28 de diciembre de 2013

DIEZ SEMANAS DE HUELGA EN PANRICO, UNA MOVILIZACIÓN CON POCOS PRECEDENTES

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:

Hace algún tiempo que sostengo que empieza a abrirse un nuevo ciclo en las movilizaciones contra las políticas de austeridad impuestas por el capital internacional y español y por las instituciones europeas y del Gobierno Rajoy. 

Ese nuevo ciclo viene marcado por la aparición en escena de la clase trabajadora, sus reivindicaciones específicas de clase y el incremento de la lucha de clases desde el lado de l@s asalariad@s, que intentan comparecer, a pesar de las alianzas múltiples y embozadas que se conjuraron incluso antes del estallido de la crisis para impedirlo. 

La acción conjunta del reformismo entreguista y desclasado de las izquierdas y del movimiento de los “indignados”, el sindicalismo de negociación y gestión desmovilizador, el ciudadanismo desideologizado y opuesto a la lucha de clases y el infantil discurso anarcoide y pseudoizquierdista han jugado durante un largo período de la crisis capitalista a orientar las reivindicaciones sólo contra el Estado, sin apenas denunciar su naturaleza de clase, y con un anticapitalismo de opera bufa, fanfarria y artificio, destinados a impedir que el núcleo de la confrontación se produjese en el escenario de la producción, lugar de la explotación y epicentro de los enfrentamientos trabajo-capital; justamente donde nace la injusticia, la ausencia de libertad y igualdad en el marco de realidad social estructurada en clases antagónicas. 

Pero el inhumano deterioro de la materialidad de las condiciones de vida de la clase trabajadora –la gran mayoría de la sociedad- se ha impuesto como urgencia que ha provocado su irrupción en el presente con sus propias demandas, necesidades y protestas. 

Esta clase, que ha sido ha sido negada y silenciada por los esbirros “progresistas” y conservadores creadores de opinión al servicio del capital en beneficio de una descastada y adocenada, a través del consumo, falsa clase media, es la que ha sufrido una creciente depauperación de la sus condiciones de vida, mucho antes de la oficializada fecha de una crisis capitalista que sólo es la segunda parte de la que viene arrastrándose desde los años 70 del pasado siglo como crisis de sobreproducción y que los expertos de la nada quisieron vendernos desde 2007 como crisis financiera. 

Pero ahora, profundizada la crisis hasta las fosas abisales del sistema económico y convertida la supervivencia del empresariado en un asunto de ajuste de cuentas con la clase trabajadora, a la que se expropia de todas sus conquistas sociales con el fin de mantener artificial y especulativamente una tasa de ganancia que ya no proviene de la actividad productiva sino de la rapiña, a los explotados ya no les queda sino la batalla. Una contienda que no es de ofensiva sino de mera supervivencia. 

Nunca he creído en el espontaneísmo en la lucha de masas porque estoy convencido, y las luchas transformadoras y con éxito que en el mundo han sido me han demostrado que es así, de que los oprimidos no se ponen de acuerdo un día concreto, de forma “natural”, y sin mediar corrientes organizadas, para sostener ningún tipo de enfrentamiento radical contra el capital. 

Lenin teorizó en profundidad sobre la cuestión, y su obra más importante como revolucionario –el impulso y la dirección de la revolución de Octubre- demostró que tenía razón en sus planteamientos, evidenciando que sin un proceso largo y paciente de organización no existe lucha que perdure en el tiempo. 

Por ese motivo creo que en los hitos que se van forjando en las luchas de la clase trabajadora en estos últimos tiempos –sea la huelga de Panrico, de la limpieza de Madrid, la lucha de los trabajadores de Sniace, de Limasa o la de los trabajadores del call center de Conecta en Cantabria, a quienes la empresa les dio el ultimátum del despido colectivo o trasladarse todos ellos a Valladolid, central de la empresa, por citar sólo algunos de los muchos ejemplos de los últimos tiempos- tienen un trasfondo organizativo nuevo, relevante por su propia novedad, y nada espontáneo, por mucho que se nos intente vender como asambleismo –que no debate asambleario- en ocasiones. 

La realidad es que la unidad de lucha de esos trabajadores trasciende hoy las siglas sindicales concretas, se forja desde abajo, con nuevas articulaciones, comités de huelga y cajas de resistencia, desde las bases de la diversidad sindical, sea ésta entreguista o alternativa. 

Aquí lo que cobra peso no es qué sindicato concreto dirige la huelga porque, a menudo, la transversalidad obrera se impone sobre la organización concreta y los trabajadores, afiliados sindicalmente o no, comprenden fácilmente que lo que se juegan es el puesto de trabajo y su propia supervivencia física. 

Unas veces las secciones sindicales del reformismo se ven obligadas, por la presión de sus bases, a ir mucho más allá de lo que sus cúpulas quisieran, otras han de ser los sindicatos alternativos quienes les superen en capacidad de conectar con los trabajadores sometidos a ERE o a la simple amenaza de quiebra y cierre empresarial ante su pusilánime rendición. 

No estamos todavía ante una nueva reconfiguración de las hegemonías sindicales –el alternativismo está aún demasiado contaminado de una visión ideológica “indignada” y ajena a la centralidad de la clase trabajadora en las luchas sociales y el burocratismo de concertación, mesa y mantel aún no ha aceptado la necesidad de dar por muerto su modelo sindical de pacto social y no carece del todo de medios, a pesar del fracaso de sus cumbres sociales y mareas desclasadas y ciudadanistas- pero, en los centros de trabajo, la realidad emergente empieza a ver al patrón como a su enemigo y ya no le basta con la apelación política al Estado. La hora de la lucha de clases empieza a ir más allá de la retórica vacía de los pseudoizquierdistas. 

Bastará con que sea posible lograr una serie de victorias que puedan convertirse en banderas y que éstas sean lo bastante aireadas como el camino de la lucha para que se acabe de una vez por todas con la disidencia controlada durante dos años de agitación de manitas, con el discurso antipolítico y el populismo de clase media “ni de derechas ni de izquierdas”, indudablemente de derechas por aquello a lo que sirve, para que cambie el rumbo del viento y la clase trabajadora tome la palabra con un lenguaje en el que reconocerse. 

Mientras tanto, el periódico de uno de los padrinos de la 15Memez podrá seguir acabando sus artículos sobre las huelgas “con pocos precedentes” con párrafos de disimulado derrotismo e incertidumbre (lean los tres últimos del artículo que tienen a su disposición a continuación y comprenderán de qué les hablo). Poco a poco hasta los bienintencionados ingenuos acabarán comprendiendo a qué juega cierta “progresía” 

DIEZ SEMANAS DE HUELGA EN PANRICO, UNA MOVILIZACIÓN CON POCOS PRECEDENTES 
El paro indefinido en la fábrica de Santa Perpètua de Mogoda (Barcelona) va camino de ser el más largo desde el restablecimiento de la democracia en Cataluña, con precedentes como la de Roca Radiadores (1977) o Mercadona (2006) 

La empresa ha comunicado recientemente a través de un burofax 20 despidos a miembros de la plantilla 

Los trabajadores llaman al boicot de los productos del grupo para evitar que así se financie la reducción de plantilla 

Tomeu Ferrer. eldiario.es 
El conflicto de Panrico no conoce la Navidad. Los trabajadores de la planta de Santa Perpètua de la Mogoda, en la provincia de Barcelona, mantienen la movilización a pesar de la dureza de la situación. La huelga indefinida ya hace diez semanas que dura -cerca de 70 días- y va camino de convertirse en una de las huelgas de mayor alcance de la Cataluña posfranquista, acercándose día a día a conflictos como el de Roca Radiadores de 1977. 

La dirección de la sociedad no afloja, y el pasado 20 de diciembre comunicó, vía Burofax, 20 despidos de empleados de la planta catalana. A su vez, los piquetes mantienen el bloqueo de la fábrica barcelonesa e intentan que los productos de las marcas del grupo no se distribuyan en el mercado catalán. 

El conflicto de Panrico estalló a mediados de octubre, cuando el fondo de inversión Oaktree, propietario del grupo, dejó de pagar los salarios a los trabajadores. Más tarde presentó un duro plan de reestructuración que suponía la extinción de 1.914 puestos de trabajo, casi la mitad de la plantilla de todas las plantas del Estado y un recorte salarial del 45%. Después de casi un mes de debate se redujo el planteamiento inicial hasta 745 bajas, de las que la parte más importante afectaban a la fábrica de Santa Perpètua de la Mogoda. El preacuerdo se sometió a la votación de los trabajadores, que lo aprobaron en todas partes menos en la planta barcelonesa. 

Desde entonces, la tensión entre trabajadores y los Mossos no afloja, y este lunes la policía detuvo a un trabajador, que fue conducido a la comisaría de Mollet, de donde salió a las pocas horas. Diversas organizaciones sindicales y políticas reclamaron su libertad acusando a la policía catalana de "proteger a los esquiroles"

De forma paralela, los trabajadores de la factoría catalana del grupo Panrico han iniciado una campaña pidiendo a los ciudadanos que no compren productos de la sociedad de bollería industrial, ya que con el dinero que recauda la empresa se financian los despidos, según denuncian. 

Un intento de negociación directa entre empresa y trabajadores de la planta catalana, favorecido recientemente por la Generalitat, quedó en nada, al negarse la dirección a hablar después de que un camión de la sociedad sufriera desperfectos en el puerto de Barcelona. 

De Roca Radiadores en 1977 a Mercadona en 2006 
Una de las huelgas de mayor duración en Cataluña, desde el restablecimiento de la democracia, ha sido la que afectó al grupo Roca Radiadores. Duró oficialmente 95 días. La fecha oficial de su finalización fue el 12 de febrero de 1977. Empezó por una treintena de despidos de la empresa y la protesta involucró a sus más de 3.000 trabajadores. Durante el tiempo de la parada se registraron varios actos de violencia contra algunos de los líderes sindicales más destacados. Al final se volvió al trabajo después de que la empresa aceptara no abrir sanciones ni expedientes laborales a los huelguistas. Los 34 despidos hechos se declararon improcedentes por las autoridades laborales, aunque fueron recorridos por la empresa. Muchos de los afectados volvieron al trabajo en virtud de lo que en ese momento se llamó la amnistía laboral. 

Otra huelga, que podría ser considerada la más larga desde la Transición, fue la que en 2006 se realizó en el centro logístico de Mercadona en Sant Sadurní d'Anoia (Barcelona). La convocó el sindicato CNT en marzo y finalizó en julio. Afectó a los más de 700 trabajadores de esa instalación, pero se podría discutir la duración concreta, porque arrancó de forma masiva pero terminó con poco seguimiento. 

Más recientemente, hace unos meses -el 3 de septiembre de 2013- se convocó la huelga en la Justicia en Cataluña. Fue una huelga indefinida que se mantuvo hasta el 22 de noviembre. La característica que la hizo especial es que afectó a pocos trabajadores. No porque los empleados no quisieran secundarla, sino porque los servicios mínimos decretados por el mismo departamento de Justicia, que es contra quien se hizo la protesta, llegaron a superar el 70% de los empleados que apoyaban el paro.

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