Por Marat
Escribir contra corriente es hacerlo
siempre frente algún sector con capacidad de imponer su mentira ante
los deseosos
de comprar cualquier cosa, sin preocuparse en absoluto por la
naturaleza del producto.
Un bufón llamado Dani Mateo se suena
los mocos en la bandera monárquica que repuso Franco a sangre, fuego
y terror y que la Constitución del 78 consagró como definitiva
aceptación del orden heredado.
La reacción posterior fue la de un
montón de enérgumenos a uno y otro lado del Ebro que jalean, se
felicitan, creen que con ello hacen no sé sabe qué daño al
“imperialismo” español y gozan del daño infligido o, desde el
otro lado, se indignan, lanzan coces al aire, gritan en nombre de los
“caídos” por ese trapo, ahora humillado y airean su ira. Y todo ello con el acompañamiento de la estupidez consustancial a la progresía.
En un país en el que se han producido
centenares de miles de desahucios, en el que aún hay 3.200.000
parados, en el que muchos mayores de más de 50 años ya no tenemos
futuro, si se puede llamar futuro a situaciones desesperadas, en el
que los jóvenes son sobreexplotados en la llamada economía
colaborativa de los Deliveroo, Glovo o Uber, en el que 12,3 millones
personas (26,6% de la población) se encuentran en riesgo de pobreza
o exclusión social, en el que se amenaza un día sí y otro también
a los trabajadores y pensionistas con perder su derecho a la
jubilación, en el que la mitad de las horas que se trabajan no se
pagan, a un tal Dani Mateo solo se le ocurrió, por toda,
provocación, sonarse los mocos en una bandera.
Cumplía su papel de bufón. El de
desviar los problemas reales del país para que no se hablara de otra
cosa que de su ocurrencia. “El patriotismo es el último recurso de
los canallas”, dijo Samuel Johnson. Esconderse en su bandera, como
hacen los Abascal, los Ribera o los Casado es una canallada para
ocultar cuestiones de desigualdad, explotación y sobreexplotación y
pobreza como los que he señalado. Justo lo que hizo el tal Dani
Mateo al situar la polémica en una bronca entre españolistas e
indepes, entre progres e “izquierdistas” y fachas
constitucionales.
En la Edad Media, el bufón era un
personaje de palacio, tolerado por los reyes como expresión de
disidencia controlada que, lejos de debilitar al rey con las burlas
que de él hacia aquél, canalizaba la crítica de modo funcional a
la monarquía porque soltaba presión. Hoy también. Pero la
monarquía de ahora se llama capitalismo, por mucho que se empeñen
tantos progres en convertir el debate en otra cosa.
Su jefe de programa y rico accionista
de La Sexta (el canal de televisión que pertenece al mismo grupo que La
Razón, el panfleto de Marhuenda que hacía hace tiempo el papel de bruja mala en toda esta
farsa), el Gran Wyoming salió a defender a su pupilo. No podía ser
de otro modo. Su argumento era el de la paradoja del humor, el
sempiterno y socorrido humor, frente a...todo aquello que confrontase, no al capitalismo, sino a viejo y estúpido argumento de españoles
vs. indepes, fachas vs. progres, ladrones del PP vs. el resto. Pero
resulta que el resto, el más importante grupo social, por ser el más amplio, no
tiene nada que ver con el enésimo enfrentamiento artificialmente
creado por quienes se niegan a que se hable de desigualdad,
explotación, pobreza, paro, desahucios, pensiones, sanidad y
educación degradadas, salarios de miseria,...somos la gran mayoría
que no ponemos banderas en los balcones de Cataluña ni del resto de España
porque no es nuestra guerra. Nuestra bandera se ha tejido con los hilos del agobio, las penalidades
de llegar a fin de mes, el temor al futuro,...en fin.
El caso es que la bronca taparealidades
del histrión ha servido para que sepamos que durante un tiempo ha
sido mercenario de Clínica Baviera, una de tantas sanguijuelas
aprovechadas de la privatización de la sanidad pública realizada por
el gobierno recortador del PP.
Pero oiga, en lugar de escandalizarse
con el señor Mateo, de pedirle explicaciones sobre su coherencia
entre su papel de progre y su realidad material (coge la pasta y
corre), la indignación de su entregado público, adolescente mental,
fue contra la clínica privada, como si fuera decente indignarse
contra la hiena por ser hiena o de escandalizarse con el capitalismo porque si tienes una enfermedad cara la sanidad privada te mande a morir a la pública. El cinismo habitual de la izquierda.
Ahora sabemos que ya son cinco las
empresas que, de un modo u otro, se publicitaban en “El Intermedio”
de Wyoming, que abandonan el programa. Por muy accionista que éste
sea de La Sexta veremos, si es que no va a más, pronto que la cadena le
dará el toque necesario para que se haga la “autocrítica”
correspondiente y “reconsidere” su comportamiento, ya que es él
quien dirige a su muñeco de trapo y madera llamado Dani Mateo. Será
divertido comprobar cómo estos seres privilegiados de la televisión
vuelven al redil y nos lo relatan. Poderoso
caballero.
Mientras tanto, se habrán ganado el
sueldo haciendo que hablemos de lo que el poder, el único, el del
capital, con su escudero mediático usa como válvula de escape.