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22 de marzo de 2021

RUIDO

Por Marat

A mitad del camino de mi vida,

en una selva oscura me encontraba

porque mi ruta había extraviado


¡Cuán dura cosa es decir cuál era

esta salvaje selva, áspera y fuerte

que me vuelve el temor al pensamiento!”

(“La Divina Comedia”. Infierno. Canto I. Dante Alighieri)

Posiblemente uno de los hechos más necesarios para los seres humanos que reflexionan sobre el presente en el que viven como colectividad - una rara virtud en tiempos de inmediateces, banales simplificaciones sobre el mundo y gritos airados, interesadamente insuflados sobre los espectadores envenenados del mundo de la política – sea el de sentirse perdidos entre tanto ruido mediáticamente propagado.

Solo desde la perplejidad que causa la cacofonía vociferante de la falsa política, de los envenenadores de la opinión publicada que inducen a la sinrazón de las emociones más primarias y salvajes, es posible comprender las intenciones que subyacen a los fabricantes de odio social, a los manipuladores de las conciencias. Y llegar a tomar distancia de toda esa patraña.

Frente a la gentuza reaccionaria y fascista, propagadora del enfrentamiento civil y el odio en la calle, las tabernas, los medios de comunicación e Internet, solo nos encontramos a una izquierda vociferante cuyos hechos son incapaces de sustentar las bravuconadas de sus palabras; una izquierda inútil que apela a las emociones blandas antes que a las prácticas políticas que golpeen a la caverna donde más le duele: educar políticamente y organizar a la clase trabajadora y a los sectores populares y tomar medidas económicas que rompan la iniciativa del fascio-liberalismo y mejoren realmente las condiciones de vida de dichas clases.

Cuando se toma distancia del cacareo de la vulgar politiquería es posible detectar que hay una evidente asimetría entre el matonismo amenazante y crecientemente violento de la derecha extrema y de la extrema derecha y la oscilación entre la frívola ridiculización de las mismas por parte de la izquierda y las fanfarronadas de un aparente hacerles frente pero solo de palabra.

Qué mejor ejemplo que las dos últimas estrofas del soneto de Cervantes, Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla para definir el falso enfrentamiento desde una de las partes:

Esto oyó un valentón y dijo: "Es cierto

cuanto dice voacé, seor soldado,

Y el que dijere lo contrario, miente."


Y luego, incontinente,

caló el chapeo, requirió la espada

miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

La derecha extrema y la extrema derecha tienen muy bien tomadas las medidas a la izquierda. Saben que en cuanto le acusen de socialista o de comunista y contrapongan ambos términos a la sacrosanta libertad de empresa, que siempre ha de estar por encima del derecho a la protección de la vida y de no ser sobreexplotado, se achantará. Quien se jacta de lo que no es, en cuanto le acusan de serlo, tiembla.

Cuánto más digno hubiera sido por parte de la izquierda responder a esos indecentes eslóganes de marketing electorero del fascio-liberalismo de socialismo o libertady de comunismo o libertad con algo parecido a esto Tienen ustedes mucha suerte de que no seamos socialistas sino social-liberales ni comunistas sino socialdemócratas porque, si fuésemos una u otra cosa, ustedes encontrarían en nuestros hechos la respuesta que merecen”. La realidad es que ni unos, los fascio-liberales, ni otros, los progres de izquierda, se engañan. Ambos saben que juegan con mentiras pero, mientras los primeros amenazan en serio, los segundos practican juegos de artificio.

Creo que no somos pocos quienes sabiendo quiénes y qué somos, sin negarnos a nosotros mismos ni a nuestras convicciones, asistimos al simulacro de un enfrentamiento asimétrico del que nos sentimos totalmente ajenos porque percibimos el tufo de la mentira y nos negamos a ser parte de tan denigrante espectáculo.

En mi caso puedo decir que hace mucho que no me reconozco en la categoría izquierda”, nacida de la ubicación de dónde se sentaron una parte de los representantes de la Asamblea Nacional, al inicio de la Revolución Francesa, cuyas aspiraciones eran fundamentalmente las de impedir el derecho de veto legislativo del monarca y dar paso a una nueva clase, la burguesía. Hay quienes creemos que la cuestión fundamental de cualquier proceso político se encuentra en lo social -qué clases serán las hegemónicas– y en lo económico - bajo qué sistema de propiedad de los medios de producción, las empresas para entendernos, vivirán los seres humanos- . Y eso no lo representa la izquierda.

Concretando, que es gerundio, en medio del griterío, la propagación del odio, el enfrentamiento entre siglas, que no proyectos realmente diferentes de sociedad, y el seguidismo acrítico, no creo ni en la ideología de los charcuteros y dueños de bares, que hacen como que no se enteran de que sus enemigos son las grandes cadenas de la distribución y de la hostelería, a los que apoyan los políticos a quienes ellos votan, ni en la de los progres universitarios de clase media, que temen ser desalojados de las instituciones burguesas y que defienden la política de la izquierda asentada en el sindicalismo de concertación,como tampoco la de cierta ministra del diálogo social, bien apreciada por los grandes empresarios.

Así que si ustedes creen que a la derecha extrema y a su infantería fascista se les para con el voto, no seré yo quien critique las decisiones que tomen. Pero creo que no está de más decirles que no les pararán con ello, porque hace tiempo que muchos de los desesperados saben que la izquierda no cambiará sus vidas sino que les abandonará a una frustración que les conduzca a entregarse a los representantes políticos de sus enemigos. En el mejor de los casos, solo retrasarán en un par de años el triunfo de los que dicen combatir. Nadar, nadar y ahogarse en la orilla.

Yo, en su caso, me plantearía si lo que toca hacer es otra cosa. No me gusta ser cargante a fuer de repetirme. Lo he explicado unos párrafos más arriba. Cada uno ha de cabalgar sus propias contradicciones.

EPÍLOGO: Mi más merecido aplauso que resume las miserias del parlamentarismo burgués y del oportunismo actual. a la serie Vamos Juan”. Aplausos a Javier Cámara al representar al político oportunista.

Ustedes verán cuál es el nivel de sus tragaderas.

28 de mayo de 2020

SER COMUNISTA HOY…Y SIEMPRE



Por Marat

1,.- ¿Qué es ser comunista?... en mi opinión personal
El papel que a los comunistas nos corresponde no es hacer la revolución social. Esa la hace la clase trabajadora. Nacimos para empujarla, sumar, elaborar las mejores propuestas, en función de cómo es el capitalismo mundial y nacional en cada país HOY y no en 1917, según es HOY la clase a la que pertenecemos, y presentarlas ante las clases subalternas para ser consideradas por éstas su referencia, sin proclamarnos vanguardia cuando aún estamos muy desconectados de la clase y no tenemos retaguardia alguna.

Pero para hacer tal cosa, hay que bajarse del pedestal de barro al que solo nosotros mismo nos subimos, nadie más, escuchar dónde le duele en lo inmediato y cada día a nuestra clase: una sanidad pública que solo se sostiene sobre la solidaridad de sus profesionales con el ser humano al que pone rostro cada día, no en las inversiones públicas necesarias, trabajadores amedrentados por conservar sus puestos de trabajo, si no los perdieron o pasaron a unos ERTE que aún no han cobrado, precarios que pueden perder la habitación que ocupan de alquiler, trabajadores sumergidos que se juegan el ser multados o desprotegidos por serlo, nuevos esclavos del teletrabajo a los que han dicho que serán los reyes del tiempo, viejos cuya dependencia han convertido en mercancía que muere en silencio,….

Los comunistas somos otra cosa. Somos parte de nuestra clase que tiene que pegarse a todas esas necesidades y estar en contacto con cada uno de sus miembros que lo está pasando mal y que quiere decir “estoy harto de estar harto pero no sé cómo gritarlo” y alentar su grito, intentar que tenga sentido tanto para él como para todos nosotros. Ser comunista es dejar de hacer el inútil y el frustrado en las redes sociales que trata de justificar el porqué de no meterse dentro del cada día de las “pequeñas cosas” y pegarse al vecino, incluso al más fascista, si lo está pasando mal económicamente por causa de este sistema, y siempre al compañero de trabajo o al vecino del barrio y demostrarle en la práctica que no está solo. Saber que hay gente a tu alrededor, unos de tu ideología que no quieren que camines solo, y otros que te miran solo como un ser humano, en medio de la vorágine del odio inducido, de la frustración sin otro camino que no te lleve a la soledad o el fascismo como respuesta, es dar una oportunidad a un mundo de seres autónomos solidarios que buscan juntos un mundo más decente.

Y después de eso explicarle que no hay soluciones particulares con demasiado futuro (si ayer la mentira del ascensor funcionaba, hoy está atascado entre el bajo y el primer piso) sino formas de ayudarnos mutuamente para intentar rechazar, con la protesta organizada, sus golpes pero que los que hoy paremos, porque lo necesitamos en lo inmediato, no pararán los que vendrán luego porque el capital solo puede crecer desposeyéndonos,  unas veces de manera abrupta (los recortes sociales de la crisis de 2007), otras con ayuda de la Comisión Europea, que ahora parece dispararnos con cientos de miles de millones de euros pero pronto veremos que será para salvar a grandes sectores productivos y para soltarnos alguna de esas migajas que tanto agradecemos los desesperados, que tanto necesitamos para sobrevivir, pagando esa fiesta la clase trabajadora en forma de nuevos recortes sociales, cuando las rodajas cortadas al salchichón nos han conducido hasta la cuerda y la etiqueta .

Luego hay que decirle al compañero, ese que las está pasando canutas: “¿has logrado un mes o dos de esperanza? Quiero brindar contigo por ello pero no bajes la guardia, sigue organizado porque no se trata de hacerlo por grandes principios sino porque no destruyan tu vida”. Y dejarle claro que no tardarán en recórtele un poco más sus posibilidades de supervivir hasta su extenuación.

No hay salidas dentro del capitalismo para la clase trabajadora. Construir una sociedad comunista pasa por acercarse al socialismo de un modo fraterno (a veces me sale el estilo francés). La solidaridad de clase teje cada día el mañana. 

2.- ¿Qué no es ser comunista? Como antes, una interpretación personal

No soy de izquierda/s. Creo que los comunistas no somos de izquierda, dado que ésta nació en la Revolución Francesa, y no ha cambiado esencialmente hasta hoy, para reformar el sistema de clases nacido del capitalismo, entonces incipiente, hoy universal. Reformar no es sustituir, reformar es adaptar, hacer más asumible un sistema de explotación, sobreexplotación y dominación concreto, el capitalismo. Los comunistas  pretendemos destruir, no reformar, el sistema de dominación sobre el trabajo que hace que lo que se produce en él sea una actividad social colectiva, mientras que el beneficio económico que genera es privado para el empresario. No hay términos intermedios entre capital y trabajo, como tampoco lo hay entre reforma y revolución o entre agua y aceite. Por mucho que se intenten mezclar no lo logran. 

Hay quien cree que la solución intermedia es redistribuir la riqueza vía impuestos, pero ya vemos que el capitalista tiene un millón de formas de evadirlos o simplemente de echar abajo los gobiernos que pretendan hacer reformas fiscales mínimamente progresivas. También hay quien cree que dando más representación a los sindicatos en el control de las decisiones que afectan a los trabajadores en las empresas privadas se logran mejoras que, acumulándose, nos pueden llevar a una sociedad más justa. Eso conduce a la burocratización sindical y a la compra de sus dirigentes por las propias empresas. La clase trabajadora, como clase organizada, siempre necesitará estar en la oposición dentro del capitalismo, sea con un gobierno de derechas o con otro de izquierdas, pero también en una sociedad socialista que no es lo que hacen los “socialistas” cuando están en el gobierno. No son lo mismo derecha e izquierda pero, en su práctica tampoco son tan distintos. Como tampoco es lo mismo el empresario o accionista del consejo de administración de una empresa capitalista que el burócrata de una autodenominada sociedad socialista. Es irritante tener que explicar, una y otra vez, en bucle,  estas cuestiones cuando ya no hay sociedades socialistas sino, acaso, alguna aberración que usurpa su nombre. Exaspera aún más que haya aún quienes no se preguntan el porqué. 

Si se entendiese bien esta cuestión no nos encontraríamos ante supuestos comunistas que defienden como sistema socialista una monarquía hereditaria con estatuas kilométricas de la saga de reyezuelos que confían tanto en sus ciudadanos que acaban diciendo eso de “controlamos lo que entra en el país y cuál es el objetivo” o “queremos evitar cualquier mal que entre en la sociedad" (joder, con el puto Shangri-La de los cojones) , más o menos lo que hacía el gobierno de Estados Unidos cuando preguntaba al viajero que pretendiera entrar en su país si había militado en un partido comunista u organización afín. Si no estás en la paranoia más absoluta del espionaje y las conspiranoias quizá debas preguntarte si esa es la sociedad en la que querrías vivar y aún más, qué leches tiene eso que ver con Marx. 

Quizá la sociedad humana este regresando hacia la animalidad de dejar de hacerse preguntas a cambio de una cierta sensación de seguridad material. Eso le está ofreciendo también el fascismo. Volvamos a la caverna, que en su oscuridad está la verdad.

Mención aparte de los defensores por interés económico de un sistema feudal como el norcoreano coloco a quienes defienden un régimen caudillista que nada ha hecho para favorecer el control social de las grandes empresas venezolanas (el sistema económico sigue siendo plenamente capitalista, después de 23 años de la revolución bolivariana) y extraigo una conclusión: los pseudocomunistas que confunden dictadura del proletariado que es de toda la clase trabajadora contra el capital, con dictadura de partido, y que son la nueva clase, buscan la supervivencia económica de sus 2 ó 3 liberados al amparo de un sistema que no tiene nada que ver con Marx sino con una autarquía absolutamente opuesta a la necesidad de que la globalización del capitalismo condujese a internacionalizar la lucha de la clase trabajadora. Del mismo modo, quienes han pillado en los años de vacas gordas de un bolivarianismo que hoy reprime a sindicalistas en Venezuela (no me hagan tirar de datos) provienen del populismo más reformista  o del estalinismo que, por su propia naturaleza histórica, acaba en lo mismo. 

Comprendo la sensación de desnudez que puede conllevar para algunos renunciar a tener sus particulares paraisos en la tierra pero ni el marxismo fue nunca una construcción ideológivca para esconderse del mundo hostil capitalista (solo el mejor arma para transformarlo) ni deformó nunca la realidad. Otra cosa muy distinta es lo que algunos defienden.

Este camino solo conduce a la secta, de mayor o menor tamaño, y a desprestigiar la más noble aspiración de la humanidad. La sociedad comunista.

No hay salidas dentro del capitalismo para la clase trabajadora. Construir una sociedad comunista pasa por acercarse al socialismo desde la solidaridad real de cada día.  

19 de junio de 2015

POR EL DERECHO DE ALFON A SER UN JOVEN FELIZ

Por Marat

Habré cruzado con Alfon no más de 3 minutos de conversación. Un rato antes de hacerlo estuve mirándole fijamente y percibiendo en él la expresión gestual de un muchacho absolutamente normal que parece mirar a la vida como tantos chicos de su edad lo hacen: con sed irresistible de vivirla.

Se encontraba entonces en la libertad que queda entre condena y condena, entre privación del aire fresco y privación de nuevo de éste. Jugaba a las bromas de tantos chavales con sus “colegas” y se notaba en el juego el cariño mutuo que de un lado y otro se profesaban.

Me gustó ese Alfon. Irradiaba la luz de quienes saben lo que son y el peso que ello conlleva sin perder la limpieza de la mirada. Los cachorros masculinos tienen esa ternura torpe que se les escapa sin querer. Son menos delicados y a la vez más directos que las hembras de nuestra especie que dan su amor de modo que nos desarma a los aspirantes a hombres.

En Alfon la manifestación de la fuerza bruta a la que llaman justicia había decidido hacer ejemplo. De Vallecas, joven, comunista, querido por los suyos, que son muchos más que su familia, ejemplar en sus acciones solidarias, buscador de un mundo más justo e igual. Había que dar una hostia (las hostias son con hache, el resto son cobardías de quienes no se atreven a llamar las cosas por su nombre) paradigmática en carne joven que valiese para todos l@s muchach@s que se atreven a decir NO y lo hacen desde su condición de habitantes de barrios obreros, de nacidos en familias de clase trabajadora, que no son ni “ciudadanos”, ni “gente” ni nada extraño que se disfrace, sino aspirantes conscientes a entrar en el mundo de la explotación laboral que rechazan el orden establecido de las cosas.

Más tarde, después de alguna conversación directa, hablé telefónicamente con Elena Ortega, su madre, al inicio de mis proyectos de defensa de las libertades y de lucha contra la represión. Pretendía contar con Alfon para la presentación de una plataforma (PDLD) que fue la chispa de las primeras denuncias y de otras iniciativas posteriores (Coordinadora Paremos la Criminalización de la Protesta Social) que marcaron el inicio, desde una posición de clase, del rechazo frontal a las políticas liberticidas y criminales y contra los derechos a la palabra por parte del PP. Entonces Elena me dijo eso de “no vamos a participar en ningún acto contigo porque eres del Frente Cívico”. Me quedé a cuadros. Llevaba ya mucho tiempo denunciando lo que significaba el anguitismo y sus “civismos”. Justo fue a dar con un anti-ciudadanismo y antitransversal en lo ideológico y a condenarle como si fuese otra cosa. Aunque pudiera haber devuelto a Elena una respuesta que le interrogase sobre pasadas militancias, no estaba preparado para tal arremetida. Alguien le había comido la oreja y el coco con una falsa información. Justamente quien, tras haber proyectado el caso Alfon al estrellato de los represaliados por el gobierno del capital, habría de fallarles, como ha fallado de modo extraño a pacientes desatendidos y en peligro de muerte por la sanidad. Lo dejo ahí.

A la primera no lo lograron. Los meses que estuvo en prisión ni le doblegaron ni domaron ni hicieron de Alfon otro Alfon. Seguía siendo un chaval comunista. Malas noticias para los hijos de puta. Entonces incluso grupos parlamentarios se pronunciaron por su libertad. Los medios “progres” (¡qué asquerosos son!, tanto como El País o El Mundo) defendieron su inocencia. Ahora no sé muy bien qué está pasando pero empieza a ser sospechoso por parte de ciertas “izquierdas” que Alfon deba comerse el marrón de su pérdida de libertad antes de que se pronuncien contra la brutalidad injusta de un gobierno fascista que ha decidido joderle la vida a un chico para que el resto aprendamos a “mamarla”. ¿A qué juegan los parlamentarios, concejales y diputados autonómicos? Están constituyéndose, vale prostituyéndose, como es habitual en ellos.

Hubo un tiempo en el que Alfon dijo algo así como que no quería ser un modelo para los demás. Creo que había dejado claro que simplemente se había comportado como un joven comunista (el mundo y el ayuntamiento de Madrid están llenos de mierdas que insultan tal proyecto) con ganas de vivir. Eso es lo que debemos reivindicar como propio de él: su risa y su deseo de un mundo más igual, que no puede ser la mierda que nos ofrece el capital a través de sus cómicos.

Veo a Alfon y pienso en mi hijo, Otro de tantos chavales que miran al mañana y dicen "esto es una puta mierda". ¿De verdad puedo añadir valor a su rabia, a una ira nada  tuitera sino llena de la furia de quienes se saben hijos del agobio y de unos padres que no saltaron de clase en ninguno de los prometedores años del desarrollo? NO.

Cuando contemplo esa mirada sólo me sale la ternura de papá moñas que dice "quieren joder a mi chico". Si ustedes fueran padres por un instante, reales o mentales, me entenderían.



Las madres son lo mejor que recibe en herencia cada ser humano. Andan por ahí unas Madres Contra la Represión que desde el primer día amaron al niño Alfon. Son maravillosas. Y no sólo defienden a nuestro chaval sino a muchos otr@s chic@s que han de ser defendidos porque en su poligonero modo de decir NO nos hacen mejores. Hombres, seguid  a estas chicas porque saben expresar el amor, eso que ha de ser parte fundamental de la revolución comunista. 

Alfon va a pringarla de nuevo. Ya tiene 23 años. Le llevan jodiendo desde hace dos. Seguramente sonarán en su juvenil cabeza y en su corazón como si fueran 20. La actitud criminal del gobierno del PP y de sus jueces mamapollas es repugnante, como lo ha sido contra todos los sindicalistas, trabajadores y luchadores que durante estos años han combatido al capital y no se han limitado a hacer manitas al aire en las plazas o a pedir transparencia.

La mochila de Alfon ya huele. Hay un montón de hijos de la gran puta en la policía, la guardia civil y en los juzgados que pretenden llenar de amonal el derecho a la resistencia y, por medio, un gobierno del capital que ha decidido que aprendamos en Alfon a respetar la mierda de su sistema capitalista.

Estar con Alfon ya no puede ser cosa de comunistas o de libertarios. Estar con Alfon, un chaval del barrio, tiene que ser cosa de amigos y de colegas. Apoyar a Alfon es estar con los nuestros.

Su libertad nos exige verle de nuevo riéndose libre en su barrio de Vallecas.