José Steinsleger. La Jornada
En los proyectos y programas de la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID) aparecen vocablos que, a la larga, denotan lo contrario de lo que se proponían: fortalecimiento, oportunidades, capacitación, transparencia, participación, y un largo etcétera de verbos buena onda: promover, establecer, desarrollar, impulsar, educar, difundir…
Y, en paralelo, ciertos intelectuales y movimientos de la izquierda declarativa atacan con más énfasis la política económica extractivista de de los gobiernos apenas progresistas, que el largo historial de organismos injerencistas como la USAID, al servicio de los grupos golpistas, oligárquicos y proimperialistas.
Entre los principales ejecutores de los programas USAID en Ecuador figura, por ejemplo, la misma empresa que en Bolivia opera con la derecha (Chemonics Inc) y la golpista Participación Ciudadana, clonada de la venezolana Súmate.
En junio de 2010, el presidente Rafael Correa convocó en Otavalo (ciudad indígena a 60 kilómetros al norte de Quito) a la décima cumbre de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), bloque que reúne a Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Surinam, más los caribeños estados de Antigua y Barbuda, San Vicente y Granadinas.
Allí, y en vista de lo acontecido en Honduras un año antes, Correa denunció que estaba en marcha una conspiración para derrocar a su gobierno, y habló de la necesidad de evitar que enemigos de los pueblos manipulen reivindicaciones indígenas contra los gobiernos progresistas de la región.
Entonces, un impetuoso chamán de la superizquierda plebeya igualó las declaraciones del gobernante con los mismos argumentos de sus enemigos, cuando acusaban a los movimientos sociales de formar parte de la subversión comunista internacional, o de estar financiados por el oro de Moscú (sic).
Añadió: Dos errores: creer que los indios pueden ser manipulados, y que lo son desde fuera del país. No es extraño que hayan sentido las afirmaciones de sus presidentes como agravios que buscan desviar la atención de los verdaderos problemas.
Tres meses después, el 30 de septiembre, Correa fue detenido por un grupo de policías golpistas, mientras el diputado Cléber Jiménez, jefe de la bancada del partido Pachakutik (brazo político de la Confederación de Nacionalidades Indígenas, Conaie), exigía la renuncia del presidente con un argumento típico de la derecha: la crisis social y el estado de grave conmoción social.
A diferencia del chamán, el presidente fue claro: entre los movimientos sociales e indígenas existe un sector que recibe financiamiento y lineamientos para provocar situaciones de desestabilización en el país.
Uno de los líderes movimientistas más conocidos es la asambleísta Lourdes Tibán (Pachakutik), quien forma parte de un engendro de la USAID: la Corporación Empresarial Indígena del Ecuador, que junto con la Fundación Quellka, y la Fundación para el Avance de las Reformas y Oportunidades (FARO) apoyaron el intento de magnicidio y golpe de Estado.
Por otro lado, resulta ilustrativo ventilar la hoja de vida de Heather Hodges, quien fue subdirectora de la Oficina de Asuntos Cubanos, división del Departamento de Estado (1991), y enviada después a Nicaragua para consolidar el régimen derechista de Violeta Chamorro.
Más tarde, Hodges fue embajadora en Moldavia, y antes de su partida dejó minado el terreno para la fallida revolución de colores en aquel país socialista que antes formaba parte de la Unión Soviética (2009).
En Ecuador, la señora Hodges logró incrementar el presupuesto de la USAID para las organizaciones sociales y grupos políticos que promueven los intereses de Estados Unidos en el sector indígena. En 2010 el Departamento de Estado aumentó el presupuesto de la USAID a más de 38 millones de dólares.
Según El Telégrafo de Guayaquil (7/2/2011), la USAID repartió millones para asistir monetaria y logísticamente a 108 proyectos en biodiversidad, agua, petróleo, desarrollo municipal, empresas locales, la promoción de tratados de libre comercio, y la autonomía regional a través de la radio, tv y prensa ecuatorianas, junto con el Instituto Ecuatoriano de Economía Política.
La expulsión de la embajadora Hodges (abril 2011) fue a consecuencia de la filtración de un cable por Wikileaks, donde se afirma que el presidente Correa nombró en 2008 a un jefe de la policía, a pesar de que sabía que era corrupto.
El canciller Ricardo Patiño fue categórico: Ecuador ha decidido considerar a la señora Hodges como persona no grata para el gobierno nacional, y hemos pedido que abandone el país en el menor tiempo posible.
Sin embargo, restan las fundaciones y organismos no gubernamentales que conspiran con la derecha y reciben dinero de la USAID. En días recientes, el presidente Correa anunció que promueve un proceso de regularización de todas estas organizaciones “…porque en muchos casos –dijo– sus actividades se dedican a hacer política deliberadamente, para tratar de generar caos, imponer políticas foráneas y desestabilizar a gobiernos progresistas”.
16 de febrero de 2012
15 de febrero de 2012
GRECIA
Rebelión. La Croix
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
La noticia aparece titulada sospechosamente, en la fuente original de la que la recoge la web Rebelión –El diario católico La Croix- como “Los griegos dudan y se agotan”, justo lo contrario de lo que estos días atrás han demostrado, así como las sucesivas huelgas generales anteriores. Dado que el titular me parece francamente desmovilizador, he decidido por mi propia cuenta alterarlo, no sin antes reseñar el original.
Los griegos dudan y se agotan
Las manifestaciones del domingo 13 de febrero en Grecia han marcado un vuelco en la protesta social. Entre 100.000 y 200.000 personas se manifestaron en las calles. Esta radicalización muestra la creciente brecha existente entre la población y los gobernantes que han aprobado el nuevo plan de austeridad.
María, de 34 años, está desengañada. Sentada en la vereda, espera el voto de los parlamentarios «Ellos ni siquiera vienen a vernos, y eso que somos miles los que los esperamos. Algo no está funcionando en esta democracia”, suspira esta estudiante de psicología. Dimitra, de 35 años, es empleada municipal. Ambas tienen opiniones radicalmente diferentes de la situación: María confía en el sistema judicial y en las instituciones para que Grecia se ponga en pie. Dimitra piensa que solo la calle puede revertir la corriente. María va a regresar a Creta porque aquí no hay trabajo “Yo tengo trabajo soy funcionaria. Me pagan cada quince días y mi último recibo es de 80 euros. ¿Para qué trabajar?", se pregunta por su parte Dimitra, que sueña con irse a Noruega adonde ya ha emigrado su compañero.
La manifestación organizada el domingo 12 de febrero en la capital ha marcado un giro en la protesta social griega. Primero por la cantidad de participantes, calculada en 200.000 personas según los organizadores (199.000 según la policía). Y además por su intensidad. Nunca los contestatarios parecieron estar tan determinados.
Durante horas, las fuerzas del orden los rociaron con gases lacrimógenos y gases irritantes. Los manifestantes retrocedían para respirar aire fresco y volvían enseguida al Parlamento para gritar su cólera. Las personas mayores y los niños tenían miedo de las granadas ensordecedoras que no dejaban de explotar, pero no se iban de la plaza Syntagma. Un fenómeno nuevo.
Los que buscaban enfrentar a las fuerzas del orden utilizaban pistolas lanzallamas y bombas incendiarias caseras, hasta ahora solo habían usado piedras, pedazos de mármol y cócteles molotov. Pero lo más sorprendente –tal vez lo más inquietante– es que cuando no tenían fuego para encender las mechas les pedían a los demás manifestantes sus mecheros para encenderlos.
Un diktat del FMI o de la UE
Esta violencia la produjeron unos cuantos miles de personas. (de 2.000 a 3.000, según las estimaciones). Su número no había superado nunca algunos centenares de personas si se exceptúan las tres semanas de violencia urbana de 2008.
Esta radicalización es el reflejo del creciente endurecimiento de las exigencias de los países de la zona euro y del FMI, percibido en el país como un “diktat” o aún peor como un “chantaje”. No comprendo qué quieren, dice con una voz cansada Vangelis, de 40 años, profesor de matemáticas, una afirmación ampliamente compartida. El eslógan “No seremos vuestros esclavos” se halla también reiteradamente escrito en las paredes de la capital.
“Si quisieran ayudarnos realmente a enderezar el país, pondrían en marcha un Plan Marshall, afirma Vangelis. Según él lo que les interesa a los acreedores del país es reembolsar a los bancos".
El Parlamento voto por una mayoría aplastante el memorándum. Pero 43 diputados fueron excluidos de sus partidos tanto de derecha como de izquierda por no haber respetado la consigna de votar por el sí. Entre ello Odysseas Boudouris, diputado socialista y estrella en ascenso de la escena política. Luego de haber votado “sí” los dos precedentes programas de ajuste dio marcha atrás, si bien está convencido de que son indispensables algunas medidas de austeridad. Pero no así, yo no puedo votar una baja del SMIC (Salario Mínimo Interprofesional de Crecimiento) en el sector privado, porque eso no tiene nada que ver con la apuesta sobre nuestra deuda que tiene que ver con el déficit del sector público, explica.
Diputados y ministros alborotados
Para este reformador que ha colaborado con el exministro Georges Papandreum existe un problema más grave aún “la nación griega se halla representada en una negociación internacional por un gobierno que no tiene el respeto de sus socios ni el respeto o el apoyo de los ciudadanos griegos. En estas condiciones ningún acuerdo provechoso puede llevarse a cabo ni ser aplicado por un gobierno que ya no tiene autoridad moral ni política. Simplemente no es posible gobernar solo con el diario oficial y la policía", afirma.
La votación de este plan de austeridad dará seguridad a los acreedores de Grecia, pero no resolverá el problema de su aplicación. Las elecciones legislativas anticipadas se han anunciado para el próximo mes de abril, la cuestión es saber qué va a pasar con el Pasok (Partido socialista) que hasta ahora gobernaba el país.
Los enfrentamientos de este fin de semana han tenido lugar en todo el país y les va a ser extremadamente difícil a los diputados que votaron por el “sí” regresar a las calles de su distrito. Muchos de ellos se han encontrado sentados en cafés, garabateados con yogur. Recientemente el ministro del ambiente tuvo que salir del hotel por una puerta de servicio para huir de los manifestantes.
Los griegos ya no tienen confianza en su clase política, existe el riesgo de una “huelga de celo” de los funcionarios. Un signo que lo demuestra, es que la próxima fiesta nacional (Grecia tiene dos) del 25 de marzo se hará sin el tradicional desfile y solo con invitación. El último 28 de octubre todos los oficiales fueron obligados a dejar los palcos, protegidos por la policía bajo los abucheos y los insultos de los griegos iracundos que no querían verlos en ese día del orgullo nacional.
Los griegos dudan y se agotan
Las manifestaciones del domingo 13 de febrero en Grecia han marcado un vuelco en la protesta social. Entre 100.000 y 200.000 personas se manifestaron en las calles. Esta radicalización muestra la creciente brecha existente entre la población y los gobernantes que han aprobado el nuevo plan de austeridad.
María, de 34 años, está desengañada. Sentada en la vereda, espera el voto de los parlamentarios «Ellos ni siquiera vienen a vernos, y eso que somos miles los que los esperamos. Algo no está funcionando en esta democracia”, suspira esta estudiante de psicología. Dimitra, de 35 años, es empleada municipal. Ambas tienen opiniones radicalmente diferentes de la situación: María confía en el sistema judicial y en las instituciones para que Grecia se ponga en pie. Dimitra piensa que solo la calle puede revertir la corriente. María va a regresar a Creta porque aquí no hay trabajo “Yo tengo trabajo soy funcionaria. Me pagan cada quince días y mi último recibo es de 80 euros. ¿Para qué trabajar?", se pregunta por su parte Dimitra, que sueña con irse a Noruega adonde ya ha emigrado su compañero.
La manifestación organizada el domingo 12 de febrero en la capital ha marcado un giro en la protesta social griega. Primero por la cantidad de participantes, calculada en 200.000 personas según los organizadores (199.000 según la policía). Y además por su intensidad. Nunca los contestatarios parecieron estar tan determinados.
Durante horas, las fuerzas del orden los rociaron con gases lacrimógenos y gases irritantes. Los manifestantes retrocedían para respirar aire fresco y volvían enseguida al Parlamento para gritar su cólera. Las personas mayores y los niños tenían miedo de las granadas ensordecedoras que no dejaban de explotar, pero no se iban de la plaza Syntagma. Un fenómeno nuevo.
Los que buscaban enfrentar a las fuerzas del orden utilizaban pistolas lanzallamas y bombas incendiarias caseras, hasta ahora solo habían usado piedras, pedazos de mármol y cócteles molotov. Pero lo más sorprendente –tal vez lo más inquietante– es que cuando no tenían fuego para encender las mechas les pedían a los demás manifestantes sus mecheros para encenderlos.
Un diktat del FMI o de la UE
Esta violencia la produjeron unos cuantos miles de personas. (de 2.000 a 3.000, según las estimaciones). Su número no había superado nunca algunos centenares de personas si se exceptúan las tres semanas de violencia urbana de 2008.
Esta radicalización es el reflejo del creciente endurecimiento de las exigencias de los países de la zona euro y del FMI, percibido en el país como un “diktat” o aún peor como un “chantaje”. No comprendo qué quieren, dice con una voz cansada Vangelis, de 40 años, profesor de matemáticas, una afirmación ampliamente compartida. El eslógan “No seremos vuestros esclavos” se halla también reiteradamente escrito en las paredes de la capital.
“Si quisieran ayudarnos realmente a enderezar el país, pondrían en marcha un Plan Marshall, afirma Vangelis. Según él lo que les interesa a los acreedores del país es reembolsar a los bancos".
El Parlamento voto por una mayoría aplastante el memorándum. Pero 43 diputados fueron excluidos de sus partidos tanto de derecha como de izquierda por no haber respetado la consigna de votar por el sí. Entre ello Odysseas Boudouris, diputado socialista y estrella en ascenso de la escena política. Luego de haber votado “sí” los dos precedentes programas de ajuste dio marcha atrás, si bien está convencido de que son indispensables algunas medidas de austeridad. Pero no así, yo no puedo votar una baja del SMIC (Salario Mínimo Interprofesional de Crecimiento) en el sector privado, porque eso no tiene nada que ver con la apuesta sobre nuestra deuda que tiene que ver con el déficit del sector público, explica.
Diputados y ministros alborotados
Para este reformador que ha colaborado con el exministro Georges Papandreum existe un problema más grave aún “la nación griega se halla representada en una negociación internacional por un gobierno que no tiene el respeto de sus socios ni el respeto o el apoyo de los ciudadanos griegos. En estas condiciones ningún acuerdo provechoso puede llevarse a cabo ni ser aplicado por un gobierno que ya no tiene autoridad moral ni política. Simplemente no es posible gobernar solo con el diario oficial y la policía", afirma.
La votación de este plan de austeridad dará seguridad a los acreedores de Grecia, pero no resolverá el problema de su aplicación. Las elecciones legislativas anticipadas se han anunciado para el próximo mes de abril, la cuestión es saber qué va a pasar con el Pasok (Partido socialista) que hasta ahora gobernaba el país.
Los enfrentamientos de este fin de semana han tenido lugar en todo el país y les va a ser extremadamente difícil a los diputados que votaron por el “sí” regresar a las calles de su distrito. Muchos de ellos se han encontrado sentados en cafés, garabateados con yogur. Recientemente el ministro del ambiente tuvo que salir del hotel por una puerta de servicio para huir de los manifestantes.
Los griegos ya no tienen confianza en su clase política, existe el riesgo de una “huelga de celo” de los funcionarios. Un signo que lo demuestra, es que la próxima fiesta nacional (Grecia tiene dos) del 25 de marzo se hará sin el tradicional desfile y solo con invitación. El último 28 de octubre todos los oficiales fueron obligados a dejar los palcos, protegidos por la policía bajo los abucheos y los insultos de los griegos iracundos que no querían verlos en ese día del orgullo nacional.
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