28 de marzo de 2020

CORONAVIRUS, CAE LA MÁSCARA DEL CAPITALISMO


Por Marat

1.-El derrumbe capitalista, el sálvese quien pueda y la pandemia como convidada de piedra
La reunión de los Ministros de Economía y Gobernadores de los Bancos Centrales de los países del G-20 –los 20 Estados que concentran el 85% del producto bruto mundial-, realizado telemáticamente el pasado 23 de Marzo, es hasta el momento la evidencia más clara de que no es tan importante para el sistema capitalista salvar a la humanidad de la pandemia con mayor impacto mundial ce la historia (en cuanto al número de países afectados y el porcentaje de población planetaria confinado en sus casas) como salvarse a sí mismo.

La incorporación de la India (1.300 millones de habitantes) a la lista de países (de un total de 195 reconocidos internacionalmente) que aplican el confinamiento de sus hogares y otros establecimientos) es alrededor del 40% de la población mundial (más de 3.000 de unos 7.800 millones de seres humanos que habitan el Planeta) los que se encuentran en tal situación.

Dicha reunión, preparatoria de la Cumbre de Presidentes del G-20, aparentemente convocada con el fin de hacer frente a la pandemia del coronavirus, ha puesto en realidad el énfasis en el impacto económico que traerá esta nueva “peste negra” del siglo XXI.

Dada la extensión de la epidemia y el tiempo transcurrido desde que el brote inicial apareció en la provincia china de Wuhan no puede decirse que el G-20 haya actuado precisamente con precipitación.


Por su parte el Ministro de Economía francés Bruno Le Marie expresó en un tuit el interés de la pasada reunión por el "impacto violento de la pandemia en la economía global, el necesario apoyo financiero para los países en desarrollo y los preparativos para una estrategia de salida común de la crisis".

No se avanzó en dicha reunión ninguna propuesta de actuación contra el coronavirus, ni siquiera orientación concreta ante la inminente celebración de la cumbre de presidentes y primeros ministros.

Cómo no podía ser de otro modo, porque al capitalismo le mueve solo el beneficio y le duele éste cuando es amenazado, sea por una revolución social, una de sus periódicas e inevitables crisis o un desastre que amenace su realización, la Cumbre del G-20  del jueves 26 de Marzo ha concluido en fracaso para las víctimas del coronavirus y para quienes cada día engrosan las brutales cifras de afectados y de muertos y en éxito en la toma de decisiones económicas, que ya veremos hasta dónde alcanza.

Para combatir el coronavirus la notificación final de la Cumbre alude a declaraciones tan pobres como "compartiremos información oportuna y transparente; intercambiaremos datos epidemiológicos y clínicos; compartiremos materiales necesarios para la investigación; y fortaleceremos los sistemas de salud a nivel mundial", sin concretar ninguna partida económica para lograr este objetivo.

Tampoco es que el comunicado final de la Cumbre del G-20 destaque por su concreción en relación con el COVID-19 y su afectación a los países subdesarrollados

Por el contrario, en el caso de las medidas aprobadas ha hablado mucho más claro: 5 billones, con B, de euros (4,5 billones de dólares) para estimular la economía mundial

Porque, en el fondo, al capital le importa lo que le importa

Y no duda, para ello, de revestirlo del camelo del “bien común” y el “interés general”
“La magnitud y el objetivo de esta respuesta reanimarán la economía global y pondrán una sólida base para proteger trabajos y recuperar el crecimiento”            
“Vamos a proteger la vida humana, restablecer la estabilidad económica global y sentar bases sólidas para un crecimiento sostenible, equilibrado e integrador"

Esta semana ha sido prolija en reuniones internacionales de tipo virtual.       

El pasado miércoles 25, un día antes de la cumbre del G-20 concluía la del G-7, formado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido, sin acuerdo de comunicado final, por lo que no se tomaron decisiones.

La insistencia de Mike Pompeo, secretario de Estado USA, en referirse a la pandemia como “virus chino” o “virus de Wuhan” llevó al resto de los miembros del grupo a no suscribir un comunicado final.

En paralelo a la Cumbre del G-20, el mismo jueves tenía lugar la reunión telemática de presidentes y primeros ministros de la UE buscando un plan anticrisis de reactivación de la economía europea, que está entrando en recesión por causa tanto de la enfermedad como de las medidas adoptadas para frenar el COVID-19.

Pero la pretensión de una “estrategia coordinada”, una vez que se superase la pandemia, para volver a arrancar la máquina económica, afectada del mayor parón desde la fundación de la UE, fracasó.

Para su puesta en marcha se demandaba desde los países del sur, capitaneados por España, Italia y Francia, una emisión de deuda con respaldo de la UE (“coronabonos”) y no simplemente de cada país como pretendían las naciones más ricas de la eurozona. Alemania, Austria y Holanda se opusieron frontalmente, sabedores de que los países más ricos de la UE tendrían que hacer un aporte económico mayor para la emisión de deuda pública.

Los 9 países, incluidos los 3 del sur citados, que apoyaron la petición de coronabonos son los más endeudados de la UE, por lo que la capacidad de respuesta derivada del coronavirus asentada en sus propios medios económicos es mucho más limitada que una actuación en  conjunto derivada de una respuesta mancomunada. España y Francia con un volumen de deuda alrededor del 100%, e Italia con un nivel superior, apenas poseen capacidad de maniobra financiera.

En este punto las tentaciones de culparse entre los países miembros de la UE se han hecho ya operativas. Mientras el Ministro de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra, ya acusa a los PIGS de derrochadores, en un argumentario que recuerda los primeros años de la crisis capitalista del 2007 en Europa, los del sur acusan a los más ricos de insolidarios y abandonarles a su suerte.

Así pues, el aplazamiento de la próxima reunión a 2 semanas más tarde solo puede ser una repetición aún más frustrante de las expectativas de ese remedo de Plan Marshall porque Alemania fundamentalmente no está dispuesta a seguir tirando de la máquina de fabricar dinero.

Cualquier calificación moral que se exprese en binomios de solidaridad/insolidaridad entre los socios de la UE es absurdo e inútil. La lógica del capitalismo es el beneficio, no la solidaridad o el apoyo mutuo entre las naciones. Cuando el capitalismo entra en la UCI no hay Oda a la Alegría (himno dela UE) que valga sino My Way (A mi manera) para cada uno de los países que componen una UE en crisis que podría acabar siendo terminal.        

De todas las reuniones celebradas en estos días, la de la UE expresa el mayor grado de fracaso no ya porque la cooperación europea en la lucha contra el coronavirus sea inexistente, que lo es, o porque no hay existido una actuación conjunta en las medidas de protección sanitaria de la población, que tampoco se ha producido, actuando cada país a su aire, o porque no haya habido una puesta en común de recursos sanitarios y una contratación centralizada de recursos y medios sanitarios que potenciase la eficacia en la respuesta a la propia pandemia, sino porque ha fulminado elementos centrales de la esencia de la propia UE
·         Si la crisis capitalista de 2007 puso en jaque el proyecto de hacer de la eurozona un tercer polo económico, capaz de diseñar y llevar a cabo estrategias comunes para hacer del área geográfica un mercado potente y con capacidad de competir tanto frente a China como frente a Estados Unidos, esta nueva fase de la crisis que ahora detona con el coronavirus, ha demostrado que la UE ni siquiera es capaz de dar respuesta en términos de financiación conjunta de la deuda que los países miembros están asumiendo para impedir la muerte de sus economías.
·         El espacio común europeo, nacido del Acuerdo de Schengen, ya no existe. Del total de socios, 12 países han vuelto a levantar fronteras al tránsito de mercancías y personas, más allá de que el control de personas entre países sea o no necesario en estos momentos. 
·         El cuestionamiento de la eficacia de la UE para resolver problemas compartidos de los países miembros se incrementará, al evidenciar que ni siquiera existen intereses comunes, con el aumento del euroescepticismo, el repliegue nacionalista dentro de cada país y el incremento de la fuerza de los partidos de ultraderecha.
·         La propuesta, finalmente retirada en las conclusiones de la reunión del pasado jueves de recurrir al MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad), puesto en marcha para el rescate determinados países europeos en la anterior fase de la crisis capitalista, huele de nuevo a austeridad y recortes sociales, ya que se contempla como deuda de los países que pudieran acogerse a él.
·         La desconfianza y los reproches norte-sur, incrementarán las tensiones intercomunitarias, dificultando aún más llegar a acuerdos beneficiosos para el conjunto de las economías de los socios.
·         La sugerencia del Ministro de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra, en el sentido de que la Comisión Europea debiera abrir una investigación a España e Italia para averiguar por qué carecen de margen de maniobra financiero para hacer frente a la crisis del coronavirus y sus consecuencias económicas es una acusación sin precedentes que rompe con la necesaria confianza entre los socios.

Se aprueben las inversiones económicas que se aprueben en las distintas instancias internacionales, y por supuesto nacionales, para mantener la economía y reactivarla cuando la pandemia lo permita, estarán centradas fundamentalmente en ayudar a las empresas y en mucha menor medida a los autónomos, las familias y la clase trabajadora, y esto solo con el objetivo de mantener el consumo para que la maquinaria del capitalismo siga funcionando

Pero esas ayudas para cubrir la deuda privada derivada de las necesidades de financiación de las empresas se transformarán en deuda pública que asumirán los Estados, sea por su papel de prestamistas, como fiduiciarios o como avalistas de las empresas. Y, como muchos de ustedes han experimentado en sus propias carnes, la deuda asumida por los Estados acabarán pagándola los trabajadores y las familias a través del mismo tipo de recetas que se aplicaron en el período anterior de la crisis capitalista (políticas de austeridad, recorte del gasto público, privatizaciones de los servicios públicos, abaratamiento de los despidos, rebajas salariales, impuestos,…)

La fase anterior (2007) de la larga crisis capitalista se resolvió de este modo. Nada, y la correlación de fuerzas en la lucha de clases no hace esperar algo mejor, permite una visión más optimista para el futuro inmediato y a medio plazo que se nos presenta.

En USA el presidente Trump ha ordenado la inyección de 2 billones de euros para mantener viva la economía del país.

De ellos, 500.000 millones, en préstamos garantizados y subvencionados, van dedicados a la ayuda a las grandes empresas y 367.000 millones de dólares para que los pequeños negocios sigan pagando los salarios mientras los trabajadores se ven obligados a quedarse en casa, lo que constituye una forma de apoyar la liquidez de las empresas.

Más allá de otras cifras que estén dedicadas de manera indirecta al mantenimiento económico del sistema y descontando que podamos creer que las ayudas a las familias tienen por objeto salvarlas de la pobreza que se les viene encima y no al sustento del consumo (1.200 dólares a cada ciudadano adulto que cobre menos de 75.000 dólares al año, además de otros 500 por hijo), lo cierto es que las medidas ya aprobadas parecen poco compasivas con la vida humana amenazada por la pandemia que ya se ha cobrado más de 27.000 muertes a nivel mundial.

2.-Los intereses del capitalismo son antagónicos con la lucha por la vida
En mi anterior artículo, al inicio de la pandemia en Europa, señalé que cuando se pusiera en peligro la economía capitalista veríamos con qué rapidez remitiría la alarma social por el coronavirus.

Esta afirmación quisiera matizarla, del mismo modo en que creo que debo revisar mi cuestionamiento del confinamiento como medio de poner coto a la extensión del virus.

Con el crecimiento casi geométrico de la pandemia en España y en otros lugares del mundo, la experiencia de llevar cerca de 2 semanas encerrado en mi propia casa y el sometimiento intensivo y permanente a la información sobre la enfermedad dudo en gran medida de lo corecto de mi crítica de entonces a la necesidad del confinamiento

Del mismo modo, cuestiono mi propia reflexión acerca de la relativización que entonces hice de la importancia de la amenaza del coronavirus, frente a otras enfermedades, ya que la diferencia, fundamental, con ellas es que es nueva y se carece de los remedios médicos probados y eficaces para combatirla, lo que hace que, aunque sea mortal solo en una minoría muy reducida de los casos, su extensión parezca universal e imparable y la posibilidad de morir se convierta en una especie de siniestra lotería.

Creo que la autocrítica es necesaria cuando se ha podido contribuir involuntariamente por irreflexión a que otros adoptasen el mismo punto de vista.

No obstante, mantengo que la reclusión de la población en sus hogares se está convirtiendo en un gran experimento social, en vivo y en directo, sobre el consentimiento y sometimiento de poblaciones enteras a nivel mundial y que esta cuestión puede traer en el futuro gravísimas consecuencias para las libertades y garantías ciudadanas, una vez comprobada la aceptación social.

Y ahora volvamos a la cuestión que entonces señalaba acerca de que si el coronavirus amenazaba gravemente al capitalismo y a la realización de su beneficio, se produciría una reacción que cuestionaría la alarma social generada.

En estos momentos se entrecruzan en el mismo tiempo crecientes medidas de aislamiento social en un número cada vez mayor de países con reacciones que afirman que la gravedad de un hundimiento económico de los países sería peor que la propia enfermedad.  

En el momento presente, no sabemos lo que dirá dentro de unos días, ya que la situación es tan cambiante como las veleidades del presidente Trump en general y en este ahora en particular, la máxima autoridad USA pretende relajar las restricciones al confinamiento y la movilidad de los ciudadanos antes del 12 de Abril, fecha del Domingo de Pascua, mientras los infectados controlados superan ya los 104.000 (el país con más número de afectados) y el número de muertos alcanza los 1.700.
“Perdemos miles de personas cada año por la gripe y nunca hemos cerrado el país. Perdemos mucha más gente en accidentes de automóvil y no los prohibimos. Podemos distanciarnos socialmente, podemos dejar de darnos la mano por un tiempo. Morirá gente. Pero perderemos más gente si sumimos al país en una recesión o una depresión enorme. Miles de suicidios, inestabilidad. No puedes cerrar Estados Unidos, el país más exitoso. La gente puede volver al trabajo y practicar el buen juicio” , ha dicho Donald Trump.

Como poco es discutible su afirmación. No sabemos cuanta gente moriría si la crisis se acentuara por cerrar los sectores productivos no indispensables pero sí sabemos cuanta está muriendo y podemos imaginarnos que mucha más lo hará en adelante, dado que, aunque el coronavirus ha llegado a Estados Unidos más tardíamente, su progresión ha sido geométrica de manera muy rápida.

Por su parte, el vicegobernador de Texas Dan Patrick, de 70 años, ha declarado. “Nadie me ha preguntado si, como persona mayor, estaría dispuesto a arriesgar mi supervivencia para mantener los Estados Unidos que amamos para mis nietos y bisnietos. Si ese es el trato, yo lo acepto”. Ganaría mucho en credibilidad si su oferta fuera acompañada por los hechos.

No nos engañemos, Dan Patrick busca aligerar el coste de las jubilaciones a las empresas que sustentan el sistema de pensiones privadas. Hablamos del capital financiero, muy afectado en la crisis del 2007.

Tanto a él como a Trump hay que agradecerles el descaro y la sinceridad con la que se expresan porque no permiten albergar demasiadas dudas sobre cuál es el valor superior para el capitalismo cuando se trata de elegir entre el beneficio y la vida.

Los viejos son , en medio de esta crisis pandémica, la expresión más acabada de un capitalismo que, tras acabar de exprimir la última gota del esfuerzo humano del trabajo traducido en explotación y plusvalía, se transforman en generadores de beneficio para grandes corporaciones financieras que se enriquecen a costa de la vulnerabilidad humana y la dependencia en residencias en las que el abandono, la soledad, el miedo y la tristeza les cercan en una habitación en la que mueren a cada hora, alejados del mundo en el que habitan el resto de los humanos, como si fueran de otra especie diferente al resto. Un motivo más para reflexionar sobre el capitalismo que nos toma, nos exprime y nos regurgita en la última etapa de la vida. Cuando el coronavirus haya pasado no habrá cambiado, sin embargo, esa realidad que a la inmensa mayoría de la población de las sociedades del capitalismo tardío le espera.

En Brasil, el presidente fascista Bolsonaro calificó de “gripecita” o “resfriadito” el coronavirus, se opuso a las limitaciones de movimientos de la población y al confinamiento, como medio de frenar la virulencia inicial de la crisis pandémica, mientras animaba a continuar con la actividad económica porque, en sus propias palabras, "con la economía quebrada habrá una pérdida de vidas gigantesca"
En consecuencia la crudeza con la que remarcó su falta de empatía hacia el dolor ajeno no pudo expresarse de un modo más cruel: "¿Algunos van a morir? Van a morir. Lo lamento, lo lamento, esa es la vida, es la realidad"


Y para ello recurrió al razonamiento de otras eminencias como el Dr. Steven Woolf, director emérito del Centro de Sociedad y Salud de la Virginia Commonwealth University, del que destaca algunas reflexiones como ésta:
“Los salarios perdidos y los despidos laborales están dejando a muchos trabajadores sin seguro médico y obligando a muchas familias a renunciar a la atención médica y los medicamentos para pagar los alimentos, la vivienda y otras necesidades básicas. Las personas de color y los pobres, que han sufrido durante generaciones con tasas de mortalidad más altas, serán las más afectadas y probablemente las menos ayudadas. Son las amas de casa en los hoteles cerrados y las familias sin opciones cuando se cierra el transporte público. Los trabajadores de bajos ingresos que logran ahorrar el dinero para comprar comestibles y llegar a la tienda pueden encontrar estantes vacíos, dejados por los compradores de pánico con los recursos para el acaparamiento"

Los capitalistas y sus voceros siempre que pueden juegan al solitario (sin discutir con quienes cuestionan su sistema económico) y lo hacen con las cartas marcadas y con trampas para engañar al resto de la sociedad.

Esta preocupación filantrópica que manifiesta Steven Woolf escamotea la realidad de que no es el COVID-19, ni la paralización de la actividad económica los responsables de que un alto porcentaje de trabajadores norteamericanos carezcan de seguros médicos o deban elegir entre medicamentos y alimentos o que existan pobres sino el propio sistema capitalista y, entre ellos, de un modo particularmente desigual el de USA. Es evidente que la paralización de la actividad económica no afectaría por igual a una sociedad socialista que a otra regida por el objetivo de la rentabilidad y que solo medidas que buscasen el dinero donde lo hay, entre las grandes corporaciones y las grandes fortunas, podría disminuir mucho las consecuencias sociales del parón económico pero lo mismo que el gato no se pone a sí mismo el cascabel, el capital no se hace el harakiri.  

Bastaría con señalar la falacia de los argumentos “sanitarios” contrarios a paralizar la actividad productiva no imprescindible para la supervivencia social para desnudar lo que ocultan. El señor Thomas L. Friedman recurre como argumento de autoridad al Doctor David L. Katz, director fundador del Centro de Investigación de Prevención Yale-Griffin financiado por la Universidad de Yale y un experto en salud pública y medicina preventiva, para justificar un confinamiento de solo dos semanas y una vuelta al trabajo posterior a quienes no presentan síntomas:
“Use una estrategia de aislamiento de dos semanas”, respondió Katz. Dígales a todos que básicamente se queden en casa por dos semanas, en lugar de indefinidamente”
Y continúa: “Aquellos que tienen infección sintomática deben aislarse a sí mismos, con o sin pruebas, que es exactamente lo que hacemos con la gripe”, dijo Katz. “A aquellos que no lo hacen, si están en la población de bajo riesgo, se les debe permitir regresar al trabajo o la escuela, después del final de las dos semanas”

Se le “escapa” al señor Katz que la infección no sintomática contagia igual que la sintomática y que en un país que solo ha aplicado los test de coronavirus, como en la gran mayoría de los países, a una parte pequeña de la población, podría haber millones de personas moviéndose libremente como bombas ambulantes. Eso sin contar con que las reinfecciones, aunque escasas, existen.

Otro “bastión ético” del capitalismo práctico, el presidente de la CEOE, señor Garamendi, intenta lograr la cuadratura del círculo afirmando respetar el confinamiento total pero sin paralizar el país:

Sería bueno que el señor Garamendi aclare los conceptos porque da la sensación de que la idea de proteger a las personas no está en su agenda o, al menos no de protegerlas tanto que se ponga en peligro el beneficio empresarial, que parece siempre el meollo del asunto.

Es evidente que hay en marcha a nivel mundial un intento de convencernos –a los trabajadores, que somos los que arriesgamos nuestras vidas- de que existen unos niveles de riesgo vital asumibles –por los que menos ponen en peligro su existencia- con tal de que la maquinaria capitalista no gripe.

Y por si alguno duda de lo que viene después de que el coronavirus haya sido controlado, el señor Garamendi nos lo aclara:
“No entendíamos la derogación de la reforma laboral y ahora todavía la entenderíamos menos. Si en fase de crecimiento era posible a negociar alguna cosa, ahora sería muy complicado. Los ERTEs de ahora es la reforma laboral flexibilizada. Como se toque la reforma laboral y se meta rigidez, conseguirán que los empresarios no puedan salir adelante”

Por cierto, ni el Gobierno Sánchez en su conjunto, ni en particular la señora Ministra de Trabajo, de Unidos Podemos,  Yolanda Díaz pretendían derogarla sino, a lo sumo, darle unos ligeros retoques para consolar a la hinchada progre.

Lo que sí es evidente es que, tras el coronavirus y las medidas económicas aprobadas por el gobierno Sánchez, se acabó cualquier ilusión de gobierno de progreso que pudieran tener los más incautos.

Las medidas económicas que el gobierno español ha probado son ayudas extraordinarias a las empresas y liberación de la presión de los contratos, que pagaremos con dinero público (ERTEs) y que se convertirán en recortes y ataques al gasto público como no hemos conocido ni siquiera en la etapa anterior de la crisis y, para que los trabadores pasen el temporal, pero sólo durante el período de confinamiento, evitar el corte de energía en los hogares, de desahucios por imago de hipotecas o la prórroga de la prestación por desempleo y los subsidios. Luego vendrán las curas de caballo que siempre se han aplicado a los mismos. 

Todos los presidentes y primeros ministros europeos han actuado de un modo muy similar: lentos, cautelosos, como si el coronoavirus fuera un asunto solo de China, luego de Italia, después de España, más tarde de Alemania y Francia, estableciendo restricciones paso a paso, cerrando espacios públicos mientras se dejaban otros, confinando seriamente a poblaciones a la vez que se permitían cientos de vulnerabilidades de las mismas,…

Hay muchas razones que pueden explicar la cautela de los pasos dados: Europa era culturalmente más abierta que China, los países europeos aprecian más la libertad individual que el sentimiento colectivo chino (no es socialismo, inexistente, sino conciencia nacional), si China aisló un territorio concreto por qué cerrar un país, no estábamos preparados para reaccionar ante el coronavirus, viniendo de una experiencia asumida de la gripe,…

Pero hay una razón mucho más de peso. El temor de los gobiernos a paralizar la actividad económica de un país antes de que el descontrol de las cifras de muertos e infectados les obligase a ello porque, sea cuál sea el signo político del gobierno de cada país bajo un sistema económico capitalista, ninguno actúa en primer lugar para proteger la vida, ninguno defiende eso de lo que tanto alardea, la falacia del “bien común” que, bajo el capitalismo es solo el modo de justificar el interés particular bajo la apariencia de un” interés general”.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Puede que también le interese: 
"Coronavirus, intereses de Estado y conspiratontos": https://marat-asaltarloscielos.blogspot.com/2020/04/coronavirus-intereses-de-estado-y.html?showComment=1586006097352#c9013905096031787297

7 de enero de 2020

2020 SE INICIA CON NUEVO GOBIERNO. LA REALIDAD DE LA CLASE TRABAJADORA SEGUIRÁ AUSENTE DEL DISCURSO POLÍTICO


Por Marat

Ya tenemos gobierno. Por una diferencia de 2 votos en el Congreso y a pesar de los sueños húmedos de la “leal oposición” y de la “democrática” prensa “constitucionalista” ("tamayazo" como deseo promovido), a la que sólo le ha faltado acusar de pederasta y violador de ancianas al ahora confirmado presidente. Todo se andará. El PP ya sigue la estela de Aznar cuando estaba en la oposición. Centro-derecha creo que lo llaman.

No es mi gobierno ni mi Presidente. No lo eran antes de formarse, no lo van a ser durante todo su futuro período vigente, del mismo modo que no lo ha sido ninguno de los existentes desde 1977. Todos ellos obedecen al capital y éste ya ha pactado con una parte del mismo (Iberdrola, Bankia, BBVA, La Caixa “et alter”). Sí, de una parte del Ibex 35, la única bestia negra del visir Iglesias, para el que la perversidad del capitalismo se agota en un sector de las más cotizadas de la bolsa y no en unas relaciones sociales de producción que van condenando, cada día un poco más, a crecientes sectores de la clase trabajadora al neoesclavismo.

De momento, entre la progresía de la falsa clase media y de los medios de empalagamiento de dicho ala al servicio de los intereses de la burguesía, ni más ni menos que la cada vez más fascistizada derecha y su Brunete mediática, algo ha ganado Sánchez y su socio principal: el apoyo redoblado de quienes ven en el comportamiento de un Casado que, no es que se haya echado al monte, sino que ya está ordeñando cabras en el Mont Blanc y de un Abascal que, tras pedir cárcel “per tutti”  ante tanto “traidor a España”, sólo le ha faltado gritar “a mí la Legión, fusilen a esos rojos”, la constatación de un falso o ellos o nosotros, cuando no hay ningún grupo en el Parlamento que defienda la destrucción del capitalismo y la lucha por una sociedad socialista. Es fácil caer en la tentación de reforzar lo rechazable, al menos desde una perspectiva de clase, sólo porque los fascistas han entrado en catatonía pistolera ¿Y Arrimadas? Arrimadas sigue siendo muy guapa. Cualquier sentimiento de ofensa por esta acotación por parte del feminismo, como decía un conocido hace muchos años, “me es hidráulico”. Vamos, que me importa entre 0 y nada. Arrimadas es como Rivera pero en robotina y con el disco de Albert rayado desde el hostión electoral de C´s. Tiene menos reflejos para cambiar el paso que un manatí con reuma.

Conocimos ya hace días el acuerdo (“Coalición Progresista” lo llaman sus actores) de PSOE y Podemos. Más allá de las promesas de derogación de los aspectos más lesivos de la Reforma Laboral -la de Rajoy, la que no se aplicó, no la de Zapatero, que es la que el PP puso en práctica. Como en tantas cosas el progrerío engaña a su devoto personal con absoluta desvergüenza y éste lo acepta con entusiasmado autoengaño-, reforma de la Ley Mordaza, subida del salario mínimo y de impuestos a los más ricos y a grandes empresas que pronto olvidarán sus votantes, como es habitual, ante la evidencia de que eran agua de borrajas, quedan cuestiones como la no resolución de la estabilidad del sistema público de pensiones o una solución integral para todos aquellos sectores sociales de las clases subalternas (millones de personas) que se han quedado descolgados de la falsa recuperación económica que ahora se acaba. Para unos y otros parches por cuotas, que es la forma de hacer minería de votos.

Más allá de todo ello, el preámbulo de “Coalición Progresista” PSOE-Podemos en sus aspectos sociales esconde algo que muy poca gente conoce. Es papel mojado.

La introducción a dicho acuerdo es clara. “Los Presupuestos Generales del Estado que se desarrollarán a lo largo de la misma se elaborarán tomando como base este documento y los consensos adquiridos en los últimos tiempos, adaptándolos al nuevo contexto macroeconómico”. ¿Y cuál es el “nuevo contexto macroeconómico”? El de una crisis capitalista que se recrudece en el que la Comisión Europea exige a España nuevos ajustes, en este caso por valor de 9.600 millones de euros.

Pero si la alusión al “nuevo contexto macroeconómico” no les parece a ustedes suficientemente aclaratorio, lean lo relativo al punto 10 del preacuerdo firmado en la primera quincena del pasado noviembre entre Sánchez e Iglesias, previo al acuerdo definitivo de diciembre:  “El Gobierno impulsará políticas sociales y nuevos derechos con arreglo a los acuerdos de responsabilidad fiscal de España con Europa”.

Y aún más, amigos, el visir Iglesias se abre las carnes y se sincera como en el confesionario de GH: “Hemos hecho un programa de Gobierno muy moderado pensando en Europa”. Recuerda a aquello de la autocensura de cuando Franco. Sacarán pecho y dirán que han logrado imponer al PSOE un programa socialdemócrata, todo lo socialdemócrata que le permita el capital europeo y el FMI. Vamos, casi como Tsipras el león de Atenas. O de Walt Disney.

¿Van entendiendo ustedes porqué digo que hay que escindir el término izquierda del concepto comunista? 

¿Recuerdan ustedes cómo empezó aquello cuando la crisis capitalista daba su primer coletazo en el país en 2008? Parecido a ahora. Empezaron por cantidades inferiores –como ahora con la exigencia de ajustes por 9.600 millones de euros- y éstas fueron “in crescendo”. Si no se entiende que bajo el capitalismo el gasto social es gasto improductivo si no genera rentabilidad  para quienes mueven a los títeres políticos de cualquier signo aparentemente distinto es que no se quiere entender que el prometido amejoramiento social es puro bulo.

Las cuentas no salen ahora porque las subidas de impuestos a las rentas más altas y corporaciones arrojarán un saldo menor muy limitado. Menos saldrán en un futuro cuando las advertencias de la Comisión Europea se conviertan en horcas caudinas para el gobierno salido del pacto-carambola y se impongan condiciones drásticas de recortes sociales y ajustes duros.

Cuando esto suceda y las asociaciones empresariales marquen el paso al futuro gobierno exigiendo menores cargas fiscales y laborales, mayor flexibilidad aún para el despido, contratos más a la carta y nuevas políticas de privatización sanitaria, instrumentos puente desde el sistema público de pensiones al privado, etc. veremos cómo el gobierno de progreso nos habla de medidas de transición ecológica, que pagarán los trabajadores, sacará adelante leyes de protección animal y antitaurinas, nuevas leyes de igualdad (entre hombres y mujeres, no entre clases, por favor), de leyes de emprendimiento,…mientras aplica los dictados que el capital le imponga.

No hay cuadratura posible del círculo de la “voluntad política” cuando la crisis capitalista conduce al poder económico a vampirizar las instituciones y la vida social y demuestra palmariamente que la “autonomía de la política” es una falacia dentro de un Estado de clase y hoy más que nunca.

No se trata de la cantinela que canallas e imbéciles gritaban hace años, “no es una crisis, es una estafa”. Es que el capitalismo no puede subsistir sin una ganancia suficiente que le garantice la acumulación necesaria para seguir reproduciéndose.

Las supuestas políticas sociales del gobierno de coalición PSOE-Podemos han necesitado de una investidura con la abstención de ERC y Bildu y el apoyo de PNV que ya ha significado que, más allá o acá de los contenidos reales de los acuerdos para la elección  por los pelos del nuevo gobierno, que dichas cuestiones sociales queden eclipsadas por un rebrote del choque de trenes entre la tribu reaccionaria nacionalista catalana, a medio plazo también posiblemente la vasca, y la española de Atapuerca.

Si les cabe a ustedes alguna duda en lo de Atapuerca, vean el tuit de hace unos días del dipsómano (borracho) nazi, y eurodiputado de VOX, Hermann Tertsch. Por cierto, en los 90 el alundido escribía en El País, un periódico durante tanto tiempo de referencia progre. Como sólo expresaba una incontenible y patológica baba anticomunista debía de resultarles un demócrata a los del ex falangista Polanco. Tan enfermiza esa emisión de hidrofobia que califica de comunistas a Iglesias y Garzón, con lo que lava la cara de dos saltimbanquis políticos y nos ofende a quienes sí somos comunistas y partidarios de la dictadura de clase del proletariado; justo la que le enviaría a él a la jaula de un zoológico junto con los orangutanes de los que no se ha separado familiarmente.  



En la dinámica vigente los progres del PSOE y de Podemos y su miniyó IU entran en un falso juego de pactos, sin contenido real (participación de la población catalana en consulta, que no referéndum y de una ERC que huye hacia adelante para imponerse a la bestia parda del hegemonismo cada vez más étnico del dúo cómico Puigdemont- Torrá), y la España imperial y eterna clama conjurada en Santa Alianza de PP-VOX más los restos del naufragio de C´s, amenazando con encabronar a la sociedad española en una falsa dialéctica amigo-enemigo, en el que la perdedora es la clase trabajadora que no genera discurso propio, ni tiene políticamente quien la escriba. Su realidad quedará enterrada bajo un manto de banderas, exaltaciones tribales y discursos a cuál más disparatado de otras identidades, las líquidas de las mil diversidades. 

En la inmensa ristra de tabernas que jalona el territorio español desde Lugo a Murcia, desde Gerona a Huelva, pasando, cómo no, por ese patio del Monipodio cuñado que es Madrid, se escucha el “quejío” de la bestia tribal, el  regurgitar del odio de todos contra todos y, lo que es peor, el creciente cabreo de los menestrales que necesitan dirigir sus frustraciones cotidianas, mediáticamente performadas por los indecentes voceros del fascio contra otros que seguramente son tan clases subalternas como ellos. Cuando no es así puede ser incluso peor: sectores marginados (menas,…) que sufren el depósito de tales cóleras.

El enfrentamiento político derecha-izquierda en el período del gobierno progre será fundamentalmente el de la cuestión nacional Cataluña-España, enfeudando a progres y a la fauna en extinción de grupúsculos pseudocomunistas, a la derecha reaccionaria y nacionalista catalana y dando a “constitucionalistas” (derecha pura y dura de PP y C´s y fascistas en proceso de VOX), combustible para su cruzada de reconquista patriotera mediante la siembra del odio.

Salvo estallidos derivados de un empeoramiento de la crisis capitalista y de las curas de caballo contra las conquistas de la clase trabajadora que aplique el inestable gobierno de coalición PSOE-Podemos, no veremos aparecer a la cuestión social en el horizonte próximo. Pero ante la falta de organización de clase y de discurso y orientación de las luchas en un sentido anticapitalista, las explosiones tendrán un efecto pasajero.

Por si fuera poco, los meses finales de 2019 nos traen un venturoso 2020 en el que las diversidades entran ya en el colapso diarréico más patético. Un apunte de por dónde podría ir la cosa nos la muestra la creciente inquina entre un sector de las feministas  y otro de los transexuales (estoy convencido de que en uno y otro lado hay personas sensatas que no pueden imponer su sentido común porque no buscan el ruido ni el enfrentamiento) y viceversa. Han abierto la caja de los truenos del todos contra todos en el ya parcelado e hipersegmentado mundo de las diversidades. Unos y otras, otras y unos han decidido utilizar el comodín del género, ese término envenenado en origen, que se retuerce en sus significados a conveniencia de los contendientes, que hoy trae sus coletazos a la bronca más incomprensible, salvo para iniciados, hasta convertir el campo de batalla en microtribus del “a por ell@s”. Acusaciones mutuas, cada cuál más absurda, pero enormemente útiles a los intereses del capital que se frota las manos en este sindiós de estupideces que contribuyen a tapar el discurso de clase. Hay guerras que sólo existen por el interés de ambas partes de mantenerlas, no de una sola. Hay guerras en las que nadie gana, salvo ciertos protagonistas en el mantenimiento del chiringuito en el que viven y en el deseo de adquirir cierta y dudosa notoriedad dentro de círculos concéntricos, cerrados e hiperminoritarios, al expresar sus egos revestidos de argumentación. Hay guerras que enfangan a los contendientes sin que ninguno de ellos salga limpio de las batallas. Hay guerras cuyo mejor destino es no darlas.

Y esperen, porque esta bronca irá a más y pillará por en medio a homosexuales y lesbianas, con los que, en principio no va la trifulca, pero que acabarán por recibir de uno y otro lado. seguramente sin comerlo ni beberlo.

Este tipo de pelea sectaria sólo contribuirá al desprestigio de un movimiento que se había basado en un eje interclasista y de identidades nacidas de lo sexual, a su mengua, al debilitar y romper sus alianzas, y a la desprotección ante el fascismo rampante de personas que han luchado por encontrar el respeto de la sociedad y una vida aceptable para sí mismas.  

Abascal en la tierra y Hayeck, con su ultraliberalismo, desde el infierno se parten el culo de risa.

En fin, que si no les gustó mucho 2019, 2020 se presenta como otro año más en el que las necesidades de la clase trabajadora quedarán pospuestas “sine die”, con la ovejuna complacencia de ella misma.