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14 de agosto de 2024

NORMALIZANDO A MICHEL HOUELLEBECQ

Por Marat

La plataforma de cine Filmin ha estrenado recientemente una película -“En la piel de Blanche Houellebeq”-, una especie de “tanto monta, monta tanto” Michel (Houellebecq) como (Blanche) Gardin, del director Guillaume Nicloux en la que, como en el caso de Isabel y Fernando, quien de verdad corta el bacalao es el hombre, por mucho que aparente un coprotagonismo entre el extravagante escritor y la prolífica humorista.

Para quien no esté familiarizado con Houellebecq baste decir que es el autor de “Ampliación del campo de batalla”, “Las partículas elementales”, “Plataforma”, “Sumisión” o “Aniquilación” y el más leído en Francia. Esto no quiere decir mucho. Durante años lo han sido las novelas del conspiranoico estadounidense Dan Brown (“El código Da Vinci”). Ambos hacen una literatura muy útil para leer en el metro, donde la exigencia intelectual no es muy alta pero sí la necesidad de llenar el tiempo en ese no lugar apto para topos y zombis urbanos. La ventaja de Brown sobre Houellebecq es que escribe biblias cuyo tamaño permite su lectura durante la duración de un abono transporte de 30 días en la línea más larga de una gran metrópoli. La de Houellebecq sobre Brown es que, a diferencia de éste, él sí escribe literatura, aunque cargada de pus, odio, resentimiento y prejuicio. Cuando se lee “Plataforma” o “Aniquilación” es fácil sentir como el tufillo a vómito y a bilis evoca, ciertamente con más ironía y un punto más de sutileza, al “Viaje al final de la noche” del escritor, entonces en transición hacia el fascismo, Louis-Ferdinand Céline. De hecho, él no niega la influencia de este último en su obra y en su pensamiento.

Hay una virtud en el estilo sociológico de la literatura de Houellebecq -sólo los necios niegan los méritos de sus enemigos- Sus novelas y ensayos reflejan bien un cierto estado de ánimo de una parte de las sociedades del capitalismo avanzado francés y europeo, el de quienes se van acercando al fascismo como reacción a sus miedos al futuro y a la ausencia de esperanza.

Detecta con agudeza los síntomas del liberalismo de las sociedades modernas en el vacío existencial del ser humano masificado y, a la vez, artificialmente individualizado y desarraigado de su ethos social. Pero su artillería no la descarga contra el liberalismo y el capitalismo a los que dice enfrentarse, sino contra las expresiones culturales, ideológicas, sociales y políticas que se producen en el marco de la sociedad capitalista: el feminismo, el antirracismo y el internacionalismo, el ecologismo o el islamismo, potenciado (Afganistán, Siria, Irak, Libia) por el propio globalismo de los EE.UU. y sus títeres. Llamativamente su esquema teórico se parece mucho al del rojipardo Diego Fusaro, si bien las piruetas retóricas de este último resultan extremadamente empalagosas y pedantes y sin la acidez irónica que destila el francés.

No voy a caer en la tentación de exponer un conjunto de párrafos de sus libros más conocidos para mostrar la misoginia, el racismo y la xenofobia de Houellebecq, especialmente si su rechazo étnico se sustenta desde el tamiz religioso, de modo que la actitud hacia la procedencia de una persona y hacia esa misma persona venga marcada por la religión dominante en su país de origen o de sus padres. Al fin y al cabo, yo también creo que la religión, sin distinción de fe, es el opio del pueblo y Houellebecq tiene nostalgia del dios católico -quizá por eso su imagen pública sea la de alguien permanentemente a un estado de viaje psicodélico- en cuyo nombre hoy se mata mucho menos que el terrorismo islámico sencillamente porque desde las cruzadas y la inquisición acá ha perdido bastante fuelle. En esa tarea violenta pronto la basura sectaria evangélica sustituirá al catolicismo.

Condenar a Houellebecq por lo que dicen los personajes de sus novelas es no distinguir la ficción propia de la novela de la realidad, la literatura como fantasía del mundo concreto, el personaje que habla en el libro de la persona que la escribe, por repugnante y vomitivo que resulte el relato. Eso sería propio de talibanes y censores.

En su accionar de la vida real Houellebecq necesita también un personaje. Necesita cultivar la imagen de un “enfant terrible pour épater le bourgueois”. -Nada tan burgués como querer escandalizar para no parecerlo- Necesita que la clase media, que es la que compra sus libros, sienta que está ante un personaje tan auténtico y excesivo como los que pueblan sus novelas. Mal que bien lo iba logrando, si bien con una eficacia decreciente, una vez que sus declaraciones públicas de ultrafacha en permanente estado etílico han conducido a que se imite en bucle a sí mismo y a que el vídeo haya matado a la estrella, el personaje al actor. En cualquier caso, si de epatar se trata, lo consigue mejor que Juan Manuel de Prada -otro de la misma cuerda político-ideológica-, ese niño aburrido y gordito en día de primera comunión que gusta a los neofalangistas que dicen que son comunistas y escribe, como el francés, desde la nostalgia reaccionaria pero con un tono de ñoño jugando a parecer malote.

El punto más álgido de Houellebecq como piedra de escándalo, y pretendida conciencia profética de los males de la sociedad occidental, lo alcanza el escritor el 16 de noviembre de 2022 en la entrevista que Michel Onfray le realiza para la revista Front Populaire. Conviene aclarar que Front Populaire es una publicación transversal, lo que en la propia definición de la revista se expresa así: “Desde 2020, un sitio web y una revista para todos los soberanistas, de izquierda, de derecha, de ninguna parte y de otros lugares”. Con una izquierda en crisis posiblemente terminal (hay incluso zombis. Están en twitter-X) y una extrema derecha reclamando horda (patria) y soberanía y buscando respetabilidad y aceptación, saquen ustedes sus propias conclusiones. Allí Houellebecq realiza explosivas declaraciones del tipo:

La Reconquista empezó en España cuando estaba bajo la dominación musulmana. Todavía no estamos en esta situación, pero lo que podemos ver es que la gente se está armando. Compran armas, hacen cursos en campos de tiro. Y no son exaltados. Cuando territorios enteros estén bajo control islamista, creo que se producirán actos de resistencia. Habrá atentados y tiroteos en mezquitas, en cafés frecuentados por musulmanes... En resumen, habrá un Bataclan al revés. Y ellos no se van a contentar con poner velitas y flores, así que sí, las cosas pueden ir bastante deprisa”.

El gran reemplazo no es una teoría, es un hecho. No hay una conspiración de las élites para acabar con la raza blanca pero se está produciendo un traspaso de población desde África donde las tasas de natalidad son demasiado altas”.

El deseo de la población francesa originaria no es que los musulmanes se asimilen, sino que dejen de robarles y atacarles…

Frente a este tipo de declaraciones cabe preguntarse si no se está incitando a que otro Anders Breivik tenga su día de la venganza en otra carnicería como la de Utoya (Noruega, 2011). Entonces fue contra jóvenes socialistas. Mañana…

Pero ya es hora de que hablemos de la película “En la piel de Blanche Houellebeq”.

Guillaume Nicloux, su director, ha colaborado ya en varias películas con Houellebecq como protagonista: “Thalasso” (con Depardieu de compañero), y “El secuestro de Michel Houellebecq” (tras unos días de desaparición del escritor, la explicación es esta película en la que acusa del hecho a François Hollande y se hace amigo de sus secuestradores-cuidadores).

Tras la publicación de “Sumisión” en 2015, en la que un islamista moderado gana en 2022 las elecciones presidenciales francesas e inicia una involución islámica y proyecta un califato europeo, Nicloux anunció que llevaría a las pantallas la obra. El primer anuncio lo hizo en 2019. La duda era si en formato serie o película. Volvió a anunciarlo en 2020, 2022. La última referencia es 2023 y nunca más se supo.

Quizá es que “aún no esté madura la situación”, quizá que la polémica tras la entrevista que hizo Onfray al escritor hace algo menos de dos años haya revelado un Houellebecq menos presentable de lo que sería necesario. Ahora que “Madamme” Le Pen y su partido “Rassemblement National” están haciendo notables esfuerzos para enmascarar a la vieja derecha fascista, no va a ser cosa de que a uno de sus intelectuales más influyentes sobre la opinión pública le salga un bigotito estrecho debajo de la nariz. Houellebecq todavía puede ser útil unos años más a la causa

En la piel de Blanche Houellebeq” es un intento de normalizar/estabilizar la figura de Houllebecq. Cierto que para una gran parte de Francia, la que vota tanto a Le Pen como a Zemmour, Houellebecq no necesita ser reivindicado o redimido porque se siente reflejada en sus posiciones racistas y misóginas pero asusta y enfurece al resto, ya se trate de una persona de ideas simplemente democráticas, un militante de izquierdas, consciente de lo que se avecina, o un alguien mediáticamente encumbrado al famoseo liberal-progresista. Él mismo reconoce que tras su entrevista con Onfray “de repente había pasado de candidato al Nobel a paria nacional”. Menos mal que, uno de los actores, Luc Schwartz, ex captor de Houellebecq en El secuestro de Michel Houellebecq” y amigo personal y guardaespaldas del escritor, aclara repetidamente en varias escenas de “En la piel de Blanche Houellebeq” que dichas declaraciones le fueron arrancadas a traición por el fundador y figura principal de Front Populaire cuando estaba borracho. Sin duda hacer una brutal manifestación de xenofobia en estado de embriaguez la convierte en “pecatta minuta”. Parece que llevar un pedo como Alfredo realizando actividades ajenas a la escritura es la coartada houellebequiana habitual cuando sus actos afectan a su imagen. Al menos es lo que afirma que sucedió cuando cedió los derechos de explotación y exhibición de la película porno “Kirac 27” en la que participaba como protagonista al director de la misma, Stefan Ruitenbeek y al colectivo Kirac al que éste representa, aunque parece que no estaba intoxicado cuando aceptó participar en dicha “performance” junto con alguna actriz del género. Cabe preguntarse si es que al susodicho se le fue definitivamente la pinza hace ya tiempo o tales excesos son parte del cultivo de la imagen de escritor maldito, que también ayuda a vender libros. Lo cierto es que cuando escribe se le nota fascista pero no perjudicado.

Pero, como el autor de “Sumisión” es un tanto incontrolable cuando habla, su papel en esta película destaca mucho más por sus silencios que por su participación en los diálogos. De hecho, muchos de los personajes tienen más frases en el filme que él, no sólo la cotorra logorreica Blanche Gardin; también su secretario Franck Monier, el guardaespaldas del escritor Luc Schwarz o el vengativo conductor de la limusina, Jean-Louis Gautier. Las intervenciones de Houellebecq son de frases cortas, con frecuencia sin terminar, como guiño al espectador que le conoce suficientemente o que incluso comparte su imaginario, expresiones con un cierto sobreentendido, los equívocos,...un personaje muy civilizado, autocontenido y cínico. Houellebecq aparenta ser el protagonista mentalmente ausente que cede la máxima notoriedad a una Blanche Gardin excesiva, incluso en su papel de madre protectora de un escritor que se deja llevar por los acontecimientos y se muestra indiferente ante las opiniones que escucha, con apariencia de ser un anciano físicamente más acabado de lo que su edad cronológica (68 años) debiera indicar.

El único asomo de rebeldía del novelista es la ironía, que casi se deja caer, como si careciese de importancia. Veamos algunos ejemplos:

  • No me habías dicho que tenías un sobrino ¿Es hijo de tu hermano? (pregunta Houellebecq a la actriz Françoise Lebrun, refiriéndose al actor, director y rapero Jean-Pascal Zadi, que la acompaña). “No, de mi hermana” (Lebrun) “¿Se parece a ti?” (Houellebecq, refiriéndose a la hermana) “Pareces sorprendido” (Lebrun). “Sí, completamente. No me lo esperaba. No me esperaba un chico tan alto” (Houellebecq. Jean-Pascal Zadi es muy negro). Previamente Vincent Volkoff, que hace de asistente del escritor, y J-P Zadi han tenido la misma conversación y éste le dice, un tanto aturullado, que es hijo del hermano, no de la hermana de Lebrun. La respuesta de Volkoff es la misma que la del novelista. Ese cambio de sexo, hermana /hermano sugiere que la supuesta relación tía/sobrino, el cuál en otro momento manifiesta querer dedicarse al porno porque tengo lo que hay que tener, es en realidad de otro tipo.

  • ¿Has visto cómo ha escrito tu nombre?”/“Al menos no ha puesto una K”: diálogo entre su guardaespaldas y antiguo secuestrador en El secuestro de Michel Houellebecq” y el escritor cuando les recoge en el aeropuerto de Pointe-à-Pitre (Guadalupe. Antillas francesas) el conductor negro, Jean-Louis Gautier, de la “limousine” que debe llevarles a la presentación de un libro del novelista, donde finalmente no llegará.

  • Tendrás que contarnos qué ha pasado, Luc” (Blanche a Luc, tras salir huyendo ésta y Houellebecq de una tienda de Pointe-à-Pitre donde se ha cometido un asesinato con machete en el que parece haber participado, cómo no, un musulmán pero de donde Luc sale después de ellos, tras escucharse tres disparos). “Nada, hemos visto lo mismo” (Luc). “Sí, la verdad es que lo que hemos visto es demasiado” (Blanche) “Es un accidente. Se ha resbalado y se ha caído” (Luc refiriéndose al muerto). “Se ha caído justo en el machete y se ha partido el cráneo en dos” (Houellebecq)

  • Más tarde, en relación con el homicidio y los disparos: “Por última vez: ¿has matado a alguien hace poco?” (Houellebecq a Luc) “No Michel, no empieces con eso” (Luc a Houellebecq) “No hemos hecho nada” (Blanche tercia en la conversación) “Nooo” (Houelllebecq).

Junto al casi mutismo, comportamiento al que Blanche reiteradamente le invita, casi le conmina a ejercer, tras el asunto de la famosa entrevista de Onfray – “Al contrario que usted no doy entrevistas, no doy mi opinión sobre las cosas, Michel. Ese es su problema. Deje de dar entrevistas...Usted es un escritor fabuloso. Escriba libros y cállese”-Houellebecq se pasa la película dejándose conducir por los vericuetos y despropósitos por los que sus acompañantes le traen y le llevan (incluido su asistencia al concurso de imitadores de Houellebecq) y lo hace, cuando no dormido (en la escena del taxi su rostro parece la máscara mortuoria de un anciano), medio muerto (tras su casi ahogamiento, por no saber nadar, en la piscina), directamente moco (pimpla vodka como un cosaco del Don) o con un cuelgue que ni Tarzán (DMT, éxtasis, setas alucinógenas y lo que caiga).

La imagen de un anciano desdentado, desgalichado, ridículo hasta la hilaridad con un albornoz criollo, exánime, obediente y traqueteado por un grupo grotesco, zaherido por algunos e interrogado por otros, produce casi pena y ternura. Mostrarle inerme y carente de peligrosidad pública alguna es el primer objetivo de Guillame Nicloux. Conseguido.

El otro, poner en evidencia a la corriente mayoritaria de la izquierda,la liberal-progresista o “mainstream”, que diría ella misma, atacada por el papanatismo de imitar toda la basura ideológica que venga de EE.UU., es aún más fácil. Basta con escuchar sus sandeces:

  • ¿Puedo decir una cosa? Deberías hacer más negras tus novelas. Es importante” (Jean-Pascal Zadi)/“¿Negras?” (Houellebecq)/“Sí, hay demasiados blancos” (J-P Zadi)/ “Ah, negras en ese sentido. Yo creía que decías de humor negro” (Houellebecq). No parece la mejor de las ideas pedirle a un escritor racista que introduzca más personajes negros en sus novelas. A saber qué otros papeles, además de los de chuloputas y narcotraficantes les endilga.

  • A las mujeres directores les llamamos “directoras””/“Yo siempre uso esa palabra”/“Hace poco aprendí a decir “directora””/“Cuando yo era niño decíamos director”/“Que no lo hiciéramos antes no quiere decir que no lo podamos decir ahora”/“Os presento a Nathaly Coualy, que es la directora, como le gusta que digan”/“No especialmente. Me da igual” (diálogo de besugos entre varios que discuten el tratamiento a dar a la coordinadora del certamen de imitadores del escritor. Refleja bien la banalidad del nominalismo en la izquierda).

  • En una de las escenas a Luc, mafioso judío blanco, que se ha hecho unas rastas, una de las organizadoras del concurso de dobles le acusa de “apropiación cultural” por no ser negro. Es como si a un japonés se le recriminara aprender a bailar flamenco por no experimentar la discriminación del pueblo andaluz o del gitano. Dele un puesto de profesor de antropología a un cultureta imbécil y hará de la universalidad de la cultura compartimentos estancos por tribus, justo lo opuesto al internacionalismo y el universalismo.

  • Michel, quería preguntarle una cosa. Sobre lo que pasa hoy en la sociedad, todos los movimientos de la mujer y eso. Cuando leo sus novelas no parece que para usted sea una prioridad la igualdad. Quería saber que piensa usted, ¿me equivoco o…? ¿Qué opina usted de la posición de la mujer en la sociedad actualmente, qué piensa del feminismo” (Elise Cresson). Su intervención refleja muy bien algunos de los grandes males de la izquierda mayoritaria: su tolerante “buenrollismo” con el fascismo. Preguntar a un reputado misogino qué piensa del movimiento de liberación de la mujer resulta obscena e idiotamente ingenuo. Es como preguntar al león si simpatiza con la gacela. Seguro que sí pero de aquella manera.

  • Se produce una situación kafkiana cuando durante la preparación del concurso de dobles del novelista se propone que el público pueda hacerle preguntas sobre diversos temas de actualidad. Houellebecq aclara que ya hace tiempo que no hace coloquios y Luc explica el asunto Onfray. Aún así le plantean varias cuestiones: feminismo, cuestión racial, mujer negra, esclavitud, colonialismo (presente en toda la película, con la revuelta en marcha en Guadalupe, el discurso reivindicativo de líderes independentistas en paralelo, el alegato vindicativo- vengativo del conductor de la limusina a cuenta de la negritud y el pasado esclavista de la colonia). De pronto, Houellebecq resume todas las intervenciones en una frase muy breve, en la que se muestra ausente y completamente indiferente: “Hay muchos temas, sí. La raza, el hombre negro, la mujer, la mujer negra”. Un larguísimo silencio incómodo de 25 segundos en el que, en un recorrido de planos, se miran unos a otros, mientras el escritor permanece abstraído y hastiado, muy lejos de allí. La siguiente escena, que nada tiene que ver con la anterior, es ya un diálogo entre Blanche y Houellebecq en un cuarto de aseo.

El colmo de la incongruencia, el cinismo y la vacuidad lo representa Blanche Gardin que en una discusión de todo el pasaje con el terco, rompepelotas y resentido conductor (“por las atrocidades que hubo en la esclavitud”) de la limusina, Jean-Louis Gautier, que se niega a encender el aire acondicionado del vehículo para atenuar el calor asfixiante y húmedo de Guadalupe al que han puesto un acento créole (criollo), tipo “señorita Escarlata”, le espeta como gran argumento de autoridad “Aquí todos somos de izquierdas”; eso después de que en la entrevista de un medio independentista diga sucesivamente que la lucha independentista de Guadalupe “me da igual” para acto seguido, presionada por el periodista, afirmar que los independentistas “deben ir a por todas”.

A partir de aquí Houellebecq ha sido normalizado. En silencio autoimpuesto ha dejado que sea la fauna excéntrica de la izquierda de las identidades la que se derrote a sí misma. Frente al odio, la llamada de la tribu, la apelación patriotera a dar un significado xenófobo a los versos de la Marsellesa Qu'un sang impur/Abreuve vos sillons!” (¡Que la sangre de los impuros riegue vuestros campos!), la izquierda liberal-progresista no tiene nada que ofrecer; sólo un llamamiento al respeto y la paz social, mientras gran parte la base social que hace mucho tiempo fue suya marcha con los nuevos bárbaros hacia el Elíseo, esta vez sin necesidad de tomar la Bastilla.

Pero lo cierto es que, a pesar de que el lberalismo de izquierda centre su naturaleza en la defensa de las libertades personales y sólo muy secundariamente medidas paliativas que ralenticen el ritmo de crecimiento de la desigualdad, están aumentando el odio, el racismo, la xenofobia, la homofobia, la misoginia,...y los constructores de ideología tipo Houellebecq tienen mucho que ver en ello. Ninguna posición que reivindique la emancipación de la clase trabajadora merece respeto alguno si en dicha lucha no incluye las libertades personales y democráticas.

Aquí no sirve el autoengaño. Frente al diletantismo de pseudoizquierda, no existe ninguna organizada y con crédito entre la clase trabajadora que defienda por igual las libertades y derechos personales y una igualdad de hecho, no meramente de derecho, basada en la lucha por acabar con la explotación del ser humano y el sistema que la genera, el capitalismo.

Por el contrario, lo que sí tenemos son grupos, con cierto peso virtual y, afortunadamente, exiguo real de entusiastas de los Cuatro Fantásticos (Kim Jong-un, Alí Jamenei, Putin, Maduro), cuyo supuesto antiimperialismo responde a intereses de Estado de sus clases dominantes, envueltas en un nacionalismo frenético, que les sirve para intentar desviar la atención de la opresión, y la represión cuando emerge el descontento, que ejercen contra sus propios pueblos y sus clases trabajadoras.

Llamativamente, en su crítica a la izquierda liberal, buena parte de esos fervorosos partidarios de los Cuatro Fantásticos coinciden con personajes como Houellebecq (xenófobo, homófobo, misógino) y sus versiones políticas – Diego Fusaro, Sahra Wagenknecht o Roberto Vaquero-, aunque no con el manifiesto odio del francés -eso es más propio de Alí Jamenei o Putin- sino revestido de la supuesta conspiración del capitalismo para descentrar la lucha de clases. Mal argumento para quienes centran su discurso en la lucha entre Estados, -la existente entre los de los Cuatro Fantásticos y EE.UU.-, como si la lucha entre Estados reflejase la lucha de clases a nivel mundial y no los intereses de sus clases dominantes y, en el caso de las grandes potencias, los intereses de las fracciones del capital al que cada una defiende y la penetración de los mismos en espacios territoriales concretos. Pero lo disfrazan bajo el eufemismo de geoestrategia.

Por fin, tras unas cuántas vueltas de rosca más, un Houellebecq vestido de submarinista sale del agua en una isla privada en la que el señor -Oh là là!- Majid Mounsif lee detenidamente ¿cosas islamistas? ¡NO! Lee “Le Point”, un periódico de centro-derecha porque el señor Mounsif es un hombre, musulmán, moderado y de orden, no como esos jóvenes airados y radicales de las “banlieues”. Y, “mon Dieu”, el señor Mounsif le reconoce y ahora ambos caminan en amigable conversación hacia el chalé de aquél.

¡Qué punto final tan edificante! La próxima vez que media Francia pida su cabeza, tras un nuevo exabrupto, borracho o sereno, Houellebecq podrá decir “Soy amigo del señor Mounsif, el rector de la Gran Mezquita de París me ha perdonado y esta tarde he quedado con François Hollande y Marine Le Pen para comernos unas setas”.

Un gran trabajo el de Guillaume Nicloux. Que sea cinematográfico ya es otra cosa.

29 de agosto de 2018

¡QUE SOLO ES HUMOR, COÑO! PUES TU SENTIDO DEL MISMO APESTA


Por Marat

La polémica que se ha montado a partir de un sujeto que dice que es humorista con sus chistes sobre los gitanos ha traído de todo. De bueno poco (quizá que caigan las caretas) o nada.

Como se que hay muchos que creen saber sin conocer y que opinan en función de sus filias y sus fobias, aporto el enlace de mi artículo anterior con el "¿¿chiste??" de marras, para que ningún lector utilice la disculpa del yo no sabía. 

Los defensores de la libertad plena, esos post68 del “prohibido prohibir” que tienen esa concepción liberal de la historia en la que todo vale porque el darwinismo social del liberalismo ideológico impone que no haya restricción ni límite moral alguno si el objetivo es divertirse ya que se supone (no sé bien en qué verdad se fundamenta) que el humor es un espacio en el que puede decirse lo que en cualquier otro sería desde un delito y hasta la peor de las agresiones contra las personas, sean una, varias o todo un grupo social. El humor actúa así como una especie de “acogida a santuario” inversa. Algo así como voy a descojonarme, y a buscar vuestra complicidad en la risa, de gente que no tiene poder para impedirme que lo haga. Lo de reírme de los empresarios que obligan a trabajar más horas no pagadas que pagadas o cuya ausencia de inversión sobre seguridad en el trabajo provoca más de 600 muertos al año no lo haré porque no tiene gracia. Sobre todo para ti porque no te iban a contratar en tu vida en ninguna televisión. Si, según estos liberalotes progres, nos podemos reír de todo, ¿porqué no de esto?

Por lo demás, y sobre todo cuando no sea desconojonarse de la Familia Real, las grandes corporaciones económicas, la desinformación y las mentiras de los medios, los puteros o los violadores, límites al humor ninguno.

Recientemente el secretario general del partido ultraderechista VOX ha dicho que los fusilamentos franquistas fueron “con amor”. Yo diría que esto es humor negro. De ese que me provoca ganas de coger al señor Ortega Smith, autor de tal disparate humorístico, y retorcerle el pescuezo con amor, como a un pollo, hasta que haga crac y quede seguro de que ya no respira. Pero me contengo porque es un delito y acabaría en la cárcel. Y, señores progreliberalotes, no vale indignarse con una cosa y no con otra porque, sin duda, la intención era, como afirma de su humor Rober Bodegas, y como defienden muchos de ustedes, provocar. Y además, hay una intención de hacer reír. A los prefascistas de VOX y a muchos que no son de VOX, seguro. Creo que a la mayoría de ustedes, como a mí, no nos hace ni puñetera gracia ¿Cuál es el “chistómetro” que hace que unos sujetos parodiados sean no “humorables” y otros sí? Se lo voy a decir: no es solo el “humorista”, ni el contexto o el formato, sino en gran parte el "humorado". Depende de cómo nos caiga. Y en estos días he visto mucho antigitano. Llevaban tiempo emboscados pero han salido de su madriguera.
  • Unos camuflados bajo la inviolabilidad del humor. Que el humor no se debe prohibir (¿quién ha pretendido tal cosa?) ni criticar. Es decir, que el “humorista” está tocado por el dedo divino y no es cuestionable como cualquier humano en el desempeño de cualquiera que sea su profesión. Que si lo que contaba sobre los gitanos es un tópico (justo de esos que refuerzan la exclusión social) y que no hay que sacar las cosas de quicio. Tú, que eres payo, seguro que no necesitas hacerlo en este caso, aunque no me sorprendería que lo que a ti te afecte te indigne mucho. Es lo que tiene la cultura liberal e individualista del qué hay de lo mío, que me preocupa una mierda lo del otro.
  • Otros sacando todo su odio antigitano de modo abierto y explícito, repitiendo como papagayos fascistas (muchos de esos fascistas montarían en cólera si les dijesen que lo son) los tópicos de los que hacía gala el mastuerzo zampabollos (si vale pasarse y provocar, nos pasamos todos) de Bodegas, el clown autopromocionado con el chiste hasta convertirse en alguien muy conocido, cuando hasta hace muy pocos días no le conocían ni sus vecinos. Ver las redes sociales, leer los comentarios de la prensa, fue ver cómo repetían sus insultos y hasta algún “tonto con papeles” (gracias por el aporte, querida amiga) se atrevía a llamarlos privilegiados. Los mismos que se lo llaman a los pensionistas o a los parados que cobran prestaciones de desempleo, aunque las de unos y otros sean una mierda.
Recuerdo que hace muchos años una sindicalista me contó absolutamente indignada el chiste que un dirigente de su sindicato había hecho sobre las mujeres. La gracia era la siguiente:

- “A mí me gustaría que las mujeres tuvieran una cabeza en forma de televisor” (de aquellos cuadrados y panzones)
- “¿Para qué?”
- “Para que me la chuparan mientras apoyaba el vaso de whisky en su cabeza y veía el partido”.

He ahí un humor sin límites, ni censura. Me consta que el individuo continúo su carrera “profesional” en su sindicato sin problema alguno. Gracia no me hizo ninguna ni entonces ni ahora, menos aún en un país en el que diariamente se maltrata, mata y viola a las mujeres. No necesito ser feminista para ello. No lo soy. Simplemente no soy un cabestro.

En los años 80 y principios de los 90 -¿qué quieren?, soy viejo, tengo memoria y sé de dónde y cómo se orientan las tendencias humorísticas desde entonces. Cada vez más hacia el cinismo y la crueldad- se puso de moda el humor cínico y cruel. La coartada era también la provocación y ya se hablaba de combatir lo políticamente correcto. Curiosamente eran los típicos pijos, gilipollas con humor de gañán y gente frustrada y a la vez cruel. Pero más de un rojito les reía las gracias para que no le llamarán blandengue. Ahora los imbéciles dicen “ofendiditos”. Claro que hay estos últimos pero también motivos para ofenderse, sobre todo cuando el chiste se hace contra un pueblo que ha sufrido pogromos y de cuya estirpe fueron aniquilados durante el holocausto nazi entre 220.000 y 500.000 miembros, en lo que en romaní se denomina “porrajmos” (devoración).

Pero volvamos a los chistes de la época que les hablo. Les pongo algunos ejemplos:
  • ¿Sabes por qué se entierra a las negras boca abajo y con el culo en pompa?”
  • Para que podamos aparcar la bicicleta”

  • ¿Cómo matarías a 20 moscas de un solo golpe?”
  • Dándole una patada a un niño muerto del Tercer Mundo”

  • ¿Qué son 8 palestinos cogidos de la mano”
  • Una traca”
No continúo porque me puede la ira y la repugnancia a que estén en el mundo personas capaces de idear y contar chistes así y que haya quienes les encuentren la gracia.

Estos chistes siguen en la red hoy en día a través de los foros. Pero se empezaron contando en la época de la irrupción del neoliberalismo, los tiempos de Thatcher y Reagan. Un símbolo del darwinismo social en el que el capitalismo y su ideología que empezaba a remodelar las mentes de sus súbditos hacia una competencia feroz, el individualismo, el narcisismo y la crueldad del todo vale. El cinismo más ramplón y patán sustituía a la ironía inteligente y Gila era ya solo el exponente de una ternura en el humor humanista que se batía en retirada. Se iban imponiendo los valores del “cada perro que se lama su cipote” y el “pisa antes de que te pisen”. Era la época de la reconversión industrial en España, la descentralización productiva en gran parte de Europa, proliferaba ya la economía sumergida y se desregulaba el sistema financiero. La izquierda estaba pasando de la gestión socialdemócrata a la gestión social-liberal, contribuyendo al desmonte del Estado del Bienestar que hasta entonces había sido una ficción de solidaridad -porque por debajo operaba la desigualdad esencial capital/trabajo- pero que había funcionado de una manera relativamente positiva para las clases subalternas. La izquierda se había hecho vieja, gorda, oenegera y cínica, como los propios liberales. Y el sueño comunista moría con la caída del muro de Berlín y la destrucción de la URSS desde dentro y desde fuera. Estaban muertos hacía tiempo pero aún no lo sabían.

El humor es un signo de los tiempos y estos heredan la basura que se extendió por el mundo “civilizado” de entonces.

Hoy los nuevos fascismos, como en el pasado, necesitan chivos expiatorios que redefinan a su alrededor la articulación de nuevos consensos nacionales, esos que oscurecen la desigualdad, la explotación, la pobreza y la marginación social. En la Hungría prefascista Viktor Orban mete en campos de concentración a los gitanos rumanos. En Eslovaquia y Croacia rebrota la violencia antigitana.

El viceprimer ministro de Bulgaria, Valeri Simeonov se expresa así hacia la comunidad rom en su país: "Son criaturas salvajes, ferozmente humanas, que exigen un salario sin trabajo y cobran beneficios de enfermedad sin estar enfermas, reciben beneficios de niños para los niños que juegan con los cerdos en la calle y para las mujeres que tienen los instintos de los perros callejeros”. Aunque recuerda extraordinariamente el lenguaje nazi de la preguerra mundial, es un lenguaje de hoy. Y muchos españoles desgraciadamente piensan del mismo modo. En gran cantidad de casos sin conocer a ningún gitano personalmente, en base a la construcción ideológica que durante centenares de años han ido troquelando el pensamiento de la comunidad paya contra la gitana. En España, en muchos casos, la alfabetización de los niños gitanos se lleva a cabo en barrios degradados, siempre en la escuela pública, nunca en la concertada que pagamos todos, concentrando gran parte de los niños gitanos con una minoría paya, con el fin de crear ghettos educativos y fomentar el fracaso escolar de unos y otros niños. En Eslovaquia, República Checa y Hungría se les segrega completamente en escuelas separadas de los demás niños. En Italia a las familias rom se les expulsa violentamente a golpes de sus casas.

No es muy distinta la situación del inmigrante sin papeles en gran parte de Europa de la de la comunidad romaní asentada por centenares de años en sus países, ni debería serlo pero al alza, nunca a la baja.

Hay un detalle que muy pocos españoles conocen sobre los gitanos de nuestro país. Llegaron a él en el siglo XV (1425), el mismo siglo de la expulsión (1492) de los judíos. Uno puede hacerse algunas preguntas a partir de ahí. Cierto que la comunidad sefardí era más bien rica y la rom era pobre. Pero me pregunto hasta qué punto no han cumplido la función de focalización del odio que en otros pueblos se concentró sobre todo contra los judíos y que aquí ya no pudo hacerse por razones evidentes. Odiar al otro une mucho.

Y ya que hablamos de humor y sobrevuela la idea del holocausto por el artículo les dejo dos chistes en forma de memes que he encontrado en Internet. Hay miles.




En una Europa en la que el fascismo crece exponencialmente y ya gobiernan sus predecesores en algunos países de la UE, sin que las autoridades centrales de la misma hagan mucho para impedirlo, la banalización del mal a través del humor es un medio muy poderoso para hacer penetrar este cianuro mortal. Es el llamado humor de la provocación, lo que la extrema derecha europea llama la lucha contra lo políticamente correcto y a lo que muchos progres descalifican bajo el término de ofendiditos. Y claro que hay ofendidos ante auténticas chorradas. Pero lo mismo que ante la violación, el maltrato y la violencia mortal contra las mujeres poca broma, tampoco con el fascismo porque es la forma de muerte más atroz, ya sea contra los gitanos, los judíos, los sin papeles, los homosexuales o los comunistas. Pido disculpas si me dejo algún grupo que haya sufrido especialmente al fascismo y al nazismo. No es mi intención.

Lo mismo que el liberalismo actual es la avanzadilla del fascismo, la descomposición ideológica del izquierdismo lo es también porque, aturdida y desorientada en sus presupuestos ideológicos, que en el pasado fueron justos, igualitarios y solidarios, sus bases empiezan a caer en un relativismo moral y en la banalización del mal del que antes les he hablado. Están siendo colonizados lenta pero palpablemente por la extrema derecha porque hace mucho que renunciaron a su propia identidad de clase para pasar unos a las luchas particularizadas (progreliberales) y otros a una nostalgia aberrante de sus referentes de museo desaparecidos para siempre.

Y no, en ningún momento, en ningún momento he sugerido prohibir a fascistas-humoristas pero sí que reivindico el desenmascararles a ellos y a quienes defienden que el humor es solo humor (como si no hubiera detrás una ideología subyacente siempre) o que abiertamente aprovechan para expresar su repugnante fobia antigitana o contra cualquier otro sector social débil. Y por supuesto a combatirles frontalmente.

28 de agosto de 2018

LOS CHISTES ANTIGITANOS DE ROBER BODEGAS QUE DEFIENDES DICEN LO QUE ERES


Por Marat

El pasado domingo vi por casualidad un vídeo en una red social en la que se hacían “¿¿¿chistes???” sobre gitanos con la excusa de hacerlos sobre payos.

El chistoso era de un tal Rober Bodegas, “¿humorista?” monologuista en Paramount Comedy, uno de tantos canales de la TDT. La parte de su monólogo que reproducía la red social tenía una duración de 2 minutos 11 segundos. Las perlas que este individuo soltó por su boca no tenían desperdicio. Durante esos breves momentos en los que el tal Rober, muy conocido en su casa a la hora de comer -ni yo ni, me atrevo a decir, la inmensa mayoría de quienes estos dos días han participado en la polémica sabíamos de su existencia antes de ella-, experimenté una mezcla de estupor, ira cainita y sensación de preguntarme dónde estaba la gracia de su actuación. Y digo esto porque la risa es algo incontenible, que no tiene que ver con la voluntad y me atrevo a decir con tus puntos de vista racionales sobre lo que el chiste trate en cada momento. “El chiste y su relación con el inconsciente” es algo que fue tratado por Freud en su momento. Es una obra que recomiendo porque delata mucho de lo que hace que el humor funcione o no y la ideología (cómo conjunto de valores y visión sobre el mundo) que subyace detrás de lo que en un momento dado nos divierte.

Parece ser que estas gracietas del cómico tienen más de un año. Su aparición en el contexto de una fascistización de la sociedad española, tomando como base los inmigrantes, no es casual. Los gitanos españoles lo son desde el siglo XV pero sirven como comodín para exacerbar odios y canalizaciones de frustraciones colectivas. Demasiadas veces en la historia de este país han sido instrumento de desahogos colectivos. 

Pero no, con el tal Rober Bodegas me sucedió como con los gags de Novhevieja de los últimos años de Martes y Trece: que me quedaba con la extraña sensación de preguntarme “¿dónde está la gracia?” . Imagino que porque la perdieron acabaron separándose.

Y ahora vayamos al tipo de “humor” de este sujeto, veamos de qué se compone, qué es lo que hacía que aquellos jóvenes del vídeo que escuchaban sus chistes se riesen tanto -admito que, cada vez con más frecuencia, me siento un extraterrestre en este mundo de imbéciles con galones- y porqué lo que decía es libertad de expresión para muchos y para mí solo era una licencia para insultar y vejar.

Como no me gusta traducir lo que dice nadie, sin que se exprese por su boca y sin que sea posible ver de modo directa el alcance de sus palabras, dejo aquí la introducción a sus “chistes”


Cuando se empieza hablando de razas, y no de las de gatos o perros, sino de las humanas, no dejo de experimentar una extraña desazón, más aún cuando se alude a una expresión hoy ya muy cuestionada por los antropólogos para referirse a la diversidad étnica del ser humano. Si el término “raza” la pone el “cómico” en relación con la idea de poder (“más poderosa que otra [en España] son los gitanos”, a mí ya me recorre un sudor frío por el espinazo ¿Será necesario aludir a la idea del poder de los judíos expresada en el Mein Kampf? Carece de sentido asociar a los gitanos con la idea de poder -como etnia no lo tienen a nivel económico, ni político. Tampoco en las esferas judicial, profesional o cultural- si no es desde una inconsciente intención de satanizar a un grupo social concreto. Estas cosas, en tiempos de crisis social, de legitimación política y de civilización son muy útiles para dar salida sistémica a la frustración y la rabia sociales. No creo que haga falta explicarlo. Es historia.

El humorista, para curarse en salud sobre lo que luego vendrá de sus chistes, sugiere a la idea de que hay una censura del pueblo gitano para impedir que se cuenten chistes de gitanos (volvemos a la idea de conspiración del poder gitano): “Pero ya no se pueden hacer chistes de gitanos. Desde hace unos años, cuando alguien hacía un chiste sobre gitanos llegaba una carta —sorprendentemente bien escrita— pidiendo que no se hiciesen más. Ya es difícil ver un chiste sobre gitanos en la tele, y me parece bien.”. No, no te parece bien, no os parece bien a los defensores de Rober Bodegas y de su libertad de insultar a todos un colectivo, no a personas en particular, por la vía del cinismo. Le jode/os jode. Y parece, al menos a él joderle más aún que haya gitanos que escriban cartas, “sorprendentemente bien escritas” pidiendo respeto hacia su etnia. Porque, por mucho que a algunos les sorprenda, hay una evolución en el pueblo gitano que no ve ni comprende ni quiere ver ni comprender quién lo mira desde el estereotipo del odio y del desprecio. Y la aparición de sectores jóvenes, y no tan jóvenes, del pueblo gitano que se preocupan por la cultura y la educación es un hecho instalado desde hace décadas. Yo lo pude comprobar personalmente hace unos 25 años. El asociacionismo gitano ha ido abriendo camino hacia el cambio social.

El añadido del “clown” de “nosotros hemos pedido que vivan acorde a nuestras normas sociales y ellos supongo que necesitan tiempo” es de esos que hacen historia.

Los gitanos, ese pueblo que no llega a 800.000 miembros en España y que tanto odio público y, mal disimulado en tantas ocasiones, concentra en este país, vivió hace 38 la expulsión de los gitanos de Hernani con el apoyo del PNV, Herri Batasuna y Euskadiko Ezqkerra, que hace 34 años una revuelta antigitana en Torredonjimeno, hace 32 años una revuelta antigitana en Martos (incendios de sus viviendas) o en Mancha Real en 1991 (también con quemas de casas de gitanos), algo que viví entonces personalmente como responsable de la sección de Racismo y Xenofobia de la APDHE (Asociación Pro Derechos Humanos de España).

No me vengan con el argumento de la droga entre los gitanos porque saben que es un mercado controlado predominantemente por payos ¿o debemos olvidarnos de la historia de Galicia, Euskadi, Andalucía y tantos lugares de las costas españolas en los últimos 40 años? Claro que hay gitanos delincuentes ¿Y payos no? ¿Se han preguntado, cuando el figura del cómico éste habla de que no se integran, cuantas oportunidades laborales se les han brindado a los gitanos? Yo les puedo hablar, y sé de qué hablo mucho mejor que ustedes, que los gitanos se organizan como comerciantes en los mercados de calle, en la venta de ropa, calzado y fruta porque es su más directa posibilidad, el autoempleo. Nada se ha hecho por integrarles laboralmente en las empresas. Por eso, han ido creando sus propios negocios desde la venta de flores hasta las peluquerías, a veces de iniciativa privada y otras en forma de cooperativas, cosa que ustedes desconocen. Por eso se han preocupado de ir formando líderes, que no son el Presidente de la Sociedad Gitana Española, Sinaí Giménez, al cuál han elegido ustedes como el enemigo fácil a abatir porque es un ser impresentable, sino los de otras muchas desde la Unión Romaní hasta el Secretariado General Gitano, pasando por Presencia Gitana entre otras. Se sorprenderían de la amplia existencia de organizaciones de mujeres gitanas desde Romí Sersení hasta la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad, pasando por la Asociación Alboreá y muchas otras. Y lo del pañuelo se lo cuentan a otros porque las mujeres jóvenes gitanas cada vez rechazan más firmemente cosas como esa, sin que ello signifique que renuncien, no tienen porqué, a ser gitanas ¿Deberé recordarles que hasta 1981, anteayer, las mujeres españolas debían pedir permiso a sus maridos para abrir una cuenta en el banco?

Así que, cuando vuestro gracioso paladín de la libertad de expresión, dijo aquello de “Yo, como payo, voy a hacer chistes de payo. Puedo reírme sobre las cositas que tenemos los payos. Si me lo permitís, os voy a contar unos chistes de payos” ya me quedó claro que iba a hacer todo lo contrario porque el cuerpo le pedía fiesta y sabía muy bien a costa de quienes.

Solo cabía el juego de la paradoja y para esa finta hay que estar cargado de razones, inteligencia, sentido del humor y una pizca de tierna y humana ironía. Robert Bodegas está huérfano de todo eso.

Y ahora vayamos a lo mejor y más granado de sus “¿¿¿chistes???”


Oiga, qué buenos son los payos que pasan todos la ITV. Más de 2.000.000 millones de vehículos no pasan la ITV pero solo tenemos unos 800.000 gitanos y, digo yo, que niños, ancianos, una parte de adultos hombres y mujeres gitanos no tienen coche. No me salen las cuentas, payaso.

De 30 millones de vehículos que hay en España, más de 7 millones circulan sin seguro. No me sale la cifra que explica el chiste de los gitanos sin seguro, ni con 25 brazos, en plan Shiva a lo bestia, conduciendo tanto coche sin seguro.

En cuanto al payo que va a un polígono y no vende droga, mejor no dar datos de quienes son los mayores camellos de este país y de cómo sale mucho ejecutivo de su trabajo, sonándole la nariz más que a un trompetista.

Por lo que se refiere al payo que no le mete el pañuelo a su mujer el día de su boda y que espera a que tenga más de 13 años para casarse, puede que sea un payo cura que revienta todo lo infantil que encuentra a su paso o que no meta pañuelos pero sea un putero redomado.

Claro que hay que ser provocador, “señor” Bodegas, pero usted no provoca. Usted busca herir a los más débiles. Si es usted un provocador ¿por qué no ha provocado a la Familia Real, hablando del putero, comisionista jefe de su yerno comisionista? Ya qué actúa en Paramount Comedy ¿no se le ocurrió hacer chistes sobre la situación de los trabajadores de las televisiones y de las ganancias de sus empresarios? ¿Qué tal uno sobre la sensibilidad social de Amancio Ortega? Ah, que hay que comer y no se puede morder la mano del amo. Pero descojonarse de los gitanos sí, ¿verdad?

Y aquí ya, con el conjunto del humor de mierda del carapolla -¿por qué no debo de ponerme a su divertida altura, demócratas?- del amigo Bodegas, podemos disfrutar de su elocuente amor por el pueblo rom 

Mire, que después de la bronca que le ha caído por su ni puñetera gracia, usted haya intentado justificarlo porque ha recibido “más de 400 amenazas de muerte” es indecente cuando no ha presentado ni una sola prueba. Denuncie en comisaría y no llore, presente pruebas o deje de echar mierda sobre sus víctimas. Que todos los medios de intoxicación y sus impresentables periodistas hayan dado por ciertas tanto las amenazas como la cifra, sin un solo tuit de demostración, es aberrante. Que usted diga que retira el vídeo por las (falsas) amenazas, que no ha denunciado porque son mentira, es como para encarcelarlo por difamación. Si, además de todo ello, afirma, sin presentar prueba alguna, que "se han llegado a organizar batidas para buscarle" es usted un canalla indecente y difamador, y quienes le dan crédito, sus correligionarios antigitanos y los "cómicos" corporativistas, unos tipejos repugnantes, dispuestos a creer en lo que sea para justificar su racismo. 

Que un sujeto como Juan Soto Ivars diga que usted no debe pedir perdón porque quienes condenamos su racismo antigitano contra los débiles somos los que tenemos “la capacidad para montarte una quema de brujas con linchamiento incorporado, para amenazarte de muerte sin que venga la policía a poner orden” es para decirle que sabemos hace tiempo que su izquierdismo sigue el mismo camino que el de Vargas Llosa y, en un cercano futuro, el de Raúl del Pozo. Si llega a viejo, se parecerá a Ricardo Cid Cañaveral o a Antonio Pérez Henares (Chani). Si llega a ser un poco más longevo no me atrevo a decirle dónde llegaría ¿Quizás a esa frase de "La personificación del diablo como el símbolo de todos los males asume la forma de vida del judío" (gitano).

En 1991 expliqué en un estudio que los madrileños eran más racistas con los gitanos que con los inmigrantes del Tercer Mundo. Durante un tiempo eso dio la vuelta en toda España para reorganizar jerárquicamente los odios. Aumentó hacia los inmigrantes y disminuyó hacia los gitanos porque los racistas ya tenía un nuevo muñeco del pim pam pum en el que verter todos sus odios. Hoy hay quienes quieren extender ese odio por igual. a unos y a otros.

Si uno lee los comentarios del público a los artículos que se han escrito sobre su infortunada actuación, señor Bodegas, llega a la conclusión de que ha conectado usted directamente con lo más fascista y antigitano de este país. Si uno mira lo que se ha escrito en alguna red social, defendiendo su “libertad de expresión”, descubre la descomposición de la izquierda que insulta al comunismo diciendo serlo y que ha aprovechado, en redes sociales como twitter, para comparar a Bodegas con Shalman Rusdie (vaya, los gitanos son tan poderosos como el fundamentalismo islámico para hacer fatwas), que disculpan su asqueroso racismo por las denuncias del impresentable Sinaí Giménez, que no representa a nadie dentro del pueblo gitano, excepto a lo que los antigitanos quieren que represente y que defienden el "derecho al insulto" como forma de libertad de expresión.

Quienes desde cierto pretendido progresismo defienden la libertad de expresión, que no es otro que el de "la libertad de criminalización" de todo un grupo social (étnico), a tenor de los tres chistes del histrión, deben saber que no están solos. Les acompañan Vicktor Orban desde Hungría, Marine Le Pen desde Francia, Donald Trump desde EEUU, Pegida desde Alemania, Salvini desde Italia y todo un elenco de prefascistas y fascistas. ¡wow, wow, wow!

Lo que hoy pasa con el entorno social y político descompuesto del PCE/IU pasó en los 90 con la involución del PCF y del PSF en Francia. La izquierda, vieja cómplice del Estado del Bienestar burgués, descubría que mientras éste se iba hundiendo ya no tenía suelo político bajo sus pies. La frustración social de sus bases les condujo hacia el Frente Nacional. Ayer, los chistes de un racista antigitano les descubrió su futura esencia. Si ustedes se preocupan de echar una mirada en twitter descubrirán “comunistas” con la bandera franquista-monárquica, iberistas, nazbols y agrocarlistas y mucho progre del entorno político que antes les he señalado, convirtiendo en héroe de la libertad de expresión al tal Bodegas. Vomitan su odio antigitano que llevaban tantos años escondido en nombre de la libertad de expresión (de difamación en sus actos). Lenin, despierta y fusílales.

A quienes dicen que los que defendemos a los gitanos no seríamos capaces de convivir con ellos no les voy a explicar mis 8 primeros años de vida. No tienen derecho a conocerlos.

En cuanto a los que han escurrido el bulto, han callado, lo que es otorgar ante esta forma de criminalización contra el pueblo gitano, para no verse involucrados en la polémica, o no recibir la sanción de sus amigos virtuales por hacerlo, todo mi desprecio. No merecéis otra cosa, miserables cobardes.

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