30 de julio de 2015

CHINA Y SU PRIMERA CRISIS CAPITALISTA

Alejandro Nadal. La Haine

Los problemas de la economía china se cargan a la cuenta de la intervención del gobierno, no a la inestabilidad intrínseca de las economías capitalistas.

Las tasas de crecimiento de la economía en China han sido objeto de admiración en todo el mundo. Parecía que el capitalismo había llegado a China para mostrar todas sus virtudes y cuando se señalaban los defectos, la mayoría de la gente prefería ignorarlos. Hoy la economía china camina por el sendero de la crisis, su primera crisis capitalista de índole macroeconómica.

Datos oficiales en China revelan que la tasa de crecimiento promedio para el periodo 1991-2014 fue de 10 por ciento. Aunque dicen que las estadísticas del gobierno chino son objeto de manipulaciones significativas, aún las cifras corregidas arrojan lo que se antoja como un desempeño espectacular. Pero desde 2010 la economía china ha sufrido una desaceleración de 35 por ciento y en 2014 se registró la tasa de crecimiento más baja desde 1991.

Cuando una economía crece a tasas de dos dígitos no es extraño observar el surgimiento de severas distorsiones. No me refiero aquí a las distorsiones que los economistas neoclásicos quieren ver en el sistema de precios debido a la intervención del gobierno en la vida económica. Esos economistas han querido ver una mayor liberalización del mercado porque argumentan que la economía socialista en China acarrea una seria deformación de precios e incentivos. De esta manera los problemas de la economía china se cargan a la cuenta de la intervención del gobierno, no a la inestabilidad intrínseca de las economías capitalistas. Olvidan que el Partido comunista chino es hoy el administrador de una de las economías capitalistas más salvajes de la historia.

Nos referimos a las distorsiones estructurales que hoy marcan a la economía china. En especial, destacan las distorsiones sobre los sectores de bienes raíces y financiero.
El sector de bienes raíces ha sido clave en el proceso de acumulación capitalista y en las transformaciones estructurales en China. Uno de estos cambios ha sido la transición urbana: desde 1949 cuando se consolidó la victoria del Partido comunista chino han surgido más de 600 nuevas ciudades.

En 2004 se introdujo una reforma constitucional sobre propiedad privada residencial y se aceleró la inversión en bienes raíces. Las expectativas sobre la evolución del mercado impulsaron la demanda y el aumento de precios de casas y departamentos hasta el año pasado. Pero entre enero y diciembre de 2014 el mercado se contrajo y los precios de casas se desplomaron.

Algunos datos indican que la burbuja en los precios de bienes raíces se está desinflando en lugar de reventar. Pero nada garantiza que lo peor haya pasado y otros indicadores son menos optimistas. El exceso de espacio residencial y de oficinas sin vender es enorme (hay más de 60 millones de departamentos que no se han podido vender) y con la desaceleración no será fácil identificar compradores.

El freno en la expansión del sector bienes raíces es un poderoso lastre sobre la economía china: tomando en cuenta los eslabonamientos hacia atrás con las industrias de acero, cemento, vidrio, muebles y aparatos eléctricos el sector bienes raíces representa 30 por ciento del PIB. Sin la recuperación de ese sector la economía china seguirá mostrando menores tasas de crecimiento y se agravará la difícil situación por la que atraviesan esas industrias que ya acusan altísimos niveles de sobre-inversión.

Sin nuevas inyecciones de crédito el sector de bienes raíces no podrá crecer. Pero una buena parte de la abultada cartera vencida de los bancos chinos está vinculada a ese sector. La única manera de enderezar el sector de la construcción es mediante una corrección mayor en los precios de casas y departamentos para atraer un número creciente de compradores. Pero ese ajuste de precios afectará la posición de los agentes de bienes raíces que se han sobre-endeudado y no podrán pagar sus créditos.

El gobierno chino ha hecho hasta lo imposible para mantener a flote su sistema financiero. Pero una de las características del mercado accionario y de las operaciones financieras en China es el excesivo apalancamiento. Como se sabe, eso no ayuda nada cuando el pánico se apodera del rebaño de inversionistas y especuladores.

El colapso en el mercado de valores en China ha sido espectacular: del 15 de junio a la fecha el valor de mercado sufrió una caída de 30 por ciento, con más de 4 billones de dólares de pérdidas en capitalización.

Para apoyar el mercado el gobierno ha tratado todo: desde iniciar un programa de compra de títulos y reducir las tasas de interés, hasta suspender las transacciones del 54 por ciento de las acciones que se cotizan en China.

Y cuando por fin nada parecía detener el colapso el gobierno tuvo que interrumpir las transacciones. Pero el apalancamiento ha sido desorbitado y la caída apenas ha comenzado.

Si alguien pensó alguna vez que el capitalismo en China no mostraría su verdadera cara, debe pensarlo dos veces y revisar los números e indicadores sobre el sector financiero y la economía real. Es posible que la crisis en China apenas esté arrancando.


28 de julio de 2015

CHINA. ESTALLÓ LA BURBUJA ESPECULATIVA

Tom Bramble.  Miradas al Sur

El hundimiento de la Bolsa de Valores china a lo largo de las últimas tres semanas confirma que por mucho que los adalides del capitalismo pretendan que este sistema crea riqueza para la mayoría, no deja de ser un sistema anárquico, responsable de la ruina de millones de personas. El pasado 12 de junio, el valor de las acciones alcanzó su punto máximo, tras un crecimiento del 150% durante los doce meses precedentes. Los precios de las acciones han caído ahora un 30%, al cundir el pánico entre los inversores.

Cuando cae el mercado, se lleva consigo los ahorros de toda la vida de muchas decenas de millones de trabajadores chinos y miembros de la clase media, que constituyen el 80% de los inversores. Estos inversores, que en su mayoría han tomado prestado dinero aportando el valor de las acciones como garantía (una práctica denominada “préstamos de margen” en la jerga financiera), están vendiendo ahora sus acciones en un mercado que desciende día a día. En algunos casos venden por miedo a que el precio siga cayendo. Más a menudo están obligados a vender porque los prestamistas insisten en cubrir sus pérdidas.

Estos son los que tienen suerte. Con cerca de tres cuartas partes del mercado de valores congelado debido a la suspensión de las cotizaciones y la activación de la limitación de pérdidas (la cotización se suspende cuando el precio de la acción desciende más del 10% a lo largo del día), muchos otros inversores no tienen más remedio que permanecer mirando desde la grada. El coste humano del estallido de la burbuja es tremendo: empobrecimiento y pérdida de la dignidad para muchos, angustia y suicidios cuando las víctimas se enfrentan a su futuro arruinado.

La estafa de la estampita
Los inversores chinos han sido víctimas de un cruel engaño. El gobierno empujó a los trabajadores y ciudadanos de clase media a especular en el mercado de valores. En China no existe una seguridad social; la atención sanitaria, que antes era gratuita, ahora resulta cara. La vivienda, que antes estaba garantizada por el Estado y por empresas públicas, se halla ahora en manos del sector inmobiliario y de la construcción. El coste de la enseñanza crece rápidamente y las pensiones son bajas. De ahí que muchos trabajadores chinos hayan renunciado al gasto en productos y servicios cotidianos con ánimo de incrementar sus ahorros –que llegaron a sumar el equivalente al 30% del PIB–, simplemente para evitar la recaída en la pobreza. Han prescindido de algunas cosas buenas en la vida para asegurarse de que puedan pagar las facturas del hospital y evitar la indigencia cuando sean viejos.

Los bancos no pagan muchos intereses sobre los depósitos, de manera que la gente busca otros mecanismos para incrementar sus ahorros. Durante varios años, el mercado inmobiliario estuvo en auge y las inversiones en él generaban beneficios, pero ahora se ha desinflado y el dinero ha huido del mercado inmobiliario a la Bolsa. El gobierno chino y los medios de comunicación animaron a los inversores a adquirir acciones, afirmando que éstas eran una vía segura para ganar dinero.

El programa del presidente Xi Jinping desde que asumió el cargo en 2013 ha consistido en promover el capitalismo chino por dos vías: integrar más profundamente el mercado financiero chino en el mercado mundial e impulsar el consumo interior. En relación con la primera vía, el gobierno permite ahora a los inversores occidentales adquirir acciones de empresas chinas a través de la Bolsa de Hong Kong. En cuando al consumo interior, el gobierno anima a la gente a comprar acciones con la esperanza de que la proliferación de carteras de valores en manos de la clase media y de los trabajadores mejor pagados favorezca el consumo por parte de estos sectores, compensando de este modo el descenso de las exportaciones chinas y reequilibrando la demanda interior excesivamente escorada a la inversión. A ojos del gobierno, el auge del mercado de valores permitiría además a las empresas públicas endeudadas negociar préstamos para la financiación de su actividad.

La caída
Ahora el castillo de naipes se ha hundido. Los intentos del gobierno de evitar el colapso del mercado de valores no han servido de nada. Cada una de las medidas no parece sino convencer a los inversores de que el gobierno ha perdido el control y de que lo peor todavía está por llegar. En efecto, estas medidas, temerarias como son, casi garantizan que lo peor está por llegar. El hundimiento agravará los problemas de la economía productiva, y es probable que la destrucción de la noche a la mañana de una inmensa riqueza de los hogares haga que descienda el consumo y por tanto frene todavía más el crecimiento chino. Preocupa también la posibilidad de que el colapso del mercado de valores repercuta también en los bancos cuando se liquiden las acciones que servían de garantía de los préstamos bancarios. El mercado inmobiliario, que de por sí ya está deprimido, se verá afectado negativamente por los problemas de la banca.

El gobierno chino todavía cuenta con una serie de instrumentos fiscales y monetarios para limitar la repercusión del descalabro de la Bolsa en la economía en general. Sin embargo, cuando se combinan con otros problemas de difícil solución, como las enormes deudas de los ayuntamientos y la capacidad excedentaria crónica en la industria y el sector inmobiliario, el viento en contra arrecia. Siendo China actualmente la segunda economía más grande del mundo y el mercado principal de numerosos países, la volatilidad de su economía preocupa como nunca antes. Los mercados de materias primas ya se encontraban en fase descendente antes de que estallara esta crisis. En estos momentos están acelerando la caída porque los inversores chinos venden todos los activos que pueden con el fin de obtener liquidez para hacer frente a los pagos y porque la desaceleración del crecimiento chino mermará la demanda de recursos y de energía. El precio del mineral de hierro ha descendido a menos de 45 dólares la tonelada, y los del cobre, el níquel, el aluminio y el cinc también descienden, mermando las perspectivas de Australia y otros países exportadores de materias primas.

La información periodística de la prensa financiera destaca por su indiferencia ante los millones de personas que se enfrentan ahora a un crudo futuro. Los mercados suben, los mercados bajan: nada fuera de lo normal. Sin embargo, la cobertura de China contrasta con la de Grecia. La caída de las acciones ha supuesto una pérdida de valor de 3,4 billones de dólares del mercado de valores de China, poco menos que el equivalente al valor total del PIB de Alemania, pero la cobertura en los medios se limita a las páginas económicas. La deuda de Grecia, en cambio, asciende a 354 000 millones de dólares, que solo representan una décima parte de las pérdidas chinas.

El desastre de los mercados chinos tiene sus propias características, pero no augura nada bueno para Occidente. Pese a las diferencias concretas, en Norteamérica, Europa y Japón se ha aplicado el mismo programa gubernamental de inflación de activos –empujando al alza el valor de las acciones y los bonos en un intento de estimular la economía real– desde que estalló la crisis financiera mundial. En Occidente, este programa se denomina “expansión cuantitativa” y ha sido responsable de la reducción de los tipos de interés a los niveles más bajos de la historia, del crecimiento de los mercados bursátiles y de la acumulación de fortunas por parte de las entidades financieras y los inversores acaudalados. En la vertiente de la inversión productiva, en cambio, el efecto ha sido casi nulo.

En Occidente, el desmantelamiento del Estado de bienestar y el mayor recurso a los fondos de pensiones privados en vez de las pensiones públicas también han llevado a que la suerte de cientos de millones de trabajadores dependa ahora de los vaivenes de los mercados de valores. Las caras demacradas de ciudadanos chinos que asisten actualmente a la disipación de sus perspectivas de futuro podrán verse también, pronto o tarde, en los países occidentales.


El hundimiento de la Bolsa tendrá consecuencias políticas en China. La burbuja bursátil era un plan consciente urdido por el presidente Xi para reequilibrar la economía, y con el colapso del mercado de valores, la credibilidad de Xi ante otros dirigentes rivales del partido estará por los suelos, lo que estimulará las batallas fraccionales en el seno de la clase dominante. Y fuera de la clase dominante, entre los millones de personas desesperadas que han perdido sus ahorros, cundirá el resentimiento. La gente estará enfadada con el gobierno, que hace apenas unas semanas todavía afirmaba que invertir en acciones era una apuesta segura. También se percatarán de que muchos de los grandes inversores se descolgaron del mercado algunas semanas antes del colapso. Aunque esta rabia no se exprese en manifestaciones callejeras (que de todos modos no cabe descartar), en las mentes de muchos chinos cundirá la idea de que la elite dirigente no se preocupa para nada de su suerte.

27 de julio de 2015

LA CRISIS MUNDIAL DEL AGUA QUE VIENE Y SU “PRESAGIO”: LA SEQUÍA DE CALIFORNIA

Alfredo Jalife-Rahme. La Jornada

En espera de la supuesta sexta extinción masiva, el planeta se encamina a una crisis catastrófica del agua que presagia una sequía sin precedentes en California.

Es curioso que los voraces megabancos de Wall Street propalen el riesgo por la crisis global del agua: desde Goldman Sachs hasta Bank of America Merrill Lynch (BAML).

¿Pretende Wall Street financiarizar las catástrofes globales?

Durante la conferencia “Los cinco principales riesgos en el mundo”, Goldman Sachs colocó en primer lugar a la crisis acuífera, que sería mucho mayor que el alza de los alimentos y el agotamiento de las reservas de energía.

Allí Nicholas Stern advirtió que los acuíferos subterráneos podían secarse al mismo tiempo que el derretimiento de los glaciales en el Himalaya, mientras Donald Kennedy, académico de Stanford, explayó que el cambio climático global ha desatado una espiral que se retroalimenta: “tenemos sequías combinadas con un exceso psicótico (sic) de lluvias.”

Los analistas de BAML aducen que la sequía que lleva cuatro años en California “ha causado una devastación sin paralelo en la región” y sentencian que “la sequía en California es el presagio de la crisis global del agua que viene.”

Proyectan que para 2050 el 45% del PIB global estará en peligro “con 50 países con riesgos de conflicto por el agua.”

Las cifras son escalofriantes: abrupto descenso de los niveles de los acuíferos, que alcanzó 30 metros, al unísono del derretimiento de la capa de nieve en Sierra Nevada (California), que se encuentra a 5% de sus niveles históricos.

Su impacto económico es ya disruptivo: la sequía tendrá un costo de 2.700 millones de dólares para la agricultura de California, lo cual redundará en “restricciones obligatorias de agua”, afectaciones a la salud humana y daño a la fauna, hundimientos de terrenos, intrusión marina e incendios forestales.

Para 2060, “el abasto de agua de California será deficitario en más de 13 billones (trillones, en anglosajón) de galones (nota: un galón=3.78 litros) con 80% de probabilidad de una megasequía durante varias décadas de este siglo.”

BAML expone en un diagrama perturbador el porcentaje de California para cada categoría de sequía que divide en cinco rubros: excepcional, extremo, severo, moderado y anormalmente seco.

Shane Ferro, de Business Insider, asevera que, como consecuencia del cambio climático, la asequibilidad del agua constituye "el mayor problema global del siglo XXI", basado en un previo reporte del BAML.

Los analistas de BALM diagnostican que “a escala global, 750 millones de personas carecen de acceso a una fuente salubre de agua potable y 2.400 millones no tienen acceso a instalaciones sanitarias adecuadas”, cuando “cerca de 50 países son oficialmente clasificados como estresados (sic) por carencia de agua, y hasta 70% de los acuíferos subterráneos del mundo han alcanzado su pico”, en similitud al célebre “pico del petróleo” que anuncia su posterior decaimiento después de su nivel máximo.

La demanda global del agua excederá la oferta en 40% de 2030 hasta 2050, mientras 3.900 millones de personas vivirán bajo severo estrés acuífero.

Cabe señalar que el devaluado “México neoliberal itamita” se encuentra entre los 50 países estresados, por lo que destaca la misántropa letalidad consustancial a la megacorrupta ley Korenfeld, donde están implicadas las altas esferas del racista gobierno infanticida del primer ministro de Israel, Bibi Netanyahu, cada vez más aislado del concierto universal.

World Resources Institute cataloga a los 36 países “extremadamente estresados por carencia de agua (más de 80%)”, donde México es colocado en el inmediato nivel “alto (entre 40 y 80%.”

La quiebra acuífera de California no es menor, como metáfora de la crisis global del agua en ciernes que afecta a un estado inmensamente rico que, si fuera país, sería la octava economía a escala global.

En fechas recientes, la NASA advirtió que “el agua potable de California se agotará en un año”, por lo que sus científicos “abogan adoptar medidas urgentes para lograr sostenibilidad en el consumo de agua potable en California”.


Según la NASA, California “desde 2002 viene perdiendo agua almacenada y dos terceras partes de estas pérdidas se derivan del uso de aguas subterráneas por los agricultores que han tratado de combatir los efectos de las sequías, por lo que los presentes almacenamientos del líquido en California podrían acabarse en un año.”

Según el portal Business Insider, los expertos aseguran que California ha sufrido su peor sequía en los últimos mil 200 años. Expone una serie de fotos impresionantes al cuarto año de sequía en California.

California ya no cuenta con su principal fuente de agua de superficie, que proviene de la nieve almacenada en las montañas más elevadas y que ha desaparecido debido a la sequía y que se ha derretido en forma dramática.

Pese a que representa sólo 1,5% de toda la economía de California, su industria agrícola, puesta en la picota hidráulica por su excesivo consumo, enarbola la más alta producción comparada a otros estados de Estados Unidos (EU).

La otrora mirífica California, tercer estado en extensión de EU después de Alaska y Texas con 423 mil 968 kilómetros cuadrados, es el más poblado con casi 39 millones de habitantes –casi 13% de todo EU, lo cual le otorga 55 relevantes votos en el colegio electoral– donde habita 31% de mexicanos (dentro del 38% de latinos).

Sin tomar en cuenta la ominosa letalidad criminal del fracking –que dilapida colosales masas del líquido–, la simultánea crisis acuífera en California y México es ya transfronteriza y bidireccional, en el aspecto humano, con graves reverberaciones migratorias, que no aborda ninguno de los irredentistas esquemas financieristas/militaristas del Tlcan, Aspan, Plan Mérida, NorthCom, NorthAmerica, TPP, TTIP, TISA.

¡Es increíble que no exista una tripartita política hidráulica del invasivo esquema de Norteamérica!

Como si lo anterior fuera poco, Russia Today expone que detrás de las ofensivas de los barbáricos yihadistas “se encuentra una lucha mucho más cruel: el control del agua”, una de cuyas medidas ha sido reducir el suministro de agua en las áreas controladas por el gobierno de Irak.

De por sí la contaminación y el calentamiento global han agravado la escasez acuífera en Medio Oriente, donde se prevé que para 2025 las sequías provocarán hambrunas masivas.

Lo que no destruye la naturaleza lo acaban por aniquilar los depredadores “humanos.”

24 de julio de 2015

EL DOGMATISMO DE LA “UTOPÍA REFORMISTA”

Pere Ametller. La Izquierda Diario

Llevamos meses viendo a gran parte la izquierda española apoyando al gobierno de Syriza. Después de su claudicación ante el chantaje de la Troika se hace necesario preguntarse cual es el trasfondo de este fracaso y ver cuales son las reacciones del reformismo ibérico después de la aprobación del tercer memorándum griego.

"Pedimos disculpas a los marxistas de todo el mundo porque Grecia haya rechazado cometer un suicidio ritual para el avance de la causa. Ustedes han sufrido desde sus sofás." Así se pronunciaba Raimundo Viejo Viñas, mano derecha de Pablo Iglesias en Catalunya y miembro destacado también de Barcelona En Comú.

El cinismo de Raimundo parece que le juega una mala pasada. Para millones de griegos las medidas acordadas con la Troika suponen un “suicidio” nada “ritual”. Obvia que el memorándum no se sufre ni se está combatiendo desde el sofá. Obvia las movilizaciones y huelgas que han habido en Grècia contra el memorándum de Tsipras y las convocatorias para dar apoyo al pueblo griego en el Estado Español. Deja en evidencia quien ha visto el proceso desde el sofá avalando la claudicación. Quien tranquilamente en nombre del “realismo” y de rechazar supuestos dogmatismos ideológicos -en este caso marxistas- pide a los griegos que se resignen al peor paquete de medidas aprobado hasta la fecha por su Parlamento.

Quien alentaba el camino de la movilización popular cuando estas medidas las aprobaban Pasok o Nueva Democracia se niega a hacerlo ahora que el ejecutor es Tsipras. Si hay alguna muestra de dogmatismo es esta: apoyar a “los nuestros” hagan lo que hagan, defender lo indefendible.

El eurodiputado de ICV -EUiA -formación con la que Podemos se ha coaligado en Catalunya- Ernest Urtasun reconocía que "el acuerdo de ayer no es lo que quiere el gobierno de griego, que se ha visto obligado a aceptarlo para evitar daños mayores".

Ningún dirigente de esta organización o su referente en el resto del estado, Izquierda Unida, han realizado la más mínima crítica a la estrategia de Syriza que ha llevado al fracaso. Sin duda ha sido la Troika quien ha impuesto la nuevas medidas. Pero ¿No hay ninguna responsabilidad en la estrategia emprendida desde Syriza que le ha llevado a no poder hacer frente a ese chantaje por otra parte previsible desde el minuto cero?

El argumento esgrimido por Urtasun es el mismo que lleva tiempo defendiendo CiU en Catalunya: no hay margen para llevar acabo mayores políticas sociales. Es la vieja cantinela expresada tanto por conservadores como socialdemócratas desde que comenzó la crisis y que se puede resumir en “la dictadura de los acreedores es invencible”. Es cuanto menos paradójico ICV-EUiA y Podemos la reproduzcan para justificar a Tsipras. Más cuando pretenden basar su campaña electoral del 27S en un frente contra los recortes de CiU. ¿Qué haría una Generalitat gobernada por “Catalunya sí que es pot” cuando se tope con la Ley de Estabilidad Presupuestaria? Su balance de los seis meses de gobierno de Syriza responde a esa pregunta.

Desde hace décadas, si hablamos de IU, y meses, si tomamos a Podemos, se viene haciendo bandera de la vuelta a la socialdemocracia. Una socialdemocracia que venden como la “original”, la que hacía reformas sociales y fue padrina del Estado del Bienestar. Pero siempre sin renunciar a la esencia del programa socialdemócrata: no cuestionar al capitalismo ni sus instituciones.

En determinados momentos históricos estos marcos le permitieron otorgar concesiones para amplios sectores de la clase obrera de los países imperialistas. La crisis capitalista ha reducido hasta la inexistencia unos límites que ya se achicaron brutalmente en las últimas décadas de ofensiva neoliberal. La socialdemocracia y su gestión humana del capitalismo es antes “gestión” que “humana”. Y “gestionarlo” acaba suponiendo aplicar las mismas medidas contra el pueblo y la clase trabajadora que la derecha. Asumir los marcos del capitalismo y sus instituciones, supone asumir que el poder real lo tiene el capital y no el gobierno.

Los nuevos reformismos de Syriza y Podemos retoman la vieja idea de de pretender hacer reformas sin un atisbo de medidas anticapitalistas en su programa. En Grecia acabamos de ver como solventar los graves problemas sociales sin tocar un pelo de los intereses de los grandes capitalistas se ha demostrado la gran utopía reformista. ¿Porque estas formaciones no realizan una autocrítica y cambia su posicionamiento después de haber presenciado el fracaso de su estrategia en primer plano? Porque descartan la única opción que queda: la de pelear por una salida revolucionaria, que rompa con los regímenes políticos de la democracia para ricos e imponga un programa anticapitalista.

Una salida así está totalmente por fuera de sus coordenadas. Sin disimulo alguno Pablo Iglesias ya señaló que para él ‘no hay alternativa a la economía de mercado’. Se ha empleado a fondo para dejar claro que lejos de cualquier atisbo izquierdista su proyecto descarta por completo la opción de socializar los medios de producción, la única vía realista para un verdadero reparto del trabajo y que la riqueza que se genera revierta en toda la sociedad. Sin pestañear desecha la única alternativa que puede acabar con el paro y la miseria de las clases trabajadoras. Por contra opone un programa de cada vez más tibias reformas pero para cuya aprobación debe contar con el permiso de los capitalistas y sus instituciones -como le ha pasado a Syriza-. Al negarse a tocarles la base real de su poder se convierte él en rehén de sus chantajes.

Los nuevos reformistas llevan tiempo desacreditando la idea de la revolución. Pero a la vez vemos que cualquier alternativa al sistema capitalista imperante que no pretenda acabar con él no consigue ni siquiera pequeñas mejoras para la clase trabajadora y sectores populares.

Pablo Iglesias ha defendido continuamente la necesidad de alejarse de los símbolos de la izquierda, escondiendo que lo que esta haciendo es alejarse de la ideas de la izquierda. Planteó que se tenía que escoger entre “ser mayoría o ser de izquierdas”, dejando claro que sus principios son el posibilismo y el pragmatismo. Lejos de ser un proyecto “realista”, en términos de dar una solución real a graves problemas reales, este pragmatismo se demuestra en el caso de Syriza un fraude de muy corto recorrido, incapaz de realizar las mas mínimas reformas sociales.


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