Por Marat
La lucha de clases se produce dentro de la ciudadanía, porque tan ciudadano es el dueño de Mercadona o los presidentes de Ferrovial o de Repsol como cualquier trabajador explotado, pero no se hace desde el ciudadanismo sino desde las propias clases sociales enfrentadas en sus intereses.
Esto es algo que debiera tener claro cualquier persona de izquierdas y mucho más cualquier sindicalista. No parece ser así en los últimos tiempos ni en los partidos de izquierdas ni, en particular, desde la mayoría de los sindicatos, unos aquejados de “ciudadanitis” por contagio reciente, otros desde hace ya tiempo al ser la referencia sindical de los “indignados”, tan amigos ellos del ciudadanismo trasversal e interclasista.
En cualquier caso que CC CC (Comisiones Ciudadanas) y UGC (Unión General de Ciudadanos), antes CC OO (Comisiones Obreras) y UGT (Unión General de Trabajadores) hayan llegado a infectarse del virus ciudadanista no debe sorprender a nadie. Su reformismo sindical y su actitud hacia la movilización, de perfil blando, pusilánime y avergonzada de la lucha de clases, desde mucho antes de que se iniciara la crisis capitalista. amenazaba con devenir lo que es hoy. Y es lógico que sea así porque la pseudoradicalidad de los ciudadanistas es profundamente reformista. Quien en los momentos de mayor agresión contra la clase trabajadora levanta banderas constituyentes y busca una alianza de clases medias y trabajadoras con un tono reivindicativo vergonzante para la lucha de clases está claro que sólo busca negar y enterrar esta última. El interés de las clases medias no está en el socialismo. No sería en él hegemónica su visión del mundo ni su modelo de vida consumista. Su reivindicación es la vuelta a un Estado del Bienestar ya muerto para siempre en el que dichas clases medias han sido las principales beneficiarias, incluso por encima de los trabajadores porque los partidos que han gobernado lo han hecho poniendo su punto de mira sobre todo en ellas.
Pero a los convocantes de la “Cumbre Social”, como a la mayor parte del sindicalismo actual, eso no les preocupa lo más mínimo. No tienen empacho en defender una alianza estratégica de los trabajadores y las clases medias en las que los primeros serán los convidados de piedra y los segundos los ejecutantes del abrazo del oso en defensa de sus intereses que, cuando se imponen dentro de un bloque social de estas características, redundan en perjuicio de los intereses de la clase trabajadora.
Las aristocracias obreras que dirigen la mayoría sindical tienen una visión del mundo más cercana a las clases medias que a las trabajadoras. De ahí que el proyecto ciudadanista haya encajado tan bien con el reformismo. Por mucho que una parte del ciudadanismo cacaree gritos de apariencia radical, ni su proyecto es el de la destrucción del capitalismo sino otra cosa que, en sus propias palabras, no es ni capitalismo ni socialismo, ni hace nada por levantar la lucha de clases.
El 15-S nos hemos encontrado ante una concentración de trabajadores convocada en clave de ciudadanos y en la que, aunque las banderas de las izquierdas y los sindicatos estaban muy presentes, la convocante era una “Cumbre Social” mucho más ciudadana que sindical.
La gran mayoría de las organizaciones pertenecientes a dicha “Cumbre Social” apenas aportó asistentes extra a la marcha que no hubiesen aportado los sindicatos con un perfil mucho más laboral y de clase. De hecho, podría decirse que gran parte de organizaciones de la mencionada cumbre, representan muy poco orgánicamente, en cuanto a entidad social y en esfuerzo movilizador.
La creencia, no expresa, de las cúpulas sindicales de CCOO y UGT de que desnaturalizar la convocatoria, diluir su carácter de clase y apañar una sopa de letras dentro de una “Cumbre Social” que no refuerza la acción sindical sino que oscurece el perfil obrero de la movilización, creo que no ha funcionado. Podríamos hablar de hasta qué punto se cumplieron las expectativas existentes respecto al impacto y la pretendida masividad de la concentración. La respuesta no está en guiarnos simplemente por las cifras manejadas por la prensa del capital sino en salir fuera del círculo social concienciado más próximo a cada manifestante y recoger de otras personas que no estuvieron en la concentración, y que no son trabajadores especialmente conscientes en cuanto a la lucha social, que ecos les llegó de su convocatoria, si se enteraron o no de la misma y cuál es el poso que ha dejado en su percepción de la acción sindical la convocatoria del pasado sábado.
Mi impresión personal es que la concentración no sólo no fue publicitada adecuadamente, no ya en la calle ni en anuncios de prensa o radio, que no lo fue, sino en los propios centros de trabajo o en las colas del paro.
Las acciones simbólicas realizadas por los sindicatos durante una parte de los viernes de este verano en Madrid tuvieron el efecto que tuvieron: el de llegar a los propios realizadores de la misma y poco más.
Con todo, el de la propaganda no parece el principal factor que ha contribuido a hacer que la concentración y las marchas de las varias mareas de las que se había hablado y que confluyeron en la Plaza de Colón no fueran las esperadas (no entraré en la trampa de los números) por los sindicatos.
La razón principal de esa menor afluencia puede que tenga mucho más que ver con el perfil de manifestación elegido, ciudadanista, y con el planteamiento de “lucha” (entrecomillo intencionadamente) que planteaba como “producto estrella” el manido referéndum sobre las medidas antisociales y anticrisis del Gobierno.
El referéndum no será realizado por el Gobierno Rajoy (no hace falta ser adivino) y aunque lo hiciera en su lugar la llamada “Cumbre Social”, una u otra convocatoria no son sino señuelos destinados a evitar una mayor radicalidad en las luchas sociales. Esto es algo que los propios señores (no les siento mis compañeros) Toxo y Méndez dejaron claro cuando intentaron evasivamente evitar responder con contundencia a las preguntas insistentes de los periodistas sobre la convocatoria o no de Huelga General.
Hace mucho que cada vez más personas de las izquierdas venimos diciendo que CCOO y UGT son bomberos extintores del incendio social que debiera arrasar como respuesta a la brutalidad con la que el capital y su gobierno natural golpean a trabajadores, pensionistas, parados y familias de rentas bajas, en general.
Y esto es algo que los trabajadores con mayor o menor conciencia de clase, pero no antisindicalistas, al contrario que la derechuza mediática, están comprendiendo, no porque otros lo digamos, sino porque lo ven con sus propios ojos.
Creo que mucho de esto es lo que ha sucedido el pasado sábado 15-S, que la gran mayoría de los trabajadores no se han sentido apelados, ni concernidos por la naturaleza pseudosindical de la convocatoria y por la pusilanimidad con la que las direcciones de CCOO y UGT responden a las agresiones que un día sí y otro también recibe nuestra clase, la trabajadora.
El peligro del distanciamiento de CCOO y UGT y del entontecimiento ciudadanista de los partidos de izquierdas respecto a la creciente rabia social es que su patético reformismo continúa potenciando el discurso antisindical y antipolítico, el golpismo ideológico tomacongresos, la reaccionaria “indignación” de las disidencias controladas en su viaje a ninguna parte, al abrir camino, por reacción opuesta, a los demagogos y aventureros, a los que acaban acompañando buena parte de las izquierdas y de las organizaciones sindicales con sus balidos oportunistas.
Si las izquierdas y los sindicatos de clase continúan negándose a encauzar la ira social por el camino de la agudización de la lucha de clases y de un anticapitalismo consecuente y no de opereta, finalmente la explosión social que llegará dejará abierto el camino hacia los fascismos que proliferan y crecen en Europa. La población española no está más vacunada contra esa peste negra. Por el contrario, las pulsiones reaccionarias y antipolíticos en genérico y la tendencia a excluir de la crítica a los capitalistas muestra que esa potencialidad existe entre amplios sectores de nuestra sociedad. De nuevo, la pelota está en el tejado de un sindicalismo desclasado y de unas izquierdas que sea avergüenzan de haber creído alguna vez en el socialismo.
La vía del apaciguamiento de la rabia social sólo producirá la enajenación y el extrañamiento de cada vez más amplias capas de trabajadores respecto a las organizaciones de izquierda y sindicales y abrirá un camino al populismo y la demagogia de muy peligrosa evolución. Cuando las organizaciones de la clase trabajadora no responden con la contundencia necesaria a las agresiones contra la misma, acaban tomando la palabra sus enemigos de clase y de las libertades democráticas.
La Huelga General a cuya convocatoria se resisten CCOO y UGT, con trampantojos como el Referéndum citado, acabará por llevarse a cabo, lo quieran o no sus aburguesadas cúpulas, porque la clase trabajadora necesita esa respuesta. Pero no puede ser ya un suma y sigue respecto a las dos Huelgas anteriores; un día de huelga y largos períodos de desmovilización.
Es necesaria una larga lucha sostenida en el tiempo, que intercale huelgas generales y parciales, movilizaciones y múltiples formas de protesta que hagan insostenible la situación y la gobernabilidad al actual Ejecutivo y que demuestren al capital la voluntad de resistir y combatir sus agresiones contra nuestra clase.
De igual modo, es necesario dotar a la Huelga General de una estrategia que se plantee qué hacer el día después de la misma. Ello significa que la huelga requiere dotarse de un carácter político, tener un objetivo clara y radicalmente anticapitalista y, sólo desde ahí, adquirir implicaciones de huelga contra el gobierno del PP porque, si la consigna se agota en un “fuera el gobierno del PP”, sin cuestionarse las subordinaciones de las instituciones a los dictados de La Troika y el capital, nos encontraríamos ante el riesgo de un regreso del PSOE al gobierno con una política sólo ligeramente menos agresiva que la del PP pero no por ello social ni en absoluto progresiva.
Y también, y ya ineludiblemente, es imprescindible superar el marco nacional y contemplar la perspectiva de la actual situación del capitalismo europeo que, con velocidades variables, ataca ya a gran parte de las economías europeas, sobre todo las del Sur de la UE, y destruye, una a una, todas las conquistas sociales de los trabajadores.
A pesar del ultrarreformismo de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) y de la mayor parte de sus organizaciones asociadas, se está haciendo cada vez más urgente una respuesta unitaria y general –que la diferente situación económica del Norte frente al Sur de Europa está frenando- de los trabajadores y sus sindicatos y esa respuesta pasa por el camino de la EuroHuelga o de la Huelga General Europea.
Por último haré una mención expresa a INICIATIVA DE CLASE, grupo al que pertenezco. Sabíamos bien cuál era el sentido de la concentración del pasado 15-S y lo que podíamos esperar de sus convocantes –tibieza máxima, contundencia mínima-. Aún así decidimos acudir, no desde luego por los convocantes, sino por los asistentes, en su gran mayoría trabajadores, a los que queríamos dirigirnos con un tipo de propuestas muy distintas (https://dl.dropbox.com/u/106320433/Manifiesto%5B1%5D.pdf ), llegando a ellos en la medida de nuestras aún débiles fuerzas y posibilidades que creemos potencialmente crecientes, dado el descontento social y la crítica cada vez más amplia entre los sectores conscientes de los trabajadores a la pusilánime línea sindical y de los partidos de izquierdas.
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