La comparecencia de Tsipras al presentar su dimisión no parece sugerir entusiasmo |
Por Marat
El anteúltimo acto de la farsa griega –aún quedan
varios por desvelarse- presenta al antihéroe Tsipras en su devenir como personaje
tragicómico envuelto en la ajada clámide de su dimisión como jefe de gobierno
heleno.
Cualesquiera que sean las razones esgrimidas para
explicar la dimisión de Tsipras y la convocatoria de nuevas elecciones de un
modo más airoso al real –la oportunidad de deshacerse de la Plataforma de
Izquierdas y del 30% de diputados de Syriza desleales a su programa claudicante
ante el capital europeo, el momento, justo entre la recepción de los primeros
flujos monetarios del tercer rescate y antes de que se noten los efectos de sus
nuevas políticas antisociales, el realismo político conjugado con la voluntad
de sacar a Grecia adelante,…- lo cierto es que la dimisión de Tsipras y la
llamada a la formación de un nuevo gobierno, apenas 7 meses después de la formación
del primero de Syriza, evidencia el fracaso de la vía reformista representada
por la nueva socialdemocracia griega que anticipa el revés de sus corrientes
hermanas europeas. Por enésima vez, ya que es evidente la existencia de una
voluntad de opinión que se niega a entender esta cuestión, debo aclarar que la
socialdemocracia de hoy no es la representada por los viejos partidos “socialistas”, ya que estos son
social-liberales, sino por esas excrecencias “postcomunistas” reconvertidas en
socialdemocracia actual en lugar de la socialdemocracia de antaño.
Sin pretensión de sentar cátedra pero con voluntad
didáctica, creo necesario aclarar de qué estoy hablando cuando aludo al
reformismo socialdemócrata de postcomunistas y de populistas de “izquierda”.
En el contexto de la crisis capitalista actual
dentro de la UE, las opciones reformistas de matriz socialdemócrata más
recientes plantean la reversión de las políticas de austeridad impulsadas por
la Troika –desdibujando en gran medida que sus componentes son meros órganos
administrativos de la estrategia capitalista europea y mundial, y no sólo
alemana-, en mayor o menor medida el asunto de la deuda, que ha evolucionado
desde la proclamación del impago de la misma hasta su reestructuración y ya
veremos en qué acaban estas demandas, una recomposición de las hegemonías
políticas dentro de la UE que dé lugar a una nueva orientación económica y, en sus vertientes “radicales”, estudiar la
opción de la salida del euro, sin plantearse la salida de sus respectivos
países de la UE, como si euro y Unión Europea fueran hoy cuestiones desligadas
y se pudiera plantear el fin del euro sin que ello afecte al fin de la UE en un
momento en el que todas las tormentas políticas, económicas y sociales indican
que los pasos atrás evidencian la fragilidad actual de su arquitectura. Tanto
los rebrotes nacionalistas como las divergencias estratégicas, fuertemente
antagónicas en su interior, indican que la UE está tocada de muerte y ello
exige una alternativa que sea capaz de prever este hipotético nuevo escenario.
Esa previsión no puede llegar desde las organizaciones sistémicas, incluidas
las de la actual socialdemocracia, porque están comprometidas en su agónica
supervivencia.
Llamativamente, estas opciones plantean sus
programas desde posiciones marcadamente superestructurales e institucionales,
haciendo abstracción de qué clase es la principal afectada por las políticas de
austeridad –tal victimología la envuelven en genéricos indefinidos dentro de la
estructura social tales como “la gente”, “las personas” o, en el mejor de los
casos, las clases populares, sin que se avergüencen, con frecuencia, de apelar
a las clases medias, comodín ideológico de cualquier renuncia política a la
idea de lucha de clases, exenta de su proyecto. Siendo así las cosas, carecen
de una base social mínimamente homogénea y suficientemente combativa en la que
sustentar el apoyo social en forma de lucha a sus propuestas.
Los aspectos señalados explican, en buena medida,
el fracaso de Syriza, atrapada entre el
Escila de su “radicalidad democrática” y el Caribdis de la realidad del
poder económico del capital, que prefieren representar bajo las formas de sus
sombras (BCE, Comisión Europea y FMI), así como las de sus socios europeos
(Frente de Izquierdas francés, Die Linke, Bloco de Esquerda, opciones similares
escandinavas, Podemos e IU). Sus socios también han perdido pie por su dinámica
de rebaja programática permanente (Podemos), otros por haber sido superados en
su radicalidad por los neofascismos (Frente de Izquierdas) y algunos porque
enfrente tienen a partidos comunistas más combativos, caso del Partido
Comunista Portugués frente al Bloco de Esquerda. Y no faltan quienes están empeñados en homologarse dentro
de la respetabilidad sistémica (Die Linke).
Sin embargo, hay una explicación complementaria y
de gran calado, que tiene que ver con el marco político y que explica la
impotencia de la neo-socialdemocracia. Se refiere a las reglas del juego de la
legalidad burguesa. El “parlamentarismo”
como expresión del escenario en el que se desarrolla el combate político, la
aceptación del Estado burgués como un órgano neutro desde el que se puede hacer
cualquier tipo de política –la prosistémica y la supuestamente crítica-, la
asunción de la legalidad institucional y sus límites, el respeto a los
compromisos internacionales desde una “política de Estado” y la sustitución de
la idea de destrucción del Estado capitalista por el de la ocupación política
del mismo por el nuevo gobierno de turno, ayudan a entender mucho del porqué el
nuevo reformismo está herido de muerte.
Detrás de esta seducción ante el entramado jurídico-institucional de la burguesía, que
es tan nueva como sus antecedentes en el reformismo de Bernstein a finales del
XIX y de Kaustsky a principios del XX-, está el fetichismo de la “ilusión
democrática”. La creencia de que lo que se opone a lo no electivo
(corporaciones capitalistas, órganos del capital como el FMI, el BCE o la
Comisión Europea) se encuentra en lo elegido por “la ciudadanía”, ese engendro
abstracto que hace tabla rasa de la diferencia de clases e intereses en su
interior. Y para ese segmento reformista, la panacea del “cambio” se encuentra
ahí.
Este discurso, que ha sido el gran gadget argumental del reformismo en estos años de la crisis, desde los indignados 15Mayistas hasta todas las organizaciones políticas y no gubernamentales, tipo ATTAC, que han tenido algo que ver con esa versión del radicalismo democrático pequeñoburgués durante estos años, tiene los pies teóricos y reales de barro.
Exceptuando los parlamentos nacionales y
regionales, los municipios y el Parlamento Europeo, el resto de órganos en la
gran mayoría de los países tienen una composición endógena: se autoeligen.
Desde el Consejo del Reino, a las diputaciones, desde el BIRD y el Banco
Mundial, al Consejo de Europa, desde la UNESCO y la ONU a las instituciones
judiciales o la dirección de las empresas. Y lo más relevante es que en la
infraestructura económica- la democracia social e igualitaria, que es la real,
y se llama socialismo- , salvo en el caso de las cooperativas, todos los
órganos son de naturaleza oligárquica. Pero no se escuchaban entonces los
gorgoritos “democráticos” de los paladines reformistas antiausteridad. No había
necesidad de ninguna demagogia de disidencia controlada.
Pero aunque los organismos mencionados, y otros
muchos que no cito, hubieran sido elegidos por sufragio universal o, al menos,
por todos los sectores afectados por los mismos, ello no evitaría las
tendencias oligárquicas propias de la naturaleza de la estructura social y
económica en la que se integran. ¿Alguien supone, de verdad, que las opciones
realmente anticapitalistas tienen las mismas posibilidades de ser elegidas que
las prosistema? ¿De verdad creen ustedes que hay una libre competencia en lo
político, en el que no sean primadas financiera, política y mediáticamente una
parte de las opciones concurrentes? ¿Creen que el debate político está siendo
reproducido de un modo sincero, no manipulado y equitativo? ¿Tienen ustedes
muchos ejemplos en nuestro entorno geográfico en los que las cosas hayan sido
de otro modo cuando una propuesta política se haya planteado el derribo del
capitalismo? Cuando fuera del entorno europeo han surgido opciones, no
socialistas, sino de democracia popular,¿ han notado ustedes el talante
democrático de los medios del capital financiero, militar, terrorista,
“diplomático”, mediático, económico, “cultural”?
La democracia que ustedes, los “demócratas”
reformistas, neopopulistas y socialdemócratas de nuevo cuño nos ofrecen como
opción antiausteridad huele a una vieja claudicación histórica. A la renuncia ideológica que ustedes
representan. A la clase pequeñoburguesa que siempre acaba ofreciendo saldos de
productos que no arreglan nuestras vidas pero sí sus cómodas conciencias.
La auténtica democracia de la que ustedes no
hablan apunta directamente al corazón del capital. Tiene que ver con la
protección del ser humano, ocupado, parado o jubilado, por el hecho de haber
nacido- algo muy distinto a su renta básica universal, que va a consistir en el
“toma 600 euros y búscate la vida porque se acabaron la sanidad, la enseñanza y
las pensiones públicas”-, tiene que ver con el control de las producción por
los trabajadores, tiene que ver con las
comunas como forma de organización barrial, educativa o de otro orden
colectivo. Y sí, además hace falta la representación pero en auténtica igualdad
de condiciones. El resto es farfolla.
Los comunistas no tenemos respuestas sobre todo
esto. Sabemos dónde estamos y dónde queremos ir, sabemos que nos falta mucho
recorrido pero no funcionamos sobre programas electorales sino en base a programas
mínimos y máximos. Somos conscientes de que necesitamos buscar respuestas.
A finales de Septiembre, en Madrid, una parte de nosotros, no tenemos derecho a hablar en nombre todos, nos encontraremos para buscar respuestas, aprendizaje y espacios de encuentro comunista.
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Puede que también le interese:
"Propuesta: "juguemos a la revolución en verano""