3 de noviembre de 2015

LA FANTASÍA DE LA “UNIDAD DE LA IZQUIERDA” DESCARTADA EN PORTUGAL

Julio Andrés Capey. Canarias-semanal.org

Lo ocurrido en Portugal, en nombre del “deber y las atribuciones constitucionales” de un presidente de gobierno podría ser un primer paso para neutralizar, más tarde por la vía violenta, cualquier cambio en la correlación de fuerzas que pudiera entenderse como debilidad e ineficacia del sistema para mantener el control “por consenso” de la sociedad.

La historia así lo muestra, dentro y fuera de las fronteras españolas. Cuando las reglas de juego no les favorecen y peligran sus intereses, la burguesía primero cambia la reglas y, finalmente, las suprime totalmente.

Como hemos visto, el presidente de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, rechazó el gobierno de coalición formado con apoyo de la nueva mayoría parlamentaria. El jefe de Estado portugués justificó su decisión –léase, cambio de reglas- alegando la presencia de personalidades del llamado Bloque de Izquierda y de varios comunistas entre los miembros de dicho gobierno.

En 40 años de democracia ningún gobierno en Portugal había dependido nunca del apoyo de las fuerzas antieuropeas, como las fuerzas que hacen campaña para abrogar el Tratado de Lisboa, el Pacto Presupuestario, el Pacto de Crecimiento y Estabilidad, así como para desmantelar la unión monetaria y salir del euro, sin mencionar la salida de la OTAN”-declaró el presidente Cavaco Silva.

Y agregó más adelante, “Es el peor momento para un cambio radical de las bases de nuestra democracia (…) Después de que hemos realizado un programa oneroso que implica grandes sacrificios, es mi deber, y entra dentro de mis poderes constitucionales, hacer todo lo posible por evitar el envío de falsas señales a las instituciones financieras, a los inversionistas y a los mercados”.

No es nuestra intención valorar aquí el círculo vicioso en el que incurre el presidente de Portugal con su maniobra política, para constatar hasta qué punto ésta constituye un golpe de Estado en toda regla o no.

Este breve análisis se dirige a la cuestión fundamental, que tiene que ver con la decisión del Partido Comunista de Portugal (PCP), de pactar con el Bloque de Izquierda y el Partido Socialista (PS) para la conformación de una coalición, con el fin de lograr una mayoría absoluta en el Parlamento portugués contra los conservadores.

Los protagonistas se sostienen sobre el argumento de “unidad” frente al conservadurismo.

Por el Bloque de Izquierda su líder, Catarina Martins, aseguró en su momento que sería “una pérdida de tiempo” nombrar jefe de Gobierno a un conservador.

Por su parte, el líder del PCP, Jerónimo de Sousa, había dicho que sería "incomprensible que se desperdiciase la oportunidad" de impedir que se formara un gobierno conservador.

La decisión es absolutamente errónea. No por el descalabro que ha sufrido el acuerdo, sino porque se trata de una de los peores lastres que enfrenta la estrategias que pretenden revolucionar la sociedad desde sus bases. El error consiste en apreciar este tipo de alianzas como una “oportunidad” para el cambio, cuando en realidad son parte del problema y no de la solución.

Es evidente que no son iguales los conservadores que el Bloque de Izquierdas. Solo que, ante los rigurosos hechos, ambos conducen al mismo callejón sin salida del sistema capitalista y sus relaciones perversas.

La táctica es engañosa y es reaccionaria, porque todo el aparato “democrático” burgués es un arma del capitalismo y, como arma de esa naturaleza, por más ropajes que lo vistan, es un arma al servicio de este sistema.

Existen suficientes pruebas de la forma en la que concluyen, para los comunistas, estas propuestas. Con una pérdida de la propia identidad y la aceptación de las mismas políticas económicas que deberían combatir

En ese escenario se vieron los esperpentos de los poderosos Partido Comunista Italiano y el Partido Comunista Francés, que en las sesiones parlamentarias iban contra los trabajadores –a favor de privatizaciones, contra las pensiones- mientras por la tarde jugaban a movilizarlos contra aquellas mismas políticas.

Y es que un cambio de Gobierno no modifica los aspectos cruciales que subyacen bajo la política visible de los parlamentos. La forma en la que las clases dominantes de la sociedad detentan el verdadero poder.

Aun cuando el pacto rechazado se hubiera producido en Portugal, al país habría continuado igual y el pacto de estabilidad incólume. La hoja de ruta de la UE seguiría su mismo rumbo, tal y como ya ha sucedido en Grecia con el gobierno de Alexis Tsipras.

El objetivo de lograr la “unidad” a cualquier precio para formar gobiernos contra los conservadores, con el control de las formaciones socialdemócratas de viejo o nuevo cuño, no solo conduce a la desmovilización social. Refuerza también la idea de que las políticas neoliberales que finalmente se aplican son tan “naturales” como la Ley de la Gravedad y la ficción de que mediante la vía de las urnas es posible resolver los problemas de la sociedad.

Esconde el carácter de clase del moderno parlamentarismo, que no encuentra entre sus miembros a un solo trabajador.

En medio de toda esta discusión, una circunstancia objetiva expuesta en su día por Lenin manifiesta la inconsistencia del supuesto reformista.

El capitalismo –afirmaba el revolucionario ruso - es la propiedad privada de los medios de producción y la anarquía de la producción. Predicar una distribución "justa" de la renta sobre semejante base es proudhonismo, necedad de pequeño burgués y de filisteo. No puede haber más reparto que en proporción a la fuerza”.

Pero además, la Unión Europea es un acuerdo de los capitalistas del continente para competir con otros polos imperialistas como el de Estados Unidos, que retrotrae a los países que la conforman a sus viejas aspiraciones históricas.

Porque si los proletarios de los países europeos creen todavía en los parlamentos, en las concertaciones con la empresa, en la vía democrática y electoral, y en los cambios sin conflictos agudos, se debe entre otras causas, a decisiones como estas que emprenden partidos que deberían ser, como proclaman, referentes de los asalariados.

No se pueden conciliar las ideas emancipatorias y las europeístas de la ideología burguesa. Los proletarios no encontrarán nada para ellos en los proyectos de alianzas con los capitalistas y sus representantes socialdemócratas. Europa nunca podrá discurrir en paz y unida, mientras continúe regida por el Capital que también controla el Mundo.

Negar por principios esta posibilidad de concordato táctico con fuerzas que no son revolucionarias no es, en absoluto, una muestra de sectarismo ramplón. Es la tozuda realidad, la Historia, la que marca la pauta de esta visión, que no tranza con principios cardinales.

Porque, sencillamente, hoy no hay lugar, ni tiempo, para las ilusiones pequeño-burguesas sobre la “democracia” y la Europa unida de régimen capitalista.

Por otro lado, las fuerzas revolucionarias no deben pasar por alto que el aumento de la consciencia en la sociedad, que se manifiesta antes en forma de voto “equivocado”, o en conciencia que ve nítidamente que la raíz del mal está en el capitalismo y no en la falta de derechos, traerá consigo, antes o después, una reacción que puede ser fascista.

Como clase dominante, la burguesía, que encarna el poder económico pasará sin contemplaciones de la “democracia inoperante” a la “dictadura necesaria”. Y a las fuerzas populares les conviene prepararse, en todos los terrenos necesarios, para esta nada improbable posibilidad.

2 de noviembre de 2015

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE MUJER Y MOVIMIENTO DE CLASE

Por Mariola García Pedrajas

El movimiento de clase surge dentro de un entorno social determinado, al cual no es inmune y que determina en parte las cuestiones que éste se plantea. Una de esas cuestiones, influenciadas por el entorno social, es la relativa a cómo se integra la mujer en el mismo. Una, aquejada de un fuerte sentimiento de igualdad, tiene la tendencia a responder, pues con la misma naturalidad que un hombre, bajo las mismas reglas. Pero soy consciente que cuando planteamos esta cuestión estamos considerando una serie de aspectos que, aunque relacionados, pueden ser tratados separadamente, y que es necesario abordar. Estaría por una parte la cuestión de cómo se analiza la desigualdad de la mujer desde una perspectiva de movimiento de clase y por otra, cómo se trabaja por la igualdad dentro del propio movimiento en un entorno social que no es precisamente propicio. Quisiera compartir algunas reflexiones sobre elementos que considero debemos tener en cuenta cuando abordamos estas cuestiones. 

Análisis de clase frente a feminismos (clasistas) interclasistas 
Tafataona Mahoso en su artículo “Cómo Estados Unidos controla la ‘sociedad civil’ a lo largo y lo ancho de África”(1), citando al Profesor Issa Shivji de la Facultad de Derecho de Dar es Salaam destaca las enormes dificultades para que surja un liderazgo en África que haga un verdadero cuestionamiento del imperialismo, ya que éste ha de surgir de un mundo y un contexto donde el terrero ha sido socavado y pavimentado por el propio imperialismo.  Por lo tanto considera que la primera labor es recuperar el suelo africano, levantando el pavimento de esa senda construida por la supremacía blanca, el colonialismo y el imperialismo. Observando el panorama actual, no puedo menos que pensar que el análisis feminista de clase tiene que surgir igualmente en un contexto en que el terreno ha sido socavado y pavimentado por el propio sistema capitalista, y que es pues uno de esos temas, uno más, donde el movimiento de clase tendrá que levantar ese “pavimento ideológico” erigido y mantenido por sus enemigos de clase, para recuperar el terreno donde poder construir su propia senda. El discurso feminista actual considerado “de izquierdas” es decididamente interclasista, hasta el punto que en el mismo el término “mujer” ha llegado a cumplir la misma función que el termino ciudadano, esconder la realidad de la división, también de la mujer, en clases sociales. Es además un feminismo en el que el análisis de la desigualdad de la mujer se enmarca en un contexto poco menos que de ocultación o negación de otras desigualdades sociales.  Si ese discurso es adoptado por las mujeres de la clase trabajadora no nos puede llevar por otra senda que la de convertirnos en enemigas de otros grupos sociales explotados por el capitalismo.    

Un ejemplo típico de ese feminismo de las ciudadanas se puede encontrar en el artículo que estos días publicaba en Público Lidia Falcón, en el que habla de la participación de su partido en Ahora en Común (AeC) y pretende abroncar a las mujeres en política por no usar un discurso de defensa de las mujeres (2). Ante las continuas referencias a la “defensa de las mujeres” yo no puedo evitar preguntarme, ¿las mujeres de qué clase? Veamos un ejemplo de en qué contexto enmarca Lidia Falcón las diferencias económicas dentro de la categoría “mujeres”:

“¿Es mucho pedir que los partidos políticos dediquen algún esfuerzo para idear y prometer proyectos que contribuyeran a remediar tal estado de cosas? Sería muy de desear que sobre todo las mujeres dirigentes de esos partidos mostraran alguna sensibilidad respecto a la situación de sus hermanas bastante más desfavorecidas que ellas, en vez de pretender, en una competencia patética, imitar a sus colegas masculinos repitiendo los latiguillos y eslóganes sobre los temas internos de partido y las polémicas que los separan, y dedicaran algo de su tiempo a idear planes para sacar a sus conciudadanas de la pobreza, la marginación y la violencia en que el patriarcado las hunde. Aunque solo fuera por fingir que les importan mientras dure la campaña electoral.”

El movimiento de clase no apela a la buena voluntad de los explotadores o sus agentes, el movimiento de clase es la clase trabajadora organizada para luchar contra ellos, para arrebatarles el poder y acabar con la explotación de clase. El movimiento de clase entiende que el motor de la historia es la lucha de clases ¿Hay algo de ese espíritu en las palabras de Lidia Falcón? 
Evidentemente no. Margaret Kimberley, editora y columnista del medio de comunicación estadounidense Black Agenda Report, afirma refiriéndose a los liberales de su país que éstos están dispuestos a llegar en sus denuncias solo hasta donde sea posible hacerlo sin hablar de explotación de clase. Este feminismo se permite hablar de patriarcado pero no de capitalismo y la sobreexplotación a la que éste somete a la mujer de clase trabajadora. Es una visión que, al igual que todos los movimientos fomentados por esta tan vieja nueva política, se enmarca perfectamente en la tradición liberal estadounidense. En esta visión del mundo, el motor del cambio social no son nunca los explotados organizándose para luchar contra sus explotadores, sino una clase educada con más sensibilidad social, que muestra más humanidad. El cambio se busca pues a través de la apelación a la conciencia de elementos más o menos privilegiados de la sociedad para que muestren más humanidad. 

Quizás hemos de entender que el hablar de pobreza o marginación lleva implícita una crítica al sistema económico, pero contra qué se lucha y los objetivos de la lucha han de expresarse claramente no dejar que los “sobreentendamos”. Hablar de pobreza o marginación no significa absolutamente nada, lo importante es qué lucha propones contra esa pobreza y marginación. Este feminismo, al convertir a la mujer en una categoría transversal, como la de ciudadano, nos lleva a un auténtico batiburrillo de cosas por las que tenemos que luchar juntas; tanto contra la pobreza y la marginación de las mujeres como por incrementar la presencia de mujeres en los espacios del capitalismo, en sus círculos políticos (de gestión del sistema), económicos (de explotación capitalista) y culturales (de entretenimiento para consumidores y consumidoras con poder adquisitivo dentro del sistema capitalista).  Al parecer se trata de una lucha que abarca todos los aspectos de los “derechos humanos de las mujeres”. Los que según veo incluyen tanto que las muy favorecidas puedan llegar a ser presidentas de un banco, y hasta del imperio estadounidense, como que las muy desfavorecidas coman y tengan techo, no gracias a su lucha para arrebatarles el poder a quienes las explotan sino por la buena voluntad de las favorecidas. 

Me doy cuenta que una idea que juega un papel relevante en estas propuestas de lucha, y este feminismo así lo asevera de manera regular, es que la mera presencia de más mujeres en los círculos de poder y gestión (capitalista) les va a dar otro aire, una visión de mujer, que va a resultar muy beneficioso para las mujeres en su conjunto. Considero que esa mentalidad es tremendamente perniciosa. Uno de los medios de comunicación a los que acudo de manera regular es Black Agenda Report. El objetivo de este medio estadounidense es proporcionar noticias, información y análisis con una visión de izquierda negra, toda una declaración de intenciones. Evidentemente dedican un gran espacio a analizar el papel del racismo, pero a diferencia de otros medios lo hacen desde una perspectiva que solo podemos considerar de clase, incluyendo unos elementos que aprecio enormemente. Por una parte son plenamente conscientes que la presencia de caras negras en los círculos del poder no solo no ayuda necesariamente a mejorar la situación de la mayoría negra sumida en la explotación y la marginación, sino que a menuda juega un papel muy negativo para esta. En este sentido, critican duramente a Obama y a una clase política negra al servicio incondicional del sistema capitalista. Ponen de manifiesto como la victoria de Obama, y el comportamiento de la clase política negra, han tenido un impacto muy negativo desactivando la lucha de la población negra contra su explotación  y marginación. Por otra parte resaltan que el racismo que permea la sociedad estadounidense es general, no pretendiendo como hacen los liberales que se reduce a ese tan obvio de lo que llaman basura blanca, es decir, a un problema de una clase de bajo estatus socioeconómico. El racismo de  la “clase media” blanca estadounidense se ve claro cuando se tiene en cuenta que Obama se ganó su corazón, y sus votos, con una campaña en la que básicamente pretendió que la sociedad estadounidense ya no era racista, y que si juzgaba mal a una gran parte de la población negra no era por el color sino porque ésta, en vez de trabajar para ser parte del “sueño americano”, se mantenía a sí misma en la marginación y la delincuencia. Como destaca Black Agenda Report, al votante negro no había que ganárselo, siguiendo esa mentalidad tan perniciosa, el mero hecho que Obama fuera negro desactivaba su sentido crítico. Como indica Glen Ford, uno de los editores jefes de este medio, el objetivo de un movimiento revolucionario es confrontar al poder, no se pueden dedicar todos los esfuerzos una y otra vez a simplemente poner caras negras en los círculos políticos, económicos y culturales del capitalismo. Personas que en el mejor de los casos carecen de la formación, la convicción y la fuerza necesarias para ir más allá de la mera retórica o la propuesta de medidas cosméticas que nunca van a lo esencial. Esa profundidad de análisis es la que me gustaría ver en el tema de la mujer en el movimiento de clase.  

Quiero dejar claro que aquí no se pretenden juzgar las motivaciones de  las mujeres que adoptan estas posiciones feministas que pretendo exponer, que en algunos casos serán de mero oportunismo político o postureo feminista, pero en muchos otros pueden ser de lo más honorables. Aquí lo que se juzga es que ese tipo de feminismo es totalmente contrario al que debe plantearse desde una perspectiva de clase. Las únicas motivaciones que sí me interesa analizar son las del propio sistema capitalista cuando promueve la idea que esta es la batalla más radical que puede plantearse por la igualdad de la mujer, cuando intenta asegurarse que no haya espacios que vayan más allá. 

Veamos otro ejemplo del feminismo que aparece en Público, un artículo donde se recoge las palabras de Laura Freixas en el seminario Virginia Woolf: huerta, jardín y campo de batalla (2):

 “Las mujeres encontramos en Virginia Woolf algo que es un tesoro, en su trabajo hay algo que es escaso y, por tanto, valioso y muy útil para las mujeres, algo que no suelen hacer los escritores hombres y es que ella ilumina las experiencias de las mujeres, lo que no han tratado los hombres porque no las conocen”.  

Vaya, pues sí que deben ser pobres las experiencias de los muchos millones de mujeres que en el mundo somos, y los muchos más que han sido, cuando pueden ser “iluminadas” por una única mujer, de la burguesía precisamente. Siempre que me encuentro afirmaciones de este tipo me apuesto conmigo misma que lo que viene a continuación va a tener poco que ver con mi experiencia. Es una apuesta que de momento nunca he perdido. De todas formas en este texto encontré algo que me pareció muy interesante y que me va a permitir introducir el segundo elemento del que hablaba en ese análisis feminista que considero debemos evitar, el no enmarcar la desigualdad de la mujer en el marco amplio de sociedades profundamente desiguales, sino de negación de otras desigualdades de las que igualmente se alimenta el sistema capitalista. Laura Freixas, que según afirma lleva muchos años estudiando a Virginia Woolf, dice haber descubierto en los últimos años algo que no le gusta mucho de ella. “Reconozco que he descubierto su clasismo y eso no me gusta.” “En su obra eso se ve en el tratamiento a las criadas, es condescendiente. Llega a decir que si cayera una bomba y les matara a ellos en lugar de a los criados… Esa convicción de que ellos valían más humanamente por ser de clase alta y por ser cultos es lo mismo que el machismo.”

Resulta llamativo que Laura Freixas  haya tardado tanto en darse cuenta que Virginia Woolf adolecía del clasismo típico de su clase burguesa pero en cualquier caso, bravo por el  análisis que contiene la última frase. Virginia Woolf, lo mismo que otras mujeres de la burguesía o la pequeña burguesía, pueden haber dicho algunas cosas de interés en el tema del feminismo, pero precisamente esa es la cuestión que “esa convicción de que ellos valían más humanamente por ser de clase alta y por ser cultos es lo mismo que el machismo”.  

Siempre he sentido un profundo rechazo por lo que el machismo hace a las mujeres, tan lejos como puedo recordar ha sido así. Pero eso no me llevado a través de los años a posturas de “solo mujeres” o “las mujeres somos mejores”, es decir, a una autoafirmación femenina de mentalidad pequeñoburguesa, sino por una senda muy distinta. Mi detector de clasismos lo tengo en perfecto estado, en tan buen estado como tengo el detector de machismos. Así que lo expresado por Laura Freiras respecto a la similitud entre clasismo y machismo hace mucho tiempo que lo descubrí, haciéndome completamente impermeable al feminismo de mentalidad burguesa o pequeñoburguesa. En muchas fuentes se pueden encontrar elementos de interés, incluso en fuentes de la derecha, sobre la desigualdad de la mujer, pero en última instancia nuestro análisis tiene que estar animado de un espíritu completamente distinto. 

Otras cosas he visto a través de los años. Por una circunstancia personal tuve una relación cercana con un grupo de personas de Kenia, la mayoría al igual que yo procedentes del medio rural. No me costó ningún trabajo entender cómo vivían (sufrían) los ridículos comportamientos eurocéntricos. El eurocentrismo, los sentimientos de supremacía blanca,  trata a los pueblos no occidentales en gran medida como el machismo a la mujer. Esa es la senda por la que me ha llevado mi antagonismo con el machismo, a ser profundamente sensible al tema de las desigualdades, o dicho de otro modo, a un hondísimo disgusto ante cualquier análisis de la realidad que se asiente sobre visiones supremacistas. A donde creo que debía llevarme como mujer de clase trabajadora con conciencia de clase. 

Vivimos en sociedades que tienen fuertemente arraigados sentimientos de supremacía, de superioridad, por cuestiones de sexo, nivel socioeconómico, cultura, raza. El capitalismo se alimenta de esto. Si nos centramos en analizar y denunciar únicamente los sentimientos de supremacía por cuestión de sexo negando en la práctica la existencia de los demás, nuestro análisis no tiene ningún valor desde una perspectiva de clase. Esta posición impide la búsqueda de entendimiento con aquellos que también sufren desigualdad y explotación, debilitando la lucha, y nos lleva casi irremediablemente a caer en la trampa de ayudar en la demonización, o como mínimo presentar bajo una luz lo más negativa posible, a otros grupos sociales que el capitalismo quiere explotar sin restricciones; los hombres de la clase trabajadora, los hombres del aquellos países bajo la explotación imperialista. El empeño que el sistema capitalista pone en hacerles mala prensa a aquellos cuya fuerza de trabajo y recursos quiere explotar debería ser suficiente para que entendamos el papel tan importante que esto juega en allanar el camino a la lucha por sus intereses de la clase capitalista. Como mujeres de clase trabajadora, ¿vamos a participar en esto? 

El discurso feminista del que hablo está totalmente contaminado con el clasismo de la pequeña burguesía, en el caso de algunas prominentes “iluminadoras del universo femenino” ni tan pequeña. De los análisis que se hacen con frecuencia se desprende que las mujeres de clase trabajadora, término que tiende a desaparecer sustituido por  “desfavorecidas”, “la más vulnerables”, necesitan un extra de protección feminista, ¿debido a su sobreexplotación dentro del sistema capitalista? ¡No! ¡Qué va! Un extra de protección frente a sus hombres. ¿Existen concienzudos estudios que demuestren que los hombres de la clase trabajadora son más machistas y que conforme se asciende en la escala social (económica) el machismo va disminuyendo? ¿Estudios que en tanto que concienzudos apliquen un factor de corrección para tener en cuenta las diferencias en cuanto a la dureza en las condiciones de vida de las distintas clases sociales? ¿Qué consideren las formas mayoritarias que adopta el machismo en distintos entornos sociales para no subestimar unos machismos frente a otros? No lo veo probable, para acometer semejantes estudios haría falta partir de una mentalidad totalmente ajena a aquellos que los podrían llevar a cabo. Pero tampoco pasa nada, el feminismo de inspiración pequeñoburguesa no los necesita, ya obtiene todas las respuestas que necesita de eso que tan bien define a su clase, sus prejuicios clasistas. 

Si hago referencia a todo esto es porque quiero poner de relieve lo importante que es para el movimiento de clase hacer un análisis propio y totalmente ajeno al feminismo de mentalidad pequeñoburguesa. Si una mujer que considera tener conciencia  de clase se muestra extremadamente sensible a las actitudes machistas, pero en absoluto a estas actitudes clasistas frente a la clase trabajadora debería plantearse por qué. ¿Se ha dejado influenciar por ese feminismo donde como digo el término mujer cumple la misma función que el de ciudadano en lo movimientos ciudadanistas, esconder la división de la sociedad en clases sociales y que esto va pues de una lucha de clases? ¿Habla de clase trabajadora como retórica pero no es inmune al clasismo pequeñoburgués considerando que hay una clase intelectual, de mejor estatus social y económico, que es más feminista, más ecologista, y más todo lo progresista? He ido descubriendo que la izquierda revolucionaria, el comunismo, también tienen sus lugares comunes. Si hacemos un análisis que en el fondo poco se diferencia del que podemos encontrar en cualquier organización interclasista con aspiraciones electorales, o cualquier movimiento de autoafirmación de mujeres acomodadas, para luego aderezarlo con términos como burguesía, proletariado, obreras, el resultado es de una transparente superficialidad. De esos que nos hacen parecer adolescentes intentado pasar por los malotes y las malotas de la clase, y no personas adultas que comprenden a lo que se enfrentan y la enorme dificultad de encontrar formas efectivas de luchar contra poderes tan agresivos. 

En resumen, mi propuesta es que debemos hacer un análisis sincero, profundamente honesto, de cuál es la situación de machismo en la sociedad en general y en nuestra clase. Un análisis propio, totalmente enraizado en la perspectiva de clase, que busque un entendimiento certero de cuál es nuestra realidad social y sobre el que se puedan articular las luchas para cambiarla. Y mi opinión es que tal análisis no puede surgir de ninguna mentalidad feminista pequeñoburguesa de autoafirmación y exclusividad femenina.  No puede salir de ahí porque lo que así se organiza lleva implícitas las conclusiones que va a generar. El único papel que tiene reservado ahí el hombre es el de recibir los correspondientes adjetivos (epítetos) y agachar la cabeza en vergüenza. Realmente en mi experiencia este feminismo a las mujeres que no compartimos sus postulados nos reserva igual papel, y se muestra incluso más agresivo con nosotras ya que frente a nosotras no se puede erigir en portavoz de “las mujeres” y no nos pueden despachar con un simple ¡machistas! Nada de esto nos sirve para articular estrategias que sean útiles para la transformación social que buscamos. Tal y como yo lo veo la tarea que tenemos por delante es ardua y una de las cosas que hemos de tener muy presente es para quién hablamos y cuáles son nuestros objetivos. No hablamos para que nos entreviste las del estilo de Ana Pastor o el Wyoming, y agradar a aquellos y aquellas que dispensan los sellos de calidad progresista. Nuestro objetivo es la transformación social real no el postureo feminista. En este tema, como en todo lo que hagamos, vamos a necesitar grandes dosis de valentía moral.

La lucha por la igualdad dentro del propio movimiento 
A la pregunta de cómo se trabaja por la igualdad dentro del propio movimiento mi tentación es responderla simplemente con un, no sé, ¿practicándola? Ya sé que no es tan simple, aunque también considero que sí es posible trabajar por la igualdad dentro del movimiento, si es que los que lo integran lo desean sinceramente.  Recientemente, leyendo sobre los movimientos sindicales que se están dando en Sudáfrica, donde una parte de los mismos empieza a hablar claramente de luchar por el socialismo, acabé encontrando información sobre el Partido Comunista Sudafricano (South African Communist Party, SACP, en inglés) en la época en que se luchaba contra el Apartheid. No voy a hablar de en lo que se acabó convirtiendo el SACP, atacado desde todos los frentes por el capitalismo, eliminados, físicamente si era necesario, sus elementos más ideologizados, promovidos sus elementos más oportunistas, y el papel tan nefasto que juega hoy en día junto al igualmente nefasto Congreso Nacional Africano. Si la historia del PCE les parece triste, con unos líderes que no reconocerían un principio comunista ni aunque se dieran de bruces con él, la del SACP es trágica. Pero en aquel tiempo, donde tuvo un papel relevante en la lucha contra el Apartheid,  se repetían comentarios como “la única organización donde se respiraba una igualdad total entre negros y blancos” “el único blanco que entonces te estrechaba la mano era un comunista” “unas posiciones anticoloniales y antiimperialistas que causaban un profundo respeto”.  Un entorno social de profundo racismo, donde la explotación sin restricciones de la población negra se asentó en promover una imagen casi deshumanizada de la misma, ¡y fue posible crear un movimiento así! Las posiciones del  SACP no eran retóricas, muchos negros lo consideraron su espacio de lucha, y el que llegó a ser quizás su figura más prominente, Chris Hani, asesinado en 1993, era negro. 

Pues mi aspiración va en ese sentido, un movimiento donde se respire una igualdad total entre hombres y mujeres. Hay una cuestión en la que he estado pensando últimamente, cuando intento analizar las formas más efectivas de organizarse en un entorno social concreto.  En las sociedades racistas de países como Sudáfrica o EE.UU. los blancos no suelen compartir su espacio con los negros. Dentro de la población negra la inmensa mayoría pertenece a los explotados o marginados, pero aunque haya un porcentaje de la población blanca que también sufra altos niveles de explotación, los espacios tienden a seguir estando separados, el sufrimiento puede ser similar pero no es compartido. Esto crea dificultades adicionales a las posibilidades de entendimiento y de poder trabajar juntos en condiciones de igualdad. Las mujeres y los hombres de la clase trabajadora por el contrario sí que comparten espacio y sufrimientos.  Creo que si fue posible el entendimiento entre negros y blancos en el SACP con la dificultad añadida que comento, no tenemos excusa para no intentar trabajar por la construcción de ese espacio igualitario entre hombres y mujeres en el movimiento de clase. Creo que no tiene sentido alguno en estas circunstancias que las mujeres y los hombres de clase trabajadora luchemos por separado ni fuera ni dentro del movimiento. Nuestra posición es ya suficientemente débil, no debemos hacerla aún más débil escuchando los cantos de sirena de un feminismo descaradamente interclasista. 

Es evidente que sería mucho más fácil luchar por la igualdad dentro del espacio con conciencia de clase con una presencia importante de mujeres en el mismo. Los hombres tienen que hacer un esfuerzo permanente para ver a las mujeres como sus iguales, para no relegarlas, ni en la teoría ni en la práctica, a un papel secundario, y  para que nos vean y nos escuchen lo primero es que tenemos que estar. Pero lo cierto es que si a las tremendas dificultades que tenemos en el movimiento de clase para crecer, después de tantos años de dejadez por parte de los que tenían que haber estado creando conciencia de clase, le añadimos el machismo de la sociedad, no nos puede dar otro resultado que el panorama más bien desolador que tenemos en cuanto a presencia de mujeres. Cuando analizo las ideas promovidas por los creadores de opinión, que se encuentran en todas partes, los medios de comunicación, la industria del entretenimiento, en los espacios “alternativos”, no puedo ser optimista, vamos al modelo paradigmático de control social por parte de la clase capitalista, EE.UU. No serán los modelos anglosajones de “activismo” ni sus neofeminismos los que llenen de mujeres con conciencia de clase, y un profundo cuestionamiento de sistema, los espacios de la izquierda revolucionaria. Creo que las herramientas para tratar de incrementar la presencia de mujeres en el movimiento de clase en un entorno social tan poco propicio solo podrán surgir de una “inteligencia colectiva”, del esfuerzo de todas y todos.  En cualquier caso, tendremos que trabajar con lo que tengamos mientras buscamos maneras efectivas de mejorarlo. Contrariamente a lo que se suele pensar, en mi opinión el principal peligro es, sobre todo si se parte de una importante desventaja numérica, que las mujeres acabemos siendo simplemente “el grupo de las chicas”, muy reafirmadas en nuestro pequeño mundo, metiendo mucho miedo quizás, pero con una influencia y contribución muy escasa en el resto del movimiento. 

La igualdad es exactamente eso, igualdad, y pienso que para ella es también muy importante la actitud que adoptemos las mujeres. Yo como mujer no espero ningún trato especial, y explico lo que quiero decir. Cuando expreso mi opinión espero que ésta esté abierta al mismo nivel de debate que la expresada por un hombre, por eso hago el esfuerzo de intentar argumentarla. Me parecería muy mal que a una mujer por ser tal se le cuestionen menos sus posicionamientos, y se le admitan posturas ajenas a la sensibilidad del movimiento que no se admitirían en un hombre. Si las mujeres vamos a utilizar nuestra condición de mujer y el machismo de la sociedad para hacer pasar cualquier postura, a mí se me viene rápidamente a la mente Marx, Groucho, y pienso que nunca pertenecería a un club que admite como socias a mujeres como esas. Yo personalmente no voy a llamar machista a nadie porque manifieste una postura distinta a la mía en cualquier tema, solo espero que presente su postura de la forma más argumentada posible para que podamos centrar el debate en eso, los argumentos, y dejemos fuera cualquier tipo de ataque personal. Es más, si detecto lo que considero actitudes o posturas con un elemento de machismo pienso que la mejor forma de luchar por la igualdad es argumentando cuales son esos elementos de machismo que veo, ¿qué mejor forma de ir detectando esas actitudes e ir viendo si existe la voluntad de corregirlas? Como he dicho, vivimos en sociedades que tienen fuertemente arraigados sentimientos de superioridad por cuestiones de sexo, nivel económico, cultura, raza, no podemos esperar la perfección. El examen que hagamos tiene que ser permanente, incluso cada uno y cada una de nuestras propias posturas y actitudes. 

No soy ninguna buenista, encuentro al buenismo cínicamente frívolo. Intento no minusvalorar nunca aquello a lo que nos enfrentamos. No creo que se les pudiera achacar a los comunistas sudafricanos que no fueran plenamente conscientes de la agresividad de los poderes a los que se enfrentaban, y de lo fuertemente arraigado de los sentimientos racistas que habían permitido una explotación sin restricción alguna de la población negra. Fue una lucha que requirió unos niveles de compromiso y sacrificio que desde nuestra posición no creo que podamos apreciar en su justa medida. Pero no puedo por menos que pensar que los animaba el convencimiento de que en el ser humano hay, debe haber, algo más que estupidez y egoísmo, y que había que mostrarlo empezando por el propio movimiento. ¿No nos debería animar el mismo espíritu?

Enlaces:
http://es.sott.net/article/8506-Como-EEUU-controla-la-sociedad-civil-a-lo-largo-y-ancho-de-Africa
http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2015/10/16/el-feminismo-en-las-elecciones/
http://www.publico.es/culturas/mujeres-encontramos-virginia-woolf-tesoro.html

1 de noviembre de 2015

LAS GUERRAS RECIENTES Y EL PAPEL DE LOS INTELECTUALES

Carlos Taibo y Santiago Alba Rico, dos ejemplos de
"ninismo" al servicio del Imperio
José Ramón Cervera Grau

La clave de la importancia de retomar el debate (o la ruptura) que se produjo dentro de las corrientes de "izquierda" por la posición de algunos intelectuales en el asunto de la guerra de Libia y de Siria, me la proporcionó el propio Carlos Taibo con su manifiesta incomodidad al tratar de este asunto en una de sus charlas sobre decrecentismo. Aunque Taibo en este tema siempre ha mantenido cierto perfil bajo en contraste con Alba Rico, veamos lo injustificado de su enfado en el "affaire" de la guerra de Libia y de Siria cuando se le intenta relacionar en su toma de posición con la del otro filósofo.

Hay un manifiesto sobre Libia que fue suscrito por Carlos Taibo y muchos otros intelectuales en Abril del 2011, en el que aunque es cierto que cuestiona la guerra humanitaria; resulta que por otra parte se piden cosas que dejan un tanto en evidencia las competencias académicas de los firmantes en materia del derecho internacional y de conocimiento en la metodología sobre cual es el "procedimiento habitual" para esa petición de “expulsar del poder” a Gadafi. La perla del texto es la que recomienda, como un modo de efectuar el recambio de gobierno en Libia, que se podría “reconocer a los rebeldes”:


En efecto, han sido conocidos y reconocidos por sus hazañas estos "rebeldes"…..menos por los que abogaron por ellos que han quedado en silencio salvo para….volver a apoyarlos en Siria:


En ese otro manifiesto sobre Siria, redactado por Santiago Alba Rico y cuyo contenido comparten todos los firmantes entre los que se encuentra Carlos Taibo, el delirio mayúsculo está contenido en esta apreciación. : “…no hay indicio alguno que permita conjeturar sobre una inducción exterior de las protestas. Afirmar justo lo contrario hubiese sido quedarse corto, cómo ahora constatamos y entonces ya sabíamos.

No se trata de empañar el prestigio intelectual y libertario de nadie, pero hay necesidad de dudar sobre los criterios de los que generan opiniones vistos los resultados: El problema de estas deducciones erróneas, mejor dicho, de las conjeturas transmutadas en dato objetivo por el prestigio del emisor, es que si provienen de personas con ascendencia sobre otras, generan criterio en los demás....y resultados tangibles en la dificultad de actuación en las personas concienciadas de manera habitual contra la guerra. Por esos mismos resultados físicos y morales de estas guerras sabemos de los peligros de las opiniones no contrastadas sobre hechos objetivos. Uno de estos peligros, es este silencio atronador en el campo que siempre fue antibelicista respecto de la claridad de ideas con la que se movilizó todo el mundo contra la guerra de Irak, mientras las analogías inevitables (pretextos) entre todos estos recientes asesinatos en masa de Irak, Libia y Siria, son mayores cada día que pasa.

Un artífice de la guerra de Irak cómo el señor Tony Blair pide ahora disculpas, no por los miles de muertos ocasionados por esta carnicería, sino por los "errores" de estrategia, de "inteligencia" y por la contribución de ésta al surgimiento del Estado Islámico. Sabemos en que consiste esa petición de perdón, ni hay arrepentimiento real por los asesinatos en masa ni hay propósito de enmienda. También sabemos que hay que ir con cuidado en estos temas devenidos siempre en intoxicación informativa, puesto que relegar la existencia del estado Islámico sólo al hecho de su supuesta creación a partir de exmilitares iraquies, sólo sirve para despistar, echar balones fuera ahora que se han visto al descubierto con la intervención de Rusia contra sus mercenarios en Siria; y sale a la luz quién los creó en realidad, quién los ha apoyado, quienes los conforman en su gran mayoría y de qué manera tan burda no han sido combatidos en absoluto, al contrario, son y han sido apoyados por Occidente y sus títeres contra el gobierno y el pueblo sirio desde hace cuatro años.

Sería bueno también que los intelectuales de la revolución pendiente por delegación, que vieron revolucionarios idealistas dónde era evidente que había otra cosa, y luego siguieron contribuyendo al deformado discurso mediático del poder en el caso sirio, pidiesen también disculpas por sus "errores" de "inteligencia". Al igual que Tony Blair ve en el origen del Estado Islámico los "errores" cometidos en su carnicería de Irak, estos intelectuales deberían de comenzar a pedir disculpas por haber repetido los "errores" en su reconocimiento de "rebeldes", en Libia y a continuación en Siria.

Por el hecho de estar inmersos en una sociedad más alienada que nunca, es todavía más destructivo que determinadas opiniones en base al criterio de una especie de aura intelectual infalible y que es indiscutible de por si; el que ésta se enseñoree desde el supuesto pensamiento crítico con ese pequeño pero indispensable grupo de jóvenes que se atreven a pensar y que quieren actuar. Estas apreciaciones erróneas de ciertos intelectuales tienen su reflejo práctico en la falta de respuesta en estas dos últimas guerras cruciales, decisivas en el tránsito hacia formas superiores de exterminio, dónde se subcontrata la guerra a través de mercenarios, guerras de cuarta generación en Libia con un control mediático modélico, puesto que se ve auspiciado por las propias ONG occidentales y las malversadas buenas intenciones de la parte de población que las apoyan. Todo esto mientras no sólo contamos con la manipulación externa por omisión y tergiversación, sino que a través de un mecanismo de censura interior protofascista, nos anticipamos a la propia represión externa que ya se va configurando.


Los "errores" tuvieron su correlato en la vida y en la muerte de muchos. Hay modulaciones de ello ahora que releemos aquellos artículos y manifiestos que colaboraron en crear un estado de opinión favorable o indiferente hacia una guerra igual de perversa que la de Irak. Ya dijimos que con la guerra de Irak, al menos se articuló una respuesta mundial, movilizaciones enormes, inéditas...que atemorizaron a los generadores de muerte. Todavía no estaba implementado del todo el control férreo del pensamiento a través de las nuevas tecnologías y todavía existían resquicios para otras versiones informativas de lo que acontecía sobre el terreno. En el caso de la guerra de Libia trabajaron con astucia los centros de control social, le dieron forma humana a la masacre, y hasta fomentaron un discurso de "izquierdas" que apoyaría a las "primaveras árabes" desde la ensoñación revolucionaria. La pulsión de conciencias desde el "buenismo" les dio resultados impensables, mejores de los previstos, ante una desmovilización vergonzosa. Venía inscrito en este éxito y en nuestro silencio que el "modus operandi" libio pedía a gritos su repetición en Siria.

Tenemos por delante esa lucha por la paz, contra la guerra neocolonial. Este es el único ecumenismo posible, que lejos de dividir, une....no es expectativa juvenil (casi todas las corrientes políticas en boga son en su gran mayoría de expectación y de espectadores), es una realidad que si el activismo contra la guerra de Irak unió a millones de seres humanos de todas las edades y condición en todo el mundo, ahora puede seguir haciéndolo. Tanto el decrecentismo distópico cómo la socialdemocracia mediática parecen diseñadas para los jóvenes. Incluso me atrevería a afirmar que ambas y en apariencia disonantes corrientes, son coincidentes en ser un modo de dilapidación de la energía transformadora de estos jóvenes que ahí queda empantanada y esterilizada; sin poder ser operativa allí dónde la demanda de este tiempo más lo requiere: El antibelicismo. La lucha contra la guerra sin embargo fue y será intergeneracional. No nos promete más tiempo para hacer el amor, ni trabajar menos, ni nos asegura un "estado de bienestar"; pero permite hacer moralmente lo único correcto en este tiempo: Asegurar la vida humana sobre la tierra. Esto no aparece por ninguna parte mediante una respuesta uniforme y colectiva desde las distintas corrientes ideológicas diseñadas para jóvenes inquietos.

Uno de los principales filósofos marxistas, Domenico Losurdo, apunta en la dirección correcta cuando nos habla de la izquierda ausente y del riesgo de guerra, en esta entrevista:


Citamos estas palabras de Losurdo en la entrevista:

"Hoy asistimos a una guerra neocolonial que algunos países de Occidente han desencadenado, que ha devenido en la destrucción de países como Irak, Libia o Siria. Analistas, investigadores y periodistas hablan ya de que nos encontramos en el preludio de otra guerra de gran envergadura. Es decir, que nos hallamos en una situación próxima a la de una gran crisis histórica: de un lado, el desmantelamiento del Estado social liberal, la austeridad, la penuria y del otro, los conflictos bélicos en curso de los que puede surgir otra guerra a gran escala".

Retomando a Gramsci en este asunto del activismo contra la guerra, Losurdo declara:

"Él (Gramsci) habla de la necesidad de construir un “bloque histórico” del que formara parte no solamente el proletariado sino también aquellas fuerzas populares interesadas en rebasar esta situación llena de peligros. Creo hoy en la necesidad de erigir un nuevo bloque histórico que una a las fuerzas populares, que en Occidente se hallan golpeadas por el paro, el endurecimiento de las condiciones de vida y la pobreza, así como los pueblos del Tercer Mundo que luchan por el desarrollo y contra las ambiciones neocoloniales del Occidente liberal. Deberá combatir contra la creciente polarización social y contra quienes acarician la ilusión de resolver los graves problemas mediante las guerras neocoloniales u otra de mucha mayor envergadura".

Ese Tercer Mundo que de forma interesada apenas aparece en los discursos del decrecentismo distópico ni en la socialdemocracia mediática, tan pendientes de su ombligo; y menos todavía, en unión al primer mundo, en esta tarea histórica de conjurar en común los peligros principales y evidentes.

Restarle importancia a los riesgos de guerras generalizadas o de una guerra nuclear, entra en extraña contradicción con el núcleo milenarista de las ideas sobre el colapso maltusiano que mantiene Taibo con su teoría del decrecimiento. ¿Podemos desaparecer por sobrexplotación de los recursos y no por una guerra nuclear?. ¿Es más importante la profecía autocumplida del colapso por sobrexplotación de los recursos que el hecho del colapso en si mismo por motivos distintos?. Taibo no ignora los peligros de un neofascismo producto histórico habitual de situaciones cómo la presente, no desconoce que la guerra imperialista es la manifestación emergente, el verdadero colapso de la civilización, fruto de esos bienes “escasos”….para aquellos que los ambicionan todos. ¿Se traduce esta profecía del colapso en una denuncia de la guerra neocolonial concreta durante las charlas de Taibo por toda nuestra geografía en locales juveniles, centros libertarios, en debates, libros, artículos?….Es extraño: No. Si algo está fuera del pensamiento débil de la época, es precisamente la cuestión de la guerra de rapiña anglosajona y la del necesario frente común de la población occidental y de los países del Tercer mundo contra ésta. Un hecho que chirría por pura ausencia. Si sale a relucir, siempre es en equivalencia y equiparación respecto de la actitud defensiva de Rusia. Por mucho que busco no encuentro en Taibo esa inclusión en su noción de colapso del riesgo de guerras generalizadas o de guerra nuclear. De hecho, su parábola del padre de familia diligente que actúa siempre ante la mínima sospecha de riesgo y que ciñe al ámbito medioambiental y de sobrexplotación de los recursos; no es aplicable a si mismo en su condición paternal de promotor de la idea de colapso, cuando el riesgo a considerar es bélico.

Mantener que entre los bloques la similitud de sistemas capitalistas interconectados hace muy difícil una confrontación armada, es ignorar de manera deliberada la historia. ¿Qué fue la Segunda Guerra Mundial en su correlación y colusión con otros países capitalistas desde la Alemania de entonces, sino una carnicería inimaginable pero cierta?.

La omisión del papel belicista principal del bloque hegemónico en lo militar y de los riesgos que supone para el mundo esta agresiva conducta repetida hasta la saciedad, ampliamente documentada en millones de muertos desde la segunda guerra mundial; ¿qué garantías absolutas ofrece de que aquí no pasará nada puesto que hay “líneas rojas que no pueden de ser traspasadas”?. Taibo en sus reflexiones y juicios sobre Rusia, desde los clichés de su discurso en esta cuestión, equipara en el imaginario colectivo la voracidad belicista occidental con la actitud defensiva de este país, y que no va inscrita en su condición o no de estado socialista; sino que tiene que ver con la supervivencia, ante la amenaza latente de agresión de las potencias occidentales que quieren hacerse con sus vastos recursos. Y esto es ajeno a las condiciones de similitud o diferencia entre las clases dominantes presentes en los gobiernos de los distintos estados: La Alemania nazi compartía sistema económico y relaciones de explotación con muchos países también capitalistas y eso no fue un inconveniente para "traspasar la línea roja" de la guerra de invasión y el saqueo.

Lo que más me confunde es que estoy seguro que entre los intelectuales con predicamento entre jóvenes inquietos, lo que podemos saber el común de los mortales, para ellos es una evidencia todavía mayor. Sus libros y escritos forman y conforman la conciencia de miles de jóvenes en facultades y universidades, en las lecturas que recomiendan otros profesores dado el prestigio alcanzado. Saben quienes pusieron los muertos para derrotar al nazismo y saben de dónde son los muertos que provoca el imperialismo neocolonial, saben de los 50 millones de muertos desde la segunda guerra mundial ocasionados casi en exclusiva por el bando o banda anglosajona en sus aventuras imperiales . El criterio marxista elemental aquel de "¿a quién beneficia?", para a partir de ahí tirar del ovillo hasta los responsables evidentes del mal, algo tan simple, les falla y nos falla cada vez más a menudo.

Sin embargo, en las cuestiones de la admisión del "error" reconozco estar de acuerdo con Taibo en su apreciación genérica de que las ciencias sociales no son ciencias. Si lo fueran, gozarían de la humildad habitual en los científicos, capaces de asumir sus equivocaciones si la testaruda realidad u otra teoría verificada echa por tierra su paradigma.

En la tierra de nadie de la doble negación (Ni OTAN, ni Gadafi), quedaron a salvo o eso creen los autores intelectuales de ese ninismo, los supuestos juicios puros y ecuánimes de sus teorías equiparativas entre bloques, dictaduras e imperialismos; pero la realidad es que los seres humanos de carne y hueso son los que quedaban atrapados entre el sofisma e indefensos ante la guerra de agresión, sin el apoyo habitual de la mayoría de organizaciones de izquierda occidentales y de los jóvenes antibelicistas. Sin embargo, en América Latina tuvieron las cosas muy claras desde el principio, ni más ni menos que del mismo modo que toda la población mundial respecto de la guerra de Irak en su día.

Y en esta parálisis antibélica estamos todavía: Lo más parecido a la verdadera solidaridad internacionalista del no a la guerra, es una caridad hacia los refugiados que desvirtúa esa solidaridad y retroalimenta las agresiones bélicas; puesto que siempre estarán los bienintencionados occidentales incapaces de parar la máquina de guerra occidental, pero siempre dispuestos a través de sus ONG a poner las vendas en las heridas que infligen sus gobiernos. Para ganar alguna revolución, primero tenemos que parar la guerra, evitarla. Y esta victoria sobre el belicismo será el primer acto revolucionario contemporáneo, la plasmación valiente de la única solidaridad real hacia todos los oprimidos de la Tierra.

Hasta Putin, ese denostado y supuesto hombre de paja de oligarcas rusos en los clichés de los medios de comunicación occidentales y también concebido de este modo en las teorías equiparativas y equidistantes entre bloques con independencia de su voracidad y beligerancia, ha optado por un mensaje alternativo al de la confrontación. Tiene propuestas este "Che Guevara del siglo XXI" , tal y cómo lo denomina Taibo de manera mordaz hacia quienes vemos, en realidad sin falsas expectativas revolucionarias (esas expectativas han sido el "error" de otros); un factor de equilibrio mundial en su actuación. "Aquí o nos salvamos todos o no se salva nadie", afirma Taibo de manera formal y obviando la guerra. En el mensaje de Putin si que se implementa la condición de la supervivencia de todos, puesto que es el modo de asegurar la de Rusia. Si que reconoce los vientos de guerra y ve ese peligro de colapso concretado en ellos. Ha sido en la Conferencia de Sochi de hace unos días sobre "La guerra y la paz en el siglo XXI: El ser humano, el estado y la amenaza de un gran conflicto en el siglo XXI", donde Putin ha planteado lo que muchos intelectuales no mencionan: Las armas nucleares no permiten un ganador en un conflicto global, la existencia de una guerra mediática de acoso a Rusia en la que tantos intelectuales participan, el trato de EE.UU. a sus socios cómo el de amo/vasallo, el apoyo a mercenarios para cambiar a través de una violencia bárbara los gobiernos que no son del agrado de Occidente, etc...También ha dicho eso que queda tan bien de que "o nos salvamos todos o no se salva nadie", pero el resto de sus declaraciones, y hasta el título mismo de la conferencia, hace pensar que en este caso si se cree la sentencia. Ya sabemos que siguiendo la consigna de Serrano Suñer, una gran parte de la intelectualidad tiene la tarea asignada de repetir hasta la saciedad aquello de que "Rusia es culpable". Pero ahora mismo la resistencia a esos planes hegemónicos que proviene de Rusia es la que hace albergar alguna esperanza en un mundo multipolar y por lo tanto no sometido al dictado de los ejemplares gobiernos democráticos occidentales, de altos valores sobre el papel untado en sangre.

En relación a esos valores ilustrados con pretensión de universales, alguien tendrá que explicar cómo y de qué manera los principios democráticos formales y de los derechos humanos, que en la práctica niegan los gobernantes dentro y sobre todo fuera de sus fronteras, tienen luego como principales valedores a cierta intelectualidad; esa que reniega dentro de su país de estos principios burgueses por tramposos e insuficientes y sin embargo luego se atreven a exigir como un salvoconducto, e incluso por encima del derecho a la vida, su estricto cumplimiento en otras latitudes. Por lo general, en aquellos países con gobiernos que no son del agrado del poder occidental.

Sería bueno que la izquierda ausente (Losurdo dixit) empezase a comparecer en este asunto que tanto le atañe, incluso aunque no haya intelectualidad que la respalde; por razones de su propia supervivencia y de la de los demás. La Internacional del siglo XXI es esta lucha final, la que debe reunir a todo el género humano, incluso sin vínculo ético: Sólo el biólogico de ese compartido instinto ciego de la mera supervivencia.



29 de octubre de 2015

MOVIMIENTO OBRERO: CUANDO UN MOTOR AMENAZA GRIPARSE OTRO DEBE ENTRAR EN ACCIÓN

Por Marat 

El sindicalismo ha sido una ola larga en la historia del movimiento obrero y lo seguirá siendo pero en un tiempo en el que el capitalismo ya no negocia, en el que millones de esclavos están dispuestos a sustituir a otros esclavos según sean expulsados del mercado de trabajo, una primera reflexión se impone: el sindicalismo ya no asusta al capital. En realidad no le asusta hace mucho tiempo. Las huelgas generales hace mucho tiempo que dejaron de tener un objetivo político que fuese más allá del día siguiente a su realización. 

Por su naturaleza de atender a las necesidades inmediatas de la clase trabajadora, el sindicalismo se ha ocupado de cuestiones como la jornada laboral (hace 100 años), las condiciones de trabajo (hace mucho), la defensa del empleo (siempre) y la tendencia salarista inevitable a través de cuya centralidad en los objetivos de esa forma de organización de la clase trabajadora el capital nos ha ganado siempre. 

Necesidades inmediatas, siempre subjetivas de la clase trabajadora, siempre necesarias. Entre la dialéctica reforma o revolución frente a la que nos convocó Rosa Luxemburgo siempre cupo la posibilidad de defender las condiciones de vida de nuestra clase mientras trabajábamos, calladamente -cuando empezamos a gritar, pedir luces y parlamento se jodió la cosa- en el día que vendrá. 

Pero hoy ni el sindicalismo de concertación que pretendía la cogestión en las empresas y la negociación sobre lo inmediato ni el alternativo pueden solos afrontar el enorme desprecio, ninguneo y capacidad de anulación en cada centro de trabajo de una patronal que ha dicho: ni necesitamos el pacto social, ni lo queremos, ni tememos a un sindicalismo más radical.

¿Qué nos queda?
En primer lugar la rabia y la conciencia de nuestra identidad como clase.

En segundo, la necesidad de buscar formas que puedan herir al capital en cada centro de trabajo o sector productivo, donde se da la más cruda lucha de clases, de modo que afecten no a lo que en otro tiempo pudiera haber sido negociable sino en lo que toca a su propia esencia: el poder en la empresa.

La organización del trabajo, el control de las formas productivas, el de la “comunicación interna”, el reparto de tareas y responsabilidades, la dirección, las condiciones de trabajo, el conocimiento de proveedores, de clientes y de los “libros” de la empresa son partes de la lucha por la emancipación de la clase trabajadora donde le afecta: en el núcleo primero de decisión del capital.

La cuestión del poder de los trabajadores en la empresa y del llamado (aunque viejo en su expresión) “control obrero de la producción” vuelve hoy sobre la posibilidad de buscar espacios de lucha de clases. Se trata de impedir que el capital se recomponga a partir del silencio de los trabajadores y en base al temor a la dirección. 

Éste no es es un planteamiento alternativo, ni lo busca, al sindicalismo, con todos sus contradictorios fracasos actuales. El sindicalismo sigue teniendo su razón de ser, como tiene sus zonas a explorar entre lo que debiera haber sido y lo que es. 

La propuesta, que no es otra que la de ir poniendo las bases hacia los consejos obreros, busca el modo de encontrar huecos de lucha allá donde los límites de otras posibilidades las han cerrado.

Hay un espacio que el Estado capitalista aún no ha prohibido (el sindicalismo) y otro que prohibiría (el consejismo). En medio, en lugar de oponerse entre ambos, debe complementarse la acción de clase en el lugar donde se producen todas las contradicciones básicas. Zonas bajo la luz y zonas bajo las sombras. 

El consejismo históricamente se ha correspondido con momentos revolucionarios o prerevolucionarios. Lo que no ha sido explorado hasta ahora es cómo hacerlo vivir bajo situaciones “discretas” -no las llamaremos secretas- en las que vaya fructificando el germen del “mientras tanto”. 

¿De qué estamos hablando en concreto?
En primer lugar de organizar a los comunistas en los centros de trabajo y sectores productivos y de dotarles de una tarea.

Esa tarea debe ser, como punto de arranque, la de ir contactando con los sectores más conscientes de la clase trabajadora, con los compañeros más susceptibles de unirse a una lucha en lo concreto, en sus empresas. 

En el momento presente no se trata ni de hacer heroísmos ni de jugarse el puesto de trabajo sino de ir generando conciencia, abrir espacios de estudio sobre la realidad específica en la que se encuadra el trabajador y de, una vez aprendidas ciertas enseñanzas prácticas, empezar a moverse hacia la acción.

En dicha fase no se puede pedir a los camaradas que se jueguen su supervivencia laboral cuando surjan huelgas o protestas en la empresa pero sí que es posible que otros del mismo sector o anejos asuman la protesta desde el exterior (concentraciones ante la empresa, reparto de panfletos, llamamientos al boicot,…)

Se trata de ir desarrollando una forma de lucha que, desde los núcleos de conciencias y resistencia interna, potencien la solidaridad de sector y de clase hasta el punto en el que se fortalezcan las potencialidades de organización en el centro del conflicto. 

Si este modo de lucha se generaliza y fortalece y si se produce en el contexto de la esperada agudización de la siguiente fase de la crisis capitalista, es de esperar que el siguiente paso sea el inicio de la constitución de consejos de centros productivos y/o de sectores.