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31 de marzo de 2021

LAS EXTREMAS DERECHAS DE AYUSO Y LA COALICIÓN DE GOBIERNO ALEMÁN CON LOS NAZIS

Por Marat

Dice Pablo Iglesias que Díaz Ayuso es la auténtica líder de VOX. Estoy totalmente de acuerdo con él.

A partir de esta frase un sector de mis decrecientes lectores es posible que estén dudando entre que me esté postulando para ver si pillo cacho en Podemos, Unidas Podemos o lo que acabe llamándose la cosa dentro de un tiempo no muy largo, o simplemente me esté haciendo mayor, viniendo de alguien que ha vapuleado al ex coleta y a su partido desde el minuto 0.

Mayor ya soy y las opiniones ajenas me importan tanto como la mirada de la Gioconda o lo que haya dicho Revilla sobre la situación de España.

Pero si algo creo cierto no me importa quien lo haya dicho. Habrá ocasión de volver sobre el señor Iglesias.

Lo que ahora me pregunto es por qué Díaz Ayuso abusa hasta la saciedad de las expresiones socialismo o libertad o, la que ya queda para la historia y la campaña madrileña del 4 de Mayo, comunismo o libertad

Que yo sepa en el gobierno de la nación nadie ha realizado una sola nacionalización, ni siquiera la de la industria de bicicletas y otros artefactos de desplazamiento “sosteniblecomo los patinetes eléctricos, todos ellos dedicados a que la clase trabajadora vuelva a emular la película neorrealista Ladrones de bicicletas”, de Vittorio de Sica. Y al trabajador que necesite el vehículo para trabajar, y no sea eléctrico, que le jodan y que aguante al imbécil del patinete delante de sus morros mientras intenta sortear al tonto de la bici -exceptuando al desgraciado que trabaja montado en ella para llevar una pizza a algún simpático ciudadano que prefiere que le llegue a casa al coste humano y peor pagado que sea- y el patinete.

Tampoco es que este gobierno haya sido excesivamente social-liberal. No ha actuado demasiado recortando lo público y devolviendo, vía impuestos, algo de gasto social. De lo público ya no quedaba mucho que privatizar y del gasto social poco que dar. No hablemos del Ingreso Mínimo Vital, el gran éxito del exvicepresi. Sería cruel mencionar esos éxitos. Pero hay que reconocer al Ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, señor Escrivá Belmonte, que lo ha hecho de puta madre. Se ha quitado a más de 2 millones de personas de las estadísticas de la pobreza por la vía de ignorar su mierda de Ingreso Mínimo Vital. Como ha gestionado tal engendro, queda olvidado.

De comunismo más bien poco. No ha habido colectivizaciones. Las expropiaciones forzosas las desconozco. De tomas de fábricas por el proletariado no estoy informado. En cuanto al adoctrinamiento de los hijos quisiera que alguien de los segmentos ideológicos de VOX, PP y C´s me expliquen cuántos colegios concertados han dejado de pillar cacho por culpa de este gobierno social-comunista.

Si fuera de izquierda me avergonzaría de pensar en el magro éxito de este gobierno nacional.

Dejémoslo en que soy comunista y eso es algo muy diferente a ser de izquierda o de derecha. Otro día se lo explico, después de haberlo hecho unas cien veces.

Y ahora volvamos a Díaz Ayuso. Esta señora acusa a la izquierda de cosas que a los marxistas nos enorgullocerían y a la reacción le pondría en su peor presente y futuro.

La señora Díaz Ayuso representa la siembra del odio.

Es la repetición de Aznar, el payaso de la mascarilla. El acomplejado que nunca fue otra cosa que el que dijo aquello de "Los que idearon el 11-M no están ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas" pero sostuvo que el atentado del 11M era ETA, después de haber llamado al engendro Movimiento Vasco de Liberación.

Ese personaje es el mismo que ha ido llevando su Fundación cada vez más hacia el fascismo, el mismo que dice que si el PP fuera lo bastante patriótico no haría falta VOX.

Esa señora ha recibido del gobierno español casi 1.500 millones del Fondo Covid-19 y ha destinado a ese objetivo 700 millones ¿Qué ha hecho con el resto?

Cuando la señora Ayuso habla de libertad se inventa un enemigo que no existe pero su libertad es la que crea enfermos en nombre del derecho a la libre empresa de la fiesta. Y los enfermos del bicho siguen subiendo.

Quizá haya que explicar que tanto ella como su alcalde (es su alcalde, su muñequito) han dependido de Vox durante todo el tiempo en el que se han dedicado a negar la pobreza en Madrid, a admitir que, si existía, era culpa del gobierno nacional, a atacar a los que venían de fuera antes y aprobarlos luego, a ser el fascismo que hace que en las próximas elecciones el oficial (Casado) quede por debajo del auténtico (Franco)

Ser de Vox es muy fácil. Basta con odiar a la izquierda. convertir lo que es la lucha de clases, que es el derecho de la clase a defenderse del capital, en una cosa llamado "marxismo culturalque nunca tuvo nada que ver con el marxismo. Y organizar el odio.

Eso significa, para esa gentuza, que no debemos hablar de lucha de clases sino de chorradas feministas estilo Montero -a lo Rociito- y sus identidades de género y de algún feminismo de clase que consiste en ver si se colocan las que otros llaman las nuestrasen algún sitio que mañana cobrará por ver sus noticias. Se puede empezar por cuestionar a Lidia Falcón, defenderla luego y acabar por rechazarla sin que nadie te pregunte a qué juegas y de qué modo eres incoherente.

Del mismo modo en el que la derecha alemana propició el ascenso del nazismo (von Papen)   , incluyendo sus alianzas, cabe preguntarse por el papel de Díaz Ayuso en la ideología que defiende, más allá de la velocidad a la que lo haga.

Ayuso es la inteligente (lo del borracho con accidentes automovilísticos, Miguel Ángel Rodríguez, es otra cosa) y los que no han entendido que Iglesias acertaba en algo, se equivocan mucho.

Y C´s es la putilla necesaria en el proceso de una descomposición hacia ninguna parte. De su origen hacia la locura de lo que han sido. Háganselo ver.

No voy a votar. Hace mucho que no lo hago. Lo necesario es otra cosa. Ustedes verán lo que hacen.

No les hablaré de defender nada. Me quedo con mi idea de abrir camino hacia la organización por afinidad. Cuando quieran.

PD:: Esto seguro que no va a determinadas páginas a las que no di permiso para publicar mi anterior artículo. 


22 de marzo de 2021

RUIDO

Por Marat

A mitad del camino de mi vida,

en una selva oscura me encontraba

porque mi ruta había extraviado


¡Cuán dura cosa es decir cuál era

esta salvaje selva, áspera y fuerte

que me vuelve el temor al pensamiento!”

(“La Divina Comedia”. Infierno. Canto I. Dante Alighieri)

Posiblemente uno de los hechos más necesarios para los seres humanos que reflexionan sobre el presente en el que viven como colectividad - una rara virtud en tiempos de inmediateces, banales simplificaciones sobre el mundo y gritos airados, interesadamente insuflados sobre los espectadores envenenados del mundo de la política – sea el de sentirse perdidos entre tanto ruido mediáticamente propagado.

Solo desde la perplejidad que causa la cacofonía vociferante de la falsa política, de los envenenadores de la opinión publicada que inducen a la sinrazón de las emociones más primarias y salvajes, es posible comprender las intenciones que subyacen a los fabricantes de odio social, a los manipuladores de las conciencias. Y llegar a tomar distancia de toda esa patraña.

Frente a la gentuza reaccionaria y fascista, propagadora del enfrentamiento civil y el odio en la calle, las tabernas, los medios de comunicación e Internet, solo nos encontramos a una izquierda vociferante cuyos hechos son incapaces de sustentar las bravuconadas de sus palabras; una izquierda inútil que apela a las emociones blandas antes que a las prácticas políticas que golpeen a la caverna donde más le duele: educar políticamente y organizar a la clase trabajadora y a los sectores populares y tomar medidas económicas que rompan la iniciativa del fascio-liberalismo y mejoren realmente las condiciones de vida de dichas clases.

Cuando se toma distancia del cacareo de la vulgar politiquería es posible detectar que hay una evidente asimetría entre el matonismo amenazante y crecientemente violento de la derecha extrema y de la extrema derecha y la oscilación entre la frívola ridiculización de las mismas por parte de la izquierda y las fanfarronadas de un aparente hacerles frente pero solo de palabra.

Qué mejor ejemplo que las dos últimas estrofas del soneto de Cervantes, Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla para definir el falso enfrentamiento desde una de las partes:

Esto oyó un valentón y dijo: "Es cierto

cuanto dice voacé, seor soldado,

Y el que dijere lo contrario, miente."


Y luego, incontinente,

caló el chapeo, requirió la espada

miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

La derecha extrema y la extrema derecha tienen muy bien tomadas las medidas a la izquierda. Saben que en cuanto le acusen de socialista o de comunista y contrapongan ambos términos a la sacrosanta libertad de empresa, que siempre ha de estar por encima del derecho a la protección de la vida y de no ser sobreexplotado, se achantará. Quien se jacta de lo que no es, en cuanto le acusan de serlo, tiembla.

Cuánto más digno hubiera sido por parte de la izquierda responder a esos indecentes eslóganes de marketing electorero del fascio-liberalismo de socialismo o libertady de comunismo o libertad con algo parecido a esto Tienen ustedes mucha suerte de que no seamos socialistas sino social-liberales ni comunistas sino socialdemócratas porque, si fuésemos una u otra cosa, ustedes encontrarían en nuestros hechos la respuesta que merecen”. La realidad es que ni unos, los fascio-liberales, ni otros, los progres de izquierda, se engañan. Ambos saben que juegan con mentiras pero, mientras los primeros amenazan en serio, los segundos practican juegos de artificio.

Creo que no somos pocos quienes sabiendo quiénes y qué somos, sin negarnos a nosotros mismos ni a nuestras convicciones, asistimos al simulacro de un enfrentamiento asimétrico del que nos sentimos totalmente ajenos porque percibimos el tufo de la mentira y nos negamos a ser parte de tan denigrante espectáculo.

En mi caso puedo decir que hace mucho que no me reconozco en la categoría izquierda”, nacida de la ubicación de dónde se sentaron una parte de los representantes de la Asamblea Nacional, al inicio de la Revolución Francesa, cuyas aspiraciones eran fundamentalmente las de impedir el derecho de veto legislativo del monarca y dar paso a una nueva clase, la burguesía. Hay quienes creemos que la cuestión fundamental de cualquier proceso político se encuentra en lo social -qué clases serán las hegemónicas– y en lo económico - bajo qué sistema de propiedad de los medios de producción, las empresas para entendernos, vivirán los seres humanos- . Y eso no lo representa la izquierda.

Concretando, que es gerundio, en medio del griterío, la propagación del odio, el enfrentamiento entre siglas, que no proyectos realmente diferentes de sociedad, y el seguidismo acrítico, no creo ni en la ideología de los charcuteros y dueños de bares, que hacen como que no se enteran de que sus enemigos son las grandes cadenas de la distribución y de la hostelería, a los que apoyan los políticos a quienes ellos votan, ni en la de los progres universitarios de clase media, que temen ser desalojados de las instituciones burguesas y que defienden la política de la izquierda asentada en el sindicalismo de concertación,como tampoco la de cierta ministra del diálogo social, bien apreciada por los grandes empresarios.

Así que si ustedes creen que a la derecha extrema y a su infantería fascista se les para con el voto, no seré yo quien critique las decisiones que tomen. Pero creo que no está de más decirles que no les pararán con ello, porque hace tiempo que muchos de los desesperados saben que la izquierda no cambiará sus vidas sino que les abandonará a una frustración que les conduzca a entregarse a los representantes políticos de sus enemigos. En el mejor de los casos, solo retrasarán en un par de años el triunfo de los que dicen combatir. Nadar, nadar y ahogarse en la orilla.

Yo, en su caso, me plantearía si lo que toca hacer es otra cosa. No me gusta ser cargante a fuer de repetirme. Lo he explicado unos párrafos más arriba. Cada uno ha de cabalgar sus propias contradicciones.

EPÍLOGO: Mi más merecido aplauso que resume las miserias del parlamentarismo burgués y del oportunismo actual. a la serie Vamos Juan”. Aplausos a Javier Cámara al representar al político oportunista.

Ustedes verán cuál es el nivel de sus tragaderas.

28 de mayo de 2020

SER COMUNISTA HOY…Y SIEMPRE



Por Marat

1,.- ¿Qué es ser comunista?... en mi opinión personal
El papel que a los comunistas nos corresponde no es hacer la revolución social. Esa la hace la clase trabajadora. Nacimos para empujarla, sumar, elaborar las mejores propuestas, en función de cómo es el capitalismo mundial y nacional en cada país HOY y no en 1917, según es HOY la clase a la que pertenecemos, y presentarlas ante las clases subalternas para ser consideradas por éstas su referencia, sin proclamarnos vanguardia cuando aún estamos muy desconectados de la clase y no tenemos retaguardia alguna.

Pero para hacer tal cosa, hay que bajarse del pedestal de barro al que solo nosotros mismo nos subimos, nadie más, escuchar dónde le duele en lo inmediato y cada día a nuestra clase: una sanidad pública que solo se sostiene sobre la solidaridad de sus profesionales con el ser humano al que pone rostro cada día, no en las inversiones públicas necesarias, trabajadores amedrentados por conservar sus puestos de trabajo, si no los perdieron o pasaron a unos ERTE que aún no han cobrado, precarios que pueden perder la habitación que ocupan de alquiler, trabajadores sumergidos que se juegan el ser multados o desprotegidos por serlo, nuevos esclavos del teletrabajo a los que han dicho que serán los reyes del tiempo, viejos cuya dependencia han convertido en mercancía que muere en silencio,….

Los comunistas somos otra cosa. Somos parte de nuestra clase que tiene que pegarse a todas esas necesidades y estar en contacto con cada uno de sus miembros que lo está pasando mal y que quiere decir “estoy harto de estar harto pero no sé cómo gritarlo” y alentar su grito, intentar que tenga sentido tanto para él como para todos nosotros. Ser comunista es dejar de hacer el inútil y el frustrado en las redes sociales que trata de justificar el porqué de no meterse dentro del cada día de las “pequeñas cosas” y pegarse al vecino, incluso al más fascista, si lo está pasando mal económicamente por causa de este sistema, y siempre al compañero de trabajo o al vecino del barrio y demostrarle en la práctica que no está solo. Saber que hay gente a tu alrededor, unos de tu ideología que no quieren que camines solo, y otros que te miran solo como un ser humano, en medio de la vorágine del odio inducido, de la frustración sin otro camino que no te lleve a la soledad o el fascismo como respuesta, es dar una oportunidad a un mundo de seres autónomos solidarios que buscan juntos un mundo más decente.

Y después de eso explicarle que no hay soluciones particulares con demasiado futuro (si ayer la mentira del ascensor funcionaba, hoy está atascado entre el bajo y el primer piso) sino formas de ayudarnos mutuamente para intentar rechazar, con la protesta organizada, sus golpes pero que los que hoy paremos, porque lo necesitamos en lo inmediato, no pararán los que vendrán luego porque el capital solo puede crecer desposeyéndonos,  unas veces de manera abrupta (los recortes sociales de la crisis de 2007), otras con ayuda de la Comisión Europea, que ahora parece dispararnos con cientos de miles de millones de euros pero pronto veremos que será para salvar a grandes sectores productivos y para soltarnos alguna de esas migajas que tanto agradecemos los desesperados, que tanto necesitamos para sobrevivir, pagando esa fiesta la clase trabajadora en forma de nuevos recortes sociales, cuando las rodajas cortadas al salchichón nos han conducido hasta la cuerda y la etiqueta .

Luego hay que decirle al compañero, ese que las está pasando canutas: “¿has logrado un mes o dos de esperanza? Quiero brindar contigo por ello pero no bajes la guardia, sigue organizado porque no se trata de hacerlo por grandes principios sino porque no destruyan tu vida”. Y dejarle claro que no tardarán en recórtele un poco más sus posibilidades de supervivir hasta su extenuación.

No hay salidas dentro del capitalismo para la clase trabajadora. Construir una sociedad comunista pasa por acercarse al socialismo de un modo fraterno (a veces me sale el estilo francés). La solidaridad de clase teje cada día el mañana. 

2.- ¿Qué no es ser comunista? Como antes, una interpretación personal

No soy de izquierda/s. Creo que los comunistas no somos de izquierda, dado que ésta nació en la Revolución Francesa, y no ha cambiado esencialmente hasta hoy, para reformar el sistema de clases nacido del capitalismo, entonces incipiente, hoy universal. Reformar no es sustituir, reformar es adaptar, hacer más asumible un sistema de explotación, sobreexplotación y dominación concreto, el capitalismo. Los comunistas  pretendemos destruir, no reformar, el sistema de dominación sobre el trabajo que hace que lo que se produce en él sea una actividad social colectiva, mientras que el beneficio económico que genera es privado para el empresario. No hay términos intermedios entre capital y trabajo, como tampoco lo hay entre reforma y revolución o entre agua y aceite. Por mucho que se intenten mezclar no lo logran. 

Hay quien cree que la solución intermedia es redistribuir la riqueza vía impuestos, pero ya vemos que el capitalista tiene un millón de formas de evadirlos o simplemente de echar abajo los gobiernos que pretendan hacer reformas fiscales mínimamente progresivas. También hay quien cree que dando más representación a los sindicatos en el control de las decisiones que afectan a los trabajadores en las empresas privadas se logran mejoras que, acumulándose, nos pueden llevar a una sociedad más justa. Eso conduce a la burocratización sindical y a la compra de sus dirigentes por las propias empresas. La clase trabajadora, como clase organizada, siempre necesitará estar en la oposición dentro del capitalismo, sea con un gobierno de derechas o con otro de izquierdas, pero también en una sociedad socialista que no es lo que hacen los “socialistas” cuando están en el gobierno. No son lo mismo derecha e izquierda pero, en su práctica tampoco son tan distintos. Como tampoco es lo mismo el empresario o accionista del consejo de administración de una empresa capitalista que el burócrata de una autodenominada sociedad socialista. Es irritante tener que explicar, una y otra vez, en bucle,  estas cuestiones cuando ya no hay sociedades socialistas sino, acaso, alguna aberración que usurpa su nombre. Exaspera aún más que haya aún quienes no se preguntan el porqué. 

Si se entendiese bien esta cuestión no nos encontraríamos ante supuestos comunistas que defienden como sistema socialista una monarquía hereditaria con estatuas kilométricas de la saga de reyezuelos que confían tanto en sus ciudadanos que acaban diciendo eso de “controlamos lo que entra en el país y cuál es el objetivo” o “queremos evitar cualquier mal que entre en la sociedad" (joder, con el puto Shangri-La de los cojones) , más o menos lo que hacía el gobierno de Estados Unidos cuando preguntaba al viajero que pretendiera entrar en su país si había militado en un partido comunista u organización afín. Si no estás en la paranoia más absoluta del espionaje y las conspiranoias quizá debas preguntarte si esa es la sociedad en la que querrías vivar y aún más, qué leches tiene eso que ver con Marx. 

Quizá la sociedad humana este regresando hacia la animalidad de dejar de hacerse preguntas a cambio de una cierta sensación de seguridad material. Eso le está ofreciendo también el fascismo. Volvamos a la caverna, que en su oscuridad está la verdad.

Mención aparte de los defensores por interés económico de un sistema feudal como el norcoreano coloco a quienes defienden un régimen caudillista que nada ha hecho para favorecer el control social de las grandes empresas venezolanas (el sistema económico sigue siendo plenamente capitalista, después de 23 años de la revolución bolivariana) y extraigo una conclusión: los pseudocomunistas que confunden dictadura del proletariado que es de toda la clase trabajadora contra el capital, con dictadura de partido, y que son la nueva clase, buscan la supervivencia económica de sus 2 ó 3 liberados al amparo de un sistema que no tiene nada que ver con Marx sino con una autarquía absolutamente opuesta a la necesidad de que la globalización del capitalismo condujese a internacionalizar la lucha de la clase trabajadora. Del mismo modo, quienes han pillado en los años de vacas gordas de un bolivarianismo que hoy reprime a sindicalistas en Venezuela (no me hagan tirar de datos) provienen del populismo más reformista  o del estalinismo que, por su propia naturaleza histórica, acaba en lo mismo. 

Comprendo la sensación de desnudez que puede conllevar para algunos renunciar a tener sus particulares paraisos en la tierra pero ni el marxismo fue nunca una construcción ideológivca para esconderse del mundo hostil capitalista (solo el mejor arma para transformarlo) ni deformó nunca la realidad. Otra cosa muy distinta es lo que algunos defienden.

Este camino solo conduce a la secta, de mayor o menor tamaño, y a desprestigiar la más noble aspiración de la humanidad. La sociedad comunista.

No hay salidas dentro del capitalismo para la clase trabajadora. Construir una sociedad comunista pasa por acercarse al socialismo desde la solidaridad real de cada día.  

2 de diciembre de 2018

LA REVUELTA DE LOS “CHALECOS AMARILLOS” REFUTA AL SISTEMA POLÍTICO FRANCÉS

Fuente: dprezat. Flickr. París: Rue de Rivoli

Por Marat

Estos días los medios de comunicación españoles cuentan, con calculada medida (no sea que se extienda fuera de Francia, como ha sucedido en Bélgica), la revuelta francesa de los “chalecos amarillos” (“gilets jaunes”). Llama la atención que lo que sucede en Francia, aquí al lado, tenga un tratamiento limitado y tan escaso en explicaciones, más allá de las relativas al efecto de la subida de los carburantes sobre los usuarios y a un intencionado intento de vincularlo al lepenismo.

Sin embargo, apenas he leído contextualizaciones que traten de buscar explicaciones más allá de que Macron sea un presidente liberal, elitista y poco dado a escuchar la voz de la calle y al diálogo y de la ya mencionada subida de los carburantes sobre las clases populares francesas.

Desde el estallido de la crisis capitalista a nivel mundial, Francia ha conocido tres presidentes -Sarkozy, Hollande y Macron- cada uno promotor de políticas más reaccionarias, antipopulares y liberales que el siguiente. Durante estos años los tres presidentes han sido elementos de gran importancia en el mantenimiento del eje germano-francés, que ha sido decisivo en la implantación de las políticas de austeridad y recortes sociales contra las clases trabajadoras en toda la UE y que ha tenido su plasmación en el conjunto de las economías nacionales de la Unión.

En Francia, como en España o Grecia, hubo huelgas generales contra estas políticas pero ello no era obnstáculo para que en Francia y en España, como en Italia, Alemania, los Países Bajos o los nórdicos la izquierda y el sindicalismo mayoritario hayan formado parte del entramado de relaciones que hace años definí como “la corporación”. Es decir, ni la izquierda ni el sindicalismo mayoritario han estado en los últimos 50 años al menos dispuestos a romper los límites del juego político que el Estado capitalista había marcado. En el caso del sindicalismo mayoritario en esos países se ha venido caracterizando desde hace mucho tiempo como un sindicalismo de concertación, o incluso de cogestión de las relaciones sociales de producción capitalistas y no de combate contra el capital. La única excepción de la que puede hablarse en Europa dentro del sindicalismo mayoritario la representa el PAME griego.

Mientras tanto, no ya los partidos autodenominados socialistas o socialdemócratas sino la gran mayoría de sectores de la izquierda excomunista, que incluso tiene el descaro de seguir llamándose comunista, y de la llamada “izquierda alternativa”, fueron abandonando la práctica de clase -el discurso, lo ejerzan o no, importa muy poco si la práctica lo niega- para irse integrando en los cien mil identitarismos posmodernos, negadores de la clase como eje del principal antagonismo, el de capital-trabajo.

En ese vacío es donde surge en las luchas de carácter social el espontaneismo, el rechazo a ser representados en las luchas por organizaciones clásicas, el aparente apoliticismo, que más que apoliticismo es prepolítica y apartidismo, la transversalidad ideológica de movimientos cuya chispa prende a partir de circunstancias, cuestiones y revindicaciones concretas.

Hay quienes han sentido la tentación de establecer comparaciones entre el movimiento de los “chalecos amarillos” y el de los indignados españoles del 15M. Fuera de los elementos de transversalidad ideológica, aparente apoliticismo y surgimiento en las redes sociales nada en lo que se parezcan.

Si el 15M fue principalmente un movimiento nacido de la generación joven de unas clases medias urbanas, fundamentalmente de las grandes ciudades, que veían el fantasma de su proletarización y descenso social, como luego se vio en la composición de sus figuras más relevantes y que hicieron carrera en la política, el movimiento de los chalecos amarillos es ante todo un movimiento de las clases trabajadoras y pequeños autónomos de los barrios dormitorio populares alejados de las grandes ciudades y sus centros y de la Francia agrícola. Personas que utilizan sus vehículos particulares para desplazarse a sus lugares de trabajo porque la red de transporte pública francesa es muy insuficiente para sustituir el uso de medios privados.

Si el 15M nació con un programa en el que en primer lugar destacaban los elementos de tipo político (aquello de la democracia participativa), al que luego se le añadieron los de tipo económico, básicamente referentes a la economía financiera (la banca), a la que se incorporaron ciertos utopismos de la llamada economía colaborativa, que ya sabemos hoy lo que es, el movimiento de los chalecos amarillos ha arrancado con una agresión claramente económica y muy concreta la brutal subida de los carburantes, a la que se ha sumado la llamada ecotasa del gobierno de Macron.

De hecho, Macron se envuelve en la bandera ecologista de parar mediante estas medidas impopulares el cambio climático.

Pero los chalecos amarillos ya no se detienen en la cuestión de la subida de los carburantes. Incorporan todo un temario de propuestas de tipo socioeconómico marcadamente igualitario, como la reversión de los recortes, la mejora de las pensiones, el apoyo a las familias más desfavorecidas, aumento del salario mínimo, fomento del empleo no precario, restablecimiento del impuesto a las grandes fortunas, recuperación de los servicios públicos, jubilación a los 60 años,...Es evidente que se trata de demandas reformistas pero no existen energías revolucionarias que vayan por delante de aquellas y se trata de exigencias que conectan con las necesidades inmediatas de la clase trabajadora francesa, al igual que la de la clase trabajadora de otros países de la UE.

Entramos con esta cuestión de carácter aparentemente solo medioambiental en una temática de la que prácticamente nadie, a derecha e izquierda -¡cuanto se parecen ambas!-, parece interesado en hablar. Que la transición energética de unas energías muy contaminantes y no renovables a otras pretendidamente limpias (ya veremos cuánto lo son y su impacto ecológico en el futuro) y renovables va a golpear fundamentalmente sobre las espaldas de la clase trabajadora, que la llamada sostenibilidad es la gran coartada para sacar de las calzadas a millones de trabajadores que no pueden permitirse comprar un vehículo nuevo (ecológico o no) y del mayor pelotazo económico que pegará el capitalismo en toda su historia. Hasta ahora no estamos viendo prácticamente medidas económicas gubernamentales, ni a derecha ni a izquierda, que ayuden a la clase trabajadora a hacer más llevadera esa transición energética pero no faltan las ayudas de esos mismos gobiernos a sectores como el del automóvil, ya sea en sus versiones eléctrica o de hidrógeno. Para la clases medias-altas y ricas la transición ecológica será, en cambio, algo muy soportable y que les ayudará a sentirse ambientalmente responsables y mejores personas.

El mayor efecto que ha tenido el 15M ha sido el del empleo de centenares de personas en la política, ya sea como representantes, asesores o técnicos. La lucha de los “chalecos amarillos” apunta directamente contra esta nueva forma de austeridad que dejará fuera del acceso al vehículo a quienes lo necesitan para trabajar o para desplazarse a sus trabajos por falta de alternativas de transporte público adecuadas y que tendrá el correlato de un gigantesco negocio para la gran industria. Para quienes tengan que desplazarse una media de 50 o 100 kms al día, y les aseguro que son muchos más de los que puedan pensar, la bicicleta o el patinete eléctrico no serán una alternativa. Hoy son más bien una moda urbanita.

He visto en estos días a personas que se dicen de izquierda, algunos de las cuáles se autodefinen comunistas, condenar a este movimiento porque dicen que está infiltrado por el partido de Marine Le Pen, algunos incluso se atreven a decir que está dirigido. La ignorancia siempre ha sido mala cosa. Es madre de la estupidez, la falsedad y el comportamiento reaccionario; ese al que algunos dicen combatir para acabar por caer en aquello que condenan.

Éste es un movimiento, como todo el que tiene débil organización, estructuras líquidas y es politicamente diverso -con trabajadores y pequeños autónomos de izquierda, de derecha y mediopensionista, que es lo que casi todo el mundo es en este mundo ideológicamente tan confuso-, y con liderazgos muy débiles, cambiantes y, desde luego, no unánimemente reconocido desde dentro.

No debe sorprender, por tanto, que haya en su interior elementos lepenistas. Lo que sí debiera sorprender es que la izquierda francesa y los sindicatos mayoritarios, lo acogieran con desconfianza, cuando no abruptas descalificaciones, sobre todo cuando muy mayoritariamente está compuesto por trabajadores. Claro que si llevas decenas de años practicando el discurso de clase media y mirando hacia ella para buscar el voto, quizá no conozcas nada de los intereses y necesidades inmediatas de la clase a la que en el pasado decías representar. Cierto que a última hora los Melenchones, las Segolenes Royales y hasta los muy social-liberales Hollandes se van sumando oportunistamente a un tibio apoyo de lo que antes condenaron, no sea que acaben en un hoyo electoral mayor del que ahora están.

De la miopía de la izquierda y buena parte de los izquierdistas y comunistas españoles me sorprendo menos. Los conozco mejor. Su discurso es más o menos éste: hay gente de Le Pen, le han entregado la dirección del movimiento (lo que es tan estúpido como pensar que este partido ultraderechista está dispuesto a arriesgar su ilegalización, dado el cariz que van tomando los acontecimientos del incendio social en Francia, sobre todo cuando Marine Le Pen intenta dar un barniz de respetabilidad y moderación a su partido de extrema derecha). Lo que no se les ocurre a estas mentes clarividentes es que si abandonas y rechazas a un movimiento que nace de un aa demanda popular y hasta de clase, el vacío de influencia que tú dejas puede ser rellenado parcialmente por otro. Es de primera cartilla de marxismo.

Éste es el tipo de gente que confunde sus posiciones partidarias con las de todo un movimiento, lo que es propio de quienes se instalan en las redes sociales, sin un mínimo de formación política, imparten clases de su ignorancia y no participan de los movimientos populares porque recelan de ellos y temen el rechazo de los mismos, en lugar de ganarse su respeto por sus posicionesy su compromiso.

Que haya quien se atreva a decir que los chalecos amarillos se oponen a las ecotasas y a los impuestos para sostener el Estado del Bienestar, cuando los impuestos indirectos (iva, impuestos sobre los combustibles,...) históricamente han sido una medida reaccionaria y desigualitaria, y han sido precisamente los gobiernos franceses de la crisis los que han ido desmontándolo, es muestra de una profunda estupidez y de un revolucionarismo tan de cortos vuelos que aquí lo podrían comprar el PP o Ciudadanos y que en Francia lo aplaudiría rabiosamente Macron. Precisamente el mismo Macron que eliminó el impuesto a las grandes fortunas, que ahora planea bajar los impuestos a las grandes empresas y que él mismo afirma con orgullo que es el presidente de los ricos ¿Hay mayor afrenta a la clase trabajadora que alguien que hace esto trate de arruinarles mediante ecotasas y subidas brutales de los carburantes? Me temo que alguno de esos giliprogres si se declara el estado de emergencia en Francia y comienza una represión mucho más brutal que la que hemos visto estos días, acabará aplaudiéndola. Al fin y al cabo, algunos de ellos condenan la violencia ejercida por una parte de los manifestantes, como si los grandes cambios sociales se hicieran con batucadas, ponerse una nariz de payaso y hacer sentadas en las que te forran a hostias. Lo de que la medida del Estado francés sea una auténtica acción violenta y declaración de guerra contra la clase trabajadora...eso ya. Ellos lo cambiarían en las urnas ¡Ja!

A donde llegue el movimiento será cosa tanto del propio movimiento, como de la correlación de fuerzas en esa lucha, como de la traición de la izquierda francesa. No soy optimista al respecto, soy consciente de que es un movimiento inmaduro, centrado en lo inmediato, pero estoy convencido de que de las experiencias de las luchas, de sus avances y sus derrotas la clase aprende mucho más que de esperar sentada a que la inexistente vanguardia se cree un día con tanto cretino que la compone y venga con las tablas de la ley a salvarla.

De todas las aportaciones de las luchas de la clase trabajadora, que hoy no pueden ser más que autónomas y parciales, porque esa vanguardia se niega a nacer y prefiere oscilar entre las tentaciones parlamentarias y la nostalgia de Don Pepe, una de las más positivas sería la liquidación política de la izquierda por extenuación y zafiedad. Solo con una nueva generación de militantes, que no activistas, puede surgir el necesario instrumento del que hoy carece.