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12 de junio de 2024

9 DE JUNIO EN EUROPA: EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS

 

Por Marat

Le vi extender un brazo que más bien parecía una aleta y señalar hacia la selva, la ensenada, el barco, el río; parecía sellar con un gesto vil ante la iluminada faz de la tierra un pacto traidor con la muerte en acecho, el mal escondido, las profundas tinieblas del corazón humano.” (Joseph Konrad. “El corazón de las tinieblas”)

Los resultados de las elecciones europeas han representado un éxito parcial para la extrema derecha continental. El seísmo político ha sido menor de lo esperado.

Ciertamente la ultraderecha europea ha crecido en conjunto mucho. También en España con VOX y su frikicompetidor Se Acabó la Fiesta, un grupo de reciente factura, dirigido por un difamador profesional de indecente catadura.

El triunfo por mayoría suficiente del Partido Popular Europeo (PPPE) de von der Leyen limita la capacidad de los fascistas europeos para condicionar alianzas y políticas del Parlamento Europeo, a pesar de que en conjunto (divididos en tres grupos parlamentarios) hayan superado a los social-liberales. La propia cabeza de lista, ya electa, del PPE llamaba a estos últimos a reeditar su alianza, a pesar de sus coqueteos previos con Meloni. Previsiblemente, los social-liberales la aceptarán como clavo ardiendo al que asirse, dado el nuevo paso que han supuesto estas elecciones hacia una irrelevancia quizá ya irreversible.

Sin embargo, la sacudida política del avance de los fascistas en Europa ha tenido algunas lecturas nacionales que sin duda condicionarán, desde los Estados más que desde el Europarlamento, el proyecto de convergencia europea, que ya daba signos de ralentización.

La dimisión del primer ministro belga, tras el triunfo de dos partidos separatistas flamencos, uno de extrema derecha y otro nazi y la convocatoria de elecciones legislativas en Francia, tras el éxito aplastante de la lista de la RN de Le Pen, deja a los más “proeuropeístas” sin dos puntales fundamentales, sobre todo en el caso francés.

A pesar de los intentos de la diplomacia europea de homologar democráticamente a Meloni y Le Pen, más que a sus respectivos partidos, Fratelli d´Italia y Rassemblement National, como democráticamente aceptables, lo cierto es que añadir el nombre de Francia a los 5 países de la UE que ya tienen partidos fascistas en el gobierno (uno de ellos es Italia) crearía notables dificultades de gobernanza y acuerdos en la Comisión Europea.

Mención aparte merece el caso de Alemania, donde los nazis de la AfD han quedado en segundo lugar, el primero en todos los estados de Alemania oriental, mientras la coalición semáforo, encabezada por el socialdemócrata Scholz, ha sufrido una derrota devastadora.

Si Alemania y Francia son los dos motores principales de la unidad política europea -la convergencia económica no es cuestionada por los partidos fascistas-, es obvio que los resultados electorales van a tener un efecto negativo sobre dicho objetivo.

El peso combinado de los partidos fascistas en gobiernos de países miembros, en sus parlamentos nacionales, en el Europarlamento y en los próximos Consejo de la Unión Europea y Comisión Europea, es evidente que va a condicionar mucho más de lo que ya lo hace las posiciones políticas de conservadores, social-liberales, liberales y verdes -los socialdemócratas ex comunistas no cuentan por ser un grupo marginal, sin influencia sustancial, en el Parlamento Europeo- en materias migratoria, de seguridad, de derechos económicos, laborales y sociales (Le Pen ha abrazado ya el neoliberalismo económico) y de libertades políticas y personales. Y, como dicta la experiencia del anterior período, no será para bien.

Si algo positivo ha tenido la UE para las clases trabajadoras europeas durante largo tiempo ha sido la contención de los bríos nacionalistas en sus países miembros. La historia del continente europeo se ha edificado sobre océanos de sangre. Las dos Guerras Mundiales se desarrollaron fundamentalmente en suelo europeo, alimentadas por nacionalismos, fervores patrióticos, banderas y odios étnicos y siempre al servicio de la misma clase social: la gran burguesía capitalista.

La creación del antecedente de la UE, el Mercado Común Europeo, fue la primera piedra para pasar del sistema de soberanía de los Estados-nación (modelo westfaliano) a otro de alianzas voluntarias supranacionales con una aspiración de soberanía europea (modelo postwestfaliano).

El modelo de soberanía política europea nunca llegó a cuajar plenamente porque dependía de la voluntad de los Estados y los poderes sustentados en ellos no tenían el mismo interés en desplegar la agenda política que la económica.

No obstante, la UE funcionó relativamente bien como muro de contención de la fiebre nacionalista y del auge fascista en los países europeos mientras la prosperidad económica permitió creer en la ficción de la democracia económica.

A partir de la crisis capitalista de 1973 y posteriores (con especial significado de la de 2007) y de la implantación del modelo económico neoliberal, todo el edificio político-ideológico que sustentaba el modelo del llamado Estado del Bienestar (sistema de partidos derecha-izquierda clásico, consenso de democracia liberal,…) comienza a implosionar.

Los partidos fascistas no ocultan su ideario: Europa de las naciones, identidad nacional (europea frente a la inmigración no continental), xenofobia, esencialismo cristiano, homofobia y proyecto económico ultraliberal oculto. Se nos está quedando una Europa de las grandes potencias entre pre-I GM y pre-II GM estupenda.

La Europa de las tribus, los odios, la violencia (2500 actos violentos fascistas en Alemania en 2023), las asquerosas banderas nacionales avanza orgullosa y salvaje. La de la razón y la civilización retrocede desorientada y acobardada.


ALGUNAS REFLEXIONES DE URGENCIA SOBRE EL MOMENTO POLÍTICO EUROPEO:

El fascismo no va ser parado esta vez. Todo favorece su expansión e implantación.

En realidad tampoco lo fue políticamente en los años veinte y treinta del pasado siglo. Tan sólo lo fue mediante una gigantesca trituradora humana de decenas de millones de trabajadores en la II GM, lo que hace de la victoria democrática de entonces algo menos aplastante que su derrota ideológica pues ésta hubiera mostrado la superioridad de la razón sobre el horror, algo que hoy se está poniendo en tela de juicio.

La combinación de miedos ante las amenazas (bélicas, medioambientales, económicos, laborales, de creciente desigualdad de clases sociales…), incertidumbres ante el futuro (cambios de los paradigmas morales, de creencias, de identidad sexual, de relaciones de poder hombre -mujer, crisis de representación política, crisis/destrucción de las redes clásicas de socialización…) y de fabricación masiva de odio hacia chivos expiatorios del malestar social (inmigrantes, pobres, personas de izquierdas, homosexuales,…) mediante bulos y difamaciones en medios clásicos y modernos de desinformación, produce gigantescas olas de estupidez, maldad y fascismo. Y funciona porque es catártico y actúa como mecanismo de descarga y de carga en retroalimentación permanente de ira y violencia sociales a favor de un objetivo político: la toma del poder.

Esta fuerza es tan avasalladora que ejerce un poder centrípeto creciente frente a personas, ideas políticas y organizaciones diferentes e incluso opuestas al fascismo porque por la potencia de lo irracional y la emoción impone su discurso al resto de quienes tratan de combatirlo con el frío razonamiento del argumento y el dato que cada vez importan menos porque la realidad ha sido previamente desautorizada por la fábrica de mentiras fascista.

Históricamente tampoco ha funcionado la combinación de razón y emoción desde posiciones democráticas y progresistas contra la irracionalidad fascista. Cuando la clase trabajadora y sus organizaciones han tenido de elegir entre nacionalismo y guerra, por un lado, y conciencia de clase y paz entre los pueblos, por el otro, eligieron nacionalismo y guerra. Se podrá matizar esto, alegar la manipulación histórica de los conceptos por el fascismo y la traición del sector mayoritario de las organizaciones obreras pero entre la representación política y su base social había entonces una relación más estrecha que ahora y pasó en 1914 y en otros conflictos entre Estados lo que pasó. Sáquense las consecuencias.

Hoy la clase trabajadora no mantiene la identidad y conciencia de clase del pasado ni vínculos sólidos con las que dicen ser sus organizaciones y no porque las pasen por la izquierda sino porque lo hacen por la derecha. Hay más voto obrero a Le Pen que a Mélenchon. Quienes esperen no sé qué realización de destino histórico por parte de la clase trabajadora harían bien en sentarse al amor de la lumbre de Twitter y contarse unos a otros esos bonitos cuentos de caballería proletaria de hace más de un siglo con el que se lamen el lomo mutuamente.

Falta una práctica política pegada a la materialidad cotidiana de los problemas de las clases populares, donde lo ideológico no aparezca en primer plano sino como consecuencia de las necesidades materiales concretas por las que se pelea en cada momento. A modo de ejemplo, hace más antifascismo real un desalojo parado por un Sindicato de Inquilinos en el que puede que estén codo con codo un antifa, uno de Vox, una chica marroquí y un inquilino que dice ser apolítico, porque todos ellos se saben en el ojo del mismo huracán, que mil tuits de citas antifascistas con el archimanoseado sermón brechtiano de “Estar contra el fascismo sin estar contra el capitalismo, rebelarse contra la barbarie que nace de la barbarie, equivale a reclamar una parte del ternero y oponerse a sacrificarlo" ¿Acaso hay que ser anticapitalista para ser admitido como antifascista? Curioso que este mantra lo repitan tanto una parte de quienes celebran los Frentes Populares antifascistas de los años treinta del siglo pasado en los que había partidos burgueses y también partidos socialistas cuando muy pocos años antes había afirmado Stalin “la socialdemocracia es el ala izquierda del fascismo”.

Lo que tiene ya muy poca eficacia es la lucha antifascista desde la denuncia de lo que fue en el pasado el fascismo porque gran parte de quienes no lo han vivido desconectan voluntariamente de esa información. Una parte de quienes la conocen la ponen en duda, al menos parcialmente, o la relativizan, repartiendo culpas entre todos porque quien vota fascista no puede admitir que lo está haciendo por un partido heredero de genocidas, a menos que sea un hijo de la gran puta, que los hay, o un tonto de los cojones, que también, pero no son ni una cosa ni otra la mayoría de ellos.

Por otro lado, aunque es evidente que existen similitudes entre los años veinte y treinta del siglo pasado (pobreza de amplias capas de la población, crisis capitalista, crisis política y de legitimación, tensiones sociales,…) y el presente, pero también lo es que el fascismo de hoy se camufla bajo una máscara más civil, menos militarista y sanguinaria. Ahora los fascistas son projudíos porque son mucho más antiárabes aún y porque el sionismo se está encargando de hacerles el trabajo sucio. La exhibición de películas y documentales sobre el ascenso del nazismo en el siglo pasado, lejos de hacer didáctica antifascista, normaliza y blanquea el fascismo de hoy porque hace pensar que es mucho más civilizado de lo que en realidad es.

La lucha contra el fascismo del presente y en el presente necesita ojos abiertos, mentes despejadas, sentido crítico, nulo autoengaño, conocimiento del momento y sus circunstancias, alta competencia en psicología social (Reich, Vigotsky, Bettelheim, Hoffman,…) y un enfrentamiento desde los presupuestos que el fascismo dice defender hoy y sus contradicciones en la práctica hoy.

La izquierda -o lo que sea que signifique, si es que aún significa algo, ese término gastado, con el que el marxismo originario nunca se identificó- hoy sólo tiene relato y éste es absolutamente inútil porque está muerto en la práctica. Ya no posible mantener el mito de la igualdad en un Estado del Bienestar creciente y redistributivo porque está siendo desmantelado desde hace mucho tiempo y porque la redistribución se ha reorientado hacia las rentas altas y el capitalismo tiene sobrados instrumentos para impedir reformas sociales progresivas profundas e intocables. Ya se trate del social-liberalismo o de la socialdemocracia postcomunista los límites de la política posible y deseable están referenciados en el Partido Demócrata de EEUU, sea en su ala derecha o en su ala izquierda.

Dentro de la llamada izquierda el espectro ideológico que aún se reclama comunista, salvo muy escasas excepciones más bien individualidades intelectuales, se caracteriza por una profunda incapacidad para comprender el momento presente y operar sobre la realidad. Su pobreza teórica, la incapacidad de actualización de sus análisis y su sectarismo se lo impiden.

Hoy la izquierda es parte del problema, no de la solución.

Esto ha contribuido al alejamiento tanto generacional como cultural de buena parte de los jóvenes respecto de la izquierda. Que los partidos fascistas hayan encontrado su principal caladero de votos entre la juventud no se debe sólo a las habilidades comunicativas de la extrema derecha sino también a las torpezas de sus mayores de izquierda que, cuando les han hablando del monstruo lo han hecho en pasado, y cuando les han hablado del presente y el futuro, han transmitido una imagen paternalista de instalados en el sistema, lo que sólo es parcialmente cierto, ante unos jóvenes con una visión pesimista y cínica sobre su futuro.

A una parte de las generaciones jóvenes de clases trabajadora o media ocupadas, o de adscripción familiar de origen, ya no les quedaban muchos saltos ideológicos que dar. Si los jóvenes universitarios de clases medias de la generación anterior protagonizaron el movimiento de los indignados ante su temor a proletarizarse, y luego se volcaron en Podemos o en Syriza, en un sarpullido pasajero de ilusión democrática y esperanza en una felicidad futura, un sector juvenil, sociológicamente no muy diferente, pero sí envenenado por las cotidianas sesiones de odio del Gran Hermano de la fachosfera mediática y de las redes sociales, ha acabado por abrazar el proyecto fascista, seguramente sin serlo la mayoría de ellos, dada su estética radical pero de otro signo.

Pero a diferencia de los 15mayistas o las bases podemitas, que creían que sus performances de revuelta se hacían en las redes sociales, el fascismo se limita a usarlas como propaganda pero construye un suelo más sólido y real, conforma un tejido social propio, que también tiene una potente dimensión propagandística, porque es propio de todo movimiento “anti”, pero con un proyecto de hacer militantes, construir organización y durar; justo lo que ya no hace la izquierda, fascinada por la alfombra de las modas de usar y tirar de la política líquida que le tienden los creadores de opinión liberales.

Se tarda relativamente poco en destruir proyectos cuando se carece de la teoría y la práctica correctas y mucho tiempo en levantar y expandir con base sólida uno nuevo. La cosa se complica mucho más cuando se va ya muy tarde pero la construcción de un movimiento antifascista poderoso y pujante no se hará desde las redes sociales. Allí predominan el ruido, el caos, un ambiente repugnantemente encanallado en el que la basura fascista impone su estilo y sus contenidos, consiguiendo sacar de quicio al imbécil izquierdista que se pasa las horas muertas peleándose inútilmente con sus trolls y sus bots, mientras se cree la reencarnación de la francotiradora matanazis soviética Liudmila Pavlichenko. Unas redes sociales en las que sólo se escuchara, como en la que Donald Trump es su propietario, Truth Social, el monopólico eco del discurso fascista dejaría de serle útil porque ya no estarían en ellas más que los convencidos. Construir base social, hacer asociacionismo abierto y no para convencidos, tejer redes en el mundo real de solidaridad y antifascismo no da el chute de los “me gusta” de twitter pero sí que sirve para algo.

La base social de la izquierda, como la de cualquier orientación democrática que rechace el fascismo, condene o no el capitalismo, es imprescindible porque, si tanto nos cuesta cavar trincheras contra los fascistas -embebidos muchos en una estúpida y cómplice retórica de la tolerancia y la convivencia- cuando tendríamos, hace ya demasiado tiempo, que haber salido a por ellos, imagínense si las ponemos entre nosotros. Pero tampoco puede haber tolerancia con quienes están dispuestos a destruirnos. Con el fascismo no se debate. Se le combate.

Ello no significa, en absoluto, renunciar a la teoría y la práctica anticapitalistas. De hecho, es necesario explicar que en el presente el capitalismo también necesita del fascismo porque la dureza de las medidas que requiere aplicar contra la clase trabajadora y los sectores sociales empobrecidos harán más imperativo el uso de la violencia y la represión “legal” del Estado y de grupos de acción fascista no estatales. Pero esta argumentación no debe impedir la colaboración antifascista sincera con sectores no socialistas/comunistas.

23 de marzo de 2017

PODEMOS ENCONTRÓ A LOS “EMPRESARIOS PATRIÓTICOS” EN EL HOTEL RITZ

Ramón Espinar y Lorena Ruíz Huerta en el
Foro de Nueva Economía (la de siempre, la capitalista),
como puede apreciarse en buena compañía, la del
 vendeobreros Toxo y la del reaccionario monárquico
Luis María Ansón
Por Marat

Un amigo y lector del blog me ha pedido en un comentario efectuado en una red social, con un cabreo del 15 (yo también), escribir sobre la última genialidad podemita consistente en oponer a su penúltimo invento - “la trama”- los “empresarios patrióticos”, especie de criatura imaginaria, de entidad similar a la de los hipogrifos.

A los amigos y a Hacienda conviene, por distintos motivos, hacerles caso. Así es que aquí me hallo, tratando de hilvanar un texto mínimamente más coherente que el argumentario político de la secta podemita. No será muy difícil, incluso intentándolo hacer mal a propósito.

Sobre la boludez de “la trama” he escrito recientemente, por lo que me remito a dicho texto. El caso es que, cuanto más desarrollan el concepto los del círculo morado, más se pierden en sus propios jardines y en su indigencia intelectual. Es lo que pasa cuando construyes la base -hipótesis- de tu edificio teórico con material de derribo y de mala calidad: que según avanzas en la construcción de los pisos, mayor es el riesgo de que caiga por su propia inconsistencia y te golpeen los cascotes en la cabeza.

Si “la trama” arranca del supuesto, omitido por falso, de que el Estado puede ser neutro en cuanto a los intereses que representa y defiende -algo completamente falso desde el momento en que todas las Constituciones de países capitalistas defienden la “libertad de empresa” o propiedad privada de los medios de producción. Y su desarrollo jurídico va dirigido a sustentar y proteger este principio- y que son las connivencias entre grandes empresas, políticos y partes del cuerpo administrativo del Estado y medios de comunicación las que manchan esa “ética impoluta” del Estado, lo de los “empresarios patrióticos”, antítesis de la trama, es la consecuencia del punto de arranque de un falsario.


No se pueden decir más estupideces de un modo más condensado.

No solo hacen un corte de mangas al hecho de que todo Estado es siempre el Estado de la clase dominante y que, por tanto, su naturaleza expresa unos intereses de clase determinados y ello no por corrupción sino por Constitución misma, sino que hacen tabla rasa de la internacionalización del capital, algo que viene sucediendo desde hace más de 150 años de un modo creciente.

Y esto, la internacionalización del capital, no sucede por ninguna desviación moral de los principios que rigen la economía y la política, sino porque en su desarrollo necesita, a la par que conquistar nuevos mercados, una mayor concentración, a la vez que una creciente financiarización de la economía. El propio reparto de papeles en la producción que otorga, de hecho, la UE a cada país, la interrelación de la economía europea y de ésta con el capitalismo norteamericano, explica muy bien lo que estoy diciendo, siempre dentro de un marco de relaciones centro-periferia, también dentro de los países centrales del capitalismo. En definitiva, dentro del escenario mundial capitalista, la economía española es también dependiente del capital extranjero, especialmente del que ostenta posiciones hegemónicas a nivel internacional. Todo esto no sucede por ninguna corrupción de las reglas de juego del sistema sino por las propias necesidades expansivas del capitalismo que, o se desarrolla y crece, o se viene abajo. Las formas en las que lo haga son secundarias. La corrupción, en todo caso, es una consecuencia de un sistema de dominación de clase dado, no algo que sea disfuncional al propio sistema. Pero, cuando se prefiere ocultar lo esencial y quedarse con la parte más llamativa es porque se está haciendo un juego de tahúres políticos que intentan salvar al sistema, dando a entender que las razones de lo que sucede no están en él sino en otro lado.

Hoy la difusión política se ha convertido en un manual de simplezas para dummies. El más demagogo, el que tiene menos escrúpulos para tratar a los receptores de sus contenidos como menores de edad mentales, es el que triunfa porque, ente otras cosas, ningún medio de comunicación del capital -todos- le va a enmendar la plana y a desmentir, dado que ese tipo de embustes salvan la base del capitalismo -la explotación- y lo legitiman, al dejarlo al margen de la crítica a sus propios fundamentos.

En cuanto a los “empresarios patrióticos” que, según esos “cráneos previlegiados” (“Luces de Bohemia”) podemitas, son los que crean el 80% del empleo, mientras que el Ibex35 en sus propias palabras “solo ocupa al 20%” de la población asalariada, me pregunto si les suenan los conceptos de “empleo indirecto” y de “empleo inducido”. Les sugiero que echen una mirada a las empresas que integran el Ibex35. El capitalismo es un sistema porque posee una organización en la que los elementos económicos y la actividad empresarial se encuentran entrelazados e integrados mucho más allá de lo directamente visible. Descontando a las empresas del Ibex35 que son entidades financieras (8 de las 34 actuales), las de tipo industrial y de servicios generan a su alrededor múltiples actividades industriales y de servicios, bien como empleos indirectos (en empresas proveedoras de equipos y de materiales, subcontratas, proveedores de uniformes para la misma, empresas de seguridad, caterings, mantenimiento, etc., etc.), bien como empleos inducidos: actividades y empresas que surgen a su alrededor, aunque no mantengan un vínculo contractual con dichas grandes compañías. Se encuentran en el entorno físico más o menos próximo a las mismas, dado que sus empleados no suelen vivir demasiado lejos de ellas (restauración, alimentación, bebidas, sectores ligados al ocio, consumo en general, etc.).

Quede claro que no estoy defendiendo ninguna tesis de un “capitalismo nutricio” (grandes empresas) frente a otro menos “proveedor”. El capitalismo es un sistema de relaciones entre empresas y de relaciones sociales de producción que conlleva una estructura de dominación de clase, ya sea “internacional”, “patriótico” o mediopensionista. Y sobre él se edifica la explotación de una clase social por otra. Simplemente estoy desmontando la tesis de que haya un capitalismo que cree tal porcentaje de empleo por sí mismo, tal y como sostienen estos defensores del “empresario patriótico”.

Por otro lado, al capitalista “patriota” no le tiembla la mano al sustituir mano de obra por tecnología, al aprovecharse de los nuevos sistemas de contratación, cada vez más precarios, al incrementar sus beneficios sobreexplotando a plantillas de trabajadores cada vez más reducidas, al exigir el cumplimiento de horas “extraordinarias” no remuneradas, al pagar salarios cada vez más bajos, exactamente igual a como lo hace la gran empresa del Ibex, o incluso peor, porque en muchas pymes la posibilidad de reivindicar, sindicarse o hacer huelga es aún menor que en las grandes, precisamente por la menor capacidad de presión de sus empleados.

No quiero dejar pasar el tufillo fascista que tiene la expresión “empresario patriota”, aunque pasado por las influencias teóricas de Laclau. Pero se me dirá: “Laclau no era un fascista”. A lo que es muy fácil responder: “Era un peronista”. Y Perón tenía una concepción fascista, organicista y corporativista del Estado y de la estructura social. Un planteamiento que tomó del propio Mussolini. No en vano, ambos salían al balcón de sus correspondientes residencias presidenciales a recibir los baños de masas que les rendían las entidades gremiales de empresarios y trabajadores creados por sus sistemas políticos para integrar en un “abrazo” nacional la conciliación de clases en formato “patriótico”. Espero que no me venga ningún listo a decir que el concepto de “empresario patriótico” ha sido recogido del pensamiento político bolivariano porque las reminiscencias del mismo son anteriores y lo bolivariano no bebe siempre de las mejores tradiciones ideológicas del movimiento obrero.

Seguramente Marine Le Pen no estaba informada de la apelación podemita a los “empresarios patrióticos” cuando afirmó que "Podemos existe porque en España no hay un Frente Nacional". Si hubiera conocido esta nueva propuesta podemita se habría dado cuenta que en España sí que hay un Frente Nacional, solo que se llama de otro modo.

Quiero hacer un pequeño aparte en el análisis de esta tontuna de “la trama” y del “empresariado patriótico” para referirme al modo en el que Podemos introduce la perspectiva de género en todo ello, no así la de clase...trabajadora, porque la burguesa ya la ha metido hasta la cocina.

Afirma Pablo Iglesias que es el momento de abanderar "una patria plurinacional con quienes de verdad trabajan aquí, la mediana y pequeña empresa y las mujeres".

Ese modo de meter a las mujeres en la macedonia con “empresarios patrióticos”, la “trama” y las “pymes” suena a un electoralismo que tira para atrás, según desvela, a su pesar, la dirección de Podemos: “Las mujeres que están consiguiendo marcar las elecciones, como ha pasado en Austria y Holanda" ¡Vamos, que no es cosa de olvidarse de esa franja del electorado tan numerosa! Pero que aludan tan directamente a la perspectiva de género me hace pensar que se han apuntado a la corriente feminista dominante, la burguesa, esa que hace tanto hincapié en la falta de presencia de las mujeres en los Consejos de Administración de las grandes corporaciones, como si la emancipación del género humano, y específicamente de la mujer trabajadora, de la explotación pasara por sustituir a empresarios por empresarias. No es muy explícito Podemos al respecto pero, cuando afirma que “sólo entre el 1% y el 3% del patrimonio está en manos de las mujeres”, da la impresión de que habla más bien de la propiedad del capital, y de su distribución por sexos, que de los bienes de los habitantes del país en general.

Ironizando ligeramente diré que quizá Ramón Espinar (hijo) asistió, acompañado por la gran activista de la pista anticapitalista, Lorena Ruiz Huerta, al acto del Foro de Nueva Economía (del que forman parte numerosos grandes empresarios), en el Hotel Ritz, en el que hablaba Carmena -la de “Tranquilos, yo no soy comunista” y de “No podemos tener un Madrid tercermundista de 'okupas', de gente sin derechos, de gente que resuelva sus problemas en contra de la ley”- , como embajador podemita de buena voluntad a buscar a los “empresarios patrióticos”.

Al fin y al cabo, tiempo atrás su mesías y ser de luz, Pablo Iglesias, le precedió en el mismo foro. Y es que los dos saben dónde hay que ir cuando les llaman sus amos: donde está el auténtico poder, en la "economía de libre mercado". Y lo demás..."teatro, puro teatro"