7 de abril de 2017

LO QUE NO TE CUENTAN LOS “PROGRES” CUANDO HABLAN DE LA RENTA BÁSICA UNIVERSAL

Por Marat

1.-De repente, desde todos los rincones se empezó a hablar de Renta Básica Universal
Hasta hace bien poco el debate sobre la Renta Básica Universal (a partir de ahora RBU) se hallaba limitado a determinados sectores de la “izquierda”, esa que desde sus evoluciones ideológicas, a la que algunos hemos dado en llamar los “progres”, sus publicaciones, ciertos ámbitos más o menos académicos y poco más.

Cierto que en algún momento el debate se hizo mucho más amplio y alcanzó a gran parte de los medios de comunicación de masas -ya no tan de masas como hace algunos años- porque Podemos, el partido que emergió con fuerza en las elecciones europeas de 2014, lo presentó como uno de sus temas estrella en su programa de entonces. Y el impacto alcanzado desde entonces por dicho partido le dio el impulso necesario para convertirse durante un breve período en una cuestión de moda mediática, sobre todo porque los medios masivos y los partidos de la derecha lo desecharon como utópico y fiscalmente insostenible. Pero como Podemos pronto lo abandonó, para sustituirla por una Renta Garantizada, ya no Universal -intentar seguir el número de cambios programáticos de este partido sí que es, no una utopía sino una quimera- el interés de los medios y partidos por el concepto decayó de nuevo, volviendo a quedar reducido a un ámbito poco más amplio del que tenía primero.

Pero, de pronto, en las últimas semanas el asunto de la RBU ha vuelto a ser un tema recurrente y ampliamente tratado por los medios de masas y no por algún ignoto éxito de comunicación “progre”, aunque no faltarán intentos por parte de este sector “ideológico” de reivindicar la paternidad de dicho “éxito”, sino por algo que tiene mucha más notoriedad. La Cumbre de Davos (el Foro Económico Mundial) de 2017, esa especie de asamblea anual que reúne a los principales líderes económicos y políticos mundiales, junto con sus pléyade de intelectuales y expertos a sueldo, ha decidido apadrinar esta cuestión, considerándola como una medida necesaria, aplicable y quizá inevitable. Scott Santens, fundador del Economic Security Project expuso la idea en la web oficial del Foro Económico Mundial. No sé a ustedes, pero a mí que la crème de la crème del capitalismo mundial se vuelva, de repente, tan generoso me escama y es el motivo por el que he querido compartir con ustedes este artículo que ahora escribo.

Quizá debamos comenzar por tratar de ver más allá en cuanto a lo que realmente hay detrás de la RBU y por explorar la orientación político-ideológica de sus diferentes promotores.

2.-¿Qué hay detrás de la RBU?
Los diferentes partidarios de la RBU destacan de ella la necesidad de dotar a los “ciudadanos” (la población en general) de un ingreso permanente que haga frente tanto al desempleo crónico y estructural como a la desaparición de millones de empleos en los próximos años por efecto de la digitalización y la robotización. Según un estudio conjunto de Citibank y la Universidad de Oxford, el 57% de los empleos en los países de la OCDE puede desaparecer en los próximos años

La RBU se presenta así como una apuesta contra la pobreza, tanto de quienes sufren la lacra del desempleo como de quienes no la sufren pero tienen unos empleos con salarios que les sumen en la pobreza.

Sus defensores insisten en la eficacia de la medida por ser un ingreso que se recibe “ex ante” y no “ex post”, como hasta ahora los diversos subsidios contra el desempleo, así como otras ayudas y prestaciones, a cuya gestión pública se acusa de ineficaz, burocrática y condicionada a una serie de requisitos, con el fin de comprobar que los destinatarios de los mismos son realmente quienes los necesitan. El Estado actuaría como proveedor de la RBU y sustituiría a dichos subsidios.

Pero, además de presentarse como un medio para combatir la pobreza, se alude a la RBU como un medio para garantizar la libertad de la gran mayoría de la población porque, en palabras de uno de sus más conocidos defensores, Daniel Raventós, “quien no tiene la existencia material garantizada no es libre”. De este modo, el individuo cobra autonomía porque se hace responsable de su propia vida y del uso que haga de esa renta.

Es importante señalar que la RB sería, para sus postulantes, Universal, por cuanto la recibirían todas las personas, desde que nacen hasta que mueren. El objetivo sería extender la RBU para todos los habitantes del mundo. En palabras del historiador Rutger Bregman, uno de sus promotores, autor de “Utopía para realistas”, donde da a conocer esta forma de prestación universal, “la obtendrían todos: ricos y pobres”

Así mismo es individual, pues la recibe cada persona, independientemente de que sea hombre, mujer o niño, si bien en diferente cuantía según su edad. No está ligada, por tanto a un hogar o núcleo familiar. Es igualmente independiente del estado civil o de las propiedades e ingresos que tengan otros miembros de la familia del beneficiario.

Según el sector “progresista” de los promotores de la RBU, está sería incondicional; es decir, que se recibiría sin depender de condiciones previas, tales como aceptar o no un empleo remunerado u otras cuestiones. También será independiente de tener o no empleo, ingresos, ahorros o propiedades, sean éstas en la cuantía que sean. No obstante, entre su corriente de derecha, a la que más tarde me referiré, hay quienes plantean esta prestación como posible complemento a otros ingresos de la ligados al salario o al autoemprendimiento de la personas. Ello afecta, en la práctica, la incondicionalidad de la RBU.

Derivado de lo anterior, cabe extraerse que no existe un acuerdo entre la comunidad de partidarios y promotores de la RBU en cuanto a que el carácter de ésta sea suficiente para permitir mantener por sí mismo un nivel de vida digno. Para los “progresistas” debe serlo pero no parece que sea así para los sectores más declaradamente liberales y conservadores.

No voy a entrar en el debate sobre la viabilidad financiera o no de la RBU porque eso me llevaría a jugar en campo ajeno, debatiendo no de los presupuestos políticos subyacentes en la misma sino de otra cuestión muy distinta -lo que hay detrás de la propuesta de la RBU-, que quienes son partidarios de aquella no parecen estar tan interesados en discutir de un modo abierto y claro.

Pero, aunque no voy a debatir sobre si es posible o no mantener la sostenibilidad financiera de la renta básica, sí quiero entrar en la idea de ahorro de los subsidios tildados de ineficaces para combatir la pobreza y de burocratizados en su gestión.

Los señores Raventós, Arcarons y Torrents, en un artículo titulado “La renta básica incondicional y cómo se puede financiar. Comentarios a los amigos y enemigos de la propuesta”, publicado en Sin Permiso, de la que el señor Raventós es uno de sus más destacados responsables, y en el blog de la Red de Renta Básica, apuntan algunas vías sobre cómo financiarla. Me detendré en la primera de ellas.

En el cuadro 1 de dicho artículo presentan un conjunto de prestaciones o subsidios, bajo el epígrafe de Ahorros. Luego entenderemos porque lo denominan así. Incluyen, entre otros, los siguientes subsidios:
  • Pensiones
  • Prestaciones de desempleo
  • Subsidios de exclusión social
  • Becas
  • Subsidios y ayudas a la familia
  • Subsidios y ayudas a la vivienda
  • Clases pasivas del Estado
Junto con otros conceptos que no se exponen por ser de cuantía menor, el montante total en este cuadro es de 92.222, 26 millones de euros. Hay que reseñar que las cifras correspondientes a dichas prestaciones se corresponden con los perceptores de los mismos que disponen de rentas superiores a los 10.000 euros anuales que no tenían obligación de hacer declaración del IRPF por la baja cuantía de sus ingresos. Aclaran los autores del artículo que la RBU “sustituye toda prestación pública monetaria de cantidad inferior” (a la cuantía mensual de la RBU) y “deberá ser complementada cuando sea inferior a la prestación pública monetaria”. Pues bien, la cifra de 92.222, 26 millones de euros es “ahorro” para la RBU porque ésta sustituiría a las percepciones monetarias de quienes están incluidos en dichos conceptos.

En plata, para entendernos tras el enrevesado argumentario financiero que el artículo emplea, lo que esto significa es, entre otras cosas, que estaríamos sacando a una parte de la población del sistema de pensiones y de prestaciones por desempleo. Eso sin contar con que lo mismo pasaría con el derecho a percibir becas de estudios y subsidios y ayudas bien a las familias, bien a la vivienda.

Para entendernos más claramente, de un modo sibilino, se está dando un espaldarazo al ataque a las pensiones que hoy se está realizando desde los sectores favorables a su privatización. Sacar de las prestaciones a sectores de población, se trate de quienes pertenecen al régimen contributivo o al no contributivo de la Seguridad Social es ir restringiendo aquellas.

Las pensiones, junto con las prestaciones por desempleo u otros subsidios como la Renta Mínima de Inserción y las becas de estudios forman parte de las conquistas históricas de la clase trabajadora, se han convertido en derechos de tipo objetivo que, aunque hoy estén siendo atacados por el sistema capitalista, la clase trabajadora debe defender y no aceptar que nos los quieran ir desmontando incluso por la vía “progre”.

Aunque Phlippe Van Parijs, miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso, fundador de la Red Europea de Renta Básica, de la que preside su comité internacional, uno de los líderes del sector “progre” a nivel europeo y mundial de la RBU, tiende a negar que se vayan a eliminar prestaciones del Estado del Bienestar, lo cierto es que en un artículo publicado en 2013 en dicha revista señala lo siguiente:

Un escenario posible es que, a medida que vayamos tomando conciencia de los fenómenos de la trampa de la dependencia creados por los dispositivos condicionales y del coste administrativo de estos complejos sistemas, iremos optando por una racionalización que incluya una renta básica. (…) Una vez adoptado un dispositivo de este tipo, tendríamos en marcha todos los mecanismos para el pago de la renta básica y podríamos empezar a suprimir progresivamente tal o cual prestación, aumentando así la cuantía de la renta básica.”

No aclara cuáles son esas prestaciones o “dispositivos condicionales” pero condicionales son las coberturas de desempleo y las pensiones de jubilación.


Rutger Bregman, perteneciente a ese sector “progre”, afirma:

[La RBU] “sí, sustituiría cierta parte del sistema de bienestar (…) habría una parte que conservar, como el sistema sanitario o la educación. Hay una parte de la derecha que quiere que la renta básica sustituya a todo el sistema del bienestar, pero no es esa renta básica por la que yo apuesto. Yo la veo como el gran logro del sistema de bienestar, como un complemento a la educación o sanidad, cosas que ya tenemos. Pero sí podría sustituir programas de subsidios o de distribución de ingresos que están muy condicionados y muy burocratizados”.

Un liberal partidario de la RBU, Santiago Niño Becerra, tiene la virtud de ser mas sincero en las pretensiones de utilizar este tipo de prestación universal para terminar de volar el Estado el Bienestar. Dice lo siguiente:

El sistema de pensiones que hemos conocido es insostenible, por ello, y entre otras razones, se impondrá la renta básica: una especie de ingreso medio que absorberá subsidios y pensiones y a partir de aquí que cada cual se las componga como pueda". Tal sinceridad es de agradecer porque permite desmontar algunas de as falacias y los intereses ocultos que hay detrás de la RBU.

En roman paladino, ¿qué quedaría del maltrecho Estado del Bienestar por el que han peleado varias generaciones de trabajadores a medio plazo cuando se implantase la RBU? Pues parece que la sanidad y la educación y muy poco mas porque da la impresión de que las coberturas del desempleo y otros subsidios al parado y las pensiones serían sacrificadas o se irían extinguiendo para no redundar o inflar excesivamente el gasto en la sostenibilidad de la nueva renta. Pero si el argumento de ir eliminando determinadas prestaciones de servicio a cambio de incrementar las cuantías de la RBU se plantea de este modo, ¿qué impide que en el futuro desaparezca el carácter público de la sanidad y la educación?

El propio carácter universal, incluyendo que la recibirían perceptores de todas las edades, refuerza la idea de un flujo monetario que sustituiría a las prestaciones de tipo social.

En este contexto se estaría pasando de la idea de prestación de servicio entendida como derecho objetivo con una plasmación legal, constitucional y colectiva a un derecho potestativo, que ya no contempla la gratuidad de los servicios sino las prestaciones de tipo individual y la responsabilización del individuo respecto a la satisfacción de determinadas necesidades. Desaparece de este modo una forma de salario indirecto para la clase trabajadora que ha sido durante tiempo consecuencia de una conquista histórica para entrar en el ahí te las compongas con el dinero que te damos. El pago de la RBU no dejaría de ser una especie de caridad pública, eso sí laica, que algunos presentan como complemento salarial, lo que recuerda a fórmulas distintas pero no tan lejanas, como la famosa mochila austriaca de Ciudadanos.

Cuando se une la idea individualista en la gestión de la propia vida del perceptor a partir del uso libre que él decida hacer con la RBU a la insistencia en la ineficacia de los servicios de cobertura actuales y a la burocratización que conlleva, uno no puede dejar de notar el tufillo liberal, incluso minarquista o libertariano del Estado limitado o Estado mínimo y lo menos intervencionista posible.

Afirma el sector “progresista” de los partidarios de la RBU que ésta permitiría que los trabajadores no tuvieran porqué aceptar trabajos de mala calidad o mal retribuidos, por lo que su capacidad de presión en la negociación de los salarios se vería incrementada. Pero esto es discutible en los casos en los que la RBU tiene un carácter de percepción complementaria. Cuando la RBU es demasiado baja -y 625 € no son precisamente una cuantía elevada- puede suceder todo lo contrario, que el trabajador, para complementarla se vea obligado a aceptar empleos muy mal remunerados, careciendo de poder presión real, lo que, en la práctica, se convertiría en una especie de subsidio indirecto a las empresas, al permitirles incrementar la presión a los trabajadores en paro para aceptar sueldos realmente miserables con los que complementar la RBU. Puede muy bien suceder que, en la práctica, la RBU se convirtiese en un medio de institucionalizar la precariedad.

La RBU se nos presenta como un sistema cerrado en el que su financiación se sustenta en base a una profunda reforma del IRPF, en la versión “progre” de Raventós, Domènech y Arcarons en la que todo lo que entra sale en una circularidad permanente. Y, a la vez, es para ellos, el gran medio redistribuidor por el que el 20% de la población más rica, los que mucho dan poco necesitan (percepción más limitada de la cuantía de la RBU) y los que poco dan, porque poco pueden (el 80% según Raventós), mucho reciben (renta más cuantiosa).

Para que los ricos y grandes capitalistas aceptasen grandes cotizaciones de IRPF habrían de obtener algún beneficio de ello. Ya que la RBU que percibirían estaría muy por debajo de sus cotizaciones, el interés de los señores de la Cumbre de Davos, de muchos magnates de Silicon Valley y destacados CEO de grandes corporaciones multinacionales de la Nueva Economía ha de estar en otro lado ¿Qué otro lado podría ser ese que el de los nichos de nuevos mercados que se les abriría al privatizarse los servicios públicos y ser sustituidos estos por la RBU para evitar “redundancias de gasto”? No olvidemos que, para el capital, el beneficio es la base de su existencia y que si éste no existe estamos ante la idea de gasto y no de capital productivo.

Conviene desmontar las falacias que se nos están contando por ahí acerca de la RBU por lo que respecta a los exitosos experimentos de aplicación de la misma.

En el caso de Finlandia un gobierno de coalición de derechas, el que está presente la extrema derecha (Verdaderos Finlandeses), lo que se ha aplicado no es una RBU sino que se ha realizado una prestación a 2.000 parados (no a toda la población en cualquier circunstancia laboral) una renta de 560 € al mes (no es económicamente suficiente) durante un período de 2 años (no por tiempo ilimitado). Si es cierto que es incondicional: recibirán, encuentren o no trabajo, esa cantidad durante ese período limitado de tiempo pero no es precisamente un sueldo Nescafé para toda la vida. De hecho, por su escasa cuantía, su percepción limitada en el tiempo y su destino a un colectivo de parados se parece más a una Renta Mínima de Inserción, salvo en que durante ese período se seguiría cobrando, aunque se encuentre trabajo, que a una RBU.

Llamativamente el experimento finés se está haciendo en un contexto de recortes sociales en el país y de debate social y político sobre la sostenibilidad de su modelo de Estado del Bienestar.

El caso de Alaska tiene de Universal el hecho de que lo recibe cada habitante, trabaje o no e independientemente de su nivel de renta (también es incondicional) pero se aplica en el Estado norteamericano en el que menos desigualdad existe (por lo que no parece destinado a paliar la pobreza), incluso antes de la aplicación de su Renta Básica, es fluctuante en cuanto a la percepción que se recibe porque, al estar ligado a un fondo de inversión derivado de la industria petrolera (Fondo Permanente de Inversión), depende de los rendimientos que dicho fondo dé cada año y se aplica en un territorio con muy poca población. Veremos cuál es la viabilidad de su Renta Básica cuando el petróleo de Alaska se agote.

En Kenia y en Namibia la están recibiendo colectividades pequeñas y personas especialmente pobres, por lo que no es universal, durante un período de tiempo (en Kenia por 10 años). En realidad están más cerca de subsidios a la pobreza que de una RBU.

3.- ¿De dónde nace la RBU y cuál es su ideología de fondo?
Puestos a buscarle paternidades, a la RBU le salen padres y antecedentes hasta de debajo de las piedras. De Tomás Moro a Thomas Paine, una especie de “liberal progresista” que buscaba nivelar la desigualdad sin cuestionar la propiedad; de Josep Charlier, un humanista que creía en la necesidad de legitimar la propiedad privada de los medios de producción, facilitando el sostenimiento económico de los trabajadores, a Milton Friedman, padre de la gran embestida neoliberal de Tatcher y Reagan y mentor de las barbaridades económicas de los Chicago Boys chilenos durante la dictadura de Pinochet; de Antoine Augustin Cournot, un economista de la escuela marginalista, experto en el análisis matemático y estadístico de la oferta y la demanda, a James Tobin, un economista keynesiano -para entendernos, un liberal intervencionista- asesor de la Fundación Ford, de varios presidentes norteamericanos y de la Reserva Federal de dicho país; del “socialismo ético” de Fichte a la política conservadora británica Juliet Rhys-Williams, y tantos y tantos otros, ninguno cuestiona la propiedad. Tienen en común el hecho de que ligan la libertad a la propiedad. Si acaso su fundamento ético consiste en que la propiedad tenga una cierta distribución o redistribución que impida la existencia de pobres, lo que limitaría la base de sus fundamentos liberales, en la medida en la que esa libertad no sería universal y para todos los seres humanos.

Se me dirá, quizá, que se trata de una propiedad que permita los medios de subsistencia. Pero en el fondo, la discusión real no está ahí -en la idea de asegurar los medios de existencia- sino en que el pensamiento subyacente detrás de esa ligazón de libertad y propiedad para todos está en la idea de colar de rondón la legitimación de la propiedad privada de los medios de producción y su consecuencia, el sistema capitalista. Y eso por mucho que algunos liguen la idea de la RBU al concepto de “post-capitalismo”, cuando en realidad lo que no quieren hablar es de sociedad socialista sino post-industrial, en la que muchos países centrales del capitalismo llevan ya algunos decenios instalados.

Para entendernos, la RBU no es la negación de la propiedad privada de los medios de producción, ni del capitalismo, sino el bálsamo que impida los estallidos sociales, consecuencia del incremento del paro estructural durante el viaje del sistema productivo capitalista hacia la digitalización y la robotización que ya se está produciendo desde hace años. Y de paso, acelerar el desmonte del Estado del Bienestar hacia un Estado que recuerda a las Leyes de Pobres de Inglaterra y Gales pero en su aplicación más moderna y centralizada, para convertir sus servicios de gasto en beneficio para el capital productivo, como la que se produjo en el Reino Unido a partir del siglo XIX. Pero eso sí, en versión laica, estatal y revestida de argumentos pobres y dignificadores de la persona. Todo muy moderno.

Y en esto el llamado republicanismo moderno o democrático de tinte progresista no se diferencia sustancialmente del oligárquico y del liberalismo más de derechas. La ligazón libertad-propiedad en al que se asienta la RBU no cuestiona el orden capitalista, ni la propiedad privada de los medios de producción, por mucho que algunos de ellos quieran presentarse dentro de la corriente de un “marxismo analítico”, que es el menos marxista de todos los marxismos, porque niega la dialéctica, que es la esencia de la razón revolucionaria marxista. Se travisten a la medida de sus objetivos. Pero lo cierto es que alguno de ellos como Phlippe Van Parijs, al que se presenta como libertario de izquierda, es en realidad, por la distorsión anglosajona del término “libertario”, un libertariano (anarcocapitalista) en su versión “izquierda”. Ésta fue inaugurada en su día por Murray Rothbard, uno de los fundadores del Partido Libertario en Estados Unidos y partidario del acercamiento a la Nueva Izquierda -comeflores, para entendernos- de ese país en cuestiones como el activismo y lo sociocultural.

Situar al ser humano fuera de los antagonismos de clase, desproveerle de su sentido colectivo y embridarle en su necesidad de lucha transformadora, mediante una ligazón individual a un Estado que se libera de todos los compromisos que en su día reflejaron las conquistas arrancadas por las lucha de la clase trabajadora, es el objetivo inconfesado de la RBU. Sea en su versión de liberales de derecha o de liberales de izquierda, la jugada es clara: acabar de desarmar a la clase trabajadora, en un momento de gran confusión ideológica y de penetración en el campo de esa cosa que ya no es ni izquierda política y que ha devenido simplemente “progre”. Pero eso sí, atendiendo al aparentemente diverso mercado político con un argumentario que, en cualquier caso, pretende devolvernos al siglo XVIII en cuanto a carencia de derechos sociales pero revestido de libertad, emancipación y mucha robótica. Por ese motivo, lo suyo no es la igualdad real, imposible mientras los capitalistas sean los dueños de los medios de producción y el Estado su representante de clase, porque impondrán su ley, sino la mera igualdad de oportunidades liberal, la cuál jamás se ha cumplido tampoco en la práctica dentro del capitalismo porque la desigualdad es la base, por mucha RBU que nos vendan.

4.- ¿Qué líneas deben defenderse desde una posición de clase?
Cuando hablo de defender una posición de clase me refiero a la trabajadora porque la otra clase, la capitalista, tiene muy claros sus interés, su programa político y social y sus objetivos.

En primer lugar la defensa del empleo que pasa, ineludiblemente, por el reparto del empleo, lo que significa trabajar muchas menos horas para trabajar más personas. Y no se trata de justificar nuestra exigencia de trabajo desde ninguna demostración de viabilidad de la reducción de la jornada laboral. Ese es el problema de los patrones. En cualquier caso, ellos saben que es técnicamente posible porque la incorporación de equipamientos tecnológicos permite elevar la productividad.

Junto a lo anterior, es necesario defender salarios dignos, por el mismo argumento que acabo de dar, incluso trabajando menos horas.

A su vez, es necesario defender todas nuestras conquistas históricas que aún continúan vigentes dentro del mal llamado Estado del Bienestar porque son nuestras, las arrancamos con nuestras luchas y las de quienes nos precedieron y no son, en absoluto, una concesión. No habrá mejor defensa que pelear por ampliarlas, bajo la amenaza de que su sistema se desestabilice en caso contrario.

Y, por supuesto, exigir que ya que el Estado capitalista y la clase a la que representa no nos reconocen nuestro derecho al empleo con el que ganarnos el pan, proteja a los parados con prestaciones dignas, suficientes y por el tiempo que sea necesario, mientras no nos saquen del desempleo.

No debemos olvidar que para responder a todo ese desafío es necesario organizarnos como clase, al margen de los intereses de quienes defienden el sistema capitalista actuando como flautistas de Hamelín. Y por supuesto, combatir ideológicamente a este tipo de vendedores de peines para calvos. 

30 de marzo de 2017

JAPÓN EN EL LABORATORIO: ECONOMÍA POLÍTICA DEL ABENOMICS

Viñeta del dibujante chino Luo Jie
Alejandro Nadal. La Jornada

La economía japonesa es un gran experimento sobre la evolución del capitalismo. Desde los orígenes de su proceso de industrialización a partir de la restauración Meiji en el siglo XIX hasta las políticas recientes para salir del estancamiento, las lecciones se multiplican. Nadie interesado en el devenir del capitalismo debe ignorarlas.

Durante el periodo 1950-1973 la economía japonesa mantuvo tasas de crecimiento del PIB superiores a 11 por ciento en promedio. Pero después de esos años el ritmo de la expansión comenzó a debilitarse. El crecimiento en la década de los 80 ya estuvo marcado por la ralentización, con tasas promedio de 4.6 por ciento. Ese crecimiento estuvo impulsado por episodios de inflación en los precios de bienes raíces, mejor conocidos como burbujas. El efecto riqueza que acompañó esos eventos proporcionó un impulso artificial al crecimiento.

En 1990 una de esas burbujas creció de manera desorbitada y reventó con mayor fuerza. Le siguió un proceso de crecimiento mediocre (0.73 por ciento anual entre 1993-1999). Los economistas no podían interpretar la causa de esta “década perdida”. A pesar de mantener bajas tasas de interés y un persistente déficit público, la economía japonesa siguió sin responder. Después de 10 años de crecimiento cercano a cero, entre 2000 y 2007 se presentaron síntomas de una mediocre recuperación con tasas de expansión de 1.5 por ciento. El enigma se hacía más interesante porque en esos años se introdujeron recortes en el gasto público, lo que en teoría debería haber frenado más el crecimiento. Y después vino la crisis de 2008: a partir de ese año el crecimiento volvió a su ritmo letárgico, con una tasa promedio anual de 0.22 por ciento. Hoy los economistas tradicionales siguen sin poder identificar las causas de la enfermedad que aqueja la economía japonesa.

En 2012 el nuevo primer ministro, Shinzo Abe, comenzó a aplicar un paquete de medidas de política económica para sacar a Japón del estancamiento en el que se encuentra desde 1992. Fue anunciada como una mezcla de “tres flechas”: dos de inspiración keynesiana y una de tipo neoliberal y con un enfoque sobre el lado de la oferta (que en la jerga anglo-sajona se conoce como supply-side economics). A esa combinación la entusiasta prensa internacional de negocios la bautizó con el nombre de Abenomics.

El primer componente es de política monetaria ‘no convencional’. Consistió en inyectar mayor liquidez y reducir tasas de interés a cero (y hasta terreno negativo) para inducir a un mayor consumo. La meta era alcanzar una inflación de 2 por ciento anual. La postura de flexibilidad cuantitativa ha llevado a una expansión aparatosa de la base monetaria, pero su impacto sobre el crecimiento ha sido nulo.

El segundo elemento fue un incremento del gasto público y condujo a un fuerte déficit público. Pero al mismo tiempo, el paquete incluyó un aumento del IVA de 5 a 8 por ciento con un efecto recesivo y regresivo a la vez. Se planteó por ley un aumento de 10 por ciento en abril de este año, pero lo más probable es que no se aplique dicha medida.

El tercer componente del paquete es de corte neoliberal: introducir “reformas estructurales”, reducción de impuestos a corporaciones y desregulación de mercados, especialmente del mercado laboral.

Abenomics es una mezcla de toda clase de medidas aplicadas simultáneamente: Keynesianas en el lado fiscal (aunque con impuestos recesivos), neoliberalismo y “supply-side economics”, política monetaria expansiva no convencional y una postura cambiaria devaluatoria.

¿Cuáles han sido los resultados? Para empezar, el crecimiento del PIB sigue siendo mediocre. Incluso la tasa de expansión sigue situándose por debajo del nivel que se tenía antes de iniciar la aplicación del paquete de medidas de Abenomics. El gasto de los hogares no se ha podido estimular y sigue estancado. Además, el objetivo de alcanzar una inflación de 2 por ciento tampoco se ha podido cumplir. Y como era de esperarse, tampoco se ha logrado la anhelada reducción del déficit fiscal y la deuda pública como porcentaje del PIB sigue en aumento.

La expansión monetaria del Abenomics condujo a una devaluación del yen japonés. Pero el efecto sobre el sector exportador no pudo contrarrestar el impacto de la contracción del mercado internacional provocada por la crisis. La balanza comercial pudo arrojar un superávit en 2016 pero sólo porque las importaciones se redujeron 16 por ciento.

En general, el paquete Abenomics presenta un saldo negativo. Ese resultado era de esperarse porque la economía japonesa sufre una deflación crónica que se acompaña de una crisis de hojas de balance en la que todos los sectores de la economía tratan de reducir sus niveles de endeudamiento. Y ese tipo de crisis, como bien lo ha señalado Richard Koo, tarda muchos años en superarse. Lo más importante es que desde el punto de vista de la clase trabajadora, el impacto es más bien tenebroso. Y es que el objetivo del paquete era simple y llanamente aumentar la tasa de explotación de la fuerza de trabajo.


23 de marzo de 2017

PODEMOS ENCONTRÓ A LOS “EMPRESARIOS PATRIÓTICOS” EN EL HOTEL RITZ

Ramón Espinar y Lorena Ruíz Huerta en el
Foro de Nueva Economía (la de siempre, la capitalista),
como puede apreciarse en buena compañía, la del
 vendeobreros Toxo y la del reaccionario monárquico
Luis María Ansón
Por Marat

Un amigo y lector del blog me ha pedido en un comentario efectuado en una red social, con un cabreo del 15 (yo también), escribir sobre la última genialidad podemita consistente en oponer a su penúltimo invento - “la trama”- los “empresarios patrióticos”, especie de criatura imaginaria, de entidad similar a la de los hipogrifos.

A los amigos y a Hacienda conviene, por distintos motivos, hacerles caso. Así es que aquí me hallo, tratando de hilvanar un texto mínimamente más coherente que el argumentario político de la secta podemita. No será muy difícil, incluso intentándolo hacer mal a propósito.

Sobre la boludez de “la trama” he escrito recientemente, por lo que me remito a dicho texto. El caso es que, cuanto más desarrollan el concepto los del círculo morado, más se pierden en sus propios jardines y en su indigencia intelectual. Es lo que pasa cuando construyes la base -hipótesis- de tu edificio teórico con material de derribo y de mala calidad: que según avanzas en la construcción de los pisos, mayor es el riesgo de que caiga por su propia inconsistencia y te golpeen los cascotes en la cabeza.

Si “la trama” arranca del supuesto, omitido por falso, de que el Estado puede ser neutro en cuanto a los intereses que representa y defiende -algo completamente falso desde el momento en que todas las Constituciones de países capitalistas defienden la “libertad de empresa” o propiedad privada de los medios de producción. Y su desarrollo jurídico va dirigido a sustentar y proteger este principio- y que son las connivencias entre grandes empresas, políticos y partes del cuerpo administrativo del Estado y medios de comunicación las que manchan esa “ética impoluta” del Estado, lo de los “empresarios patrióticos”, antítesis de la trama, es la consecuencia del punto de arranque de un falsario.


No se pueden decir más estupideces de un modo más condensado.

No solo hacen un corte de mangas al hecho de que todo Estado es siempre el Estado de la clase dominante y que, por tanto, su naturaleza expresa unos intereses de clase determinados y ello no por corrupción sino por Constitución misma, sino que hacen tabla rasa de la internacionalización del capital, algo que viene sucediendo desde hace más de 150 años de un modo creciente.

Y esto, la internacionalización del capital, no sucede por ninguna desviación moral de los principios que rigen la economía y la política, sino porque en su desarrollo necesita, a la par que conquistar nuevos mercados, una mayor concentración, a la vez que una creciente financiarización de la economía. El propio reparto de papeles en la producción que otorga, de hecho, la UE a cada país, la interrelación de la economía europea y de ésta con el capitalismo norteamericano, explica muy bien lo que estoy diciendo, siempre dentro de un marco de relaciones centro-periferia, también dentro de los países centrales del capitalismo. En definitiva, dentro del escenario mundial capitalista, la economía española es también dependiente del capital extranjero, especialmente del que ostenta posiciones hegemónicas a nivel internacional. Todo esto no sucede por ninguna corrupción de las reglas de juego del sistema sino por las propias necesidades expansivas del capitalismo que, o se desarrolla y crece, o se viene abajo. Las formas en las que lo haga son secundarias. La corrupción, en todo caso, es una consecuencia de un sistema de dominación de clase dado, no algo que sea disfuncional al propio sistema. Pero, cuando se prefiere ocultar lo esencial y quedarse con la parte más llamativa es porque se está haciendo un juego de tahúres políticos que intentan salvar al sistema, dando a entender que las razones de lo que sucede no están en él sino en otro lado.

Hoy la difusión política se ha convertido en un manual de simplezas para dummies. El más demagogo, el que tiene menos escrúpulos para tratar a los receptores de sus contenidos como menores de edad mentales, es el que triunfa porque, ente otras cosas, ningún medio de comunicación del capital -todos- le va a enmendar la plana y a desmentir, dado que ese tipo de embustes salvan la base del capitalismo -la explotación- y lo legitiman, al dejarlo al margen de la crítica a sus propios fundamentos.

En cuanto a los “empresarios patrióticos” que, según esos “cráneos previlegiados” (“Luces de Bohemia”) podemitas, son los que crean el 80% del empleo, mientras que el Ibex35 en sus propias palabras “solo ocupa al 20%” de la población asalariada, me pregunto si les suenan los conceptos de “empleo indirecto” y de “empleo inducido”. Les sugiero que echen una mirada a las empresas que integran el Ibex35. El capitalismo es un sistema porque posee una organización en la que los elementos económicos y la actividad empresarial se encuentran entrelazados e integrados mucho más allá de lo directamente visible. Descontando a las empresas del Ibex35 que son entidades financieras (8 de las 34 actuales), las de tipo industrial y de servicios generan a su alrededor múltiples actividades industriales y de servicios, bien como empleos indirectos (en empresas proveedoras de equipos y de materiales, subcontratas, proveedores de uniformes para la misma, empresas de seguridad, caterings, mantenimiento, etc., etc.), bien como empleos inducidos: actividades y empresas que surgen a su alrededor, aunque no mantengan un vínculo contractual con dichas grandes compañías. Se encuentran en el entorno físico más o menos próximo a las mismas, dado que sus empleados no suelen vivir demasiado lejos de ellas (restauración, alimentación, bebidas, sectores ligados al ocio, consumo en general, etc.).

Quede claro que no estoy defendiendo ninguna tesis de un “capitalismo nutricio” (grandes empresas) frente a otro menos “proveedor”. El capitalismo es un sistema de relaciones entre empresas y de relaciones sociales de producción que conlleva una estructura de dominación de clase, ya sea “internacional”, “patriótico” o mediopensionista. Y sobre él se edifica la explotación de una clase social por otra. Simplemente estoy desmontando la tesis de que haya un capitalismo que cree tal porcentaje de empleo por sí mismo, tal y como sostienen estos defensores del “empresario patriótico”.

Por otro lado, al capitalista “patriota” no le tiembla la mano al sustituir mano de obra por tecnología, al aprovecharse de los nuevos sistemas de contratación, cada vez más precarios, al incrementar sus beneficios sobreexplotando a plantillas de trabajadores cada vez más reducidas, al exigir el cumplimiento de horas “extraordinarias” no remuneradas, al pagar salarios cada vez más bajos, exactamente igual a como lo hace la gran empresa del Ibex, o incluso peor, porque en muchas pymes la posibilidad de reivindicar, sindicarse o hacer huelga es aún menor que en las grandes, precisamente por la menor capacidad de presión de sus empleados.

No quiero dejar pasar el tufillo fascista que tiene la expresión “empresario patriota”, aunque pasado por las influencias teóricas de Laclau. Pero se me dirá: “Laclau no era un fascista”. A lo que es muy fácil responder: “Era un peronista”. Y Perón tenía una concepción fascista, organicista y corporativista del Estado y de la estructura social. Un planteamiento que tomó del propio Mussolini. No en vano, ambos salían al balcón de sus correspondientes residencias presidenciales a recibir los baños de masas que les rendían las entidades gremiales de empresarios y trabajadores creados por sus sistemas políticos para integrar en un “abrazo” nacional la conciliación de clases en formato “patriótico”. Espero que no me venga ningún listo a decir que el concepto de “empresario patriótico” ha sido recogido del pensamiento político bolivariano porque las reminiscencias del mismo son anteriores y lo bolivariano no bebe siempre de las mejores tradiciones ideológicas del movimiento obrero.

Seguramente Marine Le Pen no estaba informada de la apelación podemita a los “empresarios patrióticos” cuando afirmó que "Podemos existe porque en España no hay un Frente Nacional". Si hubiera conocido esta nueva propuesta podemita se habría dado cuenta que en España sí que hay un Frente Nacional, solo que se llama de otro modo.

Quiero hacer un pequeño aparte en el análisis de esta tontuna de “la trama” y del “empresariado patriótico” para referirme al modo en el que Podemos introduce la perspectiva de género en todo ello, no así la de clase...trabajadora, porque la burguesa ya la ha metido hasta la cocina.

Afirma Pablo Iglesias que es el momento de abanderar "una patria plurinacional con quienes de verdad trabajan aquí, la mediana y pequeña empresa y las mujeres".

Ese modo de meter a las mujeres en la macedonia con “empresarios patrióticos”, la “trama” y las “pymes” suena a un electoralismo que tira para atrás, según desvela, a su pesar, la dirección de Podemos: “Las mujeres que están consiguiendo marcar las elecciones, como ha pasado en Austria y Holanda" ¡Vamos, que no es cosa de olvidarse de esa franja del electorado tan numerosa! Pero que aludan tan directamente a la perspectiva de género me hace pensar que se han apuntado a la corriente feminista dominante, la burguesa, esa que hace tanto hincapié en la falta de presencia de las mujeres en los Consejos de Administración de las grandes corporaciones, como si la emancipación del género humano, y específicamente de la mujer trabajadora, de la explotación pasara por sustituir a empresarios por empresarias. No es muy explícito Podemos al respecto pero, cuando afirma que “sólo entre el 1% y el 3% del patrimonio está en manos de las mujeres”, da la impresión de que habla más bien de la propiedad del capital, y de su distribución por sexos, que de los bienes de los habitantes del país en general.

Ironizando ligeramente diré que quizá Ramón Espinar (hijo) asistió, acompañado por la gran activista de la pista anticapitalista, Lorena Ruiz Huerta, al acto del Foro de Nueva Economía (del que forman parte numerosos grandes empresarios), en el Hotel Ritz, en el que hablaba Carmena -la de “Tranquilos, yo no soy comunista” y de “No podemos tener un Madrid tercermundista de 'okupas', de gente sin derechos, de gente que resuelva sus problemas en contra de la ley”- , como embajador podemita de buena voluntad a buscar a los “empresarios patrióticos”.

Al fin y al cabo, tiempo atrás su mesías y ser de luz, Pablo Iglesias, le precedió en el mismo foro. Y es que los dos saben dónde hay que ir cuando les llaman sus amos: donde está el auténtico poder, en la "economía de libre mercado". Y lo demás..."teatro, puro teatro" 

20 de marzo de 2017

6 AÑOS DE LA INVASIÓN DE LA OTAN EN LIBIA: UN PAÍS MASACRADO

Telesur

Tras seis años de la intervención militar de la OTAN en Libia, el país se encuentra devastado y los grupos terroristas se han extendido por su territorio. El caos, los desplazamientos forzosos, la inseguridad y la incertidumbre matizan la vida diaria de la población.

El 19 de marzo de 2011, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) emprendió una agresión militar. Sin dilación, la noche de ese día comenzaron los bombardeos sobre el país.

Paralelamente, se llevaron a cabo medidas de embargo para congelar activos de la National Oil Corporation y del Banco Central de Libia. De esta manera, las reservas internacionales del pueblo libio fueron arrebatadas por Occidente.

La ofensiva imperialista comenzó en Bengasi, la segunda ciudad de Libia, en la que se destruyó el aeropuerto y el puerto, que dejó incomunicados a decenas de miles de libios.

Mustafa Abdul Jalil, líder del Consejo Nacional de Transición de Bengasi en 2011, admitió que los manifestantes asesinados en Bengasi por la acción de la OTAN, fue responsabilidad de un grupo de espías y mercenarios que no eran libios.

Los libios de piel oscura sufrieron la exclusión y el despojo de sus derechos, su estatus socioeconómico y político con el derrocamiento del Gobierno. El tratamiento a los libios de piel oscura bajo el gobierno de Gaddafi había sido elogiado por el propio Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en un informe de 2011, que señaló que el líder libio “hizo todo lo posible por asegurar su desarrollo económico y social, específicamente para suministrar oportunidades económicas y protecciones políticas a libios negros y a trabajadores migrantes de países africanos vecinos”.

En apenas siete meses de operación militar, la OTAN efectuó 10.000 ataques con 40.000 bombas y misiles contra los libios. Como resultado, 120.000 libios murieron de acuerdo a cifras de la Cruz Roja Internacional.

Trípoli, la capital, fue bombardeada poco después de Bengasi. Enfrentamientos entre las milicias y fuerzas leales a Gaddafi dejaron miles de desplazados.

El enfrentamiento entre grupos extremistas que operan en Libia ha provocado el desplazamiento de más de 400.000 personas y una situación de incertidumbre para las personas atrapadas en las zonas de conflicto, según un informe de la ONU sobre la situación en este país publicado el 23 de diciembre de 2014.

Con el asesinato de Gaddafi surgieron milicias afines al EI como Farj Libia, Libyan Islamic Fighting Group, Ansar, Al Sharia y otros minoritarios. “Hay muchos grupos armados, unos 1.700, con muchos objetivos distintos.

Como resultado de la intervención militar de la OTAN, que propició el derrocamiento del gobierno libio, surgieron dos parlamentos y dos gobiernos paralelos, uno en Trípoli -apoyado por las milicias Fajr Libia, aliadas de Misrata- y otro en Tobruk (a más de mil kilómetros de distancia), reconocido por Occidente. Cada uno de ellos luchan por ganar el apoyo de las miles de milicias que se enfrentan en el país y ha dejado como resultado una nación con profundas divisiones regionales, étnicas y locales.

En 2016, un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) alerta nuevamente sobre las violaciones de derechos humanos en Libia, entre ellas, las miles de decapitaciones, detenciones arbitrarias, torturas con electricidad y golpes.

El documento revela que la situación en el país no ha cambiado desde el 2014, cuando otro informe de la ONU advirtió sobre los ataques indiscriminados contra civiles, bombardeos de hospitales, secuestros, torturas y ejecuciones ilegales.

Entretanto, la OTAN se prepara para una nueva posible invasión. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Ashton Carter, entregó recientemente a la Casa Blanca un plan en el que se detalla el paso a paso para poner en marcha operaciones militares en toda Libia con la supuesta intención de combatir el terrorismo.

Antes de las bombas de la OTAN, Libia tenía el nivel de vida más alto de África e incluso por encima de Rusia, Brasil y Arabia Saudita.

La electricidad era gratuita para todos los ciudadanos y la vivienda era un derecho. En este sentido, a los recién casados se les otorgaba el equivalente a 50.000 dólares para comprarse una casa.

En materia de salud, si un libio no podía hallar la educación o atención médica que buscaba, el gobierno de Gaddafi les daba los fondos necesarios para conseguirlos fuera del país.

Cualquier persona que deseaba ser agricultor recibía gratis tierra, una casa, animales, equipo de agricultura y semillas y en caso de haber pedido un préstamo de cualquier tipo, la tasa era de un 0 por ciento de interés por ley.

En otros aspectos, la economía libia era libre del Fondo Monetario Internacional. El banco central libio emitía dinero sin deuda, a diferencia del bloque occidental que la atacó militarmente.

El monumental proyecto Gran Río Artificial, que proveyó de agua gratuita a los libios y otros pueblos africanos, fue bombardeado por la OTAN y provocó una crisis acuífera en Libia, sobre todo en Trípoli.

Con la intervención militar de la OTAN, liderada por Estados Unidos, el pueblo libio perdió su prosperidad, calidad de vida y estabilidad política y social.


17 de marzo de 2017

“CASTA” O “TRAMA”, LA TÁCTICA “PROGRE” DEL ENGAÑO ES LA MISMA

La trama. Sin comentarios
Por Marat

Un amigo y camarada querido me recomienda ahondar en el análisis de lo que son y representan los “progres” y me sugiere deslindar a las organizaciones de matriz obrera histórica de esa cosa en la que ha devenido el aún publicitado término “izquierda” bajo la forma del neolenguaje “progre”.

Tiene mucha razón mi amigo. Tanto la socialdemocracia histórica, de carácter reformista, a partir de Bernstein, como la corriente comunista, que arranca de Marx y Engels y continúa con Lenin, Rosa Luxemburgo y otros, tienen algo en común. Nacen de la clase trabajadora, van a la clase trabajadora y son parte de esa misma clase.

Hoy la socialdemocracia histórica, convertida en social-liberalismo del capital, agoniza, y la nueva, no tiene nada que decir, salvo invertir términos para acabar en una Syriza o en Sanders que terminó apoyando a una genocida con trastorno de la personalidad como Hillary Clinton.

En cuanto a los comunistas, diría, siendo generoso, que no estamos precisamente en el momento previo a repetir lo de hace 100 años, el asalto al Palacio de Invierno. Entre las sectas trotskistas y las estalinistas se estableció el acuerdo tácito de convertir el oceáno del marxismo, que era un pensamiento vivo, abierto, insurrecto y humanista, en un riachuelo estancado con tendencia al lodazal y a las enfermedades fecales. El marxismo y la idea comunista son mucho más que ellos. Han tenido durante decenios una voluntad de hierro para conseguirlo. Finalmente, el marxismo es mucho más que sus despojos. No lo lograrán.

Los progres actuales son cínicos que han perdido la razón de aquello que les hizo ser seres vivos, los mayores, pero les ha “colocado” en muchos casos, y los jóvenes simplemente son ignorantes sin conexión con las luchas de los desposeídos. Tendrán que cagarla por sí solos. Podrán hacerlo. Soberbia no les falta.

Dicho lo anterior, uno tiene la impresión de que estamos en el peor de los escenarios políticos, sociales, ideológicos y, por supuesto, económicos, a pesar de las proclamaciones de buenaventura y de recuperación de los medios epígonos del capital y del conformismo de quienes dices cosas como “no hay posibilidad de revolución. Lo que hace falta, aquí y ahora (¡urgente! Rebajas por fin de existencias) es un gobierno de cambio”. Cuando nos aclaren su contenido y cómo harán para poner el cascabel al gato del poder económico, seguro que nos convencen.

No sé si la revolución social sucederá finalmente. Estoy convencido, con Rosa Luxemburgo, de que la disyuntiva es, ahora más que antes, “socialismo o barbarie”. Sé que el mundo capitalista lleva decenios dando signos de agotamiento pero, en tanto que no surja una fuerza esclava que, nacida de la contradicción entre la producción social y el beneficio privado, que se oponga con proyecto y voluntad propias, la agonía criminal de la dominación continuará.

Hace unos años llegaron con el mantra de “la casta”. No se sabía si hablaban de políticos o de poder económico; indefinición calculada al estilo de la los subproductos que vendía el 15M. Poco tardaron en convertirse ellos mismos en “casta política”, en demostrar que los cargos les enloquecían, que podían matarse entre ellos por lo que para muchos era su primer puesto de trabajo: Querían envejecer dentro de “lo viejo”. Han sido una camarilla de oportunistas sin escrúpulos. Para ellos lo ideológico y lo estratégico solo eran trampantojos de una lucha por el puesto, nunca por el poder. Jamás tuvieron voluntad de tomarlo por asalto, ni por consenso. Solo querían escañear sus currículums, que para eso son unos "preparaos".

Ahora, tras poner en evidencia que su Vistalegre II no era sino el esperpento de su propia fecha de nacimiento, han dado con un nuevo invento, tras salir flojos de remos del envite: han creado el término, que es menos que concepto, aunque quieran venderlo como idea luminosa, de “la trama”.

Leamos a los dos grandes teóricos podemitas del nuevo tótem llamado “trama”:

Entonces, ¿por qué centrar el debate en el término trama? Primero, como hemos dicho, porque define los poderes reales: económicos, políticos y mediáticos. En segundo lugar, porque enlaza con una subjetividad organizada; la trama se organiza, conspira, se articula y controla el poder del Estado, haciendo de la corrupción un componente estructural del sistema político. Aunque a alguno se le erice el pelo, la actual forma del Estado no es la de un régimen democrático salpicado por casos de corrupción, sino la de un régimen oligárquico atravesado por la corrupción y apenas disimulado por instituciones aparentemente democráticas. Más de cien años después, y con una larga dictadura de por medio, la descripción que Joaquín Costa efectuó de la Restauración canovista conserva una vigencia asombrosa: “no es el régimen parlamentario la regla, y excepción de ella los vicios y las corruptelas denunciadas en la prensa y en el Parlamento; al revés, eso que llamamos desviaciones y corruptelas constituyen el régimen, son la misma regla”(1)

Los firmantes de dicho texto son Monereo y Hector Illueca, dos pelotilleros de Anguita -el que decía aquello de que cumplir la Constitución y los derechos humanos sería revolucionario, como si ambos no consagrasen el derecho a la empresa privada, base del capitalismo y de la explotación- en su Frente Cívico. Y ahora podemitas

Ambos son dos subalternos que intentan colocar la idea de que el Estado bajo el capitalismo, y dentro de unas políticas de regeneración de la vida pública, es neutro, lo mismo que ya vendió en su día el PCE (“Eurocomunismo y Estado”, de Santiago Carrillo) y que el cadáver de dicho partido vuelve a mercadear ahora con su bufonada de que la dictadura del proletariado es la “democracia participativa”, como si la factura ideológica burguesa que ha ido adquiriendo el concepto en su evolución no fuera una grosera falsificación

Para algunos, el grupo de “Pablito y los podemitas” ha dado un giro a la izquierda con la puesta en circulación de su nueva palabra tótem: “la trama”. Si a ello se le une la convocatoria de manifestaciones el 25 de Marzo por los derechos sociales, a los que liga con los derechos humanos, señalando al Ibex 35 como el origen del mal de esos derechos y, apuntando hacia las connivencias de los dos principales partidos con el poder económico y mediático, la convicción de dicho giro será plena para quienes siempre se detienen en la apariencia, sin intentar rascar sobre su superficie para dar con la realidad. Nada más lejos que tal creencia.

En primer lugar, aunque la cultura política del podemita medio no sea muy elevada, ni siquiera en ese racimo de “politólogos” que dirigen el partido, en el caso de sus ideólogos, al menos en el de Illueca y Monereo, presuponer ignorancia es ser demasiado generosos con ellos. Simplemente son unos cínicos.

Por mucho que disimulen estos matones de la metafísica podemita, conocen a Marx y saben que, para él, el Estado capitalista es una superestructura determinada por la infraestructura económica sobre la que se asienta todo lo demás y conocen que, bajo el capitalismo, el Estado no es un órgano neutro moldeable según quien gobierne y su voluntad. No se les escapa aquello de “Hoy, el poder público viene a ser, pura y simplemente, el consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa” de “El Manifiesto Comunista” de 1848. Recurrir a Joaquín Costa, un regeneracionista, -con todas las connotaciones que tuvo el regeneracionismo en España, incluidas las más reaccionarias-, para explicar las viejas corruptelas, les revela como lo que son: pequeñoburgueses que solo pretenden limpiar, fijar y dar esplendor al Estado del capital al que quieren servir y ya, de hecho, sirven

En segundo lugar, al destacar las connivencias entre Estado, grandes corporaciones económicas y complejos comunicacionales, lo que hacen es enfatizar la corrupción que hemos mencionado, desviando con ello la naturaleza de la formación económica capitalista, sus relaciones de poder y entre las clases dominantes y subalternas (empresarios y trabajadores) y el andamiaje juridico-legal que sustenta todo el sistema y que lo dota de apariencia de legalidad.

El PP y la burguesía catalana del 3-4%, los empresarios corruptores, la Fundación Civio, Transparencia Internacional y, en general el sistema capitalista en España, estarán agradecidos con semejante enfoque. Contribuyen a dar fuerza de ley a la propuesta, que ya ha entrado en el Congreso de los Diputados, que ayudará a legalizar la corrupción, al enterrar bajo una serie de procedimientos legales cuestiones que no estarán presentes en los documentos de relación entre políticos/miembros de las administraciones del Estado y empresarios grandes, medianos y pequeños. Estos podrán continuar engrasando la máquina capitalista, bajo la apariencia de legalidad, como ya sucede en Estados Unidos y en muchos países de la Unión Europea. Aunque el artículo fue publicado hace mucho tiempo como para que hoy lo hicieran en el mismo lugar (ATTAC) y proviene de autora argentina, de otras latitudes distintas a Estados Unidos y la Unión Europea, la política y la legislación comparadas son disciplinas muy empleadas que ayudan a que nos sirva su reflexión. El texto, relacionado con las propuestas regularizadoras de los lobbies, se llama “Legalizar la corrupción.

En tercer lugar, al tener que ver el argumentario de “la trama” con el Ibex 35 -el libro del podemita Rubén Juste “Ibex 35, una historia herética del poder de España” es parte del complejo ideológico del asunto-, lo que se escamotea es un análisis de la crisis capitalista y de toda la estructura económica de España. Ésta es mucho más que el Ibex 35,

Se oculta, con un planteamiento como el de ·la trama”, la forma e la que las legalizadas nuevas relaciones laborales favorecen a la acumulación capitalista, a la vez que potencian la sobreexplotación de los asalariados y convierten a los parados en servidumbre barata y permanente (ejército industrial de reserva, que decía Marx, y que hoy podríamos llamar trabajadores de disponibilidad incondicional).

Bajo la consigna de que las ballenas del capitalismo español nos desposeen y roban queda enterrada la realidad de una pirámide social en la que todo propietario de empresa con trabajadores está en condiciones de hacer con ellos lo que quiera, no solo las grandes empresas, de las que no se mencionan ni las condiciones de trabajo ni las contractuales.
Es la vieja consigna tramposa indignada del 1% contra el 99%, como si no existieran ni la proximidad vital de la explotación concreta ni otra realidad empresarial que las 35 empresa citadas.

En cuarto lugar, en la medida en que la categoría “trama” se contrapone para los podemitas al concepto derechos, debiera llamar la atención que Podemos hable de los siguientes derechos concretos: ingresos, vivienda, infancia, sanidad, pensiones, servicios sociales, ayudas a la dependencia, alimentación y no precariedad-. Pero excluye el derecho al trabajo. Ello les sitúa en el marco de aceptación del concepto “ocupación efectiva del trabajador” del Estatuto de los Trabajadores. Éste indica que el empresario ha de facilitar al trabajador funciones propias de su categoría profesional -de acuerdo con la jornada que el trabajador tenga atribuida, y el resto de las condiciones pactadas en el contrato-, y los medios necesarios para su ejercicio, como consecuencia del contrato de trabajo y de la necesaria asunción del riesgo que ello implica. Pero ello no significa un compromiso real del empleador con el trabajador sino la aceptación de unas condiciones dadas, siempre que el trabajo realmente se efectúe; esto es, si te dan trabajo. Para ser más claros aún, para el Estatuto de los Trabajadores, que es el que de verdad rige, y no los derechos meramente enunciativos de la Constitución, si tienes trabajo, tienes los derechos señalados respecto al modo y condiciones de su desempeño, pero ello no significa en absoluto que tengas derecho al trabajo. Podemos, sibilinamente, se sitúa fuera de la defensa del derecho al trabajo. Es consciente de que en la práctica el tener un trabajo no es un derecho. Pero lo hace sin atreverse claramente a ofrecer, de modo explícito y alternativo, su vieja consigna de la Renta Básica Universal, que va y viene en su formulación, de la que, en un futuro capítulo expondré su carácter liberal, reaccionario y precursor del “búscate la vida, que ya no hay nada público, Págatelo con el dinero que te dimos”.

Por lo demás, no hay nada nuevo que ustedes, si quisieran, no debieran haber intuido ya. La decisión sobre lo que uno es en esta vida, yunque, martillo o masa amorfa, le corresponde a cada cual. Sigan disfrutando de First Dates y de Jugones. 


16 de marzo de 2017

EXPROPIACIÓN, FUNDAMENTO DEL CAPITAL

Ezequiel Hernández. Divulgación marxista

Famosamente dice Marx que el capital viene al mundo “chorreando lodo y sangre” (cap. 24 de "El Capital) y muestra una historia de violencia que fue desatada porque era necesaria para cumplir un fin, el fin último de la clase capitalista, que es la ganancia. Y la ganancia sólo puede producirse cuando una masa de desesperados se agolpa ante las puertas de las fábricas rogando que por piedad se les permita vender su capacidad de trabajo, para soñar con vivir al menos un día más. En el mundo de la igualdad de derechos y oportunidades.

Porque un hombre que tiene su propia tierra va a emplear su fuerza de trabajo para su propio provecho y no requiere del permiso de nadie para trabajar. ¡Un hombre así es libre, verdaderamente libre!

El hombre verdaderamente libre no le sirve al capitalista. Éste necesita hombres disminuidos, temerosos, que no tengan derecho a trabajar por su cuenta, en definitiva, hombres que no puedan ejercer la libertad que está impresa en las inútiles Constituciones. El hombre libre no necesita al capitalista, pero el capitalista necesita hombres que lo necesiten… entonces ¿qué hace? Convierte a los hombres orgullosos y dueños de sí mismos, en hombres despojados, castigados por la amenaza de un hambre que no pueden saciar por sus propios medios. Donde ayer bastaba el rudo esfuerzo para sobrevivir, ahora es necesario pedir permiso…

Esta fue la tarea en que se ocupó la burguesía desde que el mundo la parió. Primero fueron, en tanto campesinos acomodados de aldea, serviles cómplices de los señores feudales para ayudar a explotar a quienes eran sus compadres, los campesinos más pobres. En cuanto la presión de los tributos feudales se hizo demasiado pesada para estos pobres campesinos, fueron perdiendo tierras y ya no pudieron ser autosuficientes. ¡Acá empezó la fiesta! Se había separado al hombre de aquello que lo hacía autónomo, se lo había desposeído.

Ahora los campesinos acomodados podían venir “al rescate”. Ahora el hombre orgulloso necesita al capitalista. El que no tiene medios de producción necesita al que sí tiene medios de producción. El campesino acomodado por fin puede adueñarse de la capacidad de trabajar del hombre despojado, y se convierte plenamente en capitalista. Ahora puede pagar un salario lo suficientemente bajo como para extraer una ganancia de la relación asalariada, de la diferencia entre lo que paga al trabajador y el valor del trabajo que obtiene. De la explotación.

Y lo que empezó en el pequeño mundo feudal se universalizó con la expansión europea, con la conquista del mundo. Y a cada parte del planeta que el capitalismo quería transformar a su imagen y semejanza, la revolucionaba de la misma manera, “liberaba” a los hombres de su relación directa con la naturaleza, y aniquilaba las bases de su autonomía y de su verdadera libertad. Ningún país desarrolló un proletariado hasta que no se limitó y cercenó el acceso a la tierra, y miles y millones de campesinos fueron expulsados. Las oleadas de hombres buscando trabajo surgían de este proceso mundial de desposesión.


Marx explica todo esto en el cap. 24, y luego en el capítulo siguiente (cap. 25) presenta la prueba irrefutable (1) de la contradicción entre el capitalismo y el trabajo personal autónomo: estudia el proceso paralelo que necesariamente debe ocurrir en los territorios en donde el capitalismo se va expandiendo y forma colonias con personas que han podido adquirir tierras propias. Es el caso de colonias como Estados Unidos, Australia, etc. En algún momento el capitalismo necesita, para despegar y desarrollarse plenamente, primero: que se agote la disponibilidad de tierras, y segundo: que las tierras ya ocupadas por pequeños granjeros independientes sean expropiadas progresivamente, en un proceso de concentración de la tierra que a lo largo de décadas va liquidando al campesinado. Esto es lo que ocurrió en los casos mencionados y está ilustrado en el gran libro de Steinbeck “Las uvas de la ira” (de cuya película extraigo las imágenes). También es lo que vemos en nuestros días en China y en India, donde millones de campesinos son expulsados de sus tierras para pasar a formar la gigantesca reserva proletaria que el capitalismo mundial necesita.

Sin mas introducción, los dejo con un extracto del mencionado Capítulo XXV de El Capital (aunque es un capítulo tan corto que conviene leerlo directamente de la fuente, y completo):

La economía política procura, por principio, mantener en pie la más agradable de las confusiones entre la propiedad privada que se funda en el trabajo personal y la propiedad privada capitalista diametralmente contrapuesta , que se funda en el aniquilamiento de la primera. En el occidente de Europa, patria de la economía política, el proceso de la acumulación originaria se ha consumado en mayor o menor medida. En esta región, o el modo capitalista de producción ha sometido directamente la producción nacional en su totalidad, o, allí donde las condiciones aún no están desarrolladas, por lo menos controla indirectamente las capas sociales que siguen vegetando a su lado, capas degenerescentes que corresponden al modo de producción anticuado. El economista aplica a este mundo acabado del capital las nociones jurídicas y de propiedad vigentes en el mundo precapitalista, y lo hace con un celo tanto más ansioso y con tanta mayor unción, cuanto más duro es el choque entre su ideología y los hechos. No ocurre lo mismo en las colonias. El modo capitalista de producción y de apropiación tropieza allí, en todas partes, con el obstáculo que representa la propiedad obtenida a fuerza de trabajo por su propio dueño, con el obstáculo del productor que, en cuanto poseedor de sus propias condiciones de trabajo, se enriquece a sí mismo en vez de enriquecer al capitalista. La contradicción entre estos dos modos de producción y de apropiación, diametralmente contrapuestos, existe aquí de manera práctica. Allí donde el capitalista tiene guardadas sus espaldas por el poder de la metrópoli, procura quitar de en medio, por la violencia, el modo de producción y de apropiación fundado en el trabajo personal. El mismo interés que en la metrópoli empuja al sicofante del capital, al economista, a explicar teóricamente el modo de producción capitalista por su contrario, ese mismo interés lo impulsa aquí “to make a clean breast of it” [a sincerarse], a proclamar sin tapujos la antítesis entre ambos modos de producción. A tal efecto, pasa a demostrar cómo el desarrollo de la fuerza productiva social del trabajo, la cooperación, la división del trabajo, la aplicación de la maquinaria en gran escala, etcétera, son imposibles sin la expropiación de los trabajadores y la consiguiente transformación de sus medios de producción en capital. En interés de la llamada riqueza nacional, se lanza a la búsqueda de medios artificiales que establezcan la pobreza popular. Su coraza apologética se desmigaja aquí como yesca echada a perder.

(…) En primer término, Wakefield descubrió en las colonias que la propiedad de dinero, de medios de subsistencia, máquinas y otros medios de producción no confieren a un hombre la condición de capitalista si le falta el complemento: el asalariado, el otro hombre forzado a venderse voluntariamente a sí mismo. Descubrió que el capital no es una cosa, sino una relación social entre personas mediada por cosas (…)

Si el capital”, dice Wakefield, “estuviera distribuido en porciones iguales entre todos los miembros de la sociedad […], a nadie le interesaría acumular más capital que el que pudiese emplear con sus propios brazos. Es este el caso, hasta cierto punto, en las nuevas colonias norteamericanas, donde la pasión por la propiedad de la tierra impide la existencia de una clase de trabajadores asalariados“. Por tanto, mientras el trabajador puede acumular para sí mismo y lo puede hacer mientras sigue siendo propietario de sus medios de producción, la acumulación capitalista y el modo capitalista de producción son imposibles. No existe la clase de los asalariados, indispensable para ello. ¿Cómo, entonces, se llevó a cabo en la vieja Europa la expropiación del trabajador, al que se privó de sus condiciones de trabajo, y por tanto la creación del capital y el trabajo asalariado? Mediante un contrat social de tipo absolutamente inédito.

La humanidad… adoptó un sencillo método para promover la acumulación del capital“, misión que, naturalmente, desde los tiempos de Adán espejeaba en la imaginación de los hombres como fin último y único de su existencia: “se dividió en propietarios de capital y propietarios de trabajo… Esta división fue el resultado de un concierto y combinación voluntarios“. En una palabra: la masa de la humanidad se expropió a sí misma para mayor gloria de la “acumulación del capital”. Ahora bien, habría que creer que el instinto de este fanático renunciamiento de sí mismo debería manifestarse sin trabas especialmente en las colonias, pues sólo en éstas existen hombres y circunstancias que podrían transferir un contrat social del reino de los sueños al de la realidad. ¿Pero para qué, entonces, la “colonización sistemática“, antitéticamente contrapuesta a la espontánea y natural? Pero, pero, pero: “En los estados septentrionales de la Unión norteamericana es dudoso que una décima parte de la población pertenezca a la categoría de los asalariados… En Inglaterra… la gran masa del pueblo está compuesta de asalariados”. El impulso autoexpropiador de la humanidad laboriosa, en efecto, para mayor gloria del capital, tiene una existencia tan tenue que la esclavitud, según el propio Wakefield, es el único fundamento natural de la riqueza colonial. La colonización sistemática de Wakefield es un mero pis aller [paliativo], ya que tiene que vérselas con hombres libres, no con esclavos. “Sin esclavitud, en las colonias españolas el capital habría sucumbido o, por lo menos, se habría contraído, reduciéndose a las pequeñas cantidades que cualquier individuo puede emplear con sus propios brazos. Esto ocurrió efectivamente en la última colonia fundada por los ingleses, donde un gran capital en simientes, ganado e instrumentos pereció por falta de asalariados, y donde ningún colono posee más capital que el que puede emplear con sus propios brazos”.

La expropiación de la masa del pueblo despojada de la tierra, como vemos, constituye el fundamento del modo capitalista de producción. La esencia de una colonia libre consiste, a la inversa, en que la mayor parte del suelo es todavía propiedad del pueblo, y por tanto en que cada colono puede convertir una parte de la misma en su propiedad privada y en medio individual de producción, sin impedir con ello que los colonos posteriores efectúen la misma operación. Este es el secreto tanto de la prosperidad de las colonias como del cáncer que las roe: su resistencia a la radicación del capital. “Donde la tierra es muy barata y todos los hombres son libres; donde cualquiera que lo desee puede obtener para sí mismo un pedazo de tierra, no sólo el trabajo es muy caro en lo que respecta a la parte que de su propio producto toca al trabajador, sino que lo difícil es obtener trabajo combinado, a cualquier precio que sea“

(1) Lo que se llama consecuencia observacional, para quienes busquen formas de contrastar empíricamente la teoría marxiana.