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12 de mayo de 2021

SOBRE EL PRETENDIDO ANTAGONISMO ENTRE SOCIALISMO/COMUNISMO Y “LIBERTAD”

Por Marat

El socialismo no es lo que hacen los partidos socialistas cuando gobiernan, del mismo modo en que tampoco lo son algunos autodenominados comunistas, o acusados de tal, cuando lo hacen en coaliciones con los autoproclamados socialistas.

Hace pocos meses, ABC, panfleto válido solo para envolver colillas que arrojar a la basura, acusaba a Largo Caballero de comunista. Que el PCE de la guerra civil española le agasajase como el Lenin español solo significó que este partido aupó oportunistamente a quien fue miembro del Consejo de Estado de la dictadura de Primo de Rivera a una categoría que le quedaba demasiado grande

Tanto a Chávez como a Maduro se les ha acusado en repetidas ocasiones de lo mismo, cuando su régimen no se ha apartado del más puro bonapartismo, de matices caudillistas, propio del populismo peronista. Si ustedes quieren saber de verdad lo que el populismo de matriz peronista, que es lo que se encierra dentro de los movimientos latinoamericanos que se han revindicado como del Socialismo del Siglo XXI, decenios después de desaparecido el general argentino, pregúntense por qué hay quienes han hecho lecturas de un peronismo tanto de derechas como de izquierdas y por qué desde esa ideología de corpus tan extraño se reivindican tanto nociones como pueblo y nación y se apelan tan poco a conceptos ligados a la idea de clases sociales y luchas de clases. Dar brochazos gordos de pretendida emancipación de los oprimidos y subalternos a lo que es una ideología profundamente reaccionaria y populista no la convierte en revolucionaria. Pretender hacer pasar las recetas de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe por marxismo es tan coherente como decir que el identitarismo posmoderno tiene algo que ver con el comunismo. Pura bazofia que la alt-right, o derecha alternativa, fascismo sin correaje, para entendernos, ha explotado en su propio beneficio. Ello a pesar de que el gran capital no tenga inconveniente alguno a situar a mujeres en los consejos de administración, en hacer del ecologismo, y la transición hacia la descarbonización, un gran negocio o a promocionar el veganismo en sus medios de comunicación porque abren la puerta a nuevos nichos de mercado. Ellos sí que saben. Saben qué cuestiones no son otra cosa que oportunidades para seguir remozando al capitalismo y que tire para delante unos decenios más, con sus lacras de sobreexplotación laboral, pobreza, muertes y crecientes desigualdad social, vigilancia policial y recortes de libertades, ese término al que tanto se apela desde los defensores de la división de la sociedad en clases sociales. Afirmar que, como te sientes de un sexo diferente a aquél con el que has nacido, eres del que proclamas puede ser una parte de la libertad de cada persona – no entro al debate- pero no quiebra ni las relaciones entre las clases sociales, ni la idea de propiedad de las empresas, ni niega la explotación y la sobreexplotación laborales. Y es ahí, y no en otro lugar dónde se encuentra la negación del orden social y económico del capital y de los sistemas político e ideológico que lo sustentan.

A lo largo de la historia personajes que mantenían un discurso aparentemente radical, aunque bajo una práctica política muy distinta, han sido acusados de ser socialistas o comunistas.

Autodefinirse, o ser calificado por otros, como socialista o comunista no es sinónimo de socialismo o comunismo.

El socialismo y el comunismo son dos estructuras sociales y económicas que, hasta hoy, no se han dado en ningún país. Alguien debiera explicar a quien cuestione estas dos concepciones de sociedad que lo mismo cabría decir de un capitalismo que nada ha tenido que ver con la teoría liberal en la que se asienta, ya que su fundamento, meramente ideológico, no científico, el de la libre competencia ha demostrado ser una falacia cuando los monopolios, la concentración del capital y las grandes empresas acaban con la posibilidad de libre concurrencia del mercado. Y, sin embargo, hemos de soportar cada minuto las impertinencias liberales sobre la libre empresa. 

A una sociedad socialista no la define el porcentaje de control estatal de la economía sino que las empresas pertenezcan a los trabajadores, y ellos decidan sobre el trabajo, la socialización, que no estatización y e incluso sobre lo que es necesario y útil producir. Del mismo modo, el comunismo es una sociedad que ha superado la existencia del Estado porque ya no hay lucha de clases al desaparecer éstas y, en consecuencia, la existencia de un aparato estatal que representa los intereses de una clase concreta, la dominante. Son aspiraciones que en momentos históricos concretos han sido objetivos de gran parte de la humanidad y que poseen características propias que las definen

El socialismo es una etapa de la humanidad en la que se agudizan las luchas de clases pero en ellas es la clase trabajadora la que predomina en la dirección de los objetivos de la economía, de las relaciones que los seres humanos establecen en el trabajo, tomadas éstas como solidaridades en las que cada uno da lo que su capacidad le permite y recibe según sus necesidades.

El comunismo es una etapa en la que la política, entendida como objetivos espurios de los contendientes en una sociedad divida en clases, es superada por el modo en el que los seres humanos logran superar su estado de necesidad material para elevarse a la condición personas que puedan desarrollar todo su potencial y crecer colectivamente más allá del trabajo. Una sociedad en la que los seres humanos estén sujetos a la absoluta dependencia de unas necesidades, que solo una parte de ellos puede satisfacer, no es una sociedad libre.

¿Qué tiene que ver el socialismo, como objetivo por el que luchar, con la libertad? Algunas cosas importantes.

El objetivo del socialismo pretende la protección del ser humano, basándose en el principio de que somos desiguales de partida. Exige que cada uno dé según su trabajo y reciba según su capacidad.

El socialismo como principio de sociedad no niega que somos diferentes, que todos no hemos partido de los mismos niveles educativos y culturales, ni de las mismas clases sociales. Venimos del capitalismo pero cada uno debe de dar al colectivo el trabajo, la inteligencia, la voluntad y ha de recibir según el trabajo que realiza. No pueden ser remunerados del mismo modo la médico o el enfermero que el trabajador de una fábrica de muebles o el transportista de mercancías peligrosas. Hay que valorar cada aportación a lo social en la medida de lo que da y hay que considerar cuánto aporta a la sociedad.

La diferencia frente a una sociedad dividida entre propietarios de las empresas y trabajadores que aportan su trabajo de modo común y solidario es que no se parte de que todos seamos iguales, como si la formación o las capacidades no existiesen, sino en que se contribuye a un fondo común.

En una sociedad socialista todavía encontraríamos rasgos de la capitalista, en cuanto a clases sociales de origen pero el socialismo, que es la cooperación entre los desiguales, ya no partiría de la propiedad de la empresa sino de las diferencias heredadas. Algo significativamente distinto cuando el poder económico ya no es clave porque éste se encuentra en manos de la clase trabajadora. En tiempos a eso lo llamábamos dictadura del proletariado. Ahora parece que a quienes se reclaman de la izquierda radical les avergüenza el concepto por lo de dictadura. Hay quienes se sienten tan tentados de pedir perdón que lo harían hasta por el mero hecho de existir.

Nunca he creído que la dictadura del proletariado pudiera ser la dictadura del Partido, entre otras cosas porque cuando solo hay una voz todas las demás deben enmudecer o cantar la misma letra de la canción; entre otras cosas porque, siguiendo la lógica de la representación concentrada al máximo, uno puede acabar siendo acusado de disidente hasta de aquello en lo que cree firmemente.

Pero sí creo que el socialismo debe sustentarse en en una dictadura de la clase trabajadora, a través de una legislación, una capacidad representar a la mayoría social de acuerdo a su peso y contribución en/a la sociedad, de unas instituciones, de un poder del Estado, de una cultura social que establezca nuevos consensos colectivos hacia la igualdad y la solidaridad, del mismo modo en que el capitalismo, y todas sus variantes ideológicas, desde las más reaccionarias hasta las más progresistas, lo han hecho.

Precisamente por su condición cooperativa, el socialismo estaría marcado por la presión de origen de proteger cuestiones básicas que afectan al ser humano como tal: la protección al nacer, asegurar la vida del recién nacido, la educación, la sanidad, independientemente del coste de la salud de cada persona, la protección laboral y la de la pérdida del puesto de trabajo, siempre bajo la obligación de trabajar como aporte a la sociedad, el resguardo de la vejez, en todo lo que le acontezca.

Parece que un día les contaron a algunos que el capitalismo ofrecía escudos vitales parecidos. Eso duró algo así como un suspiro, entre 1945 y 1973. Desde entonces parece que se fue jodiendo esa fantasía capitalista.

El caso es que como el recorte del salchichón va por rodajas, cada vez menos finas, no nos enteramos mucho de cómo va esto de la evolución del capitalismo. Pero algunos lo vamos notando.

Yo me pregunto cómo se garantiza la libertad de las personas.

¿Será libertad carecer de empleo y de futuro y tener que recurrir a la caridad pública o privada para comer?

¿Será libertad ser desahuciado de la vivienda porque no se puede pagar la hipoteca o el alquiler? Los desahucios, por mucho que cacaree el gobierno progre sobre sus moratorias, siguen produciéndose también en una situación tan terrible como el de las consecuencias económicas de la pandemia sobre la clase trabajadora.

¿Será libertad que seas tan desgraciado que Deliveroo, Uber Eats, Glovo y toda esa criminalidad capitalista te obliguen a reivindicar que quieres ser autónomo, cuando no puedes pagarte el ser autónomo, frente a un intento de legislar la existencia de una relación laboral real?

¿Será libertad que miles de ancianos hayan muerto en las residencias porque comunidades autónomas como la de Madrid estimaron que sus vidas valían menos que las personas de edades inferiores y que ese pensamiento gerontofóbico, extraño cuando todos aspiramos a vivir hasta esas edades, provenga de los períodos en los que los recortes en la sanidad pública española dejaron ésta en mínimos

¿Será libertad que los derechos al amor y a la paternidad/maternidad hayan sido clausurados por salarios de miseria, con empleos basura e hipotecas y alquileres con precios absolutamente criminales? Es libertad de mercado, no del derecho a una vida decente.

¿Será libertad que miles de jóvenes, y no tan jóvenes, se hayan conjurado en una orgía de negación de la pandemia y alcohol para decir que el Madrid de Ayuso era libre? ¿Será libertad el derecho al yo por encima del nosotros?

¿Será libertad que quienes usamos el coche para trabajar nos veamos ante la eventualidad de pagar por usar carreteras que son la única alternativa para ir a nuestros trabajos y que ya pagamos en su día con nuestros impuestos? ¿Será libertad que el gobierno progresista de PSOE- Unidas Podemos piense en esta posibilidad para lograr liquidez para el Estado, tirando de una idea que se le ocurrió al gobierno del PP en 2012? ¿Será libertad que la izquierda se parezca tanto a la derecha cuando busca dinero público?

¿Será libertad que nunca nos haya salido tan cara la electricidad en nuestras casas o la gasolina para ir a nuestros trabajos?

¿Será libertad la ausencia de futuro de los chavales de lugares como Usera, Vallecas, Villaverde, en Madrid, o de barios como el Polígono Sur, los Pajaritos y Amate en Sevilla, por citar solo algunos ejemplos?

¿Será libertad que la diferencia entre la esperanza de vida de los barrios más ricos y los más pobres pueda llegar hasta los 7 años?

¿Será libertad que todas las horas no pagadas a las que nos obligan los capitalistas sean consideradas como la única opción para que la empresa que nos sobreexplota sobreviva? Lo de explicar que toda relación laboral asalariada es explotación es inútil. Nadie está dispuesto a aceptar que su salario es inferior al valor que genera su trabajo porque eso le pondría en el brete de tener que explicar porqué el capitalismo le parece tolerable.

Del comunismo nada más que añadir a lo ya mencionado. Si Marx escribió muy poco sobre cómo sería esta etapa, no me veo yo en condiciones de aportar más que él. El ser humano transita por la historia construyendo su futuro a base de errores y aciertos.

22 de marzo de 2021

RUIDO

Por Marat

A mitad del camino de mi vida,

en una selva oscura me encontraba

porque mi ruta había extraviado


¡Cuán dura cosa es decir cuál era

esta salvaje selva, áspera y fuerte

que me vuelve el temor al pensamiento!”

(“La Divina Comedia”. Infierno. Canto I. Dante Alighieri)

Posiblemente uno de los hechos más necesarios para los seres humanos que reflexionan sobre el presente en el que viven como colectividad - una rara virtud en tiempos de inmediateces, banales simplificaciones sobre el mundo y gritos airados, interesadamente insuflados sobre los espectadores envenenados del mundo de la política – sea el de sentirse perdidos entre tanto ruido mediáticamente propagado.

Solo desde la perplejidad que causa la cacofonía vociferante de la falsa política, de los envenenadores de la opinión publicada que inducen a la sinrazón de las emociones más primarias y salvajes, es posible comprender las intenciones que subyacen a los fabricantes de odio social, a los manipuladores de las conciencias. Y llegar a tomar distancia de toda esa patraña.

Frente a la gentuza reaccionaria y fascista, propagadora del enfrentamiento civil y el odio en la calle, las tabernas, los medios de comunicación e Internet, solo nos encontramos a una izquierda vociferante cuyos hechos son incapaces de sustentar las bravuconadas de sus palabras; una izquierda inútil que apela a las emociones blandas antes que a las prácticas políticas que golpeen a la caverna donde más le duele: educar políticamente y organizar a la clase trabajadora y a los sectores populares y tomar medidas económicas que rompan la iniciativa del fascio-liberalismo y mejoren realmente las condiciones de vida de dichas clases.

Cuando se toma distancia del cacareo de la vulgar politiquería es posible detectar que hay una evidente asimetría entre el matonismo amenazante y crecientemente violento de la derecha extrema y de la extrema derecha y la oscilación entre la frívola ridiculización de las mismas por parte de la izquierda y las fanfarronadas de un aparente hacerles frente pero solo de palabra.

Qué mejor ejemplo que las dos últimas estrofas del soneto de Cervantes, Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla para definir el falso enfrentamiento desde una de las partes:

Esto oyó un valentón y dijo: "Es cierto

cuanto dice voacé, seor soldado,

Y el que dijere lo contrario, miente."


Y luego, incontinente,

caló el chapeo, requirió la espada

miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

La derecha extrema y la extrema derecha tienen muy bien tomadas las medidas a la izquierda. Saben que en cuanto le acusen de socialista o de comunista y contrapongan ambos términos a la sacrosanta libertad de empresa, que siempre ha de estar por encima del derecho a la protección de la vida y de no ser sobreexplotado, se achantará. Quien se jacta de lo que no es, en cuanto le acusan de serlo, tiembla.

Cuánto más digno hubiera sido por parte de la izquierda responder a esos indecentes eslóganes de marketing electorero del fascio-liberalismo de socialismo o libertady de comunismo o libertad con algo parecido a esto Tienen ustedes mucha suerte de que no seamos socialistas sino social-liberales ni comunistas sino socialdemócratas porque, si fuésemos una u otra cosa, ustedes encontrarían en nuestros hechos la respuesta que merecen”. La realidad es que ni unos, los fascio-liberales, ni otros, los progres de izquierda, se engañan. Ambos saben que juegan con mentiras pero, mientras los primeros amenazan en serio, los segundos practican juegos de artificio.

Creo que no somos pocos quienes sabiendo quiénes y qué somos, sin negarnos a nosotros mismos ni a nuestras convicciones, asistimos al simulacro de un enfrentamiento asimétrico del que nos sentimos totalmente ajenos porque percibimos el tufo de la mentira y nos negamos a ser parte de tan denigrante espectáculo.

En mi caso puedo decir que hace mucho que no me reconozco en la categoría izquierda”, nacida de la ubicación de dónde se sentaron una parte de los representantes de la Asamblea Nacional, al inicio de la Revolución Francesa, cuyas aspiraciones eran fundamentalmente las de impedir el derecho de veto legislativo del monarca y dar paso a una nueva clase, la burguesía. Hay quienes creemos que la cuestión fundamental de cualquier proceso político se encuentra en lo social -qué clases serán las hegemónicas– y en lo económico - bajo qué sistema de propiedad de los medios de producción, las empresas para entendernos, vivirán los seres humanos- . Y eso no lo representa la izquierda.

Concretando, que es gerundio, en medio del griterío, la propagación del odio, el enfrentamiento entre siglas, que no proyectos realmente diferentes de sociedad, y el seguidismo acrítico, no creo ni en la ideología de los charcuteros y dueños de bares, que hacen como que no se enteran de que sus enemigos son las grandes cadenas de la distribución y de la hostelería, a los que apoyan los políticos a quienes ellos votan, ni en la de los progres universitarios de clase media, que temen ser desalojados de las instituciones burguesas y que defienden la política de la izquierda asentada en el sindicalismo de concertación,como tampoco la de cierta ministra del diálogo social, bien apreciada por los grandes empresarios.

Así que si ustedes creen que a la derecha extrema y a su infantería fascista se les para con el voto, no seré yo quien critique las decisiones que tomen. Pero creo que no está de más decirles que no les pararán con ello, porque hace tiempo que muchos de los desesperados saben que la izquierda no cambiará sus vidas sino que les abandonará a una frustración que les conduzca a entregarse a los representantes políticos de sus enemigos. En el mejor de los casos, solo retrasarán en un par de años el triunfo de los que dicen combatir. Nadar, nadar y ahogarse en la orilla.

Yo, en su caso, me plantearía si lo que toca hacer es otra cosa. No me gusta ser cargante a fuer de repetirme. Lo he explicado unos párrafos más arriba. Cada uno ha de cabalgar sus propias contradicciones.

EPÍLOGO: Mi más merecido aplauso que resume las miserias del parlamentarismo burgués y del oportunismo actual. a la serie Vamos Juan”. Aplausos a Javier Cámara al representar al político oportunista.

Ustedes verán cuál es el nivel de sus tragaderas.

29 de junio de 2018

UNA REFLEXIÓN CON MOTIVO DE LA MUERTE DE DOMÉNICO LOSURDO


Por Marat

Se ha ido una de las referencias del pensamiento marxista, con la que se podía coincidir o no, en cuanto a su visión del mundo actual. Hablo de Doménico Losurdo.

Con el paso del tiempo, estoy convencido de que gran parte de sus obras serán reivindicadas por quienes vemos en la necesidad del pensamiento para la acción la urgencia de que los intelectuales apuesten por nuestra clase, la trabajadora, en esa lucha.

Si tuviera que destacar algunas de esas obras, señalaría, entre otras, “Autocensura y compromiso en el pensamiento político”, “La comunidad, la muerte, Occidente”, “Democracia o bonapartismo: triunfo de la decadencia del sufragio universal”, “La cultura de la no violencia” (especialmente interesante al descubrir quien era Gandhi y lo que se ha ocultado de su pasado).

En mi opinión su mejor obra no fue la más conocida: “Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra”. Su reivindicación del secretario genera, del PCUS no es precisamente algo que tenga que agradecerle la clase trabajadora a nivel mundial.

Digo esto porque mi pregunta es sencilla:

A quienes, sin embargo, revindican la figura de Stalin a través de la última obra de Losurdo que acabo de citar, tengo una pregunta que hacerles: ¿en qué creen exactamente que nos beneficia a los comunistas su defensa para conquistar espacios de credibilidad y apoyo dentro de nuestra clase, la trabajadora? Esa pregunta se la hago a quienes reivindican hoy la figura de Stalin. Tengo la misma para los de que defienden la figura de Trotsky y sus viajeros interlestares entre la revolución permanente y las cien mil nuevas identidades ajenas a la clase trabajadora.

Solo conozco un camino, el que nos marcó Marx y que Lenin y Rosa Luxemburg siguieron con distinto éxito pero con el acierto de saber que, sin el poder de los sóviets o los consejos obreros, a pesar de los encontronazos entre ambos, no habría socialismo.

No habrá democracia socialista sin que sean los trabajadores los dueños de su futuro.

Eso no me impide, en absoluto, defender el legado de la URSS como primer intento de demostrar que era posible una sociedad no capitalista o como victoria, que no fue del secretario general, sino de todo el pueblo soviético contra el fascismo, o darme cuenta de que desde que ese Estado desapareció a la clase trabajadora nos están haciendo retroceder a velocidad sideral.

Para algunos, la URSS no existiría sin Stalin. Son los que consideran que hubo un Rambo rojo milagroso que hizo todo en nombre del proletariado mundial. Desprecian a la clase trabajadora, a su capacidad colectiva de lucha y al hecho de que no era tan fácil acabar con el legado de Octubre. Por eso la URSS es mucho más que un personaje concreto. Por eso es posible reivindicar la URSS sin reclamar la figura de quien hizo desaparecer al primer comité central del partido comunista bolchevique. Tranquilos quienes deseáis enviarme al Gulag. Con una anticipación de este texto ya me han enviado algunos “comunistas”. sus sanas intenciones. Sé lo que son y lo que significan. Más o menos lo mismo que los que reivindican a una oligarquía latinoamericana que en el pasado pactó con la que derrotó en su día y con lo peor de la jerarquía católica y a la que abandonaron sus mejores cuadros revolucionarios.

El socialismo es otra cosa. Es la dictadura de la clase trabajadora sobre el capital, no simplemente de un partido que habla en nombre de toda la clase. Ésta siempre deberá estar en oposición contra cualquier forma de poder que intente suplantarla, por mucho que distinga a los partidos del capital de aquellos que son sus amigos mas próximos como clase.

El socialismo por el que algunos luchamos vuelve a Marx, es hijo de Lenin y de Rosa Luxemburg, tiene mucho que agradecer a los pensadores del siglo XX y XXI, como Losurdo, aunque no compartamos todo de su pensamiento.

8 de noviembre de 2017

“EPPUR SI MUOVE”: A DISTINGUIR ME PARO LAS VOCES DE LOS ECOS (3)

Por Marat

Bershka. Un sector de las muchas mujeres explotadas por Amancio Ortega se ha rebelado simplemente porque su salario era de mierda ¿Querían algo más? No, simplemente algo más que 10 € más al mes. Y sin duda lo que Marx proclamó hace ya muchos años de que “el obrero [hoy por muchos motivos la obrera] tiene más necesidad de respeto que de pan”

Los trabajadores de recogida de basuras en Madrid han impuesto una segunda victoria contra la patronal y contra un ayuntamiento de progres podemitas y de IU qie impuso un 50% de servicios mínimos. La señora Botella y el PP cabalgan de nuevo en sus posiciones antisindicales a través de Carmena y de su coalición instrumental. La misma que hoy hace especulación urbanística, como antaño intentaron PSOE y PP en la Operación Chamartín, ahora ejecutada.

La conquista ahora lograda es realmente exigua y solo salarial pero lo cierto es que vuelve a señalar que hay otras realidades más allá de la ópera bufa catalana y el patrioterismo rancio español.

La realidad de una clase trabajadora que no llega a final de mes se impone en un país con millones de parados, más millones aún de pobres, aunque tengan empleo (miserable) y un gran sector de españoles con los que no parecen ir las angustias de muchos que ya han quedado descolgados para siempre del espejismo del tren de la prosperidad para todos. Hasta que la próxima crisis, que llegará antes que las anteriores (la declinación senil del capitalismo es imparable porque hace tierra quemada incluso de la que pisa y domina), incremente el número de desheredados. Y los hoy indiferentes reclamen una solidaridad que tanto rechazaron.

En estos días de celebración del Octubre Rojo, aquel que vino anunciado por las ideas de Lenin y Rosa Luxemburgo de la necesidad de una revolución socialista porque toda conquista obrera era parcial, provisional y perecedera, nos ha dejado una izquierda de mierda; lo que siempre fue la izquierda, la monja plañidera y compasiva del capitalismo. No fueron quienes hicieron la revolución los que nos fallaron sino quienes solo querían una revolución democrática al estilo de las revoluciones burguesas de 1849. Por algo Lenin en el período hacia la revolución no se reivindicó de izquierda. Se limitó a levantar como bandera las demandas sociales de la clase trabajadora y campesina rusa y ha hacerlas reales: ¡pan, tierra, y paz! Hoy el pan no puede seguir esperando si no es por la burla de un progresismo desclasado que quiere vender conquistas democráticas de un febrero travestido de octubre que solo es garopardismo. La tierra no es otra cosa que el derecho a no ser desalojado de la vivienda, también bajo el gobierno de los progres. La paz ha de serlo entre los pueblos, jamas con sus burguesías que intentan enredar a la clase trabajadora en sus trampas de banderas y patrias, el último refugio de los canallas.

El febrero que una parte de la burguesía, la catalana, ha vendido, se agota pero lo hace a costa de la victoria de la burguesía española.

Jugar en el campo de ambas, aceptar la lógica de las patrias y de las banderas es suicida para los sectores minoritarios de la clase trabajadora que lo aceptan y y cómplice del crimen para la mayor parte de ese engendro que se reconoce bajo el nombre de las izquierdas y que en unos casos pactó en su día con los sectores aperturistas del franquismo y en otros intentó vendernos que una república, que sería inevitablemente burguesa por hegemonía social, habría de ser la tierra de promisión de los desheredados.

En este día posterior al Centenario en el que los cañones del Aurora anunciaron un nuevo amanecer el mejor homenaje al camino que abrió aquel Octubre socialista es mantener la bandera de la clase, el principio de la lucha de clases como motor de la historia, la necesidad de aplastar a la burguesía bajo una dictadura del proletariado con más legitimidad que la que hoy ejerce la burguesía contra nuestra clase y el aprendizaje de los errores de aquella revolución para no volver a repetir que la próxima pueda morir por falta de trabajadores que la defiendan.

Sin formar cuadros comunistas, sin educar a nuestra clase y organizarla, sin defender su independencia frente a los intereses de todas las fracciones de la burguesía, sin preparar cada batalla rechazando el aquí y ahora parlamentario, porque en ese terreno debiéramos haber aprendido que ya no hay nada que conquistar, solo tendremos a demagogos y fantoches progres, pseudoradicales o fascistas intentando pastorearla.

22 de agosto de 2015

TSIPRAS Y EL MITO DE LA “ILUSIÓN DEMOCRÁTICA”

La comparecencia de Tsipras al presentar su dimisión no
parece sugerir entusiasmo
Por Marat

El anteúltimo acto de la farsa griega –aún quedan varios por desvelarse- presenta al antihéroe Tsipras en su devenir como personaje tragicómico envuelto en la ajada clámide de su dimisión como jefe de gobierno heleno.

Cualesquiera que sean las razones esgrimidas para explicar la dimisión de Tsipras y la convocatoria de nuevas elecciones de un modo más airoso al real –la oportunidad de deshacerse de la Plataforma de Izquierdas y del 30% de diputados de Syriza desleales a su programa claudicante ante el capital europeo, el momento, justo entre la recepción de los primeros flujos monetarios del tercer rescate y antes de que se noten los efectos de sus nuevas políticas antisociales, el realismo político conjugado con la voluntad de sacar a Grecia adelante,…- lo cierto es que la dimisión de Tsipras y la llamada a la formación de un nuevo gobierno, apenas 7 meses después de la formación del primero de Syriza, evidencia el fracaso de la vía reformista representada por la nueva socialdemocracia griega que anticipa el revés de sus corrientes hermanas europeas. Por enésima vez, ya que es evidente la existencia de una voluntad de opinión que se niega a entender esta cuestión, debo aclarar que la socialdemocracia de hoy no es la representada por los viejos partidos  “socialistas”, ya que estos son social-liberales, sino por esas excrecencias “postcomunistas” reconvertidas en socialdemocracia actual en lugar de la socialdemocracia de antaño.  

Sin pretensión de sentar cátedra pero con voluntad didáctica, creo necesario aclarar de qué estoy hablando cuando aludo al reformismo socialdemócrata de postcomunistas y de populistas de “izquierda”.

En el contexto de la crisis capitalista actual dentro de la UE, las opciones reformistas de matriz socialdemócrata más recientes plantean la reversión de las políticas de austeridad impulsadas por la Troika –desdibujando en gran medida que sus componentes son meros órganos administrativos de la estrategia capitalista europea y mundial, y no sólo alemana-, en mayor o menor medida el asunto de la deuda, que ha evolucionado desde la proclamación del impago de la misma hasta su reestructuración y ya veremos en qué acaban estas demandas, una recomposición de las hegemonías políticas dentro de la UE que dé lugar a una nueva orientación económica  y, en sus vertientes “radicales”, estudiar la opción de la salida del euro, sin plantearse la salida de sus respectivos países de la UE, como si euro y Unión Europea fueran hoy cuestiones desligadas y se pudiera plantear el fin del euro sin que ello afecte al fin de la UE en un momento en el que todas las tormentas políticas, económicas y sociales indican que los pasos atrás evidencian la fragilidad actual de su arquitectura. Tanto los rebrotes nacionalistas como las divergencias estratégicas, fuertemente antagónicas en su interior, indican que la UE está tocada de muerte y ello exige una alternativa que sea capaz de prever este hipotético nuevo escenario. Esa previsión no puede llegar desde las organizaciones sistémicas, incluidas las de la actual socialdemocracia, porque están comprometidas en su agónica supervivencia.

Llamativamente, estas opciones plantean sus programas desde posiciones marcadamente superestructurales e institucionales, haciendo abstracción de qué clase es la principal afectada por las políticas de austeridad –tal victimología la envuelven en genéricos indefinidos dentro de la estructura social tales como “la gente”, “las personas” o, en el mejor de los casos, las clases populares, sin que se avergüencen, con frecuencia, de apelar a las clases medias, comodín ideológico de cualquier renuncia política a la idea de lucha de clases, exenta de su proyecto. Siendo así las cosas, carecen de una base social mínimamente homogénea y suficientemente combativa en la que sustentar el apoyo social en forma de lucha a sus propuestas.

Los aspectos señalados explican, en buena medida, el fracaso de Syriza, atrapada entre el  Escila de su “radicalidad democrática” y el Caribdis de la realidad del poder económico del capital, que prefieren representar bajo las formas de sus sombras (BCE, Comisión Europea y FMI), así como las de sus socios europeos (Frente de Izquierdas francés, Die Linke, Bloco de Esquerda, opciones similares escandinavas, Podemos e IU). Sus socios también han perdido pie por su dinámica de rebaja programática permanente (Podemos), otros por haber sido superados en su radicalidad por los neofascismos (Frente de Izquierdas) y algunos porque enfrente tienen a partidos comunistas más combativos, caso del Partido Comunista Portugués frente al Bloco de Esquerda. Y no faltan quienes están empeñados en homologarse dentro de la respetabilidad sistémica (Die Linke).

Sin embargo, hay una explicación complementaria y de gran calado, que tiene que ver con el marco político y que explica la impotencia de la neo-socialdemocracia. Se refiere a las reglas del juego de la legalidad burguesa.  El “parlamentarismo” como expresión del escenario en el que se desarrolla el combate político, la aceptación del Estado burgués como un órgano neutro desde el que se puede hacer cualquier tipo de política –la prosistémica y la supuestamente crítica-, la asunción de la legalidad institucional y sus límites, el respeto a los compromisos internacionales desde una “política de Estado” y la sustitución de la idea de destrucción del Estado capitalista por el de la ocupación política del mismo por el nuevo gobierno de turno, ayudan a entender mucho del porqué el nuevo reformismo está herido de muerte.

Detrás de esta seducción ante el entramado jurídico-institucional de la burguesía, que es tan nueva como sus antecedentes en el reformismo de Bernstein a finales del XIX y de Kaustsky a principios del XX-, está el fetichismo de la “ilusión democrática”. La creencia de que lo que se opone a lo no electivo (corporaciones capitalistas, órganos del capital como el FMI, el BCE o la Comisión Europea) se encuentra en lo elegido por “la ciudadanía”, ese engendro abstracto que hace tabla rasa de la diferencia de clases e intereses en su interior. Y para ese segmento reformista, la panacea del “cambio” se encuentra ahí.

Este discurso, que ha sido el gran gadget argumental del reformismo en estos años de la crisis, desde los indignados 15Mayistas hasta todas las organizaciones políticas y no gubernamentales, tipo ATTAC, que han tenido algo que ver con esa versión del radicalismo democrático pequeñoburgués durante estos años, tiene los pies teóricos y reales de barro.

Exceptuando los parlamentos nacionales y regionales, los municipios y el Parlamento Europeo, el resto de órganos en la gran mayoría de los países tienen una composición endógena: se autoeligen. Desde el Consejo del Reino, a las diputaciones, desde el BIRD y el Banco Mundial, al Consejo de Europa, desde la UNESCO y la ONU a las instituciones judiciales o la dirección de las empresas. Y lo más relevante es que en la infraestructura económica- la democracia social e igualitaria, que es la real, y se llama socialismo- , salvo en el caso de las cooperativas, todos los órganos son de naturaleza oligárquica. Pero no se escuchaban entonces los gorgoritos “democráticos” de los paladines reformistas antiausteridad. No había necesidad de ninguna demagogia de disidencia controlada. 

Pero aunque los organismos mencionados, y otros muchos que no cito, hubieran sido elegidos por sufragio universal o, al menos, por todos los sectores afectados por los mismos, ello no evitaría las tendencias oligárquicas propias de la naturaleza de la estructura social y económica en la que se integran. ¿Alguien supone, de verdad, que las opciones realmente anticapitalistas tienen las mismas posibilidades de ser elegidas que las prosistema? ¿De verdad creen ustedes que hay una libre competencia en lo político, en el que no sean primadas financiera, política y mediáticamente una parte de las opciones concurrentes? ¿Creen que el debate político está siendo reproducido de un modo sincero, no manipulado y equitativo? ¿Tienen ustedes muchos ejemplos en nuestro entorno geográfico en los que las cosas hayan sido de otro modo cuando una propuesta política se haya planteado el derribo del capitalismo? Cuando fuera del entorno europeo han surgido opciones, no socialistas, sino de democracia popular,¿ han notado ustedes el talante democrático de los medios del capital financiero, militar, terrorista, “diplomático”, mediático, económico, “cultural”?

La democracia que ustedes, los “demócratas” reformistas, neopopulistas y socialdemócratas de nuevo cuño nos ofrecen como opción antiausteridad huele a una vieja claudicación histórica. A la renuncia ideológica que ustedes representan. A la clase pequeñoburguesa que siempre acaba ofreciendo saldos de productos que no arreglan nuestras vidas pero sí sus cómodas conciencias.

La auténtica democracia de la que ustedes no hablan apunta directamente al corazón del capital. Tiene que ver con la protección del ser humano, ocupado, parado o jubilado, por el hecho de haber nacido- algo muy distinto a su renta básica universal, que va a consistir en el “toma 600 euros y búscate la vida porque se acabaron la sanidad, la enseñanza y las pensiones públicas”-, tiene que ver con el control de las producción por los trabajadores, tiene que ver con  las comunas como forma de organización barrial, educativa o de otro orden colectivo. Y sí, además hace falta la representación pero en auténtica igualdad de condiciones. El resto es farfolla.

Los comunistas no tenemos respuestas sobre todo esto. Sabemos dónde estamos y dónde queremos ir, sabemos que nos falta mucho recorrido pero no funcionamos sobre programas electorales sino en base a programas mínimos y máximos. Somos conscientes de que necesitamos buscar respuestas.

A finales de Septiembre, en Madrid, una parte de nosotros, no tenemos derecho a hablar en nombre todos, nos encontraremos para buscar respuestas, aprendizaje y espacios de encuentro comunista.

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"Propuesta: "juguemos a la revolución en verano""

4 de agosto de 2015

PROPUESTA: “JUGUEMOS A LA REVOLUCIÓN EN VERANO”

El esforzado lector que responda a todas
estas preguntas será premiado con la Orden de
Lenin Niño
Por Marat

Dándole vueltas a esto de la rendición de Syriza, el ciudadanismo interclasista, la tribu podemita, sus rebajas ideológicas permanentes, los Ahora en Cómún y toda la retahíla de contribuciones ni de izquierdas ni de derechas o, de izquierda “ma non troppo”, se me ocurre lanzarles una pregunta, con su preámbulo correspondiente: “Dado que ya sabemos lo que puede esperarse de esta “gente”, ¿qué se les ocurre que podría hacerse desde la izquierda revolucionaria, es decir, desde la izquierda comunista?

Tranquilos, que no cunda el pánico, dejen que la orquesta del Titanic siga tocando alegremente en cubierta. Tómense como actitud irónica la visión de algunas escenas de “Y la nave va” de Fellini. Relájense esos que intentan escapar a la pregunta desde la consabida pose de egipcio, dénle una vuelta los ortodoxos que creen que recurriendo a las palabras sagradas del Kremlin le hacen la cobra a la pregunta.

L´inchiesta se descompone en otras muchas preguntas, a cuál más sencilla e impertinente. Se las voy exponiendo según me nacen del caletre:

¿En el contexto de capitalismo financiero e industrial desregulado internacionalmente, capaz de transferir su dinero de un país a otro en una fracción de segundo, cómo meterle la zancadilla desde una posición revolucionaria? Tómense un rato para sobreponerse a la pregunta.

¿Si ciudadano es = a consumidor de la banca, de los servicios públicos/privados, de cualquier cosa porque ciudadanos somos todos, víctimas y verdugos, trabajador/asalariado/explotado es = a…….? Muchos puntos suspensivos. Miren dentro de su realidad los ilusos que se creyeron eso de que eran clase media pero descubrieron más tarde que habían  descendido a la realidad del paro y a una condición que les repugna admitir que son. No esquiven, la pregunta está ahí, delante de sus ojos.

Si la “democracia” es tan opuesta no al capitalismo, palabra que a tantos les irrita pronunciar porque, en el fondo, es su “Eldorado” mental, sino al BCE, el euro, la UE no, claro (cuidado, que les muerde, pero les sigue gustando por aquello de que un día llovió dinero de allí, sin preguntarse a cambio de qué) y el FMI, ¿porqué todos los poderes económicos la reclaman y demandan de ellos más transparencia, justo lo que hacen los partidos emergentes?

¿Si muchos de mis lectores creían que gobierno era = a poder y han descubierto que no es así, porqué les ofende que se lo recuerde cuando opino en mis textos sobre Syriza, Podemos o IU?

¿Si la crisis capitalista remite durante un período en el que parezca recuperarse la macro y la microeconomía (la de las familias trabajadoras), qué puede hacer una izquierda comunista, no para resistir, porque nos han derrotado de la peor manera cuando la crisis era más aguda, sino para recuperar su discurso, fortalecerse y avanzar en términos reales y no de la ficción parlamentaria?

¿Es posible la recuperación de una cultura comunista que no huela a naftalina ni suene a textos bíblicos ni tampoco a travestismo reformista? ¿Cómo? Cuéntenmelo después de la publicidad.

¿Cómo crear una conciencia política que penetre en la clase trabajadora y que no nos subordine al “cretinismo parlamentario” sino que sea capaz de crecer sin depender de él y crear poder social?

¿Es posible encontrar puntos de unión entre las diversas culturas comunistas que no pasen por las etiquetas, los nominalismos, las descalificaciones mutuas y las verdades eternas sino que se basen en la lealtad, la cooperación solidaria, la voluntad de encuentro, el esfuerzo en el pensamiento y la reflexión y la unidad de acción en las luchas?

¿Sobre qué planteamientos asentar la unidad ideológica de una clase trabajadora fragmentada en multitud de categorías que no han cambiado su condición de explotada pero que han logrado hacerla creer que está desapareciendo porque ya no lleva mono de trabajo?

¿Se puede seguir asegurando hoy que no se es comunista si no se milita en un partido comunista, cuando la inmensa mayoría de quienes actualmente se reconocen como tales no están organizados bajo tal forma, y no existen partidos de vanguardia porque ésta ha de ser reconocida y toda vanguardia exige su retaguardia?

¿Debemos los comunistas encontrar espacios de igualdad en la relación que permitan pensar, elaborar, debatir y luchar codo con codo a los que no estamos organizados bajo las formas clásicas con los que sí lo están, si estos últimos lo desean y están dispuestos a ello? ¿Pueden enriquecernos a todos estas nuevas fórmulas? ¿Podría nacer de ahí una nueva organización comunista bajo la idea de no imposición de partido guía sino de voluntad de encuentro y aprendizaje entre todos?

¿Cuáles podrían ser hoy esos puntos de encuentro en lo práctico, desde una concepción laica y revolucionaria de la política, con unos objetivos de lucha inmediata que nos permitieran ir preparando un programa político (no electoral) de acumulación de fuerzas con el objetivo de derrocar el capitalismo para iniciar una sociedad socialista?

Todas esas preguntas y muchas otras que exceden a mi inteligencia y a mi capacidad van a ser planteadas a partir de Septiembre.

A finales de ese mes un grupo de marxistas realizaremos una primera reunión abierta a todos los comunistas con y sin apellidos. Nacerá entonces un espacio de encuentro comunista, que será presentado previamente, con el objetivo de convocarnos a todos los que creemos en la lucha de clases, combatimos el ciudadanismo y el populismo, perseguimos la centralidad de la clase trabajadora en las luchas y pretendemos la destrucción del capitalismo para abrir paso al socialismo sin caer en electoralismos espurios.

Pónganse las pilas. Traten de hacerse en voz alta las preguntas planteadas y muchas otras más necesarias que nunca porque el futuro exige de toda nuestra inteligencia y de toda nuestra capacidad de desafío. 

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Convocatoria por un Espacio de Encuentro Comunista. Fuente original de la convocatoria: https://encuentrocomunista.wordpress.com/