Por
Marat
Venía
a decir Marx que la burguesía es esa clase social que viste sus
intereses de clase como intereses colectivos o generales.
Vivimos
tiempos en los que frente a la realidad de una paulatina regresión
de las condiciones de trabajo y de vida de las clases trabajadoras al
pasado dickensiano del siglo XIX, los canales de transmisión del
discurso ideológico dominante y sus siervos nos machacan con un
“relato” -expresión tan del gusto de la izquierda y su hipócrita
moral progre destinado a construir un neolenguaje que pervierta los
hechos reales- paralelo que sirve para ocultar la realidad social.
Los
ejemplos de la cuidada elaboración de un programa de distracción
social son múltiples. Constituyen una muy bien elaborado simulacro
de “realidad” que aparenta cerrar toda posibilidad de disidencia
emancipadora desde una perspectiva de clase porque ésta queda
enterrada bajo un impresionante manto de otras “urgencias” y de
otras temáticas que el poder del capital, a través de sus creadores
y divulgadores del sentido y del discurso hegemónico, ha convertido
en asuntos de importancia pricipal.
Mientras
nos aterran con un Armagedón de terribles desgracias que acabarían
con una humanidad global que supuestamente es la causante del
terrible cambio climático, ocultan que es la necesidad de beneficio
del capitalismo el que destruye los pulmones arbóreos del mundo o
licúa los hielos hasta ayer perennes.
Mientras
nos presentan a heroínas de 12 años contra tan distópico futuro,
desde organismos internacionales exhortan a los gobiernos de las
naciones a actuar y los medios de desinformación apelan a la
conciencia ciudadana a cambiar sus comportamientos de consumo, las
estructuras de poder capitalista ocultan que es la necesidad de
acumulación del capital la causante de la destrucción de la
naturaleza y que las grandes corporaciones industriales ponderan cuál
es el nivel de degradación medioambiental aceptable y compatible con
un incremento sostenido del beneficio.
Mientras
los gobiernos del capital -todos aquellos que aceptan gobernar bajo
el sistema capitalista, sean del signo aparentemente diferenciado que
digan ser- adoptan, o aparentan adoptar, medidas de contención de la
contaminación y de la emisión de gases de efecto invernadero
-siempre sin poner en cuestión el interés económico de las clases
dominantes-, son las espaldas de la clase trabajadora las que
soportan la llamada transición ecológica. Los 100.000 artilugios
inventados de desplazamiento individual, la penalización y amenaza
de retirada de los coches viejos de los parques móviles nacionales,
los trabajadores de las plataformas de trabajo en bicicleta, que los
cínicos prefieren llamar “riders” para disimular el descenso a
los infiernos de sus condiciones de trabajo, la proliferación de
carriles bici, la amenaza de alza de impuesto a los carburantes que
intentó Macron, y que provocó la aparición de los chalecos
amarillos, son unas primeras señales de este regreso al proletariado
de los años 20 y 30 del pasado siglo pero ahora lo venden como
“cool” y “trendi”, esas expresiones pijas de los imbéciles.
Llamativamente, el nuevo ayuntamiento de derechas de Madrid se apunta
al carmenismo de los carriles bici. Quizá hayan comprendido muy bien
que los términos derecha e izquierda nada tienen que ver con las
categorías de clase explotadores y explotados, por mucho que tanto
ignorante voluntario o involuntario se empeñe en hacerlas
homologables.
Mientras
nos asustan con el envejecimiento de la población y la supuesta
insostenibilidad, no ya de las pensiones sino del conjunto de “su”
Estado del Bienestar, ocultan que el problema que nos presentan no es
de falta de ingresos del Estado, que es, por definición bajo el
capitalismo, capitalista, sino de la evidencia de que bajo el
capitalismo ningún gobierno del signo que sea asumirá el papel de
dejar de ser el consejo de administración de los intereses de la
burguesía ni le impondrá el sostenimiento de las pensiones y de las
formas de salario indirecto que conforman el ya sentenciado Estado
del Bienestar. Y es que como dice Alberto Garzón, sin ruborizarse:
“Sin
embargo, convendría recordar que todo Gobierno, independientemente
de su orientación ideológica, está sujeto a la dependencia
estructural del capital o, dicho de otra forma, todo Gobierno bajo el
capitalismo depende de que exista un beneficio esperado que estimule
la inversión”.
Y,
por si alguien se rompe las vestiduras ante tan sincera admisión del
papel mamporrero que cumple la izquierda respecto al capital,
conviene aclarar que lo dice en la web
de IU
Mientras
en España la opinión publicada por todo tipo de medios,
conservadores, fachas, progres y mediopensionistas, se empeñan en
poner a los políticos al pie de los caballos por su falta de respeto
a los electores y su despreocupación por los intereses del país -de
nuevo se reviste como intereses de todas la clases sociales los que
solo son de una clase-, se les escapa a los voceros del capital,
todos los medios, que la economía apenas se ve afectada por las
crisis políticas y que tiene su propia dinámica. Si la sociedad y
la economía belgas han sido capaces de sobrevivir hace ya algún
tiempo durante más de 500 días, la española puede hacerlo. Pero
generar ruido sobre la polítiquería ayuda a ocultar que se viene
una nueva fase la crisis capitalista y que, gobierne quien gobierne,
la cura de caballo que se aplicará de nuevo la pagará, como
siempre, la clase trabajadora.
Mientras
se nos presenta la nueva fase de la vieja crisis capitalista iniciada
en 1973 como una variante de la supuesta crisis financiera que nos
vendieron como explicación a sus causas en 2007, como un problema de
deuda o de como una consecuencia del enfrentamiento entre
proteccionistas (USA y Gran Bretaña) y librecambistas (UE) se está
ocultando que la causa real se encuentra en lo que primero fue una
crisis de sobreproducción y, enfrentada ésta durante los años que
sucedieron a 2007, desde la privatización de lo público y la
penetración del gran capital en los sectores antes ocupados por
autónomos y PYMEs, y posteriormente en una dificultad para la
realización del beneficio al no encontrar nuevos sectores de
producción en los que llevarlo a cabo. En este sentido creo muy
recomendable la lectura de dos
partes de un
mismo artículo de Rolando Astarita.
No
importa demasiado para los creadores de la ideología del capitalismo
que sus explicaciones sean falsas. Centrar en lo financiero la causa
de la crisis capitalista ayuda a ocultar que es en el mundo de la
producción, sea esta material (de productos) o inmaterial (de
servicios), donde se produce la explotación y la sobreexplotación
de la clase trabajadora, su empobrecimiento salarial creciente y la
causa de una caída del consumo que nos ha ido conduciendo a donde
estamos.
Mientras
tanto, y respetando los progres el orden burgués, sigan vendiéndonos
transversalidades inclusivas y el soniquete del “si se quiere, se
puede” (ya hemos visto en qué ha acabado la "ilusión democrática") y los pseuodocomunistas, anticomunistas en
su práctica política, la huida de la responsabilidad de organizar a
la clase en donde viven, planteándonos la defensa de monarquías
medievales orientales con ojiva nuclear o boliburguesías corruptas y
criminales contra su pueblo y, en concreto, contra los sectores
populares. Nos va a ir a todos de fábula y a esos impostores aún
mejor.
Para
terminar, creo haber expuesto varios ejemplos de falacias y lo que
ocultan. Les sugiero que continúen mediante sus comentarios otras
que ocultan la realidad actual de la lucha de clases, porque ésta
existe aunque sea la burguesa la que se emplea a fondo en ella, y de
la dominación capitalista.