Desiderio
Navarro. La Pupila Insomne.
NOTA DEL
EDITOR DE ESTE BLOG
Pocas veces pongo por delante del texto ajeno que publico en mi blog
mi nota. En la mayoría de las ocasiones lo hago finalizado el
artículo.
En esta ocasión he preferido encabezarlo con el fin de aclarar que
lo que parece un debate puramente teórico entre dos intelectuales
cubanos -el primero, el que firma el texto y el segundo, Pedro
Monreal, del blog “Cuba Posible”, auténtico alma mater de
dicho blog, promotor desde Cuba del regreso del capitalismo a la isla
y cuyo artículo aparece en el segundo enlace del texto que les
presento.
Desde hace tiempo, uno tiene la sensación de que los debates sobre
el proyecto de involución hacia el capitalismo en Cuba siguen la
máxima del escritor, filósofo y periodista Eugenio D´Ors que, tras
dictar un texto a su secretaria le preguntaba “¿se entiende?” y,
cuando ésta le respondía “sí”, él decía: “Oscurezcámoslo”.
No, no se trata de un debate sobre la conveniencia o no de leer a los
economistas húngaros de la transición (al capitalismo). Se trata
por el contrario de un enfrentamiento soterrado entre quienes quieren
preservar el socialismo y quienes quieren demolerlo. Lo llamativo es
que eso ocurra sin llamar realmente a la clase trabajadora, el
campesinado y la sociedad cubana en general a participar en el
debate. Cuando la URSS cayó y los países socialistas del Este de
Europa siguieron su mismo camino al capitalismo, no hubo masas que se
opusieran a tal proceso, sencillamente porque habían sido excluidas
desde 1921 (año de la NEP en la Rusia revolucionaria) y los sóviets
convertidos en una máscara donde ya poca democracia obrera y control
de la producción podía haber cuando los nepman, antiguos
cuadros capitalistas, pasaron a decidir la “planificación”. Pero
de esto pocos saben y la inmensa mayoría no quiere saber. Prefieren
la fanfarria de las banderas al viento, la museística
postrevolucionaria y la ausencia total de autocrítica sobre el modo
en que han pervertido el marxismo tanto ellos como sus adorados
iconos, con el fin de ocultar lo que ha ocurrido desde la caída de
la URSS en 1991, la desaparición del llamado campo socialista y las
causas reales de una y otra cuestiones. Ahora quizá no se produzca el
derrumbe del sistema político pero sí la voladura controlada del
sistema económico, al estilo chino o vietnamita, dos países
capitalistas dirigidos por una una satrapía de burócratas y
millonarios, una burla cruel de lo que es un auténtico partido
comunista. Por cierto, Vietnam firmó el Acuerdo de Asociación
Transpacífico (TPP). Combatir y derrotar al imperialismo USA para
acabar prostituyéndose ante él...
Pero no, la vuelta al capitalismo no es algo que pretenda solo la
“disidencia cubana”. Es algo organizado, dirigido y capitaneado
por las más altas instancias de la dirigencia cubana. Ahora, sin
Fidel, pueden pisar el acelerador.
(…) En la sesión ordinaria de diciembre de 2015 advertí que el
desempeño de nuestra economía en el año 2016 enfrentaría
limitaciones financieras a causa de la caída en los ingresos de las
exportaciones por la disminución de los precios de los principales
rubros, así como afectaciones en las relaciones de cooperación con
otros países.
Ya en julio del presente año los hechos confirmaron esas
proyecciones, sobre lo cual informé a nuestro pueblo desde este
Parlamento. Ciertamente, las limitaciones en los suministros de
combustibles y las tensiones financieras se agravaron en el segundo
semestre, conduciendo al decrecimiento del Producto Interno Bruto en
un 0,9%. A pesar de ello se preservaron los servicios sociales
gratuitos, como la educación y la salud pública a toda la
población.[no me sorprendería
que las malas cifras hayan sido retocadas a peores, con el fin de
“justificar” y de “hacer más necesaria” la involución. El
entrecorchetado
es mío]
(…) Concedemos gran
importancia a la necesidad de dinamizar la inversión extranjera en
Cuba, en correspondencia con el Lineamiento No.78 de la Política
Económica y Social del Partido y la Revolución, aprobado en el
Séptimo Congreso.
Reconozco que no estamos satisfechos en esta esfera y que han sido
frecuentes las dilaciones excesivas del proceso negociador. Es
preciso superar de una vez y por siempre la mentalidad obsoleta llena
de prejuicios contra la inversión foránea.
Para avanzar resueltamente en esta dirección debemos despojarnos
de falsos temores hacia el capital externo; no vamos ni iremos al
capitalismo, eso está totalmente descartado, así lo recoge
nuestra Constitución y lo mantendrá, pero no debemos cogerle miedo
y ponerle trabas a lo que podemos hacer en el marco de las leyes
vigentes. Ello requiere, en primer lugar, asegurar la preparación y
capacitación sistemática de los cuadros y especialistas que
negocian, así como profundizar en las deficiencias y errores
cometidos en el pasado para nunca más repetirlos.” [Palabras
más, palabras menos, estoy convencido de que Gorbachov dijo algo
parecido respecto a lo que significa su perestroika para la URSS pero
el grupo de economistas de Novosibirsk,
ligados al Comité Central del PCUS, llevaban años trabajando en esa
dirección. También Vietnam se abrió a la inversión extranjera,
http://es.vietnamplus.vn/destacan-efectivo-despliegue-de-inversion-estadounidense-en-vietnam/55431.vnp
y hoy de socialista sólo
tiene el nombre]
Me pregunto si ya es tiempo, o aún no, quién dicta el momento o si
ese “ya habrá tiempo” es sine die. Por mi parte,
yo no voy a dar ni un minuto más de credibilidad o de tregua a los
nuevos Gorbachov.
Sin más, les dejo con el texto,
LOS ECONOMISTAS, EL ABRELATAS Y LOS TAXISTAS
Desiderio Navarro. La Pupila Insomne.
En la tarde y noche
del pasado día 20 de diciembre, circulé una nueva entrega de
Meditar, consistente en el artículo “La reacción como
progreso: Los economistas como intelectuales”, del sociólogo
húngaro József Böröcz, en una traducción mía del inglés,
acompañada de una breve nota inicial. Ya a la mañana siguiente,
supe que ambas habían sido reproducidas por Iroel Sánchez en su
blog La pupila insomne
(https://lapupilainsomne.wordpress.com/2016/12/21/meditar-la-reaccion-como-progreso-los-economistas-como-intelectuales-de-jozsef-borocz-por-desiderio-navarro/).
Y, dos días después, sobre la base de esa reproducción, ya el
economista cubano Pedro Monreal publicaba en Cuba Posible un artículo
titulado “Los economistas, sus detractores y el abrelatas”
(https://cubaposible.com/los-economistas-detractores-abrelatas/)
y consagrado a debatir con supuestos detractores de los economistas
en general, y de los cubanos en particular, a propósito de los
textos reproducidos en La pupila insomne.
Pedro Monreal dedica
todo un extenso párrafo inicial a contar un gastado chiste sobre
economistas, lo que en este contexto sólo tiene una función
retórica: la de captatio benevolentiae, ganarse la
disposición favorable del lector, pues en ningún momento en mi nota
inicial o en el texto de Böröcz los economistas son “material
de inspiración” para ningún comentario humorístico. Por otra
parte, ese chiste sobre el supuesto abrelatas imaginario y, por ende,
ineficaz, inoperante, de los economistas en modo alguno puede ser
mencionado “a propósito de” el contenido del texto de
Böröcz, puesto que precisamente a él le interesa el papel
influyente de ellos como “agentes clave” de la reforma y
la transición, “actores sociales involucrados profundamente en
la política”. Si hemos de hablar en los limitados términos
del chiste, diríamos que Böröcz reconoce que los economistas
húngaros tenían un abrelatas real, no supuesto, pero a él lo que
le interesa es cómo ellos van cambiando de ideas o de discurso —y
tratando de que también los otros cambien— sobre cómo se debe
distribuir el contenido de la lata.
Llamarle
reiteradamente “prólogo” a lo que no es más que una
brevísima nota informativa inicial —lo que se solía llamar un
chapeau—, un solo párrafo de tres oraciones y 17 líneas en total,
es ya un tendencioso abuso del lenguaje, destinado a magnificar mi
texto de manera que se justifique el reproche por el no cumplimiento
de tareas de prólogo y la extensión triple de su artículo, que se
dedica a impugnar una serie de afirmaciones que no figuran en mi
nota.
Según Monreal,
“Böröcz no está bien informado respecto a los debates
auto-reflexivos sobre la naturaleza de las ideas económicas”,
“ilustra que se puede ser sociólogo y no estar informado acerca
de las discusiones que sobre la naturaleza de las ciencias económicas
vienen ocurriendo desde la primera mitad del siglo XIX”. Por
ende, los autores en que él se basa en lo que respecta a la historia
de la problemática (cf. su nota 4) —en particular, Philip
Mirowski, autor de Más calor que luz: La economía como física
social (1989)— también estarían “en cueros” sobre
esos debates, y por eso sostienen que “La economía, a lo largo
de su historia, se ha descrito a sí misma, efectivamente, como la
ciencia desapasionada, transparente, de la
‘sociedad-como-naturaleza’”. Monreal, al afirmar que
“Quienes hayan cursado la asignatura ‘Historia del pensamiento
económico’ en cualquier universidad cubana entienden el asunto sin
mayores complicaciones”, está abriendo la posibilidad de un
nuevo turismo académico estadounidense a través del cual
personalidades como el propio Philip Mirowski, Presidente
precisamente de la Sociedad estadounidense de Historia de la
Economía, y los miembros de ésta, vendrían a aprender Historia del
Pensamiento Económico en cualquier universidad cubana. Más de una
vez me ha tocado oír de cubanos descalificaciones absolutas y
recomendaciones implícitas o explícitas parecidas: a fines de los
80, en un evento internacional de Criterios, un conocido intérprete
cubano de entonces aseveró que Fredric Jameson, conferenciante del
evento, no sabía inglés y debía venir a la Escuela de Letras de La
Habana a aprender esa lengua, refiriéndose, sí, al mundialmente
célebre filósofo y teórico estadounidense del arte y la cultura,
doctorado en Yale, profesor en Harvard y Duke, Premio Lowell de la
Asociación de Lengua Moderna.
Monreal insiste
enfáticamente: “En modo alguno los argumentos de Böröcz
tienen validez universal. Es decir, no se está hablando de los
economistas en general sino exclusivamente de los economistas
húngaros de la ‘transición’; “(…) el resto del texto
es interesante, aunque de ninguna manera debe ser asumido como un
argumento generalizable a toda la ciencia económica”; “(…)
ni la lectura de un texto como el de Böröcz es directamente
relevante para el debate económico y político en Cuba”. Ahora
bien, en ningún momento, ni yo ni Böröcz afirmamos que los
argumentos de este último tuvieran validez universal, ni, mucho
menos, que “debieran” ser asumidos como argumentos
generalizables a toda la ciencia económica. Y ninguno de los dos
mencionamos a Cuba o a los economistas cubanos como elementos
abarcables por alguna generalización extraeuropea. El propio Böröcz
se encarga de dejarlo bien claro, haciendo superflua cualquier
insistencia de Monreal en ese sentido:
“El propósito
de este capítulo es investigar, en gran medida in abstracto, la
postura epistémica del grupo de productores de conocimiento
comúnmente —aunque
imprecisamente— conocidos como los economistas de la
reforma húngara.”
“mis objetivos
son correspondientemente modestos: después de definir de manera más
cuidadosa mi objeto de estudio —los
economistas de la reforma húngara— con la ayuda de las
obras de Carl Schmitt y Mannheim, delineo la posición epistémica de
los mismos”.
Así pues, el
llamado de Monreal a no hacer una lectura indebida sólo puede ser
una advertencia para lectores poco atentos a la letra y el espíritu
del texto de Böröcz.
Sin fundamento
textual alguno, Monreal ve en mi breve nota ideas e intenciones
generalizadoras, mientras hace caso omiso de que la misma va dirigida
precisamente contra “una serie de generalizaciones
homogeneizantes que no reflejaban las grandes diferencias entre esos
procesos [de desmantelamiento y
transición] en los distintos países de la región”
euroriental, entre ellas la generalización relativa al “papel
de la intelectualidad literaria y artística como factor iniciador y
hasta lidereante de esos procesos”, un lugar común que se
estableció entre nosotros desde la Primavera de Praga del 68, y tal
vez desde antes con Lukács y el Círculo Petöfi en Hungría.
Monreal afirma que
he “dejado ‘en el aire’
—al menos en este prólogo— la determinación de la
responsabilidad relativa a ‘la extrema escasez y superficialidad de
la información ofrecida entre nosotros sobre los procesos de
desintegración del socialismo y transición al capitalismo en la
Europa del Este’”. Lamentablemente, Monreal cuestiona a otros
por lo que él mismo no cumple. Él sí se permite dejar “en el
aire” la cuestión central de la aplicación de la Economía
Política marxista en los análisis concretos de la mayoría de los
economistas cubanos y también se permite recurrir a la brevedad de
su artículo para justificar la ausencia de su evaluación y de la
determinación de la responsabilidad por las eventuales deficiencias
de dicha aplicación “en la concreta”:
“La mayoría de
los economistas cubanos que hoy expresan sus criterios públicamente,
han sido educados en una tradición de Economía Política marxista…
(…) La aplicación
de esa base de conocimientos a los análisis concretos es “harina
de otro costal” y su evaluación rebasa las posibilidades que
ofrece un breve artículo como este.”
Ahora bien, cuando
en un verdadero prólogo de 24 páginas —no en una nota de 17
líneas— he abordado las análogas extrema escasez y
superficialidad —entre muchas otras deficiencias— de la
información ofrecida entre nosotros, por ejemplo, sobre los procesos
del pensamiento teórico-literario, estético y teórico-cultural de
la Rusia soviética y postsoviética, no he vacilado en señalar por
sus nombres a las personas e instituciones cubanas responsables de
las mismas, independientemente de su nivel político. Ahí está
“Criterios y la (no)
recepción cubana del pensamiento cultural ruso”,
prólogo a mi antología El pensamiento cultural ruso en
Criterios (2009).
Tanto o más que la
posible lectura generalizante del texto de Böröcz, a Monreal le
preocupa “la selección del título (“Meditar: La
reacción como progreso: Los economistas como intelectuales”)
—que no queda claro si fue escogido por Navarro o por el blog en
que se ha publicado—” por la presencia inicial en ella de la
palabra “Meditar”. En contradicción con su preocupación
por la clara determinación de las responsabilidades, cuando se
refiere a quién pudo escoger el título, ofrece una alternativa: o
fue la persona de Desiderio Navarro o fue un impersonal blog, tras el
cual, paradójicamente, no está la persona de un bloguero
responsable con su nombre propio (Iroel Sánchez).
No se puede culpar a
Monreal por no saber de la existencia de Meditar y sus envíos
electrónicos desde hace 12 años y creer que la palabra Meditar fue
escogida expresamente para la ocasión del texto sobre economistas. Y
es que, gracias al prolongado y estricto silenciamiento mediático,
buena parte del medio cultural nacional no conoce siquiera de la
existencia de Criterios desde hace 45 años, de su revista, sus
libros, su e-zine Denken…, sus actividades, sus reconocimientos
internacionales, etc.
Si Monreal revisara
algunas traducciones mías de artículos extranjeros publicados en
los últimos meses en La pupila insomne, advertiría que los
títulos de los artículos y el nombre del autor también están
precedidos por la palabra Meditar (y hasta por la acompañante
foto de la “obra” centrada en la palabra “MEDITAR” que
realizaron jóvenes artistas plásticos cubanos en 1988). Y es que
sencillamente ese blog, y Desde la ceiba, han reproducido
traducciones que he publicado en Meditar: “El capitalismo
del puntaje pequeño” de Andrzej Szahaj, “Americano cien
por ciento” de Ralph Linton, “Hacia una sociedad universal
de los consumidores: Cultura McWorld contra democracia”, de
Benjamin Barber… Y lo han hecho con mi permiso de traductor y
editor o no, pero siempre han mencionado la fuente.
Con sus envíos
electrónicos no periódicos, Meditar ha tratado de paliar
algunas de las innumerables lagunas informativas locales relativas a
temas y autores importantes, lagunas que persisten desde hace décadas
o que son recientes: desde “La mera alternativa: Stalinismo o
democracia socialista” de György Lukács, y “Rosa
Luxemburgo y la democracia socialista” de Michael Löwy, hasta
“¿Qué nos quedó del marxismo en las investigaciones
literarias?” de Henryk Markiewicz, “La responsabilidad del
artista postsoviético” de Evguenii Fiks, “Las teorías de
la circulación de las élites en los países postcomunistas”
de L. B. Mezvrishvili, y “Democracia y capitalismo. El papel de
las antiguas élites en la transformación postcomunista” de
Georges Mink y Jean Charles Szurek, etc.
A Monreal le
preocupa que el título con la palabra Meditar
“no permite precisar a qué tipo de meditación se está
invitando al lector cubano”: “si a meditar sobre”
tal cosa relativa a un asunto abordado en el texto, “o si se
está invitando a meditar sobre” tal otra, o si “quizás
se trata de meditar acerca de” una tercera. Lo cierto es que,
más allá de anunciarle al lector el tema de un artículo como en
este caso —lo que pocas veces hago en Meditar, y jamás en
Criterios ni en Denken—, no le “preciso” sobre
qué debiera meditar cuando lee un texto de Criterios: invito
a meditar, pero no a un “tipo preciso de meditación”. Por
esa segunda vía se termina siendo un “policía de la lectura y
del sentido”.
Sin embargo, como
alternativa, Monreal invita a meditar no sobre el artículo mismo,
sino sobre su propia réplica —con una retadora pregunta de ¿por
qué razón?— a la afirmación de que el conocimiento que el
artículo ofrece de determinados hechos históricos debería motivar
una determinada actitud de los economistas cubanos hacia su propia
práctica crítico-social: “¿por qué razón lo ocurrido en
Hungría hace más de un cuarto de siglo debería funcionar como algo
embarazoso para el ejercicio de la crítica social por parte de los
economistas cubanos de hoy?” Ahora bien, ¿dónde en mi nota, o
en el artículo de Böröcz, se realiza esa afirmación que habría
motivado esa réplica de Monreal?:
Seguidamente,
Monreal pregunta:
“¿Cuál es
exactamente el componente de pensamiento “reaccionario” que
presumiblemente existiría en algunos economistas cubanos y que
pudiera justificar —supuestamente
con fines educativos— el reciclaje de textos sobre viejos
procesos de transformación social que poco tienen que ver con la
realidad actual de Cuba?”
Aquí funciona el
supuesto de que la publicación por vez primera (llamada
despectivamente el “reciclaje”) en Cuba de textos sobre
procesos históricos foráneos de hace 25 o más años que se
considera que tienen poco que ver con la realidad actual cubana sólo
puede y debe ser justificada —y legitimada con fines educativos—
con la existencia en la realidad cubana de algún fenómeno idéntico
o análogo a algún fenómeno de esos procesos. Estamos ante el mismo
criterio censor que en los tristemente célebres 70 condenaba la
publicación de textos de Marcuse y Althusser y que, luego de haber
liquidado a Pensamiento Crítico, lograría que por mucho tiempo no
se publicaran en Cuba textos teóricos de “Occidente” o
del “campo socialista”, excepto aquellos —casi
exclusivamente soviéticos— cuya publicación podía ser
justificada —y legitimada con fines educativos— con la existencia
en la realidad cubana de algún fenómeno que se considerara que
“tenía mucho que ver” con algún fenómeno —casi
exclusivamente positivo— de esos países.
En la última
sección de su artículo, “Un fantasma recorre Cuba… ¿los
economistas?”, Monreal se entrega de lleno a una defensa de los
economistas cubanos frente a un ataque que en ninguna parte de los
dos textos se ha producido, lo que permite identificar su artículo
como un “golpe preventivo” que se adelanta a lo que él
vislumbra como posibles lecturas y usos indeseables del texto de
Böröcz:
“Aquí fijo mi
posición: ni la Cuba actual es la Hungría de la ‘transición’,
ni el pensamiento de los economistas cubanos se asemeja al de los
economistas húngaros de aquella época, ni la lectura de un texto
como el de Böröcz es directamente relevante para el debate
económico y político en Cuba. Invitarnos a leer un texto como el de
Böröcz es pasable como sugerencia para ganar cultura general, del
mismo modo que también lo es leer la obra de Santo Tomas de Aquino
sobre la teoría del ‘justo precio’ en los albores de la ciencia
económica en la Edad Media.”
Una vez más,
Monreal fija su posición negando afirmaciones que ni yo ni Böröcz
hemos hecho sobre Cuba y Hungría, los economistas cubanos y los
húngaros, el artículo de Böröcz y el debate (a este nada
profesional recurso polémico se lo describe en otras culturas como
inventar un blanco fácil para después batirlo triunfalmente). Si
tan evidente es, para él, que en el artículo “no se está
hablando de los economistas en general sino exclusivamente de los
economistas húngaros de la ‘transición’” —lo cual, como
vimos, el propio Böröcz se encarga de dejar bien claro desde el
primer párrafo—, y que la lectura de un texto como el de Böröcz
no es “directamente relevante para el debate económico y
político en Cuba”, ¿por qué se desgasta en escribir este
artículo más lleno de irritación que de respeto al texto ajeno? ¿A
qué le teme? ¿A que los demás lectores cubanos sean peores
lectores que él, menos atentos al texto, menos inteligentes ante la
semántica del mismo, y comiencen a establecer por su cuenta
analogías, paralelismos y generalizaciones indeseables?
Estamos aquí ante
una actitud hacia los procesos sociales y la producción intelectual
en otros países y en el pasado que es diametralmente opuesta a la de
Pensamiento Crítico en los años 1967-1971, tal como la recuerda
Fernando Martínez Heredia en una entrevista realizada por Julio
César Guanche y titulada “El poder debe estar siempre al
servicio del proyecto…”:
“Nos era
imprescindible comprender al capitalismo de los años 60, sus rasgos
nuevos y su continuidad, y a las formas de protesta que surgían en
países desarrollados. Nos era preciso conocer la verdad acerca de
los procesos soviéticos, desde la revolución bolchevique hasta
nuestros días —incluidos los países de su campo europeo que en
variada medida se relacionaban con Cuba—, de la Revolución china y
de China Popular, de Vietnam y Corea. Conocer el pensamiento marxista
y el revolucionario en general, y el pensamiento opuesto.”
Por esas mismas
razones, Criterios ha publicado, no la obra de Tomás de
Aquino que Monreal presenta como igualmente importante para nosotros
por meras consideraciones de cultura general, sino “La
corrupción” del húngaro Elemér Hankiss, “La modernidad
del postcomunismo” del rumano Ovidiu Ţichindeleanu, “Europa
del Este en transición: ¿Circulación o reproducción de las
élites?” del belga Jacques Coenen-Huther, “Burocracia: un
término y concepto en el discurso socialista sobre el poder del
estado (antes de 1941)” del croata Darko Suvin, “Stalinismo
y socialismo” de la serbia Zagorka Golubović, y “Capitalismo
con adjetivos, o Abordajes críticos de los nuevos capitalismos de la
periferia de Europa” del ucraniano Yuriy Dergunov, entre otros.
En los años 70, el
entonces popular humorista Carballido Rey me decía que llegaría un
momento en que no podría escribir más los guiones del gustado
programa de ficción humorística Detrás de la fachada, pues
cada vez que presentaba con algún rasgo mínimamente negativo a un
personaje de tal o cual profesión u ocupación se buscaba mil
problemas a todos los niveles. En un episodio había presentado, de
paso, a unos taxistas que en una base de taxi jugaban dominó y
demoraban en atender las llamadas telefónicas; a la mañana
siguiente a la transmisión nocturna del episodio, en el ICRT ya lo
esperaba, entre otras no menos irritadas, una llamada del entonces
Ministro de Transporte para transmitirle su protesta y la de todo el
gremio de taxistas de Cuba por la imagen que había dado de ellos. En
la Cuba de los 70 y en la que hoy desea Monreal, tampoco habría
mucha cabida para ficciones o informaciones sobre economistas con
“problemas” –ideológicos, políticos, éticos, etc.–,
aunque fueran húngaros y de un cuarto de siglo atrás.