio. En la mayoría de los casos, en este juego de manipulación mutua entre imperio y nacionalistas, el imperio ha ganado... como sucede en la actualidad.

La retórica "antiimperialista" del imperio estuvo dirigida también al público local, especialmente en países como EE.UU. en el que se apreciaba el legado anticolonialista del siglo XVIII. El propósito era ampliar la base de construcción del imperio más allá de los imperialistas leales de línea dura, los militaristas y los beneficiarios corporativos. Su discurso buscaba incluir a liberales, humanitarios, intelectuales progresistas, religiosos y moralistas seculares al igual que a otros "formadores de opinión" que gozaban de un cierto prestigio con el gran público, con aquellos que pagarían con su vida y con los impuestos por las guerras coloniales y las guerras entre los imperios.

Los voceros oficiales del imperio publicitan atrocidades reales y fabricadas de los imperios rivales, y resaltan la causa de las víctimas colonizadas. La elite corporativa y los militaristas de línea dura exigen acción militar para proteger su propiedad, o para apoderarse de recursos estratégicos; los humanitarios y progresistas denuncian los "crímenes contra la humanidad" y se hacen eco de los llamamientos a "hacer algo concreto" para salvar a las víctimas del genocidio. Sectores de la Izquierda se unen al coro, hallan un grupo de las víctimas que encaja en su ideología abstracta, y piden que los poderes imperiales "armen a la gente para que estos se liberen a sí mismos" (sic). Al brindar apoyo moral y un barniz de respetabilidad a la guerra imperial, al tragarse la propaganda de "guerra para salvar a las víctimas" los progresistas se convierten en el prototipo de los defensores del "antiimperialismo de los tontos". Al asegurarse un amplio apoyo público en las bases del "antiimperialismo", los poderes imperialistas se sienten libres para sacrificar las vidas de los ciudadanos y el tesoro público, para hacer la guerra, alimentada por el fervor moral de una causa justa. Mientras que la carnicería continúa y las bajas crecen, y el público se cansa de la guerra y de su costo, el entusiasmo de los progresistas e izquierdistas se apaga o, peor aún, se hace hipocresía moral con reclamos de que "la naturaleza de la guerra ha cambiado" o "esta guerra no es como pensábamos que iba a ser". ¡Como si los señores de la guerra hubieran pensado alguna vez en consultar con los progresistas y la izquierda sobre cómo y por qué deberían hacer guerras imperiales!

En el periodo contemporáneo las "guerras antiimperialistas" y agresiones imperialistas han recibido una gran ayuda y apoyo de "bases" muy bien financiadas, las llamadas "organizaciones no-gubernamentales", las que movilizan a movimientos populares, los cuales pueden hacer "invitaciones" para agresiones imperiales.
A lo largo de las últimas cuatro décadas el imperialismo estadounidense ha fomentado al menos dos docenas de movimientos de "base" que han destruido gobiernos democráticos, o han diezmado estados sociales o han provocado daños mayores en las economías de determinados países.

En Chile a lo largo de 1972-73 durante el gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende, la CIA financió y proveyó ayuda importante -a través de la AFL-CIO- a los propietarios de camiones para paralizar el flujo de bienes y servicios. También financiaron la huelga de un sector del gremio de trabajadores del cobre (en la mina de El Teniente) para perjudicar la producción y exportación de cobre, en preparación para el golpe de estado. Después de que los militares tomaron el poder, varios representantes del gremio de "las bases" del partido Demócrata Cristiano participaron en la purga de activistas de izquierda que habían sido elegidos por el gremio. ¡No hace falta decir que en un corto tiempo los dueños de camiones y los trabajadores del cobre terminaron la huelga, dejaron de lado sus exigencias y poco después perdieron todos sus derechos de reclamo y negociación!

En la década de 1980 la CIA, mediante contactos en el Vaticano, transfirió millones de dólares para financiar al gremio "Solidaridad" de Polonia, transformando en héroe al trabajador portuario de Gdansk Lech Walesa, quien encendió la chispa de la huelga general que derrocaría al régimen comunista. Con la caída del comunismo también desaparecieron el empleo garantizado, la asistencia social y la militancia gremial: los regímenes neoliberales redujeron la fuerza de trabajo en Gdansk en un cincuenta por ciento y finalmente cerraron el astillero, despidiendo a todo el personal. Walesa se jubiló con una magnífica pensión, mientras que sus ex compañeros de trabajo terminaron en la calle y los nuevos gobernantes "independientes" de Polonia le otorgaron a la OTAN bases militares y mercenarios para las guerras imperiales en Afganistán e Irak.

En 2002, en Venezuela, la Casa Blanca, la CIA, la AFL-CIO y ONGs, apoyaron el golpe militar, de negocios y de burócratas sindicales liderado por organizaciones de "base" que derrocó al Presidente electo Chávez. En 48 horas una movilización de un millón de bases auténticas, los pobres de la ciudad, apoyados por las fuerzas militares constitucionalistas derrotaron a los dictadores apoyados por EE.UU. y restauraron a Chávez en el poder. A continuación ejecutivos petroleros dirigieron un lockout, o cierre patronal, apoyado por varias ONGs financiadas por EE.UU. Fueron derrotados por la toma obrera de la industria petrolera. El golpe fracasado y el cierre patronal le costaron a la economía venezolana miles de millones de dólares en pérdidas y causaron una baja de dobles dígitos en el PIB.

EE.UU. apoyó a yijadistas armados de "organizaciones de base" para que "liberaran" Bosnia y armó a terroristas de "organizaciones de base" del Ejército de Liberación de Kosovo para que desintegraran Yugoslavia. Casi toda la izquierda occidental festejó mientras EE.UU. bombardeaba Belgrado, destruía la economía y proclamaba que estaba "respondiendo ante un genocidio". Kosovo "libre e independiente" se volvió un enorme mercado para la trata de personas, alojó a la base militar de EE.UU. más grande en Europa, con la más alta tasa de emigración por habitante en Europa.

La estrategia imperial de "organizaciones de base" combina la retórica antiimperialista, democrática y humanitaria con el entrenamiento y financiación de ONGs locales y con el bombardeo informativo de los medios masivos para movilizar la opinión pública occidental y especialmente de los "críticos morales izquierdistas prestigiosos" detrás de sus abusos de poder.

Las consecuencias de los movimientos "antiimperialistas" promovidos por el imperio: ¿Quién gana y quién pierde?
El récord histórico de los movimientos "antiimperialistas" y de "organizaciones de base" promovidos por el imperio es uniformemente negativo. Vamos a resumir los resultados. En Chile, la huelga liderada por "la organización de base" de los dueños de camiones condujo a la brutal dictadura militar de Augusto Pinochet y a casi dos décadas de tortura, muerte, encarcelamiento y exilio forzado de cientos de miles de personas, a la imposición de "políticas de libre mercado" brutales y a la subordinación a las políticas imperiales de Estados Unidos. En resumen, las corporaciones multinacionales del cobre y la oligarquía chilena fueron los grandes ganadores y la masa de la clase obrera, de los pobres del campo y de la ciudad fueron los grandes perdedores. Las "revueltas de organizaciones de base" apoyadas por EE.UU. en Europa del Este contra la dominación soviética, cambiaron la dominación rusa por la estadounidense; la subordinación al Pacto de Varsovia por la OTAN; la transferencia masiva de empresas, bancos y medios públicos nacionales a multinacionales occidentales. La privatización de empresas nacionales condujo a niveles sin precedentes de desempleo en los dobles dígitos, enormes aumentos de la renta y de los índices de pobreza de los jubilados. La crisis fue la causa de que millones de trabajadores, entre los más educados y capacitados, dejaran sus países y de la eliminación de los sistemas públicos y gratuitos de salud pública, educación superior y hoteles vacacionales para trabajadores.

A lo largo de la, ahora capitalista, Europa del Este y Unión Soviética bandas de crimen organizado desarrollaron redes a gran escala de tráfico de drogas y prostitución; empresarios-delincuentes locales y extranjeros tomaron control de las lucrativas empresas públicas y formaron una nueva clase de políticos oligárquicos súper-ricos. Estos junto a la gente de negocios y de profesionales conectados a 'socios' occidentales fueron los ganadores socio-económicos. Los grandes perdedores fueron los pensionados, los obreros, los trabajadores de las granjas colectivas, los jóvenes sin empleo al igual que los artistas culturales que antes recibían subsidios. Las bases militares en Europa del Este se convirtieron en la primera línea militar de ataque contra Rusia y en el blanco de cualquier contra-ataque.

Si midiéramos las consecuencias del cambio de imperio en el poder, sería claro que los países de Europa del Este se han vuelto más dependientes bajo la órbita de EE.UU. y de Europa que cuando estaban bajo la influencia de Rusia. Las crisis financieras occidentales han devastado sus economías; las tropas de Europa del Este han participado en más guerras con la OTAN que bajo el dominio soviético; los medios culturales están bajo control comercial occidental. Por sobretodo, el grado de control imperial sobre todos los sectores económicos excede de lejos lo que existía con los soviéticos. Los movimientos de "base" de Europa del Este tuvieron éxito en profundizar y extender el imperio estadounidense; los grandes perdedores fueron los defensores de la paz, la justicia social, la independencia nacional, el renacimiento cultural y el bienestar social con valores democráticos.

Entre los grandes perdedores figuran también los liberales, progresistas e izquierdistas occidentales que se enamoraron del "antiimperialismo" de los imperialistas. Su apoyo a los ataques de la OTAN en Yugoslavia condujeron a la desintegración de un estado multinacional, y al establecimiento de enormes bases militares de la OTAN y de un paraíso para el tráfico de personas en Kosovo. Su apoyo ciego a la "liberación" prometida por el imperio de Europa del Este devastó el estado social, eliminando la presión sobre los regímenes occidentales de competir proveyendo asistencia social. Los principales beneficiarios de los avances imperiales de Occidente mediante revueltas de "las organizaciones de base" fueron las corporaciones multinacionales, el Pentágono y los neo-liberales de derecha defensores del libre mercado. A medida que el espectro político en su integridad se movió a la derecha, un sector de la izquierda y de los progresistas se les unió. Los moralistas de izquierda perdieron credibilidad y apoyo, sus movimientos pacifistas se debilitaron, sus "críticas morales" se apagaron. Los izquierdistas y progresistas que se sumaron a los "movimientos de base" apoyados por el imperio, ya sea en nombre del "anti-estalinismo", o de la "pro-democracia", o del "antiimperialismo", no han hecho ninguna reflexión crítica; ni ningún esfuerzo para analizar las consecuencias negativas de largo plazo que han tenido sus posturas respecto a la pérdida de asistencia social, independencia nacional o dignidad personal.

La larga historia de manipulación imperialista de las narrativas "antiimperialistas" se expresa de manera virulenta en la actualidad. La Nueva Guerra Fría iniciada por Obama contra China y Rusia, la guerra que hierve en el Golfo montada sobre la supuesta amenaza militar de Irán, la amenaza intervencionista contra las "redes de tráfico de drogas" de Venezuela, y el "baño de sangre" en Siria forman parte y son una muestra del uso y abuso del "antiimperialismo" para sostener a un imperio en decadencia. Esperemos que los escritores y escribas progresistas e izquierdistas aprendan de los errores ideológicos del pasado y resistan la tentación de acceder a los medios de comunicación masivos ofreciendo una "cobertura progresista" a los que el imperio llama "rebeldes". Es hora de distinguir entre antiimperialismo y movimientos pro-democracia genuinos y aquellos promocionados por Washington, la OTAN y los medios de comunicación masivos.

8 de enero de 2012

EL LADO OSCURO DEL EMPLEO EN ALEMANIA

Julia Evelyn Martínez (*). Rebelión


Como un nuevo “milagro alemán” se está promocionando el último dato sobre el aumento del empleo en ese país, según el cual en 2011 se crearon 535,000 empleos más que en 2010, haciendo descender de esta forma la tasa de desempleo al 6.6% en 2011, la cifra más baja desde 1990. Algunos influyentes economistas neoliberales han comenzado a interpretar este dato como una prueba fehaciente de la exitosa política económica alemana y están señalando que éste, es el modelo de política laboral que deben seguir tanto los países industrializados que enfrentan altas tasas de desempleo (como España) como los países en desarrollo que necesiten aumentar la inserción laboral de grupos específicos, como jóvenes y mujeres (como El Salvador).

¿Cuál ha sido la receta económica responsable de este milagro? Pues nada más ni nada menos que la institucionalización y generalización de la precariedad laboral, bajo el eufemismo de la “flexibilización del mercado laboral” (adaptación de los derechos y/o condiciones laborales a los requerimientos de rentabilidad de corto plazo de las empresas.) y/o el de la “transición laboral” (empleos temporales, de tiempo parcial y con salarios inferiores al mínimo).

El ingrediente principal de esta receta económica en materia de creación de empleos tiene un nombre: Mini Jobs (mini empleos). Los mini empleos son contratos temporales con un pago máximo de 400 euros mensuales (una tarifa de cinco euros por hora y hasta 80 horas al mes) que están exentos del pago de impuestos y que prevén contribuciones voluntarias del empleado/a a la seguridad social y al fondo de pensiones. En 2011, la cobertura de los mini empleos fue de más de 7, 3 millones de personas (25% de la Población Económicamente Activa (PEA) ocupada, con una media salarial de 230 euros mensuales; muy por debajo del salario promedio que se necesita para vivir con dignidad en una sociedad como la alemana.

Se trata de una especie de “rebaja” en el costo de contratación de la fuerza de trabajo, que tiene como contrapartida para las empresas, un pago al Estado de apenas 120 euros por trabajador/a en concepto de contribución patronal al fondo general de pensiones y de seguridad social. A cambio de este pago, las empresas alemanas tienen el permiso del Estado para aumentar su ganancia a costa de la pérdida de derechos laborales y de la dignidad de un amplio segmento de la clase trabajadora, integrado principalmente por mujeres y hombres jóvenes.

Dado el bajo salario promedio de los mini trabajos, para su manutención, las personas con este tipo de contratos tienen que recurrir a la ayuda de sus familias y/o a la ayuda para desempleados que ofrece el Estado, conocida como el Hartz IV. El Estado complementa de esta forma la reproducción de la fuerza de trabajo de estas personas y contribuye así con recursos públicos a que las empresas puedan mantener y/o aumentar su tasa de ganancia.

Los mini empleos se encuentran entre los principales factores que explican la persistencia de la pobreza y el aumento de la desigualdad en Alemania.

Según un estudio de la Asociación de Asistencia Pública Paritaria (Paritätischen Wohlfahrtsverband), dado a conocer el pasado 21 de diciembre, a pesar de que la economía alemana mantiene su crecimiento económico y ha reducido la tasa de desempleo, la pobreza en el país no desaparece y parecer hacerse “anquilosado”. Uno de los hallazgos más sorprendentes de este estudio es la constatación que la pobreza está aumentando en la zona occidental, incluso en las regiones industrializadas que tienen las menores tasas de desempleo. En Berlín, la tendencia a la alza es de un 13% en seis años.

Y se calcula que uno de cada cinco berlineses necesita de la ayuda social del Estado para vivir. Esto significa que en la actualidad el 19.2% de la población en la capital alemana estaría en esa zona de riesgo (“armutsgefährdet”) de caer y/o vivir en la pobreza.

Junto a la pobreza, también la desigualdad económica ha crecido de forma dramática en ese país. De acuerdo a un reciente informe de la OCD los ingresos de las personas que tienen mejores sueldos han aumentado hasta ocho veces más que las personas situadas en los niveles salariales más bajos, entre quienes se encuentran las personas con mini empleos. En este estudio se concluye que una de las razones de este desproporcionado aumento en la desigualdad en la sociedad alemana obedece a que la población remunerada con el sueldo mínimo ha crecido considerablemente, en parte, debido a que los trabajadores están empleados menos horas. Textualmente se señala: “Hace dos décadas un empleado promedio laboraba 1,000 horas al año en promedio… Al día de hoy apenas alcanzan a contabilizar 900 horas laborales. Ello incide en la polarización económica de la sociedad”.

Otro informe oficial denominado “Nuevas formas de igualdad de oportunidades”, publicado en marzo de 2011 por el Ministerio Federal de Asuntos de Familia, Tercera Edad, Mujer y Juventud, a diferencia de lo que se esperaba, los mini empleos no están cumpliendo la función de ser un puente para lograr la inserción laboral de las mujeres hacia el empleo permanente y a jornada completa. Por el contrario, este informe advierte que las mujeres que acceden a este tipo de contratos no están cotizando adecuadamente a su fondo de pensiones y/o al fondo de seguridad social, por lo que en el futuro se verán obligadas a solicitar prestaciones sociales no contributivas, es decir, a sobrevivir con ayudas del Estado.

Como puede constatarse, el milagro alemán del crecimiento económico y de la creación de empleos tiene un lado oscuro, que sus apologistas se niegan a reconocer o que en otros casos lo admiten como inevitables “daños colaterales” o lo justifican cínicamente con un “peor es nada”. Las organizaciones laborales y sociales de los países que se encuentran en la lista de espera de reformas al mercado laboral, auspiciadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y/o el Banco Mundial (como El Salvador y Honduras), deben estar atentas a estas nuevas modalidades de flexibilización laboral, en la medida que representan una amenaza de mayor precariedad laboral para las mujeres y los jóvenes, y porque tendrán el efecto de posponer todavía más la vigencia y el ejercicio pleno de los derechos económicos, sociales y culturales de la clase trabajadora.

(*) Julia Evelyn Martínez es profesora de Economía Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de El Salvador.

7 de enero de 2012

ASÍ SERÁ 2012

Nouriel Roubini (*). Expansión


Las perspectivas para la economía mundial en 2012 están claras, pero no son favorables: recesión en Europa, crecimiento anémico en el mejor de los casos en Estados Unidos, y una abrupta desaceleración en China y en la mayoría de las economías emergentes.


Las economías asiáticas están expuestas a China. América Latina está expuesta a menores precios de materias primas (a medida que China y las economías avanzadas se desaceleran). Europa central y oriental están expuestas a la eurozona. Y las turbulencias en el Medio Oriente están causando graves riesgos económicos –tanto allí como en otras partes– a medida que sigue alto el riesgo geopolítico y, por tanto, los precios del petróleo limiten el crecimiento global.


Recesión en la eurozona

En este punto, no hay duda de que habrá recesión en la eurozona. Si bien no es posible predecir su profundidad y duración, la constante contracción del crédito, los problemas de deuda soberana, la falta de competitividad y la austeridad fiscal implican todas una grave contracción económica.

Estados Unidos, que crece a paso de tortuga desde 2010, se enfrenta a considerables riesgos a la baja debido a la crisis de la eurozona. También debe lidiar con un lastre fiscal significativo, el desapalancamiento en curso en los hogares (en medio de una débil creación de empleos, ingresos estancados y la persistente presión a la baja sobre los bienes raíces y la riqueza financiera), el aumento de la desigualdad y el estancamiento político.

Entre otras economías avanzadas principales, Reino Unido se encuentra en caída doble, a medida que la carga frontal de la consolidación fiscal y la exposición a la eurozona socavan el crecimiento. En Japón, la recuperación post-terremoto se diluye a medida que los débiles gobiernos se resisten a aplicar reformas estructurales.


Fallas en el modelo de crecimiento chino

Mientras tanto, son cada vez más obvias las fallas en el modelo de crecimiento de China. La caída de los precios inmobiliarios está detonando una reacción en cadena que tendrá un efecto negativo en las empresas de construcción, la inversión y los ingresos del gobierno.

El auge de la construcción está empezando a estancarse, al igual que las exportaciones netas se han convertido en un lastre para el crecimiento, debido al debilitamiento de la demanda, especialmente de EEUU y la eurozona. Después de haber tratado de enfriar el mercado inmobiliario poniendo coto a los precios que estaban fuera de control, para los líderes chinos va a ser difícil reactivar el crecimiento.

No están solos. En el ámbito de las políticas, EEUU, Europa y Japón también han ido posponiendo las serias reformas económicas, fiscales y financieras que son necesarias para restablecer un crecimiento sostenible y equilibrado.

Apenas ha comenzado un tímido desapalancamiento privado y del sector público en las economías avanzadas, con un todavía tenso balance de los hogares, bancos e instituciones financieras, y los gobiernos locales y centrales. Sólo ha mejorado el sector empresarial de alta calidad.

Pero con tantos y persistentes riesgos de consecuencias prolongadas y las incertidumbres mundiales que pesan sobre la demanda final, y con una sobrecapacidad que sigue siendo alta debido en el pasado a un exceso de inversión en el sector inmobiliario en muchos países y el aumento de la inversión manufacturera en China en los últimos años, el gasto de capital y la contratación de estas empresas se han mantenido en silencio.

El aumento de la desigualdad, debido en parte a la reestructuración corporativa que ha eliminado empleos, está reduciendo más aún la demanda agregada, porque los hogares, los más pobres y quienes perciben ingresos laborales tienen una mayor propensión marginal a gastar que las empresas, los hogares más ricos y quienes perciben rentas de capital. Por otra parte, a medida que la desigualdad impulsa protestas en todo el mundo, la inestabilidad social y política podría representar un riesgo adicional para el desempeño económico.


Ajuste ordenado

Al mismo tiempo, siguen siendo grandes los desequilibrios de cuentas corrientes clave: entre EEUU y China (y otras economías de mercados emergentes) y, dentro de la eurozona, entre el núcleo y la periferia. Para un ajuste ordenado se requiere una menor demanda interna en los países que gastan en exceso con grandes déficit de cuenta corriente, y menores superávit comerciales en los países que ahorran demasiado, a través de apreciaciones cambiarias nominales y reales.

Para mantener el crecimiento, los países que gastan en exceso necesitan una depreciación nominal y real para mejorar sus balanzas comerciales, mientras que los países con superávit necesitan impulsar la demanda interna, especialmente el consumo.

Sin embargo, este ajuste de precios relativos a través de movimientos de divisas se ha estancado, ya que los países con superávit se resisten a la apreciación cambiaria a favor de imponer una deflación recesiva sobre los países con déficit. Las batallas de divisas resultantes se están librando en varios frentes: intervención de controles de cambio, flexibilización cuantitativa y controles de capital de los flujos de entrada. Y con un crecimiento global más débil en el año 2012, los combates podrían convertirse en guerras comerciales.


Pocas opciones

Finalmente, las autoridades se están quedando sin opciones. La devaluación de la moneda es un juego de suma cero, porque no todos los países pueden depreciar y mejorar las exportaciones netas al mismo tiempo. La política monetaria se flexibilizará a medida que la inflación se convierta en tema ausente en las economías avanzadas (y un problema menor en los mercados emergentes). Pero la política monetaria es cada vez más ineficaz en las economías avanzadas, donde los problemas se derivan de la insolvencia en lugar de la falta de liquidez.

Mientras tanto, la política fiscal se ve limitada por el aumento de los déficit y las deudas, los ‘vigilantes’ de bonos, y las nuevas reglas fiscales en Europa. Apoyar y rescatar instituciones financieras es políticamente impopular, y los gobiernos en casi quiebra no tienen el dinero para hacerlo en todo caso.

Y, políticamente, la promesa del G20 ha dado paso a la realidad del G-0: a los gobiernos débiles les resulta cada vez más difícil poner en práctica la coordinación de políticas internacionales, a medida que las visiones del mundo, las metas y los intereses de las economías avanzadas y los mercados emergentes entran en conflicto.


Desequilibrios bursátiles

Como resultado de todo esto, abordar los desequilibrios bursátiles –las grandes deudas de los hogares, las instituciones financieras y los gobiernos– tapando los problemas de solvencia con financiamiento y liquidez eventualmente puede dar lugar a reestructuraciones dolorosas y posiblemente desordenadas. Del mismo modo, hacer frente a la débil competitividad y los desequilibrios de cuenta corriente requiere de ajustes cambiarios que eventualmente pueden llevar a algunos miembros a salir de la eurozona.

Restablecer un crecimiento sólido es bastante difícil sin el fantasma siempre presente del desapalancamiento y una grave escasez de munición política. Pero ese es el desafío al que se enfrenta una economía mundial frágil y desequilibrada en 2012. Parafraseando a Bette Davis en All About Eve: “¡Ajústense los cinturones de seguridad, que va a ser un año lleno de baches!”



(*) Presidente de Roubini Global Economics y profesor de la Stern School of Business, Universidad de Nueva York

6 de enero de 2012

¡DEBACLE!

Dos guerras en el Gran Medio Oriente revelaron la debilidad de la superpotencia global


Tom Engelhardt. Tom Dispatch

Iba a ser la guerra que establecería el imperio como una realidad estadounidense. Resultaría en mil años de Pax Americana. Debía ser una “misión cumplida” desde el principio al fin. Y entonces, claro está, no fue así. Y luego, casi nueve funestos años después, se acabó (más o menos).


Fue la Guerra de Iraq, y EE.UU. fue el visitante no invitado que no quería irse a casa. En el último segundo, a pesar de la repetida promesa del presidente Obama de que todas las tropas estadounidenses iban a partir, a pesar de un acuerdo firmado por el gobierno iraquí con el gobierno de George W. Bush en 2008, los comandantes militares de EE.UU. siguieron cabildeando y Washington siguió negociando para que entre 10.000 y 20.000 soldados estadounidenses permanecieran en el país como consejeros y entrenadores.

Sólo cuando los iraquíes simplemente se negaron a garantizar a esos soldados inmunidad contra la ley local los últimos estadounidenses comenzaron a cruzar la frontera hacia Kuwait. Solo entonces los máximos funcionarios de EE.UU. comenzaron a saludar lo que nunca habían querido: el fin de la presencia militar estadounidense en Iraq, como si marcara una era de “logros”. También comenzaron a elogiar como si fuera un triunfo su propia “decisión” de partir, y proclamaron que los soldados partían con –dijo el presidente– “sus cabezas bien altas”.

En la ceremonia final de arriar la bandera en Bagdad, claramente hecha para el consumo interno en EE.UU. y con buena asistencia del cuerpo de prensa estadounidense y no de funcionarios iraquíes o de los medios locales, el secretario de Defensa Leon Panetta habló del logro del “éxito decisivo”. Aseguró a los soldados que partían que habían sido una “fuerza impulsora de un progreso notable” y que podían abandonar orgullosamente el país “seguros de saber que vuestro sacrificio ha ayudado al pueblo iraquí a comenzar un nuevo capítulo en la historia, libre de tiranía y pleno de esperanza de prosperidad y paz”. Más adelante en su viaje por Medio Oriente, al hablar sobre el coste humano de la guerra, agregó: “Pienso que el precio valió la pena”.

Finalmente los últimos de esos soldados realmente “volvieron a casa” – si la palabra “casa” es suficientemente amplia para incluir no solo bases en EE.UU., sino también guarniciones en Kuwait, en otros sitios en el Golfo Pérsico, y temprano o más tarde en Afganistán.

El 14 de diciembre en Fort Bragg, Carolina del Norte, el presidente y su esposa dieron una bienvenida conmovedora a los veteranos de guerra retornados de la 82 División Aerotransportada y otras unidades. Algunos portaban pintorescas boinas color marrón, y también vitorearon de modo pintoresco al hombre que otrora dijo que la guerra era “estúpida”. Pensando indudablemente en su campaña en 2012, el presidente Obama también habló emotivamente de “éxito” en Iraq, y de “beneficios”; de su orgullo por los soldados, de la “gratitud” del país hacia ellos, de los espectaculares logros así como de los días duros vividos por “la mejor fuerza combatiente en la historia del mundo”, y de los sacrificios hechos por nuestros “guerreros heridos” y “héroes caídos”.

Elogió “un extraordinario logro gestado en nueve años”, y describió su partida como sigue: “Por cierto, todo lo que los soldados estadounidenses han hecho en Iraq –todos los combates y todas las muertes, el desangramiento y la construcción, el entrenamiento y la cooperación– todo ello ha llevado a este momento de éxito… Dejamos atrás un Iraq soberano, estable e independiente, con un gobierno representativo elegido por su pueblo.”

Y estos temas –incluyendo los “beneficios” y los “éxitos”, así como el orgullo y la gratitud que supuestamente deben sentir los estadounidenses hacia sus tropas– fueron recogidos por los medios y diversos expertos. Al mismo tiempo, otras noticias destacaban la posibilidad de que Iraq estuviera cayendo en un nuevo infierno sectario, alimentado por unas fuerzas armadas creadas por EE.UU. pero en su mayor parte chiíes, en un país en el cual los ingresos por el petróleo apenas excedieron los niveles de la era de Sadam Hussein, en una capital que todavía tiene solo unos pocas horas de electricidad por día, y que fue rápidamente afectada por una serie de atentados con bombas y por suicidas de un grupo afiliado a al Qaida (inexistente antes de la invasión de 2003), incluso mientras aumentaba la influencia de Irán y la de Washington se desgastaba silenciosamente.

Una sociedad consumista en guerra
Es verdad que, si se buscaran victorias a bajo coste en una guerra de casi un millón de millones de dólares, esta vez, como señalaron diversos periodistas y expertos, los diplomáticos de EE.UU. no se apresuraban a tomar el último helicóptero desde el techo de la embajada en medio del caos y de barriles de dólares en fuego. En otras palabras, no fue Vietnam y, como todos saben, ésa fue una derrota. De hecho, como señalaron otros artículos, nuestra –como no se ha encontrado una palabra adecuado baste con– retirada, fue una magnífica proeza de ingeniería inversa, digna de una fuerza que no tuvo igual en el planeta.

Incluso el presidente lo mencionó. A fin de cuentas, después de haber llevado lo que parecía ser gran parte de EE.UU. a Iraq, abandonarlo no era una tarea desdeñable. Cuando los militares de EE.UU. comenzaron a despojar las 505 bases que habían construido en ese país al coste de cantidades multimillonarias desconocidas de dineros públicos, abandonaron equipamiento ya no deseado por 580 millones de dólares en manos iraquíes. Y a pesar de ello todavía lograron embarcar a Kuwait, a otras guarniciones en el Golfo Pérsico, a Afganistán, e incluso a pequeñas ciudades en EE.UU., más de dos millones de artículos que iban de chalecos a prueba de bala a inodoros portátiles. Estamos hablando del equivalente de 20.000 camiones repletos.

No es sorprendente, considerando la sociedad de la que provienen, que los militares de EE.UU. libren un estilo de guerra de consumo intensivo y por ello, solo en términos comerciales, la partida de Iraq fue una retirada memorable. Tampoco debemos olvidar los trofeos que se llevaron los militares, incluyendo una vasta base de datos de impresiones digitales y de escaneos de retinas de aproximadamente un 10% de la población iraquí. (Un programa similar sigue existiendo en Afganistán.)

En cuanto al “éxito”, Washington tuvo mucho más que eso. Después de todo, planea mantener una embajada en Bagdad tan gigantesca que deja chica a la embajada en Saigón de 1973. Con un contingente de entre 16.000 y 18.000 personas, incluyendo una fuerza de posiblemente 5.000 mercenarios armados (suministrados por contratistas privados de seguridad como Triple Canopy con su contrato del Departamento de Estado por 1.500 millones de dólares), la “misión” deja chica cualquier definición normal de “embajada” o “diplomacia”.
Solo en 2012, está previsto que gastarán 3.800 millones de dólares, un tercio de eso en un muy criticado programa de entrenamiento de la policía, solo un 12% de lo cual llegará efectivamente a la policía iraquí.

A pesar de todo, dejando de lado los eufemismos y la retórica reverberante, y si se quiere como simple medida de la profundidad de la debacle de EE.UU. en el corazón petrolífero del planeta, hay que considerar cómo abandonó Iraq la última unidad de la tropa estadounidense. Según Tim Arango y Michael Schmidt del New York Times, salió a las 2:30 de la madrugada en medio de la noche. Ningún helicóptero desde los techos, pero 110 vehículos que salieron a oscuras de la Base Adder de Operación de Contingencia. El día antes de su partida, según los periodistas del Times, se ordenó a los intérpretes de la unidad que llamaran a funcionarios iraquíes locales y a jeques con los que los estadounidenses tenían estrechas relaciones e hicieran planes para el futuro, como si todo continuara su ritmo usual en la semana por venir.

En otras palabras, se quería que los iraquíes despertaran la mañana después y vieran que sus compañeros extranjeros se habían ido, sin siquiera despedirse. Da una idea de la confianza que la última unidad estadounidense sentía hacia sus mejores aliados locales. Después de ‘pavor y conmoción’, la toma de Bagdad, el momento de la misión cumplida, y la captura, juicio y ejecución de Sadam Hussein, después de Abu Ghraib y la sangría de la guerra civil, después de la ‘oleada’ y el movimiento del Despertar Suní, y de los dedos marcados con tinta púrpura y los fondos de reconstrucción desaparecidos, después de todas las matanzas y los muertos, los militares de EE.UU. se escabulleron hacia la oscuridad sin una palabra.

Si, sin embargo, necesitáramos una o dos palabras para describir todo el asunto, algo menos elegantes que las que circulan actualmente, “debacle” y “derrota” podrían satisfacer los requisitos. Los militares de la autoproclamada mayor potencia del planeta Tierra, cuyos dirigentes consideraron un día que la ocupación de Medio Oriente sería la clave para la futura política global y planificaron el mantenimiento de tropas en Iraq durante generaciones, tuvieron que salir corriendo. Debería haber sido considerado bastante asombroso.

Si se considera directamente lo que pasó en Iraq se sabrá que estamos en un nuevo planeta.

Redoblando la debacle
Por cierto, Iraq solo fue una de nuestras invasiones-convertidas-en-contrainsurgencias-convertidas-en-desastres. La otra, que comenzó primero y continúa, puede resultar ser la mayor debacle. Aunque menos costosa hasta ahora en vidas estadounidenses y tesoro nacional, amenaza con convertirse en la más decisiva de las dos derrotas, a pesar de que las fuerzas que se oponen a los militares de EE.UU. en Afganistán siguen siendo un conjunto mal armado, relativamente débil, de insurgencias minoritarias.

Por grande que haya sido la hazaña de crear la infraestructura para una ocupación militar y la guerra en Iraq, y luego equipar y abastecer a una masiva fuerza militar en ese país año tras año, no fue nada en comparación con lo que EE.UU. tuvo que hacer en Afganistán. Algún día, la decisión de invadir ese país, ocuparlo, construir más de 400 bases, llevar otros 60.000 o más soldados, masas de contratistas, agentes de la CIA, diplomáticos, y otros funcionarios civiles, y luego presionar a un débil gobierno local para que permitiera que EE.UU. se quedara más o menos perpetuamente, será interpretada como acciones ilusorias de un Washington incapaz de evaluar los límites de su poder en el mundo.

Hablando de curvas de aprendizaje: después de ver el fracaso de su país en una gran guerra en el continente asiático tres décadas antes, los dirigentes de EE.UU. se convencieron de alguna manera de que nada estaba fuera de la gesta militar de la “única superpotencia”. De modo que enviaron a más de 250.000 soldados estadounidenses (junto con todos esos Burger Kings, Subways, y Cinnabons) a dos guerras terrestres en Eurasia. El resultado ha sido otro capítulo en una historia de derrotas estadounidense – esta vez de una potencia que, a pesar de sus pretensiones, no solo era más débil que en la era de Vietnam, sino mucho más débil de lo que sus dirigentes eran capaces de imaginar.

Se pensaría que, después de ver el desarrollo de esa doble debacle durante una década, podría haber una estampida a fondo hacia las salidas. Y sin embargo no se prevé que la reducción de las tropas de “combate” de EE.UU. en Afganistán sea completada hasta el 31 de diciembre de 2014 (y se planea que se queden miles de consejeros, entrenadores, y fuerzas de operaciones especiales); el gobierno de Obama sigue negociando febrilmente con el gobierno del presidente afgano Hamid Karzai un acuerdo que –sean cuales sean los eufemismos elegidos– permita el estacionamiento de guarniciones durante años; y, como en Iraq en 2010 y 2011, comandantes estadounidenses están cabildeando abiertamente a favor de un programa de retirada aún más lento.

De nuevo como en Iraq, de cara a lo obvio, la palabra oficial no podría ser más aterciopelada. A mediados de diciembre, el secretario de Defensa Leon Panetta dijo a soldados estadounidenses de primera línea en ese país que estaban “ganando” la guerra. Nuestros comandantes allí siguen alardeando de “progreso” y “beneficios”, así como de un debilitamiento del control de los talibanes en el área central de los pastunes en Afganistán meridional, gracias a la inundación de la región con tropas estadounidenses y continuos y devastadores ataques nocturnos de las fuerzas de operaciones especiales de EE.UU.

No obstante, la verdadera historia en Afganistán sigue siendo lúgubre para una distorsionada ex superpotencia –como lo ha sido desde que su ocupación resucitó a los talibanes, el movimiento popular menos popular imaginable. Típicamente, la ONU calculó recientemente que “eventos relacionados con la seguridad” en los primeros 11 meses de 2011 aumentaron un 21% por sobre el mismo período en 2010 (lo que fue desmentido por la OTAN). De la misma manera, se están lanzando aún más recursos en un interminable esfuerzo por fortalecer y entrenar a fuerzas de seguridad afganas. Casi 12.000 millones de dólares fueron invertidos en el proyecto en 2011 y se estima una suma similar para 2012, y sin embargo esas fuerzas todavía no pueden operar independientemente, ni combaten de un modo particularmente efectivo (aunque sus oponentes talibanes tienen pocos problemas semejantes).

Policías y soldados afganos siguen desertando en masa y el general estadounidense a cargo de la operación de entrenamiento sugirió el año pasado que, para tener la menor probabilidad de éxito, ésta tendría que ser extendida hasta por lo menos 2016 o 2017. (Olvidad por un momento que un gobierno afgano empobrecido será incapaz de apoyar o financiar las fuerzas que sean creadas como resultado.)

Los talibanes, de base pastuna, se han replegado, como toda fuerza guerrillera clásica, ante las abrumadoras fuerzas armadas de una gran potencia, pero es obvio que todavía tienen un control significativo sobre el campo en el sur, y en el año pasado sus actos de violencia se han extendido cada vez más profundamente hacia el norte no-pastún. Y si las fuerzas de EE.UU. en Iraq no confían en sus socios locales en el momento de partir, los estadounidenses en Afganistán tienen muchos motivos para sentirse mucho más nerviosos. Afganos en uniformes de la policía o del ejército –algunos entrenados por los estadounidenses o la OTAN, otros posiblemente guerrilleros talibanes vestidos de uniformes comprados en el mercado negro– han vuelto regularmente sus armas contra sus aliados putativos en lo que se refieren como “violencia verde contra azul”. A fines de 2011, por ejemplo, un soldado del ejército afgano disparó contra y mató a dos soldados franceses. Poco antes, varios soldados de la OTAN fueron heridos cuando un hombre en uniforme del ejército afgano abrió fuego en su contra.

Mientras tanto, la cantidad de tropas de EE.UU. comienza a disminuir; por cierto, sus aliados de la OTAN parecen inestables; y los talibanes, a pesar de sus vicisitudes, indudablemente sienten que el tiempo está de su parte.

Dependencia de la gentileza de extraños
Por débiles que parezcan los diversos grupos que componen los talibanes, no puede caber duda de que se preparan para sobrevivir exitosamente a la mayor potencia militar de nuestros tiempos. Y, cuidado, nada de esto hace más que tocar la debacle en la que se podría convertir la Guerra Afgana. Si se quiere juzgar la dimensión de la demencia de la guerra estadounidense (y medir el desvanecimiento del poder global de EE.UU.), ni siquiera vale la pena mirar a Afganistán. En su lugar, hay que estudiar las líneas de abastecimiento que conducen a ese país.
Después de todo, Afganistán es un país en Asia Central sin salida al mar. EE.UU. está a miles de kilómetros de distancia. No existen gigantescos puertos con bases como en la Bahía Cam Ranh en Vietnam del Sur en los años sesenta, para llevar aprovisionamiento. Para Washington, aunque los guerrilleros a los que se opone van a la guerra con poco más que la ropa que llevan puesta, sus propios militares es otra cosa. Desde comidas a blindaje corporal, suministros para la construcción a municiones, necesita un masivo –y muy costoso– sistema de suministro. También tragan combustible como un borracho bebe alcohol y han gastado más de 20.000 millones de dólares por año en Afganistán e Iraq solo en aire acondicionado.

Para mantenerse en buenas condiciones, deben depender de enrevesadas líneas de aprovisionamiento de miles de kilómetros. Por este motivo, EE.UU. no es el árbitro de su propia suerte en Afganistán, aunque parece que esto ha pasado desapercibido durante años.
De todas las guerras poco prácticas que puede librar un imperio en decadencia, la afgana puede ser la menos práctica de todas. Hay que reconocer que en el caso de la Unión Soviética, por lo menos su “herida sangrante” –el calificativo que usó Mijail Gorbachov al hablar de su debacle afgana en los años ochenta– estaba convenientemente cerca. Para los casi 91.000 soldados estadounidenses que están ahora en ese país, sus 40.000 homólogos de la OTAN, y miles de contratistas privados, los suministros que posibilitan la guerra solo pueden llegar a Afganistán por tres caminos: tal vez un 20% llega por aire a un coste astronómico; más de un tercio llega por la ruta más corta y barata – a través del puerto paquistaní de Karachi, por camión o tren hacia el norte, y luego por camión pasando por estrechos desfiladeros en las montañas; y tal vez un 40% (solo permiten suministros “no letales”) a través de la Red de Distribución del Norte (NDN).

La NDN fue completamente desarrollada solo a principios de 2009, cuando quedó claro tardíamente en Washington que Pakistán posee un control potencial sobre el esfuerzo bélico estadounidense. Atravesando por lo menos 16 países y utilizando casi todo medio de transporte imaginable, la NDN incluye realmente tres rutas, dos de ellas vía Rusia, que transportan prácticamente todo a través del cuello de botella del corrupto y autocrático Uzbekistán.
En otras palabras, solo para librar su guerra, Washington ha tenido que depender de la gentileza de extraños – en este caso, Pakistán y Rusia. Una cosa es cuando una superpotencia o gran potencia en ascenso echa su suerte con países que podrán no ser aliados naturales; es una historia muy diferente cuando lo hace una potencia en decadencia. Los dirigentes rusos ya hacen ruidos sobre la viabilidad de la ruta septentrional si EE.UU. sigue contrariándolos sobre la ubicación de su eventual sistema europeo de defensa de misiles.

Pero el psicodrama más inmediato de la Guerra Afgana se encuentra en Pakistán. Allí, la masiva operación de reabastecimiento ya causa un importante escándalo. Se estimó, por ejemplo, que en 2008, un 12% de todos los suministros que iban de Karachi a la Base Aérea Bagram se perdieron en algún sitio en el camino. En lo que el jefe de policía de Karachi llamó “la madre de todos los timos” 29.000 embarques de suministros estadounidenses han desaparecido después de ser descargados en ese puerto.

En los hechos, todo el sistema de suministro –junto con la seguridad local y los acuerdos de protección y los sobornos a diversos grupos que forman parte integral de ellos en ruta– ha ayudado evidentemente a financiar y abastecer a los talibanes, así como a surtir todos los bazares en el camino y apoyar a señores de la guerra locales y a pillos de todo tipo.

Recientemente, en respuesta a ataques aéreos que mataron a 24 de sus soldados fronterizos, la dirigencia paquistaní obligó a los estadounidenses a abandonar la base aérea Shamsi, donde la CIA realizaba algunas de sus operaciones de drones, presionó a Washington para que detuviera por lo menos transitoriamente su campaña aérea de drones en las áreas fronterizas de Pakistán, y cerró los cruces en las fronteras por los cuales debe pasar todo el sistema de abastecimiento estadounidense. Siguen cerrados casi dos meses después. A largo plazo, la guerra estadounidense simplemente no puede ser librada en esas condiciones.

Aunque es probable que esos cruces sean reabiertos después de una importante renegociación de las relaciones entre EE.UU. y Pakistán, el mensaje no podría ser más obvio. Las guerras en Iraq y Afganistán, así como en esas áreas fronterizas de Pakistán, no solo han afectado el tesoro de EE.UU., sino han sacado a la luz la relativa impotencia de la “única superpotencia”. Hace diez (o incluso cinco) años, los paquistaníes simplemente no se hubieran atrevido a tomar decisiones semejantes.

El poder de los militares estadounidenses era amenazadoramente impresionante, pero solo hasta que George W. Bush apretó dos veces el gatillo. Al hacerlo, reveló al mundo que EE.UU. no podía ganar guerras terrestres distantes contra enemigos minimalistas o imponer su voluntad a dos países débiles en el Gran Medio Oriente. También sacó a la luz otra realidad, incluso si tardó en ser comprendida: ya no vivimos en un planeta en el cual es obvio cómo convertir inmensas ventajas en tecnología militar en cualquier otro tipo de poder.

En el proceso, todo el mundo pudo ver lo que es EE.UU.: la otra potencia de la Guerra Fría en decadencia. El estado de dependencia de Washington en el continente eurasiático es ahora suficientemente claro, lo que quiere decir que, no importa a qué “acuerdos” se llegue con el gobierno afgano, el futuro en ese país no es estadounidense.

Durante la última década, EE.UU. ha recibido una lección repetitiva cuando se trata de guerras terrestres en el continente eurasiático: no las inicie. Esta vez, la debacle de la inminente doble derrota no podría ser más obvia. La única pregunta que sigue existiendo es hasta qué punto será humillante la futura retirada de Afganistán. Mientras más tiempo se quede EE.UU., más devastador será el golpe a su poder.

En principio no debiera ser necesario decir todo esto y sin embargo, al comenzar 2012, con la temporada política que se aproxima, no es menos dolorosamente obvio que Washington será incapaz de terminar pronto la Guerra Afgana.

En el punto álgido de lo que parecía ser un éxito en Iraq y Afganistán, funcionarios estadounidenses se inquietaron interminablemente sobre cómo, usando la frase condescendiente del momento, poner una “cara afgana” o una “cara iraquí” a las guerras de EE.UU. Ahora, en un momento nadir en el Gran Medio Oriente, tal vez sea finalmente hora de poner una cara estadounidense a las guerras de EE.UU.: verlas claramente como las debacles imperiales que han sido – y actuar correspondientemente.



Tom Engelhardt, es co-fundador del American Empire Project. Es autor de “The End of Victory Culture”, una historia sobre la Guerra Fría y otros aspectos, así como una novela: “The Last Days of Publishing”. Su último libro publicado es: “The American Way of War: How Bush’s Wars Became Obama’s” (Haymarket Books).

Traducido del inglés por Germán Leyens