7 de julio de 2014

DOS ESCENARIOS QUE A MEDIO PLAZO COMPITEN EN IRAK

Immanuel Wallerstein. La Jornada

La atención mundial al creciente empuje de las fuerzas conducidas por el Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS) ha desplegado un enorme debate acerca de lo que debería hacerse, por todos los actores ajenos al ISIS, para contener lo que ampliamente se percibe como un movimiento muy peligroso. Sin embargo, en algún punto la expansión del ISIS alcanzará sus límites e Irak y la región más amplia se asentarán mediante un arreglo de facto y la fijación de fronteras. Podríamos pensar que este es el escenario de mediano plazo.

Los actores mundiales solamente pueden decidir –y promover– una de dos alternativas para el escenario de mediano plazo en Irak: ambas compiten realmente y, de hecho, son muy diferentes. Una es la partición de Irak en tres Estados étnicos autónomos (por lo menos de facto, tal vez en lo formal). La otra es un Estado iraquí reunificado e incluyente, basado en el nacionalismo iraquí. Estas alternativas, en tanto se discuten abiertamente, por lo común se presentan como debate analítico. De hecho, entrañan un debate político.

La partición de Irak en tres Estados étnicos –sunita, chiíta y kurdo– se ha discutido y promovido mucho tiempo antes de que el ISIS apareciera en el escenario como movimiento agresivo. Es común que el argumento básico insista en la existencia de inherentes hostilidades étnicas presentes hace mucho en Irak, lo que se combina con una concentración geográfica de los tres grupos étnicos mayoritarios. Los proponentes tienden a decir que las hostilidades étnicas son interminables y que la única manera en que se restaurará la estabilidad en Irak es reconociendo esta realidad.

Existen problemas con esta argumentación. El primero es que las llamadas hostilidades inherentes hace mucho que han sido compatibles con las prácticas contrarias, tales como el matrimonio mixto entre los grupos y la cohabitación pacífica en muchas áreas, especialmente en las áreas urbanas. La concentración etnogeográfica histórica se ha magnificado y consagrado en los últimos 10 años, debido a las cuantiosas purgas étnicas –lo cual es una consecuencia, más que la causa, del intenso conflicto actual.

El segundo problema es que la partición no creará Estados étnicos homogéneos, dado que permanecerán minorías étnicas en los tres nuevos Estados. Hablo aquí no sólo de las personas sobrevivientes no purgadas de cada uno de los principales grupos étnicos, sino por supuesto también de grupos étnicos más pequeños, tales como los cristianos, los turcos, los shabak (o kurdos chiítas) y los agnósticos religiosos (inconfesados). La homogeneidad étnica es un objetivo irrealizable en cualquier parte.

Para constatar la realidad de esto basta con echar una mirada a Yugoslavia, donde el concepto de separación de un Estado unificado en sus componentes étnicos se puso en práctica –con las serias y continuadas consecuencias que ya conocemos. El ejemplo yugoslavo subraya el tercero y más convincente argumento en contra de esta alternativa de escenario. Antes de la partición, Yugoslavia era un importante actor geopolítico con una fuerte economía. Ya no lo es más. Después de la partición, ¿habremos de decir de Irak que alguna vez fue un importante actor geopolítico con una fuerte economía pero que ya no lo es más?

Si volteamos a la otra alternativa de escenario su mérito es evitar, precisamente, las trampas del primero. Pero ¿sobre qué base sería posible construir tal escenario? Obviamente sólo una: la oposición al papel imperialista de Estados Unidos (y del mundo occidental en general) en Irak. Esto es exactamente el por qué algunos grupos la favorecen con fuerza y otros se oponen a ella también con fuerza.

Dentro del Irak de hoy este resultado es impulsado únicamente por un importante actor iraquí, los sadristas. Muqtada al-Sadr encabeza un movimiento chiíta que tiene la fuerza tanto política como militar y que fuera severamente perseguido bajo el régimen de Saddam Hussein. Sin embargo, desde el principio él dijo que desea trabajar con los movimientos sunnitas serios (aquellos localizados entre las tribus –sheikdoms– aquellos intelectuales urbanos y profesionales, inclusive ex baasistas) y con los movimientos kurdos principales. Su única condición es que colectivamente se opongan a cualquier papel ulterior de Estados Unidos en Irak.

Hay muchas preguntas abiertas en el muy corto plazo. Una es qué tan lejos está dispuesto Estados Unidos a ir para frustrar el escenario sadrista y qué tanta capacidad tiene para detener a Al-Sadr. La segunda es qué tan preparado está Irán para sancionar la dilución de un gobierno puramente chiíta en Irak en aras de uno anti-imperialista pero multiétnico. La tercera es quién asumirá el papel de campeón de los grupos sunitas ajenos al ISIS en Irak. Si Estados Unidos parece intentar jugar ese papel haciendo un trato con Irán, ¿no querría Arabia Saudita jugar dicho papel y así permanecer como actor geopolítico importante en la región? La cuarta es cómo puede Turquía extraerse de la pesadilla del ISIS –que por lo menos en parte ayudó a crear.

Y, por supuesto, en cualquier escenario que resulte, la alternativa escogida tendrá grandes implicaciones para Siria y Líbano –y para Palestina.

5 de julio de 2014

VI CUMBRE DEL BRICS: LAS SEMILLAS DE UNA NUEVA ARQUITECTURA FINANCIERA

Ariel Noyola Rodríguez. alainet.org

Al día siguiente de la final del torneo de fútbol en Brasil, se llevará a cabo la VI Cumbre del BRICS (sigla de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Fortaleza y Brasilia serán las ciudades anfitrionas del encuentro a realizarse los días 14, 15 y 16 de julio, para asentar finalmente una arquitectura financiera de nuevo cuño bajo el eslogan: “Crecimiento incluyente y soluciones sostenibles”. A diferencia de las iniciativas de regionalización financiera asiática y sudamericana, los países del BRICS, al no conformar un espacio geográfico común, al tiempo que están menos expuestos a sufrir turbulencias financieras en simultáneo, incrementan la efectividad de sus instrumentos defensivos.

Un fondo de estabilización monetario denominado Acuerdo de Reservas de Contingencia (CRA, del inglés Contingent Reserve Arrangement) y un banco de desarrollo, llamado Banco BRICS, ejercerán funciones de mecanismo multilateral de apoyo a las balanzas de pagos y fondo de financiamiento a la inversión. De facto, el BRICS tomará distancia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, instituciones edificadas hace siete décadas bajo la órbita del Departamento del Tesoro estadounidense. En medio de la crisis, ambas iniciativas abren espacios de cooperación financiera frente a la volatilidad del dólar, y alternativas de financiamiento para países en situación crítica sin someterse a condicionalidades mediante programas de ajuste estructural y reconversión económica.

Como consecuencia de la creciente desaceleración económica mundial, se ha vuelto más complicado para los países del BRICS alcanzar tasas de crecimiento por encima de 5 por ciento. La caída sostenida del precio de las materias primas para uso industrial derivada de una menor demanda del continente asiático y el retorno de capitales de corto plazo hacia Wall Street han impactado negativamente sobre el comercio exterior y los tipos de cambio. A excepción de la ligera apreciación del yuan, las monedas de los países del BRICS han perdido desde 8.80 (rupia india) y hasta 16 (rand sudafricano) puntos porcentuales frente al dólar entre mayo de 2013 y junio del año en curso. En este sentido, el CRA BRICS –dotado de un monto de 100 mil millones de dólares anunciado en marzo de 2013, con aportes de China por 41 mil millones de dólares; Brasil, India y Rusia, 18 mil millones cada uno; y Sudáfrica, con 5 mil millones de dólares–, una vez en marcha reducirá sustantivamente la volatilidad cambiaria sobre los flujos de comercio e inversión entre los miembros del bloque. Los escépticos argumentan que el CRA tendrá importancia secundaria y ejercerá sólo funciones complementarias a las del FMI. Dejan de lado que en contraste con la Iniciativa Chiang Mai, por ejemplo (integrada por China, Japón, Corea del Sur y 10 economías de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), el CRA BRICS podrá prescindir del aval del FMI para realizar sus préstamos, con lo cual garantiza una mayor autonomía política frente a Washington. La guerra de divisas de las economías centrales contra las economías de la periferia capitalista exige su ejecución a la brevedad.

Por otro lado, el Banco BRICS ha despertado muchas expectativas. El Banco que iniciará operaciones con un capital de 50 mil millones de dólares (con aportaciones de 10 mil millones y 40 mil millones en garantías de cada uno de los miembros), tendrá posibilidades de ampliarse en 2 años a 100 mil millones de dólares, y en 5 años a 200 mil millones; contará con capacidad de financiamiento de hasta 350 mil millones de dólares para proyectos de infraestructura, educación, salud, ciencia y tecnología, medio ambiente, etcétera. Sin embargo, para el caso de América del Sur, los efectos en el mediano plazo presentan un carácter dual. No todo es miel sobre hojuelas en los mercados de crédito. Por un lado, el Banco BRICS bien podría contribuir a reducir los costos de financiamiento y fortalecer la función contracíclica de la Corporación Andina de Fomento (CAF), a través del aumento de créditos en momentos de crisis y así descartar los préstamos del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Por otro lado, no obstante, como oferente de crédito, el Banco BRICS entraría en competencia con otras entidades financieras de influencia considerable en la región como el BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil), la CAF y los bancos chinos con mayor número de acreencias (China Development Bank y Exim Bank of China). Es inverosímil que las instituciones financieras susodichas hagan converger sus ofertas de crédito de modo complementario sin afectar sus carteras de prestatarios.

En el l interior del BRICS también hay fricciones. La élite china pretende realizar la aportación mayoritaria (a diferencia de la propuesta rusa de establecer aportaciones alícuotas) y convertir a Shanghái en sede del organismo (en lugar de Nueva Delhi, Moscú o Johannesburgo). En caso de que los préstamos del Banco BRICS se denominen en yuanes, la moneda china avanzará en su internacionalización y afianzará gradualmente su posición como medio de pago y moneda de reserva en detrimento de otras divisas. Más allá de la consolidación de un mundo multipolar, el CRA y el Banco BRICS representan las semillas de una arquitectura financiera que emerge en una etapa de la crisis llena de contradicciones, lo mismo caracterizada por la cooperación que por la rivalidad financiera.