Por
Marat
“Y
Pedro Navaja, puñal en mano le fue pa' encima
El
diente de oro iba alumbrando toa la avenida, ¡hizo fácil!
Mientras
reía, el puñal le hundía sin compasión
Cuando
de pronto sonó un disparo como un cañón
Y
Pedro Navaja cayó en la acera mientras veía, esa mujer
Que
revólver en mano y de muerte herida, a él le decía
"Yo
que pensaba: hoy no es mi día, estoy salá"
"Pero
Pedro Navaja, tú estás peor, no estás en na'"
(…)
Pedro
Navaja, matón de esquina
Quien
a hierro mata, a hierro termina
Valiente
pescador, pa'l anzuelo que tiraste
En
vez de una sardina un tiburón enganchaste”
(“Pedro
Navaja”. Rubén
Blades)
Lo
mínimo que cabe exigir a los guionistas de una serie de intriga
política es un compromiso, no con la verdad, que es cosa de curas y
profesores de ética en educación secundaria, sino con un contenido
y trama lo bastante interesantes y novedosos como para que el
espectador sienta que es tratado como si fuese inteligente, aunque
los hechos demuestren que rara vez lo es.
No
es el caso. La escenificación del enfrentamiento entre los socios
minoritarios del gobierno del PSOE es de una cutrez impresionante.
Está en línea con las performances del programa de telebasura
“Sálvame”. En consonancia, el director de dicho programa, Jorge
Javier Vázquez, fue una de las estrellas invitadas al acto público
de presentación de Sumar en Magariños.
Si un exnazi como Jorge
Verstrynge pudo transitar desde la Alianza Popular, precursora del
PP, al PSOE, luego a Izquierda Unida y, por último, recalar en
Podemos, por qué un excelso representante de la casquería
televisiva no iba a apadrinar a lady Díaz.
Quien
opte por entrar en los dimes y diretes, en quién inició la agresión
y quién se supone que se limita a defenderse, en los distintos hitos
del enfrentamiento Sumar-Podemos, carecerá de toda perspectiva de lo
que realmente sucede en el espacio parlamentario, o con vocación de
tal, a la izquierda del PSOE y lo hará, desde una perspectiva
limitada al juego reformista y a la apuesta por uno de los dos
contendientes.
Conviene
situarse en el contexto del conflicto y entender el trasfondo del
mismo para ver lo que se juega en esta timba de tahúres políticos.
Hablemos
de hechos.
El
marco postpandemia, las políticas del Plan de Recuperación (fondos
Next Generation) de la UE, la amenaza de una posible nueva recesión
de la economía mundial y europea, los tipos de interés elevados y
las tasas de crecimiento particularmente bajas, son el marco que
explica la aceptación de la política económica y social del
gobierno de coalición.
El
PSOE tiene a gala mostrarse ufano de las coincidencias de su política
económica y social con las de la Comisión Europea. Es lógico
porque sus votantes son aún más acríticos y desinformados que los
de Unidas Podemos de lo que representa aquella respecto a los
recortes del Estado Social que tanto una como otra parte del gobierno
español venden como avances sociales y mejoras en las políticas de
igualdad. Ejemplos hay unos cuantos pero baste citar la la reforma de
las pensiones y la tan reivindicada como gran éxito progresista, la
reforma laboral.
La
reforma de las pensiones responde a los requerimientos del ya viejo
Pacto de Toledo de “corregir el excesivo” gasto en pensiones, se
abre la puerta a su privatización, mediante un sistema dual, con la
idea de los planes de pensiones paneuropeos, que supone la entrega de
parte de las cotizaciones de los trabajadores al capital financiero;
el período de computo pasa de 25 a 29 años y la edad de jubilación
se consolida en los 67 años, lo que perjudicará especialmente a los
más jóvenes por su precariedad laboral y la revisión del modelo de
financiación de las pensiones cada tres años, propuesto por la
AIREF (de donde proviene el ministro de la Seguridad Social,
Escrivá), no necesitará pasar por el Parlamento, lo que implica una
burla a la representación de la soberanía nacional.
La
reforma laboral mantiene el despido fácil y barato de la reforma
Rajoy, dejando como estaba en el despido improcedente los 33 días
por año trabajado y un tope de 24 meses, permite, como anteriormente
sucedía, que la empresa cambie sustancialmente las condiciones de
trabajo de un empleado y le despida con un máximo de 20 días por año
trabajado, con un tope de 12 meses, no recupera los salarios de
tramitación y perpetúa la precariedad laboral, aunque con el bonito
nombre de “fijos discontinuos”.
Es
llamativo como el candidato de IU a la alcaldía de Oviedo, Gaspar
Llamazares, trata de dar la vuelta a la subsidiariedad (Tratado de
Maastrich de la UE) de las políticas económicas, de empleo y
sociales del gobierno español y la orientación ideológica de las
mismas respecto de la Unión Europea. Dice así
este buen hombre:
“El
paradigma de la izquierda está cambiando, queramos o no queramos
darnos cuenta. Por ejemplo, la UE ya no es la que era, no es la misma
desde el proceso de la pandemia y, probablemente, no sea la misma
después de lo que va a ocurrir en la guerra y la crisis financiera
que se anuncia. Digamos que está en una evolución y no una
evolución negativa que explica cómo convergen ciertas políticas.
Resulta que un gobierno social-comunista, protervo, que iba a
desmantelar no sé qué, coincide con las políticas de la UE
en estos momentos”.
El término “desmantelar”
es un “lapsus linguae”
en boca de quien sabe bien que en los tiempos que corren y en los
venideros hay y habrá que hacer lo que haya de hacerse, lo haga el
de la empanada gallega o la reedición del gobierno más progresista
de la historia, como gustan decir en Unidas Podemos.
Mientras
continúen fluyendo los fondos europeos se seguirá subsidiando (no
confundir con la subsidiariedad antes citada) mediante ayudas
temporales, raquíticas en cuantía a cada beneficiario, que no nacen
de derechos conquistados sino de la voluntad del ejecutivo, las
consecuencias de las reformas sociales y económicas que van
desmantelando, ahora sí, los últimos flecos del Estado Social.
En
lo relativo a estas políticas no hay diferencias entre los socios de
gobierno, ni entre los miembros de Sumar en el Parlamento y entre los
de Podemos, por lo que mal puede intentar argumentarse que Yolanda
Díaz y Sumar están a la derecha de Pablo Iglesias y Podemos, cuando
estos dos últimos sacan pecho por su supuesta influencia decisiva
en lo que llaman la orientación progresiva de las mismas.
Los
enfrentamientos entre Sumar y Podemos empezaron a cobrar un carácter
de guerra pública cuando el horizonte electoral empezó a
complicarse, manipulaciones del CIS aparte, tanto para el PSOE como
para Unidas Podemos, especialmente para el socio minoritario que,
encuesta tras encuesta, iba cayendo.
Para
entonces Podemos era ya percibido por amplios sectores de la
izquierda social, intelectual y, en menor medida política, porque
representaban menos que Podemos, parte del problema y no de la
solución. De ahí nace el camino que lleva hasta Sumar y la
conciencia por parte de Podemos de que ya no podría liderar un
proyecto de reconstrucción de la izquierda sino, en el mejor de los
casos, ser parte del mismo, algo que tampoco tenía tan claro que le
dejarán ser. Demasiada humillación para Podemos que reclamaba en
base a un pasado del que carece en el presente. “Rentabilidades
pasadas no garantizan rentabilidades futuras” (Comisión
Nacional del Mercado de Valores)
No
hay suficientes cargos con buen sueldo para tantos candidatos
dispuestos a pillar cacho. La situación hoy de Podemos ya no es
la riada que entonces parecía que iba a anegar al PSOE. Ahora apenas
se mueve el riachuelo. Hoy en la enfrentada izquierda hay muchas más
ambiciones personales que satisfacer y previsiblemente muchos menos asientos para acomodarlas.
Podemos,
las imposiciones de un restringido aparato que en el pasado parecía
todopoderoso y sus purgas internas, han generado un inmenso
resentimiento en exsocios y exmiembros, dispuestos ahora a tomarse su
venganza. No deben olvidarse tampoco los miembros aún activos, y
pasivos, del mismo, que irán abandonando el barco, según sondeos y
resultados electorales en mayo y en diciembre vayan demostrando que
apenas flota. Los asaltacielos y sus restos acabarán asfaltando los
suelos.
La
decepción y el hastío que los podemitas han provocado entre
intelectuales e “influyentes profesionales” son más poderosos en
su aproximación actual o, al menos, neutralidad hacia Sumar, que el
poder de atracción de éste y su reina mediática.
Las
diferencias programáticas entre Podemos y Sumar son previsiblemente
mínimas, como la experiencia de la participación de los distintos
componentes de Unidas Podemos en el gobierno de coalición ha
demostrado. Las diferencias son de matiz, tono y talante.
De
ahí que las dos figuras centrales de la bronca necesiten extremar
esas diferencias formales, a través sus púgiles principales:
Yolanda Díaz y su sonrisa eterna y excesiva, que busca el voto por
simpatía personal, antes que por ideas, y el rictus crispado y
colérico de Pablo Iglesias, secundado por Irene Montero y Ione
Belarra, que busca el refrendo del izquierdista que se cree rojo
porque grita fuerte en twitter.
¡Qué
recuerdos, aquellos del eslogan podemita de “su odio, nuestra
sonrisa”! Pronto, de seguir el reparto de hostias entre los
miembros de ambas facciones, a Yolanda Díaz también se le irá
amargando la sonrisa, mientras los fans de uno y otro lado irán
menguando, más por el aburrimiento derivado de la falta de novedad
en el espectáculo que por la inteligencia necesaria para entender
que donde no hay sustancia todo es irrelevancia. Bienvenidos al gran
circo americano de la política como ficción.
En
la política de las democracias liberales todo es percepción. Cuando
el espectador y potencial votante compara tonos, estilos y
expresiones, ve que, a pesar de las coincidencias programáticas, la
suavidad de Sumar y de Díaz es más coherente para un mismo
reformismo que no saca los pies del cesto que la nota macarra y
bronca de Iglesias y Montero, por lo que llegan mejor y con más
aceptación sus mensajes. Venden el mismo apósito, como si fuera un
fármaco, pero mientras el primero parece paliativo, el segundo
resulta simplemente irritante para la mayoría de la audiencia,
incluso la potencialmente próxima.
En
cualquier caso y como la política es asunto de percepción y también
de información, la imagen que presenta Díaz de su gestión, y la
que se está proyectando sobre Sumar con los ERTEs, la reforma
laboral y las subidas salariales es mucho más fácilmente vendible
que el fiasco penal del “sólo sí es sí”, la “ley trans”,
que ha dividido al feminismo y la campaña de brocha gorda del “Ahora
que ya nos ves”, por
mucho que Montero y Podemos se empeñen en decir lo contrario.
El
agotamiento de Podemos, como oferta política de peso en la
combinatoria postelectoral e “ilusionante”, requiere de una
metamorfosis del bucle neoreformista y postlaborista, iniciado por el
PCE con la invención de Izquierda Unida; aquella de la sopa de
letras del oportunismo político más burdo (Tamames, los carlistas,
Izquierda Republicana y el propio PCE), se reencarna ahora en Sumar.
Se trata de mantener abierta la “ilusión del cambio progresista”.
Conviene que se sepa que “ilusión” viene del nominativo latín
“illusio” y de su genitivo “illusionis”, que significan
“engaño”, proveniendo ambos de “illusus” que,
etimológicamente, ha dado en el español “iluso”. A su vez,
“illusus” es el participio del verbo “illudere”, que
significa “burlarse de”, “mofarse de”.
Significativamente,
en castellano ilusión tiene un significado más positivo, el de
“esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo”.Y,
más significativamente aún, esa segunda acepción está muy
conectada con el marketing, la publicidad y la política, del mismo
modo que el mercado de consumo bajo el capitalismo y su formato
político de la democracia representativa se investigan con las
mismas herramientas de medición distributiva (encuesta) y de
análisis estructural (técnicas cualitativas). Se trata de generar
el deseo que mantenga al consumidor/elector integrado dentro de un
único orden social, el del capitalismo y su arquitectura política.
Dentro
del eje posicional derecha vs. izquierda, ésta corre el riesgo de
ver su segmento muy reducido por el debilitamiento paulatino de su
nicho más izquierdista, el de Unidas Podemos. La sangría de votos
de la coalición, la pérdida de socios, el desgajamiento de partes
del propio Podemos, las broncas internas del propio partido, la
salida de miembros destacados del mismo, las purgas de muchos de sus
dirigentes a niveles nacional, autonómicos y locales, las luchas de
poder, la negativa imagen externa proyectada por Pablo Iglesias sobre
su propio partido, la erosión producida por su participación en el
gobierno, su debilidad territorial, derivada de una escasa militancia
y de la desaparición de sus círculos, ha envejecido velozmente a un
partido en apenas 9 años. El agotamiento de Unidas Podemos es, ante
todo, la crisis de Podemos, pues Izquierda Unida es, desde 2015, un
cadáver político sin enterrar.
Ahora,
en la moviola del eterno retorno, Podemos se cuece en su salsa de
circulitos morados y los conjurados alrededor del “significante
vacío” Sumar le señalan como al “típico
izquierdista
tristón,
aburrido,
amargado”
e intentan impedir
que se les acerque mientras parecen decir “ven”. Dice Alberto
Garzón “algo
de
esto
ya
lo
he
vivido
antes”.
El uróboro se come la cola.
La
novedad, siempre hay algo nuevo en todo lo repetido (en ocasiones
puede llegar a ser más sustancial de lo evidente en el decurso de
los acontecimientos futuros), está en cómo se está construyendo
Sumar y en cómo se creó Podemos.
Podemos
tomó la forma inicial de simulado movimiento asambleario post15M
aunque, como éste, tenía su propio núcleo duro que había de
“orientar” sus pasos. Salvo los aventureros oportunistas de
Izquierda Anticapitalista, históricamente habituados al entrismo
(antes lo hicieron en Izquierda Unida como Espacio Alternativo), el
Podemos original no integraba más partidos. Con el tiempo se iría
configurando como tal, con su propio aparato ya jerarquizado y la
salida de los “anticapis”, que se quedaron
Sumar,
en cambio, se conforma antes como alianza de organizaciones y
partidos (Izquierda Unida, PCE, Más Madrid/Más País, Verdes Equo,
Alianza Verde, Cataluña en Común, Compromís, Galicia en Común,
Coalición por Melilla, Proyecto Drago, Chunta Aragonesista,
Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía (Ceuta), Iniciativa del
Pueblo Andaluz y Batzarre. Llamativamente una parte de ellos son
escisiones de Podemos y socios y exsocios de Podemos. Ello puede
tanto suavizar las tensiones entre Podemos y Sumar como excitarlas.
Pero la realidad es que la inmensa mayoría de ellos los que
participan con algún protagonismo en esta granizada de hostias a un
lado y otro del ring son largamente conocidos como intrigantes de
largo recorrido en las organizaciones por las que han pasado (en
asuntos de transfuguismo son unos cuantos los que dejan a Toni Cantó
a la altura de un aficionado), eficaces martillos de herejes y
vividores de la política como primera y única profesión de la que
sólo la biología habrá de jubilarles.
Aunque
los primeros
pasos de
Sumar se
dieron, en la fase de consulta,
como “una asociación
que quiere servir para impulsar un movimiento ciudadano”, según
se expresa aún en su web, más allá de la presencia en las fotos
del acto de Magariños, la realidad es que estamos ya en una fase del
protagonismo de los partidos. La primera fase tenía por objeto
vestir de aspecto participativo al títere de la “ilusión”, con
un guiño a los nostálgicos del 15-M, al contar con el economista
keynesiano Joseph Stiglitz entre sus asesores. No hay necesidad de
alarmar al mundo de la empresa incorporando a un economista marxista.
En esto no hay originalidad
alguna: Sumar sigue milimétricamente el proceso de formación de
Izquierda Unida en 1986, con un PCE infinitamente más débil y una
IU que busca su resurrección con otro disfraz y una líder con más
aceptación social demoscópica que cualquiera de los coordinadores
generales que tuvo aquella.
En cualquier caso, la
desigualdad entre un Sumar formado por una coalición de siglas y
encabezado por una lideresa con escasa conexión orgánica, salvo su
carnet del PCE deja a ésta, por carismática que sea su proyección
política, en una situación de debilidad tanto interna como externa.
En el intercambio de caricias
entre Sumar y Podemos, éstas se concentran, tanto para su emisión
como para su recepción, en Yolanda Díaz, que sólo puede contar
como infantería más activa con opinadores mediáticos, fans de las
redes sociales y un cierto entusiasmo comedido de algunos de
comunicación (La Sexta, El País, El Diario, la Ser).
Pero
no puede contar con la asistencia bélica de Izquierda Unida, los
Comunes o Equo porque para las elecciones municipales y autonómicas
próximas van integrados en las candidaturas conjuntas de Unidas
Podemos y sus denominaciones locales en gran parte del territorio.
Los partidos de ámbito regional no se implican abiertamente en esa
guerra porque su objetivo es reforzarse dentro de las sinergias de la
marca paraguas Sumar y ésta no se presentará a las elecciones del
28-M. En cuanto al errejonismo su guerra con los podemitas es de baja
intensidad.
Podemos
dispone de un ejército más estructurado, cohesionado y variado.
Además de sus dirigentes con acogida médiática general, al menos
para esta guerra (Iglesias, que dirige toda la estrategia, Montero,
Belarra, Echenique, Pablo Fernández), disponen de algunos medios muy
cercanos (Público, CTXT) y un medio propio (Canal Red, ahora
en TDT), de impacto y
audiencia limitados, pero desde los que se imparte doctrina,
artillería constante contra su socio de gobierno, el PSOE y
pellizcos a Yolanda Díaz. Así mismo, Podemos cuenta con un conjunto
de opinadores que se encargan en sus entornos amigos de que no
decaiga el enfrentamiento y de varios miles de hooligans en redes
sociales, especialmente fanatizados en twitter que agitan el insulto
por bandera argumental.
Así las cosas, es la propia
Yolanda Díaz, salvo asistencias limitadas, la que debe responder a
las invectivas podemitas, Cuando acierta en tono y contenido de la
respuesta, el éxito es de todo Sumar. Cuando yerra, como en el caso
del tratamiento que hizo a la figura de Iglesias en la entrevista de
Évole, transmitiendo la idea del enfrentamiento Podemos-Sumar en
algo personal, justo la idea que los primeros buscan que cale
socialmente, el error es suyo.
Del
mismo modo que la opinión de un periodista no es la suya sino la de
su medio, la orientación de la entrevista no la marcó Évole sino
La Sexta. No hay error de
Évole. En la guerra de ésta
con Podemos, Sumar es un instrumentos útil, pero no ignoran que el
objetivo de su matriz mediática Atresmedia es que el PP gobierne
tras las próximas elecciones generales.
¿Quién
ganará esta guerra a hostia limpia? Es seguro que Podemos no. Tras
las autonómicas y municipales llegará la constatación de muchos de
sus todavía miembros, sobre todo de los no electos, de su fracaso
histórico, al ver a donde han llegado tras su primer Vistalegre. No
creo que aún sea el “sálvese quien pueda”, faltan las generales
pero, para éstas, ya volarán las agujas de los relojes de sus
cargos pidiendo sitio en Sumar, con la cabeza de Iglesias y Montero
(el resto son 0), como busca Yolanda Díaz y casi todos sus socios, y
antes le pasó a Cayo Lara,
salvando la distancia en honorabilidad entre uno y otros.
Y a Sumar, ¿cómo le irá? En
primera instancia depende de cómo les vaya a sus partidos coaligados
en las autonómicas y municipales, por mucho que Sumar no se presente
a ellas, y de cómo gestione Yolanda Díaz su participación en las
campañas de sus socios.
A quienes vayan en coalición
con Podemos no les irá bien porque las listas son cerradas, aunque
ya se sabe que todo se matiza luego para consumo interno.
Según cómo le vaya a Colau, a
Compromís y a Más Madrid, la cosa de Sumar tirará mejor o peor.
Y sobre todo a Sumar le irá según sumen sus miembros lo suficiente o no con Podemos y con el
PSOE el 28-M.