Mostrando entradas con la etiqueta revolución social. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta revolución social. Mostrar todas las entradas

8 de agosto de 2016

BALADA TRISTE DEL NOSTÁLGICO Y DEL PRÓFUGO DE SU ENTORNO POLÍTICO INMEDIATO

Por Marat

Hace mucho tiempo que los observo y, por más que entiendo sus mecanismos psicológicos, los veo cada vez más como extraterrestres del mundo en el que viven.

Encapsulados en la burbuja de su “verdad”, parecen ajenos al dolor social más próximo. No creo que, de verdad, sea eso lo que les pasa; al menos no conscientemente para quienes dicen indignarse con la injusticia, la desigualdad, la opresión y la explotación. Pero da la impresión de que éstas les cogen siempre demasiado lejos en el tiempo y/o en el espacio.

Su distancia, en mi opinión, obedece a una renuncia consciente o inconsciente a intervenir en la realidad social, económica y política de su propio país y, más en concreto, de allí dónde viven -el barrio- o trabaja -la empresa- porque consideran muy difícil o inútil el hacerlo. No es raro escucharles el discurso de que la gente está adocenada, de que los obreros no tienen conciencia de clase -qué gran descubrimiento hacen- o de que “aquí la gente no despierta ni a tiros”. Olvidan que la primera obligación de quien quiere cambiar el mundo es precisamente centrar la mayor parte de su acción en el lugar y el momento en el que están y contribuir a elevar la conciencia de clase a quienes no la tienen.

Tanto los que continuamente alaban los tiempos pasados y perdidos como aquellos solidarios con toda causa que esté a miles de kms de sus casas comparten una misma actitud: el escapismo de quienes se sienten impotentes para cambiar la realidad.

Unos han convertido sus esperanzas y creencias en algo muerto, de tanto acudir al museo de la historia, olvidando el presente. Otros, dejan a los próximos de su misma clase social al desamparo del sistema económico en el que viven, al mirar mucho más lejos del entorno en el que se encuentran.

No se trata en absoluto de ignorar la conexión entre pasado y presente. El propio Marx afirmaba esa relación

La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos.” (Karl Marx. “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. Capítulo I)

Tampoco se trata de desconocer que lo local y lo internacional se dan la mano en un único mundo capitalista e imperialista. Mucho antes de que la mundialización se hubiese puesto de moda, “El manifiesto comunista” proclamaba: “Proletarios de todo el mundo [o de todos los países, según traducción y preferencias], uníos”

Pero ningún revolucionario debiera ignorar que jamás atraerá para su causa a nadie -y estos son siempre quienes tenemos en nuestro entorno más próximo y forman parte de los vivos, no de los muertos, ni de los del porvenir-, si no está dispuesto a compartir sus problemas, sus necesidades y reivindicaciones inmediatas, que son las que le afligen, para elevar su conciencia más allá de la inmediatez y de sí mismos. Ningún explotado ni despojado de sus derechos sentirá apego o interés por la condena que nadie haga del imperialismo que arma al yihadismo en Siria, Libia o Irak, si quien difunde sus denuncias no centra la mayor parte de sus lucha junto al que tiene más cerca, sencillamente porque le estará mostrando un absoluto desprecio por su realidad.

Del mismo modo, centrarse de modo casi exclusivo en la defensa de lo que fueron las realizaciones de los países socialistas, en denunciar las conspiraciones que contra ellos existieron o en defender una coalición política que está muerta por méritos propios y ajenos, sirve para constituirse en guardián de las esencias del museo, pero sirve de muy poco cuando a su vez no hay compromiso con la creación de la alternativa al capitalismo hoy, con la lucha política concreta o con crear organización para esa lucha.

No estaría de más que los defensores de las realizaciones -que las hubo y enormes- de lo que algunos llaman “civilización socialista” tengan en cuenta que ya hay una generación que nació años después de la caída de la URSS y que pronto serán dos. Por mucho empeño que pongan en limpiar de polvo y paja la basura que sobre aquellos sistemas echó la propaganda capitalista, no lograrán más que convencer a los previamente convencidos, si no son capaces de poner en primer lugar la defensa de las condiciones de vida y el rechazo a la explotación del conjunto de la clase trabajadora y especialmente frente a la enajenación que los nuevos flautistas transversales de Hamelín les han producido con su empalagosa música de sonrisas, corazones y negación de las clases sociales y la lucha de clases. Pero eso, repito de nuevo, exige propuesta, proyecto y organización para aquí y, aunque no para el ahora, si ir poniendo las piedras hoy. Y dejarse de mirar con lágrimas en los ojos a un ayer que no volverá en la forma en la que lo conocimos. Ese es el homenaje y la fidelidad al ayer. Trabajar desde lo que nos afecta hoy para lograr lo que fue válido del pasado. Y dejar de relamerse morbosamente en las heridas, buscando reafirmarse y refugiarse en una comunidad de soldados derrotados. Es hora de construir porque el resto son pamplinas que, pretendiendo ser revolucionarias, acaban siendo reaccionarias al negarse a hacer la primera tarea de todo antiimperialista en su propio país: trabajar para romper la cadena que une a éste al sistema imperial.

Y por último, insisto para que se me entienda y no se manipulen mis palabras. No se trata de dejar de defender las causas solidarias por la soberanía de los pueblos contra el imperialismo y sus esbirros, sea en Siria, el Donbass o en Libia, por poner sólo tres ejemplos, ni de olvidar lo que significó la Unión Soviética como conquista de derechos para la clase trabajadora y de esperanza para tantos desheredados de la tierra -esas son responsabilidades que un marxista no debe abandonar-, sino de reordenar el peso que ha de dar a cada cosa un militante revolucionario. Mientras algunos claman por la nostalgia y el internacionalismo 24 horas al día -en redes sociales-, me temo que no le dedican ni media a luchar junto a su clase y en su país por los derechos de esta. Y ello, vuelvo a decir, exige construcción de proyecto, recuperación de tejido de lucha y organización para llevarla a cabo. Por difícil que parezca, y tentador en consecuencia el dedicarse a otros menesteres en su lugar, la tarea principal es esa. El resto, cuando se olvida ésta, monsergas.

22 de junio de 2012

FRAGMENTOS DE LA LUCHA DE CLASES EN GRECIA Y ESPAÑA HOY

Por Marat

1.-EL MOMENTO GRIEGO:
El resultado de las elecciones generales el domingo 17 de Junio en Grecia sitúa aparentemente las cosas en el mismo lugar en el que estaban meses atrás, antes del anterior intento fallido de formar gobierno en el pasado mes de Mayo.

Grecia acaba de formar Gobierno mediante el pacto la derecha liberal de Nueva Democracia (ND), en coalición con los socialiberales del PASOK y de la escisión por la derecha de SYRIZA, Izquierda Democrática (DIMAR).

Los mismos partidos que ocupaban el gobierno cuando estalló la crisis capitalista y se produjo el rescate griego –primero PASOK, después ND- son, de nuevo, los encargados de repetir el papel de Caronte que lleva las sombras errantes de los griegos a la otra orilla del Hades o Aqueronte, según las fuentes, previo pago de una moneda que los trabajadores helenos están abonando un millón de veces más, tras el rescate de su país, a los mercuriales capitalistas europeos.

Si entonces fracasaron al afrontar la crisis griega, que no es sólo económica, sino política, institucional, social y moral, fracasarán de nuevo ahora, ya que sus “recetas” continúan siendo las mismas: austeridad, recortes sociales, sacrificio para los trabajadores y hambre, dolor y miseria para sus familias.

El caballo blanco ganador de la “izquierda sistémica”; esto es, de reformistas y posibilistas se llamaba Syriza, a la que el complejo mediático del capitalismo llamaba “izquierda radical”, como si el término aludiera a peligrosos revolucionarios que pudieran poner en peligro al sistema económico griego y, dada la presión de voto antiSyriza de las grandes potencias económicas, al capitalismo europeo en su conjunto.

Pero “izquierda radical” es tan sólo el nombre que se da Syriza a sí misma (Coalición de la Izquierda Radical) y a estas alturas todo el mundo –o al menos los informados- debiera saber ya que el nombre no hace a la cosa, no la convierte en lo que realmente es.

Son los hechos, las posiciones políticas, los pasos que se dan, los que ubican a una organización política en un espacio concreto del espectro, teniendo siempre en cuenta que el lugar político de quien contempla a una organización concreta tiene mucho que ver con la percepción que de ella se forma.

Por este motivo conviene acudir a los datos reales para evitar caer en los subjetivismos, basados en la ignorancia unas veces, en el interés en otras y en las falsas percepciones en las más de ellas.
Synaspismos es el nombre de la organización mayoritaria de Syriza y le presta la S (o sigma en griego) a la primera de las iniciales de esta coalición electoral. Synaspismos es la organización de la que es Presidente Alexis Tsipras, el candidato de Syriza a la presidencia del gobierno griego en las últimas elecciones generales del pasado domingo.

Aunque en su origen Synaspismos fue la coalición electoral entre el KKE exterior (marxistas-leninistas) y su escisión del KKE interior (eurocomunistas) lo cierto es que la evolución posterior de dicha coalición, los enfrentamientos entre sus componentes más tradicionales y los más “renovadores”, la salida de algunos de los sectores más próximos a la socialdemocracia y del propio KKE exterior de la coalición, la debilitaron enormemente.

Aún así Synaspismos se convertiría en 1991 en partido político, ya con influencias netamente socialdemócratas, eurocomunistas, ecosocialistas y cercanas al ecologismo y el feminismo; algo muy parecido a la IU española, con la que comparte pertenencia al Partido de la Izquierda Europea (PIE), a través de Syriza. El PIE es la más evidente muestra de la renuncia de muchos partidos de la izquierda a su identidad comunista del pasado.

El resto de componentes de Syriza son diversos grupos escindidos, por la derecha, del KKE exterior, varios grupos trotskistas y maoístas, cuya práctica política se sitúa en un reformismo de tintes pretendidamente “izquierdistas”, al estilo del Bloco de Esquerra portugués, escisiones de izquierda del PASOK (lo que no es mucho decir en términos de izquierda) y algún otro de similar orientación.

Hoy Syriza se sitúa entre una posición de socialdemócratas de izquierda y los grupos de orientación “anticapitalista”, pasando por los ecosocialistas y los antiglobalización (movimiento en el que predomina claramente una corriente mayoritaria netamente reformista).

En el contexto de una socialdemocracia a la que la crisis ha convertido en liberales en la práctica y que ha visto morir su modelo de Estado del Bienestar y de unos PPCCs huérfanos y desnortados tras la desaparición de la URSS y de los países del “socialismo real”, Syriza es el proyecto más acabado de una posición aparentemente centrista entre ambos polos pero, que en gran medida representa el intento de ser los “auténticos” socialdemócratas y de sustituir, en el caso griego al PASOK.

Conviene recordar que Synaspismos, antecedente de Syriza, votó en 1990 a favor del Tratado de Maastrich, antecedente estratégico del ataque liberal contra los derechos de los trabajadores, de las políticas de austeridad, de los recortes de derechos sociales y de los procesos de privatización de lo público que hoy sufrimos.

Ese intento de Syriza de convertirse, como Iznogud el Magnífico, en el Califa en el lugar del Califa o en la nueva socialdemocracia en lugar de la vieja socialdemocracia se puso en evidencia con el intento fallido de ser recibido por François Hollande y con la reunión de Alexis Tsipras con los embajadores y diplomáticos de los países del G-20 en Grecia durante la última campaña electoral, con el fin de tranquilizarles sobre los límites de su disidencia frente a las recetas del capital (1)

Este recibimiento por parte de representantes de los principales gobiernos del capitalismo mundial recuerda demasiado al modo en que Santiago Carrillo viajó a USA en noviembre de 1977 para explicar el abandono del leninismo por parte del entonces su partido, el PCE, sin contar con la opinión de la militancia. El IX Congreso del Partido en 1978 ratificaría el abandono del marxismo-leninismo y ahondaría la crisis de un partido que perdió su identidad y su peso político para no recuperarlo jamás. No creo que la única forma válida de ser comunista la represente el leninismo en su versión dogmática pero aquel comportamiento era indicativo de hasta dónde llegan las renuncias de la inmensa mayoría de las organizaciones a la izquierda de los PPSS y, más grave aún, de hasta dónde moderan sus discursos para alcanzar el gobierno o un mayor grado de apoyo electoral. No es sorprendente que el referente del PCE en Grecia sea Syriza y no el KKE.

Sin embargo, y a pesar de que Syriza sea la opción reformista de las aristocracias obreras y clases medias “progresistas” que pretenden no la revolución social sino la minoración de los efectos de la crisis sobre los asalariados y las capas populares de la sociedad griega, lo cierto es que para amplios sectores de los trabajadores helenos Syriza representaba una cierta aspiración de la soberanía nacional frente a los diktats de la Troika y una esperanza de que la crisis no la pagasen sólo los trabajadores, renegociando el pago de la deuda griega. Olvidar esto puede conducir a graves errores que la izquierda revolucionaria y comunista (KKE) ha pagado muy caro, reduciendo su apoyo electoral a la mitad de la obtenida en las elecciones de Mayo, en las que un importante sector de los trabajadores griegos vieron en los comunistas posiciones de clase y de lucha firmes. En aquel momento Syriza ya había doblado el apoyo obtenido por el KKE y le disputaba con fuerza la hegemonía dentro del espectro a la izquierda del PASOK. Hoy ha multiplicado por 6 esa hegemonía.

Que la posición estratégica general sea la correcta –impulsar una revolución social para el derrocamiento del capitalismo y la instauración del socialismo, como defiende el KKE- no significa que el desarrollo táctico lo sea necesariamente.

El KKE contaba con que en las elecciones de junio se impondría electoralmente Syriza y, al formar gobierno, desvelaría su condición puramente reformista dentro del sistema, al sucumbir a las primeras presiones del capital.

Pero lo cierto es que ese escenario no se ha producido porque, aún siendo Syriza lo que el KKE ha denunciado muchas veces que es, ni la Troika, ni las cancillerías europeas, ni Merkel, ni la señora Lagarde, ni los grandes grupos mediáticos de información general y económica, ni los propios grandes poderes del capital organizado, estaban dispuestos a correr el menor riesgo. Para “disidente” oficial ya tienen bastante con Hollande, la versión francesa de Obama. Alguien que sólo les hable de combinar austeridad con inversión y crecimiento; esto es, la vía keynesiana, que nació ya muerta en esta crisis porque el capital es incontrolable desde unas instituciones políticas que no estén dispuestas a romper con el capitalismo.

Con su presión sobre la población griega acerca de los grandes males que aquejarían al país en caso de ganar las elecciones generales Syriza –corte del grifo del euro, expulsión de Grecia de la UE y de la moneda única, lo que recordemos no desea la mayoría del pueblo heleno-, combinado con el filtraje de que los sondeos de opinión, no publicados desde dos semanas antes, mostraban una tendencia al triunfo de ND por la mínima, golpeaban sobre la opinión pública y, específicamente, sobre los trabajadores griegos, los grandes perdedores de la crisis del capital, extenuados por años de resistencia en soledad y sin el apoyo de lucha de los trabajadores europeos y sus sindicatos reformistas. Lo mismo les sucedió a los trabajadores franceses en las huelgas heroicas que sostuvieron en 2010.

Al no haberse producido el escenario del triunfo de Syriza queda ésta como la esperanza incumplida pero aún deseada por más de un millón y medio de trabajadores griegos. Se mitificará por parte de las izquierdas reformistas su derrota y aparecerá como el gran sacrificado por la dictadura burguesa del capital. Éste no es la mejor perspectiva de futuro para la izquierda revolucionaria y comunista griega.

El KKE y su combativo sindicato PAME han sido piedras angulares de la resistencia y lucha de los trabajadores griegos. Han sido el principal bastión, frente a posiciones pactistas de otras izquierdas y de sindicatos menos combativos, el desafío al capital durante estos años y han alimentado la rabia y el espíritu de lucha ante la depredación capitalista sobre las viejas conquistas obreras. Han sido contemplados con orgullo de clase y admiración por los sectores más conscientes de las clases trabajadoras europeas, como hoy lo son los mineros españoles, que reciben la solidaridad de sus compañeros gremiales de muchos lugares del mundo.

Ese caudal de energía revolucionaria que el KKE contribuyó a crear no debía haber sido desaprovechada, convirtiendo a Syriza en su principal oponente de la campaña anterior y de la última –lo que en lo ideológico puede marcar gran distancia, en lo electoral puede serlo mucho menor- porque cientos de miles de trabajadores apostaron por el posibilismo de una izquierda que se opusiera a las peores medidas impuestas por Alemania y la UE y para ellos esa izquierda era Syriza en aquellos momentos.

La clase trabajadora, como cualquier ser humano, suele optar a corto plazo por las vías posibilistas, aquellas que supongan una menor dosis de sacrificio en la lucha y a las que vea mayores posibilidades en lo inmediato, en algo que tiene mucho que ver con la economía del esfuerzo, por mucho que la realidad a largo plazo muestre que esas no son más que vanas ilusiones de un reformismo de cortos vuelos que acabará estrellándose ante la realidad de que el mundo capitalista sólo se cambia por la fuerza. Pero esa circunstancia exige la modulación de los tiempos por parte de un partido revolucionario.
El KKE hizo muy bien en negarse a la coalición preelectoral con Syriza pero debió haber explicado, de un modo didáctico para los trabajadores, el porqué de este rechazo.

Oponerse a Syriza en los términos de traición de clase en que lo hizo le ha supuesto extrañarse el apoyo de centenares de miles de trabajadores que en las anteriores elecciones le habían apoyado, potenciando un “voto útil “ que el triunfo de la derecha no ha convertido en voto inútil sino en esperanza de que en un próximo intento el triunfo de los pseudoizquierdistas fuese posible.

Habría sido posiblemente muy distinto que el KKE se hubiera dirigido a los trabajadores griegos diciéndoles: “saludamos vuestra voluntad de resistencia ante los sacrificios que los capitalistas europeos pretenden imponer al pueblo griego, voluntad de resistir que hoy creéis ver representada en Syriza. Desafortunadamente no vemos las cosas como vosotros porque sus antecedentes y su práctica política no nos permiten confiar en ella. Por eso no nos integramos en su llamamiento a una nueva mayoría de izquierdas. Pero si Syriza llega al gobierno y se propone resistir a la Europa de los mercaderes y rechazar que sean los trabajadores griegos quienes paguen la crisis, nos encontrará a su lado, en la calle y en el parlamento; lo mismo que nos encontrará enfrente y denunciando su traición si abandona sus promesas de defender a la clase trabajadora y ello sucederá tanto en el parlamento como en la calle. Votar KKE es la mejor garantía de que no permitiremos una traición a los trabajadores”. Ante unos argumentos de este tipo muchos trabajadores hubieran sentido la necesidad de continuar apoyando al KKE por su actitud de no oponerse a las esperanzas populares pero a la vez actuar como garante de la continuidad de la lucha.

Matizar los mensajes es muy necesario para un partido revolucionario que se encuentra aislado por el “cinturón sanitario” creado contra él por los partidos burgueses y los reformistas. Si la política de alianzas es un elemento decisivo en la conformación de una nueva hegemonía de la clase trabajadora en un bloque social de lucha contra el capital, la primera alianza sagrada que los comunistas no deben romper jamás es la que conforma el partido con su clase. Si ésta falla, el futuro del partido puede verse amenazado porque, como a un planta, le falta la tierra en la que se asienta.

Aunque de forma tardía, el KKE debiera reflexionar sobre el modo en que ha actuado en este último período porque vienen tiempos aún más difíciles y duros para los trabajadores griegos y europeos. Necesita de toda su inteligencia colectiva para ser capaz de romper ese “cinturón sanitario” creado a su alrededor, distinguiendo enemigos de clase estratégicos de aquellas fuerzas que, dentro de su reformismo, puedan contener en su interior elementos sanos y combativos a los que atraerse desde una posición consecuente buscando, a la vez, crear fisuras entre quienes defienden un capitalismo salvaje y un capitalismo “de rostro humano” pero capitalismo al fin y a la postre. Lo que no puede conformarse como unidad de acción política no significa que no pueda encontrar aliados tácticos de lucha social y en las calles contra el capital, siempre que estos aliados se sustenten en una posición de clase, incluso dentro del reformismo izquierdista de fondo socialdemócrata.

Sólo de este modo los trabajadores griegos pueden volver a recuperar la confianza en un partido que por su trayectoria histórica ha marcado las más dignas etapas de la historia antifascista, revolucionaria y de clase griegas.

2.-ANTE EL RESCATE DE ESPAÑA, SER GRIEGO AÚN TIENE MUCHAS VENTAJAS: La primera de ellas, para la mayoría de los trabajadores griegos, es la de reconocer e identificar a su enemigo. No el abstracto poder, no simplemente los políticos, no la simpleza de los bancos o de Alemania sino el capitalismo, con todas las implicaciones y manifestaciones que ello tiene en las relaciones entre las clases sociales.

La segunda ventaja es que, una vez identificado el enemigo, la mayoría de los trabajadores griegos han mostrado que tienen conciencia de clase, sentido de lucha y disponen de algunas organizaciones que han dirigido esas luchas, al frente de las cuales ha estado el combativo sindicato PAME.

La tercera es que sus reivindicaciones han tenido un carácter de clase y no han caído en un ciudadanismo vacuo e interclasista en pro de los intereses de unas clases medias y de la superviviencia del capitalismo que nada hubiera tenido que temer ante planteamientos de ese tipo.

Aquí, en el Estado español tenemos sindicatos mayoritarios que hacen una huelga general frente a las consecuencias sociales de la crisis capitalista cada dos años, y eso bajo presión, que organizan movilizaciones convocadas casi clandestinamente (20/06/2012), como si los propios dirigentes que las convocan quisieran hacerlas fracasar para justificar no volver a salir a la calle en mucho tiempo; manifestaciones sindicales en las que uno de sus dirigentes madrileños (Javier López de CCOO de Madrid) reivindica la condición de “perroflautas” (comeflores cuidadosamente desaliñados al estilo “rebelde” de los hijos de la burguesía) para los trabajadores que habíamos acudido a manifestarnos contra la reforma laboral, las medidas de ajuste y los recortes públicos del gobierno. No me sorprendió demasiado el apelativo que quería echarnos encima ese “sindicalista” a los trabajadores. Era obvio que no se trataba de una simple ironía frente a las palabras de Lucía Figar, portavoz del PP de Madrid en las que aseguraba despectivamente en Mayo pasado que “cualquier perroflauta moviliza a más gente que el señor Javier López”.

Escuchar después a Fernández Toxo disipó cualquier duda que el más escéptico pudiera tener respecto a la cuestión. Toxo citó 20 veces más la palabra ciudadanos que trabajadores –algo que él y Méndez ya venían haciendo desde hace tiempo- limitó las responsabilidades respecto a las consecuencias de la crisis sobre los trabajadores al PP, el capital financiero, Rato y Bankia, la Troika, Merkel y el BCE –obviando el modo en que las relaciones sociales entre capital y trabajo habían profundizado la salvaje lucha de clases de los empresarios contra la clase trabajadora- y mostró un empeño reformista en el mero control del flujo de capitales desde unas instituciones financieras europeas que impusieran otra política, consistente simplemente en recuperación e inversión.

Y en esto llegó el “referente” indignado. Julio Anguita, el hombre orquesta, se ha propuesto a sí mismo para liderar un “frente cívico interclasista”.

“Estoy evitando hablar de izquierdas, de derechas, de socialismo, de comunismo, de república” (2) ha dicho el místico eternamente jaleado por la Brunete mediática de El Mundo y Tele5 desde que era Coordinador General de IU y hoy colaborador de ABC Punto Radio. El mismo personaje público que un día dijo: "Lo único que os pido es que midáis a los políticos por lo que hacen, por el ejemplo, y aunque sea de la extrema derecha si es un hombre decente y los otros son unos ladrones votad al de la extrema derecha. Eso me lo manda mi inteligencia de hombre de izquierdas. Votad al honrado, al ladrón no lo votéis aunque tenga la hoz y el martillo" (3). No se puede pasar por alto la integridad política –“es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad”, dijo Marx en su “Tesis sobre Feüerbach”- pero hacer abstracción de las ideas que se defienden es propio de quien un día fue un joven falangista y ganó el Premio José Antonio Primo de Rivera y que ahora, cuando la senectud está próxima, vuelve por sus fueros.

Julio Anguita es otro que quiere, como los de Democracia Real Ya y el 15M, superar las diferencias ideológicas, unir a la “inmensa mayoría de la población” (99%), por encima de categorías de clase y contradicciones entre las clases sociales (“de una manera transversal”) “en base a un programa de mínimos”. Puesto que no habla de socialismo, ni de comunismo, ni de república, ni de izquierdas o de derechas y se limita a expresar conceptos populistas como “corrupción de los políticos” o abstractos y descontextualizados como “poder” (3), como los decisivos problemas del presente, bien podemos pensar que nos encontramos ante un populista al estilo de Rosa Díez o ante un caudillo de peor jaez: “He empezado la guerra. El que quiera que me siga”. Discúlpeme, invicto líder pero tengo un hernia discal que me impide coger la cruz y seguirle en su camino hacia la cumbre de su columna de profeta.

Este hombre lleva demasiado tiempo proclamando la suprema estupidez de que “cumplir la Constitución es revolucionario”. Una constitución monárquica, que proclama la unidad indivisible de la nación y niega el derecho de autodeterminación de los pueblos, una Constitución que consagra la propiedad privada, el derecho a la herencia y la economía capitalista no tiene nada de potencialmente revolucionaria porque incluya el derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación y la sanidad pública o a la percepción de una pensión en la vejez por el simple hecho de que cualquier persona con dos dedos de frente sabe que son derechos meramente enunciativos, que no vinculan a sus gobernantes. Anguita, en su epístola a los amantes de la demagogia y las soluciones simplistas para analfabetos políticos y desclasados, sabe que la Reforma Constitucional del pasado verano que subordinó dichos derechos al cumplimiento de los objetivos de déficit y del pago de la deuda pública, mediante el pacto PSOE-PP, terminó por convertir en papel mojado unos derechos que ya antes sólo estaban en la Constitución para hacerla más digerible, no para ser cumplidos.

Este maestro Siruela, con aires de telepredicador, dice también en respecto al proyecto amorfo y todoterreno en lo ideológico, ciudadanista y transversal, que no de clase, que pretende dirigir, y a sus relaciones con las formaciones en las que todavía milita: “Soy militante del PCA, partido al que pienso pertenecer hasta que desaparezca y de izquierda unida, mientras siga la línea del proyecto que inicié. No estoy por la labor de irme. Estoy haciéndolo al margen de, no en contra de. No voy a participar de ninguna lista electoral ni fuerza política que se constituya en rival de Izquierda Unida. Lo mío va por otro camino". Todo se andará y, según funcione, Anguita encabezará una secesión, como antes hicieron quienes le precedieron (Carrillo, la Nueva Izquierda de Almeida y López Garrido, Equo) o bien será fagocitado como experiencia piloto de uno de los mil proyectos de regeneración de IU, está vez en versión ya manifiesta y no encubiertamente “indignada”, como fueron las Mesas de Convergencia.
"Cuando propongo todo esto no tengo la contienda electoral en el horizonte. ¿Por qué me ofrezco de referente? Yo no pienso ir a ningunas elecciones, ni por mi edad, ni por mi estado de salud pero también por la convicción de que segundas partes nunca fueron buenas. Si esto cuaja y cabe esa posibilidad de que andando el tiempo ese frente concurra a unas elecciones, ya vería qué voto. Presentarme al frente del mismo, queda totalmente descartado. Intento poner algo en marcha e intervendré ahí como uno más, discutiendo o usando la capacidad de ascendiente”. Todo se andará. Quien no ha podido dejar de enredar tras abandonar sus cargos en el PCE y en IU porque su ambición y su descomunal ego desbordan la tranquilidad de la reflexión política o de la aportación no protagónica, no podrá sustraerse fácilmente, tras varios años de querer ser salsa de todos los platos, de encabezar algo, aunque sea en el cuerpo de un ratón antes que formando parte de la cola de un león.


El mundo sindical (mayoritario y minoritario) y el conjunto de las falsas izquierdas políticas han acabado de converger, desde su reformismo vergonzante (por encima del ropaje que adopten), con los liberales que diseñaron un proyecto “indignado” de revolución de naranja desideologizada y que rechaza definir un proyecto de sociedad para instalar la protesta social en un bucle permanente sin avance hacia ninguna parte.


Combatir a quienes manejan marionetas que se niegan a definir al enemigo de clase, su dominación ideológica, el carácter de su movimiento y la orientación de un proyecto concreto es cada vez más combatir también a esas sindicalismos de megáfono sin firmeza en la lucha y a las “izquierdas sistémicas”, desde el reformismo hasta los pseudoizquierdistas, que aligeran al máximo su perfil ideológico para coincidir con los que rechazan las identidades políticas, mientras venden para consumo interno o autojustificación un supuesto izquierdismo al que renunciaron en lo real hace ya mucho tiempo.

Por desgracia, y dada la ausencia de una organicidad que asegure la autonomía de clase para sí de los trabajadores, esa lucha deberá hacerse en gran medida –pero también desde fuera- desde los sindicatos existentes y desde las “izquierdas” nominales pero poniendo un ojo en la reconstrucción de un sindicalismo y de una izquierda revolucionaria y comunista de y para los trabajadores y no para ninguna “amplia mayoría” hegemonizada por unas clases medias que se conforman con volver al status quo de la casilla de salida previa a la crisis capitalista.

No puede haber descanso en el intento de recuperar la identidad de clase, el proyecto de construcción del socialismo y el desenmascaramiento del potaje light que nos venden desde las organizaciones obreras clásicas (sindicatos y partidos) cuando más necesario es levantar una bandera de firmeza y clarificación frente a un capitalismo que sí tiene claro quienes son sus auténticos enemigos: los trabajadores.

Las realidades de Grecia y España, como del resto de países de la UE, son diferentes. Las velocidades a las que se deteriora el clima social y las situaciones económica y política también lo son en los diversos países de la vieja Europa. Pero las clases trabajadoras del continente tienen una misma necesidad -adquirir conciencia de clase y de lucha contra el capital, construir una solidaridad internacionalista de clase que derribe las fronteras de las divisiones nacionales, organizarse en partidos y sindicatos que defiendan de verdad sus intereses- y un mismo e inevitable horizonte –acumular fuerzas en la lucha para destruir el capitalismo e implantar una sociedad socialista, única democracia de los iguales- Eso o esperar que sea el fascismo el que dé su “alternativa”, como ya lo está haciendo, en una forma que no constituirá ningún Amanecer Dorado para nuestra clase sino una aberrante nueva era de horror para la humanidad.

Mientras tanto, a preparar el más caluroso y combativo recibimiento en Madrid el 19 de Julio a los heroicos mineros, que sí tienen identidad y la defienden con la fuerza que el presente histórico reclama a nuestra clase.





NOTAS:
(1) http://wap.elpais.com/index.php?module=elp_gen&page=elp_gen_noticia&idNoticia=20120614elpnepint_18.Tes&seccion=int
(2) http://www.publico.es/espana/437723/julio-anguita-yo-no-pienso-ir-a-ningunas-elecciones
(3) http://es.wikiquote.org/wiki/Julio_Anguita
(4) http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=B8fRSAPMXbQ

27 de noviembre de 2011

CONSTRUIR EL PRESENTE, DIBUJAR EL FUTURO

Por Marat



NOTA PREVIA:
Frente a otros artículos que tienen un destinatario intencionadamente más amplio, este se dirige sólo a quienes se reclaman marxistas y específicamente comunistas.
Si usted se considera al margen de dichas orientaciones políticas no tiene porqué sentirse concernido por las reflexiones que aquí se vierten, del mismo modo que otros no nos sentimos apelados por otras tendencias que nos resultan absolutamente ajenas...salvo que pretendamos combatirlas.


1.-EL MOMENTO PRESENTE Y LOS COMUNISTAS:
El drama más desgarrador para un militante comunista es que el sentido de su identidad política sólo se alcanza plenamente con la revolución socialista y, en tanto ésta no se da, su pervivencia como revolucionario y la de su organización se hace siempre complicada. Se debate entre el riesgo de la esterilidad política o el de la caída en el reformismo posibilista.

Doblemente desgarrador es para un comunista que, cuando la crisis capitalista está creando las condiciones económicas y sociales para la rebelión de los trabajadores, sean las clases medias “indignadas” las que ocupen el escenario de la movilización social, no para provocar una revolución socialista, ni siquiera social, sino para defender un Estado del Bienestar que ya ha muerto y no regresará y la vuelta a una supuesta “democracia real” que nunca se dio bajo el capitalismo. Ese protagonismo de la burguesía en el escenario social que la crisis capitalista ha provocado no es una afirmación gratuita mía. Son ellos mismos los que lo admiten sin pudor (2)

El objetivo de aquellos comunistas que se tengan por tales es y ha sido siempre el derrocamiento del sistema capitalista y sus instituciones burguesas y no el apuntalamiento, regeneración y saneamiento del mismo. Nosotros no estamos por ninguna democracia 4.0 (1), 2.0, engañabobos o de maquillaje de la señorita Pepis. Los comunistas creemos que la democracia sólo empezará cuando el ser humano se haya liberado de la necesidad material que supone su trabajo bajo el desorden económico capitalista. Nuestra tarea debe ser la de combatir esos señuelos por ser falaces y tramposos para la emancipación de los oprimidos de su explotación. Los comunistas estamos por el control de la producción por parte de la clase trabajadora, por la propiedad social de los medios de producción y distribución y por la creación de un Estado dirigido por nuestra clase, y no por otras, para proteger dichos derechos; nunca para situarse por encima y al margen de la clase cuyos intereses debe representar.

Por mucho que algunos pretendan hacernos creer que toda forma institucional es opuesta a “su democracia” de asambleas interminables, destinadas a impedir que se perfile una posición política clara, la frase leninista de “salvo el poder todo es ilusión” se hace hoy, más que nunca una cuestión indiscutible. Sólo la toma del poder político y económico que rompa con la eterna circularidad del tiempo, y no la esperanza “acampada” a la entrada de sus palacios, es garantía del inicio de una nueva era de emancipación social.
Últimamente la idea de transición desde un capitalismo en descomposición a “otra sociedad” está siendo de nuevo expresada por prominentes teóricos de la izquierda como Immanuel Wallerstein o David Harvey. El primero se compromete menos con el tipo de sociedad al que se transitaría desde el capitalismo, si bien sus raíces socialistas de izquierda le avalan, y ello porque percibe la falta de un sujeto revolucionario activo y de una organización que dirija el proceso y hegemonice la correlación de fuerzas en la lucha de clases. Estaría más cerca de la teoría del derrumbe capitalista, más allá de la intervención social en los procesos históricos. Y admite que el final del capitalismo podría traer una sociedad aún peor o bien más “democrática”. El segundo, es más optimista porque ve en los movimientos sociales y en una amplia mayoría de los afectados por la crisis capitalista a ese sujeto que en el pasado fue la clase trabajadora y por ello se siente capaz de definir dar nombre a la nueva formación social, el socialismo.
Pero uno y otro utilizan el término transición al socialismo casi como consecuencia del fin del capitalismo y no tanto y necesariamente como efecto de una agudización mundial de la lucha de clases que abra un proceso revolucionario, nunca una evolución o una mera sustitución casi encontrada, en el cual resultará inevitable derrocar a las clases capitalistas por medio de la fuerza y hasta de la violencia pues no parece sensato creer que vayan a entregar su poder económico, el decisivo mucho más que el político, de buena gana y por mera convicción de la superioridad moral del socialismo.

A muchos anticapitalistas les ha entrado en los últimos tiempos, expresada en los movimientos antiglobalización y la multinacional de franquicias “indignadas” un buenismo gandhiano profundamente reaccionario, al crear la falsa esperanza de suave “aterrizaje” desde las turbulencias del capitalismo enloquecido a las verdes praderas de un socialismo utópico con cierto tufillo espiritual y neocristiano. No es el que la toma del poder por la fuerza se niegue. Es simplemente que, al hablar de transiciones, se escamotea.

Y aquí es donde la necesidad de la reconstrucción comunista se hace urgente e ineludible si asumimos que la cuestión del poder y de la toma revolucionaria del mismo es ineludible para romper el orden capitalista y burgués y dotarse de un Estado controlado por la clase trabajadora y sus organizaciones (nótese que hablo en plural porque plurales son las visiones sobre el socialismo y no desaparecen, ni sería bueno que lo hicieran, por decreto) que permita esa transición al socialismo. Sin revolución social, derrocamiento del Estado, de los poderes económicos del capitalismo y la toma de ambos por los trabajadores y sus organizaciones no hay transición al socialismo que valga.

No somos ingenuos. No ignoramos el modo en que otras revoluciones obreras degeneraron en Estados ajenos a las bases sociales que los vieron nacer para, carentes de un apoyo crítico de clase que corrigiera su rumbo y les devolviera su naturaleza originaria, morir sin lucha, dando paso a vueltas mafiosas al paleocapitalismo.
Toda revolución tiene su Thermidor, la soviética lo tuvo a la muerte de Lenin, y corre el riesgo de padecer la restauración al antiguo régimen o de desnaturalizarse. Pero, del mismo modo que la Revolución Francesa tuvo su renacimiento, 82 años después, en la Comuna de París, las revoluciones socialistas empujan de nuevo las agujas de los relojes de la historia como necesidad para la causa del ser humano. Dentro de él, la clase obrera es la que mejor sintetiza la explotación de los seres humanos por otros seres humanos. Por esta razón es la que mejor representa la necesidad de liberación de todos de la alineación a la que nos somete el capital.

En estas últimas semanas hemos visto como Italia ha sido intervenida por el FMI y el BCE, como dicho país y Grecia han sufrido dos golpes de Estado financiero que han sustituido sus gobiernos por otros de tipo “tecnócrata” (como si este calificativo fuera ideológicamente neutral) al servicio de los Goldmann Sachs, para los que alguno de ellos ha trabajado, cómo los ataques de los mercados han disparado contra Francia, cómo el Estado español ha llegado un diferencial de su deuda con el bono alemán que le ha situado en situación de rescate y si no ha sucedido es porque Alemania, que es la que manda en el BCE, no puede ser la gran rescatadora de Europa, cómo la propia Alemania no ha podido colocar más que el 61% de su deuda soberana en bonos a 10 años. También de éxito se muere. El bajo interés de la oferta al 1,98%, por debajo del 2,09% de la anterior convocatoria, no ha resultado atractivo para los tiburones-prestamistas. De momento, parece ser más atractiva la deuda británica, que no es miembro del euro. Lo que esta noticia revela es que los inversores empiezan a perder confianza en la economía alemana pues se supone que el que invierta en ella busca más seguridad a futuro que beneficio, algo importante en tiempos de mudanza. Pero pronto veremos que alcanza a los países de la UE que están fuera de la moneda única.
Dentro de ella, Bélgica ha marcado máximos en su deuda desde la creación de ducha moneda, debido a la situación del banco Dexia.
La zona euro ha entrado ya oficialmente en recesión y los analistas y expertos en economía europea no descartan que ésta llegue también a Alemania.

Explicar la crisis de la deuda europea desde la falta de unidad política en la toma de decisiones económica es seguir situándose dentro de una visión cíclica de la economía –crisis/expansión- sin solución de continuidad. Significa no comprender, o aferrarse a un muerto aunque se haya comprendido que lo está, que el desarrollo del capitalismo, el peso creciente del capital constante en la composición orgánica del capital, su financiarización en crecimiento exponencial, la tendencia a la concentración monopolística, representada por las transnacionales, la globalización del capital y la absoluta, ya irrecuperable dentro del capitalismo, pérdida del control por los Estados han llevado al sistema económico a una suerte de parasitismo senil. Los ciclos de caída-recuperación de Kondratieff han sido pulverizados por una creciente irrupción de ciclos cada vez más cortos de recuperación y de fases cada vez más largas de crisis que se han ido haciendo más profundas y paulatinamente más mundializadas.

Esto es algo que ha comprendido muy bien Obama en sus semanales llamamientos a las autoridades de la UE para que tomen decisiones económicas destinadas a la recuperación de la eurozona. Lástima que el Emperador en horas bajas no comprenda que las causas de la crisis capitalista mundial son mucho más graves y profundas que los avatares de la economía europea.

Nadie espere que China siga siendo por mucho tiempo uno de los principales compradores de deuda USA y europea. Los débiles datos de su economía muestran que su actividad económica se ralentiza. Es lógico si pensamos que su economía depende crecientemente de la exportación.
Los BRIC tienen sus propios problemas –inflaciones endémicas en Brasil y la India, desaceleración económica en China y Rusia- como para ser locomotoras para la recuperación de los países centrales de las economías capitalistas.

Pronto llegará la segunda entrega de los crack financieros USA y europeos en unas economías en las que sus demandas internas se desaceleran a velocidades vertiginosas y que, por el efecto contagio de la crisis mundial, tampoco podrán compensar sus balances mediante las exportaciones pues las demandas internacionales también están cayendo.

Guerras comerciales y guerras de divisas pueden ser los próximos desafíos a los que tenga que hacer frente el capitalismo mundializado, especialmente tras las últimas reuniones de un G-20 que lo único que ya puede acordar es que no hay acuerdo entre sus miembros.

En suma, hemos de prepararnos para un largo invierno de la crisis capitalista más penuria económica, paro, precariedad laboral y de vida de los trabajadores e incremento brutal de las bolsas de pobreza.



2.-SI LOS HECHOS SON ASÍ, ¿PORQUÉ AÚN NO ESTAMOS ANTE EXPLOSIONES SOCIALES QUEN HAGAN TAMBALEARSE AL CAPITALISMO?

Las respuestas no son sencillas, salvo que se pretenda el tranquilizador recurso al socorrido sustantivo de “traición”. Traición para explicar el papel de las organizaciones políticas de la izquierda y de las organizaciones obreras. Traición para explicar el sometimiento de unos gobernantes, que siempre lo estuvieron aunque nunca los hechos les dejaron tan en evidencia, al capital internacional. Traición para explicar el modo en que el Estado del Bienestar evolucionó, pues no fue otro el modo, hacia el retroliberalismo. Traición con vara de castigo para fustigar a los trabajadores por aburguesarse. Traición, traición, traición,...Demasiado simplismo para algo tan complejo salvo que optemos por ese tipo de explicaciones tranquilizadoras que son como el pedo, que sólo satisface a quien se lo tira. Nadie duda de que las traiciones existan. Forman parte del legado humano en todos los órdenes de la vida pero cuando se exhiben como gran argumento cierran el camino hacia explicaciones más complejas y, seguramente, menos autocomplacientes.

La realidad es que la búsqueda de razones para entender porqué la clases trabajadoras no ocupan aún el centro del escenario político, cargadas de ira y rabia y con un proyecto político alternativo al capitalismo por delante, es mucho más complejo de lo aparente.
· La ciega esperanza, aún instalada en un amplio segmento de la población, de que de esta crisis también se saldrá y de que se recuperarán las tasas de empleo, consumo y bienestar. Aún no se ha llegado a la conciencia profunda de que el Estado del Bienestar ha muerto y de que no resucitará bajo ningún gobierno que conviva con el sistema capitalista. Todavía queda mucha izquierda que se autoproclama anticapitalista pero se limita a reclamar soluciones de mayor inversión social como forma de salida de la crisis y recurre para ello a gurús de una ortodoxia keynesiana que no ha de volver, sencillamente porque ya estamos en otro mundo distinto a aquél del New Deal, como Paul Krugman y Joseph Stiglitz.
· Tras el hundimiento de los países del llamado “socialismo real” ha estado flotando, de forma permanente, en el ambiente social la idea de que el capitalismo había cerrado todas las salidas. La persistencia durante 20 años de un pesimismo social de que el único sistema posible era el capitalismo explica incluso que a ciertas izquierdas sistémicas de origen no socialdemócrata se les atragantara la palabra socialismo, no como aquello que hacen los “socialistas” cuando gobiernan sino como proyecto a defender, no fuera que se les acusase de ser dinosaurios, riesgo del que no obstante no se libran tampoco ahora. Independientemente del grado de atractivo menguante que los países del “socialismo real” conservasen para las clases trabajadoras de los países capitalistas aún eran capaces de mostrar que era posible construir sociedades diferentes al capitalismo conocido. Mejores o peores, dichas sociedades, eran la evidencia de que el capitalismo no era la única opción.
· La percepción mistificada, y negada por los hechos, de que un nuevo gobierno puede cambiar las cosas. Desde que la crisis capitalista se instaló plenamente la gente vota al contrario del signo político oficial del gobierno. Si el gobierno de turno es socialiberal (la auténtica socialdemocracia hace muchos años que está enterrada), vota conservador o liberal. Si es liberal o conservador, vota progresista. Pero ninguno de esos gobiernos es capaz de revertir la situación porque el capitalismo se ha liberado de las “ataduras” de cualquier tipo de regulación (3). Si hubo un tiempo en que los políticos profesionales fueron cómplices en la vuelta al capitalismo salvaje, lo cierto es que ahora su voluntad importa poco porque ni el sistema económico los necesita ni pueden hacer otra cosa que representar el papel de muñecos del “pim-pam-pum”, concitadores de todos los odios que no alcanzan al capital.
· La dureza de unas condiciones de vida en las que el esfuerzo por sobrevivir ocupa la mayor parte del tiempo y la tarea de la reproducción social el resto (atención al hogar y los hijos, gestiones, obligaciones con el entorno afectivo de familia y amigos, desplazamientos entre el hogar y el trabajo,...). Los rostros de cansancio y hastío de trabajadores inmigrantes y nativos que regresan a sus hogares al final del día enseña mucho sobre la dificultad de su incorporación a las luchas.
· La alineación en la producción y en la reproducción sociales. Cuando el trabajador dice “mi empresa” expresa hasta qué punto ignora las relaciones de producción en las que se encuentra atrapado. Cuando la gente busca abstraerse en esos utensilios tecnológicos (Ipod, móviles,...) o aislarse del mundo mediante los auriculares, cuando se cuelga de los programas de telerealidad, cuando se engancha a la prensa “rosa”, está expresando que lo que hay fuera no le interesa en absoluto o que le gusta tan poco que, en vez de cambiarlo, prefiere pensar que no existe, poniéndole fácil al poder la perpetuación de su propia reproducción. El onanista “yo, mí, me conmigo” puede que nazca de una disidencia blanda con lo establecido o simplemente sea una muestra de conformismo social con una situación que no desagrada a quien prefiere no verla en toda su injusta crudeza.
· El horror al vacío. ¿Conocen el chiste del tipo que tras el choque de su coche salió despedido hacia el barranco y se agarró a una rama que nacía del inicio del precipicio? Gritó: ¿Hay alguien ahí? Una voz plena, significativa, redonda, con autoridad, le respondió: “Hijo mío, soy tu padre celestial, abre tus brazos y déjate caer, que una legión de mis arcángeles, al mando de Rafael, te recogerá y entregará en el suelo sin que sientas daño alguno”. Y el hombre respondió: “Vale, pero ¿hay alguien más ahí?” ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a aventurarnos por el camino una incierta revolución con los sacrificios personales que ello conlleva?
· La ausencia de una propuesta desde la izquierda revolucionaria creíble, perceptible como posible, ilusionante y deseable para los trabajadores.
· La descorazonadora experiencia de mirar hacia las organizaciones revolucionarias y extraer la conclusión de que los marxistas somos una minoría que encuentra enemigos más acérrimos en la organización contigua que en quienes defienden el sistema económico y social imperante, que nos aferramos a mitos e iconos sagrados como si de ellos dependiera nuestra supervivencia, nuestra identidad y las convicciones en lo que somos y en lo que creemos, que repetimos una letanía esclerotizada y fría, incapaz de apoderarse de las mentes y los corazones de los esclavos a los que pretendemos liberar.
· La atomización, debilidad estructural, escasísima penetración social y dificultad para una renovación teórica y organizativa que nos permita comprender mejor la realidad en la que nos insertamos y ser más eficaces en la acción nos ha llevado a la esclerosis más devastadora.

Sin duda las razones que explican que la clase trabajadora no sea aún hoy la clase en ascenso que decían los comunistas del pasado siglo son más amplias y seguramente complejas pero ésta es sólo una aportación individual a lo que debate ser un debate y un esfuerzo colectivos mucho más amplio.



3.-LO QUE TOCA ES PROPONER:
¿Cómo retomar la propuesta comunista
· Sin seguir agrediéndonos entre comunistas?
· Aportando propuestas que nos permitan avanzar en nuestra necesidad de proyecto?

El primer punto de arranque debiera ser el esfuerzo por avanzar en la recuperación de una confianza mutua entre comunistas que nos negamos a nosotros mismos desde hace ya demasiados decenios. Si nacimos con la Revolución de Octubre y nos reclamamos herederos de esa voluntad ¿ha de ser lo sucedido tras la muerte de Lenin lo que mantenga una eterna división, una vez que nuestro fracaso fue colectivo, y no las razones que nos llevaron a la victoria en 1917? ¿Qué éxitos presentes que abran paso al socialismo en el mundo puede esgrimir cada fracción comunista y restregar en el rostro a las ajenas?

A día de hoy ninguna reflexión autocrítica dentro de las organizaciones comunistas ha logrado imponerse por presiones externas. Sólo desde la propia libertad de cada corriente comunista ésta podrá avanzar en la recuperación de las mejores tradiciones comunistas y, a la vez, en un discurso que mire más hacia los desafíos presentes y futuros que a las viejas gestas de las que particularmente cada corriente se reivindica. No avanzaremos en el respeto entre comunistas ni en unidad de acción exigiendo autocríticas ajenas y negando la necesidad de las propias. Todo cuerpo que se siente atacado externamente reacciona replegándose sobre su núcleo duro. Mantener la cultura de la “vendetta” y el ajuste político de cuentas es el más firme y seguro camino hacia la insignificancia política. Arguyen muchos que no analizar las causas de los errores contribuye a su repetición. Lastima que haya mucha más presteza a analizar los errores/horrores de corrientes comunistas ajenas que de las propias y que cuando los análisis internos se llevan a cabo persista mayor pasión en buscar chivos expiatorios propios que en enderezar las trayectorias colectivas. El sectarismo y el dogmatismo casan mal con el marxismo y ninguna de las corrientes que se reivindican del mismo es ajena a dichos males. Las reflexiones son más productivas cuando nacen más del estímulo que de la presión forzosa.

Sin pretender, por incapacidad propia, no porque crea innecesario hacerlo, dar respuesta satisfactoria a cada uno de los factores freno de la revuelta social contra el capitalismo, apuntados en el apartado anterior, intentaré señalar algunas tareas que, en mi opinión, pueden contribuir al buscar caminos para la transformación socialista de la sociedad:
· ACABAR CON LA ESPERANZA PARA CREAR OTRA NUEVA. ES NECESARIO CONVENCER A LA GENTE DE QUE NO HAY SALIDAS DENTRO DEL CAPITALISMO. Sólo desde la derrota de las falsas ilusiones es posible construir certezas instaladas en la mente y en el corazón de los seres humanos con la fortaleza de la más firme convicción.
Baste ver el modo en que los partidarios de este degenerado sistema económico posponen cada cierto tiempo el inicio de la fecha de la recuperación. Ahora la cifra mágica es 2013. ¿De dónde la sacan? ¿En qué argumentos racionales, económicos, fundados apoyan esta afirmación? La fuerza de sus razones es la misma que la de aquel hombre al que, cuando le preguntaban la hora, estiraba el elástico de su pantalón de chándal y decía una cualquiera. Un día alguien, que venía fijándose desde hacía algún tiempo en tan peregrino compartimiento, le preguntó, por el motivo del mismo ante lo que aquél respondió: “es que yo siempre doy la hora que me sale de los c...”. No hay razón de peso alguno para creer en que habrá recuperación económica. Al contrario, cualquier indicador que se consulte nos lleva a la conclusión de que la implosión del capitalismo mundial está produciéndose ya. Y las alternativas de recurso a la desglobalización, al vuelta a las monedas nacionales en la zona euro o las políticas proteccionistas en cada país sólo acelerará espasmos mayores. El capitalismo no puede salir de su crisis porque carece de vías de salida a la misma.
· HACER DEL SOCIALISMO UN ANHELO ARRAIGADO EN LOS CORAZONES DE LOS TRABAJADORES. No basta con crear conciencia del daño que el capitalismo está haciendo a los más débiles. Que los desposeídos coincidan con nosotros en aquello que rechazamos no significa que defiendan o deseen aquello que ansiamos. Es necesario recrear la utopía, dibujar el futuro, provocar que los expoliados ansíen el cambio de sus vidas que el socialismo puede representar para ellos. La didáctica de qué es el socialismo, sin falsas épicas de un pasado mitificado pero con toda la carne fieramente humana que debe representar una vida nueva, justa, emancipada de la necesidad, que ponga al valor por encima del precio, debe hacer germinar e iluminar la esperanza.
· CONVENCER DE LA FACTIBILIDAD DEL SOCIALISMO. El mayor enemigo de la utopía es su percepción de bello sueño irrealizable. Si una vez fue posible construir sociedades diferentes al capitalismo tal cómo lo conocíamos, esta vez es posible hacerlo mejor que la primera. Hemos aprendido de nuestros errores. Sabemos qué fue válido en los anteriores intentos de liberación social y qué no.
· DESENMASCARAR LA FALACIA DE QUE LA VOLUNTAD POLÍTICA DE LOS GOBIERNOS INTEGRADOS DENTRO DEL SISTEMA CAPITALISTA PUEDE CAMBIAR LAS COSAS. Por encima de su orientación política, los gobiernos y los Estados carecen hoy de capacidad para hacer otras políticas que las liberales; más o menos agresivas en su carácter antisocial, siempre siervas del capital. Dentro del marco de respeto a las reglas del juego del mercado no es posible defender a los castigados por la crisis capitalista. Y dentro de la legalidad de las “democracias” capitalistas no hay sueños de justicia social realizables.
Pero es que además los Estados han perdido hace ya muchos años, por cesión, los mecanismos y resortes del control de lo público sobre lo privado, cada vez más independiente y desembarazado de toda autoridad que limite su expansión.
No son los gobiernos sino las masas trabajadoras las que pueden contraponer el poder de su número y de su fuerza frente al capital ya que aún son insustituibles en la producción y, desde luego lo son, en el consumo. Sin los trabajadores el mundo capitalista, su “orden” y su funcionamiento no son posibles.
· LA NECESIDAD DE ORGANIZACIÓN PARTIDARIA Y DE PROYECTO POLÍTICO. La horizontalidad asambleísta en la que todo se discute de forma permanente por cualquiera que pase por allí, independientemente de la ideología política a la que pertenezca, de un asambleismo en el que caben las propuestas más surrealistas y cualquiera de las asambleas locales adheridas puede vincularse o no a acuerdos generales, no es sino el instrumento útil para quien pretenda el caos, la confusión y la inoperancia para avanzar en una dirección política concreta. La organización vertebrada, la construcción de un bloque de trabajo homogéneo, que no es sinónimo de monolítico, son elementos centrales para la construcción de un proyecto y de un programa políticos. Sin ambos sólo hay populismo, extrañas amalgamas ideológicas y oportunidad para que las protestas sociales queden en manos de oportunistas, aventureros, demagogos y “gattopardistas” ideológicos.

Pero el proyecto ideológico, que no puede existir sin debate abierto interno y con la sociedad y que necesita la organización coherente de dicho debate, no es suficiente. El proyecto político necesita elaboración teórica, actualización del pensamiento en el que se encuadra, definición del mismo, argumentación, programa mínimo y máximo y una gran dosis de honestidad ideológica que afirme lo que se es, sin camuflajes, ni calculadas indefiniciones.

Negarse a definir siquiera los fundamentos básicos del modelo de sociedad que se pretende, es decir las características que ha de tener una sociedad socialista, bajo el argumento de que las cosas nunca salen como se prevé es olvidar que una de las tareas de un revolucionario es mantener un permanente diálogo con la realidad, a través de la tensión constante entre teoría y praxis revolucionaria. Cada nueva generación de comunistas tiene ante sí el desafío de cambiar el mundo sin abrazarse religiosa y milimétricamente al cumplimiento de esquemas anteriores. El aprendizaje de lo que continúa siendo válido necesita ir acompañado del abandono de aquello que ya no lo es o que incluso no lo fue nunca. Ésta es la gran virtud de la teoría de la praxis: su visión laica de una realidad a la que pretende transformar.
· LA NECESIDAD DE CONSTRUIR ALGO MAYOR QUE LO QUE EXISTE CONTANDO CON EL CONJUNTO. La defensa de un modelo socialista de sociedad necesita pluralidad interna que la enriquezca pero con la condición de un compromiso real de no estar defendiendo otra cosa o una mera puesta al día, “humanizada” del capitalismo. Para ello, los comunistas, de las más diversas corrientes, son necesarios porque sólo los comunistas han demostrado históricamente estar por el socialismo.
Ninguna de las corrientes que hoy se reclaman comunistas tiene “la verdad” por sí misma. “La verdad” tiene una carga gnoseológica que no se ha apartado del todo de una visión fideista e idealista de la realidad. Como materialistas históricos, los marxistas hemos de apartar los hechos de aquellas interpretaciones que pretendan ajustar los mismos a cualquier teoría previamente establecida.
Ello nos lleva al asunto del eterno desencuentro entre los diversos ismos que supusieron en su día las sucesivas rupturas entre los comunistas a nivel mundial, uno de sus mayores fracasos históricos.
Las razones de los incesantes desgarros que en su día se explicaron como inevitables a los seguidores de cada nueva corriente desgajada del tronco común de la Internacional Comunista, creada en vida de Lenin, tuvieron mucho que ver, aunque no fueran ajenas rivalidades más espurias, con la justificación intelectual del tipo de Estado que se estaba erigiendo en la construcción del socialismo y con el modelo de relaciones a establecer con el resto de partidos comunistas del mundo, nacidos tras la revolución bolchevique. Esto es particularmente cierto en el caso de la creación de la IV Internacional pero también en el de la aparición de un segundo polo socialista (República Popular China) que, tras el fracaso de las revoluciones espartaquista y húngara, significaría, años más tarde una nueva ruptura. Los casos yugoslavo y albano contribuirían a nuevos cismas, de menor envergadura, como mucho antes lo representaron otras corrientes como el comunismo consejista.
Salvo la República Popular China, sólo nominalmente inspirada en el maoísmo y profundamente integrada en un capitalismo que ya casi no es ni de Estado, el resto de las revoluciones que inspiraron las sucesivas divisiones en la corriente política comunista fracasaron (espartaquismo) o bien simplemente los Estados que los inspiraron han desaparecido (Yugoslavia) o simplemente han sido sustituidos por Estados capitalistas (Rusia, Albania).
Respecto a los partidos herederos de aquello que se llamó eurocomunismo (Carrillo, Berlingüer,...) y que alcanzaron a casi todos los PPCCs y ex PPCCs de Europa e incluso de Japón, hoy reconvertidos muchos de ellos en otra cosa, hoy son, con honrosas excepciones, mera socialdemocracia sustitutoria de los partidos del socialiberalismo de la Internacional “Socialista”. Son partidos para un reformismo ya imposible del capitalismo y la mayoría de sus militantes nostálgicos de un pasado más o menos glorioso, envueltos en piel neokeynesiana. Pero dentro de dichas organizaciones quedan militantes válidos que deben ser incorporados a un proyecto de revolución socialista.
Ninguna fracción heredera de lo que fueron proyectos comunistas desgajados del mismo árbol tiene las respuesta de cómo abordar el necesario derribo del capitalismo. Ninguna puede erigirse en revolución triunfante que no haya sido posteriormente derrotada y las que nominalmente quedan en pie no son faro de ningún tipo para los trabajadores del mundo como ninguna que ni siquiera haya tenido la posibilidad de éxito puede exhibir hoy un proyecto suficiente por sí solo. Nuestro fracaso ha sido colectivo y el escaso predicamento que hoy tienen las diversas corrientes comunistas entre la mayoría de los trabajadores del mundo es responsabilidad de todos. Levantar de nuevo la bandera de las traiciones para explicar este hecho sería antimarxista al ser un cierre a explicaciones que nos ayuden a comprender los motivos racionales, materiales, reales por los que hoy los comunistas nos encontramos en esta situación.
No voy a intentar exponer aquí dichos motivos. Muchos lo han intentado ya desde el marxismo revolucionario y están a mano de quienes quieran conocerlos o discutirlos. Lo sabemos, lo admitamos o no.
No creo que sea esa, por tanto, la labor que, en esta hora decisiva de la crisis capitalista, nos toque acometer a los comunistas. Creo más bien que nuestra tarea es otra: la de centrarnos de un modo eficaz en la lucha contra el capitalismo y en la defensa de nuestra clase, los trabajadores.
Pero para que ambas luchas sean, de verdad, eficaces es necesario derribar ya, de una vez por todas, los muros “teóricos”, sectarios, defensivos de cada parcela de corriente frente a otras que se reclaman también comunistas, construidos para mantener artificialmente una división que no favorece en absoluto a cada fracción por separado sino que debilita a la idea comunista en su conjunto.
Los oprimidos, lo sepan o no, necesitan de la unidad de acción de todos los comunistas en los niveles nacionales e internacionales para construir ya la alternativa frente a la nueva, y quizá definitiva, rueda dentada del capitalismo que destroza las vidas y la dignidad de sus víctimas. La lucha por el socialismo y su construcción necesita de un inmenso mar de energías y voluntades y no pequeños riachuelos encajonados entre paredes de cemento que les separan entre sí mientras discurren, si no están enfangados, en diferentes direcciones divergentes.
Ante la gravedad de la situación en la que se encuentran los trabajadores del mundo es un acto de suma irresponsabilidad, ceguera y complicidad con el sistema que pretendemos combatir no poner por delante el mínimo común múltiplo que compartimos, buscando lo que nos une, frente a nuestra vieja y cainita tradición del máximo común divisor que nos separa. La vieja máxima de que las autodepuraciones internas (nadie vea una alusión concreta porque aquí ninguna corriente se salva) nos fortalecen nos ha llevado al lugar en el que estamos. Felizmente la medicina ha descubierto una práctica mucho más generosa y útil frente a las sangrías medievales con sanguijuelas, la donación de sangre, que nos federa a los humanos en un común torrente solidario.

Ojalá que no seamos nosotros, los comunistas, con nuestra ciega desunión, los responsables de que no lleguen a hacerse verdad las frases finales de “El Manifiesto Comunista”: “Que las clases dominantes tiemblen ante una revolución comunista. Los proletarios nada tienen que perder en ella, salvo sus cadenas. Y tienen un mundo que ganar”






NOTAS:
(1) http://www.pateandopiedras.com/2011/10/analisis-estadistico-del-movimiento-15m-%c2%bfcuantos-y-quienes-se-han-manifestado/ Dejando de lado la delirante cifra de manifestantes, lo más interesante del enlace se encuentra en el “quienes se han manifestado”. Según el autor señala, las clases altas-medias altas y las nuevas clases medias, quedando muy por detrás las viejas clases medias y los distintos segmentos de la clase obrera. Luego intentará, creativamente, convertir incremento en la participación a lo largo del período de movilización en una composición alterada de la estructura social “indignada”. Resulta llamativo que antes de la cocina de los datos intente una explicación de porqué predomina una clara composición burguesa “indignada”.
(2) http://www.democraciarealya.es/blog/2011/10/26/sumemonos-a-democracia-4-0/
(3) http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com/2011/10/un-brillante-porvenir.html