SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
PROPUESTA DE EXIGENCIAS AL POSIBLE PRÓXIMO GOBIERNO DE AMPLIAS ALIANZAS
HASTA LOS COJONES DEL ASUNTO LUIS RUBIALES Y DE TODO EL SHOW
TIEMPO DE PESIMISMO (NO EXAGERAR LOS ADJETIVOS), TIEMPO DE ESPERANZA
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
28 de mayo de 2020
SER COMUNISTA HOY…Y SIEMPRE
1,.- ¿Qué es ser
comunista?... en mi opinión personal
El papel que a los comunistas nos corresponde no es hacer la
revolución social. Esa la hace la clase trabajadora. Nacimos para empujarla, sumar, elaborar las mejores propuestas, en
función de cómo es el capitalismo mundial y nacional en cada país HOY y no en
1917, según es HOY la clase a la que pertenecemos, y presentarlas ante las
clases subalternas para ser consideradas por éstas su referencia, sin
proclamarnos vanguardia cuando aún estamos muy desconectados de la clase y no
tenemos retaguardia alguna.
Pero para hacer tal cosa, hay que bajarse del pedestal de
barro al que solo nosotros mismo nos subimos, nadie más, escuchar dónde le
duele en lo inmediato y cada día a nuestra clase: una sanidad pública que solo
se sostiene sobre la solidaridad de sus profesionales con el ser humano al que
pone rostro cada día, no en las inversiones públicas necesarias, trabajadores amedrentados
por conservar sus puestos de trabajo, si no los perdieron o pasaron a unos ERTE
que aún no han cobrado, precarios que pueden perder la habitación que ocupan de
alquiler, trabajadores sumergidos que se juegan el ser multados o desprotegidos
por serlo, nuevos esclavos del teletrabajo a los que han dicho que serán los
reyes del tiempo, viejos cuya dependencia han convertido en mercancía que muere
en silencio,….
Los comunistas somos otra cosa. Somos parte de nuestra
clase que tiene que pegarse a todas esas necesidades y estar en contacto con
cada uno de sus miembros que lo está pasando mal y que quiere decir “estoy
harto de estar harto pero no sé cómo gritarlo” y alentar su grito, intentar que
tenga sentido tanto para él como para todos nosotros. Ser comunista es dejar de
hacer el inútil y el frustrado en las redes sociales que trata de justificar el
porqué de no meterse dentro del cada día de las “pequeñas cosas” y pegarse al
vecino, incluso al más fascista, si lo está pasando mal económicamente por
causa de este sistema, y siempre al compañero de trabajo o al vecino del barrio y demostrarle en la práctica
que no está solo. Saber que hay gente a tu alrededor, unos de tu ideología que
no quieren que camines solo, y otros que te miran solo como un ser humano,
en medio de la vorágine del odio inducido, de la frustración sin otro camino
que no te lleve a la soledad o el fascismo como respuesta, es dar una
oportunidad a un mundo de seres autónomos solidarios que buscan juntos un mundo
más decente.
Y después de eso explicarle que no hay soluciones
particulares con demasiado futuro (si ayer la mentira del ascensor funcionaba,
hoy está atascado entre el bajo y el primer piso) sino formas de ayudarnos
mutuamente para intentar rechazar, con la protesta organizada, sus golpes pero que
los que hoy paremos, porque lo necesitamos en lo inmediato, no pararán los que
vendrán luego porque el capital solo puede crecer desposeyéndonos, unas veces de manera abrupta (los recortes
sociales de la crisis de 2007), otras con ayuda de la Comisión Europea, que
ahora parece dispararnos con cientos de miles de millones de euros pero pronto
veremos que será para salvar a grandes sectores productivos y para soltarnos
alguna de esas migajas que tanto agradecemos los desesperados, que tanto
necesitamos para sobrevivir, pagando esa fiesta la clase trabajadora en forma
de nuevos recortes sociales, cuando las rodajas cortadas al salchichón nos han
conducido hasta la cuerda y la etiqueta .
Luego hay que decirle al compañero, ese que las está pasando
canutas: “¿has logrado un mes o dos de esperanza? Quiero brindar contigo por
ello pero no bajes la guardia, sigue organizado porque no se trata de hacerlo
por grandes principios sino porque no destruyan tu vida”. Y dejarle claro que
no tardarán en recórtele un poco más sus posibilidades de supervivir hasta su
extenuación.
No hay salidas dentro del capitalismo para la clase
trabajadora. Construir una sociedad comunista pasa por acercarse al socialismo
de un modo fraterno (a veces me sale el estilo francés). La solidaridad de clase teje
cada día el mañana.
2.- ¿Qué no es ser comunista? Como antes, una interpretación personal
No soy de izquierda/s. Creo que los comunistas no somos de izquierda, dado que ésta nació en la Revolución Francesa, y no ha cambiado esencialmente hasta hoy, para reformar el sistema de clases nacido del capitalismo, entonces incipiente, hoy universal. Reformar no es sustituir, reformar es adaptar, hacer más asumible un sistema de explotación, sobreexplotación y dominación concreto, el capitalismo. Los comunistas pretendemos destruir, no reformar, el sistema de dominación sobre el trabajo que hace que lo que se produce en él sea una actividad social colectiva, mientras que el beneficio económico que genera es privado para el empresario. No hay términos intermedios entre capital y trabajo, como tampoco lo hay entre reforma y revolución o entre agua y aceite. Por mucho que se intenten mezclar no lo logran.
Hay quien cree que la solución intermedia es redistribuir la riqueza vía impuestos, pero ya vemos que el capitalista tiene un millón de formas de evadirlos o simplemente de echar abajo los gobiernos que pretendan hacer reformas fiscales mínimamente progresivas. También hay quien cree que dando más representación a los sindicatos en el control de las decisiones que afectan a los trabajadores en las empresas privadas se logran mejoras que, acumulándose, nos pueden llevar a una sociedad más justa. Eso conduce a la burocratización sindical y a la compra de sus dirigentes por las propias empresas. La clase trabajadora, como clase organizada, siempre necesitará estar en la oposición dentro del capitalismo, sea con un gobierno de derechas o con otro de izquierdas, pero también en una sociedad socialista que no es lo que hacen los “socialistas” cuando están en el gobierno. No son lo mismo derecha e izquierda pero, en su práctica tampoco son tan distintos. Como tampoco es lo mismo el empresario o accionista del consejo de administración de una empresa capitalista que el burócrata de una autodenominada sociedad socialista. Es irritante tener que explicar, una y otra vez, en bucle, estas cuestiones cuando ya no hay sociedades socialistas sino, acaso, alguna aberración que usurpa su nombre. Exaspera aún más que haya aún quienes no se preguntan el porqué.
Si se entendiese bien esta cuestión no nos encontraríamos ante supuestos comunistas que defienden como sistema socialista una monarquía hereditaria con estatuas kilométricas de la saga de reyezuelos que confían tanto en sus ciudadanos que acaban diciendo eso de “controlamos lo que entra en el país y cuál es el objetivo” o “queremos evitar cualquier mal que entre en la sociedad" (joder, con el puto Shangri-La de los cojones) , más o menos lo que hacía el gobierno de Estados Unidos cuando preguntaba al viajero que pretendiera entrar en su país si había militado en un partido comunista u organización afín. Si no estás en la paranoia más absoluta del espionaje y las conspiranoias quizá debas preguntarte si esa es la sociedad en la que querrías vivar y aún más, qué leches tiene eso que ver con Marx.
Quizá la sociedad humana este regresando hacia la animalidad de dejar de hacerse preguntas a cambio de una cierta sensación de seguridad material. Eso le está ofreciendo también el fascismo. Volvamos a la caverna, que en su oscuridad está la verdad.
Mención aparte de los defensores por interés económico de un sistema feudal como el norcoreano coloco a quienes defienden un régimen caudillista que nada ha hecho para favorecer el control social de las grandes empresas venezolanas (el sistema económico sigue siendo plenamente capitalista, después de 23 años de la revolución bolivariana) y extraigo una conclusión: los pseudocomunistas que confunden dictadura del proletariado que es de toda la clase trabajadora contra el capital, con dictadura de partido, y que son la nueva clase, buscan la supervivencia económica de sus 2 ó 3 liberados al amparo de un sistema que no tiene nada que ver con Marx sino con una autarquía absolutamente opuesta a la necesidad de que la globalización del capitalismo condujese a internacionalizar la lucha de la clase trabajadora. Del mismo modo, quienes han pillado en los años de vacas gordas de un bolivarianismo que hoy reprime a sindicalistas en Venezuela (no me hagan tirar de datos) provienen del populismo más reformista o del estalinismo que, por su propia naturaleza histórica, acaba en lo mismo.
Comprendo la sensación de desnudez que puede conllevar para algunos renunciar a tener sus particulares paraisos en la tierra pero ni el marxismo fue nunca una construcción ideológivca para esconderse del mundo hostil capitalista (solo el mejor arma para transformarlo) ni deformó nunca la realidad. Otra cosa muy distinta es lo que algunos defienden.
Este camino solo conduce a la secta, de mayor o menor tamaño, y a desprestigiar la más noble aspiración de la humanidad. La sociedad comunista.
No hay salidas dentro del capitalismo para la clase
trabajadora. Construir una sociedad comunista pasa por acercarse al socialismo
desde la solidaridad real de cada día.
24 de mayo de 2020
EL FASCISMO AMENAZA LA VIDA PARA RECUPERAR EL BENEFICIO DEL CAPITAL. LA ÚNICA RESPUESTA POSIBLE ES DE CLASE
Por Marat
Las caceroladas y las manifestaciones en los barrios
burgueses contra el Estado de Alarma son un síntoma de descontento social entre
los sectores de las clases medias reales (pequeños y medianos propietarios) y
autopercibidas (de segmentos minoritarios de la aristocracia asalariada) que
señalan el efecto del largo período de confinamiento en la economía nacional,
que se ha deteriorado, tanto en sectores básicos y de grandes empresas de la
producción como en los pequeños negocios (fundamentalmente de servicios) y, con
ello, las de los hogares y, en consecuencia, en el consumo, que se ha limitado
a fundamentalmente a las necesidades básicas y a otras secundarias, ligadas fundamentalmente
al entretenimiento en casa.
El acierto de los fascistas y de la derecha reaccionaria del
PP ha sido la de haber sabido conectar con el miedo al futuro de esos sectores de
las clases medias reales y autopercibida, como consecuencia de la destrucción
del tejido productivo que ha traído la combinación del agotamiento del período
de recuperación tras la última crisis del capitalismo y de la paralización de
gran parte de la actividad económica como consecuencia de las medidas
sanitarias para parar la COVID-19.
No es un fenómeno español. En mayor o menor medida que en
nuestro país ha sucedido en la práctica totalidad del mundo, por lo que la
nueva fase de la crisis capitalista es, de nuevo, también global. Éste es un
factor que debe esgrimirse desde una posición de clase: el capitalismo acelera
su crisis general y no hay salidas nacionales a la misma.
Tampoco es un fenómeno local la respuesta fascista contra
el confinamiento. En Italia, en Alemania, en los estados USA no controlados por
Trump en los que se da alguna forma de este tipo de medidas, las protestas
organizadas por la extrema derecha se suceden, siempre en nombre de la libertad
y con banderas patrias. La libertad es la del mantener abiertos los negocios por
encima de los riesgos de los trabajadores que hay en ellos. Y la bandera patria
es siempre el manto de la mentira protectora con el que el capital quiere cubrir
lo que antes era contradicción de intereses trabajo-capital bajo la forma nueva
de “más mata el hambre”, planteado
por quien no lo padece y está lejos de padecerlo. La burguesía siempre ha vendido desde la revolución francesa lo que
son sus intereses de clase como interés general de todas las clases.
Conviene entender la relación subalterna de las clases medias,
justo las que auparon el fascismo en el pasado y lo están elevando en el presente, con la
clase rectora del sistema capitalista, la gran burguesía. La clase media
propietaria de medios de producción, e incluso los segmentos sociales de la
aristocracia asalariada, están ligadas al capitalismo como sistema y a las grandes
corporaciones de las que son empresas proveedoras y subcontratadas y de las que
obtienen sus elevados salarios un sector de los directivos no claves en la toma de decisiones empresariales.
Establecida esta cuestión hay una relación compleja entre pequeña
y mediana burguesías y gran capital.
La pequeña y mediana burguesías han comprendido que su futuro
está comprometido y que necesitan de la recuperación del consumo, por lo que es
imprescindible para ellos la vuelta a las terrazas y al negocio de las
tiendas.
El gran capital, el que mueve el porcentaje del PIB que, de
verdad, será afectado por la crisis, turismo, automoción, construcción y banca,
crea a través de sus medios de “comunicación” económicos y generalistas el
estado de opinión social, el llamado “estado del malestar” que, curiosamente,
remite a ciertas anticipaciones del 15-M. De ahí que en la prensa más conservadora
se haga un paralelismo entre los objetivos de VOX de creación de “ambiente de
protesta social” con la aparición de los indignados y la posterior eclosión de
Podemos. Para la clase media se proyectó en su día una articulación política progre y ahora otra
fascista. En cualquier caso, ambas tuvieron un discurso explícito no de clase, sino de “gente”
y nacionalista.
Afortunadamente los fascistas están llegando tarde varios
países. En Italia y en España es más que evidente. Las curvas de la pandemia acabarán por
aplanarse
En Estados Unidos no hay sanidad pública, porque el
Obacamare nunca fue público, que absorba el brutal número de contagiados, vemos como el fascismo exige violentamiente el fin de las cuarentenas. En Brasil, con un Presidente tan eloqucido como las cifras de la enfermedad, se produce un tipo de respuesta desde el Estado muy similar al que se da en Estados Unidos. La elección de recuperación
de la tasa de beneficio empresarial en lugar de vida puede que se convierta en
caos económico.
El acuerdo de Alemania y Francia para intentar que la UE apruebe un superbazooka financiero de ayudas más “generosas” que en la anterior fase de la crisis capitalista para los países afectados por la pandemia (fundamentalmente
pensando en el sur) tiene mucho que ver con la necesidad de Francia de salir
adelante porque está agotada económicamente y con la situacion de Alemania porque, si se
hunde el sur, es el fin de la UE y, con ello, Alemania tendría que comerse su
producción al no poder colocarla fuera de sus fronteras.
Si esa opción falla, muy posiblemente lo hará, dado que las inversiones se acabarán destinando mucho más a las necesidades de financiación de las grandes empresas capitalistas de la UE que a supervivencia de las clases trabajadoras que mantengan el consumo, lo que queda es el odio organizado políticamente. Es
decir, la salida fascista.
Con todo, el verdadero riesgo del fascismo es que, el deterioro de la situación económica favorezca la captación por la ultraderecha de una parte de los sectores menos conscientes de la clase trabajaddora que, ante la desesperación por su depauperación económica, vean en el fascismo una forma de expresar su rabia social.
Con todo, el verdadero riesgo del fascismo es que, el deterioro de la situación económica favorezca la captación por la ultraderecha de una parte de los sectores menos conscientes de la clase trabajaddora que, ante la desesperación por su depauperación económica, vean en el fascismo una forma de expresar su rabia social.
En las situaciones de desesperación social en las que brota el fascismo el antifascismo no puede ser la clásica respuesta
antifacha del enfrentamiento físico. Hay que desnudar sus argumentos, visibles si
se quiere ver de qué hemos estado hablando, dejar claro a la pequeña burguesía
que puede condenarse a desaparecer, deglutida por el gran capital, o sumarse a
la cola, y sin pretensiones de dirigir lo que no le corresponde, y ser parte de
la solución.
Es necesario impulsar un tipo de lucha que conecte con las
necesidades inmediatas, vitales y sentidas de nuestra clase porque, de no ir
por ahí la respuesta, la que dará el fascismo será la que canalice la
frustración y le malestar sociales hacia el odio y la demanda de un caudillismo
que el capital acabará por emplear, cuando se le acaben todas las demás
opciones para imponer por la fuerza la recuperación de sus ganancia a costa de
nuestra miseria. No hay muchas vueltas que dar a los argumentos. Basta con
hacer memoria de ellos y señalarlos.
Es necesario romper con el sectarismo propio del cuanto peor
mejor y de que el peor enemigo es siempre aquel del que intentamos
diferenciarnos para ser nosotros mismos y es necesario también asumir que el actual gobierno de los
progres en España ha defendido la protección de la vida antes que el beneficio del capital, frente a todo el capital organizado, el fascismo
evidente y el “conservador” y su Brunete mediática sin carta de navegación, que ningún país tenía ante una pandemia desconocida. Nada más y
nada menos. Y hasta ahí porque luego de ciertas medidas sociales de choque y de una
austeridad y unos recortes más atenuados, vendrán otros más brutales y, si
no han conseguido sacarles del gobierno las fuerzas de la reacción, harán la
misma política contra los trabajadores que haría la derecha más ultraliberal porque, al igual que a Zapatero no le
tembló el pulso a la hora de aplicar nuevas legislaciones laborales y de pensiones absolutamente antisociales, tampoco les pasará a
ellos.
Hay que decirles a los trabajadores que si no se organizan para
defender lo conquistado ayer y para exigir lo que corresponde a las nuevas
necesidades con las que se van encontrar, lo que les queda es a qué
capataz del sistema elegir y cuánta represión de clase van a estar dispuestos a
asumir.
Es el momento de explicarle a los trabajadores que frente a los intereses del capital para recuperar sus beneficios amenazos por el confinamiento, en una sociedad socialista la opción determinante sería siempre la de proteger la vida
de la gente de nuestra clase, que es la más expuesta ante cualquier pandemia:
- En el socialismo la vida no estaría amenazada por la demanda de beneficio
- En el socialismo, la protección de la vida sería el más sagrado principio a defender.
- En el socialismo el ser humano no se enfrentaría a la necesidad de trabajar durante una pandemia, jugándose la vida para poder comer.
- En el socialismo, el principal problema al que se enfrentaría la humanidad sería cómo acabar con una enfermedad extendida.
- En el socialismo, los trabajadores que hubieran de trabajar, para satisfacer las necesidades básicas de la población en caso de pandemia, estarían adecuadamente protegidos y el coste de protegerlos no sería el problema sino el de la capacidad científica para responder ante la amenaza.
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17 de mayo de 2020
CORONAVIRUS, QUIMERA, DISTOPÍA Y UTOPÍA
Por Marat
Cuando a uno no le pagan por
escribir, a tanto la pieza o por palabras y tampoco escribe al dictado de la
“línea editorial”, lo hace cuando puede o cuando cree que tiene algo que decir
y es capaz de ponerse ante el ordenador y decir lo que quiere expresar. Éste es
el caso, como siempre.
Antes de que la estampida del desconfinamiento
produzca la amnesia colectiva, quienes se hayan detenido en los contenidos que
las formas de entretenimiento del vacío mental que se han difundido para
rellenar el tiempo de reclusión –en mi opinión necesaria frente a la pandemia-
en cantidades y calidades obscenas, quizá hayan reparado en que hay tiempos de
mentira, tiempos que nos educan en terrores futuros y tiempos del deseo necesario.
En el mismo orden en que acabo de
señalarlos los nombro como quimera, distopía y utopía.
1.-Quimera
En la segunda acepción, que es la
que me interesa, del diccionario de la real academia de la lengua española se
define a este término como “aquello que se propone a la imaginación
como posible o verdadero, no siéndolo”. En plata, mentira.
Hablemos de quimera en tiempos de
coronavirus durante el desconfinamiento.
Quimera es que necesites pedir
una ayuda al SEPE (Servicio Público de Ayuda Estatal) y no dispongas de ninguno
de los sistemas de certificación electrónica -certificado digital, DNI
electrónico, CL@VEPIN (para un solo uso, por lo que hay que pedir una nueva
clave para cada uso nuevo) y CL@VE permanente-. La odisea que te espera para
conseguirlo está a la altura de la de Ulises. Tanto que acabas teniendo que
recurrir a tutoriales en vídeo para ver cómo conseguir ese sistema de
certificación electrónica. Todo ello para descubrir que no puedes pedir cita
online con el SEPE o encuentres que tu situación para solicitar un subsidio no
está dentro de los supuestos de los que
te informa la web de este servicio.
No soy un conspiranoico, lo
primero porque aún me funciona la cabeza moderadamente bien, lo segundo porque
no entiendo los procesos históricos como explicados por una sucesión de
conspiraciones sino marcados por la lucha de clases dentro de un formación
económica y social dada y lo tercero, y no menos importante, porque no soy un
reaccionario, pues se es un reaccionario cuando se recurre a la conspiración
para “explicar” cómo funciona la economía bajo el capitalismo y está claro que
para un capitalista, que se rige por la máxima de la rentabilidad, el gasto
social no es rentable. Conviene no olvidar que los Estados son Estados
capitalistas gobierne quien gobierne. Y en el caso español actual también.
Cuando no hay modo posible de
hacer gestiones personales por razones higiénico-sanitarias justificadas,
tampoco telefónicas “por saturación” del servicio y la posibilidad de llevarlas
a cabo mediante el medio online, es harto dificultosa, por las trabas
laberínticas ya descritas, no hace falta ser muy inteligente para saber que se
está jugando a ganar tiempo (para disponer de la
liquidez necesaria para los distintos tipos de parados afectados o no por el COVID-19) y a generar
desestimiento entre una parte de los candidatos a demandantes. Esperar que el servicio del SEPE piense en las necesidades y angustias
personales de quienes se ven sin un euro para pagar su alquiler, la comida o
las necesidades más elementales es pura quimera. Es decir que, al menos de
momento, aquello de no dejar a nade en el camino es una mentira bastante
indecente. Las colas de las bolsas vacías ante las asociaciones civiles laicas
o religiosas no tienen otra explicación.
Quimera es que aparezcan nuevas
compañías eléctricas en televisión comparándose con Luther King, Gandhi o quien
se supone que se plantó delante de un tanque en Tiananmén, diciendo que “por
algo se empieza”. Cuando uno se preocupa
en saber quién está detrás de esta operadora energética de la “tarifa justa” y
de la “energía 100% verde” se entera de que la gestora de fondos de capital
riesgo española Axon controla el 27% de sus acciones y de que sus principales impulsores y caras
públicas son gente sin aparente gran procedencia empresarial, aunque bien
conectados con Forbes España, el IESE, el Deutsche Bank o inversores en energías
renovables como Special Credit
Situations Group o han estado presentes en la dirección financiera de Novacaixagalicia, la consultoría
de McKinsey & Co. o el Boston Consulting Group.
Esta compañía energética que se
propone absorber otras menores para hacerse un sitio en la minipecera de los
depredadores energéticos tiene un estilo 15M de “capitalismo colaborativo”
interesante por su capacidad de absorber un discurso buenrollista, pensamiento
Alicia, delicioso.
Si algo debe agradecerse a
tiburones tipo Endesa o Iberdrola es que les importe entre cero y nada parecer
éticos, “colaborativos” partidarios del “bien común” (el de sus grandes
accionistas sí), justos y ecológicamente sostenibles. Se la pela y uno no deja
de saberlo, si quiere.
Que Holaluz se vista de ONG,
mucho más tarde de que hubiéramos empezado a sospechar de las ONGs, tiene
delito. Comprarles el relato no tiene justificación salvo que se sea gilipollas
profundo. En todo caso, conviene mirar qué tiburón les cobrará menos por
encender la luz del fluorescente de sus cocinas.
Quimera es que haya partidos, medios
de comunicación y grupos de presión empresariales (de estos a cascoporro) que
intenten torcer el brazo al gobierno, lo están logrando, para que las medidas
más eficaces de contención social del coronavirus –el confinamiento es la
principal- sean anuladas antes de que estemos seguros de que no habrá un
rebrote en los hospitales ni los medios de control sean capaces otra vez de
hacerles frente, una vez demostrado su casi agotamiento ahora.
Quimera es que los pijoburgueses
del barrio Salamanca, de Pozuelo Aravaca o Chamartín vendan como defensa de la
libertad lo que es su deseo de reapertura de sus negocios poniendo en riesgo la
vida de sus trabajadores o que señalen como estado de emergencia solapado lo
que es un intento de viajar a sus chalets con piscina propagando el virus allá
donde vayan.
Quimera es que haya “personajes”
que, con la coartada del COVID-19 intentan
que confundamos ese invento llamado por los progres postcapitalismo (¿Qué pretenden
hablando de un sistema inexistente si no es alternativo al capitalismo? Yo lo
tengo claro) con el fin de la etapa neoliberal o del predominio del capitalismo
financiero, sin el que no puede sobrevivir el productivo, cuando no hay
postcapitalismo sin acabar con las relaciones sociales de producción
capitalista basadas en una plusvalía nacida del trabajo excedente sin el
que el sistema no puede reproducirse porque carecería de beneficio. Podría
explayarme con la admiración que el personaje al que me refiero profesa a una vedette esotérica, que dice que es comunista, como Žižek, para el que la explotación
laboral es algo así como la existencia de gamusinos o con su apoyo al peronismo
argentino pero tampoco me apetece hacer sangre cuando toca hablar de cuestiones
mucho más importantes que alguien como Atilio Borón.
Quienes juegan esta partida no
son radicalmente opuestos a los fascistas criminales de VOX ni los prefascistas del PP que acusan de
comunistas a los de Unidas Podemos, ofendiendo con tal acusación a los
comunistas que nada tenemos que ver con quienes emplean bálsamos por vitales
que sean, para quienes están en el nivel de la supervivencia, cuando sabemos que
tras la pandemia aplicarán nuevas recetas de dolor y recortes sociales a los
trabajadores para favorecer la recuperación del beneficio empresarial, en lugar
de organizar a la clase trabajadora para lo que se nos viene encima. Ambos
mienten. Unos para defender la democracia burguesa, cumpliendo su viejo papel
de justificadores, aparentemente críticos, del capital. Otros para actuar como
criminales a sueldo del capital, poniendo por delante el trapo de una bandera
patria que jamás protegerá a las clases subalternas de los intereses de clase de
los patriotas sean estos españoles, catalanes o vascos.
2.-Distopía
Según la Real Academia de la
Lengua Española distopía es la “representación
ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la
alienación humana”.
Distopia es que haya millones de españoles e inmigrantes cuyos hijos dependan de la caridad para comer, distopía son las enormes colas de nuevos pobres, distopía es que haya seres humanos que tienen que jugarse cada día una gran multa para continuar con sus actividades en una economía sumergida de la que no pudieron salir porque, de otro modo, no pueden sobrevivir.
Distopía es la ingente cantidad
de trabajadores que están descubriendo las maravillas del teletrabajo. Basta ya
de limitar las críticas al mismo al tener hijos en casa. No es lo peor la
conciliación trabajo-familia cuando ésta es imposible. Lo peor del teletrabajo
viene de horas que superan a lo establecido, de la invasión de la privacidad
por parte de la empresa cuando, supuestamente, no es horario de trabajo, del
control de la producción en remoto, de los efectos físicos y psicológicos del
trabajo en el hogar, de la imposibilidad de separar espacios/tiempos de trabajo
y vitales, de la alienación que viene de la soledad y, por supuesto, de la
próxima pérdida de derechos laborales y contractuales que significara el paso
de ser un trabajador a un autónomo del búscate la vida, págate tú la cotización
y te llamaré a ti o a la plataforma que te subcontrate, cuando lo
necesite.
Distopía
es que millones de trabajadores hayamos pasado del agotamiento de las
prestaciones de desempleo contributivas que cotizaban para nuestras pensiones
futuras a unas prestaciones no contributivas que no sabemos si recibiremos y que
nos conducen a unas futuras jubilaciones miserables (no contributivas),
que son las que se reciben como limosna, y que no cubrirán nuestras necesidades
más básicas de supervivencia.
¿Han estado ustedes viendo
películas en las televisiones no de pago últimamente? De las de pago no les
pregunto porque probablemente, el contenido distópico sea el principal de su
programación.
¿Se han preguntado alguna vez qué
función cumplen estos contenidos, sea en formato de film o de series? Yo sí y
más aún también me he preguntado por el porqué de que se hayan multiplicado en estos meses de pandemia.
Los contenidos audiovisuales
que hablan de sociedades totalitarias y
policiacas, de destrucciones de la tierra, de pandemia, de apocalipsis, de animales extraños que nos heredarán, luego
de acabar con el género humano, del día después de…, más allá del mero
entretenimiento, tienen el objetivo de ir generando la aceptación ante cualquier decisión del poder económico y político que nos conduzca a la
sumisión de la voluntad o a la acatar la pérdida de libertades ante
peligros inminentes.
Esos son los contenidos que
ayudan a justificar a los chivatos policías de los balcones, que explican las
comparecencias de militares, guardias civiles y policías durante las primeras semanas en ruedas de prensa que nos explicaban el día a día del coronavirus, que han intentado colocarnos, y en parte lo han logrado,
aplicaciones en los móviles dedicados a nuestro seguimiento.
En una pandemia como la que hemos
vivido no se pueden mantener todas las libertades. Hay liberales que son
criminales si no son conscientes de la necesidad de su limitación pero no vale
todo. No vale mantener la Ley Mordaza, cuando quien la aplica se manifestó en
su contra ni vale tampoco que se permita la total liberalidad de la policía
para actuar. Es evidente que no es lo mismo impedir un botellón o una
manifestación que no contempla la distancia social que el que una madre
salga a pasear con su hijo autista en los peores momentos de la pandemia.
No había carta de navegación pero a una policía que no es democrática (JUSAPOL
es un claro ejemplo de ello) hay que leerle la cartilla antes de dejarla salir
a la calle. A ver si es que es preferible que se pasen por exceso antes que por
defecto. Sería bueno saberlo.
3.-Utopía
La RAE da dos definiciones de
utopía:
1. f. Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy
difícil realización.
2. f. Representación imaginativa de una sociedad futura de
características favorecedoras del bien humano.
No suenan mal, al menos a mí,
salvo en lo de “que parecen de muy
difícil realización”
Decían Marx y Engels
“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada
época; o , dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material
dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La
clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone
con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que
hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de
quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las
ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones
materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas
como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la
clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas.”
(“La ideología alemana”. Marx y Engels)
Para algunos una especie de
catecismo comunista, justamente lo que los dos revolucionaros se
negaron a aceptar como título en lugar del “Manifiesto Comunista”, que tiende a simplificar
en exceso un pensamiento mucho más sutil, más rico, más lleno de matices. Casi
todos los comunistas reducimos a un párrafo un pensamiento mucho más profundo, limitándonos a aquello de “La ideología
dominante es la de la clase dominante”.
Hay quienes entendieron el funcionamiento
del capitalismo como un acto de fe. Quizá algún día sean capaces de explicarnos
el porqué y el cómo de las crisis capitalistas.
Quienes nos consideramos
comunistas vemos necesario dar la batalla de las ideas para desnudar la
naturaleza de un sistema que no conspira contra sí mismo (sería estúpido no
comprender hasta qué punto la crisis económica derivada del COVID-19 exige recuperar el beneficio empresarial) pero que es incapaz de dar respuestas
a la humanidad, ahora más que nunca.
La utopía es la esperanza para los
cristianos que buscan un mundo mejor también aquí. A su lado, no más lejos, los
comunistas podemos compartir la fraternidad y la denuncia ante la desigualdad
que sufren los desheredados de nuestra clase.
Un comunista mira la utopía como
una posibilidad. El marxismo nunca fue determinista. Nunca planteó el derrumbe como el cómodo atajo que evitaría a los explotados luchar por emanciparse.
El ser humano puede llegar a
liberarse de su necesidad o encaminarse a la barbarie. Es necesario explicar el
riesgo de la locura y el porqué. El capitalismo mata pero no basta decirlo.
Toca desnudarlo.
La crisis del capitalismo viene
de lejos. Desde la mal llamada crisis del petróleo no ha hecho más que
sucederse por etapas, cada vez más rápidas, encaminándose hacia su senilidad.
La COVID-19 no ha creado una
nueva crisis. La ha acentuado. Pero creer que el paro actual, la ausencia de
recursos económicos, es lo peor que le ha ocurrido a la clase trabajadora es no
entender casi nada. Lo que viene ahora es la salida del capital a esta nueva
fase de la crisis que ahora le ahoga. Su recuperación, nuestra miseria. En unos
meses veremos su actuación.
Utopía es entender que el
comunismo no es solo una sociedad futura sino un movimiento que lo acerca.
“Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al
estado de cosas actual" (“La
ideología alemana”. Marx y Engels)
Ésta es la esencia de la utopía
comunista. Avanzar, pegados a las necesidades inmediatas y cotidianas de
nuestra clase hacia la sociedad a la que aspiramos. Defender cada milímetro a
conquistar sin engañarla, dejándola claro que mañana puede perderlo dentro del
capitalismo, intentar elevar su conciencia como clase antagónica y plantear con
claridad que de ésta salimos más fuertes solo si comprendemos que dentro del
capital no hay esperanza. Y que solo la
podemos construir de forma colectiva, solidaria y organizada.
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