Mostrando entradas con la etiqueta lucha. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta lucha. Mostrar todas las entradas

8 de julio de 2024

LEGISLATIVAS FRANCESAS. ÉXITO ANTIFASCISTA ENVENENADO


Por Marat

El fantasma lepenista en Francia tendrá que esperar una mejor ocasión. El bisoño pelele de 28 años de Madame Le Pen, Jordan Bardella, no será primer ministro; ni seguramente ella lo pretendía tampoco. De otro modo, hubiera presentado para dicho cargo a un personaje con mayor peso, empaque y trayectoria política. La carrera hacia la Presidencia de la V República francesa está siendo para Marion Anne Perrine Le Pen más larga de lo que ella quisiera. Trece años han pasado desde que sucedió a su padre, Jean Marie, en la dirección del Front National (FN), al que cambió de nombre en 2018 por el de Rassemblement National, en un claro guiño al gaullismo -el partido fundado por Charles de Gaulle en 1958 se llamó Rassemblement du Peuple Français- al que ha apelado con frecuencia para separarse del poujadismo charcutero en el que estuvo presente su padre, junto con antiguos dirigentes nazis del colaboracionismo de la Francia ocupada y ex paracaidistas de la guerra de Argelia, un movimiento golpista al que de Gaulle no fue ajeno pero de cuyo proceso se postuló como salvador, hacia una extrema derecha nacional, patriótica (a Francia le pierde su nacionalismo transversal), popular y social; en definitiva, políticamente aceptable (¡qué fascismo tan normal y de andar por casa!), en un país en el que la idea de pueblo (la nación en la revolución francesa) sustituye a la de clase. Fue el marxista Anton Pannekoek quien afirmó “El pueblo no existe. Sólo existen las clases”.

La primera vuelta de las elecciones legislativas francesas indicaba que el maquillaje de “la Francia calmada”, que Marine Le Pen lanzó en 2016, conociendo la contradicción nacida de un régimen político liberal con el llamado Estado Bienestar, en el que el capital nacional e internacional ya no necesitaba del pacto social con un clase trabajadora descompuesta e integrada y una izquierda política derrotada y sin proyecto, iba a ser un éxito.

El discurso oficial de la opinión “democrática” insistirá durante un tiempo en la idea de lo inesperado, de la sorpresa de la reacción democrática y popular. Algo hay de ello.

Existe una Francia que no se ha entregado a los fascistas. Está compuesta tanto de una idea desorganizada, como organizada de clase que no se ha creído el travestismo social y hasta obrerista, desde hace ya dos años opuesto a las políticas de protección social contra la pobreza de todos, que defiende el “ius sanguinis” contra la vieja y decente “ius solis” y una clase burguesa, que defiende libertades, muy poco sociales, pero que sabe que sus modos de concebir sus vidas privadas también acabarían siendo atacadas.

Entre la revolución de 1789 y la de Comuna de París de 1871 hay casi 100 años. La primera burguesa. La segunda básicamente proletaria.

Ya no habrá revoluciones proletarias, al menos pronto, pero en las “banlieus”, donde los desgraciados franceses de otros orígenes que eran invisibles, han votado contra el fascismo.

Y ahora hablaremos de política.

El frente popular ha sido una mentira.

Melenchon ha sido ya asesinado tanto por los medios de la progresía como por la derecha "democrática". Él y su populismo de socialdemocracia hiperventilada han sido ya condenados como enemigos de la gobernabilidad.

Lo que viene es mierda de extrema derecha pero entregada por etapas, una vez que la izquierda se haga realista y asuma la "necesidad" de entenderse de una forma pragmática con los restos del macronismo. 

A partir de ahí, la decepción en la izquierda respecto a un éxito desaprovechado abrirá el camino a un nuevo salto electoral del fascismo lepenista que en las próximas presidenciales francesas puede ser el definitivo. Nunca logró un triunfo mayor en una derrota legislativa. Éste no era aún su momento y Marine Le Pen lo sabía. Las presidenciales francesas de 2027, si no se adelantan, son su meta.

Ponga usted a socialistas como Hollande en un Frente Popular (Macron fue criado a sus pechos, primero cómo asesor de su Presidencia y luego como ministro de economía) y sabrá de qué modo se rompe una mayoría, insuficiente, pero lo bastante poderosa como para intentar un juego diferente, y verá cómo el realismo político se impone.

25 de octubre de 2016

TE VAN A CRUJIR Y TÚ MIRANDO A PAMPLONA, IMBÉCIL

Por Marat

Seguro que cada uno tiene sus razones para pasar de tanta basura política.

Seguro que cada uno tiene sus motivos para preocuparse, asustarse o pensar que todo lo que nos sucede como país es una gran peonza política que gira en movimiento continuo sin ir a ningún lado.

Seguro que a muchos se les ha pasado por la cabeza mandar a tanto granuja al pedo.

Seguro que a ti, a mí, a nosotros,...a tantos, se nos ha ocurrido muchas veces que no merece la pena torturarse por el destino de una nave colectiva que se nos va al carajo.

Pero lo cierto es que ellos quieren vernos ignorar nuestro futuro y más cierto es aún que en esa nave no todos viajamos en la misma clase de pasajeros. Todos somos ciudadanos pero hay clases sociales y los intereses entre ellas son irreconciliables. Que a lo mejor no lo sabías o no lo querías saber porque te parece antiguo.

Si miramos sólo la apariencia de este sindiós político en el que un tipo aparentemente imbécil, más inteligente que sus oponentes, será investido Presidente con la complicidad de un partido que se hace el harakiri por mandato superior, otro que jugó con los dos anteriores vive sin vivir en sí y el que pretende vender que es diferente sólo intenta heredar el estatus del que va camino de convertirse en irrelevante, sólo encontraremos el humo de la mentira que se desvanece entre los dedos de nuestras manos.

Si eres de los que crees que los políticos de todos esos grupos políticos son unos sinvergüenzas, no te faltará razón, pero no dejarás de ser uno de esos ciegos a los que el sol calienta en sus ojos muertos sin darles el más leve rayo de luz. Te quedas en la superficie de las cosas. Tu indignación de taberna es incapaz de comprender más allá de tu deseo de ahorcar a algún político. Me preocupa más que puedas entender hasta dónde ha de llegar tu rabia y quieras detenerla antes porque seas uno de esos que piensan que siempre hay que acercarse al que tiene dinero y que el actual sistema económico te parece bien mientras te caiga algo de pitanza.

Admito que ante gente como tú me irrito menos que ante los cándidos y los cínicos (de todo hay en la viña del señor) de la ilusión democrática; esos que dicen que con un poco de honestidad de los políticos, algo de corazón de los empresarios, unas dosis de economía colaborativa (la ponzoña de la “economía del bien común” ya se les va gripando como expresión), un par de bobadas sobre participación en proyectos municipales en los que no opina casi nadie y dos propuestas sobre transparencia (cómo legalizar la corrupción) se acaban todos los problemas y hasta se le cura el acné a Carlitos, que lo suyo era un poema.

La ingenuidad sobre el proceso político español, la mala baba que sólo se acaba en los políticos o la estupidez que habla de crisis de régimen cuando el capitalismo goza de la mejor de las saludes como sistema incuestionado (la fórmula del capitalismo refrenado es complicidad obscena a estas alturas) no resuelve nada. Los millones de españoles en paro, los cientos de miles que ya no cobran o nunca cobrarán desempleo, los enfermos que mueren por desatención médica en una sanidad pública que está siendo destruída, los también millones de españoles que no cobrarán una pensión, la enorme cifra de personas que están bajo el umbral de la pobreza; todos esos, y muchos otros castigados por algo que llamamos crisis pero queremos ignorar qué la produce, no creo que vayan a ser mejor o peor tratados si les gobernase el PP, con mayor o menor colaboración del PSOE, o una coalición de un montón de alternativos a no se sabe qué, con o sin coleta.

Nos van a fundir de nuevo. Nos van a meter un recorte de al menos 15.000 millones de euros antes de que acabe 2017. Van camino de acabar con las pensiones (contigo no va si tienes menos de 40 años, crees, pobriño). Nos van a crujir de nuevo con el IVA. Hay planes para recortar aún más el gasto en sanidad y en farmacia. Puedes seguir haciéndote selfies y contemplando el universo de las pelusillas de tu personal ombligo, despreciando lo que pasa a tu alrededor.

Pero como el objetivo de los recortes no se limita a pasar del 4,6% del déficit presupuestario de 2016 al 3,1% en 2017, los recortes no se quedarán ahí sino que continuarán porque el objetivo real es el déficit 0%. Eso significa que, sobre las cifras anteriores, los recortes han de llegar a 26.000 millones más. Suma y sigue ¿Qué te parece?

Por encima de los políticos que hacen como que gobiernan está un sistema económico (se llama capitalismo) que sólo puede obtener ganancias arrebatándote las migajas con las que te conformaste en su día y que te parecían grandes porque hubo una época en la que podías gastar más allá de tus necesidades. La fiesta hace tiempo que acabó pero puede que aún creas que la cosa puede mejorar. Van ya 8 años de la crisis y a ti te va a ir a peor, a mucho peor de lo que imaginabas. Y en eso poco importa quién gobierne o si lo hace sin mayoría absoluta porque todos los partidos que aceptan este sistema económico están para obedecer al capital.

Puedes seguir disfrutando de García Ferreras en Al Rojo Vivo, de Mujeres y Hombres y Viceversa, del Sálvame o del Salvados para progres pero, si no te organizas, si no estás dispuesto a salir a la pelea, apártate y no entorpezcas porque toca pelear y zombies y esquiroles no aportan nada.

¿A ti no te han dicho que hay una cosa que se llama capitalismo y que te va dejar hech@ unos zorros, pimpollo?

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Puede que también le interese: VUELVE EL FRAUDE DEL DILEMA REFORMA O RUPTURA http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2016/10/vuelve-el-fraude-del-dilema-reforma-o.html

3 de mayo de 2016

SÓLO LA UNIDAD DE CLASE DERROTARÁ A LA REPRESIÓN

Por Marat

En los últimos dos años posiblemente se esté hablando en España de la represión y del recorte de libertades de expresión, opinión y manifestación tanto o más que en el conjunto de los últimos 40 años desde el inicio de la transición política.

Y hay razones sobradas para ello. El encarcelamiento de personas por expresar por escrito, en protestas en la calle o mediante manifestaciones artísticas sus puntos de vista sobre la realidad en la que viven o su disidencia frente a lo que consideran injusto, ha hecho de España un país desmovilizado, acobardado y amenazado con cárcel y multas que sus receptores no puedan pagar.

Una combinación de violencia policial, judicial y legislativa (nuevo Código Penal y Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana) amedrenta la voluntad de resistir ante el atropello al que cotidianamente se ven sometidos los más débiles.

Y sin embargo, y ante esta evidencia, nunca se ha mentido, manipulado, ni ocultado tanto las razones de las que nace ese diluvio represivo.

Para los vendedores de “ilusión democrática”, según la cuál el Estado es un aparato neutro al que manejar a voluntad y en sentidos muy diferentes según el partido que haya ganado unas elecciones, el vendaval antidemocrático proviene de que el Partido Popular es muy autoritario y de que pretende imponer una política de recortes sociales que, en opinión de los sostenedores de tal teoría, la sufren unas víctimas muy genérica: “la gente”, “las clases medias”, “los ciudadanos”, su expresión favorita. Lo cierto es que gobierne quien gobierne, mientras lo haga sin romper la legalidad del sistema político vigente, la clase trabajadora ha de mantener la lucha por sus derechos.

Vivimos inmersos en una crisis capitalista de la que las grandes corporaciones que dominan la economía, el mundo del trabajo y nuestras vidas son incapaces de salir, si no es mediante la transferencia de ingentes cantidades de rentas del trabajo al capital, a través de la privatización de lo público, de la brutal reducción de los salarios y costes laborales en general.

Desde la crisis del 29 del pasado siglo jamás se había efectuado una agresión tan salvaje contra las conquistas históricas de la clase trabajadora y en esa agresión el Estado capitalista no es neutral, como pretenden hacernos creer los minirreformistas vendedores de crecepelo para calvos.

El Estado jamas fue un órgano neutral por encima de las clases sociales ni conciliador de los intereses antagónicos entre unos y otros estratos sociales. Representa de un modo férreo a la clase constituida en dominante mediante su poder económico. Quienes lo gobiernan en representación de dicha clase y el reformismo que aspira a sustituir a los habituales gobernantes de dicho aparato, sin cuestionar y ni siquiera intentar confrontar dicha naturaleza de clase capitalista, admiten que éste sea el brazo necesario para la represión de cualquier intento de la clase trabajadora de ejercer resistencias a su sacrificio en esta crisis.

La combinación de policía (reprimiendo), jueces (condenando), legislativo (nuevo Código Penal, Ley Orgánica de Protección del Derecho a la Seguridad Ciudadana), medios de comunicación (creando estados de opinión criminalizadores de las luchas de la clase trabajadora) y una ideología de superioridad de la idea de segurdad (versión moderna del “orden público” franquista) que se asienta en una “doctrina del derecho penal del enemigo”, pretenden instaurar un cordón sanitario frente a la lucha obrera. El objetivo no es otro que el de disuadir en primer término, mediante una combinación de mecanismos coactivos y coercitivos, y reprimir, cuando es necesario (y lo es de forma habitual para los gobiernos del capital) cualquier disidencia de clase.

Se entiende así que el Estado capitalista haga cierta la expresión del pensador liberal Max Weber que afirmaba que Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el “territorio” es elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del “derecho” a la violencia.” (“La política como vocación”)

Sin salirnos del pensamiento jurídico-político liberal podríamos reprochar a Max Weber y a tantos liberales de su especie su “confusión” intencionada entre “legalidad” y “legitimidad”, ya que la “fuente del derecho” a la que alude es la del derecho positivo (de normas jurídicas escritas por el órgano del Estado que ejerza la función legislativa) y no la del “derecho natural” (Rousseau), que sería fuente de “legimidad”, en tanto que se asienta en un derecho de tipo moral. Ello hasta el punto de que un acto puede ser legal pero no legítimo y viceversa. En la dualidad legitimidad/ilegitimidad se fundamenta tanto la razón como la sinrazón ontológicas del ejercicio del gobierno.

En cualquier caso, la clave del pensamiento y la acción principal del Estado capitalista es la conservación de la llamada “paz social” en base a la previsión (ideología dominante, coacción, legislación disuasoria,…) y a la reacción cuando siente que los privilegios de la clase a la que representa son amenazados o siquiera contestados más allá de la vacuidad de las palabras.

Si el Estado capitalista se arroga, por un lado, la voluntad y la legalidad, que no la legitimidad del monopolio de la violencia, necesita, por otro, negar que ejerza otras formas de violencia como la explotación laboral, la pobreza a la que condena a amplias capas de la población, el terrorismo empresarial que legaliza o el imperio del “derecho” al pago de la deuda bancaria por encima del que corresponde a una vivienda digna, por citar sólo algunos ejemplos.

En paralelo, la oposición a su dominación de clase, el Estado la considera violencia casi equiparable a la terrorista. Así un corte de vías férreas o de carreteras en una protesta sindical, la ocupación de locales de la patronal por trabajadores, un piquete informativo que, si no es en parte coactivo, no es piquete sino grupo informe de pusilánimes, la cobertura fotográfica de la violencia policial en una manifestación o una frase un poco más subida de tono de lo normal en redes sociales es violencia “ilegal” para quien detenta más que ostenta el pretendido Estado de derecho de una dictadura de clase.

Desde Alfon, encarcelado en régimen FIES, con periódicos castigos, hasta Andrés Bódalo, dirigente del SAT también encarcelado, pasando por Raúl Capín al que le ha caído una multa absolutamente brutal en su condición de persona con limitados recursos o Esther Quintana, que perdió un ojo por una pelota de goma de los mossos d´esquadra en la huelga general del 14 de noviembre 2012, toda la artillería legal, legislativa y policial del Estado, además de la de su Brunete mediática va destinada a destruir la capacidad y voluntad de rebeldía de la clase trabajadora.

Los sindicatos del régimen, CCOO y UGT, dan la cifra de 300 sindicalistas encausados para los que se llega a pedir hasta 125 años de cárcel. Previsiblemente son muchos más, dado que estos sindicatos no destacan por su solidaridad con el sindicalismo alternativo ni con los militantes comunistas, anarquistas y revolucionarios condenados o amenazados por peticiones de cárcel y otras sanciones por luchar en defensa de la clase trabajadora.

La situación del SAT refleja unos 700.000 euros en multas, unas 637 personas imputadas y unas peticiones de condenas de prisión que suman 437 años de cárcel.

Sobre los 8 de Airbús, finalmente no condenados por su participación en la huelga general de 2010, pendían penas de cárcel por alrededor de 70 años, penas que CCOO y UGT, sindicatos a los que estaban afiliados los encausados, pretendían negociar con el gobierno del PP bajo la mesa, llegando a acariciar incluso la idea de un indulto, lo que hubiera significado un reconocimiento de culpa por parte de los afectados, cosa que estos tuvieron la dignidad de no admitir.

Por fortuna, la presión desde las bases de estos sindicatos sobre sus cúpulas y la solidaridad internacional impidieron tal ignominia y lograron su sobreseimiento.

En este contexto de represión, no selectiva sino masiva que amenaza al movimiento obrero, sus organizaciones sindicales, políticas y sociales, se hace cada día más evidente la desproporción de fuerzas entre el Estado capitalista y la clase trabajadora. Los dos años largos de desmovilización social y el escuálido 1º de Mayo último dan prueba de ello.

En el aspecto concreto que nos ocupa en este texto, es llamativa también la diferencia entre los encausados por ejercer una faceta explícita de la lucha de clases y los finalmente absueltos de las acusaciones de delito que recaían/recaen sobre ellos

Más allá de la capacidad de presión resultante de las distintas solidaridades que afectan a cada uno de los amenazados con multas, prisión o denuncia por los daños físicos y morales ejercidos por los aparatos represores del Estado capitalista, lo cierto es que al producirse el apoyo a las víctimas de los atropellos del poder de clase de forma fragmentada, dividida en ocasiones en plataformas ajenas unas a otras y en campañas muy individualizadas, la posibilidad de derrota en la defensa de las libertades colectivas e individuales de quienes se rebelan contra el atropello del capital y sus instituciones está garantizada. Sólo la unidad de nuestra clase, la trabajadora, puede nivelar, la fuerza que se ejerce desde el otro lado y posibilitar el éxito.

Es cierto que cada procesado, cada represaliado, cada violentado policialmente en una manifestación, cada trabajador@ pres@ por luchar en defensa de sus derechos necesita el calor solidario, que su caso no sea olvidado dentro de una causa más general. Pero la respuesta a esa cuestión debiera ser una dinámica de defensa de toda la clase castigada, porque nos someten a todos en cada uno de los que son sancionados, golpeados, enmudecidos y penados y que, a su vez, haga de cada caso una denuncia, un ejemplo de dignidad, un abrazo de todos los que luchan junto a él.

Por otro lado, el sectarismo de quienes menosprecian o ignoran a otros combatientes de nuestra clase porque considerar que sus posiciones son “demasiado radicales”, la parcialidad de quienes se ocupan sólo de sus militantes obreros, ha producido un daño enorme en esa necesidad de unidad y coincidencia de objetivos en lo que se refiere al derecho a la disidencia de clase. Es un enorme error que están pagando no sólo cada uno de los represaliados sino l@s trabajador@s en su conjunto, que ven en cada reprimido un motivo disuasorio para su protesta. Sobre nuestra división en la defensa de nuestros derechos a la palabra y la batalla cabalgan las leyes represoras, los policías excitados en su violencia, los jueces y fiscales feroces en sus condenas, los medios de desinformación del capital, la indiferencia de much@s trabajador@s ante el dolor que experimentan los de su mismo estado de explotación y de opresión, aún cuando no sean conscientes de sus cadenas.

Por otro lado, habrá quienes quieran difuminar el carácter de clase del Estado burgués y su vejación contra la clase que le es antagónica bajo la idea genérica de una denuncia del recorte de las libertades y de opresión, como si en los últimos años de la crisis capitalista la represión no hubiera aumentado exponencialmente y como si el carácter del Estado policía se debiera sólo o principalmente a su condición de moderno “Leviatán” burocrático.

Esta tesis, que hunde sus raíces en la vieja desconfianza liberal hacia el Estado (teoría del Estado mínimo), y que hoy ha sido recogida por el minarquismo (libertarianos), precisamente porque comprende muy bien la naturaleza de clase del Estado y prefiere que no interfiera en sus negocios (sociedad civil), ha mutado en ambientes libertarios no sindicalistas, en sectores del nuevo reformismo indignado y, por supuesto, desde hace muchos años en el viejo reformismo de matriz socialdemócrata, hoy social-liberal.

Al desconectar estos enfoques políticos de la naturaleza de clase del Estado se cae en un concepto meramente ciudadanista de defensa de las libertades, lo que no es otra cosa que una visión “idealista” de las mismas, olvidando su carácter instrumental (para difundir ideas, expresar la disidencia, luchar por derechos concretos, defenderse de la explotación y la opresión,...).

La realidad es que en las etapas de crisis capitalista es cuando su Estado refuerza especialmente cárceles, leyes represoras, aparatos policiales,...independientemente de que pueda mantenerlos activos en etapas de expansión económica. Pero lo decisivo en estas últimas no es tanto lo opresivo como el fomento del consentimiento y del consenso (a través de los aparatos ideológicos) y el contrato social (mediante políticas, en el pasado, de cierta redistribución social que impulsaban al mercado).

Por tanto, sea de modo intencionado (casi siempre, y desde un discurso de clase media, negador de los antagonismos de clase, que no necesariamente ha producido dicha clase pero que sí ha comprado a los think-tanks de la oligarquía mundial), sea de un modo irreflexivo, mantener la tesis de una defensa de las libertades ajena a la cuestión de clase y a las prácticas de las políticas antiobreras es lisa y llanamente complicidad con él capital.

No se trata de negar que los recortes a las libertades y la represión se estén expandiendo a ámbitos no directamente ligados a la lucha de clases pero escamotear que la clave se encuentra aquí y en la naturaleza clasista del Estado es sencillamente mentir. Las reivindicaciones puramente democráticas tienen su razón de ser pero si se emplean como arma luz de gas pequeñoburguesa para tapar la cualidad clasista de la violencia del Estado estamos ante realidades que no deben solaparse.

De ahí que, centrada la cuestión, en la condición de clase del Estado, en su papel de policía, juez, consejo de administración de la burguesía y propagandista de sus valores, sea necesario vincular el incremento brutal de la represión con la agudización de la lucha de clases y con las políticas contra la clase trabajadora de aquél.

Diluir estas cuestiones en plataformas contra la Ley Mordaza en genérico, es sencillamente claudicar desde un oportunismo zafio, echarse en brazos del reformismo procapitalista más abyecto, derrotarse el movimiento obrero y sus organizaciones sindicales, políticas y de todo tipo a sí mismos y caer en una especie de pseudoradicalismo estéril de origen burgués de corto éxito y recorrido. Su fracaso se deberá no sólo a la menor capacidad organizativa de este tipo de entes sino sobre todo a que, al ocultar las razones reales -la desigualdad que genera el capitalismo y sus leyes- de la protesta que es aherrojada, se autoexcluye de la solidaridad y compromiso necesarios a todos los que sufren en sus propias carnes dicha desigualdad y que no se sentirían representados por proclamas “prodemocráticas” más o menos justas pero que no conectan con las necesidades más tangibles que afectan a sus vidas.

En resumen, es necesario reorientar la lucha antirrepresiva en varios sentidos:
  • Hacia una posición de clase, que proclame que la represión expresa un nivel concreto de la lucha de clases y que el Estado en sus dimensiones policial, legislativa y jurídica responde a los intereses de la clase dominante.
  • Hacia una superación de la división en la lucha de las organizaciones del movimiento obrero por la defensa de todos y cada uno de sus militantes sindicales y políticos a las puertas de ser procesados o ya condenados. La consigna de marchar separados es justificable en términos de estrategia y de niveles de enfrentamiento/acuerdo con el capital pero jamás en la defensa de cada uno y todos los militantes obreros perseguidos y encausados.
  • Hacia la consideración de “represaliados y presos políticos” de los militantes obreros que sufren las consecuencias de la violencia del Estado capitalista porque éste es un órgano político que ejerce su monopolio de la misma a partir de criterios puramente políticos.
Ello no supone en absoluto negar la utilidad y la necesidad de las plataformas concretas de apoyo a militantes obreros específicos pero sí superar la cultura de la división y el sectarismo, especialmente por parte de quienes, desde una pretendida posición de “mayoritarios”, desprecian la lucha de otras organizaciones, trabajar en red, compartir objetivos comunes, realizar campañas globales en defensa de todos los que sufren la represión por defender a la clase trabajadora y, muy importante, dedicar personas y militantes concretos a la creación de ese clima de cooperación y al logro de dichos objetivos. Eso o acabar como los dos conejos de la fábula de Tomás de Iriarte, que discutían si los que les perseguían eran galgos o podencos.

En esta disputa,
llegando los perros
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.”