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3 de mayo de 2016

SÓLO LA UNIDAD DE CLASE DERROTARÁ A LA REPRESIÓN

Por Marat

En los últimos dos años posiblemente se esté hablando en España de la represión y del recorte de libertades de expresión, opinión y manifestación tanto o más que en el conjunto de los últimos 40 años desde el inicio de la transición política.

Y hay razones sobradas para ello. El encarcelamiento de personas por expresar por escrito, en protestas en la calle o mediante manifestaciones artísticas sus puntos de vista sobre la realidad en la que viven o su disidencia frente a lo que consideran injusto, ha hecho de España un país desmovilizado, acobardado y amenazado con cárcel y multas que sus receptores no puedan pagar.

Una combinación de violencia policial, judicial y legislativa (nuevo Código Penal y Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana) amedrenta la voluntad de resistir ante el atropello al que cotidianamente se ven sometidos los más débiles.

Y sin embargo, y ante esta evidencia, nunca se ha mentido, manipulado, ni ocultado tanto las razones de las que nace ese diluvio represivo.

Para los vendedores de “ilusión democrática”, según la cuál el Estado es un aparato neutro al que manejar a voluntad y en sentidos muy diferentes según el partido que haya ganado unas elecciones, el vendaval antidemocrático proviene de que el Partido Popular es muy autoritario y de que pretende imponer una política de recortes sociales que, en opinión de los sostenedores de tal teoría, la sufren unas víctimas muy genérica: “la gente”, “las clases medias”, “los ciudadanos”, su expresión favorita. Lo cierto es que gobierne quien gobierne, mientras lo haga sin romper la legalidad del sistema político vigente, la clase trabajadora ha de mantener la lucha por sus derechos.

Vivimos inmersos en una crisis capitalista de la que las grandes corporaciones que dominan la economía, el mundo del trabajo y nuestras vidas son incapaces de salir, si no es mediante la transferencia de ingentes cantidades de rentas del trabajo al capital, a través de la privatización de lo público, de la brutal reducción de los salarios y costes laborales en general.

Desde la crisis del 29 del pasado siglo jamás se había efectuado una agresión tan salvaje contra las conquistas históricas de la clase trabajadora y en esa agresión el Estado capitalista no es neutral, como pretenden hacernos creer los minirreformistas vendedores de crecepelo para calvos.

El Estado jamas fue un órgano neutral por encima de las clases sociales ni conciliador de los intereses antagónicos entre unos y otros estratos sociales. Representa de un modo férreo a la clase constituida en dominante mediante su poder económico. Quienes lo gobiernan en representación de dicha clase y el reformismo que aspira a sustituir a los habituales gobernantes de dicho aparato, sin cuestionar y ni siquiera intentar confrontar dicha naturaleza de clase capitalista, admiten que éste sea el brazo necesario para la represión de cualquier intento de la clase trabajadora de ejercer resistencias a su sacrificio en esta crisis.

La combinación de policía (reprimiendo), jueces (condenando), legislativo (nuevo Código Penal, Ley Orgánica de Protección del Derecho a la Seguridad Ciudadana), medios de comunicación (creando estados de opinión criminalizadores de las luchas de la clase trabajadora) y una ideología de superioridad de la idea de segurdad (versión moderna del “orden público” franquista) que se asienta en una “doctrina del derecho penal del enemigo”, pretenden instaurar un cordón sanitario frente a la lucha obrera. El objetivo no es otro que el de disuadir en primer término, mediante una combinación de mecanismos coactivos y coercitivos, y reprimir, cuando es necesario (y lo es de forma habitual para los gobiernos del capital) cualquier disidencia de clase.

Se entiende así que el Estado capitalista haga cierta la expresión del pensador liberal Max Weber que afirmaba que Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el “territorio” es elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del “derecho” a la violencia.” (“La política como vocación”)

Sin salirnos del pensamiento jurídico-político liberal podríamos reprochar a Max Weber y a tantos liberales de su especie su “confusión” intencionada entre “legalidad” y “legitimidad”, ya que la “fuente del derecho” a la que alude es la del derecho positivo (de normas jurídicas escritas por el órgano del Estado que ejerza la función legislativa) y no la del “derecho natural” (Rousseau), que sería fuente de “legimidad”, en tanto que se asienta en un derecho de tipo moral. Ello hasta el punto de que un acto puede ser legal pero no legítimo y viceversa. En la dualidad legitimidad/ilegitimidad se fundamenta tanto la razón como la sinrazón ontológicas del ejercicio del gobierno.

En cualquier caso, la clave del pensamiento y la acción principal del Estado capitalista es la conservación de la llamada “paz social” en base a la previsión (ideología dominante, coacción, legislación disuasoria,…) y a la reacción cuando siente que los privilegios de la clase a la que representa son amenazados o siquiera contestados más allá de la vacuidad de las palabras.

Si el Estado capitalista se arroga, por un lado, la voluntad y la legalidad, que no la legitimidad del monopolio de la violencia, necesita, por otro, negar que ejerza otras formas de violencia como la explotación laboral, la pobreza a la que condena a amplias capas de la población, el terrorismo empresarial que legaliza o el imperio del “derecho” al pago de la deuda bancaria por encima del que corresponde a una vivienda digna, por citar sólo algunos ejemplos.

En paralelo, la oposición a su dominación de clase, el Estado la considera violencia casi equiparable a la terrorista. Así un corte de vías férreas o de carreteras en una protesta sindical, la ocupación de locales de la patronal por trabajadores, un piquete informativo que, si no es en parte coactivo, no es piquete sino grupo informe de pusilánimes, la cobertura fotográfica de la violencia policial en una manifestación o una frase un poco más subida de tono de lo normal en redes sociales es violencia “ilegal” para quien detenta más que ostenta el pretendido Estado de derecho de una dictadura de clase.

Desde Alfon, encarcelado en régimen FIES, con periódicos castigos, hasta Andrés Bódalo, dirigente del SAT también encarcelado, pasando por Raúl Capín al que le ha caído una multa absolutamente brutal en su condición de persona con limitados recursos o Esther Quintana, que perdió un ojo por una pelota de goma de los mossos d´esquadra en la huelga general del 14 de noviembre 2012, toda la artillería legal, legislativa y policial del Estado, además de la de su Brunete mediática va destinada a destruir la capacidad y voluntad de rebeldía de la clase trabajadora.

Los sindicatos del régimen, CCOO y UGT, dan la cifra de 300 sindicalistas encausados para los que se llega a pedir hasta 125 años de cárcel. Previsiblemente son muchos más, dado que estos sindicatos no destacan por su solidaridad con el sindicalismo alternativo ni con los militantes comunistas, anarquistas y revolucionarios condenados o amenazados por peticiones de cárcel y otras sanciones por luchar en defensa de la clase trabajadora.

La situación del SAT refleja unos 700.000 euros en multas, unas 637 personas imputadas y unas peticiones de condenas de prisión que suman 437 años de cárcel.

Sobre los 8 de Airbús, finalmente no condenados por su participación en la huelga general de 2010, pendían penas de cárcel por alrededor de 70 años, penas que CCOO y UGT, sindicatos a los que estaban afiliados los encausados, pretendían negociar con el gobierno del PP bajo la mesa, llegando a acariciar incluso la idea de un indulto, lo que hubiera significado un reconocimiento de culpa por parte de los afectados, cosa que estos tuvieron la dignidad de no admitir.

Por fortuna, la presión desde las bases de estos sindicatos sobre sus cúpulas y la solidaridad internacional impidieron tal ignominia y lograron su sobreseimiento.

En este contexto de represión, no selectiva sino masiva que amenaza al movimiento obrero, sus organizaciones sindicales, políticas y sociales, se hace cada día más evidente la desproporción de fuerzas entre el Estado capitalista y la clase trabajadora. Los dos años largos de desmovilización social y el escuálido 1º de Mayo último dan prueba de ello.

En el aspecto concreto que nos ocupa en este texto, es llamativa también la diferencia entre los encausados por ejercer una faceta explícita de la lucha de clases y los finalmente absueltos de las acusaciones de delito que recaían/recaen sobre ellos

Más allá de la capacidad de presión resultante de las distintas solidaridades que afectan a cada uno de los amenazados con multas, prisión o denuncia por los daños físicos y morales ejercidos por los aparatos represores del Estado capitalista, lo cierto es que al producirse el apoyo a las víctimas de los atropellos del poder de clase de forma fragmentada, dividida en ocasiones en plataformas ajenas unas a otras y en campañas muy individualizadas, la posibilidad de derrota en la defensa de las libertades colectivas e individuales de quienes se rebelan contra el atropello del capital y sus instituciones está garantizada. Sólo la unidad de nuestra clase, la trabajadora, puede nivelar, la fuerza que se ejerce desde el otro lado y posibilitar el éxito.

Es cierto que cada procesado, cada represaliado, cada violentado policialmente en una manifestación, cada trabajador@ pres@ por luchar en defensa de sus derechos necesita el calor solidario, que su caso no sea olvidado dentro de una causa más general. Pero la respuesta a esa cuestión debiera ser una dinámica de defensa de toda la clase castigada, porque nos someten a todos en cada uno de los que son sancionados, golpeados, enmudecidos y penados y que, a su vez, haga de cada caso una denuncia, un ejemplo de dignidad, un abrazo de todos los que luchan junto a él.

Por otro lado, el sectarismo de quienes menosprecian o ignoran a otros combatientes de nuestra clase porque considerar que sus posiciones son “demasiado radicales”, la parcialidad de quienes se ocupan sólo de sus militantes obreros, ha producido un daño enorme en esa necesidad de unidad y coincidencia de objetivos en lo que se refiere al derecho a la disidencia de clase. Es un enorme error que están pagando no sólo cada uno de los represaliados sino l@s trabajador@s en su conjunto, que ven en cada reprimido un motivo disuasorio para su protesta. Sobre nuestra división en la defensa de nuestros derechos a la palabra y la batalla cabalgan las leyes represoras, los policías excitados en su violencia, los jueces y fiscales feroces en sus condenas, los medios de desinformación del capital, la indiferencia de much@s trabajador@s ante el dolor que experimentan los de su mismo estado de explotación y de opresión, aún cuando no sean conscientes de sus cadenas.

Por otro lado, habrá quienes quieran difuminar el carácter de clase del Estado burgués y su vejación contra la clase que le es antagónica bajo la idea genérica de una denuncia del recorte de las libertades y de opresión, como si en los últimos años de la crisis capitalista la represión no hubiera aumentado exponencialmente y como si el carácter del Estado policía se debiera sólo o principalmente a su condición de moderno “Leviatán” burocrático.

Esta tesis, que hunde sus raíces en la vieja desconfianza liberal hacia el Estado (teoría del Estado mínimo), y que hoy ha sido recogida por el minarquismo (libertarianos), precisamente porque comprende muy bien la naturaleza de clase del Estado y prefiere que no interfiera en sus negocios (sociedad civil), ha mutado en ambientes libertarios no sindicalistas, en sectores del nuevo reformismo indignado y, por supuesto, desde hace muchos años en el viejo reformismo de matriz socialdemócrata, hoy social-liberal.

Al desconectar estos enfoques políticos de la naturaleza de clase del Estado se cae en un concepto meramente ciudadanista de defensa de las libertades, lo que no es otra cosa que una visión “idealista” de las mismas, olvidando su carácter instrumental (para difundir ideas, expresar la disidencia, luchar por derechos concretos, defenderse de la explotación y la opresión,...).

La realidad es que en las etapas de crisis capitalista es cuando su Estado refuerza especialmente cárceles, leyes represoras, aparatos policiales,...independientemente de que pueda mantenerlos activos en etapas de expansión económica. Pero lo decisivo en estas últimas no es tanto lo opresivo como el fomento del consentimiento y del consenso (a través de los aparatos ideológicos) y el contrato social (mediante políticas, en el pasado, de cierta redistribución social que impulsaban al mercado).

Por tanto, sea de modo intencionado (casi siempre, y desde un discurso de clase media, negador de los antagonismos de clase, que no necesariamente ha producido dicha clase pero que sí ha comprado a los think-tanks de la oligarquía mundial), sea de un modo irreflexivo, mantener la tesis de una defensa de las libertades ajena a la cuestión de clase y a las prácticas de las políticas antiobreras es lisa y llanamente complicidad con él capital.

No se trata de negar que los recortes a las libertades y la represión se estén expandiendo a ámbitos no directamente ligados a la lucha de clases pero escamotear que la clave se encuentra aquí y en la naturaleza clasista del Estado es sencillamente mentir. Las reivindicaciones puramente democráticas tienen su razón de ser pero si se emplean como arma luz de gas pequeñoburguesa para tapar la cualidad clasista de la violencia del Estado estamos ante realidades que no deben solaparse.

De ahí que, centrada la cuestión, en la condición de clase del Estado, en su papel de policía, juez, consejo de administración de la burguesía y propagandista de sus valores, sea necesario vincular el incremento brutal de la represión con la agudización de la lucha de clases y con las políticas contra la clase trabajadora de aquél.

Diluir estas cuestiones en plataformas contra la Ley Mordaza en genérico, es sencillamente claudicar desde un oportunismo zafio, echarse en brazos del reformismo procapitalista más abyecto, derrotarse el movimiento obrero y sus organizaciones sindicales, políticas y de todo tipo a sí mismos y caer en una especie de pseudoradicalismo estéril de origen burgués de corto éxito y recorrido. Su fracaso se deberá no sólo a la menor capacidad organizativa de este tipo de entes sino sobre todo a que, al ocultar las razones reales -la desigualdad que genera el capitalismo y sus leyes- de la protesta que es aherrojada, se autoexcluye de la solidaridad y compromiso necesarios a todos los que sufren en sus propias carnes dicha desigualdad y que no se sentirían representados por proclamas “prodemocráticas” más o menos justas pero que no conectan con las necesidades más tangibles que afectan a sus vidas.

En resumen, es necesario reorientar la lucha antirrepresiva en varios sentidos:
  • Hacia una posición de clase, que proclame que la represión expresa un nivel concreto de la lucha de clases y que el Estado en sus dimensiones policial, legislativa y jurídica responde a los intereses de la clase dominante.
  • Hacia una superación de la división en la lucha de las organizaciones del movimiento obrero por la defensa de todos y cada uno de sus militantes sindicales y políticos a las puertas de ser procesados o ya condenados. La consigna de marchar separados es justificable en términos de estrategia y de niveles de enfrentamiento/acuerdo con el capital pero jamás en la defensa de cada uno y todos los militantes obreros perseguidos y encausados.
  • Hacia la consideración de “represaliados y presos políticos” de los militantes obreros que sufren las consecuencias de la violencia del Estado capitalista porque éste es un órgano político que ejerce su monopolio de la misma a partir de criterios puramente políticos.
Ello no supone en absoluto negar la utilidad y la necesidad de las plataformas concretas de apoyo a militantes obreros específicos pero sí superar la cultura de la división y el sectarismo, especialmente por parte de quienes, desde una pretendida posición de “mayoritarios”, desprecian la lucha de otras organizaciones, trabajar en red, compartir objetivos comunes, realizar campañas globales en defensa de todos los que sufren la represión por defender a la clase trabajadora y, muy importante, dedicar personas y militantes concretos a la creación de ese clima de cooperación y al logro de dichos objetivos. Eso o acabar como los dos conejos de la fábula de Tomás de Iriarte, que discutían si los que les perseguían eran galgos o podencos.

En esta disputa,
llegando los perros
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.”


26 de enero de 2015

ALGUNAS REFLEXIONES DE URGENCIA TRAS EL ÉXITO ELECTORAL DE SYRIZA

Por Marat

No intenten ustedes buscar un discurso fuertemente armado ni ampliamente desarrollado en este texto. Ni ustedes ni yo conocemos tanto de Syriza como de cualquier partido español con cierto peso político.  De hecho, me llama la atención que una coalición de partidos que pretende ser un revulsivo anti-Troika para los pueblos del sur de Europa carezca de versión web en español, sobre todo cuando tiene al menos dos valedores en España, Podemos e IU, además de un reguero de pequeños parrtidos socialdemócratas y hasta de la propia Bildu en Euskadi. Llamativamente un partido griego, el comunista (KKE) con menor implantación electoral sí la tiene. ¿Será que sabe Syriza que por la boca muere el pez y prefieren que la fantasía, unida a la desinformación y a la deformación rellenen el imaginario idealizado de su supuesto papel de aldea resistente de un Asterix a la helena?

Algunas pincleadas sobre Alexis Tsipras
Hijo del dueño de una constructora cercano políticamente al PASOK  y proveniente de la izquierda antiglobalización, de esa a la que la clase trabajadora y la lucha por la construcción de una sociedad socialista se le ha quedado antiguas, Tsipras, ex miembro de las Juventudes Comunistas de Grecia, ha ido convirtiendo su carrera política en un camino hacia el pragmatismo y la adaptación a lo que su amigo el señor Iglesias, en una percepción burguesa de la realidad, llama “sentido de Estado”, según se iba acercando al gobierno con Syriza, nacida a partir del partido de origen de la coalición, Synaspismos. 

Tsipras intervino en Enero de 2013 en una jornada sobre “el futuro de Grecia en la zona Euro” en la Escuela de Derecho de la Universidad de Columbia (New York.USA), organizada por el INET (Institute for New Economic Thinking) del magnate megaespeculador y terrorista financiero George Soros y en que participaron diversas instituciones ligadas al capitalismo norteamericano. Éste irrumpió en esta campaña electoral griega afirmando, en una entrevista concedida al Financial Times, que Rusia supone una mayor amenaza para la UE que Grecia, con lo que daba un espaldarazo indirecto al señor Tsipras y su coalición. Tsipras había insistido durante todo el período preelectoral en que un gobierno de Syriza no rompería sus compromisos con la UE y el euro. Tampoco con la OTAN. 

Previamente, en 2012, en el proceso de campaña de las elecciones griegas, se reunió con diversos representantes de paises de la UE, entre ellos Alemania, para tranquilizarles respecto a los objetivos de su coalición electoral en relación con dicha Comunidad.  

Recientemente, en una entrevista concedida a la edición italiana del Huffington Post, Tsipras hace una declaración de realismo político digno del ex Ministro Solbes o de los más antiguos Boyer y Solchaga, en relación con el dilema impuestos/préstamos financieros: 

“(…) sabemos que los mercados no van a batirse por nosotros y que existe la posibilidad de que en un principio muestren una cierta agresividad respecto a un gobierno de la izquierda. Pero esto no nos infunde ninguna clase de temor. Los mercados te conceden préstamos a intereses tanto más altos cuanta más necesidad tienes de dinero. La respuesta a todo esto, por lo tanto, se encuentra en unos presupuestos equilibrados, de modo que se limite fuertemente la necesidad de recurrir a préstamos.”  

Sinceramente, después de afirmaciones de este tipo, me parece que algunas expresiones del señor Tsipras en la noche de su triunfo electoral -”la Troika ya no tiene sitio en Grecia”, “Grecia ha decidido que la Troika sea pasado”, “Grecia deja atrás la austeridad”- se corresponden con un subidón de adrenalina que muy poco va a tener que ver con el futuro de su Gobierno. La austeridad continuará en Grecia, seguramente atemperada por algunas medidas lenitivas (13ª paga a los pensionistas con jubilaciones más bajas, aumento del subsidio de desempleo a 460 euros y restauración de los convenios colectivos) que nada cambiarán en lo sustancial, por mucho que algunos “izquierdistas” se empeñen en hacernos creer otra cosa. Los límites de la acción política que el señor Tsipras ha anunciado no van a pasar por una quita de la deuda, ni por un impago de la misma hasta que Grecia salga de crisis, como afirma el dirigente de Syriza, sino posiblemente por medidas que el BCE y el FMI ya están dispuestas a conceder, aúnque no lo admitan públicamente, como el alargamiento de los plazos de devolución y una reducción de los intereses. En medio mucho teatro de “duras negociaciones”.

Visión de la campaña y de la noche electoral griega desde España
Según se acercaba la fecha de las elecciones del 25 de Enero, una serie de mensajes políticos latentes y manifiestos recogidos de aquí y de allá y de impresiones se iban conformando en mi mente. Admito que son provisionales y que aún deben pasar por la criba de una reflexión mucho más profunda y meditada. 
  • Syriza y Podemos se parecen mucho más que esas supuestas diferencias y similitudes que algunos han divulgado por ahí. Son organizaciones de las clases medias, con líderes principales que no están extraídos de las experiencias de lucha del movimiento obrero, reformistas en sus planteamientos políticos y con una prisa por la moderación que se corresponde con el deseo de ser aceptados por el capital y los poderes fácticos de sus países y de la UE. Y para ello les está viniendo muy bien la incorporación a sus filas de miembros del PASOK y del PSOE. Los factores de origen, ser un partido o una coalición, de declararse de “izquierda radical” (expresión tan del gusto de una pseudoradicalidad con querencias socialdemócratas) o de extremo-centro son puramente secundarias. El PASOK y el PSOE se declaran socialistas y ya ven ustedes.
  • La señora Ana Pastor, en el programa “El Objetivo” de La Sexta, dedicado a cubrir los resultados electorales griegos, ha dado un espectáculo lamentable, afirmando varias veces el mantra de la ruptura del bipartidismo en Grecia -¿con un 63% del voto concentrado entre Syriza y Nueva Democracia! y una atomización del resto de grupos políticos-, cuya intención se entendía mucho mejor en los constantes paralelismos entre Syriza y Podemos que lanzaba a cada entrevistado/a. Fue tan descarada su insistencia que, en un arranque impremeditado de sinceridad, acabó por reconocer que quizá lo que había cambiado eran los protagonistas de ese bipartidismo, que es lo que en España con tanto esfuerzo se afana en intentar la cadena en la que trabaja. Por si cupieran dudas de lo que estamos hablando, el cierre del programa con el anuncio corporativo de La Sexta sobre la nueva etapa de “Salvados” en la que el señor Évole, preguntado por el señor García Ferreras, afirma que no entrevistará a Podemos mientras los señores Iglesias y Errejón que aparecen viendo ese avance comentan entre sí, “otro que tampoco cumplirá su programa” (Iglesias), “populistas” (Errejón), acaban por disolverlas. 
  • La positiva recepción que organizaciones como Syriza o Podemos tienen entre una parte de los medios de comunicación del capital tiene una interpretación que hasta ahora no ha sido tratada por mi parte. Hay  un sector del capitalismo, el ligado directamente a la prdocución de bienes y servicios de consumo, que no se beneficia de la crisis económica del modo en el que lo hace el capital financiero. Necesita de  medidas minikeynesianas que defienden Krügman, Stiglitz, Navarro, Torres o, el más de moda, Piketty para incetivar un consumo que ha caído brutalmente y que está recuperándose muy débilmente y de forma incierta. Pero para llevar a cabo esos programas minikeynesianos se requieren aliados políticos que ayuden a forzar ese cambio de gestión económica en la UE, que no es un cambio a favor de las condiciones de vida de la clase trabajadora (los recortes sociales continuarán, de momento a menor ritmo porque ya queda poco que recortar, el poder económico seguirá donde debe, las condiciones contractuales y la precariedad laboral no cambiarán), sino de su capacidad de consumo. Los salarios de los trabajadores subirán algo más con este objetivo.  y los Syriza y los Podemos jugarán ese papel porque hay una serie de países europeos en los que los PPSS están agotados para hacerlo. En países como Italia, con otro político moderno, reformista, derechizado y joven como Matteo Renzi (los nuevos líderes son fabricados en serie por el circo mediático del capital), no surgirán como por encantamiento otros tipos de oferta política, fuera del ya declinante cómico Grillo, mientras no se agote su capacidad de prestidigitación, algo que parece estar comenzando a ocurrir.
  • La Bolsa de Atenas cerró el pasado viernes 23 de Enero, día en que acabó la campaña electoral, cuando los sondeos señalaban indiscutiblemente el éxito de Syriza sobre Nueva Democracia, con una subida de un 6,14%. Ilustrativo. 
  • El KKE es elemento que crea mala conciencia a la dirección de IU y del propio PCE. Su referencia es Syriza y las felicitaciones al KKE son el brindis obligado porque una parte de su militancia se identifica con él. 
  • Los discursos expresados en las redes sociales o textos más amplios de una parte de la militancia del PCE e IU en plan “corazón partío” o que aludían a la necesidad de pacto postelectoral entre Syriza y KKE, programáticamente agua y aceite, han sido un lamentable ejemplo de equilibrismo político. Hay una querencia de afirmarse comunista o socialista sin salir del posibilismo oportunista de un reformismo de cortos vuelos. La mayoría que se ha expresado públicamente en la red (salvo alguna “encuesta” particular sin valor estadístico alguno) ni siquiera ha tenido el prurito, en su acepción médica, de sentirse dividido. Optó por Syriza desde la posición de voto útil (cómico en una opción claramente minoritaria en lo electoral). El llamazarismo ha penetrado hasta los tuétanos a ambas organizaciones, aunque la cosa viene de mucho más lejos, en el caso del PCE, que su legalización política.  
  • El deseo de no perder una etiqueta que ya hace tiempo han perdido, el de “la Syriza española”, ha provocado un ataque de cuernos entre dirección y militancia (salvo en señores como el ungido, y preconfirmado incluso sin primarias, Alberto Garzón, que ya están claramente en otro proyecto) que insistían ante el hecho de la homologación preferente con Syriza, cuando Tsipras ya había confirmado sus preferecias reales, al cerrar el mitín de campaña (el principal) con el señor Iglesias. Su crítica hacia el hecho de que quienes dicen que no son de “izquierdas ni de derechas” -Podemos, el extremo-centro- allí apoyan a una coalición que se llama de izquierda radical (significado de Syriza en griego) tiene el “pequeño” punto débil de no preguntarse porqué se abrazó Tsipras a alguien como Iglesias en el mitin de cierre de campaña. No les vendría mal repasar algunas entrevistas en las que ciertos diputados de Syriza mostraban su mayor afinidad con Podemos que con IU. Y si aún no les queda clara la cosa, esta noche sonó en griego en las televisiones el “Si se puede” obamaniano del que se ha acabado apropiando la organización del círculo. En cuanto a las hoces y martillos que algunos vieron en tv eran las de Rifondazione Comunista, el partido que gobernó con el ultratrarreformista democristiano Romano Prodi.  
Algunas hipótesis para finalizar
Hace algunos años avancé la hipótesis de que la derechización social y la que el PSOE había introducido en su segundo gobierno en España había provocado el efecto dominó de que buena parte de las organizaciones a su izquierda sufrieran el mismo efecto de giro a la derecha. 

Hoy ese efecto involutivo en lo político está siendo reforzado por el discurso transideológico y transversal de Podemos, como en su día lo hizo el 15M con su ciudadanismo, interclasismo y la negación del relato histórico de lo que significa ser izquierda. 

Pero sería injusto si no extendiera esa realidad a antecedentes previos más allá de España. La socialdemocracia europea, que en los años 90 se hizo social-liberal, tras el paso del capitalismo occidental por las manos ultraliberales de Thatcher y Reagan, abonó el campo previamente para que esa regresión ideológica fuera posible. Su gestión de la crisis capitalista actual ha hecho que buena parte de los PPSS europeos estén en franca decadencia, cuando no en riesgo de extinción (Grecia).

Desde el eurocomunismo del pasado siglo, intentando competir electoralmente, en una suerte de “cretinismo parlamentario”, como lo definió Marx en una carta a F. A. Sorge, expresión que luego recogió Ulianov, con los PPSS, esa derechización recibió también su cuota de santificación. 

Hoy que los partidos socialdemócratas son ya social-liberales, los PPCC de casi toda Europa, transitando desde el eurocomunismo o desde otras variables oportunistas, intentan llenar el hueco dejado por dicha socialdemocracia.

Y cuando no son capaces de cubrir ese espacio electoral (PCE/IU/Partido Comunista Francés,..) o se niegan a jugar ese papel colaborador con sus burguesías nacionales o con el capitalismo internacional (KKE) surgen partidos “ex novo” en los que se integran muy gustosamente ciertas corrientes de la llamada en el pasado extrema izquierda y hoy, estilo modernista de la “New Left”, izquierda radical (trotskistas, maoistas, antiglobalización, ecologistas,...). Es el caso de Syriza, Bloco de Esquerda y de Podemos y de las franquicias que irán apareciendo en Europa y que no son otra cosa que los socialdemócratas de ayer revestidos de izquierdistas o de cool “ni de izquierdas ni de derechas”. Dicho de otro modo: vino viejo y picado en odres nuevos. Hasta las referencias a la palabra mágica, y neutra en contenidos y alcance, "cambio" que vienen haciendo Syriza y Podemos desde hace algún tiempo nos remite al PSOE del 82 y a los PPSS de la época y posteriores.

¿Significa esto que aunque exista ese pacto tácito Syriza-poder del capital éste va a renunciar a sus presiones sobre el nuevo gobierno? No. Éstas se hacen por sistema, incluso cuando se trata de gobiernos declaradamente de derechas y capitalistas. Es su modo de asegurarse de que se tomarán las medidas más acordes a sus intereses y de que no existirán veleidades progresistas que les supongan coste económico o pérdida en la correlación de fuerzas de la lucha de clases algunos.

Los primeros 100 días de gobierno, decisivos para lanzar las leyes más “rompedoras” de un gobierno, dado que después la presión de capital y poderes fácticos se incrementará duramente, dirán si tengo que envainarme todo lo hasta aquí expuesto. No tendré mayor problema en hacerlo, si así fuera, porque la ceguera no construye revolucionarios. Espero que la amnesia no enmudezca la capacidad autocrítica de mis detractores de hoy. 

Hace unos minutos he sabido que Syriza ha alcanzado un acuerdo de gobernabilidad con ANEL (derecha independiente nacionalista griega, xenófoba y homófoba). El KKE se había negado a un pacto con Syriza por programas muy diferenciados y porque ha calado ha Syriza desde hace mucho tiempo. Syriza pudo elegir entre el PASOK, muchos de cuyos dirigentes han nutridos sus filas, To Potami, de centro y los  llamados griegos independientes, con los que finalmente ha pactado, el sector más reaccionario. Disfrútenlo los partidos Syrizos españoles que se avergüenzan del KKE. 

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Quizá también le interese: "Un nauseabundo olor a cloaca": http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2015/03/un-nauseabundo-olor-cloaca.html

27 de noviembre de 2011

CONSTRUIR EL PRESENTE, DIBUJAR EL FUTURO

Por Marat



NOTA PREVIA:
Frente a otros artículos que tienen un destinatario intencionadamente más amplio, este se dirige sólo a quienes se reclaman marxistas y específicamente comunistas.
Si usted se considera al margen de dichas orientaciones políticas no tiene porqué sentirse concernido por las reflexiones que aquí se vierten, del mismo modo que otros no nos sentimos apelados por otras tendencias que nos resultan absolutamente ajenas...salvo que pretendamos combatirlas.


1.-EL MOMENTO PRESENTE Y LOS COMUNISTAS:
El drama más desgarrador para un militante comunista es que el sentido de su identidad política sólo se alcanza plenamente con la revolución socialista y, en tanto ésta no se da, su pervivencia como revolucionario y la de su organización se hace siempre complicada. Se debate entre el riesgo de la esterilidad política o el de la caída en el reformismo posibilista.

Doblemente desgarrador es para un comunista que, cuando la crisis capitalista está creando las condiciones económicas y sociales para la rebelión de los trabajadores, sean las clases medias “indignadas” las que ocupen el escenario de la movilización social, no para provocar una revolución socialista, ni siquiera social, sino para defender un Estado del Bienestar que ya ha muerto y no regresará y la vuelta a una supuesta “democracia real” que nunca se dio bajo el capitalismo. Ese protagonismo de la burguesía en el escenario social que la crisis capitalista ha provocado no es una afirmación gratuita mía. Son ellos mismos los que lo admiten sin pudor (2)

El objetivo de aquellos comunistas que se tengan por tales es y ha sido siempre el derrocamiento del sistema capitalista y sus instituciones burguesas y no el apuntalamiento, regeneración y saneamiento del mismo. Nosotros no estamos por ninguna democracia 4.0 (1), 2.0, engañabobos o de maquillaje de la señorita Pepis. Los comunistas creemos que la democracia sólo empezará cuando el ser humano se haya liberado de la necesidad material que supone su trabajo bajo el desorden económico capitalista. Nuestra tarea debe ser la de combatir esos señuelos por ser falaces y tramposos para la emancipación de los oprimidos de su explotación. Los comunistas estamos por el control de la producción por parte de la clase trabajadora, por la propiedad social de los medios de producción y distribución y por la creación de un Estado dirigido por nuestra clase, y no por otras, para proteger dichos derechos; nunca para situarse por encima y al margen de la clase cuyos intereses debe representar.

Por mucho que algunos pretendan hacernos creer que toda forma institucional es opuesta a “su democracia” de asambleas interminables, destinadas a impedir que se perfile una posición política clara, la frase leninista de “salvo el poder todo es ilusión” se hace hoy, más que nunca una cuestión indiscutible. Sólo la toma del poder político y económico que rompa con la eterna circularidad del tiempo, y no la esperanza “acampada” a la entrada de sus palacios, es garantía del inicio de una nueva era de emancipación social.
Últimamente la idea de transición desde un capitalismo en descomposición a “otra sociedad” está siendo de nuevo expresada por prominentes teóricos de la izquierda como Immanuel Wallerstein o David Harvey. El primero se compromete menos con el tipo de sociedad al que se transitaría desde el capitalismo, si bien sus raíces socialistas de izquierda le avalan, y ello porque percibe la falta de un sujeto revolucionario activo y de una organización que dirija el proceso y hegemonice la correlación de fuerzas en la lucha de clases. Estaría más cerca de la teoría del derrumbe capitalista, más allá de la intervención social en los procesos históricos. Y admite que el final del capitalismo podría traer una sociedad aún peor o bien más “democrática”. El segundo, es más optimista porque ve en los movimientos sociales y en una amplia mayoría de los afectados por la crisis capitalista a ese sujeto que en el pasado fue la clase trabajadora y por ello se siente capaz de definir dar nombre a la nueva formación social, el socialismo.
Pero uno y otro utilizan el término transición al socialismo casi como consecuencia del fin del capitalismo y no tanto y necesariamente como efecto de una agudización mundial de la lucha de clases que abra un proceso revolucionario, nunca una evolución o una mera sustitución casi encontrada, en el cual resultará inevitable derrocar a las clases capitalistas por medio de la fuerza y hasta de la violencia pues no parece sensato creer que vayan a entregar su poder económico, el decisivo mucho más que el político, de buena gana y por mera convicción de la superioridad moral del socialismo.

A muchos anticapitalistas les ha entrado en los últimos tiempos, expresada en los movimientos antiglobalización y la multinacional de franquicias “indignadas” un buenismo gandhiano profundamente reaccionario, al crear la falsa esperanza de suave “aterrizaje” desde las turbulencias del capitalismo enloquecido a las verdes praderas de un socialismo utópico con cierto tufillo espiritual y neocristiano. No es el que la toma del poder por la fuerza se niegue. Es simplemente que, al hablar de transiciones, se escamotea.

Y aquí es donde la necesidad de la reconstrucción comunista se hace urgente e ineludible si asumimos que la cuestión del poder y de la toma revolucionaria del mismo es ineludible para romper el orden capitalista y burgués y dotarse de un Estado controlado por la clase trabajadora y sus organizaciones (nótese que hablo en plural porque plurales son las visiones sobre el socialismo y no desaparecen, ni sería bueno que lo hicieran, por decreto) que permita esa transición al socialismo. Sin revolución social, derrocamiento del Estado, de los poderes económicos del capitalismo y la toma de ambos por los trabajadores y sus organizaciones no hay transición al socialismo que valga.

No somos ingenuos. No ignoramos el modo en que otras revoluciones obreras degeneraron en Estados ajenos a las bases sociales que los vieron nacer para, carentes de un apoyo crítico de clase que corrigiera su rumbo y les devolviera su naturaleza originaria, morir sin lucha, dando paso a vueltas mafiosas al paleocapitalismo.
Toda revolución tiene su Thermidor, la soviética lo tuvo a la muerte de Lenin, y corre el riesgo de padecer la restauración al antiguo régimen o de desnaturalizarse. Pero, del mismo modo que la Revolución Francesa tuvo su renacimiento, 82 años después, en la Comuna de París, las revoluciones socialistas empujan de nuevo las agujas de los relojes de la historia como necesidad para la causa del ser humano. Dentro de él, la clase obrera es la que mejor sintetiza la explotación de los seres humanos por otros seres humanos. Por esta razón es la que mejor representa la necesidad de liberación de todos de la alineación a la que nos somete el capital.

En estas últimas semanas hemos visto como Italia ha sido intervenida por el FMI y el BCE, como dicho país y Grecia han sufrido dos golpes de Estado financiero que han sustituido sus gobiernos por otros de tipo “tecnócrata” (como si este calificativo fuera ideológicamente neutral) al servicio de los Goldmann Sachs, para los que alguno de ellos ha trabajado, cómo los ataques de los mercados han disparado contra Francia, cómo el Estado español ha llegado un diferencial de su deuda con el bono alemán que le ha situado en situación de rescate y si no ha sucedido es porque Alemania, que es la que manda en el BCE, no puede ser la gran rescatadora de Europa, cómo la propia Alemania no ha podido colocar más que el 61% de su deuda soberana en bonos a 10 años. También de éxito se muere. El bajo interés de la oferta al 1,98%, por debajo del 2,09% de la anterior convocatoria, no ha resultado atractivo para los tiburones-prestamistas. De momento, parece ser más atractiva la deuda británica, que no es miembro del euro. Lo que esta noticia revela es que los inversores empiezan a perder confianza en la economía alemana pues se supone que el que invierta en ella busca más seguridad a futuro que beneficio, algo importante en tiempos de mudanza. Pero pronto veremos que alcanza a los países de la UE que están fuera de la moneda única.
Dentro de ella, Bélgica ha marcado máximos en su deuda desde la creación de ducha moneda, debido a la situación del banco Dexia.
La zona euro ha entrado ya oficialmente en recesión y los analistas y expertos en economía europea no descartan que ésta llegue también a Alemania.

Explicar la crisis de la deuda europea desde la falta de unidad política en la toma de decisiones económica es seguir situándose dentro de una visión cíclica de la economía –crisis/expansión- sin solución de continuidad. Significa no comprender, o aferrarse a un muerto aunque se haya comprendido que lo está, que el desarrollo del capitalismo, el peso creciente del capital constante en la composición orgánica del capital, su financiarización en crecimiento exponencial, la tendencia a la concentración monopolística, representada por las transnacionales, la globalización del capital y la absoluta, ya irrecuperable dentro del capitalismo, pérdida del control por los Estados han llevado al sistema económico a una suerte de parasitismo senil. Los ciclos de caída-recuperación de Kondratieff han sido pulverizados por una creciente irrupción de ciclos cada vez más cortos de recuperación y de fases cada vez más largas de crisis que se han ido haciendo más profundas y paulatinamente más mundializadas.

Esto es algo que ha comprendido muy bien Obama en sus semanales llamamientos a las autoridades de la UE para que tomen decisiones económicas destinadas a la recuperación de la eurozona. Lástima que el Emperador en horas bajas no comprenda que las causas de la crisis capitalista mundial son mucho más graves y profundas que los avatares de la economía europea.

Nadie espere que China siga siendo por mucho tiempo uno de los principales compradores de deuda USA y europea. Los débiles datos de su economía muestran que su actividad económica se ralentiza. Es lógico si pensamos que su economía depende crecientemente de la exportación.
Los BRIC tienen sus propios problemas –inflaciones endémicas en Brasil y la India, desaceleración económica en China y Rusia- como para ser locomotoras para la recuperación de los países centrales de las economías capitalistas.

Pronto llegará la segunda entrega de los crack financieros USA y europeos en unas economías en las que sus demandas internas se desaceleran a velocidades vertiginosas y que, por el efecto contagio de la crisis mundial, tampoco podrán compensar sus balances mediante las exportaciones pues las demandas internacionales también están cayendo.

Guerras comerciales y guerras de divisas pueden ser los próximos desafíos a los que tenga que hacer frente el capitalismo mundializado, especialmente tras las últimas reuniones de un G-20 que lo único que ya puede acordar es que no hay acuerdo entre sus miembros.

En suma, hemos de prepararnos para un largo invierno de la crisis capitalista más penuria económica, paro, precariedad laboral y de vida de los trabajadores e incremento brutal de las bolsas de pobreza.



2.-SI LOS HECHOS SON ASÍ, ¿PORQUÉ AÚN NO ESTAMOS ANTE EXPLOSIONES SOCIALES QUEN HAGAN TAMBALEARSE AL CAPITALISMO?

Las respuestas no son sencillas, salvo que se pretenda el tranquilizador recurso al socorrido sustantivo de “traición”. Traición para explicar el papel de las organizaciones políticas de la izquierda y de las organizaciones obreras. Traición para explicar el sometimiento de unos gobernantes, que siempre lo estuvieron aunque nunca los hechos les dejaron tan en evidencia, al capital internacional. Traición para explicar el modo en que el Estado del Bienestar evolucionó, pues no fue otro el modo, hacia el retroliberalismo. Traición con vara de castigo para fustigar a los trabajadores por aburguesarse. Traición, traición, traición,...Demasiado simplismo para algo tan complejo salvo que optemos por ese tipo de explicaciones tranquilizadoras que son como el pedo, que sólo satisface a quien se lo tira. Nadie duda de que las traiciones existan. Forman parte del legado humano en todos los órdenes de la vida pero cuando se exhiben como gran argumento cierran el camino hacia explicaciones más complejas y, seguramente, menos autocomplacientes.

La realidad es que la búsqueda de razones para entender porqué la clases trabajadoras no ocupan aún el centro del escenario político, cargadas de ira y rabia y con un proyecto político alternativo al capitalismo por delante, es mucho más complejo de lo aparente.
· La ciega esperanza, aún instalada en un amplio segmento de la población, de que de esta crisis también se saldrá y de que se recuperarán las tasas de empleo, consumo y bienestar. Aún no se ha llegado a la conciencia profunda de que el Estado del Bienestar ha muerto y de que no resucitará bajo ningún gobierno que conviva con el sistema capitalista. Todavía queda mucha izquierda que se autoproclama anticapitalista pero se limita a reclamar soluciones de mayor inversión social como forma de salida de la crisis y recurre para ello a gurús de una ortodoxia keynesiana que no ha de volver, sencillamente porque ya estamos en otro mundo distinto a aquél del New Deal, como Paul Krugman y Joseph Stiglitz.
· Tras el hundimiento de los países del llamado “socialismo real” ha estado flotando, de forma permanente, en el ambiente social la idea de que el capitalismo había cerrado todas las salidas. La persistencia durante 20 años de un pesimismo social de que el único sistema posible era el capitalismo explica incluso que a ciertas izquierdas sistémicas de origen no socialdemócrata se les atragantara la palabra socialismo, no como aquello que hacen los “socialistas” cuando gobiernan sino como proyecto a defender, no fuera que se les acusase de ser dinosaurios, riesgo del que no obstante no se libran tampoco ahora. Independientemente del grado de atractivo menguante que los países del “socialismo real” conservasen para las clases trabajadoras de los países capitalistas aún eran capaces de mostrar que era posible construir sociedades diferentes al capitalismo conocido. Mejores o peores, dichas sociedades, eran la evidencia de que el capitalismo no era la única opción.
· La percepción mistificada, y negada por los hechos, de que un nuevo gobierno puede cambiar las cosas. Desde que la crisis capitalista se instaló plenamente la gente vota al contrario del signo político oficial del gobierno. Si el gobierno de turno es socialiberal (la auténtica socialdemocracia hace muchos años que está enterrada), vota conservador o liberal. Si es liberal o conservador, vota progresista. Pero ninguno de esos gobiernos es capaz de revertir la situación porque el capitalismo se ha liberado de las “ataduras” de cualquier tipo de regulación (3). Si hubo un tiempo en que los políticos profesionales fueron cómplices en la vuelta al capitalismo salvaje, lo cierto es que ahora su voluntad importa poco porque ni el sistema económico los necesita ni pueden hacer otra cosa que representar el papel de muñecos del “pim-pam-pum”, concitadores de todos los odios que no alcanzan al capital.
· La dureza de unas condiciones de vida en las que el esfuerzo por sobrevivir ocupa la mayor parte del tiempo y la tarea de la reproducción social el resto (atención al hogar y los hijos, gestiones, obligaciones con el entorno afectivo de familia y amigos, desplazamientos entre el hogar y el trabajo,...). Los rostros de cansancio y hastío de trabajadores inmigrantes y nativos que regresan a sus hogares al final del día enseña mucho sobre la dificultad de su incorporación a las luchas.
· La alineación en la producción y en la reproducción sociales. Cuando el trabajador dice “mi empresa” expresa hasta qué punto ignora las relaciones de producción en las que se encuentra atrapado. Cuando la gente busca abstraerse en esos utensilios tecnológicos (Ipod, móviles,...) o aislarse del mundo mediante los auriculares, cuando se cuelga de los programas de telerealidad, cuando se engancha a la prensa “rosa”, está expresando que lo que hay fuera no le interesa en absoluto o que le gusta tan poco que, en vez de cambiarlo, prefiere pensar que no existe, poniéndole fácil al poder la perpetuación de su propia reproducción. El onanista “yo, mí, me conmigo” puede que nazca de una disidencia blanda con lo establecido o simplemente sea una muestra de conformismo social con una situación que no desagrada a quien prefiere no verla en toda su injusta crudeza.
· El horror al vacío. ¿Conocen el chiste del tipo que tras el choque de su coche salió despedido hacia el barranco y se agarró a una rama que nacía del inicio del precipicio? Gritó: ¿Hay alguien ahí? Una voz plena, significativa, redonda, con autoridad, le respondió: “Hijo mío, soy tu padre celestial, abre tus brazos y déjate caer, que una legión de mis arcángeles, al mando de Rafael, te recogerá y entregará en el suelo sin que sientas daño alguno”. Y el hombre respondió: “Vale, pero ¿hay alguien más ahí?” ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a aventurarnos por el camino una incierta revolución con los sacrificios personales que ello conlleva?
· La ausencia de una propuesta desde la izquierda revolucionaria creíble, perceptible como posible, ilusionante y deseable para los trabajadores.
· La descorazonadora experiencia de mirar hacia las organizaciones revolucionarias y extraer la conclusión de que los marxistas somos una minoría que encuentra enemigos más acérrimos en la organización contigua que en quienes defienden el sistema económico y social imperante, que nos aferramos a mitos e iconos sagrados como si de ellos dependiera nuestra supervivencia, nuestra identidad y las convicciones en lo que somos y en lo que creemos, que repetimos una letanía esclerotizada y fría, incapaz de apoderarse de las mentes y los corazones de los esclavos a los que pretendemos liberar.
· La atomización, debilidad estructural, escasísima penetración social y dificultad para una renovación teórica y organizativa que nos permita comprender mejor la realidad en la que nos insertamos y ser más eficaces en la acción nos ha llevado a la esclerosis más devastadora.

Sin duda las razones que explican que la clase trabajadora no sea aún hoy la clase en ascenso que decían los comunistas del pasado siglo son más amplias y seguramente complejas pero ésta es sólo una aportación individual a lo que debate ser un debate y un esfuerzo colectivos mucho más amplio.



3.-LO QUE TOCA ES PROPONER:
¿Cómo retomar la propuesta comunista
· Sin seguir agrediéndonos entre comunistas?
· Aportando propuestas que nos permitan avanzar en nuestra necesidad de proyecto?

El primer punto de arranque debiera ser el esfuerzo por avanzar en la recuperación de una confianza mutua entre comunistas que nos negamos a nosotros mismos desde hace ya demasiados decenios. Si nacimos con la Revolución de Octubre y nos reclamamos herederos de esa voluntad ¿ha de ser lo sucedido tras la muerte de Lenin lo que mantenga una eterna división, una vez que nuestro fracaso fue colectivo, y no las razones que nos llevaron a la victoria en 1917? ¿Qué éxitos presentes que abran paso al socialismo en el mundo puede esgrimir cada fracción comunista y restregar en el rostro a las ajenas?

A día de hoy ninguna reflexión autocrítica dentro de las organizaciones comunistas ha logrado imponerse por presiones externas. Sólo desde la propia libertad de cada corriente comunista ésta podrá avanzar en la recuperación de las mejores tradiciones comunistas y, a la vez, en un discurso que mire más hacia los desafíos presentes y futuros que a las viejas gestas de las que particularmente cada corriente se reivindica. No avanzaremos en el respeto entre comunistas ni en unidad de acción exigiendo autocríticas ajenas y negando la necesidad de las propias. Todo cuerpo que se siente atacado externamente reacciona replegándose sobre su núcleo duro. Mantener la cultura de la “vendetta” y el ajuste político de cuentas es el más firme y seguro camino hacia la insignificancia política. Arguyen muchos que no analizar las causas de los errores contribuye a su repetición. Lastima que haya mucha más presteza a analizar los errores/horrores de corrientes comunistas ajenas que de las propias y que cuando los análisis internos se llevan a cabo persista mayor pasión en buscar chivos expiatorios propios que en enderezar las trayectorias colectivas. El sectarismo y el dogmatismo casan mal con el marxismo y ninguna de las corrientes que se reivindican del mismo es ajena a dichos males. Las reflexiones son más productivas cuando nacen más del estímulo que de la presión forzosa.

Sin pretender, por incapacidad propia, no porque crea innecesario hacerlo, dar respuesta satisfactoria a cada uno de los factores freno de la revuelta social contra el capitalismo, apuntados en el apartado anterior, intentaré señalar algunas tareas que, en mi opinión, pueden contribuir al buscar caminos para la transformación socialista de la sociedad:
· ACABAR CON LA ESPERANZA PARA CREAR OTRA NUEVA. ES NECESARIO CONVENCER A LA GENTE DE QUE NO HAY SALIDAS DENTRO DEL CAPITALISMO. Sólo desde la derrota de las falsas ilusiones es posible construir certezas instaladas en la mente y en el corazón de los seres humanos con la fortaleza de la más firme convicción.
Baste ver el modo en que los partidarios de este degenerado sistema económico posponen cada cierto tiempo el inicio de la fecha de la recuperación. Ahora la cifra mágica es 2013. ¿De dónde la sacan? ¿En qué argumentos racionales, económicos, fundados apoyan esta afirmación? La fuerza de sus razones es la misma que la de aquel hombre al que, cuando le preguntaban la hora, estiraba el elástico de su pantalón de chándal y decía una cualquiera. Un día alguien, que venía fijándose desde hacía algún tiempo en tan peregrino compartimiento, le preguntó, por el motivo del mismo ante lo que aquél respondió: “es que yo siempre doy la hora que me sale de los c...”. No hay razón de peso alguno para creer en que habrá recuperación económica. Al contrario, cualquier indicador que se consulte nos lleva a la conclusión de que la implosión del capitalismo mundial está produciéndose ya. Y las alternativas de recurso a la desglobalización, al vuelta a las monedas nacionales en la zona euro o las políticas proteccionistas en cada país sólo acelerará espasmos mayores. El capitalismo no puede salir de su crisis porque carece de vías de salida a la misma.
· HACER DEL SOCIALISMO UN ANHELO ARRAIGADO EN LOS CORAZONES DE LOS TRABAJADORES. No basta con crear conciencia del daño que el capitalismo está haciendo a los más débiles. Que los desposeídos coincidan con nosotros en aquello que rechazamos no significa que defiendan o deseen aquello que ansiamos. Es necesario recrear la utopía, dibujar el futuro, provocar que los expoliados ansíen el cambio de sus vidas que el socialismo puede representar para ellos. La didáctica de qué es el socialismo, sin falsas épicas de un pasado mitificado pero con toda la carne fieramente humana que debe representar una vida nueva, justa, emancipada de la necesidad, que ponga al valor por encima del precio, debe hacer germinar e iluminar la esperanza.
· CONVENCER DE LA FACTIBILIDAD DEL SOCIALISMO. El mayor enemigo de la utopía es su percepción de bello sueño irrealizable. Si una vez fue posible construir sociedades diferentes al capitalismo tal cómo lo conocíamos, esta vez es posible hacerlo mejor que la primera. Hemos aprendido de nuestros errores. Sabemos qué fue válido en los anteriores intentos de liberación social y qué no.
· DESENMASCARAR LA FALACIA DE QUE LA VOLUNTAD POLÍTICA DE LOS GOBIERNOS INTEGRADOS DENTRO DEL SISTEMA CAPITALISTA PUEDE CAMBIAR LAS COSAS. Por encima de su orientación política, los gobiernos y los Estados carecen hoy de capacidad para hacer otras políticas que las liberales; más o menos agresivas en su carácter antisocial, siempre siervas del capital. Dentro del marco de respeto a las reglas del juego del mercado no es posible defender a los castigados por la crisis capitalista. Y dentro de la legalidad de las “democracias” capitalistas no hay sueños de justicia social realizables.
Pero es que además los Estados han perdido hace ya muchos años, por cesión, los mecanismos y resortes del control de lo público sobre lo privado, cada vez más independiente y desembarazado de toda autoridad que limite su expansión.
No son los gobiernos sino las masas trabajadoras las que pueden contraponer el poder de su número y de su fuerza frente al capital ya que aún son insustituibles en la producción y, desde luego lo son, en el consumo. Sin los trabajadores el mundo capitalista, su “orden” y su funcionamiento no son posibles.
· LA NECESIDAD DE ORGANIZACIÓN PARTIDARIA Y DE PROYECTO POLÍTICO. La horizontalidad asambleísta en la que todo se discute de forma permanente por cualquiera que pase por allí, independientemente de la ideología política a la que pertenezca, de un asambleismo en el que caben las propuestas más surrealistas y cualquiera de las asambleas locales adheridas puede vincularse o no a acuerdos generales, no es sino el instrumento útil para quien pretenda el caos, la confusión y la inoperancia para avanzar en una dirección política concreta. La organización vertebrada, la construcción de un bloque de trabajo homogéneo, que no es sinónimo de monolítico, son elementos centrales para la construcción de un proyecto y de un programa políticos. Sin ambos sólo hay populismo, extrañas amalgamas ideológicas y oportunidad para que las protestas sociales queden en manos de oportunistas, aventureros, demagogos y “gattopardistas” ideológicos.

Pero el proyecto ideológico, que no puede existir sin debate abierto interno y con la sociedad y que necesita la organización coherente de dicho debate, no es suficiente. El proyecto político necesita elaboración teórica, actualización del pensamiento en el que se encuadra, definición del mismo, argumentación, programa mínimo y máximo y una gran dosis de honestidad ideológica que afirme lo que se es, sin camuflajes, ni calculadas indefiniciones.

Negarse a definir siquiera los fundamentos básicos del modelo de sociedad que se pretende, es decir las características que ha de tener una sociedad socialista, bajo el argumento de que las cosas nunca salen como se prevé es olvidar que una de las tareas de un revolucionario es mantener un permanente diálogo con la realidad, a través de la tensión constante entre teoría y praxis revolucionaria. Cada nueva generación de comunistas tiene ante sí el desafío de cambiar el mundo sin abrazarse religiosa y milimétricamente al cumplimiento de esquemas anteriores. El aprendizaje de lo que continúa siendo válido necesita ir acompañado del abandono de aquello que ya no lo es o que incluso no lo fue nunca. Ésta es la gran virtud de la teoría de la praxis: su visión laica de una realidad a la que pretende transformar.
· LA NECESIDAD DE CONSTRUIR ALGO MAYOR QUE LO QUE EXISTE CONTANDO CON EL CONJUNTO. La defensa de un modelo socialista de sociedad necesita pluralidad interna que la enriquezca pero con la condición de un compromiso real de no estar defendiendo otra cosa o una mera puesta al día, “humanizada” del capitalismo. Para ello, los comunistas, de las más diversas corrientes, son necesarios porque sólo los comunistas han demostrado históricamente estar por el socialismo.
Ninguna de las corrientes que hoy se reclaman comunistas tiene “la verdad” por sí misma. “La verdad” tiene una carga gnoseológica que no se ha apartado del todo de una visión fideista e idealista de la realidad. Como materialistas históricos, los marxistas hemos de apartar los hechos de aquellas interpretaciones que pretendan ajustar los mismos a cualquier teoría previamente establecida.
Ello nos lleva al asunto del eterno desencuentro entre los diversos ismos que supusieron en su día las sucesivas rupturas entre los comunistas a nivel mundial, uno de sus mayores fracasos históricos.
Las razones de los incesantes desgarros que en su día se explicaron como inevitables a los seguidores de cada nueva corriente desgajada del tronco común de la Internacional Comunista, creada en vida de Lenin, tuvieron mucho que ver, aunque no fueran ajenas rivalidades más espurias, con la justificación intelectual del tipo de Estado que se estaba erigiendo en la construcción del socialismo y con el modelo de relaciones a establecer con el resto de partidos comunistas del mundo, nacidos tras la revolución bolchevique. Esto es particularmente cierto en el caso de la creación de la IV Internacional pero también en el de la aparición de un segundo polo socialista (República Popular China) que, tras el fracaso de las revoluciones espartaquista y húngara, significaría, años más tarde una nueva ruptura. Los casos yugoslavo y albano contribuirían a nuevos cismas, de menor envergadura, como mucho antes lo representaron otras corrientes como el comunismo consejista.
Salvo la República Popular China, sólo nominalmente inspirada en el maoísmo y profundamente integrada en un capitalismo que ya casi no es ni de Estado, el resto de las revoluciones que inspiraron las sucesivas divisiones en la corriente política comunista fracasaron (espartaquismo) o bien simplemente los Estados que los inspiraron han desaparecido (Yugoslavia) o simplemente han sido sustituidos por Estados capitalistas (Rusia, Albania).
Respecto a los partidos herederos de aquello que se llamó eurocomunismo (Carrillo, Berlingüer,...) y que alcanzaron a casi todos los PPCCs y ex PPCCs de Europa e incluso de Japón, hoy reconvertidos muchos de ellos en otra cosa, hoy son, con honrosas excepciones, mera socialdemocracia sustitutoria de los partidos del socialiberalismo de la Internacional “Socialista”. Son partidos para un reformismo ya imposible del capitalismo y la mayoría de sus militantes nostálgicos de un pasado más o menos glorioso, envueltos en piel neokeynesiana. Pero dentro de dichas organizaciones quedan militantes válidos que deben ser incorporados a un proyecto de revolución socialista.
Ninguna fracción heredera de lo que fueron proyectos comunistas desgajados del mismo árbol tiene las respuesta de cómo abordar el necesario derribo del capitalismo. Ninguna puede erigirse en revolución triunfante que no haya sido posteriormente derrotada y las que nominalmente quedan en pie no son faro de ningún tipo para los trabajadores del mundo como ninguna que ni siquiera haya tenido la posibilidad de éxito puede exhibir hoy un proyecto suficiente por sí solo. Nuestro fracaso ha sido colectivo y el escaso predicamento que hoy tienen las diversas corrientes comunistas entre la mayoría de los trabajadores del mundo es responsabilidad de todos. Levantar de nuevo la bandera de las traiciones para explicar este hecho sería antimarxista al ser un cierre a explicaciones que nos ayuden a comprender los motivos racionales, materiales, reales por los que hoy los comunistas nos encontramos en esta situación.
No voy a intentar exponer aquí dichos motivos. Muchos lo han intentado ya desde el marxismo revolucionario y están a mano de quienes quieran conocerlos o discutirlos. Lo sabemos, lo admitamos o no.
No creo que sea esa, por tanto, la labor que, en esta hora decisiva de la crisis capitalista, nos toque acometer a los comunistas. Creo más bien que nuestra tarea es otra: la de centrarnos de un modo eficaz en la lucha contra el capitalismo y en la defensa de nuestra clase, los trabajadores.
Pero para que ambas luchas sean, de verdad, eficaces es necesario derribar ya, de una vez por todas, los muros “teóricos”, sectarios, defensivos de cada parcela de corriente frente a otras que se reclaman también comunistas, construidos para mantener artificialmente una división que no favorece en absoluto a cada fracción por separado sino que debilita a la idea comunista en su conjunto.
Los oprimidos, lo sepan o no, necesitan de la unidad de acción de todos los comunistas en los niveles nacionales e internacionales para construir ya la alternativa frente a la nueva, y quizá definitiva, rueda dentada del capitalismo que destroza las vidas y la dignidad de sus víctimas. La lucha por el socialismo y su construcción necesita de un inmenso mar de energías y voluntades y no pequeños riachuelos encajonados entre paredes de cemento que les separan entre sí mientras discurren, si no están enfangados, en diferentes direcciones divergentes.
Ante la gravedad de la situación en la que se encuentran los trabajadores del mundo es un acto de suma irresponsabilidad, ceguera y complicidad con el sistema que pretendemos combatir no poner por delante el mínimo común múltiplo que compartimos, buscando lo que nos une, frente a nuestra vieja y cainita tradición del máximo común divisor que nos separa. La vieja máxima de que las autodepuraciones internas (nadie vea una alusión concreta porque aquí ninguna corriente se salva) nos fortalecen nos ha llevado al lugar en el que estamos. Felizmente la medicina ha descubierto una práctica mucho más generosa y útil frente a las sangrías medievales con sanguijuelas, la donación de sangre, que nos federa a los humanos en un común torrente solidario.

Ojalá que no seamos nosotros, los comunistas, con nuestra ciega desunión, los responsables de que no lleguen a hacerse verdad las frases finales de “El Manifiesto Comunista”: “Que las clases dominantes tiemblen ante una revolución comunista. Los proletarios nada tienen que perder en ella, salvo sus cadenas. Y tienen un mundo que ganar”






NOTAS:
(1) http://www.pateandopiedras.com/2011/10/analisis-estadistico-del-movimiento-15m-%c2%bfcuantos-y-quienes-se-han-manifestado/ Dejando de lado la delirante cifra de manifestantes, lo más interesante del enlace se encuentra en el “quienes se han manifestado”. Según el autor señala, las clases altas-medias altas y las nuevas clases medias, quedando muy por detrás las viejas clases medias y los distintos segmentos de la clase obrera. Luego intentará, creativamente, convertir incremento en la participación a lo largo del período de movilización en una composición alterada de la estructura social “indignada”. Resulta llamativo que antes de la cocina de los datos intente una explicación de porqué predomina una clara composición burguesa “indignada”.
(2) http://www.democraciarealya.es/blog/2011/10/26/sumemonos-a-democracia-4-0/
(3) http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com/2011/10/un-brillante-porvenir.html