11 de agosto de 2016

DESCRÉDITO DE LOS THINK TANKS DE EEUU: CABILDEROS DE TRANSNACIONALES, SEGÚN NYT

Alfredo Jalife-Rahme. alfredojalife.com

Quienes ignoran la profundidad de los íntimos lazos pecuniarios en Estados Unidos (EEUU) entre sus transnacionales y sus no lucrativos think tankssacralizados –pretenciosos centros oraculares de pensamiento con máscara académica– se suelen postrar al estilo reptil ante sus hallazgos que, en realidad, están cocinados de antemano debido a la obligada orientación ideológica de los espurios donativos de sus interesados benefactores.

Inside Job, documental laureado con un Oscar, ya había demolido a los seudoacadémicos economistas de altas polendas, lubricados por los banksters de Wall Street, quienes habían ocultado la gravedad de la crisis financiera que estalló en 2008 (https://goo.gl/Uy63gm).

NYT y The New England Center for Investigative Reporting publicaron una reciente serie de dos artículos sobre el flagrante conflicto de intereses entre los think tanks y las transnacionales de EU (http://goo.gl/Q9KQ4n).

Del primer artículo, Hannah Gold hace una espléndida síntesis: los “ think tanks promueven agendas de las transnacionales a cambio de donativos” (http://goo.gl/0d5ulC).

Los donativos están exentos de impuestos y, al final de cuentas, los think tanksconstituyen unos vulgares cabilderos (lobistas), para no decir proxenetas ideológicos, que padecen la hipoteca mental de las contribuciones envenenadas de vulgar compraventa.

La investigación se centró en los “lazos financieros entre la Brookings Institution, próspero think tank con sede en Washington, y la empresa Lennar, una de las mayores constructoras de casas de EEUU.

A cambio de su validación (sic) pública del proyecto de bienes raíces en San Francisco, Brookings recibió 400.000 dólares de Lennar como donativos.

No se salvan los otros think tanks como AEI, CSIS y Atlantic Concil (lubricada por Fedex), en temas tan variados como ventas de armas a países foráneos, comercio internacional, manejo de sistemas de autopistas (sic) y desarrollos inmobiliarios cuando a menudo se han vuelto vehículos para la influencia de las transnacionales y sus campañas mercadotécnicas, rezuma Hannah Gold.

La senadora Elizabeth Warren inculpa que las transnacionales gigantes invierten pocas decenas de millones de dólares a cambio de influir en los resultados en Washington con los que descuelgan miles de millones de dólares, lo que pone en la picota la narrativa de los ejecutivos de los think tanks, los cuales alegan que su investigación es objetiva y académica (sic).

Otros donadores de Brookings son el mayor banco estadounidense, JP Morgan Chase (con la mayor contribución histórica), KKR (http://goo.gl/C1Orvn) –firma israelí-estadounidense global de inversiones manejada por el ex director de la CIA general David Petraeus.

Llama la atención que la investigación se haya concentrado solamente en las lubricaciones deshonestas de Brookings donde aparecen 90 empresas: desde Alcoa, pasando por General Electric, hasta el banco Wells Fargo.

Nada casualmente NYT exime de su escrutinio a los pletóricos think tanks israelí-estadounidenses vinculados a Aipac y que traslapan sus intereses con los otros 1.835 centros de EEUU.

En su segunda entrega (http://goo.gl/1KMQvo), NYT desnuda a los seudoinvestigadores de 75 think tanks y su papel dual, quienes han trabajado simultáneamente (sic) como cabilderos registrados, miembros de los consejos de administración de las transnacionales y consultores foráneos en litigios y en disputas de regulación, que tienen por objetivo ayudar a reconfigurar la política del gobierno.

Resalta el israelí-estadounidense Roger Zakheim, del think tank AEI y cabildero del Pentágono para Northrop Grumman, vinculado a BlackRock (http://goo.gl/QAElJH) y, sobre todo, hijo del siniestro rabino (literal) y anterior contralor del Pentágono Dov Shlomo Zakheim –del grupo de los Vulcanos de Condy Rice, ex asesora de Seguridad Nacional de Baby Bush (http://goo.gl/P5dJNC)–, quien fue imputado de haber birlado la estratosférica suma de 2.3 billones de dólares (http://goo.gl/uHOlc0). ¡Ya robarle al Pentágono!

Dejo en el tintero la perturbadora entrega del NYT de hace dos años “Las potencias extranjeras compran influencia en los think tanks” (http://goo.gl/j2eiX5).

El portal The Best Schools selecciona a los “50 más importantes think tanks de EU” (http://goo.gl/33Zm3e), donde aparecen en forma forzada los polémicos Human Rights Watch (http://goo.gl/0yt02f) y Open Society Foundation (http://goo.gl/vQ1ZjW), teledirigidos por el cruel megaespeculador con máscara de filántropo George Soros, presunto hombre de paja de los banqueros esclavistas Rothschild.

Expongo el mapa de Muckety de algunos de los más influyentes think tanks de EU: Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés), vinculado al antimexicano ITAM (http://goo.gl/4b225j) y a bancos, petroleras, aseguradoras, vendedoras de armas, farmaceúticas, Reserva Federal, etcétera; Center for Strategic and International Studies (CSIS) (http://goo.gl/gZKV9c), donde brillan Kissinger y Brzezinski, ex asesores de Seguridad Nacional, además de Bill Gates, General Electric, Ford, Banco Mundial etcétera; American Enterprise Institute (AEI), ligado al ex vicepresidente Dick Cheney, los neoconservadores straussianos y Obama (http://goo.gl/38DZDF); CATO Institute (http://goo.gl/Y1wwXz); RAND Corporation, ligada a la Fundación Rockefeller, y al que los rusos colocan en el primer sitial (http://goo.gl/zCO8aN); Aspen Institute, muy activo en el “México neoliberal itamita”, donde destacan Google y Bloomberg (http://goo.gl/oJXEkz); Brookings Institution, donde destellan AT&T y Microsoft (http://goo.gl/bYnBRb); Belfer Center for Science and International Affairs, vinculado a Harvard y al secretario del Pentágono Ashton Carter (http://goo.gl/YjWGGY); Heritage Foun­dation, ligado a Searle y al feroz comentarista Sean Hannity, de Fox News (http://goo.gl/a2dDyG); Center for American Progress, donde brillan Soros, Bank of America, Deloitte, Northrop, Walmart, Facebook, Time, Coca Cola, Apple, Visa y Blackstone (http://goo.gl/o1t7kv); Woodrow Wilson Center (http://goo.gl/bq3A19); Hoover Institution (http://goo.gl/ArxYPL); Carnegie Endowment for International Peace, vinculado a ExxonMobil, Chevron, BP, Pentágono, Departamento de Estado, Departamento de Energía, General Motors (http://goo.gl/7b2TIS), y Atlantic Council (http://goo.gl/ZbJBV6).

Los think tanks del “México neoliberal itamita” que alaba EEUU por convenir a los intereses unilaterales de sus transnacionales –Comexi, Ceesp, IMCO, Cidac, Transparencia (sic) Mexicana (un seudópodo de la CIA, según Red Voltaire:(http://goo.gl/uum8BR): ¡todos los que promovieron la entrega del petróleo a las empresas anglosajonas!– son de carcajada y no resisten el análisis: guetos de propaganda barata de la plutocracia local/israelí/estadounidense. ¿Cuáles son los criterios de (s)elección? ¡Sepa Dios!

Obvio: no aparecen los centros de la UNAM ni la UAM ni el Poli, donde están concentrados los máximos pensadores del México profundo.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Quizá con este artículo se entiendan mejor mis afirmaciones acerca de cómo la corrupción en determinados países aparece en índices más bajos que en otros en los listados del ranking mundial de percepción percibida de Transparencia Internacional (de la que conviene saber quiénes son sus financistas). Sencillamente porque sus Estados, como es el caso de EEUU la han legalizado a través de legislaciones sobre lobbies.


Por cierto, en España los partidos emergentes están en ese proyecto.

8 de agosto de 2016

BALADA TRISTE DEL NOSTÁLGICO Y DEL PRÓFUGO DE SU ENTORNO POLÍTICO INMEDIATO

Por Marat

Hace mucho tiempo que los observo y, por más que entiendo sus mecanismos psicológicos, los veo cada vez más como extraterrestres del mundo en el que viven.

Encapsulados en la burbuja de su “verdad”, parecen ajenos al dolor social más próximo. No creo que, de verdad, sea eso lo que les pasa; al menos no conscientemente para quienes dicen indignarse con la injusticia, la desigualdad, la opresión y la explotación. Pero da la impresión de que éstas les cogen siempre demasiado lejos en el tiempo y/o en el espacio.

Su distancia, en mi opinión, obedece a una renuncia consciente o inconsciente a intervenir en la realidad social, económica y política de su propio país y, más en concreto, de allí dónde viven -el barrio- o trabaja -la empresa- porque consideran muy difícil o inútil el hacerlo. No es raro escucharles el discurso de que la gente está adocenada, de que los obreros no tienen conciencia de clase -qué gran descubrimiento hacen- o de que “aquí la gente no despierta ni a tiros”. Olvidan que la primera obligación de quien quiere cambiar el mundo es precisamente centrar la mayor parte de su acción en el lugar y el momento en el que están y contribuir a elevar la conciencia de clase a quienes no la tienen.

Tanto los que continuamente alaban los tiempos pasados y perdidos como aquellos solidarios con toda causa que esté a miles de kms de sus casas comparten una misma actitud: el escapismo de quienes se sienten impotentes para cambiar la realidad.

Unos han convertido sus esperanzas y creencias en algo muerto, de tanto acudir al museo de la historia, olvidando el presente. Otros, dejan a los próximos de su misma clase social al desamparo del sistema económico en el que viven, al mirar mucho más lejos del entorno en el que se encuentran.

No se trata en absoluto de ignorar la conexión entre pasado y presente. El propio Marx afirmaba esa relación

La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos.” (Karl Marx. “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. Capítulo I)

Tampoco se trata de desconocer que lo local y lo internacional se dan la mano en un único mundo capitalista e imperialista. Mucho antes de que la mundialización se hubiese puesto de moda, “El manifiesto comunista” proclamaba: “Proletarios de todo el mundo [o de todos los países, según traducción y preferencias], uníos”

Pero ningún revolucionario debiera ignorar que jamás atraerá para su causa a nadie -y estos son siempre quienes tenemos en nuestro entorno más próximo y forman parte de los vivos, no de los muertos, ni de los del porvenir-, si no está dispuesto a compartir sus problemas, sus necesidades y reivindicaciones inmediatas, que son las que le afligen, para elevar su conciencia más allá de la inmediatez y de sí mismos. Ningún explotado ni despojado de sus derechos sentirá apego o interés por la condena que nadie haga del imperialismo que arma al yihadismo en Siria, Libia o Irak, si quien difunde sus denuncias no centra la mayor parte de sus lucha junto al que tiene más cerca, sencillamente porque le estará mostrando un absoluto desprecio por su realidad.

Del mismo modo, centrarse de modo casi exclusivo en la defensa de lo que fueron las realizaciones de los países socialistas, en denunciar las conspiraciones que contra ellos existieron o en defender una coalición política que está muerta por méritos propios y ajenos, sirve para constituirse en guardián de las esencias del museo, pero sirve de muy poco cuando a su vez no hay compromiso con la creación de la alternativa al capitalismo hoy, con la lucha política concreta o con crear organización para esa lucha.

No estaría de más que los defensores de las realizaciones -que las hubo y enormes- de lo que algunos llaman “civilización socialista” tengan en cuenta que ya hay una generación que nació años después de la caída de la URSS y que pronto serán dos. Por mucho empeño que pongan en limpiar de polvo y paja la basura que sobre aquellos sistemas echó la propaganda capitalista, no lograrán más que convencer a los previamente convencidos, si no son capaces de poner en primer lugar la defensa de las condiciones de vida y el rechazo a la explotación del conjunto de la clase trabajadora y especialmente frente a la enajenación que los nuevos flautistas transversales de Hamelín les han producido con su empalagosa música de sonrisas, corazones y negación de las clases sociales y la lucha de clases. Pero eso, repito de nuevo, exige propuesta, proyecto y organización para aquí y, aunque no para el ahora, si ir poniendo las piedras hoy. Y dejarse de mirar con lágrimas en los ojos a un ayer que no volverá en la forma en la que lo conocimos. Ese es el homenaje y la fidelidad al ayer. Trabajar desde lo que nos afecta hoy para lograr lo que fue válido del pasado. Y dejar de relamerse morbosamente en las heridas, buscando reafirmarse y refugiarse en una comunidad de soldados derrotados. Es hora de construir porque el resto son pamplinas que, pretendiendo ser revolucionarias, acaban siendo reaccionarias al negarse a hacer la primera tarea de todo antiimperialista en su propio país: trabajar para romper la cadena que une a éste al sistema imperial.

Y por último, insisto para que se me entienda y no se manipulen mis palabras. No se trata de dejar de defender las causas solidarias por la soberanía de los pueblos contra el imperialismo y sus esbirros, sea en Siria, el Donbass o en Libia, por poner sólo tres ejemplos, ni de olvidar lo que significó la Unión Soviética como conquista de derechos para la clase trabajadora y de esperanza para tantos desheredados de la tierra -esas son responsabilidades que un marxista no debe abandonar-, sino de reordenar el peso que ha de dar a cada cosa un militante revolucionario. Mientras algunos claman por la nostalgia y el internacionalismo 24 horas al día -en redes sociales-, me temo que no le dedican ni media a luchar junto a su clase y en su país por los derechos de esta. Y ello, vuelvo a decir, exige construcción de proyecto, recuperación de tejido de lucha y organización para llevarla a cabo. Por difícil que parezca, y tentador en consecuencia el dedicarse a otros menesteres en su lugar, la tarea principal es esa. El resto, cuando se olvida ésta, monsergas.

2 de agosto de 2016

SE DISPARA LA TASA DE MORTALIDAD DE LA POBLACIÓN BLANCA EN EEUU

Cas Madrid

"Muertes por desesperación", el drama de los blancos de mediana edad en EEUU

La tasa de mortalidad de hombres y mujeres blancos de edad media con nivel bajo de educación se ha disparado en EEUU en los últimos 15 años un 22 % por abuso de alcohol, opiáceos y suicidios, en una tendencia bautizada como "muerte por desesperación" vinculada a problemas económicos.

En una conferencia en el centro de estudios Brookings de Washington, Anne Case, economista de la Universidad de Princeton que ha dedicado años a investigar ese alza en muertes de hombres y mujeres de raza blanca entre 45 y 54 años con sólo estudios secundarios, subrayó esta semana que, en comparación, mortalidad entre hispanos y afroamericanos ha registrado un suave declive.

"Es un mundo en el que la gente que está muriendo no debería estar muriendo", afirmó Angus Deaton, premio Nobel de Economía de 2015 y profesor de Princeton, en la misma charla en la que acompañó a Case.

El prestigioso economista precisó la cifra en 96.000 muertes al año y agregó que es de un rango "solo comparable a la epidemia de SIDA/HIV de 1980 y principios de 1990".

Deaton y Case, que están casados, elaboraron las conclusiones de un reciente estudio académico publicado en la revista especializada "Proceedings of the National Academy of Sciences" que ha recabado notable atención mediática.

Esa atención se debe a las implicaciones sobre políticas públicas y el posible reflejo de los problemas económicos que enfrenta esta categoría demográfica debido a la pérdida de trabajos que exigen baja formación ante las presiones de la globalización.

En concreto, las muertes de los blancos de entre 45 y 54 años y baja formación entre 1999 y 2013 subieron en 134,4 casos, y se ubicaron en 415 muertes por 100.000 habitantes.

Entre negros e hispanos, se registró un sostenido descenso de esos casos en el mismo periodo.

Además, apuntó Case, las enfermedades detrás de estos fallecimientos no fueron las habituales, como la diabetes o los problemas cardíacos.

"El alza en la mortalidad se debe a una epidemia de suicidios y afecciones derivadas de abuso de sustancias como insuficiencia hepática (cirrosis) y sobredosis de opiáceos y calmantes. Es lo que llamamos muertes por desesperación", remarcó.

Estas características llevaron a los economistas a preguntarse cuáles podrían ser las causas tras este sorprendente auge en un grupo tan específico y plantearon la posibilidad de que tuviese relación con la creciente inseguridad económica y la frustración por el empeoramiento de su calidad de vida.

"Tras la ralentización en la productividad a comienzos de la década de 1970, y con la ampliación de la desigualdad de ingresos, muchos de la generación de 'babyboomers' (nacidos en 1946 y 1964) son los primeros en encontrar, a mitad de su vida, que no van a vivir mejor que sus padres", afirman Case y Deaton en el estudio.

Para Case, otro elemento que se añade al puzzle es que esta crisis económica y de pérdida de empleos no es algo exclusivo de EEUU, ya que es un proceso con réplicas en otros países avanzados como es el caso de Europa.

"Sin embargo", remarcó la experta, "no vemos una tendencia comparable en la tasa de mortalidad en otros países. Parece un proceso únicamente estadounidense".

Aunque reconoció que existen aún muchas incógnitas, la economista aventuró dos posibles factores de esta divergencia.

Por un lado, la más endeble red de seguridad social en EEUU frente a los sistemas más robustos al otro lado del Atlántico.

Y, por otro, el fácil acceso a potentes fármacos altamente adictivos de origen opiáceo en el país norteamericano que desemboca en sobredosis.


1 de agosto de 2016

FRANCIA: EL NEOLIBERALISMO Y LA LUCHA DE CLASES

Maciek Wisniewski. La Jornada

El neoliberalismo nació como un “proyecto de clase” (D. Harvey dixit). Un proyecto de clases altas que ante la caída de los niveles de ganancia desde las décadas de los 60 y 70 querían suprimir a los trabajadores y revertir esta tendencia desmantelando todo lo colectivo y social organizado.

Desde sus inicios fue una “guerra de clases desde arriba”. Para tapar su verdadera naturaleza se ideó toda una campaña de simulaciones ideológicas. Los neoliberales, como los “nuevos conquistadores del mercado” de los que escribía alguna vez J. Berger –que son básicamente los mismos–, “invertían los signos y falseaban las direcciones para confundir a la gente” (Hold everything dear, 2008, p. 122).

Las divisiones de clases y su lucha ya son cosas del pasado”, decían; “las únicas divisiones que importan ahora son las ‘identitarias”. Así –secundados intelectualmente por algunos post-marxistas– buscaban despolitizar lo público y dejar a los trabajadores confundidos y aferrados a las únicas identidades “disponibles”: étnica, nacional y religiosa.

Una cosa bastante astuta en medio de una guerra de clases, ¿no?

En Francia, como en otros países, fue una narrativa que abrazó no solo la derecha –y de la que en la misma medida que de sus raíces protofascistas se nutre la xenofobia del Frente Nacional (FN)–, sino también los “socialistas” (PS) e incluso la izquierda “radical” (PG).

Lo mismo pasó con el trabajo. “El trabajo ya es cosa del pasado”, decían los neoliberales –secundados intelectualmente por algunos post-marxistas– y “ya no importa tanto”, cuando en realidad estaban obsesionados con él y con la idea de flexibilizar su “rígido marco legislativo” (“factory legislation”, de la que hablaba Marx en El capital).

Una cosa bastante astuta en medio del despliegue de un brutal rollback hacia los trabajadores, ¿no?

Una vez consumado el golpe en Chile –un paradigmático caso de la “diseminación” del neoliberalismo mediante el shock–, Pinochet impuso a los trabajadores chilenos un represivo Código de Trabajo que –entre otros– daba prioridad a los acuerdos laborales y salariales por empresa sobre los tradicionales, por sectores.

Más de 40 años después en Francia, Hollande –en una maniobra digna de volverse otro paradigma neoliberal– acaba de hacer lo mismo. Los acuerdos por empresa y la nueva primacía del contrato particular por encima de la vieja ley general son puntos centrales de la ya aprobada (Libération, 21/7/16) “reforma” de Loi Travail (la ley El Khomri).

Sus críticos –con razón– hablan de “la inversión de la jerarquía de normas”.

Hasta ahora eran los trabajadores los que –gracias a los acuerdos “paritarios” que establecían estándares mínimos en cada sector productivo– tenían una ligera ventaja en la relación laboral.

La “reforma” del gobierno “socialista” cambia este balance a favor de los empresarios. Siguiendo la vieja ideología neoliberal de que “la causa de los problemas en la economía (‘falta de competitividad’, desempleo) es la ‘sobreprotección’ de los trabajadores, que ‘distorsiona’ el funcionamiento ‘natural’ del mercado”, le da más poder al capital.

El poder de individualizar las relaciones laborales y a atomizar a los trabajadores. El poder de realizar su sueño principal: que no haya nada más frente a él que “entes desnudos”, sujetos a una competencia voraz y una profunda inseguridad.

Contra sus supuestos fines, la “reforma” no viene a “combatir al desempleo”. Viene a “asentarse” en él. Es pieza clave en un modelo de control social que, haciéndose de la existencia de un vasto “ejército industrial de reserva”, domestica a los trabajadores mediante su precarización y sustituye la solidaridad gremial por el miedo individual (al despido arbitrario, a la rebaja salarial, al aumento de horas de trabajo).

Francia hasta ahora era un caso atípico en la constelación neoliberal.

Si bien desde los 80 sus tecnócratas –los “socialistas” (¡sic!) como Delors o Chavranski– eran los principales “arquitectos” detrás del desmantelamiento del “modelo social” de la UE, las mismas “reformas” en Francia avanzaban con menos vigor (pero avanzaban).

Aun así, a ojos de algunos –sobre todo a raíz de la crisis– el país, en comparación con sus vecinos, destacaba como “un (mal) ejemplo de conservación de privilegios sociales retrógrados” y/o “un peligroso caso de falta de ‘ajuste a la globalización’ que ya ocasionaba en un caos” –¡sic!– (The Guardian, 27/5/16).

Las élites europeas y francesas decidieron que “ya no había de otra”: “reformar” o “reformar” la Loi Travail, apremiando al dúo Hollande/Valls a “mantenerse firmes hasta el final”.

Así, de manera tardía, pero con estilo, Francia –y en particular su gobierno “socialista”– llegó a merecer su propio capítulo en La doctrina del shock (2007), el clásico de N. Klein, junto con casos como los de Chile o Polonia:

Por retomar de Sarkozy el “giro securitario” que desde hace unos años marca la creciente “despotización de la política” y “autoritarización del neoliberalismo” (S. Kouvelakis dixit) y plasmarlo en “estado de emergencia” que a lo largo de los meses no sirvió para prevenir ataques terroristas (Niza, Rouen, etcétera), sino para proteger al gobierno y sus políticas criminalizando a los oponentes a la ley El Khomri.

Por un impecable, creativo y combinado uso de violencia, miedo y “shock” para empujar la “reforma”: desde la brutal represión policial, uso de la “amenaza terrorista” para desmovilizar protestas, hasta mandarla a la Asamblea Nacional para su aprobación final... cuatro días después de la masacre en Niza (¡sic!).

Por confirmar por enésima vez que el neoliberalismo no necesita de la democracia y hará todo para saltársela: allí está el triple (¡super-sic!) uso del artículo 49.3 de la Constitución que –al no contar con una mayoría necesaria– le permitió al gobierno aprobar la “reforma” por decreto (¡sic!), sin debate ni voto parlamentario.

¿Y la lucha de clases? Sólo dos mensajes. Uno para la izquierda: allí está. ¡Articularla! (por si se olvidaron).

Otro para los neoliberales disgustados hoy con el auge del FN, pero que ayer la silenciaban, confundiendo a los trabajadores, precarizándolos, empobreciendo y durmiendo con cuentos “identitarios”, hasta el grado de que muchos ya solo saben identificarse con el lenguaje neo-fascista: cosechan lo que sembraron.


28 de julio de 2016

MARXISMO BÁSICO: DISTINGUIR ENTRE VALOR Y RIQUEZA

Rolando Astarita. rolandoastarita.wordpress.com

En más de una oportunidad, dando clase en la UBA, me encontré con alumnos que están convencidos de que, de acuerdo a la teoría de Marx, la riqueza depende del valor producido. También muchos marxistas parecen participar de esta idea. Sin embargo, Marx (también Ricardo) es muy claro al distinguir entre valor y riqueza. De hecho, no encuentro que ninguna de las personas que confunden valor y riqueza, pueda citar algún pasaje de El Capital (o de los Principios de Economía Política y tributación) que diga que la riqueza depende del valor. ¿En dónde se origina entonces esta tesis, que se ha expandido en Argentina? Hasta donde alcanza mi conocimiento, el lío lo ha metido el profesor Juan Iñigo Carrera. Por ejemplo, escribe:

.… el PIB a precios constantes se limita a reflejar de manera gruesa la evolución seguida por la producción material realizada en el país. Es, en el mejor de los casos, un indicador de la escala que tiene la producción de valores de uso en una economía. Pero, como sabemos, en las sociedades donde impera el modo de producción capitalista, la riqueza presenta una forma social general muy distinta a la de ser un mero cúmulo de valores de uso. Aquí, la riqueza tiene la forma social general de ser una masa de valor. O dicho más groseramente, nadie es más rico simplemente porque produzca más; su riqueza depende también del valor unitario relativo de lo que produzca>“¿Qué crisis?”, Razón y Revolución, Nº 9, 2002, pp. 3 y 4, énfasis añadido)”.

Como puede verse, Iñigo Carrera afirma que la riqueza depende (en el sentido de identidad, esto es, si no se produce más valor, no hay más riqueza) del valor unitario relativo de lo que se produce. Considero que es un error pensar que esto pueda tener algo que ver con la teoría del valor trabajo. Veamos el asunto con algún detalle.

Valor de uso, riqueza y valor en Marx
Apenas iniciado el capítulo 1 de El Capital, Marx escribe: “Los valores de uso constituyen el contenido material de la riqueza, sea cual sea la forma social de esta. En la forma de sociedad que hemos de examinar [donde predomina el modo de producción capitalista], son a su vez portadores materiales de valor de cambio” (pp. 44-5, Siglo XXI). Dos cuestiones a remarcar: primero, los valores de uso “son los que verdaderamente integran la riqueza material” (además de El Capital, véase, por ejemplo, la Crítica del Programa de Gotha). En segundo lugar, el valor es la forma social  que adquiere el valor de uso –o sea, la riqueza material- en la sociedad capitalista. Por eso, solo al precio de confundir contenido material y forma social se puede decir que la magnitud de la riqueza puede medirse por el valor.

La realidad es que la fuente de la riqueza material es tanto la naturaleza como el trabajo, en su carácter de trabajo concreto. Por eso dice Marx que el trabajo “no es la fuente única de los valores de uso que produce, de la riqueza material” (p. 53); también en Contribución: “Es un error decir que el trabajo, en cuanto produce valores de uso, es la única fuente de la riqueza que ha producido, es decir, de la riqueza material” (p. 19). En cambio, la fuente del valor es el trabajo en tanto trabajo abstracto, o sea, en tanto gasto humano de energía: “Todo trabajo es, por un lado, gasto de fuerza humana de trabajo en sentido fisiológico, y es en esta condición de trabajo humano abstractamente humano, como constituye el valor de la mercancía” (p. 57). Dicho de otra manera, el trabajo del sastre produce valor no en tanto trabajo sastreril (o sea, en su determinación material como actividad productiva) “sino como trabajo abstracto general, el cual pertenece a un contexto social que no ha enhebrado el sastre”. Contribución a la crítica de la Economía Política, Siglo XXI, p. 19).

Esta distinción entre trabajo concreto y trabajo abstracto permite, a su vez, entender que con el aumento de la productividad del trabajo se pueda incrementar la riqueza material, sin que aumente el valor. Lo explica Marx: “… supongamos que el trabajo necesario para la producción de una chaqueta se duplica, o bien que disminuye a la mitad. En el primero de los casos una chaqueta valdrá tanto como antes dos; en el segundo, dos de esas prendas valdrán lo que antes una… En sí y para sí, una cantidad mayor de valor de uso constituirá una riqueza material mayor; dos chaquetas, más riqueza que una". No obstante, a la masa creciente de riqueza material puede corresponder una reducción simultánea de su magnitud de valor". Este movimiento antitético deriva del carácter bifacético del trabajo”. Por eso, y en tanto la fuerza productiva “es siempre fuerza productiva de trabajo útil, concreto”, un cambio en la fuerza productiva del trabajo “en nada afecta el trabajo representado en el valor” (pp. 56-7; énfasis añadido). Por eso la riqueza real de la sociedad y la posibilidad de ampliar constantemente el proceso de su reproducción dependen de la productividad del trabajo y de las condiciones más o menos fecundas en que este se lleva a cabo (véase, por ejemplo, El Capital, t. 3, p. 1044).

Por otra parte, Marx se refiere al oro como “la existencia material de la riqueza abstracta”, o “el representante material de la riqueza material” (Contribución… p. 113), en tanto “es directamente convertible en el objeto de cualquier necesidad”. Esto es, “en su carácter metálico puro contiene, oculta, toda la riqueza material desplegada del mundo de las mercancías”. Lo cual también significa que en la medida en que aumenta la productividad, y por ende baja el valor individual de las mercancías, aumenta la riqueza. Por ejemplo, supongamos que x cantidad de oro permite adquirir 2 A; supongamos luego que se duplica la productividad del trabajo aplicado a producir A, de manera que la misma cantidad x de oro permite adquirir ahora 4 A. El oro es convertible en mayor cantidad de objetos A, que constituyen la riqueza material. El incremento de la riqueza se ve entonces tanto en el aumento de la cantidad de valores de uso A, como en el poder de adquisición del oro.

Interludio: Ricardo sobre riqueza y valor, y Say
A pesar de que Ricardo no hizo el análisis del doble carácter del trabajo, distinguió sin embargo entre valor y riqueza. En los Principios, y en una formulación muy similar a la que vimos en Marx, escribe: “… la riqueza difiere esencialmente del valor, ya que este depende no de la abundancia sino de la facilidad o dificultad de la producción. El trabajo de un millón de hombres en la industria producirá siempre el mismo valor, pero no siempre la misma riqueza” (p. 205). También: “… dos países que poseen precisamente la misma cantidad de todas las cosas necesarias y comodidades de vida son igualmente ricos, pero el valor de sus riquezas respectivas depende de la relativa facilidad o dificultad con que fueron producidas” (Principios, FCE, p. 208).

La cuestión tiene, por supuesto, consecuencias sobre la teoría del valor, como observa Ricardo en crítica a Say. Es que si se mide la riqueza (o sea, la masa de valores de uso) por el valor, se debe concluir que la medida de la utilidad es el valor. Con lo cual llegaríamos a la tesis, que defendía Say, de que las cosas son valiosas en la medida en que tienen utilidad (véase Principios… pp. 209-210).

Marx sobre riqueza, valor y las contradicciones del capitalismo
La distinción entre valor y riqueza es esencial para comprender el carácter inherentemente contradictorio del desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo. Es que el medio –desarrollo de la producción de valores de uso- entra en constante conflicto con el objetivo, la valorización del capital (véase Marx, El Capital, t. 3, p. 321). Esto es, el valor de uso y el valor, se desarrollan de forma contradictoria. Pero es imposible entender la contradicción si se pone un signo igual entre los polos contradictorios. Y esta distinción entre producción de riqueza y generación de valor, a su vez, es esencial para entender el carácter antagónico de la producción capitalista:a medida que se desarrollan las fuerzas productivas se incrementa la acumulación de riqueza burguesa en un polo, y miseria, trabajo enajenado o embrutecedor, ignorancia, en el otro. Para ponerlo con un ejemplo, si el aumento de la fuerza productiva del trabajo permite duplicar la producción de A, y si ese incremento en bienes materiales va a parar a manos de la clase capitalista, habrá aumentado la distancia entre la riqueza apropiada por la clase capitalista en relación a la que posee la clase trabajadora, independientemente de que el valor de A haya bajado a la mitad. Es la base de la tesis de Marx sobre que, a medida que se desarrolla la acumulación capitalista aumenta la polarización social.

Es entonces en este sentido -esto es, de relación contradictoria- que se puede decir que la producción de riqueza depende del valor: si peligra, o no se produce, la valorización del capital, se frena y retrocede la producción de riqueza material. Pero eso no significa que la magnitud de la riqueza material (o sea, la producción de valores de uso) se mida por la producción de valor.

Estamos al nivel de los conceptos elementales. Por supuesto, muchas personas pueden discrepar con la teoría de Marx; pero en ese caso, hay que decirlo claramente, y no pretender hacer pasar gato por liebre, como reza el dicho. No hay forma de hacerle decir a El Capital que la riqueza se mide por la producción del valor. La lectura de cualquier texto –clásico, o no- exige un mínimo de rigurosidad.

Ya en una entrada anterior sostuve que en el fundamento de mis diferencias con el profesor está el concepto de valor: según Marx, el valor es una categoría social, no individual (véase aquí). Pero es un error todavía más básico, si se quiere, confundir valor y riqueza. Y lo más lamentable es que el error se ha instalado en muchos sectores de la izquierda, incluso más allá del marxismo.

26 de julio de 2016

LO (NO) DICHO SOBRE POKÉMON GO

¡Cuidado al cruzar la calle, figura!
Agustín Vargas. Página12

Quiérase o no, Pokémon Go ya está entre nosotros a pesar de que aún no esté disponible en Argentina. Las redes sociales lo ponen en el centro de la escena y los medios lo cubren como si fuera un acontecimiento. El juego para móviles desarrollado por Niantic Inc. y distribuido por Nintendo hace su aporte a la marca nacida en Japón con un negocio millonario, donde el principal atractivo está dado por el uso de la Realidad Aumentada y el GPS, exigiéndoles a los usuarios salir a la calle para buscar, capturar, luchar e intercambiar criaturas virtuales.
No tan solo. Suele formar parte del sentido común que el jugar un videojuego es una práctica íntegramente solitaria. El auge de las consolas a fines del siglo pasado pareció sentenciar esta concepción al estar éstas emplazadas dentro del hogar. Así, el jugar a un videojuego sería algo lúdico realizado bajo paredes; sería una práctica privada. Sin embargo, muchos posibilitaron una relación virtual o física mediante la modalidad multijugador. Además, cuando un jugador juega de manera solitaria, también podría hacerlo pensando en un otro (la competencia llevaría el jugar a una cuestión de ejercitar para mejorar distintas cualidades que luego serían puestas en juego con otras personas).
Por el contrario, se han diseñado muchas consolas transportables, y fue una de éstas la que propició el nacimiento de la franquicia japonesa Pókemon, hace ya veinte años. La saga comenzó como un videojuego RPG para la plataforma Game Boy, donde se proponía recorrer un universo ficticio con el propósito de capturar distintas criaturas fantásticas. Si bien la mayor parte del tiempo estaba destinado a jugarse en solitario, el Cable Link hizo posible que los jugadores pudieran conectar sus consolas y así intercambiar pokemones o competir entre ellos.
Como toda franquicia moderna y su trasnarratividad característica, pronto afloró un animé –en nuestro país hizo que Pokémon sea masivo–, además de películas, nuevos videojuegos y un juego de cartas coleccionables. Éste último sigue siendo popular en sectores sociales con un poder adquisitivo medio y alto, a tal punto que se realizan convenciones donde los jugadores se reúnen y compiten con sus propios mazos. Pokémon Go se ha nutrido de estas prácticas sociales; está pensado como un juego que se comparte de manera lúdica con otros. Además, es de suponer que con el paso de los días exponga su faceta colaborativa-colectiva (ya hay sitios donde cada usuario puede indicar en un mapa qué pokémon capturó en un determinado lugar).
La ciudad y el jugador. La posibilidad de relacionarse con otros usuarios no parecería ser la mayor novedad, pero sí lo sería el modo en que el juego permite pensar nuevas apropiaciones y transformaciones del espacio geométrico (la ciudad) en espacio de juego. Pokémon Go hace que los usuarios deban dirigirse –o apuntar sus celulares– hacia ciertos lugares para obtener elementos esenciales del juego. La mayoría de los puntos, estas pokeparadas, son museos, bares, parques y hasta comisarías. Otra característica del juego es que obliga a los jugadores a recorrer una cantidad determinada de kilómetros si desean progresar.
Se ha reiterado que la aplicación permite que los usuarios se acerquen a ciertos lugares a los que de otra manera no lo harían. Efectivamente el videojuego obliga a ir a lugares preestablecidos, pero lo que debería entrar en consideración es el cambio de significación o lecturas que se hace de éstos (invita a la reflexión el hecho de que autoridades del Museo de Auschwitz en Polonia y del Holocausto de Washington solicitaron que supriman estos lugares del mapa del juego por considerar que ocasiona “prácticas fuera de lugar”). Estaríamos ante un peatón devenido en jugador, donde el mapa de la ciudad –GPS y Google Maps de por medio– pasaría a ser un mapa ficcional. Ambos mundos coexistirían.
Un negocio millonario. Es difícil saber por cuánto tiempo se mantendrá el éxito del juego. Lo cierto es que cualquiera que cuente en su móvil o tablet con el sistema operativo Android o iOS puede descargar la aplicación de manera gratuita. Lo que pretende ser un componente democratizador no dejaría de ser una fachada, poniendo la menor cantidad de obstáculos posibles para lograr que la aplicación se masifique y así mejorar su cotización e incrementar su patrimonio (a la semana del lanzamiento, la aplicación superó en uso a Twitter e Instagram, y Nintendo duplicó el valor de sus acciones). A esto debe sumarse el hecho de que se incentiva al usuario a realizar compras una vez instalada la aplicación para que adquiera ciertos elementos del mundo del videojuego.
Sin embargo, el principal negocio parecería pasar por los puntos patrocinados: al obligar a los jugadores a dirigirse a determinados lugares, las multinacionales dieron el primer paso para estar incluidas en tales puntos. Así, en Japón McDonald’s convirtió sus establecimientos de comida rápida en lugares especiales para los jugadores de la aplicación. Por su parte, y aunque guarde relación con un fenómeno ya conocido en la sociedad, no debe dejar de considerarse la extracción de datos que hace la aplicación sobre sus usuarios, principalmente vinculados a Google, a tal extremo que el director de cine Oliver Stone diga que Pokémon Go “sería parte de una cultura más larga de capitalismo de vigilancia”.
Realidad “mejorada”. Curioso es el término que le fue asignado a una de las tecnologías –quizá la más importante– de las que se nutre Pokémon Go: la Realidad Aumentada (RA), necesaria para visualizar los pokemones en la pantalla del celular a través de la cámara. Según la Real Academia Española, una de las definiciones de “aumentar” es la de “dar mayor extensión, número o materia a algo”. De este modo, la RA no es otra cosa que una alteración de lo real; añade información virtual a una información física preexistente, con la finalidad –o la presunción– de ver de manera mejor, divertida, apartándonos del mundo rudimentario, aburrido al que asistiríamos diariamente. Pero por más que parezca algo cínico, y podrían atribuirse componentes ideológicos, la RA está presente y Pokémon Go la dejó entrever de un modo particular: la imagen de una muchedumbre que corre desesperada puede guardar relación con Niza, donde un ataque terrorista causa pánico entre los franceses, o puede remitirnos al Central Park, donde jóvenes y familias corren en masa y sin apartar su vista de los celulares para capturar una criatura ficticia.
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Seguramente se incremente el número de imbéciles que serán atropellados al cruzar una calle por ir enajenados en su propio pedo mental mientras le dan onanísticamente con el dedo al jueguecito. Ya está pasando con el uso del móvil actualmente. Y sin necesidad de Pokémons. Imaginen con él. Pero sarna con gusto...

22 de julio de 2016

¿DONALD O HILLARY, HILLARY O DONALD?

Atilio Borón. Página12

Estos días, después de la nominación de Donald Trump como candidato por el Partido Republicano, varios medios me preguntaron quién sería más conveniente para América latina, si él o Hillary Clinton. Mi respuesta: ninguno de los dos, porque lo que importan no son tanto las personas como la alianza social a quien ellos representan. Y esta alianza es la “burguesía imperial” o el “complejo militar-industrial-financiero”, al cual ambos responden, si bien con características idiosincráticas propias. Por eso creo que la pregunta está mal formulada. Ningún presidente de Estados Unidos se ha apartado, desde George Washington hasta aquí, de las premisas fundantes que guían las relaciones hemisféricas y que condenan a nuestros países a la condición de inertes satélites del centro imperial: (a) mantener América latina y el Caribe como el “patio trasero” de Estados Unidos que no admite la intromisión de terceras potencias (Doctrina Monroe, 1823); (b) fomentar la desunión y la discordia entre los países del área y oponerse con total intransigencia ante cualquier proceso de integración o unificación (por eso, Washington sabotea a la Unasur, a la Celac, también al Mercosur, y ni hablemos del Alba-TCP, Petrocaribe, Banco del Sur o Telesur. Esta política arranca desde los tiempos del Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826 y continúa hasta hoy); (c) el tristemente célebre “corolario de (Theodore) Roosevelt”, de 1904, en el que Estados Unidos se arroga el derecho a intervenir en los países del área cuando sus gobiernos sean “incapaces de mantener el orden dentro de sus fronteras y no se comporten con una justa consideración hacia sus obligaciones con el extranjero.” Y más adelante prosigue diciendo que “siempre es posible que las acciones ofensivas hacia esta nación (Estados Unidos) o hacia los ciudadanos de esta nación (eufemismo por empresas norteamericanas) de algunos Estados incapaces de mantener el orden entre su gente, incapaces de asegurar la justicia hacia los extranjeros que la tratan bien, pudieran llevarnos a adoptar acciones para proteger nuestros derechos; pero tales acciones no se adoptarían con miras a una agresión territorial y serían adoptadas sólo con una extrema aversión y cuando se haya hecho evidente que cualquier otro recurso ha sido agotado”.

Fieles a estas premisas, no tiene sentido alguno preguntarse si Trump o Clinton serían más convenientes para América latina. Quizá podríamos especular sobre quién sería menos malo. En tal caso creo que entre estas dos malas personas, inmorales y corruptas, tal vez la menos dañina podría ser Hillary, pero nada más que eso. Ella y Trump representan, con ligeros matices, lo mismo: la dictadura “legal” del gran capital en Estados Unidos. Trump es más impredecible y esto no necesariamente sería malo. Hasta podría despegarse ocasionalmente del “complejo militar-industrial-financiero”, pero su compañero de fórmula –un cristiano evangélico de ultraderecha– es un troglodita impresentable. Hillary es muy predecible, pero su record como secretaria de Estado en la administración Obama es terrible. Recuérdese, entre muchas otras cosas, la carcajada con que recibió la noticia del linchamiento de Muammar El Gadaffi, gesto moralmente inmundo si los hay. Como senadora se consagró como una descarada lobbista de Wall Street, del complejo militar-industrial y del Estado de Israel. América latina no puede esperar nada bueno de ningún gobierno de Estados Unidos, como lo ha demostrado la historia a lo largo de más de dos siglos. Puede, ocasionalmente, aparecer algún presidente que marginalmente pueda producir situaciones puntualmente favorables para nuestros países, como ha sido el caso de James Carter y su política de derechos humanos, concebida para hostigar a la Unión Soviética e Irán pero que, indirectamente, sirvió para debilitar las dictaduras genocidas de los años setenta. Pero nada más que eso. Nosotros tenemos que forjar la unidad de nuestros pueblos, como lo querían Artigas, Bolívar y San Martín en los albores de las luchas por nuestra independencia. No tenemos nada bueno que esperar de los ocupantes de la Casa Blanca cualquiera sea el color de su piel o su procedencia partidaria.