SE RUEGA PACIENCIA HASTA LA MITAD DEL VÍDEO
25 de enero de 2011
INQUILINOS EN HUELGA EN VARSOVIA
Sebastian Frei / Varsovia (Polonia) Martes 25 de enero de 2011. Número 142
LIBERALIZACIÓN. Más de 10.000 edificios nacionalizados en 1946 están en proceso de ser reprivatizados por parte de los herederos de los antiguos propietarios.
POLONIA: LAS REPRIVATIZACIONES DE EDIFICIOS PÚBLICOS HAN PROVOCADO UN INCREMENTO ESPECTACULAR DEL COSTE DEL ALQUILER
Un Comité de vecinos de la capital polaca ha asumido la lucha contra privatizaciones, gentrificación y alquileres abusivos e impulsa una huelga de inquilinos.
Sebastian Frei / Varsovia (Polonia)
Martes 25 de enero de 2011. Número 142
Las condiciones de vida en el barrio de Praga son duras. Jakub, del Comité de Defensa de Inquilinos, cuenta que hay casas sin calefacción, putrefactas y húmedas. Jakub explica que hay personas que calientan sus pisos con fuegos abiertos, lo que es causa frecuente de incendios; además, “el aire en los pisos húmedos perjudica la salud, provoca enfermedades respiratorias, por eso los más desesperados abren las ventanas en vez de calentar el piso, incluso en invierno, ya que es preferible el frío antes que la humedad” denuncia este vecino del barrio de Praga.
En octubre de 2010 dio comienzo una huelga de alquiler para denunciar las consecuencias de la privatización de la vivienda pública en Polonia. La huelga, convocada por el sindicato ZSP, es sólo una faceta de la lucha de inquilinos en este barrio, ubicado en una zona céntrica de Varsovia. El Comité de Defensa de los Inquilinos surgió en 2009 gracias al impulso un grupo de vecinos que había evitado la privatización de su edificio mediante protestas públicas. A partir de entonces, los activistas de este movimiento, al que se han sumado cientos de inquilinos, convocan asambleas en el barrio y prestan apoyo a vecinos afectados por las privatizaciones y los desalojos.
La huelga se planteó como una reacción al incremento de alquileres que ha llegado a ser del 300%. Agnieszka, una vecina que se encuentra en huelga desde un año, cuenta que en un mes el precio de su alquiler subió de 800 zloty, unos 200 euros, a 3.500. Tal incremento es ilegal, pero los inquilinos tienen que protestar por escrito en un plazo de 30 días, hecho que muchos de ellos desconocen. Como explica Jakub, del Comité de Defensa de Inquilinos, la convocatoria de huelga “trató de forjar una postura colectiva y ofensiva para hacer frente a una situación que muchos están afrontando solos. Según algunos sondeos, en determinadas zonas de Varsovia, un 60% de los inquilinos no es capaz de pagar el alquiler, pero prefieren no llamar la atención”.
Desalojos ilegales
Cada activista del Comité tiene sus propias experiencias en la reprivatización del mercado inmobiliario. La propietaria del piso de Mateusz le cortó la calefacción y la luz, además de impedirle el acceso al retrete. La arrendadora alegó presuntas obras, que jamás se llevaron a cabo, como causa de las molestias. En una entrevista con la televisión local, tras el desalojo ilegal de otro inquilino, esta misma propietaria declaró que éste “no es humano, no es una persona”.
Este desalojo ilegal no es un caso aislado. “Un día nos encontramos con una mujer totalmente apática sentada en el patio de su casa junto a sus muebles; había sido desalojada y no sabía adonde ir”, cuenta Laura. Aunque un desalojo sin aviso previo ni orden judicial es ilegal, los propietarios salen impunes porque la ley no prevé ninguna sanción en su contra.
No todos los inquilinos pueden ser desalojados. Maciej, quien tampoco puede pagar el alquiler, comparte un piso con sus dos hijos y su nieta. Como está prohibido el desalojo de niños, las autoridades tuvieron que ofrecerle un piso, de una sola habitación, para las cuatro personas. Ahora la familia no sólo vive en condiciones infrahumanas, sino que también convive con la amenaza de la separación: el Gobierno considera que el hecho de compartir una habitación con tres personas es perjudicial para el desarrollo de la niña y podría ordenar su ingreso en un orfanato.
Los inquilinos afrontan esta situación mediante bloqueos, manifestaciones, campañas y ejerciendo presión política sobre la administración central y el Ayuntamiento. Laura resume los diversos resultados de estas acciones: “Ha habido victorias, derrotas y algo a medio camino entre las dos cosas. En comparación con los miles de afectados no somos muchos activistas, pero los movimientos sociales lo tienen difícil en Polonia, porque todo lo colectivo recuerda a la época comunista y es rechazado de antemano”. Además, los activistas denuncian el bloqueo informativo por parte de los grandes medios de comunicación, “que suelen informar sobre casos aislados escandalosos, pero no critican la política neoliberal del Gobierno”.
A pesar de las dificultades, los activistas han conseguido pisos en buen estado para algunos inquilinos, la cancelación de desalojos e incluso la anulación de la privatización de un edificio. A esto se suma que la presión política ha conseguido que el Parlamento rechazara una ley que hubiera liberalizado aún más el mercado de la vivienda. Además, tanto en otros barrios de Varsovia como en otras ciudades polacas, están surgiendo movimientos similares.
EL AÑO QUE VIVIREMOS PELIGROSAMENTE
Michael T. Klare. TomDispatch.com
El aumento de los precios de las materias primas y los fenómenos meteorológicos extremos amenazan la estabilidad global
Introducción del editor de TomDispatch
Era un muchacho pobre de 26 años que trataba de sobrevivir y de pagar por la educación de sus hermanas. Enfrentaba cara a cara casi todos los días y de manera humillante la profunda corrupción del régimen tunecino, en forma de sobornos que no se podía permitir sólo para mantener su pequeño puesto y el poder de una burocracia de impedírselo a su antojo. Frustrado, para protestar, se empapó en gasolina y se inmoló por el fuego (aunque la muerte tuvo lugar días más tarde).
Su nombre era Mohamed Bouazizi; provenía de la ciudad de Sidi Bouzid, de la cual jamás habéis oído hablar; y la suya es una historia terrible. Ahora se le conoce en todo Oriente Medio como el hombre que inició la revolución tunecina e indudablemente formará parte de la historia, junto con Thich Quang Duc, el monje budista que se sentó tranquilamente en una calle de Saigón en junio de 1963, e inició una tormenta de fuego política al inmolarse para protestar contra un gobierno sudvietnamita respaldado por EE.UU.; y Jan Palach, el estudiante checo que hizo lo mismo en la Plaza Wenceslao de Praga en enero de 1969 como reacción ante la invasión soviética de su país. En los tres casos, otros siguieron sus dolorosos ejemplos. En los tres casos la cosa terminó mal, tarde o temprano, para los que estaban en el poder.
En todo el Oriente Medio actual, aumentan las inmolaciones y nerviosos autócratas respaldados por EE.UU. escuchan el estruendo que viene desde abajo, como el de los manifestantes que se dice que corean: “¡Somos los próximos, somos los próximos, Ben Alí, dile a Mubarak que es el próximo!”
Tras los eventos de Túnez, como en los recientes disturbios en Argelia, Jordania y otros sitios, está el creciente coste de cosas indispensables para la gente. En Argelia, los jóvenes manifestantes que incendiaban edificios también coreaban: “¡Traednos azúcar!”. Como señala Michael Klare, colaborador regular de TomDispatch y autor reciente de Rising Powers, Shrinking Planet, hemos entrado en la era de las revueltas por los recursos, y no hay vuelta atrás. Tom
El año que viviremos peligrosamenteEl aumento de los precios de las materias primas y los fenómenos meteorológicos extremos amenazan la estabilidad global
Michael T. Klare
Preparaos para un año escabroso. Desde ahora los precios en aumento, las fuertes tormentas, las graves sequías e inundaciones y otros eventos inesperados pueden causar estragos en el tejido de la sociedad global, produciendo caos e inquietud política. Comencemos por un hecho simple: los precios de los alimentos básicos ya se acercan o exceden de sus niveles máximos en 2008, el año en el qu estallaron fuertes disturbios en docenas de países de todo el mundo.
Por lo tanto no es sorprendente que los expertos en alimentos y energía comiencen a advertir de que 2011 podría ser el año en el que viviremos peligrosamente, y lo mismo podría ser en 2012, 2013, etc., en el futuro. Hay que añadir los costes disparados de los granos que mantienen viva a tanta gente empobrecida, un aumento similar de los precios del petróleo -que de nuevo se acercan a niveles no vistos desde los meses de punta de 2008–, y ya se pueden escuchar los primeros ruidos del peligro inminente de que colapse la débil recuperación económica. Y esos crecientes precios de la energía agregan más leña al descontento global.
Los precios de los alimentos, combinados con inmensos niveles de desempleo juvenil y una profunda desconfianza hacia gobiernos autocráticos y represores, han provocado disturbios y protestas masivas en Túnez que, para sorpresa del mundo, expulsó al presidente dictador Zine al-Abidine Ben Alí y a su corrupta familia. Y muchas de las tensiones sociales evidentes en ese país están presentes en todo Oriente Medio y en otros sitios. Nadie puede predecir dónde ocurrirá la próxima explosión, pero con el continuo aumento de los precios de los alimentos y otras presiones económicas, parece inevitable que haya más levantamientos. Puede que sean las primeras revueltas por recursos que capten nuestra atención, pero no serán las últimas.
En pocas palabras, los modelos de consumo global comienzan ahora a desafiar los límites de los recursos naturales del planeta. Las poblaciones siguen aumentando y de Brasil a India, de Turquía a China, también aparecen nuevas potencias. Con ellas viene la avidez por una vida más semejante a la estadounidense. No es sorprendente que la demanda de materias primas básicas esté aumentando significativamente, incluso mientras los suministros disminuyen en muchos casos. Al mismo tiempo el cambio climático, que en sí es un producto del uso desenfrenado de la energía, se agrega a la presión sobre suministros, y los especuladores apuestan a una tendencia progresivamente peor de la situación. Si se suman todos estos factores, el camino futuro aparece cada vez más escabroso.
Paneras sin pan
Comencemos por los alimentos, la materia prima más importante y volátil. Los precios de los alimentos disminuyeron en octubre de 2008, después del comienzo de la crisis financiera global, pero parece que fue una anomalía. El índice global del precio de los alimentos de diciembre de 2010, elaborado por la Organización de Agricultura y Alimentos (FAO) de la ONU, llegó a un récord de 215, un punto más que en la primavera de 2008. (En ese índice, basado en un “paquete” de alimentos básicos, una base de 100 representa los precios medios del período 2002-2004.) De hecho, algunos productos alimentarios, incluidos el azúcar, aceites comestibles y grasas, se venden ahora a precios sustancialmente superiores a los de 2008; otros, incluidos los productos lácteos, granos, y carne, se acercan peligrosamente a niveles récord.
Al comenzar el año 2011, los expertos en alimentos temen que, en pocos meses, los precios de los alimentos básicos aumenten por encima de umbral de 2008 y permanezcan allí, causando extremas penurias a gente pobre en todo el mundo. “Estamos a un nivel muy elevado”, dijo, preocupado Abdolreza Abbassian, economista de la FAO. “Estos niveles condujeron en el período anterior a problemas y disturbios en todo el mundo”.
Abbassian y sus colegas están especialmente preocupados por el aumento del coste del maíz, el arroz, y el trigo, los cultivos principales para miles de millones de personas en muchos de los países más pobres. Según la FAO, a finales de 2010, los precios internacionales de maíz y trigo ya se acercaron a su nivel máximo de 2008 (unos 260 y 340 dólares por tonelada métrica, respectivamente).
Los analistas atribuyen el aumento en los precios de granos a la creciente demanda en las naciones desarrolladas y en desarrollo, junto a una serie de eventos catastróficos relacionados con el clima y la especulación por parte de los inversores. Una extrema sequía y feroces incendios destruyeron el verano pasado un gran porcentaje de la cosecha de trigo en Rusia y Ucrania, mientras fuertes inundaciones en India y la inundación de un 20% de Pakistán dañaron partes importantes de la producción de granos de esos países. Al mismo tiempo, un clima inusualmente cálido y seco limitó la producción en una serie de áreas agrícolas cruciales.
Lo que hace tan preocupante el panorama actual son las señales de que la severidad y la frecuencia de sucesos meteorológicos extremos parecen estar aumentando. Sólo en las últimas semanas varios sucesos semejantes apuntan a serios problemas de suministro en el futuro. Los más significativos han sido las lluvias e inundaciones sin precedentes en Australia, que sumergieron un área más del doble de tamaño que California, causando estragos significativos en los cultivos de trigo. Australia es uno de los principales productores de trigo del mundo. Condiciones inusualmente secas en la región central de EE.UU. y Argentina también sugieren futuros problemas en la producción de granos y maíz. Es demasiado temprano para predecir el tamaño de las cosechas de granos y maíz de este año, pero muchos analistas advierten de que habrá una escasez de suministros, junto con altísimos precios.
Los analistas de las tendencias dominantes y los funcionarios gubernamentales se muestran reacios a atribuir este atropellamiento de sucesos climáticos extremos al calentamiento global. Inmensas variaciones en las precipitaciones pueden ser normales, especialmente en sitios como Australia, susceptibles a oscilaciones de la temperatura del océano como El Niño/La Niña, y los políticos temen asumir la responsabilidad de un problema tan masivo como el cambio climático. Pero la teoría del cambio climático ha sugerido hace tiempo que la tendencia al calentamiento –2010 empató con 2005 como año más caluroso registrado y nueve de los diez años más calurosos han tenido lugar en la última década– vendrá acompañada por un aumento en la frecuencia y severidad de las tormentas. Es difícil escapar a la conclusión de que los recientes sucesos, incluidas las inundaciones australianas, están vinculados al aumento de las temperaturas globales.
Vuelve la crisis de la energía
Los crecientes precios de los alimentos están siendo impulsados por inversiones especulativas así como por el aumento del precio del petróleo. En parte como respuesta a la disminución del valor del dólar, algunos inversionistas están colocando su dinero en futuros alimentarios (junto con el dólar y la plata) como un seguro especulativo. Al mismo tiempo el precio del petróleo se mueve hacia la marca de 100 dólares, haciendo que sea cada vez más rentable para los agricultores que pasen de la producción de maíz para el consumo humano a producirlo para fabricar etanol, lo que a su vez reduce la cantidad de superficie agrícola dedicada a los alimentos básicos. El petróleo tendría que caer por debajo de 50 dólares por barril para que el cultivo de maíz como producto alimentario sea competitivo con la producción de etanol –y no es probable que eso suceda-. Por lo tanto, incluso si se produce más maíz este año, habrá menos disponible para fines alimentarios y el precio de lo que quede tenderá a subir.
El precipitado aumento de los precios del petróleo ha sorprendido a los expertos. No hace mucho, el Departamento de Energía de EE.UU. (DoE) proyectaba una banda de fluctuación de precios entre 70 y 80 dólares por barril en 2011, pero al comenzar el año el petróleo ya empezó a venderse a más de 90 dólares el barril y algunos analistas predicen que llegará a 100 dólares antes de fin de año. Algunos hablan incluso de 150 dólares el barril y de precios de gasolina en la gasolinera de 4 dólares o más. Si los precios suben por encima de 100 dólares, los gastos de consumo globales podrían sufrir otra caída vertical.
“Los precios del petróleo entran en una zona peligrosa para la economía global”, dice Fatih Birol, economista jefe de la Agencia Internacional de Energía (IEA). “Las facturas por importación de petróleo se están convirtiendo en una amenaza para la recuperación económica”.
Como en el caso de los alimentos, el creciente coste del petróleo es producto de la creciente demanda, suministro insuficiente e inversiones especulativas. Según las últimas proyecciones de la IEA, el consumo global diario de petróleo en 2011 será de un promedio de 87,4 millones de barriles, un aumento de cerca de dos millones de barriles en comparación con el primer trimestre de 2010. Gran parte de la demanda adicional proviene de China, donde una nueva clase media compra automóviles a un ritmo récord, así como de EE.UU., donde los consumidores hasta ahora cautelosos vuelven lentamente a sus costumbres de conducción previas a 2008.
En días en los que la industria petrolera vive tasas de producción en decadencia en muchos campos petrolíferos existentes y descubre que es cada vez más difícil aumentar la producción, incluso dos millones de barriles adicionales por día podrían representar una imponente amenaza (y se espera más demanda en los próximos años). En EE.UU., por ejemplo, se ponen muchas esperanzas en la exploración petrolera en las aguas profundas del Golfo de México y mar adentro en Alaska, pero después del desastre de BP, ésta parece una perspectiva vana. La producción en México y en el Mar del Norte, dos sitios preferidos en los últimos años, enfrenta una aguda disminución, mientras otros productores claves, incluidos los de oriente Medio, se esfuerzan por mantener los actuales niveles de producción en los campos existentes.
Muchos analistas de la energía creen que el mundo se encuentra (o pronto llegará) en el pico del petróleo –el momento en el cual la producción global de petróleo llega a un máximo nivel diario sustentable y comienza una disminución irreversible a largo plazo-. Otros afirman que siguen siendo posibles mayores niveles de producción. Sea cual sea la realidad, en este momento la industria petrolera descubre que cada vez es más difícil, e incluso más costoso, aumentar la producción por encima de los niveles actuales. Esto, combinado, con la insaciable demanda, hace que los precios suban a las nubes.
En estas circunstancias, a los especuladores los vuelve a atraer el mercado petrolero como una apuesta bastante interesante. Tales especuladores ayudaron a aumentar los precios del petróleo a un récord de 147 dólares por barril en 2008, pero huyeron del mercado cuando los precios se derrumbaron al orientarse la economía estadounidense hacia la catástrofe. Ahora vuelven. “Los fondos de alto riesgo y los inversionistas privados están comprando instrumentos financieros vinculados al precio del crudo, y al hacerlo ayudan a aumentar los precios del petróleo”, informó el Wall Street Journal a finales de diciembre.
La mayoría de los analistas espera un aumento de los precios durante esta primavera o verano cuando los automovilistas estadounidenses vuelvan a las calles. “Tendremos una recuperación primaveral que nos llevará a entre 3,10 y 3,50 dólares por galón de gasolina en las estaciones de servicio de EE.UU.”, predijo Tom Kloza, analista petrolero jefe de Oil Price Information Service.
El aumento del precio de la gasolina, a su vez, afectará a los consumidores precisamente cuando muestran señales de volver a abrir sus billeteras. No menos preocupante es que países importadores de petróleo como EE.UU., Japón, y muchos de Europa, se enfrentarán a facturas crecientes por las importaciones de combustible, debilitando aún más unas economías que ya padecen una profunda debilidad.
Según algunos cálculos, los precios del petróleo agregaron otros 72.000 millones de dólares al gigantesco déficit de la balanza de pagos del año pasado. Europa tuvo que pagar otros 70.000 millones de dólares adicionales por el petróleo importado y Japón 27.000 millones. “Es una historia muy significativa”, dice Fatih Birol de la IEA sobre los últimos datos del precio del petróleo. “2010 hizo sonar las primeras campanas de alarma y los niveles de precio de 2011 podrían llevarnos a la misma crisis financiera que vimos en 2008”.
Aumentos de los precios de los alimentos que llevan a disturbios, protestas, y revueltas, crecientes precios del petróleo, un inmenso desempleo mundial y una recuperación colapsada. Todo parece el conjunto perfecto de condiciones previas para un tsunami global de inestabilidad y turbulencia. Sucesos como los de Argelia y Túnez nos dan sólo una idea de lo que podría parecer ese remolino, pero dónde y cómo volverán a estallar, y de qué forma, es una incógnita. Pero estamos seguros que todavía no hemos visto cómo podrían ser las revueltas por los recursos que, en los próximos años, podrían alcanzar una intensidad que apenas podemos imaginar en la actualidad.
Michael T. Klare es profesor de estudios de Paz y Seguridad Mundial en el Hampshire College. Su último libro es Rising Powers, Shrinking Planet: The New Geopolitics of Energy (Metropolitan Books).
Copyright 2011 Michael T. Klare
Fuente: http://www.tomdispatch.com/
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