15 de noviembre de 2016

SE TE HA PUESTO CARA DE TRUMP

Por Marat

Situemos la cuestión
Hace unos días escribí un artículo en el que señalaba que el discurso y la práctica del mundo progre-liberal, que defendían a los “demócratas” de Obama y de Hillary Clinton más recientemente, como el menor de los males, habían traído al ultrareaccionario Trump como mal mayor. Para quien desee seguir el hilo argumental de aquél texto y el que desarrollaré en éste sugiero que lea el primero. Insisto en que lo hagan, no sea que, al no hacerlo, pretendan luego extraer conclusiones sobre lo que he pretendido decir que en ningún caso he dicho ni sugerido.

La derrota de la señora Clinton y la consiguiente victoria de Trump ha dividido a gran parte de eso que se hace llamar a sí misma “la izquierda”, un concepto en descomposición en el que muchos de sus adscritos chapotean entre la confusión, el aturdimiento, la perplejidad y su acelerada involución ideológica.

Los sectores más moderados de esa llamada “izquierda”, los “progres”, se alinearon con las tesis de los demócratas norteamericanos que, recordemos han sido grandes neoliberales, a la vez que salvajemente belicistas. Un sector de los supuestamente más radicales se han inclinado, especialmente tras su victoria electoral, con Trump, más que con los republicanos. Ambas posturas indican hasta que punto el conjunto de esa llamada “izquierda” carece de proyecto, posiciones ideológicas y relato político propios.

Hoy lo que muchos se empeñan en llamar “la izquierda” no existe, está muerta.

Una parte de ella se encarga en los gobiernos o en los reductos de institucionalidad que ocupa de cumplir las exigencias del capital y de arrebatar derechos, condiciones de vida y dignidad a la clase trabajadora. Es la tarea de la vieja y nueva socialdemocracia, los partidos social-liberales, progresistas y de los emergentes “populismos de izquierda” europeos, además de justificar y/o entregarse a las intervenciones humanitarias (violencia bélica y terrorista) de los Estados capitalistas. Sobre este segmento ya hemos hablado en un artículo anterior relativo a la victoria de Trump en las elecciones en EEUU

Un sector creciente de la otra izquierda, de la autodenominada revolucionaria, presenta graves signos de involución ideológica, ubicándose en posiciones de apoyo a los sectores más reaccionarios y prefascistas, como es el caso de Donald Trump.

Es necesario diferenciar entre lo que es una celebración más o menos explícita por el triunfo del candidato republicano y lo que es un desenmascaramiento de lo que han representado las posiciones de los demócratas y de los progres en general, así como del hecho de que las políticas realizadas por estos han traído a aquellos.

Esta última postura conlleva un análisis correcto porque cualquier interpretación no sesgada, en el sentido que dan los progres al resultado electoral, destacará el aspecto de cómo la clase trabajadora y la pérdida de su nivel de vida, consecuencia de la globalización capitalista, fue ignorada en la campaña de Hillary Clinton por candidatos, analistas, medios de comunicación, artistas, supuestos “intelectuales” y otros sectores del establishment que la despreciaron, manifestando actitudes claramente elitistas hacia ella tras los resultados electorales.

Pero ello nada tiene que ver con alegrarse del triunfo de Trump. Es tan indecente como alegrarse de que un criminal de guerra como Obama renovase mandato en el pasado o que lo hubiese hecho su cómplice belicista, Hillary Clinton. Poner en la victoria del republicano grandes esperanzas y destacar las buenas nuevas que ello puede traer es, además, estúpido. Lo mismo sucede cuando se da un voto de confianza, en espera de lo que haga en su futuro mandato, bajo el argumento de que ya sabemos lo que hicieron los demócratas ¿Acaso la tarea de un revolucionario es situarse en medio del dilema de uno u otro?

Los argumentos que esos “revolucionarios” esgrimen en defensa de Trump es que puede acabar con o frenar la globalización, enfrentarse al establishment y frenar las agresiones del imperialismo.

Vayamos con esos “argumentos”
De momento, Trump ha hecho algo más que matizar sus promesas electorales y sus fanfarronadas de campaña, empezando por lo de meter a la cárcel a Hyllary, a la que ha acabado por elogiar.

Su imagen antiestablishment, al menos en lo que se refiere al aparato de su partido, ha quedado en evidencia al designar a Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano, el máximo cargo del partido, como su jefe de gabinete.

En cuanto a la reforma sanitaria, el Obamacare, de Clinton, ha anunciado ya que no la derogará sino que dejará buena parte de la misma. Aclaro para quienes vean en ello un signo de menor derechismo en el nuevo presidente de EEUU que el Omabacare no es una Seguridad Social, o al menos no lo es como la hemos conocido en el el pasado en Europa, sino un convenio entre el Estado e instituciones sanitarias privadas, que hacen grandes negocios con la salud de las personas, lo que ahora se está haciendo en Europa.

Respecto a los lobbys, a los que dijo que iba a enfrentarse, vamos viendo que ya los incluye en su equipo de transición, con figuras como Michael Torrey, del sector agroalimentario, Jeffrey Eisenach, proveniente del mundo de las telecomunicaciones o Michael Catanzaro, del petrolero. Estos tres colaboradores de Trump no están muy lejos de la globalización sino que son parte esencial de la misma. ¿O es que hay alguien tan estúpido como para limitar la globalización neoliberal al capital financiero?

Habría que recordar los intereses internacionales del imperio Trump en países como Escocia y Méjico por citar sólo dos ejemplos. En cuanto a sus declaraciones sobre frenar el libre comercio de China hacia EEUU convendría aclarar que el capital chino es socio del próximo presidente en una parte de sus negocios inmobiliarios. Veremos cómo cabalga esas contradicciones en relación con sus posiciones sobre la globalización.

Donald Trump está haciendo el recorrido contrario a lo que se supone que debe quien intenta poner patas arriba el sistema de poder político, económico y lobbista en EEUU. Empezó como pirómano y pronto veremos que acaba de apagafuegos sistémico.

A los progres les lanza sus mensajes sobre mantener los matrimonios homosexuales - “yo no tengo problemas con eso”, ha afirmado-, señalando que es ley porque la Corte Suprema lo ratificó en su día. Del mismo modo matiza la cuestión de la expulsión de 10 millones de sin papeles, limitándola ahora a entre 2 y 3 millones de inmigrantes que hayan delinquido. Veremos cómo pronto lanza sus redes de neo-amabilidad al lobby feminista.

Por lo que se refiere a la agenda imperialista de Trump, la preferida de ciertos sectores “revolucionarios” es llamativo que no encuentren contradicción entre las esperanzas que Trump les despierta y la actitud beligerante de éste respecto a Cuba, Venezuela, Corea del Norte e Irán.

Entiendo que esas esperanzas provienen en en buena medida de las declaraciones de Trump de ayudar al gobierno sirio a derrotar al ISIS, promesa que sería muy deseable que sí cumpliera.

Pero con ser esa una baza muy importante para ganarse la simpatía de una parte de esos sectores de la “izquierda revolucionaria”, la principal son sus declaraciones de simpatía hacia y de voluntad de colaboración con el presidente ruso Putin, al que los mencionados consideran un factor de progreso mundial por hacer de contrapeso de EEUU y por su proyecto de los BRICS.

Sería muy positivo que ambos mandatarios encontrasen vías de cooperación para rebajar la tensión belicista mundial.

Pero me creo sólo a medias que el futuro presidente de EEUU vaya a acabar con el ISIS porque el complejo militar-industrial en ese país y a nivel mundial es extraordinariamente poderoso y porque fue un neocon republicano, Ronald Reagan, quien dio un fuerte impulso al apoyo iniciado por Jimmy Carter con la “Operación Ciclón”, armando a grupos yihadistas en Afganistán (talibanes); labor que luego siguieron haciendo los sucesivos gobiernos tanto republicanos como demócratas en otros países, incluido Barak Obama, con la colaboración entusiasta de Hillary Clinton, aunque nadie llegó tan lejos como la sin par pareja Obama-Clinton.

Por otro lado, en el contexto de lucha de las superpotencias por hacerse con el control del petróleo y el gas sirios, como antes EEUU luchó por hacerse con el iraquí, parece poco probable que Trump fuera a abandonar ese objetivo, de no mediar un pacto de reparto del botín entre quienes deciden la continuidad o no de la guerra.

Y me creo menos aún que la hipotética destrucción del ISIS, que anuncia Trump, no fuera acompañada de su sustitución por otros terroristas “moderados” con el fin de acabar con el gobierno laico del presidente al Ássad.

Respecto a las positivas relaciones con Putin que dice querer establecer Trump es evidente que ello daría un severo golpe al lobby armamentista de EEUU, lo que parece poco probable.

A ello debe añadirse que la alianza geoestratégica y económica Rusia-China no va a romperse, por lo que los posibles intentos de Trump de separar a ambos, adulando a Putin y frenando la expansión económica del gigante asiático no funcionará.

Trump es un neocon disfrazado, no un mero populista reaccionario que les ha derrotado
En cualquier caso, los neocons, que han estado muy callados en los últimos tiempos, irán acercándose al futuro inquilino de la Casa Blanca, y colocando sus peones. Sostener, como hace Heinz Dieterich, que Trump les ha derrotado es de una ignorancia supina. Sus halcones han sobrevivido durante la administración Obama, colocaron sus huevos tanto en el partido republicano como en el demócrata y vienen marcando la agenda neoliberal, globalista y belicista desde hace décadas, sencillamente porque no son un grupo de presión más, ni unos cuantos asesores y cabilderos políticos, sino la clave de la estrategia imperialista en lo económico, cosa que la supuesta “izquierda revolucionaria” olvida cuando tiende a reducir el imperialismo al militarismo de EEUU sin entender que éste es la consecuencia de la fase mundial actual del capitalismo.

Los neocons (neconservadores) conforman un cuerpo difuso con gran capacidad de adaptación, donde lo central es la defensa de la globalización, la deslocalización de empresas allá donde ello pueda incrementar los beneficios de las grandes corporaciones, el mantenimiento de las desregulación del sistema financiero y comercial, el detraimiento de las herramientas de control de la economía a favor del poder económico de la hiperclase y la toma de posiciones ventajosas en la lucha geoestratégica por apoderarse de unos recursos energéticos cada vez más escasos, entre los que el agua será cada vez más un elemento central.

El resto, las posiciones sobre la familia, la homosexualidad, la religión, los inmigrantes, las mujeres, el nacionalismo o el cambio climático, por citar sólo algunos ejemplos, son puro excipiente ideológico destinado a disfrazar que la lucha es por mantener y ampliar el poder económico internacional de las grandes corporaciones mundiales y el control de los recursos naturales y energéticos allá donde se encuentren. Dicho esto, no pretendo minusvalorar la importancia de dicho “excipiente”, sobre todo cuando cuesta vidas, pero creo que es necesario resituarlo donde corresponde realmente dentro de la estrategia de los neocons.

En el aspecto relativo al poder económico de las grandes corporaciones mundiales quiero hacer un hincapié especial porque los vínculos territoriales son difusos. La casa matriz puede ser norteamericana pero tener grandes vinculaciones con el capitalismo británico, de Singapur o chino, por ejemplo. De ahí que sea muy difícil la imposición de un proteccionismo por parte de Trump cuando los flujos de capitales se mueven a velocidades siderales por la red y China es el primer tenedor de deuda estadounidense.

Hablemos del imperialismo pero en serio
El imperialismo es, como decía Lenin, la fase superior del capitalismo. Para este pensador y hombre de acción revolucionario el imperialismo se caracteriza por varios rasgos que lo definen:
1) Concentración de la producción y el capital, que da origen a los monopolios.
2) Formación del capital financiero, resultado de la alianza del capital bancario con el industrial.
3) Predominio de exportación de capital sobre exportación de mercancías.
4) Reparto económico de los mercados mundiales entre corporaciones monopolistas.
5) Nuevo reparto territorial del mundo entre las grandes potencias, razón por la cual se han producido las conflagraciones mundiales y está latente el peligro de nuevas guerras.

Fíjense en que entre los factores que definen al imperialismo, los factores financieros y corporativos son los principales. Fíjense también en otros dos que los simplificadores y tergiversadores de la teoría imperialista de Lenin intentan ocultarnos:
  • El imperialismo es un sistema global mundial en el que no hay una única superpotencia imperialista que domine el mundo sino varias que se lo reparten.
  • La guerra es una consecuencia de esa lucha entre las superpotencias por imponer la hegemonía de las poderes económicos de los que son sus defensoras y no el único, ni siquiera el principal rasgo que define al imperialismo como tal.
Quienes hacen abstracción del punto 4 y quienes reducen el imperialismo al militarismo tienden a “olvidar” que junto a EEUU Rusia y China son también potencias imperialistas que en los espacios geográficos de su influencia desarrollan políticas destinadas a acrecentar el poder de sus corporaciones y capital financiero.

Sobre ésta cuestión a quienes le hacen la ola al futuro presidente estadounidense porque ha mostrado sus simpatías hacia Putin, presidente de un país capitalista e imperialista, les vendría bien conocer el discurso de George Marinos dirigente del KKE (Partido Comunista de Grecia) en el 18º Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros en Vietnam sobre el tema “La crisis capitalista y la ofensiva imperialista - Tácticas y estrategia de los Partidos Comunistas y Obreros en la lucha por la paz, los derechos obreros y populares, por el socialismo”.

Por si las cuestiones no les quedan suficientemente claras, pueden leer la posición del Partido Comunista de Méjico, a través de su secretario general, Pavel Blanco, que expone la misma opinión que George Marinos al respecto.

Si no les convencen, con acusarles de “ni-nis” y trotskistas ya resuelven ustedes sus propias contradicciones políticas que básicamente consisten en:
  • Carecer de una posición propia y marxista basada en el análisis de clase del capitalismo y del imperialismo y en la práctica política correspondiente.
  • Sustituir ésta por un mal sucedáneo de la teoría leninista sobre el imperialismo, la geoestrategia.
  • Situarse en campo ideológico ajeno al optar en EEUU y a nivel planetario por la tesis del “menos malo” (en el caso de Trump está por ver que finalmente no sea el suyo el tercer gobierno de Obama), algo no muy distinto a lo que hicieron los “progres” con Killary desde su perspectiva.
    En el plano internacional, por mucho menos belicistas que sean los imperialismos ruso o chino, lo cierto es que sus ayudas internacionales no están basadas en ningún “internacionalismo proletario” sino que, como países capitalistas que son, lo hacen por los intereses económicos de sus oligarquías. Otra cosa es que eso beneficie a países con gobiernos progresistas pero no les sale gratis.
Conviene recordar que, frente a la guerra imperialista del 14 y a su preparación, Lenin no se alió a una fracción concreta de las burguesías internacionales, representadas por Alemania o Inglaterra, por citar dos ejemplos, sino que rechazó la guerra y, cuando se produjo, desde una posición de clase autónoma de cualquiera de los intereses capitalistas, optó por la revolución; algo muy lejano a la tesis de que haya un solo imperialismo y, de otro lado, potencias capitalistas “buenas”.

12 de noviembre de 2016

DANIEL ORTEGA TRAICIONÓ LA REVOLUCIÓN SANDINISTA

Miguel Urbano Rodrigues. La Haine/Odiario.info

Daniel Ortega fue reelegido por amplia mayoría presidente de Nicaragua. Es su tercer mandato consecutivo.

El principal partido de la oposición llamó al boicot. Pero la abstención ha sido inferior a lo que preveían las encuestas.

La victoria del candidato sandinista fue bien recibida por el gobierno de Obama. Las relaciones económicas de los EEUU con Nicaragua son consideradas correctas por el Departamento de Estado.

Por una paradoja, Ortega no renunció al discurso de izquierda, cultivando una imagen de antiimperialista, lo que le permitió en los últimos años mantener relaciones privilegiadas con Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y algunos partidos comunistas.

Pero la fachada progresista del régimen es hoy incompatible con la realidad política y social del país.

Desde que perdió las elecciones presidenciales de 1990, Daniel Ortega imprimió al FSLN una orientación que empujó gradualmente a la derecha la organización revolucionaria que destruyó en una lucha épica a la dictadura de Somoza.

Carlos Fonseca Amador (1936/1976), su fundador, fue el ideólogo de la guerrilla; era un marxista creativo y talentoso. Consiguió lo que parecía imposible: unificar las tres tendencias de la organización revolucionaria - la de la Guerra prolongada, la Proletaria y la Tercerista. Obtuvo el apoyo para el combate al somozismo de los sindicatos, la iglesia, los campesinos y los intelectuales liberales.

La victoria del FSLN, dirigida por Daniel Ortega y un grupo de comandantes con prestigio internacional, generó una gran esperanza en América Latina.

Transcurrida más de una década de la muerte del Che en Bolivia, los sandinistas demostraron que en condiciones excepcionales era posible derrotar y derrumbar regímenes apoyados por el imperialismo a través de la lucha armada.

Tuve la oportunidad en 1983 de visitar Nicaragua y de conocer allí a destacados comandantes sandinistas cuando el FSLN movilizaba aun la solidaridad de las fuerzas progresistas de América y Europa.

Instalado en el Poder, el FSLN no demostró, desafortunadamente, la lucidez y firmeza de la organización guerrillera.

Blanco de una ofensiva permanente del imperialismo estadounidense, que financió y armó los mercenarios contra-revolucionarios, el Frente Sandinista fracasó en la tarea fundamental de construir un modelo de economía de transición, no capitalista, y perdió gradualmente el apoyo de amplios sectores de la población.

Cediendo a presiones de Washington, Ortega –contra la opinión de Fidel Castro- convocó elecciones para la Presidencia en 1990. El resultado fue inesperado: la elección de la liberal Violeta Chamorro enmarcó el fin de la Revolución Sandinista.

LA CRISIS DEL FSLN
El Frente Sandinista entró en crisis después de su alejamiento del Poder. Daniel Ortega volvió a ser candidato a la Presidencia en las elecciones siguientes y perdió de nuevo. Sin embargo su elección en 2006 no sorprendió. Era esperada porque Ortega se había desplazado a la derecha.

Algunos de los comandantes más destacados que habían participado de la guerra contra Somoza habían roto con él por la orientación dizque pragmática que el expresidente imponía al partido. Entre otros Ernesto Cardenal, Luis Carrión, Víctor Tirado, Henri Ruiz.

Ortega había optado por una política de alianzas incompatible con los principios e ideología del sandinismo.

En el ámbito de la «reconciliación nacional» estableció un acuerdo con el ex presidente Arnoldo Alemán, condenado a 20 años de cárcel por corrupción y blanqueamiento de capitales. Alemán había sido, subráyese, un esforzado somozista.

ROSÁRIO MURILLO, « LA BRUJA»
Fue sobretodo la mujer, Rosario Murillo, que tuvo un papel decisivo en la metamorfosis del dirigente máximo del FSLN.

Profesora, escritora, poeta, Rosario, que había sido guerrillera, es una católica fervorosa. Amiga desde la juventud del arzobispo de Managua, defendió siempre la necesidad de buenas relaciones con la iglesia. No dudó incluso en proponer el nombre del arzobispo para Premio Nobel de la Paz.

Hizo al marido olvidar que Don Miguel Obando y Bravo había sido admirador de Anastasio Somoza y su colaborador en la lucha contra el sandinismo.

Elevado a cardenal, Obando cimentó una íntima alianza con Daniel Ortega cuando este retornó a la Presidencia en 2007.

Rosario, reelegida ahora vice-presidente, concentra hoy en sus manos un enorme poder. La familia acumuló una fortuna colosal en negocios oscuros.

Tres de los hijos son millonarios. Laureano negoció con China el proyecto de un nuevo canal transoceánico que atravesará Nicaragua del Atlántico al Pacifico, obra faraónica que amenaza arruinar el Canal de Panamá. Juan controla lo audiovisual. Otros de los hijos ganaron millones con la distribución del petróleo barato recibido de la Venezuela bolivariana.

Rosario, conocida como «La Bruja», domina la familia y el gobierno.

DE HÉROES A GRANDES EMPRESARIOS
La crisis del FSLN comenzó con la deserción de Sergio Ramírez Mercado, que fue el vice-presidente de la República en el primer gobierno de Ortega.

Sergio, que estudió en Alemania, era un social demócrata enmascarado de revolucionario. Escritor de talento, pasó en tiempo mínimo de sandinista a enemigo de la revolución.

Posteriormente ocurrieron rupturas más graves. Humberto, el hermano de Daniel, fue durante la lucha armada el principal estratega de la guerrilla.

Ministro de Defensa, reformó el ejército y creó la esdrújula doctrina del «centrismo”, incompatible con el programa del FSLN.

Recibió la medalla militar de los EEUU. Su adhesión al capitalismo fue rápida. Ganó millones en el negocio de maderas.

El ministro de Agricultura de Ortega, Jaime Weelock, es hoy también próspero empresario. Bayardo Arce, otro de los comandantes de la insurrección, también es hoy un hombre muy rico.

En México, durante un Seminario Internacional de Solidaridad con las FARC, pregunté a Miguel d’Escoto, ex canciller de Ortega, cómo explicaba que algunos comandantes de la guerrilla habían acumulado grandes fortunas. Su respuesta fue muy breve: «Quizá por haber nacido en una familia abastada nunca sentí la tentación del dinero».

Daniel Ortega repite con mucha frecuencia que la situación económica del país mejoró acentuadamente. Es verdad. El PIB debe crecer mas de 4% este año. Pero no dice que Nicaragua recibió durante sus gobiernos 4 800 millones de dólares de organizaciones financieras internacionales tuteladas por EEUU.

Daniel insiste en afirmar que practica una política de izquierda y no se abstiene de críticas al imperialismo, mientras elogia a Cuba y a la Venezuela bolivariana. Pero Washington considera inofensiva esa oratoria.

Podría concluirse de este artículo que veo con pesimismo el futuro de Nicaragua.

Sería una conclusión falsa. La memoria de Sandino, de Carlos Fonseca y de la epopeya de la insurrección que destruyó la dictadura de Somoza permanece viva en el pueblo de Nicaragua. Un día este retomará la lucha rumbo al socialismo, interrumpida por la traición de Daniel Ortega.

Soy consciente de que un gobierno de extrema derecha en Managua seria peor que el actual. Pero me repugna la hipocresia de los medios y dirigentes de izquierda que insisten en caracterizar el Gobierno de Ortega-Murillo como revolucionario.


NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Ahora vais y llamáis a Miguel Urbano Rodrigues, una de las mentes más lúcidas del Partido Comunista Portugés (PCP) “ni-ni” o trotskista. Y después, os leéis la lista de colaboradores especiales de O Diario (http://www.odiario.info/colaboradores-especiais/), en el que Miguel Urbano ha escrito originalmente este texto, y os limpiáis los mocos.

9 de noviembre de 2016

EEUU, LA MARCA Y EL EQUIPO DE MARKETING GANARON LAS ELECCIONES

Por Marat

Muchas son las lecciones que ha dado al mundo -o al menos para quienes tengan la capacidad de entenderlas- el triunfo de Trump.

La que quiero destacar en primer lugar, aunque no más importante, es que la mercantilización de la política y del parlamentarismo burgués ha traído como consecuencia, y no es una novedad, que cuando la marca es muy potente, hay un equipo de marketing que sabe detectar las “necesidades” del mercado político y pasta gansa para la campaña, se pueden ganar unas elecciones por encima y contra los aparatos de los partidos.

Trump no es el único que ha logrado eso. Antes ya sucedió en “la vieja Europa”, como dicen los estadounidenses. Y eso lo hizo Berlusconi, aunque con la ventaja a su favor, de la que careció Trump, de contar con un imperio mediático. En su caso la innovación de Berlusconi fue total porque creó incluso sus propios partido y aparato contra el resto de partidos y aparatos italianos.

Pero cuando algo sucede en EEUU, aunque esta vez no haya sido la pionera, se convierte rápidamente en tendencia mundial.

La “hazaña” de Trump fue, con el establishment mediático en su contra, vencer a dos aparatos, el de su partido, fulminando a todos los candidatos que se le opusieron, y siendo ninguneado por toda la dirección del Partido Republicano, desde que se postuló hasta el fin de la campaña electoral, y obviamente el del Partido Demócrata.

Trump, un gran capitalista, inició su carrera de plutócrata convirtiéndose a sí mismo en marca personal. Sus empresas llevaban su apellido. Ha tenido siempre claro cuál era la estrategia para triunfar: ser el primer embajador y promotor de sí mismo. En los negocios le ha funcionado, en política también. Obviamente, sabiendo rodearse en ambos espacios, muy próximos entre sí, de gente muy inteligente, que maneja las herramientas de marketing como nadie.

La investigación de mercados y la político-electoral emplea las mismas técnicas para conocer la realidad sobre la que quiere intervenir la marca, el partido o el Estado: la encuesta (metodología cuantitativa) y el grupo de discusión (metodología cualitativa). Y el marketing económico y político se parecen también mucho entre sí.

El equipo de Trump supo conectar con una necesidad real: la situación depauperada de la clase trabajadora norteamericana, no sólo blanca, como han demostrado los votos de importantes sectores de otras etnias, que estaba ajena a la agenda electoral del equipo de Killary. Para quien crea que acabo de cometer una errata, le aclaro que es un apodo de la señora Clinton que ha hecho fortuna por sus celebraciones ante la destrucción de países como Libia o Siria, por citar sólo dos ejemplos, de cuyos desastres era coautora, junto con Obama.

Killary Clinton, y su equipo de estrategas de campaña, siguieron al dedillo las precedentes de Obama, pero con mucha menos credibilidad de la que él tuvo en sus inicios. No voy a entrar en la percepción social dominante sobre ella en EEUU porque de sobra se ha hablado ya. Fijó unas desigualdades que señalar y unos públicos a los que dirigirse: el machismo que sufren las mujeres, la situación de discriminación de los gais y de los inmigrantes y etnias no blancas norteamericanas, entre otros. Y se olvidó, error en el que no cayó Trump, de la clase trabajadora. Él, en cambio, tuvo en cuenta que las clases sociales existen y que la trabajadora de EEUU lleva perdiendo capacidad adquisitiva durante decenios. Tuvo claro que el paro, menor que en Europa, es ya estructural en su país y que la clase trabajadora era muy consciente de haber sido olvidada en los discursos de los políticos del establishment norteamericano. Aclaro, porque sé que hay mucho lector malintencionado y con mala baba, que creo en la igualdad de derechos de tales colectivos y que me parecen repugnantes las expresiones de Trump sobre ellos. Dicho esto, tengo claro que la contradicción capital-trabajo está por encima de la lucha contra la discriminación como palanca potencial para acabar con el capitalismo.

Trump es un capitalista que cree religiosamente en el sistema capitalista, exactamente lo mismo que Obama y que Killary. Pero ha sabido con qué reclamo ganar: dirigirse a la clase trabajadora de EEUU, hablarles de sus miedos ante el presente y de sus incertidumbres ante el futuro, concentrarse en la política nacional y dar mucho menos peso a la internacional, de la que sus votantes estaban descontentos porque consideraban que el intervencionismo militar de su país estaba gastando energías y dinero ingentes, en lugar de combatir la situación interior de un país muy orgulloso en el pasado del “american way of life”, pero que hoy está en decadencia en cuanto a situación económica. Y ha conseguido, con ello, atraerse a la clase trabajadora blanca y a no menos de un tercio de la de otras etnias. Y eso a pesar de muros en la frontera porque es sabido que el inmigrante legal, con frecuencia, para no ser satanizado, tiende a marcar distancias con el sin papeles y el espalda mojada. Los apellidos españoles no son una rareza, ni mucho menos en el Frente Nacional francés. Algún día deberemos hablar de mitos de la izquierda, como el de la solidaridad, porque, aunque imprescindible, cuando no se basa en la clase y en la igualdad de clases sino en oenegerismo de monja progre, acaba por ayudar al discurso reaccionario de los Trump que en el mundo son y a romper la idea de identidad y de conciencia de clase.

La banalización de la política, convertida en un circo mediático, en la que lo que importa es epatar, lograr titulares que hablen de ti, aunque sea mal, ha sido un factor fundamental que Trump ha sabido conjugar muy bien. Habrá que ver hasta qué punto Trump es un incontrolado -si lo es, el complejo militar-industrial y Wall Street le “ayudarán a controlarse”- o todo es una pose para magnetizar a sus bases electorales.

Killary es una progre, que es lo que son los procapitalistas que defienden, solapada o abiertamente, el capitalismo de rostro humano dentro de sus países y destruyen o justifican las destrucciones de pueblos (los partidos progres que llevan bombardeadores de Libia en sus filas y que están a favor de la permanencia de su país en la OTAN, por ejemplo) que son necesarios para desvalijarles de sus riquezas naturales e imponerles su “modelo de democracia”. Por cierto, no recuerdo ninguno de esos países en los que predominen los blancos. Puestos a hablar de racismo, Killary lo practicaba vía bombardeo con una soltura digna de mejor causa. Y con Obama la policía ha matado más negros en su país que durante el mandato de muchos presidentes precedentes.

Y Killary es también una progre porque niega las clases sociales, al dotar de protagonismo en sus programas a colectivos, sectores, ONGs controladas por los think tanks y fundaciones globalistas que han sustituido revolución social por “movimientos sociales”. Como en España y en Europa.

No siento nostalgia alguna de Sanders que, aunque hablase de clase trabajadora, no estaba lejos del lobby sionista, no planteaba la desaparición de la OTAN y, acabó como los progres españoles, optando por la criminal Killary para parar al fascista Trump. La lógica del "mal menor" acaba causando males mayores porque legitima lo hecho y lo por hacer.

Lo que hoy se autodenomina como izquierda española o europea -algún día hablaré del camelo del socialismo del siglo XXI, que no ha hecho nada para ser socialista en sentido marxista, ni para cambiar las relaciones sociales de producción en sus países- no es otra cosa que una inmensa fosa séptica progre, beata, monjil, acobardada, procapitalista, vociferente pero de tasca que, como Killary ha sustituido clase por colectivos sociales, a cuyos dirigentes compra con subvenciones. Como comunista creo que existen clases sociales, que hay que luchar por su abolición, que el parlamentarismo es hoy la gran trampa del capital para que continúe la falacia de la “ilusión democrática”, que el cambio no vendrá por las urnas sino por una revolución y, desde luego, no soy “de izquierda/s”; algo que indicaba la posición en la que sentaron determinados políticos en la Asamblea Nacional Constituyente -¡cómo les gusta esa última palabra!- en 1789.

Y como comunista, señalo a los progres como los principales cómplices, por haber abandonado y traicionado a la clase trabajadora, de que el fascismo campe por Europa y de que reaccionarios como Trump triunfen hablándole a ella, a la que golpearán no de forma muy diferente a como lo hacen los liberales clásicos.

De cómo actuará en política nacional e internacional Donald Trump no hablo porque, además de ser una incógnita en estos momentos, quienes mandan no son los Presidentes sino los poderes económicos.

8 de noviembre de 2016

LA DEBACLE LIBIA

Hedelberto López Blanch.Cubainformación.tv

Cinco años después de los bombardeos iniciados en abril de 2011 por la coalición encabezada por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña y a un lustro del asesinato del líder de la Revolución Libia, coronel Muamar el Gaddafi, “la nueva era” prometida por Occidente no se ha cumplido y por el contrario en esa nación del norte africano solo predomina el caos, la inseguridad y la crisis socioeconómica.

En ese país rico en petróleo, decenas de milicias luchan por controlar el territorio y los recursos naturales; se convirtió en tierra de nadie, y no se observa una solución inmediata ni duradera y según varias agencias humanitarias, “todas las partes han cometido crímenes de guerra y abusos contra los civiles”.

Los años han demostrado que lo planteado en un principio por Occidente fueron ofertas engañosas para quienes no seguían al Gobierno de Muamar el Gaddafi, pues desde aquel 20 de octubre se han registrado innumerables acciones de carácter terrorista, perjudiciales para la economía y la vida de su pueblo.

Aquel tristemente 20 de agosto, el coronel fue capturado con vida, torturado y vejado hasta morir, como mostraron varios vídeos que salieron a la luz pública días después de su ejecución.

Ahora Libia es un país roto, desgajado y desangrado por la guerra que nunca acaba; está considerado como un feudo del denominado Estado Islámico en el norte de África y un lugar favorable para la proliferación de mafias, traficantes de personas, armas y drogas por la fragilidad de sus fronteras y la ausencia de una autoridad que ejerza el control.

La punta de lanza militar y de espionaje estadounidense en el continente, denominado Comando para África (Africom) calcula que en el terreno actúan aproximadamente 6 000 miembros del grupo Estado Islámico, mientras que desde sus puertos se embarcan miles de refugiados procedentes de Oriente Medio y de África subsahariana, que se juegan la vida para intentar alcanzar las costas de Europa

En la actualidad mal funcionan en el país dos parlamentos rivales y tres gobiernos (dos en Trípoli y uno en Tobruk): el último se formó tras unas conversaciones auspiciadas por Naciones Unidas en diciembre de 2015 con la intención de remplazar a los otros dos. Pero éste aún está en proceso de formación debido a que el nuevo gobierno ha sido impuesto por las potencias occidentales.

La producción de petróleo casi se ha paralizado, y las extracciones que se realizan están bajo control de compañías occidentales extranjeras o de facciones armadas; los bancos carecen de liquidez y los hospitales se están quedando sin medicinas.

Datos ofrecidos por Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) revelan que más del 70 % de la población padece hambre, vive con miedo y más de 600 000 personas han sido desplazadas debido a los conflictos.

Libia, contaba en 2011 con casi siete millones de habitantes, y sus grandes recursos naturales como los hidrocarburos, unido a una política socio-económica a favor de los ciudadanos, le permitieron que el desarrollo humano en esa nación fuera relativamente elevado.

Antes de los ataques de la coalición, la economía Libia era una de las más fuertes de África con la esperanza de vida más elevada de todo el continente.

El Producto Interno Bruto (nominal) per cápita constituía el más alto de toda África, y el segundo lugar por el PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo, además del primero en Índice de Desarrollo Humano de la región.

La atención sanitaria y la educación eran gratuita lo cual elevó la calidad de vida y educacional de su población.

Para comprender un poco el porqué de los hechos actuales, recordemos que Gaddafi llegó al poder en 1969 tras derrocar al rey Idris, con un proyecto nacionalista que afectó directamente a Estados Unidos e Inglaterra; rompió lazos con Occidente y sacó las bases militares extranjeras asentadas en el país.

A partir de ese momento fue considerado un “enemigo desagradable” de Occidente, pero cuando en 1992 abrió nuevamente los campos petrolíferos a las transnacionales, pasó a ser un “aliado molesto” para las naciones capitalistas.

En las décadas del 70 y 80 del pasado siglo el desarrollo económico y social se puso a disposición de las grandes masas desfavorecidas. Fueron construidas carreteras, hospitales y escuelas por todo el país.

A partir de 1992 Gaddafi se acerca a Europa y a Estados Unidos, entran numerosas compañías petroleras extranjeras, y en 2006 Washington decide sacarla de la lista de países terroristas, pero de todas formas, su política de altas y bajas no era segura para los intereses occidentales.

La táctica imperial consistía que con el derrocamiento de Gaddafi, Washington, Londres y París, controlarían esa importante nación del norte de África que junto a Egipto (aliado de Occidente desde hacía 40 años) les darían seguridad marítima plena sobre el Canal de Suez y del mar Mediterráneo, ruta fundamental para el traslado del crudo desde el mar Rojo.

Otro importante factor era el enorme potencial de agua potable que posee ese país, recurso cada vez más escasa en el orbe.

En su subsuelo existe un enorme caudal acuífero que se estima en 35 000 kilómetros cúbicos (la capacidad que tiene el río Nilo en 300 años) ubicado en la zona sur de su territorio y que el país árabe comenzó a utilizar a partir de 1984 cuando inició la construcción del llamado Río de la Vida, que lleva el líquido por enormes canales subterráneos hasta las principales ciudades del norte.

Pero lo que acabó de llenar la copa de las fuerzas de poder Occidental fue la proposición de Gaddafi de no realizar transacciones mercantiles en dólares o euros, emplear el dinar de oro en el comercio internacional y crear un único estado africano con espacio económico común.

El planteamiento fue apoyado por varias naciones africanas y árabes pero provocó una álgida respuesta por parte de Estados Unidos y la Unión Europa. El presidente de Francia, Nicolás Sarkozy (había recibido millones de dólares por parte de Libia para su campaña electoral) declaró públicamente: “Libia amenaza la estabilidad financiera de la humanidad”.

Estados Unidos que no estaba dispuesto a ceder el estatus hegemónico que el dólar ha mantenido por décadas, le marcó otro punto negativo a Gaddafi.

Todos estos aspectos, unido a las ansias por controlar las fuentes del oro negro en el mundo y de yacimientos acuíferos, fueron las causas para que las potencias occidentales se lanzaran como aves de rapiña a atacar a este país soberano y tercermundista.

Hoy la debacle se regodea en la nación africana y ni los que provocaron los sangrientos hechos se atreven a augurar cuándo cesarán el caos, el desorden y las penurias para ese pueblo.