9 de diciembre de 2016

MARX Y LA “MANO INVISIBLE”

Diego Guerrero

Aunque la mayoría piense que el tiempo de Marx ya pasó, y todo el mundo le cante (para bien o para mal) como a un gran pensador del siglo XIX, yo soy de la opinión de que el siglo XXI volverá a ser el siglo de Marx. Pero para explicar esto, primero hay que desvelar en qué consiste la auténtica relación del pensamiento de este autor con la famosa metáfora del padre de los economistas, el insigne liberal Adam Smith.

En términos de filosofía política expuesta al modo pedagógico, lo que el Smith filósofo y moralista entendía por Mano invisible puede describirse como el mecanismo oculto (la busca del interés privado por cada particular aisladamente) que conducía a la sociedad desde las esferas privadas individuales a la satisfacción del interés general. En términos más técnicos, podría complementarse lo anterior diciendo que en realidad Smith descubrió la tendencia a la igualación de las rentabilidades sectoriales como el mecanismo específico explicativo de las pautas de movimiento de los flujos de capital “libre” -es decir, el que no se enfrenta a barreras políticas ni de otro orden: monopolios, etc.-, pero esto no corresponde a un artículo divulgativo como éste. Me gustaría centrarme aquí en el lado más universal del problema, ése que llevó a la gran economista británica, Joan Robinson, esa Rosa Luxemburgo burguesa, como la llamaban, a interpretar el resultado del éxito de la metáfora smithiana como la degradación del problema moral en una cuestión definitivamente irrelevante, desde el momento en que cualquier conducta -altruista o egoísta- puede ser considerada “buena” si es privada, ya que contribuirá, ayudada por la mano invisible del mercado, a conseguir el bien común.

Mucho se ha escrito sobre la mano invisible, y mucho se la ha criticado también. Por ejemplo, Albert Hirschman demostró el paralelismo entre esa fórmula y su famosa “tesis de la perversidad”, el argumento preferido que utilizan los conservadores (aunque no sólo de ellos) para justificar que es mejor abstenerse de intentar políticas públicas bien intencionadas (por ejemplo, políticas keynesianas de demanda para luchar contra el desempleo), ya que, por lo general, los buenos propósitos suelen ir acompañados de malos resultados efectivos, por lo que la mejor política sería, según los conservadores, la que no existe. De ahí, la consigna de la desregulación (aunque no se caiga en la cuenta de que, para desregular, o sea, para eliminar una norma positiva, hace falta otra nueva, y esto requiere la persistencia, si no el incremento, del aparato burocrático).

Muchos amigos progresistas estarán de acuerdo con Hirschman, y entre ellos mi amigo Pablo Bustelo, que me comentaba, tras la concesión del Nobel de Economía al conservador Douglas North, lo mucho mejor que haría la Academia sueca otorgándole el premio a gente como Hirschman o Sen. Ahora que Sen ya lo tiene -y recuerdo también el comentario de José Luis Sampedro tras conocer la concesión de este Nobel: “Parece que los de Estocolmo se están portando últimamente; el año pasado, Saramago, y éste, Sen”-, podríamos apostar a que Hirschman lo tiene más cerca.

Sin embargo, yo voy a defender otra idea que también tiene mucha relación con la mano invisible, pero que hasta ahora ha sido mucho menos popular que la tesis de la perversidad. Mi idea es que Marx distinguía en Smith dos contenidos de la famosa metáfora, aceptando el primero y rechazando el segundo; y no sólo eso, sino que llevó la defensa del primero de ellos tan lejos que, convertida en “mano invisible de la sociedad” (más que en la mano invisible del mercado), esta idea constituye una de las estructuras centrales del edificio teórico de Marx. Veamos.

Pido prestada momentáneamente la distinción clásica entre lo positivo y lo normativo para intentar explicarme mejor. Para Marx, Smith había descubierto, sin duda, uno de los mecanismos económicos centrales de la sociedad capitalista, mostrando cómo era posible la reproducción indefinida de un orden social que, en principio, se sustenta primariamente en el “mercado autorregulado” (en el sentido de Polanyi), aunque ni Marx ni Polanyi eran unos ignorantes que desconocieran que los mercados generalizados, y mucho menos la sociedad de mercado, nunca han funcionado sin el apoyo (por decirlo de la forma más discreta) del Estado. Este lado “positivo” de la mano invisible también está en Marx, quien elogia a Smith por haber sido, si no el descubridor (ahí están Mandeville y varios otros), sí el racionalizador y autor de la fórmula (la metáfora) exacta necesaria para el triunfo de la idea.

Pero lo que Marx rechaza con todas sus fuerzas es el lado “normativo” de la Mano invisible. En época de Smith -que era un siglo anterior a Marx, lo que no empece para que sigan siendo válidas algunas de sus ideas, porque el simple paso del tiempo no basta para desmentir a los clásicos (que se convierten precisamente en clásicos por superar esa prueba definitoria)-, era cierto que la economía competitiva capitalista suponía un avance respecto del orden feudal. Pero la tesis de Marx es que, ya en su época -y, con más razón, podríamos decir “ahora”-, la economía capitalista se había hecho retrógrada. Como dijo Sampedro en la apertura del Primer Seminario Internacional Complutense sobre Nuevas tendencias en el pensamiento económico crítico: “El Liberalismo fue positivo, fue útil, fue valioso en sus comienzos, cuando entró a legitimar un gran cambio de poder que se producía en la sociedad europea de la época; en aquel momento, el poder se trasladaba desde el poder feudal de las tierras, de la nobleza y del clero a los comerciantes, a los empresarios, y empezaba a emerger un nuevo poder social; y en ese momento, el Liberalismo, el Capitalismo, favoreció la expansión de fuerzas productivas, favoreció el progreso de la técnica; y en ese sentido digo que es positivo; pero hoy es anacrónico; no es que sea malo: es que es anacrónico, anticuado; es que no sirve para resolver los problemas; nunca fue verdad que el mercado sea la libertad, pero hoy, es menos verdad que nunca; lo que pasa es que los señores neoliberales padecen una enfermedad frecuente en los creyentes de todas clases, sean religiosos o laicos: es la ceguera del creyente (y cuando alguien cree a pie juntillas en alguna cosa, ya no puede ver, no ve lo que sea contrario a sus creencias, ni siquiera mira: no le interesa porque vive con arreglo a sus creencias)”.

Que el mercado autorregulado, el orden extremo de mercado que desean los neoliberales como pauta normativa, sea criticado por tantos no significa que todos esos críticos sean marxistas. Lo que de verdad caracteriza a Marx como pensador de la economía y, sobre todo, de la sociedad, es la relación que sus ideas tienen con el lado que he llamado “positivo” de la Mano invisible. Para Marx existe una mano invisible, pero no del mercado, sino de la sociedad. Los críticos de la Mano invisible se han esforzado por contraponer a ésta la “mano visible” del Estado, pero Marx razonaba de forma muy distinta. Muchos críticos actuales están muy confundidos en esto.

Los neoliberales no se oponen al Estado, ni mucho menos. Para decirlo con palabras de un liberal español bien conocido, Pedro Schwartz (en sus Nuevos Ensayos Liberales): “La gente cree que los liberales perseguimos la destrucción del Estado. Muy al contrario, he dicho y quiero probar ahora, el liberalismo como programa político es un programa estatal y público (...) Los liberales, lejos de pretender la destrucción del Estado y su sustitución por no sé qué orden social espontáneo, buscan la restauración de un Estado fuerte, limitado y capaz de cumplir sus funciones necesarias: un Estado que sepa establecer y mantener el marco en el que vaya a florecer la actividad individual”. En esto, Schwartz sólo sigue a su maestro Milton Friedman, que en “Capitalismo y libertad” deja claro que “el liberal coherente no es un anarquista”. También Schwartz insiste en distanciarse de los anarquistas, recordando que los liberales “buscamos un Estado fuerte y pequeño, como baluarte de las libertades individuales”; lo que pasa es que “la actitud de los liberales ante el Estado suele caricaturizarse por incomprensión”, pues se cree que “el liberal en el fondo desea abolir el Estado, cuando busca centrarlo y reforzarlo”; en definitiva, se trata de reafirmar el “liberalismo clásico”, sin confundirlo con el “americano”, con el “socialismo”, con el “nacionalismo”, con el “anarquismo” ni con la “democracia”.

Por su parte, Marx, como los anarquistas, quería abolir el Estado. En un artículo sobre los dos socialistas alemanes, “Marx o Lassalle”, olvidado de muchos y desconocido para los demás -en un país donde no se lee a Marx, ¿quién puede esperar que se lea a Lassalle?-, el gran jurista Hans Kelsen escribe (en 1924): “Marx y Engels, precisamente como lo hacían los teóricos liberales del estado, interpretan el estado simplemente como instrumento de la clase (...) La sociedad anarquista-comunista es la que no tiene necesidad de ningún estado (...) La teoría política tal y como la desarrollaron Marx y Engels, es anarquismo puro. Esto ha quedado en el olvido, por muchas razones, durante largo tiempo”. Por tanto, Marx no tiene nada que ver con los intentos de arreglar el capitalismo a base de intervención estatal. Él simplemente hizo dos cosas: 1) observó que el capitalismo lleva dentro fuerzas que lo transformarán en socialismo (su tesis teórica); 2) lo anterior no tiene nada que ver con el fatalismo histórico, pues Marx creía que la historia la hacían los hombres, pero no como un alfarero hace su botijo, sino por medio, precisamente, de la mano invisible de la sociedad, es decir, como resultado de todas las luchas y conflictos que surgen en la sociedad capitalista, y con independencia de que unos individuos empujen en una dirección y otros en otra. Esto tampoco es un amoralismo, pues Marx, aparte de su metafísica y su ciencia, tenía su ética (léase a Rubel, por favor): no se trata de esperar a ver pasar tranquilamente desde nuestra mecedora el cadáver del capitalismo; si se entiende hacia dónde va la sociedad, es inmoral oponerse a esa tendencia racionalizadora; lo moral es, para Marx, empujar en el sentido de la historia.

El siglo XXI ha empezado como terminó el XX: mostrando a quien quiera mirar desprejuiciadamente que la realidad se parece cada vez más a la que Marx tenía en mente al desarrollar su labor de teórico y de revolucionario.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: El artículo es parte del libro del economista marxista Diego Guerrero "Economía no liberal para liberales y no liberales"

8 de diciembre de 2016

REFERENDO A LA ITALIANA Y CRISIS BANCARIA

Alejandro Nadal. La Jornada

El sistema bancario en Italia es como un espagueti súpercocinado y mal sazonado. No se encuentra el comienzo ni el fin de cada fina tira de pasta. Todas enredadas parecen una serpiente de mil cabezas, pero todas están infectadas de un mismo mal, su cartera vencida. Lo grave es que, como Italia es la tercera economía de la Unión Europea, una crisis bancaria en ese país sería una amenaza mortal para el euro y no podrá ser barrida abajo de la alfombra.

Para el primer ministro Matteo Renzi el referendo del domingo pasado sobre reformas constitucionales habría otorgado un diseño más dinámico a la administración pública para salir de la parálisis política y el estancamiento económico. Pero los críticos de las reformas objetaron la mayor centralización del poder político y económico que resultaría de ganar el sí. El resultado fue aplastante: alrededor de 60 por ciento de los votantes rechazaron las reformas propuestas. En algunas regiones donde el desempleo es más elevado (por ejemplo en el Mezzogiorno) el rechazo alcanzó 70 por ciento.

¿Qué tiene que ver esto con los bancos italianos y el euro? Sumida en el estancamiento y el desempleo, Italia afronta además la más grave inestabilidad bancaria de su historia. La verdad es que la economía italiana no se ha recuperado de la crisis de 2008. Desde 2009 la economía italiana ha sufrido una contracción mayor a 10 por ciento y el año pasado apenas creció 0.8 por ciento, lo que ha ido agravando el problema de la cartera vencida que hoy alcanza los 400 mil millones de euros (alrededor de 20 por ciento del PIB).

Después de varios intentos fallidos para rescatar y colocarlos nuevamente en pie, los bancos italianos siguen su descenso al infierno de los números rojos. Entre los bancos más importantes con problemas graves se encuentran Monte dei Paschi di Siena (el banco más antiguo del mundo), Banco Popolare y Unicredit. Todos tienen coeficientes de cartera vencida a capital (más reservas) superiores a 100, lo que significa que no tienen suficientes recursos para cubrir sus pérdidas.

Cuando estalló la crisis financiera muchos bancos italianos estuvieron comprando bonos del gobierno, práctica promovida en su momento por el Banco Central Europeo (BCE). Pero la crisis en Grecia demostró que esa no era una buena idea y el BCE y la Unión Europea (UE) dieron marcha atrás cuando se percataron que el nivel de apalancamiento del gobierno italiano era excesivo. Hoy la política sobre rescates en la UE busca impedir que un gobierno preste ayuda para recapitalizar sus propios bancos y fomenta la idea de que en caso de crisis los primeros en absorber pérdidas sean los inversionistas de dichos establecimientos. Las nuevas reglas pretenden evitar los rescates perversos en los que la irresponsabilidad de los dueños de bancos es recompensada con recursos fiscales mientras la deuda privada se convierte en deuda pública. Esto tiene algo de sentido pero los rescates privados ignoran las interdependencias del sistema bancario y las consecuencias sistémicas de un colapso en uno de los grandes bancos.

La irritación que las nuevas reglas han provocado en Italia es considerable porque existen cientos de miles de pequeños inversionistas que compraron papeles de los bancos deteriorados y hoy ven sus ahorros amenazados. Esto explica una parte del voto de castigo en contra del primer ministro italiano en el referéndum pasado.

Para superar el obstáculo impuesto por las nuevas reglas de la UE, Renzi y su ministro de finanzas Pier Carlo Padoan adoptaron la idea de crear un banco malo, es decir, un banco privado capaz de comprar la cartera tóxica de los bancos italianos más expuestos. El resultado fueron dos fondos especiales, Atlante I y II, para recapitalizar y comprar cartera vencida, respectivamente. Pero los Atlantes no tienen los recursos suficientes para afrontar un problema de esta magnitud. Además de la falta de transparencia en sus decisiones sobre cuáles bancos debían ser ayudados, los fondos no pudieron tranquilizar a los mercados que suponen tendrá que venir tarde o temprano otra inyección de fondos públicos, con lo que la deuda pública aumentará y con ello los problemas de su financiamiento en los mercados de capitales internacionales.

El gobierno italiano y el euro afrontan un serio dilema. Los fondos Atlante (el “banco malo”) no han podido llevar a cabo el salvamento de los bancos. Pero tampoco es evidente que un gobierno que se ahoga en un pantano de deudas pueda seguir operando este rescate con fondos públicos (la relación deuda-PIB en Italia supera 132 por ciento, lo que ubica a este país en segundo lugar después de Grecia). Y tampoco se ve la salida por el lado de una inyección de recursos de países como Alemania.

La crisis de la banca italiana es también la crisis de los bancos europeos cuyas acciones se han desplomado este año. Así que aunque ya no es válido aquello de que todos los caminos conducen a Roma, lo cierto es que hoy la crisis de los bancos europeos pasa por Italia.


6 de diciembre de 2016

EPIDEMIA MUNDIAL DE BASURA ELECTRÓNICA

Proyecto Censurado. alainet.org

Los consumidores de EEUU generan un estimado de 3,14 millones de toneladas anuales de residuos electrónicos, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. Aproximadamente el 40 por ciento de esta basura va al reciclado, 50.000 camiones al año. Un estudio de 2016 de la Red de Acción de Basilea (BAN, sigla en inglés), una organización sin fines de lucro que tiene por objeto poner fin al comercio mundial de desechos electrónicos tóxicos, encontró que casi un tercio de estos restos se exportan a países en desarrollo, donde se desmantelan como equipos de reciclado de baja tecnología que contaminan el medio ambiente y ponen en peligro a los trabajadores, muchos de ellos niños. “La gente tiene derecho a saber dónde van sus trastos", les dijo en mayo de 2016 Jim Puckett, director ejecutivo de BAN, a Katie Campbell y Ken Christensen de KCTS9 / EarthFix.

Desde julio 2014 a diciembre 2015, BAN instaló dispositivos de localización GPS en 200 piezas de equipos informáticos usados, no funcionales, enviados a sitios de reciclado de basura electrónica públicamente accesibles alrededor de EEUU y luego siguió lo que ocurrió con los equipos.

En mayo de 2016, BAN encontró que sesenta y cinco de los dispositivos (aproximadamente el 32 por ciento) fueron exportados, en lugar de reciclarse a nivel nacional. Basándose en las leyes de los lugares donde fue enviada la basura electrónica, BAN estima que sesenta y dos de los dispositivos (31 por ciento) parecían envíos ilegales. Puckett dijo a Intercept que los dispositivos de localización GPS son "como pequeños detectores de mentiras ... Ellos cuentan su historia y lo dicen sin pasión".

BAN se asoció con Carlo Ratti, del Senseable City Lab, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, para determinar exactamente dónde fueron a parar los equipos. Ratti dijo a PBS NewsHour que con sus colegas investigadores se vieron sorprendidos por la distancia recorrida por los residuos. Los desechos de e-basura fluyen a nivel mundial, "en realidad cubren casi todo el planeta". Cada dispositivo de reciclado viajó un promedio de 4.000 kilómetros, según el estudio BAN.

La mayoría de los equipos fue a Hong Kong, pero BAN los siguió con sus dispositivos a diez países diferentes, entre ellos China, Taiwán, Pakistán, México, Tailandia, Camboya y Kenia. Elizabeth Grossman, escribiendo para Intercept y citando a Puckett, dijo que la "nueva zona cero" para el procesamiento de los desechos electrónicos se encuentra en el sector Nuevos Territorios de Hong Kong, cercanos a la frontera con China. Mientras el gobierno chino toma medidas enérgicas contra las importaciones de desechos electrónicos, los trabajadores chinos cruzan la frontera a Hong Kong sin documentación oficial para hacer allí un trabajo similar.

Si se desecha inadecuadamente, la basura electrónica puede liberar una variedad de toxinas, incluyendo plomo, mercurio y cadmio. Sin embargo, EEUU sólo restringe las exportaciones de desechos electrónicos de un tipo de componente, los tubos de rayos catódicos. Ninguna ley federal regula el reciclaje de desechos electrónicos, aunque muchos estados norteamericanos prohíben en los vertederos el dumping de electrónicos usados y tienen programas de reciclaje de residuos electrónicos.

En Hong Kong, Puckett, un periodista chino, un traductor y un conductor local siguieron una señal GPS hasta una cerca con un signo de identificación de tierra para el cultivo. Mirando al otro lado, por encima de la valla, Puckett encontró trabajadores cubierto de tóner y tintas negras –un probable carcinógeno asociado con problemas respiratorios– escapadas por la ruptura de impresoras apiladas hasta casi 5 metros de altura en una superficie tan grande como un campo de fútbol. "No hay protección para esta fuerza de trabajo... No hay leyes laborales que vayan a protegerlos", dijo Puckett. Poco antes, en otro sitio donde los trabajadores desmantelaban televisores LCD, se encontraron con operarios sin mascarillas protectoras que no tenían conocimiento de los vapores de mercurio liberados cuando se rompen los tubos fluorescentes que iluminan las pantallas LCD. Incluso en pequeñas cantidades, el mercurio puede ser una neurotoxina.

Desde que 182 gobiernos nacionales y la Unión Europea firmaron en 1989 el Convenio de Basilea, un tratado internacional para detener el vertido de residuos peligrosos de los países desarrollados en países menos desarrollados, EEUU es el único país industrializado del mundo que no ha ratificado el tratado, como informó EarthFix.

En abril de 2016, US News & World Report publicó un artículo anticipándose a la publicación del informe de BAN, “Desconectar: El fondo de comercio y la hondonada de la exportación de desechos electrónicos públicos a los países en desarrollo”. Este asunto no ha sido debidamente cubierto en la prensa corporativa estadounidense.

Fuentes:
Katie Campbell and Ken Christensen, “On the Trail of America’s Dangerous, Dead Electronics”, KCTS9/EarthFix, May 9, 2016,

Katie Campbell and Ken Christensen, “Watchdog Group Tracks What Really Happens to Your ‘Recycled’ E-Waste”, PBS NewsHour, PBS, broadcast May 9, 2016, transcript, http://www.pbs.org/newshour/bb/watchdog-group-tracks-what-really-happens-to-your-recycled-e-waste/

Elizabeth Grossman, “GPS Tracking Devices Catch Major U.S. Recyclers Exporting Toxic E-Waste”, Intercept, May 10, 2016, https://theintercept.com/2016/05/10/gps-tracking-devices-catch-major-u-s-recyclers-in-improper-e-waste-exports/

Student Researcher: Karl Wada (College of Marin)

Faculty Evaluator: Susan Rahman (College of Marin)

5 de diciembre de 2016

LA TRAMPA TRUMP

Mariano Massaro. http://cynthiagarcia.com.ar (#LaGarcía)

Nadie lo vio venir, nadie lo tomo en serio. Razones sobran para vilipendiar a un personaje de ese calibre. Las lecturas que primaron estuvieron recostadas sobre su perfil xenófobo, misógino y filántropo, toda una canasta de características que dieron para las más diversas especulaciones. Así lo analizaron los medios, esa fue la profundidad máxima escogida por los grandes medios para pensar la realidad norteamericana. Una mirada recortada que ocultó o dificultó ver un fenómeno asociado a cierta desconexión en la representación política de los deseos y expectativas de millones de trabajadores en EEUU.


Podría decirse que Donald Trump es síntoma. Es la puesta de un grito incómodo al interior del sistema político estadounidense, donde condensa, por sobre todas las cosas los efectos nocivos que produjo la fase de desarrollo del capitalismo iniciado en los 80´s con el acuerdo entre Margaret Thatcher y Ronald Reagan.


Hubo una época dorada del capitalismo desde finales de la Segunda Guerra hasta finales de los años 60´s, donde la economía mundial creció y particularmente los trabajadores del norte disfrutaron las mieles del capitalismo en clave de Estado Benefactor. Esto terminó abruptamente para el año 1973 y de esta forma cerro un ciclo de expansión del capitalismo. Diríamos que el shock petrolero de 1973, representó un golpe fulminante para las economías centrales. Este hecho se desarrollo sobre una tendencia que para ese momento ya estaba consolidada: la caída de la Tasa de Crecimiento del PBI mundial.


Esta caída contó con múltiples factores, entre ellos los altos impuestos; las conquistas sociales obtenidas durante los 30 años de la economía de posguerra y Guerra Fría empezaron a pesar en el balance de las empresas; los desordenes monetarios, la caída de la tasa de ganancia de los empresarios, la desaceleración del circuito de endeudamiento y consumo privado, el incremento de la capacidad productiva ociosa. Así las economías centrales ingresan en la famosa “estanflación”; a partir de allí la tasa de crecimiento económico mundial fue cayendo tendencialmente hasta la actualidad, con una recaída importante luego de la crisis de las hipotecas en 2007.


Más allá de la multiplicidad expresada, hay una variable asociada (endógena) al mismo desarrollo del capitalismo y que lo acompaña indefectiblemente, me refiero a la caída de la tasa de ganancia de los empresarios y su capital productivo. Este fenómeno muy estudiado por cierto, debe relacionarse con la búsqueda continua y siempre insuficiente por modificar tal variable. La faz neoliberal que reinventó la industria financiera fue la apuesta por crear nuevas ganancias allí donde el capital mostraba parte de su envejecimiento. Así nace en términos estructurales la mundialización del capitalismo tal cual lo conocemos hoy.


El acuerdo EEUU-Inglaterra disparó las piezas necesarias para que el neoliberalismo haga su aparición, despojándose del liberalismo productivo que le precedía. La empresa neoliberal requirió medidas impensadas en la etapa que le precedió tales como el abandono del patrón oro, según el cual el dinero existente debía estar respaldado por su equivalente en oro en las arcas de la Reserva Federal o de los Bancos Centrales, la eliminación de esta restricción entre otras, permitió que el dinero se multiplicase a una escala inaudita, fenómeno que llevó el nombre de financierización. Luego ese dinero ficticio conquisto el mundo y los brazos de las corporaciones de los países centrales redondearon la globalización.


Los efectos no se hicieron esperar. Se consolidó una concentración de la riqueza escandalosa, un proceso de extranjerización de las economías formidable, liderado por corporaciones y no por países, al igual que la re localización de fabricas a lo largo de todo el mundo, con lo cual se hirió profundamente los niveles de empleo y salario real de las clases trabajadoras, de forma muy marcada en EEUU, Europa y Japón.


En relación al proceso norteamericano veamos a través de que medidas, a demás de la industria financiera, operó la reacción del capital para “compensar” la caída de tasa de ganancia y como éstas están en la génesis del actual triunfo de Donald Trump.


Deflación de los salarios:

Menos masa de salarios y más deudas. En EEUU la proporción de la remuneración del trabajo en el ingreso nacional cayó a 51,6% en 2006-punto más bajo desde 1929- contra el 54,9% en 2000 (1). Durante el período 2000-2007 el crecimiento del salario real promedio fue sólo de 0,1% mientras que el ingreso del hogar mediano bajó un 0,3% anual en términos reales. La reducción fue más fuerte en los hogares más pobres. Mismo período, el ingreso del primer quintil (quiere decir el 20% más bajo de la cantidad total de hogares) bajó un 0,7% anual (2).

Caída del poder de compra de los trabajadores:

La deflación de los salarios, automáticamente se trasladó al poder de compra de los asalariados de los países centrales. Esta contracción de la capacidad de compra produjo una crisis de la demanda, lo que a su vez volvió a presionar sobre la tasa de ganancia de los capitalistas, ingresando en una contradicción entre lo buscado y lo deseado.

Esta contracción de la demanda desalentó la inversión productiva, pues la oferta carecía de contrapartida.¿Les suena? Sin embargo estimuló una inversión por fuera del mercado interno, en nuevos sectores y en productos financieros, muchos de ellos de alto riesgo.


En tal contexto los trabajadores se volcaron a la toma de créditos para mantener su estandar de vida, empujándolos al endeudamiento. Trabajadores más pobres y endeudados.


Deformación de la distribución de la riqueza:

Si la caída de los salarios, no es otra cosa que trabajo no pagado, aquí se visibiliza la gigantesca transferencia de riqueza desde los trabajadores al capital.

En EEUU el 0,1% de los más ricos acumulan el 7,5% del ingreso nacional en 2005, contra el 5% en 1995 y el 2,9% en 1985. El nivel de 2005 correspondía al de 1929, año del crack de la Bolsa (7,6%). Las mismas causas engendran los mismos efectos.


Concentración de los ingresos: a comienzos de 1980 el 1% más rica de la población absorbía entre el 7 y 8% del ingreso nacional. 20 años después la cifra se había duplicado y en 2007 rondaba el 20%. Por su parte el 10% más rico paso de absorber un tercio del ingreso nacional en los años 50 a cerca del 50% en la actualidad.


Un estudio realizado en Agosto de 2008 por dos ONG norteamericanas, el Institute for Policy Studies y United por Fair Econiomy, publicaron un informe denominado Excesos Ejecutivos 2008, en el que demuestran la desproporción distributiva a la que se llegó en EEUU. El estudio toma los ingresos recibidos por los 50 ejecutivos (CEO) más importantes de los hedge funds (fondos de cobertura), es decir las estrellas del mercado financiero mundial para el año 2007; realiza un promedio de los cobros de dichos ejecutivos y lo compara con el ingreso promedio de un trabajador norteamericano. Un alto ejecutivo de una empresa especializada en fondos de cobertura cobra por su labor 19.000 veces lo que recibía un trabajador común (3).


Esta cifra ejemplificadora revela una tendencia: el proceso de concentración del ingreso a nivel global y nacional desde hace más de 30 años, que está en la base de la actual crisis. La forma distributiva que ha asumido el capitalismo tiende a generar subconsumo por el lado de las mayorías e hipertrofia financiera por el otro. Así parece evidente que parte de la solución del problema económico global, requiere políticas redistributivas muy marcadas.


Desde comienzos de ésta década , e incluso desde los 90 en Japón, se ha constatado en EEUU y Alemania y más recientemente en Francia, esa famosa deformación de la distribución de los ingresos en detrimento de los asalariados. Finalmente, la mitad del crecimiento de las ganancias proviene de la deformación de la distribución de los ingresos a favor del capital y en detrimento del trabajo. La otra mitad es el resultado de la caída de los costos originada en la mundialización (4).


Deslocalizaciones:

Este fenómeno importa la transferencia de una actividad productiva de un país a otro; se cierra una fábrica en Francia y se abre en China, que fabrica los mismo productos, destinados en parte a ser exportados a Francia. En un sentido más amplio es también la transferencia de todos o parte de las actividades productivas hacia un país emergente de bajos salarios, mediante la creación de una filial o recurriendo a un subcontratista. Es un proceso por el cual se reducen los costos unitarios de producción.

El costo de una hora de mano de obra en la industria manufacturera alcanza en promedio a 24 dólares en Alemania, 21 en EEUU, 19 en Japón, 17 en Francia, es de sólo alrededor de 5 dólares en Polonia o República Checa, y de 0,6 dólares en China, es decir: treinta veces menos que en Francia y cuarenta veces menos que del otro lado del Rhin (5).


Esta búsqueda por la maximización de las ganancias elevó el nivel desempleo en los países centrales, y groseramente en EEUU, con lo cual generó un ejercito de reserva que volvió a presionar a la baja los salarios de los trabajadores, los cuales ya habían sido notoriamente mermados y luego congelados.


Todas estas medidas aniquilaron el estilo de vida promedio del trabajador norteamericano, licuando la concreción de su ideario; fue un golpe a su materialidad más profunda, pero también, un mazazo simbólico.


Acompasando este deterioro fue madurando un proceso social y político que dialogó con la nueva fase del capitalismo, de tal forma que los trabajadores empobrecidos realizaron diversas apuestas políticas, todas sistémicas, con resultados negativos; así debe leerse los apoyos que recibió Barack Obama en sus dos mandatos. Sobre este escenario desalentador se llegó a la crisis de las hipotecas subprime, reflejo de un pueblo que no poseía los recursos para ello y donde todo el sistema fue cómplice por falta de regulaciones, por falta de controles, por hambre de lucro, por incentivar un estilo de vida sobre una sociedad que había perdido su capacidad adquisitiva, así como instituciones corruptas como las calificadoras de riesgo que homologaron todo el proceso. Dicho de otro modo, esa sinergia refleja una clara fotografía que adjetiva la nueva fase de desarrollo del capitalismo. Resultaría voluntarista hablar de desviaciones del sistema, o de corruptos, o manzanas podridas; es que el capitalismo actual no puede separarse de la industria financiera y sus consecuencias.


Éste escenario económico, social y político fue percibido de forma acertada por Trump, quien de tal forma demarcó la audiencia con la cual interactuar. Haciendo una apuesta a la remembranza imbuida por “un pasado mejor” al cual se puede volver, aceptando el diagnóstico de la pobreza de la clase trabajadora, pero distorsionando sus causas para fijarlas a elementos muy básicos pero efectivos como la construcción de un enemigo que cristalizará todos los males norteamericanos. No era el capitalismo en su faz financiera, sino “el otro” el causante, el inmigrante. Dio resultado. Entre otras cosas porque el bipartidismo norteamericano, Demócratas y Republicanos, no pudieron dar respuesta durante casi tres décadas a las demandas insatisfechas del pueblo trabajador.


Ahora bien, Donald Trump y sus promesas son una trampa de inimaginables consecuencias, porque asumir un compromiso de imposible cumplimiento a quien lo votaron después de haber agotado todas las opciones sistémicas resulta en una bomba de tiempo. La trampa Trump es síntoma de época,


NOTAS

(1) Departamento de Comercio de EEUU.
(2) Departamento de Comercio de EEUU.
(3) Por Ricardo Aronskind. Economista UNGS-UBA. En: suplemento Cash. 17/5/09. P. 8.
(4) Patrick Artus y Marie-Paule Virard. “La Autodestrucción del Capitalismo”. P. 30.
(5) Artus Patrick. Marie-Paule Virard. “La Autdestrucción del capitalismo”. Capital Intelectual. Buenos Aires. 2009. P. 24.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
Aunque estoy básicamente de acuerdo con el análisis del autor, difiero por completo de él en que Trup no sea una opción del sistema. Lo es del capitalista (baste ver los nombramientos que ha ido efectuando), salvo que nos limitemos al sistema político, lo cuál es también, como vamos viendo, discutible. Otra cosa muy distinta es que sus efectos puedan ser perniciosos para la estabilidad de ambos por la distancia entre sus objetivos y la que, previsiblemente, cumplirá. Pero esa es una de las "grandezas" de la democracia burguesa, la mentira. 

Por otro lado, el capitalismo en su enloquecida fuga hacia adelante, va haciendo tierra quemada sobre el terreno que lo sustenta. 

2 de diciembre de 2016

TRUMP, FINANZAS Y LA IZQUIERDA NACIONAL

Rolando Astarita. rolandoastarita.wordpress.com

El triunfo de Trump impulsó a muchos intelectuales y políticos del campo nacional y popular (*), o de la izquierda nacional, a interpretarlo como una derrota de “la financiarización del capital”. Según este enfoque, y aun con los reparos que genera su discurso racista, machista y xenófobo, Trump representaría una alternativa “al modelo especulativo financiero” (Ricardo Foster, “Trump, crisis neoliberal y el fantasma de la derecha extrema”, Página 12, 17/11/16).

La idea central que subyace a esta caracterización es que las crisis, la desocupación, la polarización social creciente y la explotación, no tienen como causa última el modo de producción capitalista, sino una forma del capital, a saber, el capital financiero. Por eso se saluda todo aquello que, de alguna manera, pueda ser interpretado como un retroceso de esa forma específica de capital. Aunque a veces haya muchos problemas para explicar en qué consiste exactamente (ver aquí) el capital financiero. O haya que forzar esas “distinciones” al punto de despreciar datos y hechos abrumadores. Hay en todo esto una sociología de “relatos”, puestos al servicio de seguir distinguiendo alas “progresistas” del capital.

Mi punto de partida es el opuesto; la raíz de los problemas está en la relación de propiedad privada del capital. Y es esa relación la que funda la unidad de todas las formas del capital. De hecho, el capital dinerario solo obtiene ganancias prestando al capital productivo (industria, comercio, agro) o mercantil (comercio, banca); y viceversa, el capital productivo, o mercantil, revierte constantemente a las formas dinerarias. Por caso, los fondos líquidos de las amortizaciones o acumulación de plusvalía se invierten en el sector financiero durante períodos más o menos prolongados; para volver a lanzarse luego a la producción o el comercio. Las tensiones se dan dentro de este marco.

Desde este enfoque –que está inspirado en la teoría del capital de Marx- no hay lugar entonces para la distinción tajante entre el capital “dañino” (el financiero o dinerario, apátrida, para colmo) y el capital “bueno” (industrial y productivo). La cuestión no es meramente académica, o teórica. Tiene importancia política. El socialismo debe mantener una posición crítica y hostil hacia todas las formas del capital. Este es el punto de quiebre con los programas pequeño burgueses y nacionalistas que abogan por la colaboración de los trabajadores y los oprimidos con el ala “progresista” de la clase dominante.

En cualquier caso, pienso que las designaciones que está haciendo Trump para su futuro gabinete encajan bastante bien en la tesis “unidad del capital por sobre las diferencias”. Y es imposible de explicar con la tesis “división del capital por sobre la unidad”. Al respecto, es ilustrativa la nota de ayer (30/11/16) de Bloomberg, titulada “Wall Street gana de nuevo en tanto Trump elige banqueros, millonarios”. En ella se informa que Trump eligió a Steven Mnuchin para el puesto de secretario del Tesoro, y a Wilbur Ross para dirigir el Departamento de Comercio. Si bien los pasados biográficos no son lo decisivo para caracterizar la política de un gobierno, en este caso son sin embargo ilustrativos. Aquí van algunos datos.

Mnuchin fue ejecutivo de Goldman Sachs, y dirigió un hedge fund. Tuvo negocios en común con otros millonarios, incluyendo a George Soros y John Paulson, que dirigen fondos de inversión. Mnuchin, junto a Soros y Paulson, compraron el banco IndyMac durante la crisis, por 1.600 millones de dólares, para revenderlo en 2015 por 3.400 millones. Bajo dirección de Mnuchin el banco llevó adelante más de 36.000 ejecuciones hipotecarias.

En cuanto a Wilbur Ross, designado para el Comercio, se trata también de un multimillonario (según Forbes, su fortuna es de 2.500 millones de dólares), y dirige la firma de inversión WS Ross & Co. En 2016 la empresa fue penalizada por la SEC por sus prácticas poco claras. Roos es conocido como “el rey de la bancarrota” por sus operaciones para reestructurar empresas fallidas. En 2006 la minera Coal Group, subsidiaria de WS Ross & Co, fue demandada por negligencia en la explosión de la mina Sago, en Virginia Occidental, en la que murieron 12 mineros. La empresa fue acusada de no cumplir los estándares de seguridad laboral.

Una vez designado, Roos declaró que su prioridad es bajar los impuestos a las empresas estadounidenses para estimular el crecimiento económico; y se declara enemigo del Tratado de Libre Comercio con México. Observemos que esta oposición al TLC es la parte “progre” del programa de Trump que rescata la izquierda nacional

Bloomberg también informa que el miércoles (cuando se produjo la designación de Mnuchin y Ross), “treparon las acciones de las grandes firmas de Wall Street, con Goldman Sachs subiendo el 3,6%, el mejor desempeño en el promedio del Dow Jones”.

No hay sorpresas. Trump no vino de otro planeta. Es un producto genuino de su clase, la clase capitalista. Como lo son las personas que lo acompañan. Encarnan una relación social que no puede no basarse en la explotación del trabajo. Es el terreno concreto, material (en tanto socialmente condicionado) en el que se acaban las fantasías del progresismo ilustrado.

(*) NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
Astarita polemiza con los “progres” y algunos “revolucionarios” argentinos, sospecho que marcadamente influidos por el peronismo que penetra, en mayor o menor medida, a todos los partidos de aquel país. Aunque haya enmarcado su artículo en dicho debate nacional, lo cierto es que en otros países de América Latina, Europa y, en concreto, España, ese mantra del “progresismo” antineoliberal de matriz reaccionaria se ha estado repitiendo durante las primeras semanas con un grado de majadería intensa y una ignorancia absoluta de lo que es el capitalismo como sistema, sus fundamentos y el antagonismo capital-trabajo que conlleva.

Los hechos van tirando de la moto a los escritorzuelos todólogos de la nada que escribieron tales necedades, en un primer impulso que partía que si Killary era criminal y globalista (hecho indiscutible), cualquier cosa que viniera después sería mejor, en base a lo anunciado en campaña por el próximo inquilino de la Casa Blanca (hecho absolutamente discutible). Igualmente los/las cotorras groupies, que repetían el mantra en redes sociales, ahora parecen más callados y pasan de perfil en plan bajorelieve egipcio sobre sus "genialidades" anteriores. A esa gente hay que combatirla, por dañina a los intereses de la clase trabajadora, y mandarla a cursos de formación marxista.