Por Marat
1.-PONIENDO LAS COSAS EN CONTEXTO:
El mundo está experimentando, desde hace decenios, una involución global que se expresa en los más variados ámbitos:
Económico: incapacidad del capitalismo para lograr un incremento de los beneficios empresariales que no esté sometido al constante encadenamiento de crisis y, en el mejor de los casos, de una débil recuperación, prolongada en el tiempo, que ya muestra signos de agotamiento.
Social: un desmonte del mal llamado Estado del Bienestar, que no ha cesado incluso tras la pandemia del Covid, pues las supuestas medidas estaban destinadas a estimular la recuperación económica mucho más que a la ayuda a las familias, y un empeoramiento continuado de las condiciones de vida de la clase trabajadora y las llamadas clases medias.
Ideológico y de valores: incremento del individualismo, la insolidaridad, el clasismo, el racismo y la xenofobia, la homofobia, la misoginia, la transfobia y el fascismo. Ello es especialmente grave cuando se extiende entre la clase trabajadora.
Cultural: aturdimiento (como marxista prefiero reservar el término alienación para el marco que le corresponde, el del trabajo) e infantilización de los individuos a través de las redes sociales como gran adicción con contenidos mentalmente empobrecedores y la búsqueda de la gratificación por la vía de los “me gusta”, el recurso a las mismas, en muchos casos como única forma de información y conocimiento, la ausencia de sentido crítico para discernir la basura y la mentira en el contenido, la selección, en muchos casos intencionada, de los temas más vacíos e idiotizadores.
Político: la crisis de legitimación de las democracias liberales y de las formas de representación, lejos de abrir paso a alternativas revolucionarias, socialistas y a la vez democráticas y de base, ha dado lugar, primero, a populismos caudillistas y, posteriormente, a opciones reaccionarias, de tinte fascista, de momento aún compatibles con democracias formales, cada vez más vaciadas de contenido.
Científico: durante siglos la ciencia y el pensamiento científico han sido el ariete principal de la lucha contra la superstición, el subjetivismo y el oscurantismo.
Hoy, cuando las aplicaciones tecnológicas, basadas en la ciencia, se han desarrollado mucho más que la confianza de amplios sectores de la humanidad en ellos, la ciencia y la razón están siendo atacadas desde la irracionalidad, la superchería y las pseudociencias y detrás de ese asalto están, no lo duden, intereses profundamente reaccionarios.
A lo largo de cerca de dos decenios he escrito sobre cuestiones económicas, sociales, políticas, ideológicas,...No recuerdo haberlo hecho sobre asuntos que atañen a la ciencia. Puede que alguien sienta la tentación de objetar que me meta en tales berenjenales no siendo hombre de ciencia, al menos de lo que se conoce como ciencias duras. No es ésta una impugnación de importancia menor.
Pero no es mi intención entrar en el núcleo de lo que entendemos por ciencia sino, como señalé anteriormente, en “asuntos que atañen a la ciencia”; es decir, en cuestiones que tienen que ver con la misma y con lo que es ésta.
Por otro lado, si de la ciencia y de sus implicaciones sólo deben ocuparse los científicos, entonces de la medicina sólo deben ocuparse los médicos, pero resulta que es toda la sociedad la afectada por lo que tiene que ver con las implicaciones de una y otra cuestiones y se supone que ello debiera darle algún derecho a los miembros de la misma y no sólo a los expertos, cuyos intereses no tienen porqué coincidir siempre con los de aquella.
Desde hace largo tiempo la combinación de pesimismo ante el futuro, sensación de caos mundial y en las vidas propias y el empuje de fuerzas partidarias del oscurantismo y la regresión están arrastrando a la sociedad hacia una medievalización del pensamiento.
La expansión del conspiracionismo -una de tantas aportaciones de una sociedad aberrante, estúpida y degenerada como la estadounidense-, el creciente integrismo en la iglesia católica, las evangélicas, el judaísmo y la religión islámica, la proliferación de sectas “new age” (cienciología), el curanderismo y las pseudociencias, el ocultismo y la parapsicología, el espiritualismo y la astrología, la brujería, la naturopatía y la homeopatía, la reivindicación del frikismo como rasgo asociado a la ciencia y, en general, las más extravagantes manifestaciones de la charlatanería y el fraude mental, son hoy la mayor amenaza a la razón, el conocimiento, el método y la investigación experimentales y, de forma general, a lo que conocemos como ciencia. Si en el pasado la ciencia hubo de enfrentarse a la Inquisición y a la hoguera en el presente ha de hacerlo a los idiotizadores de las masas.
Ciertamente es necesario no caer en la idolatría científica que deposita en el saber científico la confianza en un progreso imparable de la humanidad o la creencia en la neutralidad de la ciencia.
Después de Hirosima y de Auschwitz ya no es posible la ingenuidad positivista de creer en un futuro históricamente determinado de paz, bienestar y progreso para la humanidad, del mismo modo que no puede ignorarse que la ciencia dentro del capitalismo está sujeta, como cualquier actividad humana productora de valor, a la lógica del beneficio.
Sin embargo la ciencia ha permitido erradicar enfermedades epidémicas, a pesar de los cacareos de los imbéciles antivacunas, atajar graves infecciones mediante los antibióticos, expandir la cultura y la educación a través de la imprenta o hacer posible la “aldea global”, que permite la comunicación mundial entre los seres humanos.
En tiempos en los que aún operaba un optimismo histórico en el avance de la humanidad, la confianza en la ciencia actuaba como uno de sus principales soportes racionales. El antagonismo entre irracionalismo e iluminismo (la Ilustración y su herencia posterior en el conocimiento) era paralela a la lucha de las viejas clases y las nuevas ascendentes, burguesía primero, proletariado después. Cuando las ideas progresistas y el pensamiento racional sufrieron el ataque del irracionalismo (el idealismo, el mito, la fe, el voluntarismo o el subjetivismo) y de la reacción hacia el fascismo, el nazismo, el racismo y la exaltación de la violencia en los años veinte y treinta del pasado siglo, al menos los sectores de la sociedad defensores del pensamiento racional, la ciencia, los valores democráticos o de un marxismo aún muy potente que hoy no vemos tuvieron fuerza paraenfrentar a la reacción. Georg Lukács reflejó tiempo después ese ataque en “El asalto a la razón: la trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler”.
Aquel ataque a la razón se produjo entonces, como durante la mayor parte de la historia, desde campos bien delimitados, separados y opuestos: mito vs. filosofía, fe y teología vs. observación de los fenómenos y empirismo, idealismo vs. materialismo.
La descontextualización en el uso de las palabras y los conceptos favorece la manipulación de sus significados, la ignorancia y la perversión de los valores asociados a ellas. Un ejemplo claro de ello es la vulgarización que se da de los vocablos idealismo, como valor positivo (moral) y materialismo, en negativo (inmoral).
Según esa dualidad un idealista sería alguien que cree en causas nobles, generoso, altruista, romántico, utópico, aunque también soñador e iluso; en definitiva, ingenuo pero bueno. Un materialista, en cambio, alguien motivado antes que nada por el dinero, egoísta, codicioso y arribista pero práctico y realista; es decir, listo pero malo.
En términos filosóficos, que son los que buscan acercarse de forma racional al conocimiento de la realidad y de la acción humana, el idealismo es una corriente genérica de pensamiento para el que la realidad material no existe fuera del pensamiento; éste se sitúa por encima de aquella e independiente de ella y la materia, entendida como realidad física, es una construcción de nuestra mente. Algo así como que hasta que no apareció el ser humano no existió la realidad material que lo rodea porque la única función de la naturaleza es la de ser pensada por la humanidad y, en primera y última instancia, por dios, el ser supremo pensante. Absurdo, ¿verdad? Pues es la base que argumenta otras corrientes derivadas del idealismo, como el subjetivismo, el solipsismo (de lo único que puedo estar seguro es de la existencia de mi mente,la paranoia máxima), el deismo y esas diarreas mentales de que vivimos en Matrix (idea tan querida por fascistas y conspiranoicos) o de que nuestro mundo y nuestras vidas son parte de un juego de ordenador creado por alienígenas.
De manera opuesta, el materialismo es la teoría del conocimiento científico de la realidad por antonomasia. La materia es el elemento primigenio de la realidad, aquello que la constituye como esencia y, como tal, ese mundo es cognoscible por una conciencia que nace del propio desarrollo evolutivo de la materia viva. A través de la evolución la materia viva toma consciencia de sí misma y del mundo en el que se integra. Esa realidad de la materia es demostrable empírica, objetiva y científicamente y, mediante la conciencia es posible actuar sobre ella.
Pero, a partir de aquí, hay una escisión evidente entre el materialismo burgués y el marxista.
El marxista Anton Pannekoek expresa muy bien en qué difieren uno y otro materialismos:
“Uno y otro son filosofías materialistas, es decir, que tanto el uno como el otro reconocen la primacía del mundo material exterior, de la realidad de la naturaleza, de la que emanan los fenómenos espirituales, sensación, conciencia e ideas. Donde se oponen es en que el materialismo burgués se apoya en las ciencias de la naturaleza, mientras que el materialismo histórico es, en primer lugar, una ciencia de la sociedad. Los sabios burgueses no consideran al hombre más que en su calidad de objeto de la naturaleza, como el animal más elevado en la escala zoológica, pero determinado por las leyes naturales. Para dar cuenta de su vida y de sus actos no hacen intervenir más que las leyes generales de la biología y, de un modo más general, las leyes de la física, la química y la mecánica. Pero éstas apenas permiten avanzar en la comprensión de las ideas y de los fenómenos sociales. Por el contrario, el materialismo histórico establece las leyes específicas de la evolución de las sociedades humanas y pone el acento en la interacción continua entre las ideas y la sociedad”. (Pannekoek, Anton. “Lenin filósofo”)
La otra diferencia entre el materialismo burgués y el marxista se establece desde la dialéctica. El materialismo burgués tiende a ver los conceptos como realidades fijas, rígidas y absolutas. El materialismo dialéctico no se limita a una visión meramente evolutiva de las cosas sino que, partiendo del movimiento y la transformación, integra la idea de contradicción donde los elementos son ellos y sus contrarios y cada concepto debe transformarse en nuevos conceptos, algo esencial para expresar la lucha de clases.
Se han producido en distintas épocas de la historia constantes intentos de enredar a la razón en los líos de la teología y la fe, sabedores de que al discutir éstas, no ya desde el ateísmo, ni siquiera desde el agnosticismo y la duda, sino de la mera lógica de las proposiciones racionales ajenas a ellas, es sencillo conducir a las mismas a una “reductio ad absurdum” porque finalmente se topan con el dogma inamovible e incuestionable, no porque lo sea sino porque, sino porque si se rechaza o simplemente se discute, se viene abajo todo el tinglado teológico y sólo queda la obcecada fe del carbonero.
2.-LA CIENCIA DEL DOGMA TEOLÓGICO:
Eso intentó Tomás de Aquino, sostener su pretendida verdad teológica en el andamiaje de la lógica aristotélica. Pero para este padre de la escolástica, para el que existían dos fuentes de acceso a la “verdad”, la razón y la revelación, en caso de discrepancia entre razón y fe, la errónea es la de razón porque Dios es infalible. Y, como expone en la “Suma teológica”, “la doctrina sagrada es ciencia, puesto que saca sus conclusiones a partir de los principios evidentes por la luz de una ciencia superior, esto es, la ciencia de Dios y de los Santos” ¡Con dos cojones! Debe ser por eso que la teología aún no ha sido expulsada de las aulas universitarias.
3.-LA TELEOLOGÍA DIVINA DE LA CIENCIA:
Mucho tiempo después, el jesuita, antropólogo y filósofo Theilhard de Chardin intento algo similar: conciliar idealismo fideista y ciencia, ésta vez con la ciencia real. El problema es que a esa ciencia, centrada en la evolución, Theilhard de Chardin le dio un tratamiento teleológico (la creencia de que todo en la naturaleza existe con un fin determinado) y trascendente (divino). Esa evolución, que percibe en la materia, la vida y la conciencia (en sentido espiritual), se eleva hasta lo cosmológico. Desde el big bang hasta el desarrollo de la conciencia, pasando por la evolución biológica, hay un proceso de creciente complejidad que va elevándose hasta una consciencia colectiva universal. Para de Chardin todo ello adquiere sentido dentro del plan divino de la creación. En ese sentido fue un precursor de la filfa del llamado “diseño inteligente”, neocreacionismo disfrazado de falso evolucionismo.
Pero hoy sabemos que la evolución es fruto de la combinación de la selección natural (Darwin), la herencia genética (Mendel) y la intervención del azar (Lamarck). Y si también el azar interviene en el origen de la vida carece de sentido buscar un plan divino que, desde la gran explosión que dio origen al universo hasta la humanidad en el presente, explique al ser en un sentido teleológico, sencillamente porque no existe tal proyecto.
Es precisamente esa realidad la que llevó a Jacques Monod a afirmar que:
“...el hombre sabe por fin que está solo en la inmensidad insensible del universo, de la cual surgió solo por casualidad. Su destino no está definido en ninguna parte, ni es su deber” (Monod, Jacques. “El azar y la necesidad”)
Theilhard de Chardin, tras la condena de sus escritos por el Santo Oficio en 1962 por contravenir gravemente un amplio número de dogmas teológicos, fue en gran medida rehabilitado por la iglesia católica a partir de Pablo VI y de la finalización del Concilio Vaticano II (1965), porque intentando manipular la ciencia al servicio de la religión acercaba al catolicismo hasta el siglo XIX (“El origen de las especies”). Dentro de la ciencia Theilhard de Chardin nunca gozó de crédito alguno entre los científicos serios para los que o fue una especie de divulgador “de la mala ciencia poética” o “poco más que un charlatán” y su obra “El fenómeno humano” un “disparate...de conceptos metafísicos”.
No aporta demasiado prestigio y cordura respecto a la imagen de Pierre Theilard de Chardin el relato que hace uno de sus valedores, el cardenal estadounidense y jesuita (entre los del mismo negociado de la secta no se van a pisar la sotana) Avery Robert Dulles del momento de recogimiento y meditación en la eucaristía del padre Theilard de Chardin. Recuerda el cardenal cómo el autor de “El fenómeno humano” relata en un texto, “La custodia”, embargado por una manifestación espiritual de teofanía, tuvo la visión de que la hostia iba creciendo hasta que por su cósmica expansión, “todo el mundo se había vuelto incandescente, se había convertido en una única hostia gigantesca”, casi absorbía el universo. Ante esto caben dos preguntas inmediatas: ¿se trataba de una gigahostia-agujero negro que se come el universo? ¿Donde hay un obrador de panadería tan grande como para hacer tamaño hostión? Y una reflexión sobre el misterio: sabido es que el hongo conocido como cornezuelo del centeno libera sus esporas fúngicas no soló entre el centeno sino entre otros muchos cereales como el trigo, del que se hacen las hostias. Los alcaloides del cornezuelo, base del LSD (“tripi”), actúan sobre los neurotransmisores del cerebro y proporcionan interesantes viajes psicodélicos que posiblemente contribuyeran a la comunión mística del padre Theilard de Chardin, la hostia y el universo transubsastanciado, de rebote, en Cristo.
Como científico, en su condición de paleontólogo, tampoco Theilard de Chardin se cubrió de gloria tras el descubrimiento del Hombre de Piltdown, que dio lugar a un escándalo, por la falsificación de unos restos óseos, en los que se mezclaron la mandíbula de un orangután, el diente suelto a un mono y el cráneo a un homínido. Charles Dawson y Smith Woodward fueron los principales rostros protagonistas del descubrimiento. La participación de Teilhard de Chardin en el fraude se vincula a haber “aportado” huesos al descubrimiento provenientes de otras excavaciones en las que había participado.
Su mayor mérito, si así puede calificarse a emplear una jerga pseudocientífica para tratar de torcer la ciencia al servicio de la superstición religiosa, es el de ser uno de los pioneros más importantes del entrismo del idealismo teista en el materialismo de las ciencias. Desde entonces el asalto a la razón ya no será desde un movimiento frontal sino mediante la penetración del caballo de Troya en la ciudadela enemiga.
4.-DIOS, UN DISEÑADOR NO TAN INTELIGENTE...MÁS BIEN CHAPUCERO REMENDÓN:
El “diseño inteligente” es un intento de colar por la puerta de atrás el mito creacionista dentro de la educación en las escuelas. A finales de los 80 del siglo XX se prohibió la enseñanza de las creencias creacionistas en los colegios públicos de EE.UU. por contravenir los principios constitucionales de laicidad del Estado. Como la pretensión de difundir en las escuelas que el mundo se hizo en seis días y el primer hombre a partir de un muñeco de barro que adquirió vida con el soplo divino no coló, la ultraderecha religiosa estadounidense (Instituto Discovery), y varios de sus miembros (Stephen Charles Meyer, Michael Behe y William Dembski), trabajaron desde mediados de los 90 sobre el concepto de diseño inteligente para darle a la misma patraña creacionista un aspecto más científico y lograr, de este modo, que el creacionismo, ahora disfrazado de algo serio, entrase de nuevo en las escuelas públicas. Volvieron a fracasar, pero ahora con pitorreo: El juez de la Corte de Apelaciones del distrito medio de Pensilvania, el republicano John Edwards Jones III, que había sido apoyado por sectas evangélicas en su candidatura al puesto, dictaminó que el diseño inteligente seguía siendo religioso y creacionista, por lo que lo declaró inconstitucional.
El diseño inteligente afirma que las estructuras de la vida a nivel bioquímico son demasiado complejas. Establece dos tipos de complejidades: la primera, definida por Michael Behe, es la “complejidad irreductible”. Afirma que determinados sistemas biológicos complejos no pueden, por su propia complejidad, haber evolucionado a partir de sistemas más simples a través de la mera evolución natural.
William Dembski señala también la existencia de la “complejidad específica”. Según él se trata de que un sistema biológico complejo tiene un patrón altamente improbable pero a la vez tiene un propósito (“purpose”) específico. A los “yankees” les encanta esta palabra. La usan constantemente y tiene para ellos un significado especial (“la razón por la que se hace algo o por la que existe algo”, según el Diccionario Cambridge) y trascendente, casi divino. La diferentes sectas cristianas de EEUU la relacionan de un modo u otro con la Biblia, ese libro cuyos pasajes recitan como si fuera la alineación de su equipo de fútbol favorito. Si la mayoría de ellos no encontraran en ella y en sus supersticiones divinas un propósito para sus vidas les estallaría la cabeza. Se sorprenderían ustedes de qué modo se extiende el “purpose” desde lo religioso hasta el sentido de empresa capitalista.
Pero volvamos al diseño inteligente. Para Stephen Meyer el hecho de que la célula viva contenga ADN es una prueba de que tras el diseño inteligente hay un “diseñador” inteligente; o sea, dios.
La base argumental de la teoría creacionista del diseño inteligente es exactamente la misma que la cuñadez borrega de “el mundo no lo ha hecho un zapatero”. Y como creen que no es así, acaban recurriendo a la analogía del relojero expresada a inicios del siglo XIX por el clérigo naturalista William Paley (“Teología natural”) para que su extravagante creencia parezca más sofisticada y respetable.
El problema de querer utilizar a la ciencia para demostrar que el mundo y el universo han sido creados por un dios que existe es que, al final, la ciencia no acude en su auxilio porque ésta se ocupa de buscar el conocimiento objetivo de la realidad, no de la ficción. No es tarea de la ciencia demostrar la existencia de dios como la del resto de seres mitológicos. Esa pelota está en el tejado de la religión pero cuando más irracional se vuelve la fe menos valida su propósito.
La comunidad científica en ningún caso ha validado el diseño inteligente porque no es posible validar creencias y fundamentalmente porque en casi ningún caso los defensores del diseño inteligente han publicado en una revista científica un artículo científico sobre el mismo revisado por pares. Lo que sí han hecho los defensores de esta pseudoteoría es publicar artículos en sus propias revistas, vinculadas al Instituto Discovery, al que ellos pertenecen, y ser revisados por miembros de su secta neocreacionista.
El diseño inteligente, en su ambición de demostrar la superioridad absoluta de su dios frente a la evolución natural, a la que rechaza por materialista, atea y ajena a toda motivación y propósito últimos, derrapa ridículamente. Al no contentarse con su dios relojero, que pone en marcha el mundo y se va de vacaciones a Tahití, interviene repetidamente con sus milagros. Es evidente que su dios es un chapucero de campeonato que deja en mal lugar a la inteligencia de su propio diseño, teniendo que corregir continuamente sus propias cagadas, mediante “ñapas” para taponar las urgencias provocadas por un trabajo de mala calidad.
Lo que si ha hecho bien el diseño inteligente es vender sus propias franquicias a terceros, coherentemente con el hecho de que dicha fórmula de colaboración comercial naciera en EEUU. Efectivamente, si esta pseudociencia fue un invento de sectarios evangélicos, con algún católico, luego ha tenido seguidores judíos, islamistas e hinduistas y la última incorporación a su “hit parade” ha sido la difusión de sus creencias por parte de la Asociación Internacional para la Conciencia de Krisna (Hare Krisna). “Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré. Hare Krishna, Hare Krishna, Krishna Hare, Krishna Hare”.
5.-TEORÍA CUÁNTICA, UN TRASATLÁNTICO CON VÍAS DE AGUA POR TODAS PARTES:
Un caso distinto, ya que no implica una concepción idealista, “prima facie”, de la realidad, pero si deja abierta una puerta peligrosa a la misma y al subjetivismo (colapso de las partículas al ser observadas, según la interpretación de Copenhague) y a la negación del principio de identidad (fenómeno de superposición cuántica), es la teoría cuántica, al menos por parte de algunos de sus principales exponentes.
Antes de adentrarnos en explicar la anterior afirmación dejemos claro que prescindiremos de gatitos muerto-vivos porque la “anecdotitis” y el abuso de los felinos se usa habitualmente no para esclarecer sino para escamotear lo esencial: el riesgo de que la teoría cuántica acabe derivando hacia el delirio de la razón y la anticiencia.
No es el objeto de este texto analizar la capacidad de la mecánica cuántica cómo teoría física para explicar la realidad (quede el término “verdad” para teólogos, catedráticos de ética y seguidores de ideologías políticas dogmáticas); su falsabilidad (Karl Popper). Tampoco corresponde en el caso de la mecánica cuántica.
De cualquier forma, resultaría especialmente complicado juzgar la pertinencia de una teoría física para el análisis de la realidad que no tiene un único autor, lo que favorece su coherencia interna, sino múltiples, lo que potencia contradicciones internas, en la que buena parte de la misma está compuesta de hipótesis aún no verificadas y que, hasta el momento, no ha sido capaz de crear una teoría completa sino un conjunto de postulados que intentan dar explicaciones parciales de la realidad.
Ello no impide que la mecánica cuántica sea pragmáticamente eficaz en cuanto a la aplicación tecnológica de sus fundamentos teóricos, ya sea en la construcción de ordenadores cuánticos, sensores, láseres, microscopios electrónicos,... especialmente si pensamos que sus enunciados son eminentemente matemáticos y probabilísticos, cuestiones éstas fundamentales en las tecnologías mencionadas. Pero la ciencia, a pesar de estar inserta en un sistema capitalista regida por el beneficio, no se ocupa solamente del desarrollo tecnológico sino primera y principalmente del conocimiento de la realidad.
Pero el mayor riesgo para una comprensión científica de la realidad es la regresión hacia el paradigma idealista-subjetivista y el abandono paulatino del materialismo-objetivismo, propio de la física clásica.
Si la física clásica se ocupaba ante todo de la materia (lo concreto, tangible, experimentable), desde Einstein lo hizo de la energía y desde Niels Bohr el estudio de la energía se concentró en lo subatómico (lo invisible a simple vista, intangible, probabilístico).
La física de lo material está siempre sujeto a la experiencia y la demostración empírica, cuando es correcta, ha de darnos siempre el mismo resultado. El objeto siempre “es” (principio de identidad). En la física cuántica la validación casi siempre es matemática, rara vez se demuestra en la práctica y no se puede determinar previamente el resultado hasta que no se produce. El objeto subatómico parece, es indeterminado (principio de incertidumbre de Heisenberg).
Si la materia es fija y estable, la luz, en tanto que energía, podría estar en dos estados a la vez, comportándose simultáneamente como partícula y como onda (principio de superposición), en un momento dado, pero esto es algo que se supone, que no puede ser comprobado de forma directa. El acto de la comprobación por el observador genera un “colapso” de la “función de onda” (se comporta en ese instante sólo de una de las dos formas), según von Neumann, Wheeler y Wigner. Se trata de lo que se conoce como la interpretación de Copenhague, la propuesta más conocida y ortodoxa respecto a la medida de la “función de onda”. Desde la perspectiva cuántica no es posible separar el objeto observado del observador y del dispositivo de observación. Pero, puesto que los fenómenos cuánticos tienen una baja probabilidad de repetirse, tenemos que cada observador obtiene un resultado particular de su observación, por lo que hemos retrocedido del materialismo objetivo, no ya al idealismo subjetivo sino al solipsismo más absoluto. El observador sólo puede estar seguro de lo que percibe su propia mente.
La interpretación de Copenhague es el núcleo principal de las críticas que recibe la teoría cuántica, hasta el punto de la necesidad de crear soluciones “ad hoc a posteriori” de haber sido enunciada el problema del colapso del fenómeno de la superposición cuántica por efecto de la observación:
La primera de ellas está compuesta por varias teorías denominadas colapso objetivo. Es especialmente inelegante porque se percibe claramente la intención de salvar tanto el fenómeno del colapso como la posibilidad de realizar mediciones de los electrones, siendo esto posible porque la función de onda se destruye eventual y espontáneamente (“colapso objetivo”) sin que intervenga la medición (Ghirardi, Rimini, Weber). Pero surge un posterior problema en la medición matemática: se produce un colapso incompleto de la energía, quedando restos que las propias teorías no saben explicar.
Una variante más sutil del “colapso objetivo” es la explicación de porqué se produce el colapso. Según señala puede haber una superposición cuántica del electrón durante un largo período hasta que se produzca una diferencia de energía en el campo gravitatorio que produzca una separación de la curvatura espacio -temporal que genere el colapso.
La interpretación de Bohm (interpretación causal o teoría de Broglie-Bohm) defiende prescindir del principio de localidad, que sostiene el fenómeno del entrelazamiento entre dos objetos cuánticos que deben ser considerados como involucrados en un estado único, aunque estén separados. Echa mano de variables ocultas (desconocidas) que, si se conocieran, evitarían el sesgo de indeterminación y restablecerían el determinismo roto por la interpretación de Copenhague. Se huele la chapuza: seguramente habrá una variable oculta que desconozco, que podría resolver el problema.
La interpretación estadística es una de las que poseen más coherencia y lógica internas. Supone que un sistema cuántico tiene una regularidad estadística con resultados diferentes en la medición como consecuencia de procesos estocásticos (aleatorios) en los que el comportamiento (no observable) de los electrones se ve afectado por las fluctuaciones electromagnéticas del resto de electrones del universo.
La interpretación de los universos paralelos es una hipótesis (si se la puede llamar así) en la que coexisten varias realidades paralelas. Dentro de ella se encuentra la interpretación de los muchos mundos. Fue planteada por Hugh Everett y es un intento de dar esquinazo al problema de la medida pues ésta se despliega en múltiples posibilidades de universos paralelos que no pueden verse entre sí, dándose en cada uno de ellos diferentes resultados de la medida. Se trata de una solución que, siendo extremadamente generosos, podríamos calificar como “peculiar” y “excéntrica” y hablando como debe hacerse cabe identificarla como la chaladura estrafalaria y friqui de un científico chiflado de tanto leer estupideces sobre expedientes X de chimpancés intergalácticos. “La verdad está ahí fuera, Scully” (“The truth is out there, Scully”)…” pero no acabo de encontrarla porque los resultados de la medida están disociados en tres mil trescientos veintitrés trillones de mundos diferentes y en cada uno con resultados de medición distintos a los demás, oh yeah!”.
A partir de estos derrapes teóricos en la mecánica cuántica, se han ido abriendo camino desde entornos mayoritariamente ajenos, aunque no siempre, a la comunidad científica cuántica variadas hipótesis cada vez más descabelladas, con una carga mistérica, idealista e incluso espiritual y deista (creencia en dios sin adscribirse a una doctrina)/teista (creencia en dios adscrito a una doctrina), y en consecuencia opuestos a la ciencia pero aún con la etiqueta autoadjudicada de científica.
Como señalé anteriormente sí hay algún ejemplo de idealismo de corte espiritualista dentro de la comunidad científica cuántica. Un caso paradigmático es la Teoría del orden implicado de David Bohm, uno de los físicos más destacados de la mecánica cuántica. Según esta teoría la realidad que percibimos es una ilusión (primer rasgo idealista) en la que bajo la apariencia individual de las cosas subyace una realidad estructural y dinámica profunda en la que todos los constituyentes elementales de la materia y los objetos están implicados en un todo común. Desde esta perspectiva los elementos percibidos individualmente nunca se habrían fragmentado.
Su visión metafísica de la realidad acabaría prescindiendo de parámetros como espacio y tiempo, afirmando que cada parte implicada en el orden inherente del todo contiene la estructura de ese mismo orden (metáfora del holograma). Ello sugiere cierta desviación mística hacia una idea de totalidad trascendente que no se aleja demasiado de la superchería del diseño inteligente.
Posteriormente David Bohm continuaría involucionando cada vez hacia postulados más y más absurdos, llegando a plantear que el orden implicado es el centro de la conciencia y de todo lo que concierne al universo. Se trata de la pseudociecia pampsiquista para la que una especie de mente omnipresente forma parte del todo. Es aquí donde Bohm abre la puerta a Karl Jung que empezó siendo un interesante psicoanalista y acabó siendo un embaucador rodeado de círculos y mandalas. En consonancia con el inconsciente colectivo de Jung, Bohm habla de un “espíritu colectivo”- Aquí ya Bohm patina sin esquíes ni pudor alguno. Para él los fenómenos paranormales como la telepatía, la psicoquinesía o la clarividencia no son pseudociencias sino verdadera ciencia auténtica dentro de la teoría del orden implicado.
Creo necesario señalar que mis principales críticas hacia la teoría cuántica no ponen en duda la necesidad de una perspectiva diferente para el conocimiento científico que atañe a los cuerpos subatómicos frente a la ciencia clásica, centrada en lo macro.
Pero albergo serias dudas a nivel epistemológico (método y validez) y ontológico (la identidad de lo que es). Una teoría que ni siquiera está completa, puesto que se fundamenta en postulados, pero que niega el principio de identidad, se sustenta en meras demostraciones abstractas de formulas matemáticas, sostiene el principio de incertidumbre en cuanto al valor de determinados pares de magnitudes físicas, tiene serios problemas de demostración en laboratorio, construye teorías “ad hoc” sobre la marcha, según van siendo cuestionadas determinadas hipótesis del corpus teórico, tiene muy poco de ciencia, necesariamente materialista, y mucho de creencia idealista.
6.-CHAMANES, MÍSTICOS Y OTROS SACAMUELAS:
Si eminentes teóricos cuánticos como David Bohm acaban aceptando pseudociencia como ciencia, no es de extrañar que por esa puerta hayan entrado hasta la cocina, retorciendo en un lenguaje un tanto psicodélico deformaciones de la ciencia y parapsicologías varias, místicos, chamanes y psiconautas (viajeros mentales mediante drogas y meditación) que se ocupan de producir toneladas de basura con el fin de aprovechar algunas partes de la jerga científica (generalmente las menos científicas), enriquecerse a costa de la ignorancia y la insuficiencia mental de sus seguidores y destruir cualquier atisbo de pensamiento racional y científico.
Uno de ellos fue el grupo de embaucadores, dirigido por Ervin László, conocido como Grupo de Investigación de Evolución General, grupo secreto, que defendía la existencia de un campo de información ("Campo ψ") en el vacío cuántico donde estaría el origen de los fenómenos físicos y psíquicos. El cerebro humano estaría conectado a ese campo y ello explicaría fenómenos paranormales y otros como los estados alterados de la conciencia y la percepción extrasensorial. Las fiestas de ese grupo debieron ser auténticamente psicodélicas.
Otra tribu de impulsores de la chaladura es el de misticismo cuántico, algo que puede indicar el grado de merecimiento de respeto logrado por la física cuántica. Para ellos las leyes de la mecánica cuántica admiten elementos de misticismo hindú y de las tonterías espirituales de la New Age, promotora de la nueva expansión de la brujería, la magia, la adivinación, la astrología y el ocultismo, porquerías mentales que tienen su origen natural en una sociedad tan desquiciada y estúpidamente dada a las sectas como la estadounidense.
El misticismo cuántico tiene su versión de curanderismo, del que es uno de sus máximos exponentes Deepak Chopra, un cantamañanas y sacacuartos a incautos, que se apoya para sus prácticas de estafador hechicero en la Ayurveda cuyas pócimas contienen niveles tóxicos de plomo, mercurio y arsénico. En 1998 Chopra fue merecidamente galardonado con el Premio Ig Nobel, concedido a personalidades cuyas ocurrencias “hacen reír a la gente”; algo así como el tonto contemporáneo del año. Estos premios los concede la revista científica de humor satírico Annals of Improbable Research.
Uno de los últimos aportes al idealismo de carácter friqui neoespiritual se lo debemos al perturbado científico Avi Loeb, para el que los extraterrestres llevan mucho tiempo visitándonos. Su última aportación ha sido la de señalar que la roca estelar Oumuamua es en realidad un ovni pancake. Igual era de verdad un pancake que hubiese sobrado e una megacomilona en el planeta Raticulín y que luego lanzaron al espacio para hacer sitio. Ya se sabe que hay mucha basura espacial por ahí. Hasta aquí no es muy original. Tiene mucha competencia en el risible mundo dela ufología.
Así que ni corto ni perezoso, Abraham Loeb decidió un veraniego día de julio, cuando hay menos competencia informativa, lanzar al mundo, ¡paren rotativas!, la gran bomba: nuestro mundo es parte de un gran universo bebé -él sí que bebe...y no le sienta bien- creado por una civilización alienígena tecnológicamente muy avanzada -ya te digo, Rodrigo-Y lo ha creado de la nada a través de un túnel cuántico. Esto de la cuántica degenera un poco.
Aquí me asalta una duda: ¿Sabe Avi Loeb que esta fantasmada ya ha sido contada antes por otros pirados yankees como Melvin Vopson o Neil deGrasse Tyson? Si es así, ¿les pagará derecho de pendejada?
Otra duda: los marcianos esos, perdón alienígenas, ¿son mas guapos que el dios de la creación de Adán que pintó Miguel Ángel? Si es así me quedo con ellos. De lo contrario, me quedo con el cristiano, que me ha dicho el otro día mi churri que estoy hecho a imagen y semejanza de él.
Otra duda más: ¿Para qué hicieron ese universo bebé? ¿Era un proyecto de fin de carrera de química? ¿Para jugar a la Play? ¿Se aburrían y querían divertirsce a costa nuestra?
Otra duda más: ¿sabe ya el eminente físico que la nada no existe y que, si existiera, no es posible crear algo de la nada porque tienes que incorporarle algo?
Seguimos para bingo: Ya que estamos en clase de creacionismo, Abraham, a esa civilización extraterrestre debió haberles creado una inteligencia aún mayor y, como antes del dios creador de todo sólo estaba la nada, siguiendo la lógica creacionista, en la nada está exactamente la nada, no hay dios.
7.-EPÍLOGO:
A alguno lectores del texto les parecerá una pérdida de tiempo su escritura. Pensarán que trata sobre cuestiones muy menores que tienen un interés muy limitado. Nada más lejos de la verdad.
Sectas, animismos de toda índole, crecimiento de los integrismos religiosos, espiritualismos de lo más variado. Todo indica una vuelta a la medievalización del pensamiento y no todo se explica, ni mucho menos, por el impacto psicosocial de Internet y las redes sociales.
Hay un malestar colectivo ante el presente y el futuro que también se refleja en la desconfianza hacia la ciencia como impulso de progreso, justo cuando su aplicación tecnológica parece estar a punto del gran salto y ello produce vértigo y miedo porque el “zeitgeist” sugiere tiempo de destrucción, poder (cada vez más concentrado), inestabilidad y creciente desigualdad.
El fenómeno neodeista, también teista y panespiritual vuelve a jugar el papel reaccionario que oculta la explotación, la opresión y la desigualdad que en su día señaló Marx
"Es el hombre quien hace la religión, no es la religión quien hace al hombre. De hecho la religión es la conciencia de sí, el sentimiento de sí del hombre que o bien aún no se ha encontrado o ya se ha perdido”
“La miseria religiosa es, por una parte, la expresión de la miseria real y, por otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado del alma de un mundo desalmado, porque es el espíritu de los estados de alma carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo”
"La religión aporta satisfacciones imaginarias o fantásticas que desvían cualquier “esfuerzo racional por encontrar satisfacciones reales.”
“La religión, en
cuanto eco ideológico, es la conciencia invertida de un mundo
invertido.”
“La lucha contra la religión es la lucha
contra aquel mundo cuyo aroma espiritual es la religión. La miseria
religiosa es la expresión de la miseria real y la protesta contra
ella.”
“El cristianismo imparte a los hombres una
doble vida y ofrece los goces imaginarios del cielo como un solaz
para las miserias reales de esta vida.”
“Cuanto más
de sí mismo el hombre le atribuye a Dios, menos deja para sí mismo.
El hombre es el ser supremo para el hombre”.