Alejandro Nadal. La Haine
Los problemas de la economía china se cargan a la
cuenta de la intervención del gobierno, no a la inestabilidad intrínseca de las
economías capitalistas.
Las tasas de crecimiento de la economía en China
han sido objeto de admiración en todo el mundo. Parecía que el capitalismo
había llegado a China para mostrar todas sus virtudes y cuando se señalaban los
defectos, la mayoría de la gente prefería ignorarlos. Hoy la economía china
camina por el sendero de la crisis, su primera crisis capitalista de índole
macroeconómica.
Datos oficiales en China revelan que la tasa de
crecimiento promedio para el periodo 1991-2014 fue de 10 por ciento. Aunque
dicen que las estadísticas del gobierno chino son objeto de manipulaciones
significativas, aún las cifras corregidas arrojan lo que se antoja como un
desempeño espectacular. Pero desde 2010 la economía china ha sufrido una
desaceleración de 35 por ciento y en 2014 se registró la tasa de crecimiento
más baja desde 1991.
Cuando una economía crece a tasas de dos dígitos
no es extraño observar el surgimiento de severas distorsiones. No me refiero
aquí a las distorsiones que los economistas neoclásicos quieren ver en el sistema
de precios debido a la intervención del gobierno en la vida económica. Esos
economistas han querido ver una mayor liberalización del mercado porque
argumentan que la economía socialista en China acarrea una seria deformación de
precios e incentivos. De esta manera los problemas de la economía china se
cargan a la cuenta de la intervención del gobierno, no a la inestabilidad
intrínseca de las economías capitalistas. Olvidan que el Partido comunista
chino es hoy el administrador de una de las economías capitalistas más salvajes
de la historia.
Nos referimos a las distorsiones estructurales que
hoy marcan a la economía china. En especial, destacan las distorsiones sobre
los sectores de bienes raíces y financiero.
El sector de bienes raíces ha sido clave en el
proceso de acumulación capitalista y en las transformaciones estructurales en
China. Uno de estos cambios ha sido la transición urbana: desde 1949 cuando se
consolidó la victoria del Partido comunista chino han surgido más de 600 nuevas
ciudades.
En 2004 se introdujo una reforma constitucional
sobre propiedad privada residencial y se aceleró la inversión en bienes raíces.
Las expectativas sobre la evolución del mercado impulsaron la demanda y el
aumento de precios de casas y departamentos hasta el año pasado. Pero entre
enero y diciembre de 2014 el mercado se contrajo y los precios de casas se
desplomaron.
Algunos datos indican que la burbuja en los
precios de bienes raíces se está desinflando en lugar de reventar. Pero nada
garantiza que lo peor haya pasado y otros indicadores son menos optimistas. El
exceso de espacio residencial y de oficinas sin vender es enorme (hay más de 60
millones de departamentos que no se han podido vender) y con la desaceleración
no será fácil identificar compradores.
El freno en la expansión del sector bienes raíces
es un poderoso lastre sobre la economía china: tomando en cuenta los
eslabonamientos hacia atrás con las industrias de acero, cemento, vidrio,
muebles y aparatos eléctricos el sector bienes raíces representa 30 por ciento
del PIB. Sin la recuperación de ese sector la economía china seguirá mostrando
menores tasas de crecimiento y se agravará la difícil situación por la que
atraviesan esas industrias que ya acusan altísimos niveles de sobre-inversión.
Sin nuevas inyecciones de crédito el sector de
bienes raíces no podrá crecer. Pero una buena parte de la abultada cartera
vencida de los bancos chinos está vinculada a ese sector. La única manera de
enderezar el sector de la construcción es mediante una corrección mayor en los
precios de casas y departamentos para atraer un número creciente de
compradores. Pero ese ajuste de precios afectará la posición de los agentes de
bienes raíces que se han sobre-endeudado y no podrán pagar sus créditos.
El gobierno chino ha hecho hasta lo imposible para
mantener a flote su sistema financiero. Pero una de las características del
mercado accionario y de las operaciones financieras en China es el excesivo
apalancamiento. Como se sabe, eso no ayuda nada cuando el pánico se apodera del
rebaño de inversionistas y especuladores.
El colapso en el mercado de valores en China ha
sido espectacular: del 15 de junio a la fecha el valor de mercado sufrió una
caída de 30 por ciento, con más de 4 billones de dólares de pérdidas en
capitalización.
Para apoyar el mercado el gobierno ha tratado
todo: desde iniciar un programa de compra de títulos y reducir las tasas de
interés, hasta suspender las transacciones del 54 por ciento de las acciones
que se cotizan en China.
Y cuando por fin nada parecía detener el colapso
el gobierno tuvo que interrumpir las transacciones. Pero el apalancamiento ha
sido desorbitado y la caída apenas ha comenzado.
Si alguien pensó alguna vez que el capitalismo en
China no mostraría su verdadera cara, debe pensarlo dos veces y revisar los
números e indicadores sobre el sector financiero y la economía real. Es posible
que la crisis en China apenas esté arrancando.