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30 de octubre de 2017

DECLARACIÓN DE LA REPÚBLICA CATALANA Y 155: ANATOMÍA DE UN INSTANTE

La paradoja del momento presente la resume la imagen
de hoy mismo de la cúpula del Palau de la Generalitat
Por Marat

Pretender hacer una radiografía de duración permanente sobre el momento político catalán y español, sería una fantasía de locos. Los acontecimientos se suceden a velocidad frenética entre simulacros, mentideros, desmentidos, amagos y acciones contradictorias en apenas minutos, recaderos interpalaciegos, y movimientos tácticos permanentes. Es imposible esperar que lo que hoy se presenta con una coyuntura concreta lo haga mañana del mismo modo.

Pero no hay error en reafirmar la eternamente joven expresión de Marx de que “la historia se repite siempre dos veces. La primera como tragedia. La segunda como farsa”. Entre la proclamación de la República catalana durante la II República Española y la errática y dubitativa declaración del pasado 27 de Octubre dista mucho más que 86 años. Si el pronunciamiento de entonces ayudó a traer la II República (que no dejó de ser burguesa nunca, por otra parte) el actual, lejos de “provocar la crisis del régimen del 78”, lo refuerza porque abre una dinámica de enfrentamiento entre pueblos, ni siquiera entre derechas e izquierdas, puesto que liga al progresismo reformista a una dinámica en la que es la derecha la que marca la pauta, la temática y el campo de juego. Una lectura inteligente y honesta de la obra “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” nos daría algunos retratos del momento, sin que necesitemos obtener de la misma todas las conclusiones sino solo las relativas a nuestro momento.

No deseo hacer un análisis de largo recorrido. No quisiera estar demasiado despegado del momento. Me limitaré a presentar algunos fotogramas del instante preciso en el que vivimos. Los acontecimientos que han de producirse solo dentro de unas horas devorarán cualquier predicción respecto a lo que ocurra media hora después. La aceleración histórica bajo cuya tiranía mediática vivimos -esa que hace que cada político esté sometido a la dictadura de los informativos- hace que solo quienes adoptan la distancia necesaria sobre los hechos del momento y conocen la historia puedan anticipar la historia futura.

Pero sí quisiera quedarme con algunos hechos últimos, ahorrándoles el tener que seguir una gran parte de un relato previo que ustedes ya conocen. Sabrán cómo interpretar los últimos.

Un molt honorable President de la Generalitat que amaga, para desbloquear la situación a la que puede conducir a su Govern la aplicación del artículo 155 de la Constitución española, con convocar elecciones autonómicas el jueves 26 de Octubre que, finalmente no convoca.

Ese mismo molt honorable President de la Generalitat que al día siguiente, decide que vuelve por sus fueros y proclama una República catalana que sabe que no tendrá recorrido alguno.

Un Gobierno central del Estado español que aplica un artículo 155 de la Constitución cuya eficacia podría ser disuasoria pero, si no lo es, carece de capacidad y resortes suficientes para imponer a la administración autónoma catalana el acatamiento constitucional. Finalmente será el propio capital con sus presiones empresariales, incluso de capitalistas independentistas, y el poder de la Hacienda central del Estado español los que dispongan del poder suficiente para generar acatamiento.

Un molt honorable President de la Generalitat Puigdemont que llama a la resistencia frente al Estado español y su artículo 155 mientras el director general de los Mossos, Pere Soler, ha acatado disciplinadamente su cese. Si eso sucede en el aparato represor de la administración catalana, seleccionado y diseñado en sus mandos de acuerdo a los objetivos nacionalistas, imaginen cómo irá el resto. Lo mismo ha hecho el Mayor Trapero acatando su destitución y sustitución por su número dos y pidiendo lealtad a las nuevas a autoridades del artículo 155. Ferrán López, el citado número 2, ha aceptado su nombramiento por parte de quienes se están ocupando de desmontar la República catalana.

Una política exterior catalana, Diplocat, financiada en el pasado por el promotor de “revoluciones naranjas” y “de colores”, George Soros, que ha visto sus embajadas en el extranjero cerradas por el Gobierno español y, en consecuencia, con una pérdida más que evidente de proyección internacional y de influencia sobre ámbitos de decisión y de presión internacionales.

Unos sectores progresistas, que no revolucionarios, que en Cataluña han asumido la hegemonía dirigente de la pequeña y mediana burguesías catalanas y en el resto del Estado español han caído en la “ilusión democrática” de esperar que una crisis institucional abra camino a un cambio en la correlación de fuerzas políticas, que no sociales, porque la que tiene que ver con la lucha de clases hace tiempo que han abandonado en la práctica. En Cataluña cayeron en la alianza con sus burguesías en un “paro (al que se avergonzaron de llamar huelga) país” que no reivindicaba derechos de la clase trabajadora sino demandas nacionales y que era convocado por sindicatos, Govern (¿dónde vieron antes a un gobierno burgués apoyar un “paro”?) y asociaciones de la pequeña y mediana empresa. A ello hemos de unir la actuación de una pseudorevolucionaria CUP que no llamó a tomar el poder para la clase trabajadora sino a defender las instituciones catalanas y al molt honorable y no demasiado bolchevique President Puigdemont. En el resto del territorio del Estado español hemos visto a unas “izquierdas” que basculaban entre una mayor comprensión hacia una de las dos burguesías nacionalistas instigadoras del enfrentamiento (la catalana) o que caían directamente en la fantasía de un febrero (analogía de la revolución “democrática” del reformismo ruso de 1917) de revolución burguesa que podría abrir pasó a un octubre posterior. Difícil de entender abandonando las posiciones de clase en sus prácticas durante la crisis política, apoyando a los sectores que explotan a la clase trabajadora catalana, y favoreciendo que se divida a l@s trabajador@s en patrias.

Una convocatoria electoral autonómica para Cataluña para el 21 de Diciembre por parte del Estado español que sitúa al soberanismo en la disyuntiva de participar en las elecciones, y ver cómo les va en ellas, o boicotearlas y enajenarse la posibilidad de gobernar en el territorio. Si el PdCat, o lo que quede de él, se apresta a presentarse a las elecciones convocadas desde la legalidad española contra la catalana, Junqueras (ERC) pide, junto con el molt honorable President Puigdemont, aceptar la convocatoria, realizada por el gobierno central, que no posee las competencias para hacerlo, sino el President de la Generalitat destituida. Parece que la CUP mientras defiende la legitimidad del President se va abriendo a las próximas autonómicas, abandonando su peregrina propuesta de “paella insumisa” (Mireia Boya y Anna Gabriel). Habrá que ver de qué modo afectarán unas condiciones que le han sido impuestas desde fuera a una República proclamada, pero inexistente, y cómo todo ello impactará sobre la credibilidad del propio proyecto independentista y a sus promotores.

Un comportamiento de PdCat y de ERC que les lleva a mantener al día siguiente de la proclamación de la República catalana sus escaños en el Congreso y en el Senado españoles y a votar previamente en contra un artículo, el 155, cuando su desacato al mismo debiera haberles conducido, en coherencia, a abandonar el pleno del Senado. El argumento de que dejar sus escaños en Congreso y Senado “sería solo un gesto estético” parece sostenerse mal desde la una posición que, en realidad, no es meramente “estética” sino moral y de congruencia.

Una realidad opuesta en los gobiernos, parlamentos y bloques políticos hegemónicos de España y de Cataluña. En la primera el gobierno, el senado y el bloque constitucionalista de PP, PSOE y Ciudadanos actúan unidos, aprueban el artículo 155 y el gobierno va aprobando un desarrollo y aplicación del mismo, día tras día, en el BOE. En la segunda, el bloque independentista presenta fisuras más que notables, el PdCat ha tenido ya dimisiones tanto en el partido como en la Generalitat y, tras una noche de fuegos artificiales y fiesta en la Plaza de San Jaume, el Govern se va a dormir y de fin de semana, sin tomar auténticas decisiones que viabilicen y muestran la voluntad ejecutiva de puesta en marcha de la República catalana. Decisiones imparables frente a pasividad.

Una economía muy interrelacionada en la que la inestabilidad política y social que tanto asusta al inversor capitalista golpeará sobre Cataluña y sobre el resto del Estado español.

La continuación de la luz de gas sobre los conflictos sociales de clase que afectan a trabajadoras y trabajadores tanto de Cataluña como del resto del territorio español, ahogados por una dinámica de patrias que es dirigida por el discurso burgués a uno y otro lado del Ebro. Si cabe extraer una conclusión sobre dicha dinámica es la de que ambas burguesías mantienen un acuerdo quizá más que tácito para ocultar la realidad de una clase trabajadora a la que ambas explotan y desposeen.

Cabe aventurar algunas conclusiones acerca de la recién proclamada República catalana y sobre la crisis a la que ha conducido el choque de trenes entre el nacionalismo español y el catalán.

El procés y la declaración unilateral de independencia han sido, para un sector importante de la población catalana que ha acompañado al mismo, más una afirmación de soberanía que un camino que realmente creyesen posible. Han vivido una especie de catarsis colectiva, un psicodrama social que les ha permitido vivir "un como si", como si el sueño fuera posible. Ahora empiezan a despertar del mismo y a comprender sus límites. La República catalana ha sido tan virtual como los falsos reconocimientos de la misma en redes sociales por parte de supuestos gobiernos nórdicos y de repúblicas bálticas. Al menos les quedará el consuelo de que Osetia del Sur ha afirmado que va a estudiar si reconocerá a la nueva república o no.

El procés no ha acabado, aunque la independencia de Cataluña ha quedado postergada “sine die”. A tenor de la aceptación de la convocatoria electoral, que empieza a ser aceptado por los partidos independentistas, la permanencia de sus representantes en el Parlamento español y el acatamiento de sectores funcionariales (cargos de los mossos) del control de la situación por las autoridades españolas, cabe pensar que el procés ha entrado en una fase de realismo posibilista y que la estrategia de largo plazo del independentismo está empezando a ser sustituida por giros tacticistas rápidos que dejarán descolgados y con un sentimiento de frustración a gran parte de los sectores soberanistas de la población catalana, como apunté en anteriores artículos. El despertador de ese sueño es a 30 de Octubre la bandera rojigualda ondeando en el Palau de Sant Jordi, junto a la señera y un despacho vacío del molt honorable President de la Generalitat a la que éste hoy no ha acudido hasta el momento, mientras algún Conseller como Josep Rull va a ser desalojado del suyo por los mossos d´esquadra y el resto de ellos han obtenido un breve permiso del gobierno ocupante para recoger sus pertenencias de sus, hasta el pasado viernes, despachos de los que  las fotografías del ya cesado President han ido desapareciendo.

Por su parte, la Presidenta del Parlament, Carme Forcadell, acaba de desconvocar la reunión de la ;esa de la institución, asumiendo de hecho que el la misma está disuelta, lo que no es sino el reconocimiento de la fuerza del Estado como ley de hecho.

Las declaraciones del diputado de la CUP del Parlament de la República catalana, Benet Salellas, cuestionando la capacidad de materializarse dicha república indica la abismal distancia entre deseo y realidad: "No hay estructuras de estado preparadas ni medidas de efectividad republicana que estén empezando a desarrollarse. El Govern no estaba preparado para un escenario de unilateralidad pura". En el mismo sentido, el diputado cupaire señalaba que su partido "no comprende por qué después de la proclamación de la República el Gobierno no está promulgando los decretos que la misma resolución".

Las posibilidades que se plasmen o frustren de una candidatura unitaria del independentismo catalán serán la piedra de toque de su capacidad para mantener un bloque más o menos unido que hoy vive tensiones internas, y que hace muy pocos días se fracturaba entre acusaciones de traición. En cualquier caso, la participación de candidaturas independentistas en las elecciones del 21-D será la deslegitimación absoluta de un procés por parte de sus promotores, al asumir como legales unas elecciones que solo Puigdemont hubiera podido convocar de continuar en el cargo.

Del grado de extensión y la intensidad de la aplicación del artículo 155 por parte del gobierno español y del comportamiento revachista o de perfil bajo de una posible nueva mayoría unionista en la sociedad catalana dependerá que la situación de crisis social y política se vaya atemperando o se incrementen la tensión y la fractura sociales.

El denominado “régimen del 78”, lejos de entrar en crisis, se verá notablemente fortalecido por varios factores.

El primero, la reacción españolista y el incremento del nacionalismo español.

El segundo, la unidad de la que han dado muestra tanto PSOE como PP y el heredero actualizado de dicho régimen del 78 en torno a legalidad española y la unidad territorial, Ciudadanos. Enfrente, tienen a partidos que no han demostrado una claridad en su proyecto reformista de corte meramente institucional ni una unidad suficiente respecto al mismo, según los escollos en su camino hacia la independencia iban mostrando los límites del proceso.

El tercero el consenso social que están siendo capaces de generar dichos partidos entre sectores mayoritarios de la sociedad española, y muy significativos dentro de la catalana, que se han visto asustados ante las consecuencias que la crisis institucional y la amenaza de la económica, sobre Cataluña en particular y España en general, por la desconfianza de inversores y empresas ante la inestabilidad política y social que ha provocado el proceso. Una parte muy amplia de dichos sectores justifica ya la aplicación de medidas de fuerza más o menos limitadas.

La auténtica derrota del independentismo la ha ejecutado la gran y mediana empresa que, más allá de sus filias o fobias hacia el procés, ha sufrido un ataque de patriotismo del bolsillo, presionando con sus exilios de sedes sociales fuera de Cataluña. El artículo 155 ha sido la puntilla legal que ha empleado el Estado español. Las posibilidades de éxito de las imposiciones coactivas para la aplicación del mismo dependerán fundamentalmente de la poderosísima capacidad de intervención del Ministerio de Hacienda español sobre la catalana y del grado de realismo y acatamiento de los altos funcionarios de la administración de Cataluña y de las clases medias sostenedoras del procés.

Coger las de Villadiego, exiliarse en Bélgica, tras acogerse a santuario de un aliado, que tiene amistades con organizaciones fascistas de Bruselas, y verse a sí mismo como una mezcla de De Gaulle en el exilio, hablando al pueblo desde la BBC, y de MacArthur en plan "volveré", mientras te comportas como alguien que deja tirados a quienes se sacrificaron por ti, significa que el esperpento catalán huye hacia donde los aventureros políticos han perdido su norte. Quizá un día descubramos un nuevo significado de la palabra "resistencia". La idea de patria huele tan mal como el agujero en el que se esconden quienes pretendieron hacernos creer que serían mártires y se comportan como ratas en su escapada.  

Que la ANC, con su máximo dirigente en la cárcel avale presentarse a una elecciones que ha convocado Rajoy y no el "exiliado" Puigdemont, probablemente no sea un motivo para bajarse del burro aquellos cuya deshonestidad intelectual les impide toda reflexión que pueda crearles duda alguna sobre aquello que defienden.

La izquierda, o lo que la opinión pública y la publicada entienden por tal, y el republicanismo español entrarán en una grave crisis cuyas consecuencias y efectos se irán dilucidando en los próximos tiempos.

De momento, el reconocimiento por parte de Anticapitalistas, grupo integrante de Podemos, ha sido desautorizado por el Consejo Ciudadano Estatal de este partido y En Podem (Cataluña) ha sido intervenido por dicho Consejo, en aplicación de su particular 155 sobre su filial catalana, tras las graves diferencias de ésta con su organización española, sobre todo por parte de su líder Albano Dante Fachín. Veremos en qué acaba esta cuestión.

En los restos de IU ya se están produciendo tensiones internas cuyas repercusiones pueden incrementarse por un efecto rebote o dominó de la crisis de Podemos, visibilizada por las declaraciones españolistas de Carolina Bescansa, sobre su socio político.

El caso del PSC, organización hermana del PSOE, ha vivido estos días fuertes tensiones internas entre su realidad catalana -buena parte de su dirección- y española, la que se concentra en el cinturón industrial de las ciudades que constituyen la conurbación barcelonesa (el gran Barcelona y otras localidades de tamaño considerable). A pesar de sus enfrentamientos internos es previsible que una parte del voto nacionalista moderado que ya no se reconoce en el PdCat y de En Podem y los Comunes, cuyas inclinaciones hacia el soberanismo han sido muy marcadas, gire hacia el PSC.

El republicanismo español se ha visto atrapado en su contradicción de reivindicación de un Estado federal para todo el territorio, nunca concretado como propuesta, y una delegación del sostenimiento de la reivindicación de III República española en una República catalana cuyo proyecto es en gran medida ajeno, desligado del federalismo y que no se reconoce en ella.

Las organizaciones “a la izquierda de la izquierda”, muy atomizadas, de muy reducidas dimensiones y carentes prácticamente de influencia política alguna respecto a la gran mayoría de la clase trabajadora, ahondarán en su marginalidad como consecuencia de su desvinculación práctica y real de una posición de clase. Su enfeudamiento a los nacionalismos burgueses y pequeñoburgueses vasco y catalán y su aceptación de la estrategia de exportación de nacionalismos promovidos en los distintos territorios del Estado español, siguiendo el modelo de Izquierda Castellana, que grupos autodenominados comunistas asumen como forma de acabar con el denominado régimen del 78 y con la monarquía española, están actuando como mecanismos de refuerzo de ambos, por la reacción de un nacionalismo español y de una extrema derecha que no habían detonado hasta el momento con la fuerza con la que ahora se presentan.

En la práctica, un reformismo moderado, con formas y lenguaje aparentemente radicales, y un radicalismo democrático, a su izquierda, vienen a cubrir el papel y los objetivos que en el siglo XIX representaban facciones de la pequeña y mediana burguesías a través de los "partidos democráticos", aspirantes a reformas que cambiasen la configuración institucional de los Estados capitalistas y sus formas de representación pero sin alterar nada de sustancial de la base material y económica en la que se sustentaban. Apelan, como entonces, a la clase trabajadora, de la que buscan el apoyo a sus causas pero supeditando los intereses de ésta a los objetivos reformistas que constituyen el programa político de ciertos estratos de las clases medias urbanas. No son partidos de clase, por mucho que una parte de ellos lo proclame o, al menos, no de la clase trabajadora, entendido dicho carácter como el propio de organizaciones que defienden los intereses de los asalariados de forma autónoma a los del resto de clases sociales. La ausencia de una centralidad en el discurso y la práctica de clasista es evidente en todos ellos.

La clase trabajadora seguirá sin tener quién la escriba desde las organizaciones políticas en el sentido de la defensa de unos intereses específicos e independientes de los de cualquier otra clase social y otra causa que no sea la suya, la de sus propias reivindicaciones sociales y objetivos de emancipación.

Pero como decía Lenin, emulando las palabras de Goethe, «la teoría es gris amigo mío, pero el árbol de la vida es eternamente verde». La realidad es que los problemas de la clase trabajadora, los despidos, los bajos salarios, los desahucios, la pobreza de amplias capas de la clase trabajadora... volverán más pronto que tarde a hacerse presentes en un escenario en el que fueron opacadas por una confrontación que a las burguesías de un lado y otro del Ebro venía muy bien. Y entonces puede que sea el momento de pedir cuentas a los partidos “progresistas” por el juego practicado en la promoción por acción y reacción, respectivamente, de los nacionalismos catalán y español. Con la esperanza de pasar pronto página a esta estrambótica farsa...hasta la próxima charlotada tan del gusto de los habitantes de este extremo de Europa.