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7 de agosto de 2018

PABLO CASADO, OTRO DEPURADO POLÍTICO (COMO CIFUENTES) A MANOS DE SU PARTIDO


Por Marat

Pablo Casado es uno de esos títeres políticos que acaba siendo engullido por las guerras civiles romanas que a lo largo de toda su historia ha vivido el PP. Como en el caso de todos los partidos políticos parlamentarios. No de forma peor ni mejor que los extraparlamentarios pero sí de modo más florido, notorio y tumultuario, dado que son muchos más los cargos y puestos de trabajo, en muchos casos los primeros y los únicos que se han tenido. El caso de Podemos es ejemplo extremo de la extraordinaria cantidad de cargos públicos cuyo ejercicio de dicho cargo ha sido su primer trabajo remunerado.

En el PP las defenestraciones se llevaban en el pasado, como correspondía a un modelo de partido cesarista y burocráticamente centralizado sin un ruido excesivo. Normalmente afectaban al que perdía la cabeza y a pocos más. Quizá a alguno de su séquito. Fue el caso del nazi, simpatizante en el pasado de CEDADE, xenófobo recalcitrante (1 y 2), luego socialista a su modo, después asesor de Francisco Frutos en IU y en el PCE y actualmente recalado en Podemos, Jorge Verstrynge. Sus tejemanejes para descabalgar al padrino del PP, Manuel Fraga, acabaron precipitándole en el ridículo de pasar por todos los grupos parlamentarios habidos y por haber dentro de las fuerzas estatales, con excepción de Ciudadanos, porque llegó tarde a esa operación. La destitución de Hernández Mancha, una especie de Piolín cabezón, puesto en lugar del padrino por el padrino Fraga, mientras éste hacía la digestión de dos platos de lacón con cachelos tres pulpos a feira y de su derrota electoral del momento, se produjo también sin apenas sangre. Hernández Mancha duró lo que que Fraga tardó en bajar la comilona y creer que los votantes de Alianza Popular (luego PP) se habían olvidado de su techo de cemento electoral. Salió no por la ventana pero sí de forma poco digna de su cargo interino.

La entronización de José María Aznar, un tipo que sería ungido en plan de “este es mi hijo bienamado” por un Fraga que años después se quedaría dormido durante una de sus comparecencias en el Parlamento Gallego, se hizo sin trauma alguno. Fue tan eficaz el traspaso de poderes que un imbécil, con complejo de inferioridad, carente de empatía humana y con tendencias piscóticas como José María Aznar llegaría ser Presidente del Gobierno español durante dos legislaturas. Lo de que saliese por la puerta de atrás tras sus grandes éxitos de el Prestige, la guerra de Irak y el 11M fue lo de menos, para él y los suyos.

A partir de aquí todo fue mal para el PP. El traspaso de poderes de un Aznar, más acabado que La Falange, a Mariano Rajoy fue uno de esos actos en los que quien mirase a la pantalla sabía que el odio del momento hacia el nuevo ungido superaba a la apariencia.

Mariano Rajoy ha sido absolutamente eficaz golpeando a la clase trabajadora tras la debacle de un zapaterismo que le allanó el camino con leyes absolutamente antiobreras. Nadie como él ha sido capaz de trabajar para su clase, la capitalista, con tal eficacia. Y le llaman tonto unas izquierdas que han sido cómplices del zapaterismo primero y de su falta de deseo de representar a la clase trabajadora desde su progresismo posmoderno.

Sin embargo, Rajoy nunca dominó por completo el aparato del partido. Junto con las baronías regionales estaban las familias políticas del PP moviéndose en la sombra a la espera de su caída. Mientras gobernase, el pegamento que los unía seguiría actuando eficazmente. Cuando cayese, se abrirían las puertas del infierno.

La salida de Rajoy del gobierno es la propia de todos los presidentes de la democracia española: por la ventana. Era un caballo agotado. Su labor a favor del capital ya estaba amortizada. Su gobierno no daba más de sí.

La apuesta de sectores del capitalismo como el BBVA, Iberdrola, Petronor (Repsol), Gamesa, etc y el PNV, clave en la transición del último apoyo a Rajoy al primero de Sánchez por un cambio de gobierno sería definitivo.

El momento de un Rajoy borracho perdido, que no puede digerir la derrota, indica la señal de salida de todas las iras contenidas dentro de un PP al que la corrupción había minado internamente. El modo en el que el partido había respondido a cada caso específico le había aproximado hacia las vendettas personales, señalando el fin de una falsa unidad que antes se había mantenido como apariencia.

La elección entre Sáenz de Santamaría, Casado y Cospedal señalaba un partido roto. Nunca en el PP se dieron opciones tan abiertas. Y no era por un espíritu democrático recién descubierto sino por el sálvese quien pueda y reconstruya lo que sea capaz.

En su momento señalé que la primera ronda de las primarias del PP las ganaría Sáenz de Santamaría pero que las segundas las ganaría Aznar. Así fue entonces.

Pero en un partido que tiene que descomponerse aún más, porque se mueven dentro y fuera de él, muchos proyectos, el triunfo de Casado está por ver en qué acaba.

Disputan su lugar la derecha pragmática (todo está en los recortes), con la derecha ideológica (recortes sí pero con un soporte ideológico que nos dé la estabilidad necesaria) y con una derecha a carne de uña de caballo (dios, patria, mercado).

En ese contexto, Pablo Casado es un imbécil. Un niñato necesario para quitarse enemigos internos pero no el líder que haya de mostrar el sector más ideologizado del PP. Carece del empaque necesario para soportar un par de guantazos políticos de cierta envergadura.

Lo relevante de todo ello es cómo una ex vicepresidenta del PP derrotada, es capaz de articular una conspiración frente al idiota, al que harán caer en breve, como antes hicieron caer a Cristina Cifuentes.El mundo de la política, la burguesa y la que dice ser todo lo contrario, es un lago lleno de pirañas en el que nadan los peores elementos de la conjura política. 

Rara vez el congreso de un partido se cierra definitivamente el día de su clausura. Éste no es uno de esos casos. 

La jueza de instrucción que investiga el Máster de Casado imputó a Cifuentes por falsificación documental y cohecho. Carmen Rodríguez Medel es miembro de la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura. Esta juez ha pedido peritar el portátil de Casado para saber si hizo los trabajos. Sospecha que el título del máster fue concedido como un regalo a un grupo escogido de alumnos, entre los que se incluye al nuevo presidente del PP. En el caso de Casado con un plus de consideración debido a su condición de político de futuro en el PP. La jueza cree que Pablo Casado tuvo "un regalo académico" por su relevancia política. En concreto, la jueza ve en la actuación de Casado "indicios de criminalidad" por prevaricación administrativa y cohecho impropio. 

La elevación al Supremo de las instrucciones realizadas por la juez, una vez agotado el procedimiento para el que ésta es competente en el caso Casado pondrá al político palentino a los pies de los caballos, excepto que el Tribunal Supremo, como en otros casos, tenga a bien comportarse con la indecencia de no hallar delito en su comportamiento. Si el Supremo, en cambio ve indicios de tal, el suplicatorio al Congreso para que éste acepte que el político sea juzgado

Sáenz de Santamaría, que aún mantiene una importante influencia dentro de las cañerías del Estado, como en el pasado la tenía Rubalcaba, está jugando aún una partida de ajedrez dentro del PP.  

Mientras tanto, ustedes los izquierdistas, pueden consolarse pensando que sus tuits y comentarios tienen alguna importancia en el futuro de un personaje arribista pero mucho menos inteligente de lo que puede hacer creer su ascenso político a la Presidencia del PP. Sus opiniones cuentan tanto como una reunión de comunidad de vecinos en el destino de un país. Nada. Lo mismo que una prensa progre que intentará arrogarse algún papel en la caída del actual Presidente del PP pero cuya influencia en su destino es nula porque sus juicios apenas influyen en la clientela contraria, del mismo modo que sucede al revés, y su caída estaba ya decidida dentro de su propio partido.

Pablo Casado: “te llaman”.

25 de abril de 2018

CUANDO HABLAR DE UN MÁSTER SIRVE PARA TAPAR LA PRIVATIZACIÓN DE LA ENSEÑANZA PÚBLICA


Por Marat

Seguramente estaré iniciando otro de esos artículos míos que pasan sin pena ni gloria.

En primer lugar por ser extemporáneo. Hablar de másteres, salvo que sea para ofrecer los de las universidades privadas, llega tarde. Tras un mes de escándalo, el tema ha durado hasta hoy miércoles 25 de Abril solo porque la afectada se negaba a dimitir, cosa que acaba de hacer, pero ocarece ya del menor interés periodístico. En bares y tontódromos (redes sociales) mañana se estará a otra cosa, la que dicten los medios del capital en cada ocasión.

En segundo lugar porque cualquier texto que invite al análisis, y no al morbo de ingestión y digestión inmediatas, tiene menos futuro que un submarino descapotable. Dedicar tiempo a la reflexión es de otras épocas y clases ociosas que podían echar toda una mañana o una tarde en leer la prensa. Dedicarlo al fútbol, los videojuegos, la tele o a dar vueltas por Internet es una necesidad imperiosa y no ocupa tiempo ni lugar.

Hace unas dos semanas, hablando con un joven profesor de primaria, muy inteligente y comprometido a su manera con la transformación social y la igualdad, le plantee mi intuición (no era otra cosa) sobre si el asunto del máster de Cifuentes no tendría un objetivo de fondo mucho más grave: el descrédito de la enseñanza pública. No supo qué responderme.

Si no hubiera sido por una conversación posterior con un amigo muy querido y camarada del Espacio del Encuentro Comunista (EEC) mi intuición se habría agotado ahí, sin dar una segunda vuelta sobre los intereses que se estaban moviendo tras las bambalinas políticas. A él debo este artículo.

En cualquier caso, y antes de que ustedes terminen de aburrirse definitivamente y abandonen la lectura del texto, plantearé la cuestión central de este artículo de modo directo: la pillada de Cifuentes es el modo último que ha empleado el capital para asestar otro gran golpe al crédito de la enseñanza pública y a ello han jugado tanto los poderes económicos y los sectores de la derecha (Ciudadanos) interesados en el desplazamiento de lo público hacia lo privado como los de izquierda (los progres), ávidamente interesados en sustituir a las élites políticas del momento.

El capital y su brazo político son conscientes de su necesidad de rentabililizar lo que antes se sostenía sobre otros presupuestos: estabilidad y consenso social con el sistema económico y político, redistribución y ficción de movilidad social mediante el salario indirecto (los servicios públicos), apariencia de igualdad, etc.

Hoy el capitalismo tiene serios problemas para encontrar en la producción industrial la acumulación de capital que necesita para reproducirse. El proceso de desmonte del Estado del Bienestar le brinda la ocasión de convertir su crisis en oportunidad.

Si el Tratado de Maastrich, en sus criterios de convergencia, consagraba la lucha contra el déficit público mediante el objetivo de rebajarlo a menos del 3%, lo que representaba recortes sociales evidentes y abría nuevos pasos a la privatización, el Plan o Proceso de Bolonia consagraba la “colaboración público-privada” en la enseñanza pública. Hablando en plata, la entrada del capital privado en la enseñanza pública.

La URJC (Universidad Rey Juan Carlos) es una de las avanzadillas de ese modelo educativo. Los convenios de colaboración en la formación de cuadros dirigentes, en la política, las administraciones públicas y en las empresas   han sido la tónica habitual en la concesión de estos estudios postgrado. Los medios del capital han preferido no hablar  apenas de las connivencias público-privadas.

Lo que la URJC representa como ejemplo concreto de penetración de la “iniciativa privada” (capital privado, para entendernos)  en la educación pública, lo encarna la CRUE (Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas), compuesta por 50 universidades públicas y 26 privadas.

Ni la URJC (ligada al PP), ni la CRUE (creada en el último período PSOE de Felipe González) pueden hacerse el harakiri de una autocrítica sobre sus procedimientos, más que dudosos, respecto a la manera en la que han corrompido la valoración de sus estudiantes a partir de la fabricación masiva de títulos. La transición desde el prestigio de la universidad pública hacia su descrédito requiere de cierta cautela y "savoir faire". No se puede ir demasiado a lo loco y poner en evidencia la manera en la que se intentan cargar la enseñanza pública superior. Todavía queda cierta masa crítica, cierto que incapaz de denunciar este proceso dentro del ruido mediático iniciado por un medio progre (El Diario), que no habla de estas cosas, y seguido por todos los demás interesados en el mismo objetivo.

Mientras tanto les sugiero que se interesen por cómo en determinados ámbitos privados, y les aseguro que proliferan, se están ofreciendo titulaciones de máster, sobre todo en MBA, asunto tan buscado no solo entre candidatos a nuevos tiburones económicos sino también por los políticos al alza, con el fin de prestigiarse.

Se da el caso de que dichas titulaciones en universidades privadas se ofrecen incluso online, sin ir a la clase ¡Qué casualidad!, como en el caso de Cristina Cifuentes, que tampoco apareció por las aulas.

En un mundo dominado por el fetichismo de la mercancía del título universitario, luego que la diferencia entre diplomado y licenciado se borró con el invento del grado, tras la superinflación de titulaciones superiores porque la Formación Profesional era para tontos, a pesar de su alta cualificación y mejores salidas laborales, sólo el máster podía ser el salto superior a la carrera universitaria. Y así andamos. No aprendemos.

A los hijos de la clase trabajadora nos van poniendo nuevos escalones que nos distancien en la pirámide social, sin que nos planteemos si el objetivo de nuestras vidas debe pasar por desclasarnos y competir en un mundo en el que el asalariado siempre irá a la baja, y más si viene de la universidad pública, porque se trata de desprestigiarla. Si nuestra clase de origen no nos permite saltar los nuevos obstáculos que nos crean las dominantes ante la inflación de títulos y el exceso de demanda del candidato a un puesto de trabajo, tanto peor para nosotros.

Si ustedes permiten que deje algunas reflexiones finales, aportaré las siguientes. Espero que les sean útiles:
  • El momento de cada generación viene determinado por lo que ésta considera sus urgencias. Las de quienes creen que en el tiempo histórico que les ha tocado vivir se les imponen, por ejemplo. Hace solo 20 años que se aprobó el Plan o Proceso de Bolonia, del que ahora vemos algunos de sus frutos en la enseñanza superior. A los universitarios actuales ni siquiera parece sonarles o importarles lo que esta ley significa aún hoy. No se ha hablado de esto en relación al asunto Cifuentes. Lo que se está atacando, por encima de la imagen de una política poco respetable desde su pasado, es mucho más importante de lo que ella es y representa.
  • Nuestros progres políticos han decidido que lo que toca es utilizar el asunto de una política que no ha hecho un máster y tratar de sustituir a la élite gobernante sin plantearse que debieran denunciar el ataque a la enseñanza pública y defenderla.
  • El señor Escolar (El Diario), la señora Pardo de Vera y de Roures (Público) y el señor Maraña (Infolibre) nos someten al mismo entretenimiento político que El País, El Mundo, La Razón, y otras hierbas, al disfazar la lucha de clases, ejercida desde el capital, bajo un duelo de máscaras políticas.
Y ahora, si no abuso en exceso de su paciencia, les diré que si ustedes creen que el asunto es una cuestión de corrupción personal que se cambia con voluntad política, si ignoran que el Estado tiene naturaleza de clase, que quien gobierne aceptando las reglas "democráticas" hará lo mismo que sus antecesores, que estamos viviendo la lucha de clases más descarnada que podamos recordar y que el affaire Cifuentes es una cuestión política y no del único poder real (el del capital), están muy despistados.

Con o sin su permiso, les vuelvo a soltar mi rollo de siempre: el capital necesita obtener beneficio para su acumulación convirtiendo lo público en privado y desposeyéndonos de conquistas, que no son derechos porque no son naturales sino históricos, que debemos integrar los conflictos en la lucha de clases y adquirir una perspectiva de clase ante la realidad política y, por supuesto, que necesitamos organizarnos como clase. 

Mientras tanto pueden ustedes seguir tuiteando sobre la información de OK Diario (¿filtrado por el propio PP?) sobre la pillada de Cifuentes en 2011 robando cremas antiedad (¿regeneradoras?) en Eroski, cuando ya era diputada de la Asamblea de Madrid. Los árboles seguirán sin dejarles ver el bosque. Con sus risas continuarán sin reflexionar sobre lo que un máster fake esconde.