12 de junio de 2017

PROLETARIADO Y CLASES SOCIALES, HOY

Agustín Guillamón. elsalariado.info

El proletariado se define como la clase social que carece de todo tipo de propiedad y que para sobrevivir necesita vender su fuerza de trabajo por un salario[1]. Forman parte del proletariado, sean o no conscientes de ello, los asalariados, los parados, los precarios, los jubilados y los familiares que dependen de ellos. En España forman parte del proletariado los seis millones de parados y los dieciséis millones de asalariados que temen engrosar las filas del paro[2], amén de una cifra indefinida de marginados, que no aparecen en las estadísticas porque han sido excluidos del sistema.

La clase obrera es una clasificación social OBJETIVA, que designa a todo aquel que mantiene una relación SALARIAL con un patrón (ya sea privado o estatal) al que vende su fuerza de trabajo (sus brazos y su inteligencia). La clase obrera forma parte del proletariado, que incluye además a parados, jubilados y marginados. Los proletarios no son propietarios de medios de producción. El salario es la principal forma de esclavitud moderna. LA RELACIÓN SALARIAL no es sólo de carácter social y económico, sino también político, puesto que determina el modo de existencia de quienes no tienen ningún poder de decisión sobre su propia vida.

La clase media incluye hoy a algunos trabajadores “autónomos”, esto es, trabajadores independientes y “autoexplotados”, algunos técnicos y profesionales altamente cualificados y a los empresarios sin asalariados. La alta clase media estaría formada por empresarios con algunos trabajadores asalariados, pero sin influencia política decisiva.

Capitalistas serían todos los propietarios de medios de producción, o altos gerentes con poder de decisión (aunque fueran asalariados) de grandes empresas privadas o estatales. Constituyen menos del uno por ciento de la población, pero su influencia política es absoluta, y determinan las líneas económicas que se aplican y afectan a la vida cotidiana de la totalidad de la población. Su lema sería: “Todos los gobiernos al servicio del capital; cada gobierno contra su pueblo”.

La democracia parlamentaria europea se ha transformado rápidamente, desde el inicio de la depresión (2008), en una partitocracia “nacionalmente inútil”, autoritaria y mafiosa, dominada por esa clase dirigente capitalista apátrida, que está al servicio de las finanzas internacionales y las multinacionales. Se produce una profunda y extensa proletarización de las clases medias, una masificación del proletariado y la erupción violenta e intermitente de irrecuperables colectivos, suburbios y comunidades marginadas, antisistema (no tanto por convicción, como por exclusión). Los Estados nacionales se convierten en instrumentos obsoletos (pero aún necesarios, en cuanto garantes del orden público y defensa armada de la explotación) de esa clase capitalista dirigente, de ámbito e intereses mundiales.

La sociedad capitalista actual, que nos permite la anterior clasificación social en tres clases fundamentales, aún admite en el seno de cada clase una infinita gradación de situaciones económicas, sociales, políticas y culturales, pero se identifica con la EXPLOTACIÓN de los trabajadores por los capitalistas, y tiende a una rápida polarización entre el proletariado (más la clase media proletarizada) y la ínfima minoría de los todopoderosos dirigentes (inferior al uno por ciento y apátrida).

Todo el mundo entiende que existe explotación cuando se habla del trabajo infantil esclavo en manufacturas de la India o China, que producen zapatillas o ropa de marca para multinacionales, con jornadas de 18 ó 20 horas, sin más paga que alimento y jergón en el mismo lugar de trabajo, que venden sus productos en USA o Europa. Y se escandalizan, con razón, ante esa explotación del trabajo infantil esclavo.

Hay que entender que la EXPLOTACIÓN del trabajo asalariado es la ESENCIA de la sociedad capitalista. Todos los asalariados padecen la explotación capitalista (no sólo los niños hindúes). Cuanto más desarrollada es la productividad del trabajo colectivo de una sociedad, mayor grado de explotación experimentan sus trabajadores, aunque puedan consumir más mercancías. La feroz lucha entre los capitalistas por superar y sobrevivir al competidor, impulsa el incremento de la explotación de los trabajadores, al margen de la buena voluntad o ética de cada empresario individual. Los capitales se fusionan y concentran, atacando sin límites las condiciones de vida y laborales de los trabajadores, amenazando con irse a otro país o con contratar más barato entre los millones de parados sin recursos. En cada país un puñado de transnacionales efectúa ventas anuales que superan ampliamente los presupuestos nacionales y empuñan el poder de dar trabajo, o no, a millones de desposeídos.

El proletariado, que tiende a abarcar hoy a un 75/80 por ciento de la población española, se puede clasificar en asalariados, precarios, parados, prejubilados, jubilados y marginados. La clase media sufre una fortísima proletarización, con amplios sectores de profesionales (en el ámbito de la medicina, arquitectura, enseñanza, tecnologías y servicios sociales), funcionarios y medianos o pequeños empresarios (colectivos que hace cinco años percibían elevados ingresos) que se proletarizan, o incluso quedan marginados económica y socialmente.

El elevadísimo número de parados y el estadísticamente desconocido número de excluidos (por paro de larga duración y/o no percepción de ingreso alguno) hace que los asalariados, en su conjunto, se precaricen colectivamente en sus condiciones laborales y existenciales hasta extremos impensables hace unos años en España y Europa. Incluso desaparece la negociación de los convenios colectivos por sectores o empresas, que son sustituidos por condiciones mínimas y miserables de contratación. Los suburbios se convierten en guetos de excluidos del sistema, que el Estado intenta aislar entre sí, entregando su dominio a las bandas, la droga, las mafias, las escuelas, los trabajadores sociales, oenegés, etetés, prisiones y policía, para que conjuntamente impongan el control y/o sacrificio económico, político, social, moral, volitivo, y si hace falta también físico, de “todos los que sobran”, con el objetivo preciso y concreto de desactivar su potencial revolucionario, intentando convertir esos barrios periféricos en colmenas de muertos vivientes, a los que las instituciones estatales les han declarado una guerra total de exterminio y aniquilación.

La tesis neosituacionista y milenarista de la desaparición del proletariado muestra no sólo su irracionalidad y falsedad, frente al inmenso incremento del proletariado en países como China, Sudáfrica, Brasil o la India, sino su falta de comprensión de la nueva realidad europea, y de la proletarización de las clases medias, surgida con la depresión iniciada en el 2008. Primitivistas y “pro-situs” se han quedado anclados en sus trasnochados análisis, tan desmovilizadores como artificiales e inútiles, confundiendo las características propias de las fases keynesiano/fordista (1945-1975) y neoliberal/toyotista (1976-2007) del capitalismo, con su esencia. Catastrofistas, ludditas, antidesarrollistas, profetas, tecnófobos e idealistas de distinto pelaje y orientación, coinciden en un punto fundamental, que nos desarma como clase revolucionaria en lucha contra el sistema capitalista: afirman que el proletariado ha desaparecido y/o ha dejado de ser el sujeto revolucionario. Identifican una parte con el todo. Confunden clase obrera industrial con proletariado. Desprecian como a bárbaros groseros y desclasados al proletariado de los guetos. Son reaccionarios brillantes y coherentes, muy útiles hoy al capital; pero que pronto desaparecerán en la nada de la necedad y la extravagancia.

La lucha de clases no es sólo la única posibilidad de resistencia y supervivencia frente a los feroces y sádicos ataques del capital, sino la irrenunciable vía de búsqueda de una solución revolucionaria definitiva a la decadencia del sistema capitalista, hoy obsoleto y criminal, que además se cree impune y eterno. Revolución o barbarie; lucha de clases o explotación sin límites; poder de decisión sobre la propia vida o esclavitud asalariada y marginación.


[1] Es decir, la clase de los asalariados sin reservas (económicas, se entiende). [Nota de El Salariado]

[2] Aquí, pensamos, habría que matizar las palabras del autor. Pues evidentemente dentro de los 16 millones de asalariados se incluye un cierto porcentaje que sí son propietarios. [Nota de El Salariado]


7 de junio de 2017

TERRORISMO EN GRAN BRETAÑA: ¿QUÉ SABÍA LA PRIMERA MINISTRA?

John Pilger. La Haine

Lo indecible en la campaña electoral británica es esto. Las causas de la atrocidad de Manchester, donde 22 personas (mayoritariamente niños) fueron asesinadas por un yihadista, se han ocultado para proteger los secretos de la política exterior británica.

Las preguntas claves (por ejemplo, por qué el servicio de seguridad M15 mantuvo “activos” terroristas en Manchester y por qué el gobierno no advirtió al público de la amenaza en su seno) permanecen sin respuesta y se desvían mediante la promesa de una “revisión” interna.

El presunto terrorista suicida, Salman Abedi, formaba parte de un grupo extremista, el Grupo de Combate Islámico Libio [LIFG, por sus siglas en inglés] que floreció en Manchester y fue cultivado y utilizado por el M15 durante más de 20 anos.

El LIFG está proscrito en Gran Bretaña como organización terrorista que promueve una posición dura sobre un “Estado islámico” en Libia y “forma parte del movimiento extremista islamista más amplio y global, inspirado por al Qaeda”.

La prueba es que mientras Theresa May fuera Ministra del Interior se permitió a yihadistas del LIFG viajar sin limitaciones por Europa y se les animó a participar en “combate”: primero para expulsar a Muamar el Gadafi en Libia y luego para unirse a los grupos afiliados a al Qaeda en Siria.

El año pasado el FBI supuestamente puso a Abedi en una “lista de vigilancia terrorista” y advirtió al M15 que este grupo estaba buscando un “objetivo político” en Gran Bretaña. ¿Por qué no fue detenido, previniendo así que la red a su alrededor planificara y ejecutara la atrocidad del 22 de mayo?

Estas preguntas surgen debido a una filtración del FBI que desmorona la versión del “lobo solitario” a raíz del ataque del 22 de mayo –de ahí la indignación llena de pánico y poco usual dirigida a Washington desde Londres, y la disculpa de Donald Trump.

La atrocidad de Manchester quita la piedra angular de la política exterior británica y revela su alianza fáustica con el extremismo islámico, especialmente con la secta conocida como wahhabismo o salafismo, cuyo principal custodio y banquero es el reino del petróleo de Arabia Saudita, el mayor comprador de armas de Gran Bretaña.

Este matrimonio imperial se remonta a la Segunda Guerra Mundial y a los primeros días de los Hermanos Musulmanes en Egipto. El objetivo de la política británica era detener el panarabismo, esto es, el desarrollo de un laicismo moderno en los Estados árabes, el afirmar su independencia del Occidente imperial y controlar sus recursos. La creación del rapaz Israel estuvo destinada a acelerarlo. Desde entonces se ha aplastado el panarabismo: la meta ahora es dividir y conquistar.

De acuerdo con Middle East Eye, en 2011 el LIFG era conocido en Manchester como los “Chicos de Manchester”. Opuestos implacablemente a Muamar el Gadafi, se les consideraba de alto riesgo y algunos de ellos permanecieron bajo control del Ministerio del Interior (en arresto domiciliario) cuando las manifestaciones contra Gadafi estallaron en Libia, un país forjado por un sinfín de enemistades tribales.

Repentinamente, se levantaron las órdenes de control. “Se me permitió ir sin preguntas”, dijo un miembro de LIFG. El M15 les devolvió sus pasaportes y a los agentes de contraterrorismo en el aeropuerto de Heathrow se les ordenó que les dejaran tomar sus vuelos.

El derrocamiento de Gadafi (que controlaba las reservas de petróleo más grandes de África) venía siendo planificado desde hacía tiempo desde Washington y Londres. De acuerdo con la inteligencia francesa, el LIFG llevó a cabo varios intentos de asesinato contra Gadafi durante la década de 1990 financiados por la inteligencia británica. En marzo de 2011 Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos aprovecharon la oportunidad de una “intervención humanitaria” y atacaron Libia. Los acompañó la OTAN bajo la cobertura de una resolución para “proteger a los civiles”.

El pasado septiembre una investigación del Comité de Asuntos Específicos de la Cámara de los Comunes concluyó que el Primer Ministro David Cameron había enviado el país a la guerra contra Gadafi basándose en una serie de “presunciones erróneas” y que el ataque “había llevado al crecimiento del Estado Islámico en África del Norte”. El Comité de los Comunes citó lo que denominó la descripción "concisa" de Barack Obama del papel desempeñado por Cameron en Libia: un “show de mierda” [ a shit show ].

De hecho, Obama fue un actor principal en este “show de mierda”, urgido por su belicista Secretaria de Estado Hillary Clinton y por unos medios que acusaba a Gadafi de planificar un “genocidio” contra su propia gente. “Sabíamos […] que si esperábamos un día más”, dijo Obama, “Bengasi, una ciudad del tamaño de Charloote, podía sufrir una masacre que hubiera retumbado en toda la región y manchando la conciencia del mundo”.

El cuento de la masacre fue fabricado por las milicias salafistas que estaban siendo derrotadas por las fuerzas gubernamentales de Libia. Dijeron a Reuters que iba a haber “un baño de sangre real, una masacre como la que vimos en Ruanda”. El Comité de los Comunes reportó que “la afirmación de que Muamar el Gadafi habría ordenado la masacre de civiles en Bengasi no se apoyada en ninguna prueba de la que se dispusiera”.

Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos efectivamente destruyeron Libia como Estado moderno. Según sus propias cifras, la OTAN lanzó 9.700 “misiones de ataque”, de las cuales más de un tercio alcanzó objetivos civiles. Estos ataques incluyeron bombas de fragmentación y misiles con cabezas de uranio. Las ciudades de Misurata y Sirte fueron completamente bombardeadas. La UNICEF (la organización de la ONU para la infancia) reportó que una alta proporción de niños asesinados “eran menores de diez años”.

Más que “dar lugar” al Estado Islámico (ISIS ya se había asentado sobre las ruinas de Irak luego de las invasiones de Blair y Bush el 2003), estos medievalistas tardíos tienen ahora todo el norte de África como base. Los ataques también desencadenaron una huida de refugiados a Europa.

Cameron fue celebrado en Trípoli como “liberador”, o imaginó que lo era.

Entre las masas que lo aclamaban se incluían aquellos secretamente provistos y entrenados por las SAS británicas e inspirados en el Estado Islámico, como los “Chicos de Manchester”.

Para los estadounidenses y británicos el verdadero crimen de Gadafi fue su independencia iconoclasta y su plan de abandonar el petrodólar, pilar del poder imperial norteamericano. Audazmente había planificado proponer una moneda común africana sustentada en el oro, establecer un banco para toda África y promover la unión económica entre países pobres con recursos preciados. Hubiese ocurrido esto o no, la mera idea era intolerable para EE.UU. que se preparaba para “entrar” en África y sobornar gobiernos africanos con “asociaciones” militares.

El dictador caído huyó por su vida. Un avión de la Real Fuerza Aérea apuntó a su convoy y en los escombros de Sirte fue sodomizado con un cuchillo por un fanático al que en las noticias se calificaba de “rebelde”.

Habiendo saqueado el arsenal de 30.000 millones de dólares de Libia, los “rebeldes” avanzaron hacia el sur aterrorizando pueblos y villas.

Cruzando hacia Mali subsahariano destruyeron la frágil estabilidad de ese país. Los siempre entusiastas franceses enviaron aviones y tropas a su antigua colonia “para combatir a al Qaeda” o a la amenaza que ellos mismos habían ayudado a crear.

El 14 de octubre del 2011 el presidente Obama anunció que enviaría tropas de fuerzas especiales a Uganda para incorporarse ahí en la guerra civil. En los meses siguientes se enviaron tropas de combate estadounidenses al sur de Sudán, al Congo y a la República Centroafricana. Con Libia asegurada, estaba en curso una invasión norteamericana del continente africano de la que no se informaba en absoluto.

El gobierno británico organizó en Londres una de las ferias de armas más grandes del mundo. Lo que se rumoreaba en los stands era que se trataba del “efecto demostración en Libia”. La Cámara de Comercio e Industria de Londres hizo un preestreno titulado: “Oriente Medio: un vasto mercado para las compañías de defensa y seguridad del Reino Unido”. El anfitrión fue el Banco Real de Escocia, un importante inversionista en bombas de racimo, profusamente utilizadas contra objetivos civiles en Siria. La propaganda de la fiesta de las armas en el banco elogiaba las “oportunidades sin precedentes para las compañías de defensa y seguridad del Reino Unido”.

El mes pasado la Primera Ministra Theresa May estuvo en Arabia Saudita vendiendo armas británicas por valor de más de 3.000 millones de libras, armas que los saudíes han utilizado contra Yemen. Asesores militares británicos instalados en salas de control en Riyadh ayudan a llevar a cabo los bombardeos, que han matado a más de 10.000 civiles. Ahora hay claros signos de hambruna. Un niño yemení muere cada 10 minutos de enfermedades prevenibles según la UNICEF.

La atrocidad de Manchester del 22 de mayo fue producto de esta constante violencia estatal en lugares remotos, gran parte patrocinada por Gran Bretaña.

Casi nunca conocemos las vidas y nombres de las víctimas.

La verdad pelea por hacerse escuchar, como peleó para hacerse escuchar cuando hubo un atentado en el Metro de Londres el 7 de Julio de 2005.

Ocasionalmente un miembro del público podría romper el silencio, como el londinense del este que se puso delante de un equipo de cámaras de CNN y de un periodista que decía perogrulladas. “Irak!”, dijo, “Nosotros invadimos Irak. ¿Qué esperábamos? Vamos, dilo”.

En una enorme reunión de medios a la que asistí muchos de los importantes invitados pronunciaron “Irak” y “Blair” como una suerte de catarsis por lo que no se atrevían a decir profesional y públicamente.

Pero antes de invadir Irak, el Comité de Inteligencia Conjunto advirtió a Blair de que “la amenaza de al Qaeda se incrementará en cuanto empiece cualquier acción militar contra Irak […] La amenaza mundial de otros grupo e individuos terroristas islámicos aumentará significativamente”.

Del mismo modo que Blair trajo a suelo británico la violencia del sanguinario “show de mierda” suyo y de George W. Bush, David Cameron (apoyado por Theresa May) agravó su crimen en Libia y sus horribles consecuencias, incluidas las personas asesinadas y mutiladas en el Manchester Arena el 22 de mayo.

Como era de esperar, vuelve la versión [del lobo solitario]. Salman Abedi actuó solo. Era nada más que un pequeño criminal. La extensa red que reveló la semana pasada la filtración norteamericana se ha desvanecido, pero las preguntas no.

¿Por qué Abedi pudo viajar libremente a través de Europa hacia Libia y volver a Manchester sólo días antes de cometer su terrible crimen? ¿Theresa May fue informada por el M15 de que el FBI le había seguido la pista como parte de una célula islámica que planificaba atacar un “objetivo político” en Gran Bretaña?

En la actual campaña electoral el líder laborista Jeremy Corbyn ha hecho una cauta referencia a una “guerra contra el terrorismo que ha fracasado”. Como él sabe, nunca ha sido una guerra contra el terrorismo sino una guerra de conquista y subyugación. Palestina. Afganistán. Irak. Libia. Siria. Se dice que Irán es el próximo. Antes de que haya otro Manchester, ¿quién tendrá el coraje de decirlo?



5 de junio de 2017

“DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA” Y EL SOCIALISMO VULGAR

Rolando Astarita. rolandoastarita.wordpress.com

Algunas organizaciones de izquierda, que dicen basar sus análisis y estrategia en la teoría de Marx, ponen en el centro de su propaganda y agitación la demanda de “distribuir la riqueza”. Parecen pensar que esta es una forma de facilitar la comprensión y aceptación del socialismo por parte de los trabajadores. Esto tal vez explique por qué, durante las campañas electorales, la demanda se repite por todos lados, como si fuera una solución mágica.

No acuerdo con esa política. La razón principal por la que discrepo es que de esa forma se pone el acento en la distribución, y no en las relaciones sociales que subyacen a esa distribución, y que la determinan.

Con esto no niego que es posible mejorar, mediante las luchas reivindicativas, los salarios y las condiciones laborales (en particular, en las fases expansivas del ciclo económico), sin tener que acabar necesariamente con el modo de producción capitalista. Pero hay que ser consciente de que estas mejoras siempre tienen límites determinados por la lógica de la ganancia. Y que en absoluto acaban con la explotación del trabajo. Más aún, en tanto subsista el actual modo de producción, la clase obrera estará obligada a reiniciar una y otra vez las luchas salariales y contra la prepotencia del capital. Es que cuando los salarios amenazan seriamente la ganancia, el capital o bien reemplaza al trabajo por la máquina; o hace más lenta la acumulación; o se traslada a otra región o país. Por cualquiera de estas vías, o una combinación de ellas, pone límites a las mejoras de salarios y laborales.

Por eso, el objetivo del programa socialista no puede reducirse a una mejor distribución del valor agregado por el trabajo –esto es, a luchar para que disminuya la relación plusvalía/valor de la fuerza de trabajo. Como explica Marx en Salario, precio y ganancia, cuando se pelea por el salario se pelea contra los efectos del sistema capitalista, pero no contra la causa de los malos salarios, la desocupación, el pauperismo. Por este motivo, la bandera del socialismo debe ser la abolición del sistema del trabajo asalariado. Esta demanda supera el horizonte del sindicalismo, que siempre se limita, incluso en sus mejores exponentes, a exigir mejoras en la distribución.

Estas ideas también las encontramos en la Crítica del Programa de Gotha; escribe Marx:

“…es equivocado, en general, tomar como esencial la llamada distribución y hacer hincapié en ella, como si fuera lo más importante. La distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones de producción. Y ésta es una característica del modo mismo de producción. Por ejemplo, el modo capitalista de producción descansa en el hecho de que las condiciones materiales de producción les son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa sólo es propietaria de la condición personal de producción, la fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los elementos de producción, la actual distribución de los medios de consumo es una consecuencia natural. Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinaría, por sí solo, una distribución de los medios de consumo distinta de la actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución” (edición elaleph, p. 18; énfasis agregado).

El enfoque marxista entonces se opone a la visión de los reformistas burgueses, socialistas vulgares, y semejantes, que ponen el acento en “la distribución de la torta” (torta = valor agregado). Recordemos que, de manera característica, Karl Dühring, decía que el modo de producción capitalista era bueno, pero el modo de distribución capitalista debía desaparecer. Inevitablemente, a partir de aquí, las cuestiones se plantean en términos de cuánto le corresponde al trabajo, cuánto al capital, si es “justo” tanto más o tanto menos, etcétera. Así se pasa por alto la pregunta esencial, que debería hacerse todo trabajador: ¿quién hizo la torta que va a repartirse? Con lo cual empezamos a cuestionar la relación de propiedad/no propiedad de los medios de producción y de cambio.

Existe todavía otro problema con la demanda de “distribuir la riqueza”, y es que induce a pensar que la solución de los males sociales pasa por distribuir los medios de producción entre los ciudadanos de algún modo “equitativo”. O sea, pasar a un modo de producción basado en el pequeño burgués propietario de su lote de tierra, de su pequeño taller, comercio o medio de transporte. El socialismo pequeño burgués siempre tuvo este norte; lo mismo ocurre con muchas variantes del populismo. Frente a la concentración y centralización del capital, la consigna parece ser “volvamos a la pequeña propiedad”. Para esta gente las calamidades sociales no tienen su origen en el capital, sino en el hecho de que este sea “demasiado grande”.

Naturalmente, comprendo el afán de algunos marxistas de quedar bien con el populismo pequeño burgués (máxime en campañas electorales), pero la realidad es que repartir la gran propiedad para volver a la pequeña propiedad es un objetivo reaccionario. Cambiar las grandes unidades productivas o comerciales por la pequeña unidad administrada por los propietarios individuales, significaría un retroceso en las fuerzas productivas. Por eso históricamente el marxismo no levantó la consigna de “repartir los medios de producción”, sino socializarlos. Esto es, que pasen a manos de la sociedad, de los productores asociados.

Como puede verse, se trata de cuestiones que afectan a la esencia de la teoría y la política del socialismo.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG. No espero que los votantes cheerleaders del PSOE, IU, Podemos, EQUO y resto de basura progre del sistema acepte la diferencia entre socialismo vulgar y socialismo a secas, ni siquiera que lo entienda. No dan para tanto. Pero sí que las nuevas generaciones que están entrando a una cierta forma de conciencia social y política vean por dónde va la cosa en realidad y no por donde nos la venden estos “sobreros” del capital.


3 de junio de 2017

AFGANISTÁN: CUANDO SE DISIPE EL HUMO, CUANDO SE ASIENTE EL POLVO

Guadi Calvo. alainet.org

Aunque la cifra todavía es incierta se estima entre 100 muertos y cerca de 500 los heridos, que dejó el ataque del miércoles en Kabul en el barrio diplomático. Según las informaciones un camión cisterna cargado de 1500 kilos de explosivos, conducido por un suicida detonó en la Plaza Zanbaq, epicentro de lo que se conoce como la zona verde de la capital afgana, un sitio ultra controlado por las fuerzas de seguridad, ya que allí se encuentran numerosas embajadas, oficinas relacionadas con agencias y organismos internacionales, además de muchas viviendas particulares, donde residen altos funcionarios del gobierno, empresarios y ejecutivos de compañías extranjeras.

La magnitud de la explosión, producida a las 8: 30 hora local, momento del ingreso de la mayoría de empleados y funcionarios que se desempeñan en las dependencias de la zona, afectó varias embajadas, fundamentalmente la de Alemania, donde murieron un par de funcionarios locales, se escuchó a varios kilómetros de distancia, afectando a más de 50 vehículos, dejando un pozo de siete metros de profundidad.

El ataque producido en los comienzos del Ramadán, el mes sagrado del islam, y en plena ofensiva de primavera del Talibán, anunciada a fines de abril, forma parte de otros ataques en diferentes regiones del país y parece preanunciar una temporada de alta conflictividad.

Si bien el ataque todavía no se lo ha adjudicado ninguna de las organizaciones que operan en el país, aunque el Talibán no suele adjudicarse los atentados donde las víctimas son muy numerosas, como es este caso. La agencia de seguridad pakistaní, con aceitados contactos en Afganistán, sospechan fundamentalmente de la Red Haqqani, un grupo muy próximo a los Talibán fundado por Yalaludin Haqqani, en los años setenta, que en la actualidad contaría entre 5.000 y 15.000 hombres. El grupo fue financiado por la CIA, en los tiempos de la guerra contra la Unión Soviética, participa, además de acciones terroristas, en otros ilícitos vinculado al tráfico de opio y heroína.

Dada la magnitud del ataque el gobierno ha puesto en marcha una campaña de donación de sangre, mientras que todos los servicios sanitarios de la ciudad han sido colapsados tras la emergencia.

Son varias las embajadas dañadas entre ellas las de Francia, Alemania, Japón, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, India y Bulgaria. Mientras que el gobierno alemán se vio obligado a retrasar la partida del vuelo chárter que devolvía a su país, un numeroso grupo de afganos expulsados de Alemania.

El último atentado de magnitud en Kabul, se produjo el 8 de marzo pasado cuando la toma del hospital dejó 30 muertos y 45 heridos, ataque que se adjudicado al Daesh.
La situación se degrada día a día, desde el 2014, cuando el gobierno de Obama inició el repliegue final de sus tropas, dejando a Afganistán en una situación casi más crítica que antes de la invasión estadounidense de 2001. Un atentado de estas proporciones, como hacía muchos años que no se producían ya no solo en la capital sino en el resto del país, indicaría claramente el nivel de perfeccionamiento de los terroristas, no solo por la capacidad para fabricar explosivos de esas proporciones, sino el poder penetrar en un área extremadamente controlada, ya no solo por la seguridad afgana, sino también por agentes y mercenarios extranjeros. Esto evidenciaría claramente que la policía y el ejército afgano armado y entrenado por los Estados Unidos, han sido infiltrados por la inteligencia terrorista. Son varios los hechos producidos en el interior del país donde un infiltrado entre las fuerzas de seguridad ha logrado no solo asesinar hasta una docena de militares, sino escapar con su armamento.

Según Washington, 20 de los 98 grupos que tiene catalogados como terroristas a nivel mundial, operan entre Afganistán y Pakistán.

Algo más que una guerra
Washington mantiene en Afganistán un poco menos de 10.000 hombres, y los diferentes países europeos otros tres mil en total, asignados fundamentalmente a tareas de entrenamiento de las fuerzas afganas, y con un área muy restringida de intervención fuera de sus unidades. El presidente Trump estaba dispuesto a enviar hasta 5.000 hombres más para contener el avance talibán y colaborar con el presidente afgano Ashraf Ghani, no solo jaqueado por cuestiones de seguridad sino también por su rivalidad política con su segundo Abdullah-Abdullah.

El jefe del Pentágono, el general James Mattis, quien estuvo semanas atrás en Afganistán, lugar al que conoce muy bien ya que estuvo allí destacado siendo general activo, declaró que 2017 sería un año extremadamente difícil para el ejército afgano y para las dotaciones extranjeras desplegadas en ese territorio.

La seguridad viene deteriorándose cada vez más en todo el país al tiempo que los diferentes grupos que operan en territorio afgano particularmente Talibán y Wilayat Khorasan (Daesh) que aspira a conquistar Pakistán, Afganistán, la India musulmana y Bangladesh. Kabul, hoy controla menos del 60% de los distritos del país, dejando el resto en manos de los grupos wahabitas.

El último 25 de mayo en la cumbre la OTAN en Bruselas, Donald Trump exigió a sus socios más compromiso, además de más aportes económicos, lo que produjo nuevas y notorias rispideces con la jefa del ejecutivo alemán Angela Merkel, para reforzar entre otras, la misión de la organización en Afganistán.

Lo que se ve es que será muy difícil alcanzar los niveles de intervención de 2009 y 2010, cuando el despliegue internacional alcanzó su máxima cota de 130.000 hombres, los que las fuerzas de seguridad afganas, con cerca de 300.000 hombres, no han logrado suplantar.

Tanto el ejército como la policía afgana, cuyos integrantes reciben en promedio 300 dólares al mes contra los mil básicos de un combatiente talibán, son desde hace tres años duramente golpeados por el extremismo: en 2015 5.000 miembros de la seguridad afgana fueron asesinados, en 2016 casi 7.000, según fuentes oficiales desde el 1 de enero al 24 de febrero de este año las bajas alcanzaron los 807 militares.

Si bien el refuerzo norteamericano tendría que haberse producido hace 10 días, su demora se debe a la espera de la decisión de sus socios europeos, lo que parece no conformar las exigencias de Trump.

Washington necesita evitar el colapso de Kabul, pero también sostener esa guerra y de alguna manera controlarla ya que son muchos los intereses que confluyen en la región, como los de Pakistán, India, Irán, Rusia, que tiene una presencia creciente de Rusia, y China y su famoso “camino de la seda”, con el que Pekín se comunicará de manera más ágil con los mercados de Asia Central, Rusia, India y Medio Oriente. Un conflicto de proporciones en Afganistán alcanzaría para desestabilizar toda la región y esa es una carta que sin duda Trump intentará tener a mano.

China también está siendo afectada por la presencia del integrismo religioso en la provincia de Xinjiang, puerta asía Asia Central, donde opera el grupo MITO (Movimiento Islámico del Turkestán Oriental)

Kabul, es, desde hace años, una ciudad sitiada por fuera y por dentro: barreras, controles móviles, check points, perímetros de seguridad, zonas restringidas, detectores de explosivos, cámaras de vigilancia, seguridad privada, centenares de agentes de inteligencia occidentales, bunkers y panes de evacuación, son demasiados elementos para que un conductor se infiltre sin más y pueda producir semejante atentado.

Quizás alguien vinculado a la seguridad occidental le haya aportado las coordenadas necesarias para poder alcanzar su objetivo y presionar a los países díscolos de la OTAN, a una intervención más decidida en Afganistán.

Quizás eso alguna vez se sepa, quizás no, pero sea lo que sea habrá que esperar a que el humo se disipe y el polvo se asiente. 

31 de mayo de 2017

UN HUEVO EN LA CABEZA NO. UNA PATADA EN LOS COJONES, SÍ

El champú al huevo es muy nutritivo para el cabello
Por Marat

En tiempos de performances, posmodernos, oportunistas sin escrúpulos, postureos y selfies políticos, la indecencia del parlamentario del régimen burgués sí que tiene nombre: miserables aves de rapiña a la caza y captura de la fotografía del “periodista” de la prensa burguesa y progre y del voto desclasado del tonto de turno con cabeza de urna, que cree que sus problemas se resolverán cambiando de collar a los perros del capital.

Este comportamiento es tan viejo como la presencia de las facciones políticas progres de la burguesía con el fin de conducir las protestas de clase hacia su domesticación: la humanización del capitalismo, la basura del bien común, como si fuera posible que, en una sociedad dividida en clases, los bienes fueran comunes, la cosmetización del capital a través de reformas institucionales sin tocar la propiedad, la perpetuación del sistema. Es el papel que han hecho siempre las izquierdas dentro del capitalismo. Los reformistas bienintencionados y los que tocan de oído en la defensa del socialismo se empeñan en no entender que desde la Revolución Francesa lo que se llamó izquierda siempre estuvo dentro del sistema, con el fin de hacerlo más presentable.

En España, el PSOE lanzó el “OTAN, de entrada no” (trampa bien calculada, como su pregunta para favorecer el SÍ), luego fue al NO A LA GUERRA, para acabar metiéndonos en la de Yugoslavia, a través de Javier Solana, el pajillero de la OTAN, mantenernos en la de Afganistán y apoyar los bombardeos sobre Libia (ambos con la maravillosa Chacón, la segunda con el general podemita Julio Rodríguez).

Ahora los podemitas usan cualquier lucha de la clase trabajadora en beneficio de su único objetivo, que ya no es ni siquiera el de reformar el capitalismo porque la socialdemocracia demostró históricamente que no es posible y el muñeco del capital griego, Syriza (cada semana un canalla escribe un aberrante panfleto en una web progre limitando a la UE y Alemania los males de Grecia, callando el papel de Tsipras), han demostrado hasta dónde se llega respetando la legalidad del parlamentarismo burgués.

Esa indecente utilización lo han hecho en el caso de los trabajadores de Coca-Cola, con el permiso de sus dirigentes sindicales, que han permitido que sus manifestaciones y concentraciones fueran capitalizadas por Podemos o, más concretamente, por Pablo Iglesias, hasta el punto de que la prensa eclipsase el motivo de la protesta. ¿Culpa de los medios del capital? Sí. Pero mucha más culpa de quien se pone, para la foto, a la cabeza de una reivindicación, cuyos motivos no sufre como parlamentario blindado de penuria alguna. Y por supuesto del traidor a sus compañeros que se lo permite, sobre todo si juega con vidas y futuros ajenos.

Lo mismo han hecho con huelgas como la de telemárketing.

Curiosamente, a su concejal por Jaén, Andrés Bódalo, lo han abandonado como a un perro sarnoso, como si temieran de él algún contagio. Eso sí, con las payasadas de la famosa camiseta del indecente y oportunista Cañamero, por toda solidaridad con un dirigente de su sindicato. Sacrificarán y dejarán en el camino a quien sea, con tal de que no entorpezca de pillar cacho por parte de esa manada de aventureros.

Los podemitas intentaron destruir las Marchas de la Dignidad el año pasado, convocando su manifestación del Plan B, con el mismo recorrido de la manifestación en Madrid y a la misma hora. Pero con las reividincaciones más light que cabía imaginar. Como no pudieron lograrlo, entraron este año con sus queridas de IU a pretender rebajar sus reivindicaciones y, de no lograrlo, a vincular su payasada destituyente y su moción de censura de postureo a los objetivos de las mismas, que van mucho más allá y que apuntan a donde ellos no llegarán jamás. Dado que en las Marchas conviven posiciones sindicales combativas con las de quienes juegan a dos bandas, puede que logren destruirlas, sobre todo si cuentan con ese caballito de Troya domesticado y a su servicio que tienen, llamado SAT y su Cañamero-diputado.

Ayer, 30 de Mayo, en la manifestación de los taxistas contra la desregulación y salvaje precarización de su sector que significan las empresas de “economía colaborativa” (tomad bien común, idiotas que cacareáis como loros) Uber y Cabify, el Mesías Pablito recibió el tratamiento de champú al huevo.

En las pocas horas en las que ha transcurrido el suceso hasta el momento en que publico este artículo, ya he leido las estupideces de los “progres” de turno culpando al Hogar Social Madrid, una organización peligrosamente fascista, por inteligente, eficaz y bien dirigida, del ambiente que propició el huevazo que Público, boletín oficial giliprogre, ridículamente intentó minimizar, desviando el objetivo del proyectil. Fuera el Presidente de la Federación Profesional del Taxi de Madrid, Julio Sanz, o no el destinatario final del huevazo, lo cierto es que hubo reparto de dividendos y El Coleta, se llevó su cuota parte. Me dicen incluso que el lanzamiento del huevo partió de un miembro de dicha organización de extrema derecha. No lo sé. No lo he comprobado personalmente pero soy de los que creo que, con mucha frecuencia, cada uno cree o afirma aquello que corrobora sus posiciones. Independientemente de quién haya sido el autor, el acto puede estar expresando un hartazgo de los políticos-estrella. Y soy de los que piensa que no hace falta incluso tener una ideología definida para sentir y manifestar el cabreo que lo acompaña. 

Espero que lo del champú al huevo prospere y se extienda contra cada canalla oportunista que vaya a sacarse la foto a costa de las luchas de los trabajadores.

La causa de que en muchos países de Europa, pronto en España, la extrema derecha y el fascismo -no son los mismo, aunque se parezcan. Una es precursora del otro- ganen crecientes cotas de influencia entre la clase trabajadora no está en lo que algunos malnacidos posmodernos e identitarios de la nada proclaman: que la clase trabajadora se ha derechizado. La clase trabajadora pelea, en cada uno de los seres humanos de los que que se compone, por sobrevivir en situaciones en las que muchos de esos críticos de chichinabo no se sentirán, por desgracia. La tragedia de la clase trabajadora es que ya no cuenta ni con perspectivas de revolución social próxima que atemorice a su empresario ni con socialdemócratas honestos, tipo los años 20 del siglo anterior. La izmierda es la puta del sistema. No está para canalizar su rabia, ni siquiera para ser levadura sino para, en palabras de un tipejo llamado Varoufakis, el que le gusta a los Anticapitalistas de Podemos (¡Ojo, el que le gusta a los más avanzados de esa secta!), “estabilizar el capitalismo europeo"

El sector del taxi es muy particular. El Hogar Social Madrid ha entrado en él, dado que en ese sector hay amplios grupos de trabajadores con pensamiento de extrema derecha. Solo un cretino progre y un pseudorevolucionario se contentarían con esta explicación, sin preguntarse qué ha pasado para que, durante tantos años, haya ido creciendo este pensamiento dentro del sector del taxi, como dentro de tantos sectores de la clase trabajadora, sin que la izmierda haya hecho nada para evitarlo.

Toda batalla que ha abandonado la izmierda, convirtiéndose en progrechiruquera, en feminismo burgués, animalismo, especismo, antitaurinismo, postsexualismo del más aberrante posible, subrogacionismo, filoprostitucionalismo y mil repugantes ismos más que solo dividen la realidad frente a una amplísima clase explotada y empobrecida, o en un pseudocomunismo que jamás tuvo que ver ni con Marx ni con Lenin, sino con versiones fanatizadas de su pensamiento, la cubre ahora y cada vez más la ultraderecha, pronto el fascismo. Os lo habéis ganado a pulso.

La clase trabajadora, llevo todos los años de la crisis diciéndolo, no tiene quien la escriba. Los pequeñoburgueses hablan de ciudadanos, donde nunca se dé la lucha de clases, de gente, de personas, y de mil paridas más, que niegan la explotación y la sobreexplotación (un día os explico la diferencia de conceptos) en lo laboral, la imposibilidad, para muchos de lograr entrar en el mercado de la explotación para supervivir, la pérdida de sus viviendas, la imposibilidad de alcanzar una pensión por falta de cotización suficiente, la vejez con hambre, la falta de esperanza siendo joven,… Y vosotros os dedicáis a que no les corten el rabo a los perros o a que acaben con las corridas. Que os den por el culo, progres.

La clase trabajadora necesita volver a organizarse. Ha de hacerlo al margen de vosotros y contra vosotros, progres e “izquierda”. La clase trabajadora más pronto que tarde necesitará pensar en clave de identidad de clase, de lucha de clases, de poder para sí, de emancipación de la explotación y de una sociedad en la que pueda imponer su dictadura de clase, como la burguesía impone hoy la suya. Eso se llama socialismo. Para esto hacen falta comunistas, no izquierda, y comunistas de mente abierta y sin caspa.