“.… el PIB a precios constantes se limita a reflejar de manera gruesa la evolución seguida por la producción material realizada en el país. Es, en el mejor de los casos, un indicador de la escala que tiene la producción de valores de uso en una economía. Pero, como sabemos, en las sociedades donde impera el modo de producción capitalista, la riqueza presenta una forma social general muy distinta a la de ser un mero cúmulo de valores de uso. Aquí, la riqueza tiene la forma social general de ser una masa de valor. O dicho más groseramente, nadie es más rico simplemente porque produzca más; su riqueza depende también del valor unitario relativo de lo que produzca>“¿Qué crisis?”, Razón y Revolución, Nº 9, 2002, pp. 3 y 4, énfasis añadido)”.
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
PROPUESTA DE EXIGENCIAS AL POSIBLE PRÓXIMO GOBIERNO DE AMPLIAS ALIANZAS
HASTA LOS COJONES DEL ASUNTO LUIS RUBIALES Y DE TODO EL SHOW
TIEMPO DE PESIMISMO (NO EXAGERAR LOS ADJETIVOS), TIEMPO DE ESPERANZA
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
28 de julio de 2016
MARXISMO BÁSICO: DISTINGUIR ENTRE VALOR Y RIQUEZA
“.… el PIB a precios constantes se limita a reflejar de manera gruesa la evolución seguida por la producción material realizada en el país. Es, en el mejor de los casos, un indicador de la escala que tiene la producción de valores de uso en una economía. Pero, como sabemos, en las sociedades donde impera el modo de producción capitalista, la riqueza presenta una forma social general muy distinta a la de ser un mero cúmulo de valores de uso. Aquí, la riqueza tiene la forma social general de ser una masa de valor. O dicho más groseramente, nadie es más rico simplemente porque produzca más; su riqueza depende también del valor unitario relativo de lo que produzca>“¿Qué crisis?”, Razón y Revolución, Nº 9, 2002, pp. 3 y 4, énfasis añadido)”.
Como
puede verse, Iñigo Carrera afirma que la riqueza depende (en
el sentido de identidad, esto es, si no se produce más valor, no hay
más riqueza) del valor unitario relativo de lo que se produce.
Considero que es un error pensar que esto pueda tener algo que ver
con la teoría del valor trabajo. Veamos el asunto con algún
detalle.
Valor
de uso, riqueza y valor en Marx
Apenas
iniciado el capítulo 1 de El
Capital,
Marx escribe: “Los
valores de uso constituyen el contenido material de la riqueza, sea
cual sea la forma social de esta. En la forma de sociedad que hemos
de examinar [donde
predomina el modo de producción capitalista],
son a su vez portadores materiales de valor de cambio”
(pp. 44-5, Siglo XXI). Dos cuestiones a remarcar: primero, los
valores de uso “son
los que verdaderamente integran la riqueza material”
(además de El
Capital,
véase, por ejemplo, la Crítica
del Programa de Gotha). En segundo lugar, el valor es la forma
social que
adquiere el valor de uso –o sea, la riqueza material- en la
sociedad capitalista. Por eso, solo al precio de confundir contenido
material y forma social se puede decir que la magnitud de la riqueza
puede medirse por el valor.
La
realidad es que la fuente de la riqueza material es
tanto la naturaleza como el trabajo, en su carácter de trabajo
concreto.
Por eso dice Marx que el trabajo “no
es la fuente única de los valores de uso que produce, de la riqueza
material”
(p. 53); también en Contribución…:
“Es
un error decir que el trabajo, en cuanto produce valores de uso, es
la única fuente de la riqueza que ha producido, es decir, de la
riqueza material”
(p. 19). En cambio, la fuente del valor es el trabajo en
tanto trabajo abstracto,
o sea, en tanto gasto humano de energía: “Todo
trabajo es, por un lado, gasto de fuerza humana de trabajo en sentido
fisiológico, y es en esta condición de trabajo humano
abstractamente humano, como constituye el valor de la mercancía”
(p. 57). Dicho de otra manera, el trabajo del sastre produce valor no
en tanto trabajo sastreril (o sea, en su determinación material como
actividad productiva) “sino
como trabajo abstracto general, el cual pertenece a un contexto
social que no ha enhebrado el sastre”. Contribución
a la crítica de la Economía Política,
Siglo XXI, p. 19).
Esta
distinción entre trabajo concreto y trabajo abstracto permite, a su
vez, entender que con el aumento de la productividad del trabajo se
pueda incrementar la riqueza material, sin que aumente el valor.
Lo explica Marx: “…
supongamos que el trabajo necesario para la producción de una
chaqueta se duplica, o bien que disminuye a la mitad. En el primero
de los casos una chaqueta valdrá tanto como antes dos; en el
segundo, dos de esas prendas valdrán lo que antes una… En sí y
para sí, una cantidad mayor de valor de uso constituirá una riqueza
material mayor; dos chaquetas, más riqueza que una". No
obstante, a la masa creciente de riqueza material puede corresponder una
reducción simultánea de su magnitud de valor".
Este movimiento antitético deriva del carácter bifacético del
trabajo”.
Por eso, y en tanto la fuerza productiva “es
siempre fuerza productiva de trabajo útil, concreto”,
un cambio en la fuerza productiva del trabajo “en
nada afecta el trabajo representado en el valor”
(pp. 56-7; énfasis añadido). Por eso la riqueza real de la sociedad
y la posibilidad de ampliar constantemente el proceso de su
reproducción dependen de la productividad del trabajo y de las
condiciones más o menos fecundas en que este se lleva a cabo (véase,
por ejemplo, El
Capital,
t. 3, p. 1044).
Por
otra parte, Marx se refiere al oro como “la
existencia material de la riqueza abstracta”,
o “el
representante material de la riqueza material”
(Contribución…
p. 113), en tanto “es directamente convertible en el objeto de
cualquier necesidad”. Esto es, “en su carácter metálico puro
contiene, oculta, toda la riqueza material desplegada del mundo de
las mercancías”. Lo cual también significa que en la medida en
que aumenta la productividad, y por ende baja el valor individual de
las mercancías, aumenta la riqueza. Por ejemplo, supongamos que x
cantidad de oro permite adquirir 2 A; supongamos luego que se duplica
la productividad del trabajo aplicado a producir A, de manera que la
misma cantidad x de oro permite adquirir ahora 4 A. El oro es
convertible en mayor cantidad de objetos A, que constituyen la
riqueza material. El incremento de la riqueza se ve entonces tanto en
el aumento de la cantidad de valores de uso A, como en el poder de
adquisición del oro.
Interludio:
Ricardo sobre riqueza y valor, y Say
A
pesar de que Ricardo no hizo el análisis del doble carácter del
trabajo, distinguió sin embargo entre valor y riqueza. En los
Principios…,
y en una formulación muy similar a la que vimos en Marx, escribe: “…
la riqueza difiere esencialmente del valor, ya que este depende no de
la abundancia sino de la facilidad o dificultad de la producción. El
trabajo de un millón de hombres en la industria producirá siempre
el mismo valor, pero no siempre la misma riqueza”
(p. 205). También: “…
dos países que poseen precisamente la misma cantidad de todas las
cosas necesarias y comodidades de vida son igualmente ricos, pero el
valor de sus riquezas respectivas depende de la relativa facilidad o
dificultad con que fueron producidas”
(Principios…,
FCE, p. 208).
La
cuestión tiene, por supuesto, consecuencias sobre la teoría del
valor, como observa Ricardo en crítica a Say. Es que si se mide la
riqueza (o sea, la masa de valores de uso) por el valor, se debe
concluir que la medida de la utilidad es el valor. Con lo cual
llegaríamos a la tesis, que defendía Say, de que las cosas son
valiosas en la medida en que tienen utilidad (véase Principios…
pp. 209-210).
Marx
sobre riqueza, valor y las contradicciones del capitalismo
La
distinción entre valor y riqueza es esencial para comprender el
carácter inherentemente contradictorio del desarrollo de las fuerzas
productivas bajo el capitalismo. Es que el medio –desarrollo de la
producción de valores de uso- entra en constante conflicto con el
objetivo, la valorización del capital (véase Marx, El
Capital,
t. 3, p. 321). Esto es, el valor de uso y el valor, se desarrollan de
forma contradictoria.
Pero es imposible entender la contradicción si se pone un signo
igual entre los polos contradictorios. Y esta distinción entre
producción de riqueza y generación de valor, a su vez, es
esencial para entender el carácter antagónico de la producción
capitalista:a medida que se desarrollan las fuerzas productivas se incrementa la
acumulación de riqueza burguesa en un polo, y miseria, trabajo
enajenado o embrutecedor, ignorancia, en el otro. Para ponerlo con un
ejemplo, si el aumento de la fuerza productiva del trabajo permite
duplicar la producción de A, y si ese incremento en bienes
materiales va a parar a manos de la clase capitalista, habrá
aumentado la distancia entre la riqueza apropiada por la clase
capitalista en relación a la que posee la clase trabajadora, independientemente de que el valor de A haya bajado a la mitad.
Es la base de la tesis de Marx sobre que, a medida que se desarrolla
la acumulación capitalista aumenta la polarización social.
Es
entonces en
este sentido -esto
es, de relación contradictoria- que se puede decir que la producción
de riqueza depende
del
valor: si peligra, o no se produce, la valorización del capital, se
frena y retrocede la producción de riqueza material. Pero eso no
significa que la magnitud de la riqueza material (o sea, la
producción de valores de uso) se mida por la producción de valor.
Estamos
al nivel de los conceptos elementales. Por supuesto, muchas personas
pueden discrepar con la teoría de Marx; pero en ese caso, hay que
decirlo claramente, y no pretender hacer pasar gato por liebre, como
reza el dicho. No hay forma de hacerle decir a El
Capital que
la riqueza se mide por la producción del valor. La lectura de
cualquier texto –clásico, o no- exige un mínimo de rigurosidad.
26 de julio de 2016
LO (NO) DICHO SOBRE POKÉMON GO
¡Cuidado al cruzar la calle, figura! |
Agustín
Vargas. Página12
No
tan solo. Suele formar parte del sentido común que el jugar un
videojuego es una práctica íntegramente solitaria. El auge de las
consolas a fines del siglo pasado pareció sentenciar esta concepción
al estar éstas emplazadas dentro del hogar. Así, el jugar a un
videojuego sería algo lúdico realizado bajo paredes; sería una
práctica privada. Sin embargo, muchos posibilitaron una relación
virtual o física mediante la modalidad multijugador. Además, cuando
un jugador juega de manera solitaria, también podría hacerlo
pensando en un otro (la competencia llevaría el jugar a una cuestión
de ejercitar para mejorar distintas cualidades que luego serían
puestas en juego con otras personas).
Por
el contrario, se han diseñado muchas consolas transportables, y fue
una de éstas la que propició el nacimiento de la franquicia
japonesa Pókemon, hace ya veinte años. La saga comenzó como un
videojuego RPG para la plataforma Game Boy, donde se proponía
recorrer un universo ficticio con el propósito de capturar distintas
criaturas fantásticas. Si bien la mayor parte del tiempo estaba
destinado a jugarse en solitario, el Cable Link hizo posible que los
jugadores pudieran conectar sus consolas y así intercambiar
pokemones o competir entre ellos.
Como
toda franquicia moderna y su trasnarratividad característica, pronto
afloró un animé –en nuestro país hizo que Pokémon sea masivo–,
además de películas, nuevos videojuegos y un juego de cartas
coleccionables. Éste último sigue siendo popular en sectores
sociales con un poder adquisitivo medio y alto, a tal punto que se
realizan convenciones donde los jugadores se reúnen y compiten con
sus propios mazos. Pokémon Go se ha nutrido de estas prácticas
sociales; está pensado como un juego que se comparte de manera
lúdica con otros. Además, es de suponer que con el paso de los días
exponga su faceta colaborativa-colectiva (ya hay sitios donde cada
usuario puede indicar en un mapa qué pokémon capturó en un
determinado lugar).
La
ciudad y el jugador. La posibilidad de relacionarse con otros
usuarios no parecería ser la mayor novedad, pero sí lo sería el
modo en que el juego permite pensar nuevas apropiaciones y
transformaciones del espacio geométrico (la ciudad) en espacio de
juego. Pokémon Go hace que los usuarios deban dirigirse –o apuntar
sus celulares– hacia ciertos lugares para obtener elementos
esenciales del juego. La mayoría de los puntos, estas pokeparadas,
son museos, bares, parques y hasta comisarías. Otra característica
del juego es que obliga a los jugadores a recorrer una cantidad
determinada de kilómetros si desean progresar.
Se
ha reiterado que la aplicación permite que los usuarios se acerquen
a ciertos lugares a los que de otra manera no lo harían.
Efectivamente el videojuego obliga a ir a lugares preestablecidos,
pero lo que debería entrar en consideración es el cambio de
significación o lecturas que se hace de éstos (invita a la
reflexión el hecho de que autoridades del Museo de Auschwitz en
Polonia y del Holocausto de Washington solicitaron que supriman estos
lugares del mapa del juego por considerar que ocasiona “prácticas
fuera de lugar”). Estaríamos ante un peatón devenido en jugador,
donde el mapa de la ciudad –GPS y Google Maps de por medio–
pasaría a ser un mapa ficcional. Ambos mundos coexistirían.
Un
negocio millonario. Es difícil saber por cuánto tiempo se mantendrá
el éxito del juego. Lo cierto es que cualquiera que cuente en su
móvil o tablet con el sistema operativo Android o iOS puede
descargar la aplicación de manera gratuita. Lo que pretende ser un
componente democratizador no dejaría de ser una fachada, poniendo la
menor cantidad de obstáculos posibles para lograr que la aplicación
se masifique y así mejorar su cotización e incrementar su
patrimonio (a la semana del lanzamiento, la aplicación superó en
uso a Twitter e Instagram, y Nintendo duplicó el valor de sus
acciones). A esto debe sumarse el hecho de que se incentiva al
usuario a realizar compras una vez instalada la aplicación para que
adquiera ciertos elementos del mundo del videojuego.
Sin
embargo, el principal negocio parecería pasar por los puntos
patrocinados: al obligar a los jugadores a dirigirse a determinados
lugares, las multinacionales dieron el primer paso para estar
incluidas en tales puntos. Así, en Japón McDonald’s convirtió
sus establecimientos de comida rápida en lugares especiales para los
jugadores de la aplicación. Por su parte, y aunque guarde relación
con un fenómeno ya conocido en la sociedad, no debe dejar de
considerarse la extracción de datos que hace la aplicación sobre
sus usuarios, principalmente vinculados a Google, a tal extremo que
el director de cine Oliver Stone diga que Pokémon Go “sería parte
de una cultura más larga de capitalismo de vigilancia”.
Realidad
“mejorada”. Curioso es el término que le fue asignado a una de
las tecnologías –quizá la más importante– de las que se nutre
Pokémon Go: la Realidad Aumentada (RA), necesaria para visualizar
los pokemones en la pantalla del celular a través de la cámara.
Según la Real Academia Española, una de las definiciones de
“aumentar” es la de “dar mayor extensión, número o materia a
algo”. De este modo, la RA no es otra cosa que una alteración de
lo real; añade información virtual a una información física
preexistente, con la finalidad –o la presunción– de ver de
manera mejor, divertida, apartándonos del mundo rudimentario,
aburrido al que asistiríamos diariamente. Pero por más que parezca
algo cínico, y podrían atribuirse componentes ideológicos, la RA
está presente y Pokémon Go la dejó entrever de un modo particular:
la imagen de una muchedumbre que corre desesperada puede guardar
relación con Niza, donde un ataque terrorista causa pánico entre
los franceses, o puede remitirnos al Central Park, donde jóvenes y
familias corren en masa y sin apartar su vista de los celulares para
capturar una criatura ficticia.
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Seguramente se incremente el número de imbéciles que serán atropellados al cruzar una calle por ir enajenados en su propio pedo mental mientras le dan onanísticamente con el dedo al jueguecito. Ya está pasando con el uso del móvil actualmente. Y sin necesidad de Pokémons. Imaginen con él. Pero sarna con gusto...
22 de julio de 2016
¿DONALD O HILLARY, HILLARY O DONALD?
Atilio Borón. Página12
Estos días, después de la nominación
de Donald Trump como candidato por el Partido Republicano, varios
medios me preguntaron quién sería más conveniente para América
latina, si él o Hillary Clinton. Mi respuesta: ninguno de los dos,
porque lo que importan no son tanto las personas como la alianza
social a quien ellos representan. Y esta alianza es la “burguesía
imperial” o el “complejo
militar-industrial-financiero”,
al cual ambos responden, si bien con características idiosincráticas
propias. Por eso creo que la pregunta está mal formulada. Ningún
presidente de Estados Unidos se ha apartado, desde George Washington
hasta aquí, de las premisas fundantes que guían las relaciones
hemisféricas y que condenan a nuestros países a la condición de
inertes satélites del centro imperial: (a) mantener América latina
y el Caribe como el “patio trasero” de Estados Unidos que no
admite la intromisión de terceras potencias (Doctrina Monroe, 1823);
(b) fomentar la desunión y la discordia entre los países del área
y oponerse con total intransigencia ante cualquier proceso de
integración o unificación (por eso, Washington sabotea a la Unasur,
a la Celac, también al Mercosur, y ni hablemos del Alba-TCP,
Petrocaribe, Banco del Sur o Telesur. Esta política arranca desde
los tiempos del Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826 y continúa
hasta hoy); (c) el tristemente célebre “corolario
de (Theodore)
Roosevelt”, de 1904, en
el que Estados Unidos se arroga el derecho a intervenir en los países
del área cuando sus gobiernos sean “incapaces de mantener el orden
dentro de sus fronteras y no se comporten con una justa consideración
hacia sus obligaciones con el extranjero.” Y más adelante prosigue
diciendo que “siempre es posible que las acciones ofensivas hacia
esta nación (Estados Unidos) o hacia los ciudadanos de esta nación
(eufemismo por empresas norteamericanas) de algunos Estados incapaces
de mantener el orden entre su gente, incapaces de asegurar la
justicia hacia los extranjeros que la tratan bien, pudieran llevarnos
a adoptar acciones para proteger nuestros derechos; pero tales
acciones no se adoptarían con miras a una agresión territorial y
serían adoptadas sólo con una extrema aversión y cuando se haya
hecho evidente que cualquier otro recurso ha sido agotado”.
Fieles a estas premisas, no tiene
sentido alguno preguntarse si Trump o Clinton serían más
convenientes para América latina. Quizá podríamos especular sobre
quién sería menos malo. En tal caso creo que entre estas dos malas
personas, inmorales y corruptas, tal vez la menos dañina podría ser
Hillary, pero nada más que eso. Ella y Trump representan, con
ligeros matices, lo mismo: la dictadura “legal” del gran capital
en Estados Unidos. Trump es más impredecible y esto no
necesariamente sería malo. Hasta podría despegarse ocasionalmente
del “complejo
militar-industrial-financiero”,
pero su compañero de fórmula –un cristiano evangélico de
ultraderecha– es un troglodita impresentable. Hillary es muy
predecible, pero su record como secretaria de Estado en la
administración Obama es terrible. Recuérdese, entre muchas otras
cosas, la carcajada con que recibió la noticia del linchamiento de
Muammar El Gadaffi, gesto moralmente inmundo si los hay. Como
senadora se consagró como una descarada lobbista de Wall Street, del
complejo militar-industrial y del Estado de Israel. América latina
no puede esperar nada bueno de ningún gobierno de Estados Unidos,
como lo ha demostrado la historia a lo largo de más de dos siglos.
Puede, ocasionalmente, aparecer algún presidente que marginalmente
pueda producir situaciones puntualmente favorables para nuestros
países, como ha sido el caso de James Carter y su política de
derechos humanos, concebida para hostigar a la Unión Soviética e
Irán pero que, indirectamente, sirvió para debilitar las dictaduras
genocidas de los años setenta. Pero nada más que eso. Nosotros
tenemos que forjar la unidad de nuestros pueblos, como lo querían
Artigas, Bolívar y San Martín en los albores de las luchas por
nuestra independencia. No tenemos nada bueno que esperar de los
ocupantes de la Casa Blanca cualquiera sea el color de su piel o su
procedencia partidaria.
19 de julio de 2016
TURQUÍA ES UNA GRAN DEMOCRACIA Y LOS TURCOS MUY TURCOS Y MUCHO TURCOS
“Mutatis
mutandis” algo parecido dijo
el señor Rajoy, refiriéndose
a España, hace algo más de
un año y sigue siendo Presidente de Gobierno. A mí que no soy ni
Presidente de mi Comunidad de Vecinos espero que me permitan esta
tontuna.
Y
es que tonterías he leído y escuchado muchas estos días,
especialmente, el de la noche del frustrado golpe de Estado en
Turquía. La cantidad de paridas llegó a parecerme que, si no
hubiera sido por la edad de la mayoría de los autores, merecerían
formar parte de la saga “Antología del disparate”,
que durante un buen número de años publicó el
catedrático de instituto, ya fallecido, Luis Díez Jiménez, como
recolección de las gilipolleces que le respondían sus alumnos en
los exámenes. Para mí, sin duda, uno de los mejores disparates era
aquél que decía: “Un parásito interno del hombre: el
langostino”.
1.-La
peculiar “democracia” turca o lo que afirman los que se han
cogido una turca
Quizá
menos divertido pero no menor en burricie fue el de considerar a
Turquía una democracia amenazada por un golpe de Estado. Los
que tienen cabeza de urna no lo dudan: ven papeletas electorales
y dicen “allí hay democracia”, como el
personaje del relato de Gila
cuando veía una colilla y decía “aquí
han fumado”. Olvidan que toda tiranía moderna busca una forma de
legitimación, y las urnas son un medio muy respetable para los
practicantes de la beatería política y, si además permite
presentarse a varios partidos políticos, la mascarada es casi
perfecta. Salvo por un pequeño detalle casi sin importancia: la
ausencia real de garantías constitucionales y
respeto a los Derechos Humanos.
En
su informe sobre Turquía de 2015/2016, Amnistía Internacional, que
no se caracteriza por ser precisamente muy beligerante con los países
de la OTAN y amigos del imperialismo norteamericano, comienza así:
“La
situación de los derechos humanos se deterioró notablemente tras
las elecciones parlamentarias de junio y el estallido de violencia
entre el Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK) y las fuerzas
armadas turcas en julio. El gobierno sometió a los medios de
comunicación a una presión sin precedentes; la libertad de
expresión dentro y fuera de Internet se resintió de forma
significativa. Continuaron las violaciones del derecho a la libertad
de reunión pacífica. Aumentaron los casos de uso excesivo de la
fuerza por parte de la policía y de malos tratos en detención.
Persistió la impunidad por abusos contra los derechos humanos. Se
redujo aún más la independencia del poder judicial. Varios
atentados suicidas con explosivos atribuidos al grupo armado Estado
Islámico que iban dirigidos contra activistas y manifestantes de
izquierdas y prokurdos causaron la muerte de 139 personas. Se
calculaba que Turquía acogía a 2,5 millones de personas refugiadas
y solicitantes de asilo, cada vez más expuestas individualmente a la
detención arbitraria y la expulsión, mientras el gobierno negociaba
un acuerdo sobre migración con la UE.”
Les
invito a que lean
el resto del informe porque no tiene desperdicio.
Un periódico tan poco sospechoso de radicalismo izquierdista como “El Mundo” titulaba el 2 de Noviembre de 2015: “La OSCE critica el marco de violencia de las elecciones en Turquía” y señalaba en el interior de la noticia:
“La misión observadora también recuerda el cierre, previo a las elecciones, de dos canales de televisión opositores al partido islamista que liderará el ejecutivo turco”
“La OSCE resalta cómo la concentración de medios pro gobierno ha limitado el derecho a la información de los votantes...La libertad de prensa sigue siendo un área de seria preocupación"
En 2014, y les puedo asegurar que Erdogan no se ha vuelto de entonces a acá más moderado ni más demócrata, el diario “El Confidencial”, no precisamente dado a veleidades izquierdistas, decía lo siguiente:
“¡Recordad que tenéis el mejor primer ministro del mundo!”, ha dicho en alguna ocasión el mandatario turco Recep Tayyip Erdogan a sus seguidores, hablando de sí mismo. La semana pasada, en un solo discurso, prometió “erradicar” Twitter, atacar Siria “en caso necesario”, ganar las elecciones locales previstas para este fin de semana y, en líneas generales, perpetuarse en el poder. Horas después, la Autoridad de Telecomunicaciones decretaba un cerrojazo a la popular red social, mientras que a los dos días la fuerza aérea turca derribaba un cazabombardero sirio que presuntamente había penetrado en el espacio aéreo de Turquía, elevando al máximo la tensión con el país vecino. El jueves, el Gobierno turco restringió YouTube, después de que en la plataforma de vídeos apareciese la filtración de una reunión de un organismo de seguridad intergubernamental en la que, si la grabación es auténtica, varios altos cargos del Ejecutivo debaten cómo justificar el lanzamiento de una intervención militar en Siria... Lo mismo cabe decir de la intención de Erdogan de seguir en el poder: ya ha insinuado que pretende volver a presentarse como candidato en las elecciones generales de 2015, aunque para ello tenga que modificar los estatutos de su propio partido, que prohíben que un miembro ocupe el mismo cargo público durante más de tres mandatos consecutivos.”. Y continuaba más adelante: “A medida que pasan los años, la figura pública de Erdogan ha ido pasando de la de un líder responsable, inclusivo con las minorías, proeuropeísta y con una hábil política exterior, a la de alguien cada vez más islamista, autoritario, intolerante y, en general, progresivamente alejado de la realidad. Ha promovido un proceso de islamización forzosa, encarcelado a más periodistas que ningún otro gobierno del mundo y amordazado a los medios de comunicación tradicionales, al tiempo que parece pensar que todo ello está legitimado por las urnas.”
Unos meses más tarde, el mismo diario recogía las opiniones del profesor Cengiz Aktar, del Istanbul Policy Center respecto a Erdogan y la evolución política de Turquía:
“El profesor Aktar teme que Erdogan utilice todos los poderes que la Constitución garantiza al presidente de la República exprimiéndolos al límite: “Colocará a una marioneta como primer ministro e interferirá en la labor de Gobierno”, algo que provocará “más caos e inestabilidad” dado “el modo arbitrario de gobernar” del político islamista. “Lo que nos jugamos en estas elecciones es si Turquía continúa siendo una democracia o cambia hacia un régimen autoritario al estilo de Putin en Rusia, sin separación de poderes”.
Por mucho menos, a Venezuela le consideran los medios y los políticos de derechas y muchos “progres”, títeres del imperialismo, una dictadura y a Chávez, primero, y a Maduro, después, dos dictadores. Y eso que Venezuela ha celebrado más elecciones, que es el rasero de los urnólatras, que Turquía. Pero Turquía está en la OTAN y es un aliado de primer orden de USA en la zona y Venezuela ni una cosa ni otra.
Hay que recordar el extraño atentado del 10 de Octubre del pasado año contra militantes de izquierda y prokurdos, atribuido por el gobierno islamista a grupos yihadistas, cuya autoría no ha sido ni investigada seriamente ni aclarada, y no lo será mientras el partido de Erdogan, AKP, siga en el poder; atentado que supuso la muerte de 95 militantes de la izquierda radical.
Tras el fallido golpe de Estado contra su gobierno, “La Voz de Galicia”, que tampoco es precisamente de izquierdas, afirma en un artículo:
“La deriva del Gobierno de Erdogan tras el fallido golpe comienza también a causar preocupación en amplios sectores de la sociedad que, si bien expresaron su rechazo al levantamiento, temen ahora que Erdogan se vuelva más fuerte e intransigente. Asociaciones de periodistas y partidos de la izquierda parlamentaria emitieron comunicados indicando que lo ocurrido no significa que el régimen de Erdogan sea democrático y en las redes sociales se ponía de manifiesto el miedo a que el presidente use el golpe como pretexto para eliminar a sus opositores. De hecho, el primer ministro ha pedido a los ciudadanos que se mantengan «vigilantes» en la defensa de la democracia y les ha advertido que no deben confundir a los teóricos infiltrados del clérigo Gülen con los leales soldados, lo que parece una llamada a que ejerzan la delación.”
Todo esto sin hablar de más 7.500 detenidos (6.000 soldados, 750 jueces y fiscales, 103 generales y almirantes, 650 funcionarios civiles, 100 policías), la suspensión de 7.850 policías, el cese de la sexta parte de los jueces, incluidos algunos de los más altos tribunales, la amenaza de recurrir a la pena de muerte o el degollamiento y asesinato de soldados por parte de policías y de fervorosos “demócratas” seguidores del partido del gobierno. Junto a ello, Erdogan está depurando el conjunto del aparato del Estado cesando a un gobernador provincial, 47 responsables de distritos, cientos de funcionarios desde registradores de la propiedad a asesores fiscales y hasta conserjes.
Es llamativo que muchos medios hayan informado de que sólo una minoría del ejército apoyaba el golpe y que aquél estaba apenas dirigido por coroneles, faltando una estrategia del mismo organizada por las más altas instancias militares, y sin embargo, el descabezamiento del aparato del Estado sea tan brutal y radical. El golpe ha sido para Erdogan como agua de Mayo en tierra de secano: una oportunidad de oro para liquidar los restos kemalistas de un Estado que en su día fue laico.
Erdogan busca entronizarse en el poder como un moderno sultán, acabando con los últimos vestigios de garantías constitucionales y avanzar hacia un país en el que rija la sharia. Y dentro de ella la pena de muerte contra todo disidente. Es un obsceno sarcasmo el argumento que el propio Presidente del país ha esgrimido para implantarla: "En una democracia no se pueden ignorar las peticiones del pueblo". Sólo que Turquía no es una democracia ni de lejos y los ciudadanos que acudieron al llamado de Erdogan para salir a las calles a resistir el intento de golpe de Estado no son heroicos demócratas sino fanáticos islamistas que no estaban apoyando una democracia inexistente sino a un tirano cruel, sanguinario y fundamentalista.
Una propuesta de resolución del Parlamento Europeo sobre la inmunidad parlamentaria de los diputados del HDP (Partido Democrático de los Pueblos, partido kurdo), una especie de "izquierda" postmoderna a lo Syriza, presentada el 31 de Mayo de este año decía así:
“El Parlamento Europeo,
– Visto el artículo 133 de su Reglamento,
A. Considerando que con el levantamiento de la inmunidad de los 138 diputados del Partido Democrático de los Pueblos (HDP) en el Parlamento turco, Turquía ha abandonado definitivamente el marco democrático para emprender el camino de la dictadura presidencial;
1. Exhorta al Consejo, a la Comisión y a la AR/VP a que intervengan ante el Gobierno turno al objeto de restablecer de forma inmediata la inmunidad parlamentaria de los diputados del HDP, derecho inalienable que caracteriza a toda democracia parlamentaria;
2. Encarga a su Presidente que transmita la presente propuesta al Gobierno turco.”
Escuchar a los 4 principales políticos españoles defender la democracia turca o, en la variante de Pablito, criticar a Erdogan pero afirmar que "en democracia los gobiernos se cambian en las urnas", como hizo en su twitter 8 minutos después de que su jefe Obama (el de la franquicia de "Yes we can") se pronunciara contra el golpe, fue descubrir que estamos ante 4 sinvergüenzas de marca mayor y ver un canalla bombardeador de mil pueblos mover la batuta del discurso oficial que, por cierto, no fue muy distinto de la del autócrata Putin.
Soportar las variantes del mismo sermón “prodemocrático” de las huestes podemitas, progres, pseudoizquierdistas y marxistas de Harpo fue como para usar el vomitorio durante largas horas. Es lo que tiene tener cabeza de urna, que produce lo que Marx y Lenin denominaron "cretinismo parlamentario". Y es que sencillamente ni hay democracia alguna en Turquía, por mucho que se permita el simulacro de pluralismo -que les pregunten a los del partido de izquierdas prokurdo HDP qué tal les está yendo con el respeto a la patraña pseudodemocrática- ni la vía democrática para impugnar a Erdogan y a su partido fundamentalista, sencillamente porque detrás tiene a una base social de fanáticos que le apoyan.
2.-La absolutización de que todo golpe es reaccionario
En estos días he leído declaraciones propias de quienes sostienen sus verdades absolutas tanto de organizaciones pretendidamente revolucionarias y hasta “comunistas” como de particulares beatos de tales certezas que afirmaban que el intento de golpe de Estado era un acto contra el pueblo, algo que no puede sustituir la acción de masas, una acción que, de haber triunfado, habría provocado más represión, y otros argumentos a cuál más absurdo.
Siempre he pensado que las verdades absolutas son la pasión del inquisidor, el comodín del perezoso intelectual, la charlatanería del ignorante de la historia, el refugio del sectario.
El siglo XX está plagado de ejemplos de que el golpe de Estado no siempre es reaccionario, ni necesariamente va contra los intereses populares. Suele ser la herramienta de los poderes fácticos pero también lo es de quienes pretenden rebelarse contra ellos y contra los gobiernos tiránicos. Todo depende de objetivos y fines.
La revolución de los claveles portuguesa de 1973 fue un levantamiento militar. El comandante Chávez intentó en 1992, como estela del Caracazo contra el gobierno corrupto de Carlos Andrés Pérez, una sublevación militar que fracasó. En 1969 el coronel Gadafi se levantó contra el pro-occidental, y contrario a la unidad árabe, Rey Idris I. El nuevo Estado creado por Gadafi, con todos sus excesos y errores, llevó a la población libia al mayor nivel de vida de todo el continente africano. Quien tenga ganas de dar lecciones sobre lo malvado que era Gadafi que mire al abismo de la realidad libia que le ha sucedido tras su asesinato y la "revolución libia".
Claro que lo deseable es que sean los oprimidos y los explotados quienes se liberen a sí mismos y no por medio de salvadores. Pero resulta que, en ocasiones, los esclavos se equivocan y eligen a su amo maltratador, como ha sucedido en Turquía. Sólo los demagogos adulan a la masa y les dicen lo que ésta quiere escuchar; mientras les apoye a ellos porque, cuando no lo hace, como ha pasado recientemente aquí en España, hay quienes insultan a aquellos que les niegan su apoyo y se desahogan queriendo que mueran los viejos o despotrican contra los que llaman ignorantes, precisamente por no apoyarles.
La realidad no suele ser como quisiéramos que fuera. Los modelos ideales son sólo eso, modelos. Sirven como guía, como orientación, pero no deben cogerse como el tonto la linde sino que deben tomarse como las farolas, para alumbrar el camino, no como hacen los borrachos para abrazarse a ellas. Es muy bonito, desde posiciones pseudorevolucionarias, decir eso de que los pueblos oprimidos, el proletariado y hasta el sursum corda deben liberarse por sí mismos pero es que, en ocasiones, la cosa se queda más atrás: se queda entre la barbarie de la muerte y el fin de la civilización y la posibilidad de continuación de la vida, con todos sus terribles riesgos e inestabilidades, porque los factores económicos y de desigualdad permanecen.
A ciertos puristas de cómo deben suceder las cosas me gustaría preguntarles algo. ¿Imaginan qué hubiera sucedido si el ejército, que fue de liberación anticolonial, de Argelia, no hubiera interrumpido el “proceso democrático argelino” cuando triunfó electoralmente el Frente Islámico de Salvación (FIS), auténticos neofundamentalistas, a principios de los años 90 del pasado siglo, a pesar de que ello conllevó una terrible guerra civil en la que las salvajadas sobre población civil se dieron por una y otra parte? Al triunfo del FIS también le llamaron, previamente a otras “primaveras árabes”, “primavera argelina”. Les aseguro que el el yihadismo que hoy se pasea por todo el Norte de África sería una pálida sombra de lo que hubiera significado con un Marruecos, un Egipto y un Túnez ya completa y anticipadamente caídos en sus manos como fruta madura. Proyecten esa amenaza 20 veces más fuerte que la actual sobre la tranquilidad de sus vidas al otro lado del Mediterráneo y luego me cuentan. Al yihadismo no se le derrotará simplemente con cultura, con no intervención y con medios pacíficos. Al menos no en Siria ni en Irak. Otra cosa muy distinta es que USA, países de la OTAN como Gran Bretaña y países árabes amigos del imperialismo sean quienes han armado, financiado, dado apoyo logístico y hasta “legitimado” a esas bandas asesinas y fanatizadas, que ellos llamaban “oposición moderada”. Eso debe ser permanentemente denunciado y combatido pero sin caer en el infantilismo y, a la vez, el cinismo de pretender que creamos que sin una cirugía drástica se puede combatir a esa gente.
Y sí, si el derrocamiento del asesino Erdogan, que ha dado refugio a los terroristas de Al Nusra y del ISIS y que masacra al pueblo kurdo -por mucho que se sus representantes rechazaran equidistantemente el golpe-, hubiera triunfado, yo lo habría apoyado sin ningún escrúpulo de hipócrita con gimoteos democráticos. De hecho, lo apoyé desde el minuto 1 en que se produjo. Lo que debía sucederle me consta que no era peor, entre otras cosas porque su orientación kemalista, de la que luego hablaré, es infinitamente menos perversa.
La desinformación ayuda al conformismo con las mentiras del poder económico y político y a la pusilanimidad farisaica del que quiere que las cosas se resuelvan por encantamiento democrático donde no hay ni siquiera simulacro de democracia.
3.-La conspiranoia como disolución de la ideología y del raciocinio
Estos días he leído y escuchado las más diversas y peregrinas teorías de la conspiración: que si se trataba de un autogolpe porque le serviría para reforzarse (como si permitir la aventura de una sublevación para luego aplastar a toda la oposición fuera exactamente lo mismo que organizarla); que si estaba dirigida por un clérigo ex socio de Erdogan, cuando ha sido el propio Presidente, su entorno, las cancillerías amigas y los medios de comunicación que sirven a esas alianzas internacionales las que han propalado ese mensaje; que si la OTAN estaba en la organización del golpe, cuando es sabida la clara relación entre la UE y la alianza atlántica y la UE empieza a mover hilos para distanciarse de Erdogan porque sabe que sus “excesos” tras el golpe pueden hacer peligrar sus intereses en la zona; que si el golpe lo han dado por las buenas relaciones entre Turquía y Rusia, cuando el derribo del avión de combate ruso en Siria el pasado año por parte de cazas F-16 turcos tensó aún más las pésimas relaciones entre ambos países y los últimos acercamientos entre ambos tienen más que ver con recientes maniobras del kremlin en torno a su posición en el conflicto sirio que con una aproximación estratégica de más largo alcance, salvo que hablemos de una posible sociedad en gaseoducto; que si Obama no se pronunció hasta que supo que el golpe había fracasado, cuando si lo hubiera apoyado está claro que habría triunfado rápidamente.
En fin, una sarta de extravagancias al más puro estilo del especulador, el intoxicador y el que se pone papel de aluminio en la cabeza para que no le controlen los Illuminati.
Yo no sé cómo son los planes de estudios de los últimos 30 años pero en mi época estudie la figura de Mustafa Kemal (Atatürk).
Para quien desconozca quién fue Mustafa Kemal es necesario explicarle algunos datos sobre el mismo, sin los cuáles no se entiende la especificadad y la naturaleza del Estado y del ejército turcos ni los sucesos del 15 de julio.
Mustafa Kemal fue el héroe de la independencia turca, padre fundador de la república turca, hasta entonces un sultanato títere de las potencias aliadas que ejercían su tutela sobre el país, y primer presidente de la misma.
Como político fue un nacionalista modernizador que introdujo el alfabeto latino en Turquía para favorecer la inserción internacional de su país, separó Iglesia y Estado, al que declaró laico, impulsando la secularización del país (cerró las madrasas y sustituyó la sharia por un código civil inspirado en el modelo suizo) y su “europeización”.
En 1934 su gobierno aprobó el derecho de la mujer al voto y a ser elegidas diputadas. Prohibió el velo y favoreció la incorporación de las mujeres al trabajo. Aprobó el derecho de la mujer al divorcio y a la herencia. Turquía fue el primer país del mundo que incorporó a una mujer al Tribunal Supremo.
Fomentó la educación pública para niños y niñas y la enseñanza mixta en la educación secundaria y universitaria. Impulso el desarrollo cultural y artístico del país.
Nadie se equivoque. Atatürk no era un comunista solapado ni un socialista. Sólo un modernizador de las estructuras y la sociedad de su país, lo que para la situación de la que partía fue mucho. Es un equivalente a Nasser en Egipto, aunque con menor influencia de la Unión Soviética en su pensamiento.
El Estado y, especialmente, el ejército turcos han sido durante muchos años bastiones de su legado, hasta el punto de que los cambios que introdujo Atatürk en su país han perdurado por decenios y han sido el bastión más importante en la resistencia contra el fundamentalismo islámico y la herencia que éste busca derrotar.
Durante los 14 años que Erdogan lleva en el poder su gran obsesión hasta el delirio paranoide ha sido ir removiendo a los herederos del kemalismo en la administración, la enseñanza, la cultura y especialmente en ejército, columna vertebral de la defensa de los valores kemalistas, por considerarlos conspiradores y enemigos de su proyecto de islamización de Turquía.
Erdogan ha diezmado las fuerzas armadas turcas, ha descabezado la dirección kemalista del ejército, ha encarcelado a numerosos generales. Las purgas que lleva realizando sobre su enemigo uniformado no son de ahora. Y a pesar de todo, la resistencia kemalista en el ejército y en la administración continua, aunque muy debilitada. Es ahí donde deben buscarse a los militares que protagonizaron el intento de golpe de Estado del pasado 15 de julio y también es en esa debilidad de los sectores kemalistas represaliados y acosados lo que explica el fracaso de la sublevación. Y desde luego no en la figura del clérigo Fetulá Gulen, introducida por Erdogan para hacer luz de gas sobre sus enemigos laicos, repetida por sus aliados políticos y sus loros mediáticas y tomada acríticamente por una legión de papagayos ciudadanos, una parte de ellos con carné de progre y hasta de rojito trastornado.
La postura de las organizaciones de izquierda revolucionaria turca es harina de otro costal: tiene que ver con el propio marasmo de las organizaciones marxistas en el mundo árabe y con el oportunismo tacticista del que pretende nadar y guardar la ropa para que no caiga sobre él, aún con más dureza, el largo brazo represor del sultán Recep Tayyip Erdoğan.
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Turquía
15 de julio de 2016
BREXIT
Alejandro
Teitelbaum. CEPRID
Los
ciudadanos –cada vez menos- creen todavía que sus respectivos
países son gobernados por medio de sus representantes (que en
realidad –cualquiera sea su color político- representan
puntualmente al poder económico).
Pero
esos mismos ciudadanos hace ya tiempo que mayoritariamente no se
tragan la píldora de que las instituciones de la Unión Europea los
representan de alguna manera y que se ocupan de la construcción de
una Europa solidaria, democrática y social.
Esa
es la interpretación que cabe hacer del resultado del plebiscito
favorable al Brexit.
Veamos.
Las
tres instituciones principales de la Unión Europea son el Consejo de
la Unión Europea, la Comisión y el Parlamento. Los miembros de este
último son elegidos por el voto directo de los ciudadanos de los
Estados Miembros.
El
Consejo de la Unión Europea (antes Consejo de Ministros) está
constituido por los primeros ministros o Jefes de Gobierno de los
Estados Miembros de la Unión Europea. Sólo en algunas ocasiones
participan en las reuniones los primeros ministros o jefes de
Gobierno, pues a sus reuniones periódicas asiste el ministro
correspondiente de cada uno de los gobiernos según sea el tema a
tratar (en temas de agricultura, asistirán los ministros de
agricultura, etc.).
El
Consejo tiene seis responsabilidades básicas:
-
Aprobar leyes europeas (directrices), en muchos ámbitos legisla en común con el Parlamento Europeo. Pero, y esto es importante, por regla general el Consejo no toma la iniciativa y solo actúa a propuesta de la Comisión y previa consulta al Parlamento.
-
Coordinar las políticas económicas de los Estados miembros. Tarea a cargo de los Ministros de Economía y Hacienda.
-
Concluir acuerdos internacionales entre la UE y una o más organizaciones de Estados o internacionales. También puede concluir convenios entre los Estados miembros de la UE en determinados campos como el de impuestos, etc.
-
Aprobar el Presupuesto de la UE, junto con el Parlamento. El Consejo tiene la última decisión sobre los gastos obligatorios mientras que el Parlamento la tiene en los gastos no obligatorios, si no se ponen de acuerdo en la aprobación del presupuesto.
-
Desarrollar la política exterior y de seguridad común de la UE (PESC), basándose en las directrices decididas por el Consejo Europeo.
-
Coordinar la cooperación entre los tribunales nacionales y la policía en materia penal (Justicia y asuntos de interior – CPJP).
El
Consejo toma sus decisiones, según establezcan los Tratados, por
unanimidad, por mayoría cualificada: se asigna a cada Estado miembro
un número de votos (voto ponderado), que es la forma en la que se
toman las decisiones más importantes y por mayoría simple para las
decisiones de procedimiento.
El
Parlamento, elegido por el voto directo de los ciudadanos, no tiene
sin embargo el poder de iniciativa en materia legislativa, que
corresponde en lo esencial a la Comisión Europea.
La
Comisión Europea es algo así como el Poder ejecutivo de la Unión
Europea, aunque también con amplias facultades legislativas
(directrices) espacio en el que tiene la iniciativa en las cuestiones
fundamentales, como ya se ha señalado.
El
Consejo de la Unión Europea (reunión de los ministros o jefes de
Estado de los Estados Miembros) designa, por mayoría calificada, al
Presidente de la Comisión Europea y dicha designación se somete a
la aprobación del Parlamento Europeo. El Presidente designado de la
Comisión nombra, en consulta con el Consejo de Ministros, a los 27
Comisarios que componen la Comisión. El conjunto de los miembros de
la Comisión recibe la aprobación del Parlamento por mayoría
simple, tras una serie de comparecencias de cada comisario ante las
diferentes comisiones parlamentarias competentes. Al final de este
proceso el Consejo de Ministros nombra a la Comisión en su conjunto,
por mayoría calificada. Buena parte de los Comisarios siempre
ostentan un currículo ostensiblemente ligado a grandes empresas
transnacionales.
La
función principal de la Comisión es proponer y poner en práctica
las políticas de la Unión Europea, vigilar la aplicación de los
tratados europeos y tiene el cuasi monopolio del derecho de
iniciativa en el llamado «primer pilar» de la Unión Europea, que
son sobre todo los temas económicos básicos, lo que le permite
pesar en las decisiones del Parlamento y del Consejo de Ministros.
Incluso el artículo 250 del Tratado Constitutivo de la Unión
Europea requiere un voto unánime para que el Consejo de Ministros
modifique una propuesta de la Comisión.
Pero,
como pequeña compensación, el Parlamento y el Consejo de Ministros
pueden pedir a la Comisión que adopte normas en alguna materia.
En
los llamados segundo y tercer pilar la Comisión comparte el derecho
de iniciativa con el Consejo de Ministros.
Existe
lo que se llama el procedimiento de codecisión (Comisión, Consejo y
Parlamento) pero en los hechos quien orienta la política de la Unión
Europea es la Comisión, por razones institucionales y también
porque las tendencias neoliberales y privatizadoras son compartidas
por los Gobiernos conservadores, socialistas y de coalición
conservadores-socialistas de los países de la Unión Europea, que
juntos tienen el control total de las instituciones europeas.
Prueba
de ello es que desde que se introdujo el procedimiento de codecisión
en 1995, el Parlamento rechazó hasta 2004 dos proyectos sobre 420.
Los 418 restantes se aprobaron en primera o en segunda lectura o
después de un procedimiento de conciliación.
Así
es como la política de la Unión Europea es consecuentemente
ultraliberal y al servicio del gran capital y su ejecutante es la
Comisión Europea.
Un
periodista y sindicalista belga, Gérard de Selys, cuenta[1] cómo,
mediante el trabajo en equipo de la Comisión Europea y de la Mesa
Redonda de los Industriales Europeos ERT (las transnacionales Volvo,
Olivetti, Siemens, Unilever y otras), ayudados por el Tribunal
Europeo de Luxemburgo que interpreta a su manera las reglas comunes
sobre la competencia del Tratado de Roma de 1957 que instituyó la
Comunidad Económica Europea, está culminando el despojo al
patrimonio público de los países europeos de las industrias
actualmente más dinámicas y rentables: las telecomunicaciones y las
comunicaciones electrónicas.
Más
allá del círculo íntimo de la Comisión Europea y de la Mesa
Redonda de los Industriales Europeos está la UNICE -Unión de las
Confederaciones Industriales y de Empleadores de Europa- que controla
estrechamente a la Comisión europea. Los 39 miembros de la UNICE
mantienen representaciones permanentes en Bruselas y un verdadero
ejército de « lobbystas » para influir sobre las decisiones de la
Comisión [2].
El
libro de Selys es de 1995, pero desde entonces y hasta hoy la
ofensiva privatizadora de la Comisión Europea contra los servicios
públicos (con el respaldo activo de las sociedades transnacionales)
no ha cesado: en su punto de mira se halla ahora el correo, la salud,
la educación y el medio ambiente. En un artículo publicado en Le
Monde Diplomatique de julio del 2000 (Susan George y Ellen Gould,
Libéraliser, sans avoir l’air d’y toucher) se cita un documento
de la Comisión Europea en el que se afirma lo siguiente: “la
participación activa de las industrias de servicios en las
negociaciones es crucial para permitirnos alinear nuestros objetivos
de negociación con las prioridades de las empresas. El AGCS (Acuerdo
general sobre el comercio de servicios -OMC) no es solamente un
acuerdo entre gobiernos. Es ante todo un instrumento en beneficio del
mundo de los negocios” [3].
El
4 de junio de 2003, el Parlamento Europeo, reunido en sesión
plenaria en Estrasburgo, acordó por amplia mayoría autorizar la
liberalización de los mercados de la electricidad y el gas, incluido
el suministro a particulares, a partir del 1º de julio de 2007.
Después
del rechazo del proyecto Constitución Europea se elaboró un nuevo
texto que firmaron los Gobiernos europeos en Lisboa el 13 de
diciembre de 2007.
Salvo
algunos cambios institucionales positivos (aumento de algunas
prerrogativas, más bien formales, del Parlamento Europeo, resguardo
en algunos aspectos de las facultades soberanas de los Estados
nacionales), el nuevo tratado no modifica en nada la orientación
prevaleciente de una normatividad y una práctica de las
instituciones europeas poco democráticas y al servicio del gran
capital.
En
mayo de 2005 se realizó un referéndum en Francia para convalidar o
no la adhesión al nuevo Tratado. El 55% del electorado se pronunció
en contra. Pero en 2008 el Gobierno francés –ignorando el
resultado del referéndum- hizo aprobar el Tratado de Lisboa por el
Parlamento con el voto de los diputados de derecha y de la mayoría
de los diputados del Partido socialista.
La
Unión Europea está negociando una serie de acuerdos regionales de
asociación económica, (Economic Partnership Agreements- EPA), con
países pobres. Los EPA son convenios de preferencias comerciales
recíprocas en el marco del llamado Pacto de Cotonu, entre la UE y el
grupo de 77 países que fueron enclaves coloniales europeos en
África, el Caribe y el Pacífico (ACP). La UE, en sus propuestas de
acuerdos comerciales, exige a los países del Sur que abran sus
mercados a las empresas europeas, amenazando así empleos, industrias
y servicios públicos en las naciones más pobres.
La
UE sostiene que los EPA integrarán a los países ACP a la economía
mundial, promoverán el desarrollo sustentable y contribuirán a la
erradicación de la pobreza.
Los
convenios propuestos bajo el Pacto de Cotonu eliminarían los
aranceles a los productos de importación y facilitarían a los
países de la UE la venta de bienes subsidiados.
La
UE negocia acuerdos similares con otros países pobres
Dos
organizaciones no gubernamentales, Traidcraft de Gran Bretaña y
EcoNews Africa, de Kenia, señalaron en un informe titulado "Los
EPA a través de los lentes de Kenia", publicado en
setiembre de 2005, que el deteriorado sector manufacturero, la
creciente pobreza y el desempleo en países como Kenia deben ser
seriamente considerados antes de firmar estos convenios, agregando
que la liberalización económica y comercial de los últimos años
en ese país africano produjo "situaciones extremas",
incluyendo altos índices de criminalidad y de prostitución,
deterioro de la educación e incluso suicidios y que el número de
personas pobres aumentó de 11 a 17 millones", más de la mitad
de la población keniata [4].
Últimamente
la Unión Europea se ha “ilustrado”
con el feroz chantaje ejercido contra Grecia (véase Feroz chantaje
sobre Grecia, http://www.alainet.org/es/articulo/169961)
y el virtual genocidio que está cometiendo contra la inmigración
clandestina (véase La “solución final” de la Unión Europea
para la inmigración clandestina
http://www.alainet.org/de/node/169163)
En
cuanto a América Latina y el Caribe, la Declaración Final de la
Cumbre social de los pueblos, “Enlazando Alternativas”
realizada en Lima del 13 al 16 de mayo de 2008, decía entre otras
cosas: ...”rechazamos el proyecto de Acuerdos de Asociación
propuesto por la Unión Europea y avalado por diversos gobiernos
latinoamericanos y caribeños que solo buscan profundizar y perpetuar
el actual sistema de dominación que tanto daño a hecho a nuestros
pueblos. La estrategia de la Unión Europea "Europa Global:
Competir en el mundo", supone la profundización de las
políticas de competitividad y crecimiento económico que buscan
implementar la agenda de sus transnacionales y profundizar las
políticas neoliberales, incompatibles con el discurso sobre el
cambio climático, la reducción de la pobreza y la cohesión social.
A pesar de que se pretende velar su naturaleza incorporando temas de
cooperación y diálogo político, la esencia de la propuesta es
abrir los mercados de capitales, bienes y servicios, proteger la
inversión extranjera y reducir la capacidad del Estado de promover
el desarrollo económico y social”.
En
conclusión, la Unión Europea es profundamente antisocial (con 20
millones de desocupados y donde las desigualdades no cesan de
profundizarse), atlantista y belicista (participación en la guerra
del Golfo y en las agresiones contra Yugoslavia, Irak y Afganistán)
a las antípodas de lo que tendría que ser: una potencia
independiente y pacífica en el concierto mundial, democrática y
social y dispuesta a establecer relaciones mutuamente ventajosas y en
un pie de igualdad con otras regiones y países.
No
debe sorprender entonces el resultado del referéndum en Gran Bretaña
y tampoco es de extrañar que la abstención en las elecciones para
el Parlamento Europeo sea cada vez más elevada. Los pueblos europeos
tienen conciencia de que la Unión Europea no representa sus
intereses y que los Gobiernos que la integran (de derecha y
socialistas) evitan cuidadosamente una verdadera democratización de
sus instituciones y un giro hacia políticas sociales. Aunque tratan
de reconquistar a la opinión pública con algunas reformas
gatopardistas luego de cada rechazo popular en las urnas, cada vez
más contundente.
Notas
[1]
Gérard de Selys, Privé de public. A qui profitent les
privatisations?, Ediciones EPO, Bruselas, 1995.
[2]
Veamos qué dice la UNICE de sí misma (http://www.unice.org/
Le porte-parole des entreprises en Europe). La UNICE es la voz del
mundo de los negocios ante las instituciones de la Unión Europea.
Sus 39 miembros son las organizaciones industriales multisectoriales
y las organizaciones de empleadores de 31 países europeos y
representa más de 16 millones de empresas, sobre todo pequeñas y
medianas. La UNICE es también un interlocutor en el diálogo social
europeo a nivel de la Unión Europea. La tarea principal de la UNICE
es informar e influenciar los procesos de decisión en la Unión
Europea, a fin de que las políticas y las propuestas legislativas
con un efecto sobre la actividad económica en Europa tengan en
cuenta las necesidades de las empresas. La primera prioridad de la
UNICE es promover la competencia en el medio económico y la
inversión a escala europea, el único camino para alcanzar un
desarrollo más elevado y un empleo duradero. El mundo de los
negocios necesita una Comisión eficaz.
[3]
Un grupo de investigadores, que forma parte del Corporate Europe
Observatory (CEO) ha publicado un estudio muy completo sobre el papel
de las sociedades transnacionales en el seno de la Unión Europea:
Belén Balanya, Ann Doherty, Olivier Hoedeman, Adan Ma’anit y Erik
Wesselius, Europe Inc. Liaisons dangereuses entre institutions et
milieux d’affaires européens, Agone Editeur, Marseille, 21
trimestre del 2000. Edición original en inglés: Europe Inc.
Regional and Global Restructuring and the Rise of Corporate Power,
Pluto Press and CEO, 1999.
[4]
Reports exposes impact of free trade deals.
http://www.traidcraft.co.uk/template2.asp?pageID=1867
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