2 de julio de 2012

ALEMANIA COMO EJEMPLO TRAS LAS ELECCIONES: MÁS IZQUIERDA

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
La noticia, para quienes creemos en la necesidad de radicalizar el discurso y la práctica de las izquierdas hacia posiciones revolucionarias es, en principio, positiva.

La situación económica y social de Alemania es muy distinta que la de los países del sur de la UE y mediterráneos. Su posición hegemónica y un crecimiento que va paulatinamente a menos pero que aún arroja cifras positivas, en medio de la crisis sistémica del capitalismo que golpea con fuerza especial sobre Europa, hace difícil ir configurando una izquierda con posiciones revolucionarias pero, precisamente por la posición que ocupa Alemania en la vieja Europa, se hace más necesaria que nunca.

Es indispensable e incluso urgente que los trabajadores alemanes se vayan dotando de organizaciones partidarias y sindicales capaces de romper con el orgullo nacional y de crear graves situaciones de inestabilidad a la canciller Merkel y sus posibles recambios –SPD y Die Grünen- y a sus afanes por disciplinar bajo la batuta de la austeridad y la pobreza a los asalariados europeos, incluidos los propios alemanes, para que éstos cuenten con aliados de clase capaces de asumir un programa de resistencia y derribo del capitalismo. Las articulaciones de la lucha contra este sistema económico depredador ya no pueden darse a niveles nacionales sino que necesitan la reconstrucción de un nuevo internacionalismo de clase.

Pero, con ser positiva la noticia, uno no deja de sentir la desazón del recelo. El giro a la izquierda de Die Linke nace de las consecuencias desastrosas para esta formación de los resultados electorales en los lander del Oeste alemán y no de una reflexión previa nacida del momento europeo y de sus consecuencias para la clase trabajadora del continente.

Por otro lado, la “solución” de dos realidades electorales –mantenimiento en el Este vs. acelerada caída en el Oeste de Alemania- para el partido y, en consecuencia, de dos políticas de alianzas distintas -en el este con el SPD y Die Grünen, en el oeste con organizaciones a la izquierda de Die Linke- suena al más crudo oportunismo político y a la carencia de un proyecto claro para todo el país y para los desafíos de las izquierdas europeas. ¿Acaso Gysi y Lafontaine ignoran que muy posiblemente los resultados de las próximas elecciones alemanas podrían traer la reedición de una nueva “grossen koalition” (CDU+SPD) o un gobierno SPD+Die Grünen que, en lo fundamental, no tienen aspiración alguna en cambiar la agenda política alemana actual? ¿Qué pasaría entonces con las posiciones aprobadas en el reciente congreso de junio de Die Linke, que le sitúan en el mantenimiento de las alianzas con verdes y “socialdemócratas” en el este y en solitario en el oeste? ¿Cómo se sostendría el mantenimiento de una coalición en la capital Berlín, que ha llevado a cabo importantes recortes sociales, con la oposición a un gobierno federal, en cualquiera de las fórmulas señaladas, que mantendría las políticas de austeridad, precarización del empleo y recortes sociales para los trabajadores?

Incluso si, se argumentase que no deben anticiparse los escenarios políticos hasta que los hechos se hayan producido, ello no dejaría de representar otro giro tacticista y oportunista más, toda vez que se opone a cualquier mínimo planteamiento, no ya marxista, pues Die Linke es el equivalente alemán a Izquierda Unida (con neokeynsesianos incluidos en sus filas), sino meramente racional en la definición de la estrategia política.

En todo caso, que el giro a la izquierda se haya producido en este último congreso de Die Linke es en sí mismo positivo, aunque cabe exigirle mucho más desde una posición firme de izquierda, de la que aún dista mucho esta organización.

Sin más, les dejo con el artículo de Alberto Cruz, “Alemania como ejemplo tras las elecciones: más izquierda”

Alberto Cruz.La Haine
Die Linke parece optar por un camino más a la izquierda que el que llevaba, y menos acercamiento a la socialdemocracia
El Partido de la Izquierda de Alemania (Die Linke) ha celebrado un crucial congreso a primeros de este mes. Venía sufriendo una serie de derrotas en los land alemanes que prácticamente le habían barrido del panorama electoral, perdiendo su representación en casi todos ellos (1). Esta tendencia se ratificó en las recientes elecciones locales de Renania del Norte-Westfalia. Desde que en 2009 consiguiese un 12% a nivel estatal, y 76 diputados en el Bundestag, ha venido desperdiciando todas las esperanzas depositadas en esta formación política hasta llegar a la situación actual, donde se le augura en el mejor de los casos un 6%, con lo que puede perder la magnífica representación que tiene ahora en el Parlamento en las elecciones de septiembre del año que viene.

Desde hace tiempo se venía produciendo un intenso debate en el partido sobre las razones de esa debacle y habían aparecido dos posturas: la de quienes planteaban que había que moderar el discurso para competir con el SPD (los denominados “realos”) y la de quienes consideraban que sólo una vuelta a los orígenes y un enfrentamiento directo con el capital serviría de marca diferenciada de los socialdemócratas (llamados ”fundis”). Este debate se había convertido en el paralizador de Die Linke, tanto a nivel teórico como a nivel práctico, mientras que desde los medios de la burguesía se ninguneaba cualquier propuesta de Die Linke o sólo se hacían eco de las propuestas de los “realos”, especialmente cuando se hablaba de un acercamiento al SPD o a los Verdes.

El debate se ha cerrado ahora tras el congreso, que ha tenido lugar en Göttingen (Baja Sajonia). Nunca antes un congreso de Die Linke había despertado tanto interés en los medios burgueses. Acudían al mismo como las hienas al olor de la carroña, como si la izquierda hubiese fracasado.
Sin embargo, se encontraron con una especie de refundación de Die Linke. Gregor Gysi, un antiguo miembro del Partido Socialista Unificado de la antigua RDA y coordinador del partido, abrió el congreso son un análisis radical -“despiadado” dijeron algunos- sobre los errores cometidos y especialmente sobre la práctica ruptura del bloque parlamentario, demasiado dubitativo ante la actitud a tomar no sólo frente a las medidas de Merkel sino a la postura del SPD que, por ejemplo, no se opone al pacto fiscal que preconiza la canciller. Gysi se detuvo en extenso en el debate sobre el acercamiento a los socialdemócratas y la ventaja o no de aliarse con ellos y los Verdes en coaliciones para derrotar a los cristianodemócratas.

Habló del fuerte arraigo de Die Linke en la antigua República Democrática, del por qué en los land de allí es posible coaligarse con socialdemócratas y Verdes –que son más débiles que Die Linke- y por qué no es posible una coalición similar en el Oeste. En el Este, la ex RDA, Die Linke no baja del 15%, llegando en algunas zonas al 30% (en el land Sajonia-Anhalt tiene el 23'7%, en Turingia el 27'4%), mientras que en el Oeste el porcentaje nunca ha superado el 8'7% (con la excepción del Sarre y Berlín) y eso gracias a la carismática figura de Oscar Lafontaine. Es decir, no se puede aplicar la misma política en todas partes. Cada una tiene sus propias tácticas y estrategias y, sobre todo, depende de si se es fuerte o no. Alianzas en situación de debilidad no, de fortaleza sí y, principalmente, circunscritas al ámbito municipal. Ese es el mensaje de este congreso.

Es casi lo mismo que vino a decir Lafontaine, a quien los medios burgueses calificaban de “antagonista” de Gysi. Su mensaje, doble: erradicar la palabra división del lenguaje de Die Linke y reforzar la unión sobre los objetivos básicos. ¿Cuáles son? Salario mínimo, rechazo al aumento de la edad de jubilación, retirada de las tropas de Afganistán (o cualquier otro lugar donde se las quiera enviar). Y lo más importante: reforzar los planteamientos de izquierda, no debilitarles. Quienes apostaban por “estrechar lazos” con los socialdemócratas del SPD quedaron en minoría.

Las corrientes internas dentro de Die Linke son al menos seis y van desde los abiertamente socialdemócratas “de izquierda” a los comunistas más ortodoxos. En el medio hay plataformas trotskistas, “socialistas keynesianos” y “socialistas libertarios”. En los últimos años se han producido acercamientos programáticos con organizaciones que se proclaman abiertamente marxistas-leninistas en un proceso de unificación que todavía no ha cuajado.
La unión se ha preservado -algunos dicen que “de momento”- y se apuesta por combatir contra el miedo, ese que lleva a planteamientos socialdemócratas como única salida y como fácil ascenso electoral. Hay un dato que puede ayudar a comprender este proceso: casi el 70% de la militancia de Die Linke procede de la antigua RDA, aunque en todos los órganos de dirección hay paridad entre los alemanes del este y los del oeste. Y lo más novedoso: la renovación generacional, con una dirección cuya media de edad es de 40 años y un altísimo porcentaje de mujeres. Die Linke tiene tras este congreso dos presidentes, mujer y hombre, Katja Kipping (42 años) y Bernd Riexinger (57 años).

Die Linke tiene un duro camino por delante. Las elecciones de 2013 mostrarán la viabilidad del proyecto y será el momento de ver si la unidad ahora proclamada, y reforzada, es tal o sólo es una tregua. La gran cantidad de cuadros jóvenes pone de manifiesto que hay potencial para combatir el sistema económico de Alemania y sus políticos serviles.