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28 de febrero de 2023

VEGANTINATALISMO, LA FE DEL TONTO CON DOS TÍTULOS

Por Marat

No voy a hablar del momento político español, ni de la guerra de Ucrania, ni de la fase actual de la crisis del capitalismo. Ni siquiera de quienes han querido conculcar los cuentos de Roal Dahl. Mis autores infantiles fueron Julio Verne y Emilio Salgari. Antes lo fueron Juan sin miedo y Jack y las habichuelas mágicas.

Hoy me apetece reírme y repartir un manojo de hostias.

Según cuenta El País hace unos días un 35% de los dueños veganos de mascotas está interesado en pasarlas al veganismo y un 27% ya lo hace. 

Los perros son omnívoros, lo que incluye la carne. Los gatos son carnívoros.

Estos héroes del repollo llamado hamburguesa vegana debieran extender su apostolado, ejerciendo su magisterio moral de forma misionera en acciones épicas en las selvas asiáticas, convenciendo a tigres de India y a leonas hambrientas del Sahel africano de la buena nueva vegana.

Siendo veganos, sus sacrificios aportarían componentes vegetales a esos simpáticos felinos. Hay que ser coherentes.

Ser vegano conlleva ser animalista.

El compromiso máximo de cierto animalismo, tras llamar asesinos a los que consumimos carne y atacar carnicerías, es liberar animales de la explotación capitalista (estas niñas, suelen ser princesas pijas, desconocen lo que significa explotación desde el marxismo, como el resto de progres) y contarnos cosas como que a las gallinas les violan los gallos. Por eso rompen sus huevos.

Sospecho que a esta gente les metieron tantas collejas en el colegio que les dejaron con una seria duda sobre el parentesco entre sus padres.

Lo potente de dar con ciertos vegano animalistas es que dentro de su secta abundan los antinatalistas

Los antinatalistas son una troupe de tarados que sostiene que lo mejor que podría ocurrirle al Planeta para su supervivencia es la desaparición del ser humano. Pero no se suicidan para dar ejemplo.

Lo suyo es negarse a reproducirse pero sacarle al tiempo en que viven lo máximo que puedan y tener gatos y perros, que viven menos que unos hijos que les obligarían a ser adultos y vivir para darse.

p> style: normal;"line-height:100%; margin-bottom:0cm; text-align:left; ">No hay manera de que estos tontos de los cojones prediquen con el ejemplo y se inmolen, como han hecho algunas sectas más coherentes que ellos, en un acto colectivo en pro de su fe misántropa.

Detrás de toda esta basura hay una realidad.

Es la de una sociedad en la que nadie se reconoce de clase trabajadora y en la que la clase media se proletariza o se lumpenproletaiza.