Movimiento
Político de Resistencia Global
Una
empresa “offshore” es lo más opuesto a la noción
que hasta ahora habíamos conocido de empresa. No hay instalaciones,
ni maquinaria, ni trabajadores, ni actividad de ningún tipo. Todo es
virtual, como los antiguos apartados de correos o una dirección
electrónica de hoy.
Antes
las sociedades se llamaban “anónimas” porque sus
propietarios tenían un título al portador que se podía vender en
cualquier momento. Podríamos decir que la relación de producción
cambiaba pero la fuerza productiva seguía en su sitio. Ahora todo es
ficticio, fantasmagórico más bien.
El
origen de los paraísos fiscales se puede aclarar teniendo en cuenta
que la palabra inglesa “offshore” se debería traducir
como “extraterritorial”, una expresión jurídica
vinculada al feudalismo y al colonialismo.
Es
feudal porque antiguamente había potencias, como la Iglesia, que no
estaban sujetas a las normas del Estado. Las Iglesias eran como el
Vaticano, un Estado dentro de otro Estado. Por eso el Vaticano es el
paraíso fiscal más importante del mundo... aunque nadie lo
mencione.
Por
eso también durante el franquismo los obreros se refugiaban en las
iglesias. Era una especie de lugar “sagrado” en el que la
policía no podía entrar. Lo mismo ocurría en las universidades.
Para entrar en ellas la policía debía pedir autorización al
rector.
Hoy
las embajadas son extraterritoriales y por eso Julian Assange se ha
podido refugiar en una de ellas de la persecución a la que está
sometido.
En
China, para huir de la policía, el Partido Comunista se fundó en
una de las muchas zonas extraterritoriales que los imperialistas
tenían repartidas por todo el país, en donde disponían de sus
propias leyes, sus propios tribunales, sus propias cárceles, etc.
Los
paraísos fiscales surgen en los años sesenta por cuatro motivos
fundamentales. El primero de ellos es la descolonización, que creó
numerosos países tan “soberanos” como ficticios. A partir
de su “independencia” quedaron fuera de la jurisdicción
metropolitana y, por lo tanto, de su régimen fiscal.
El
segundo es que en aquellos años, las grandes potencias capitalistas
tuvieron que hacer muchas concesiones al movimiento obrero y para
financiar el “Estado de Bienestar” multiplicaron la
presión fiscal.
El
tercero es la gigantesca acumulación capitalista, que en muy pocos
años concentró enormes masas de capital en muy pocas manos, en las
de quienes ya no les gusta hacer ostentación tanto como antes.
Prefieren un poco más de discreción.
El
cuarto es la facilidad con la que se pudieron empezar a mover grandes
masas de dinero en muy poco tiempo y sin apenas controles de salida
ni de entrada.
Antes
de deslocalizar el aparato productivo real en maquilas, las empresas
comenzaron, pues, a deslocalizar su entramado formal societario,
creando un verdadero laberinto en el que nada es lo que parece.
Aunque
un paraíso fiscal tiene esas dos notas características, anonimato y
baja presión fiscal, no hay un listado de ellos. Estados Unidos
tiene su listado, la OCDE publica el suyo, la Unión Europea tiene
uno y España otro, que lo redacta el Ministerio de Hacienda.
Que
un país introduzca a otro en su listado de paraísos fiscales o le
saque de él, depende de la competencia capitalista mutua entre
ellos, de las relaciones diplomáticas y de numerosas intrigas y
chanchullos, más o menos sucios.
Por
ejemplo, Brasil considera que España es un paraíso fiscal por la
competencia que le hace en materia fiscal.
El
año pasado España consideraba como “paraísos” a 33
países, mientras que en 1991 la cifra era más elevada: 48 en total.
Como
consecuencia de acuerdos comerciales entre los países, cada vez
aparecen menos paraísos fiscales en los listados, pero cada vez
mueven masas más grandes de capitales, es decir, que el mundo
experimenta un proceso acelerado, tanto de concentración como de
centralización del capital.
La
concentración y centralización han llegado a tal extremo que los
capitales resultan imposibles de manejar, por lo que se crean
sociedades dedicadas especialmente a gestionar esos enormes flujos.
El
aluvión mediático sobre los paraísos fiscales es absolutamente
hipócrita. Los países no quieren que Panamá se homologue con
cualquier otro Estado perteneciente a la OCDE, con elevadas tasas
fiscales. Lo que quieren es convertirse ellos en Panamá para atraer
a los capitales que ahora huyen.
La
“amnistía fiscal” de Montoro es uno de esos intentos de
convertir a España en un paraíso fiscal. Gracias a medidas de ese
tipo más de la mitad de la inversión que entró en España entre
2012 y 2013 llegó procedente de paraísos fiscales.
Los
periodistas hablan de las salidas pero no dicen nada de las entradas
de capitales. Si se trata de “dinero negro”, como dicen,
¿a dónde han ido a parar esas inversiones?