Por Marat
1.-EL MOMENTO GRIEGO:El resultado de las elecciones generales el domingo 17 de Junio en Grecia sitúa aparentemente las cosas en el mismo lugar en el que estaban meses atrás, antes del anterior intento fallido de formar gobierno en el pasado mes de Mayo.
Grecia acaba de formar Gobierno mediante el pacto la derecha liberal de Nueva Democracia (
ND), en coalición con los socialiberales del
PASOK y de la escisión por la derecha de
SYRIZA, Izquierda Democrática (
DIMAR).
Los mismos partidos que ocupaban el gobierno cuando estalló la crisis capitalista y se produjo el rescate griego –primero PASOK, después ND- son, de nuevo, los encargados de repetir el papel de Caronte que lleva las sombras errantes de los griegos a la otra orilla del Hades o Aqueronte, según las fuentes, previo pago de una moneda que los trabajadores helenos están abonando un millón de veces más, tras el rescate de su país, a los mercuriales capitalistas europeos.
Si entonces fracasaron al afrontar la crisis griega, que no es sólo económica, sino política, institucional, social y moral, fracasarán de nuevo ahora, ya que sus “recetas” continúan siendo las mismas: austeridad, recortes sociales, sacrificio para los trabajadores y hambre, dolor y miseria para sus familias.
El caballo blanco ganador de la “izquierda sistémica”; esto es, de reformistas y posibilistas se llamaba Syriza, a la que el complejo mediático del capitalismo llamaba “izquierda radical”, como si el término aludiera a peligrosos revolucionarios que pudieran poner en peligro al sistema económico griego y, dada la presión de voto antiSyriza de las grandes potencias económicas, al capitalismo europeo en su conjunto.
Pero “izquierda radical” es tan sólo el nombre que se da Syriza a sí misma (
Coalición de la Izquierda Radical) y a estas alturas todo el mundo –o al menos los informados- debiera saber ya que el nombre no hace a la cosa, no la convierte en lo que realmente es.
Son los hechos, las posiciones políticas, los pasos que se dan, los que ubican a una organización política en un espacio concreto del espectro, teniendo siempre en cuenta que el lugar político de quien contempla a una organización concreta tiene mucho que ver con la percepción que de ella se forma.
Por este motivo conviene acudir a los datos reales para evitar caer en los subjetivismos, basados en la ignorancia unas veces, en el interés en otras y en las falsas percepciones en las más de ellas.
Synaspismos es el nombre de la organización mayoritaria de Syriza y le presta la S (o sigma en griego) a la primera de las iniciales de esta coalición electoral. Synaspismos es la organización de la que es Presidente Alexis Tsipras, el candidato de Syriza a la presidencia del gobierno griego en las últimas elecciones generales del pasado domingo.
Aunque en su origen Synaspismos fue la coalición electoral entre el
KKE exterior (marxistas-leninistas) y su escisión del
KKE interior (eurocomunistas) lo cierto es que la evolución posterior de dicha coalición, los enfrentamientos entre sus componentes más tradicionales y los más “renovadores”, la salida de algunos de los sectores más próximos a la socialdemocracia y del propio KKE exterior de la coalición, la debilitaron enormemente.
Aún así Synaspismos se convertiría en 1991 en partido político, ya con influencias netamente socialdemócratas, eurocomunistas, ecosocialistas y cercanas al ecologismo y el feminismo; algo muy parecido a la
IU española, con la que comparte pertenencia al Partido de la Izquierda Europea (
PIE), a través de Syriza. El PIE es la más evidente muestra de la renuncia de muchos partidos de la izquierda a su identidad comunista del pasado.
El resto de componentes de Syriza son diversos grupos escindidos, por la derecha, del KKE exterior, varios grupos trotskistas y maoístas, cuya práctica política se sitúa en un reformismo de tintes pretendidamente “izquierdistas”, al estilo del Bloco de Esquerra portugués, escisiones de izquierda del PASOK (lo que no es mucho decir en términos de izquierda) y algún otro de similar orientación.
Hoy Syriza se sitúa entre una posición de socialdemócratas de izquierda y los grupos de orientación “anticapitalista”, pasando por los ecosocialistas y los antiglobalización (movimiento en el que predomina claramente una corriente mayoritaria netamente reformista).
En el contexto de una socialdemocracia a la que la crisis ha convertido en liberales en la práctica y que ha visto morir su modelo de Estado del Bienestar y de unos PPCCs huérfanos y desnortados tras la desaparición de la URSS y de los países del “socialismo real”, Syriza es el proyecto más acabado de una posición aparentemente centrista entre ambos polos pero, que en gran medida representa el intento de ser los “auténticos” socialdemócratas y de sustituir, en el caso griego al PASOK.
Conviene recordar que Synaspismos, antecedente de Syriza,
votó en 1990 a favor del Tratado de Maastrich, antecedente estratégico del ataque liberal contra los derechos de los trabajadores, de las políticas de austeridad, de los recortes de derechos sociales y de los procesos de privatización de lo público que hoy sufrimos.
Ese intento de Syriza de convertirse, como Iznogud el Magnífico, en el Califa en el lugar del Califa o en la nueva socialdemocracia en lugar de la vieja socialdemocracia se puso en evidencia con el intento fallido de ser recibido por François Hollande y con la reunión de Alexis Tsipras con los embajadores y diplomáticos de los países del G-20 en Grecia durante la última campaña electoral, con el fin de tranquilizarles sobre los límites de su disidencia frente a las recetas del capital (1)
Este recibimiento por parte de representantes de los principales gobiernos del capitalismo mundial recuerda demasiado al modo en que Santiago Carrillo viajó a USA en noviembre de 1977 para explicar el abandono del leninismo por parte del entonces su partido, el PCE, sin contar con la opinión de la militancia. El IX Congreso del Partido en 1978 ratificaría el abandono del marxismo-leninismo y ahondaría la crisis de un partido que perdió su identidad y su peso político para no recuperarlo jamás. No creo que la única forma válida de ser comunista la represente el leninismo en su versión dogmática pero aquel comportamiento era indicativo de hasta dónde llegan las renuncias de la inmensa mayoría de las organizaciones a la izquierda de los PPSS y, más grave aún, de hasta dónde moderan sus discursos para alcanzar el gobierno o un mayor grado de apoyo electoral. No es sorprendente que el referente del PCE en Grecia sea Syriza y no el
KKE.
Sin embargo, y a pesar de que Syriza sea la opción reformista de las aristocracias obreras y clases medias “progresistas” que pretenden no la revolución social sino la minoración de los efectos de la crisis sobre los asalariados y las capas populares de la sociedad griega, lo cierto es que para amplios sectores de los trabajadores helenos Syriza representaba una cierta aspiración de la soberanía nacional frente a los diktats de la Troika y una esperanza de que la crisis no la pagasen sólo los trabajadores, renegociando el pago de la deuda griega. Olvidar esto puede conducir a graves errores que la izquierda revolucionaria y comunista (KKE) ha pagado muy caro, reduciendo su apoyo electoral a la mitad de la obtenida en las elecciones de Mayo, en las que un importante sector de los trabajadores griegos vieron en los comunistas posiciones de clase y de lucha firmes. En aquel momento Syriza ya había doblado el apoyo obtenido por el KKE y le disputaba con fuerza la hegemonía dentro del espectro a la izquierda del PASOK. Hoy ha multiplicado por 6 esa hegemonía.
Que la posición estratégica general sea la correcta –impulsar una revolución social para el derrocamiento del capitalismo y la instauración del socialismo, como defiende el KKE- no significa que el desarrollo táctico lo sea necesariamente.
El KKE contaba con que en las elecciones de junio se impondría electoralmente Syriza y, al formar gobierno, desvelaría su condición puramente reformista dentro del sistema, al sucumbir a las primeras presiones del capital.
Pero lo cierto es que ese escenario no se ha producido porque, aún siendo Syriza lo que el KKE ha denunciado muchas veces que es, ni la Troika, ni las cancillerías europeas, ni Merkel, ni la señora Lagarde, ni los grandes grupos mediáticos de información general y económica, ni los propios grandes poderes del capital organizado, estaban dispuestos a correr el menor riesgo. Para “disidente” oficial ya tienen bastante con Hollande, la versión francesa de Obama. Alguien que sólo les hable de combinar austeridad con inversión y crecimiento; esto es, la vía keynesiana, que nació ya muerta en esta crisis porque el capital es incontrolable desde unas instituciones políticas que no estén dispuestas a romper con el capitalismo.
Con su presión sobre la población griega acerca de los grandes males que aquejarían al país en caso de ganar las elecciones generales Syriza –corte del grifo del euro, expulsión de Grecia de la UE y de la moneda única, lo que recordemos no desea la mayoría del pueblo heleno-, combinado con el filtraje de que los sondeos de opinión, no publicados desde dos semanas antes, mostraban una tendencia al triunfo de ND por la mínima, golpeaban sobre la opinión pública y, específicamente, sobre los trabajadores griegos, los grandes perdedores de la crisis del capital, extenuados por años de resistencia en soledad y sin el apoyo de lucha de los trabajadores europeos y sus sindicatos reformistas. Lo mismo les sucedió a los trabajadores franceses en las huelgas heroicas que sostuvieron en 2010.
Al no haberse producido el escenario del triunfo de Syriza queda ésta como la esperanza incumplida pero aún deseada por más de un millón y medio de trabajadores griegos. Se mitificará por parte de las izquierdas reformistas su derrota y aparecerá como el gran sacrificado por la dictadura burguesa del capital. Éste no es la mejor perspectiva de futuro para la izquierda revolucionaria y comunista griega.
El KKE y su combativo sindicato
PAME han sido piedras angulares de la resistencia y lucha de los trabajadores griegos. Han sido el principal bastión, frente a posiciones pactistas de otras izquierdas y de sindicatos menos combativos, el desafío al capital durante estos años y han alimentado la rabia y el espíritu de lucha ante la depredación capitalista sobre las viejas conquistas obreras. Han sido contemplados con orgullo de clase y admiración por los sectores más conscientes de las clases trabajadoras europeas, como hoy lo son los mineros españoles, que reciben la solidaridad de sus compañeros gremiales de muchos lugares del mundo.
Ese caudal de energía revolucionaria que el KKE contribuyó a crear no debía haber sido desaprovechada, convirtiendo a Syriza en su principal oponente de la campaña anterior y de la última –lo que en lo ideológico puede marcar gran distancia, en lo electoral puede serlo mucho menor- porque cientos de miles de trabajadores apostaron por el posibilismo de una izquierda que se opusiera a las peores medidas impuestas por Alemania y la UE y para ellos esa izquierda era Syriza en aquellos momentos.
La clase trabajadora, como cualquier ser humano, suele optar a corto plazo por las vías posibilistas, aquellas que supongan una menor dosis de sacrificio en la lucha y a las que vea mayores posibilidades en lo inmediato, en algo que tiene mucho que ver con la economía del esfuerzo, por mucho que la realidad a largo plazo muestre que esas no son más que vanas ilusiones de un reformismo de cortos vuelos que acabará estrellándose ante la realidad de que el mundo capitalista sólo se cambia por la fuerza. Pero esa circunstancia exige la modulación de los tiempos por parte de un partido revolucionario.
El KKE hizo muy bien en negarse a la coalición preelectoral con Syriza pero debió haber explicado, de un modo didáctico para los trabajadores, el porqué de este rechazo.
Oponerse a Syriza en los términos de traición de clase en que lo hizo le ha supuesto extrañarse el apoyo de centenares de miles de trabajadores que en las anteriores elecciones le habían apoyado, potenciando un “voto útil “ que el triunfo de la derecha no ha convertido en voto inútil sino en esperanza de que en un próximo intento el triunfo de los pseudoizquierdistas fuese posible.
Habría sido posiblemente muy distinto que el KKE se hubiera dirigido a los trabajadores griegos diciéndoles: “saludamos vuestra voluntad de resistencia ante los sacrificios que los capitalistas europeos pretenden imponer al pueblo griego, voluntad de resistir que hoy creéis ver representada en Syriza. Desafortunadamente no vemos las cosas como vosotros porque sus antecedentes y su práctica política no nos permiten confiar en ella. Por eso no nos integramos en su llamamiento a una nueva mayoría de izquierdas. Pero si Syriza llega al gobierno y se propone resistir a la Europa de los mercaderes y rechazar que sean los trabajadores griegos quienes paguen la crisis, nos encontrará a su lado, en la calle y en el parlamento; lo mismo que nos encontrará enfrente y denunciando su traición si abandona sus promesas de defender a la clase trabajadora y ello sucederá tanto en el parlamento como en la calle. Votar KKE es la mejor garantía de que no permitiremos una traición a los trabajadores”. Ante unos argumentos de este tipo muchos trabajadores hubieran sentido la necesidad de continuar apoyando al KKE por su actitud de no oponerse a las esperanzas populares pero a la vez actuar como garante de la continuidad de la lucha.
Matizar los mensajes es muy necesario para un partido revolucionario que se encuentra aislado por el “cinturón sanitario” creado contra él por los partidos burgueses y los reformistas. Si la política de alianzas es un elemento decisivo en la conformación de una nueva hegemonía de la clase trabajadora en un bloque social de lucha contra el capital, la primera alianza sagrada que los comunistas no deben romper jamás es la que conforma el partido con su clase. Si ésta falla, el futuro del partido puede verse amenazado porque, como a un planta, le falta la tierra en la que se asienta.
Aunque de forma tardía, el KKE debiera reflexionar sobre el modo en que ha actuado en este último período porque vienen tiempos aún más difíciles y duros para los trabajadores griegos y europeos. Necesita de toda su inteligencia colectiva para ser capaz de romper ese “cinturón sanitario” creado a su alrededor, distinguiendo enemigos de clase estratégicos de aquellas fuerzas que, dentro de su reformismo, puedan contener en su interior elementos sanos y combativos a los que atraerse desde una posición consecuente buscando, a la vez, crear fisuras entre quienes defienden un capitalismo salvaje y un capitalismo “de rostro humano” pero capitalismo al fin y a la postre. Lo que no puede conformarse como unidad de acción política no significa que no pueda encontrar aliados tácticos de lucha social y en las calles contra el capital, siempre que estos aliados se sustenten en una posición de clase, incluso dentro del reformismo izquierdista de fondo socialdemócrata.
Sólo de este modo los trabajadores griegos pueden volver a recuperar la confianza en un partido que por su trayectoria histórica ha marcado las más dignas etapas de la historia antifascista, revolucionaria y de clase griegas.
2.-ANTE EL RESCATE DE ESPAÑA, SER GRIEGO AÚN TIENE MUCHAS VENTAJAS: La primera de ellas, para la mayoría de los trabajadores griegos, es la de reconocer e identificar a su enemigo. No el abstracto poder, no simplemente los políticos, no la simpleza de los bancos o de Alemania sino el capitalismo, con todas las implicaciones y manifestaciones que ello tiene en las relaciones entre las clases sociales.
La segunda ventaja es que, una vez identificado el enemigo, la mayoría de los trabajadores griegos han mostrado que tienen conciencia de clase, sentido de lucha y disponen de algunas organizaciones que han dirigido esas luchas, al frente de las cuales ha estado el combativo sindicato
PAME.
La tercera es que sus reivindicaciones han tenido un carácter de clase y no han caído en un ciudadanismo vacuo e interclasista en pro de los intereses de unas clases medias y de la superviviencia del capitalismo que nada hubiera tenido que temer ante planteamientos de ese tipo.
Aquí, en el Estado español tenemos sindicatos mayoritarios que hacen una huelga general frente a las consecuencias sociales de la crisis capitalista cada dos años, y eso bajo presión, que organizan movilizaciones convocadas casi clandestinamente (20/06/2012), como si los propios dirigentes que las convocan quisieran hacerlas fracasar para justificar no volver a salir a la calle en mucho tiempo; manifestaciones sindicales en las que uno de sus dirigentes madrileños (Javier López de CCOO de Madrid) reivindica la condición de
“perroflautas” (comeflores cuidadosamente desaliñados al estilo “rebelde” de los hijos de la burguesía) para los trabajadores que habíamos acudido a manifestarnos contra la reforma laboral, las medidas de ajuste y los recortes públicos del gobierno. No me sorprendió demasiado el apelativo que quería echarnos encima ese “sindicalista” a los trabajadores. Era obvio que no se trataba de una simple ironía frente a las palabras de Lucía Figar, portavoz del PP de Madrid en las que aseguraba despectivamente en Mayo pasado que
“cualquier perroflauta moviliza a más gente que el señor Javier López”.
Escuchar después a Fernández Toxo disipó cualquier duda que el más escéptico pudiera tener respecto a la cuestión. Toxo citó 20 veces más la palabra ciudadanos que trabajadores –algo que él y Méndez ya venían haciendo desde hace tiempo- limitó las responsabilidades respecto a las consecuencias de la crisis sobre los trabajadores al PP, el capital financiero, Rato y Bankia, la Troika, Merkel y el BCE –
obviando el modo en que las relaciones sociales entre capital y trabajo habían profundizado la salvaje lucha de clases de los empresarios contra la clase trabajadora- y mostró un
empeño reformista en el mero control del flujo de capitales desde unas instituciones financieras europeas que impusieran otra política, consistente simplemente en recuperación e inversión.
Y en esto llegó el
“referente” indignado.
Julio Anguita, el hombre orquesta, se ha propuesto a sí mismo para liderar un
“frente cívico interclasista”.
“Estoy evitando hablar de izquierdas, de derechas, de socialismo, de comunismo, de república” (2) ha dicho el místico eternamente jaleado por la Brunete mediática de El Mundo y Tele5 desde que era Coordinador General de IU y hoy colaborador de ABC Punto Radio. El mismo personaje público que un día dijo:
"Lo único que os pido es que midáis a los políticos por lo que hacen, por el ejemplo, y aunque sea de la extrema derecha si es un hombre decente y los otros son unos ladrones votad al de la extrema derecha. Eso me lo manda mi inteligencia de hombre de izquierdas. Votad al honrado, al ladrón no lo votéis aunque tenga la hoz y el martillo" (3). No se puede pasar por alto la integridad política –
“es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad”, dijo Marx en su
“Tesis sobre Feüerbach”- pero hacer abstracción de las ideas que se defienden es propio de quien un día fue un joven falangista y ganó el Premio José Antonio Primo de Rivera y que ahora, cuando la senectud está próxima, vuelve por sus fueros.
Julio Anguita es otro que quiere, como los de Democracia Real Ya y el 15M, superar las diferencias ideológicas, unir a la
“inmensa mayoría de la población” (99%), por encima de categorías de clase y contradicciones entre las clases sociales (
“de una manera transversal”)
“en base a un programa de mínimos”. Puesto que no habla de socialismo, ni de comunismo, ni de república, ni de izquierdas o de derechas y se limita a expresar conceptos populistas como “corrupción de los políticos” o abstractos y descontextualizados como “poder” (3), como los decisivos problemas del presente, bien podemos pensar que nos encontramos ante un populista al estilo de Rosa Díez o ante un caudillo de peor jaez:
“He empezado la guerra. El que quiera que me siga”. Discúlpeme, invicto líder pero tengo un hernia discal que me impide coger la cruz y seguirle en su camino hacia la cumbre de su columna de profeta.
Este hombre lleva demasiado tiempo proclamando la suprema estupidez de que
“cumplir la Constitución es revolucionario”. Una constitución monárquica, que proclama la unidad indivisible de la nación y niega el derecho de autodeterminación de los pueblos, una Constitución que consagra la propiedad privada, el derecho a la herencia y la economía capitalista no tiene nada de potencialmente revolucionaria porque incluya el derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación y la sanidad pública o a la percepción de una pensión en la vejez por el simple hecho de que cualquier persona con dos dedos de frente sabe que son derechos meramente enunciativos, que no vinculan a sus gobernantes. Anguita, en su epístola a los amantes de la demagogia y las soluciones simplistas para analfabetos políticos y desclasados, sabe que la Reforma Constitucional del pasado verano que subordinó dichos derechos al cumplimiento de los objetivos de déficit y del pago de la deuda pública, mediante el pacto PSOE-PP, terminó por convertir en papel mojado unos derechos que ya antes sólo estaban en la Constitución para hacerla más digerible, no para ser cumplidos.
Este maestro Siruela, con aires de telepredicador, dice también en respecto al proyecto amorfo y todoterreno en lo ideológico, ciudadanista y transversal, que no de clase, que pretende dirigir, y a sus relaciones con las formaciones en las que todavía milita:
“Soy militante del PCA, partido al que pienso pertenecer hasta que desaparezca y de izquierda unida, mientras siga la línea del proyecto que inicié. No estoy por la labor de irme. Estoy haciéndolo al margen de, no en contra de. No voy a participar de ninguna lista electoral ni fuerza política que se constituya en rival de Izquierda Unida. Lo mío va por otro camino". Todo se andará y, según funcione, Anguita encabezará una secesión, como antes hicieron quienes le precedieron (Carrillo, la Nueva Izquierda de Almeida y López Garrido, Equo) o bien será fagocitado como experiencia piloto de uno de los mil proyectos de regeneración de IU, está vez en versión ya manifiesta y no encubiertamente “indignada”, como fueron las Mesas de Convergencia.
"Cuando propongo todo esto no tengo la contienda electoral en el horizonte. ¿Por qué me ofrezco de referente? Yo no pienso ir a ningunas elecciones, ni por mi edad, ni por mi estado de salud pero también por la convicción de que segundas partes nunca fueron buenas. Si esto cuaja y cabe esa posibilidad de que andando el tiempo ese frente concurra a unas elecciones, ya vería qué voto. Presentarme al frente del mismo, queda totalmente descartado. Intento poner algo en marcha e intervendré ahí como uno más, discutiendo o usando la capacidad de ascendiente”. Todo se andará. Quien no ha podido dejar de enredar tras abandonar sus cargos en el PCE y en IU porque su ambición y su descomunal ego desbordan la tranquilidad de la reflexión política o de la aportación no protagónica, no podrá sustraerse fácilmente, tras varios años de querer ser salsa de todos los platos, de encabezar algo, aunque sea en el cuerpo de un ratón antes que formando parte de la cola de un león.
El mundo sindical (mayoritario y minoritario) y el conjunto de las falsas izquierdas políticas han acabado de converger, desde su reformismo vergonzante (por encima del ropaje que adopten), con los liberales que diseñaron un proyecto “indignado” de revolución de naranja desideologizada y que rechaza definir un proyecto de sociedad para instalar la protesta social en un bucle permanente sin avance hacia ninguna parte.
Combatir a quienes manejan marionetas que se niegan a definir al enemigo de clase, su dominación ideológica, el carácter de su movimiento y la orientación de un proyecto concreto es cada vez más combatir también a esas sindicalismos de megáfono sin firmeza en la lucha y a las “izquierdas sistémicas”, desde el reformismo hasta los pseudoizquierdistas, que aligeran al máximo su perfil ideológico para coincidir con los que rechazan las identidades políticas, mientras venden para consumo interno o autojustificación un supuesto izquierdismo al que renunciaron en lo real hace ya mucho tiempo.
Por desgracia, y dada la ausencia de una organicidad que asegure la autonomía de clase para sí de los trabajadores, esa lucha deberá hacerse en gran medida –pero también desde fuera- desde los sindicatos existentes y desde las “izquierdas” nominales pero poniendo un ojo en la reconstrucción de un sindicalismo y de una izquierda revolucionaria y comunista de y para los trabajadores y no para ninguna “amplia mayoría” hegemonizada por unas clases medias que se conforman con volver al status quo de la casilla de salida previa a la crisis capitalista.
No puede haber descanso en el intento de recuperar la identidad de clase, el proyecto de construcción del socialismo y el desenmascaramiento del potaje light que nos venden desde las organizaciones obreras clásicas (sindicatos y partidos) cuando más necesario es levantar una bandera de firmeza y clarificación frente a un capitalismo que sí tiene claro quienes son sus auténticos enemigos: los trabajadores.
Las realidades de Grecia y España, como del resto de países de la UE, son diferentes. Las velocidades a las que se deteriora el clima social y las situaciones económica y política también lo son en los diversos países de la vieja Europa. Pero las clases trabajadoras del continente tienen una misma necesidad -adquirir conciencia de clase y de lucha contra el capital, construir una solidaridad internacionalista de clase que derribe las fronteras de las divisiones nacionales, organizarse en partidos y sindicatos que defiendan de verdad sus intereses- y un mismo e inevitable horizonte –acumular fuerzas en la lucha para destruir el capitalismo e implantar una sociedad socialista, única democracia de los iguales- Eso o esperar que sea el fascismo el que dé su “alternativa”, como ya lo está haciendo, en una forma que no constituirá ningún Amanecer Dorado para nuestra clase sino una aberrante nueva era de horror para la humanidad.