Consejo Directivo Nacional de COFE. La Cuna del Sol
Declaración de COFE ante las alusiones del Sr. Presidente José Mújica, contra los Funcionarios Públicos. Los funcionarios públicos en Uruguay son más de 200 mil. Al pie de la nota encontrarán el video con entrevista que originó ésta dura respuesta.
La Confederación de Obreros y Funcionarios del Estado (COFE) rechaza las afirmaciones vertidas por el Sr. Presidente de la República José Mújica en entrevista de Mate Amargo donde descalifica y ofende a los Funcionarios Públicos vinculando los problemas del Estado uruguayo a la estabilidad laboral de los trabajadores. Con sus declaraciones divide a los trabajadores, contrapone a públicos y privados, poniendo las conquistas históricas de la clase obrera como responsables del mal funcionamiento del Estado.
Esta declaración no tuvo lugar antes para no alentar susceptibilidades propias de campañas electorales pero, en nuestra obligación de defender el derecho de los trabajadores, se imponen varias puntualizaciones.
Rechazamos enérgicamente las afirmaciones del Sr. Presidente donde apunta que los trabajadores públicos son aliados de la burguesía, y que el capitalismo “en vez de abogados tiene dirigentes sindicales quele defienden el status”. “¡Todavía tiene abogados de garrón!".
Estas declaraciones no sólo son ofensivas para la COFE, sino para el conjunto de la clase obrera uruguaya y para el movimiento sindical que es parte fundamental de las conquistas democráticas del País.
El Sr. Presidente opina que “los derechos del trabajador público terminaron siendo la mayor conquista de la burguesía, porque terminó haciendo un Estado incompetente”. En COFE sostenemos que la mayor conquista de la burguesía es ese Estado moderno, esa “democracia liberal, representativa” que genera la ilusión de un “pacto social entre iguales” (ante la ley y propietarios libres en el mercado) y que lleva a pensar que las decisiones de los agentes económicos libres (bajo instituciones que defienden la propiedad privada) son las más eficientes.
Por el contrario, sabemos que el Estado para decirlo de manera escueta, es una “cristalización institucional” de un pacto de dominación entre desiguales.
En su discurso Ud. contrapone el Estado a los intereses de la burguesía, lo que es un garrafal error, el Estado actual es el Estado burgués, y la gestión política de ese Estado puede o no elegir ejercer una autonomía relativa de los intereses de la burguesía.
Cuando lo hace, se abren alentadores espacios para la lucha de clases y, en ocasiones, los trabajadores amplían el conjunto de sus derechos, estabilidad laboral, salarial, condiciones de trabajo, etc.
Eso es lo que pasó en los momentos del Estado de bienestar, ese que ahora quedó en el olvido, no solo en el Uruguay, y al que Ud. responsabiliza de haberle dado muchos derechos a los trabajadores públicos.
Ud. preside con mucho éxito (a juzgar por el porcentaje de aprobación, que según las encuestas de opinión, tiene de los ciudadanos) esa democracia representativa que tiene fuertes dosis presidencialista.
Democracia, y gestión pública muy aplaudida por la mayoría, a pesar que en los últimos 10 años hizo más de 10 veces más ricos a aquellos que concentran la tierra, pero que también hizo muy rica a la burguesía extranjera que opera en el País, monopolizando buena parte de esa tierra (seguramente no menos de un tercio), pero también las principales empresas exportadoras e importadoras, las que por excelencia extraen de nuestros suelos la sangre que las mantiene rebosantes.
Burguesía que, por si fuera poco, es subsidiada por ese Estado que Ud. comanda, obtiene más del 6% del producto en lo que eufemísticamente se llama “gasto” (o renuncia) fiscal, el doble de lo que le regala el Estado brasileño y el triple de lo que les otorga el Estado argentino; y más de lo que soñamos gastar alguna vez en educación.
¿Será que es incompetente el Estado para los intereses de la burguesía? ¿Serán los trabajadores públicos los enemigos del bienestar? ¿Estará en ese porcentaje de aprobación a su gestión buena parte de la burguesía?
Ud. dice (refiriéndose al Gobierno) "estamos creando empresas públicas de derecho privado porque no podemos reformar el Estado".
Los trabajadores todos, y en particular los públicos, hemos manifestado siempre nuestro interés y aportamos esfuerzo a una reforma del Estado, claro no cualquier reforma del Estado, rechazamos las reformas gerenciales con criterios mercantilistas, y en especial, aquellas que se les niega explícitamente la participación a los trabajadores.
Entonces, no Señor Presidente, el aparato político de la dominación que Ud. preside crea estas empresas que operan en el derecho privado bajo “el pretexto” de hacer más expeditivas las decisiones, pero lo que realmente busca es evadir los controles que el “aparato administrativo” de ese Estado “incompetente” (como le llama) le impone. Esa “burocracia administrativa” que ejecuta las órdenes políticas y garantiza de alguna manera la voluntad de la sociedad y el interés general (los Funcionarios Públicos), puede ser lenta, muchas veces irritante, pero es una garantía para la sociedad. Esas decisiones que a Ud. le parecen más rápidas, más racionales, más competitivas, más modernas tal vez, si se realizan sin los controles públicos generan un caldo de cultivo para la connivencia entre decisiones públicas y privadas, corrupción o decisiones altamente sospechadas, son las que no permiten que la información fluya, o que sea eso, pública, porque supuestamente resguarda los intereses de la competencia capitalista. Ejemplos muchos y conocidos por todos: empresas pasteras, mineras, etc.
Estimado Presidente, sabiendo que Ud. alguna vez fue un enemigo acérrimo de éste orden económico, de esa burguesía que crea desigualdad (el 1% de la población tiene más que 800 mil uruguayos), pero mayormente pobreza extrema y riqueza ofensiva, sabe que “...hay cosas que si no las lleva adelante el Estado no las hace nadie".
Pero ese Estado debe pelear porque las decisiones públicas, las que representan al conjunto social, no la tomen las empresas capitalistas, sino la sociedad.
Es loable y aplaudible que Ud. done su salario para llevar adelante una política de vivienda digna para los más desvalidos; pero sería mejor quizás tener una política de Estado para erradicar la vivienda insalubre basada en la captación de impuestos de esa burguesía subsidiada por su Gobierno.
La decisión suya es humanamente ensalzable, las decisiones de política fiscal son políticamente conservadoras, porque de última son transferencias de los mismos trabajadores (que en este País explican la mayoría de los ingresos fiscales), incluido los Funcionarios Públicos, que financiamos toda la política.
Hace unos días lo escuchábamos en un programa de televisión, allí lo interrogaron sobre el por qué de su “fama internacional”. Ud dijo que quería creer que era por el contenido de sus discursos; cuestión que en parte compartimos.
No obstante, creemos que no debe olvidarse lo que simbólicamente representa para todos los medios (CNN incluida); Ud. hoy es el mejor ejemplo de ese “sueño americano” (que en el norte de América ya no vende tanto) y que dice que "cualquiera puede llegar".
Por eso nuestro País se vende como "más democrático"; pero el valor más importante que ostenta para la ideología capitalista es: "el ser un arrepentido de la guerrilla", eso “ser un arrepentido de la lucha anticapitalista”, es decir, “un derrotado por la ideología capitalista”, como reza el dicho popular que “alguna vez quiso cambiar al mundo y el mundo lo terminó cambiando a usted".
Consejo Directivo Nacional de COFE
ENTREVISTA A JOSÉ MUJICA QUE ORIGINÓ ESTA RESPUESTA:
http://mateamargo.org.uy/index.php
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
Creo de especial interés este artículo para todos aquellos reformistas del "hacer lo posible", "cambiar lo que se pueda", "propuestas y programas realistas", "empezar por lo que se puede hacer y luego ir cambiando el resto", etc, etc. Me refiero, entre otros a la tribu podemita para la que José Mujica es un modelo (franciscano) de coherencia, por esa mezcla de "bonhomía" y "austeridad" que exigen a los políticos y rara vez al capital; a esa gente del llamado "bien común", a los ingenuos y conservadores progres -en su versión más "izquierdista"- para los que el modelo a seguir no es una revolución socialista sino el "sentido común", el "ser decentes" y recuperar las migajas del Estado del Bienestar que les hacían creer que eran clase media, la de los desclasados y desclasantes, la del cortafuegos de cualquier revolución que merezca tal nombre.
Pues bien, ese es Pepe Mujica, el amigo de Obama y del megaespeculador internacional George Soros. La adorada coleta de esos neófitos de la "indignación" de clase media, real o figurada, no llegará ni a remedo conservador del falsario retratado en este texto.
3 de diciembre de 2014
2 de diciembre de 2014
CAMBIOS DECISIVOS EN EL SISTEMA GLOBAL
Entre ilusiones y guerras desesperadas contra el tiempo
Jorge Beinstein. La Haine
El FMI ha informado recientemente que en 2014 a nivel global el primer Producto Bruto Interno (medido a paridad de poder de compra) ya no es el de los Estados Unidos sino el de China. Según esa información en 2014 China representa el 16,4 % del Producto Bruto Mundial contra 16,2 % de los Estados Unidos. En 1980 Estados Unidos representaba el 22,3 % y China solo 2,3 %. En el año 2004 Estados Unidos todavía parecía estar ubicado en una cima difícil de alcanzar con el 20,1 % del Producto Bruto Mundial y China crecía pero llegaba al 9,1 % (menos de la mitad del PBI estadounidense). En diez años más se equilibró la balanza y de acuerdo al pronóstico del FMI la diferencia a favor de China aumentará en los próximos años.
Los datos suministrados por el FMI muestran no solo la expansión china sino también (principalmente) la declinación de los Estados Unidos cuyo poderío económico relativo global fue retrocediendo año tras año desde el inicio del siglo actual. La respuesta de su élite dirigente fue seguir con el proceso de financiarización que la había encumbrado al mismo tiempo que degradaba al sistema industrial y acumulaba deudas mientras que para proteger y prolongar sus privilegios parasitando sobre el resto del mundo exacerbó su tendencia militarista. Lo que se había iniciado en la última etapa del gobierno de Clinton se agravó con la llegada de George W. Bush y lo hizo aún más bajo la presidencia de Obama . Las guerras se fueron sucediendo y extendiendo, la crisis financiera de 2008 no calmó la euforia belicista, por el contrario la acentuó y las bajas tasas de crecimiento productivo que siguieron, las amenazas de default, el aumento de la marginalidad social, las pérdidas de mercados externos y otras calamidades dejaron vía libre al autismo imperial. Nos encontramos ante la reacción desesperada de un sistema drogado embarcado en una loca fuga hacia adelante, los lobos de Wall Street convergen con los militares hitlerianos de la OTAN al timón de un inmenso Titanic que alberga al conjunto del G5 (Estados Unidos+Alemania+Francia+Japón+Inglaterra).
No se trata solo de China superando a los Estados Unidos, siguiendo los datos del FMI en 2014 el BRICS ha alcanzado al G5 (cada uno representa aproximadamente el 30 % del Producto Bruto Mundial) y lo estaría superando en 2015.
El militarismo es asumido por la clase dominante norteamericana como la “solución” a sus problemas buscando así someter a sus aliados-vasallos de la OTAN, acorralar a Rusia y a China, sumergir en el caos a países de todos los continentes y así tomar posesión de una amplia variedad de recursos naturales de la periferia, desde el petróleo y el gas hasta llegar al coltan, al litio o al oro. Esa andanada de agresiones comienza a transformarse en un superboomerang que golpea a la cabeza del imperio acosado por deudas y amenazas inflacionarias y recesivas.
Por otra parte no hay desacople, la Unión Europea y Japón se hunden junto a su amo. Tampoco se salvan los capitalismos “emergentes” de la periferia y aunque a corto plazo sacan ventajas del debilitamiento del centro del mundo a mediano plazo esos países van quedando atrapados en la decadencia global. Sus principales clientes comerciales son precisamente las economías capitalistas centrales declinantes mientras que la trama financiera (equivalente a veinte veces el Producto Bruto Mundial) envuelve a todas las burguesías centrales y periféricas, neoliberales y estatizantes, pobres y ricas.
Tanto Rusia como China seguidas por un amplio espectro de países periféricos han conseguido gracias a los controles e intervenciones económicas de sus estados preservar durante un cierto tiempo sus mercados internos y sus estructuras productivas, pero las economías de China, India y Brasil se desaceleran y en consecuencia se aceleran sus contradicciones internas y Rusia ya ha entrado en recesión (suave por ahora).
El viejo centro del mundo en torno del G5 apura su decadencia amenazando imponer el mayor desastre civilizacional y ecológico de la historia en tanto que sus oponentes periféricos buscan resistir a una avalancha que los desborda. Tratan de integrarse pero ocurre que cada potencia emergente ha basado su prosperidad reciente en las demandas de los mercados centrales en crisis que a través de complejas arquitecturas financieras y comerciales pudieron mantener en funcionamiento sus economías inundando al planeta con dólares sobrevaluados que les permitían comprar producciones periféricas a bajo costo. Pero ahora y en el futuro previsible para seguir funcionando (en realidad para prolongar su agonía) necesitan bajar aún más los costos periféricos hasta llevar el proceso al nivel de saqueo. Por su parte los periféricos no pueden prescindir de esos mercados centrales, no tienen como remplazarlos completamente ni a corto ni a mediano plazo.
Un horizonte de guerras y crisis se va instalando de manera irresistible.
Asistimos actualmente a una doble carrera contra el tiempo. En primer lugar la de Occidente y Japón que buscan someter en unos pocos años al resto del mundo para saquear sus recursos naturales y exprimir velozmente lo que reste de sus mercados internos. Sus estrategas consideran que de ese modo podrían reducir los costos de sus empresas, preservar sus ganancias y sostener a los mercados internos imperiales o por lo menos desacelerar su declinación. Aunque el logro de esas metas choca con resistencias periféricas (estatales y populares) que el Imperio no ha podido hasta ahora anular, además su decadencia económica y política reduce año tras año la eficacia de dichos proyectos.
Por su parte los capitalismos emergentes también desarrollan una guerra contra el tiempo aunque a un plazo más largo que se va acortando. En torno del BRICS, las integraciones eurasiáticas, latinoamericanas, etc. buscan desarrollar mercados comunes que remplacen a los mercados occidentales declinantes generando de ese modo una dinámica capaz de salvarlos del desastre global motorizado por Occidente e incluso arrastrando a este último más adelante hacia una nueva prosperidad. Pero esa ilusión enfrenta problemas de casi imposible solución. Los emergentes periféricos necesitan tiempo para reconvertirse y adaptarse a los mercados de reemplazo internos y externos, si los capitalismos centrales se derrumban a corto plazo los emergentes sufrirán el impacto de esa retracción y entrarán en un período de crisis explosivas. Para que los capitalismos centrales no se derrumben a corto plazo prolongando una suerte de declinación controlada sería necesario que los mismos preserven sus privilegios monetarios (hegemonía del dólar) y comerciales pero eso solo es posible a costa de la estabilidad económica y política de los capitalismos emergentes. Doblegando a Rusia, China, Irán y sus aliados y amigos periféricos podrían entonces saquear libremente al conjunto de la periferia. Occidente lograría una suerte de aterrizaje suave con lo que el planeta ingresaría en una era de decadencia general prolongada.
Dicho de otra manera: para no caer los emergentes necesitan que Occidente demore, desacelere su caída y para que ello ocurra Occidente necesita saquear a la periferia, hacer caer a los emergentes. De todos modos si Occidente llega a tener éxito y sumerge en el caos al resto del mundo seguramente ese caos provocará el quiebre de sus propias sociedades.
En realidad ambas carreras contra el tiempo tienden a converger en un proceso común de crisis, sus ritmos diferenciados de desaceleración del crecimiento económico comienzan a acercarse, (Brasil y Rusia por ejemplo se estancan actualmente igual que Inglaterra o Japón) integrándose a un espacio universal de crisis políticas, financieras, militares, sociales, locales, regionales, etc., es decir a la trama compleja de la decadencia del capitalismo como sistema mundial. Las esperanzas de superación de la crisis desde el interior del sistema se van diluyendo, Occidente no recupera sus glorias definitivamente perdidas y desde la periferia no llega la regeneración, el rejuvenecimiento del capitalismo.
Algunos años antes de la Comuna de París Proudhon describía a la Francia decadente de su tiempo de la siguiente manera: “Todas la tradiciones están gastadas, todas las creencias anuladas, en cambio el nuevo programa no aparece, no está en la conciencia del pueblo, de ahí lo que yo llamo 'la disolución'. Es el momento más atroz en la existencia de las sociedades”[1]. Como sabemos unos pocos años después, desde lo más profundo del desastre emergió la Comuna de París (1871), insurgencia efímera pero decisiva que iluminó las rebeliones del siglo XX.
El horizonte negro que nos ofrece esta civilización contrasta con la increíble vitalidad demográfica, tecnológica y social en general que demuestra la humanidad lo que anuncia choques, confrontaciones, alternativas que deberían ir más allá de los límites deteriorados del sistema.
Jorge Beinstein. La Haine
El FMI ha informado recientemente que en 2014 a nivel global el primer Producto Bruto Interno (medido a paridad de poder de compra) ya no es el de los Estados Unidos sino el de China. Según esa información en 2014 China representa el 16,4 % del Producto Bruto Mundial contra 16,2 % de los Estados Unidos. En 1980 Estados Unidos representaba el 22,3 % y China solo 2,3 %. En el año 2004 Estados Unidos todavía parecía estar ubicado en una cima difícil de alcanzar con el 20,1 % del Producto Bruto Mundial y China crecía pero llegaba al 9,1 % (menos de la mitad del PBI estadounidense). En diez años más se equilibró la balanza y de acuerdo al pronóstico del FMI la diferencia a favor de China aumentará en los próximos años.
Los datos suministrados por el FMI muestran no solo la expansión china sino también (principalmente) la declinación de los Estados Unidos cuyo poderío económico relativo global fue retrocediendo año tras año desde el inicio del siglo actual. La respuesta de su élite dirigente fue seguir con el proceso de financiarización que la había encumbrado al mismo tiempo que degradaba al sistema industrial y acumulaba deudas mientras que para proteger y prolongar sus privilegios parasitando sobre el resto del mundo exacerbó su tendencia militarista. Lo que se había iniciado en la última etapa del gobierno de Clinton se agravó con la llegada de George W. Bush y lo hizo aún más bajo la presidencia de Obama . Las guerras se fueron sucediendo y extendiendo, la crisis financiera de 2008 no calmó la euforia belicista, por el contrario la acentuó y las bajas tasas de crecimiento productivo que siguieron, las amenazas de default, el aumento de la marginalidad social, las pérdidas de mercados externos y otras calamidades dejaron vía libre al autismo imperial. Nos encontramos ante la reacción desesperada de un sistema drogado embarcado en una loca fuga hacia adelante, los lobos de Wall Street convergen con los militares hitlerianos de la OTAN al timón de un inmenso Titanic que alberga al conjunto del G5 (Estados Unidos+Alemania+Francia+Japón+Inglaterra).
No se trata solo de China superando a los Estados Unidos, siguiendo los datos del FMI en 2014 el BRICS ha alcanzado al G5 (cada uno representa aproximadamente el 30 % del Producto Bruto Mundial) y lo estaría superando en 2015.
El militarismo es asumido por la clase dominante norteamericana como la “solución” a sus problemas buscando así someter a sus aliados-vasallos de la OTAN, acorralar a Rusia y a China, sumergir en el caos a países de todos los continentes y así tomar posesión de una amplia variedad de recursos naturales de la periferia, desde el petróleo y el gas hasta llegar al coltan, al litio o al oro. Esa andanada de agresiones comienza a transformarse en un superboomerang que golpea a la cabeza del imperio acosado por deudas y amenazas inflacionarias y recesivas.
Por otra parte no hay desacople, la Unión Europea y Japón se hunden junto a su amo. Tampoco se salvan los capitalismos “emergentes” de la periferia y aunque a corto plazo sacan ventajas del debilitamiento del centro del mundo a mediano plazo esos países van quedando atrapados en la decadencia global. Sus principales clientes comerciales son precisamente las economías capitalistas centrales declinantes mientras que la trama financiera (equivalente a veinte veces el Producto Bruto Mundial) envuelve a todas las burguesías centrales y periféricas, neoliberales y estatizantes, pobres y ricas.
Tanto Rusia como China seguidas por un amplio espectro de países periféricos han conseguido gracias a los controles e intervenciones económicas de sus estados preservar durante un cierto tiempo sus mercados internos y sus estructuras productivas, pero las economías de China, India y Brasil se desaceleran y en consecuencia se aceleran sus contradicciones internas y Rusia ya ha entrado en recesión (suave por ahora).
El viejo centro del mundo en torno del G5 apura su decadencia amenazando imponer el mayor desastre civilizacional y ecológico de la historia en tanto que sus oponentes periféricos buscan resistir a una avalancha que los desborda. Tratan de integrarse pero ocurre que cada potencia emergente ha basado su prosperidad reciente en las demandas de los mercados centrales en crisis que a través de complejas arquitecturas financieras y comerciales pudieron mantener en funcionamiento sus economías inundando al planeta con dólares sobrevaluados que les permitían comprar producciones periféricas a bajo costo. Pero ahora y en el futuro previsible para seguir funcionando (en realidad para prolongar su agonía) necesitan bajar aún más los costos periféricos hasta llevar el proceso al nivel de saqueo. Por su parte los periféricos no pueden prescindir de esos mercados centrales, no tienen como remplazarlos completamente ni a corto ni a mediano plazo.
Un horizonte de guerras y crisis se va instalando de manera irresistible.
Asistimos actualmente a una doble carrera contra el tiempo. En primer lugar la de Occidente y Japón que buscan someter en unos pocos años al resto del mundo para saquear sus recursos naturales y exprimir velozmente lo que reste de sus mercados internos. Sus estrategas consideran que de ese modo podrían reducir los costos de sus empresas, preservar sus ganancias y sostener a los mercados internos imperiales o por lo menos desacelerar su declinación. Aunque el logro de esas metas choca con resistencias periféricas (estatales y populares) que el Imperio no ha podido hasta ahora anular, además su decadencia económica y política reduce año tras año la eficacia de dichos proyectos.
Por su parte los capitalismos emergentes también desarrollan una guerra contra el tiempo aunque a un plazo más largo que se va acortando. En torno del BRICS, las integraciones eurasiáticas, latinoamericanas, etc. buscan desarrollar mercados comunes que remplacen a los mercados occidentales declinantes generando de ese modo una dinámica capaz de salvarlos del desastre global motorizado por Occidente e incluso arrastrando a este último más adelante hacia una nueva prosperidad. Pero esa ilusión enfrenta problemas de casi imposible solución. Los emergentes periféricos necesitan tiempo para reconvertirse y adaptarse a los mercados de reemplazo internos y externos, si los capitalismos centrales se derrumban a corto plazo los emergentes sufrirán el impacto de esa retracción y entrarán en un período de crisis explosivas. Para que los capitalismos centrales no se derrumben a corto plazo prolongando una suerte de declinación controlada sería necesario que los mismos preserven sus privilegios monetarios (hegemonía del dólar) y comerciales pero eso solo es posible a costa de la estabilidad económica y política de los capitalismos emergentes. Doblegando a Rusia, China, Irán y sus aliados y amigos periféricos podrían entonces saquear libremente al conjunto de la periferia. Occidente lograría una suerte de aterrizaje suave con lo que el planeta ingresaría en una era de decadencia general prolongada.
Dicho de otra manera: para no caer los emergentes necesitan que Occidente demore, desacelere su caída y para que ello ocurra Occidente necesita saquear a la periferia, hacer caer a los emergentes. De todos modos si Occidente llega a tener éxito y sumerge en el caos al resto del mundo seguramente ese caos provocará el quiebre de sus propias sociedades.
En realidad ambas carreras contra el tiempo tienden a converger en un proceso común de crisis, sus ritmos diferenciados de desaceleración del crecimiento económico comienzan a acercarse, (Brasil y Rusia por ejemplo se estancan actualmente igual que Inglaterra o Japón) integrándose a un espacio universal de crisis políticas, financieras, militares, sociales, locales, regionales, etc., es decir a la trama compleja de la decadencia del capitalismo como sistema mundial. Las esperanzas de superación de la crisis desde el interior del sistema se van diluyendo, Occidente no recupera sus glorias definitivamente perdidas y desde la periferia no llega la regeneración, el rejuvenecimiento del capitalismo.
Algunos años antes de la Comuna de París Proudhon describía a la Francia decadente de su tiempo de la siguiente manera: “Todas la tradiciones están gastadas, todas las creencias anuladas, en cambio el nuevo programa no aparece, no está en la conciencia del pueblo, de ahí lo que yo llamo 'la disolución'. Es el momento más atroz en la existencia de las sociedades”[1]. Como sabemos unos pocos años después, desde lo más profundo del desastre emergió la Comuna de París (1871), insurgencia efímera pero decisiva que iluminó las rebeliones del siglo XX.
El horizonte negro que nos ofrece esta civilización contrasta con la increíble vitalidad demográfica, tecnológica y social en general que demuestra la humanidad lo que anuncia choques, confrontaciones, alternativas que deberían ir más allá de los límites deteriorados del sistema.
[1] Citado en Pierre Olivier, “La Commune”,Ch.1, Gallimard,Paris,1939.
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