Aunque los medios de comunicación tenían preparadas sus portadas con mucho tiempo de antelación para proclamar que la Huelga General había sido un fracaso, el día 29 fue todo un éxito. Lo fue frente a la patronal, el gobierno, la derecha e, incluso, frente a los sectores claudicantes que existen en el seno de los sindicatos.
Ante la crisis, siguiendo los mandatos de los “mercados” y de los grandes poderes financieros internacionales, se ha lanzado una verdadera ofensiva por parte del gobierno, un sector de la oposición (empezando por el PP, que va incluso más allá en su programa) y la patronal. Con ella se pretende no sólo que la crisis recaiga sobre la espalda de las gentes trabajadoras, sino hacer perder gran parte de los derechos adquiridos a lo largo de luchas históricas anteriores.
La ofensiva se ha ido concretando en estos meses en tres grandes propuestas: El tijeretazo y los recortes presupuestarios; la reforma laboral, basada en el abaratar y facilitar del despido (lo que aumentará el desempleo) y en permitir el descuelgue de los convenios colectivos por parte de las empresas; por último, la reforma de las pensiones, alargando la edad de jubilación a los 67 años y modificando el cálculo de las mismas, para rebajar así sus cuantías.
Los meses de preparación de la HG han servido para que miles de activistas dejaran de lado la “concertación” para volver a un sindicalismo combativo. Han permitido que volvieran a estar en la calle importantes debates asociados a las condiciones de vida de la clase trabajadora. La HG y su éxito han animado también a la gente que ha participado en su convocatoria, haciendo que se mostrara dispuesta a continuar en la lucha.
Pero el gobierno no ha cedido. Era de esperar que así sucediera, porque la ofensiva está inspirada a escala europea e internacional y los gobiernos se dejan manejar como marionetas. Una respuesta efectiva por nuestra parte a los ataques que se están lanzando requiere de una movilización prolongada en el tiempo, que modifique la conciencia colectiva, permita volver a tener una fuerte organización de la clase trabajadora y sea capaz incluso de presionar a escala europea. Sólo así se podrá hacer frente a un plan global de ataque como éste y se conseguirá imponer una salida a la crisis favorable a las gentes trabajadoras.
Existe ahora el gran peligro, después de la HG del 29-S, de que algunos sectores intenten volver a la concertación social, olvidando los efectos desmovilizadores que ha tenido esta política sindical y siendo ciegos a la realidad de que ni el gobierno ni la patronal van a retirar ni la Ley de Reforma Laboral ni el conjunto de sus propuestas (en lo cual ya se han reafirmado). Sólo poniendo fin a un ciclo de desmovilizaciones podemos poner las bases para enfrentar a la política neoliberal. Eso bien lo sabe el gobierno del PSOE que ha acusado el golpe del 29-S y ha respondido con una operacion de marketing – la remodelación del propio gobierno - al desgaste de la huelga. El objetivo claro es la desmovilización, “explicar mejor” la supuesta necesidad e inevitabilidad de las contrarreformas, darse un barniz de “izquierdas” e intentar conseguir que los sindicatos vuelvan a la trampa del diálogo social.
Necesitamos continuar las movilizaciones con rapidez, sin dejar enfriar el calor del 29-S, y en este sentido hay mucho que aprender de las luchas de Francia o de Grecia.
Así después del 29S hay mejores condiciones para recuperar la unidad entre los movimientos sociales, las organizaciones políticas de la izquierda y los sindicatos (y de éstos entre sí). Es preciso trabajar esa unidad dentro de las empresas, para enfrentar los recortes salariales y la aplicación de la reforma laboral; y en los barrios y pueblos, frente al recorte de derechos sociales.
Por todo lo dicho, y sin perder de vista la necesidad de la convocatoria de una nueva Huelga General, desde Izquierda Anticapitalista planteamos como acciones necesarias en estos momentos:
1. Seguir presionando hasta que se retire la Ley de Reforma Laboral aprobada, y no considerarla una batalla perdida. Al mismo tiempo hay que luchar contra su aplicación en las empresas.
2. Apoyar todas las movilizaciones (concentraciones, manifestaciones, marchas…) tanto locales como centrales, que se van a convocar durante los meses de Noviembre y Diciembre.
3. Alzar una plataforma reivindicativa que incluya las siguientes medidas:
a) Banca pública bajo control social con la meta de llegar a la nacionalización del conjunto del sistema financiero. Nuestros ahorros deberían ser canalizados hacia la inversión productiva y las necesidades que una sociedad se ha marcado como prioritarias, y no estar al servicio de la especulación, sino de un plan de urgencia contra la crisis ecológica y social, que además atienda a la crisis de cuidados que recae sobre las espaldas de las mujeres.
b) Una reforma fiscal basada en restaurar el Impuesto de Patrimonio, eliminar las exenciones al Impuesto de Sucesiones y Donaciones, Incrementar los tipos en el IRPF a las rentas más altas y elevar el gravamen de las SICAV.
c) La prohibición de los despidos en empresas con beneficios, la implantación de la jornada de 35 horas sin recorte salarial, el establecimiento de un salario mínimo de 1200 euros y el derecho a un ingreso social equivalente para todas las personas en paro.
Retirada del Plan Bolonia, que hace de la Educación un negocio pero que además privatiza la investigación en un momento en el que el cambio de modelo requiere de fuerte inversión pública en la misma y que sus resultados estén al servicio de toda la población.
Izquierda Anticapitalista da su pleno apoyo a las convocatorias que ya se han hecho públicas por parte de diferentes fuerzas sindicales:
1. Movilizaciones descentralizadas del 20 al 30 de noviembre
2. Convocatoria de manifestaciones en localidades para el 24 de noviembre;
3. Convocatoria de paros y de manifestaciones en capitales los días 15 y 18 de diciembre.