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5 de septiembre de 2024

INVOLUCIÓN IDEALISTA HACIA LA “CIENCIA” DE DIOS

Por Marat

1.-PONIENDO LAS COSAS EN CONTEXTO:

El mundo está experimentando, desde hace decenios, una involución global que se expresa en los más variados ámbitos:

  • Económico: incapacidad del capitalismo para lograr un incremento de los beneficios empresariales que no esté sometido al constante encadenamiento de crisis y, en el mejor de los casos, de una débil recuperación, prolongada en el tiempo, que ya muestra signos de agotamiento.

  • Social: un desmonte del mal llamado Estado del Bienestar, que no ha cesado incluso tras la pandemia del Covid, pues las supuestas medidas estaban destinadas a estimular la recuperación económica mucho más que a la ayuda a las familias, y un empeoramiento continuado de las condiciones de vida de la clase trabajadora y las llamadas clases medias.

  • Ideológico y de valores: incremento del individualismo, la insolidaridad, el clasismo, el racismo y la xenofobia, la homofobia, la misoginia, la transfobia y el fascismo. Ello es especialmente grave cuando se extiende entre la clase trabajadora.

  • Cultural: aturdimiento (como marxista prefiero reservar el término alienación para el marco que le corresponde, el del trabajo) e infantilización de los individuos a través de las redes sociales como gran adicción con contenidos mentalmente empobrecedores y la búsqueda de la gratificación por la vía de los “me gusta”, el recurso a las mismas, en muchos casos como única forma de información y conocimiento, la ausencia de sentido crítico para discernir la basura y la mentira en el contenido, la selección, en muchos casos intencionada, de los temas más vacíos e idiotizadores.

  • Político: la crisis de legitimación de las democracias liberales y de las formas de representación, lejos de abrir paso a alternativas revolucionarias, socialistas y a la vez democráticas y de base, ha dado lugar, primero, a populismos caudillistas y, posteriormente, a opciones reaccionarias, de tinte fascista, de momento aún compatibles con democracias formales, cada vez más vaciadas de contenido.

  • Científico: durante siglos la ciencia y el pensamiento científico han sido el ariete principal de la lucha contra la superstición, el subjetivismo y el oscurantismo.

Hoy, cuando las aplicaciones tecnológicas, basadas en la ciencia, se han desarrollado mucho más que la confianza de amplios sectores de la humanidad en ellos, la ciencia y la razón están siendo atacadas desde la irracionalidad, la superchería y las pseudociencias y detrás de ese asalto están, no lo duden, intereses profundamente reaccionarios.

A lo largo de cerca de dos decenios he escrito sobre cuestiones económicas, sociales, políticas, ideológicas,...No recuerdo haberlo hecho sobre asuntos que atañen a la ciencia. Puede que alguien sienta la tentación de objetar que me meta en tales berenjenales no siendo hombre de ciencia, al menos de lo que se conoce como ciencias duras. No es ésta una impugnación de importancia menor.

Pero no es mi intención entrar en el núcleo de lo que entendemos por ciencia sino, como señalé anteriormente, en “asuntos que atañen a la ciencia”; es decir, en cuestiones que tienen que ver con la misma y con lo que es ésta.

Por otro lado, si de la ciencia y de sus implicaciones sólo deben ocuparse los científicos, entonces de la medicina sólo deben ocuparse los médicos, pero resulta que es toda la sociedad la afectada por lo que tiene que ver con las implicaciones de una y otra cuestiones y se supone que ello debiera darle algún derecho a los miembros de la misma y no sólo a los expertos, cuyos intereses no tienen porqué coincidir siempre con los de aquella.

Desde hace largo tiempo la combinación de pesimismo ante el futuro, sensación de caos mundial y en las vidas propias y el empuje de fuerzas partidarias del oscurantismo y la regresión están arrastrando a la sociedad hacia una medievalización del pensamiento.

La expansión del conspiracionismo -una de tantas aportaciones de una sociedad aberrante, estúpida y degenerada como la estadounidense-, el creciente integrismo en la iglesia católica, las evangélicas, el judaísmo y la religión islámica, la proliferación de sectas “new age” (cienciología), el curanderismo y las pseudociencias, el ocultismo y la parapsicología, el espiritualismo y la astrología, la brujería, la naturopatía y la homeopatía, la reivindicación del frikismo como rasgo asociado a la ciencia y, en general, las más extravagantes manifestaciones de la charlatanería y el fraude mental, son hoy la mayor amenaza a la razón, el conocimiento, el método y la investigación experimentales y, de forma general, a lo que conocemos como ciencia. Si en el pasado la ciencia hubo de enfrentarse a la Inquisición y a la hoguera en el presente ha de hacerlo a los idiotizadores de las masas.

Ciertamente es necesario no caer en la idolatría científica que deposita en el saber científico la confianza en un progreso imparable de la humanidad o la creencia en la neutralidad de la ciencia.

Después de Hirosima y de Auschwitz ya no es posible la ingenuidad positivista de creer en un futuro históricamente determinado de paz, bienestar y progreso para la humanidad, del mismo modo que no puede ignorarse que la ciencia dentro del capitalismo está sujeta, como cualquier actividad humana productora de valor, a la lógica del beneficio.

Sin embargo la ciencia ha permitido erradicar enfermedades epidémicas, a pesar de los cacareos de los imbéciles antivacunas, atajar graves infecciones mediante los antibióticos, expandir la cultura y la educación a través de la imprenta o hacer posible la “aldea global”, que permite la comunicación mundial entre los seres humanos.

En tiempos en los que aún operaba un optimismo histórico en el avance de la humanidad, la confianza en la ciencia actuaba como uno de sus principales soportes racionales. El antagonismo entre irracionalismo e iluminismo (la Ilustración y su herencia posterior en el conocimiento) era paralela a la lucha de las viejas clases y las nuevas ascendentes, burguesía primero, proletariado después. Cuando las ideas progresistas y el pensamiento racional sufrieron el ataque del irracionalismo (el idealismo, el mito, la fe, el voluntarismo o el subjetivismo) y de la reacción hacia el fascismo, el nazismo, el racismo y la exaltación de la violencia en los años veinte y treinta del pasado siglo, al menos los sectores de la sociedad defensores del pensamiento racional, la ciencia, los valores democráticos o de un marxismo aún muy potente que hoy no vemos tuvieron fuerza paraenfrentar a la reacción. Georg Lukács reflejó tiempo después ese ataque en “El asalto a la razón: la trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler”.

Aquel ataque a la razón se produjo entonces, como durante la mayor parte de la historia, desde campos bien delimitados, separados y opuestos: mito vs. filosofía, fe y teología vs. observación de los fenómenos y empirismo, idealismo vs. materialismo.

La descontextualización en el uso de las palabras y los conceptos favorece la manipulación de sus significados, la ignorancia y la perversión de los valores asociados a ellas. Un ejemplo claro de ello es la vulgarización que se da de los vocablos idealismo, como valor positivo (moral) y materialismo, en negativo (inmoral).

Según esa dualidad un idealista sería alguien que cree en causas nobles, generoso, altruista, romántico, utópico, aunque también soñador e iluso; en definitiva, ingenuo pero bueno. Un materialista, en cambio, alguien motivado antes que nada por el dinero, egoísta, codicioso y arribista pero práctico y realista; es decir, listo pero malo.

En términos filosóficos, que son los que buscan acercarse de forma racional al conocimiento de la realidad y de la acción humana, el idealismo es una corriente genérica de pensamiento para el que la realidad material no existe fuera del pensamiento; éste se sitúa por encima de aquella e independiente de ella y la materia, entendida como realidad física, es una construcción de nuestra mente. Algo así como que hasta que no apareció el ser humano no existió la realidad material que lo rodea porque la única función de la naturaleza es la de ser pensada por la humanidad y, en primera y última instancia, por dios, el ser supremo pensante. Absurdo, ¿verdad? Pues es la base que argumenta otras corrientes derivadas del idealismo, como el subjetivismo, el solipsismo (de lo único que puedo estar seguro es de la existencia de mi mente,la paranoia máxima), el deismo y esas diarreas mentales de que vivimos en Matrix (idea tan querida por fascistas y conspiranoicos) o de que nuestro mundo y nuestras vidas son parte de un juego de ordenador creado por alienígenas.

De manera opuesta, el materialismo es la teoría del conocimiento científico de la realidad por antonomasia. La materia es el elemento primigenio de la realidad, aquello que la constituye como esencia y, como tal, ese mundo es cognoscible por una conciencia que nace del propio desarrollo evolutivo de la materia viva. A través de la evolución la materia viva toma consciencia de sí misma y del mundo en el que se integra. Esa realidad de la materia es demostrable empírica, objetiva y científicamente y, mediante la conciencia es posible actuar sobre ella.

Pero, a partir de aquí, hay una escisión evidente entre el materialismo burgués y el marxista.

El marxista Anton Pannekoek expresa muy bien en qué difieren uno y otro materialismos:

Uno y otro son filosofías materialistas, es decir, que tanto el uno como el otro reconocen la primacía del mundo material exterior, de la realidad de la naturaleza, de la que emanan los fenómenos espirituales, sensación, conciencia e ideas. Donde se oponen es en que el materialismo burgués se apoya en las ciencias de la naturaleza, mientras que el materialismo histórico es, en primer lugar, una ciencia de la sociedad. Los sabios burgueses no consideran al hombre más que en su calidad de objeto de la naturaleza, como el animal más elevado en la escala zoológica, pero determinado por las leyes naturales. Para dar cuenta de su vida y de sus actos no hacen intervenir más que las leyes generales de la biología y, de un modo más general, las leyes de la física, la química y la mecánica. Pero éstas apenas permiten avanzar en la comprensión de las ideas y de los fenómenos sociales. Por el contrario, el materialismo histórico establece las leyes específicas de la evolución de las sociedades humanas y pone el acento en la interacción continua entre las ideas y la sociedad”. (Pannekoek, Anton. “Lenin filósofo”)

La otra diferencia entre el materialismo burgués y el marxista se establece desde la dialéctica. El materialismo burgués tiende a ver los conceptos como realidades fijas, rígidas y absolutas. El materialismo dialéctico no se limita a una visión meramente evolutiva de las cosas sino que, partiendo del movimiento y la transformación, integra la idea de contradicción donde los elementos son ellos y sus contrarios y cada concepto debe transformarse en nuevos conceptos, algo esencial para expresar la lucha de clases.

Se han producido en distintas épocas de la historia constantes intentos de enredar a la razón en los líos de la teología y la fe, sabedores de que al discutir éstas, no ya desde el ateísmo, ni siquiera desde el agnosticismo y la duda, sino de la mera lógica de las proposiciones racionales ajenas a ellas, es sencillo conducir a las mismas a una “reductio ad absurdum” porque finalmente se topan con el dogma inamovible e incuestionable, no porque lo sea sino porque, sino porque si se rechaza o simplemente se discute, se viene abajo todo el tinglado teológico y sólo queda la obcecada fe del carbonero.


2.-LA CIENCIA DEL DOGMA TEOLÓGICO:

Eso intentó Tomás de Aquino, sostener su pretendida verdad teológica en el andamiaje de la lógica aristotélica. Pero para este padre de la escolástica, para el que existían dos fuentes de acceso a la “verdad”, la razón y la revelación, en caso de discrepancia entre razón y fe, la errónea es la de razón porque Dios es infalible. Y, como expone en la “Suma teológica”, “la doctrina sagrada es ciencia, puesto que saca sus conclusiones a partir de los principios evidentes por la luz de una ciencia superior, esto es, la ciencia de Dios y de los Santos” ¡Con dos cojones! Debe ser por eso que la teología aún no ha sido expulsada de las aulas universitarias.

3.-LA TELEOLOGÍA DIVINA DE LA CIENCIA:

Mucho tiempo después, el jesuita, antropólogo y filósofo Theilhard de Chardin intento algo similar: conciliar idealismo fideista y ciencia, ésta vez con la ciencia real. El problema es que a esa ciencia, centrada en la evolución, Theilhard de Chardin le dio un tratamiento teleológico (la creencia de que todo en la naturaleza existe con un fin determinado) y trascendente (divino). Esa evolución, que percibe en la materia, la vida y la conciencia (en sentido espiritual), se eleva hasta lo cosmológico. Desde el big bang hasta el desarrollo de la conciencia, pasando por la evolución biológica, hay un proceso de creciente complejidad que va elevándose hasta una consciencia colectiva universal. Para de Chardin todo ello adquiere sentido dentro del plan divino de la creación. En ese sentido fue un precursor de la filfa del llamado “diseño inteligente”, neocreacionismo disfrazado de falso evolucionismo.

Pero hoy sabemos que la evolución es fruto de la combinación de la selección natural (Darwin), la herencia genética (Mendel) y la intervención del azar (Lamarck). Y si también el azar interviene en el origen de la vida carece de sentido buscar un plan divino que, desde la gran explosión que dio origen al universo hasta la humanidad en el presente, explique al ser en un sentido teleológico, sencillamente porque no existe tal proyecto.

Es precisamente esa realidad la que llevó a Jacques Monod a afirmar que:

...el hombre sabe por fin que está solo en la inmensidad insensible del universo, de la cual surgió solo por casualidad. Su destino no está definido en ninguna parte, ni es su deber” (Monod, Jacques. “El azar y la necesidad”)

Theilhard de Chardin, tras la condena de sus escritos por el Santo Oficio en 1962 por contravenir gravemente un amplio número de dogmas teológicos, fue en gran medida rehabilitado por la iglesia católica a partir de Pablo VI y de la finalización del Concilio Vaticano II (1965), porque intentando manipular la ciencia al servicio de la religión acercaba al catolicismo hasta el siglo XIX (“El origen de las especies”). Dentro de la ciencia Theilhard de Chardin nunca gozó de crédito alguno entre los científicos serios para los que o fue una especie de divulgador “de la mala ciencia poética” o “poco más que un charlatán” y su obra “El fenómeno humano” un “disparate...de conceptos metafísicos”.

No aporta demasiado prestigio y cordura respecto a la imagen de Pierre Theilard de Chardin el relato que hace uno de sus valedores, el cardenal estadounidense y jesuita (entre los del mismo negociado de la secta no se van a pisar la sotana) Avery Robert Dulles del momento de recogimiento y meditación en la eucaristía del padre Theilard de Chardin. Recuerda el cardenal cómo el autor de “El fenómeno humano” relata en un texto, “La custodia”, embargado por una manifestación espiritual de teofanía, tuvo la visión de que la hostia iba creciendo hasta que por su cósmica expansión, “todo el mundo se había vuelto incandescente, se había convertido en una única hostia gigantesca”, casi absorbía el universo. Ante esto caben dos preguntas inmediatas: ¿se trataba de una gigahostia-agujero negro que se come el universo? ¿Donde hay un obrador de panadería tan grande como para hacer tamaño hostión? Y una reflexión sobre el misterio: sabido es que el hongo conocido como cornezuelo del centeno libera sus esporas fúngicas no soló entre el centeno sino entre otros muchos cereales como el trigo, del que se hacen las hostias. Los alcaloides del cornezuelo, base del LSD (“tripi”), actúan sobre los neurotransmisores del cerebro y proporcionan interesantes viajes psicodélicos que posiblemente contribuyeran a la comunión mística del padre Theilard de Chardin, la hostia y el universo transubsastanciado, de rebote, en Cristo.

Como científico, en su condición de paleontólogo, tampoco Theilard de Chardin se cubrió de gloria tras el descubrimiento del Hombre de Piltdown, que dio lugar a un escándalo, por la falsificación de unos restos óseos, en los que se mezclaron la mandíbula de un orangután, el diente suelto a un mono y el cráneo a un homínido. Charles Dawson y Smith Woodward fueron los principales rostros protagonistas del descubrimiento. La participación de Teilhard de Chardin en el fraude se vincula a haber “aportado” huesos al descubrimiento provenientes de otras excavaciones en las que había participado.

Su mayor mérito, si así puede calificarse a emplear una jerga pseudocientífica para tratar de torcer la ciencia al servicio de la superstición religiosa, es el de ser uno de los pioneros más importantes del entrismo del idealismo teista en el materialismo de las ciencias. Desde entonces el asalto a la razón ya no será desde un movimiento frontal sino mediante la penetración del caballo de Troya en la ciudadela enemiga.

4.-DIOS, UN DISEÑADOR NO TAN INTELIGENTE...MÁS BIEN CHAPUCERO REMENDÓN:

El “diseño inteligente” es un intento de colar por la puerta de atrás el mito creacionista dentro de la educación en las escuelas. A finales de los 80 del siglo XX se prohibió la enseñanza de las creencias creacionistas en los colegios públicos de EE.UU. por contravenir los principios constitucionales de laicidad del Estado. Como la pretensión de difundir en las escuelas que el mundo se hizo en seis días y el primer hombre a partir de un muñeco de barro que adquirió vida con el soplo divino no coló, la ultraderecha religiosa estadounidense (Instituto Discovery), y varios de sus miembros (Stephen Charles Meyer, Michael Behe y William Dembski), trabajaron desde mediados de los 90 sobre el concepto de diseño inteligente para darle a la misma patraña creacionista un aspecto más científico y lograr, de este modo, que el creacionismo, ahora disfrazado de algo serio, entrase de nuevo en las escuelas públicas. Volvieron a fracasar, pero ahora con pitorreo: El juez de la Corte de Apelaciones del distrito medio de Pensilvania, el republicano John Edwards Jones III, que había sido apoyado por sectas evangélicas en su candidatura al puesto, dictaminó que el diseño inteligente seguía siendo religioso y creacionista, por lo que lo declaró inconstitucional.

El diseño inteligente afirma que las estructuras de la vida a nivel bioquímico son demasiado complejas. Establece dos tipos de complejidades: la primera, definida por Michael Behe, es la “complejidad irreductible”. Afirma que determinados sistemas biológicos complejos no pueden, por su propia complejidad, haber evolucionado a partir de sistemas más simples a través de la mera evolución natural.

William Dembski señala también la existencia de la “complejidad específica”. Según él se trata de que un sistema biológico complejo tiene un patrón altamente improbable pero a la vez tiene un propósito (“purpose”) específico. A los “yankees” les encanta esta palabra. La usan constantemente y tiene para ellos un significado especial (la razón por la que se hace algo o por la que existe algo”, según el Diccionario Cambridge) y trascendente, casi divino. La diferentes sectas cristianas de EEUU la relacionan de un modo u otro con la Biblia, ese libro cuyos pasajes recitan como si fuera la alineación de su equipo de fútbol favorito. Si la mayoría de ellos no encontraran en ella y en sus supersticiones divinas un propósito para sus vidas les estallaría la cabeza. Se sorprenderían ustedes de qué modo se extiende el “purpose” desde lo religioso hasta el sentido de empresa capitalista.

Pero volvamos al diseño inteligente. Para Stephen Meyer el hecho de que la célula viva contenga ADN es una prueba de que tras el diseño inteligente hay un “diseñador” inteligente; o sea, dios.

La base argumental de la teoría creacionista del diseño inteligente es exactamente la misma que la cuñadez borrega de “el mundo no lo ha hecho un zapatero”. Y como creen que no es así, acaban recurriendo a la analogía del relojero expresada a inicios del siglo XIX por el clérigo naturalista William Paley (“Teología natural”) para que su extravagante creencia parezca más sofisticada y respetable.

El problema de querer utilizar a la ciencia para demostrar que el mundo y el universo han sido creados por un dios que existe es que, al final, la ciencia no acude en su auxilio porque ésta se ocupa de buscar el conocimiento objetivo de la realidad, no de la ficción. No es tarea de la ciencia demostrar la existencia de dios como la del resto de seres mitológicos. Esa pelota está en el tejado de la religión pero cuando más irracional se vuelve la fe menos valida su propósito.

La comunidad científica en ningún caso ha validado el diseño inteligente porque no es posible validar creencias y fundamentalmente porque en casi ningún caso los defensores del diseño inteligente han publicado en una revista científica un artículo científico sobre el mismo revisado por pares. Lo que sí han hecho los defensores de esta pseudoteoría es publicar artículos en sus propias revistas, vinculadas al Instituto Discovery, al que ellos pertenecen, y ser revisados por miembros de su secta neocreacionista.

El diseño inteligente, en su ambición de demostrar la superioridad absoluta de su dios frente a la evolución natural, a la que rechaza por materialista, atea y ajena a toda motivación y propósito últimos, derrapa ridículamente. Al no contentarse con su dios relojero, que pone en marcha el mundo y se va de vacaciones a Tahití, interviene repetidamente con sus milagros. Es evidente que su dios es un chapucero de campeonato que deja en mal lugar a la inteligencia de su propio diseño, teniendo que corregir continuamente sus propias cagadas, mediante “ñapas” para taponar las urgencias provocadas por un trabajo de mala calidad.

Lo que si ha hecho bien el diseño inteligente es vender sus propias franquicias a terceros, coherentemente con el hecho de que dicha fórmula de colaboración comercial naciera en EEUU. Efectivamente, si esta pseudociencia fue un invento de sectarios evangélicos, con algún católico, luego ha tenido seguidores judíos, islamistas e hinduistas y la última incorporación a su “hit parade” ha sido la difusión de sus creencias por parte de la Asociación Internacional para la Conciencia de Krisna (Hare Krisna). “Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré. Hare Krishna, Hare Krishna, Krishna Hare, Krishna Hare”.

5.-TEORÍA CUÁNTICA, UN TRASATLÁNTICO CON VÍAS DE AGUA POR TODAS PARTES:

Un caso distinto, ya que no implica una concepción idealista,prima facie”, de la realidad, pero si deja abierta una puerta peligrosa a la misma y al subjetivismo (colapso de las partículas al ser observadas, según la interpretación de Copenhague) y a la negación del principio de identidad (fenómeno de superposición cuántica), es la teoría cuántica, al menos por parte de algunos de sus principales exponentes.

Antes de adentrarnos en explicar la anterior afirmación dejemos claro que prescindiremos de gatitos muerto-vivos porque la “anecdotitis” y el abuso de los felinos se usa habitualmente no para esclarecer sino para escamotear lo esencial: el riesgo de que la teoría cuántica acabe derivando hacia el delirio de la razón y la anticiencia.

No es el objeto de este texto analizar la capacidad de la mecánica cuántica cómo teoría física para explicar la realidad (quede el término “verdad” para teólogos, catedráticos de ética y seguidores de ideologías políticas dogmáticas); su falsabilidad (Karl Popper). Tampoco corresponde en el caso de la mecánica cuántica.

De cualquier forma, resultaría especialmente complicado juzgar la pertinencia de una teoría física para el análisis de la realidad que no tiene un único autor, lo que favorece su coherencia interna, sino múltiples, lo que potencia contradicciones internas, en la que buena parte de la misma está compuesta de hipótesis aún no verificadas y que, hasta el momento, no ha sido capaz de crear una teoría completa sino un conjunto de postulados que intentan dar explicaciones parciales de la realidad.

Ello no impide que la mecánica cuántica sea pragmáticamente eficaz en cuanto a la aplicación tecnológica de sus fundamentos teóricos, ya sea en la construcción de ordenadores cuánticos, sensores, láseres, microscopios electrónicos,... especialmente si pensamos que sus enunciados son eminentemente matemáticos y probabilísticos, cuestiones éstas fundamentales en las tecnologías mencionadas. Pero la ciencia, a pesar de estar inserta en un sistema capitalista regida por el beneficio, no se ocupa solamente del desarrollo tecnológico sino primera y principalmente del conocimiento de la realidad.

Pero el mayor riesgo para una comprensión científica de la realidad es la regresión hacia el paradigma idealista-subjetivista y el abandono paulatino del materialismo-objetivismo, propio de la física clásica.

Si la física clásica se ocupaba ante todo de la materia (lo concreto, tangible, experimentable), desde Einstein lo hizo de la energía y desde Niels Bohr el estudio de la energía se concentró en lo subatómico (lo invisible a simple vista, intangible, probabilístico).

La física de lo material está siempre sujeto a la experiencia y la demostración empírica, cuando es correcta, ha de darnos siempre el mismo resultado. El objeto siempre “es” (principio de identidad). En la física cuántica la validación casi siempre es matemática, rara vez se demuestra en la práctica y no se puede determinar previamente el resultado hasta que no se produce. El objeto subatómico parece, es indeterminado (principio de incertidumbre de Heisenberg).

Si la materia es fija y estable, la luz, en tanto que energía, podría estar en dos estados a la vez, comportándose simultáneamente como partícula y como onda (principio de superposición), en un momento dado, pero esto es algo que se supone, que no puede ser comprobado de forma directa. El acto de la comprobación por el observador genera un “colapso” de la “función de onda” (se comporta en ese instante sólo de una de las dos formas), según von Neumann, Wheeler y Wigner. Se trata de lo que se conoce como la interpretación de Copenhague, la propuesta más conocida y ortodoxa respecto a la medida de la “función de onda”. Desde la perspectiva cuántica no es posible separar el objeto observado del observador y del dispositivo de observación. Pero, puesto que los fenómenos cuánticos tienen una baja probabilidad de repetirse, tenemos que cada observador obtiene un resultado particular de su observación, por lo que hemos retrocedido del materialismo objetivo, no ya al idealismo subjetivo sino al solipsismo más absoluto. El observador sólo puede estar seguro de lo que percibe su propia mente.

La interpretación de Copenhague es el núcleo principal de las críticas que recibe la teoría cuántica, hasta el punto de la necesidad de crear soluciones “ad hoc a posteriori” de haber sido enunciada el problema del colapso del fenómeno de la superposición cuántica por efecto de la observación:

  • La primera de ellas está compuesta por varias teorías denominadas colapso objetivo. Es especialmente inelegante porque se percibe claramente la intención de salvar tanto el fenómeno del colapso como la posibilidad de realizar mediciones de los electrones, siendo esto posible porque la función de onda se destruye eventual y espontáneamente (“colapso objetivo”) sin que intervenga la medición (Ghirardi, Rimini, Weber). Pero surge un posterior problema en la medición matemática: se produce un colapso incompleto de la energía, quedando restos que las propias teorías no saben explicar.

  • Una variante más sutil del “colapso objetivo” es la explicación de porqué se produce el colapso. Según señala puede haber una superposición cuántica del electrón durante un largo período hasta que se produzca una diferencia de energía en el campo gravitatorio que produzca una separación de la curvatura espacio -temporal que genere el colapso.

  • La interpretación de Bohm (interpretación causal o teoría de Broglie-Bohm) defiende prescindir del principio de localidad, que sostiene el fenómeno del entrelazamiento entre dos objetos cuánticos que deben ser considerados como involucrados en un estado único, aunque estén separados. Echa mano de variables ocultas (desconocidas) que, si se conocieran, evitarían el sesgo de indeterminación y restablecerían el determinismo roto por la interpretación de Copenhague. Se huele la chapuza: seguramente habrá una variable oculta que desconozco, que podría resolver el problema.

  • La interpretación estadística es una de las que poseen más coherencia y lógica internas. Supone que un sistema cuántico tiene una regularidad estadística con resultados diferentes en la medición como consecuencia de procesos estocásticos (aleatorios) en los que el comportamiento (no observable) de los electrones se ve afectado por las fluctuaciones electromagnéticas del resto de electrones del universo.

  • La interpretación de los universos paralelos es una hipótesis (si se la puede llamar así) en la que coexisten varias realidades paralelas. Dentro de ella se encuentra la interpretación de los muchos mundos. Fue planteada por Hugh Everett y es un intento de dar esquinazo al problema de la medida pues ésta se despliega en múltiples posibilidades de universos paralelos que no pueden verse entre sí, dándose en cada uno de ellos diferentes resultados de la medida. Se trata de una solución que, siendo extremadamente generosos, podríamos calificar como “peculiar” y “excéntrica” y hablando como debe hacerse cabe identificarla como la chaladura estrafalaria y friqui de un científico chiflado de tanto leer estupideces sobre expedientes X de chimpancés intergalácticos. “La verdad está ahí fuera, Scully” (“The truth is out there, Scully”)…” pero no acabo de encontrarla porque los resultados de la medida están disociados en tres mil trescientos veintitrés trillones de mundos diferentes y en cada uno con resultados de medición distintos a los demás, oh yeah!”.

A partir de estos derrapes teóricos en la mecánica cuántica, se han ido abriendo camino desde entornos mayoritariamente ajenos, aunque no siempre, a la comunidad científica cuántica variadas hipótesis cada vez más descabelladas, con una carga mistérica, idealista e incluso espiritual y deista (creencia en dios sin adscribirse a una doctrina)/teista (creencia en dios adscrito a una doctrina), y en consecuencia opuestos a la ciencia pero aún con la etiqueta autoadjudicada de científica.

Como señalé anteriormente sí hay algún ejemplo de idealismo de corte espiritualista dentro de la comunidad científica cuántica. Un caso paradigmático es la Teoría del orden implicado de David Bohm, uno de los físicos más destacados de la mecánica cuántica. Según esta teoría la realidad que percibimos es una ilusión (primer rasgo idealista) en la que bajo la apariencia individual de las cosas subyace una realidad estructural y dinámica profunda en la que todos los constituyentes elementales de la materia y los objetos están implicados en un todo común. Desde esta perspectiva los elementos percibidos individualmente nunca se habrían fragmentado.

Su visión metafísica de la realidad acabaría prescindiendo de parámetros como espacio y tiempo, afirmando que cada parte implicada en el orden inherente del todo contiene la estructura de ese mismo orden (metáfora del holograma). Ello sugiere cierta desviación mística hacia una idea de totalidad trascendente que no se aleja demasiado de la superchería del diseño inteligente.

Posteriormente David Bohm continuaría involucionando cada vez hacia postulados más y más absurdos, llegando a plantear que el orden implicado es el centro de la conciencia y de todo lo que concierne al universo. Se trata de la pseudociecia pampsiquista para la que una especie de mente omnipresente forma parte del todo. Es aquí donde Bohm abre la puerta a Karl Jung que empezó siendo un interesante psicoanalista y acabó siendo un embaucador rodeado de círculos y mandalas. En consonancia con el inconsciente colectivo de Jung, Bohm habla de un “espíritu colectivo”- Aquí ya Bohm patina sin esquíes ni pudor alguno. Para él los fenómenos paranormales como la telepatía, la psicoquinesía o la clarividencia no son pseudociencias sino verdadera ciencia auténtica dentro de la teoría del orden implicado.

Creo necesario señalar que mis principales críticas hacia la teoría cuántica no ponen en duda la necesidad de una perspectiva diferente para el conocimiento científico que atañe a los cuerpos subatómicos frente a la ciencia clásica, centrada en lo macro.

Pero albergo serias dudas a nivel epistemológico (método y validez) y ontológico (la identidad de lo que es). Una teoría que ni siquiera está completa, puesto que se fundamenta en postulados, pero que niega el principio de identidad, se sustenta en meras demostraciones abstractas de formulas matemáticas, sostiene el principio de incertidumbre en cuanto al valor de determinados pares de magnitudes físicas, tiene serios problemas de demostración en laboratorio, construye teorías “ad hoc” sobre la marcha, según van siendo cuestionadas determinadas hipótesis del corpus teórico, tiene muy poco de ciencia, necesariamente materialista, y mucho de creencia idealista.


6.-CHAMANES, MÍSTICOS Y OTROS SACAMUELAS:

Si eminentes teóricos cuánticos como David Bohm acaban aceptando pseudociencia como ciencia, no es de extrañar que por esa puerta hayan entrado hasta la cocina, retorciendo en un lenguaje un tanto psicodélico deformaciones de la ciencia y parapsicologías varias, místicos, chamanes y psiconautas (viajeros mentales mediante drogas y meditación) que se ocupan de producir toneladas de basura con el fin de aprovechar algunas partes de la jerga científica (generalmente las menos científicas), enriquecerse a costa de la ignorancia y la insuficiencia mental de sus seguidores y destruir cualquier atisbo de pensamiento racional y científico.

Uno de ellos fue el grupo de embaucadores, dirigido por Ervin László, conocido como Grupo de Investigación de Evolución General, grupo secreto, que defendía la existencia de un campo de información ("Campo ψ") en el vacío cuántico donde estaría el origen de los fenómenos físicos y psíquicos. El cerebro humano estaría conectado a ese campo y ello explicaría fenómenos paranormales y otros como los estados alterados de la conciencia y la percepción extrasensorial. Las fiestas de ese grupo debieron ser auténticamente psicodélicas.

Otra tribu de impulsores de la chaladura es el de misticismo cuántico, algo que puede indicar el grado de merecimiento de respeto logrado por la física cuántica. Para ellos las leyes de la mecánica cuántica admiten elementos de misticismo hindú y de las tonterías espirituales de la New Age, promotora de la nueva expansión de la brujería, la magia, la adivinación, la astrología y el ocultismo, porquerías mentales que tienen su origen natural en una sociedad tan desquiciada y estúpidamente dada a las sectas como la estadounidense.

El misticismo cuántico tiene su versión de curanderismo, del que es uno de sus máximos exponentes Deepak Chopra, un cantamañanas y sacacuartos a incautos, que se apoya para sus prácticas de estafador hechicero en la Ayurveda cuyas pócimas contienen niveles tóxicos de plomo, mercurio y arsénico. En 1998 Chopra fue merecidamente galardonado con el Premio Ig Nobel, concedido a personalidades cuyas ocurrencias “hacen reír a la gente”; algo así como el tonto contemporáneo del año. Estos premios los concede la revista científica de humor satírico Annals of Improbable Research.

Uno de los últimos aportes al idealismo de carácter friqui neoespiritual se lo debemos al perturbado científico Avi Loeb, para el que los extraterrestres llevan mucho tiempo visitándonos. Su última aportación ha sido la de señalar que la roca estelar Oumuamua es en realidad un ovni pancake. Igual era de verdad un pancake que hubiese sobrado e una megacomilona en el planeta Raticulín y que luego lanzaron al espacio para hacer sitio. Ya se sabe que hay mucha basura espacial por ahí. Hasta aquí no es muy original. Tiene mucha competencia en el risible mundo dela ufología.

Así que ni corto ni perezoso, Abraham Loeb decidió un veraniego día de julio, cuando hay menos competencia informativa, lanzar al mundo, ¡paren rotativas!, la gran bomba: nuestro mundo es parte de un gran universo bebé -él sí que bebe...y no le sienta bien- creado por una civilización alienígena tecnológicamente muy avanzada -ya te digo, Rodrigo-Y lo ha creado de la nada a través de un túnel cuántico. Esto de la cuántica degenera un poco.

Aquí me asalta una duda: ¿Sabe Avi Loeb que esta fantasmada ya ha sido contada antes por otros pirados yankees como Melvin Vopson o Neil deGrasse Tyson? Si es así, ¿les pagará derecho de pendejada?

Otra duda: los marcianos esos, perdón alienígenas, ¿son mas guapos que el dios de la creación de Adán que pintó Miguel Ángel? Si es así me quedo con ellos. De lo contrario, me quedo con el cristiano, que me ha dicho el otro día mi churri que estoy hecho a imagen y semejanza de él.

Otra duda más: ¿Para qué hicieron ese universo bebé? ¿Era un proyecto de fin de carrera de química? ¿Para jugar a la Play? ¿Se aburrían y querían divertirsce a costa nuestra?

Otra duda más: ¿sabe ya el eminente físico que la nada no existe y que, si existiera, no es posible crear algo de la nada porque tienes que incorporarle algo?

Seguimos para bingo: Ya que estamos en clase de creacionismo, Abraham, a esa civilización extraterrestre debió haberles creado una inteligencia aún mayor y, como antes del dios creador de todo sólo estaba la nada, siguiendo la lógica creacionista, en la nada está exactamente la nada, no hay dios.


7.-EPÍLOGO:

A alguno lectores del texto les parecerá una pérdida de tiempo su escritura. Pensarán que trata sobre cuestiones muy menores que tienen un interés muy limitado. Nada más lejos de la verdad.

Sectas, animismos de toda índole, crecimiento de los integrismos religiosos, espiritualismos de lo más variado. Todo indica una vuelta a la medievalización del pensamiento y no todo se explica, ni mucho menos, por el impacto psicosocial de Internet y las redes sociales.

Hay un malestar colectivo ante el presente y el futuro que también se refleja en la desconfianza hacia la ciencia como impulso de progreso, justo cuando su aplicación tecnológica parece estar a punto del gran salto y ello produce vértigo y miedo porque el “zeitgeist” sugiere tiempo de destrucción, poder (cada vez más concentrado), inestabilidad y creciente desigualdad.

El fenómeno neodeista, también teista y panespiritual vuelve a jugar el papel reaccionario que oculta la explotación, la opresión y la desigualdad que en su día señaló Marx

"Es el hombre quien hace la religión, no es la religión quien hace al hombre. De hecho la religión es la conciencia de sí, el sentimiento de sí del hombre que o bien aún no se ha encontrado o ya se ha perdido”

La miseria religiosa es, por una parte, la expresión de la miseria real y, por otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado del alma de un mundo desalmado, porque es el espíritu de los estados de alma carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo”

"La religión aporta satisfacciones imaginarias o fantásticas que desvían cualquier “esfuerzo racional por encontrar satisfacciones reales.”

“La religión, en cuanto eco ideológico, es la conciencia invertida de un mundo invertido.”

“La lucha contra la religión es la lucha contra aquel mundo cuyo aroma espiritual es la religión. La miseria religiosa es la expresión de la miseria real y la protesta contra ella.”

“El cristianismo imparte a los hombres una doble vida y ofrece los goces imaginarios del cielo como un solaz para las miserias reales de esta vida.”

“Cuanto más de sí mismo el hombre le atribuye a Dios, menos deja para sí mismo. El hombre es el ser supremo para el hombre”.

4 de abril de 2020

CORONAVIRUS, INTERESES DE ESTADO Y CONSPIRATONTOS

Atuendo y atrezzo obligados del conspiratonto: cucrucho de
plata, camiseta con inscripción "sex machine", gafas
culobotella, cajas de pizza y del Happy Meal de 
McDonald´s vacías, montones de latas de Coca-Cola 
por el suelo, 7 pantallas de ordenador, montones 
de frascos llenos de orines, un wc portatil, 3 cajas 
de condones DUREX caducadas,...
Por Marat

1.-Si un Estado no tiene enemigo se lo inventa

Conviene profundizar en este axioma cínico para explicarlo.

Dentro de un sistema global capitalista, o de cualquier otra formación económico-social dividida entre dominantes y dominados, en el que la competencia sustituye casi siempre a la cooperación, en la que la lógica del beneficio capitalista hace de conceptos como igualdad o solidaridad un sarcasmo de las Relaciones Internacionales (RR.II.), el ajuste a la dualidad amigo/enemigo es fundamental para los Estados tanto a nivel interno (nacional) como externo (internacional).

Hacia el interior de la comunidad, el enemigo facilita el cierre de filas, ayuda a imponer la ideología dominante, legitima el orden social como defensa frente al ataque, real, imaginario o inventado, favorece la creación de consensos y del consentimiento ante las medidas para combatirlo y permite justificar la represión de la disidencia como persecución a los supuestos agentes del enemigo dentro de la nación.

Hacia el exterior (la sociedad internacional), la figura del enemigo ayuda a disfrazar la agresión como legítima defensa, ofrece la opción de la guerra como salida a una competencia por los mercados que ya no da más de sí, redefine las reglas morales del juego, estableciendo tanto las normas escritas como no escritas en el escenario internacional y, cuando todo ello lo lleva a cabo una potencia regional o mundial, organiza las alianzas (enemigo común) y los bloques antagónicos de intereses en litigio.

La escuela norteamericana del realismo político (Hans J. Morgenthau. “Política entre las naciones”), define a los Estados como actores políticos principales, casi exclusivos, en el marco de las RR.II., estableciendo como elemento nuclear de dicho enfoque el interés (antecedente en Hobbes) centrado en la idea de poder (antecedente en Maquiavelo).

De Maquiavelo y Hobbes a Von Clausewitz (“De la Guerra”), Von Bismarck como estadista o Karl Schmitt, fundamentador jurídico del sistema nacionalsocialista, el realismo político ha estado presente como base argumental o como práctica política casi desde el principio mismo de la existencia del Estado, si bien sin llegar a fundamentar un “corpus teórico”, como sí hace la escuela del realismo político norteamericano, no solo en las RR.II. sino también en el interior de las naciones como ejercicio de poder.

Esta especie de sacralización del poder del Estado tiende a ignorar, no solo la existencia de las luchas de clases en su interior sino también la importancia que desde el siglo XIX van adquiriendo otros agentes a nivel internacional como la opinión pública mundial, los movimientos internacionales de masas, etc.

Pareciera que el señalado como poder omnímodo de los Estados no pudiera admitir, o temiera, a otros actores internacionales aparentemente menos poderosos. 
La visión puramente estatista del mundo es triplemente reaccionaria:
  •          Porque cosifica la realidad humana al reducirla a la voluntad del poder del Estado.
  •      Porque niega otros movimientos de la historia que no sean las dialécticas derivadas de los intereses de los Estados.
  •      Porque presenta una visión del mundo en la que la población de los Estados es una caja negra dentro de la que desaparecen las contradicciones y antagonismos entre las clases sociales.

2.-Fabricantes de “conspiraciones” y conspiranoia
La primera acepción que da la RAE sobre el verbo conspirar es la siguiente: “Dicho de varias personas: Unirse contra su superior o soberano”. Alude a una idea de jerarquía que puede pertenecer a la vida civil o al Estado.

La segunda de las acepciones posee un mayor grado de indeterminación: “Dicho de varias personas: Unirse contra un particular para hacerle daño”. En este caso el matiz puede ser más horizontal.

De cualquier modo, el verbo conspirar implica una acción de varias personas unidas por un mismo fin en el que hay un daño a un tercero, sea éste persona particular o institucional.
Las conspiraciones existen y han existido a lo largo de la historia pero el movimiento histórico no se explica por las conspiraciones sino por las relaciones sociales de producción entre las clases sociales, sus luchas de intereses antagónicos, estamentos en el pasado, dentro de unas formaciones económico-sociales concretas y por las transformaciones que éstas experimentan hasta su sustitución por otras.

Una de las conspiraciones más famosas de la historia es la que planeó y ejecutó el asesinato de Julio César, el general invicto en mil batallas bajo cuya dirigencia fue derrotado el jefe galo Vercingétorix, el de Astérix. El complot fue planeado y ejecutado por Marco Junio Bruto, Décimo Bruto (imagínense cómo serían los otros nueve), Casio (no confundir con la marca de relojes), en el que participaron unas 60 altas personalidades, entre senadores y militares (a estos siempre les ha ido la marcha). Murió cosido con 23 puñaladas, lo que debía tocar a casi una por cada tres. Habiendo más de un Bruto en el complot éste debiera haberse llamado “Una conjura brutal”

Según el historiador Plutarco, César había sido advertido del complot por un adivino, lo que fue inmortalizado por Shakespeare en su famosa frase  “¡Cuídate de los idus de Marzo!” de su obra “Julio César”. Dice Plutarco:

“Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado, Julio César encontró al vidente y riendo le dijo: “Los idus de marzo ya han llegado”; a lo que el vidente contestó compasivamente: “Sí, pero aún no han acabado””

Llamativamente los casos de supuestas o pretendidas conspiraciones que más difusión tienen en Internet actualmente, lugar privilegiado de los conspiranoicos, tienen como actor a uno o varios Estados o a un conjunto de individuos que ocupan los lugares más altos de la escala social, económica y política y conspiran para la dominación mundial de la toda Humanidad y parte del extranjero. 

Retengamos éste último hecho porque volveremos sobre él más adelante para ver la estupidez astronómica que hay detrás de los extravagantes delirios actuales sobre las conspiraciones.

No voy a perder ni un minuto en responder a las “teorías” sobre el 11-S, la de la dominación mundial por una élite vinculada con los extraterrestres o con las lagartijas, los Illuminati o cualquiera otra bufonada, propia de idiotas conectados en vena a Internet las 24 horas del día los 365 días del año, pastoreados por gente sin escrúpulos que busca dinero y notoriedad. Si estos majaderos tuvieran una vida social normal –y sospecho que sexual. Ellos tienen el codo derecho de tenista y ellas son devotas seguidoras de la tecnología digital, de dedo -, lo que excluye a la que cultivan en la red, se dedicarían a cosas más productivas que buscar emociones intensas en desenmascarar absurdas conspiraciones mundiales que descubren, ¡oh casualidad de casualidades!, en Google, en Facebook o en Youtube. Para ser tan oscuras esas conspiraciones bien que las encuentran en lugares de afluencia online masivas. Son más gilipollas que los acumuladores de papel higiénico, más preocupados por sus culos que por su salud física o mental.

Pero sí que me interesa la porquería virtual sobre el coronavirus que estos días se difunde sobre conspiraciones chinas o norteamericanas.

Cualquier persona que utilice su cerebro al menos 10 minutos al día y posea algo más de una neurona, entenderá que si hay una teoría que afirma que a los chinos se les escapó el COVID-Q9 de un laboratorio en el que lo habían fabricado, y ello contaminó al resto del mundo, y si hay otra que acusa a Estados Unidos de haber provocado la pandemia para hundir a China, es que hay intereses de Estado detrás de ambas teorías.

“La guerra es la prolongación de la política por otros medios”, decía Von Clausewitz y EEUU y China la están haciendo a bulazo (de bulo) limpio.

Solo un breve inciso para preguntar a todos esos ociosos dedicados a la teoría general de la conspiración como base de sus pobres vidas cómo es posible que las dos superpotencias más grandes del mundo hayan fabricado dos conspiraciones para un mismo virus y ambas hayan descubierto que fue el otro el que lo fabricó y, aún más, como es posible que hayan llegado a ser superpotencias y dominar el mundo, teniendo a gente tan poco inteligente para salvaguardar sus secretos.

Desde la llegada de Trump a la presidencia USA se ha acentuado el enfrentamiento económico que en el pasado era soterrada, y se disfrazaba de cooperación, entre dicho país y China.

El discurso previo a su mandato y el inicial de la Presidencia de Trump puso el énfasis en la decadencia del papel de Estados Unidos en el mundo, en la emergencia de la amenaza china a la dominación mundial de la superpotencia norteamericana y en la necesidad de que ésta recuperase su papel hegemónico.

La lucha por los mercados mundiales, por conservar o arrebatar áreas de influencia económica en Europa, Latinoamérica o África, por conquistar la hegemonía tecnológica, clave para mantener (USA) o arrancar la hegemonía mundial (China), se trasladó al comercio mundial y ha sido desde entonces la explicación principal del ambiente de los últimos años de la globalización mundial. Mientras la superpotencia emergente se esforzaba por alcanzar su dominación, la declinante se debatía entre el ensimismamiento interno o la amenaza constante a la estabilidad económica capitalista mundial en la fase declinante de la débil recuperación de la crisis iniciada a partir de 2013.

Reducir el imperialismo capitalista a una sola potencia mundial significa no entender la naturaleza capitalista de la otra gran potencia, reducir el imperialismo solo a la característica belicosa de USA, sin comprender las características del imperialismo señaladas por Lenin en “El imperialismo, fase superior del capitalismo” e ignorar olímpicamente las contradicciones interimperialistas de las que hablaba el mismo.

Es en este contexto, y con una intención de uso tanto de consumo interno como externo, en el que hay que entender los puntos de arranque de los cruces de acusaciones sobre cuál de los dos Estados es el causante de la pandemia.

En el consumo interno, los dirigentes de ambos países han de lidiar con sus opiniones públicas y las críticas a sus actuaciones para frenar la pandemia del COVID-19.

Recordemos que las autoridades chinas intentaron ocultar al principio la dimensión del problema durante el mes de diciembre, desprestigiaron e intentaron acallar al doctor Li Wenliang, que había intentado avisar a sus colegas médicos sobre un virus que creía que se parecía al SARS, otro coronavirus mortal, y que finalmente dicho doctor murió al contagiarse mientras trataba a pacientes de la por entonces epidemia.   

Por su parte, el psicópata genocida Presidente Trump se juega la elección al amagar con asumir el coste de más de 250.000 vidas de norteamericanos, con tal de no confinar a toda la población y paralizar la actividad económica, mientras su país es el que más casos de infectados presenta. Necesita inventar un enemigo y nadie como el gobierno Chino para jugar ese rol.

Llegados a este punto, lo de menos es que la conspiración por parte de uno o de los dos países sea real o bulo inventado por sus respectivos entornos políticos. Lo relevante es para qué y a qué objetivos sirve.  

Evidentemente ni el Presidente XI Jinping ni el mafioso Trump se encargan de difundir personalmente el bulo conspiranoico. El primero es la cara amable de la dictadura capitalista china, el segundo es el malvado de ópera bufa del imperio más criminal de la historia de la humanidad pero no es tan estúpido como el papel que representa.

De ello se encargan personajes de segunda fila. En el caso chino, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian fue el encargado de lanzar la teoría de la culpabilidad de Estados Unidos. En el de USA es el entorno de ultraderecha del Presidente. No hay que rebuscar mucho para acabar dando con la cochambre panfletaria como la que publican en Breitbart News e Infowars. Por cierto, no está de más recordar como algunos sectores que actuaban en su día en torno al 15M en las redes babeaban y difundían la mierda que soltaba por su boca en sus vídeos Alex Jones (Infowars), que ahora se forra online vendiendo productos como suplementos vitamínicos, alimentos de supervivencia para resistir al COVID-19, ropa y accesorios para armas.

A nivel exterior, culpar desde China a Estados Unidos de la propagación del virus es una forma de control de daños a la imagen de un país al que la extrema derecha norteamericana señala como responsable al hablar del “virus chino”, del “virus de Wuhan” o directamente de que se les escapó de un laboratorio, cuando los principales expertos en pandemias víricas están de acuerdo en que su origen está en elsalto de animal a humano, provocando reacciones de sinofobia (xenofobia contra las personas chinas o de origen chino). Una y otra superpotencia tienen intereses bastardos en fabricar sus respectivas teorías de la conspiración del coronavirus

Los esbirros que propagan el bulo conspiracionista por un salario sirven conscientemente al poder de ambos imperialismos. Condenar moralmente a quien es amoral por definición es absurdo, lo mismo que a la ultraderecha dedicada a la propagación del odio por los bulos que cada día crea y elabora contra las políticas de confinamiento y protección de la población, a fin de defender los intereses del capital. La única respuesta que cabe frente a esa gentuza de estercolero es desenmascararla y acabar con ella.

Pero el idiota, el ignorante, el que carece de sentido crítico, el que difunde el conspiracionismo porque otros muchos lo han hecho antes, el que actúa frente a la realidad de forma autoreferencial, seleccionando solo los datos que confirman lo que previamente está empeñado en sostener, el que hace oídos sordos a los argumentos racionales, es el bobo útil.

Conspira no solo contra los intereses colectivos de las clases subalternas sino contra los suyos propios. Es el correo de intereses de un capitalismo mundial, al que sirve como conspiratonto, que hará pagar, cuando pase la pandemia del coronavirus, a la clase trabajadora la caída de su tasa de ganancia en forma de recortes sociales mucho mayores de los hasta ahora conocidos, pobreza, paro y austeridad. Su papel como difusor de teorías interesadas de la conspiración en torno al coronavirus sirve para distraer a las futuras víctimas de ese negro futuro que se nos viene encima.

Quien elige a uno de los imperialismos (sea el yankee, el chino, el ruso, el alemán o cualesquiera otro) como el bueno y al otro como el malo, siendo todos ellos partes del mismo capitalismo mundial, es una sabandija despreciable, sea de modo consciente o inconsciente, como esos idiotas que reenvían cualquier bulo, sin pensar en las consecuencias de sus propios actos.  

3.-Apéndice: nuevas oleadas de basura mediática con la excusa del coronavirus
Vivimos tiempos en los que la irracionalidad, la estupidez, las ideas reaccionarias, la vuelta al pensamiento mágico, la expansión de las supersticiones, crecen de manera vertiginosa.

Hemos salido de la modernidad, durante siglos marcada por la confianza en el conocimiento científico, la razón humana, el progreso y el creciente laicismo para adentrarnos en una nueva medievalización del pensamiento.

En el mismo escenario que el regreso de los fascismos, el crédito del bulo por encima de la búsqueda de la verdad de los hechos, el conspiracionismo y la conspiranoia como “método” de interpretación del mundo, se encuentran otros fenómenos que están inaugurando una nueva época de oscurantismo. No es casualidad. Obedecen a una misma causa. La pérdida de confianza en la razón, la ciencia y el progreso de la humanidad como mecanismos de la interpretación del mundo, de nuestras vidas y de construcción de nuestra realidad colectiva. 

La crisis capitalista, sin visos de ser superada de modo igualitario por una nueva formación económico-social más justa y a la medida del ser humano, la inestabilidad del mundo, la realidad líquida, evocando a Bauman, el miedo difuso al futuro, los crecientes desafíos y amenazas a los que nos enfrentamos como especie, está abriendo la puerta a nuevos monstruos.

Pero a su vez hay una intoxicación permanente e intencionada de la mente humana con el fin de acentuar y acelerar este proceso.

En este punto, creo necesario señalar que la difusión que se da a este tipo de contenidos en las redes sociales no es imputable a estas mismas sino a los propios contenidos que se difunden, a la intención de quienes los producen para consumo rápido e irreflexivo (y por supuesto a los ignorantes que los comparten, como acto de fe o bien por curiosidad, mero divertimento o aburrimiento), y al algoritmo con el que se prioriza lo banal, el narcisismo, lo irracional, lo extravagante, lo reaccionario, lo pseudocientífico frente a lo relevante, lo igualitario, lo democrático, lo racional y lo científico.

Quienes culpan sin más a las redes sociales sin tener en cuenta lo anterior actúan del mismo modo en el que bobo mira el dedo del sabio mientras éste señala la luna. No es el medio el responsable de toda la basura que hay en ella sino la manipulación del mismo por parte de quienes controlan el medio y los intereses que hay detrás de dicha manipulación.

Al fenómeno de la pandemia del coronavirus se han adosado otros dos epifenómenos como los parásitos que se fijan a la piel de un animal y sobre los que merece la pena que nos detengamos, por mucho que no hayan adquirido la notoriedad del discurso conspiracionista o conspiranoico pero que previsiblemente irán en aumento en los próximos tiempos.

Uno de ellos, estaba ya entre nosotros. El otro ha acabado por emerger siguiendo la lógica de un discurso en sí mismo patológico.

Me refiero al brote de ecofascismo, que sigue una línea de discurso previo que lleva hasta sus últimas consecuencias, y a las supersticiones, esoterismos y pseudociencias que ahora proliferan con más auge en Internet, movidas por el negocio de gente sin escrúpulos y seguidas y difundidas por ignorantes.

En el caso del ecofascismo del que ahora empiezan a hacerse eco algunos medios de comunicación que antes daban alas a su desarrollo ideológico es necesario explicar de qué hablamos.

El ecofacismo actual, ligado a la crisis del coronavirus, poco tiene que ver con los neofascistas que pueblan Europa y gran parte del mundo, por mucho que ellos actúen con el oportunismo que les es propio, fomentándolo a través de ideas como la conexión patria-naturaleza-paisaje, del mismo modo que Edelweiss, por una pirueta histórica paso de ser un símbolo de la resistencia pasiva frente al nazismo, a ser la flor de éste, al evocar el clima agreste y las montañas en las que nace, tan queridas por esta ideología.
Viene de la mentalidad reaccionaria de algunas corrientes ecologistas y del totalitarismo que irradia el veganismo mayoritario.  

Imágenes que estos días de confinamiento nos mostraban vídeos y fotografías de jabalíes hozando en la basura de los extrarradios de una ciudad, delfines saltando alegremente en aguas de las que habían desaparecido hacía años, descensos meteóricos del CO2 en grandes ciudades, cuyo aire era antes irrespirable, ríos muertos cuyas aguas ahora cristalinas volvían a estar llenas de peces,…Imágenes idílicas que nos mostraban al coronavirus como el gran salvador de Gaia, como la oportunidad para la regeneración del Planeta mientras los seres humanos permanecían confinados en casa, conectados a un tubo de respiración en las UCIs del mundo, hacinados en las morgues de las ciudades. No, el virus no era el asesino sino el ser humano el que destruía el Planeta. Según tan aberrante idea, la Tierra se estaría “purgando” de la maldad destructiva del ser humano, salvándose al eliminar a buena parte de la humanidad. Puro ultramaltusianismo nazi, no muy alejado de las aberraciones de ese grupo de zumbados de origen estadounidense –de donde provienen la mayoría de los grupos de tarados del mundo- que se hace llamar Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria y que propugna que el ser humano deje de reproducirse. Claro, mejor adoptar gatitos y perritos, dónde va a parar.

Ese relato, aparentemente naif, que había sido antes alimentado por los medios del sistema en su “bienintencionada” intención de dar buenas noticias en medio del caos, el miedo y la muerte, tenía sus precedentes.

Recordemos como tan solo un mes antes de que estallara el coronavirus los veganos aún llamaban asesinos a los omnívoros por comer carne, los antitaurinos brindaban por la cogida del torero, deseando su muerte, o las corrientes más acríticas del ecologismo echaban sobre las espaldas individuales a partes iguales culpa y responsabilidad de destruir o salvar el Planeta, mientras esquivaban la condena al capitalismo como sistema de explotación del ser humano, de empobrecimiento de gran parte del mundo y de esquilmación de la naturaleza y de los recursos naturales. Y es que, genios de la responsabilidad individual en la lucha contra el cambio climático, el capitalismo al que evitáis criticar carece de sentido social o de sensibilidad medioambiental. Para él, el ridículo e hipócrita término de “sostenibilidad” solo se refiere a la de la tasa de ganancia y a la rentabilidad de la actividad económica. Y lo demás, como siempre, mera propaganda.      

En las redes sociales el algoritmo selecciona y segmenta las opiniones y preferencias, que no siempre son previas sino que pueden partir de contenidos compartidos sin ser consciente de su significado pero que van creando una comunidad de pensamiento en el que se va formando la opinión de grupo. La responsabilidad del individuo debiera estar en tener criterio propio para discernir lo cierto de la basura, pero lo cierto es que en los tiempos actuales en los que se produce una sobresaturación de información, una sobreexposición a la misma y una velocidad de bombardeo de los contenidos, la capacidad de reflexión es mínima en la mayoría de los individuos que, en muchos casos, tienen una baja comprensión del significado de lo que leen, escuchan o ven, frecuentemente de forma descontextualizada y sin capacidad de reflexión. Compartir o no contenidos se convierte en un acto de impulso, frecuentemente limitándose la motivación de hacerlo por el título de la “noticia” o quien sea el emisor. Uno no siempre nace fascista, como no siempre nace imbécil. Acabar siendo un fascista, o un memo que le da al botón de compartir sin saber lo que hace, es un proceso.

El confinamiento, que en España se prolongará previsiblemente bastante más allá de un mes, el miedo al virus y la muerte, la sensación de una realidad que se nos escapa, convertida en pesadilla de la que no podemos despertar, la percepción de fragilidad de cada ser humano, la conciencia de que nos abocamos a un mundo cada vez más inseguro, golpean duramente sobre la mente humana.

Mantener la capacidad de raciocinio, cuando se ha impuesto el aislamiento social, la desmoralización colectiva está ampliamente extendida y la posibilidad de interacción en la creación de discurso social, desde hace mucho tiempo vertical, es casi un imposible. El discurso hoy se ha convertido en una consigna nacional, repetida machaconamente por todos los medios mayoritarios de la comunicación, salvo los de extrema derecha, que hacen su guerra no contra la pandemia sino contra el gobierno.   

En ese estado de cosas, cuando el desánimo es la tónica general, la razón parece batirse en retirada, la esperanza en la ciencia se tambalea y emergen de nuevo las sombras de las supersticiones, los charlatanes de números 806, los esoterismos más estrambóticos, los desaprensivos de las sanaciones espirituales, propagandistas de las pseudociencias y pseudoterapeutas, tarotistas, etc.

En estos días, diferentes instituciones y sociedades médicas se han visto obligadas a exigir, una vez más, al Gobierno español que ponga coto a los desmanes de pseudociencias y homeópatas por la gravedad para la vida humana del engaño con el que tratan de convencer a los sectores más crédulos de la sociedad de que su chamanismo de ocasión puede enfrentar al coronavirus.

Estos mercaderes del miedo, la ignorancia y la reacción llevan mucho tiempo vendiendo su mercadería del engaño pero, en medio de la pandemia del coronavirus, pueden añadir más letalidad con su homeopatía de agua con azúcar para desesperados y necios y el timo de la falsa esperanza en el resto de pseudociencias y demás inmundicia espiritualista.   

Frente al asalto a la razón, que denunció el filósofo marxista George Lukács, en estos tiempos oscuros de confusión ideológica es necesario levantar de nuevo el pensamiento racional y el conocimiento científico.  

Frente al conspiracionismo y la conspiranoia es necesario el análisis concreto de la realidad concreta,  la explicación dialéctica de la historia con sus procesos sociales, económicos y políticos, dentro del que los antagonismos entre las clases sociales cobran una especial importancia para comprender el mundo en el que vivimos, demostrando que la realidad no se mueve por fuerza oscuras y secretas sino por una lucha de clases que se produce cotidianamente a la vista de todos y que solo la ignorancia, el cinismo o la falta de compromiso político pueden negarlo.

Frente al fascismo, con el ropaje que se presente, solo la lucha ideológica y la organización de clase con una perspectiva anticapitalista y socialista pueden dar la respuesta.