No aumentan. En España los precios no aumentan desde finales del año 2013. Más bien al
contrario, disminuyen. Y
cuando eso sucede, el concepto económico que define a este hecho estadístico se
denomina “deflación”, el término opuesto a la
archiconocida “inflación”.
Y
no. No es una invención creada por nosotros en el blog: el Instituto Nacional de Estadística
-INE- lo ha vuelto a poner de manifiesto con el último dato adelantado de agosto de 2015, donde ha
reflejado una contracción interanual del 0,4% en el Índice de Precios al Consumo
-IPC- de España.
Pero
lo cierto es que cuando en un determinado mercado económico – España, la Zona
euro, Japón, etc…- los precios no aumentan con el transcurso del tiempo, eso
quiere decir que o bien se encuentran estancados o bien se encuentran en una fase de contracción. ¿Cómo denominarían
entonces ustedes a dicha situación? ¿Inflación negativa? ¿Crecimiento de los
precios plano? ¿Evolución positiva inversa?
Claro
que sí. Empleando la misma lógica, la situación observada en el gráfico inicial para
el periodo 2011-2013 no se correspondería con una evolución positiva de los
precios, sino con una situación de deflación inversa en España o de descenso extemporáneamente
ascendente.
Hablando
en serio: entre agosto de 2014 y agosto de 2015, de los trece datos mensuales
del IPC publicados por el INE, once de ellos tuvieron signo
negativo y
dos, tan solo dos, fueron positivos. ¿Por qué tanta resistencia entonces
en la prensa económica y generalista para calificar la evolución de los precios
en España por su acepción más intuitiva, “deflación”, en lugar de emplear esa
extraña referencia lingüística que es “inflación negativa”?
Por
varias razones. En primer lugar, porque el Banco Central Europeo -BCE-, que es la máxima autoridad
monetaria de la Zona euro, y por lo tanto de España -incluso por encima del
BdE-, tiene como principal cometido la estabilización de los
precios en una inflación situada en el entorno del 2%. ¿Por qué
tiene el BCE un objetivo de inflación del 2% y no otro? Interesante pregunta
que reservaremos para otro análisis.
En
segundo lugar, porque reconocer que existe deflación
en la economía española supone
reconocer que se está erosionando la capacidad de recaudación fiscal de la
Hacienda Pública, ya que el nivel de facturación de las empresas y por lo tanto
de las bases imponibles agregadas de losprincipales tributos del sector público,
es previsible que experimenten también serias dificultades para
aumentar.
Y
terminamos con una última razón, y no porque no puedan existir múltiples
razones más. En una situación de deflación, el agregado macroeconómico por
excelencia de una economía, el Producto Interior Bruto -PIB-, a pesar de poder registrar un incremento positivo interanual real por causa de una mayor producción de
mercancías, también puede acabar reflejando en última instancia un nivel agregado inferior del PIB nominal respecto al ejercicio anterior. Todo
debido a la contracción de los precios, lo cual no sería algo tan problemático,
si no fuese porque la deuda pública en porcentaje
del PIB nominal ya se aproximaba hacia el entorno del 100% en aquel momento -2011,2012,2013- en
que existía inflación, y en que por lo tanto más fácilmente hubiera podido
aumentar el PIB nominal.
Pero no queremos resistirnos a una cuarta última razón; porque la devaluación del yuan chino, que en la práctica supone el abaratamiento de las mercancías enviadas por China al resto del mundo, podría forzar aún más a la baja la actual deflación española, agravando el conjunto de problemas recientemente explicados. ¿O quizás no y al mantenerse los precios planos las grandes corporaciones españolas seguirían ensanchando sus márgenes empresariales?