29 de abril de 2016

BOMBAS ATÓMICAS PARA ITALIA, ALEMANIA, BÉLGICA, HOLANDA Y TURQUÍA

Manlio Dinucci. Il Manifesto

Cinco Estados no nucleares violan en este momento el Tratado de No Proliferación al recibir bombas atómicas estadounidenses. Esas bombas serán incluso modernizadas, precisamente en momentos en que Washington acaba de organizar una cumbre… contra las violaciones de la no proliferación nuclear.

«Gracias, presidente Obama. Italia mantendrá con gran determinación su compromiso con la seguridad nuclear», escribió en Twitter el primer ministro Matteo Renzi, después de participar, en abril, en la cumbre de Washington sobre ese tema.

«La proliferación y la potencial utilización de armas nucleares constituyen la mayor amenaza para la seguridad mundial. Es por eso que, hace 7 años, en Praga, me comprometí a que Estados Unidos cesara de difundir el armamento nuclear», había escrito el presidente Obama en su presentación del encuentro de Washington.

Y precisamente mientras declara eso, la Federación de Científicos Americanos (FAS, siglas en inglés) presenta nueva información sobre las nuevas bombas nucleares estadounidenses B61-12, actualmente en fase de desarrollo, que reemplazarán las B61 ya desplegadas por Estados Unidos en Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Turquía. Incluso se están realizando ensayos para dotar la B61-12 de capacidades antibúnker, o sea de penetrar profundamente en el subsuelo antes de explotar para destruir los centros de mando y otras estructuras subterráneas mediante un primer golpe nuclear.

Para la utilización de estas nuevas bombas nucleares, dotadas de sistemas de guía de precisión y de potencia variable, Italia pone a la disposición [de Estados Unidos y la OTAN] no sólo las bases aéreas de Aviano y de Ghedi-Torre (Brescia) sino también pilotos que se entrenan para la realización de bombardeos atómicos bajo las órdenes de Estados Unidos. Así lo demuestra, señalan los científicos estadounidenses, la presencia en Ghedi del 704th Munitions Support Squadron, una de las cuatro unidades de la US Air Force desplegadas en las 4 bases europeas «donde las armas nucleares estadounidenses están destinadas al lanzamiento desde aviones del país receptor».

Información confirmada, desde Estados Unidos, por el Bulletin of Atomics Scientists, una de las fuentes más confiables en materia de armamento nuclear. El 2 de marzo de 2016 esta publicación escribe:

«Se han asignado a la fuerza aérea italiana (con aviones Tornado PA-200) varias misiones de ataque nuclear con armas nucleares estadounidenses, mantenidas bajo control del personal de la US Air Force hasta que el presidente de Estados Unidos autorice su utilización.»

De esta manera, Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Turquía, oficialmente países no nucleares, se ven convertidos en territorio de primera línea y, por ende, en posibles blancos, en el enfrentamiento EEUU/OTAN contra Rusia. Ese enfrentamiento se hará más peligroso aún con el despliegue en Europa de las nuevas bombas nucleares estadounidenses. Interrogados al respecto por el New York Times, varios expertos advierten:

«Las armas nucleares de ese tipo, más precisas, incrementan la tentación de recurrir a ellas, e incluso de ser los primeros en utilizarlas.»

Ante el creciente peligro que nos amenaza, y que la mayoría desconoce porque los medios de prensa y los políticos se cuidan muchísimo de mencionarlo, ya no bastan los usuales llamados al desarme nuclear, terreno propicio para la demagogia. Basta con recordar que el presidente Obama, el mismo presidente que asignó 1 000 millardos de dólares [1], dice que quiere «llevar a la realidad la visión de un mundo sin armas nucleares».

Hay que denunciar el hecho que, al recibir armamento nuclear y prepararse para utilizarlo, Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Turquía están violando el Tratado de No Proliferación, ratificado en 1975, donde se estipula:

«Cada Estado no poseedor de armas nucleares […] se compromete a no recibir de nadie ningún traspaso de armas nucleares u otros dispositivos nucleares explosivos ni el control sobre tales armas o dispositivos explosivos, sea directa o indirectamente […]» (Artículo 2)

La única manera concreta que tenemos de contribuir a impedir la escalada nuclear y a que se haga realidad la eliminación total de las armas nucleares es exigir que Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Turquía no sigan violando el Tratado de No Proliferación y, sobre la base de dicho Tratado, que esos países obliguen a Estados Unidos a retirar todo armamento nuclear ya desplegado en sus territorios nacionales respectivos e impidan el despliegue de las nuevas bombas atómicas B61-12.

¿Habrá en los Parlamentos de esos países alguien dispuesto a solicitar eso sin andarse con medias tintas?

28 de abril de 2016

DAVID HARVEY Y EL CARÁCTER FETICHISTA DE LA MERCANCÍA

Francisco Umpiérrez Sánchez. fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com.es

He seguido leyendo a duras penas "La guía para leer El Capital" de David Harvey. Me produce desazón y me preocupa que haya personas que lean esta obra como guía para leer El Capital. La impresión que me da es como si Harvey hubiera troceado toda la sección de El Capital dedicada al carácter fetichista de la mercancía y la hubiera lanzado al aire, y después recogiera unos determinados trozos y los uniera bajo la más libre arbitrariedad. ¡Qué desorden! Las teorías se componen de juicios. Los juicios están encadenados en razonamientos de los que se extraen conclusiones lógicas. A nadie se le ocurriría exponer una teoría matemática o física saltándose o eliminando juicios de los razonamientos o saltando directamente a las conclusiones. El encadenamiento de los juicios no puede ser roto; porque si no, sería imposible obtener conclusiones lógicas. Pues bien, esto es lo que hace David Harvey con El Capital: en términos lógico teóricos lo destruye. Y así confunde y entremezcla los conceptos de manera que no hay manera de entenderlos. Confunde la ocultación con el fetichismo y el valor con las formas del valor. No quiero entrar en el detalle de todos sus errores para no aburrir al lector. Expondré primero lo esencial del razonamiento de Marx acerca del carácter fetichista de la mercancía. Y después expondré lo que entiende David Harvey por fetichismo y lo someteré a crítica. Gran parte de lo que voy a exponer no aparece en el texto de Harvey.

Cuando se estudia El Capital se atraviesa distintas etapas teóricas. Primero hay que estudiar la transformación de la mercancía en dinero, y después, la transformación del dinero en capital. Estas son las dos primeras etapas del conocimiento contenidas en El Capital. Es un error introducir conceptos y determinaciones de la segunda etapa en la primera. No podemos pretender ver en la primera etapa aspectos que solo pueden verse en la segunda etapa. Tampoco debemos pretender que con uno solo concepto, como puede ser el carácter fetichista de la mercancía, entender la totalidad de la naturaleza de la mercancía. Todo concepto tiene sus limitaciones. Ir más allá de los límites de cada concepto es un error teórico grave. Si queremos llegar más lejos en la comprensión del objeto de estudio necesitamos de otros conceptos. Cada cosa a su tiempo. Estas consideraciones lógico teóricas no las tiene en cuenta Harvey, provocando que su exposición no sea ordenada sino tortuosa.

Después de haber expuesto la transformación de la mercancía en dinero –advirtiendo que aquí hablamos del dinero-oro, esto es, del dinero que todavía es un valor de uso– Marx pasa a exponer el carácter fetichista de la mercancía. Les recuerdo que la mercancía es una unidad doble: valor de uso y valor. Marx nos dice que en principio la mercancía parece un objeto trivial, pero de su análisis resulta que es una cosa muy complicada, llena de sutilizas metafísicas y de caprichos teológicos. Y cuando algo es complicado y muy complejo, se nos presenta inevitablemente como algo misterioso y enigmático. Lo que hace a continuación Marx es decirnos primero dónde no está el misterio de la mercancía.

Pero antes de entrar en esta materia aclaremos la diferencia entre valor y forma de valor. El lector me lo agradecerá. Comprenderá mejor lo que sigue. Cuando un agricultor produce trigo, debemos distinguir dos cosas: por un lado, realiza una actividad productiva conforme a un fin, y por otro lado, gasta una determinada cantidad de fuerza de trabajo en producir, por ejemplo, 2 kilos de trigos. En tanto actividad productiva el agricultor produce valor de uso, y en cuanto gasto de fuerza de trabajo el agricultor produce valor. El gasto de la fuerza de trabajo se mide por la duración del trabajo. De manera que diremos que para producir 2 kilos de trigo el agricultor empleó 2 horas de trabajo social medio. Pero cuando miramos los 2 kilos de trigo, y por muchas vueltas que le demos, no tenemos manera de hallar las dos horas de trabajo contenidas en los 2 kilos de trigo. Dicho de otro modo: bajo el punto de vista sensible es imposible percibir el valor de los dos kilos de trigo. Al valor considerado así se le llama el valor en su forma natural. A esta forma de existir el valor en la mercancía aislada Marx la califica de “objetividad espectral”. Lo único que quiere indicar Marx con esta expresión es el carácter imperceptible del valor en su forma natural.

La situación cambia cuando en vez de considerar a la mercancía aislada consideramos la relación de una mercancía con otra. Supongamos que se establece una relación de intercambio entre 2 kilos de trigo y 1 metro de tela. Dice Marx que una mercancía por sí misma no puede expresar el valor que tiene. Así que el trigo para expresar su valor necesita de la tela. Y en esta relación el trigo se encontrará en la forma relativa de valor, porque es la mercancía que expresa su valor, y la tela estará en forma de equivalente, porque es la mercancía que sirve de material de expresión del valor del trigo. Si preguntáramos ¿cuál es el valor de 2 kilos de trigo? Responderíamos: 1 metro de tela. Lo que nos dice Marx es que 1 metro de tela es la forma del valor de 2 kilos de trigo. Así que, concluyendo, una cosa es el valor en su forma natural, el valor existiendo en la mercancía aislada y que no es perceptible, y otra cosa es la forma del valor, el valor existiendo en la relación de cambio entre dos mercancías, donde la mercancía que desempeña el papel de equivalente, en nuestro caso 1 metro de tela, existe como forma del valor de los 2 kilos de trigo. El estudio de las formas del valor merece un estudio muy concienzudo, muy riguroso y muy reflexivo. Aconsejo al lector que lea mi trabajo La transformación de la mercancía en dinero , para que tome nota de toda su complejidad y trascendencia. Sin embargo, en un gesto ofensivo hacia la calidad teórica de El Capital , Harvey afirma que el estilo seguido por Marx en esa sección es “aburridamente contable”. ¡Qué le vamos a hacer! Es propio de mucha gente achacar al otro sus propias limitaciones. Y Harvey tiene importantes limitaciones teóricas.

Pasemos ahora a explicar dónde según Marx no está el misterio de la forma mercantil.
Una. El misterio de la mercancía no puede provenir del valor de uso, ya se le mire, por una parte, como una cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas, o por otra parte, como un producto del trabajo útil o de la actividad conforme a un fin. Aquí no hay oscuridad ni misterio. Todo está a la luz.

Segunda. Nos advierte Marx que tampoco el misterio está en las determinaciones del valor. El valor tiene tres determinaciones fundamentales: su sustancia, su magnitud y su forma social.Hablemos de su sustancia: por muy diferentes que sean las actividades productivas o trabajos útiles, es una verdad fisiológica que son funciones del organismo humano, esto es, gasto de cerebro, músculos,... En tanto valores las mercancías son gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la forma de su gasto. Esta determinación es la que hace iguales a todas las mercancías. Es obvio igualmente que esta determinación no tiene nada de misteriosa ni enigmática. 

Hablemos de la magnitud del valor: Nos dice Marx que salta a la vista la diferencia que hay entre la cantidad de trabajo y la calidad del trabajo. Y añade que en todas las situaciones tuvo que interesarle a los hombres saber cuánto tiempo empleaba en producir sus medios de subsistencia. Luego en la magnitud de valor tampoco hay misterio. 

Hablemos, por último, de su forma social: dice Marx “en cuanto los hombres trabajan de alguna manera los unos para los otros, su trabajo recibe también una forma social”. En el esclavismo los esclavos trabajaban para los esclavistas, en el feudalismo los siervos trabajaban para los señores feudales, en el capitalismo la clase obrera trabaja para los capitalistas, y en el socialismo de Estado la clase obrera trabajaba para el Estado. Así que la forma social del trabajo tampoco genera ninguna clase de misterio y enigma.

Llegados a este punto Marx se pregunta: “¿De dónde nace, pues, el carácter enigmático del producto del trabajo en cuanto adopta la forma de mercancía?” Y responde: “Evidentemente de esa misma forma”. Ya tenemos entonces la respuesta: el carácter misterioso y enigmático del producto del trabajo proviene de su forma mercantil. Luego la clave está en comprender bien la naturaleza de esa forma para comprender por qué la mercancía tiene un carácter fetichista. Toda esta exposición pormenorizada que he realizado, y que no es nada extensa, no figura en el texto de David Harvey. Y, por rigor, no me he saltado ningún paso. Vale más decir poco pero claro que mucho pero turbio. Expongamos primero en qué consiste el enigma de la forma mercantil según Marx: “La igualdad de los trabajos humanos recibe la forma objetiva de la misma objetividad de valor de los productos del trabajo, la medida del gasto de fuerza de trabajo humano mediante su duración recibe la forma de la magnitud de valor de los productos del trabajo, las relaciones de los productores en la que actúan esas determinaciones sociales de sus trabajos reciben la forma de una relación social de los productos del trabajo”. No se me atragante el lector que ahora pasaré a explicar todo esto.

El señor A de la comunidad A produce trigo, y el señor B de la comunidad B produce telas. Desde hace décadas vienen intercambiando sus productos del trabajo de forma regular. Los sucesivos intercambios han establecido la siguiente relación de cambio: 2 kilo de trigos se cambian por 1 metro de tela, o 2 kilos de trigo = 1 metro de tela. El trabajo del agricultor es un trabajo útil cualitativamente diferente del trabajo del tejedor, pero como gasto de fuerza de trabajo humano son iguales. En un caso se gasta fuerza de trabajo humano en forma de agricultura y en el otro caso se gasta en forma de tejeduría. Esta diferencia se objetiva en las mercancías del siguiente modo: como valores de uso el trigo y la tela son cualitativamente diferentes y como valores son iguales. Debemos suponer también que el agricultor empleó 2 horas de trabajo social medio en producir 2 kilos de trigo, y que el tejedor empleó igualmente 2 horas de trabajo social medio en producir 1 metro de tela. Y aunque el tejedor haya empleado 3 horas de trabajo, sus 3 horas de trabajo individual representan 2 horas de trabajo social medio. Ya que hemos supuesto que las condiciones medias de productividad en esta rama del trabajo se expresan en que por cada metro de tela producida se emplean 2 horas de trabajo social medio. Prefiero emplear la expresión “trabajo social medio” que la tan socorrida expresión de “trabajo socialmente necesario”.

Ahora preguntemos por las palabras de Marx a las cuáles prometí darles una explicación. Primero: ¿Qué significa que “la igualdad de los trabajos humanos recibe la forma objetiva de la misma objetividad de valor de los productos del trabajo”? Pues eso: que la igualdad entre el trabajo humano del agricultor y el trabajo humano del tejedor se expresa –o recibe la forma– en la igualdad de sus productos: el trigo y la tela en tanto valores, en tanto representan gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la forma de su gasto, son iguales. Segundo: ¿Qué significa que “la medida del gasto de fuerza de trabajo humano mediante su duración recibe la forma de la magnitud de valor de los productos del trabajo”? Lo siguiente: que las 2 horas de trabajo social medio que costó producir los 2 kilos de trigo se expresa –o recibe la forma– en 1 metro de tela. Y tercero: ¿Qué significa “que las relaciones de los productores en la que actúan esas determinaciones sociales de sus trabajos reciben la forma de una relación social de los productos del trabajo”? Lo siguiente: que la relación socio-económica entre el agricultor y el tejedor se expresa –o recibe la forma –en la relación social de los 2 kilos de trigo con 1 metro de tela. En suma, en el mundo mercantil nada se dice directamente de los trabajos y de los trabajadores: todo se dice por medio de los productos del trabajo.

Llegados a este punto y esperando que el lector haya entendido mis explicaciones, Marx concluye: “Lo misterioso de la forma de mercancía consiste, pues, en el hecho de que les refleja a los hombres los caracteres sociales de su propio trabajo como caracteres objetivos de los productos del trabajo, como propiedades naturales sociales de estas cosas, y, por tanto, también refleja la relación social de los productores con el trabajo total como una relación social de objetos, existente fuera de ellos”. Creo que en mis palabras anteriores queda claro lo que concluye Marx. Los caracteres sociales del trabajo del agricultor y del tejedor en tanto gasto de fuerza de trabajo social medio se les refleja a ellos como caracteres sociales de sus productos, como caracteres sociales de los 2 kilos de trigo y el metro de tela. Y la relación social de los productores con el trabajo total, esto es, con el trabajo de todas las ramas de producción, se refleja como la relación social de todas las mercancías entre sí. ¿Y cuáles son los caracteres sociales del trabajo humano abstracto, esto es, del gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la forma de su gasto, del agricultor y del tejedor? Lo dijimos antes: uno, que en tanto valores son iguales, dos, que en su producción han gastado una determinada cantidad de trabajo social medido por su duración, y tres, que cada uno de ellos satisface la necesidad del otro o que cada trabajo se ha confirmado como eslabón necesario en la división social del trabajo. Creo que con lo dicho hasta aquí basta.

Hablemos ahora de cómo interpreta David Harvey el fetichismo. En la página 46 de su texto, Harvey explica el fetichismo de las mercancías en los siguientes términos: “Si alguien va a un supermercado y quiere comprar allí una lechuga, tiene que disponer de cierta cantidad de dinero. La relación material entre el dinero y la lechuga expresa una relación social porque el precio –el cuánto– está socialmente determinado, y el precio es una representación monetaria del valor. Oculto en el seno de ese intercambio en el mercado entre cosas existe una relación entre el consumidor y los productores directos que trabajaron para producir esa lechuga. Pero el trabajador no solo no tiene por qué saber nada del trabajo o los trabajadores que introdujeron valor en la lechuga; en sistemas muy complicados de intercambios es imposible saber nada sobre el trabajo o los trabajadores, y por eso el fetichismo es inevitable en el mercado mundial. El resultado final es que nuestra relación social con las actividades laborales de otros queda oculta bajo las relaciones entre cosas”.

La esencia de la explicación de David Harvey sobre qué es el fetichismo de las mercancías es la siguiente: la relación entre cosas en el mercado, entre mercancía y dinero, oculta la relación entre productores y consumidores, resultando que los segundos no saben nada de los primeros. ¿De dónde extrae Harvey esta explicación? De El Capital puedo asegurarles que no. ¿De dónde la extrae entonces? De sus propias conjeturas. ¿Tiene sentido lo que afirma? Pues no. El en proceso de intercambio, en el mercado, las personas figuran unas frente a otras como representantes de mercancías, esto es, como compradores y como vendedores. Estos son los dos únicos papeles que se desempeñan en el mercado: vendedor y comprador. De hecho el capitalista en el mercado también es un comprador y un vendedor, el hecho de que sea capitalista no le hace desempeñar un papel distinto a los que rigen en el mercado, que vuelvo y repito son el de comprador y el de vendedor. El dinero como capital se diferencia del dinero como medio de compra por las mercancías que se compran con él: medios de producción y fuerza de trabajo. El dinero como capital no se diferencia del dinero como medio de compra porque su propietario desempeñe un papel distinto a los que rigen en el mercado. Quien va con dinero al mercado desempeña el papel de comprador, mientras que quien va con mercancía desempeña el papel de vendedor. –No hablamos ni tenemos en cuenta en esta etapa del conocimiento el capital productor de interés. Advertí que es un error incluir en una etapa del conocimiento aspectos que pertenecen a una etapa de conocimiento posterior–.

Seguimos. Una vez que el comprador se hace con la mercancía que necesita, por ejemplo, la lechuga, abandona la esfera de la circulación e ingresa en la esfera del consumo. La lechuga en el mercado funciona en calidad de valor, mientras que en el consumo funciona en calidad de valor de uso. En el mercado la lechuga se realiza como valor, mientras que en el consumo se realiza como valor de uso. Así que no tiene sentido alguno afirmar que la esfera de la circulación oculta la esfera del consumo. La esfera del consumo está tan a la vista como la esfera de la circulación. Veamos ahora el otro lado de la relación económica. El agricultor una vez ha recolectado las lechugas abandona la esfera de la producción e ingresa en la esfera del mercado. Y en el mercado no figura como productor sino como vendedor. Así que tampoco tiene sentido decir que la esfera de la circulación oculta la esfera de la producción. La esfera de la producción está tan a la vista como la esfera de la circulación. Así que es un acto mental caprichoso y arbitrario de Harvey afirmar que en el intercambio se ocultan las relaciones entre los productores y los consumidores, cuando lo cierto es que la relación entre producción y consumo está mediada por el mercado. Y mediación no es lo mismo que ocultación. Además no solo es que la producción, el intercambio y el consumo se diferencien espacialmente, sino también temporalmente. Primero viene la producción, después el intercambio, y por último, el consumo.

Podría entrar aún en más detalles, pero no quiero cansar al lector. Creo haber demostrado que la lectura de Harvey sobre la sección de El Capital titulada el carácter fetichista de la mercancía y su secreto carece de rigor conceptual e interpreta de forma errónea la esencia de ese concepto.

23 de abril de 2016

TRES DESPACHOS SOBRE WALTER BENJAMIN

Maciek Wisniewski. La Jornada

El migrante. Benjamin (1892-1940), al parecer, nace siendo un migrante, hecho solo para cambiarse de lugar. Nunca logra encontrarse uno fijo. Estando en uno ya quiere irse al otro. Su Berlín natal es su influencia principal. Aun así, no puede esperar a dejarlo atrás. Sólo que al mismo tiempo no sabe dejar atrás la casa de sus padres (una bien acomodada familia burguesa judío-alemana). Por años sigue viviendo con ellos, obligando a su padre a que lo mantenga. En los años 20/30 va y regresa. Primero del (auto)exilio en Suiza durante la Primera Guerra Mundial (donde hace el doctorado), luego de sus casas temporales en París, Capri o Moscú. La carrera académica que anhela tanto –pero a la que no puede decidirse bien: “Trato de agarrar el viento de todos lados”, anota en Capri ( Walter Benjamin: a critical life, Harvard, 2014, p. 217)– lo ataría a un lugar. Pero su habilitación es rechazada y queda “libre”. Aprovechando el auge mediático en la joven república de Weimar se vuelve un freelance writer: colabora con la prensa, la radio, hace traducciones y trabajos de redacción. Así puede “estar en movimiento”: siempre que logra juntar un poco de dinero –su situación económica es muy precaria– migra por toda Europa. El viaje –bien subrayan Eiland y Jennings, autores de su nueva, ya citada biografía (satisfactoria como fuente de información sobre su vida y entorno, pero decepcionante como lectura...)– es para él una “medicina para las miserias” (p. 335). Incluso la típica disyuntiva de los intelectuales judíos de su generación (y “acto de rebelión contra sus familias burguesas”): “sionismo o comunismo”, descrito así por su amigo Gershom Sholem ( LRB, 3/8/95), se presenta para él como una cuestión del destino migratorio. Aunque estudia las posibilidades de emigrar tanto a Palestina como a la URSS, no puede decidirse por ninguna (ni por rebelarse contra su familia...). Quiere “evitar compromisos ideológicos” y “conservar su libertad intelectual y personal” (p. 272). El hogar es donde puedo gastar el dinero, escribe (p. 332).

El exiliado. Con su precario modo de empleo, siempre está buscando un lugar más barato para comer, dormir, leer y escribir; en 1932, en plena bancarrota, quiere ir a vivir a una cueva en una isla en el Mediterráneo (Esther Leslie, “Walter Benjamin: the refugee and migrant”, en Verso blog, 14/10/15). Con la llegada de Hitler al poder, pasa de migrante a exiliado (igual que otras 100 mil personas que huyen de Alemania entre 1933-35). “Sacado de su comodidad burguesa por las fuerzas de la historia y aventado al lado de los desposeídos”, apunta Leslie, ve en el auge del nazismo “la continuidad de la opresión y explotación capitalista”. Exiliado en París con poco dinero y pocas oportunidades para publicar, anota: “Hay lugares donde puedo ganar una cantidad mínima y lugares donde puedo subsistir con una cantidad mínima, pero no hay ninguno donde las dos cosas coincidan” (p. 392). La atmósfera alrededor –los franceses tratando a los exiliados alemanes peor que a los alemanes que los exiliaron, los exiliados comiéndose a otros exiliados y los judíos humillando a otros judíos (“Si estos dependerán sólo de sí mismos y de los antisemitas, pronto no habrá muchos de ellos”, p. 495)– profundiza su desesperación. Busca nuevas casas. En siete años cambia de dirección 28 veces. Se va a Ibiza, a Dinamarca (a ver a Brecht, quien lo tilda de “huidizo incapaz de alcanzar un refugio”), a Italia... Cada vez después de un rato, de un lugar ya quiere irse al otro. Cuando Adorno y Horkheimer –que junto con su instituto, su principal fuente de empleo en estos años, ya están en Nueva York– quieren traerlo a Estados Unidos, lo ve con esperanza. Vacila –como con todo– pero sabe que ya se le acaba el tiempo. A principios de 1939, la Gestapo descubre un artículo que una vez publicó en Moscú, “transgresión” suficiente para revocarle la ciudadanía alemana (p. 626). Del exiliado pasa al apátrida y al refugiado.

El refugiado. Cuando en septiembre estalla la guerra, el gobierno francés ordena la internación de miles de enemy aliens alemanes y austriacos. Benjamin queda encerrado por dos meses, primero en el Estadio Olímpico en Colombes, al norte de París, y luego en el campo en Nevers (p. 648-653). Aunque son campos de internamiento, las condiciones son terribles y él no está hecho para aguantarlas. Ya en libertad le escribe a Adorno: “En los últimos meses vi tantas vidas cuya ‘existencia burguesa’ no sólo se hundía, sino se ‘zambullía de cabeza’ de un día para el otro” (p. 669). La suya incluida. Cuando en mayo de 1940 los nazis invaden Francia, finalmente intenta huir del país. Tiene un visado estadunidense, pero para poder tomar un barco en Marsella necesitaría también uno francés. Siendo un apátrida, no puede sacarlo. Con un grupo de otros refugiados logra cruzar a España a través de los Pirineos. Pero la frontera en Port Bou está cerrada. Le dicen que será retornado a Francia y, mientras tanto, junto con otros, lo ponen en un hotelito bajo guardia. Temiendo ser enviado otra vez al campo de internamiento, el 26 o 27 de septiembre –en circunstancias poco claras, reconstruidas por Jeremy Harding ( LRB, 19/7/07)– decide suicidarse. Del refugiado pasa al náufrago y al ahogado. Al día siguiente la frontera queda reabierta (p. 675).

Coda. Para Benjamin la historia era una “lucha” entre el futuro y el pasado, con el presente como “una viva imagen dialéctica de los dos”; según él había momentos en que gracias a un particular alineamiento político-histórico, un fragmento del pasado, resonando con el presente, podía hablarnos directamente.

Este momento es ahora, cuando:

1) la suerte de los refugiados, como Benjamin, resuena con la vida y la muerte de miles en las fronteras de Europa y en sus campos de internamiento;

2) la suerte de los exiliados por el fascismo, como Benjamin, resuena con su actual renacimiento;

3) la suerte de los migrantes y trabajadores precarios, como Benjamin, resuena con la condición de millones de freelance workers.

Las imágenes del pasado y del presente encajan tan bien en un nuevo “rompecabezas dialéctico”, que simplemente parecen intercambiables.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Aunque parece ya una batalla perdida, a algunos nos resulta especialmente irritante la expresión de trabajadores precarios para referirse a los hijos de la pequeña y mediana burguesía a los que les han venido mal dadas en algún recodo de la historia. Lo que algunos llaman “precariado” no ha sido otra cosa que la condición de vida del proletariado (o clase trabajadora, si la expresión les resulta menos “desfasada” a los “modernos de lo nuevo”) en la mayor parte del tiempo de existencia de esta clase social. Así que atenciones especiales hacia algún estrato de clase, que ni siquiera ha alcanzado la condición de tal, ninguna.


22 de abril de 2016

TODO LO QUE USTED SIEMPRE QUISO SABER SOBRE EL ‘OFFSHORE’

Movimiento Político de Resistencia Global

Una empresa “offshore” es lo más opuesto a la noción que hasta ahora habíamos conocido de empresa. No hay instalaciones, ni maquinaria, ni trabajadores, ni actividad de ningún tipo. Todo es virtual, como los antiguos apartados de correos o una dirección electrónica de hoy.

Antes las sociedades se llamaban “anónimas” porque sus propietarios tenían un título al portador que se podía vender en cualquier momento. Podríamos decir que la relación de producción cambiaba pero la fuerza productiva seguía en su sitio. Ahora todo es ficticio, fantasmagórico más bien.

El origen de los paraísos fiscales se puede aclarar teniendo en cuenta que la palabra inglesa “offshore” se debería traducir como “extraterritorial”, una expresión jurídica vinculada al feudalismo y al colonialismo.

Es feudal porque antiguamente había potencias, como la Iglesia, que no estaban sujetas a las normas del Estado. Las Iglesias eran como el Vaticano, un Estado dentro de otro Estado. Por eso el Vaticano es el paraíso fiscal más importante del mundo... aunque nadie lo mencione.

Por eso también durante el franquismo los obreros se refugiaban en las iglesias. Era una especie de lugar “sagrado” en el que la policía no podía entrar. Lo mismo ocurría en las universidades. Para entrar en ellas la policía debía pedir autorización al rector.

Hoy las embajadas son extraterritoriales y por eso Julian Assange se ha podido refugiar en una de ellas de la persecución a la que está sometido.

En China, para huir de la policía, el Partido Comunista se fundó en una de las muchas zonas extraterritoriales que los imperialistas tenían repartidas por todo el país, en donde disponían de sus propias leyes, sus propios tribunales, sus propias cárceles, etc.

Los paraísos fiscales surgen en los años sesenta por cuatro motivos fundamentales. El primero de ellos es la descolonización, que creó numerosos países tan “soberanos” como ficticios. A partir de su “independencia” quedaron fuera de la jurisdicción metropolitana y, por lo tanto, de su régimen fiscal.

El segundo es que en aquellos años, las grandes potencias capitalistas tuvieron que hacer muchas concesiones al movimiento obrero y para financiar el “Estado de Bienestar” multiplicaron la presión fiscal.

El tercero es la gigantesca acumulación capitalista, que en muy pocos años concentró enormes masas de capital en muy pocas manos, en las de quienes ya no les gusta hacer ostentación tanto como antes. Prefieren un poco más de discreción.

El cuarto es la facilidad con la que se pudieron empezar a mover grandes masas de dinero en muy poco tiempo y sin apenas controles de salida ni de entrada.

Antes de deslocalizar el aparato productivo real en maquilas, las empresas comenzaron, pues, a deslocalizar su entramado formal societario, creando un verdadero laberinto en el que nada es lo que parece.

Aunque un paraíso fiscal tiene esas dos notas características, anonimato y baja presión fiscal, no hay un listado de ellos. Estados Unidos tiene su listado, la OCDE publica el suyo, la Unión Europea tiene uno y España otro, que lo redacta el Ministerio de Hacienda.

Que un país introduzca a otro en su listado de paraísos fiscales o le saque de él, depende de la competencia capitalista mutua entre ellos, de las relaciones diplomáticas y de numerosas intrigas y chanchullos, más o menos sucios.

Por ejemplo, Brasil considera que España es un paraíso fiscal por la competencia que le hace en materia fiscal.

El año pasado España consideraba como “paraísos” a 33 países, mientras que en 1991 la cifra era más elevada: 48 en total.

Como consecuencia de acuerdos comerciales entre los países, cada vez aparecen menos paraísos fiscales en los listados, pero cada vez mueven masas más grandes de capitales, es decir, que el mundo experimenta un proceso acelerado, tanto de concentración como de centralización del capital.

La concentración y centralización han llegado a tal extremo que los capitales resultan imposibles de manejar, por lo que se crean sociedades dedicadas especialmente a gestionar esos enormes flujos.

El aluvión mediático sobre los paraísos fiscales es absolutamente hipócrita. Los países no quieren que Panamá se homologue con cualquier otro Estado perteneciente a la OCDE, con elevadas tasas fiscales. Lo que quieren es convertirse ellos en Panamá para atraer a los capitales que ahora huyen.

La “amnistía fiscal” de Montoro es uno de esos intentos de convertir a España en un paraíso fiscal. Gracias a medidas de ese tipo más de la mitad de la inversión que entró en España entre 2012 y 2013 llegó procedente de paraísos fiscales.

Los periodistas hablan de las salidas pero no dicen nada de las entradas de capitales. Si se trata de “dinero negro”, como dicen, ¿a dónde han ido a parar esas inversiones?